Está en la página 1de 11

UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR

INSTITUTO PEDAGÓGICO “RAFAEL ALBERTO ESCOBAR LARA”


COORDINACIÓN GENERAL DE ESTUDIOS DE POSTGRADO
MAESTRÍA EN LITERATURA LATINOAMERICANA

PROGRAMA DE METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN LITERARIA


P.A. 2017-I

Profesora: Mgs. Magalys Caraballo


Autor: Juan Carlos Eurea

Actividad 3

Describir los antecedentes de la investigación y las bases teóricas que sustentan la


investigación Deconstrucción y semiótica: hacia una valoración de la escritura
ensayística de Carlos Rangel.

Antecedentes de la investigación

Investigaciones Previas

En torno a la obra de Carlos Rangel hay mucho qué decir y es ahora que su
valoración como intelectual empieza a ser tomada en cuenta, por lo acertado de sus
juicios y el alcance de sus ideas. Sin embargo, desde el punto de vista de la literatura,
queda mucho por decir, a lo cual esta investigación busca dar un aporte que llene ese
vacío.
Se han localizado dos investigaciones que abordan la obra de Carlos Rangel, en
la búsqueda llevada a cabo para esta investigación. Cantó (1988) quien realizó el trabajo
titulado: Carlos Rangel y la mitología populista. Interesa el estudio de Cantó porque
permite ver la valoración que ofrece de Rangel como ensayista, del literato ocupado de
hacer arte con las palabras e ideas que transmite: “…en sus libros mostró siempre una
cultura vasta y un serio sentido de la documentación aunque en la tradición del ensayista
y no la del científico social a la moda actual.” (p.9) es decir, para Cantó, Rangel es un
ensayista, hace literatura. O sea, no se trata el caso de Rangel, de un político en el oficio
de escritor, de intelectual; sino de un escritor, un intelectual hablando (más bien,
analizando críticamente) de política. Y más que política, estudiando la historia, la
economía y la cultura ha encontrado las razones que explican lo que Rangel considera la
causa del fracaso de América latina. Cantó hace un recorrido por la obra de Rangel,
limitándose a mencionar solamente Del buen salvaje al buen revolucionario y El
tercermundismo, destacando siempre que es el discurso crítico, el pensamiento culto y
documentado lo que hace llamar la atención en la obra de Rangel, en contraposición al
mensaje lleno de promesas, mensajes que repiten los lugares comunes e ideas que no
resisten el menor escrutinio porque no se basan en la realidad, sino en la interpretación
que se hace de ella, la misma surgida desde el pensamiento de la izquierda, que ha
dominado la política por ser la manera más fácil de controlar el poder, aunque ello
signifique la ruina de los pueblos… pero justamente, para poder sustentar esta criminal
mentira, la izquierda se ha valido del discurso de la víctima, del imperialismo y
tercermundismo: Latinoamérica no ha fracasado porque el paternalismo populista y el
socialismo estén mal, sino porque el capitalismo, el libre mercado les han arrebatado las
riquezas, explota sus recursos naturales y humanos, extrayendo el máximo de beneficios
y devolviendo migajas. Según esta mentira, una vez que el imperialismo sea derrotado
(encarnado en EEUU) y el desarrollo y prosperidad llegarán, casi por arte de magia,
porque ya no habrá explotadores.
Así, con este planteamiento central en torno a la obra de Rangel, Cantó analiza
varios pasajes de los ensayos consultados y habla de sus impresiones al respecto,
