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Alumno: Contreras Sánchez Javier Alexis UEA: Constitución del Sujeto Social Trimestre: 19P

EL PENSAMIENTO CRÍTICO EN LA PSICOLOGÍA SOCIAL


Todos aquellos que nos encontramos inmersos en el viaje que supone estudiar una licenciatura
tan extraña como la “psicología social”1 hemos escuchado de variadas bocas, y casi desde el
primer día, una aseveración bastante molesta: NO EXISTE EL INDIVIDUO. Tan severa y totalitaria
como suena, es repetida enérgicamente como una especie de dogma religioso. Una enorme
confusión comienza a crecer dentro de nuestras cabezas… pero se nos dice incluso que esa idea es
absurda en sí misma. Esto nos lleva al segundo mandamiento de la psicología social: NO HAY
NADA DENTRO DE TU CABEZA, LA MENTE ESTÁ AFUERA. Cualquiera que tenga la más ligera pizca
de sentido común pensaría que se ha adentrado en un manicomio en lugar de una universidad.
Pero es justamente con este último concepto (el de “sentido común”) con el que podemos
comenzar a analizar tanto el origen de nuestros preceptos sobre la realidad como estas otras ideas
tan peculiares de la disciplina.

Muchos de los estudiantes tienen por reacción inmediata el rechazo hacia los postulados antes
mencionados. Esto se debe a la aceptación de ideas preconcebidas que tomamos como
absolutamente reales por la simple razón de que son “obvias”, de que es algo que “todo el mundo
sabe”. Nuestra visión del mundo depende de ciertos preceptos ampliamente aceptados dentro del
grupo social donde estamos insertos. Como escribió alguna vez Michel Foucault, “El pez nunca
descubre que vive en el agua. De hecho, como vive inmerso en ella, su vida entera transcurre sin
advertir su existencia…”.2 Esta metafórica agua es el sentido común; este, en su característica
“obviedad” tiene como fundamento la inmediatez. Es algo que se incorpora en el pensamiento sin
un proceso de análisis (lo que lo volvería mediato). Si siguiéramos el pensamiento foucaultiano, la
causa de esta carencia de análisis sería el poder, la fuerza que este ejerce sobre los individuos para
imponer una verdad.

Muchos teóricos, debido a su postura, rechazarían esta última aseveración. Especialmente dentro
de la psicología social parece existir toda una secta dispuesta a eliminar el factor del poder en las
relaciones sociales, tema que abordaré más adelante. Pero si analizamos con detenimiento cuales
son los preceptos teóricos con los que la población de la licenciatura (y dicho sea de paso, de todas
las licenciaturas) ingresa a la universidad, nos resultará más que evidente que dichas ideas
concuerdan a la perfección con la ideología del sistema económico imperante. Todos pisamos el
campus por primera vez con la certeza de ser individuos únicos, racionales, libres, autónomos y
con un pensamiento propio. Cada uno de estos conceptos tiene una larga historia y están ligados a

1
Licenciatura que ofrece la UAM – Iztapalapa, única institución pública que cuenta con esta licenciatura en
el país.
2
Frase recuperada de: https://foucaultencastellano.tumblr.com/post/182198762404/el-pez-nunca-
descubre-que-vive-en-el-agua-de

1
la tradición del liberalismo económico, el cual a su vez se basa en el pensamiento iluminista del
siglo XVIII. Es pertinente la pregunta, ¿elegimos libremente tan peculiar ideología?

Como apunta la frase de Foucault, no notamos siquiera el estar inmersos en una forma particular
de pensamiento. La damos por sentado y la defendemos ferozmente sin entender sus
consecuencias políticas y culturales. Es en este sentido que podemos considerar a la psicología
social una disciplina eminentemente crítica, ya que comparte con la filosofía la necesidad de
“decosntruir”3 el conocimiento. Es incluso una exigencia profesional el cuestionar el conocimiento
en el que estamos inmersos como individuos, antes de hacerlo con el de una cultura o grupo
distinto, ya que de no hacerlo nos encontraríamos bajo un sesgo terrible.4 Podrá preguntarse el
lector ¿cuál es entonces la diferencia entre psicología social y filosofía?

