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Temas:
1) Introducción a los estudios históricos y sus problemas metodológicos.
2) América Indígena y la Época Colonial (siglos XVI al XIX).
3) La Revolución Hispanoamericana.
4) El período Artiguista y la consolidación de la Independencia (1811-1830)
5) El Uruguay comercial, pastoril y caudillesco (1830-1868)
6) El Uruguay de la Modernización (1868-1903)
7) El Uruguay de las Reformas y del Estado Benefactor (1903-1958)
8) El Uruguay Contemporáneo (1958 a nuestros días)
A fines del siglo XV y principios del XVI, las tierras que actualmente
denominamos continente americano estaban pobladas por varios por varios
millones de indígenas, de un desigual desarrollo tecnológico, cultural, social
y político. Los primeros migrantes, que inicialmente no pasaron de unas
cuantas decenas o, a lo sumo, de algunos cientos, fueron incrementando su
número con el correr del tiempo, a medida que aumentaban su control sobre
el medio circundante. Los estudios demográficos, la mayor parte de los
académicos, se basan en trabajos que tienen en cuenta la ecología y la
producción de alimentos, estiman entre los 60 y 80 millones de habitantes,
de los que entre 40 y 65 millones corresponderían a los territorios de lo que
luego sería el Imperio español. Las regiones más pobladas eran México
(cerca de 25 millones) y la zona andina (entre 10 y 15 millones). En ese
momento, las sociedades más estructuradas y avanzadas eran los imperios
inca y azteca. A fines del siglo XV, la gran diversidad existente se observaba
en las múltiples y diferentes identidades, pueblos, culturas, lenguajes,
costumbres y creencias.
La expansión europea en el Nuevo Mundo y la consolidación de los imperios
español y portugués, así como la presencia de otras potencias europeas,
harían una homogeneización a casi todo, un único rey, una única y militante
religión, el cristianismo, el idioma español como lengua franca del imperio
más extenso del continente, monedas comunes que permitían la existencia
de circuitos comerciales de larga, mediana y corta distancia, etc.
A todo esto nos hace cuestionar cuál es el origen del hombre en América,
pese a la existencia de algunas teorías más o menos simpáticas o
disparatadas, hoy sabemos con bastante certeza que durante millones de
años los seres humanos fueron ocupando otras partes del planeta.
También se da por prácticamente seguro que los primeros habitantes que
alcanzaron sus costas lo hicieron a través de movimientos migratorios
procedentes de Asia.
El inicio de un nuevo período interglaciar, con el consiguiente aumento de
las temperaturas, derritió mucho de los hielos polares y con ello las aguas
subieron de nivel, cerrando la ruta terrestre que había permitido la
población del Nuevo Mundo trasladarse. Desde entonces, en torno al año
8000 a.C., y hasta 1492, el continente y sus habitantes, conocidos
posteriormente como amerindios o indios americanos, quedarían
totalmente aislados del resto del planeta, salvo por algunos contactos
esporádicos de provenientes de la Polinesia, o la llegada de algunas naves
vikingas entorno al año 1000 de nuestra era.
Algunas bandas de cazadores y recolectores, por lo general no mayores de 30
personas, llegaron a tierras americanas durante el período glaciar. Estas
bandas tenían una gran movilidad y utilizaban utensilios rudimentarios de
piedra, hueso y madera.
En torno al año 10000 a.C., ciertos grupos indígenas vivieron un proceso de
cambio tecnológico, gracias al cual pudieron convertirse en cazadores de
grandes animales herbívoros, mientras que otros grupos no se adaptaron y
mantuvieron el mismo nivel de vida que tenían cuando llegaron a América.
Con anterioridad a su instalación en América y durante milenios, el hombre
solo pudo acercarse a las grandes presas, teniendo alguna ocasión de
matarlas cuando se accidentaban o quedaban inmovilizadas en el fango, en
los pantanos o algunas otras situaciones similares. Gracias al método de
ensayo y error, la tecnología disponible comenzó a evolucionar y se empezó
a tallar la piedra, aumentando con ello las posibilidades de control y dominio
del entorno. Aunque los útiles de piedra eran más eficaces, continuaron
utilizándose también otros de hueso y madera.
