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El populismo en la política brasileña.

Weffort

El populismo solo puede ser comprendido dentro del contexto del proceso de crisis política y
desarrollo económico que inaugura la revolución de 1930. Expresa el período de crisis tanto de la
oligarquía como del liberalismo, siempre muy ligados en la historia de Brasil. Tmb expresa la
democratización del Estado que debió apoyarse en algún tipo de autoritarismo, sea el institucional
de Vargas (37-45) o el paternalista/carismático de los líderes de masa de la democracia de
posguerra (45-64). Expresa sobre todo la emergencia de las clases populares en el seno del
desarrollo urbano e industrial y la necesidad de algunos de los nuevos grupos dominantes de
incorporar a las masas al juego político.

El populismo tiene aspectos contradictorios. Del 45 al 64 muchos líderes (3 presidentes y algunos


gobernadores de estado) buscan asegurarse la adhesión popular en los centros urbanizados. Es
difícil encontrar un significado fundamental común, más allá del interés de todos en conquistar los
votos populares y manipularlos. Pero no se puede caracterizar un estilo de régimen solo como
manipulación. La manipulación nunca fue absoluta.

El populismo fue una forma determinante de manipulación de las clases populares, pero al mismo
tiempo represento un medio de expresión de sus inquietudes. Es una forma de organización del
poder para los grupos dominantes y la principal forma de expresión política del ascenso popular,
es un mecanismo mediante el cual los grupos dominantes ejercían su dominación y un medio de
amenazar potencialmente esa dominación.

La crisis de la oligarquía y las nuevas clases

La rev de 1930 es el punto de inflexión entre dos épocas. Abre la crisis del sistema oligárquico.
Decadencia de los grupos oligárquicos en tanto factor de poder. Fueron obligados a abandonar las
funciones políticas que habían cumplido hasta 1930 de manera casi exclusiva, para pasar a
subsistir entre sombras, hasta 1945, cuando obtienen una representación privilegiada en el
Congreso.

Se ve desde el 30 una tendencia a la ampliación institucional de las bases sociales del Estado.
Participación de las clases medias y de la burguesía industrial en el proceso que condujo a la crisis
del régimen oligárquico. La participación política de las clases populares tiene mucho que ver con
la incapacidad de las clases medias y sectores industriales de reemplazar a la oligarquía en las
funciones del estado.

Aunque los sectores industriales fueron los mayores beneficiarios de los cambios políticos de la
crisis, no tuvieron un rol importante en los acontecimientos que condujeron a ella. Los que sí
participaron de la Alianza Liberal contra el régimen oligarca fueron algunos grupos urbanos de
clase media y algunos agrarios que conservaban una posición divergente en el interior del sistema
oligárquico.

La política económica del gobierno revolucionario estimuló el desarrollo industrial, pero no tanto a
propósito sino como consecuencia de los efectos de la gran crisis del 29. La crisis de la economía
agraria es un reflejo de la disminución de los estímulos del mercado externo y la política del
gobierno consistió principalmente en transferir hacia el conjunto del país las pérdidas del café.
Esto permitió defender el nivel de empleo y la demanda interna en un momento que se reducía la
capacidad para importar. También creó condiciones favorables para las inversiones en el mercado
interno, principalmente en la industria.

Esto explica la falta de participación del sector industrial: el desarrollo industrial siempre jugó un
rol secundario, complementario a las actividades del sector externo de la economía. Explica
también más tarde su incapacidad para asumir responsabilidades políticas en el nuevo régimen.

De las clases medias (funcionarios públicos, militares y profesionales liberales) surgen los líderes
más radicales. Representan la parte más influyente de la opinión pública. La revolución aparece
como el punto culminante de su presión por el sufragio y la moralización de las costumbres
políticas. Pero no supieron efectuar un nuevo régimen coherente con sus aspiraciones liberal-
democráticas. Estos grupos no llegaron a formular una ideología propia sino que reivindicaban la
constitución liberal de 1891 que formaba parte del horizonte ideológico de la oligarquía.

