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Revista de Libros   No. 12  l  Agosto 2007

Árboles cerrados
A propósito de Bonsai

PPoorr A
Alleejjaannddrroo ZZaam
mbbrraa

La historia de Bonsái es la historia larga de un libro corto:


Hace nueve años, una mañana de 1998, encontré, en el
diario, la fotografía de un árbol cubierto por una tela
transparente. La imagen pertenecía a la serie “Wrapped
Trees”, de Christo & Jeanne Claude, dos artistas que,
según decía la nota, recorrían el mundo envolviendo
paisajes y monumentos nacionales. Recuerdo que escribí,
por esos días, un poema no muy bueno que hablaba de
árboles cerrados, encerrados. Y luego di con los bonsáis,
tan parecidos, en un sentido, a los árboles de Christo &
Jeanne Claude, aunque abreviados, a la fuerza, por el
capricho de la poda.

Escribir es como cuidar un bonsái, pensé entonces,


pienso ahora: escribir es podar el ramaje hasta hacer
visible una forma que ya estaba allí, agazapada; escribir
es alambrar el lenguaje para que las palabras digan, por
una vez, lo que queremos decir; escribir es leer un texto
no escrito, tal como observa Marcelo Pellegrini en un
poema que en ese tiempo constituía, para mí, una
inquietante música de fondo: “Para leer lo que quiero
leer/ Tendría que escribirlo/ Pero no sé escribirlo/ Nadie
sabe escribirlo”.
Foto: Alexandra Edwards

Quería escribir –quería leer– un libro que se llamara


Alejandro Zambra / archivo Bonsái, pero no sabía cómo: tenía sólo el título y un
puñado de poemas que crecía y decrecía con el paso de
LLiibbrrooss:: los meses. De esa época es “El alambrado”, uno de los
La vida privada de los árboles (2007) Anagrama pocos textos que conservo, y que transcribo ahora, en
Reseñas: calidad de homenaje a esas horas perdidas: “En todo
Por J. A. Masoliver Ródenas (La Vanguardia) caso el árbol continúa/ Su absurdo crecimiento en los
Bonsai (2006) Anagrama alambres/ Incluso si su forma se detiene/ Un árbol es un
Reseñas: golpe de raíces/ Que rompen la costuras del bolsillo/
Por Arturo García Ramos (Abc) Incluso si sus ramas se detienen/ Y hacen la figura
Por Jaime Pinos (lanzallamas.com) sospechosa/ Del tiempo acomodado en su maceta/ El
Por Bluelephant árbol continúa en los alambres/ Creciendo como un árbol
crecería”.
T
Teexxttooss eenn iinntteerrnneett::
Fragmento de Bonsai (losnoveles.net) La controvertida belleza de los bonsáis me remitía a una
escena o a una historia que no deseaba contar sino
EEnnttrreevviissttaass:: solamente evocar: la historia de un hombre que en vez
Con Silvina Friera (Página 12) de escribir –de vivir– prefería quedarse en casa
Con Álvaro Matus (El Mercurio) observando el crecimiento de un árbol. Ese hombre no
Con Paz Arrese (revista Qué Pasa)

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Con María Teresa Cárdenas (El Mercurio) era yo, desde luego, sino un borroso personaje al que
contemplaba desde una cierta distancia. En la primavera
del año 2001, sin embargo, esa distancia tendió a
desaparecer, pues dos amigos me regalaron un pequeño
olmo (“para que escribas tu libro”, me dijeron), de
manera que me vi, de pronto, convertido en el personaje
de una historia que aún no había escrito. Cuidé el bonsái
lo mejor que pude: conseguí manuales, consulté a
expertos, e incluso, en un arranque de paternidad
responsable, me suscribí a la revista española Bonsái
actual. Poco después partí a Madrid, por un año. A mi
regreso el olmo se había secado por completo.

No recuerdo con precisión el momento en que Bonsái


comenzó a ser (o a parecer) una novela. Desconfiaba de
la ficción; desconfiaba, en especial, de que fuera capaz
de contar una historia, de que hubiera, para mí, una
historia que contar. No quería escribir una novela, sino un
resumen de novela. Un bonsái de novela. Borges
aconsejaba escribir como si se redactara el resumen de
un texto ya escrito. Eso hice, eso intenté hacer: resumir
las escenas secundarias de un libro inexistente. En lugar
de sumar, restaba: completaba diez líneas y borraba
ocho; escribía diez páginas y borraba nueve. Operando
por sustracción, sumando poco o nada, di con la forma
de Bonsái.

Escribí la novela, finalmente, durante los primeros meses


del año 2005. Antes de publicarla la leí y me gustó,
aunque ya no era ese el libro que quería leer. Poco
después comencé La vida privada de los árboles, una
novela que, en más de un sentido, es el reverso del
Bonsái. Pero esa es otra historia, creo. Walter Benjamin
decía que el arte de contar historias es el arte de saber
seguir contándolas. No sé si entiendo bien la frase, pero
me parece oportuna para cerrar estas líneas. Otra vez: el
arte de contar historias es el arte de saber seguir
contándolas.

(Bonsái, Anagrama, 2006)

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