En esa época se formaron a lo largo y ancho de todo el continente americano
pequeñas bandas de cazadores, una de cuyas características era seguir sus
presas durante sus largos desplazamientos. Sin embargo, ni todas las
regiones de América ni todas las sociedades allí establecidas se
especializaron en la caza de grandes mamíferos. De este modo, mientras en
algunas regiones la recolección continuó siendo el sistema preferido por la
mayor parte de los grupos americanos para la obtención de sus alimentos
dadas las grandes facilidades existentes en su entorno, en otras, algunas
bandas comenzaron a especializarse en la caza de pequeños mamíferos,
mientras que aquellas que vivían a la orilla del mar se orientaron a la
recolección y pesca de mariscos. La época de cazadores terminó en torno al
7500-7200 a.C., cuando el clima se volvió más seco y caluroso que causó la
extinción de la mayoría de las grandes especies cazadas por el hombre. Esta
situación provocó que muchas bandas de cazadores desaparecieran junto
con sus presas, sin embargo, debieron haber sido la mayoría las que
pudieron reconvertirse y adaptarse rápidamente a las nuevas circunstancias.
Con respecto a la agricultura, los datos que aún manejamos sobre el inicio de
éste en América son bastante escasos, los que nos impide elaborar teorías
muy sofisticadas sobre su evolución inmediata. Los restos más antiguos de
actividad agrícola se han encontrado en el año 4000 a.C., siendo las
principales especies vegetales desarrolladas: la yuca, la batata, el maíz y el
frijol.
El calendario agrícola comenzó a influir en la conducta y hábitos de los
pueblos que más destacaron en la domesticación de especies vegetales. Así
fue como la actividad humana se hizo más sedentaria en los períodos donde
la actividad en los terrenos de labor era mayor (primavera y verano). Por lo
contrario, en aquellos momentos (otoño e invierno) en que la falta de
recursos agrarios los obligaba a recurrir a recursos energéticos adicionales,
debían de partir en busca de sus presas tradicionales y tenían que recuperar
algunos hábitos de nomadismo. Las técnicas agrarias básicas se
desarrollaron muy pronto, y este proceso estuvo marcado por la aparición de
la coa o palo cavador.
El método más común de cultivo era el de tumba y quema o roza. La roza
requería la quema de árboles y arbustos en el área del bosque, con un doble
propósito: limpiar la zona haciéndola apta para el cultivo y utilizar las
cenizas de las especies vegetales quemadas como abono.
En esta época también surgió la cerámica, cuyo uso se generalizó varios
siglos más tarde, así como el tejido, especialmente de algodón.
A medida que se fue incrementando el número y la variedad de especies
cultivadas por los pueblos prehistóricos y que las reservas disponibles,
abundantes y seguras, estuvieron en condiciones de garantizar la
subsistencia, la caza fue perdiendo importancia. En esa época se produjeron
algunos progresos tecnológicos vinculados al regadío y la intensificación de
las prácticas agrarias; se comenzaron a producir acequias para el riego de las
tierras de cultivo, diques para controlar, almacenar y regular la utilización
del agua y terrazas en las laderas de las montañas para un mejor
aprovechamiento de la tierra.
Hablando de los indios, el origen de los aztecas es todavía un misterio. La
dominación azteca se caracterizó por movimientos demográficos, de los que
surgieron algunas ciudades estado, con continuos cambios de alianzas y
enfrentamientos entre los distintos grupos.
En América del Sur, los incas, originarios de la región Huari, se establecieron
en el valle del Cusco a finales del siglo XIII.
La base económica de los incas, como la de los aztecas, era la agricultura
intensiva. Los principales cultivos eran la papa, el maíz, la quinua, los
frijoles y la calabaza. Un extendido sistema de terrazas y una avanzada
tecnología hidráulica favorecieron su éxito agrícola, que se combinó
eficazmente con la ganadería de llamas y alpacas.
Los incas no practicaban el comercio a larga distancia ni tenían monedas ni
tributos pagados en especies, pero todos debían donar parte del trabajo de
las comunidades al gobierno, a los sacerdotes y a los curacas.
El 12 de octubre de 1492 no fue solo el principio de la aventura europea en el
continente americano, sino también el final de un largo proceso expansivo.