además que lo conoció y tuvieron oportunidad de dar una conferencia juntos, todo esto
dicho como un testimonio del compromiso de Rangel ante las ideas que tanto defendió.
De esta forma, el ensayo de Cantó se convierte en un trabajo de valor porque estudia la
obra de Rangel según lo que el texto aporta y no dejándose llevar por la polémica
desatada o por la presión de sostener ideas impopulares.
El ensayo de cantó se relaciona con la presente investigación en que investiga,
indaga el contenido de la obra de Rangel, cita el texto y analiza su contenido y
profundiza en el significado de su mensaje, lo cual se alinea con los objetivos de la
investigación, situando al mencionado ensayo, la monografía de Cantó, como un
antecedente de la investigación aquí presentada.
La otra investigación considerada para este estudio es de Parsons (1989) quien
realizó el trabajo titulado: Carlos Rangel: una opinión disidente, quien hace un trabajo
de crítica literaria, primero reconociendo el desconocimiento de la obra de Rangel por
parte de la crítica, sobre todo en el ámbito anglosajón y luego analiza críticamente el
trabajo de Rangel, dejando en evidencia las debilidades, pero entendiendo que tales
fallas obedecen a la propia naturaleza de la obra así como el contexto donde Rangel
escribió sus trabajos.
Parsons da un toque personal a su crítica pues comenta que conoció la obra de
Rangel en un seminario sobre ensayo hispanoamericano; detalle por demás significativo
pues que se mencionara en ese ambiente la obra, ya permite ver que los estudios para
esa época lo sitúan dentro de la tradición de ensayistas latinoamericanos. Por otra parte,
a Parsons le llamó la atención que Rangel estuviera muy en boga, y el revuelo que
estaba causando en Francia, así como en Latinoamérica y sobre todo en Caracas. Luego
menciona los distintos esfuerzos para publicarlo en EEUU y Canadá.
Menciona el efecto diverso de la obra de Rangel, las opiniones encontradas y el
éxito de ventas. Califica al ensayo del venezolano como iconoclasta y provocador e
identifica a Rangel dentro de la corriente del liberalismo, estableciendo nexos con la
obra de Vargas Llosa y Octavio paz; del liberalismo resalta la libertad y derechos del
individuo, respeto por la propiedad privada, tolerancia religiosa y política además de
gobiernos democráticamente elegidos y la promoción de la economía de libre mercado.
Parsons (1989) sostiene que:
la originalidad del ensayo de Rangel yace, pues, no en la originalidad
de las opiniones políticas que abraza, sino en la integración de estas
opiniones en un ámbito histórico y mitológico más amplio. Rangel
traza la evolución de un conjunto de creencias universales y
populares desde el ámbito mítico hasta el político en un intento por
desprestigiar los principios ideológicos de la extrema izquierda, y
realza sus argumentos con acerbos ataques a los regímenes militares
y autoritarios de la derecha. su eficaz uso del sarcasmo y de la ironía,
y el tono popular de su obra, poco común también en el género
ensayista hispanoamericano, posiblemente explican hasta cierto
punto la popularidad de Buen salvaje. El propio Rangel reconoció la
debilidad de muchos de sus argumentos y su propósito con Buen
salvaje era que sirviese como estímulo para una discusión más
realista de los problemas y como base para extender la polémica
hacia áreas prohibidas, más bien como una interpretación definitiva
de las opciones y de la realidad política de Latinoamérica. (p.4-5).

