Está en la página 1de 137

I.

IDENTIFICACION DE LA ASIGNATURA
Nombre: Pentecostalismo Contemporáneo
Código: TH-305
II. OBJETIVOS
Analizar el desarrollo histórico que ha tenido el Pentecostalismo
Investigar el impacto social del pentecostalismo contemporáneo
Evaluar los elementos que intervienen en el avivamiento pentecostal
contemporáneo.

III. PROGRAMA SINTETICO

1. EL AVIVAMIENTO, DOCTRINA E HISTORIA


2. IMPACTO SOCIAL DEL AVIVAMIENTO
3. AVIVANOS DE NUEVO

IV. METODOLOGIA DE ENSEÑANZA-APRENDIZAJE

Estudios de casos, debates, solución de problemas, exposiciones, talleres.

V. EVALUACION

Debates, investigaciones, análisis de documentos, ensayos, guías de trabajo,


evaluaciones objetivas.

VI. BIBLIOGRAFIA

Ropero, A. (1999). Teología Bíblica del Avivamiento Avivanos de Nuevo. España: Clie
INDICE

1. EL AVIVAMIENTO, DOCTRINA E HISTORIA ................................................................... 1


1.1. Raíces del cristianismo evangélico.......................................................................... 1
1.2. Clarificación de términos ........................................................................................ 5
1.3. Avivamiento en la Iglesia ...................................................................................... 10
1.4. Avivamiento en el mundo ..................................................................................... 16
1.5. La parte de Dios .................................................................................................... 19
1.6. La parte del hombre.............................................................................................. 21
1.7. La importancia del medio ..................................................................................... 24
1.8. Avivamientos en la historia de Israel .................................................................... 27
1.9. Pentecostés, ¿el primer avivamiento de la era cristiana? .................................... 28
1.10. Avivamiento y fidelidad ........................................................................................ 32
1.11. Avivamiento versus apostasía .............................................................................. 36
1.12. Avivamientos en la historia del cristianismo ........................................................ 41
1.13. Tiempos y circunstancias ...................................................................................... 44
1.14. La Renovación Carismática, ¿el último avivamiento? .......................................... 52
1.15. ¿Cuándo hay avivamiento? ................................................................................... 58
2. IMPACTO SOCIAL DEL AVIVAMIENTO ........................................................................ 61
2.1. El espíritu, motor del progreso ............................................................................. 61
2.2. La fe sola no anda sola .......................................................................................... 63
2.3. Reforma, espíritu y educacioN.............................................................................. 67
2.4. Pérdida de la conciencia social ............................................................................. 70
2.5. Lo espiritual invade lo social ................................................................................. 74
2.6. Abolición de la esclavitud ..................................................................................... 79
2.7. Reforma carcelaria ................................................................................................ 81
2.8. Protección del huérfano ....................................................................................... 83
2.9. Reforma del mercado laboral infantil ................................................................... 84
2.10. Principios cristianos de acción social .................................................................... 88
3. AVIVANOS DE NUEVO ............................................................................................... 91
3.1. Origen del avivamiento ......................................................................................... 91
3.2. Insistencia en oración ........................................................................................... 95
3.3. Esperando en Dios ................................................................................................ 99
3.4. Los instrumentos que Dios usa ........................................................................... 103
3.5. Predicación apostólica ........................................................................................ 108
3.6. Piedad y conocimiento ....................................................................................... 111
3.7. Admoniciones ..................................................................................................... 115
3.8. Emoción humana ................................................................................................ 120
3.9. Falibilidad humana .............................................................................................. 124
3.10. La maldición de Meroz ........................................................................................ 127
3.11. Riquezas: en gloria .............................................................................................. 131
1. EL AVIVAMIENTO, DOCTRINA E HISTORIA
1.1. RAÍCES DEL CRISTIANISMO EVANGÉLICO

Acudir al estudio del avivamiento es semejante a una peregrinación a las fuentes, un escarbar
en nuestras raíces históricas in- mediatas, allí se encuentra nuestro lugar de nacimiento El
cristianismo evangélico no es hijo directo de la Reforma del siglo XVI, como muchos tienden a
pensar ligeramente, asociando hechos e ideas sin rigor histórico ni teológico. El cristianismo
evangélico es resultado de la Reforma en cuanto sigue la tradición generada por ésta de
Iglesias independientes del tutelaje papal y del sistema sacerdotal, que no admiten otra
autoridad de fe y práctica que la sola Escritura y la salvación por fe, no por obras, gracias a la
obra redentora de Jesucristo en el Calvario. Aparte de esto, el cristianismo evangélico, con su
énfasis en la conversión como una experiencia sensible y datable, es típicamente un producto
del avivamiento. El cristianismo evangélico nació el día que George Whitefield y John Wesley
dejaron el púlpito de sus parroquias e hicieron del mundo entero su parroquia. El cristianismo
evangélico nació el día que George Whitefield comenzó a predicar sobre la necesidad de nacer
de nuevo, necesidad no sólo para los incrédulos, sino también para creyentes "for males" y
pastores "ordenados". El cristianismo evangélico nació el día que comenzó a cuestionarse la
membresía de una Iglesia determinada como garantía de salvación y en su lugar enseñó a
confiar directa y exclusivamente en Cristo. El sólo Cristo de la Reforma que hasta entonces
permanecía domesticado por obra y gracia de los eclesiásticos

El hecho hoy tan cotidiano de predicar al aire libre, en pleno campo o en mitad de la calle, fue
en su día un paso revolucionario. Estuvo condicionado por la negativa del estamento clerical
a dejar sus púlpitos a predicadores de otras parroquias o, simplemente, que no fueran de su
agrado. En el siglo xviii era común esperar que los clérigos se mantuvieran dentro de su
territorio o parroquia oficialmente delimitada. El primero en romper con esta tradición fue el
pastor galés laico Howel Harris, de quien tomó nota George Whitefield, seguido de John
Wesley. La primera vez que Whitefield se atrevió a predicar en el aire libre fue en la zona
minera de Bristol. Desde un monte predicó a unas 200 personas. Eso fue el primer día. Al
siguiente día el grupo se multiplicó hasta 2.000. Al tercer culto en el descampado asistieron
unos 5.000 mine- ros. De ahí en adelante las multitudes de 20.000 personas se hicieron

1
comunes. John Wesley no tardó en seguir su ejemplo y "lanzarse al descampado". En una
entrada de su Diario de abril de 1739, se puede leer: "Me sometí a lo que consideraba vil, y
prediqué el evangelio al aire libre". Vistos los estupendos resultados de la predicación al aire
libre, que alcanzaba un mayor número de personas que las que sería posible reunir en el
edificio cerrado de una iglesia, la predicación multitudinaria se puso de moda y llegó a
confundirse con el avivamiento por sus efectos revitalizadores. De ahí viene la confusión que
mezcla evangelismo con avivamiento y que con el tiempo pasó a llamarse cruzada o campaña
evangelística. En esta transición Charles Finney jugó un papel muy importante. Con él llegamos
a la moderna "evangelización en masa", desde Moody a Billy Graham, Luis Palau o Alberto
Motessi. Finney popularizó la invitación moderna de pedir a los oyentes que manifestasen
abiertamente a buscar a Cristo, con el sucinto "pase al frente ahora mismo". La oración pública
por algunos inconversos específicos. El liderazgo femenino de reuniones de oración. La visita
casa por casa para ganar almas. El integrar a los nuevos convertidos a la Iglesia
inmediatamente con base a su profesión pública de fe. Estas "nuevas medidas" le ganaron
muchos críticos y conflictos con los pastores de su época, pero hoy día, como escribe Lewis A.
Drummond, los métodos evangelisteros de Finney son normales y rara vez puestos en tela de
juicio. Por el lado de la vida cristiana, las ideas sobre la santificación sostenidas por John
Wesley influyeron definitivamente sobre los movimientos modernos de Santidad y
Pentecostales, así como el evidente rechazo de la teología calvinista respecto a la elección y
la perseverancia de los santos. Estas y semejantes características identifican clara- mente al
movimiento evangélico moderno, con sus glorias y miserias4.

Pero falta un elemento más, cuya influencia ha traspasado todas las barreras eclesiales y
denominacionales: la participación de los "laicos" en la predicación y actividades de las
iglesias, uno de los mayores logros del cristianismo del siglo xx, pero que tiene sus precedentes
en los avivamientos del siglo XVIII. Cuando uno considera la actuación deslumbrante y
espectacular de hombres como Whitefield, Wesley, Finney o Moody, puede correr el riesgo
de quedar ciego al papel tan importante que jugó toda una legión de personajes desconocidos,
sin los cuales sería imposible entender el alcance y las repercusiones de los avivamientos-
evangelización de masas. Desde un principio los llamados "predicadores laicos" jugaron un
papel de primera magnitud en el metodismo wesleyano. Whitefield y Wesley eran pastores

2
debidamente ordenados por la Iglesia establecida, y al segundo más que el primero —que
contaba con el precedente de H. Harris—, le costó bastante vencer sus prejuicios clericales.
Cuando al final Wesley cedió, los "predicadores laicos" llegaron a ser un rasgo prominente del
metodismo. El las colonias americanas, durante y después de la revolución contra la corona
inglesa, fueron los salvadores del metodismo, guiados por uno de los predicadores laicos más
grandes que jamás haya existido, Francis Asbury (1745-1816). De él se dice que, al igual que
Wesley, "pero bajo condiciones físicas mucho más difíciles y sobre un área mucho más
extensa, estaba casi siempre en camino"5. Llegó a visitar cada estado de los Estados Unidos
una vez al año. Cruzó las montañas de Allegheny 60 veces y predicó más de 16.000 sermones.
A su muerte los metodistas americanos habían pasado de unos 15.000 hasta 620.000
miembros aproximadamente. Semejante logro no fue el resultado único de Asbury, por más
grande que él fuera, sino también de aquella otra multitud de sacrificados "jinetes de circuito",
o sea, pastores y predicadores "laicos", que atendían varias iglesias en distintos lugares a
lomos de caballo. Peter Cartwright (1785-1872), que comenzó a predicar a los 18 años de
edad, predicó 15.000 sermones a lo largo de 20 años y recibió a 10.000 personas como
miembros de las iglesia. "Los laicos son el orgullo del protestantismo", dijo en una frase feliz
y justa Jorge P. Howard (1882-1971), tan enamorado del cristianismo y del pueblo latino.

Otro caso sorprendente, aunque menos conocido, tocante a la participación de creyentes


laicos, "no ordenados" eclesialmente, en la predicación y avivamiento multitudinario, es el de
Noruega en tiempos de Hans Nielsen Hauge (1771-1824). A raíz de profundizar en el estudio
de la Biblia, Hauge llegó a la convicción de que predicar el Evangelio no era tarea exclusiva de
los clérigos o pastores, sino que correspondía a todo el pueblo de Dios. Aunque no estaba
ordenado por la Iglesia estatal, es decir, se trataba de un "laico" a los ojos de la aristocracia
pastoral, en seis años recorrió unos 15.000 kilómetros, predicando casi todos los días. Hauge
denuncio la ortodoxia luterana muerta y las vidas inconsecuentes con la profesión cristiana
de' los ministros eclesiales. Escribió centenares de libros y tratados y miles de personas
aceptaron el Evangelio, pasando a integrar la corriente vital del luteranismo oficial. Hauge,
como antaño Pedro Valdo o John Wycliffe, animó a sus discípulos a convertirse en
predicadores de Cristo, "predicadores laicos", se entiende, sin pasar por el aparato o
maquinaria eclesiástica. Semejantes predicadores fueron conocidos como los leser (lectores),

3
debido a su diligencia en enseñar la Biblia a otros, enfatizando en todo momento y en todo
lugar la necesidad de la conversión o nuevo nacimiento. En menos de una década, en 1804,
Hauge fue arrestado por el doble crimen de predicar siendo "laico" y criticar al estamento
clerical. Aunque hoy nos resulte sorprendente, las autoridades fueron particularmente
severas con él. Fue encerrado en prisión diez veces entre 1804 y 1811. Después de un largo
juicio fue sentenciado a pagar una fuerte multa por predicación ilícita y críticas al clero. Su
sacrificio no fue en vano, sino que contribuyó a un influyente movimiento de "hombres laicos",
interesados en el avivamiento espiritual de Noruega. Organizaron "casas de oración" y células
denominadas "Uniones de la Misión Luterana".

Podríamos multiplicar los ejemplos, pero basten los citados para darnos cuenta que "los
avivamientos han emancipado al laicado del dominio clerical, y han afirmado el ministerio
sacerdotal de cada miembro de la Iglesia" Se cumple así una de las reivindicaciones de la
Reforma al tiempo que se acaba con la división artificial y antibiblica entre cleros y laicos, y se
restituye el ministerio de todos los creyentes conforme al espíritu neotestamentario. "Pero
los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio" (Hch. 8:4). "Vosotros
sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a
fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1
P. 2:9).

Desde el punto de vista edificante la literatura de avivamiento se caracteriza por su


apasionamiento. Sus autores, incluyendo a aquellos que relatan los acontecimientos o narran
la vida de sus personajes más destacados, tienen como meta incentivar al lector a orar por el
avivamiento, a que lo busque expectante. Es una literatura "comprometida", desafiante, pero
al mismo tiempo cálida e inspiradora. No se contenta con presentar una doctrina o señalar
unos hechos, sino que procura por todos los medios crear, hambre y sed de justicia; de
presentar el reino de Dios abriéndose camino triunfante en medio de un mundo de tinieblas,
de egoísmo e indiferencia. La idea central es la vida cristiana vivida en el poder de Cristo
mediante su Espíritu, lo que influye en el testimonio y la conversión de pecadores. Su estímulo
procede de la memoria de los avivamientos ocurridos en el pueblo de Dios a lo largo de su
peregrinación terrestre, desde los días del viejo Israel hasta la Iglesia presente. Lo que Dios
hizo una vez lo puede volver a hacer de nuevo. Esta es la convicción que late en todos los
4
escritores de avivamiento. "Dios lo puede hacer de nuevo", como antaño en Palestina y en
Europa, en Norteamérica y en Corea, en una aldea pequeña o en una gran ciudad.

1.2. CLARIFICACIÓN DE TÉRMINOS

Decía Sócrates que cuando no empleamos las palabras correcta- mente creamos confusión y
dañamos nuestra alma. Para evitarlo pro- cederemos en primer lugar a definir con rigor y la
mayor exactitud posibles qué es y qué entendemos por la palabra avivamiento.

El avivamiento, dicho en palabras de R.A. Torrey, es: "Un período en el que Dios visita a los
suyos, y, por medio del Espíritu Santo, imparte nueva vida en medio de ellos, y por medio de
ellos imparte nueva vida a los que están muertos en sus delitos y pecados . Analicemos los
diferentes términos de esta sintética definición:

El avivamiento es, en primer lugar, una obra divina que tiene que ver primordialmente con la
Iglesia o pueblo de Dios. Son los creyentes los que tienen que ser avivados, es a ellos a quienes
Dios envía un aviva- miento en tiempos de apatía e indiferencia espirituales. O sea, que
avivamiento y evangelización no tienen nada que ver en sí mismos. Aclaramos esto porque
son muchos los que confunden avivamiento con conversión. Restauración de vida con
creación de vida. Y cuando hablan de avivamiento piensan en multitudes de personas viniendo
a la Iglesia por impulsos misteriosos, siendo convertidas de manera milagrosa. Podemos
admitir que esta expectativa es parte resultante del avivamiento, pero no el avivamiento en
sí. Como bien escribe Billy Graham: "El avivamiento tiene que comenzar en el corazón de los
creyentes antes que la evangelización pueda llegar con eficacia al mund0" Es el pueblo de Dios
el que se encuentra en necesidad de ser reavivado, no el mundo, el mundo no necesita ser
avivado para que continúe en sus caminos de espalda a Dios, el mundo necesita ser
convertido; renacer a una nueva esperanza, pasar de muerte a vida, ser libertado de la
potestad de las tinieblas al reino de la luz de Jesucristo.

Hay quienes llaman avivamiento a todo anhelo de ver la manifestación del poder en la vida
individual y colectiva. Avivamiento, en su modo de pensar, fue Pentecostés, la Reforma del
siglo XVI, los puritanos ingleses, el pietismo alemán, la obra misionera, el pentecostalismo, el
carismatismo, etc. etc. Para ellos la historia de la Iglesia es una historia continua de
5
avivamientos, o por decirlo en palabras de Horacio Bonar, "la historia de los avivamientos
constituye la verdadera historia de la Iglesia".

Para eliminar todo aquello que nos estorbe negativamente, comenzaremos diciendo lo que
no es un avivamiento.

Avivamiento no es evangelismo, como muchos tienden a creer. Es un error, por tanto, hablar
de "campañas de avivamiento" o "celebrar un avivamiento" cuando se refiere a una misión de
evangelización entre no creyentes.

El error consiste en una apreciación indebida del significado de la palabra, en el cual incurren
hombres de notable erudición como el presbiteriano irlandés Jonathan Simpson, quien
después de admitir que el sentido de avivar, conforme a su acepción latina, es vivificar lo
agonizante, como el que aviva el fuego a punto de extinguirse y que, por tanto, tiene que ver
con la renovación y crecimiento de la gracia de aquellos que ya la poseen, pasa a decir que
"estrictamente hablando se refiere a la recepción de "la vida" de aquellos que nunca antes la
han tenido." Este malentendido lleva a equiparar avivamiento con vestido del hombre nuevo,
el cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de aquel que
lo creó" (Col. 3:10).

La tercera es restauración, con el sentido de "recuperar", "volver a poner en el estado o


estimación que antes tenía": "Restitúyeme el gozo de tu salvación, y sostenme con un espíritu
de poder" (Sal. 51:12). "Restáuranos a ti, oh SEÑOR, y seremos restaurados" (Lm. 5:21). "Y las
eras se llenarán de grano, y las tinajas rebosarán de mosto y de aceite virgen" (JI. 2:24). El
conocido salmo 85, ya citado, emplea, con- forme a su estructura literaria, la pareja de
vocablos avivar-restaurar como términos sinónimos e intercambiables: "Restáuranos, oh Dios
de nuestra salvación... ¿No volverás a darnos vida?" (vv. 4,6).

La cuarta es refrigerar, o sea, "refrescar", "reposar", "renovar un sentimiento, lazo o


experiencia": "Arrepentíos y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, a fin de
que tiempos de refrigerio vengan de la presencia del Señor" (Hch. 3:19). "El que ha entrado a
su reposo, él mismo ha reposado de sus obras, como Dios reposó de las suyas. Por tanto,

6
esforcémonos por entrar en ese reposo, no sea que alguno caiga siguiendo el mismo ejemplo
de desobediencia" (He. 4:10-11).

La quinta y última es despertar, muy utilizada en el idioma inglés para referirse al avivamiento
(awakening) con el sentido de levantarse del sueño, "dejar de dormir", "volver en sí': "Haced
todo esto, conociendo el tiempo, que ya es hora de despertaros del sueño... Desechemos las
obras de las tinieblas y vistámonos con las armas de la luz" (Ro. 13:11-14). "Despierta, tú que
duermes, y levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo. Por tanto, tened cuidado
cómo andáis; no como insensatos, sino como sabios" (Ef. 5:14-15).

Todos estos textos, y otros muchos más que se podrían citar, nos hacen ver que el avivamiento
es algo mucho más global que un periodo determinado de extraordinarias experiencias
religiosas, cubre toda la vida cristiana y le marca su ritmo, consistente en vivificación median-
te el Espíritu, renovación, restauración, refrescamiento y estado de vigilia El cristiano, no
importa el fuego de su primer amor, tiende, por la naturaleza de las cosas —la rutina, la
costumbre y el hábito que van

formando la vida de lo que empezó siendo una fuerte emoción religiosa—, a desmayar y a
sentir cada vez con más fuerza tentaciones que antes apenas si le molestaban, o de hacerlo,
no tenían suficiente poder ni atractivo para apartarlo de su senda de fe y amor. Más de una
vez es zarandeado por el mundo, el diablo y su propio corazón traicionero. Es entonces cuando
tiene que recordar con urgencia y anhelante solicitud la llamada de su maestro: "Velad y orad
para que no entréis en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil" (Mr. 14:38;
13:33; Mt. 24:42; Ef. 6:18). El estado de vigilia, el vivir despierto espiritual- mente debería ser
normal, lo habitual en el creyente, para eso se le han abierto los ojos del entendimiento, sin
embargo, cuántas veces, como los discípulos en Getsemaní, llamados directamente por el pro-
pio Jesús a "velad conmigo" (Mt. 26:38), se dejan vencer por el cansancio, la apatía, la rutina
y dejan al Maestro solo, o lo que es peor, solos a ellos mismos, abandonados en un estupor
inconsciente. Entonces es cuando llega la hora del avivamiento, de despertar del sueño y
elevarse al plano espiritual de la vida en Cristo. Para ello el cristiano cuenta con la ayuda no
de sus propias fuerzas, que han manifestado su debilidad e incapacidad de guardar su
posición, sino de la intercesión que no falla del Cristo resucitado y glorificado, sentado a la

7
diestra de Dios, donde vive para interceder por los suyos. "Por lo cual Él también es poderoso
para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive
perpetuamente para interceder por ellos" (He. 7:25; 9:24).

Al convertirse en un término técnico para referirse a situaciones y periodos muy particulares


de la historia del cristianismo ocurre que la palabra "avivamiento" ha sufrido una deformación
profesional. Se ha utilizado indiscriminadamente para englobar todos los factores que
intervienen en el fenómeno de la renovación o despertar religiosa, ya a escala local, regional
o nacional, factores muchos de ellos que no tienen nada que ver con la obra directa y espiritual
de Dios, sino con elementos culturales, políticos y socioeconómicos que preparan el camino
y, en muchos casos, incentivan el interés religioso, así como lo apagan. Quienes todo lo
atribuyen directamente a la agencia u operación divina, o simplemente, ignoran los elementos
concomitantes, hacen un flaco favor a la comprensión del avivamiento y al mismo Dios que
actúa en la historia, en respuesta a unas necesidades y carencias para las que el Evangelio
tiene una respuesta adecuada. No que el "espíritu" sea un epifenómeno de la condiciones
materiales, una proyección de la conciencia en un plano ideal de los modos de producción y
medios de vida, como quisieran hacernos creen los historiadores de la escuela marxista, sino
que, reconociendo el elemento condicionante de la situación histórica socioéconómica, las
situaciones concretas del ser humano son la posibilidad de Dios. La teología cristiana no tiene
reparos en admitir que en la mayoría de los casos, los cristianos han aprendido algunas cosas
nuevas relativas a su práctica y relación con el mundo porque fueron obligados por los
acontecimientos. Pero fue entonces cuando advirtieron que el conocimiento descubierto por
la fuerza de las circunstancias resultó que estaba más en armonía con su fe esencial que lo
que previamente habían mantenido la teología cristiana, que se apoya única y exclusivamente
en las Escrituras, está, sin embargo, suscitada, espoleada y guiada por la experiencia histórica.
Al dato irreflexivo de la experiencia, ya económica, ya política, ya religiosa, sigue la reflexión
sistemática de esas experiencias a la luz de la Palabra de Dios.

Asociar automáticamente la palabra "avivamiento'.' con multitudes incontrolables de


personas acudiendo a los pies de Cristo, sin saber de dónde ni por qué vienen, tiene sus
inconvenientes y peligros para la sana reflexión cristiana. Sólo por conveniencias, no por
deducción de la enseñanza bíblica, ni histórica, ni teológica, muchas personas hablan del
8
avivamiento como de un movimiento irresistible del Espíritu Santo, nada menos que un
milagro sorprendente y glorioso, una manifestación sobrenatural del Espíritu de Dios entre las
masas increyentes. En este sentido el avivamiento se considera una "bendición" de Dios, un
regalo sobreañadido al trabajo firme y constante de su Iglesia que no se sujeta ni obedece a
ninguna regla normal: se trata de Dios mismo obrando conforme a su libre y soberana
voluntad.

Es indudable que desde el punto de vista bíblico somos llamados a tener en cuenta lo
sobrenatural divino en la actividad humana, toda vez que Dios actúa de manera significativa,
especial y soberana desde la creación del mundo. "El Espíritu sopla donde quiere". Al corregir
y criticar errores concernientes al avivamiento se corre el riesgo de racionalizar lo que de
verdad hay en él, y así, neutralizar para mal, lo que de positivo tiene la expectación y el espíritu
de oración que normalmente acompaña la preparación de un avivamiento entendido como
"bendición especial" o manifestación extraordinaria de la acción divina, resultante en poder
de la palabra de salvación y convicción de pecadores. El cristiano se define "como viendo al
Invisible" (He. 11:27), y si no cree esto y no espera nada del cielo, se ha equivocado de camino
por más que abra los ojos. Desde la conversión a la glorificación futura la vida cristiana es un
fenómeno sorprendente, la obra de Dios de principio a fin, pero a la vez, es la obra de la
persona que toma su cruz, pone la mano en el arado y camina hacia adelante. La vida cristiana
en su manifestación eclesial e individual, es una exigencia de responsabilidad, "Ocupaos en
vuestra salvación con temor y temblor" (Fil. 2:12). "Así que hermanos, sed tanto más diligentes
para hacer firme vuestro llamado y elección de parte de Dios" (2 P. 1:10). La fe no es un fácil
recurso a la "magia", ni "bíblica", ni de ningún otro tipo. La fe espera y confía en Dios, no por
supuestos avivamientos caídos del cielo y servidos en bandeja, sino porque sabe en quién ha
creído y que es poderoso para guardar el buen depósito hasta aquel día (2 Ti. 1:12). Lo que se
llama avivamiento no es un sino un período impredecible de interés religioso extraordinario
que el cristiano puede preparar con su entrega, amor y servicio a Dios y a los hombres.
Entonces ocurre, como dice Jonathan Edwards, que se consigue más en un día o dos que en
todo un año de trabajo común y regular. Pero, ¿qué es concretamente el avivamiento?

9
1.3. AVIVAMIENTO EN LA IGLESIA

El avivamiento en sentido estricto no es una obra espiritual que Dios realiza en los increyentes,
sino en los creyentes. Antes que la Iglesia lleve el fuego del avivamiento a los no cristianos,
Dios tiene que actuar primero en los cristianos. Así lo han entendido siempre y lo enseñan en
todo momento los estudiosos del tema 12. El avivamiento se refiere primordialmente a la
Iglesia, no al mundo. Avivamiento quiere decir simplemente vida renovada; fortalecimiento
de la fe; rededicación espiritual. Cuando la vida cristiana se encuentra en fase menguante es
señal inequívoca de la necesidad urgente de acudir a Dios en oración suplicando un nuevo
sentido de su presencia. Como todo lo que pertenece a la vida espiritual, Dios realiza su parte
y el hombre la suya. Si el creyente persiste en su indiferencia, con nombre de vida cuando en
realidad está muerto, ya no se trata de fase menguante sino terminal, en peligro de extinción.
Pero si ese mismo creyente advierte su estado miserable, y este advertir es ya una gracia
previa y consiguiente al acto de avivar el alma, y dama al Señor, confesando su dejadez, su
desinterés por la verdad y la justicia, esa persona está en posición de avivamiento y camino
de ser avivada.

Quienes son ajenos a la vida espiritual no pueden ser avivados, no hay en ellos nada que
avivar. Ciertamente sus corazones pueden recibir la semilla de la vida y germinar
esplendorosamente. En toda persona humana hay una posibilidad para lo divino, una
apetencia espiritual que el Evangelio puede satisfacer. Pero a este acto el Nuevo Testamento
no lo llama "avivamiento" sino "conversión", "vida nueva", "renacimiento", "nacer de lo alto",
"nueva creación"; términos que expresan una mayor intensidad y una transformación más
radical, tal como la que va de muerte a vida. Cuando estábamos muertos en delitos y pecados,
nos dio vida juntamente con Cristo (Ef. 2:5); nos dio, como algo que previamente no teníamos,
y además en un plano enteramente distinto: vida a cambio de muerte; mientras que lo que se
nos da en el avivamiento es vida sobre vida. En la conversión Cristo viene por vez - primera al
alma arrepentida, en al avivamiento lo hace por una segunda, tercera y cuantas veces haga
falta. El carácter de la conversión es radical y único, según se ha entendido siempre en la
teología evangélica. El enemigo de Dios se encuentra reconciliado mediante la fe en la sangre
del Cordero que limpia su pecado y da fin a su hostilidad contra el cielo. La conversión es
irrepetible si por ella entendemos, el momento, el instante decisivo en que la persona
10
reconoce su estado de perdición y pecado delante de Dios, y acepta la salvación que le es
ofrecida gratuitamente mediante el anuncio evangélico: que todo aquel que cree en Cristo es
justificado. Sólo en un sentido muy general e impropio se puede hablar de múltiples
conversiones, o reconversiones. El conocimiento de la verdad cristiana como conocimiento
salvífico una vez dado no puede repetirse sin menoscabo de la gloria de Dios. Quien rechaza
la justicia de Cristo y la justificación que trae al pecador una vez conocida es como el que "holla
bajo sus pies al Hijo de Dios, y tiene por inmunda la sangre del pacto por la, cual fue
santificado, y ultraja al Espíritu de gracia" (He. 10:29). Es impensable que un cristiano deje de
creer en Cristo como su salvador, porque si lo hace deja de ser cristiano. Pero es bien probable
que un creyente flaquee, o simplemente viva al mínimo imprescindible de la expresión de su
fe; no encuentre aliciente en el Dios que antes le deleitaba, entonces ese tal cristiano no tiene
que buscar ser "reconvertido", puesto que conoce su fe y no la ha negado, tiene que ser
avivado; renovado; volver a su primer amor. Va hacia Dios no como un recién convertido, con
su gusto por conocer cosas nuevas, estrenando a Dios, por decirlo de algún modo, sino como
un creyente maduro que recupera el viejo amor de sus primeros años, las ganas por orar y por
dar gracias a Dios por su don inefable. A esta experiencia obedecen los términos que
describimos al principio: refrescar, despertar, restaurar, renovar y revivificar.

AVIVAMIENTO Y CONVERSIÓN

En tiempo de avivamiento han ocurrido cientos y miles de conversiones como consecuencia


de una Iglesia despierta a la realidad espiritual, fortalecida en y por el Espíritu de Dios, pero
no hay que confundir, los términos ni los acontecimientos. La experiencia de avivamiento no
es lo mismo que la experiencia de conversión. En un caso se recupera la frescura de las viejas
enseñanzas, en otro se aprenden por vez primera. En el avivamiento Dios actúa sobre los que
son suyos, aquellos que le pertenecen por un pacto de fe y amor; en el evangelismo Dios actúa
sobre aquellos que no le reconocen derecho de soberanía, ni quieren acabar de creerse la
oferta de salvación en Cristo. El aviva- miento tiene que ver con la Iglesia, el evangelismo con
el mundo. Los santos tienen necesidad de avivamiento, los pecadores de regeneración. Son
dos cosas bien diferentes; hasta tal punto que los creyentes son más culpables de no ser
avivados, que los pecadores de no ser salvados. En el primer caso se trata de un desprecio a
sabiendas, en el segundo de un rechazo por ignorancia. "Vosotros repudiasteis al Santo y
11
Justo... Yo sé que obrasteis por ignorancia, lo mismo que vuestros gobernantes" (Hch. 3:17).
Al mundo, Dios ruega: ¡Reconciliaos! (2 Co. 5:20). A su Iglesia, Jesucristo ordena: "Recuerda
de dónde has caído y arrepiéntete, y haz las obras que hiciste al principio" (Ap. 2:5). Avivarse
es condición de vivo; convertirse condición de muerto.

Jonathan Edwards, uno de los grandes teólogos y gigantes intelectuales y espirituales de la


Iglesia cristiana, distingue cuidadosamente entre "avivar" a los santos y "despertar" a los
pecadores. Y aunque "despertar" tiene un sentido semejante a "avivar" en relación a los
creyentes, lo importante es advertir la diferencia que se da en la realidad y ponerle un nombre
que la distinga y no confunda. Lo menos es el nombre escogido, lo que cuenta es tener
conciencia de las varias experiencias religiosas que están en juego, de otro modo corremos el
peligro de utilizar una jerga indistinta incapaz de ayudar a comprender y vivir las realidades
contenidas bajo su nombre De un modo consistente y sin confusión Jonathan Edwards emplea
siempre y en todo momento la palabra "despertar" para narrar las conversiones
sorprendentes habidas durante su ministerio, a principios del siglo XVIII. Modernamente
también Edwin Orr defendió la diferencia entre avivamiento y despertar. Y téngase en cuenta
que pasó la mayor parte de su vida dedicado al estudio de los avivamientos. Creía que
avivamiento es Una experiencia que afecta a las iglesias, mientras que despertar tiene que ver
con la conversión de los incrédulos14. Según la Escritura, el ser humano está muerto en delitos
y pecados, que es lo mismo que decir que está durmiendo respecto a Dios, pues el sueño es
lo más parecido a la muerte, y su representación simbólica más acabada. Jesucristo presenta
su mensaje y su ministerio como un dar vida a los muertos, un despertar del sueño a los viven
en el olvido de Dios. "En verdad os digo que viene la hora, y ahora es, cuando los muertos
oirán la voz del Hijo de Dios, y los que oigan vivirán" (Jn. 5:25). "Despierta, tú que duermes, y
levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo" (EL 5:14). En base a estos textos bíblicos
es preferible hablar de despertar cuando se refiere a la obra extraordinaria de Dios en el
mundo no cristiano, pues, repetimos, avivamiento tiene que ver con la Iglesia. "Primero —
escribe Edwards— las personas son despertadas con un sentido de su condición miserable por
naturaleza, el peligro en que se encuentran de perecer eternamente, y eso es de gran
importancia para que puedan escapar rápidamente y lograr una mejor situación." Por contra,
al dar cuenta del avivamiento religioso en su congregación de Northampton en 1740-42,

12
emplea ambos términos distintamente según la experiencia del sujeto. "El avivamiento —
escribe— primero apareció principalmente entre los profesantes y entre aquellos que se
creían en estado de salvación... Convicción y conversión de pecadores, y gran revivir, presteza
y consuelo de profesantes."