Para que el viaje de Colón fuera posible, hubo numerosos cambios de
mentalidad europea, comenzando por el a veces cuestionado concepto de
redondez de la tierra. Su necesidad fue espoleada por el mayor control del
Mediterráneo por los turcos.
El descubrimiento de América fue posible por la acumulación de avances
tecnológicos en los siglos anteriores. Buena parte del comercio europeo
descansaba en el oro y la plata, metales preciosos que Europa no producía,
salvo en escasas cantidades. Como las importaciones de los productos de lujo
provenientes de Oriente (sedas, damascos, perfumes, vidrio y especias,
además de esclavos) se solían abonar en oro, el déficit de metales preciosos
era crónico en los circuitos mercantiles europeos y su abastecimiento se
convirtió en una necesidad. El fracaso de la ruta del Sahara, vital para el
aprovisionamiento de oro guineano, de esclavos negros y de otros productos
de lujo a los mercados europeos, fue un incentivo más para llegar a los
centros productores de forma marítima.
En 1492 los Reyes Católicos conquistaron Granada. Esto sirvió a castellanos y
portugueses para comenzar a crear estados modernos y fuertes, sumamente
centralizados, dejando atrás algunas de las improntas más características
del feudalismo, basadas en el poder de la nobleza. Esta situación, unida a la
gran tradición marinera, habían facilitado para explorar el océano Atlántico.
Los portugueses aprovecharon su gran fachada atlántica para iniciar antes la
aventura, y la pesca del bacalao lo llevó a Terranova. Otro impulso
importante para la expansión fue el comercio de sal y posteriormente la
guerra naval en alianza con Inglaterra contra Francia y Castilla. La
expansión atlántica de los reinos ibéricos se asentó en la necesidad de frenar
una posible contraofensiva musulmana, para lo cual el control de ciertos
puntos de la costa africana resultara esencial.
Pronto comenzó la competencia entre castellanos y portugueses por el
control del golfo de Guinea. A fin de consolidar sus posiciones, la monarquía
portuguesa acudió al Papa, que otorgó una serie de bulas favorables a sus
intereses. Estas bulas sentaron un precedente importante para Castilla,
cuando intentó consolidar sus títulos para la conquista del Nuevo Mundo.
En la cuarta y última etapa, iniciada en 1482, hubo que superar un régimen
de vientos aún más complicados. Entonces se desarrolló la doble volta, una
especie de ocho que permitió franquear el océano Atlántico y, tras dejar atrás
África, internarse en el Índico, en dirección a la India y China.Los viajes de
Bartolomé Días en la India en 1498 mostraron claramente la trayectoria a
realizar.
América se descubrió por un error de apreciación de Colón y de sus socios,
los Reyes Católicos, que a finales del s. XV querían llegar a la India
navegando hacia el oeste, para aprovisionarse de oro y especias, dos
productos esenciales para Europa. Cuando Colón arribó a Guanahani, en las
hoy islas Bahamas, se encontró con unos seres primitivos, que desconocían
la utilización de la rueda, carecían de herramientas de hierro, no sabían lavar
el oro y andaban prácticamente desnudos. Pese al desencanto inicial, los
resultados pasaron sus expectativas. Si bien no se llegó a Asia, en su lugar se
encontró un continente que le permitió la expansión de algunas potencias
europeas, empezando por España y Portugal, pero incluyendo también
Inglaterra y Francia.
Después de algunos esfuerzos para armar esta expedición, zarpó del Puerto
de Palos el 3 de agosto de 1492. Las tres embarcaciones, Las Carabelas, La
Pinta y La Niña y la nao Santa María, perteneciente a Juan de la Cosa,
pusieron proa hacia Canarias, adonde arribaron el 6 de agosto. Un mes
después elevaron anclas rumbo a lo desconocido.
El primer viaje de Colón tuvo su punto de máxima intensidad el 12 de octubre
de 1492, cuando tras 36 días de navegación marcados por la incertidumbre
de no arribar a ninguna parte, lo que estuvo a punto de provocar un motín.
Se llegó a una isla, aunque todavía no se sabe a ciencia cierta de cuál se trata,
se sospecha que fue una de las Lucayas.
