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Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—.

Nadie llega al Padre


sino por mí.
(Juan 14:6)

Cómo puede ser esto posible? La realidad es que tan pronto Adán y Eva escogieron
pecar desobedeciendo a Dios, él comenzó a trazar el plan para nuestro perdón. Dios
no nos quiso dejar separados de él. ¡Todo lo contrario! Él tomó la iniciativa. Decidió
venir encarnado como un ser humano, Jesús, para morir en la cruz como el sacrificio
perfecto y así darnos la oportunidad de vivir con él por la eternidad.
Por esto, Jesús pudo declarar ser el único camino para llegar a Dios. También, es a
través de Jesús que podemos conocer la verdad y recibir la vida eterna. Veamos por
qué Jesús dijo esas palabras y descubramos su importancia para nosotros hoy.
Jesús, el camino a Dios
Lo primero que Jesús dice es «Yo soy el camino». ¿El camino a donde? El camino al
Padre, al hogar del Padre. En realidad no es difícil de entender: un hijo sabe dónde
vive su padre. Jesús estaba en la tierra, pero antes había estado al lado del Padre en
el hogar celestial y sabía cómo regresar allá. Por eso él es el camino, él nos conduce
hasta Dios Padre por medio de su muerte y su resurrección.
Pero es más que esto. Jesús estaba animando a sus discípulos a cambiar la mirada
de lo temporal a lo eterno. Nosotros recibimos el mismo reto. Nuestra morada aquí en
la tierra es por un período de años y terminará. Pero podemos tener la morada eterna
en la casa del Padre y debemos decidir mientras estamos vivos si queremos pasar la
eternidad con él o no.
Jesús es la provisión de Dios para que moremos con él por la eternidad. Solo Jesús
estuvo dispuesto a morir por nuestros pecados. Él había declarado: «El Padre y yo
somos uno» (Juan 10:30). Solo en Jesús - Dios hecho humano - obtenemos el perdón
que necesitamos y la paz con Dios. Por nosotros mismos o por nuestros propios
esfuerzos nunca seríamos capaces de obtener la salvación y la vida eterna. Dios
mismo nos abrió el camino a través de Jesús.
Jesús, la verdad que nos libera
En Jesucristo está revelada la verdad sobre cómo es Dios Padre. Al leer los
evangelios nos damos cuenta del amor tan grande de Dios para la humanidad, cuánto
le interesa nuestro bienestar físico (nuestra salud, por ejemplo) y sobre todo, nuestro
bienestar espiritual. El ministerio de Jesús consistió en sanar enfermos, liberar
endemoniados, resucitar muertos, consolar a los afligidos... Y todas esas acciones
revelan claramente la verdad sobre el corazón de Dios y su gran amor por nosotros.
Dios nos ama muchísimo y saber eso debe llenar nuestros corazones de gozo y
gratitud. El sabernos amados de una forma tan real y completa nos libera. Nos hace
libres para vivir la vida que Dios desea que vivamos dejándole guiarnos. Aceptamos
los retos diarios porque sabemos que Dios nunca nos dejará solos. Contamos con su
ayuda y podemos tener la confianza de su fidelidad y presencia en medio de cualquier
situación.
Jesús, la vida
En Jesús encontramos la verdadera vida, una con propósitos claros tanto para
nuestros años sobre la tierra como para la eternidad. El diablo intenta quitarnos la paz,
la salud, la certeza de que nuestra vida cuenta para algo. Su deseo es mantenernos
desanimados y separados de Dios. Le damos permiso para hacerlo cada vez que
pecamos y elegimos rechazar a Dios.
Sin embargo, Jesús vino a la tierra para que podamos tener la vida abundante que
Dios desea para nosotros.
Con su vida Jesús nos mostró cómo vivir, qué prioridades tener, cómo actuar. Con su
muerte y su resurrección, Jesús venció el poder de la muerte. Gracias a él tenemos
acceso a la vida que el Padre había deseado para nosotros desde el principio: una
vida en amistad con Dios, disfrutando de su presencia por siempre.
Cuando le pedimos a Jesús que sea nuestro Señor y Salvador, abrimos la puerta a
esa vida abundante que Dios nos quiere dar. Su Espíritu Santo nos llena con su fruto y
nos capacita para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios para nosotros. En Cristo
vivimos con esperanza; está en nosotros escoger si aceptaremos vivir cada día con él,
por la eternidad,

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