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Las obligaciones naturales, jurídicamente, son aquellas que crean un vínculo cuasi moral o
cuasi legal, pues oscila en un plano intermedio entre ambos órdenes. Se generan entre
acreedor y deudor, y no le permite al primero recurrir a los órganos judiciales si el deudor
no cumple lo pactado.
Obligación cuyo incumplimiento no está sancionado jurídicamente, sino que solo obliga en
conciencia; su ejecución espontánea equivale al pago y no es susceptible de repetición.
Obligaciones naturales son las que, fundadas sólo en el derecho natural y en la equidad,
no confieren acción para exigir su cumplimiento, pero que, cumplidas por el deudor,
autorizan para retener lo que se ha dado por razón de ellas.
Se trata de obligaciones anormales, pues no parece jurídico hablar de obligación o de
derecho sin acción para obligar al deudor a cumplir. Pues precisamente lo que define la
obligación desde el punto de vista jurídico es la posibilidad del acreedor de compulsar al
deudor a darle cumplimiento o, en su defecto, a pagar la indemnización correspondiente.
Pero no están desprovistas de toda protección jurídica, ya que si el deudor ha pagado
voluntariamente (única vía concebible desde que el acreedor no puede compulsarlo) el
acreedor tiene derecho a retener lo pagado.
Su diferencia con las obligaciones civiles o perfectas radica precisamente en que estas
confieren al acreedor una acción para obligar al deudor a cumplir.
Antecedentes históricos. La noción de obligación natural remonta al derecho romano. Fue
una elaboración de los pretores que,
Apoyados en la equidad, mitigaron el rigor formalista casos, impedía el nacimiento de
obligaciones civiles, pese a encontrarse reunidos su elemento esencial. Apelando al jus
natural -quod natura
omnia animalia docuit-, los pretores admitieron la eficacia, aunque restringida, de ciertas
obligaciones no reconocidas por el derecho quiritario, tales como las contraídas por
esclavos; las provenientes de contratos celebrados por el pater familiae e individuos
sujetos a su potestad, o por estos entre si; las constituidas por personas afectadas por una
capitis diminutio; las relativas a intereses no pactados; las contraídas por un impúber sin la
auctoritas de su tutor, y con mayor razón por un menor de 25 años comprometido sin el
consensus de su curador; en fin, la obligación del hijo de familia que contrataba un
préstamo en dinero, infringiendo el senado-consulto macedoniano que se lo prohibía.
Es de notar que los romanos no pasaron del casuismo expresado, sin llegar a elaborar el
principio general de la obligación de equidad, lo cual será el aporte de los canonistas y
especialmente el fruto del
Pensamiento de Pothier, que reconoce la equidad como fuente de obligaciones naturales,
en toda situación.
El caso más importante es el que surge del artículo 814, que leva a considerar válido el
pago efectuado en virtud de un deber moral, aunque hubiese mediado error por parte de
quien efectuó la prestación, y haya realizado el pago creyendo estar civilmente obligado.
En cambio, aunque a veces se las menciona, son mucho más discutibles las hipótesis
correspondientes al pago de deudas de juego, apuesto o loterías prohibidas por el Estado
y de los créditos correspondientes a corretajes matrimoniales. La mayor parte de la
doctrina se inclina a creer que en tal caso el fundamento de la irrepetibilidad reside en la
ilicitud misma del acto
Teoría clásica
En el plano doctrinal la doctrina clásica enunciada en su forma más completa por Savigni
ve la esencia del vínculo en la conducta o en los actos del deudor, es la sustracción de
determinados actos a su esfera de libertad y en el sometimiento de los mismos a la
voluntad del acreedor, las relaciones jurídicas pueden caer sobre cosas o sobre personas,
en el caso de la obligación a determinados actos.(19) Brinz impugnó la teoría clásica al
determinar que extraer de la persona del deudor sus actos y considerarlos como cosa u
objeto del señorío del acreedor es erróneo.
Cabe hacer la precisión que la causa final y la causa ocasional o impulsiva se distinguen en
razón de que la primera siempre es la misma y que la segunda no es estática, puesto que
ésta varía de sujeto a sujeto.
Por su parte, Rojina Villegas refiere que es de vital relevancia distinguir entre estas tres, y
que es la causa final a la que de forma genérica se debe referir como causa, en razón de
que la teoría francesa la considera elemento esencial y de validez en los contratos; a la
impulsiva la señala como el factor determinante de la voluntad, y sin mayor
abundamiento menciona a la eficiente. Desconociendo a estas últimas como elementos
constitutivos del contrato
Rojina Villegas distingue a la causa impulsiva por ser ésta un elemento externo al contrato
y la señala como un fin concreto, mismo que depende de los motivos personales de las
partes, y que éstos pueden variar de forma infinita; destacando que al pertenecer al fuero
interno el derecho no lo puede tomar en consideración.
CAUSA EFICIENTE
Rojina Villegas en atención a la causa eficiente, sólo la señala como fuente de la
obligación, la cual no es elemento constitutivo del contrato, sino más bien el contrato
mismo.
Tapia Ramirez Señala a la causa eficiente o genética como elemento que permite
investigar el origen del acto, precisando la relevancia de la fuente de la obligación, así
como los derechos y las consecuencias del mismo.
Por su parte, Luis Muñoz señala que: “La definición de la causa es de índole sutil, por lo
que surge la dificultad en conseguir una explicación concreta”. Además sostiene que son
dos características de ella las que importan, la impulsiva y la determinante o final, en
relación con la primera nos dice que está constituida por los motivos remotos, extraños al
derecho, los cuales forman el desarrollo sicológico que da origen a la voluntad, misma que
determina la producción de consecuencias jurídicas. En relación con la segunda postura,
precisa que a ella la componen los motivos cercanos, que son los que le dan vida objetiva
al negocio jurídico concreto. Por otra parte, Paredes Sánchez sin referir al significado de
estas dos categorías sólo las menciona como relevantes para el derecho.19 Es por ello que
de todo lo anterior podemos sintetizar que según lo expuesto por los doctrinarios en
comento, las tres categorías transcritas son aplicables a los actos, negocios y obligaciones
en general, y la causa final es la que se considera de mayor relevancia