Tras tomar posesión de la isla en nombre de los reyes, Colón continuó
explorando y dos semanas después desembocó en el norte de Cuba, conocida
como Juana, donde invirtieron más de un mes explorando sus costas y su
interior. Colón estaba convencido de haber llegado a una isla cercana a la
costa asiática y al divisar Cuba pensó que ésta formaba parte del litoral
chino y que la India estaba al alcance de la mano.
El 16 de enero de 1493 decidió regresar a España. No llevaba lo prometido
pero sí una noticia revolucionaria: su teoría de que se podía circunnavegar el
globo navegando mar adentro hacia el oeste se presentaba como correcta.
Los monarcas recibieron con entusiasmo la existencia de tierras al occidente
de Europa y las perspectivas económicas y estratégicas que se les abrían, por
lo que ordenaron una segunda expedición, costeadas por ellos y compuesta
por 17 naves, 1500 hombres (ni una sola mujer), 13 sacerdotes y 20 caballos.
La Revolución Hispanoamericana
En el primer cuarto del siglo XIX los dos grandes imperios ibéricos en
América atravesaban una coyuntura política delicada, a tal punto que hacia
1825, excepto Cuba, Puerto Rico y Filipinas, las colonias se habían
emancipado de su metrópoli. De este modo, la independencia americana
supuso un cataclismo político, donde tuvo lugar un complicado proceso de
nuevos Estados nacionales. El disparador de este fue la invasión napoleónica
de la península Ibérica, a lo que hay que agregar las consecuencias de las
reformas borbónicas y las pumbalinas, con sus importantes
transformaciones en la organización de la administración y la economía
colonial, que afectaron incluso a las relaciones sociales. Pese a la
coincidencia cronológica, la emancipación de la América española se
diferenció de la de Brasil por la intensidad y la violencia de los
enfrentamientos y porque Brasil mantuvo su unidad territorial y política y se
convirtió en una monarquía parlamentaria.
Durante casi tres siglos el Imperio español se había mantenido unido bajo el
mando protector de la monarquía hispana. La primera pregunta es por qué
las colonias españolas se emanciparon de su metrópoli después de tanto
tiempo de intensas relaciones. Se buscaba una épica y una continuidad nada
evidentes entre las luchas indígenas contra los invasores europeos y la
emancipación, intentando fraguar explicaciones inmanentes y teleológicas
justificativas de los proyectos nacionales posteriores al nacimiento
republicano. En algunos casos estamos cerca de posturas próximas al
indigenismo, que buscan legitimarse a partir de una tradición permanente
de lucha contra los conquistadores ibéricos y sus sucesores.
La invasión napoleónica, la acefalía y el vacío de poder crearon el marco
político institucional para el estallido emancipador. Pero es en la coyuntura
americana y en los cambios ocurridos en las colonias durante el s. XVIII,
especialmente las reformas educativas y administrativas, donde hay que
buscar los elementos necesarios para interpretar el funcionamiento de las
élites coloniales y la independencia.
Desde la perspectiva americana, la invasión napoleónica tampoco es
fundamental para explicar la independencia porque cada colonia respondió
de distinta manera a la guerra española y a la invasión de la Península y que
la diferencia entre ellas dependió del vínculo político entre el gobierno y las
élites y entre las mismas élites que variaba de una colonia a otra.
Las reformas borbónicas habían intentado modernizar la administración
colonial para aumentar los ingresos metropolitanos. Desde esta perspectiva,
una administración colonial más centralizada y eficiente implica menor
libertad de acción para las colonias y los colonos. Puede entenderse como
una mayor explotación de los colonos que fue clave en el deterioro del marco
político y jurídico y del clima de convivencia que condujo a la emancipación.
A esto se añade la legislación impulsada por los liberales, como la libertad de
prensa, la abolición del tributo indígena, de los privilegios jurisdiccionales o
de la pureza de sangre para ingresar en el ejército. El retorno de los liberales
al poder en España durante la constitución de 1812 amenazó la continuidad
de aquellas políticas que garantizaban el mantenimiento de los privilegios
oligárquicos, lo que condujo a estas élites a considerar que había llegado el
momento de emanciparse. Era una especie de salida que intentaba algo para
que la composición social de las antiguas colonias no se vieran afectadas.
El conflicto entre criollos y españoles americanos y españoles europeos se
suele presentar como una de las principales causas de la independencia.
