Está en la página 1de 49

UNIVERSIDAD CATÓLICA DE SALTA

LICENCIATURA EN RELACIONES
INTERNACIONALES

Módulo de cátedra - Unidad 1

CIENCIA POLITICA I
PROFESORA: Lic. MABEL PANOZZO

Las orientaciones ideológicas de la


modernidad

AÑO: 2021
Este primer tema del programa de Ciencia Política I tiene la intención de revisar
el debate ideológico central del siglo XX, a partir de las dos principales posturas
políticas que fueron la base de los procesos y las instituciones actuales.

El propósito no es alcanzar un conocimiento acabado de la filosofía que inspira


al liberalismo y a las posturas de izquierda, sino plantear los lineamientos
ideológicos principales que permitan interpretar relaciones estado – sociedad,
valorar el debate político contemporáneo y conocer los fundamentos de las
instituciones políticas.

El tratamiento de la temática pretende vislumbrar las razones que dieron pie a


las profundas controversias sobre el rol del estado, la estructura deseada del
estado, las formas de interacción social, el diseño de los fines de la sociedad y
las formas de alcanzar esos fines, entendiendo que esos interrogantes y esas
controversias, son centrales para la política de todos los tiempos y por lo tanto,
continúan vigentes aunque con respuestas mas o menos diferentes.

De esta forma, los contenidos de esta unidad son el marco de comprensión


ideológico de los contenidos que se verán en las otras unidades de la materia
desde un punto de vista mas teórico y permiten resumir los ejes que se plantean
en el transcurso del año.
Introducción

¿Conocen el término “cosmovisión”? Es una palabrita que me encanta


personalmente porque considero que nos es útil para empezar a entender algunas
cosas interesantes. La cosmovisión es la visión del mundo, la manera como
interpretamos las cosas del mundo, como entendemos las relaciones, los hechos,
las sociedades; es nuestro punto de partida, nuestros valores fundamentales.
¿Ponemos un ejemplo bien clarito? Nuestra cosmovisión es occidental y hay quienes
conciben al mundo de una manera totalmente diferente a la nuestra y decimos que
tienen una cosmovisión oriental. Una cosmovisión es difícil de describir, de definir y
es casi imposible intentar cambiar la concepción del mundo que uno tiene porque
forma parte de nuestra vida hasta en los detalles más ínfimos.

A partir de nuestra mirada sobre el mundo surgen nuestras ideas y valores,


actuamos, nos relacionamos, buscamos alcanzar determinados objetivos y sueños.
Nuestro entorno no es algo objetivo, sino que está permeado, atravesado por
nuestra mirada. Y es esta mirada la que nos dice qué sociedad tenemos y nos da
pie a soñar con una mejor, por ejemplo.

Entonces, la idea de cosmovisión es un punto de partida que nos sirve para


comprender otras instancias, como por ejemplo la que nos ocupa en este momento.
¿Qué son las ideologías? Yo podría darles alguna específica definición teórica, pero
prefiero quedarme con el clímax logrado cuando nos pusimos a pensar en el mundo
y que la parte aburrida se la achaquen a Sartori. La ideología parte de una
cosmovisión y la desarrolla, la analiza de un modo particular; es un pensamiento (y
como tal puede alcanzar un desarrollo teórico y filosófico importante) que interpreta
la realidad y las relaciones sociales. Es una respuesta a la pregunta acerca de cómo
es nuestra sociedad y sobre todo acerca de cómo queremos que sea. Puede partir
de una idea muy simple, pero tan fundamental que sustenta toda nuestra
perspectiva sobre la sociedad y da lugar a un abanico de ideas y propuestas sobre
los más variados aspectos de la realidad, o dicho de otro modo, desarrolla un
pensamiento universal y totalizador sobre la sociedad y lo político.

Carlos Strasser alude a las ideologías como “mapas generales que pueden decirnos
dónde están los grandes ríos, las llanuras, las montañas, los valles y las ciudades (o
las salinas y las ciénagas) de la política. Señalarnos no sólo su ubicación sino
también las distancias, las comunicaciones o los cruces, precisar los obstáculos
entre medio. Asimismo, dónde estamos situados los humanos.” Y añade más
adelante: “De lo mismo que expresé algo más arriba resulta la necesidad de la
ideología como discurso que reduce la realidad, siempre tan compleja, a mapa
indicativo; a realidad–compleja–tal–como–puede–entendérsela–y–enfrentársela, o
sea tal como puede ser abarcativamente manejada.”1

Por otro lado, hay que considerar que las ideologías pueden llegar a un nivel tal de
desarrollo teórico y fundamentalmente político, que corren el riesgo de convertirse
en estructuras de pensamiento muy cerradas, que no aceptan la crítica ni son
capaces de considerar propuestas alternativas, a las que llamamos dogmáticas. Son
pensamientos que se consideran la única visión válida sobre el mundo y como tal,
la única habilitada para impulsar cambios y promover una vida mejor para los
hombres. El siglo XX estuvo atravesado por ideologías dogmáticas que sostuvieron
la “guerra fría” y los regímenes fascistas. Casualmente una de las enseñanzas del
siglo ha sido la necesaria convivencia entre las ideologías.

Desde la caída del muro de Berlín, como un icono que sobresale sobre la multitud
de cambios acaecidos en las últimas décadas del siglo, los ideólogos están
revisando sus ideas. No coincido con quienes señalan que vivimos una época sin
ideologías, creo que nuestras ideas clásicas están puestas en discusión y que
hemos dejado atrás la ortodoxia de las ideas. Estamos aprendiendo a convivir en
un mundo con problemas y visiones diferentes, con ideas que fracasaron en su
implementación pero se quedaron con nosotros como ideales y como fuerza
inspiradora. Por lo tanto, muchas de las ideas que vamos a ver a continuación, las
encontramos hoy de otras formas, o en otras manos y también encontraremos
viejas ideas hoy abandonadas porque los problemas del mundo hoy son otros y hay
que pensar nuevas respuestas.

Como vemos, las ideologías son necesarias porque analizan a la sociedad actual y
su forma de organización, tienen una visión de la sociedad ideal y bajan esos
elementos hasta las propuestas concretas. Las ideas fundamentan nuestros actos y
no hace falta ser grandes filósofos para interpretar una ideología, como tampoco
hace falta haber pasado por la universidad para tener ideas pertenecientes a una
ideología en particular. Es más, en cada alternativa que se nos presenta, en cada
solución que se propone para un problema, encontramos una perspectiva
ideológica; eso no ha cambiado a pesar que critiquemos a nuestras viejos
esquemas. Por eso hemos incorporado en este curso, que no tiene orientación hacia

1
Carlos Strasser, “La sociedad y la política, en necesidad de ideología”; Revista Saap, nº2, año
2003, pag. 237
la teoría o filosofía política, un escueto análisis sobre las principales ideologías que
orientaron la acción durante el siglo XX y siguen siendo, en lo mas elemental, las
ideas que decodifican los debates actuales.

Profundicemos en el concepto de ideología

Siguiendo a Sartori2, debemos decir que las ideologías no son ideas porque éstas
se discuten, se razonan permanentemente, se fundamentan con argumentos y
pruebas, y las ideologías si bien nacen a partir de ideas, están constituidas por
postulados indiscutidos que son utilizados como “palancas para la acción”.
Entonces, las ideas originarias ya no reciben el tratamiento lógico de una idea, “ya
no son pensadas” sino que se toman como verdades no sujetas a comprobación,
es decir, son ex-ideas, pasaron a convertirse en creencias en vez de nociones
filosóficas.

Sartori también nos dice que las ideologías están en relación con las actitudes de
los hombres frente a las ideas. Cuando se escucha una propuesta, hay quienes
analizan las distintas posibilidades que ésta idea abre, encontrando que algo de
razón tienen en medio de una serie de defectos o errores. En cambio, hay quienes
creen en las ideas, sin analizar todos sus aspectos. En esta actitud influye, según
Sartori, el valor que le otorgamos a la fuente de información, con la que entablamos
una relación de fidelidad y de creencia hacia la autoridad informativa muy difícil de
romper. Si esta relación se produce frente a lo que dice un líder político, o un
partido, estamos a las puertas de una ideología puesto que creemos en las ideas
que nos transmiten sin ponerlas a prueba.

Por esto, las ideologías están destinadas a las grandes masas y entonces tienen
que ser sencillas y requerir poca información, simplemente porque las masas están
menos educadas que las élites (casi por definición) y tienen menos información
sobre los acontecimientos (sobre todo porque los flujos de información los dominan
las élites).

Entonces señala que ideologías son un sistema de creencias (ex-ideas) rígido e


impermeable, porque se mantiene firme aunque la realidad le demuestre que no
está tan acertada. En cambio el pragmatismo sería un sistema de creencias
relativamente estables pero no rígidas, no inamovibles, porque la mente abierta,
aunque crea en determinadas verdades, siempre las está analizando y las descarta
cuando encuentra que no se ven en la práctica.

Pero además, para describir una ideología debemos considerar también la


“intensidad emotiva” con la que son consideradas, que varía entre las personas
y/o entre épocas y países. Es decir, las ideologías pueden ser fuertemente vividas
(y se convierte casi en fanatismo) o ser consideradas válidas pero sin que
despierte un fervor significativo. Según Sartori, una definición estricta consideraría
que ideología se atribuye específicamente a las creencias fuertemente sentidas
hasta el nivel del fanatismo.

2
Giovanni Sartori. Elementos de teoría política. Alianza Editorial, Buenos Aires, 1999. Capítulos:
Ideología.
Liberalismo clásico (siglos XVII y XVIII)

Lo que hoy conocemos como liberalismo clásico es una corriente de pensamiento


que se desarrolla hacia el siglo XVII y XVIII a partir de las ideas sostenidas por
diversos autores y por los cambios sociales y económicos que se dan por entonces.
A su vez, como movimiento de época, el liberalismo alcanza gran influencia durante
los acontecimientos y reformas políticas de la modernidad, cuya repercusión se
extiende hasta nuestros días. Como sabemos, las instituciones como el estado
moderno, el reconocimiento de derechos individuales y sus respectivas garantías, la
vigencia de un mercado capitalista, aunque sean hoy apropiadas por gran parte del
mundo, tienen una clara raíz liberal.

Pero, ¿qué es el liberalismo? Norberto Bobbio y Sartori dirán que hay que distinguir
dentro de lo llamamos liberalismo a lo que éste tiene de postura ético - moral, de
teoría política y de teoría económica, que aunque se complementan mutuamente,
son diferentes y hasta pueden darse una sin la otra. 3 Como postura ética se
sostiene en una visión individualista de la sociedad y aboga por el reconocimiento
de la libertad como principal derecho individual que debe ser reconocido así como
los demás derechos esenciales. Como teoría económica fundamenta el mercado
libre y como teoría política denuncia el poder opresivo del estado y articula un
estado mínimo. A partir de una idea individualista de la sociedad supone un orden
espontáneo y autorregulado que deja para lo político un papel secundario,
concentrado en establecer las condiciones necesarias para la vigencia de este orden
social, es decir, dedicado esencialmente a brindar garantías a los derechos
individuales. ¿Vemos estos temas en detalle?

La visión individualista de la sociedad

Jonh Locke escribía en 1688 su famoso “II Ensayo sobre el Gobierno Civil” 4, libro de
referencia obligada para la política liberal, comparable en el ámbito político a la
repercusión alcanzada en lo económico por “La riqueza de las naciones” de Adam
Smith. En el texto de Locke encontramos una imagen acabada del individualismo,
porque nos muestra al hombre en su calidad de individuo como el punto de partida
de toda la concepción sobre la sociedad. Dice que, por naturaleza, los hombres
3
N. Bobbio; El Futuro de la Democracia; FCE, México, 1986
4
En algunas ediciones puede encontrarse este mismo texto con el título “Ensayo sobre el gobierno civil”.
somos seres racionales y apasionados, con intereses y necesidades, pero sobre
todo, somos seres libres, no estamos sujetos a ninguna voluntad extraña a la
nuestra.

Este simple esquema de partida habilita una vida en plenitud, puesto que gracias a
que somos libres de hacer lo que nuestra razón y nuestros intereses nos indican
que hay que hacer, alcanzamos la plenitud de nuestras capacidades y toda nuestra
personalidad. No es ésta la primera vez en la historia del pensamiento político ni de
los movimientos políticos que se aboga por la libertad del hombre y de las
sociedades, pero si es la primera vez que se le otorga a la libertad un rol tan
importante en la misma definición de hombre, no como un simple deseo natural
sino como componente constitutivo, como derecho indelegable.

Indaguemos a partir de lo que estamos leyendo

La idea de los derechos fundamentales del hombre ha ido cambiando a lo largo


de la historia, también de la mano de los distintos movimientos políticos e
ideologías que caracterizan a la edad moderna. Si buscamos en Internet la
Declaración Universal de los Derechos del Hombre y el Ciudadano dictada
durante la Revolución Francesa y las Declaraciones de Derechos Universales
aprobadas por la ONU, (por ejemplo en la página de la ONU: www.un.org)
encontraremos fácilmente éstas diferencias. Las primeras Declaraciones
aluden a derechos individuales frente al estado y frente a los demás hombres,
en cambio, la diversidad de Declaraciones del Siglo XX tienen en mente a un
hombre (individual y ciudadano) que actúa en sociedad y que como tal tiene
múltiples identidades (de raza, de género, de edad) y realidades (laborales,
nacionales). Inclusive las últimas declaraciones se refieren no ya al hombre
considerado individualmente sino colectivamente, como actor genérico en el
mundo (derechos ambientales, especialmente).