PENSAR Y ARGUMENTAR
Sería tan exagerado concebir a la filosofía como mera especulación metafísica, como concebir a la
psicología social como una “ciencia objetiva”. Pero sin llegar a ambos absolutos, este postulado
tiene algo veracidad. Podríamos decir que la psicología social estudia “el pensamiento” o “la
mente”, pero no en la concepción tradicional de la filosofía dicotómica que nos dice que hay un
sujeto y una realidad objetiva exterior a este, relegando al sujeto a la pasividad receptora, sino
que aborda estas cuestiones a partir de lo que podemos observar y analizar: a través de los
símbolos y el lenguaje (Billig, 2003). Ambas cosas se pueden considerar como formas objetivadas
del pensamiento, o como el pensamiento mismo. A través de este abordaje se eliminan muchas de
las especulaciones metafísicas sobre lo mental y sobre el pensamiento, ya que se deja de fabricar
teorías en torno a cosas que no podemos observar más que de una manera introspectiva.

El estudio del lenguaje nos puede aportar una mucho mejor comprensión de los procesos
mentales de la que puede ofrecernos la psicología cognitivista por medio de sus experimentos. En
palabras de Billig:

Es común que los psicólogos se interesen en el tema conocido como solución de problemas.
En particular tienden a investigar cómo las personas solucionan, o no logran solucionar,
problemas lógicos o matemáticos. […] Parte del problema se deriva del hecho de que los
psicólogos usan una gama estrecha de problemas. Estos tienden a ser problemas para los
que hay una respuesta correcta demostrable. […] Sin embargo, la mayoría de los

3
El deconstructivismo, que exige lecturas subversivas y no dogmáticas de los textos (de todo tipo), es un acto
de descentralización, una disolución radical de todos los reclamos de “verdad” absoluta, homogénea y
hegemónica. Sus orígenes no sólo se encuentran en las redes neuronales de Derrida mismo, sino radican en
el pensamiento de Nietzsche, quien relativizó la centralidad poderosa de las verdades filosóficas y teológicas.
(Kriger, 2004).
4
Esto lo ha estudiado a profundidad la sociología del conocimiento, la cual ha impactado enormemente en
la forma en que hacemos investigación, concibiendo al investigador como constructor activo de la realidad
que estudia.

2
problemas que dejan perplejas a las personas en la vida ordinaria se salen de tal estructura
finita. Por ejemplo, los problemas de ética, de política, de evaluar el carácter de otros, de
decidir qué hacer con nuestra vida, carecen de algún punto final definible al que se pueda
llegar por una deducción correcta. […] Estas cuestiones de final abierto son las que
constituyen el objeto de la retórica. (Billig, 2003, págs. 12 – 13).5

Esta idea tiene tremendas consecuencias teóricas, ya que no solo implica que los procesos
mentales pueden observarse a través del discurso, sino que dependen de la interacción con otros.
Ya desde la antigua Grecia, Platón concebía al pensamiento como una conversación del alma
consigo misma (Bilig, 2003). Esta concepción es la que lleva a los psicólogos sociales a afirmar el
segundo postulado mencionado al inicio de este ensayo, que “la mente está fuera de la cabeza”,
ya que deja de tratarse de un asunto solipsista y esotérico para convertirse en algo que se puede
estudiar. Además del hecho de pasar a un terreno observable, esta teoría opera bajo el
presupuesto de que lo social precede a lo individual, lo que nos lleva al primer postulado (que el
individuo “no existe”). Aunque semejantes aseveraciones son arrojadas en un inicio como bombas
nucleares, no serían aceptadas dentro de una comunidad científica si no se argumentaran
arduamente, lo que apenas comenzamos a hacer en este trabajo y se irá complejizando a medida
que avancemos.

Siguiendo con el argumento de Billig:

La imagen del pensador que surge de esta psicología [cognitiva e individualista] es la de un


seguidor de reglas, que, casi como un burócrata tímido, sigue procedimientos de oficina. Lo
que se omite es el sentido de contingencia y la naturaleza dinámica del pensamiento. Este
elemento olvidado, como será sugerido se puede recuperar a partir del descuidado y
“pasado de moda” estudio de la retórica, el cual entrenaba a la gente para pensar de
modo argumentativo. […] Argumento significa, en esencia, debate o diferencia de opinión
entre dos o más personas, las cuales discuten frente a frente. (Billig, 2003, pág. 11, pág.
17).

