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Su nombre era Mimí y le encantaba correr por los verdes prados, recibiendo el sol y el viento.
Era una fanática del aire libre, amaba la soledad y evitaba estar con los otros animales pues
como no le gustaba compartir, creía que los demás le pedirían de su comida.
Aunque le gustaba mucho estar sola, se sentía muy triste también, pero ella no sabía por
qué.
-Tengo todo lo que necesito, estoy viva, me alimento bien, tomo el sol diariamente.
Entonces, ¿Por qué no soy feliz?
-Seguro es el dinero, afirmó con seguridad, tal vez por eso los humanos siempre parecen
felices.
Decidió emprender un largo viaje hacia la montaña con el fin de buscar a Tomasa, la gran
tortuga sabia, famosa en todo el reino animal por ayudar a todos a encontrar su verdad.
Caminó por días dando vueltas en la montaña, porque cuando algún animal le ofrecía la ayuda,
ella los rechazaba, pues decía que ella era la más inteligente y nadie podía decirle nada que no
supiera.
Al cabo de 10 días y 10 noches de caminar bajo el sol, la lluvia, atravesando ríos y charcos;
por fin encontró a la tortuga Tomasa. Después de esperar en una larga fila, su turno para
hablar con ella llegó.
-Sé que vienes por lo mismo que todos los otros, buscando una respuesta.
Mimí se asombró de ver la sabiduría de la tortuga y decidió tomar el valor y hacer su
pregunta.
- ¡Pero cómo es posible! Exclamó Mimí, ¿vine desde tan lejos para escucharte decir esas
tonterías?
Sin embargo, no dijo nada y decidió escuchar lo que ella tenía para decir.
- En la cima de la montaña más grande de este lugar, hay un cofre con la respuesta a tu
pregunta, solo debes ir y buscarlo.
Mimí se despidió muy contenta dispuesta a ir a encontrar ese tesoro que traería la
felicidad a su vida.
Caminó por otros 5 días hasta llegar a la cima de la montaña y al llegar encontró una
bandera izada en la parte más alta, allí comenzó a cavar incansablemente hasta que por fin
encontró un cofre.
Ella no podía creerlo, la habían estafado, era lo más ridículo; ella no necesitaba a más nadie
que ella para ser feliz.
Bajó por toda la montaña molesta con Tomasa dispuesta a reclamarle por haberla hecho
perder su tiempo.
Halo tan fuerte como sus fuerzas se lo permitieron; hizo muchos malabares, pero no pudo
liberarse.
Allí pasó 3 días, sin agua, sin comida y cuando casi se da por vencida alguien le habló a lo
lejos.
Mimí no quería recibir ayuda de nadie, sin embargo el señor caballo la ayudó a sacar su
patita.
- Me quedaré contigo hasta que llegues a tu destino para asegurarme que estés bien, dijo
el caballo.
- No quiero. No necesito de tu compañía, vete por favor.
Mimí se alejó caminando pero se dio cuenta que el señor caballo no se iba y eso la
molestaba mucho.
Más adelante llegaron por fin al pueblo, así que el señor caballo le dijo a Mimí, que se
quedaran por favor esta noche, pues aún le faltaba camino para llegar a donde quería ir y
debía estar muy cansada por haber estado atrapada durante esos días.
Mimí por primera vez aceptó pero quería un lugar donde pudiera estar sola y tranquila.
Llegaron donde la familia cabra quienes le brindaron posada, al principio ella no quería pero
la convencieron de quedarse y ella refunfuñando aceptó.
Por la noche, los niños cabra la invitaron al festival de la luna y aunque ella manifestó no
querer asistir pues pensaba que era muy aburrido, ante tanta insistencia, ella estuvo de
acuerdo de participar.
Al llegar la noche el señor caballo, la familia cabra y Mimí, llegaron al festival y ella no lo
podía creer, habían tantos colores, fogatas, bailes, comida, era como un sueño.
Jamás hubiera creído estar ahí; rodeada de gente, bailando al son de la música, jamás
imaginó que se sentiría feliz, llena de alegría queriendo quedarse mas tiempo.
Se sentía feliz, sentía que estaba completa, que encontró lo que tanto anhelaba.
Por la mañana al despertar, encontró en el suelo el pergamino arrugado que había guardado
y volvió a leerlo, entonces supo que la tortuga tenía razón, la felicidad es compartir tu
vida con los amigos, con la familia, con todas esas personas que te aman y te hacen sentir
especial.