Tenentismo: movimientos dirigidos por los jóvenes militares que se constituyeron en los líderes
más representativos de las clases medias. Durante su período de aislamiento político, no se
mostraron capaces de construir alianzas con las masas populares y eran más románticos que
revolucionarios efectivos. En el 30, los líderes más importantes del tenentismo, salvo Prestes, se
asocian con algunos de sus antiguos enemigos para promover la caída del poder oligárquico. Ellos
marcan los primeros años de gobierno revolucionario por su posición antioligarca, pero no
encontraron los medios de llegar al poder.

Su idea era hacer la revolución antes que la hiciera el pueblo; consiguió conquistar la simpatía de
las masas populares urbanas pero no se interesó por su participación activa, y buscaba prevenir un
posible movimiento popular.

La participación de las clases populares en el juego política se hace de arriba hacia abajo. Para las
masas, la legislación laboral representa la primera forma en que se expresa su ciudadanía así como
sus derechos de participación en asuntos del estado. Su ausencia en el proceso revolucionario no
significa una indiferencia en relación a los acontecimientos: la Alianza Liberal conquistó
ampliamente las simpatías populares. Están presentes para ambas facciones en cuanto presión
permanente sobre el statu quo oligárquico, como amenaza.

Estado y clases populares

En las últimas elecciones del régimen revolucionario (1934) se duplicaron los electores inscriptos
respecto de las del año anterior, y ya para 1950 llegan al 22%. Si bien no es toda la población
adulta, y siguen excluidos para entonces los analfabetos (implicando la no participación de la
mayoría de la población rural) hay que subrayar las transformaciones que este crecimiento
provoca en el proceso electoral. Las formas de adquisición del poder están cada vez mas
impregnadas de la presencia popular. Pero tanto durante la dictadura de Vargas como durante la
etapa democrática (o sea hasta el 64), su participación se produjo siempre bajo la tutela de
algunos grupos dominantes, nunca fue autónoma.

El nuevo gobierno tuvo que pasar por un largo período de inestabilidad hasta 1937, cuando se
establece la dictadura. Las mayores dificultades fueron en la base del antiguo sistema, Sao Paulo,
que en 1932 se levantó contra el nuevo régimen. También hubo conflictos con los sectores de la
clase media radical que se agruparon en la Alianza nacional Libertadora bajo la dirección de
Prestes y por el otro lado, el integralismo, un movimiento fascistoide. La estabilidad del nuevo
régimen se logra cuando derrotan estos dos movimientos. La ANL la derrota en 1935 y esto le
permite a Vargas consolidarse como jefe de gobierno apoyándose en las fuerzas anticomunistas.
En los años siguientes a 1937 derrota al integralismo que, al no poder participar en el gobierno,
intenta un putsch.

Pero las derrotas de la oligarquía de Sao Paulo entre 1930 y 1932 no cambiaron el hecho de que la
exportación del café continuaba siendo el elemento central de la economía. Las oligarquías del
nuevo régimen eran muy marginales como para reorientar la economía hacia sus intereses y los
tenentes perdieron rápidamente las posiciones de influencia obtenidas en las primeras etapas del
movimiento revolucionario que les habían dado un control casi absoluto sobre el norte/noreste.

Ninguno de los grupos participantes (clases medias, agrarios cafeteros y agrarios para consumo
interno) ha asegurado una hegemonía política, y ninguno está en condiciones de presentar sus
propios intereses como expresión de los intereses generales de la nación: las clases medias son
dependientes, el café estaba profundamente afectado por la gran crisis y los otros porque no
exportan.

En esas condiciones se forman algunas características que devienen en populismo: la


personalización del poder, la imagen de la soberanía del Estado sobre el conjunto de la sociedad y
la necesidad de la participación de las masas populares urbanas. La nueva estructura política ya no
constituye la expresión inmediata de la jerarquía social y económica, de los intereses de una sola
clase, sino que el jefe de Estado asume la posición de árbitro y ahí encuentra una de las fuentes de
su fuerza personal. Esta persona tiende a confundirse con el Estado mismo. Pero la inestabilidad
de los primeros años revelaba la precariedad de ese equilibrio. La dictadura sirvió para consolidar
el poder personal de Vargas e imponer la soberanía del Estado a las fuerzas sociales. Esta
autonomía y su legitimidad dependían enteramente de las masas populares urbanas. Tiende
entonces a optar por las soluciones que despierten menor resistencia o mayor apoyo popular
(habla de todos los gobiernos del 30-64).