Reconocemos en éste un esquema de pensamiento individualista porque el centro


de la mirada es el individuo mas que cualquier otra forma o resultado social. Los
objetivos, las necesidades, las estrategias y las soluciones son individuales, pero
también son individuales los logros alcanzados: el desarrollo personal. La sociedad
entonces, es simplemente el marco en el que el hombre despliega su individualidad.

Los derechos que nos pertenecen a los hombres por naturaleza no tienen una
función figurativa en la teoría, todo lo contrario, nos están resumiendo el sentido de
su programa. Los hombres tenemos derechos que nos pertenecen individualmente
y a todos por igual porque es el individuo el principio de la sociedad y el que da
origen al estado. Es la sociedad y el estado los que deben amoldarse, por decirlo
así, a los derechos preexistentes del hombre y no viceversa.
Profundicemos algunos conceptos

 ¿A qué llamamos “pensamiento individualista”? son las visiones


en las que el hombre, en su carácter individual, es el centro del pensamiento, el
origen de la mirada. Hay quienes ven al individuo como una entidad que antecede
a la sociedad y quienes ven al hombre como parte de la sociedad, pero siempre
éste es la partícula principal en la forma de entender al mundo. Reconocemos un
individualista cuando todas sus referencias y sus argumentos últimos descansan
en los valores, intereses, expectativas, posibilidades de realización, proyectos y
formas de vida de cada uno de los miembros de la sociedad civil. O como dice el
liberalismo, lo que se constituye en fundamento de la organización social son los
derechos e intereses de los hombres.
 En paralelo encontramos al “pensamiento colectivista” sobre el
hombre y la sociedad, donde la visión sobre la relación hombre – sociedad se
invierte para darle preeminencia a lo social. Un colectivista entiende al individuo
como parte del todo y es la forma como se articula ese todo lo que primero que
observa. Esto no significa que el hombre esté perdido en el todo o que no le
interese su desarrollo individual, significa que interpreta sólo podemos entender al
hombre y considerar sus posibilidades de realización de acuerdo con las
condiciones de su entorno, de las características de la sociedad en la que vive. Es
cierto que algunos exponentes de éstas ideas han dejado un lugar muy humilde a
la acción individual porque han señalado que el objetivo es una sociedad justa y
buena (Platón) o que el hombre no puede cambiar el destino señalado por su
posición social inicial, pero lo central para distinguir estas posturas reside en
identificar cómo es el diseño de la sociedad.
El individualismo señala que la sociedad es un conjunto de hombres relacionados
entre si por sus necesidades e intereses. El colectivismo señala que la forma de
vida de los hombres es la sociedad, que sin ella la naturaleza del individuo se
encuentra incompleta.
En las ideologías que estamos analizando vemos que a partir de esta idea inicial
se derivan diversos conceptos que van conformando una visión completamente
diferente de la sociedad. El liberalismo es individualista, la visión de la izquierda, a
pesar de todos los matices que adopta, es colectivista.

La sociedad del liberalismo

¿Qué imagen de sociedad alcanzamos con esta idea? Una sociedad pacífica y
armónica sostenida naturalmente en las relaciones de intercambio entre los
hombres. Anteriormente Thomas Hobbes había señalado que los hombres somos
tan ambiciosos, egoístas e inescrupulosos que resultaba imposible establecer un
orden sin que una autoridad poderosa imponga reglas que sean límites rígidos para
corregir la naturaleza de los hombres. John Locke dice lo contrario: los hombres
somos seres interesados y ambiciosos, pero también somos racionales y como tales
nos guiamos por reglas morales básicas más que por impulsos irracionales; esta
condición nos permite tener una convivencia pacífica y provechosa, donde cada uno
desarrolla sus habilidades, intercambia bienes y busca satisfacer sus intereses.
Pongamos un ejemplo. Si estamos organizando un concurso de música y surge un
conflicto en la definición del orden en el que actuarán las bandas y solistas
inscriptos ¿cómo resolvemos la cuestión? Si Hobbes tiene razón el más fuerte o el
que puso la plata o el amigo del dueño, definen el programa. Si Hobbes no tiene
razón y los hombres somos seres racionales como dice Locke, entonces cuando
estamos por iniciar la pelea alguien pone algo de cordura y propone algunos
criterios para definir: “hagamos un sorteo”, “por orden alfabético”, “organicemos
categorías” “los que nunca cantaron que actúen primero y los consagrados al final”
o alguna otra regla que signifique asumir un camino racional y previsible para
arreglar nuestros conflictos y llegar al final del festival sanos, felices y contentos.

La idea liberal es esa. Los hombres, por nuestra razón y nuestros criterios morales
optamos por alternativas pacíficas y racionales que nos previenen de conflictos y
nos permiten crecer a todos y cada uno. Por eso decimos que nos encontramos con
la imagen de una sociedad autorrealizada, porque no depende de un ámbito
político (como el estado hobbesiano) para satisfacer los intereses más elementales.

La armonía social, en vez de ser responsabilidad de una autoridad


gobernante, no era designo de nadie, sino resultante derivada del equilibrio
espontáneo de las fuerzas económicas. El rango de ciudadano quedaba
absorbido por el de productor, y la participación política, pese a los heroicos
intentos de los reformadores liberales por ampliar el derecho a voto, parecía
tener más el carácter de una medida defensiva que de una actividad auto
realizadora: “cada uno es el único custodio seguro de sus propios derechos e
intereses” y por ello la justicia exigía un sufragio igual, donde cada uno
pesara “tanto como cualquier otro individuo en la comunidad”. 5

¿Nos queda clara otra idea hoy muy difundida en el mundo pero originalmente de
raíz liberal? La sociedad, el ámbito social es el que permite a los hombres alcanzar
todos sus ideales e intereses, es el ámbito de la satisfacción individual. La
concepción de la antigüedad, especialmente de los griegos, era exactamente la
contraria; la sociedad (si es que existía un ámbito que pudiera llamarse así)
permitía trabajar y por lo tanto satisfacer las necesidades elementales para la vida,
pero el ámbito en donde el hombre colmaba sus expectativas y se realizaba como
persona, era lo público – común, lo político6.

El liberalismo deshecha cualquier interpretación de la realidad que considere a la


sociedad como un todo, o al hombre al servicio de la sociedad o concretando sus
intereses gracias a un tipo de organización social en particular. Para el liberalismo
el mejor hombre no es resultado de la mejor sociedad sino de sus propios impulsos

5
Sheldon Wolin; Política y Perspectiva, pag. 326
6
Un desarrollo realmente muy interesante de esto nos realiza Hannah Arendt en La Condición Humana
y ambiciones; entonces, el hombre se perfecciona en la medida que es libre para
desarrollar sus capacidades individuales y la mejor organización es aquella donde
existen los menores obstáculos para su despliegue.

Lo verdaderamente radical del liberalismo fue su concepción de la sociedad


como una red de actividades llevadas a cabo por actores que ignoraban todo
principio de autoridad. La sociedad representaba, no solo un orden
espontáneo y auto adaptado, sino una condición no alterada por la presencia
de la autoridad. ...
La antigua tarea de distribuir bienes de acuerdo a cierta norma de justicia
fue trasferida a la esfera política y asignada al criterio impersonal del
mecanismo de mercado. Lo poco que sobrevivía del concepto de justicia
consistía en un principio hobbesiano de equidad o, más popularmente, de
identificación de justicia con seguridad.7

¿Es esto algo propio y original del liberalismo? Evidentemente si, pero
fundamentalmente como expresión de una época que, tras el lento devenir de la
Edad Media, era cada vez mas individualista en lo cultural, lo religioso, lo filosófico
y lo económico. Es entonces cuando los historiadores sitúan el surgimiento de la
sociedad como esfera que se destaca cada vez más y es en ese contexto que el
liberalismo entiende que la riqueza de la vida de los hombres y los medios para su
desarrollo están en la esfera privada y en las relaciones sociales, fuera del control
político, estableciendo así una fuerte diferenciación entre lo público (político) y lo
privado – social, o si queremos decirlo de otro modo, entre lo estatal y lo no-
estatal.

Por medio de la concepción liberal del Estado finalmente se hacen


conscientes y constitucionalizadas, es decir, fijadas en reglas fundamentales,
la contraposición y la línea de demarcación entre el Estado y el no–Estado;
por no–Estado entiendo la sociedad religiosa y en general la vida intelectual
y moral de los individuos y grupos, y la sociedad civil (o de las relaciones
económicas en el sentido marxiano de la palabra.8

De allí que digamos que el liberalismo no otorga un rol preponderante a la política,


al menos en comparación con otras teorías que entienden que la política tiene la
capacidad de transformar la sociedad o hasta el carácter de la humanidad en su
conjunto, y que sea tan conocida su fórmula del Estado mínimo.

La idea de igualdad en el liberalismo clásico

Los liberales dicen que todos los hombres son iguales y tienen los mismos
derechos. Esta proclama significó un profundo cambio respecto de la concepción
vigente en el siglo XIV, dispuesta a llevar a cabo tratamientos dispares entre las

7
Wolin, op.cit., pag. 323
8
N. Bobbio, Liberalismo viejo y nuevo en “El futuro de la democracia”, pag. 90
personas de acuerdo a la clase social, el sexo o la ocupación. Pero esta igualdad
liberal no es plena igualdad, al contrario, es una concepción restringida puesto que
se refiere exclusivamente a la igualdad ante la ley, a un principio de garantía para
la vigencia de los derechos naturales.

Si bien “todos los hombres son iguales por naturaleza”, esto no significa
para Locke, “todo tipo de igualdad”. Los liberales estaban preparados, no
solo para aceptar diferencias de nacimiento, posición social y riqueza como
hechos naturales, sino también para aceptar esas desigualdades como
socialmente útiles. Los liberales entendían por igualdad una relación con la
autoridad política, antes que un hecho sociológico. En consecuencia, Locke
definía la igualdad como “el derecho igual que cada hombre tiene a su
libertad natural, sin estar sometido a la voluntad o autoridad de ningún otro
hombre”. De estos dos factores –el temor al subjetivismo y el valor de la
igualdad- derivaba la fórmula liberal para la autoridad. El subjetivismo debía
ser superado librando a la autoridad de sus elementos personales. La
sociedad política se forma por un acto de consentimiento en el cual cada
hombre entrega su poder natural “en manos de la comunidad”, es decir, a
una autoridad impersonal. La comunidad, a su vez, actúa a través de un
sistema de leyes destinadas a tratar imparcialmente a los individuos: ‘la
comunidad pasa a ser árbitro mediante reglas establecidas y permanentes,
imparciales e iguales para todas las partes’.”9

Los derechos individuales y la concepción de la igualdad de derechos generan la


necesidad de controlar y limitar el poder del gobernante, como puntapié inicial para
la defensa de la libertad individual. Pero esto no dice nada de las diferencias que se
dan “naturalmente” en la sociedad y en ese sentido el liberalismo clásico acepta
esas diferencias que se dan en el plano social.

El liberalismo en cuanto tal requiere igualdad de derechos y leyes iguales,


mientras que desconfía de las igualdades dispensadas gratuitamente desde
lo alto y de los modos desiguales de igualar.10

¿Qué significa “libertad negativa“?


 Hablamos de “libertad positiva” cuando nos referimos a la libertad como
posibilidad de hacer, es una imagen pro-activa: la libertad es la posibilidad de
hacer lo que cada uno decide sin presiones externas. Es “libertad para” hacer
cosas.
 En cambio, los liberales destacan que la libertad no existe cuando alguien
mas poderoso puede imponerse sobre la voluntad de un individuo mas débil, es
decir, conciben a la libertad como “ausencia de impedimento”, como “libertad de”.
A esta perspectiva llamamos “libertad negativa”
Por esto los liberales entienden que la forma de concretar la libertad es asegurar
que ningún poder y ninguna persona en particular pueda obstaculizar el ejercicio
de su derecho a la libertad, estableciendo garantías jurídicas y limitaciones al
poder político.

9
Wolin, op.cit. pag., 372
10
Sartori, op.cit. pag. 144
El rol de la política para el liberalismo

Para Locke la actividad política es instrumental; garantiza el marco o las


condiciones para la libertad, de modo que los fines privados de los individuos
pueden ser realizados en la sociedad civil. La creación de una comunidad
política es responsabilidad que tienen los individuos para asegurarse sus
fines. Por lo tanto, la pertenencia a una comunidad política, es decir, la
ciudadanía, otorga a los individuos responsabilidades y derechos, deberes y
poderes, limitaciones y libertades. En relación con las ideas de Hobbes, ésta
era una postura mas radical y significativa, ya que ayudó a inaugurar uno de
los principios centrales del moderno liberalismo europeo, es decir que el
estado existe para salvaguardar los derechos y libertades de los ciudadanos,
quienes son, en último término, los mejores jueces de sus propios intereses;
y que consecuentemente el estado debe ser restringido en ámbito y limitado
en la práctica, con el fin de garantizar el máximo posible de libertad para
todos los ciudadanos.11

El liberalismo entiende que el poder del estado deben limitarse porque ahoga al
individuo y a la sociedad en sus aspectos mas ricos y provechosos, no solo desde el
punto de vista económico sino en todos aquellos aspectos que conforman la vida
social. Un estado que tenga posibilidades de invadir la esfera de lo social es
inconveniente simplemente porque no respeta los derechos individuales que
reclaman la potestad del hombre individual sobre sus bienes, sus intereses, su
moral, su manera de conseguir sus intereses, etc.

En este sentido es indispensable considerar nuevamente el contexto histórico:


estamos atravesando lo que conocemos como Estado absolutista, donde el rey y los
señores feudales en menor medida, ejercían derechos absolutos sobre todos los
planos de la vida de los hombres y donde se podía comprobar diariamente que el
hombre no era libre en ningún sentido puesto que estaba sujeto al capricho, a la
subjetividad y al poder personal de un rey.