El evangelista americano fundamentalista John R. Rice decía que una campaña de


evangelización debería considerarse una campaña de avivamiento porque no hay avivamiento
genuino que no se manifieste en preocupación por la salvación de almas Ciertamente es así,
pero para evitar confusiones que siempre dan lugar a falsas expectativas, y por tanto a
desengaños y frustraciones, con la consiguiente búsqueda de responsabilidades humanas y
divinas, es mejor llamar a las cosas por su nombre. Desgraciadamente muchos sermones de
avivamiento no son sino meros llamamientos a la conversión, altamente emocionales. Con
eso no se hace sino desacreditar el verdadero "avivamiento" bíblico que es entrar de nuevo
en los principios y valores del Reino de Dios hechos vida en nuestra vida. Nada hay más funesto
para la vida de la Iglesia y su misión evangelizadora que dejar que "avivadores" profesionales
exploten el emocionalismo y el afán de espectacularidad de la gente, organizando reuniones
pensadas en buscar "decisiones" rápidas y sin raíces y atreverse a llamarlas "avivamiento" o
"consagración". "El verdadero avivamiento se dirige a la transformación de la vida de los
tocados por el dedo del Espíritu Santo; los que son meramente atraídos por prodigios y
curaciones muchas veces imaginarias, vuelven la espalda cuando la curiosidad ha sido
satisfecha y no hay más "milagros" de qué asombrarse. Son la paja aventada en la era por la
brisa."

En la escena evangélica norteamericana ha sido muy común intercambiar estos dos términos
y, de hecho, llamar predicación de aviva- miento lo que nosotros, desde una perspectiva
bíblica, llamaríamos predicación de evangelismo. Sólo recientemente Billy Graham y su equipo
decidieron sustituir el la expresión "campaña de avivamiento" por "cruzada de evangelismo".
Es posible que aun así muchos no se sientan satisfechos con el nuevo vocablo elegido, de viejas
resonancias guerreras medievales, pero la intención es loable y correcta. Llevar a la Iglesia a
una mayor consagración a su Señor es una cosa, presentar Cristo al mundo es otra bien
diferente.

13
Desde Jonathan Edwards, por citar un nombre, hasta nuestros días se ha entendido que el
avivamiento es un derramamiento especial del Espíritu Santo sobre el Pueblo de Dios a fin de
fortalecerle y corregir sus desviaciones pecaminosas. El avivamiento no es otra cosa que Dios
visitando a su Pueblo en el poder del Espíritu Santo para reavivarle y despertarle de su
condición letárgica y hacer de él un testimonio poderoso a todos los que le rodean.
Avivamiento es la obra de Dios restaurando, de un modo no ordinario, a una iglesia moribunda
a esa forma de vida y experiencia cristiana que el Nuevo Testamento presenta como algo
totalmente común: seguir a Cristo, discipulado cristiano. Un diario vivir a luz de Cristo y bajo
su signo. En un vibrante sermón sobre ¿Que es avivamiento?, Charles Spurgeon dijo: "Es una
triste realidad que muchos que están espiritualmente vivos tengan necesidad de ser avivados.
Es triste porque esta necesidad es el resultado de la existencia de mucha enfermedad
espiritual. Una persona que goce de buena salud, con cada miembro de su cuerpo en
condición vigorosa, no necesita reavivarse lo único que precia es el alimento diario normal,
pero el ser reavivado está fuera de lugar... El árbol plantado junto a corrientes de aguas,
encorvado por el fruto, no necesita de nuestra ansiedad por su avivamiento, porque su belleza
y fecundidad alegran a cualquiera. Tal debería ser la condición constan- te de los hijos de Dios.
Alimentándose y descansando en verdes pastos, pastoreados junto a aguas de reposo...
Sostenidos por las promesas divinas y enriquecidos con todas las riquezas que hay en Cristo,
entonces sus almas prosperarían y estarían saludables, y su piedad no se vería en la necesidad
de ser avivada. Ellos deberían aspirar a una bendición superior, a una gracia más preciosa, que
el mero avivamiento. Deberían pedir crecer en gracia, aumento de la fortaleza y una mayor
efectividad. Los hijos de Dios deberían haber remontado y sobrepasado el período en el que
constantemente se ven obligados a clamar: ¿No volverás a darnos vida, para que tu pueblo se
regocije en ti?'

AVIVAMIENTO Y PECADO

Predicar sobre avivamiento y buscar su realidad actual en la Iglesia es necesario en cuanto la


vida espiritual tiende a degenerar y estancarse. La comunión de los santos aporta una riqueza
espiritual indudable que repercute para bien en los más débiles. Sin embargo no se puede
vivir de las rentas constantemente. Lo que se usa y no se repone termina por agotarse. Las
épocas de avivamiento son ocasiones especiales de enriquecimiento espiritual, pero
14
entiéndase que lo ideal no es esperar todo de un avivamiento caído del cielo, sino esforzarse
continuamente en fidelidad a los principios y valores del Reino de Dios. Es cuando tus obras
delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete" (Ap.
3:1-3). El avivamiento es un dar vida donde ésta casi se había extinguido. Un soplar del Espíritu
sobre las débiles ascuas humanas para reemprender el fuego divino en medio de la comunidad
de los santos. Haciendo nuestro el epigrama de DeHaan podemos decir que el avivamiento es
el medio anormal que Dios usa para llevar a sus hijos subnormales al andar cristiano normal.
Si los creyentes siempre permanecieran fieles nunca habría necesidad de avivamiento. Tal es
el testimonio de las Escrituras y de la historia del cristianismo en los días del refrigerio
espiritual.

También tenemos que reconocer que con mucha frecuencia se habla de avivamiento para
referirse a una especie de "investimento de poder", de "unción especial para predicar la
Palabra", de "fuego y fervor por Dios y su reino", semejante al que Pablo menciona en Efesios
6:19: "Orad por mí, para que me sea dada palabra al abrir mi boca, a fin de dar a conocer sin
temor el misterio del evangelio." En la mayoría de los casos se tienen en mente este "poder
de lo alto" para predicar el Evangelio con denuedo y eficacia cuando se habla de la necesidad
de un avivamiento, de ser avivados, es decir, de ser revestidos del poder irresistible del Espíritu
por el cual los creyentes sean santificados y los pecadores convertidos. "Quiero decir, la
presencia manifiesta de Dios y de su gloria. El poder sobrenatural de Dios en cultos donde
haya algo más que buena predicación y buena música. Estoy hablando de resultados que no
se pueden explicar en términos de esfuerzo humano. Estoy hablando de lo que el hombre no
puede programar, manipular, planear o realizar. Hablo de derramamientos extraordinarios
del Espíritu de Dios. Hablo del fuego de Dios. En ese caso nos salimos del tema estricto del
avivamiento, según la Biblia y la experiencia del mismo en la historia del cristianismo, y nos
adentramos en el delicado asunto del bautismo del Espíritu y lo que se entiende por el mismo.
La cuestión de una vida cristiana victoriosa y de un ministerio de éxito pertenece a la teología
pastoral, a las doctrinas concernientes a la santidad y a los dones y los frutos del Espíritu, en
las que ahora no podemos entrar; aunque, de todos modos, se tratarán en parte en las páginas
que siguen. Revitalizar la vida de la Iglesia, proclamar el Evangelio con eficacia, conducir el
Pueblo de Dios a la santidad, son aspectos de la vida cristiana que tienen que tratarse

15
separadamente, y no tanto a la luz de una bendición pentecostal, de un añadido místico y
milagroso a la experiencia cristiana auténtica, sino de la enseñanza bíblica respecto a la
fidelidad, el coste del discipulado y la vida en el Espíritu.

1.4. Avivamiento en el mundo

Retomando el hilo de nuestras consideraciones, tenemos por cierto que cuando una Iglesia es
realmente vivificada por la obra del Espíritu, aquellos que están próximos a la misma quedan
positivamente impresionados por la dinámica de la nueva vida y, en muchos casos y en gran
número, vienen a reconocer la obra de Dios que se está operando en medio de ellos. Así pues,
y en segundo lugar, el avivamiento imparte vida en los que están muertos en delitos y pecados
gracias al testimonio fresco y poderoso del pueblo de Dios avivado. La consecuencia de una
Iglesia restaurada a su primer amor es la renovación del evangelismo y las misiones. Surge un
nuevo interés por la gloria de Dios. Se experimenta un nuevo poder para testificar de
Jesucristo. La totalidad del pueblo de Dios se pone en marcha animada por la vitalidad perdida
y ahora recuperada; el poder del Espíritu Santo acompaña a los mensajeros de Dios como
fuerza irresistible, dinamita espiritual. "Y ni mi mensaje ni mi predicación fueron con palabras
persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder" (1 Co. 2:4). Pues el
reino de Dios, cuando experimentado en su plenitud, "no consiste en palabras, sino en poder"
(1 Co. 4:20). Una Iglesia avivada deja de oírse a sí misma para escuchar la voz de Dios. A un
mensaje consistente en palabras de peor o mejor oratoria, pero "palabras" al fin y al cabo,
sigue un mensaje vivo donde las palabras ya no ocupan todo, como un espacio hueco con un
letrero, sino que vienen a ser vehículos del poder de Dios, instrumentos que canalizan la
realidad de Dios viniendo en gracia y misericordia. El cristiano debe temer a las meras palabras
más que al mismo diablo, sea que éstas se utilicen para orar o para dar testimonio del reino
de Dios. Todo cristiano debe adecuar sus palabras a su mensaje, y dejar que éstas fluyan
espontáneamente del rico manantial de su comunión con Dios, del fondo de su corazón y
experiencia cristiana. No tiene que hablar por cuenta propia. El Espíritu celestial purifica la
boca del emisario del Evangelio con fuego santo del altar. "Tocó mi boca, y dijo: He aquí, esto
ha tocado tus labios, y es quitada tu iniquidad y perdonado tu pecado... Ve y di" (ls. 6:7).
"Entonces extendió el SEÑOR su mano y tocó mi boca. Y el SEÑOR me dijo: He aquí, he puesto
mis palabras en tu boca. Mira, hoy te he dado autoridad" (Jer. 1:9-10). La palabra del hombre
16
queda transmutada en palabra divina, donde el pecador se reconoce a sí mismo y acepta la
mara- villa del mensaje de la gracia de Dios. "El Espíritu Santo les daba habilidad para
expresarse" (Hch. 2:4). El Espíritu Santo produce intrepidez y convicción en el que habla. "Al
ver la confianza de Pedro y de Juan, y dándose cuenta de que eran hombres sin letras y sin
preparación, se maravillaban, y reconocían que ellos habían estado con Jesús" (Hch. 4:13). La
necesidad más grande de la Iglesia no es tener algo interesante que decir, sino decir lo que
viene de Dios.

La Iglesia tiene que hablar en nombre del que la ha comisionado a predicar el Evangelio a toda
criatura, y desde la experiencia que tiene de él. Hay experiencia auténtica de Cristo cuando el
Espíritu de Dios es Señor de las estructuras de la Iglesia, de sus medios y de sus hombres, de
sus recursos y potencialidades. Avivamiento significa reconocer el señorío de Dios sobre su
pueblo y permitirle que vuelva a ser soberano de aquellas áreas de la vida espiritual dañadas
por el peca- do. Avivamiento es vivir a la altura del Reino de Dios, "participantes del
llamamiento celestial" (He. 3:1); "supremo llamamiento de Dios en Cristo" (Fil. 3:16). El
avivamiento es revolucionario e incómodo, saca a la luz los pecados escondidos, echa por
tierra las tradiciones humanas establecidas, conduce a nuevas esferas de servicio a Dios y al
prójimo. Por eso muchos lo resisten y se niegan a reconocerlo, que es tanto como decir que
no quieren dejar a Dios ser Dios. "El Espíritu de Dios no puede obrar en un ambiente de
disputas y desacuerdos. Tenemos que apartarnos de nuestra mezquindad, de nuestra
terquedad y de nuestros caprichos. El enemigo de las almas ha debilitado la eficiencia de 12
iglesias porque nos hemos especializado en la controversia y la disputa, en vez de llevar con
lágrimas la preciosa semilla. Hemos dado mucho más énfasis las instituciones que a la oración
y a Dios.

Un avivamiento verdadero siempre conduce a una evangelización verdadera y a una gran


actividad misionera, así como a múltiples obras sociales que repercuten en el mejoramiento
de la sociedad, especialmente de los más desvalidos y miserables. Este último punto lo
consideraremos en el próximo apartado.

Cuando los creyentes de un determinado lugar vuelven a entusiasmarse por su Señor, a dejar
a todo espíritu de amargura y a vivir decididamente como cristianos en todas las áreas de su

17
vida un cambio notable tiene lugar. Otras iglesias comienzan a participar del mismo espíritu
por vía de contagio, que a su vez repercute en el núcleo original. "Como otras ciudades oyeron
y vieron lo que ocurrió en la nuestra —relata Edwards—, fue un gran medio de despertarlas a
ellas; de modo que nuestro oír de tales cambios, propagación extraordinaria y extensión de la
obra, sirvió durante un tiempo para levantar la obra entre nosotros." Cierto pastor observaba
con pena e impotencia cómo muchos de los miembros nominales de su iglesia se dirigían a las
logias masónicas y sólo unos pocos asistían a la Iglesia. Después de una reunión marchó a su
casa abatido. En lugar de dejarse vencer por la desesperación se puso a orar y así permaneció
toda la noche. Al día siguiente únicamente tres jóvenes acudieron a escuchar a su pastor. Pero
ocurrió que dos de ellos rindieron sus vidas al Señor. Sin darle más importancia el pastor se
retiró a descansar. Sin embargo, uno de los jóvenes se dedicó a recorrer todos los lugares
públicos testificando de su maravillosa experiencia y exhortando a la gente a que escucharan
y obedecieran el mensaje de salvación. Este fue el inicio de un período de avivamiento que se
extendió a otras ciudades. La Iglesia vio cómo se triplicaba en membresía. Todas las noches
tenían lugar conversiones. Desde un punto de vista racional no hay nada extraordinario en
este ejemplo. Cuando se predica el puro Evangelio es normal esperar que alguien lo acepte.
Cuando esto ocurre, el gozo del nuevo convertido tiende a desbordarse y asaltar a todos los
que quieran oírle con su nueva experiencia. Los exhortados de modo tan dramático y personal
a escuchar la palabra de salvación es creíble que, en buen número, decidan ir a la Iglesia, que,
por otra parte ya conocen. Y que habiendo oído, y bajo la impresión emocional de los nuevo
convertidos, se conviertan a su vez, y de cristianos nominales pasen a cristianos reales. Todo
muy normal y muy lógico y a la vez falso y equívoco. La secuencia de hechos y explicaciones
es bastante natural, pero en la realidad las cosas no pasan así. El Evangelio es rechazado, el
don de Dios menospreciado, los mensajeros de Cristo escarnecidos; los viejos en religión se
vuelven sarcásticos, cínicos, e incrédulos en definitiva. Por eso advertíamos antes del peligro
de racionalizar los períodos llamados de avivamiento. Aunque todos los ingredientes que se
dan en los mismos pertenecen al acerbo común y conocido de la fe cristiana, que éstos cobren
vida de un modo singular en un determinado momento desafía todos nuestros cálculos y
previsiones. Podemos estudiar y describir un avivamiento como se analiza un cuerpo muerto
en una clase de anatomía, pero jamás seremos capaces de entender sus emociones cuando
estaba vivo, los motivos que guiaban su conducta, que amaba y qué aborrecía; del mismo

18
modo, el avivamiento posee unos rasgos extraordinarios que se escapan de nuestros
entendimiento y que sólo pueden comprenderse desde el interior mismo de su experiencia El
avivamiento no es un milagro, en el sentido ordinario de la palabra, pero es una poderosa
manifestación de la actividad divina que sobrepasa la comprensión humana en la conjunción
de sus elementos, aunque sea posible estudiarlos por separado La tarea del teólogo es el
estudio de la grandes obras de Dios, no le corresponde a él producir- las sino hacerlas
manifiestas a la luz de la Palabra de Dios, de la experiencia y de la historia de la Iglesia.

1.5. LA PARTE DE DIOS

Cada avivamiento coincide en naturaleza causa, origen, medio y resultado; pero varía en
efectos, dependiendo de factores culturales y religiosos. Siempre es la obra del Espíritu Santo
que reconsagrada a los creyentes, revitaliza a la Iglesia y convierte a los pecadores. Pero el
número de creyentes renovados y de pecadores convertidos varía en relación a la influencia
que el cristianismo haya tenido, o dejado de tener, el área geográfica de su manifestación. Si
el cristianismo ha estado socialmente presente de alguna manera, por más débil y no- minal
que haya sido, es de esperar que el número de los que respondan al Evangelio sea más elevado
que en aquellos lugares sin ningún tipo de educación ni influencia cristiana. El avivamiento,
por tanto, no debería medirse por el número de conversiones resultantes, que se debe a
muchos factores circunstanciales, sino al grado de consagración y santidad vivida por los
creyentes, que son las que marcan las diferencias.

En el avivamiento la iniciativa parte de Dios En él tiene su origen hasta el mismo deseo de


buscar un avivamiento Reconocer la necesidad de un avivamiento y buscarlo por todos los
medios es ya una manifestación de la gracia que precede al avivamiento La situación mas
desesperada de una Iglesia es cuando dice: "Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna
cosa tengo necesidad, y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y
desnudo" (Ap. 3:17). Siempre hay una actividad divina previa a la actividad humana, conforme
a la ley que dice "Nosotros amamos a Dios, porque Él nos amó primero" (1 Jn 4:10, 19) Así de
sorprendente resulta un avivamiento nos revela nuestras carencias y nuestras necesidades
Solo en el espejo de la palabra y de la vida divina podemos ver la infinita distancia que nos
separa de la imagen que allí se nos ofrece. "Nos escogió en él antes de la fundación del mundo,
19
para que fuésemos santos y sin mancha delante de él" (Ef. 1:4). "Para que fuésemos hechos
conforme a la imagen de su Hijo" (Ro. 8:29). Cuando esta verdad pasa a formar parte
consciente de la experiencia cristiana comienza a realizar su labor transformadora.

La vida obedece a un proceso inexorable de degeneración y des- gaste. La misma ley del
movimiento es la de la inercia; la energía que impulsa un objeto disminuye a medida que éste
se desplaza. En el terreno espiritual esto significa que congregaciones que un día estaban
llenas de vitalidad tienden a consumirse y estancarse. Ocurre como con las lámparas, que un
día se funden después de años ofrecernos generosamente su resplandor. Agotado el impulso
inicial las cosas tienden a pararse, a ralentizarse. La luz sigue brillando, pero ya no como al
comienzo, la sal se vuelve algo insípida. Porque, aparte de las causas naturales, la fuerza
negativa del pecado siempre está obrando en dirección contraria a la renovación espiritual.
"El deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; pues éstos se
oponen el uno al otro, de manera que no podéis hacer lo que deseáis" (Gá. 5:17). Cuando los
aspectos "carnales" predominan en una congregación, iglesia o comunión, es el momento de
buscar la reactivación del Espíritu. Sin embargo no depende del deseo ni del esfuerzo humano
de unos pocos, ni tampoco que Dios sea reticente para venir. Lo que impide un avivamiento
es conocido únicamente por Dios, aunque nosotros podamos vislumbrar algunas causas y
señalar, algunos remedios: oración, consagración, celo, amor, fidelidad... Esfuerzos que se
estrellan contra un muro de indiferencia hasta que Dios no lo eche abajo. Que la piedad sea
efectiva y conquistadora depende de su bautismo de fuego, cuya prerrogativa es divina. La
Iglesia no almacena el Espíritu corno los grandes bancos reservan depósitos de moneda, la
Iglesia depende del Espíritu para suplir sus necesidades y hacer que su obra sea eficaz. La
Iglesia no es señora del Espíritu sino sierva. Por eso, en relación al avivamiento sólo cabe orar
sin desmayar, esperar sin murmuración, vigilar sin descanso. A la hora que no esperamos
puede llegar el Señor de la Iglesia con poder. En el día de su gracia se acordará de nuestras
súplicas.

20
1.6. LA PARTE DEL HOMBRE

Que Dios sea el principio del avivamiento no significa que nosotros somos dados de baja para
no hacer nada sino esperar a ver qué pasa.

Al contrario, toda despreocupación e indolencia espiritual es pecado. No podemos robar el


fuego divino, como Prometeo lo arrebató a Zeus, pero sí podemos, como Jacob, luchar contra
Dios en oración hasta el alba, y no dejarle ni darle descanso si no nos bendice. La espera de
avivamiento no es posible sin el empleo de los medios que Dios ha puesto a nuestra
disposición. Está en sus manos determinar el tiempo de su visita, pero está en las nuestras
extenderle nuestra invitación, prepararle un lugar. "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo —
dice el Señor a la medio muerta Iglesia de Laodicea—; si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré a él, y cenaré con él y él conmigo" (Ap. 3:20). Jesús da el primer paso, al creyente
corresponde seguirle: "Sé, pues, celoso, y arrepiéntete" (y. 19). En cierto sentido la Iglesia
tiene en sus manos la llave de/avivamiento cuando confiesa, reconoce su pecado y busca el
perdón y la renovación de Dios.

En Oseas se manifiesta con claridad la parte de Dios en la manifestación de renovación y la


parte del hombre en su búsqueda y preparación de la misma. En primer lugar encontramos la
invitación general a Israel a que acuda confiado a su Dios: "Venid, volvamos al SEÑOR. Pues Él
nos ha desgarrado, y nos sanará; nos ha herido, y nos vendará. Nos dará vida después de dos
días, al tercer día nos levantará y viviremos delante de Él" (Os. 6:1-2), detenida aquí la lectura
tenemos un cuadro perfecto de la soberanía de Dios en el avivamiento. Ilusión de perfección
que se desvanece tan pronto seguimos leyendo: "Conozcamos, pues, esforcémonos por
conocer al SEÑOR. Su salida es tan cierta como la aurora, y Él vendrá a nosotros como la lluvia,
como la lluvia de primavera que riega la tierra" (y. 3). Ahora sí que tenemos el cuadro perfecto
por completo. Quizá algo menos idílico, con Dios haciéndolo todo y nosotros esperándolo
todo, pero mucho más realista y exigente. El Dios que vendrá a nosotros tan cierto como la
aurora del amanecer, no vendrá sin nuestro ir y sin nuestro esfuerzo. Dios ha determinado de
tal modo las cosas, que ha hecho del ser humano par- te causal de todo lo que ocurre en la
tierra. Ciertos resultados están relacionados con determinadas condiciones que ejercen la
función de medios. El avivamiento que Dios origina tiene su origen a su vez en los creyentes.
21
"Volveos a mí —declara el SEÑOR de los ejércitos— y yo volveré a vosotros" (Zac. 1:3). "Desde
los días de vuestros padres os habéis apartado de mis estatutos y no los habéis guardado.
Volved a mí y yo volveré a vosotros" (Mal. 3:7). Dicho en sentido contrario: "Restáuranos a ti,
oh SEÑOR, y seremos restaurados" (Lm. 5:21).

En el Nuevo Testamento tenemos el mismo principio y la misma actitud. "Ocupaos en vuestra


salvación... Dios es quien obra en vosotros" (Fil. 2:12-13). Los creyentes han entrado en el
reposo de la salvación, toda vez que han creído en la palabra de la promesa. Es un repo- so
sagrado e inconmovible. Pues descansa en lo que Dios ha hecho a su favor. Pero es un reposo
paradójico, no lleva a la quietud sino al trabajo. ¿Cómo es eso posible? Las promesas de Dios
son actualizaciones humanas, originadas en el cielo y realizadas en la tierra. "El que ha entrado
a su reposo, él mismo ha reposado de sus obras, como Dios reposó de las suyas. Por tanto,
esforcémonos por entrar en ese reposo, no sea que alguno caiga" (He. 4:10-11). Aplicado al
avivamiento esto significa que, pese a su indudable origen, divino, el creyente coparticipa con
Dios en la "producción" del mismo. No estamos ha- blando aquí en sentido propio sino
figurado. La participación y la producción humanas son siempre relativas, dependen de su
relación con Aquel que gobierna el cielo, la tierra y todos los seres que en ella habitan. Pero
ese mismo Dios ha querido convertir a sus criaturas en causas eficientes de lo que es necesario
para la vida y la piedad.

Charles G Finney ha sido y es repetidamente criticado, principal- mente en círculos calvinistas,


por su creencia de que los hombres pueden promover un avivamiento si usan los medios
apropiados Si nuestra lectura de Finney es correcta, el aseguro que un avivamiento no es un
milagro, es puramente el resultado natural del uso correcto de los medios constituidos para
tal fin. Estas son sus palabras más o menos literales, lo que para nosotros significa que, según
Finney, el aviva- miento no tiene nada de sobrenatural, en sentido milagroso, en cuanto es el
resultado natural del uso correcto de los medios que Dios ha señalado para ello. Más adelante
dice: "Afirmo que un avivamiento es el resultado del uso recto de los medios apropiados."

Tomadas en sentido estricto estas palabras pueden dar la apariencia de estar enseñando un
cierto mecanicismo espiritual, en detrimento de la soberanía de Dios. Así lo entendieron
muchos de sus contemporáneos que le acusaron de llevar un avivamiento en el bolsillo.

22
Semejante crítica no se hallaba exenta de motivos personales y prejuicios confesionales.
Finney tuvo el mal gusto de ir contra las venerables opiniones de la época, y ésto nunca
termina de ser perdonado. Finney quiso enseñar el sentido de la responsabilidad y de la
cooperación humana con Dios, ni más ni menos. Finney tenía bastante claro, es un principio
axiomático de toda religión, que sin la bendición de Dios los medios no producirán un
avivamiento por sí mismos. Él parte de este presupuesto esencial. Lo supone en la mente de
sus lectores, lo da por entendido. No le es necesario mencionarlo. Los medios a los que se
refiere no son medios "carnales", técnicas de mercado o de espectáculo. Finney está pensando
en algo mucho más serio. Los medios a los que se refiere son la Palabra de Dios como simiente,
y la predicación de esa Palabra como siembra. Los individuos que tiene en consideración a, la
hora de hacer semejantes afirmaciones son aquellos cuyos conceptos de avivamiento rayan
en lo mágico, ya que no en lo milagroso. Aquellos que, espiritualizando la soberanía de Dios,
olvidan los canales por medio de los que Dios busca manifestarse. Los avivamientos en los días
de los apóstoles estaban conectados con milagros, pero no eran milagros. El milagro era una
cosa; y lo que seguía era algo muy diferente Todos los avivamientos dependen de Dios, pero
en ellos, así como en otras actividades, El invita y solicita la asistencia del hombre, y el
resultado completo se obtiene cuando hay cooperación entre lo divino y lo humano "En otras
palabras, y para emplear una frase familiar, sólo Dios puede salvar al mundo, pero Dios no
puede salvar al mundo solo"

"Imaginemos a un hombre que fuera a predicar esta doctrina entre los agricultores, a la honrá
de hacer la siembra de la simiente. Permitidle que les diga que Dios es soberano y por tanto
les dará fruto cuando a él le plazca, y que el trabajo de arar, cavar, plantar, como si los
agricultores aguardaran obtener la cosecha mediante su esfuerzo, es puro equívoco por
cuanto vienen a interferir la soberanía de Dios, pues, según el hipotético predicador, esto
significa que los agricultores quitan la obra de las manos de Dios. Permitidle, además, que les
diga que no hay ninguna relación entre los medios, de los cuales los agricultores dependen, y
el resultado. Si éstos aceptaran semejante doctrina condenarían al mundo a morir de hambre.

Justamente estos mismos resultados se darían caso de que la Iglesia fuese convencida de que
promover la religión está, de algún modo, tan misteriosamente sometido a la soberanía divina,
que no hay relación natural entre los medios y el fin. De hecho, ¿cuáles son los resultados?
23
Generación tras generación ha ido al infierno mientras que la Iglesia ha estado soñando y
esperando que Dios salve sin el uso de medios."

Cuando en el Salmo 102:13-14, se habla de la misericordia y de la compasión de Dios en "el


tiempo o plazo de Dios", que algunos aplicaban a la doctrina bíblica sobre el avivamiento, el
Dr. Owen Thomas (1812-1891), advertía sobre dos errores que algunos caen al respecto y que
es preciso evitar a toda costa Uno, creer que todo esfuerzo y expectación es inútil sino
concuerda con el tiempo señalado por Dios en su sabiduría ignota, oculta. Otro, de signo
contrario, creer que al aviva- miento puede llegar en cualquier hora, sea cual sea el estado de
la iglesia. "Nadie —escribe— puede esperar el cumplimiento de la promesa de Dios sin recurrir
a los medios que Dios ha predeterminado a tal fin."

1.7. LA IMPORTANCIA DEL MEDIO

"Cuando la predicación es fiel, cuando las oraciones son fervientes, cuando la vida de los
creyentes es pura, un avivamiento seguirá tan naturalmente como la luz al Sol", así se
expresaba en la primera mitad del siglo XX el evangelista presbiteriano Billy Sunday. Ahora
bien, cabe preguntarnos, si una Iglesia ora con fervor, la santidad habita en cada uno de sus
miembros y se predica fielmente la Palabra de Dios, ¿no es esa la mejor descripción de un
avivamiento? Y si lo es, ¿a qué esperarlo? ¿Existe un avivamiento permanente, como Torrey y
Joseph Parker pretendían?

En la materia que tratan de ventilar estas preguntas tenemos un caso parecido a la


controversia teológica que divide a calvinistas y arminianos. ¿Es la persona regenerada porque
tiene fe, o tiene fe porque es regenerada? Nos parece a nosotros que ambas cosas a la vez.
Solamente en un orden lógico de la salvación, abstracto, establecemos una secuencia
cronológica que no está presente en la experiencia real de la salvación. No hay regeneración
sin fe, ni fe sin regeneración. La "preparación" para el avivamiento es ya un avivamiento, si se
entiende en el sentido restringido de vivir a la altura del supremo llamamiento de Dios. Se
necesita un avivamiento cuando la Iglesia se halla en pecado y desobediencia, no cuando está
cumpliendo la parte encomendada por su Señor. Si en el vocablo avivamiento injertamos otros
significados como "poder de lo alto", "investidura de gracia", "conversiones maravillosas",

24
"prodigios sobrenaturales", o cualquier otra idea que signifique un plus a la vida cristiana
normal de discipulado y santidad, entonces el avivamiento no puede ser sino el resultado y la
consecuencia de unos medios extraordinarios en sí mismos. Pero en ese caso estaremos
pensando en cosas distintas e introduciendo la confusión en el tema.

Lo que a nosotros nos toca señalar es que, hasta en la economía de la gracia, es decir, en el
tiempo presente de la Iglesia, no deben esperarse resultados en el orden de la salvación sin el
empleo de los me- dios habituales de gracia, a saber, predicación de la Palabra de Dios,
testimonio evangélico y vida social como Iglesia. Y aunque también es cierto que "si el SEÑOR
no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican" (Sal. 127:1), es igualmente cierto que
"si descuidamos y menospreciamos esos medios que Dios ha puesto a nuestra disposición,
manifestaremos con ello un espíritu de rebeldía contra Dios, y no podemos tener ninguna
razón para esperar misericordia y bendición en tanto retengamos ese espíritu."

Poco antes del avivamiento galés de 1859, W Edwards de Aberdare (Escocia) publicó un
interesante artículo sobre los medios conducentes a un despertar religioso y entre esos
medios anotó la importancia de "un ministerio puro, es decir, la predicación apostólica... El
aviva- miento debe comenzar en el púlpito... la iglesia debe estar en completa armonía con el
ministerio.., en el uso particular de los medios de gracia.... con mucha oración ferviente." Se
trata de lo que en otro lugar he llamado el factor humano de los avivamientos, pues si éste no
se tiene en cuenta se corre el peligro de caer en un tipo de superstición que dice esperar todo
de Dios, cuando en realidad se trata de una excusa para no enfrentar la realidad y eludir, de
ese modo, la obediencia que Dios nos exige en el lugar y el momento donde Él nos ha colocado.
Lo que Jesucristo pide de los suyos es que no se duerman sino que velen y oren, que no se
agote el aceite de sus lámparas, que cuando él vuelva los encuentre en sus labores.