Incluso desde una postura empirista, el pensamiento sería la interacción o articulación entre
diferentes contenidos mentales (los cuales considera esta corriente como representaciones de
objetos concretos en la realidad tangible) (Wahl, 1975). Pero esto presupone que la capacidad de
pensar es una condición a priori del individuo biológico, además de que no incluye el lenguaje en
la ecuación. Desde la postura de Billig, no nacemos con esta capacidad de pensar, sino que
tenemos que aprenderla, y el pensar es argumentar y contra-argumentarse a uno mismo, lo que
implica que interiorizamos el proceso argumentativo que tenemos con otros individuos o que
observamos que otros individuos tienen entre sí.

Se ha tenido que admitir que el pensamiento es un proceso no observable, encerrado en los


rincones del cerebro y desplegado a un silencio misterioso. Sin embargo, si las

5
Billig, M. (2003). Pensar y argumentar. El Alma Pública. Revista desdisciplinada de Psicología Social, Año 8,
núm. 15, pp 7 – 26.

3
deliberaciones internas se basan en argumentos públicos, entonces, al analizar debates
observamos la estructura del propio pensamiento; si no fuera observable de esta forma,
entonces sería imposible aprender a pensar: no habría nada concreto que imitar y, en
consecuencia, el pensamiento sería algo que ocurre de manera incontrolable, como reflejo
rotuliano. (Billig, 2003, pág. 21).

Podemos ver claramente las convergencias y divergencias entre la postura argumentativa de Billig
y la de los empiristas. Coinciden en concebir al pensamiento como interacción entre “ideas” (con
las diferencias epistémicas que representa el concepto de idea en cada corriente); y aunque
ambos tratan la cuestión del aprendizaje como algo que surge a partir de observar lo que está en
el exterior, la teoría de Billig implica que incorporamos toda la estructura del pensamiento, y el
empirismo nos diría en cambio que dicha estructura es algo inherente a la mente que ha estado
ahí desde el inicio.

Hasta aquí se ha mostrado el carácter crítico de la disciplina contra los presupuestos empiristas,
positivistas y de psicología individual en torno al pensamiento como un proceso meramente
interno del individuo. Se propone que el pensamiento es un producto social y “externo” en
diversos sentidos. Estos sentidos serían: 1) es un proceso externo entre individuos que se
interioriza para hacerlo posteriormente una conversación del individuo consigo mismo, y 2) puede
observarse en el exterior, no tiene sentido especular procesos internos. Una vez aceptadas estas
bases pasemos a otro aspecto de la argumentación.

La conversación interna implica un posicionamiento en cuanto a cuestiones sociales que van


mucho más allá del propio individuo. En esta argumentación y contra-argumentación se va
conformando una postura personal. Pero no debemos confundir esto con una postura meramente
individual, ya que tanto el pensamiento como la postura del individuo solo adquieren sentido en
base a los significados establecidos colectivamente, incluso si se rechaza el sentido común. En
palabras de Billig:

Al indicar nuestras actitudes, hacemos más que solo expresar nuestras creencias
personales. También tomamos posición en una controversia pública. […] Desde este punto
de vista, se puede sugerir que no comprendemos el significado de una pieza de
razonamiento discursivo a menos que sepamos que de modo implícito o explícito se están
rechazando posiciones contrarias. (Billig, 2003, págs. 16 – 17)

Todo esto contiene implícita la idea de libertad y pensamiento crítico. Pensar es poder argumentar
para entonces decidir libremente tu posición ante el mundo. Pero es en este punto donde
debemos ser críticos con el mismo autor. Analicemos el siguiente fragmento:

[…] una cosa que la psicología moderna ha revelado consiste en que no hay ningún truco
secreto que se pueda poner a disposición de manipuladores poderosos… ha demostrado la
complejidad infinita de la comunicación, y esta complejidad excluye la posibilidad de
garantizar el éxito persuasivo usando un truco oculto. Hitler debió su éxito a la voluntaria
colaboración de su público… (Billig, 2003, pág. 10 – 11).