Entonces, lo que hace la idea liberal es destacar que el poder político debe ser
utilizado para respaldar los derechos de los hombres, deben articularse las
instituciones de manera de limitar el poder personal, esto es, establecer una red de
garantías para posibilitar el ejercicio de la libertad. Cuando habla de estado mínimo
no se refiere primordialmente a la cuestión del tamaño del Estado, es decir, al
número de funciones y tareas que asume y los recursos que utiliza, sino antes que
nada al principio institucional garantista que el estado debe adoptar.

El Estado liberal es el Estado que permitió la pérdida del monopolio del


poder ideológico, mediante la concesión de los derechos civiles, entre los
cuales destacan el Derecho de libertad religiosa y de opinión política, y la
11
D. Held; Modelos de Democracia, pag. 72
pérdida del monopolio del poder económico, por medio de la concesión de la
libertad económica, y terminó por conservar únicamente el monopolio de la
fuerza legítima, cuyo ejercicio está limitado por el reconocimiento de los
derechos del hombre, y de las diversas obligaciones jurídicas que dieron
origen a la figura histórica del Estado de Derecho. … La característica de la
doctrina liberal económico – política es una concepción negativa del Estado,
reducido a simple instrumento de realización de los fines individuales, y en
contraste una concepción positiva del no – Estado, entendido como la esfera
de las relaciones en la que el individuo en relación con los otros individuos
forma, desarrolla y perfecciona su propia personalidad.” 12

Por eso, el Estado del liberalismo clásico se conoce como Estado Garantista o
Estado Constitucionalista, puesto que a partir de mantener el monopolio del poder
coactivo, establece mecanismos para controlar el uso del poder de parte del
gobernante y así proteger los derechos individuales.

La fórmula liberal para el Estado se conoce como “estado mínimo” porque


interpretan que las facultades ineludibles del poder estatal son las necesarias para
establecer garantías a los individuos y dejar de lado toda otra actividad que puedan
llevarse a cabo en lo social y económico13.

Podemos resumir la función política del Estado en:

a) un sistema legal que reconozca los derechos humanos y establezca


garantías

b) una administración de justicia independiente del poder político y que


responda al sistema legal;

c) la seguridad o el establecimiento de un orden estable que haga previsibles


las reglas de juego, los derechos, las garantías;

d) la realización de actividades e inversiones necesarias para que los privados


lleven a cabo su actividad privada (como las grandes obras de
infraestructura).

¿Lo decimos de otra manera? La principal función del gobierno es la de garantizar


las condiciones para que el hombre desarrolle sus capacidades de acuerdo a su
propia y libre iniciativa. El estado debe ser “mínimo” porque de otra manera
invadiría terrenos que le pertenecen al individuo, o que el hombre desarrolla mejor
por su cuenta que con la ayuda del estado.
12
Bobbio, op.cit.
13
Esta idea liberal es distinta a la de “subsidiariedad”. Los liberales dicen esto le pertenece al estado, esto
a la sociedad civil, porque se supone que esa es la mejor manera de establecer óptimos equilibrios entre
los diversos intereses de los hombres. El principio de subsidiariedad dice que el ámbito superior debe
hacer todo aquello los ámbitos inferiores no hacen, hacen incorrectamente, insuficientemente o resultan
ineficaces; pero si el día de mañana los ámbitos inferiores (las empresas, las organizaciones sociales )
mejoran su capacidad y están en condiciones de llevar a cabo esas tareas, entonces les corresponden. El
liberalismo tiene una concepción más rígida de la cuestión.
Liberalismo político y libre mercado

Hemos iniciado este tema diciendo que los autores mas importantes de la ciencia
política contemporánea ponen el acento en la necesidad de diferenciar el liberalismo
político del liberalismo económico, puesto que, como dice Sartori, los fundadores
del pensamiento político eran anteriores al despliegue del capitalismo como tal y
principalmente, porque no estaban pensando en la acumulación de capital cuando
proclamaron la necesidad de proteger la libertad individual.

Es cierto que el liberalismo político señala a la propiedad como uno de los derechos
fundamentales del hombre, pero no está pensando en la propiedad como piedra de
acumulación de capital, es decir, como sustento de un sistema económico; está
pensando en la propiedad como herramienta para la libertad individual, en tanto
que, sino podemos ser propietarios, entonces estamos sujetos a la voluntad de
cualquier otro hombre mas poderoso que nosotros. Nuevamente tenemos que
pensar en el feudalismo, donde ser propietarios era una situación privilegiada e
inestable puesto que era resultado de una cesión especial otorgado por el rey, y por
lo tanto, dependía de la relación política que se estableciera con éste. Pero peor era
la situación de los no propietarios puesto que se encontraban plenamente a merced
del señor feudal que les tocara en turno, y entonces ni siquiera eran dueños de sus
vidas ni de sus familias.

El liberalismo no puede reducirse a premisas o presupuestos económicos, ni


siquiera, in nuce. Si la propiedad es un concepto económico referido a una
sociedad adquisitiva y a la multiplicación industrial de la producción,
entonces no es éste el concepto que mantiene el liberalismo. El liberalismo
predice y defiende al individuo, y lo defiende con aquella seguridad que le da
su propiedad: una propiedad que es garantía, y que no tiene nada que
compartir con una visión económica de la vida.14

Entonces, como dice Locke, la propiedad era la vida, la libertad y las posesiones y
en ese marco, el tratamiento especial que le otorga el liberalismo. Es cierto que
posteriormente los movimientos liberales fueron fervientes difusores del laissez
faire, del mercado y del capitalismo, pero en esencia, esas ideas no pertenecen al
cuerpo de las ideas del liberalismo político.

¿Se dan cuenta como todos los mecanismos institucionales tienen una razón de
ser? ¿Cómo se plasman todos los ideales y se hacen presentes los distintos pasajes

14
Sartori, op.cit. pag. 141
de la construcción ideológica? Como entiendo que la sociedad es individualista,
construyo al poder estatal al servicio de los requisitos de esas individualidades
mediante la limitación del poder, su división, el ejercicio del gobierno bajo el
imperio de la ley, etc; como entiendo que el hombre es capaz por si mismo de
defender sus intereses y alcanzar lo que ambiciona, y que el modelo de intercambio
capitalista permite alcanzar un equilibrio justo entre los diversos intereses de la
sociedad, debo aceptar las condiciones en las que se desarrolla este intercambio y
los resultados que obtiene; como entiendo que el mas fundamental de los derechos
naturales es la libertad, porque ésta le permite desplegar mejor sus capacidades
que si estuviera bajo la influencia o guía de cualquier autoridad, entonces considero
que las funciones de la política tienen que ver con asegurar las condiciones que
permitan al hombre vivir en libertad, mas que favorecer directamente que los
hombres ejerzan mejor sus derechos.

En fin, como señala Sartori, la estructura liberal consiste en la proteger al hombre


de los poderes de un poder descontrolado y ésta sigue siendo una premisa esencial
en el mundo actual y se descubre como lo esencial del liberalismo político.

En el Este es donde se van redescribiendo las virtudes políticas (que, en mi


interpretación, son su esencia) del liberalismo: y, por lo tanto, se redescubre
que el poder incontrolado es intolerable y desastroso; que los jueces y los
tribunales deben ser verdaderamente independientes; que las constituciones
no son únicamente cualquier tipo de estructura que un Estado se da a sí
mismo, sino unas estructuras de garantía que circunscriben y limitan a los
detentadores del poder.15

15
Sartori, op.cit. pag. 148
Liberalismo progresista (siglo XX)16

Por liberalismo progresista, social o radical aludimos a una versión del liberalismo
racionalista – ilustrada a la vez que predispuesta a la reforma social y política
profundas, haciendo de la justicia social uno de sus temas centrales. Esto significa
que, a partir de la confianza en la razón como instrumento que oriente la
organización de la sociedad, entiende que el individuo autónomo y racional es un
ideal que debe alcanzarse a partir de la construcción de una sociedad justa.

Entiende que el individuo se constituye socialmente, esto es, no es un dato previo


de la constitución de la sociedad, sino el resultado de la ordenación correcta de ésta
última; a su vez, considera que es responsabilidad del Estado crear las condiciones
en las que los individuos puedan desarrollarse. Y, aunque este papel principal del
Estado es del todo extraño al pensamiento liberal clásico, en la medida que el ideal
sigue siendo el liberalismo, y el individuo sigue conformando el núcleo de esta
ideología, el liberalismo progresista sigue siendo liberal.

El individualismo progresista

El individuo del liberalismo progresista no es el sujeto prepolítico del liberalismo


clásico (dotado de derechos naturales, inalienables), sino más bien el resultado del
desarrollo pleno de las potencialidades existentes en toda persona. Esto es, el
individuo no es algo preexistente a la sociedad, no es algo que debamos suponer
natural o real, sino algo que la sociedad debe favorecer en su aparición y
desarrollo, algo que se produce a través de la correcta organización de la misma.

El liberalismo progresista propondrá, en lugar del individualismo metodológico o


posesivo del liberalismo clásico, un individualismo social para el cual las condiciones
sociales de los individuos sean un dato tan relevante como los derechos pre-
políticos del viejo liberalismo.

Sin embargo, debe quedar claro que el liberalismo progresista es tan centralmente
individualista como el liberalismo clásico, pero considera que la reforma social y la
justicia social son instrumentos destinados a la universalización de la individualidad

16
Este apartado se realizó en base a Angel Rivero; “Liberalismo progresista” en
Ideologías y movimientos políticos contemporáneos. Joan Antón y Xavier Torrens,
Editorial Tecnos, Madrid, España, 2020
entendida como desarrollo pleno de las personas. El valor de la igualdad, que es la
guía de la reforma social, es aquí centralmente importante. Igualdad significa
igualdad de oportunidades para el desarrollo personal. La reforma social irá dirigida
a crear las condiciones que permitan a todo hombre (y a toda mujer a partir de J.
S. Mill) su desarrollo individual.

El individuo del liberalismo radical no es, por tanto, algo anterior a la construcción
de la sociedad sino algo que ha de ser logrado a través de distintos medios. Y es un
ideal porque el disfrute de los derechos prepolíticos abanderados por el liberalismo
clásico no está al alcance de la mayoría de la población debido a su situación de
penuria.

Un instrumento de no poca importancia para el remedio de esta falta de “justicia


social” será, para este liberalismo progresista, la intervención del Estado. El
liberalismo progresista, por tanto, favorecerá en sus políticas públicas todas
aquellas intervenciones dirigidas a mejorar las oportunidades de aquellas personas
menos favorecidas por su condición social, educación pública, seguridad social,
programas de vivienda, etc. El rasgo más peculiar y diferenciador de este
liberalismo será, por tanto, desde Paine hasta Rawls, su confianza en los poderes
del Estado como medio de hacer avanzar el igualitarismo: la universalización del
disfrute de las libertades liberales.

Es esta idea, la de que sin una cierta igualdad de condiciones no hay disfrute de
derechos, la que atravesará el liberalismo progresista desde entonces hasta hoy
mismo y caracterizan al pensamiento liberal en EEUU o al llamado liberalismo
moderno en el Reino Unido.

Este giro puede entenderse, en buena medida, como parte de lo que Karl Polanyi
denominó la reacción protectora de la sociedad frente a la desestructuración social
creada por el nacimiento del capitalismo: agricultura comercial, desarrollo de la
industrialización, desplazamiento de poblaciones, creación de guetos urbanos, etc.
Esto es, como una reacción auto-protectora de la sociedad frente a la gran
transformación inducida por el primer liberalismo y el capitalismo. En esta reacción,
el liberalismo progresista se acerca al diagnóstico del pensamiento conservador:
liberalismo y capitalismo producen daños que ponen en riesgo no sólo la vida de
miles de personas, sino la supervivencia misma de la sociedad. Por tanto, la
sociedad necesita generar mecanismos de protección que socorran a los individuos
sacrificados y que restauren la posibilidad de reproducción y pervivencia más o
menos armoniosa de la sociedad.
Pero los liberales progresistas no buscan el regreso a una situación previa que se
considera valiosa sino que son favorables a la modernización y buscan corregir de
forma positiva sus disfunciones. Por ello se dedicarán al diseño de instituciones que
provean a los individuos de la protección social de la que carecen, permitiendo que
el progreso no se realice a costa de los individuos. O lo que es más, que el progreso
sirva al desarrollo de los individuos.

La noción de sociedad justa

Para el liberalismo clásico la sociedad justa es aquella a la que las relaciones entre
los individuos están sujetas a un intercambio justo. Esto es, la sociedad justa es
aquella que posee instituciones que permiten la libre interrelación de los individuos
propia de una sociedad liberal que se desarrolle justamente. El tipo de justicia que
corresponde a esta sociedad es la justicia conmutativa: “la que regula la igualdad
o proporción que debe haber entre las cosas, cuando se dan o cambian unas por
otras” (RAE).

Sin embargo, para el liberalismo progresista este concepto de justicia es


claramente insuficiente. En aquellas circunstancias en las que se da un cierto grado
de desigualdad, el intercambio justo ya no lo será tanto e incluso puede no serlo en
absoluto. Por tanto, la justicia conmutativa presupone, desde la óptica liberal
progresista, una sociedad justa y una sociedad justa es aquella en la que la
desigualdad se hace irrelevante mediante la satisfacción (si es preciso por parte del
Estado) de las necesidades básicas (que incluyen la alimentación y el vestido, la
salud, la educación y la vivienda). La sociedad justa refiere, por tanto, a un tipo de
sociedad equilibrada en las condiciones de los individuos, en la que todos disponen
de iguales o parecidas oportunidades para el disfrute de sus derechos. La sociedad
justa es aquella en la que la liberta está informada por el valor de la igualdad. Así,
una cierta igualdad es el complemento necesario para hacer realidad la libertad de
unos pocos, sino de todos.