La coyuntura independentista fue muy lábil y estuvo marcada por la
aparición de nuevas tendencias políticas y permanentes cambios de bando:
liberales, absolutistas, constitucionalistas, autonomistas, independentistas,
monárquicos, etc.
Las cosas empezaron a cambiar a partir del proceso emancipador. En las
zonas controladas por los independentistas, que comenzaron a llamarse
patriotas, la guerra apartó a los peninsulares de los cargos políticos
importantes, aunque solía aplicarse una excepción que obliga a relativizar el
enfrentamiento entre criollos y peninsulares: todos los peninsulares, y
fueron muchos, que reconocían a los gobiernos revolucionarios, apoyaban la
independencia y pagaban sus impuestos eran considerados americanos. La
condición de peninsular solo se mantenía si no se acataba la nueva legalidad
y a las nuevas autoridades.
Es evidente que no fue una revolución económica, ya que en líneas generales
las estructuras productivas y de comercialización siguieron siendo las
mismas, y si bien las guerras de independencia y las guerras civiles
produjeron importantes daños materiales, ninguno fue irrecuperable y en
pocos años las economías regionales retomaron a los niveles productivos
previos a la emancipación. Las guerras de independencia supusieron un
enorme consumo de riqueza para financiar los gastos de armamento y
mantenimiento de los ejércitos. La guerra también supuso la destrucción de
parte del aparato productivo: fábricas, molinos o campos de labor arrasados
por los combates, aunque la devastación no fue tan tremenda como se pensó
y la vuelta a la normalidad se produjo en menos tiempo de lo pensado.
Tampoco fue una revolución social, la desvinculación de la metrópoli tuvo
efectos no deseados en las relaciones sociales, debido en parte a la
movilización popular en los bandos enfrentados por las guerras de
independencia, en algunos casos verdaderas guerras civiles. También
asistimos a la agudización de los conflictos entre indios y blancos y entre
ricos y pobres. Pero, en general, los grupos que condujeron el proceso
emancipador se resistieron a introducir cambios sociales, o jurídicos de
consideración, ya que en lo fundamental se mantuvo el marco institucional
hispánico, que garantizaba las posiciones de los grupos dominantes. Los
cambios se produjeron por la vía de los hechos, dada la necesidad de
construir ejércitos más fuertes y numerosos. Para tener más soldados había
que reclutarlos entre las clases menos pudientes o ganarse el favor de indios,
mestizos y negros, atrayéndolos con promesas que implicaban abolición
total o parcial del tributo o la esclavitud.
En realidad, estamos frente a una revolución política originada en el
nacimiento ciudadano y de la ciudadanía, que propició en las antiguas
colonias la construcción de nuevas formas de organización política basadas
en una nueva legitimidad.
Los diversos sectores sociales, los sindicatos obreros y de empleados públicos, y las
gremiales empresariales, lucharon entre sí por la distribución de una riqueza cada
día menor en medio de una inflación que nada parecía detener.
Los 12 años de la dictadura militar estuvieron signados por la represión de todas las
fuerzas políticas, particularmente dura con las de izquierda, por el encarcelamiento
de todos los dirigentes sindicales y la prohibición de la actividad gremial a obreros
y empleados, y por la expulsión de los funcionarios públicos, especialmente los
docentes, sospechosos de cualquier inclinación izquierdista.
Desde el punto de vista económico, el gobierno militar, asesorado por técnicos de
ideas neoliberales, procedió a cierta apertura de la economía al exterior,
procurando atraer al capital extranjero y limitar la intervención del Estado. El
deterioro del salario real tuvo consecuencias imprevistas en un gobierno
conservador ya que forzó la entrada masiva de la mujer al mercado del trabajo fuera
del hogar, estrategia familiar de sobrevivencia que adoptaron los sectores
populares y la clase media.
En elecciones en que hubo candidatos todavía vetados por las Fuerzas Armadas,
surgió como presidente constitucional el líder colorado Julio Maria Sanguinetti.
Bajo su presidencia (1985-1990) y la de su sucesor, Luis A. Lacalle (1990-1995) se
fortificaron las instituciones democráticas, el clima de tolerancia recíproca renació
y políticamente el país tendió a dividirse en tercios: colorados, blancos y
frenteamplistas.