4
Aunque estoy totalmente de acuerdo en que Hitler no era una especie de mente maestra que “se
apoderó” de toda Alemania y que el pueblo lo apoyó gracias a su uso de la retórica (en otras
palabras, los convenció), hay que hacer algunas precisiones. Los planteamientos de Billig parecen
llevarnos a dos conclusiones bastante claras. La primera consta en reducir el pensamiento a un
proceso racional, no dejando cabida a los actos o pensamientos irracionales. La segunda parece
presentar una visión totalmente horizontal del orden social, un “orden negociado”, como lo
llaman los interaccionistas. Podemos observar claramente ese rechazo al factor del poder que
mencioné en las primeras líneas. Toda una corriente de la psicología social parece encontrarse
inmersa en esta visión de orden social sin jerarquías y sin estructuras de poder, cuando sólo en
cierto tipo de situaciones se da una interacción de esta naturaleza. No podemos generalizar este
modelo microsociológico, que toma fuerza en la primera mitad del siglo XX con la Escuela de
Chicago, y aplicarlo a cualquier situación de la realidad social.

Aunque no exista ningún “truco oculto” de manipulación inconsciente, existe claramente una
situación de dominación en este país que limita la capacidad de pensamiento de la sociedad.
Aunque es una situación que se está dando a nivel mundial, la tecnocratización carente de todo
pensamiento crítico es algo que impacta de forma brutal en México. La formación universitaria se
ve cada vez más enfocada a una enseñanza técnica, donde simplemente se aprende el “cómo
hacer” sin el más mínimo cuestionamiento del “por qué”. Y esto es evidente en el creciente
rechazo de la sociedad hacia las ciencias sociales y las humanidades, conformando un nuevo
sentido común en donde estas son percibidas como “inútiles”, “inservibles” y que “no producen
nada”. Resulta difícil concebir al pensamiento como un proceso meramente racional cuando
estamos inmersos en esta lógica de producción irracional que no lleva a ninguna parte.6 Y el poder
que ejerce la estructura económica sobre el pensamiento social es más que evidente cuando el
gobierno está tratando de desaparecer a la filosofía (la disciplina argumentativa por excelencia) de
los planes de estudio a todo nivel educativo. Esto formó parte de una reforma de la SEP en el 2008
la cual, por fortuna, fue rechazada por la comunidad y la academia (Vargas, 2014)7, pero que sin
duda se volverá a intentar más adelante (y aunque no se lleve a cabo de manera tan explícita, el
constante recorte de presupuesto a las universidades públicas y la creciente tecnocratización ya se
encuentran haciendo estragos). En pocas palabras, al reducir nuestra capacidad argumentativa y
crítica, es mucho más fácil (por no decir seguro) que aceptemos el orden social imperante sin
cuestionarlo, y es más, que lo defendamos a muerte.

Después de esta breve observación y autocrítica a la disciplina, sigamos adelante con el análisis de
los presupuestos planteados al inicio.

6
Con respecto a la naturaleza irracional de la racionalidad moderna/capitalista se han escrito bastantes
obras desde la teoría crítica (haciendo énfasis en la razón instrumental) y de forma magistral por parte de
Max Weber.
7
Vargas, G. (2014). Filosofía ¿para qué? Universidad Autónoma Metropolitana. México.

5
EL GIRO LINGÜÍSTICO
Este breve análisis del artículo de Billig nos acercó a uno de los temas centrales de la psicología
social: el lenguaje. No podría existir la argumentación, y por lo tanto el pensamiento, sin el
lenguaje. Pero esta idea, aunque pueda parecernos obvia, es relativamente nueva, ya que antes
del siglo XX no se le daba este lugar privilegiado al lenguaje; se le concebía más bien como una
mera herramienta que “ponía nombre a las cosas”, que nos ayudaba a describir lo ya existente en
el mundo y en el pensamiento. El seguimiento del movimiento intelectual conocido como el Giro
Lingüístico nos ayudará a seguir argumentando a favor de los postulados de la psicología social.

Haciendo un breve esbozo histórico podemos decir que esta nueva concepción de la realidad
surge a partir de dos eventos intelectuales sumamente importantes. Uno de estos es el nacimiento
de la lingüística, disciplina creada por Ferdinand de Saussure y que propone un estudio complejo
de las estructuras del lenguaje. Por otro lado tenemos al positivismo lógico, corriente filosófica
que surge a inicios del siglo XX y que propone la creación de un lenguaje científico universal que
evite las contradicciones entre las diferentes ciencias. Ambas escuelas de pensamiento le daban
un papel protagónico al lenguaje que tendría enormes repercusiones en las ciencias sociales a lo
largo del siglo XX y XXI (Ibáñez, 2006).