Por esto, el liberalismo progresista alude a la justicia distributiva: “la que


establece la proporción con que deben distinguirse las recompensas y los castigos”
(RAE), es decir, hace referencia a la redistribución de la riqueza creada en una
sociedad. El fin de esta redistribución es aliviar el sufrimiento y penurias a los
menos favorecidos. Y el agente que realiza este reparto es el Estado.
La función social del Estado

El Estado defendido por el liberalismo progresista contiene todos los ingredientes


institucionales del liberalismo democrático (gobierno representativo, separación de
poderes, elecciones periódicas, sufragio universal, etc.) más un no menos
importante componente activo con proyección social. Así el Estado no sólo recauda
fondos para garantizar su funcionamiento sino que realiza un papel redistribuidor
en la sociedad. Y lo que es más, no sólo redistribuye la riqueza de la sociedad, sino
que lo hace a través de instituciones propias que amplían la presencia del Estado a
prácticamente todos los ámbitos de la vida social.

Los gobiernos liberales progresistas no se han limitado a la provisión de bienestar,


sino que gestionan directamente la economía en su búsqueda de prosperidad y
desarrollo para todos. La principal razón que justifica esta gestión o intervención en
la economía por parte del Estado radica en que de este modo se pueden evitar las
terribles consecuencias sociales derivadas de las crisis económicas.

Para algunos, el abandono del papel subordinado del Estado frente a los individuos
propio del liberalismo clásico, y la adopción de una posición activa en la
organización de la sociedad (defendida por el liberalismo progresista) significa lisa y
llanamente una traición a la concepción liberal de la libertad. Pero los liberales
progresistas afirman más bien lo contrario, que amabas cosas pueden reconciliarse
(la protección y la intervención social) y que, de hecho, sólo la intervención del
Estado puede hacer realidad la libertad liberal para la mayoría de los individuos.

El liberalismo progresista (social, radical o moderno) es una rama del liberalismo


que, reteniendo la centralidad del individuo y de las instituciones políticas
destinadas a su protección, abre esta ideología a las preocupaciones sociales. Esta
apertura del liberalismo a la cuestión social alterna de una forma profunda el
sustrato ideológico de esta posición. El individualismo ya no se afirma frente al
Estado, sino que precisa de éste para su desarrollo. El Estado deja de ser un poder
neutral frente a la sociedad y adquiere la obligación de reformularla y dirigirla en
dirección a la justicia social. La justicia social significa que la igualdad es el
correlato básico de la libertad y que el Estado tiene la obligación de redistribuir la
riqueza en la sociedad y de proveer para la satisfacción de las necesidades básicas
de los individuos.
Marxismo y pensamiento de izquierdas

EL MANIFIESTO COMUNISTA

Marx y Engels escriben el famoso Manifiesto en 1848, cuando el movimiento obrero


estaba naciendo, el primer capitalismo desplegaba sus características en todo el
mundo y las revoluciones políticas habían sido ya realizadas. ¿Están ya situados a
mediados de siglo? Estado liberal “puro”; grandes industrias con mano de obra
intensiva; obreros sin protección alguna, explotados en trabajos mal pagos y
altamente inseguros; grandes ciudades pobladas de pobres en su mayoría;
ambiente intelectual dominado por el cientificismo, el positivismo, el idealismo, el
liberalismo. ¿Se dan una idea de la fuerza que pudo alcanzar para los sectores
obreros un manifiesto como este en el ambiente que describimos? Alcanza tal
fuerza que coadyuva a la organización del movimiento obrero, otorgándole una
orientación mas clara, con un discurso motivador y una demanda bien definida.
Pero el enfoque sobre la realidad que nos muestra este texto es mucho mas que
una proclama política coyuntural. Es toda una declaración de principios y una
ideología encontrada con el liberalismo en boga, una interpretación que alcanza
tanta fuerza que obliga al propio liberalismo a escuchar sus argumentos y
transformar en parte sus instituciones a fin de evitar una crisis mayor17.

La visión marxista de la sociedad tiene dos grandes diferencias con el liberalismo al


que se enfrenta; critica la visión individualista y entiende que las relaciones en una
sociedad son básicamente conflictuales.

Si bien Marx y Engels no negaban que las personas tuviesen sus


capacidades, deseos e intereses únicos por libre elección, criticaban la idea
de que el punto de partida para el análisis de la vida política, y de su forma
de organización mas deseable, pudiese ser el individuo y su relación con el
estado. En palabras de Marx, “el hombre no es un ser abstracto situado
fuera del mundo. El hombre es el mundo humano, el estado, la sociedad”
(en The Critique of Hegel’s Philosophy of Right). Los individuos solo existen
en interacción con y en relación con otros; su naturaleza sólo puede ser
comprendida como un producto social e histórico. No es el individuo solo,
aislado, el que es activo en los procesos históricos y políticos, sino que lo
son los seres humanos que viven en relaciones concretas con otros y cuya
naturaleza se define a través de estas relaciones. (…) La clave para entender

17
De manera clara se atribuye buena parte del surgimiento del Estado de Bienestar a la expansión del
pensamiento y la organización comunista, entonces, se reforma el estado y las formas de actuación típicas
del liberalismo, pero sus principios básicos se mantienen y se previenen de la expansión del movimiento
comunista. Ampliaremos esto en otra unidad de la materia.
la relación entre las personas es, de acuerdo con Marx y Engels, la
estructura de clases.18

Por otro lado la idea de conflicto, de las desiguales relaciones de poder en la


sociedad. El liberalismo concebía relaciones sociales armónicas porque aún ante la
diversidad de intereses o ante el conflicto de intereses, los hombres establecían
relaciones de intercambio que le permitían alcanzar resultados “de equilibrio”
(llegar a un precio justo para decirlo en términos económicos, aunque la referencia
al intercambio se da en todos los ámbitos), es más, la riqueza de una sociedad
consistía en la pluralidad de intereses, en que cada uno busque la forma de obtener
lo que desea. ¿Qué conflicto podía llegar a existir? Sólo aquel que se origina cuando
un individuo interfiere en el ámbito de las decisiones privadas de otro individuo, es
decir, afecta sus derechos.

El Manifiesto es bastante crudo con esta visión y acusa al liberalismo de ser una
teoría un tanto ingenua porque cree que gracias a la inteligencia y la iniciativa
individual por sí solas, el mundo y las relaciones sociales marcharán
automáticamente hacia una situación de igualdad y de progreso constante. Es
ingenua porque deja de lado las relaciones de poder existentes entre los hombres y
las desigualdades sociales que imposibilitan el desarrollo de la mayoría convirtiendo
en fábula propagandística a la igualdad de derechos. Los derechos formales, dicen
Marx y Engels, son sólo eso, formales, porque en la práctica la vida económica
determina que los derechos sólo pueden ser ejercidos por unos pocos. El estado
reconoce que todos los hombres son libres e iguales, pero la realidad demuestra
que la mayoría de los hombres no son ni libres ni iguales, por lo que la libertad que
defienden los liberales protege la privilegiada libertad que tienen unos pocos. El
marxismo tiene carácter de denuncia de todas las facetas de la explotación del más
fuerte sobre el más débil.

La política es algo mas que una idea, un proyecto o una visión de la “naturaleza de
las cosas”; la política es la expresión de algo mas real: la economía, las relaciones
económicas que mantienen los hombres entre sí para satisfacer sus necesidades.
¿Qué relaciones políticas son establecidas por las relaciones económicas propias del
capitalismo? La dominación, puesto que el patrón explota al obrero, que se traduce
en la política como la dominación de una clase sobre otra utilizando al estado como
principal herramienta.

18
Held, op.cit. pag. 133
Como verán, estas pocas palabras nos están diciendo muchas cosas, por lo que
vamos a proceder a esquematizar un poco este comentario:

Acerca de la interpretación de la sociedad:

Visión del conflicto como relación social básica. Si el liberalismo tiene una
visión armónica de la sociedad porque entiende que aunque los intereses sean
diferentes se pone en práctica un mecanismo que lleva al acuerdo entre esos
intereses, el marxismo entiende que los intereses son tan dispares que no existe
ninguna posibilidad de acuerdo, de consenso, de interés común; no porque los
hombres sean tan tozudos o irracionales de encerrarnos en nuestro parecer sino
porque el interés de uno se contradice frontalmente con el interés de otro y hace
imposible cualquier acuerdo. Y además considera que este tipo de relación es la que
normalmente se establece entre los hombres, no como individuos, sino como
grupos que tienen condiciones sociales enfrentadas. De manera muy gráfica dice el
Manifiesto: la historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de
la lucha de clases.

La economía como origen de las relaciones sociales y políticas. Son las


relaciones de producción las primeras, las que dan fundamento a todas las demás
relaciones. Lo social, cultural, político y hasta lo religioso se derivan del tipo de
relaciones establecidas por el modelo económico.

De allí los conceptos de estructura y superestructura 19. La estructura, el pilar, el


fundamento último, reside en las relaciones de producción. La superestructura, es
decir aquello que es determinado por la estructura, consiste en todo lo demás, lo
social, lo político, lo moral, lo religioso, lo familiar, etc. ¿Qué es una estructura para
un edificio? Lo mismo que la economía para la realidad.

En el debate posterior del marxismo se ha discutido abundantemente el alcance de


esta determinación. ¿Se pueden modificar las relaciones políticas sin cambiar el
modo de producción? ¿o procurar relaciones sociales algo mas equitativas tiene
algún sentido si no establecemos nuevas formas de relación económica? Los
deterministas o estructuralistas dicen que no, pero autores como Gramsci
responden afirmativamente.

La división en clases sociales. Entonces, como las relaciones de producción


son determinantes y son duales, y como la historia es historia de conflictos, la
19
Alguna bibliografía menciona infraestructura en vez de superestructura.
sociedad está dividida en clases, partida en dos. Las clases sociales son producto
del modo de producción, una entidad en la que sus miembros tienen idéntica
posición en las relaciones de producción y, por lo tanto, igual situación social,
intereses y hasta expectativas. Traigamos a colación el ejemplo clave: en el modo
de producción capitalista encontramos dos agentes que son protagonistas de las
relaciones propias de este sistema, el capitalista y el obrero. Pues bien, la sociedad
se divide precisamente en la clase social capitalista y la clase social obrera.

Pero además, los intereses de una clase se enfrentan a los intereses de la otra
clase, por lo tanto sus relaciones son de conflicto, de lucha, de dominación. Una
clase puede alcanzar sus intereses en la medida que avanza sobre los intereses de
la otra y se convierte en dominante. ¿Cuál es el interés del capitalista? La ganancia.
¿Cómo satisface su interés? Disminuyendo los costos de producción, entre los
cuales uno de los mas importantes es el costo laboral. ¿Cuál es el interés obrero?
Tener un salario más alto que le permita vivir mejor. ¿Se dan cuenta? No se trata
simplemente de que sean dos clases diferentes, se trata de dos clases enfrentadas,
con intereses contrapuestos, donde una domina a la otra y la dominada debe
sobrevivir hasta iniciar el avance que termine superando a su anterior clase
dominante. Así ha sido la historia de todos los tiempos. Sólo la lucha y el cruce de
intereses lleva a la próxima etapa. El marxismo plantea la relación de clases como
un juego de suma cero, donde lo que gana uno es exactamente igual a lo que
pierde la otra parte.

Cambio y revolución. Seguimos con la idea de la historia y acabamos de


decir que se avanza a partir del conflicto, del enfrentamiento de clases. Eso en
cuanto a las relaciones sociales. Visto desde lo puramente histórico, nos
encontramos con cambios revolucionarios. La historia no es una constante
evolución en línea recta hacia un destino de grandeza como creían los iluministas y
cientificistas. La historia está llena de quiebres, de marchas y contramarchas. Viene
a cuento aquí la idea de dialéctica (especialmente si saben de qué se trata esto)
como esta concepción basada en la relación de pares de opuestos cambiantes, que
avanza en tres momentos: tesis o momento inicial y “positivo”; antítesis o
momento “negativo” porque la relación de pares es la contraria a la existente en el
primer momento; y síntesis o momento final confluencia de los momentos
anteriores, no como suma sino como síntesis, dando lugar al establecimiento de
nuevas relaciones a partir de los aspectos positivos de la tesis y la antítesis. Este
razonamiento dialéctico podemos aplicarlo a la historia pero también a las
relaciones de clases.
Entonces el cambio es inherente a la historia y a las relaciones sociales; el cambio
es inexorable, el sentido del cambio está predeterminado y también puede
anticiparse que el cambio no es una simple reforma parcial, es un cambio rotundo,
revolucionario.

Con estas ideas preliminares veamos como las aplicamos al modo de producción
capitalista.

Acerca de la sociedad capitalista:

La división en clases. Las condiciones básicas del modo de producción


capitalista indican que algunos son “dueños de los medios de producción”, y otros
no tienen nada y “están obligados a vender la propia fuerza de trabajo”; entonces,
la relación de producción que se establece es entre burgueses dueños del capital y
los obreros que no tienen más que su salario para sobrevivir. Esas son las clases
del capitalismo. Burguesía y proletariado, unos quieren obtener siempre mayores
ganancias, los otros quieren vivir mejor.