Un énfasis exagerado en el avivamiento como fenómeno extraordinario de bendición divina


sin intervención de agencias humanas, que conduzca a un esperar pasivo, o a una actividad
sin expectativas, pueden llevar muy fácilmente a la más profunda de las tristezas e insalvables
frustraciones que siempre acechan al ministerio cristiano Hay que estar muy ciegos para no
advertir que la Biblia nos ofrece una enseñanza equilibrada respecto a los diversos factores
que se refieren a la parte de Dios y a la parte del hombre Por las palabras de Cristo registradas

25
en los Evangelios sabemos que nada podemos hacer si no permanecemos en él (Jn. 15:4).
Cristo es nuestra vid y nuestra savia, nuestra vida que nos hace vivir. De su Espíritu en nosotros
depende que llevemos fruto o resultemos estériles. Pero el Espíritu que obra en nosotros no
lo hace sin nosotros, resulta del todo necesario guardar los mandamientos del Señor y
permanecer en su amor (v 10). Lo que esto significa es que la verdadera espiritualidad consiste
en una verdadera intercomunicabilidad entre Dios y el hombre, el espíritu del creyente y el
Espíritu de Cristo. Nadie puede confiar seguro en la sola actividad del cielo, como si el no
tuviera que poner nada de su parte

Ciertamente hay exhortaciones bíblicas que nos dicen: "Estad quietos, y sabed que yo soy
Dios" (Sal. 46:10), pero no se trata del quietismo individual o comunitario cerrado en su propia
inactividad, sino que esa "quietud" se refiere a la serenidad y confianza que ofrece el
abandono activo en las promesas divinas. "No temeremos —continúa el Salmo— aunque la
tierra sufra cambios, y aunque los montes se deslicen al fondo de los mares... El SEÑOR de los
ejércitos está con nosotros; nuestro baluarte es el Dios de Jacob" (vv. 2-7). La esperanza
cristiana se contrapone al desasosiego y ansiedad típicos del paganismo que en lugar de un
Dios Padre providente sólo cuenta con el hado caprichoso o el destino ciego, de modo que los
dioses sólo ayudan a quienes se ayudan a sí mismos, y en lugar de esta desconsolada
desesperanza o desesperanza desconsolada interviene activamente en su propia salvación,
sabiendo que Dios es quien obra en él así el querer como el hacer. "Ocupaos en vuestra
salvación —escribe el apóstol Pablo— con temor y temblor; porque Dios es quien obra en
vosotros tanto el querer como el hacer" (Fil. 2:12-13).

La biblia en señas que Dios usa medios, que su actividad en el mundo y en la iglesias está
vehiculada por agentes humanos, hombres y mujeres que cumplen su voluntad. Cada persona
cumple el propósito para el que ha sido llamado, lo que explica los deferentes resultados de
unos a otros. A veces se da el desconcertante espectáculo de ver individuos muy dotados,
llenos de talentos y virtudes que obtienen resultados inferiores a otros menos virtuosos y con
mucho menos dones. La razón oculta se encuentra oculta en el secreto de la voluntad divina
para con el mundo, la iglesia y el individuo. La obra de Dios en el mundo opera en dos niveles
distintos, la situación para la que llama a un individuo y el individuo mismo que es llamado el

26
interés de Dios no es tanto de carácter pragmático: resultados, logros, éxitos, si no personal:
la forja del carácter.

Los medios y las agencias humanas pueden ser muchos y variados en su naturaleza,
constitución y logros, pero el Espíritu que los suscita y lo anima es el mismo. Cuando se
adquiere plena conciencia de este hecho, queda excluida todo jactancia y vanagloria en unos
y todo rencor y amargura en otros “ ¿Porque ¿Quién te distingue? ¿Qué tienes que no
recibiste? Y si lo recibiste ¿Porque te jactas como si no lo hubieras recibido?” (1 Co. 4:7).

Hay tiempos especiales cuando el Espíritu de Dios es derramado con gran poder, y multitudes
se esfuerzan por entrar en el reino de Dios; y hay tiempos difíciles por su aridez y falta de
resonancia, cuando el mensaje de las noticias de paz parece estar solo, sin que nadie crea su
anuncio. En unos y otros momentos el creyente es exhortado a permanecer en la fe, y a llevar
a cabo su tarea como discípulo de Cristo. Podemos ilustrar esta realidad, con una experiencia
sacada de la vida del apóstol Pablo, aquella que dice: “he aprendido a contenerme cualquiera
que sea la situación. Se vivir en pobreza, y se vivir en prosperidad; en todo y por todo he
aprendido el secreto de tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener en
abundancia como de tener necesidad. Todo lo puedo el Cristo que me fortalece. (Fil: 4:11-13)

1.8. AVIVAMIENTOS EN LA HISTORIA DE ISRAEL

Recomendamos al lector que estudie por sí mismo los siguientes pasajes bíblicos que tienen
algo que ver, con el avivamiento:

 Avivamiento con Jacob, Génesis 35:145: "Quitad los dioses aje- nos que hay entre
vosotros" (v. 2)
 Avivamiento con Moisés, Éxodo 32: "Este pueblo ha cometido un gran pecado que
perdones ahora su pecado" (vv. 31, 32)
 Avivamiento con el ángel de Jehová, Jueces 2: "El pueblo alzó su voz y lloró" (vv. 4).
 Avivamiento con Samuel, 1 Samuel 7:1-13: "Preparad vuestro co- razón a Jehová, y
sólo a él servid" (y. 3).
 Avivamiento con Elías, 1 Reyes 18: "Si Jehová es Dios, seguidle" (y. 21).
 Avivamiento con Asa, 2 Crónicas 14-16: "Y mandó a Judá que buscase a Jehová" (14:4).
27
 Avivamiento con Josafat, 2 Crónicas 20: "Josafat humilló su rostro para consultar a
Jehová" (y. 3).
 Avivamiento con Ezequías, 2 Crónicas 30: "No endurezcáis la cerviz como vuestros
padres; someteos a Jehová" (y. 8).
 Avivamiento con Josías, 2 Crónicas 34: "Te humillaste delante de Dios... yo también te
he oído, dice Jehová" (y. 27).
 Avivamiento con Zorobabel, Hageo 1; Zacarías 1:1-6: "Volveos a mí y yo me volveré a
vosotros."
 Avivamiento con Nehemias, Nehemias 8 "El gozo del Señor es nuestra fuerza" (y. 10).

En todos estos casos apuntados arriba, vemos que siempre se dan o se cumplen las mismas
situaciones previas al avivamiento o renovación de la vida espiritual: idolatría, abandono de
las leyes de Dios; a lo que sigue la aparición de alguien que, en nombre de los derechos de
Dios y la fe del pueblo, llama al arrepentimiento, exhorta a que se reconozca o admita el
pecado, y, finalmente, conduce a la búsqueda humillada de Dios, que entonces se manifiesta
como restauración o avivamiento del favor divino y su íntima comunión Una vez más, y desde
la misma Escritura, se confirma que el avivamiento se produce como un remedio o medicina
para una situación de pecado y tiene que ver con la comunidad santa, que ha dejado de serlo.
La Palabra de Dios no puede ser más clara al respecto.

1.9. PENTECOSTÉS, ¿EL PRIMER AVIVAMIENTO DE LA ERA CRISTIANA?

Por regla general se suele citar Pentecostés como el primer aviva- miento de la historia de la
Iglesia, seguido por el avivamiento samaritano, gentil, etc. No podemos estar de acuerdo con
esta interpretación. La razón es bien sencilla.

Pentecostés es un acontecimiento único en la historia de la Iglesia, en el preciso sentido de


que los 120 creyentes que aquel maravilloso día fueron bautizados con el Espíritu Santo, no
se encontraban en la misma situación en la que se encuentra la Iglesia actual. Cuando el Señor
Jesús les mandó que esperasen en Jerusalén, no fue con la intención de que mientras tanto se
humillasen y recibiesen perdón de pecados para ser útiles. A partir de la resurrección los
discípulos cobran valor y ánimo. Han sido comisionados por su Señor a cubrir todo el mundo

28
con las buenas noticias del Evangelio. Incluso les ha otorgado un anticipo del Espíritu Santo
(Jn. 20:22). Pentecostés no vino para avivar una fe agonizante, ni para purificar lo impuro; vino
para comunicar poder, lo cual es algo bastante diferente. Es lo único que Jesús les había
indicado que iban a recibir: "Poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me
seréis testigos" (Hch. 1:8). "El avivamiento no es primariamente conferir poder a la iglesia —
escribe Brian H. Edwards—, aunque de hecho lo haga, es dar vida." Por tanto, Pentecostés no
fue propiamente un avivamiento, sino una investidura de poder, un ungimiento de lo alto, al
modo de los antiguos profetas cuando dejaban a otros la continuidad de su ministerio.

Pentecostés fue, sin lugar a dudas, un acontecimiento mucho más grande que cualquier otro
avivamiento habido y por saber, no por el número de personas convertidas en aquella época,
sino por el significado espiritual y eclesial para la Iglesia de entonces y de todos los tiempos.
Pentecostés pertenece a la historia de la salvación, y tiene un carácter único y fundacional
semejante, en cierto sentido, al sacrifico de Cristo en la cruz: ocurrió de una vez para siempre.
Esto no quiere decir que sus múltiples significados para la Iglesia posapostólica no trascienda
los límites de su tiempo y sentido teológico, sino todo lo contrario. Por cuanto Pentecostés
pertenece a la historia de la salvación sigue siendo norma y ejemplo de la obra de Dios en
medio de su Pueblo. Pentecostés es algo más que un acontecimiento histórico modelo, es un
acontecimiento soteriológico, mediante el cual el Espíritu de Cristo cumple la misión de dar
testimonio de Cristo y convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Por el lado
eclesial, Pentecostés confirma el cumplimiento de la promesa de Cristo de estar con los suyos
mediante su Espíritu hasta el fin de los tiempos. Pentecostés asegura la presencia y el poder
del Espíritu de Cristo en medio de la congregación de los santos. Pentecostés proclama que
las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia, y que allí donde el nombre de Cristo
es proclamado en el poder del Espíritu, la hostilidad y la increencia no podrán tener la última
palabra. Pentecostés no fue el primer avivamiento, sino la primera manifestación del
nacimiento del nuevo pueblo de Dios como comunidad del Espíritu. Pentecostés ratifica el
nuevo Pacto o Alianza de Cristo con su pueblo con temblores comparables a los que
acompañaron la entrega de la Ley en el antiguo Pacto (Hch. 2:1,6; Ex. 20:18). Pero no se
detienen aquí las similitudes. Según la tradición oral judía, la fiesta de Pentecostés caía en el
aniversario en el cual Moisés entregó la Ley de Dios a los hebreos en el Monte Sinaí. Moisés

29
recibió las tablas de piedra de parte de Dios cincuenta días después de la primera Pascua. La
fiesta judía de Pentecostés vino a la existencia cincuenta días después de la fiesta de Pascua.
El Pentecostés cristiano celebra la entrega no de la letra de la Ley, sino la recepción del Espíritu
vivificador. El Antiguo Pacto escribió la ley sobre tablas de piedra, el Nuevo Pacto la escribe
sobre corazones de carne, o lo que es lo mismo, la obediencia a Dios iba a sufrir un proceso
de dentro hacia fuera. En esto consiste el poder para cumplir la Ley, que ésta ya no es algo
externo al individuo, amenazante y contraria a su ser, sino lo más propio de sí, en cuanto
expresión de un Dios y Padre dador de vida.

Pentecostés marca un cambio paradigmático en la historia, se pasa de la Dispensación de la


Ley para entrar en la de la Gracia, completa la obra comenzada por Cristo en relación a la
interioridad del culto a Dios frente a su localización en el templo; la abolición del sacerdocio
levítico frente a una comunidad íntegramente sacerdotal y, por tanto sin diferencias
estamentales, y la interiorización de la ley y los mandamientos mediante la acción del Espíritu.
"En los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos
y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán
sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramare de mi
Espíritu, y profetizaran" (Hch. 2:17-18).

Es normal que las personas e iglesias que pasan por la renovación de sus vidas tanto a nivel
privado como comunitario, traten de entender sus experiencias a la luz de la Palabra de Dios
y concretamente de lo ocurrido en Pentecostés y se le considere el "prototipo" del
avivamiento, pero no en el mismo sentido que el avivamiento tiene en la vida de la Iglesia,
sino en cuanto refleja la situación de los principios del cristianismo, el tiempo ideal originario
cuando la comunidad cristiana representaba la vuelta al paraíso, la alegría y sencillez de
corazón, la comunión de bienes entre los creyentes y el favor de todo el pueblo (Hch. 2:43-
47). Pentecostés no es el primer avivamiento sino la situación que hace que sea necesario el
avivamiento. Pentecostés refleja la vida cristiana en sus aspectos más puros y deseables. Es
como el estado de inocencia al que es preciso volver una y otra vez.

En el Nuevo Testamento hay un dato que llama poderosamente la atención por su ausencia,
no encontramos en sus páginas ni una sola exhortación a ser avivados, con el fin de

30
"intensificar la vida espiritual", o de "recibir poder sobrenatural". Parece poco digno de crédito
responder que este silencio obedece al hecho de que el Nuevo Testamento pertenece a un
período total de avivamiento, lo que explicaría la falta de alusiones a orar por un avivamiento
puesto que se vive en el mismo. Quienes mantienen esta teoría, personas tan respetables y
tan buenas conocedoras de la literatura sobre el avivamiento como el Dr. Lloyd-Jones,
entienden por avivamiento lo que otros llamarían "bendición Pentecostal", "bautismo de
poder", etc., y utilizan para ello los tex tos clásicos de Hechos 2, 1 Corintios 14 y 1
Tesalonicenses 1:5, cuando el apóstol Pablo dice: "Nuestro evangelio no vino a vosotros
solamente en palabras, sino también en poder y en el Espíritu Santo y con plena convicción".
Pero este último texto no tiene que ver con la Iglesia, a la que el avivamiento remite, sino con
el mundo, al que la predicación del Evangelio está dirigido. Consagración y conversión son dos
temas diferentes.

Cuando Lloyd-Jones, y otros como el, hablan de "avivamiento" están pensando en un


"añadido" a la experiencia cristiana normal o cotidiana, una especie de plus sobre el que no
tenemos ningún control, lo que, literalmente, llaman "bautismo de poder", y lo aplican al caso
de los grandes revivalistas George Whitefield y Howel Harris, sin atreverse a continuar, como
si desde hace más de un siglo Dios hubiera dejado de preocuparse de su Iglesia y su acción en
el mundo. Es sorprendente que miembros de esta escuela, tan convencidos de la soberanía
de Dios y su continúa providencia, sean los más reacios a identificar como avivamientos los
asombrosos acontecimientos modernos que se están dando en todo el mundo, en base a que
algunas "señales", o "signos ortodoxos" de lo que debe ser un avivamiento divino no
corresponden a lo que observan. El despertar de "Pentecostés" a principios del siglo xx o la
renovación carismática pecan, según esta escuela, de "demasiadas" señales y defectos de
emocionalismo y manifestaciones extraordinarias, las mismas que, paradójicamente se dieron
en el pasado, que esta escuela se ha encargado de sacralizar y purificar de toda clase de
"impurezas". Volveremos luego sobre el tema.

En este, como en muchos otros temas que se refieren a la interpretación de una doctrina
bíblica, lo que más cuenta no es lo que el texto dice, sino lo que parece o debería decir,
conforme a las premisas del que lo estudia e interpreta. En la base de esta actitud se encuentra
siempre, por más que lo nieguen quienes se consideran a sí mismos objetivos e imparciales,
31
la experiencia moldeadora de la exégesis o hermenéutica. Es la experiencia, o la falta de la
misma, de las sanidades o dones extraordinarios lo que determina el sentido final de la
interpretación de la Biblia. En este caso no hay mayor argumento que la experiencia de los
lectores envueltos en el debate. No estamos refiriéndonos a ninguna nueva teoría
hermenéutica, sino constatando un hecho de la vida misma que regula las leyes de lectura e
interpretación de un texto o expresión gramatical. Hay que dejar de mirar la Biblia como si se
tratase de un catecismo con preguntas y respuesta bien ordenadas o un libro de texto de
teología sistemática y comenzar a darnos cuenta que el propósito primario de la Revelación
de Dios es guiar la experiencia del creyente, después vendrá la sistematización intelectual de
esa experiencia en un manual de doctrinas o código de comportamiento bajo el rótulo de
"ética cristiana". Para nuestros propósitos actuales baste notar la importancia de tomar
conciencia de nuestros presupuestos lógicos y emocionales y, de ese modo, tener el ánimo y
la voluntad dispuestos a escuchar más atentamente la voz de Dios y rectificar donde sea
necesario.

1.10. AVIVAMIENTO Y FIDELIDAD

Hemos dicho que no hay ni un solo texto neotestamentario que hable de la necesidad de
avivarse, lo cual no es cierto, hay uno, un único caso. Se encuentra en 2 Timoteo capítulo 1
versículo 6: "Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la
imposición de mis manos", pero lejos de constituir una prueba en contra de lo que venimos
sosteniendo, lo confirma literalmente a las mil maravillas. Pablo exhorta a Timoteo, que es
creyente y obrero en la obra de Dios —no hay que pasar, por encima este dato—, a que avive
¿qué? Aquello que el anciano misionero considera amenazado por el comportamiento de su
joven discípulo; descuido motivado por timidez natural, o por miedo a los demás, eso no
importa ahora demasiado. Lo cierto es que Pablo le pide a continuación: "No te avergüences
de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por
el evangelio según el poder de Dios" (y. 8). Todo el capítulo trasluce una seria preocupación
de Pablo por la actitud de Timoteo, parece como si éste rehuyera identificarse con Cristo y su
siervo, el apóstol Pablo. El mismo ruego de Pablo, que sea avivado, indica que algo anda mal
en la vida de Timoteo, o está seriamente amenazado. Pablo le anima con su propio Ejemplo:
"No me avergüenzo" (y. 12), y le conmina a retenerla sana palabra y a guardar el buen depósito
32
por el Espíritu Santo (y. 13, 14), a la vez que le recuerda a ciertos personajes que abandonaron
(y. 15). El avivamiento siempre tiene que ver con la renovación y el despertar a las altas
responsabilidades que supone ser discípulo de Cristo.

El avivamiento apunta a una trágica e ineludible necesidad, tanto a nivel individual como
social. Hace falta avivamiento porque se producen situaciones anómalas, contrarias al espíritu
del Evangelio. Cuando creyentes como Timoteo se avergüenzan de su Señor y de sus siervos,
cuando no retienen ni guardan la enseñanza ni el testimonio de Cristo, cuando descuidan o
abandonan sus tareas, es preciso que repasen las cartas que Cristo dirige a las Iglesias en
Apocalipsis capítulos segundo y tercero que, en su conjunto, se pueden considerar, el otro
gran texto neotestamentario referente a cuándo, por qué y cómo buscar el avivamiento, la
renovación y restauración de la vida espiritual.

No es nada fácil ni placentero tomar en serio las palabras de Jesús respecto a la negación de
uno mismo y recorrer el camino de la cruz, y sin embargo, si no se cumplen estas condiciones,
es imposible ser discípulo de Cristo. "Si alguno quiere venir en pro de mí, niéguese a sí mismo,
tome su cruz y sígame, porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su
vida por causa de mí, la hallará" (Mt. 16:24-25). El que no se ejercita en la disciplina del
desprendimiento y la renuncia, hasta el punto de la ofrenda suprema, la vida misma, no
entiende para nada el significado de ser cristiano. Para Jesús, este destino, aparentemente
trágico, es, sin embargo la marca o el signo del profeta auténtico y, por tanto, no motivo de
tristeza sino de gozo y alegría. "Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan
todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí. Regocijaos y alegraos,
porque vuestra recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que
fueron antes de vosotros" (Mt. 5:11-12). "Acordaos de la palabra que os dije: Un siervo no es
mayor que su señor. Si me persiguieron a mí, también os perseguirán a vosotros" (Jn. 15:20).

La persecución por razón de ser cristiano no es una realidad evidente en los países
"cristianizados", pero es siempre una posibilidad cuya eventualidad tiene que ser afrontada
decididamente, no en virtud de ningún espíritu de sacrificio, como si hubiese algún mérito en
el dolor, sino de fidelidad a Cristo y su palabra. "Por causa de mí" (Mt. 5:11). "Por causa de mi
nombre" (Jn. 15:21).

33
El cristiano que quiere ser fiel a su Señor y a su conciencia no siempre encuentra fácil ganarse
la simpatía de todos, por más que busque la paz con sus semejantes. En su vida experimenta
las mismas contradicciones de Jesús y comprueba, aterrado, que, a veces, sin quererlo ni
pretenderlo, surge la discordia en el querido seno de la familia y de la propia iglesia. En ese
contexto, tentado a flaquear, vuelve a oír la voz imperativa de Cristo: "El que no toma su cruz
y sigue en pos de mí, no es digno de mí. No penséis que vine a traer paz a la tierra; no viene a
traer paz, sino espada... Los enemigos del hombre serán de su misma casa" (Mt. 10:34-38).

Pedro, puesto en un aprieto, negó su relación con Cristo con tal de salvar su vida y no verse
comprometido en situaciones engorrosas. Timoteo, amparado en su timidez, evita las
dificultades inherentes al ministerio cristiano, siente vergüenza y busca excusas en su manera
de ser. Fue entonces cuando Pablo le llamó a avivar "el fuego del don" que había en él. Es,
como he dicho en otro lugar, el avivamiento que hoy necesitamos. Un avivamiento de fuego.
Un avivamiento de la vergüenza, porque no hay mayor vergüenza que no tener vergüenza38.
No hay vergüenza en la domesticación de las exigencias del Evangelio, en la que algunos son
expertos, y en lugar de ser profetas en nombre de Cristo se convierten en marionetas de
intereses eclesiales, cuyo móvil último es el bolsillo, es decir, consideraciones económicas.
Tanto para creyentes como para no creyentes, la pasión más fuerte, más universal y
persistente es aquella que consiste en el amor al dinero. "Raíz de todos los males es el amor
al dinero" (1 Ti. 6:10). Se puede decir de muchos modos y camuflar de muchas maneras, pero,
como ya notó Alexis de Tocqueville, "sólo algunos hombres codician los honores y desean
dirigir la nave del Estado, pero son muy pocos los que no quieran ser ricos”. Lo que aquí se
aplica a la política, puede referirse con la misma propiedad a la religión en general y al
cristianismo en particular, desde los días de Simón el mago en adelante "Hermanos, sed
imitadores míos, y observad a los que andan según el ejemplo que tenéis en nosotros. Porque
muchos andan como os he dicho muchas veces, y ahora os lo digo llorando, que son enemigos
de la cruz de Cristo, cuyo fin es perdición, cuyo dios es su apetito y cusa gloria está en su
vergüenza, los cuales piensan sólo en las cosas terrenales" (Fil. 3:17-19). Cuando cunde esta
mentalidad, hasta los espíritus más nobles y puros se ven tentador a seguir la corriente, de ahí
el llanto del apóstol Pablo para contener semejante tragedia. "Porque los que quieren
enriquecerse caen en tentaciones y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden

34
a los hombres en destrucción y perdición" (1 Ti. 6:9). "Apacentad la grey de Dios que está
entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente, no por ganancia
deshonesta, sino con ánimo pronto" (1 P. 5:2).

¿Qué se quiere alimentar realmente con el avivamiento y. la conversión de multitudes? ¿La


gloria de Dios y el bien de los hombres, o la honra y el enriquecimiento personal? ¿Por qué
será que un gran número de predicadores multitudinarios acaban amasando increíbles
fortunas privadas? En otros, el miedo, del todo comprensible, a verse castigado en los ingresos
económicos por causa de la verdad del Evangelio, les lleva a convertirse en lo que Tozer bien
describía gráficamente como mascotas y ratones de Iglesia. Cuando esto ocurre es cuando se
necesitan hombres que no tomen decisiones por temor, no den un paso con la intención de
agradar a costa de la integridad; hombres que no acepten un servicio o ministerio por
consideraciones financieras; hombres que no realicen ningún acto religioso por simple
costumbre e interés personal; hombres que no se permitirán a sí mismos ser influenciados por
el amor al prestigio personal o por el deseo de obtener reputación ya dentro de su grupo en
particular, o de la sociedad en general, sino por la pura entrega a los más altos ideales
evangélicos. Por fidelidad al Evangelio de Cristo.

Avergonzarse del Evangelio equivale a negar su poder y eficacia (cf. Ro. 1:16). "Justificados,
pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien
tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la
esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las
tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la
prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado
en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado" (Ro. 5:1-5).

En el texto que estamos considerando (2 Ti 1:8) vemos que a la exhortación a no avergonzarse


de Cristo, se añade: "ni de mí, preso suyo". Tener un pastor popular, ser miembro de una
iglesia grande, poderosa, respetada por los gobiernos de las naciones, puede ser hasta
excitante y un verdadero privilegio. Pero tener al pastor en la cárcel por causa del Evangelio,
medio desnudo y calificado de sedicioso y corifeo de una partida de herejes y sectarios, eso
es otra cosa bien distinta. Hay muchas maneras de avergonzarse y de caer presos: presos de

35
prejuicios y mala fe de los envidiosos, por ejemplo. Mientras Jesús disfrutó de popularidad,
encontró muchos seguidores en los pueblos y aldeas por donde pasaba, pero sólo un puñado
de mujeres se mantuvo fiel hasta el final. Cuando el popular predicador chino Watchman Nee
fue objeto de una campaña de difamación y acusado de "perro capitalista" por los dirigentes
comunistas muchos llamados cristianos y hermanos, antiguos colaboradores y beneficiarios
de su generosidad, le dieron la espalda y se pasaron al lado de los acusadores.

1.11. AVIVAMIENTO VERSUS APOSTASÍA

Como vimos anteriormente, la Reforma no fue propiamente un avivamiento. El cambio


espiritual en algunos pastores y congregaciones fue superficial. Representó el simple
abandono de hábitos monacales y la ruptura de tradiciones externas, sin que los corazones
fueran apenas cambiados. Llevados de un furor iconoclasta, signo de la rebeldía de unas masas
sometidas a la tiranía del poder eclesiástico-estatal, se derribaron muchos ídolos de yeso y
escayola, pero se conservaron los ídolos del corazón, según la triste queja de Lutero. Con el
tiempo las iglesias nacidas de la Reforma tuvieron que darse cuenta que para vivir como
cristianos no basta cambiar de creencias o censurar los errores y supersticiones del papado,
sino que hay que tocar al ser humano en lo más íntimo, donde Dios busca ser adorado (Jn.
4:23). Las predicaciones de renovación espiritual representan en la historia del protestantismo
la toma de conciencia del aspecto gratuito de la salvación mediante la experiencia,
generalmente de carácter sublime o "místico". No se puede equiparar la expresión correcta y
ortodoxa de las "doctrinas de la gracia", con la experiencia de las mismas. Sin las corrientes
de renovación espiritual, que supusieron un revulsivo contra el formalismo y la fría ortodoxia
protestante, de corte altamente racionalista y conducente al escepticismo, el protestantismo
hubiera terminado por extinguirse sumido en la apostasía y la esterilidad religiosa. Muchas
iglesias perdieron el sentido de lo sagrado y bajo el rótulo despectivo de "entusiastas" aplicado
a los predicadores de renovación, se cerraron a cal y canto a la posibilidad de un, nuevo
comienzo en la senda de la espiritualidad cristiana.

El avivamiento implica y presupone un estado de decadencia espiritual. El avivamiento viene


a solucionar una situación de pecado. En cierto modo el avivamiento es síntoma de apostasía.
Por eso es correcto afirmar que el avivamiento está compuesto por el doble elemento de
36
misericordia y juicio. Juicio por cuanto revela el estado de abandono y desobediencia a la
Palabra de Dios. Misericordia por cuanto Dios pasa por alto el pecado y por pura gracia
responde a las oraciones y súplicas de los miembros más conscientes del estado de decadencia
—qué duda cabe, que la oración, aunque se trate de la de un sólo intercesor, es suficiente
para mantener la llama de la esperanza y la posibilidad de la renovación.

El avivamiento viene a remediar, cuando viene, una situación imposible de ser mantenida por
más tiempo. Entonces el Espíritu vuelve a soplar sobre las cenizas y los carbones
semiapagados y la Iglesia experimenta una primavera espiritual. Anticipo de la eternidad,
todas las cosas son hechas nuevas. "Comenzaréis por mi santuario" (Ez. 9:6), por el corazón
de la Iglesia, dice la Palabra de Dios a todos los que buscan avivamiento y renovación.
"Comenzaréis por mi santuario es la primera lección en la escuela de Dios tocante al
avivamiento."

La Reforma tuvo el buen propósito de restaurar el cristianismo a su condición original de


primitiva sencillez evangélica, pero se encontró con la más obstinada oposición de los
dominios y poderes de la época. A las hogueras individuales y colectivas encendidas por la
Inquisición siguieron las persecuciones y las guerras iniciadas por el poder imperial unido al
papal en un esfuerzo imposible de erradicar por la fuerza el brote reformado. La cosa no
prosperó pero dejó los campos del norte de Europa anegados en un mar de sangre con
millones de víctimas, que envenenó los espíritus y trajo mucho descrédito a la religión. Para
empeorar las cosas, los teólogos protestantes se enzarzaron en interminables y agrios debates
de escuela, que malearon el carácter cristiano y absorbieron todas las energías útiles que
hubieran sido necesarias para permear la sociedad y el mundo entero con el espíritu del
Evangelio. La primera reacción y uno de los frutos más logrados del protestantismo de
entonces fue el llamado "pietismo" de P.J. Spener (1635-1705) yA.H. Francke (1663-1727), en
el que se encuentran elementos que formarán parte vital del programa avivamentista. El
pietismo, en contacto con el puritanismo inglés, propiciaba la reforma de la piedad cristiana
centrada en la Biblia, el interés mutuo, las buenas obras, el rechazo de las controversias
doctrinales, la disciplina espiritual y la predicación ferviente en lugar de la oratoria. No tiene
nada de sorprendente que historiadores propios y extraños escriban sobre la "Segunda
Reforma" para referirse al pietismo. En su Historia de la redención, Jonathan Edwards traza el
37
origen del poder y práctica de la religión no desde la Reforma, sino desde August Herman
Franke hasta los avivamientos en Nueva Inglaterra, de los que Edwards mismo estaba sien- do
testigo-protagonista 43. Otro tanto es lo que ha intentado hacer Donald G. Bloesch en
nuestros días, en una pequeña gran obra de historia contemporánea. El estilo de predicación
y las maneras de ser "avivamentistas" hubieran sido imposibles sin la intervención del pastor
alemán emigrado a las colonias americana, Teodoro Jacob Frelinghuysen (1691-1748),
discípulo convencido del pietismo, con su insistencia en la conversión personal y la vida de fe
y amor, características principales del evangelicalismo desde entonces. De él se puede decir
que preparó el Gran Avivamiento mediante sus persistentes esfuerzos evangelizadores.
George Whitefield comparó a Frelinghuysen con una especie de Juan Bautista que allanó el
camino a la Palabra de Dios y al mensaje de renovación.

Si dejamos a un lado los pequeños reductos pietistas en Alemania, y recordamos que los
predicadores puritanos fueron expulsados de sus iglesias en Inglaterra, llegamos al triste
espectáculo de un cristianismo decadente y sin poder. El púlpito atravesaba un período de
formalismo intelectual y los errores cristológicos eran bastante frecuentes tanto en pastores
como en teólogos. La situación religiosa se veía complicada además por la situación social. La
temprana Revolución Industrial inglesa comenzaba a hacer sus estragos en las masas de
campe- sinos desplazados a las grandes zonas mineras y fabriles del Reino Unido, con la
consiguiente miseria económica y moral de las masas obreras. Historiadores de la época han
descrito la situación previa al avivamiento evangélico del siglo XVIII como "una Edad Media en
miniatura en la historia de la civilización moderna." La herejía cundía entre las iglesias,
especialmente aquella nacida del racionalismo de la Ilustración francesa: el unitarismo.
Presbiterianos, congregacionalistas, bautistas generales y algunos anglicanos profesaban el
unitarismo sin restricciones. La moral de los ministros del evangelio y del pueblo creyente
estaba por los suelos. Según T. Clifford O'Connor, "durante el reinado de los Georges,
Inglaterra se había hundido en la ignorancia, la inmoralidad e irreligión, más que en ningún
otro período de su historia a partir de la Reforma... La Iglesia Anglicana, así como las no
conformistas, estaban igualmente muertas... Alrededor del año 1750 BIackstone recorrió las
iglesias de Londres y pudo decir que en ellas "no escuchó más Evangelio que el que se podía

38
leer en las obras de Cicerón "." Esto por lo que respecta al contexto religioso, social y
económico de las labores de Whitefield y Wesley.