Vargas responde a todas las presiones sin someterse de manera exclusiva y duradera a los
intereses inmediatos de ninguno de ellos. (La hegemonía social y política de las oligarquías no fue
afectada realmente en el ámbito local y regional.) Se trata de un Estado burgués, aunque no de
una democracia burguesa en sentido europeo. Podemos hablar de un Estado de Compromiso que
es a su vez un Estado de Masas, expresión de la prolongada crisis agraria, de la dependencia social
de los grupos de clase media, la social y económica de la burguesía industrial y de la creciente
presión popular.

Una de las fuentes de la capacidad manipulativa de los grupos dominantes se encuentra en su


propia debilidad como clase, en sus divisiones internas. Los límites del populismo son la necesidad
de un líder capaz de arbitrar entre los grupos dominantes, el nivel de compromiso que se pueda
lograr, y la limitación ejercida por la presión de las masas populares.

Presión popular y ciudadanía

El Estado no “inventó” una nueva fuerza social únicamente para responder a las necesidades de su
juego interno.

No se pueden aplicar a las relaciones entre clases en Latinoamérica esquemas interpretativos


europeos. La heterogeneidad que se presenta dentro de las clases dominantes es especialmente
notoria entre las proletarias o asimilables al proletariado. Existen entre los sectores diferencias
marcadas en relación a las condiciones de vida, las relaciones de trabajo y la situación ecológica.
Además, ninguno de estos sectores es homogéneo para adentro, salvo los obreros industriales,
quizás. Se puede diferenciar, dentro de este vasto conjunto, el sector urbano de las masas
populares, vinculado con la economía urbana y su presencia política, pero tampoco se puede
trazar una relación directa entre su comportamiento político y un comportamiento de clase.

Las relaciones políticas que las clases populares urbanas mantuvieron con el Estado y con otras
clases fueron relaciones individuales de clase, que encubrían su contenido de clase. Convendría
estudiar el populismo en el nivel de las relaciones individuales.

Vargas otorga a los sectores urbanos una legislación que se consolida en el 43. La restricción de la
legislación laboral a las ciudades tiene la ventaja de satisfacer a las masas urbanas sin interferir
con los intereses terratenientes. Una vez establecida, su reglamentación pasa a ser una función
permanente del Estado, lo cual representa una transferencia al Estado del prestigio que las masas
habían conferido a Vargas. Esto es un elemento central del populismo; el líder siempre es alguien
que ya tiene el control de una función pública, capaz de “donar” algún derecho, aumento,
esperanza, etc. Pero una vez establecido como derecho, la relación de “donación” desaparece, y
pasa a ser un “derecho” del hombre libre en las rel de trabajo. A pesar de la asimetría de toda
relación paternalista, se reconoce la ciudadanía y la igualdad de las masas.

La manipulación populista es una relación ambigua. Desde el punto de vista político es tanto una
relación de identidad de individuos como una relación entre la institución del Estado y ciertas
clases sociales. Desde el punto de vista social, la legislación laboral es tanto un mecanismo
regulador de las relaciones entre ciudadanos como de las relaciones entre clases.

En el populismo las relaciones entre clases se manifiestan como relaciones entre individuos. De ahí
que al político no le interesa ofrecer a las clases populares la oportunidad de organizarse, a menos
que pueda controlarlo, como en el sindicalismo semicorporativo de la dictadura. La organización
habría ocasionado la posibilidad de ruptura en la relación de identidad entre líder y masas.
Ya en la dictadura se ve un fuerte proceso de urbanización e industrialización. La ciudad de Sao
Paulo es primera base del populismo varguista y cuatriplica su población entre el 40 y el 50, por
ejemplo. El ingreso de los migrantes internos en la vida urbana los convierte en ciudadanos
sociales y políticamente activos y disuelve los vínculos tradicionales de lealtad y sometimiento a
los potentados rurales. Estas nuevas masas presionan para lograr su propio ascenso social.

Esta incorporación de las masas populares a la vida urbana no significa la atomización de las clases
obreras o el debilitamiento de sus antiguos lazos de solidaridad. En Brasil, conlleva la posibilidad
de participación política, donde antes no había ninguna.

Triple presión por parte de las masas de migrantes internos: para acceder a empleos urbanos, para
ampliar las posibilidades de consumo y para tener una participación política. Son todas formas
individuales de presión. Límite a la idea de manipulación: ella supone al menos una satisfacción
relativa de los verdaderos intereses de las clases populares.