La condición de la clase obrera. Los burgueses obtienen la ganancia que es


finalidad del modo de producción a costa del proletariado, por lo que mantienen a
ésta clase en una situación de dominación descarnada. Los obreros trabajan pero el
empresario en compensación les paga menos dinero de lo que el trabajador aporta
en la transformación de la materia prima. Esa es la idea de plusvalía, que el patrón
se queda con parte de lo que le corresponde al obrero. Entonces, la relación de
dominación se convierte en explotación abierta porque el salario no alcanza a cubrir
las necesidades básicas y la familia del proletario vive en condiciones de indigencia,
apenas sobrevive.

El estado como dominación al servicio de la burguesía. Decíamos que de las


relaciones de producción se derivan las relaciones sociales (y por lo tanto la
situación de clase) y de éstas las relaciones políticas. Si las relaciones sociales son
de explotación abierta y descarnada, ¿cómo se les ocurre que serán las relaciones
políticas? De explotación también, pero encubierta. La política tiene para Marx la
función de legitimar las relaciones económicas, difundir un entramado ideológico
que permita establecer las condiciones que necesita el modo de producción para
desarrollarse. El estado es la estructura de la clase burguesa que sostiene al
capitalismo y le brinda la legitimidad necesaria 20. Lo sostiene porque garantiza el
derecho a la propiedad sin el cual sería imposible pensar en la existencia del capital
privado o en la obtención de ganancia. Lo legitima porque impone el discurso liberal

20
Para ampliar este punto en el unidad siguiente leeremos a Guillermo O’Donnell.
sobre la protección universal de los derechos de los ciudadanos, cuando en realidad
desconoce la situación y los derechos de los proletarios y son en la práctica,
derechos burgueses, necesidades e intereses de la clase dominante. Dice que el
estado es impersonal cuando en realidad es gobierno de una clase; dice que es
justo cuando sólo es justo con el capitalista; dice que es poder controlado y
limitado cuando el verdadero poder se encuentra en la economía y es ilimitado.

Clase dominante. Clase dominada.


Necesita mayor
Estado:
Súper-estructura

Quiere garantías para la bienestar; quiere


libertad y la seguridad y participar en igualdad
para el desarrollo de sus de condiciones y tener Organiza y utiliza la
capacidades e intereses iguales posibilidades estructura de clases.
particulares. de desarrollo. Establece orden y seguridad
a partir del monopolio de la
coacción.

Burguesía Proletariado Legitima el orden vigente y


difunde principios básicos.
Dice actuar con igualdad
para todos pero actúa al
servicio de una clase.
Estructura

Empresario Obrero

Posee capital; extrae Obligado a vender


plusvalía porque quiere su fuerza de trabajo;
cada vez mayores recibe un salario de
ganancias. subsistencia.

El estado es aparato de dominación porque está al servicio de la clase dominante,


pero, ¿cuáles aparatos utiliza para dominar? El monopolio de la coacción física, las
fuerzas de seguridad, la policía, el ejército, las cárceles, y por supuesto, el sistema
legal y el poder judicial; pero también el discurso ideológico en todas sus facetas.

Como tal, el estado juega un papel central en la integración y control de las


sociedades divididas en clases, y en las sociedades capitalistas esto implica
un papel central en la reproducción de la explotación del trabajo asalariado
por el capital. La noción liberal del estado “mínimo” está, de hecho,
directamente relacionada con un fuerte compromiso con ciertos tipos de
intervención para restringir el comportamiento de quienes cuestionan las
desigualdades producidas por el llamado libre mercado: el estado liberal o
democrático liberal es por fuerza, en la práctica, un estado coercitivo o
poderoso. La conservación de la propiedad privada de los medios de
producción contradice los ideales de un orden político y económico
compuesto de ciudadanos “libres e iguales”. El movimiento a favor del
sufragio universal y de la igualdad política era, en términos generales,
reconocía Marx, un paso delante de suma importancia, pero su potencial
emancipador estaba severamente limitado por las desigualdades de clase y
las consecuentes restricciones en cuanto al margen de elección en la vida
política, económica y social de muchas personas.21

El estado como modelador de relaciones. Pero en otros textos, Marx brinda una
visión un tanto diferente de la acción estatal al analizar como el aparato estatal, a
la vez que aparato de dominación, tiene el poder suficiente para realizar
transformaciones reales en la sociedad. ¿qué es lo que descubre aquí? Que los
movimientos y grupos políticos son tan dispares que deben confluir de alguna
manera en el aparato estatal. El estado no puede ser un simple brazo de la
burguesía, debe disimular esta circunstancia integrando a los diversos sectores. De
esta manera el poder del estado es mayor al que simplemente podría esperarse de
una estructura clasista.

Marx señalaba que el aparato del estado es simultáneamente un “cuerpo


parásito” en la sociedad civil y una fuente autónoma de acción política. Por
lo tanto, describiendo el régimen de Luis Bonaparte, escribía: este poder
ejecutivo, con su enorme organización burocrática y militar, con su ingeniosa
maquinaria estatal, abarcando a amplios estratos, con una multitud de
funcionarios que llegan al medio millón, aparte de un ejército de otro medio
millón, este horroroso cuerpo parasitario … envuelve al conjunto de la
sociedad francesa como una red y cubre todos sus poros [en el 18 Brumario
de Luis Bonaparte]. Se describe al estado como un inmenso conjunto de
instituciones, con capacidad para modelar a la sociedad civil, e incluso para
restringir la capacidad de la burguesía para controlar al estado. Marx
concedía al estado cierta autonomía frente a la sociedad: los resultados
políticos son el resultado de la trabazón entre coaliciones complejas y
disposiciones constitucionales.22

La sociedad deseada o comunismo:

La idea de revolución. La revolución es inevitable porque la burguesía no


deja otro camino, extrema la situación del proletariado y demuestra que las
reformas políticas por sí solas no llevan a ningún lado. ¿De qué sirve modificar el
estado o ampliar los derechos dentro del estado liberal que se dedica a asegurar las
condiciones de desarrollo de la burguesía y del capitalismo? Es necesaria una
revolución que modifique el modo de producción, el único camino que puede incidir
definitivamente en la eliminación de toda desigualdad y dominación.

Ahora bien, ¿quién debe llevar a cabo esta revolución? Marx y Engels afirman que
la clase obrera debe ser la que encare el proceso, no solo por su situación de clase
explotada, sino también porque ésta misma situación la deja al margen de
21
Held, op.cit., pag. 143
22
Held, op.cit, pag. 147
cualquier interés particular egoísta. La clase obrera es portadora de intereses
generales por la simple razón de que no tienen nada propio que defender. Esta
“capacidad emancipatoria” de los proletarios es la que conducirá hacia una nueva
sociedad, la sociedad comunista.

En este esquema nos interesa entender a la revolución como una estrategia política
más que como el objetivo final de la lucha. Una forma de acción: hay que cambiar
todo de cuajo, hay que producir un cambio dialéctico, un cambio de estructura.
Implica afirmar que la organización actual de la sociedad no tiene remedio, no hay
reformas posibles, no hay avances porque lo que genera el conflicto y la
desigualdad está en la base del sistema; entonces hay que cambiar el sistema.

Hasta aquí podemos seguir el pensamiento de Marx, pero no podemos avanzar


mucho mas en cuanto a la estrategia para alcanzar el comunismo porque nuestro
estratega se murió en las vísperas y dejó algunos baches en el desarrollo teórico 23
que dieron pie al intenso debate político que caracteriza la historia del pensamiento
de izquierda y como no queremos enredarnos mejor lo dejamos así y continuamos
el tema en otro momento...

La sociedad comunista. Se supone que la revolución proletaria concluirá en


una “dictadura del proletariado” que tendrá por misión preparar el terreno para la
instauración de una sociedad comunista. No es mucho lo que Marx escribió sobre el
tema, dejando dudas importantes a sus lectores y dando lugar a distintos
interpretadores que buscaban fundamentar sus propias acciones políticas y
terminaron generando un profundo debate que luego seguiremos en parte. Pero
veamos que podemos sacar en claro, al menos de lo que se pensaba en primera
instancia.

La dictadura es un periodo posrevolucionario que se extiende por un tiempo


indefinido y consiste en un gobierno fuerte en manos del proletariado. Implica la
expansión del estado hasta los últimos rincones de la sociedad, pero no el típico
estado burgués de dominación sino uno nuevo, una herramienta de transformación
de la sociedad. El estado invade la esfera social y económica para abolir la
propiedad privada, raíz de la desigualdad, y establecer un modo de producción
basado en la propiedad colectiva, la producción común de bienes y la redistribución
equitativa de los mismos. Cuando se alcance este objetivo, se pasaría a la etapa
“comunista”, la sociedad sin clases y el estado quedaría resumido a su mínima
23
Carlos Marx murió mientras escribía el tercer tomo de su obra cumbre, “El Capital”, precisamente
cuando estaba redactando el capítulo sobre las clases sociales, primer punto a tratar de su teoría política.
El resto de su obra, muy interesante por cierto, deja algunos puntos sin tratar o presenta algunas
ambigüedades que impiden ser ciento por ciento concluyente en cuanto a su pensamiento.
expresión porque ya no habría necesidad de imponer un orden (ya establecido por
la sociedad) y solo sería necesario un ente administrador de los asuntos comunes.

Entonces la idea de comunismo es la idea de una sociedad sin clases, porque ya no


existe la propiedad privada que es el origen de las desigualdad, una sociedad de
hombres libres verdaderamente porque la sociedad no le impone restricciones de
clase; sin conflictos porque no habría diferencias de intereses; en consecuencia una
sociedad sin política, porque ya no habría necesidad de un mediador para los
conflictos.

Marx siempre destacaba el hecho de que la transformación de la sociedad y


del estado sería un proceso lento, las personas que participen “tendrían que
pasar por largas luchas, por una serie de procesos históricos que
transformarán las circunstancias y a los hombres” (en “Guerra civil”). Pero la
lucha era tanto necesaria como justificada puesto que el fin era el
comunismo: una forma de vida en la que la sociedad y el estado estarían
plenamente integrados, donde el pueblo gobernaría los asuntos comunes de
forma colectiva, donde todas las necesidades serian satisfechas y donde “el
libre desarrollo de cada uno” sería compatible con “el libre desarrollo de
todos”. En este mundo de abundancia material y autorregulación, el estado
“desaparecería” finalmente por completo. Los gobiernos, las legislaturas y
las judicaturas ya no serian necesarias. Como instituciones, se basan en el
supuesto de que existirían conflictos importantes de interés en la sociedad y
en que éstos deben ser organizados y regulados. Pero en el comunismo,
todo vestigio de clase desaparecerá y con ella las bases de todo conflicto. Y
puesto que las necesidades materiales del pueblo estarán satisfechas y no
existirá la propiedad privada, la raison d'etre de las fuerzas de “orden
público”! habría desaparecido. Será necesaria alguna coordinación de las
tareas en términos generales, tanto en la vida comunitaria como en el
trabajo, pero esto se logrará sin crear un estrato de funcionarios
privilegiados. […] Y puesto que todo el mundo coincide en cuestiones básicas
de la política pública, en las elecciones no habrá probablemente oposición y
se convertirán en meros mecanismos para garantizar la rotación de las
tareas administrativas. De este modo pensaba Marx, “el fin de la política” se
habrá alcanzado.24

Una cosa es pensar a la sociedad comunista como el final de una estrategia que
tiene a la revolución como mecanismo, que es como fue pensada por algún sector
de los seguidores del marxismo, y considerada por el momento en este comentario.
Otra cosa es pensarla como síntesis de los ideales políticos de la izquierda, única
manera que puede ser considerada actualmente, cuando la vía revolucionaria
parece haber sido desterrada de las probabilidades políticas tras el derrumbe de la
URSS:

El marxismo denuncia la explotación que sufre el obrero y desnuda al mundo


moderno de toda la armazón estructural e ideológica que desarrolla para justificar
la injustificable situación social. Al denunciar a la desigualdad como obstáculo para

24 ?
Held, op.cit. pag. 162
cualquier objetivo social, la acción política debe encaminarse a modificar todos
aquellos procesos que originan la diferencia, la explotación, que habilitan a una
clase a dominar a la otra. Eso es lo que significa la sociedad comunista, la
búsqueda de la igualdad.

EL DEBATE DE ENTREGUERRAS

Estos postulados iniciales, con todas las lagunas y contradicciones que contienen,
pero impulsados por la claridad de sus motivaciones y principios, dieron lugar a
distintas corrientes de pensamiento que, apoyadas en la acción política, debatieron
acerca de las estrategias que debían llevarse a cabo para alcanzar el objetivo de la
igualdad. En todas ellas era visible el mismo enemigo común: la propiedad privada,
el mercado capitalista, la explotación de la clase obrera; pero los cambios que
lentamente iba experimentando el estado hacían de éste el centro del debate. ¿El
estado era simplemente un instrumento de dominación de la burguesía o era un
aparato que podía alterar las condiciones sociales impuestas por el capitalismo?

A fines del siglo XIX, en Alemania con impulso propio y en Inglaterra en menor
medida, se dan una serie de reformas que producen beneficios directos para la
clase obrera; cuestiones como las leyes obreras, el reconocimiento de las 8 horas
de trabajo, la prohibición del trabajo infantil, las primeras expresiones de la
seguridad social, sumada a las reformas políticas que ampliaban la participación
efectiva como el reconocimiento de los sindicatos obreros y la lenta ampliación del
sufragio, obligaron a reflexionar sobre la concepción del estado que se tenia hasta
el momento.