Si damos un salto en la historia y nos plantamos en 1857-1859, años significativo en la historia


de los avivamientos, conocidos, en Estados Unidos, como el Tercer Gran Despertar,
observaremos que las condiciones previas a los mismos se ajustan a las mismas circunstancias
que se manifiestan en el resto: decadencia, apatía, conflicto, indiferencia... La amplia
observancia y práctica religiosas del común de los estadounidenses, no fue capaz de evitar la
decadencia de la vida religiosa entre 1840y 1857. En el Reino Unido, con una larga tradición
de avivamientos locales y nacionales, hacía tiempo que la vida de las iglesias languidecía en
un rutina mortal. Para 1858 se encontraban <en un estado alarmante de apatía y esterilidad.
"En general las iglesias eran ortodoxas en sus creencias, pero ineficaces en su testimonio. 4799
En Irlanda del Norte, en los años previos al avivamiento del Ulster de 1859, la vida religiosa de
las iglesias estaba en su nivel más bajo, aunque externamente conservaran una ortodoxia
formal. El tradicionalismo y la indiferencia caracterizaban la mayoría de los miembros de las
iglesias, como si estuviesen muertos a la realidad viva y consciente de Dios. Otro tanto se
puede decir del resto de avivamientos de esa dé- cada; claro que, de otro modo, si las iglesias
hubieran estado vivas a su fe y práctica cristianas, el avivamiento no se hubiera dado, en todo
caso un mayor espíritu de consagración y servicio.

El avivamiento que tuvo lugar en el campo misionero a principios del siglo xx, en China
concretamente, bajo el ministerio de Jonathan Goforth, no se diferencia en nada, en cuanto a
la situación religiosa previa al mismo y las circunstancias que lo acompañaron, del resto de los
ocurridos en los países tradicionalmente cristianos. El mismo Jonathan Goforth nos describe
la situación y confiesa: "Creo que hay mucho pe- cado encubierto que ha de ser sacado a la
luz... Aquel año, cientos de miembros que se habían apartado volvieron al redil; confesando
la mayoría de ellos que no pensaban que se hubieran convertido realmente nunca antes."

Próximo a nuestros días, en los años 70 se habló y escribió mucho sobre el avivamiento
canadiense. El predicador de la Alianza Cristiana y Misionera, Neill Foster, lo narró en su libro
titulado Revolución de amor. Podemos repasar todos sus capítulos y observar en ellos la
misma triste canción: enemistad entre los miembros de las iglesias y los mismos pastores;

39
falta de amor y perdón, pecados no enfrentados con decisión. Cuando estas y otras cosas se
producen en las iglesias, es normal esperar que los creyentes experimenten fracaso, ruina y
esterilidad espiritual. Es a todas luces imposible que Dios bendiga y prospere una situación
que es motivo de escándalo. Quitados los obstáculos, las aguas de la gracia corren libremente,
la vida de Dios inunda cada rincón de la Iglesia y el Espíritu se mueve sobre la comunidad. No
se puede faltar a los deberes del discipulado cristiano sin sentir sus efectos negativos. La peor
condición de una iglesia no es estar ciega, sino no tener conciencia de ello. La renovación de
la vida espiritual no se produce porque la propia debilidad espiritual conduce a la impotencia
absoluta: la falta de anhelo de restauración. La parábola de Jesús sobre la mujer que perdió
una moneda y se puso a barrer toda la casa hasta encontrarla, nos enseña que el hallazgo está
condicionado no sólo por la pérdida, sino por la conciencia de haber perdido algo. La
postración espiritual más cercana a la muerte es la ignorancia de la misma. "Yo conozco tus
obras, que tienen nombre de que vives, y estás muerto. Sé vigilante" (Ap. 3:1-2).

Otro avivamiento moderno muy renombrado fue el ocurrido en Indonesia, en la isla de Timor.
Ya sea que leamos el relato ofrecido por uno de sus protagonistas más directos, Mel Tan, o
George W. Peters, profesor del Seminario Teológico de Dallas, volveremos a descubrir la
misma constante espiritual y ética: inmoralidad y hasta idolatría y fetichismo, así como
posesión de artículos de brujería entre los creyentes. En una situación general de pecado,
como el reflejado en estos casos, el avivamiento, o sea, la restauración de los principios
bíblicos de santidad y discipulado, es una cuestión de vida o muerte.

Por lo que hasta aquí llevamos dicho se puede apreciar con claridad que la doctrina del
avivamiento, bíblicamente entendido, pertenece no a la historia de la Iglesia, del evangelismo
o las misiones, sino propiamente a la teología espiritual. Es un apartado de la doctrina sobre
vida cristiana entendida como restauración. En el lenguaje evangélico, la terminología sobre
el avivamiento es sinónima de "hechos extraordinarios y sobrenaturales", especialmente
conversiones masivas y crecimiento rápido de la membresía de las iglesias. Es un significado
adquirido en la experiencia histórica del protestantismo, que tiene su razón de ser y su
fundamento teológico, pero que debe estar siempre sometido y controlado por la regla y
norma de fe y práctica que es sobre toda norma, la autoridad última de las Escrituras. El
avivamiento no es un método de evangelismo, sino que principalmente tiene que ver con la
40
vida íntima de los creyentes y el estado espiritual de las Iglesias. Pertenece, por tanto, al
estudio de la espiritualidad cristiana. Como hizo Octavius Winslow (1808-1878), el
avivamiento es un apartado de la vida cristiana y sus altibajos.

1.12. AVIVAMIENTOS EN LA HISTORIA DEL CRISTIANISMO

¿Podemos clasificar a la Reforma entre los grandes avivamientos de la historia cristiana, en un


sentido que haga justicia a una doctrina correctamente formulada? "La Reforma —escriben
los defensores del punto de vista afirmativo— fue un avivamiento en grado superlativo. Señala
para una vasta multitud la recuperación de la fe. Fue el renacer de corazones con la llama del
gozo espiritual." Para ser precisos hay que decir que la Reforma fue un movimiento mucho
más complejo y multiforme que un avivamiento local o internacional. La Reforma del siglo XVI
comparada con cualquier otro avivamiento transpira dos realidades diferenciadas por su
génesis y metas. La Reforma, tal como la conocemos históricamente, fue acompañada de un
avivamiento espiritual entre las masas de creyentes de una cultura cristianizada, pero la
Reforma también se dio sin ese acompañamiento espiritual, transformándose en un cambio
de doctrinas y ritos conforme a la voluntad de los gobernantes. En muchos casos la voluntad
del príncipe pudo más que la de sus súbditos y naciones enteras se hicieron protestantes o
permanecieron católicas por decisión real. Sería bueno precisar que la Reforma del siglo xvi, y
todo intento posterior de semejante índole, apunta a realidades externas, tales como la
doctrina o el gobierno de la Iglesia, mientras que el avivamiento tiene que ver directamente
con realidades internas, como la comunión con Dios y la pasión por las almas. "La Reforma
enfatiza lo objetivo; el avivamiento lo subjetivo." Idealmente reforma y avivamiento siempre
deberían ir unidos, pero en el caso concreto e histórico de la Reforma nos enfrentamos a un
fenómeno amplio y complejo del que no es posible separar las motivaciones políticas y los
intereses económicos. Por eso es necesario no confundir la Reforma con los primeros
avivamientos conocidos de la historia del protestantismo. En el contexto de la cultura
reformada surgirán los avivamientos evangélicos, pero en sí, la Reforma fue una obra
diferente. La Reforma fue, en primer lugar, el quebrantamiento de las cadenas papales que
sujetaban a individuos y naciones enteras a su obediencia, haciendo posible la expresión de
Iglesias y comunidades eclesiales relativamente libres, conforme a su conciencia y la Palabra
de Dios. Será dentro de las comunidades creadas por la Reforma que los avivamientos de los
41
que todos hemos oído tuvieron lugar como una protesta contra un protestantismo formalista
y carente de verdadera vida espiritual. Es a la luz de estos hechos como debemos apreciar el
distinto significado de la Reforma y de los avivamientos. En el plano doctrinal o dogmático los
predicadores de avivamiento no innovaron nada, se atuvieron tajantemente a las doctrinas
básicas enseñadas por la Reforma 56. La preocupación de los "avivamentistas" no fue la
doctrina, sino la vida práctica y, en concreto, la experiencia de conversión y la consagración a
la santidad.

Por razones semejantes tampoco podemos considerar el siglo del Puritanismo (1560-1660),
como un siglo de avivamiento, toda vez que los llamados puritanos luchaban por eliminar de
su Iglesia, la Iglesia de Inglaterra, el ritualismo y las rémoras "papistas" que aún quedaban por
depurar, sin que fuera su intención limitarse a revivir las emociones religiosas y buscar la
experiencia de conversión, dedicándose más bien al trabajo pastoral de enseñanza práctica
en los caminos de la consagración y santidad bíblicas. Puestos a hilar fino claro que podemos
decir que la enseñanza y predicación puritanas dieron como resultado escenas de
avivamiento, tal fue el caso de Richard Baxter en su parroquia de Kidderminster, pero
entonces habría que tener en consideración otros datos circunstanciales como la demografía
de la población y la situación religiosa y cultural del momento. Estudio que pertenece a la
teología ministerial, responsabilidades y negligencias pastorales. La ciudad de Kidderminster
estaba integrada por 3.000 almas; el pastor anterior a Baxter sólo predicaba una vez al mes y
su preocupación por la gente dejaba mucho que desear. Lo primero que hizo Baxter al ocupar
su cargo fue visitar intensamente todas las familias de la ciudad, la mayoría de las cuales
respondieron a sus desvelos.

No se puede negar que la espiritualidad "puritana" fue recia y su amor por la Biblia grande,
que en todo buscaron ajustarse a los principios bíblicos y hacerlos valer al pueblo. Sentaron
unos precedentes de serie- dad espiritual y del valor de la conciencia por causa de Dios que
iban a repercutir, a modo de inspiración, en muchos predicadores de avivamientos, pero su
labor estuvo más en consonancia con la reforma y discusión teológica que con el avivamiento
espiritual. Lloyd-Jones, siempre agudo y provocativo, como hombre sabio y santo que era, hizo
la sorprendente declaración de que los puritanos en sí mismos no nos enseñaron nada sobre
el avivamiento. John Owen ni menciona el tema en su voluminoso estudio dedicado al Espíritu
42
Santo, uno de los prime- ros tratos de pneumatología protestante. La razón vuelve a ser la
misma que la citada anteriormente: la experiencia regula, controla y condiciona la
interpretación de la Biblia. Los puritanos, como el resto de los mortales, fueron hombres de
su época y estuvieron a la altura de la misma. Sus preocupaciones tenían que ver con el error
de la vieja enseñanza romanista y con la extravagancia de algunos sectarios de corte
protestante-libertario. Les preocupaba la falta de reforma doctrinal de la Iglesia y los excesos
de los iluminados de la época, como los cuáqueros, por ejemplo. Su interés por la doctrina del
Espíritu Santo estuvo condicionada polémicamente y orientada a aclarar los debates de su
tiempo, que era una manera deponer orden en la experiencia de su cristianismo. Exactamente
lo mismo que ocurre en nuestros días. Dios se dirige a su Pueblo en la situación concreta en la
que éste se halla y, mediante su Palabra, va guiando la experiencia vital de los creyentes para
que en todo sea auténtica respuesta a la voluntad divina y no mero mimetismo del pasado,
huera repetición de fórmulas y costumbres tradicionales.

Es ridículo pretender agotar el significado de la Revelación confrontando unos textos con


otros, o formando largas cadenas de citas agrupadas en virtud del parecido entre algunos de
sus términos. Ofenden a Dios quienes tratan la Biblia como un juguete celestial para
entretenimiento de cabalistas y puzzles religiosos. La Revelación cumplió un propósito
diferente: orientar la experiencia peregrina del Pueblo de Dios; por eso la mayoría de los
escritos, y especialmente los que refieren a la Iglesia del Nuevo Testamento, son
circunstanciales, verbigracia, las epístolas paulinas. Los avivamientos suponen una peculiar
experiencia del Pueblo de Dios y deben ser tratados en correlación precisa a la experiencia de
los tiempos bíblicos, pero nunca supeditando el espíritu a la letra. Es nuestra tarea y nuestro
desafío como hijos de Dios, y en especial aquellos cuyo don es la teología o ciencia del Espíritu,
comprender con todos los santos los diversos aspectos y factores que entran en juego en los
avivamientos modernos, especialmente cuando los entendemos en el sentido de períodos
extraordinarios de manifestación divina.

43
1.13. TIEMPOS Y CIRCUNSTANCIAS

Por otra parte, y es de máxima importancia tener esto en cuenta, los avivamientos
acompañados de multitud de conversiones, han tenido lugar en naciones o sociedades con
fuerte tradición protestante, por más débil que palpitara en el momento del despertar
religioso. Es decir, que todos los avivamientos evangélicos han tenido lugar en territorios
nominalmente protestantes. Este es un dato crucial y decisivo para nuestra comprensión del
avivamiento. El mismo día del Pentecostés neotestamentario, que muchos consideran como
el modelo ideal y el patrón para todas las edades de la Iglesia, no tuvo lugar en la Atenas
pagana, sino en la Jerusalén del templo de Yavéh y de la Ley de Moisés, que, además, había
presenciado los últimos días de la actuación de Jesucristo. Pedro pudo referirse a su auditorio
como "hermanos", es decir, como aquellos que pertenecían a una misma familia, a una misma
tradición; a una misma fe y a un mismo templo; a un mismo Dios y a un mismo libro sagrado.
En Jerusalén se dieron miles de conversiones que no se vuelven a mencionar en ningún otro
lugar, a pesar de que, en teoría, el "espíritu de Pentecostés", seguía siendo el mismo. El
llamado "avivamiento de Samaria" (Hch. 8:4-25), obedece a la misma confusión de términos
que ya hemos denunciado. Las peculiares circunstancias que se dieron el día de Pentecostés
—como en Samaria-nos lleva a reflexionar en los factores humanos que intervienen siempre
en la acción divina.

Las conversiones que tuvieron lugar durante el llamado Gran Despertar de Nueva Inglaterra
(Estado Unidos) en 1740, se dieron en el terreno abonado bíblica y religiosamente por los
asentamientos puritanos. Al mensaje de los avivamientos respondieron jóvenes de ambos
sexos que se habían nutrido de la piedad y enseñanzas puritanas. El gran avivamiento echó
raíces en un suelo fertilizado por generaciones de familias religiosas educadas en la lectura de
la Biblia y la oración cristiana. Eso por la parte religiosa, por la parte social, hay que tener en
cuenta la mentalidad de la sociedad estadounidense de la época. La mayoría estaba cansada
de la intolerancia y de las imposiciones religiosas de las Iglesias tradicionales europeas, con
sus privilegios y espíritu de persecución de los demás. Desde un principio, en virtud del diverso
origen y procedencia de los primeros colonizado- res, los estadounidenses quisieron formar
una sociedad plural y respetuosa con las creencias de los demás, propio de las naciones que
dejaban atrás, de grado o por la fuerza. Los predicadores de aviva- miento no se conformaron
44
con predicar la renovación de fe de las iglesias tradicionales, sino de encontrar la fe por
primera vez y de cambiar de un grupo religioso a otro, que caracteriza la fragmentación
incesante del cristianismo estadounidense. "Los predicadores de la renovación de la fe y los
evangelistas o propagadores del despertar - escribe el historiador Martin Marty— podían ir
de una ciudad a otra, o movilizarse en la suya propia, con objeto de llamar al arrepentimiento
y cambiar la forma de vida. Preguntaban, a veces literalmente y de modo constante: ", Estás
salvado? ¿Estás seguro de que el pertenecer a tu iglesia garantiza el favor de Dios? ¿Qué
sucederá si tu ministro es pasivo, no convertido? ¿Conoces a Jesús como tu salvador
personal?". Esta clase de preguntas era adecuada para la mentalidad de los pobladores de las
zonas fronterizas y de las nuevas áreas industriales. Ellos eran libres de decidir, y sus
decisiones afectaban su destino y el de sus comunidades. Los predicadores no tardaron en
adquirir agudas intuiciones psicológicas y técnicas retoricas especia- les para conminar al
arrepentimiento, al retorno a Dios, a la elección de una iglesia. Al mismo tiempo, el sectarismo
y el movimiento de renovación añadieron diversidad a la competencia”. Lo cual, dicho sea de
paso, fomentó la aceptación general del principio de la toleran- cia religiosa

En 1859 la pequeña localidad de Ahoghill, en Irlanda del Norte, tradicionalmente


presbiteriana, se vio arrasada por "el viento huracanado del Espíritu", que quebrantó para
vida eterna el corazón de los creyentes nominales. Fue el comienzo del gran Avivamiento del
Ulster. Entre nuevos conversos y creyentes "consagrados", se calcula que el despertar
religioso afectó a unas 160.000 personas. Todas, o casi todas, ellas, localizadas en la parte
norte de la isla, es decir, en la parte protestante, sin que se sepa que el viento espiritual
atravesara la barrera invisible pero eficaz que divide las comunidades católicas de las
protestantes. ¿Por qué no llegó a la población católica de Irlanda, afincada en el mismo suelo
y a pocos kilómetros unos de otros, el avivamiento de 1859? ¿No nos dice nada que
precisamente esa mitad que quedo intacta por la agitación espiritual, era, y continua siendo,
radicalmente católica? Son datos que suelen pasarse por alto en un afán desmesurado de
querer enfatizar únicamente el lado divino del avivamiento, y así nos quedamos sin entender
el uno ni el otro ¿Cuándo aprenderemos a ser, honestos y a pensar inteligentemente? A Dios
no se le glorifica con verdades parciales. Ni se hace un favor a la Iglesia creando expectativas
fuera de lugar, cuyo resultado final sólo puede ser la frustración y el resentimiento contra Dios

45
y los hombres. "Oraré con el espíritu, pero también oraré con el entendimiento" (1 Co. 14:15),
es el principio de la vida espiritual e intelectual del creyente.

John Macdonald de Ferintosh (Escocia), llamado "el apóstol del Norte", testigo de tiempos de
refrigerio y conversiones espectaculares, cuenta como en su misión a Irlanda del Sur (Dublín,
ClonmeIl, Cork, Bandon) apenas si pudo descubrir algunos individuos entre la población
católica afectados por el mensaje del Evangelio59 Los únicos convertidos del catolicismo
romano durante el avivamiento de 1859 se die- ron en las ciudades de Ballymena y Belfast, o
sea, precisamente en la Irlanda protestante. ¿Qué significado especial puede tener esto? ¿No
es Dios soberano? ¿No salta Dios por encima de las barreras humanas de tradición, religión o
cultura? ¿No es Dios el mismo ayer, y hoy y por los siglos? ¿No es el Dios de Elías el mismo
aquí que en Conchinchilla? Una lección se desprende de todas estas consideraciones, hay que
ser menos arrogantes y presuntuosos respecto a qué es y qué pueda ser la omnipotencia
divina, que a veces se convierte en un fácil recurso para justificar vanas disquisiciones
humanas sobre el poder bruto de Dios, como si éste fuese propio de su ser.

En cierta ocasión un profesor de teología, barthiano según se dice, preguntó al famoso


revivalista escocés Duncan Campbell, a qué atribuía su éxito y la estabilidad de su obra en las
tierras altas de Escocia, mientras que no ocurría lo mismo en las tierras bajas, más
industrializadas y populosas. Duncan replicó que se debía a que en las tierras altas escocesas
"estaba predicando a gente que creía en la infalibilidad y la inspiración de cada palabra de la
Escritura, y estaban dispuestos a actuar en consecuencia ", cosa bien distinta a lo que ocurría
en las nuevas ciudades industriales. Si la teoría de los que sostienen un concepto semimágico
del avivamiento fuese cierta, los factores coyunturales socioeconómicos no deberían afectar
para nada la manifestación y eclosión del avivamiento, independientemente de la mentalidad
del hombre, y sin embargo lo hacen.

Jonathan Edwards, por ejemplo, describe a los habitantes de la ciudad de Northampton,


donde era pastor y fue el escenario de sus actividades religiosas, libres de error y de opiniones
sectarias, sobrios, ordenados, provistos de la buena voluntad que se da en la gente sencilla. El
cómputo total de la población alcazaba 200 familias, estrechamente relacionadas entre sí. La
educación general básica y universitaria estaba en manos de eclesiásticos y religiosos, sin que

46
se permitiera enseñar nada contrario a la religión del país y a las buenas costumbres. Muchas
universidades comenzaron siendo seminarios teológicos. Como vamos a comparar sin más lo
sucedido en una población de estas características con lo que pueda darse en una ciudad
moderna, donde los habitantes se cuentan a millones, las costumbres apenas si tienen nada
que ver con la ética evangélica y las ideas y creencias de todo tipo se extienden por doquier?
En la actualidad ya no se trata de que haya unas ciudades populosas y otras no, sino que, como
es bien sabido, debido de la revolución tecnológica de la informática, hoy vivimos en una
"aldea global", donde el cristianismo ha dejado de ocupar un lugar privilegiado. Luego, la
reflexión sobre los avivamientos y la posibilidad de los mismos en nuestra época y en nuestros
medios, adquiere significados totalmente diferentes a los del pasado. La complejidad de
nuestras sociedades es infinitamente superior a las habidas hasta el momento. Mientras que
el celebrado Richard Baxter tenía que vérselas con una población que rondaba las tres mil
personas —la Ginebra de Calvino contaba con unos diez mil habitantes—, cualquier pastor
moderno tiene que hacer frente a cifras muy superiores, astronómicas a veces, con una
población atraída por un sinfín de ofertas religiosas y culturales de lo más variadas y
antagónicas al cristianismo. Todo esto, y muchos otros factores de orden político y económico,
hay que tener en cuenta a la hora de hablar de avivamiento en nuestros días. Una vez más es
preciso volver a la Escritura desde nuestra experiencia actual —no la de siglos pasados— y ser
orientados por la enseñanza revelada; haremos bien en considerar los avivamientos de
antaño, estimularnos con sus principios universales de oración y santidad, pero no dejarnos
controlar por ellos. Sólo la Biblia tiene la última palabra. Y lo que a ciencia cierta podemos
decir desde las Escrituras es que hoy como ayer estamos llamados a ser luz y sal de la tierra.
"Todo el que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo:
nuestra fe" (1 Jn. 5:4).

Uno de los avivamientos más sorprendentes ocurrido en suelo americano en 1797 es el de


Cane Ridge, una pequeña localidad del estado de Kentucky. Es particularmente importante
porque originó una serie de extrañas e insólitas manifestaciones físicas, que se volvieron a
repetir en acontecimientos semejantes. El despertar de Cane Ridge comenzó como un grano
de mostaza. Organizado en una carpa al aire libre se esperaban unos cuantos cientos de

47
asistentes, en lugar de ello, acudieron unas veinte mil personas. Fue el inicio de un incendio
religioso que se extendió por los estados vecinos en pocos años.

El personaje central del movimiento fue James McGready, predicador ambulante


presbiteriano, cuya insistencia principal, como el de caso de Whitefield, era la necesidad de
un nuevo nacimiento Pronto se le unieron otros predicadores y varios grupos metodistas,
bautistas, presbiterianos se juntaron para promover el renacimiento religioso Durante el
verano de 1800, el movimiento de renovación alcanzo tales pro- porciones que McGready
describió esta primera obra evangélica como "unas cuantas gotas dispersas antes de una
fuerte lluvia" si se la comparaba con los "arrasadores torrentes de salvación" que siguieron Se
celebraron reuniones en diversas localidades y el movimiento se ex- tendió por Kentucky y
Tennessee, y llego a ambas Carolinas y a Virginia y Pennsylvania occidentales Miles de
personas acudían a estas reuniones desde lugares apartados, y un gran número de
predicadores de la frontera los evangelizaban Según Peter Cartwright, podían ser diez, veinte,
y a veces treinta; y en ocasiones seis o siete de ellos predicaban, oraban o exhortaban a los
asistentes simultáneamente. La reunión se prolongaba día y noche, durante cuatro o cinco
días, y a veces una semana e incluso más. Improvisados en gran medida, los cultos eran con
frecuencia espontáneos Los espeluznantes sermones que describían el castigo al pecado y el
destino, de los condenados emocionaban a los fieles, y llevaban a muchos al delirio. Un
sentimiento de culpabilidad asaltaba a los pecadores, y éstos lamentaban; su situación. Era
frecuente que lloraran, se golpearan el pecho, y gritaran. Se entonaban canciones espirituales
para recordar a los penitentes el día del Juicio. En aquellas circunstancias aparecieron muchas
extrañas formas de conducta llamadas "ejercicios corporales". El "ejercicio de la caída" era el
más corriente: el individuo daba un grito agudo y caía al suelo, perdiendo el sentido. Algunos
tenían alucinaciones auditivas y visuales. En algunas reuniones era tan grande el número de
los que caían que eran retirados y reunidos en un rincón, tendidos unos junto a otros, en
orden. Otros "ejercicios" eran los de rodar, sacudirse, ladrar, correr, bailar y cantar. El ejercicio
de rodar consistía en doblarse hasta poner los pies y la cabeza juntos y girar continuamente
como un aro o una rueda. El "ejercicio de sacudirse" era frecuente en Kentucky y Tennessee.
Empezaba en una violenta sacudida de cualquier parte del cuerpo, que iba haciéndose más
fuerte, hasta que el individuo entero se contorsionaba. La descripción de M'Nemar es muy

48
gráfica: "por medio de esta extraña operación, la figura humana se transformaba y
desfiguraba generalmente de tal modo que perdía todo rasgo de su natural apariencia. A veces
la cabeza se torcía a derecha e izquierda, noventa grados, con tal velocidad que no se podía
distinguir ni un rasgo, sino que la cara aparecía tan pronto delante como detrás, y en la rápida
sacudida progresiva parecía como si la persona se hubiera metamorfoseado en una criatura
de otra especie".

El ejercicio del ladrido acompañaba frecuentemente las sacudidas. Hombres y mujeres se


ponían a gatas y gruñían, mordían y ladraban como perros. A veces se reunían alrededor de
un árbol ladrando, aullando, "acorralando al diablo en el árbol". De hecho, se consideraba que
eran éstas formas de castigo al pecado, y es digno de mención el hecho de que los shakers
mostraban una conducta parecida cuando pateaban, saltaban y daban vueltas, silbando y
gritando "odio al diablo, odio al diablo, cadenas al diablo, cadenas al diablo". El bailar
voluntariamente era un medio de evitar algunos de los ejercicios más desagradables. También
se usaba el baile para alabar a Dios. Por ejemplo, M'Nemar refiere que "en la Comunión de
primavera de 1804, el hermano Thompson había sentido el impulso al final de la reunión de
seguir bailando durante una hora o más alrededor de la tribuna, repitiendo todo el tiempo en
tono bajo 'Es la gloria del Espíritu Santo".

Aquí podemos detenernos y decir una de dos cosas, o que todo esto es de Dios o de un estado
emocional desequilibrado; sin embargo, sin negar ni la una ni la otra, existe otra explicación
de carácter natural, que confirma e ilustra lo que venimos diciendo sobre los factores sociales
que propician o dificultan la renovación religiosa. Uno de los factores en este caso es el efecto
del ambiente primitivo de la vida en la frontera, abriendo camino hacia el Oeste enfrentando
la eventualidad de la muerte por falta de asistencia o el ataque de los indios. La lucha brutal
por la existencia contra fuerzas naturales hostiles crea una atmósfera de peligro e
incertidumbre. Podemos añadir a esto la amenaza de violencia, de mutilación o de muerte por
parte de seres huma- nos enemigos o de alguna enfermedad. Los primeros colonizadores de
Kentucky estaban constantemente expuestos a luchas fronterizas con los indios hostiles; la
enfermedad, en especial la malaria, era frecuente, y los cuidados médicos faltaban; el control
social era mínimo. En esas circunstancias la "dureza", un valor necesario para la superviven-
cia, era muy apreciada, mientras que la lucha, el juego, la bebida y la promiscuidad sexual en
49
tanto que comportamientos relativos a esta cualidad, estaban muy extendidos. Además, el
carácter de país recién ocupado y su situación geográfica tras los Apalaches implicaba el que
el poblamiento fuera disperso y que los núcleos habitados fueran escasos. Una importante
consecuencia era el aislamiento al que estaban sometidos muchos de los colonizadores. En un
ambiente tal había pocos motivos de diversión que aliviaran la monotonía de la vida diaria.
Por último, la mayoría de los colonos no procedían de los elementos profesionales ni cultos
de las áreas anteriormente colonizadas, y muchas veces eran, por tanto, iletrados e
indiferentes a los problemas intelectuales. La necesidad de medios para soportar y hacer
frente a estas condiciones origina actitudes y normas de conducta que derivan de la
experiencia histórica del grupo y de las influencias culturales externas a las que éste está
expuesto. Frecuentemente la religión era el medio por el que tales grupos procuran conseguir
ese fin La reunión durante días en los campos de avivamiento ayudaba a vencer la soledad y
el sentimiento de indefensión, facilitaba una ocasión privilegiada de encontrarse con
semejantes. Cuando las circunstancias son otras no se puede esperar el mismo tipo de
avivamiento, pues entonces las necesidades varían y el Evangelio tiene que enfrentarlas por
su propia naturaleza. El mensaje cristiano no es una fórmula mágica que actúa del mismo
modo cualquiera que sea el tiempo o la mentalidad de los oyentes.

Si recordamos el previamente mencionado Tercer Gran Despertar en Estados Unidos, vemos


que a partir de 1840 la escena religiosa se complicó tremendamente y se volvió confusa por
culpa de las extravagancias proféticas de grupos radicales como los de William Miller, que
proclamaron con insistencia la próxima venida de Jesús y pusieron fecha a la misma, primero,
21 de marzo de 1843, que al no cumplirse, aplazaron hasta el 22 de octubre de ese mismo
año. Mucha gente creyó sinceramente en tales predicciones, que, quitando la fecha, están tan
relacionadas con las enseñanzas bíblicas y la esperanza cristianas. La desilusión dio paso a la
repulsa, y la repulsa al furor contra los predicadores. Las Iglesias tuvieron que salir al frente y
desmentir cualquier conexión con este tipo de cábalas. A nivel social se encontraba el
explosivo debate sobre la legalidad e ilegalidad de la esclavitud, que dividía a las comunidades
del Norte y del Sur, cuyo fatal desenlace se veía venir como una guerra civil inevitable. En
octubre de 1857 la banca cayó en picado, el ferrocarril se fue a la bancarrota y con ellos el
caos económico se extendió por todas partes. Este fue el precedente inmediato de que lo iba

50
a ocurrir en el plano religioso. A finales de ese año, el Dr. Walter Palmer y su esposa Phoebe
(1907-1884), predicadores laicos, se encontraban en Nueva York. Invitados por Samuel Rice,
pastor wesleyano, predicaron en la Iglesia Metodista Wesleyana de la calle McNab. La
respuesta de la congregación fue tan positiva que per- manecieron en la ciudad varias
semanas, durante las cuales 600 personas profesaron fe en Cristo. Fue el comienzo del Tercer
Gran Despertar. Miles de personas más vieron, o descubrieron, un rayo de esperanza y se
aferraron a la oración como nunca antes.

¿Por qué crecen tanto las Iglesia en Corea o Latinoamérica? ¿Por- que los cristianos de allí
oran más que sus hermanos europeos? Es posible. Pero respuestas de este tipo no pueden
satisfacernos. Nadie puede negar la existencia de cristianos e iglesias muy fervorosas en el
viejo continente. Aun con todo no ven grandes cosas. ¿No es Dios el mismo en Asia que en
América, África u Oceanía? ¿Qué pasa entonces? El protestantismo en Latinoamérica, por
ejemplo, no llegó a convertirse en un fenómeno de masas hasta los años 60, coincidente con
la renovación carismática y la extensión de las Iglesias pentecostales. ¿Tienen estas iglesias un
trato especial con Dios que no tengan las otras? Todas estas preguntas tienen su lugar, pero
lo que ahora nos interesa señalar es que también en Latinoamérica se ha dado una serie de
factores sociales que han contribuido a la recepción masiva de la predicación evangélica.
Primero el cambio de actitud de la jerarquía católico-romana respecto a los evangélicos a
partir del Concilio Vaticano II y la declaración de libertad religiosa. Tampoco vamos a entraren
ello ahora. Segundo, y más importante, la evolución política y la situación económica de estos
países. A partir de los años cincuenta millones de campesinos se vieron obligados a emigrar
hacia la ciudad, mientras se degradaba la economía rural tradicional. En estas regiones rurales
en vías de destrucción, al igual que en las ciudades nuevas de las grandes periferias urbanas,
comenzaron a proliferar los grupos pentecostales, que se metieron de lleno en la geografía de
la miseria y la marginación.