Esta nueva concepción del mundo desplazaría a la tradicional “filosofía de la conciencia”


inaugurada por descartes en el siglo XVII. En palabras de Tomás Ibáñez:

A partir de Descartes y durante dos siglos y medio, la filosofía europea será una filosofía de
la conciencia, centrada sobre el estudio de la interioridad del sujeto y convencida de que,
para conocer el mundo exterior, es preciso inspeccionar minuciosamente las ideas que
habitan en los espacios internos de la subjetividad. Sin embargo, a partir del momento en
que se acepta la dicotomía entre res cogitans y res extensa, y precisamente a causa de
haber trazado esa línea divisoria, surge inmediatamente la pregunta de la adecuación
entre nuestras ideas y la realidad. (Ibáñez, 2006, pág. 27).8

Con “res cogitans”, Descartes se refería a la subjetividad misma, la cual se diferenciaba del mundo
por su inmediatez y su carencia de extensión. La extensión (entendida como el hecho de ocupar un
lugar en el espacio) era la característica primordial de la materia (Wahl, 9175). Así, Descartes
genera la dicotomía cuerpo/mente que sigue dominando en el sentido común de occidente. Su
filosofía tiene gran impacto en el desarrollo del racionalismo, ya que al tomar la duda como punto
de partida epistemológico, lo que podría en primera instancia parecerse bastante al pensamiento
crítico propuesto por Billig, lo que termina haciendo Descartes es reafirmando solo aquellas ideas
“claras y distintas”, o en otras palabras, aquellas ideas universales que se sostienen por sí mismas.
Es así como “comprueba” la existencia de Dios, como idea clara y distinta (Whal, 1975). Pero lo
que no logra advertir Descartes es que ese concepto de Dios no es algo a lo que se pueda llegar
por un mero procedimiento lógico, sino que es una idea socialmente construida. No es una idea a
priori contenida en el espíritu, sino un contenido aprendido a partir del cual se puede argumentar.

8
Ibáñez, T. (2006). El Giro Lingüístico. Análisis del discurso. Manual para las ciencias sociales. Barcelona.

6
Mientras este racionalismo que nace con Descartes y es continuado por Kant defendía la
existencia de estas ideas universales contenidas a priori en la estructura mental (o estructura de la
razón, como se le llamaba en el siglo XVIII) y afirmaba que no solo existían en la mente, sino que
existían de la misma manera en la realidad exterior, lo que postulaba el positivismo lógico era que
solo aquellos enunciados que hacían referencia a algo tangible y comprobable tenían sentido; todo
aquel enunciado que no pudiera comprobarse carecía de sentido. Estas ideas fueron postuladas
por Wittgenstein en la década de 1920 retomando las bases de la lógica formal trabajada por
Frege.

Siguiendo los consejos de Frege, el joven Ludwig Wittgenstein (1889 – 1951) decide
estudiar con Russell en 1911 y pocos años más tarde publica un libro, el Tractatus lógico-
filosófico (1921), que ejercerá inmediatamente una profunda influencia sobre un conjunto
de filósofos y científicos austriacos y alemanes preocupados por imprimir un giro científico
al pensamiento filosófico y acabar definitivamente con las especulaciones meramente
metafísicas.

Estos pensadores se constituyeron en un colegio filosófico, el Círculo de Viena… […] Como


es bien conocido, los positivistas lógicos del Círculo de Viena postulan que solo existen dos
tipos de enunciados válidos.

Por una parte, los enunciados lógico matemáticos (enunciados analíticos) que son
absolutamente ciertos cuando están bien formados, pero que no nos dicen nada acerca de
la realidad empírica [lo contrario a lo que aseguraban los racionalistas]. Por otra parte, los
enunciados empíricos (enunciados sintéticos) que versan sobre la realidad, pero que solo
pueden ser aceptados como enunciados válidos si han sido concienzudamente verificados
por experiencias basadas en el método científico, Todos los demás enunciados, los que no
son estrictamente analíticos o sintéticos, carecen de sentido. (Ibáñez, 2006, pág. 31).