El dato central -y a partir de él la necesidad de una modificación en la táctica


de los socialistas- era que esa presencia organizada de las masas cambiaba
la situación de éstas en el sistema político: la conquista de la ciudadanía las
interiorizaba (aunque conflictivamente) en el estado, que así perdía su
exterioridad frente a ellas. Ese estado modificado ya no podía ser percibido
linealmente como “comité administrativo” de la burguesía: la forma de la
dominación se había complejizado a punto tal, mediante la democratización
arrancada al antiguo esquema liberal restringido, que ahora “prosperamos
mucho mas con los medios legales que con los medios ilegales y la
subversión”. La paradoja de la que viene a dar cuenta Engels es ésta: la
legalidad burguesa mata a la burguesía y da vida al movimiento socialista de
masas. 25

25
J. C. Portantiero, pag. 25.
Engels entendía que la época de la insurrección se había agotado y el ascenso al
poder de la clase obrera se daría ocupando poco a poco los distintos enclaves en la
estructura de poder de la sociedad, antes que por la revolución y destrucción del
estado. De igual manera, Kautsky entendía que el desarrollo del capitalismo y la
presión de las masas organizadas modificaba la propia esencia del estado:

La igualdad de todos los ciudadanos ante el derecho, el reconocimiento en


cada uno de ellos de los mismos derechos y deberes políticos y ciudadanos
significaba ya una ruptura con el Estado tal como era desde su comienzo …
Si se convierte en el órgano de una minoría explotadora ello no se debe a la
manera de ser del Estado sino a la de las clases trabajadoras, a su desunión,
a su ignorancia, a su falta de autonomía o incapacidad para la lucha. 26

El estado podía dejar de ser considerado como el aparato de dominación de la


burguesía y pasar a ser visto como un ámbito de lucha, al cual podían acceder las
clases trabajadores y obtener beneficios visibles. Como consecuencia de ésta nueva
visión sobre el estado el Partido Comunista aprueba el Programa de Gotha, en
1875, donde se afirma la vía democrática del estado y se formula un programa
político que tiene al sufragio universal, la reforma laboral y el reparto igualitario del
poder político, económico y social como objetivos de acción.

Pero con la revolución rusa de 1917 las aguas se dividen. De un lado tendremos al
grupo socialdemócrata, que se identifican con los postulados del Programa del
Gotha o II Internacional; del otro lado encontramos a los comunistas
revolucionarios y radicales encabezados por Lenin y agrupados en la III
Internacional o Comintern

La vía revolucionaria

La revolución rusa (1917) abogaba abiertamente por la revolución violenta, la


dictadura del proletariado y la transformación radical del estado; además su
experiencia significaba un verdadero laboratorio para la teoría marxista.

Lenin distingue dos “aparatos” que se entrelazan al interior del Estado


capitalista: uno de clase, opresivo; otro “técnico” y por lo tanto, neutral. El
primero está formado por el ejército permanente, la policía y los
funcionarios. El proletariado no puede adueñarse del aparato del Estado y
ponerlo en marcha. Pero si puede destruir todo lo que de opresor, de
rutinario, de incorregiblemente burgués en el antiguo aparato de estado,
sustituyéndolo por uno nuevo, su propio estado.
La conclusión, a partir de esa premisa de la dualidad del Estado, parecía
simple: “de este aparato del Estado (que bajo el capitalismo no es
totalmente del estado pero que en nuestras manos, bajo el socialismo, será

26
Op. cit. pag. 25
íntegramente del Estado) podemos apoderarnos y ponerlo en marcha de un
solo golpe, con un solo decreto, pues el trabajo efectivo de contabilidad, de
control, de registro, de estadística y de cálculo corre aquí a cargo de
empleados, la mayoría de los cuales son por sus condiciones de vida
proletarios o semiproletarios.27”

Lenin se opone a la idea de que la revolución se daría sólo en países altamente


desarrollado y con clase obrera numerosa, y por consiguiente afirmaba que la
revolución era posible en países atrasados. Como leímos en el Manifiesto, Marx y
Engels afirmaban que era necesario que el capitalismo evolucione, se desarrolle
hasta extremar las condiciones de desigualdad, para que la clase obrera sea
numerosa, poderosa y tenga conciencia de su situación de clase y hasta el punto de
actuar en un sentido revolucionario. Lenin debía justificar la revolución en un país
tan poco industrializado como la Rusia zarista y de allí la justificación de la
revolución en cualquier país, al margen de su desarrollo industrial.

Pero la idea de revolución en Lenin es un poco mas compleja. No basta con la


conciencia de clase, sino que requiere un partido de revolucionarios profesionales
para coordinar y dirigir la acción del conjunto de los trabajadores. Un partido
liderado por dirigentes expertos que sepan encaminar la revolución y
posteriormente la dictadura del proletariado. El fin del capitalismo será violento,
tendrá la forma de una guerra entre naciones y la clase obrera debe preparase, es
decir, organizar partidos revolucionarios en cada país, sostener la revolución en
todo el mundo como si fuera una sola. A eso estaba dirigido el Comintern, la unión
de partidos comunistas del mundo, organizado porque la revolución proletaria debe
ser una revolución internacional para poder sostenerse.

Los escritos de Lenin hacen hincapié en los métodos revolucionarios y formulan una
estructura para el periodo inicial. La dictadura del proletariado será un instrumento
de la mayoría, un verdadero proceso democratizador, con sistemas representativos
diferentes a la burguesa representación parlamentaria. Los soviets o parlamentos
soviéticos se inspiran en procesos de democracia directa pero terminan confluyendo
en verdaderos parlamentos corporativos, con un poder decisorio débil y ahogados
por el poder del partido revolucionario. Pero en todo el esquema que formula no
queda nada claro cuáles son las condiciones que deben darse para superar la
primera etapa de la revolución y alcanzar la fase comunista.

27
Lenin, El estado y la revolución, citado en Portantiero, pag. 32
La vía democrática

Esta contundente postura rusa a favor de una revolución violenta agudizó la


división en la izquierda porque forzó a los moderados a sentar postura a favor del
estado liberal. El movimiento obrero en el mundo había ya alcanzado reformas
concretas, se había aprobado legislación obrera (aún contra los intereses de la
burguesía), los partidos políticos obtenían cada vez mayor poder en el parlamento y
por lo tanto, mayor influencia en el gobierno. Después de todo el estado no era tan
malo porque podía ser modificada su orientación pro-burguesa y convertirse en un
espacio neutral que facilite el camino hacia una sociedad socialista.

Se los llamó reformistas, justamente por esta idea de que el estado liberal podía
ser reformado gradualmente hasta llegar a la sociedad socialista. La revolución
proletaria podía no ser una revolución violenta sino la lenta transformación del
estado desde adentro, es decir, formar un partido político, participar en elecciones
y al ganarlas establecer políticas que modifiquen la situación de la clase obrera.
Pero, si bien la democracia fue considerada en un principio como un medio para
llegar al socialismo, posteriormente la democracia pasó a formar parte del fin: la
socialdemocracia. En la práctica, se alejaron del objetivo socialista y hasta del
marxismo, para centrarse en conseguir mejoras en las condiciones de vida de los
trabajadores, dentro del capitalismo.

Entonces, la estrategia asumida tenia tres elementos muy simples: 1º ampliar la


base parlamentaria; 2º acceder al gobierno para participar de la redistribución; 3º
ampliar los estados de bienestar, sin cuestionar prácticamente las bases
capitalistas. Aún los partidos comunistas de Europa terminaron por asumir esta
estrategia, aplazando el objetivo de revolución y la sociedad comunista.

La socialdemocracia europea entonces, adopta la forma de organización de un


partido político en el abanico de alternativas democráticas, se pone a prueba en las
elecciones, es decir, acepta las reglas de juego liberales; pero participa del lado de
la clase obrera, defiende los intereses de los que son dominados por los poderosos,
busca mecanismos de igualación.

Pero las diferencias con el leninismo no son solamente de estrategia política, giran
también alrededor de la concepción del estado, la determinación económica de los
cambios sociales y el sentido de la revolución.

La concepción del estado. Algo hemos dicho ya acerca de esto: el estado es


entendido como una entidad neutral e impersonal, producto de la confluencia de
fuerzas sociales encontradas. El estado no es el aparato de dominación de la
burguesía, es un espacio de negociación poderoso porque tiene la capacidad de
imponer condiciones a todos los sectores sociales y, por lo tanto, de provocar
cambios en la sociedad.

La revolución. Antonio Gramsci, un intelectual italiano del partido comunista, señala


que en sociedades desarrolladas el modelo leninista de revolución violenta no es
apropiado porque el estado actúa de una manera mucho mas encubierta que en
sociedades menos desarrolladas. En las sociedades modernas la cohesión no viene
dada sólo por la coerción, por el monopolio de la fuerza en manos del estado. La
legitimidad del capitalismo es consecuencia de procesos mas complejos atribuidos
por Gramsci a la hegemonía cultural de la clase dirigente, que, mediante la
manipulación en los procesos de socialización (la escuela, la familia, los grupos
intermedios), los medios de comunicación, las iglesias y sindicatos, inculca sus
ideas y valores en todos los ámbitos. El capitalismo, los principios liberales y hasta
la desigualdad son aceptados casi sin discusión, como si fueran naturales.

En ese marco, la lucha para instaurar una sociedad comunista es mucho mas
compleja y la revolución supone la transformación cultural de las masas y la toma
de posiciones pequeñas en el seno de la sociedad. Es un trabajo lento y continuado
que debe actuar en ámbitos muy dispares y no solamente en lo político.

Pero si traducimos estos aspectos en términos aún más teóricos lo que se está
debatiendo es la determinación de la estructura sobre la superestructura y estamos
introduciendo una opinión que parece corregir la visión clásica al plantear cierta
autonomía de las esferas. Los escritos de Marx de forma un tanto confusa y más
claramente los textos de Lenin, entienden que si la realidad de las clases sólo se
explica y se modifica por las relaciones de producción y el estado es un aparato de
la clase dominante, la acción sobre este estado no tiene sentido, hay que apuntar
desde el principio al modo de producción. En cambio, si se supone que a través de
la acción en la superestructura política se podrá mejorar la situación social, imponer
restricciones a la acción empresaria y lentamente modificar las relaciones de
explotación, es porque no todo está determinado de manera causal por la situación
en la estructura. Si yo supongo que la acción cultural y política impone reformas a
los códigos en los que se basa el capitalismo para actuar, estoy cambiando el
sentido de la acción.

Es que el estado era concebido de una manera estrechamente


institucionalista, como un mecanismo de gobierno en sí mismo “neutral”,
externo a la economía: como señala Rusoni, no era visto por la
socialdemocracia como un momento de la contradicción social sino como un
campo en el que chocaban contradicciones exógenas a la instancia de
regulación que él expresaría. A partir de esta percepción que deja fuera del
conflicto de clases a todo lo no institucionalizado, se yergue la “hipótesis
socialtecnocrática” de transición al socialismo: la tarea a emprender será la
de transformar, con el apoyo del estado, a la economía organizada dirigida
por los capitalistas en una economía planificada por los trabajadores.
La mezcla entre una concepción puramente institucionalista de la política y
otra racionalista – tecnocrática de la gestión económica confluirá en una
imagen instrumentalista del estado, definido como un lugar en sí mismo
vacío donde operan voluntades y proyectos de clase. La imagen, basada en
una separación orgánica entre lo político y lo económico, paralizará la
actividad de la socialdemocracia ya no sólo a favor de la transición al
socialismo sino aun a favor de un mantenimiento de la técnica
gubernamental democrática para la resolución de conflictos. 28

Indaguemos a partir de lo que estamos leyendo

Siempre se relaciona a la socialdemocracia con el Estado de Bienestar 29, pero


averiguemos en qué consiste esa relación.
El EB se basaba en la acción del estado en torno del crecimiento económico, la
situación social y el mercado laboral, con vistas a forzar un proceso de
redistribución de la riqueza. En lo político se considera propio del estado de
bienestar la estrategia de “conciliación de clases”, que se concreta en la
participación de organizaciones obreras y empresarias en la gestión de políticas o
la mediación del estado en la relación laboral. ¿Qué relación tienen éstas
estrategias e instituciones con las ideas socialdemócratas?

28
Portantiero op.cit. pag 26
29
Hago alusión a una modalidad estatal vigente en gran parte del mundo desde 1930 hasta mediados de
los años 70 aproximadamente, y sobre la cual ampliaremos en la siguiente unidad.
Esquematicemos las ideas principales vistas hasta aquí

DERECHA IZQUIERDA
Estado mínimo El estado como protagonista del
LA VISIÓN cambio, instrumento de
SOBRE LO redistribución.
PÚBLICO Orden impersonal (imperio de la ley)
Escenario o campo de conflictos
Monopolio de la coacción legítima sociales.
en cuanto su poder deviene del Si el estado es una figura neutral,
poder de la comunidad. entonces puede ser una
Defensa de la libertad natural. herramienta para los fines sociales y
proletarios. En ese caso se coincide
con la democracia, los criterios
universalistas de las políticas,
políticas redistributivas y el control
del mercado.

Libertad individual: diversidad y Igualdad: como justicia social, lo


VALORES pluralismo que incluye los principios de la
REPRESENTA cooperación social y la protección a
DOS Igualdad de derechos e igualdad
los débiles.
política, pero no igualdad social o de
condiciones porque eso sería La libertad por si sola encubre las
igualación y significaría anular la relaciones de poder y favorece a los
libertad. poderosos.
Defender al individuo del poder Defiende a la sociedad de los
personal por medio de los poderes sociales, por medio del
mecanismos competitivos del estado.
mercado.