De esta forma, se tiene una aproximación crítica a la obra de Rangel, tomando


como base de análisis lo literario y estilístico y no las ideas políticas o análisis
históricos. Así también queda claro el aporte del trabajo de Parsons a esta investigación,
que pretende estudiar la obra de Rangel desde la perspectiva de la literatura.
Bases teóricas

Las bases teóricas son los fundamentos en lo que se basa la investigación, es el punto de
partida, como plantea Pardinas en Metodología y técnicas de la investigación en
ciencias sociales (1998):

Si se define teoría como conjunto de proposiciones lógicamente


articuladas que tiene como fin la explicación y predicción de las
conductas de un área determinada de fenómenos, se puede deducir
que el marco teórico es el marco de referencia del problema. Allí se
estructura un sistema conceptual integrado por hechos e hipótesis
que deben ser compatibles entre sí en relación con la investigación.
(p.39)

De esta manera, las bases teóricas son un conjunto de ideas lógicamente


articuladas que buscan explicar un determinado fenómeno; como cimiento, fundamento
de la investigación permite establecer conclusiones sustentadas en tales proposiciones
que se han sometido al examen y han probado o no ser ciertas. Según Guarisma (2009)
en Métodos de investigación: "Esto significa que las teorías son argumentos lógicos que
se utilizan para probar las relaciones y supuestos en que se sustenta, constrastándolos
con la evidencia empírica." Así, la inquietud que tiene el investigador encuentra en la
teoría argumentos lógicos que han sido sometidos a prueba, con lo cual puede indagar
en sus inquietudes con bases científicas, racionales y no temiendo seguir ni prejuicios
propios ni supersticiones colectivas.
Por otra parte, Rivero (2008), en Metodología de la investigación, plantea que
"las directrices teóricas que guían el estudio, describiendo claramente el panorama
global (completo) de escuelas o teorías que abordan el tema y las principales evidencias
teóricas-empíricas existentes en la literatura nacional e internacional." (p.32). De
acuerdo a esto, las bases teóricas son guías que orientan el estudio, porque han descrito
y planteado el problema planteado y han establecido relaciones con textos y evidencias
directas con respecto al fenómeno estudiado.
Así, esta investigación se fundamenta en tres bases teóricas que se explicarán a
continuación: teoría del ensayo, teoría de la deconstrucción del discurso y teoría
semiótica.
Teoría del ensayo: en esta investigación se usará el aporte de Jorge Luís Gómez
Martínez en Teoría del ensayo (1999) para establecer una definición del ensayo, una
teoría sobre el ensayo, dado a que su estudio es sistemático, profundo y satisfactorio en
cuanto a que logra definir el ensayo como género literario, su importancia dentro de la
literatura y las distintas posibilidades que el género ha explotado a lo largo de la
historia; además, hace un acercamiento al ensayo latinoamericano que es pertinente al
objeto de estudio de la presente investigación.
Para Gómez Martínez (1999) definir el ensayo no es fácil, ha tenido distintas
variaciones a lo largo del tiempo y cada autor ha dado su característica y forma a lo que
va a definir como ensayo y el uso que hace de él. Deja claro que comienza con
Montaigne y su obra y cita el ensayo número 50 del libro primero, titulado "De
Democritus et Heraclitus", como una definición de ensayo. Cita a Covarrubias y a otros
autores que han definido el ensayo; sin embargo, para él no es suficiente ninguna de
estas definiciones:

Esta dificultad en la definición del ensayo no es nada nuevo en el


campo de los géneros literarios: otro tanto sucede con la novela, por
ejemplo. Podríamos, por el contrario, decir que es sólo muestra de la
conciencia que el crítico tiene del valor individual de la obra de arte.
Benedetto Croce rechazaba las clasificaciones por géneros como algo
impropio y extraño a la realidad de la obra literaria. Pero, a pesar de
su oposición, él mismo reconocía la necesidad de ciertas
clasificaciones que sirvieran de orientación: no reglas que limiten,
sino características que unan. Frente a la dificultad de una definición
satisfactoria, nos proporciona el ensayo gran riqueza en
características comunes. (Gómez Martínez, 1999: p.8)

Así, en lugar de buscar una definición definitiva de ensayo, el autor prefiere


describir, clasificar y categorizar las características de los escritos y a partir de allí
establecer conclusiones sobre el género. Para Gómez Martínez, las obras de arte son
creaciones individuales que se resisten a ser encasilladas, en cambio, tienen sus propias
reglas y mecanismos de funcionamiento y esos son los elementos que deben ser objeto
de estudio. Sin embargo, Gómez Martínez ofrece unas características presentes en el
ensayo: "El ensayo puede definirse como una composición en prosa, de extensión
moderada, cuyo fin es más bien el de explorar un tema limitado que el de investigar a
fondo los diferentes aspectos del mismo" (p.7). Pero a diferencia de la novela, por
ejemplo, el ensayo posee una característica que no tiene ningún género y que lo permite
clasificar, al menos de manera intuitiva, como otro género:

En el ensayo, como composición literaria, el autor que importa es el


autor implícito; es decir, el autor que el lector usa para identificar el
texto como producción artística y reflexión "del otro" en el puente
dialógico que incita el texto mismo. De todas las manifestaciones
literarias, la ensayística se destaca, precisamente, por establecer de
modo explícito este proceso. Las reflexiones codificadas en el ensayo
se generan en la confrontación de dos sistemas, a la vez antagónicos
y dependientes entre sí: el discurso axiológico del estar (valores que
dominan y diferencian a la vez una época de otra), y el discurso
axiológico del ser (la conciencia del autor de su historicidad, de estar
viviendo ante un horizonte de posibilidades e imposibilidades que
modelan su libertad). (Gómez Martínez, 1999: p.18)