El positivismo lógico rechazaba por lo tanto el lenguaje cotidiano, afirmando que era imperfecto y
lleno de contradicciones. Pero es justamente en y a través del lenguaje cotidiano como
construimos la realidad social, y es por esto que su proyecto fracasó rotundamente. A pesar de
encontrarse bastante lejos de nuestra postura actual sobre el lenguaje, el positivismo lógico
significó un enorme cambio de paradigma que podemos considerar como la primer etapa del giro
lingüístico, ya que se aleja totalmente de la filosofía de la conciencia para plantear una filosofía del
lenguaje. Y de esta manera se pasa del estudio de lo privado e interno hacia el estudio de los
enunciados públicos y objetivados (Ibáñez, 2006).

Más tarde el mismo Wittgenstein decidió alejarse de sus primeros postulados y de esta idea de la
construcción de un lenguaje ideal y perfecto y decidió dedicarse a analizar la forma en la que
funcionaba el lenguaje cotidiano. Esta nueva dirección inspiró a toda otra generación de
pensadores en la universidad de Oxford que hicieron enormes contribuciones al nuevo paradigma
del lenguaje (Ibáñez, 2006). Es aquí donde se da el paso definitivo del giro lingüístico, cuando
pensadores como Austin proponen que el lenguaje no tiene una mera función descriptiva, sino

7
que este construye realidades. Y esto coloca al sujeto en un papel activo y constructor en lugar de
aquel sujeto pasivo y receptor de la tradición filosófica moderna (Ibáñez, 2006).

El auge de la concepción activa del lenguaje ha tenido repercusiones importantes en


disciplinas como la psicología social, donde investigadores como Kennet Gergen (1934-) o
John Shotter están animando actualmente una correinte socio-construccionista, o donde
Michael Billig, Ian Parker o Jonathan Potter, entre otros, están desarrollando el prolífico
campo del análisis del discurso. (Ibáñez, 2006, pág. 39).

Esta postura de socio-construcción relativiza el conocimiento y permite la confrontación


argumentativa entre diferentes posturas en lugar de defender una noción de verdad absoluta.
Todo esto nos lleva a defender una postura por medio de argumentos con una base teórica
bastante desarrollada (lo que evita el permanecer en la incertidumbre total como proponían
algunos filósofos posmodernos) y desmontar aquellos mitos del liberalismo económico de los que
la mayoría de nosotros somos o fuimos presa. En este sentido es la psicología social (al menos en
esta corriente) una disciplina que exige un pensamiento crítico tanto de otras posturas teóricas
como de la propia. Siguiendo la pauta marcada por pragmatistas como Pierce, se ha modificado el
sentido de verdad desde algo previamente existente que se “descubre” a algo que se construye
discursivamente, algo que se proyecta hacia el futuro.

Y llegados a este punto y valiéndonos de todo este bagaje teórico, pasemos ahora a desmontar al
individuo.

EL INDIVIDUO EN LA TEORÍA DE HERBERT MEAD


Hemos llegado a la sección más compleja del argumento a favor de la “inexistencia” del individuo
y de la “exterioridad” de la mente. Es necesario aclarar que la categoría “individuo” es una entidad
abstracta que puede ser muy útil en términos analíticos y que no debe ser desechada por
completo. Pero cuando se escucha a un psicólogo social afirmar que “el individuo no existe” por lo
regular hace referencia a aquel modelo de individuo mencionado al inicio de este trabajo (un
individuo con una personalidad única precargada, existente a priori, antes de que se dé un proceso
de socialización y que se considera como una unidad aislada). Hace referencia a ese individuo
inventado por el pensamiento iluminista y que puso en marcha el fenómeno de la modernidad y al
que de hecho hay que agradecerle por ciertas libertades de las que antes no hubiéramos podido
gozar, como, justamente, el acceso al conocimiento que nos permite desarrollar un pensamiento
crítico. La idea misma de pensamiento crítico es una idea generada en la modernidad temprana, a
la cual hemos puesto en cuestionamiento a lo largo de este texto.9