Mientras que las iglesias protestantes históricas, como describe el profesor Jean-Pierre
Bastian, se mantuvieron en sus núcleos de clase media, constituyendo una "religión fría" de
libro y escuela, los nuevos movimientos religiosos son una "religión caliente", entusiasta, a la
altura del analfabeto y del pobre. Los pentecostales, como dice Norberto Saracco, no eligieron
hacer "Teología de la Liberación" desde la academia, ni "optar por los pobres", con el prurito
51
de paternalismo; sencillamente, nacieron pobres y entendieron que el Evangelio era para
ellos, para sus almas menospreciadas y para sus cuerpos doloridos. La clave del
pentecostalismo consiste en un credo sencillo y revolucionario: Jesús salva, bautiza y sana.
"En el contexto de las masas desposeídas y necesitadas de América Latina, estas doctrinas
adquieren un valor particular. El Evangelio es vivido en la radicalidad de su poder liberador y
humanizado. “Esto último es lo que nunca hay que olvidar en los enfoques sociológicos, que
sólo describen una situación dada que, en la gracia y sabiduría divina, puede convertirse en la
ocasión de la Iglesia.

En canto al milagro chino sólo podemos decir unas palabras. Recordar que de 800.000
creyentes en la China de 1949, se ha pasado, según cifras oficiales, a más de cinco millones de
fieles, o veinte, según otras fuentes. El ala más beneficiada es la evangélica y carismática. Las
"iglesias domésticas" (house-church) no paran de crecer pese a la persecución oficial de que
son objeto. ¿Qué decir ahora de los que pronosticaban el invencible fracaso del cristianismo
en China? Una vez más no podemos extrapolar datos de una situación concreta a otra, y decir,
por ejemplo, que el secreto está en el sistema de "iglesias domésticas", pues lo que en un
lugar es agencia de renovación y propagación misionera, en otro contexto podría convertirse
en lo contrario. Si algo aprendemos de la historia de los avivamientos es que estos son siempre
respuesta a situaciones muy variadas y específicas. Lo que está en juego no es la palabra en
sí, "avivamiento", "renovación", "despertar", o cualquier otra por el estilo, sino la
comprensión del Evangelio en relación a la coyuntura vital de cada congregación.

1.14. LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA, ¿EL ÚLTIMO AVIVAMIENTO?

En la bibliografía sobre el avivamiento muchos autores conservado- res se detienen a la hora


de considerar como tal lo ocurrido en las Iglesias pentecostales y la renovación carismática.
Hay una muralla insalvable que lleva a los implicados a inventar todo tipo de argumentos y
salidas forzadas Según la teoría conservadora el último avivamiento tuvo lugar hace casi un
siglo. ¿Son los actuales "movimientos del Espíritu" el avivamiento que esperábamos o
aguardamos a otro?

52
Para James Packer, por citar a uno de los autores más favorables entre los conservadores, "el
movimiento carismático, aunque se trata de una renovación genuina del cristianismo bíblico
sano, no manifiesta o exhibe todas las características que pertenecen a la obra de Dios en el
avivamiento”.

Más generoso que sus colegas conservadores, James Packer se limitó a contentar la opinión
de sus lectores, y aún con todo no se libró de sus críticas, les pareció excesivo en su juicio
favorable que, por primera vez, se apartaba de las consabidas y maliciosas teorías que
achacaban toda manifestación pentecostal-carismática nada menos que al diablo, amplio
cajón de sastre donde caben todas las frustraciones, rencores, envidias y venganzas que
lastran al tradicionalismo, sea cual sea la etiqueta o disfraz que adopte. Packer se atrevía a
decir que la renovación carismática debería verse como un correctivo enviado por Dios al
formalismo, institucionalismo e intelectualismo denominacional, pero nada más. No cumplía
con las "señales" que corresponden a la obra de Dios en avivamiento. Aquí está el meollo de
la cuestión. ¿Cuáles son estas señales que, según estos observadores, no se dan en el
pentecostal-carismático? A lo que parece, falta insistencia en la santidad de Dios. Afirmación
sorprendente y harto injusta. ¿Quién puede, honradamente, ignorar que "Santidad a Jehová
es nuestra bandera", representa uno de los lemas más típicos de estos movimientos? Detrás
de estas teorías se esconde el rechazo inconfeso de la revitalización de los dones espirituales
promovida por las Iglesias pentecostales y carismáticas. De los abusos no vamos ahora a
hablar, pues creyentes y líderes convencidos dentro de estas Iglesias se están en- cargando de
denunciar y corregir las desviaciones y peligros, como es el caso del pastor y hombre de acción
Mario E. Fumero, en grannúmero de sus libros y artículos de prensa de las Asambleas de Dios
con una persuasión y conocimiento superiores a los enemigos del carismatismo.

La obra mejor y más actual que sale en defensa de las críticas dirigidas a la renovación
carismática es, sin duda, la de William DeArteaga. Desde una neta posición cristológica,
entiende la crítica conserva- dora y fundamentalista como un resurgir de la hipocresía, la vieja
antagonista de Cristo en los Evangelios. Hay testimonios más que suficientes para decir que el
"principio hipocresía" es, ha sido y continuará siendo el mayor enemigo que existe del
cristianismo. Se dice que no hay "señales" o "signos" que evidencien si la obra es de Dios o de
los hombres. DeArteaga apunta cinco "señales" que demuestran que la renovación
53
carismática es un verdadero avivamiento moderno. Para ello se sirve, no de su propia
experiencia, ni la de otros autores en la misma tradición, sino de Jonathan Edwards, figura
indiscutible para todos, al considerársele el teólogo del avivamiento por antonomasia.
DeArteaga hace ver cómo, a partir de las "evidencias" exigidas por Edwards, "la renovación
carismática, muestra claramente que la actual renovación, aunque tiene fallos, ciertamente
es del Espíritu Santo."

La verdad es que hay que estar muy ciegos para no entender que el avivamiento nunca ha
cesado en la Iglesia, lo único que se ha manifestado en lugares que algunos no esperaban. "El
Espíritu sopla donde quiere". Los prejuicios tienen un efecto más cegador que la misma
oscuridad. En la oscuridad una puede tantear para encontrar la salida, el cegado por el
prejuicio rehúye todo tanteo y se precipita más y más en su ceguera.

Avivamiento o no, nadie puede negar que el movimiento carismático constituye hoy el
movimiento de mayor vitalidad y el de más rápido crecimiento en la Iglesia desde los días de
la Reforma. El crecimiento espectacular del trigo ha traído, paralelamente, el crecimiento de
la cizaña. Es en base a la cizaña que los críticos han querido arrojar la primera piedra, cómo si
alguien estuviera libre de la misma.

Los glorificadores del pasado, un pasado recuperado selectivamente, olvidan con frecuencia
el juicio de Jesús sobre sus contemporáneos. Nos referimos a las palabras de Jesús respecto
al casi ritual sacrificio de los profetas por parte de los padres, cuyos hijos se encargarán de
colocar en un pedestal. Así ha sido casi siempre, lo que una generación condena, la otra se
encarga de restituir. Decía él: "Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque edificáis
los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, y decís: Si hubiésemos
vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los
profetas. Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que
mataron a los profetas. ¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres! ¡Serpientes,
generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno? Por tanto, he aquí
yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros
azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad" (Mt. 29-34).

54
Para todos los críticos de los modernos avivamientos de corte pentecostal o carismático, nadie
ha sido más santo y más cabal, más irreprochable y modélico que George. Whitefield. Si entre
nosotros existiera esa costumbre, Whitefield sería sin duda el "Santo Patrón de los
Avivamientos". Se han esculpido estatuas en su memoria. Pero, sin miedo a equivocarnos,
muchos que hoy veneran su memoria, de ser posible dar marcha atrás y repetir la historia, se
encontrarían entre aquellos cientos de pastores que le dieron con la puerta en las narices.
Razones no les faltaban. Primero, Whitefield, con las mejores intenciones, hizo uso de sus
conocimientos teatrales en las predicaciones. Whitefield era una joven ambicioso e hizo todo
lo que pudo para promocionarse. Estudió teatro y actuó en escena. Después de su conversión
renunció al teatro, pero es innegable que aplicó sus técnicas al púlpito. No estamos emitiendo
un juicio sobre el carácter de Whitefield, sólo constatando un hecho, que en nada disminuye
su grandeza y calidad ético-espiritual. Segundo, Whitefield no siempre fue prudente a la hora
de juzgar a los pastores de inconversos por el solo hecho de negarle predicar en sus iglesias.
Aunque más tarde Whitefield pidió per- dón por este pecado de juicio temerario y calumnioso,
James Davenport llegó tan lejos que llevó el avivamiento a una crisis. Davenport se atrevió a
condenar como inconverso a Eliphalet Adams de Windham (Connecticut), un pastor
venerable, cuyo trabajo diligente había contri- buido a mantener la llama de la piedad en su
región. Toda imprudencia era permisible con tal de aparecer ante los demás como un
predicador celoso, rodeado de una aureola de santidad y eficaz en producir buen número de
conversiones reales o aparentes. Muy propio de la arrogancia favorecida por este clima de
familiaridad con el Espíritu, se confeccionó una lista de libros religiosos considerados peligros
en manos del pueblo, se ordenó su entrega y su posterior quema pública. Entre los autores
así quemados se encontraban nada menos que Beveridge, Flavel, lncrease Mather, Colman y
Sewall. No vamos a entrar en más detalles que puedan inducir a pensar con ligereza sobre un
tema y porción de la historia cristiana que más de cerca nos toca, pero sirvan los apuntados
como prueba de que no hay motivo de condenación de avivamientos modernos porque en
ellos se den ciertas extravagancias. También se dieron en el pasado. El tiempo se ha encargado
de limar y ocultar con el manto del olvido, no para disfrazar o camuflar una realidad
vergonzosa, sino porque realmente no eran elementos esenciales de la obra que realmente
se llevó a cabo: la predicación intrépida e infatigable del evangelio de Cristo

55
Otro punto que hace condenable el carismatismo en la opinión ortodoxa es el llamado
"emocional ismo", como si ello significase el fin de la discusión y la prueba de que nada
profundo, serio y bíblico se pudiera esperar de allí. Una vez más la historia viene en nuestro
auxilio cual árbitro imparcial que medie en el conflicto. ¿Cómo se puede ignorar que
precisamente el origen de los avivamientos se debe a la defensa de los aspectos emocionales
de la fe negados por el tradicionalismo? Jonathan Edwards criticó a las iglesias establecidas
porque trataban de privar al cristianismo de su contenido emocional.

Durante el avivamiento galés de 1904, ocurrió que Keri Evans, profe- sor de filosofía en la
Universidad, fue tocado por el mensaje de renovación y sintió que muchas de sus dudas se
desvanecían y comenzaba a comprender a una nueva luz la vida espiritual. Cuando escuchó a
alguien hablar despectivamente del avivamiento por causa de las emociones, Keri Evans se
limitó simplemente a llamarle la atención sobre su ignorancia. Las emociones religiosas no
ocurren por sí solas, ni son fenómenos vacíos, se deben a causas mentales. La experiencia
emocional no hace sino exteriorizar lo que está pasando por la cabeza. Cuando las verdades y
valores del Evangelio son percibidos de un modo directo, como ocurre en tiempos de
avivamiento, no pueden menos que generar profundas y enriquecedoras experiencias
emocionales. Un cristianismo desprovisto de emociones sería lo más parecido a un
cementerio.

La ultima critica digna de consideración es el "escándalo" de las manifestaciones físicas


extravagantes risas, caídas, llanto, saltos, etc. Hasta el siglo xiii, época en que los ritos del
culto se institucionalizaron y racionalizaron, y la obra de Dios adquirió, por tanto, más
respetabilidad, las primitivas practicas del grupo eran con frecuencia intensamente
emocionales, y mostraban muchas de las experiencias místicas y de los fenómenos físicos de
las grupos carismáticos e iglesias pentecostales. El Gran Despertar iniciado por Jonathan
Edwards, provocaba gritos, temblores, desvanecimientos, estupor prolongado, discursos en
lenguas desconocidas y demás fenómenos que acompañan al delirio religioso y al arrebato
exagerado. Cierto que Edwards rechazaba las manifestaciones físicas como algo desprovisto
de significación espiritual, pero no las condenaba. También con John Wesley se produjeron
fenómenos similares. En abril de 1739, mientras se encontraba predicando en la prisión
Newgate de Bristol, Wesley registró en su diario: "Una, otra y otra más se desplomaron en
56
tierra. Caían por todas partes, como si hubieran sido golpeadas por un rayo. Una de ellas clamó
a gran voz. Oramos por ella y Dios torno su pesadez en gozo". Veinte años después, el 29 de
julio de 1750, Wesley sigue anotando en su diario: "Varios cayeron al suelo, algunos de los
cuales se veían como muertos. Otros se mostraban en agonías de la muerte; la violencia de
las convulsiones corpóreas excedía toda descripción... Una niña de siete años de edad, vio
muchas visiones. Ella asombró a los vecinos con su manera inocente y maravillosa
descripción". Así sigue registrando casos parecidos hasta el final de su vida. Las
manifestaciones físicas dependen mucho de la psicología de la persona y de la sociedad y es
mejor tratarlas con desconfianza, pero no son ocasión de descrédito en sí mismas, como
tampoco de recomendación.

En el mundo anglosajón existe un número determinado de Ligas de Oración por el


Avivamiento o Asociaciones del Avivamiento. Es parte de su historia y tradición. El Reino
Unido, América del Norte han sido testigos privilegiados de un gran número de avivamientos.
Es natural que los creyentes vuelvan la vista atrás y añoren los viejos tiempos. Cuando la
renovación carismática comenzó a ser conocida, en especial a raíz de lo ocurrido en la Iglesia
episcopal de Van Nuys (California), estas sociedades enviaron representantes para que se
informasen de qué estaba ocurriendo verdaderamente y si era conforme a la Palabra de Dios.
La mayoría, unas antes otras después, se convencieron de que el avivamiento por el que tanto
tiempo habían orando y aguardado expectantes ya se estaba manifestando y lo recibieron con
los brazos abiertos. Uno de aquellos representantes fue Philip Hughes, el autor de la segunda
parte de este libro. Hombre culto y ferviente a la vez, quedo convencido de la realidad del
avivamiento pentecostal en nuestros días. Esto no gusto a sus compañeros, pero que se puede
hacer cuando se quiere hacer pasar la realidad por la doctrina en lugar de dejar que la doctrina
se someta a la realidad?

57
1.15. ¿CUÁNDO HAY AVIVAMIENTO?

El avivamiento no falta en la Iglesia presente. No puede faltar. Otra cosa es que responda a
nuestras expectativas o encaje en nuestros moldes. Pero la cuestión no es esa, la cuestión es
saber si estamos dispuestos a encajar nosotros en la dinámica de los hechos.

¿Cuándo hay avivamiento? Hay avivamiento cuando se rejuvenece la Iglesia. Porque el


avivamiento devuelve la ilusión de ser cristiano. Abre los ojos a las tremendas riquezas del
reino de Dios. Conduce a una vida de justicia en santidad y amor. Sana las heridas. La cruz es
aceptada con gozo. Entusiasma a los que escuchan. Conduce a la fe. Las cuestiones espirituales
cobran mayor profundidad y son elevadas a una percepción más elevada. El avivamiento pone
las cosas en su lugar. En este sentido es un don de Dios. Cierra la noche del espíritu para dar
lugar al resplandor de una vida llena del Espíritu de Dios.

Si tuviéramos que resumir en varios puntos todo lo que hasta aquí llevamos visto, podríamos
decir que, según la enseñanza que se desprende de las Escrituras y la historia del cristianismo,
los avivamientos se caracterizan por una serie de elementos similares, pese a la distancia en
el tiempo y la diferencia cultural. En primer lugar, el avivamiento se ve precedido por un
tiempo de decadencia espiritual y ética, motivada por muchos factores, y cuyo fenómeno
percibimos en las cartas a las iglesias de Apocalipsis. En segundo lugar, el avivamiento
comienza generalmente como una pequeña ascua de fuego, a saber, un grupo de creyentes
conscientes de la gravedad de la situación, que ponen en oración delante de Dios. La oración
es uno de los elementos constitutivos del avivamiento. Hay amplia literatura sobre ello. En
tercer lugar, creyentes individuales y pastores comienzan a manifestar hambre y sed del poder
de Dios, no se conforman con la rutina y buscan una doble porción del Espíritu. No hay
avivamiento donde el Espíritu Santo no reciba un lugar central, como aquel que trae y
comunica los dones del Dios a su pueblo. En cuarto lugar, cuando el avivamiento ocurre y se
manifiesta, muchos, por experiencia propia, toman parte y partido por él; otros lo rechazan y
critican en base a sus elementos desordenados y extravagantes que, casi siempre, lo
acompañan. La labor misionera y evangelizadora adquiere gran relevancia en medio de la
comunidad como resultado de la experiencia viva e inmediata del poder del Evangelio. Las
conversiones se multiplican. En quinto y último lugar, la restauración de las iglesias a su primer
58
amor la preparan y fortalecen para enfrentar las pruebas y desafíos de las circunstancias
externas, ya económicas, ya políticas. Entonces las iglesias comienzan a desarrollar sus propias
ministerios de "misericordia" o ayuda social, que son resultado directo y consecuencia natural
de los avivamientos, tal como veremos en el próximo capítulo.

No está en mano de los pastores de la iglesia producir un aviva- miento a voluntad. Es lo que
en términos teológicos decimos que depende de la gracia soberana de Dios. Tanto el tiempo
como la manera pertenecen a la voluntad de Dios. Sin embargo, cuando analizamos los
avivamientos que se registran en el Antiguo Testamento, podemos deducir un decálogo de
aquellas virtudes y deberes espirituales cuyo cumplimiento prometen la bendición de Dios.
Dios ha revelado inequívocamente, que cualquiera que sea su voluntad secreta, Él honra a los
que le honran (1 S. 2:30); que la obediencia siempre trae su recompensa. "Oh si ellos tuvieran
tal corazón que temieran, y guardaran siempre todos mis mandamientos, para que les fuera
bien a ellos y a sus hijos para siempre" (Dt. 5:29). Tales mandamientos de bendición y
renovación espiritual podrían ser como sigue, sin que ello signifique una ley de causa y efecto.

I. "Quitad los ídolos que haya entre vosotros" (Gn. 35:1-15) —en el caso de Jacob y los suyos.

II "Confesad vuestro pecado" (Ex. 32:30-35) —en el caso de Moisés y el pueblo en el desierto

III "Servid al Señor solamente" (1 S. 71-3) —en el caso de Samuel y su tiempo.

IV. "Reconoced a Dios como Señor" (1 R. 18:20-40) —en el caso de Elías y el pueblo desafiado
por los profetas de Baal.

V. "Buscad el rostro de Dios" (2 Cr. 14-16) —en el caso de Asa y su reinado.

VI. "Orad con sinceridad de corazón" (2 Cr. 20) —en el caso de Jo- safat y la lucha contra los
enemigos del pueblo.

VII. "Retornad al Señor" (2 Cr. 30:6-20) —en el caso de Ezequías y todo el pueblo de Israel.

VIII. "Humillaos delante de Dios" (2 Cr. 34,35) —en el caso de Josías y su reinado.

59
IX. "Renovad la obra de Dios" (Hag. 1; Zac. 1:1-6) —en el caso de Zorobabel y reconstrucción
del templo.

X. "Regocijaos en el Señor" (Neh. 8) —en el caso de Nehemías y la obra terminada de la


reconstrucción de Jerusalén.

¿Cuándo vendrá el avivamiento? No nos corresponde a nosotros averiguar las fechas que Dios
tiene marcadas para el mismo. El calendario divino no obedece a los intereses humanos. Lo
que es de fundamental importancia para nosotros es no olvidarnos de glorificar con nuestras
vidas el nombre de nuestro Señor Jesucristo en todo momento, en toda acción y en todo
pensamiento. Entonces podemos tener la seguridad de estar en sintonía con Dios. "De
eternidad a eternidad Dios tiene en su corazón glorificara su querido Hijo unigénito; y hay
ocasiones especiales señaladas por él a tal fin, en las que viene con poder omnipotente para
cumplir la promesa y juramento que le ha hecho. Esos tiempos son tiempos donde el Espíritu
Santo es derramado de modo extraordinario para la extensión de su reino. Tal día, es el día de
su poder" (Jonathan Edwards).

Hay avivamiento cuando uno se ve a sí mismo como es visto por

Hay avivamiento cuando hay una convicción profunda de pecado y una búsqueda ansiosa que
lleva a aborrecerlo en todas sus manifestaciones.

Hay avivamiento cuando se da una intensa búsqueda de Dios y de su santidad.

Hay avivamiento cuando uno se siente sobrecogido por la presencia, el poder y la majestad
de Dios.

Hay avivamiento cuando el arrepentimiento es ferviente y profundo, seguido por una sincera
restitución.

Hay avivamiento cuando cada rincón de nuestro ser es puesto bajo el escrutinio del Espíritu
Santo de Dios.

60
Hay avivamiento cuando se da un completo rechazo del pecado y una entrega absoluta a la
Voluntad de Dios.

Hay avivamiento cuando somos consumidos por un deseo de pureza de corazón, que
sobrepasa todo deseo natural.

Hay avivamiento cuando uno está dispuesto a entregar a Dios su reputación, sus amigos, su
pasado, presente y futuro, a cambio de la libertad del Espíritu.

Hay avivamiento cuando a la confesión dolorosa sigue una dulce paz.

Hay avivamiento cuando el gozo y la alegría corren como río de éxtasis inexplicable.

Hay avivamiento cuando al cantar los antiguos himnos de la Iglesia toman un nuevo y
profundo significado.

Hay avivamiento cuando el pueblo de Dios se derrite genuinamente por los demás en amor
divino.

Hay avivamiento cuando la adoración es real y viva, con esperanza y entusiasmo.

Hay avivamiento cuando las alabanzas y la adoración son la expresión profunda de un alma
cuyo espíritu está glorificando a Dios.

Hay avivamiento cuando la Iglesia es restaurada a su propósito original para el que fue
planeada por Dios, por la que Cristo murió y por la cual el Espíritu Santo descendió.

Leonor McKinney

2. IMPACTO SOCIAL DEL AVIVAMIENTO


2.1. EL ESPÍRITU, MOTOR DEL PROGRESO

Los cambios experimentados en religión son algo más que transformaciones individuales de
carácter privado; cuando éstas adquieren volumen y número se constituyen en la fuerza más
potente de la renovación social. El cambio en religión no es simplemente un cambio de
61
pensamiento, es ante todo un cambio de vida. Un cambio espiritual —mediante la religión—
o intelectual —mediante la cultura— producirá reacciones de gran alcance sobre el esquema
material y productivo de un pueblo. Los cambios vitales en la cultura y la economía son los
que vienen de su interior, y en consecuencia el mayor de todos los agentes del progreso
cultural y económico es la mente y el espíritu humanos. Los prejuicios de la Ilustración contra
la religión, a la que acusaban de oscurantista y enemiga del progreso de los pueblos (razones
históricas no le faltaban), originaron la tendencia moderna de considerar la religión como
irrelevante para el cambio social. Hasta las mismas iglesias asumieron la crítica como justa,
llevadas quizá por un complejo de culpa, del que no se sabían del todo inocentes. Aceptaron
sumisas el papel de educadoras de la conciencia y de la moral del pueblo, sin intervenciones
políticas. Lo suyo era el recinto privado de la vida interior; el mundo exterior, y a todas luces
reales y despiadadas, del mundo del trabajo, la competencia y la economía, se confiaba a las
leyes de mercado. Las masas, consecuentemente, se alejaron cada vez más de
Paradójicamente las diversas oleadas de renovación o avivamiento lo consiguieron, tanto en
las colonias americanas como en Europa. Lo sorprenden- te es que, un mensaje radicalmente
espiritual, como el proclamado por los predicadores avivamentistas, resultó ser una fuerza de
cambio social sin precedentes. Resulta que, históricamente hablando, avivamiento y reforma
social han ido de la mano, tanto en el pasado como en el presente.

La religión es una vivencia originaria, que se sitúa antes y al margen de todas las relaciones
mundanas, que hay que referir a la interioridad más profunda del hombre, como una especie
de hecho a priori. Ahora bien, esta vivencia religiosa original tiene sus implicaciones en
relación con el mundo que queda al margen, como reconocen los estudios sociológicos de la
religión. Lo sagrado se expresa en lo profano, o, repitiendo la clasificación de Joachim Wach,
se expresa en el pensamiento, la acción y la comunidad La ciencia se ocupa de estas
implicaciones profanas de la expresión lograda por la experiencia religiosa. Por tanto, la
sociología ocupa primariamente de la expresión de la vivencia religiosa en la acción —en
cuanta acción social—y en la comunidad. Las implicaciones de lo sagrado en lo profano son de
carácter derivado; derivado de la vivencia religiosa personal e interna, que es primaria y
trascendente, pero que nunca deja de acompañarla cuando es entendida en sentido cristiano.

62
Tal como lo concibe el cristianismo, se puede decir que hay un valor de prioridad en el espíritu
sobre la materia, de modo que el cultivo de la vida interior es el mejor ejercicio y la
preparación ideal para el compro- miso social. "No sólo de pan vive el hombre", dijo Jesús,
"buscad primero el Reino de Dios y entonces cada cosa encajará en su lugar y vendrá a su
debido tiempo." La vida interior del espíritu eclosiona en la vida externa de la sociedad. La
historia de los avivamientos, como historia del triunfo de los valores Reino de Dios en la
humanidad y por la humanidad, no se reduce a periodos de excitación emocional de carácter
religioso, ni a la mera expansión numérica de las iglesias, sino que tiene que ver con la
transformación general de los individuos y de la sociedad como un todo, pese a las
insuficiencias y defectos que toda obra humana supone. Aunque un buen número de
historiadores seculares no haya querido darse cuenta, o lo haya pasado de largo los
avivamientos espirituales han contribuido a la mejora de la sociedad mucho más que todos
los movimientos revolucionarios y que todas las ideas políticas juntas, no por un mejor
programa sino por una mejor calidad de hombres y de mujeres que han llevado a la arena
político - social las ideas y principios del Reino de Dios. Cuando el avivamiento llega a
experimentarse por un número suficiente de individuos se crea una extensa red de iniciativas
sociales que se convierten en el asombro de los sociólogos y de los expertos en economía. Es
lo que nos proponemos documentar en este capítulo.

2.2. LA FE SOLA NO ANDA SOLA

El espíritu polémico de otros años había presentado la imagen distorsionada de un


protestantismo desinteresado de las buenas acciones en virtud de su principio de salvación
mediante la fe sola, sin obras. Por otra parte, esos mismos críticos reconocían que los países
protestantes se caracterizaban por una moral rigurosa y elevada, que avergonzaba la
relajación de la ética y de las costumbres en los países donde oficialmente funcionaba lo del
valor salvífico de las buenas obras. Se mostraba la contradicción pero no se reflexionaba sobre
ella Si se hubiera hecho se habría visto que la fe sola reformada siempre va acompañada de
un alto sentido de responsabilidad ética y social, como corresponde a aquellos que han nacido
de nuevo a la realidad íntima de Dios, de sí mismos y de los demás.

63
Pablo mismo, en los albores del cristianismo, tuvo que enfrentarse a la misma crítica e idéntico
malentendido que no quería comprender que se consigue más mediante promesas y gratitud
que por amenazas y cumplimientos mercenarios. La doctrina paulina de la salvación mediante
la fe sola siempre ha sido un elemento inquietante hasta en la misma Iglesia cristiana. ", Y por
qué no decir (como se nos calumnia, y como algunos afirman que nosotros decimos): Hagamos
el mal para que venga el bien?... ¿Qué diremos, entonces? Continuaremos en pecado para
que la gracia abunde?" (Ro. 3:8; 6:1). No tiene nada de extraño que quienes sigan la misma
doctrina de Pablo se vean acometidos por las mismas críticas y censuras maliciosas.

Lo irónico del caso es que Lutero, el individuo a quien tocó en suerte devolver a la humanidad
la doctrina paulina de la gracia y de la fe sola, es el hombre que más enfatizó en todos sus
sermones la responsabilidad humanitaria hacia el prójimo. Juzgados a la luz de los dichos
"sociales" de Lutero muchos cristianos actuales se verían bajo la sospecha de no ser cristianos
en absoluto. Se podría llenar todo un libro de extractos de sermones de Lutero que mostrara
la relación inseparable entre la salvación por la fe sola y la necesidad de realizar buenas obras,
no en el sentido de buenas obras de carácter religioso, sino aquellas que desembocan en el
bien del prójimo. Como buen pastor que era, Lutero previene contra las excusas religiosas que
algunos aducen para eludir su responsabilidad social, y que nos recuerda el ejemplo de
Jesucristo al censurar el espíritu religioso de su época. "Vosotros decís: Si un hombre dice al
padre o a la madre: Cualquier cosa mía con que pudieras beneficiarte es corbán (es decir,
ofrenda a Dios); ya no le dejáis hacer nada en favor de su padre o de su madre; invalidando
así la palabra de Dios por vuestra tradición" (Mr. 7:11-13).

Para Lutero, como para Jesús, el hombre se convierte en la medida de todas las cosas, en
cuanto que, desde la perspectiva de la creación, todo ha sido creado para el hombre y no el
hombre para las cosas, sean éstas "sagradas" o profanas. El amor al prójimo en cuanto prójimo
es la medida del verdadero humanismo cristiano En una serie de sermones qué Lutero preparó
entre 1.520 y 1527, nos encontramos con principios y creencias tan expresivas como las
siguientes: "Una buena obra es buena en relación a su utilidad, beneficio y ayuda que ofrece
a aquel a quien se hace Por que otra razón debería llamarse buena?" La doctrina sobre las
buenas obras de la época incluía misas por difuntos, peregrinaciones, mantos de la virgen,
talla de los santos..., Lutero borra todo esto de un plumazo, baja a las buenas obras de las
64
nubes y las hace besarla tierra en la persona del prójimo de carne y hueso al que es preciso
socorrer en vida, proveerle comida y vestido, a la par que educación.

El documento que señala el inicio de la Reforma protestante, las famosas 95 tesis, dadas a
conocer públicamente por Lutero un 31 de octubre de 1517, vemos que en tres de ellas, las
número 43 al 46, dicen:

43 Hay que instruir a los cristianos que aquel que socorre al pobre o ayuda al indigente, realiza
una obra mayor que si comprare indulgencias.

44. Porque la caridad crece por la obra de caridad, y el hombre llega a ser mejor, en cambio,
no lo es por las indulgencias, sino a lo más, liberado de la pena

45. Debe enseñarse a los cristianos que el que ve a un indigente y, sin prestarle atención, da
su dinero para comprar indulgencias, lo que obtiene en verdad no son las indulgencias
papales, sino la indignidad de Dios.

46. Debe enseñarse a los cristianos que, si no están sobrados de bienes superfluos, están
obligados a retener lo necesario para su casa y de ningún modo derrocharlo en indulgencias.

Tenemos aquí que ya desde el principio Lutero es tremendamente consciente de las


enseñanzas neotestamentarias sobre la correcta administración de los bienes, opuestas por
completo a las doctrinas eclesiásticas del momento. Fue en nombre del verdadero espíritu
cristiano que Lutero se levantó y quiso abrir un debate en la Iglesia de su época, no con vistas
a la ruptura o rebelión, sino a la mejora y reforma en pro del pueblo de Dios, la generalidad
de los creyentes humildes, extraviados por la teología escolástica decadente y las fábulas de
los predicadores ambulantes.

El sólo volumen de esta cuatro tesis dedicadas a expresar, embrionariamente el pensamiento


bíblico "social", demuestra a las claras cuál era en ese entonces el espíritu de Lutero, que le
va a acompañar toda su vida, y reflejar, sin demagogia, la sana preocupación del reformador
por los necesitados, en cuanto cristiano consciente de los lazos de solidaridad que unen y
hermanan a todos los hijos de Dios Detrás de la fraseología de las tesis de Lutero se perciben
textos tan conocidos como Santiago 2:15-16: "Si un hermano o una hermana no tienen ropa
65
y carecen del sustento diario, y uno de vosotros le dice Id en paz, calentaos y saciaos, pero no
les dais lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve'?", o 1 Timoteo 5:8: "Si alguno no provee
para los suyos, y especialmente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un
incrédulo".