De esta manera, el ensayo permite crear en el lector un diálogo interior donde el


pensamiento fluye no sólo en el discurso, sino en las ideas; el lector no sólo se ve
inmerso en la estética verbal sino en esa dimensión axiológica que hace confrontar
ideas. De allí, la naturaleza polémica del ensayo: el lector no sólo va a estar confrontado
por las ideas que lee, sino que así mismo se va a confrontar porque al leer esas ideas
generará un efecto que causará inquietud. Además, no hay que olvidar el goce estético
que la creación verbal produce; pues por más teórico que sea un ensayo, no deja de ser
una creación literaria.
Teoría de la deconstrucción del discurso: La deconstrucción nace como un
método derivado del pensamiento de Martin Heidegger, derivado a partir de sus análisis
de la historia de la filosofía y muy influido por la literatura. Jacques Derrida fue quien
dio corpus teórico y creó una metodología para su uso. El término deconstrucción es la
traducción que propone Derrida del término alemán Destruktion, que Heidegger emplea
en su libro Ser y tiempo. Derrida argumenta que no se trata de una destrucción en
sentido literal, sino de mostrar cómo las partes de un todo se separan, se reordenan, se
esconden; como una estructura (bien sea discursiva, o arquitectónica e inclusive,
culinaria) se reconfigura, cambia el orden de sus partes, bien sea invirtiendo su sentido
original o simplificando con los elementos esenciales.
Evidentemente, el concepto ha estado a lo largo de la historia del pensamiento,
primero en Kant, a través de la problemática de la temporalidad, luego la ontología que
encierra el cogito ergo sum de Descartes y el resurgimiento del discurso medieval
retomada a través de la problemática de la res cogitans y hallando el inicio de la
discusión del tiempo (o más bien, cómo el discurso literario y filosófico toman el tema
del tiempo) en Aristóteles. Si bien Heidegger enuncia la deconstrucción en Ser y
tiempo, (pág. 46) como parte de otro proyecto que el filósofo alemán se propuso
realizar, nunca se llevó a cabo. En otra de sus obras se hace referencia a la
deconstrucción, en Kant y el problema de la metafísica.
Jacques Derrida en la Gramatología es quien traduce, interpreta y reinventa la
noción de deconstrucción, que la define entiende que las diferentes significaciones de
un texto pueden ser descubiertas descomponiendo la estructura del lenguaje dentro del
cual está redactado. Tal texto puede ser ensayo, novela, artículo de periódico, poema,
anuncio publicitario, informe técnico, texto religioso, o político; obras de arte,
audiovisuales; incluso, bebidas, alimentos; espacios arquitectónicos, urbanísticos y
hasta asuntos de estrategia militar. Por no hablar de ciencias como la psiquiatría, la
psicología y las ciencias de la conducta, que han encontrado en la deconstrucción un
mecanismo para entender realidades cuya complejidad no puede ser abarcada por
métodos tradicionales de análisis.
La deconstrucción advierte de la diferencia entre las palabras (o cualquier clase
de signos) empleadas, sus significantes y sus significados; ya que la referencia a las
cosas que ellas representan es una relación arbitraria entre el emisor y el receptor del
mensaje, lo cual implica que no necesariamente el receptor podrá entender un signo de
la misma manera como lo ha enunciado el emisor. Es una metodología muy polémica y
marcadamente radical, que vio su surgimiento principalmente en Francia, donde está
asociada a Derrida. No debe ser considerada como una teoría de crítica literaria ni
mucho menos como una filosofía. Es una estrategia, una nueva práctica de lectura, un
archipiélago de actitudes ante el texto (o cualquier construcción que implique la lectura
de un concepto). Investiga las ideas que están dentro de un objeto, expresadas a través
de la construcción del mismo y la manera en cómo tales han de ser entendidas.
La deconstrucción reclama la existencia de otro orden de pensamiento,
rebelándose contra cierta manera de entender la filosofía tradicional de Occidente,
entendida como herederas de la influencia de Platón y Hegel, donde gobierna
racionalidad sistemática, un dominio del habla sobre la escritura, un mundo en última
instancia en el que todo tiene sentido. La imposibilidad de que los textos literarios
tengan sentido alguno: esa es la rebelión fundamental de la deconstrucción, que
denuncia este abuso de la racionalidad, donde la obra literaria es considerada como una
estructura retórica en cuyo interior guarda la Idea central a la que el lector debe acceder