9
En aquella visión del individuo libre, único y autónomo, que criticamos tan duramente, se encuentra la raíz
del poder criticarlo en primer lugar. Si algo podemos rescatar del cogito cartesiano es que el sujeto puede
reafirmarse a sí mismo a través de la duda. La corriente construccionista en sí puede considerarse como una
corriente “posmoderna” de pensamiento, ya que diversos autores proponen que la posmodernidad es en

8
Una vez aclarado este punto, regresemos al análisis del individuo y su relación con el lenguaje.
Mead no niega que exista un individuo biológico, el cual existe como unidad10, pero, retomando la
idea de Billig sobre el pensamiento como una argumentación interna, la unidad psíquica del
individuo como un todo coherente se vuelve muy cuestionable, ya que este alberga en sí posturas
contradictorias. Sin embargo, a pesar de no ser esta totalidad coherente, Mead propone algo
sumamente interesante y que Hegel ya había trabajado de cierta manera, el origen de la
autoconciencia, o utilizando su terminología, del Self. Y es de nuevo el lenguaje un factor
sumamente importante en este proceso:

El aislamiento del mecanismo del lenguaje es el hecho por medio del cual se constituye
socialmente el espíritu y gracias al cual aparece la persona [o Self] que tiene conciencia de
sí misma como objeto. […] Mead admite ciertos prerrequisitos fisiológicos del organismo
individual para que este pueda desarrollar el lenguaje como lo es poder reaccionar ante
signos no lingüísticos y no sociales en los que un acontecimiento lleva a algún centro
orgánico, a la expectativa y a la reintegración de algún otro acontecimiento. (Martínez,
2002, págs. 50 – 51).

Lo que el empirismo e incluso la psicología cognitiva abordan es simplemente cómo el organismo


percibe los elementos de su entorno; esto es a lo que podríamos llamar “conciencia”. Pero la
autoconciencia representa una operación mucho más compleja, como afirma Mead, es el hecho
de percibirse a sí misma como objeto. En otras palabras, autoconciencia es tener conciencia de sí,
percibirse a sí mismo como percibe a los otros. Esto solo es posible a través de un proceso de
socialización, ya que el individuo biológico incorpora a sí la manera en que es percibido por los
otros; y más importante aún, cobra conciencia del efecto que tienen sus propios actos en los
otros. Puede entonces a voluntad generar en los otros el estado mental que desea generarles, y en
este proceso se construye a sí mismo (Martínez, 2002). Para que esto sea posible es necesaria la
dimensión simbólica, ya que es a través del símbolo, que posee un carácter de universalidad11, que
más de un organismo biológico humano entra en el mismo estado mental.

Como podemos ver, Mead argumenta de manera maravillosa el por qué es a través del lenguaje y
de la interacción que es posible la existencia de la persona o Self. Haciendo un tal vez indebido
ajuste conceptual, podríamos decir que el individuo, esta “ilusión” de unidad psíquica concreta
está implícito de cierta manera en su teoría. Por medio del discurso y de construirse a uno mismo
como objeto, se está construyendo al individuo, aunque esta objetivación del pensamiento no

esencia una autocrítica de la modernidad. Es entonces una actitud moderna por excelencia el ser críticos con
la modernidad misma. Debemos tener en cuenta este factor y no cometer la falacia de negar por completo
los fundamentos modernos. De hacerlo, caeríamos en una enorme contradicción al postular como una
característica esencial del científico social el ser crítico.
10
Aunque incluso este punto sería cuestión de debate, ya que un organismo biológico tan
complejo como lo es el cuerpo humano está conformado por millones de células, de seres vivos
independientes.
11
Universal en el estricto sentido de generar el mismo estado mental o idea en todos los individuos de un
grupo social.

9
concuerde con la totalidad de la mente como unidad coherente, y mucho menos sea una sustancia
unitaria existente a priori. Podemos ver aplicado aquí el principio pragmatista de la verdad; el
individuo (como entidad psíquica) es algo que existe solamente después de construirlo por medio
del lenguaje, no algo que exista previamente y pase a describirse con palabras. Es por lo tanto una
entidad psicosocial.