Visión individualista armónica de la Visión colectivista y conflictual de la


SOCIEDAD sociedad. sociedad.
Cada uno intercambia sus recursos El actor social no es el individuo
y necesidades en el mercado; el sino las relaciones de los hombres,
mercado capitalista se constituye en los hombres en relación. La
modelo de relaciones sociales. naturaleza de los hombres solo
puede ser entendida como un
producto social e histórico.
Las vertientes más actuales de la izquierda y
de la derecha
El Neoliberalismo30

El surgimiento del pensamiento neoliberal nos lleva al periodo de entreguerras y al


final de la II Guerra Mundial. A la preocupación por el avance de los totalitarismos
fascistas y comunistas, se sumó la crítica de algunos sectores liberales a las
políticas sociales que se desarrollaron a continuación. Estas tendencias revelaban
una profunda transformación de la sociedad, que obligaban a repensar las
condiciones de la libertad.

El Coloquio Walter Lippmann de 1938 planteó que la sociedad liberal o burguesa


había sufrido un golpe mortal con las movilizaciones y disrupciones masivas de la
Primera Guerra Mundial, la creciente burocratización, estatización y proletarización
de la vida civil después de dicha guerra y el surgimiento del Estado de Bienestar a
partir de la gran depresión. La transformación de la sociedad había sido tan grande
que era imposible volver a pensar en un resurgir del liberalismo como fruto
espontáneo de un mero cambio político o económico coyuntural.

En tanto el viejo liberalismo suponía más bien una acción que limitara el avance del
Estado sobre una vida civil libre que se suponía preexistente, reservando para esta
última una esfera de independencia, de lo que ahora se trataba era no sólo de
proteger la sociedad libre, sino de crearla o al menos de devolverle la vitalidad
perdida. Este último hecho colocaba a los ‘neoliberales’ en una posición no sólo
radicalmente nueva en relación a sus antecesores, sino también fundamentalmente
paradójica, consistente en el hecho de que, al mismo tiempo en que se proponían
reivindicar la libertad frente al creciente intervencionismo estatal, admitían implícita
o explícitamente que esa libertad no podría surgir ni sostenerse en forma natural,
sino que requería de una fuerte intervención o ingeniería social del Estado para ser
posible.

Las respuestas dadas a este dilema fueron diversas, y por eso sólo podemos
entender al neoliberalismo si reconocemos sus corrientes, puesto que es resultado
de una serie de aproximaciones sucesivas entre corrientes de pensamiento
aparentemente disímiles, que resultó en una convergencia de relativamente larga
duración.

30
Este apartado se realizó en base a Igor Ahedo e Imanol Tellería; “Neoliberalismo” en
Ideologías y movimientos políticos contemporáneos. Joan Antón y Xavier Torrens,
Editorial Tecnos, Madrid, España, 2020
Consideraremos que la clave del neoliberalismo está en la forma en que sitúa lo
político a partir de dos pilares:

 el establecimiento de garantías institucionales y legales férreas para afianzar


la libre competencia y la propiedad privada, y

 la incorporación de las lógicas competitivas e individualistas del mercado


sobre la vida de las personas.

De forma que el neoliberalismo no es un epifenómeno ideológico o económico, sino


más bien una “racionalidad” de gobierno institucional (y vital) en la que la
centralidad articuladora de la totalidad social se rige por la lógica (y necesidades)
del mercado y la libre competencia. Precisamente por ello, el neoliberalismo tiene
una gran capacidad para mutar en diferentes contextos históricos, institucionales y
culturales, asumiendo distintos ropajes para la gestión eficaz de una política
colonizada por el mercado.

A pesar de las diferencias que analizaremos, todos los sectores vertebran su


estrategia en un ferviente anticomunismo y, a pesar de estar asociado a la idea de
reducción del Estado, en una visión del Estado que reversiona al liberalismo clásico
en un doble giro: la limitación de la dimensión social que el Estado estaba
adquiriendo y en la redirección y refortalecimiento de su función como garante del
marco regulador de la libre competencia y la propiedad individual. Una lógica de
Estado mínimo, inexistente para lo social en la perspectiva de las escuelas austriaca
y de Chicago, pero que se configura como Estado fuerte en lo que a la garantía del
mercado, la propiedad privada y la acumulación de ganancia respecta.

Ahora bien, estando de acuerdo todos los sectores de la necesidad de una actuación
liberal proactiva, las tres escuelas que conforman esta nebulosa inicial del
neoliberalismo se posicionan con diversos matices respecto de la dimensión social.
Así, los ordoliberales alemanes se acercan más a las posiciones de Lippmann, en
la medida en que van a plantear una serie de limitaciones a la competencia y la
ganancia. Esta postura, adaptativa, lleva a Röpke a buscar una “tercera vía”, no
entre socialismo y capitalismo, sino entre el Estado de bienestar y el capitalismo
salvaje. Sin embargo, la corriente austríaca liderada por Hayek y sobre todo, la
que a partir de los 70 del siglo xx se convierte en la referencia más popular de esta
“internacional neoliberal”, la de Milton Friedman, establecen limitaciones globales,
cuando no totales, a la dimensión social del Estado. Con el tiempo, esta postura
acaba radicalizándose hacia posiciones anarcocapitalistas, como las abanderadas
por David Friedman, quien rechaza cualquier tipo de legitimidad de las estructuras
estatales.

Ludwing von Mises y los primeros pasos del neoliberalismo

Con Mises se inicia la lógica que paulatinamente se convierte en dogma central del
pensamiento neoliberal: el individualismo metodológico y la primacía de lo micro
como eje de análisis de la realidad. Se inaugura de esta forma una lógica
metodológica que a través de herramientas de análisis micro, buscan presentar el
acercamiento a la realidad como “libre de valores”, en la que considera a la acción
humana como una maximización del bienestar individual. Con ello, la economía
permite entender como intercambios todas las interacciones de la “acción humana”.

“El ahorro, la acumulación del capital, es la agencia que ha transformado paso a


paso la incómoda búsqueda de alimentos de los habitantes de cuevas salvajes en
las formas modernas de la industria”.

Ahora bien, esta racionalidad y unilateralidad del análisis micro torna en absoluta
relatividad a la hora de comprender las acciones más allá de la interacción
individual. Así, la imposibilidad de discernir el sentido particular del bienestar en
cada persona, lleva a rechazar que el papel del economista sea lograr la mayor
satisfacción posible para todas las personas, ya que, como señala Mises, no existe
forma que permita medir el estado de satisfacción de varios individuos.

Pero, entiendo que este interés individual lleva a la armonía de los intereses de
todos los miembros de una sociedad de mercado, entiende que cualquier
intervención pública orientada a una “búsqueda del bienestar social”, además de
obstaculizar y perjudicar al mercado, resulta contraproducente.

Friedrich A. Hayek y la Escuela Austríaca

Dos son los planos a través de los que se articula la concepción antropológica en el
líder de la escuela austríaca. Para Hayek el ser humano es un ser individualista,
siguiendo así la línea iniciada por Mises y continuada especialmente por la Escuela
de Chicago. Esta acción individual, es fundamento de la emergencia espontánea de
normas y tradiciones sociales, económicas, jurídicas, lingüísticas. Considera que el
accionar humano guía la evolución, que va a trascender lógicas tribales, para
alcanzar lo que denomina la “sociedad extendida” (más adelante reformulada como
“mundo libre”), cuyo principio regulador es el de las transacciones libres de
cualquier servidumbre y restricción; transacciones que configuran los principios
nucleares de la libertad. Así, la emergencia de la sociedad extendida y libre sería el
resultado del abandono de pautas instintivas y su sustitución por normas
impersonales de coordinación entre grupos cada vez más amplios. De esta forma,
el espacio de lo social se reduce al único nivel de supervivencia en clave evolutiva,
la familia, mientras se sientan las bases para una consideración impersonal del
resto de las relaciones humanas. Como se puede observar, este pensamiento
subyace a la afirmación popularizada en los años 80 por Margaret Thatcher, a quien
asesora Hayek, según la cual “la sociedad no existe, solo existen individuos y
familias”.

Así las cosas, se asume que la evolución es un proceso teleológico que se sostiene
en ciertas leyes sobre la condición humana y sobre la sociedad y la historia. La
principal de ellas es la del progreso: las sociedades tienden a progresar, es decir,
tienen una tendencia inmanente hacia formas superiores de adaptabilidad como
sucede en las especies animales. En paralelo, la segunda de las leyes que articulan
el pensamiento de Hayek es la de la tendencia hacia la autorregulación de los
órdenes autogenerados, especialmente del mercado; cuestión ésta que se convierte
en la piedra de toque de su pensamiento, al considerar cualquier intervención que
pervierta la libertad de intercambio es fundamento del totalitarismo.

En esta línea, se asume que los hombres son naturalmente desiguales (en una clara
conversión de la diversidad en desigualdad) y que las consecuencias particulares de
esta desigualdad (por ejemplo, la pobreza) no responden, en línea con lo apuntado,
a una dimensión estructural o social, sino que residen en la voluntad de cada
individuo para asumir su responsabilidad individual para con una libertad que,
insistimos, se asocia a la propiedad privada y los intercambios mercantiles. Se
sientan las bases argumentales para la conformación de un ethos que capilariza la
acción individual en nuestros tiempos.

Hayek entiende que no puede haber una responsabilidad social (ni menos justicia
social) ya que la moral y la responsabilidad son sólo individuales. Esta elaboración
discursiva se alimenta de una concepción de la libertad definida sólo en términos
negativos (como no interferencia): la única que permite el desarrollo de las
capacidades de adaptación de las sociedades y los individuos mejor dotados, pues
en la medida en que todos compiten entre sí, solo los mejores adaptados pueden
triunfar.

En coherencia con lo anterior se debe asumir que las desigualdades son resultado
esperable y deseable del elemento nuclear de lo humano, el ejercicio de la libertad
y la competencia entre individuos desiguales.

Pero esta existencia de formas de desigualdad entre los seres humanos no implica
que deban ser tratados de forma desigual por el Estado y las empresas. Al
contrario, es fundamental el reconocimiento de la igualdad ante la ley, la justicia y
el mercado. Lo que remite a la apuesta por un Estado mínimo, definido como
demarquía, que en el caso de Hayek asume un componente fuerte en lo que afecta
al establecimiento de garantías férreas para blindar los intercambios privados.

Así, define su utopía liberal como una forma especial de democracia limitada y
Estado de Derecho que no contempla la libertad como la posibilidad de satisfacer
cualquier tipo de deseo. La coerción del Estado en pos de respetar y hacer respetar
la libertad individual y salvaguardar la esfera privada, es legítima. Por el contrario,
es ilegítima la acción del Estado en pos de favorecer los intereses de corporaciones.
Esto lo lleva a afirmar que, para construir un Estado liberal, primero hay que
desmantelar la política, es decir, las medidas ilegítimas, aquellas que no se basen
en el principio de la universalidad y generalidad.

Como queda en evidencia, Hayek sostiene la primacía del ideal liberal por sobre el
ideal democrático, puesto que si tiene que elegir entre un gobierno autoritario, pero
liberal, o una forma democrática pero “totalitaria” como el Estado de Bienestar,
prefiere el modelo liberal. Entiende a la democracia como un método, pero no como
un fin.

El modelo ordoliberal

Alejados de los presupuestos de Hayek (y Fridman), los ordoliberales, comprenden


el mercado como una construcción social y no como una mera emanación de los
comportamientos individuales. Precisamente por ello reconocen la importancia del
marco político a la hora de garantizar el mantenimiento de la economía, que
también se alimenta de un componente social en la medida en que se alimenta de
realidades que prefiguran su ser y los valores morales que sostienen el mercado.
Como el resto de los miembros de la familia neoliberal, asumen que el Estado de
derecho debe asentarse en la libre competencia y en la coordinación de los planes
individuales de agentes económicos, rechazando febrilmente tanto el comunismo
como el intervencionismo keynesiano. Pero consideran que los vínculos no pueden
reducirse a relaciones mercantiles, de forma que la política, especialmente gracias a
su acción legislativa, puede reforzar los valores morales sobre los que descansa el
libre mercado. Lo que en última instancia permite que la lógica empresarial sea
transferida a la sociedad y las interacciones humanas.

El pensamiento ordoliberal está fuertemente condicionado por el fracaso de la


República de Weimar, la crisis económica y el ascenso del totalitarismo. Entendían
que la libertad no emerge al margen del Estado, sino que necesita de protección
legal, que en no es lo mismo que intervención. Al nazismo lo había caracterizado
una forma de intervención estatal, mediado por la expansión de los monopolios y
oligopolios, cuyos intereses particulares habrían condicionado las decisiones
políticas conduciendo al desastre. Por ello, Euken considera que los mercados
competitivos manifiestan tendencias degenerativas, por lo que requieren una
corrección constante.

De ahí sigue la necesidad de una “constitución económica” que limite privilegios por
parte del gobierno, y que permita la construcción de una economía competitiva.
Así, se avanza en un proceso de economización de la vida, haciendo del mercado el
principio regulador del Estado.

