El cerdo llegó a la península ibérica en la época de los fenicios en el año 1100 a.C en Gádir, la actual Cádiz, siendo este el lugar donde nació el jamón, pero durante el Imperio Romano la presencia de este producto es mucho más notable. Teniendo el jamón sus orígenes en tiempos del Imperio Romano, interesante es destacar que en las ruinas de Tarraco (Tarragona) se halló un jamón fosilizado al que los expertos han datado una antigüedad de… ¡2.000 años!. Se sabe que el jamón nació de una necesidad elemental: como método para conservar la carne. Y es que los cerdos se mataban en otoño/invierno y, al no existir otro modo de conservación, las gentes de la antigüedad cayeron en la cuenta de las propiedades de la sal. Se dieron cuenta de que, si salaban los productos de la matanza del cerdo, estos se conservaban durante mucho tiempo. De este modo podían alimentarse durante todo el año. Después de esto y, durante siglos, el jamón ibérico fue alimento sencillo y modesto de consumo doméstico, carne de mercado de abasto. Fue ya en el siglo XX cuando el producto pasa a codearse con los manjares más reputados del mundo, a entrar por la puerta grande en las cocinas más selectas, a sentarse en las mesas más elegantes y a dejarse escribir en forma de preparaciones culinarias en los recetarios de referencia. Sin embargo todo podría haber sido muy distinto a raíz de la llamada Crisis del Cerdo Ibérico acaecida en la primera mitad del pasado siglo (el público demandaba carnes más tiernas y con menos grasa). Entonces, se pensó en hacer del cerdo ibérico un animal similar al cerdo británico, alimentado con pasto barato. Afortunadamente esto no ocurrió y la carne de cerdo, presentada de una forma diferente a la de fresco, pasó a ser definitivamente aceptada por el público y los mercados. Hoy la situación es la contraria, el jamón ibérico goza de muy buena salud, los fabricantes se esfuerzan en mantener la calidad y los principios de elaboración tradicionales, al tiempo que las fronteras de países, distantes geográfica y culturalmente, se abren a la exportación de un jamón ibérico de calidad.
El jamón ibérico en la actualidad
Actualmente existe una gran industria centrada en la elaboración de jamones ibéricos, ya que se ha ido convirtiendo en uno de los embutidos más valorados por los consumidores, especialmente en nuestro país. Se pueden diferenciar dos tipos de industrias de jamón:
– Las grandes factorías: aquellas que
se dedican a la producción de un producto obtenido de cerdos procedentes de granjas, con un periodo de curación más corto. Este tipo de embutidos son los que encontramos en los supermercados de barrio.
– Las pequeñas industrias artesanas: aquellas
donde su producción es más de carácter artesanal. Estas empresas obtienen su materia prima de cerdos que son criados en las dehesas llevando una alimentación más natural. Normalmente son alimentados con bellotas y su estilo de vida es seguido de cerca por sus criadores. Son un tipo de jamones que necesitan muchos más cuidados que los normales, ya que su tiempo de curación es más largo, obteniendo una mayor calidad del producto.
Con el paso del tiempo el jamón ibérico de bellota se ha ido convirtiendo en un
manjar que ha ido conquistando otros países hasta convertirse en un mito y no solo eso, sino que también se ha convertido en un alimento diferenciador de la gastronomía española.
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