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La escasa gestión sostenible de los suelos, así como su mínima protección, 

tiene
a los suelos de nuestro país en un estado de degradación preocupante, con
amplias áreas contaminadas y erosionadas, lo que conlleva a la pérdida paulatina
de sus funciones y servicios ecosistémicos. Entonces tenemos una condición
natural de que nuestros suelos sean susceptibles a la erosión porque somos un
país de montañas, y a eso se suma los distintos usos del suelo que les hemos
dado en forma histórica, entonces todos esos procesos se aceleran.
"Las condiciones actuales de estos ecosistemas requieren de forma urgente una
legislación. Es importante que esta legislación esté basada en información
científica y que posea una visión integral del suelo, considerando aspectos
sociales, ecosistémicos, culturales ancestrales, paisajísticos y sectores como el
silvoagropecuario y la minería, además del ordenamiento territorial.
A lo anterior le debemos sumar el impacto que tiene la grave sequía que se ha
instalado en nuestro país,
Lograr generar conciencia del valor del suelo para la vida, en todas sus
dimensiones y además de un cuerpo legal que permita asegurar la sustentabilidad
del suelo a nivel país.
Para el 2050 se estima que la superficie disponible de suelo se reducirá a la mitad,
con lo que se hace imposible producir alimentos para una población proyectada de
9.000 millones de personas (FAO-ONU). La única alternativa es incrementar
significativamente los rendimientos de los cultivos, que en suelos cada vez más
empobrecidos es prácticamente imposible. O buscar otro planeta…
Los cambios en las dietas de la sociedad contemporánea exigen un uso muy
intensivo del suelo, principalmente por el aumento de la demanda de carne y
productos lácteos, que se traduce en incrementos de más de 1.000 millones de
toneladas de cereales y 200 millones de toneladas de productos ganaderos para
el 2050.
Finalmente, la inequidad sobre el acceso al suelo no resulta ser muy distinta a la
que se observa para las riquezas financieras, ya que mientras el quintil más
acaudalado de la población dispone del equivalente a productos generados por
más de 5,5 hectáreas para cada persona, el resto del mundo sólo dispone de 1 a 2
ha/persona. Esto se ha visto ejemplificado en nuestro país en la acumulación de
suelos por pocos inversores, que se puede llegar a convertir en un monopolio u
oligopolio debido a intereses urbanísticos.

Se debe apuntar al desarrollo de un territorio con mayor heterogeneidad y


diversidad de usos, de manera de lograr un paisaje más resiliente frente a
eventuales cambios futuros, que al mismo tiempo provea mayor cantidad y
diversidad de servicios ecosistémicos tales como provisión de agua, calidad de
paisaje y protección de la biodiversidad, entre otros.
Para lo anterior se requiere avanzar en un ordenamiento territorial con perspectiva
de paisaje, siendo esta herramienta una clave para prevenir incendios como los de
este verano, así como para reducir los daños y consecuencias en caso de
ocurrencia de condiciones similares.

La nueva Constitución para proteger el suelo, el agua, y en general los recursos


naturales, debe asegurar que las actividades productivas cumplan con los
estándares de sustentabilidad que exige hoy el medio ambiente y que se revise los
alcances del derecho privado y público cuando se trata de recursos que nos da la
naturaleza.

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