descubriendo el significado del texto. Por esto, siempre la obra literaria era considerada
siempre como dotada de una totalidad de sentido, como EL TEXTO, visión de mundo,
corpus de ideas; olvidando u obviando el hecho de que los libros son escritos por
hombres y ellos mienten y los libros también engañan, también se equivocan.
La deconstrucción afirma que la estructura retórica es la unidad en sí misma,
contentiva de las ideas y no reducible a ellas, porque un texto no puede ser aprehendido
en su totalidad, la idea que tiene no puede ser captada del todo o entendida de manera
fragmentada, bien sea porque el lector o recepto no pueda (porque ignore alguna idea) o
porque no quiera (porque cada uno entiende lo que quiere, lo que juzga pertinente). Lo
que propone luego la deconstrucción es una idea radical de situar la escritura en un
movimiento constante de remisión a discursos y conceptos que convierte a la totalidad
del texto en parte de una totalidad mayor que nunca está presente: los contextos,
subtextos e intertextos a los que el lector y escritor remiten, recuerdan, evocan cuando
se enfrentan a los textos. Entonces, la lectura no es un proceso definitivo, fijo: siempre
se puede hacer una nueva lectura, en un nuevo orden (como sugiere Rayuela y su guía
de lectura) o desde una parte en específico o con una nueva forma de pensar, una nueva
actitud ante el texto, la lectura que ofrece un nuevo sentido. Cada lectura implica la
aprehensión de nuevos significados y posibilidades de interpretación. Evidentemente,
no se puede delimitar un texto ya que tanto el lector como el escritor están sujetos a las
experiencias de antes o después de tales textos y en ambos casos, están influenciados
por el tiempo y el espacio. Dos personas no pueden leer de una misma forma un texto,
ni una misma persona puede leer dos veces el mismo texto y llegar a las mismas
conclusiones.
En cuanto al significado, dado que la literatura no es ni obvia ni unívoca; la
deconstrucción se convierte en un proceso de lectura interminablemente alegórico, que
siempre está insinuando, sugiriendo, refiriendo conceptos, elementos, símbolos. Al
lenguaje se le reconoce una gran complejidad y riqueza por lo que se aceptan dos tipos
de lectura: una que en cierta forma es literal (lo que el texto dice en esencia) y la
deconstructiva, que remite a las posibilidades combinatorias mismas de los significantes
y significados. La deconstrucción niega la referencialidad del texto y la libre elección
de significados, estableciendo que el acto de lectura genera infinitas diseminaciones.
Así que no hay una lectura “autorizada”. Las lecturas posibles serán así infinitas porque
jamás lectura alguna alcanzará el significado puro de lo que el texto establece, entre
otras razones, porque en buena medida se puede afirmar que el propio autor no está del
todo consciente o controla la totalidad del significado que busca comunicar.
Por último la deconstrucción se aplica a todos los factores que pueden funcionar
como parte de la estructura de un texto (significado trascendental, contexto, contenido,
temática) de manera que no puedan detener el libre juego de la escritura, sino más bien
la posibilidad combinatoria de esos elementos, que reordenados pudieran crear un
nuevo texto, con los mismos elementos del original (por ejemplo, Odisea, Homero,
respecto a Ulises, James Joyce). Con todo ello la deconstrucción va a plantear
básicamente un análisis del signo, proponiendo una subversiva observación del
significante, afirmando que cualquier tipo de texto (literario o no) se presenta no
solamente como un fenómeno de comunicación, sino también de significación. La
deconstrucción realiza un planteamiento ambiguo que se mueve entre la negación-
afirmación de los símbolos manejados en un texto, según la capacidad de interpretación
del lector, la capacidad creativa del escritor y lo que muestra el propio texto: ¿Es
posible interpretar siempre Ulises como una reinterpretación de la mitología griega?
Pues no siempre: es posible interpretar a la obra de Joyce como una alegoría a la
siempre caótica realidad interior del hombre.
Este acercamiento a la deconstrucción bien sirve para entender el ensayo como
una estrategia de interpretación de la realidad. Porque parte de una elaboración del
lenguaje (discurso literario) que analiza y reelabora la realidad en clave discursiva.
Volviendo a Gómez Martínez, se puede advertir cómo la deconstrucción y el ensayo se
comunican:

El ensayo hace del choque de estos dos sistemas axiológicos el tema


de su reflexión. Su objetivo es, por tanto, problematizador,
"deconstruccionista". El mensaje que se codifica en el signo escrito
no es algo hecho como el que pretende el texto depositario —un
tratado, o incluso un artículo "académico" de crítica literaria—, sino
que el mensaje lo es sólo en la medida que lo es en el lector. Es decir,
el ensayista problematiza un concepto (un supuesto axiológico), no
con el propósito de significar en el sentido externo de definir
(concepto depositario), sino con el objetivo de incitar, inspirar a que
el lector, en él y para él, signifique. De este modo, al no tratarse de
un mensaje depositario, tampoco importa el ensayista-autor, sino el
autor implícito: el autor en el lector. (Gómez Martínez, 1999: p.18-
19)
Tanto la teoría del ensayo como de la deconstrucción permiten ver cómo un
texto se construye de acuerdo no sólo a lo que el autor busca sino también a lo que el
lector mismo capta, ese autor implícito también crea un texto implícito, lo que lee y
capta de lo leído. Es posible creer entonces que Rangel haya creado su obra
considerando que el lector va a entender el texto según sus propias reglas y no las del
autor, así, usa la mitología y la historia para poder exponer sus argumentos e
irónicamente, desmitificar la ideología de izquierda usando su propio discurso, porque
precisamente, es el que el lector puede entender.
Teoría semiótica: dentro de esta investigación se usará la teoría semiótica de
Umberto Eco, en dos obras que tratan estos temas: Obra abierta (1992) y La estructura
ausente (1986), donde Eco (1992) define: “La semiótica estudia todos los procesos
culturales como procesos de comunicación; tiende a demostrar que bajo los procesos
culturales hay unos sistemas; la dialéctica entre sistema y proceso nos lleva a afirmar la
dialéctica entre código y mensaje”. Así, considera el signo dentro del contexto
lingüístico, pero en La estructura ausente (1986) considera el efecto del contexto social
y cultural como categorías que también influyen en el significado de los signos: “Cada
vez estoy más convencido de que, para comprender mejor muchos de los problemas que
aún nos preocupan, es necesario volver a analizar los contextos en que determinadas
categorías surgieron por primera vez”. De esta manera, Eco (1986) busca la
institucionalización de un campo del saber dedicado al estudio del significado del signo
en un contexto particular (la semiótica); a través de la construcción de una
argumentación teórica, a partir de la combinación de teorías y conceptos lingüísticos,
filosóficos y antropológicos y sociológicos, históricos y hasta políticos. Eco busca la
comprensión de la obra de arte como un fenómeno sociocultural.
Para Eco (1992) el campo semiótico como “los sistemas de comunicación más
‘naturales’ y ‘espontáneos’ -menos ‘culturales’-, hasta los procesos culturales más
complejos” (p.12). Luego determina a aquello que denomina como los umbrales de la
semiótica. El umbral inferior, se refiere a todas aquellos áreas del conocimiento que
decididamente no se constituyen a partir de la noción de sentido. Y menciona: los
estudios neuro-fisiológicos sobre fenómenos sensoriales, las investigaciones
cibernéticas aplicadas a los organismos vivientes, las investigaciones genéticas -en las
que también se utilizan los términos “código” y “mensaje”-. Y la razón es simple: se
encuentran en el universo del pasaje de señales. El umbral superior, está representado
por “aquellos en los que entran en juego agentes humanos que se ponen en contacto
sirviéndose de convenciones sociales”.
Eco sostiene que toda cultura se ha de estudiar como un fenómeno de comunicación (o
en su aspecto más radical “la cultura ‘es’ comunicación”). Y que todos los aspectos de
la cultura pueden ser estudiados como contenidos de la comunicación (o cualquier
aspecto de la cultura puede convertirse en una unidad de sentido). Concluye que ambas
hipótesis se sostienen mutuamente en forma dialéctica: 

En la cultura cada entidad puede convertirse en fenómeno semiótico.


Las leyes de la comunicación son las leyes de la cultura. La cultura
puede ser enteramente estudiada bajo un punto de vista semiótico. La
semiótica es una disciplina que puede y debe ocuparse de toda la
cultura. (Eco, 1992: p.65)

Para Eco, todo acto de comunicación es un acto de cultura, que no sólo refleja
una categoría estética; sino también una categoría filosófica; así que se pueden
establecer categorías de análisis que permiten extraer características estéticas, literarias,
filosóficas, históricas y lingüísticas que permiten el análisis de prácticamente toda
estructura comunicativa o discurso, incluyendo la literatura y lo que atañe a esta
investigación, el ensayo.

También podría gustarte