Lutero criticó al hombre religioso que le gusta hacerse la boca agua hablando sobre las
excelencias del amor, pero que raramente lo practica. Es como si tratara de descargar su
conciencia imponiendo a los demás unos mandamientos que él no es capaz de tocar ni con un
solo dedo. "Todo el mundo canta, alaba, escribe, piensa, habla de las buenas obras; cada cual
desea ejercitarse en ellas, y aun así las buenas obras no se hacen en ninguna parte”

La relación entre la fe y la obra es la misma que se da entre el ser y la forma de ser. "Recibimos
a Cristo por la fe no solamente como un don si no un ejemplo de amor a nuestros semejantes,
a quienes debemos servir como Cristo nos sirvió. La fe te lleva y te trae a Cristo con todas sus
posesiones al mismo tiempo. El amor te conduce a tu prójimo con todas tus posesiones. Estas
dos cosas constituyen una vida cristiana verdadera y completa." Por si quedase alguna duda,
aclara en otro sermón: "Incluso aquellos que gozosamente escuchan y entienden la doctrina
de la fe pura no proceden a servir a su prójimo, como si esperaran ser salvos por la fe sin obras,
no ven que su fe no es fe, sino una sombra de fe, igual que la imagen en un espejo no es la
imagen misma, sino un reflejo de ella."

No parece que la enseñanza de la carta de Santiago le fuera paja y hojarasca a Lutero. Lo que
sí criticó duramente fueron todas aquellas buenas obras que se entendían separadas del
servicio al prójimo, como apartarse del mundo para encerrarse en un convento, ofrecer velas
a las imágenes mudas, cumplir votos y penitencias, pasar el tiempo en rezos y mortificación
de la carne mediante instrumentos de flagelación y tortura, y otras muchas ocupaciones que
tenían reputación de buenas y santas, cuando en realidad, desde la perspectiva del
redescubierto evangelio de la gracia, representaban todo lo opuesto al mensa- je liberador de
Jesucristo.

Zwinglio propuso que todo el dinero destinado a obras religiosas, principalmente misas por
difuntos, que suponía grandes sumas de dinero, se dedicasen a socorrer a los pobres. Zwinglio

66
sentía una sincera preocupación por los pobres, hambrientos, semidesnudos, descuidados, sin
afecto social, a quienes contrastaba con las bien cuidadas estatuas mudas que adornan las
iglesias, que no sienten hambre y frío, ni padecen angustias y sin embargo son vestidas y
revestidas con las mejores galas, se le presenta n ofrendas, se le encienden velas (artículo de
lujo cuando la cera era importada) y se acude a ellas más que a los vivos; Por amor a la gloria
de Dios —dice Zwinglio—, uno debería vestir las imágenes vivientes de Dios, los cristianos
pobres y no los ídolos de madera y piedra."

2.3. REFORMA, ESPÍRITU Y EDUCACION

En el aspecto educativo Lutero, y todos los reformadores con él, también se puso al frente de
las reformas pedagógicas que han ido conformando el mundo moderno, en especial la
educación general básica financiada por los gobernantes. Felipe Melanchton (1497-1560) del
mismo modo que Lutero, echó los cimientos de la escuela elemental popular, él creo
definitivamente los colegios secundarios de tipo humanista, con lo que suavizo el
antihumanismo del gran reformador y salvó los estudios clásicos, al propio tiempo que puso
la filosofía al servicio de la teología y de las polémicas religiosas. Fue el primero que alojó en
su casa a los alumnos para formarlos mejor con una acción más continua.

Las ideas pedagógicas de Lutero ejercieron una evidente influencia en el humanista español,
José Luis Vives, quien en sus tratados De subventione pauperum y De tradendis discipllnis
(1531), plantea la necesidad de establecer en cada ciudad un estudio de letras al que se
destinen preceptores de acreditada competencia, probidad y prudencia, que estén pagados
por el Tesoro Público, tal como abogaba Lutero y, posteriormente, John Knox en Escocia

Con August Francke, la figura principal del pietismo alemán y el tipo cristiano evangélico que
le sigue, las teorías pedagógicas pasan a la práctica general. Francke, erudito y profesor de
teología, predicador que presenció un avivamiento entre los alumnos y habitantes de Leipzig,
donde era profesor de hebreo, inaugura ese tipo de hombre piadoso a la vez socialmente
activo y cultivado. De su obra pedagógica —Pádagogische Schriften— cabe destacar
Enseñanza más breve y sencilla para dirigir a los niños hacia la verdadera piedad .y el espfritu
cristiano (1710) en cuyo título se define ya el doble fin del quehacer pedagógico: la piedad,

67
entendida como sentimiento amoroso del hombre con el hombre, y con respecto a Dios; y el
espíritu cristiano, como conocimiento del mundo material del que el cristiano asume sólo lo
que necesita para vivir realmente su doctrina, rechazando lo que puede serle nocivo o inútil.
Piedad y espíritu cristiano, pues, son los dos principios que inspiraron las fundaciones de
Francke: el "Orfelinato" de

Halle, erigido en un principio como "escuela para niños pobres" en 1695, y posteriormente,
en 1701, como "casa de huérfanos"; el "Pedagogium" (1696), o pensionado para niños de
clases pudientes o distinguidas, especie de "seminario de nobles"; el "Gineceo", escuela
superior de niñas, fundado en 1696, de acuerdo con las líneas maestras de L'education des
files (1687) de Fenelon, cuya traducción alemana llevó a cabo: la "Escuela latina" (1697) y el
"Seminarium selectum prae- ceptorum" (1707), para la formación de maestros. En todos estos
Centros de enseñanza y educación se conjugaban el aprendizaje de las diferentes disciplinas
(Historia, Geografía, Historial Natural, Matemáticas, Astronomía, Física, Lógica y Retórica en
las clases superiores; el estudio de las lenguas latina, francesa y alemana..) con un estilo de
vida imbuido de la oración, obediencia, austeridad, amor, alegría... todo ello en un ambiente
de comunidad cristiana. El método respondía a unos supuestos generales, que en ocasiones
recuerdan la Didáctica Magna de Comenio, y que Francke intuye gracias a su profundo sentido
práctico. Francke y sus escuelas de Halle tuvieron una enorme in- fluencia en toda Alemania y
a todos los niveles; la instrucción de la juventud bajo la inspiración religiosa evangélica
perduró durante el siglo XVIII. Su humanismo pedagógico de signo cristiano basado en los
principios de la fe activa y de la acción social determinó la enseñanza pietista enseñar al que
no sabe ya es de por si una tarea genuinamente social, y religiosa al mismo tiempo, ya que su
formación conlleva la salvación del alma, si la oración es primordial en la vida del hombre, la
actuación social en beneficio de los demás no lo es menos

El mencionado Juan Amos Comenio (1592-1670), de los Hermanos Moravós, a quien maestros
e historiadores de la pedagogía le rinden el más sincero homenaje de admiración y
reconocimiento como el más grande educador del siglo XVII y uno de los más grandes de la
historia. Otro personaje digno de ser tenido en cuenta es Jean-Frédéric Oberlin (1740-1826),
pastor reformado en la región francesa conocida como Ban de la Roche, quien colocó la
educación en la primera línea de sus preocupaciones; su mujer fundó en 1771 la primera
68
guardería de Europa; él mismo creó escuelas e ideó nuevos métodos pedagógicos, instauró
cursos profesionales, fundó una imprenta y una biblioteca itinerante. La historia de la
educación europea moderna se cruza con la historia espiritual y dogmática del cristianismo y
aporta luz sobre las consecuencias prácticas de éste.

Johann Bernhard Basedow (1724-1790) es con toda probabilidad el pedagogo más importante
de la segunda mitad del siglo XVIII alemán. En la formación moral, política y religiosa
recomienda una enseñanza natural, cosmopolita e interconferencial, en línea con el nuevo
sentir ecuménico proporcionada por la coincidencia en el espíritu piadoso, según Basedow
conviene enseñar ideas comunes y válidas para todas las confesiones religiosas, como la idea
de Dios, Padre de todos los hombres, juez misericordioso de sus actos, dador de vida eterna…
profesión de fe en un dogma concreto ,tendrá lugar cuando se posea la formación religiosa
suficiente para elegirlo con libertad. Toda formación moral y religiosa ha de referirse a la
realidad social —"el bienestar público es el fin último de la educación"— pues la personalidad
del hombre individual sólo tiene sentido en el seno de la comunidad.

Los reformadores y pensadores protestantes más auténticos, nunca permitieron una


profesión de fe vacía y hueca, a la que habría que aplicar el texto paulino "teniendo apariencia
de piedad, pero habiendo negado su poder, a los tales evita" (2 Ti 35). "Una ortodoxia muerta
—escribe Philip E Hughes— es un cristianismo espurio" Los reformadores descubrieron la
vitalidad de la Biblia como Palabra de Dios—Val mismo tiempo el dinamismo del Evangelio
como poder cambiante de la humanidad. Se trata de un poder que opera desde el interior,
transformando primero la vidas y después la sociedad Los reformadores fueron activos, no
pasivos, en atajar los males sociales y económicos que lastraban su mundo No es lo mismo
atacar los males sociales, pobreza, explotación laboral, marginación social, por ejemplo, que
la moralina de algunos que se atreven a colocarse en línea de la "denuncia profética" ejercida
por los profetas bíblicos. Los reformadores, como los profetas auténticos, enfrentaron con
realismo la situación social que les tocó vivir. La vida se había vuelto áspera y difícil en el siglo
XVI. Había mucho desempleo, los precios no dejaban de subir, se cercaron los campos para
detrimento de los desposeídos, aumentó el vagabundeo forzoso y la mendicidad. Problemas
al que se enfrentaron los gobiernos desde el siglo XIV hasta el XVI. El vagabundeo apareció en
los Países Bajos y Alemania aun antes que en Inglaterra y Francia, y posteriormente adquirió
69
proporciones crecientes en todos los países. En sus esfuerzos por ganar a duras penas la vida,
muchos vagabundos fingían estar mutilados o enfermos para poder mendigar impunemente
y ser admitidos en un hospital; Algunos eran pordioseros profesionales, con frecuencia
organizados en grupos, como los que frecuentaban la Cours des miracles en París. No cabe
duda de que el gran número de pobres y enfermos vagabundos excedían los servicios
disponibles en las diversas comunidades. Además, fueran enfermos o. no estos vagabundos,
en el siglo XVI había muchísima miseria económica y social, y el problema era cómo en
aliviarla. En medio de esa situación caótica y angustiosa, se levantó la voz de Simon Fish en
Inglaterra, donde expuso de manera bastante atrevida la cuestión en 1529 en su famosa
Supplication for the Beggars: "Pero qué solución hay para socorrernos a nosotros, vuestros
pobres enfermos, lisiados y doloridos que hemos de guardar cama? ¿Construir muchos
hospitales para asistir a los desvalidos? No, ciertamente; cuantos más, peor, porque el destino
de toda fundación siempre pende de las barbas de los clérigos. Fihs propuso una solución
revolucionaria que el clero fuera expropiado y el rey se encargara de los hospitales y los
servicios con ellos relacionados. En efecto, este fue el proceso que se siguió, un. Proceso
esencialmente influido por la Reforma y el nacimiento de la monarquía absoluta. Aunque la
intervención de las autoridades civiles en materia de beneficencia y sanidad se observa ya
antes del siglo XVI, la idea de que la ayuda a los pobres, incluidos los cuidados médicos, era
una responsabilidad de la comunidad, y no de la Iglesia, se estableció definitivamente durante
el período de la Reforma. Aquellos que quisieron poner algún orden en el campo de la
beneficencia y la sanidad, fuera Vives en Brujas o Zwinglio en Zürich, iban guiados por los
mismos principios y se orientaban hacia los mismos fines: la eliminación de la mendicidad, la
organización de instituciones eficaces para la asistencia pública, y la unificación de todos los
servicios y recursos (hospitales, ayuda domiciliaria, etc.) en manos de las autoridades locales
o nacionales. Podemos ver el mismo proceso, con variaciones, en Inglaterra y en el continente.

2.4. PÉRDIDA DE LA CONCIENCIA SOCIAL

Quien conozca mínimamente la historia del evangelicalismo sabrá que ningún otro
movimiento cristiano derrochó tanto entusiasmo y abrazó con tal fuerza sus
responsabilidades sociales como los evangélicos de siglos pretéritos. La cosa puede sonar hoy
extraña a muchos oídos educados en el fundamentalismo-dispensacionalista estadounidense,
70
pero se trata de un hecho comprobable y notorio. Es cierto que los evangélicos de antaño no
desarrollaron una teoría de la obra social de la Iglesia, pero hicieron algo más importante y
efectivo, realizar una praxis social de largo alcance "Los evangélicos son recordados por lo que
hicieron más que por lo que pensaron", escribe la socióloga Kathieen Heasman. No hay nada
malo en ello, sino todo lo contrario. Del árbol de la ciencia del bien y del mal han brotado
muchas teorías seductoras, ambiciosos sistemas que proclamaron la creación de un "hombre
nuevo", trátese de la rama soviética, o de la nacionalsocialista, que sembró el mundo de
cadáveres y de instituciones penitenciarias Los evangélicos no hicieron política ni teoría social,
lo cual no significa que no influyeran en las decisiones políticas mediante la intervención de
algunos miembros destacados, ni que no recurrieran a todos los resortes legales para lograr
sus propósitos de mejora social, sino que deja- ron que los principios generales que se
desprenden de la creencia evangélica sobre el bien, la justicia y el amor al prójimo actuaran a
modo de buen Samaritano, acudiendo cuando la ocasión lo exigía. Se podía haber hecho más,
pero otros hicieron menos. El mensaje de salvación por fe en Jesucristo como Señor y Salvador
produjo cambios radicales, en el comportamiento socioeconómico de los creyentes desde el
mismo principio, de modo, que hasta hoy día, podemos ver el resultado saludable que esto
significa en países subdesarrollados. Los evangélicos, afirma Heasman, tienen una tradición
de activismo social más que de especulación académica. Si como dijo Marx, lo que importa no
es interpretar el mundo, sino cambiarlo, tampoco los evangélicos lo hicieron tan mal.

En la famosa colección de escritos agrupados bajo el epígrafe The Fundamentais, y que dieron
nombre a la reacción, primero, del fundamentalismo evangélico de principios de siglo xx, y al
movimiento fundamentalista, después; nos encontramos que el último de ellos (volumen 12)
está dedicado por completo al análisis de "La Iglesia y el socialismo", redactado por Charles R.
Erdman. Entre otras cosas Erdman buscaba "un nuevo énfasis en la enseñanza social del
Evangelio", mientras que hacía frente a los miembros acomodados de las iglesias que creían
compatible ser unos bucaneros en el mundo de los negocios y unos bandidos en el campo
social y a la vez ser cristianos por el mero hecho de afirmar bien alto la doctrina del nacimiento
virginal de Cristo y la resurrección física de Jesús de entre los muertos.

A medida que las posiciones fundamentales se fueron endureciendo y la letra ocupaba el lugar
del espíritu, el evangelicalismo se caracterizó por la suspicacia y el desprecio hacia los temas
71
político-sociales. Pero un dato muy importante a señalar, y bastante significativo. Se llegó a
esta situación porque se perdió el sentido del avivamiento, identificándolo con la
evangelización. El avivamiento tiene que ver con la Iglesia, con los creyentes, y con el fuego
de Dios, el amor a su Palabra y, por tanto, al prójimo. La causa doctrinal de este eclipse
avivamentista se debió al énfasis dispensacional en el carácter único e irrepetible de
Pentecostés, sin parangón en la historia posterior. Mientras que los evangélicos anteriores a
la teoría dispensacional consideraban Pentecostés un modelo práctico a reproducirse en la
historia de la Iglesia, los dispensacionlistas, en una reacción extrema .y agónica a los
movimiento pentecostal y carismático, se cerró en banda respecto a esperanzas de renovación
que implicaran sucesos extraordinarios. Además de eso, y lo que es más grave, el,
dispensacionalismo se cargó por sistema la doctrina bíblica de la Iglesia, la empobreció en su
misión y corrió un tupido velo sobre los avivamientos del pasado. Para Lewis Sperry Chafer,
como para otros muchos maestros del dispensacionalismo, la Iglesia es un paréntesis en el
plan divino para las edades y no le incumbe a ella realizar un programa de mejoramiento
mundial, sino esperar ansiosa la Segunda Venida de Cristo como remedio a todos los males
que aquejan la sociedad.

No fue hasta 1947 que Carl F H Henry lanzo un llamamiento a evangélicos y fundamentalistas
para reconsiderar las implicaciones del Evangelio tanto para el individuo como la sociedad
Hizo notar que el Evangelio había sido una vez un mensaje transformador del mundo, pero
que algunos lo habían convertido en un mensaje de oposición al mundo, porque habían
divorciado la salvación individual de la responsabilidad social Pero también es cierto que,
aparte de este divorcio evidente, se ha producido una pérdida lamentable del sentido
profundamente espiritual del Evangelio, tan manifiesto en los despertares o avivamientos que
venimos estudiando.

En la década de los 60 el mundo evangélico hispano comienza a reaccionar y defender la


compatibilidad teórica —la práctica siempre había ido por delante— de la evangelización y la
obra social, como misión conjunta de la Iglesia, a la hora de proclamar el mensaje liberador
del Evangelio. El Primer Congreso Latinoamericano de Evangelización (Bogotá 1969), formulo
una Declaración que representa la toma de conciencia de la realidad socio-religiosa de
América Latina desde una perspectiva evangélica conservadora, que se abre a la
72
responsabilidad social. Después de afirmar que la comisión de anunciar el Evangelio a toda
criatura es un imperativo de la Palabra de Dios, cuya iniciativa y energía última viene del
Espíritu Santo, pasa a hacer una reflexión teológica sobre el contexto donde la Iglesia, como
fuerza misionera del Espíritu, opera: "El progreso de la evangelización se da en situaciones
humanas concretas. Las estructuras sociales influyen sobre la Iglesia y sobre los receptores del
Evangelio. Si se desconoce esta realidad se desfigura el Evangelio y se empobrece la vida
cristiana. Ha llegado la hora de que los evangélicos tomemos conciencia de nuestras
responsabilidades sociales. Para cumplir con ellas, el fundamento bíblico es la doctrina
evangélica y el ejemplo de Jesucristo llevado hasta sus últimas consecuencias. Ese ejemplo
debe encarnarse en la crítica realidad latinoamericana de subdesarrollo, injusticia, hambre,
violencia y desesperación. Los hombres no podrán construir el reino sobre la tierra, pero la
acción social evangélica contribuirá a crear un mundo mejor como anticipo de aquel por cuya
venida oran diariamente” Pero no será hasta el Congreso de Lausana (julio de 1974), que el
cristianismo evangélico internacional proclame oficialmente, es decir, dé el visto bueno a la
conjunción evangelismo-obra social. En aquella ocasión el evangelicalismo confesó su culpa al
mundo y pidió perdón públicamente, con el firme propósito de corregirse y servir mejor a su
misión cristiana. Fue una decisión importante, que iba a repercutir en el desarrollo del
evangelicalismo futuro. De tal modo que hay un antes y un después de Lausana. El lenguaje
utilizado fue de una honradez impresionante. “Expresamos nuestro arrepentimiento tanto por
nuestra negligencia como por haber concebido a veces la evangelización y la preocupación
social como cosas que se excluyen mutuamente. Aunque la reconciliación con el hombre no
es lo mismo con la reconciliación con Dios, ni el compromiso social que la evangelización, ni la
liberación política es lo que mismo que la salvación, no obstante afirmamos que la
evangelización y la acción social son parte de nuestro deber cristiano Una y otra son
expresiones necesarias de nuestra doctrina de Dios y del hombre, nuestro amor al prójimo y
nuestra obediencia a Jesucristo. El menaje de la salvación encierra también el mensaje del
juicio de toda forma de alienación, opresión y discriminación debernos temer denunciar el
mal y la injusticia donde quiera que estos existan Cuando la gente recibe a Cristo, nace de
nuevo en Si reino debe tratar de manifestar a la vez que difundir la justicia del mismo en medio
de un mundo injusto. Si la salvación que decimos tener no nos transforma en la totalidad de

73
nuestras responsabilidades personales y sociales, no es la salvación de Dios. La fe sin obra es
fe muerta.91".

2.5. LO ESPIRITUAL INVADE LO SOCIAL

Los evangélicos anteriores al Pacto de Lausana carecían de semejante teoría social, por el
contrario, dedicaron todos sus esfuerzos al evangelismo, la piedad y las misiones, pero en un
contexto que, forzosamente, tenía repercusiones político-sociales. Si en muchas ocasiones el
comportamiento y la actitud hablan peor que las palabras, en este caso, fue todo lo contrario,
la realidad de los hechos superó la teoría de las doctrinas El avivamiento del pueblo de Dios
repercutió para bien en el reino de los hombres, por extraño que pueda parecer. Los
avivamientos se refieren en primer término al estado espiritual del pueblo cristiano. No nacen
en respuesta a una situación social, sino religiosa. Pero, paradójicamente, desembocan en una
actividad social debido al mayor grado de sensibilidad de las conciencias Dicho sin paliativos
el cristianismo verdadero es auténtico humanismo Y el avivamiento no es sino ji recuperación
de la autenticidad cristiana. El mayor servicio que la Iglesia puede ofrecer a la sociedad es
predicar y vivir el Evangelio de salvación en Cristo. Un ejército de hombres y mujeres renacidos
por el poder del Espíritu es la mejor y más pacífica revolución que una nación pueda
experimentar. Entonces el "nuevo hombre" como "nuevo ser en Cristo" empieza a adquirir
carta de credibilidad, en cuanto que fines y métodos coinciden. No se alcanza la nueva
humanidad por eliminación del "enemigo", sino por eliminación de aquello que hace que los
hombres sean enemigos, a saber, el egoísmo y todo aquello que en teología se encuadra bajo
la categoría de pecado. Pecado individual y pecado colectivo, pecado de las personas y pecado
de las instituciones. A todo ello apunta el ideal cristiano, por más difícil que sea lograrlo en la
práctica.

No hay duda alguna que un despertar religioso de dimensiones nacionales equivale a la


regeneración político-social de un país, con re- percusiones económicas en el mismo. Es lo que
ocurrió en la Inglaterra del siglo XVIII con el avivamiento de George Whitefield y los hermanos
John y Charles Wesley. Esto nos introduce de lleno en el tema que nos ocupa. ¿Es cierta la
relación de influencia político-social del aviva- miento, o se trata de una interpretación

74
piadosa e interesada? ¿Tenemos bases objetivas, históricas, para conexionar sucesos que hoy
nos parecen tan dispares?

El Avivamiento Evangélico del siglo XVIII, como lo llaman los ingleses, o el Gran Despertar, en
el vocabulario americano, es uno de los más representativos de la historia del evangelicalismo
y el que, de algún modo, inaugura el resto de los habidos y por haber. Elie Halevy, profesor de
la Sorbona de París, escribió a principios de siglo uno de los estudios más penetrantes de la
historia inglesa moderna En el curso de su titánica labor disecciono las instituciones políticas
de Gran Bretaña, así como sus estructuras sociales y económicas En ninguna de ellas pudo
descubrir el secreto del progreso social, inglés. Se vio obligado a retroceder hasta el
Avivamiento Evangélico de Whitefield y Wesley como la causa e inspiración de todo lo que
había de heroico y humanitario en la sociedad inglesa de entonces Por su calidad de francés
no se puede acusar al profesor Halevy de partidismo patriótico, como tampoco en el caso del
profesor norteamericano Parker Cadman, para quien el mundo en general, y Estados Unidos
en particular, tienen una gran deuda con hombres como Whitefield y Wesley.

Historiadores seculares quisieran hacernos creer que el interés por los temas sociales .y
humanitarios se debe a los ilustrados de la Revolución Francesa, tales como Rousseau y
Voltaire. Sin embargo, debe recordarse que en la iluminada Era de la Razón, Europa entera se
cubrió de una gruesa capa de hielo racionalista tal que congeló todo atisbo de compasión
humana, cuando, paradójicamente, el acto de misericordia más notable consistía en la mejor
y menos dolorosa manera de morir, o más correcto, de matar, el invento del Dr. Guillotín, que
cercenaba limpiamente las cabezas de los reaccionarios y revolucionarios por igual. Mientras
tanto, el avivamiento evangélico, predicando el amor de Dios y la salvación gratuita en Cristo
hizo más por la hermandad entre los hombres que todos los revolucionarios y filósofos juntos.
"La obra y el ejemplo de los promotores del Metodismo ejercieron una influencia directa más
considerable, a los ojos de historiador, que los efectos inmediatos de su predicación,
suscitando, con el correr de los años, así en el Reino Unido como en todos los países de origen
británico, un movimiento religioso que dio un mentís a las predicciones de Voltaire y
Montesquieu, tocante a la extinción del sentimiento religioso. Sin renegar de la razón, el
cristianismo evangélico —metodista concedió a las dimensiones afectivas de la vida humana
lo que el racionalismo le estaba robando y contra lo que, desde el campo del arte y la cultura,
75
y con muchos años de retraso, iba a protestar el romanticismo. A la fe especulativa se le exigió
fe viva y experimental, que comenzando con la conversión pasaba por las relaciones cotidianas
y el trato diario hasta la esperanza de inmortalidad en el seno salvífico de Dios. Notando esto,
que el despertar evangélico no fue una reacción estética, sino un ciclón de nueva vida
espiritual con repercusiones directas en el campo de la vida social, económica y cultural, que
afectó por igual a las clases altas que a las bajas.

El historiador J.R. Green hace notar que uno de los resultados más nobles y dignos de
admiración del avivamiento evangélico fue "el decidido interés, que nunca ha cesado desde
el día que comenzó, en remediar la culpa, la ignorancia, el sufrimiento físico, la degradación
social de las clases bajas y la ayuda a los pobres. Hasta que el impulso wesleyano no completó
su obra no comenzó la acción filantrópica." El profesor

Thorold Rogers, en un exhaustivo estudio titulado Seis siglos de trabajo y sueldos, declara que
"no cree que la masa de campesinos hubiera avanzado en absoluto de no haber sido por el
estímulo espiritual y educativo que recibieron de las organizaciones metodistas." "El
Metodismo descendió hasta las profundidades de la sociedad inglesa, llevando luz y
esperanza. Gracias a su influencia, la religión, que había perdido su poder en las masas, volvió
a ser la levadura fecunda y transformadora. Las costumbres fueron dulcificadas; el amor a la
instrucción se extendió hasta entre los mismos mineros, que por mucho tiempo habían estado
sumergidos en el vicio. El obrero inglés, por naturaleza rudo e ingobernable, fue transformado,
bajo la influencia de las ideas cristianas, en una persona seria y laboriosa, amante de su familia
y de su hogar y celoso de su dignidad personal. A la vez que su inteligencia recibía cultura por
el estudio y la meditación, sus circunstancia mejoraban debido a la economía y la sobriedad,
levantándose de la abyección y la pobreza para vivir rodeado de comodidades y hasta
poseedor de fortuna."

El Dr. John Wesley Bready, después de toda una vida dedicada al estudio de la contribución
evangélica a la sociedad, declara: "El avivamiento religioso del siglo XVIII cambió
gradualmente para bien el tono y la dirección de la vida inglesa. Colocó una regla moral
elevada; purgó nuestra literatura; limpió la vida de la corte; revitalizó la iglesia nacional y
moldeó el carácter del pueblo británico. Llegó como una segunda forma de puritanismo, pero

76
más espiritual y más universal. Bautizó al mundo de habla inglesa con el fuego puro e
iluminador del altar de Dios.96"

Consideremos el caso típico y paradigmático del conocido evangelista estadounidense D.L.


Moody. No fue un teólogo, ni siquiera un brillante orador y, entre otras cosas, se le echa en
cara su falta de activismo social. Sin embargo, Moody estaba al tanto de los males sociales de
su época, ni los ignoraba ni era insensible a ellos. Creía que había que actuar. No se olvide que
el hombre de fe evangélico es típicamente hombre de acción. Su problema es la teoría. Si en
la mayoría de los casos la práctica de los teóricos está por debajo de sus proposiciones, en el
caso evangélico la práctica está por encima y, de algún modo, justifica su carencia de una
teoría adecuada. Moody sabía que tenía que hacer algo, pero qué y cómo. Él, como tantos
otros, había descubierto en la fe una real y dinámica elevación de toda su persona, de sus
valores y aspiraciones. Por experiencia estaba firmemente convencido que sólo Cristo puede
introducir, mejoras en la política y economía de la humanidad mediante la regeneración
personal de cada individuo. Hijo de su época Moody era un individualista: la reforma social]
legaría persona a persona mediante la renovación del espíritu cristiano en cada individuo, en
cada familia, como núcleo central de la sociedad. Por eso mismo trasladó su residencia a la
parte más mísera de Chicago y, entre prostíbulos y salas de juego erigió un pequeño reducto
educativo, una humilde Escuela Dominical, con reparto de carbón, comida y ropa incluido. En
su gira por Gran Bretaña no hizo otra cosa que predicar el Evangelio, pero de tal manera que
por todas partes brotaba la sensibilidad social. Influenció a muchos jóvenes filantropistas, en
especial William Carlile, fundador de la Church Army (Ejército de la Iglesia) y Thomas Barnardo,
de quien hablaremos después. Según George Sweting, uno de los resultados de la campaña
de 1870 fue la formación del movimiento laborista cristiano, encabezado por evangélicos
progresistas y conocidos dirigentes socialistas, que iba a convertirse en el caldo de cultivo de
los líderes futuros del Partido Laborista británico. En ese mismo año de 1870, John Humphrey
Noyes lanzó una predicción sorprendente, y quizá escandalosa, para sus descendientes
evangélicos. Dijo que "la siguiente fase de la historia nacional [estadounidense] sería la del
avivamiento religioso y el socialismo armonizados y trabajando juntos para el reino de los
cielos." Pues el énfasis individual del despertar evangélico no iba en detrimento de la
conciencia social, paradójicamente, en la línea apuntada antes, la incentivo: "Cristo viene, no

77
para hacer individuos justos, sino para construir un reino justo, en el cual cada individuo sea
un miembro, de modo que nadie tenga que decir al hombre que él no hace falta” .El primer
teórico del "Evangelio social" en Estados Unidos fue Walter Rauschenbusch, que en el mismo
sentir de sus hermanos evangélicos dio un paso más al observar, desde su puesto pastoral en
la "cocina del infierno" de Nueva York, que sus enseñanzas y medios no bastaban para atender
una población económicamente desfavorecida. Advirtió que el poder del mal invadía no sólo
los corazones individuales, sino también las estructuras sociales. Muchos evangélicos
conservadores se espantaron de este nuevo énfasis —cada nuevo aspecto de la verdad
produce sorpresa y contradicción—, pero Rauschenbusch estaba simplemente utilizando un
nuevo paradigma, como recambio y complemento a otro anterior, que aún continúa
funcionando en exclusividad. Rauschenbusch señaló acertadamente que la teología estaba
utilizando la terminología y resultados de la psicología para interpretar el pecado y la
regeneración de los individuos y se preguntaba si acaso sería alejarse del camino utilizar los
términos y resultados de la sociología para interpretar el pecado y la redención de estas
entidades suprapersonales en la vida humana. Sugerencia fecunda, tremendamente moderna
y urgente.

No hay duda que el cristianismo, cuando vive en la intensidad y convicción de su propia fuerza,
es la energía humanizadora más potente conocida en la historia. La historia de las misiones
protestantes, fruto también del avivamiento, es la mejor ilustración fáctica del genio de una
fe que, entendida primordialmente en términos de salvación espiritual e individual, termina
por revolucionar la sociedad entera bajo el signo de un nuevo sentido de la dignidad humana,
y, a partir de ahí, todo lo demás, como se puede apreciar en toda Latinoamérica, a partir del
momento que el indio cristiano ya no baja la mirada ante su interlocutor, sino que la sostiene.
Es impresionante el cambio introducido por las misiones protestantes en las Islas del Pacífico.
Gracias al Evangelio tuvo lugar en ellas la más sorprendente de las transformaciones sociales,
políticas e industriales, obstaculizadas sólo .por la codicia del comercio y la industria de las
grandes empresas financieras e imperiales. El nacimiento del movimiento misionero moderno
fue un resultado directo de los avivamientos de su época. Junto a él corrió paralelo el interés
filantrópico, la lucha contra el sufrimiento humano y algo a lo que todo el mundo
contemporáneo se ha habituado, el ideal del confort, la comodidad imprescindible para sacar

78
adelante una familia sana y confiada en sí misma101. El estado de bienestar en cuyo
fundamento se encuentra la teología puritana e inglesa del siglo XVII.

En las páginas que siguen consideremos algunos casos puntuales donde el cambio social
propiciado por el avivamiento fue más sonado y, en cierto sentido, espectacular.