La manipulación de las masas entró en crisis, porque abrió la vía a una verdadera movilización
política popular, justo cuando la economía urbano-industrial agotaba su capacidad de absorción
de nuevos migrantes y cuando se restringían los márgenes de la redistribución económica. Se
empieza a hacer popular la temática de las reformas estructurales.

El Estado en crisis

La democracia tuvo como sustento el mismo compromiso social vigente antes de 1945: legitimidad
basada en las masas urbanas y sus jefes, los líderes populistas. Amarga perplejidad de ciertos
grupos de la clase media ante esto (sobre todo grupos de la Unión Democrática Nacional).

Terminada la dictadura termina el monopolio de Vargas sobre la manipulación de la opinión


popular, pero hasta su muerte en el 54 sigue siendo el gran jefe del populismo al cual todos los
demás líderes estuvieron vinculados, salvo Quadros.

En los primeros años reaparece Luis Carlos Prestes, ahora como líder del Partido Comunista, pero
aunque llegó a ser uno de los grandes partidos de Brasil, fue declarado ilegal en 1947 y perdió
mucha influencia sobre las masas.

Se ve la continuidad del mismo esquema de poder en que el sistema de partidos se basaba sobre
dos grupos creados por Vargas al término de la dictadura. El PSD (partido social democrático)
debía y lograba expresar los sectores conservadores vinculados a la actividad agraria, mientras que
el PTB (partido trabalhista brasileiro) fue menos eficaz en sus objetivos de movilización popular y
funcionó sobre todo como un aparato personal de su fundador. El tercer gran partido fue la UDN,
formada durante la campaña para derrocar la dictadura, apoyado principalmente en grupos
urbanos de clase media, oposición al PSD-PTB y al populismo en general, y caracterizado como
partido de derecha.

En esta etapa el compromiso entre clases entra en crisis. La derecha amenaza con golpes de
Estado. En 1954 hay una crisis que lleva a Vargas a suicidarse. En los últimos años del período
democrático crece la presión popular sobre la estructura de las instituciones. Las características
generales de las estructuras sociales y económicas permanecían fundamentalmente iguales. El
proceso de industrialización no logró resolver las limitaciones impuestas por el sector
agroexportador y tendió a debilitarse. El desarrollo industrial pasó a depender cada vez más de los
capitales extranjeros sin que se constituya un grupo de clase capaz de formular una política
independiente de esos intereses.

Emergencia de un movimiento popular de nuevo estilo: huelgas frecuentes, creciente


nacionalismo, movilización de la opinión pública sobre el tema de las reformas estructurales
(particularmente la agraria), extensión de los derechos sociales a trabajadores del campo,
sindicalización campesina o “ligas campesinas”. Aunque emergió dentro del marco institucional y
conservó relaciones de dependencia con la política populista de Goulart, planteaba problemas
cuyas soluciones requerían cambios de base.

El rebasamiento de los límites urbanos de la manipulación de masas significaba que se había


iniciado el desplazamiento de uno de los elementos básicos de la estructura de poder: la gran
propiedad. Ninguno de los grupos dominantes era capaz de apoyar una política de reforma. Las
masas populares se perfilaron como la gran fuerza social capaz de proporcionar las bases a esa
política y al Estado mismo.

Mientras que antes los gobernantes solo debían tomar el camino de menor resistencia popular,
ahora era el Estado el que tenía la responsabilidad de resolver los intereses en juego. Era
necesario que el Estado probara su soberanía frente a los grupos dominantes. Las masas ya no
servían como fuente de legitimidad del Estado porque el contexto ya no era de una alianza
policlasista que las privaba de autonomía.

Buscando seguir el camino de las reformas estructurales, Goulart provocó la crisis del régimen. La
movilización popular tendía a sobrepasar los límites institucionales vigentes, el gran compromiso
social sobre el que se apoyaba el régimen se vio condenado por todas las fuerzas sociales que lo
componían, temerosas de la presión popular. El régimen se encontraba condenado por la
fragilidad del populismo, incapaz de mantener el equilibrio entre estas fuerzas y de ejercer un
control efectivo sobre el proceso de ascenso de las masas.

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