Hace falta un paso más en esta genealogía, describir cómo es que surge el lenguaje. Para esto,
Mead se basa en las ideas de Wundt sobre los gestos:

La transformación del individuo biológico en persona u organismo biológico con espíritu es


posible a través del lenguaje en tanto que el lenguaje presupone, a la vez, la existencia de
cierto tipo de sociedad y ciertas capacidades biológicas de los organismos individuales. […]
Para Mead, el precedente del lenguaje es la conversación de gestos. […] Para Darwin, el
gesto tiene la función de expresar las emociones. […] En la Lógica de expresión de
emociones se interpreta que el lenguaje tiene la finalidad de transmitir ciertas ideas y
sentimientos… la psicología de Darwin suponía que la emoción era un estado de conciencia
y por tanto no podía ser expresado solo en términos de conducta, es decir, presuponía la
conciencia… [como el] origen de la expresión del gesto o de la actitud…. La alternativa para
Mead fue buscar la conciencia como emergente de la conducta y no como una
precondición de ella.

[…]

La influencia específica de Wundt en Mead se centra en el concepto de gesto. Para Mead


es de suma relevancia el gesto y el papel que juega este en un contexto social. Y no se
circunscribía sólo a ser una expresión de las emociones como se había afirmado por los
Darwinianos. El gesto hace posible las reacciones adecuadas para la conducta mutua por
parte de los distintos organismos individuales involucrados en el proceso social, es decir, se
hace una adaptación de las acciones entre éstos por medio de los gestos, de las acciones
de uno de los organismos involucrados a las acciones del otro. Los gestos son movimientos
del primer organismo y actúan como estímulos específicos, provocando las reacciones
(socialmente) adecuadas del segundo organismo. En este sentido para Mead el gesto es
visto en su dimensión social. (Martínez, 2002, págs. 55 – 57).

Aunque en el texto de Martínez se maneja como “conciencia”, sería más adecuado el término
“autoconciencia”, ya que, como aclaré anteriormente, podemos entender por conciencia la
capacidad de percibir el entorno, y esto es vital para la conversación de gestos. Un organismo
debe poder percibir el gesto de otro organismo para poder reaccionar a este. Incluso si fuera una
mera reacción fisiológica, debe contar con un complejo mecanismo para captar la información que
se le está mandando, en pocas palabras, tener conciencia de su entorno.

A través de la conversación de gestos el organismo biológico va progresivamente tomando


conciencia del efecto de sus propios actos en el otro, va tomando consciencia de sí. Y es solo
cuando se da esta transición que el gesto puede convertiste en símbolo significante, es decir,

10
evocar el mismo significado en ambos organismos. Es así como surge el lenguaje, a través de un
proceso social.

Hemos llegado a la cúspide de la argumentación en contra de los presupuestos individualistas de


la modernidad capitalista. No solo el individuo (como entidad psicológica, no biológica) es un
producto del lenguaje y no existiría sin un proceso de interacción, sino que el lenguaje mismo es
un producto social. En este sentido, el individuo que propone el discurso capitalista es también un
producto social, y el que aceptemos sus premisas de inmanencia y solipsismo, estas solo
adquieren en base a los significados sociales. La horda de individuos únicos y autónomos es de
hecho una horda homogénea, en la que todos piensan exactamente lo mismo (con respecto al
individuo). El caer en las exigencias de la originalidad individual es lo menos orinal que podría
existir.

Como conclusión, y tal vez como una pequeña autocrítica, solo queda agregar que no se debe caer
en el otro extremo del espectro. El afirmar que por ser un producto social, el individuo carece de
toda autonomía y está totalmente determinado por el sentido común imperante carece de
sentido. Si estas afirmaciones fueran correctas, el cambio social sería imposible y no existiría
ninguna transformación en las formas de pensamiento. Pero como bien apuntó Billig, al pensar,
rgumentamos, y al argumentar estamos posicionándonos en la realidad social (Billig, 2006). Es la
duda cartesiana que tanto se desprecia donde el individuo puede encontrarse como un ser no
totalmente determinado; aunque para que esta duda exista, se debe tener acceso a diverso tipo
de ideas y sobre todo a la enseñanza de cómo pensar en sí. Para que esto último sea posible se
debe enseñar a argumentar, lo que implica literalmente enseñar a pensar. Incorporar una base
filosófica a la enseñanza de cualquier disciplina es vital para que exista la libertad de pensamiento
y para generar un espíritu crítico.

11

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