2.6. ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD

La esclavitud de la población africana por parte de las potencias europeas es uno de los
estigmas más vergonzosos de la modernidad. Es la imagen de todo lo humillante, cruel y
vergonzoso que hay en el ser humano. Sin embargo, hasta hace bien poco, era una institución
respetable. Sólo con el advenimiento reciente de la ciencia aplicada a la técnica pudo
desmantelarse por completo, al menos en Occidente, la lacra de la esclavitud. Hasta ese
momento los intereses económicos eran más fuertes que los de carácter ético o moral.
Igualmente ocurre hoy, lo que pasa es que los medios de producción han cambiado
considerablemente. Quienes estaban a favor de la esclavitud lo hacían en nombre de los
obreros y de sus derechos a un puesto de trabajo, que el sistema esclavista proveía
generosamente. Es ridículo imaginarse el espíritu esclavista en virtud de la superioridad
blanca. Esta era sólo una racionalización de intereses mercantiles y políticos. Si no se acabó
antes con el vergonzoso tráfico de esclavos fue porque los economistas de la época no sabían
qué hacer tocante a la cuestión laboral y la reestructuración del trabajo, como se refleja en la
inquietud del coronel británico Tarleton, expresada en la Cámara de los Comunes, respecto a
los 5.500 marineros que la abolición del negocio de esclavos dejaría sin trabajo y los 1.600
barcos sin empleo, con una pérdida de alrededor de seis millones de libras. Lo que no había
entrado en los cálculos del coronel, como nunca entra en los intereses partidistas de las
naciones, es que el tráfico de esclavos le costaba a África la pérdida de 475.000 personas por
año. Sin embargo, el gobierno británico llegó a promulgar una ley por la que se prohibía en
todo su imperio el intolerable comercio humano. Fue una nueva victoria del espíritu sobre la
materia; del principio de humanidad sobre el principio de beneficio egoísta.

Como siempre ocurre en estos casos hubo teólogos académicos prontos a justificar, con la
Biblia y el derecho en la mano, la licitud de la esclavitud. Ejemplos no les faltaban, en el

79
Antiguo Testamento sobre todo. Pero la mayoría de los que habían sido tocados por el fuego
re- novador del avivamiento comprendieron al instante el sofisma de toda interpretación
supuestamente bíblica que rebaja la dignidad del ser humano, creado a imagen y semejanza
de Dios.

John Wesley, que a su vez había sido influenciado en sus ideas y creencias por los moravos y
los cuáqueros, escribió en 1744 un folleto en contra de la esclavitud. Fue distribuido
ampliamente. Pero no se detuvo ahí la cosa. En 1792 presentó ante la Cámara de los Comunes
un escrito que recogía 229.000 firmas pidiendo la abolición del tráfico de esclavos. Fue una
lucha constante mantenida desde el principio del avivamiento o despertar evangélico inglés.
El 3 de marzo de 1738, en el mismo centro de la capital del tráfico de esclavos: Bristol, Wesley
predicó un fogoso sermón en contra de semejante negocio.

Pero la lucha más efectiva, la que dio como resultado la victoria de los abolicionistas, fue la
llevada a cabo por los miembros del Grupo de Clapham, tildados de "secta" por sus enemigos.
Clapham es el nombre de una pequeña ciudad situada a unos kilómetros al sur de Westmins-
ter, en Inglaterra. Todos los componentes del grupo pertenecían al ala evangélica de la Iglesia
Anglicana y estaban pastoreados por John Venn (1759-1813). Entre sus miembros se
encontraban Granville Sharp (1735- 1813), William Wilberforce (17591833)b02, Zachary
Macaulay (1768- 1838), James Stephen (1789-1859, Charles Grant (1746-1823), John Shore
(1751-1834), Thomas Gisborne (1758-1846), Thomas Babing- ton (1758-1837) y Sir Thomas
Fowell-Buxton (1786-1845). John Newton (1725-1807), con su experiencia de primera mano
como capitán de un barco negrero fue siempre un desafío permanente y una gran influencia
espiritual103. La lucha fue agotadora y costosa. Wilberforce dedicaba nueve horas diarias al
estudio de los informes que Macaulay le pre- paraba, y que llegaron a sumar 10.000 páginas.
Tal fue el dolor de cabeza que le produjo que tuvo que usar pequeñas dosis de opio durante
el resto de su vida. Macaulay mismo gastó su fortuna en la empresa y murió pobre. El grupo
se reunía todas las noches para estudiar la Biblia y orar en común Consiguieron que un millón
de nombres presionara al gobierno británico para poner fin al tráfico de esclavos. En la
Conferencia Internacional de la Paz celebrada en Viena hicieron posible la promulgación de la
abolición universal del tráfico de esclavos. En 1815 Portugal abandonó el comercio de esclavos
a cambio de 300.000 libras esterlinas y la cancelación de otras 600.000 que adeudaba a
80
Inglaterra en concepto de guerra. Lo mismo hizo España dos años más tarde, en 1817, a
cambio de 400.000 libras para compensar las pérdidas ocasionadas por el abandono de tan
inhumana actividad El gobierno británico organizó un escuadrón naval cuyo mantenimiento
anual le suponía el desembolso de 750.000 libras. Su labor consistía en impedir el tráfico
furtivo de esclavos y hacer que las leyes al respecto se cumplieran. Cada año rescataban unos
3.000 esclavos aproximadamente. El Acta de Emancipación de la esclavitud de 1833 costó a
Gran Bretaña unos veinte millones de libras. ¿Es creíble imaginar que un gobierno, por más
benigno que sea, esté dispuesto a tal pérdida económica sino fuera por la poderosa influencia
de otros motivos que los intereses del capital y de la política? Sir Thomas Fowell-Buxton,
miembro del Grupo de Clapham, lo aclaró con una frase sumaria e incontrovertible: "Dios ha
sido el autor de la abolición de la esclavitud y los creyentes sus instrumentos."

Los creyentes españoles tenemos motivos de enorgullecemos en esta lucha humanitaria, al


recordar la participación de nuestro antepasado en la fe, José María Blanco White, nacido en
Sevilla y exiliado en Inglaterra, tras su conversión al protestantismo. Miembro, entre otras, de
la A frican Institution de W. Wilberforce, sintió en lo más vivo de su alma el monstruoso
negoció de la esclavitud y consideró su deber de hombre y cristiano hacer algo al respecto. En
1814 publicó en Londres el mejor y más temprano manifiesto antiesclavista en castellano. Nos
referimos a Bosquejo del comercio de esclavos y reflexiones sobre este tráfico considerado
moral, política y cristianamente. No fue ésta la única manifestación de antiesclavismo de
White, sino que entre 1811 y 1813 emprendió una campaña contra la trata y la esclavitud,
participando así de la abolicionista A frican institución. La dedicación a esta empresa siempre
fue movida el ideal cristiano-humanista. Cuando la Asociación decidió darle 100 libras
esterlinas en premio a sus servicios, White rechazó la oferta, le bastaba la conciencia de haber
sido útil a los africanos víctimas de la injusticia. No podía cobrar dinero por haber defendido
una causa que tenía por sagrada en nombre del cielo.

2.7. REFORMA CARCELARIA

Los presos han sido siempre unos de los sectores más olvidados de la población, y de los
menos atendidos, por su carácter de supuesta peligrosidad social y "fuera" de la ley, que era
tanto como decir, fuera de la humanidad. La situación en las cárceles del siglo XVIII era como
81
para quitar el sueño al más endurecido de los hombres. Un ver- dadero espanto. Sin embargo
fue un hombre delicado de salud pero de espíritu robusto, quien tomó sobre sus hombros la
asombrosa tarea, y la pesadilla, de llevar un poco de luz a aquellos sótanos de inhumanidad y
sufrimiento indecible. Su hombre era John Howard (1726-1790), pastor congregacionalista y
compañero de John Bunyan en Bedford. A Howard le corresponde el mérito de haber iniciado
la reforma de las cárceles de su época. Gastó 30.000 libras de su propio bolsillo y recorrió más
de 67.000 kilómetros visitando cárceles en todo el continente europeo (¡ser piadoso cuesta
mucho dinero y da mu- chas fatigas!). En España no le permitieron visitar los calabozos de la
Inquisición. Era el año 1783. Sus logros quizá no fueron espectaculares, demasiadas personas
e intereses creados en su contra107, pero logró despertar algunas conciencias sensibles que
iban a continuar su labor de reforma y mejoras, como fue el caso de figuras admirables como
Esteban Grellet (1773-1855) y Elizabeth Fry (17801845)b08. Grellet pasó de ser admirador de
Voltaire a seguidor de Cristo, gracias a la lectura del libro del cuáquero William Penn (1644-
1718), No Cross, No Crown (Sin cruz no hay corona). Ti entonces —escribe— toda la
depravación y pecaminosidad de mi alma, y el abismo de perdición para la eternidad al que
estaba condenado. Pasé varios días, con sus noches, orando al Señor que tuviera misericordia
de mí. Me separé de mis compañeros habituales y pasé la mayor parte del tiempo esperando
silenciosamente en Dios. Con la ayuda de un diccionario inglés comencé a leer la Biblia en ese
idioma, porque no tenía ninguna en francés. Nunca había tenido una en mis manos.109" Como
embajador de Cristo recorrió 45.000 kilómetros, fue recibido por emperadores, reyes y papas,
y en toda ocasión expuso la causa de los presos y de los marginados, de los sufrientes y
desterrados. En España fue recibido en audiencia privada por el rey Fernando VII y su es- posa
María Cristina en 1833. "En el curso de mi mensaje —recuerda Grellet en sus Memorias—
aludí a Nabucodonosor e hice notar al rey que, como él, había sido expulsado del reino y había
sufrido varias aflicciones y humillaciones, pero que el Señor le había restablecido en el trono
y le había enseñado a comprender que por Él los reyes reinan y los príncipes han de
administrar justicia-, Mientras yo hablaba, el rey interrumpió preguntando: ",Quién es este
rey Nabucodonosor?". La reina le explicó inmediatamente en qué parte de las Escrituras lo
hallaría. También conjuramos al rey a que señalara los últimos años de su reinado con actos
de clemencia y de piedad, y con el noble gesto de dar a sus súbditos la libertad de conciencia.

82
Le expresamos nuestra convicción de que, de hacer esto, el Señor le colmaría de bendiciones
y finalmente trocaría su corona terrena por la celestial.”

Elisabeth Fry, otra cuáquera, quedó prendida del espíritu de Grellet y puso manos a la tarea.
En primer lugar comenzó a visitar las reclusas de la prisión inglesa de Newgate. Las visitó a
diario, les enseñó a coser; oraba con ellas, les leía la Biblia. Era 1813. En 1817, gracias a su
experiencia y el conocimiento adquirido, inició una campaña abogando por la separación de
los sexos en la prisión, la clasificación de las detenidas según la gravedad de sus faltas y delitos,
la supervisión de mujeres guardianes para las mujeres presas, y la enseñanza de oficios útiles.
Defendió su causa delante de un comité de la Cámara de los Comunes y lo hizo con tal
honestidad y poder de convicción que sus puntos de vista fueron adoptados, jugando un papel
muy importante en la elaboración de subsiguientes legislaciones penitenciarias. "De esta
época, y gracias a ella, datan las principales reformas penitenciarias, que fueron introducidas,
poco a poco, en todos los países civilizados." Hizo otras muchas labores sociales de todo tipo,
sin recurrir a la ayuda estatal. Casi todo a costa de su propio bolsillo, es decir, de la empresa
de su marido, hasta el punto de llevarlo a la bancarrota por amor a los necesitados. Esto le
obligó a recortar su campo de acción. John A. Simpson dice que a lo largo de toda su vida ella
combinó su celo evangelístico con su celo por la obra social. Su lema era: "Caridad para con el
alma es el alma de la caridad."

Otros siguieron sus pasos: George Williams (1821-1905), que luchó por crear un mejor entorno
social que ayudara a los ex reclusos a con- seguir un puesto de trabajo y tener una ocupación.
Fue Williams quien en 1844, junto a una docena de bautistas, anglicanos, congregacionalistas
y metodistas comenzó la Asociación Cristiana de Jóvenes, más conocida por sus siglas en inglés
YMCA. Williams se convirtió mediante la lectura de las obras de Charles G. Finney, de ahí que
su obra se inscribe directamente en el periodo e influencia avivamentística.

2.8. PROTECCIÓN DEL HUÉRFANO

Los orfelinatos fueron el resultado directo del avivamiento evangélico sin lugar a dudas.
Charles Wesley, que tenía precedentes en el pietista August Francke, fue el primero que hizo
notar a George Whitefield la necesidad de ocuparse de los huérfanos, tan abundantes en

83
aquellos lastimosos días. A ellos dedicó Whitefield gran parte de sus labores y tuvo que
enfrentar algún que otro malentendido por causa de los constantes problemas económicos
ocasionados por su administración.

Aunque el más conocido y famoso de todos los evangélicos dedica- dos a la protección de los
huérfanos sea George Müller (1805-1898) —indiscutible gigante de la fe—, no hay que olvidar
las labores de otros grandes personajes evangélicos como Johannes H. Wichern (1808- 1881);
el bien conocido Charles Spurgeon y Thomas J. Barnardo (1845- 1905)112, irlandés e hijo
espiritual del sonado avivamiento irlandés de 1859. Barnardo consiguió en su tiempo algo que
es un logro moderno de la legislación de ciertos países avanzados: el cargo por parte del
estado de aquellos niños cuyos padres fueran negligentes o les maltratasen criminalmente. El
abuso infantil es uno de los aspectos más horrendos de la naturaleza humana. Barnardo fue
testigo directo del abuso que muchos padres, mayoritariamente católico-romanos, hacían de
sus hijos. En 1891 el Parlamento británico pasó la ley conocida como el "Acta de Barnardo".

¡Cuántos niños no se habrán salvado gracias a los desvelos y la actividad desarrollada por las
iglesias evangélicas! Permitidme una nota romántica protagonizada por las misiones
protestantes en la isla de Raiatea, en la Polinesia. Se refiere a un desfile de 300 niños en honor
del misionero John Williams. Todos portaban un banderín en el que habían escrito en el idioma
de su pueblo: "Si no hubiera sido por el Evangelio habríamos muerto nada más nacer". Los
niños sabían bien que para agradar a sus viejos dioses, la gente mayor practicaba el
infanticidio.

2.9. REFORMA DEL MERCADO LABORAL INFANTIL

La revolución industrial, como toda revolución, supuso el desajuste de las antiguas formas de
vida, modos de producción y costumbres familiares. Se produjo entonces una nueva forma de
esclavitud: la esclavitud blanca del proletariado, con el agravante de las guerras napoleónicas
que asolaron Europa. Los más indefensos, como siempre ocurre en estos casos, se llevaron la
peor parte; niñas y niños desde la más tierna infancia se vieron sometidos a implacable
explotación Es para llorar toda una eternidad saber lo que esta pequeñas víctimas inocentes
tuvieron que soportar en las minas, en las fábricas o en las cosas, limpiando chimeneas. La

84
cruel realidad del niño limpia chime- neas no tiene nada que ver con la imagen romántica de
Mary Poppins. Los niños limpiachimeneas eran la versión antigua del robot moderno aplicado
a una especialidad, pero en carne y hueso. Desde muy pequeños se les untaba con agua salada
frente al fuego para endurecer su piel, pues trabajaban completamente desnudos. Un proceso
atroz, un verdadero tormento Constantes rozaduras marcaban sus rodillas y codos conforme
trepaban por las estrechas y ásperas chimeneas Cuando quedaban atascados sus amos
encendían fuego de paja debajo de ellos para que lucharan por su vida desatascándose. A
menudo quedaban sofocados por el humo. El humo de paja es insoportable. La existencia de
estos niños era tan miserable y llena de pánico que constantemente tenían que golpearles
para realizar su trabajo Como es lógico suponer, muchos morían de un cáncer muy doloroso
Podemos imaginarnos una existencia más terrorífica?. Ni el infierno puede resultar más
inclemente ¡Que Dios bendiga a los niños que han sufrido y que siguen sufriendo!, porque es
evidente que en nuestro mundo malvado aún no han terminado las luchas iniciadas siglos
atrás.

Los niños, aparte de ser mano de obra barata, son fáciles de manejar y mantener obedientes
bajo un sistema de miedo. Pueden aprender con rapidez las tareas sencillas, pero de grave
costo para su desarrollo y salud, que se les encomiendan. En el caso de los limpiachimeneas,
cuyo sufrimiento debe mantenerse en la memoria colectiva para que no se repita más y
contribuya a atajar sus versiones modernas, no había prerrequisitos para ingresar en la
profesión. La mayor parte de los que se incorporaban a esta ocupación deprimente tenían
entre cuatro y diez años. El trabajo diario comenzaba de una manera muy simple: "Después
de un poco de gimoteo, y un puntapié de su amo, Tom penetraba en el hogar de la chimenea
y comenzaba la ascensión.

Aquellas chimeneas tenían poco que ver con las rectas verticalidades de la arquitectura
posterior. Ya en tiempos de Kingsley, a mediados M siglo XVIII, el tiro era más recto que
cuando el cirujano británico Percivall Pott llamó la atención sobre sus peligros en 1775. En la
época de Pott no solamente eran tortuosas e irregulares, sino que tenían la molesta
costumbre de avanzar cortos tramos horizontalmente antes de reto- mar la dirección vertical
prevista. El resultado de todas estas peregrinaciones estructurales era que había numerosos
escondrijos, grietas y superficies planas en las que se acumulaba el hollín. Además, a causa de
85
las contorsiones que debía hacer el pequeño deshollinador en su ascenso era prácticamente
inevitable que se hiciera escoriaciones en distintas partes del cuerpo, especialmente las que
sobresalían o colgaban.

La palabra se emplea aquí deliberadamente, pues lo más habitual es que hicieran su penoso
trabajo sin ninguna ropa que les protegiera de las sucias paredes por las que trepaban. Iban
completamente desnudos. Esta desnudez vocacional obedecía a una buena razón —o al me-
nos así lo creían los amos de los niños. Las chimeneas eran muy estrechas —medían 30 a 60
centímetros de diámetro— de manera que ¿para qué molestarse tanto en encontrar niños
bajitos y flacos si su ropa iba a ocupar un espacio tan valioso? Así, los capataces reclutaban a
los niños más pequeños que encontraban, les enseñaban los rudimentos de limpieza de las
chimeneas y cada mañana les hacían entrar en la chimenea con un puntapié en sus traseros
desnudos y ennegrecidos por el carbón, ordenándoles a gritos que subieran por aquellos tiros
angostos y sin ventilación para comenzar el trabajo diario.

Los problemas se veían agravados por los hábitos personales de los deshonilladores pobres.
Al proceder de las capas más bajas de la sociedad inglesa, nunca se les había enseñado la
importancia de la limpieza corporal; es más, muchos de aquellos desgraciados muchachos, a
pesar de haber penetrado en tantos hogares, no sabían qué era la vida de familia. No había
habido unas amorosas manos maternales que les guiaran o, dado el caso, les llevaran de la
oreja a un baño caliente. Fundamentalmente, eran golfillos abandonados a su suerte. En las
arrugas y pliegues de la piel del escroto permanecían enterradas durante meses partículas de
alquitrán que devoraban sus vidas inexorablemente mientras la crueldad de sus amos
devoraba sus almas.

Percivali Pott (1714-1788) era el cirujano de Londres más eminente de sus generación y sabía
mucho de la difícil vida de los niños deshollinadores ingleses. Observó que "el destino de estas
personas parece particularmente duro: en su primera infancia frecuentemente se les trata con
una brutalidad extremada y casi mueren de hambre y de frío; les obligan a subir por chimeneas
estrechas y a veces calientes, donde se magullan, se queman y casi se asfixian; y cuando llegan
a la pubertad son particularmente susceptibles de contraer una de las enfermedades más
repugnantes, dolorosas y fatales". Estas palabras fueron escritas en 1775; aparecieron en un

86
breve apartado de un artículo de Pott mucho más extenso titulado "Observaciones quirúrgicas
relacionadas con las cataratas, los pólipos nasales, el cáncer de escroto, los diferentes tipos
de hernias y las modificaciones de los pies y sus dedos". Este artículo contiene la primera
descripción que se conoce de un cáncer ocupacional. La enfermedad tardaba años en
desarrollarse, pero a veces empezaba a manifestarse ya en la pubertad. En la primera década
M siglo xix la padecía un niño de cada ocho.

Aunque los propios deshollinadores llamaban a su enfermedad la "verruga dé hollín", parece


que no se habían percatado de que podían prevenirla sólo con lavarse el tizne de vez en
cuando. Consideraban inevitable que cierto número de ellos contrajese esta enfermedad y
muriese sufriendo tremendos dolores; el riesgo era inherente al trabajo. La tesis de Pott de
que el hollín era la causa del cáncer trascendió inmediatamente y motivó una ley del
Parlamento por la cual ningún deshollinador podía empezar su aprendizaje antes de los ocho
años y todos debían recibir un baño por lo menos una vez a la semana. Hacia 1842 la edad
mínima se elevó a veintiún años. Por desgracia, la ley se incumplía tan a menudo que, veinte
años más tarde, cuando Charles Kingsley escribió The Water Bables, todavía había muchos
deshollinadores menores de edad, hasta que en 1875 el Parlamento británico promulgó el
Acta de Shaftesbury, aboliendo la práctica de enviar niños a las chimeneas.

Aparte del Dr. Pott, hombres de convicción evangélica como Michael T. Sadler (1780-1835),
Richard Oastler (1789-1861) y principalmente Anthony A. Cooper, Lord Shaftesbury (1801-
1885)115 , lucharon con toda la energía y capacidad de sus fuerzas humanas para terminar
con tan denigrantes abusos.

Otro tanto podríamos decir del trabajo infantil en las fábricas y en las minas. Pero nos llevaría
demasiado espacio. Baste decir que los evangélicos lucharon en todos estos frentes en
nombre de su fe y del amor a Dios y al prójimo. Sin grandes disquisiciones filosóficas, Lord
Shaftesbury, "evangélico de evangélicos", como se llamaba a sí mismo, pronunció un discurso
en la Cámara de los Lores en mayo de 1844 donde asentó sus principios de acción social: "Lo
que es moralmente correcto nunca podrá ser políticamente equivocado, y lo que es
políticamente equivocado nunca podrá ser moralmente correcto".

87
Entre otras muchas causas por las que los evangélicos lucharon se encuentra la temperancia
en la consumición de bebidas alcohólicas, al descubrir estadísticamente que el 85% de los
niños sin hogar provenían de familias alcohólicas. A la par se enfrentaron con valentía al
problema de la prostitución, la trata de blancas, y el abuso sexual de menores, uno de los más
espinosos y nunca resuelto, del todo, amén de la reforma carcelaria y psiquiátrica.

2.10. PRINCIPIOS CRISTIANOS DE ACCIÓN SOCIAL

Podríamos extendernos en un recuento sin fin de las batallas pro- movidas por los creyentes
evangélicos en los períodos de avivamiento en pro de mejores condiciones de vida para todos
y una sociedad más conforme al espíritu de Cristo. Incluso podríamos incluir la labor espiritual
y humanitaria al mismo tiempo desarrollado por las misiones pro- testantes, cuya epopeya es
una de las grandes historias que espera ser contada con fidelidad y simpatía. Pero esto se sale
de nuestro propósito y nos apartaría del tema central que nos ocupa. Conviene, pues,
sumariar algunos de principios vigentes en la obra social evangélica de avivamiento, que nos
puedan servir como pautas y modelos orientativos, a la vez que eliminen todo prejuicio aún
existente entre la falsa disyuntiva de obra cristiana de evangelización u obra cristiana social,
cuando se trata de una cosa y de la otra.

La obra social de las iglesias implicadas en el avivamiento no obedeció a un programa


organizado, en el sentido de un plan elabora- do y discutido por un comité de teólogos o
profesionales. Lo que hubo fue la existencia de ciertos individuos que, avivados por el fuego
del Espíritu, alcanzaron una nueva comprensión de Dios y del ser humano como prójimo. Los
ideólogos de la política y la actividad social orquestada desde arriba pueden infravalorar estos
esfuerzos como casos aislados y "pietísticos" sin conciencia social auténtica. Sería cuestión de
tratarlo en otro lugar. Lo que importa señalar aquí es el notable éxito práctico de los
programas de reforma presentados y defendidos por los evangélicos, recurriendo,
naturalmente, a los cauces abiertos por la política de sus países. El espíritu de sacrificio
desinteresado de aquellos hombres y mujeres compensó con crecer su falta ideológica.
Mientras que los eruditos de la época permanecieron con los brazos cruzados discutiendo
sobre temas académicos en lo confortable de sus estudios, fuera, en la calle, una banda de

88
hombres y mujeres se enfrentaban, aun a riesgo de sus vidas y de sus fortunas, a la miseria y
a la degradación humana más vergonzosa.

Fue Karl Barth, nada sospechoso de pietista, quien acertada- mente afirmó, en una época
donde el espíritu nazi del nacionalsocialismo había conquistado la mayoría de las iglesias, que
el mayor servicio que la Iglesia puede prestar a la sociedad secular es no dejarse distraer de
su misión primordial: confrontar al mundo con el Evangelio de Dios. Los predicadores del
avivamiento estaban plenamente convencidos de la futilidad de regenerar la sociedad sin
primero regenerar al individuo. O por decirlo en términos de la teología moderna, es imposible
llevar la sociedad a la utopía del Reino de Dios que esperamos mientras el Reino de Dios no
está dentro de cada corazón individual Las estructuras colectivas de pecado son a la vez
estructuras del individúo en cuanto forman parte de oligarquías o corporaciones de poder.
Quien empieza por abajo, tiene todas las promesas de alcanzar algún día la cabeza.

La misión cristiana es primordialmente proclamación del Evangelio como encuentro personal


y salvífico con Jesucristo. Sabiendo esto, que la fe personal es el comienzo de una libertad que
renueva la propia vida y vence al mundo. "Esta fe es una experiencia que nunca abandona a
aquel que la ha tenido una vez: la liberación de la angustia para entrar en la confianza; el
nuevo nacimiento a una esperanza viva; el ser asumido por el amor que le llena por completo.
Entonces, desde el hombre nuevo será posible la sociedad nueva, el nuevo mundo.

Cuando la iglesia es fiel a su prioridad evangelizadora y, por encima de todo, busca el Reino
de Dios y su justicia y enseña que el mayor valor es conocer a Jesucristo, entonces, para alegría
y bienestar de los pueblos y naciones, lo demás es dado por añadidura. La comunidad
cristiana, por la dinámica, de la vida espiritual, introduce en la sociedad un nuevo valor y una
nueva serie de principios que, partiendo de Dios, alcanzan al hombre total, en la integralidad
de su existencia "Si destruimos la pobreza sin compartir el Evangelio, hemos fracaso en
nuestra misión. Si predicamos el Evangelio, pero ignoramos a los pobres, somos falsos
profetas. Esta verdad se ve claramente en Santiago 2 y 1 Corintios 13. Con un ministerio
integral, alzamos la faz salvadora de Cristo frente al mundo hambriento, dolorido y
pecaminoso. La palabra y los hechos deben volar juntos como las dos alas de un pájaro. “Del
gran avivamentista George Whitefield se dice que combinó en perfecta armonía, primero, la

89
atención del alma, segundo, el cuidado del cuerpo, nunca lo uno sin otro 122. Lo que en su
simplicidad, ya es bastante.

Por último, concluir diciendo que la tarea primordial de la Iglesia en cuanto comunidad de
creyentes, no consiste en tratar directamente los problemas sociales, políticos o económicos
de un país, sino producir hombres y mujeres cristianos que, desde el cambio de sus vidas,
renueven la sociedad en que se encuentran, participando, en cuando individuos con
personalidad propia, en cuantas ocasiones políticas, sociales o culturales crean oportuno. La
conversión no es únicamente un pasaporte para el cielo, sino un cambio revolucionario de
perspectiva, ver las cosas como Dios las ve. A esa visión es hacia la que tiene que apuntar la
Iglesia. Conversiones genuinas producirán hombres y mujeres auténticos, incorruptibles,
útiles y al servicio de Dios y de sus semejantes, sin mirar diferencias de credo, raza, lengua o
nación.

"Convertirse es transformarse en un campo preparado para la germinación humana y divina.


Convertirse es decidirse por la autodinamización en todos los niveles vitales, valorizándose
como no existe otro modo. de valorización en la tierra. Convertirse es predisponerse a
preservar y a conquistar la salud con los medios que Dios nos concedió. Convertirse es armarse
interiormente para lo irremediable, armarse con armas naturales y sobrenaturales, para lo
irremediable en lo personal y en lo social.

"Convertirse es preferir el mayor índice de eficiencia en la restauración del paraíso terrestre.


Convertirse es optar por la forma más completa de solidaridad. Convertirse es prepararse para
el paraíso posterior a la tierra. Convertirse es adquirir "la convicción de lo que no vemos" (He.
11:1). Convertirse es comprometerse con Cristo, convencido que sin Dios nadie realiza el plan
divino.

"Convertirse es adherir intelectualmente a Jesús, asimilar su mentalidad. Convertirse es


comenzar a forjar la propia personalidad en el estilo dado por Jesús. Convertirse es abrazar
"con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con toda tu mente" (l_c. 10:27)
el sentido de la vida revelado por Jesús. Convertirse es comprometerse con la única doctrina
apta para inspirar estructuras temporales en armonía con el destino de la Creación.

90
Convertirse es adherir conscientemente al amor, en la forma y en la medida de Jesús.
Convertirse es insertarse en el proceso histórico, con conciencia de que es una exigencia
básica de la fidelidad al plan de Dios, decidiéndose a desempeñar el papel, oculto o expreso,
previsto por Dios para cada hombre que manda a este mundo. Convertirse es iniciar la
aventura, iniciar el sagrado espectáculo personal dentro del espectáculo universal.

3. AVIVANOS DE NUEVO
3.1. ORIGEN DEL AVIVAMIENTO

¿No volverás a darnos vida, para que tu pueblo se regocije en ti?


Salmo 85:6

La vida para el cristiano es esencialmente paradójica, es decir, es una vida de fe. No es en


primer lugar una vida de causa y efecto, des- cubrimiento y deducción; es una vida espiritual
y celeste vivida en el tiempo y en los confines de la esfera material y terrestre

La doctrina del Nuevo Testamento sobre la humanidad en general es peculiarmente pesimista;


aun con todo su mensaje para el individuo es de total esperanza. Estas das oposiciones
siempre deberían tener- se en cuenta o, de lo contrario, el cristiano se verá arrastrado hacia
el sendero que conduce al estado de egocentrismo ineficaz, o hacia el que lleva a la dirección
opuesta: un optimismo ilusorio y sin fundamento. Cada uno de estos dos polos actúa como un
correctivo frente a los extremos potenciales del otro. Este es el oficio saludable de la paradoja
cristiana.

La condición degradante de nuestro mundo actual fue claramente profetizada por nuestro
Señor y sus apóstoles. No debería sorprender al creyente, aun así debería alarmarle, porque
mientras es un signo inequívoco de los tiempos en que vivimos, nunca debería suscitar en su
corazón un sentimiento de complacencia e información pasiva. Antes bien tendría que ser un
recordatorio poderoso de su alta y grave responsabilidad como cristiano: la decidida confesión
de Cristo delante de sus semejantes, acompañada de un testimonio fiel, así como una
advertencia respecto al poder salvador y judicial de Cristo.

91
La condición de nuestro mundo debería ser para el creyente un incentivo tremendo para
trabajar con más celo en la gran causa, y aprovechar cada oportunidad, sabiendo que el
tiempo es corto, que la necesidad es grande en todos los frentes, y que debe presentar
cuentas a su gran Pastor cuando aparezca.

En este contexto no digo nada sobre las obligaciones sociales y de misericordia cristiana,
excepto que se enfatizan constantemente en las páginas del Nuevo Testamento, y que el
practicarlas supone abrir el corazón de Cristo al mundo. Ciertos sectores de la Iglesia no
parecen estar necesitados de que se les recuerde hoy que le religión pura y sin mancha
consiste no solamente en guardarse sin mancha del mundo, sino también en socorrer a los
huérfanos y a las viudas en sus aflicciones Y otros sectores están en necesidad de que se les
recuerde lo mismo dicho al revés.

Sin embargo ¿quién dudará en admitir que la necesidad espiritual del hombre es mucho más
grande y más urgente que su necesidad material, tan colosal como ésta pueda ser? Para el
cristiano que anhela ver lluvias de frescura celestial descendiendo sobre un mundo reseco, la
pregunta es: ¿Cómo conseguir y aplicar esta necesidad espiritual? La respuesta debe ser: no
mediante la Iglesia; tampoco mediante hombres y mujeres espirituales; sino de Dios
solamente. El hombre finito y efímero no puede ni siquiera comenzar a procurar para esta
infeliz raza lo que es espiritual y, por tanto, infinito y eterno. Esto es, y sólo puede ser, única y
exclusivamente la obra del Espíritu Santo de Dios Él tiene que hacerlo, o nunca será hecho en
absoluto

Esto no significa que Dios no obre mediante la Iglesia como un instrumento y testimonio La
historia de los grandes avivamientos espirituales muestra que, por regla general, Dios se
complace en enviar una superior abundancia por medio de la instrumentalidad de algún
miembro, o miembros escogidos de la Iglesia (escogidos, o sea, por Dios, no por los hombres),
y que aquellos honrados de este modo son en su mayoría personas que han sido apartadas
por el Espíritu Santo para el alto llamamiento del ministerio cristiano.

Dios no es sólo el origen del avivamiento ("¿No volverás a darnos vida?"), sino también el fin
del avivamiento ("Para que tu pueblo se regocije en ti"). El avivamiento viene de Dios y a él

92
conduce, para que pueda ser "todo en todos", de manera que el hombre aprenda que no es
nada en sí mismo.