A la luz de estos presupuestos, se evidencian claras diferencias entre los postulados


de Hayek y los de los ordoliberales. Mientras para el primero la tendencia
teleológica que guía el mercado se orienta hacia el equilibrio, para los segundos es
necesaria una dirección política. Sin embargo, todos comparten un suelo común. De
una parte, la necesidad de superar la lógica del laisser faire. Aquí los alemanes
apuestan por un modelo más jurídico, mientras que Hayek remite a un Estado
mínimo, pero férreo en la defensa de las coacciones ilegítimas. Igualmente
comparten el diagnóstico y proyecto: poner las relaciones económicas como patrón
para la acción humana. Si la apuesta de Hayek se centra más en el individualismo,
en este caso, el modelo alemán opta por una lógica más proactiva en la que el
Estado es un agente facilitador de la extensión de las lógicas mercantiles a las
vitales. Si en el primero el elemento de cohesión se asocia a unidades muy
limitadas como la familia, en el alemán asume un componente más estatal o
cultural. Estos elementos de matiz, más que debilitar la nebulosa neoliberal, en
ultima instancia permiten una modularidad y adaptabilidad mayor del modelo a los
contextos diferenciados en los que se implementa.
Sin embargo, una de las derivadas del pensamiento ordoliberal es rechazada de
plano por el resto de la familia: la dimensión de análisis social ordoliberal. Rustow,
pensador alemán de esta corriente, destaca su preocupación por la cohesión social,
lo que lo lleva a aceptar tímidamente impuestos progresivos, ya que a diferencia de
Mises, Hayek o Friedman, cree en la existencia de un “interés general”. En esta
línea, apuesta a una “tercera vía”, no entre el liberalismo y el socialismo, sino entre
el puro laissez faire y el Estado de Bienestar. Así, asume que es función del Estado
controlar los monopolios, aceptar la nacionalización de ciertos bienes estratégicos,
o apoyar a determinados sectores como el campesinado.

Por su parte, Röpke, otro referente alemán, también busca una tercera posición que
se asienta en lo que denomina una “adaptación convergente”. A su juicio, era
necesario mantener una estructura social que no solo se asentara en la acción
individual, sino que se apoyara en el peso de las familias, pero también de las
comunidades para contrarrestar los efectos perturbadores del mercado, que sin
mínimos controles podría derivar en la atomización, la anomia y la justificación del
intervencionismo. Por eso, en la línea de Rustow, considera que el liberalismo
debería contemplar una dimensión social.

Milton Friedman y la Escuela de Chicago

Milton Friedman (1912 – 2006) es el representante más claro de la perspectiva


monetarista, que en EEUU se presenta como alternativa a las políticas expansivas
keynesianas. Profesor de la Universidad de Chicago, pronto se convierte en una de
las referencias claves de la Escuela económica de Chicago. Experto en estadística,
es el representante máximo del renacer de la economía clásica.

La Escuela de Chicago articula todo un aparato analítico que se sostiene sobre una
concepción antropológica de la naturaleza humana compartida con el resto de las
familias neoliberales, asentada en la aceptación del interés como base de todas las
acciones. Sin embargo, Friedman y sus sucesores vinculan el interés con la
racionalidad y la intencionalidad, en la medida en que asumen la existencia de una
lógica subyacente a las acciones, sobre la base de un cálculo de costos y beneficios.
En este sentido, continúan los postulados de Mises asentados en el interés, pero
añadiendo un elemento que éste y Hayek rechazaban: la racionalidad. La
consideración de la racionalidad en términos de costos y beneficios como el
elemento subyacente de la acción humana se utiliza para refutar los efectos
beneficiosos de las políticas keynesianas, al argumentar que son nefastas para la
economía en el corto y en el largo plazo.

En el plano discursivo, la Escuela de Chicago, comparte con las familias neoliberales


el mismo suelo. En primer lugar, consideran fundamental resituar al mercado como
base de la organización social, de forma que es necesaria una estrategia de
oposición frontal a las políticas keynesianas, que en el caso de Friedman alcanza su
máxima expresión al centrar su atención en la Crisis del 29, entendiéndola como
resultado de un exceso de intervención. Compartiendo con el resto de las escuelas
la premisa de que sin un mercado asentado en la libertad individual no es posible
revitalizar la sociedad liberal, entiende al mercado como un mecanismo simple de
precios (de ahí el apelativo de monetaristas) que podría ser reproducido en diversos
contextos con gran facilidad, permitiendo la aplicación como método ejecutivo.

Esta cuestión remite a otro de los elementos clave: el papel del Estado. La Escuela
de Chicago sigue manteniendo, como el resto de los neoliberales, una concepción
proactiva de la política. Sin embargo, va a verse fuertemente condicionada por los
presupuestos metodológicos asentados en la racionalidad intencional. Así, superada
la fase dura de desmantelamiento del Estado de Bienestar, se asume que el marco
político y jurídico no puede sustraerse de regulaciones racionales, con lo que se
explora la orientación de la Public choice theory.

La cuestión social es interpretada de acuerdo con las premisas inauguradas por


Mises, alimentadas por Hayek y reforzadas por su acercamiento extremadamente
micro e individualista. Se asume que cualquier intento de lograr el bienestar
general entra en el marco de una subjetividad que escapa del acercamiento racional
de base individual. En consecuencia, de la mano de Friedman se avanza hacia
posturas cada vez menos reguladoras, que coquetean con planteamientos
libertarios. Para la Escuela de Chicago, esta lógica se sostiene en la presunción del
carácter benéfico del modelo de competencia a partir de las premisas de un
equilibrio perfecto. Desde estas bases, define una férrea ortodoxia de limitación del
gobierno que se concreta en la privatización, desregulación y desnacionalización de
la economía. Si bien reconocen que este rechazo a cualquier intervención podría
generar una desigualdad inevitable, se defienden señalando que los principios de la
economía de mercado eliminarían la pobreza, estimulando la acción individual. Por
ello se opone a los impuestos, al déficit fiscal, y apuesta por alternativas de
mercado libre en educación y sanidad.

Al Estado de Bienestar lo considera especialmente pernicioso en sus políticas


orientadas a garantizar “igualdad de oportunidades”, que a su juicio limitan el
desarrollo de la capacidad individual para que cada cual pueda forjar su propio
talento. Efectivamente, la clave por la que apuesta Friedman es la “asunción por las
personas de la responsabilidad por su propia vida. Tal asunción de responsabilidad
sólo es posible cuando el Estado no se extralimita en sus funciones”.
La reformulación de la izquierda británica o
“tercera vía”
En los últimos años, ante el renacimiento de las teorías neoliberales y
especialmente ante el fracaso de la experiencia comunista simbolizada en la
disolución de la URSS, la izquierda entra en un confuso proceso, algunos dicen de
disolución, otros de reformulación, otros de reafirmación. En este modulo,
queremos realizar algunos comentarios acerca la llamada tercera vía. Aparte de ser
la reformulación mas reciente, y a pesar de no estar teóricamente muy
desarrollada, el interés consiste en su importancia política.

La “tercera vía” dice basarse en las experiencias de Bill Clinton en Estados Unidos y
Tony Blair en Inglaterra, justamente los países que vivieron mas de cerca las
políticas neoliberales. Responde de alguna manera al movimiento que señala el “fin
de las ideologías” tratando de sentar una posición clara que la diferencie tanto del
“viejo socialismo” como de las posturas neoliberales, supuestamente las únicas
válidas después del fracaso de la URSS. Hay quienes señalan que esta postura en
realidad se acerca tanto al centro que pierde su identidad de izquierda, pero lo que
dice Anthony Giddens (el reconocido mentor intelectual de la tercera vía) es que
sigue siendo de izquierda porque defiende los mismos principios: la justicia social,
la solidaridad y la equidad. Lo que hace es reconocer que el mundo ha cambiado
desde principios del siglo y por lo tanto hay que revisar los postulados porque
algunos ya no son los adecuados para acercarse a los objetivos y otras estrategias
han demostrado estar equivocadas.

Después de 1989 no podemos pensar en la izquierda y en la derecha como


muchos hacían antes. Tampoco pueden los socialdemócratas seguir
considerando al capitalismo o a los mercados como la fuente de la mayoría
de los problemas que acechan a las sociedades modernas. El gobierno y el
estado están en el origen de los problemas sociales, igual que los mercados.
La política de la tercera vía quiere aprender también de una lección esencial
de 1989 y los años posteriores, el hecho de que una sociedad civil fuerte es
necesaria tanto para un régimen democrático eficaz como para un sistema
de mercado que funcione bien.31

Hoy el mundo está totalmente globalizado, la industria se guía por los adelantos
tecnológicos al igual que nuestra vida cotidiana, la economía marcha al compás del
comercio internacional y los movimientos financieros. Las sociedades han
31
Giddens, La Tercera vía y sus críticos, pag. 38 y 39
cambiado, las culturas, el mundo del trabajo, el trabajo independiente y
profesional, la conformación de las familias, etc., modifican nuestra forma de
analizar al mundo y por lo tanto las propuestas políticas no pueden ser las mismas.

¿Qué es lo que hay que rever desde el punto de vista de la tercera vía?

 La idea sobre el mercado. Dice desafiante Anthony Giddens que “los mercados
no siempre aumentan la desigualdad, sino que pueden, en ocasiones, ser la manera
de acabar con ella.” Esto es un gran cambio para la izquierda puesto que, como
hemos visto, el mercado y las relaciones capitalistas que giran alrededor de él son
el origen y el mecanismo que reproduce las desigualdades sociales. Ahora la tercera
vía acepta al mercado y hasta le reconoce resultados beneficiosos:

Los mercados tienen, o pueden tener, consecuencias beneficiosas mas allá


de la eficiencia productiva. Una economía de mercado exitosa tiene un
importante “currículum oculto”. Si está adecuadamente regulado, el
intercambio en el mercado es esencialmente pacifico. Las relaciones de
mercado han sido frecuentemente impuestas mediante el uso de la fuerza.
Pero una vez que se ha establecido una economía de mercado, la gente que
participa en relaciones de intercambio tiene raramente necesidad de recurrir
a ella. […]
además las relaciones de mercado permiten elecciones libres a los
consumidores, al menos allí donde haya competencia entre múltiples
productores. […] Los mercados también pueden favorecer actitudes de
responsabilidad, ya que los participantes necesitan calcular las
consecuencias probables de lo que hacen, ya sean productores o
consumidores. Este factor ayuda a explicar otros aspectos del potencial
liberador de los mercados, pues las decisiones que toma un individuo no
vienen dadas por un régimen autoritario o por la burocracia.
Una economía de mercado que funcione bien genera mucha mayor
prosperidad que ningún sistema rival.32

 La idea sobre el estado de bienestar. La tercera vía recoge parte de las críticas
liberales al estado de bienestar porque reconoce la necesidad de acotarlo no solo
por razones fiscales sino también políticas. La fuerte injerencia del estado en los
asuntos de la sociedad civil perjudica los objetivos socialistas.

Más aún, mientras se necesita un Gobierno activo para promover políticas


igualitarias, la izquierda ha de aprender a reconocer que el propio Estado
puede producir desigualdad, además de tener otros efectos
contraproducentes sobre la vida de los individuos…Todos los Estados de
Bienestar crean problemas de dependencia, riesgo moral, burocracia,
formación de grupos de interés y fraude.

32
Giddens, op.cit., pag 45
La reforma de los sistemas de bienestar es necesaria por tres razones:

 No acompañan los cambios sociales y económicos. Las dinámicas de


desigualdad son diferentes y los riesgos también, porque ahora hay que prestar
atención al trabajo femenino, la incidencia de familias monoparentales, las
necesidades educativas y los problemas originados en los sistemas de seguridad
social por los adelantos de la medicina que prolongan la vida, entre otros.

 En algunos países el estado de bienestar se ha vuelto insostenible,


realizando más promesas de las que puede cumplir y generando conflictos entre
generaciones y entre excluidos y beneficiados. Esto se avizora especialmente en
los sistemas de pensiones.

 El estado de bienestar tiene sus propias limitaciones y contradicciones. No


está en condiciones de afrontar las nuevas situaciones de exclusión ni de
resolver las redes de pensiones que producen desincentivos económicos y
sociales importantes.

Se trata de asumir los desafíos del mundo actual y restablecer el equilibrio perdido
entre estado – mercado – sociedad civil.

El estado puede crecer y extenderse demasiado; los neoliberales tenían razón


en esto. Pero donde el estado está demasiado restringido, o pierde su
legitimidad, aparecen también graves problemas sociales. Lo mismo puede
decirse del mercado. Una sociedad que deja que el mercado se infiltre
demasiado en otras instituciones experimentará un fracaso en la vida pública.
Una que no deje suficiente espacio a los mercados, sin embargo, no será
capaz de generar prosperidad económica.33

33
op.cit. pag. 61
La izquierda tradicional o La nueva izquierda o tercera vía
socialdemocracia

 Preocupada sobre todo por el bienestar  La desigualdad y los problemas


colectivo para contrarrestar la desigualdad sociales están generados por el mercado,
e inestabilidad producida por el mercado. pero también por el estado y el gobierno.

 Se define por su preocupación por los


 Persigue como ideales a la justicia
mercados y sus peligros, cuyos excesos
social y a la solidaridad. Pero reformula los
deben ser contenidos necesariamente por
procedimientos tradicionales para
el estado. El problema es el capitalismo y
adecuarlos a la nueva sociedad
las empresas, la desigualdad y el poder
industrializada, tecnológica y globalizada.
corporativo.

 El mercado puede ser una herramienta


para superar la desigualdad. Pero no se
 El mercado genera desigualdad.
autorregulan, por lo que hay que
controlarlos.

 Los objetivos se resumen en un


 Busca reemplazar los fundamentos de fortalecimiento de la sociedad civil y la
la economía de mercado por un control reconstrucción de la esfera pública;
gubernamental centralizado. manteniendo los ideales y cuestiones
clásicas

 Se busca apoyar al mercado en un


 Reemplaza la competencia del marco ético y social renovado y alcanzar
mercado por la protección estratégica. responsabilidad en la producción de
bienes públicos.

 Gobierno activo en la generación de


políticas de igualdad, pero reconociendo
 Los beneficios ganados en el mercado
defectos y peligros en su actuación. La
por los subsidios públicos y los acuerdos
intervención estatal debe dirigirse a evitar
parciales.
la dependencia excesiva del mercado, sus
costos sociales.

También podría gustarte