Todo seguidor sincero de Cristo estará de acuerdo, me parece a mí, que nuestro pobre mundo
está necesitando desesperadamente un avivamiento espiritual, y que tal avivamiento es la
obra del Espíritu Santo de Dios y no del hombre. Pero quizá sea necesario recordar a los
cristianos que la obra de avivamiento, al ser propiamente una obra de Dios, no está sujeta a
organización humana. No se debió a una enfebrecida y elaborada organización lo que culminó
en el memorable primer día cristiano de Pentecostés cuando el Espíritu Santo fue derramado
tan asombrosamente en Jerusalén, sino a la quieta, invisible y suplicante labor del alma en
oración que espera en Dios.

Los avivamientos nunca han sido el resultado de organizaciones cristianas celosas; en ningún
lugar nos inducen las Sagradas Escrituras a pensar que algún día vaya a ser así. La planificación,
organización y orden son funciones normales y necesarias de la Iglesia cristiana, no es preciso
discutir sobre ello; y esas funciones no deberían olvidarse donde se desea mantener el cuerpo
de Cristo en condiciones saludables. Pero los avivamientos son dispensaciones extraordinarias
enviadas por Dios desde arriba en ocasiones que él considera oportunas. Las destacadas
escenas del primer Pentecostés cristiano no se mantuvieron en toda la historia de la temprana
Iglesia apostólica, aunque los apóstoles continuaron a lo largo de toda su vida ministerial
siendo hombres "llenos del Espíritu Santo", y en todo tiempo perseveraron con fervor en sus
labores en pro del Evangelio. Ni siempre ni en todas partes cosecharon una rica cosecha de
miles, ni incluso de cien- tos de almas. En muchos lugares vieron muy poco fruto de su trabajo;
sin embargo lo rico y lo abundante que ese fruto estaba destinado a convertirse nos
corresponde a nosotros juzgarlo desde la situación en que estamos hoy día.

La obra extraordinaria del Espíritu en un avivamiento poderoso es, por tanto, un fenómeno
superior a las posibilidades de los cristianos, imposible de programar u organizar, ni siquiera
predecir. Es la sola prerrogativa de la todopoderosa soberanía divina, cuyos caminos no son
nuestros caminos. "¿Quién guió al Espíritu del SEÑOR, o como consejero suyo le enseñó?" (Is.
40:13), pregunta el profeta. "¿A quién pidió consejo y quién le dio entendimiento? ¿Quién le
instruyó en la senda de la justicia, le enseñó conocimiento, y le mostró el camino de la

93
inteligencia?" (y. 14). Bien deberíamos exclamar llenos de reverencia y asombro con el apóstol
Pablo: "¡Oh profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán
insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! Pues, ¿quién ha conocido la mente
del Señor?, ¿o quién llegó a ser su consejero?" (Ro. 11:33-34). La Iglesia hoy necesita recuperar
profundamente la visión de Dios como el que todavía es supremo e incondicionado en su
soberanía y sabiduría. Entonces la Iglesia estará mejor capacitada para comprender el
significado del avivamiento como el acto sobrenatural de un Ser sobrehumano.

Consideremos, pues, los límites, la futilidad de los meros recursos humanos desde la visión del
profeta Ezequiel capítulo 37. El valle que contempló estaba repleto de huesos, muchos y secos.
Fue confrontado con una imagen de completa desorganización; y sin embargo el resultado
espectacular de su proclamación sobre esta vasta escena de confusión y muerte vino a ser la
reunión de los huesos, "hueso con hueso", y la estructuración de un esqueleto humano con
sus tendones, carne y piel. Pero el éxito del profeta fue sólo en apariencia: logró un organismo
sin vida, que en realidad no era ninguna victoria. Todavía eran cuerpos "desorganizados".
Solamente les faltaba una cosa, pero era la más vital y esencial de todas, la única que es
realmente de importancia. "No había espíritu en ellos". No fue hasta que el espíritu entró en
ellos que pudieron ponerse en pie, "un enorme ejército". Hasta ese momento permanecían
sin vida, mutiles, sin poder.

La organización cristiana puede ser un fenómeno impresionante, que arranque muchas


expresiones de admiración, pero igual que esos huesos secos y pálidos cuerpos de antaño no
eran nada mejor que un fétido montón de tierra hasta que, de modo figurativo, un poderoso
avivamiento espiritual barrió en un momento su mortandad; así, hoy día, nosotros
deberíamos ir más allá de los logros de una religión organizada hasta el omnipotente y
misterioso Espíritu de Dios, aparte de cuyo poder de resurrección nada es mejor que un
cuerpo sin vida.

¡Espíritu del Dios vivo, ven y sopla sobre los caídos para que puedan levantarse!

94
3.2. INSISTENCIA EN ORACIÓN

Aunque el avivamiento es una operación del Espíritu Santo el ser humano tiene una parte
esencial en su realización; se trata de la parte de una humilde súplica que, impotente en sí
misma, aguarda el don de la energía vital que viene de arriba.

Este deber humano está resumido en la triple amonestación que nuestro Señor dio a sus
discípulos: ¡Pedir, buscar, llamar! (lc. 11:9). Pedir encabeza la lista de triple virtud del
peregrino del cielo; exhibe la correcta actitud de humildad semejante al mendigo que carece
de recursos propios. El hecho mismo de buscar, evidencia la infatigable aplicación y sinceridad
de quien enteramente y por completo está entrega- do a la gran búsqueda. Llamar revela el
deseo que el corazón purificado tiene de entraren, la plenitud de la bendición de Cristo. La
parábola del amigo inoportuno (que consiguió su petición gracias a su insistencia) con la que
nuestro Señor presentó la triple admonición, muestra con gran claridad que tenemos que
pedir, y buscar y llamar, no una ni dos, sino constantemente y con insistencia, si realmente
deseamos experimentar las bendiciones de un avivamiento espiritual

Entonces, siguiendo la analogía de la providencia amante y cuidadosa que un padre humano


tiene hacia sus hijos, el Maestro pasa de lo que es sólo relativamente bueno a la bondad
absoluta y suprema de nuestro Padre celestial y expresa la ineludible conclusión de que. Dios
está dispuesto a conceder sus bendiciones más excelsas a aquellos siervos que las desean. "Si
vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre
celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? (Lc. 11:13).

Pero es muy importante notar que el Espíritu Santo es dado, no arrebatado ni ordenado. El
Espíritu Santo es supremo, no sometido; es Señor, no siervo; es Espíritu, no carne. Esta
aclaración es fundamental y céntrica; de otro modo no puede haber recta comprensión del
significado del avivamiento.

Fue esta misma verdad la que el Señor Jesús insistió cuando dijo a Nicodemo: "El viento sopla
donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel
que es nacido del Espíritu" (Juan 3:8). La obra del Espíritu es como el viento: invisible,
incomprensible, impredecible y siempre llena de poder dinámico. El marinero despliega las
95
velas, el agricultor erige un molino de viento que sea movido por una energía invisible, cuya
demostración únicamente reside en sus efectos; periódica en su intensidad y frecuencia. El
desplegar las velas de un barco, o la construcción de un molino de viento, es en cierto sentido
un acto de fe y preparación, de modo que el viento, cuando quiera que venga, no pase sin
propósito. Del mismo modo un gran avivamiento religioso es la manifestación de la fuerza
poderosa, misteriosa e irresistible del Espíritu Santo; la actitud del cristiano debería ser de fe,
preparación y expectación, de manera que pueda experimentar y probar, para su propio
provecho y el de otros, las potenciales dinámicas del Espíritu Santo en cualquier época del año
que esta bendición pueda descender del cielo.

Siete veces envió Elías a su siervo a escudriñar los cielos en busca de la señal anunciadora de
la lluvia; pero en cada ocasión éste le informó que "no había nada", hasta que a la séptima vez
dijo: "He aquí, una nube tan pequeña como la mano de un hombre sube del mar" (1. R. 18:44).
El intrépido profeta que anhelaba que su tierra sedienta fuese refrescada con las lluvias
celestiales dadoras de vida, no vaciló en su expectación, sino que persevero hasta que su
deseo fue cumplido No se desalentó con lo que parecía ser un comienzo pequeño. Pronto,
desde luego, la nube pequeña llenó el firmamento, de modo que "el cielo se oscureció con
nubes y viento, y hubo gran lluvia" (1 R. 18:45). Y así la terrible sequía que había durado tres
años y medio se terminó de repente.

Fue la incesante espera en oración lo que precedió al derramamiento del Espíritu Santo con
ocasión del primer Pentecostés cristiano. "Esperad la promesa del Padre", fue el último
mandamiento que el Señor dio a sus discípulos antes de ascender al cielo. En obediencia a
esta palabra, todos los apóstoles, "estaban unánimes, entregados de continuo a la oración
junto con las mujeres" Hch. 1:14). En su debido tiempo llegó la bendición pentecostal en toda
su plenitud, ¡y qué grande fue la lluvia entonces!

Aquí, en verdad, tenemos el modelo y la medida de todos los avivamientos subsiguientes


Oración, oración, oración —ferviente, persisten- te, inoportuna— es lo que necesitamos hoy,
si queremos experimentar de nuevo el gran acontecimiento de un avivamiento cristiano.

96
Pero la oración real es una práctica cristiana que no es realizada o mantenida con facilidad'.
La oración que prevalece es un ejercicio atlético del espíritu que requiere disciplina y
entrenamiento riguroso Que pocos saber lo que Iuchar con Dios cara cara, como Jacob, y decir
"No te dejare a menos que me bendigas" Es mucho más cómodo y menos agotador llevar una
vida cristiana complaciente y sin control, esta es, desde luego, la clase de flácida existencia
con la que muchos creyentes se contentan en estos días. Y esta es la razón principal por la
que, en su vertiente humana, no vemos avivamiento en nuestro medio. La causa no es el
capricho de Dios sino la complacencia y despreocupación de los cristianos.

Los grandes avivamientos de la historia han seguido invariablemente a la oración de los


cristianos que sintieron en profundidad la causa y el honor del nombre santo de Cristo y la
salvación de las almas de sus semejantes. ¡Oh, si hubiera hoy esa santa preocupación que
obligara a los cristianos a postrarse sobre sus rodillas! "Encuentro muy acertado —dijo
Andrew Bonar en 1878— lo que escribió Samuel Rutherford3: "Un lecho humedecido por las
lágrimas, una garganta seca de tanto orar, unos ojos como fuentes de lágrimas por los pecados
de la tierra, son difíciles de encontrar entre nosotros"." ¿Qué Dios nos perdone!, esas palabras
son más trágicamente verdaderas hoy que hace 300 años cuando fueron escritas por vez
primera.

¡La oración es guerra! Asalta las puertas del cielo y conmueve los cimientos del infierno. Es la
ocupación constante de un verdadero y resuelto guerrero cristiano, a quien el apóstol exhorta
a orar "con toda oración y súplica en todo tiempo en el Espíritu, y así, velad con toda
perseverancia y súplica por todos los santos" (Ef. 6:18). Es el único camino a la formación
espiritual, a la victoria y a la santidad. Es el gran prerrequisito del avivamiento. Una vida sin
oración es una vida sin poder, estéril, sumida en un sueño profundo.

La oración es combatida por nuestro cuerpo, que se relaja en la indolencia e inventa la excusa
del cansancio cuando nuestro espíritu dama por oración. La oración es combatida por nuestra
mente, que utiliza el tiempo apartado para la devoción como una oportunidad para
entretenerse en vanidades e imaginaciones profanas. La oración es combatida —y con qué
rabiosa furia!— por el diablo, que permite al cristiano ocuparse en cualquier trabajo espiritual
excepto en el de la oración.

97
John Bunyan sabía que iba a experimentar la oposición de Satanás cuando se pusiera de
rodillas. "En oración —dice—, he sido grandemente atormentado... algunas veces pensé que
iba a ver al diablo, más todavía, pienso que lo he sentido detrás de mí, tirando de mi ropa; él
estuvo continuamente conmigo todo el tiempo de mi oración para agotarme, meterme prisa,
decirme que había orado bastante y así no continuar." Luego, Bunyan enfatiza: "Cuando por
causa de pensamientos errantes en el tiempo de este deber me he esforzado en centrar mi
mente y fijarla en Dios, entonces, con gran fuerza, el tentador ha hecho todo lo posible por
distraerme, confundirme y apartar mi mente hacia otras cosas."

Ese gran hombre de oración que fue Andrew Bonar, también se encontró con este mismo tipo
de oposición. "En mí —escribió en 1856—, cada tiempo de oración, o casi cada tiempo,
comienza con un conflicto." Veintiocho años después registró en su diario que había sido
impresionado por el dicho de Flavel: "El diablo es consciente de que nuestra hora de comunión
cerrada, de conversación de corazón con Dios en oración, es capaz de destruir lo que él ha
estado construyendo durante el año."

El poderoso avivamiento escocés de 1839 tuvo sus comienzos en Kilsyth, un martes por la
mañana después que el piadoso siervo de Dios, William Chalmers Burns6, junto a otro buen
número de creyentes, hubieran dedicado la noche precedente a la oración.

El humilde comienzo del memorable avivamiento americano de 1858 fue una insignificante
reunión de oración comenzada por un hombre que durante mucho tiempo había estado
orando por un avivamiento y al que ahora se le unían otros pocos. Para comenzar se reunieron
semanalmente, y después cada día, al ver que el número de los orantes aumentaba. Las
reuniones de oración se extendieron de forma parecida en otras ciudades americanas, y las
llamas del avivamiento comenzaron a expandirse. El fuego espiritual revivió los corazones de
miles y miles en ese continente y saltó por encima del océano Atlántico hasta la isla de Irlanda.
Allí también el irresistible movimiento del Espíritu de Dios siguió a la apremiante intercesión
de un pocos fieles del cuerpo de Cristo.

Las súplicas de un piadoso ministro, el comienzo de una reunión de oración por tres maestros
de escuela dominical en una pequeña aldea de una tierra fatigada... ¿Quién iba a predecir la

98
maravillosa conflagración que iba a desarrollarse a partir de tan humilde comienzo? Desde allí
las brillantes llamas de aquél pequeño carbón encendido se extendieron por todo Gales,
Escocia e Inglaterra. Las barreras denominacionales fueron abatidas cuando los hijos de Dios
participaron en el gozo de esta rica cosecha. Mientras que los despreocupados estaban
durmiendo, grandes multitudes acostumbraban reunirse para orar a todas las horas de la
noche; y éstos se regocijaron de ver el Espíritu de santidad trayendo miles de personas bajo
la solemne convicción de peca- do, y luego de arrepentimiento y paz, gracias a la sangre de
Cristo en la cruz.

Del mismo modo, podríamos ir a presenciar como el avivamiento bajo el ministerio de


Moody7 en 1870 y algunos años más, y el extraordinario avivamiento de Gales al comienzo
de este siglo, y, desde luego, todo gran avivamiento del que tenemos conocimiento, fue
gloriosamente gestado por el germen secreto y santo de la oración. El llamamiento a los
cristianos de hoy consiste en prestar atención fresca a la urgencia de colocar de nuevo este
fundamento en nuestro medio. Entonces, a su debido tiempo, podemos esperar
confiadamente que el gran maestro constructor realice una maravillosa obra delante de
nuestros ojos.

3.3. ESPERANDO EN DIOS

A la hora de preparar el avivamiento es de la mayor importancia que se enfatice la importancia


de la oración, pero también la de esperar. Mientras que la oración y el avivamiento pueden
relacionarse desde el lado humano como causa y efecto, debe recordarse, sin embargo, que
lo pronto o lo tarde que se manifieste el efecto deseado es un asunto que está enteramente
en las manos del Dios todopoderoso; es algo totalmente por encima del control humano.

En otras palabras, como dije antes, al Espíritu Santo no se le puede organizar ni ordenar que
realice la obra del avivamiento de acuerdo a la voluntad y sabiduría imperfectas del ser
humano. "Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo"
(Ec. 3:1). Y esto es verdad del buen propósito de Dios a la hora de enviar un avivamiento. Su
conocimiento es completo, el nuestro es fragmentario; sus esquemas son eternos, los
nuestros limitados a los es- trechos límites de nuestra mortalidad. Por nosotros mismos no

99
sabemos nada y nada podemos hacer; pero "el Señor de los ejércitos es maravilloso en consejo
y excelente en obras." En cada manifestación extraordinaria del poder del Espíritu, Dios no
solamente se ha propuesto bendecir a aquellos que todavía permanecen en sus pecados, sino
a los creyentes también. Una de las lecciones más duras de aprender y de las más necesarias
es la esperar. Durante el período de la espera la medida de nuestra perseverancia y sinceridad,
así como nuestra de- pendencia del Padre celestial y de sus promesas, es evaluada en el cielo.

El ministerio del Evangelio comprende una doble función: la de sembrar y la de cosechar. La


siembra de la semilla tiene que preceder a la cosecha, y entre estas dos siempre hay un tiempo
de espera. No permitamos que aquel que siega menosprecie al que ha sembrado. Tanto el
que siembre como el que siega se regocijarán juntos al final (Jn. 41:36). El apóstol Pablo, ese
incansable sembrador de la buena semilla, nos asegura que "a su tiempo segaremos, si no
desmayamos" (Gál. 6:9).

La respuesta a las oraciones de Robert Murray McCheyne, y el fruto de su propia siembra, vino
cuando estaba lejos de su congregación en un país extranjero. Dios escogió a otro hombre,
William Chalmer Burns, para recoger la mies en el granero. El piadoso padre de Andrew
Murray había estado orando y esperando un avivamiento durante treinta años antes de que
Dios se lo concediera mediante la mstrumentalidad de su hijo. Fue con un corazón lleno de
gozo y alabanza que dio la bienvenida a la última de sus peticiones: "jAndrew, mi hijo —
exclamó—, he anhelado mucho ver tiempos como estos que el Señor te ha dado!"

Tenemos que aprender a esperar y no desmayar. Dios es soberano y sus caminos son
totalmente perfectos sus promesas pueden cumplirse en un lugar particular, incluso después
de la muerte del que ha orado y agonizado por verlas realizadas. A la edad de ochenta años,
Andrew Bonar recuerda que fue "grandemente fortalecido al oír como un año después de su
muerte las oraciones de George Milis comenzaron a ser respondidas manifiestamente en su
viejo campo de trabajo, donde el había visto tan pocos resultados mientras vivía." Dios
entierra a su obreros, pero su Palabra permanece; y George Milis y otros como él, que apenas
si han presenciado algo durante sus días en el ministerio, escucharán el "bien, siervo bueno y
fiel" (Mt. 25:21) de su Maestro, cuando gozosamente pongan a sus pies su siembra de
fidelidad, cuyo crecimiento sólo se conocerá el día de la revelación de todas las cosas.

100
No puedo evitar referirme aquí a un pasaje característico de Dan Crawford, que ilustra de
modo asombroso la verdadera relación entre el sembrador y el segador. "La extraordinaria
insalubridad de las llanuras de Luvale es espantosa. En días posteriores, fue en ese lugar
abrasador donde Cyril Bird y los jóvenes Cophitorne ofrendaron su vida en favor de la tierra
de Luvale. Característica y cardinalmente hombres de profundo amor por las almas dieron lo
mejor de sí mismos por una tribu que durante años escucho el Evangelio con un oído
abiertamente antagónico. En cierta ocasión, Bird determinó dejar la planicie por el océano,
para tomarse un muy merecido descanso, sin embargo la demandante necesidad de la vil
tierra de Luvale le trajo de regreso, y el fin le alcanzó pronto. Su vida fue como un corcel
agotado jadeante hacia la meta; un destello paulino en sus ojos y alabanza en sus labios.
"Fiebre de agua pestilente", llamaron a su enfermedad mortal, ¡pero murió por un corazón
roto! Sí, roto por una tribu de ladrones, ¡vacaciones al fin, descanso en el cielo! Cansado y
exhausto por los rayos verticales, qué bocanada de gozo en el pensamiento: "Cielo a la vista,
hurra!" Recuerda, no hay un valle profundo, sino alguna gran colina cerca, y ese sembrar con
lágrimas culmino en la cosecha gozosa de otros Los días se convirtieron en meses, y los meses
en años, y entonces una joven misionera pudo referirse a ciudad entera de Luvale yendo a
Dios por medio de Jesucristo hombres, mujeres y niños, que al fin miraron por encima del
misionero hasta el Dios que le había enviado Oh, recolectores de las gavillas de otros, recordad
a los fatigados Bird y Copithornes de las tierras de Africa

Andrew Bonar fue un hombre de oración a quien Dios permitió ver tres grandes oleadas de
avivamiento en su vida; y me gustaría concluir esta sección con un apéndice, en orden
cronológico, de los diamantes escogidos de su diario, que si meditamos en ellos, nos
mostrarán algo del valor incalculable y de la necesidad de la oración en la vida de cada
verdadero seguidor de Cristo:

23/8/1835: "Tengo que orar tanto como si yo no fuera nada, y trabajar tanto como si yo
tuviera que hacer todo."

16/7/1842: "Siento que, a menos que el alma se sature con oración y fe, poco bueno se puede
esperar de nuestra predicación."

101
4/9/1842: "La oración tendría que ser la principal ocupación de cada día."

22/2/1846: "Dios no me deja predicar con poder cuando no estoy mucho tiempo con él. Más
que nunca siento que debería ser tan intercesor como predicador de la Palabra."

4/6/1848: "Es la mucha oración lo que hace que la predicación se sienta."

29/12/1849 "Mi principal deseo tendría que ser convertirme en un hombre de oración, porque
no hay carencia de hablar y escribir, de predicar y enseñar, de amonestar y advertir; de lo que
hay necesidad es de que el Espíritu Santo haga eficaz todo esto... ¡Señor, ayúdame a orar por
mi pobre rebaño!"

16/9/1851: "...Esa fragancia peculiar que tienen algunos creyentes alrededor de ellos, que
están en comunión directa con Dios. Es como un aroma, invisible pero sentido. Otros cristianos
tienen la belleza de la rosa de Sarón; estos también tienen la fragancia."

27/12/1852: "¿Por qué no oro un poco más cada vez? Es como avanzar más y más hacia el
lugar santísimo."

4/12/1856: "Tengo que estar con Cristo a solas tanto como con las almas en público."

26/9/1860: "Es mi más profundo dolor el orar tan poco."

21/2/1862: "Estoy convencido que vivir en el espíritu de la oración hora tras hora es lo que
trae la bendición."

11/7/1864: "Al amanecer me encamino solo a las colinas para pasar cinco horas en meditación
y oración."

17/7/1865: "... He pasado varias horas a solas con el Padre, el Hijo y el Espíritu. Fue un
banquete en las laderas de la gracia"

13/1/1866: "Hemos tenido reuniones de oración cada noche de la semana, en calma y con
fervor. Son las semillas de la bendición que ha de venir, porque el Señor da la cosecha a tal
siembra."

102
8/6/1868: "Pablo encontró tiempo, en medio de miles de cosas más que le ocupaban, para
orar mucho y con frecuencia por casos individuales. La oración tiene que hacer tiempo para sí
misma."

6/7/1872: "Un fallo terrible me confronta en todo lugar, a saber, "no habéis pedido nada en
mi nombre." ¡Quiero orar de la manera y medida correcta! Así, en lugar de la treintena,
pudiera haber sido una centena, en mí personalmente; y, al reunir almas, pudiera haber
habido un millar en lugar de un centenar. Fue una idea humillante, entristecedora."

19/8/1875: "He quedado solo gracias a una providencia singular. La noche vino y todavía
permanecí en oración y meditación Estuve comerciando con el talento de la oración"

9/9/1876: "... Tiempo de impotencia debido a la carencia de oración. Nada sino intercomunión
con el Señor puede elevar al alma. Aparté el sábado último como un día de oración; y atribuyo
a ese día mucho de la ayuda recibida."

22/9/1879: "Dejadme registrar para la alabanza de la gloria de la gracia divina y de la


misericordia infinita que durante muchos años (desde luego, tantos como puedo recordar),
desde mi primer descubrimiento del camino de los pecadores hacia Dios mediante Cristo, que
nunca me he permitido perderme ni un sólo día el acceso al trono de la misericordia."

12/5/1888. "Encontré tiempo para dedicar por entero todo el día a la oración y la meditación.
Habrá fruto de esto para mí y para mi gente."

3.4. LOS INSTRUMENTOS QUE DIOS USA

En el avivamiento Dios usa instrumentos humanos, pero sólo usa instrumentos santos. La
oración insistente no es meramente una preparación para el avivamiento, es también una
preparación de los instrumentos del avivamiento. Dios no envía avivamiento hasta que no
tiene a su disposición, "un vaso para honra, santificado, útil para el Señor, preparado para
toda buena obra" (2 Ti. 2:21). De otro modo el aviva miento vendría a destiempo. Aquí, por
tanto, vemos la sabiduría de Dios. Pero la formación de vasos para este alto privilegio es la
obra que Dios realiza en el corazón humano: no es la obra del hombre, como el avivamiento

103
no es en sí mismo resultado del hombre. Robert Murray McCheyne entendió esta verdad
cuando tres años antes de comenzar el glorioso avivamiento de Dundee, dijo a Añdrew Bonar
que quizás una de las razones por la que no habían sido favorecidos con un aviva- miento era
que no habían estado preparados para el mismo: los ministros no estarían capacitados para
dirigir adecuadamente a la gente alarmada por el sentido del pecado y de la condenación. Esto
apunta, una vez más, a la absoluta necesidad de una vida santa de parte de los cristianos si
desean honestamente que en medio de ellos se produzca la obra suprema del Espíritu Santo
Falta de oración y vigilancia son dos obstáculos terribles en el camino del avivamiento, de los
cuales Dios pedirá cuentas

La oración conduce a la santidad y la santidad lleva a la disponibilidad y fructificación. Esta es


la única y verdadera secuencia de la eficacia cristiana, sin embargo que amigos somos de
intentar modificar el orden que luchas más fútiles para ser fructíferos sin ser santos, que
vanamente perseguimos la santidad cuando somos fríos y extraños al poder de la oración!
Estas no son ayudas artificiales ni añadidos de la vida cristiana, son la vida cristiana misma "El
que permanece en mí, y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis
hacer" (Jn. 15:5), dijo el amado Maestro. La comunión constante con Dios produce la faz
iluminada de la santidad y la semejanza a Cristo. Sólo así Cristo se va formando en nosotros.
Sólo así podemos ver con los ojos de Cristo, sentir con su corazón, hablar con su lengua. Así
solamente seremos capaces de llorar con Cristo y de alegrarnos con él; de amarle y desearle
por encima de todas las cosas; descansar en él y trabajar para él; levantarle delante de los
hombres de modo que muchos puedan ser atraídos hacia él mismo. Este es camino: ¡quiera
Dios tener misericordia de nosotros y transformarnos para que siempre andemos en él!

En William Chalmers Burns tenemos un ejemplo extraordinario de un hombre que, como


joven ministro del Evangelio, fue usado por Dios de una manera muy especial como un canal
de avivamiento; y no será sin provecho a nuestras almas inquirir sobre los secretos de su Útil
instrumentalidad. Ante todo fue un hombre de profunda y consagrada oración. Dedicó días y
noches enteras entregado a la oración. Se nos dice que la oración era para él tan natural como
respirar. "William Burns —escribió Andrew Bonar—, es usado como el instrumento donde
otros han trabajado en vano, porque es un hombre de mucha oración, más allá de todos

104
nosotros." Haríamos bien en tener en cuenta estas palabras. La oración viene a ser natural en
nosotros cuando nos esforzamos en ella.

Sentía un amor reverente por la Palabra de Dios La Biblia fue siempre su libro supremo, y el
estudio de ella era su pan diario Durante los tiempos difíciles en China llegó a ser conocido y
apreciado como "el hombre del Libro"; se le permitió moverse libremente entre la gente
mientras que a otros europeos, por su propia seguridad, se les impedía abandonar sus
recintos. "Su amor por la Palabra —testificó Hudson Taylor— era delicioso, y su reverencia¡ y
santa vida en comunión constan- te con Dios convertía mi amistad con el en un satisfactorio y
profundo anhelo de mi corazón."

Fue un hombre que practicaba la santidad. Se describió a sí mismo como "buscador de


santidad personal, requisito fundamental de un ministerio bendecido"; y su memorable dicho:
"la obra de Dios florecerá mediante nosotros, si ha florecido más ricamente en nosotros9311,
re- presenta una verdad fundacional que necesitamos aplicar de corazón hoy día.

William Chalmers Burns fue típicamente un hombre de completa humildad. "Ora


profundamente en privado, y parece sentir el peligro de caer en el orgullo", observó su amigo
Robert Murray McCheyne. "Temblaba a diario —dice Alexander Smellie— no fuera a caer en
la tentación de abandonar el Valle de la Humillación, donde el Señor tiene su residencia y
donde sus siervos reciben la completa seguridad de hallarle." Él mismo solía decir que "estar
en unión con aquel que es el Pastor de Israel, andar cerca de Él, que es tanto sol como escudo,
contiene todo lo que un pobre pecador necesita para ser feliz entre la tierrra y el cielo."

Su corazón estaba lleno con frecuencia de compasión por los perdidos. Dos días antes del
comienzo del gran avivamiento de Kilsyth, al terminar el culto de comunión del domingo,
quedó sobrecogido por una ansiedad incontrolable por la salvación eterna de la gente que
estaba congregada delante de él; y sus fervientes ruegos a favor de ellos fueron respondidos
el martes siguiente por la mañana, cuando la lluvia de bendición comenzó a caer del cielo.
"Siempre le movió a compasión la visión de las multitudes", escribe Alexander Smellie. "En
todo momento fue una persona desprendida; y lo que mayoría de nosotros consideraría como
un sacrificio imposible no era sacrificio en absoluto en su valoración de las cosas. Siempre

105
desconfió de sí mismo, y ni honraba a nadie ni tenía otro amigo que Cristo, vivió solamente
para proclamar la suficiencia del Cordero de Dios como salvador de las almas."

Fue un hombre destacado por su predicación valiente y sin compromisos. Andrew Bonar,
quien compartió con él los gozos de la cosecha, recuerda que el efecto mismo de su voz
parecía testificar a los tibios y señalar a los santos la necesidad de orar por las bendiciones de
los viejos días. "Es un predicador asombroso —leemos en las cartas de Robert McCheyne—,
nunca he visto otro igual. Tiene una visión muy clara de las cosas divinas, y un fascinante
control de su voz y de su cuerpo. Pero, por encima de todo, Dios parece acompañar realmente
su predicación con demostración del Espíritu... Su forma es muy poderosa, tanto que algunas
veces me hace temblar." Hay una deliciosa historia de una anciana mujer de las tierras altas
de Escocia que, aunque no podía entender ni una sola palabra de inglés, venía día tras día a
oír predicar a William Burns. Cuando se le preguntó qué interés tenía en escuchar la
predicación de un hombre cuya lengua era extraña para ella, respondió al momento: "! Oh,
puedo entender el inglés del Espíritu Santo!"

Y, por último, Burns fue hombre de celo infatigable por la causa de Cristo. "El celo intenso y
directo de William Burns, a la vez que reposado, me ha tocado a menudo el corazón con poder
indescriptible", testificó Andrew Bonar no mucho después de la muerte de este santo de Dios,
al que describió como "uno de los más grandes misioneros de Cristo en la tierra en el día de
hoy." William Burns fue, sin duda, un hombre de firme convicción, con la vista puesta en la
gloria de Cristo, y con un ardiente deseo de ser empleado siempre y solamente en lo más
importante. Él mismo expresó la intensidad de su fervor cuando dijo: "El deseo de mi corazón
es recorrer el mundo una vez antes de que muera y predicar el Evangelio a cada criatura."

¿Cómo podía semejante hombre santo no experimentar bendiciones en sí mismo y en su


trabajo? ¿Dónde están hoy los poderosos hombres de Dios? El fallo no está en Dios sino en
nosotros mismos, que nos vemos privados de una bendición más profunda. El poder absoluto
de Dios, tal cual no puede haber otro más poderoso en el mundo, está todavía ahí a nuestra
disposición con toda su asombrosa capacidad. Y aun así fracasamos en reclamarlo; no lo
buscamos, no nos damos prisa en llamar. ¿Porqué? Esta es una pregunta que debe ser
respondida por cada cual. ¿No será porque no queremos que se nos moleste el curso de

106
nuestras confortables vidas cristianas? Queremos ser buenos cristianos, asistir a la iglesia,
guardar la ley, frecuentar conferencias y retiros espirituales, observar las convenciones
sociales; pero no queremos que la placidez de nuestro cristianismo sea perturbado. Tomamos
el camino fácil.

En una palabra, nuestras vidas son generalmente egocéntricas; centradas en nuestra casa, en
nuestra denominación, en nuestro trabajo y en nuestras amistades, pero no en ninguna
verdad centrada en Cristo, porque conocemos realmente poco de la "comunión de sus
sufrimientos"; no somos como los apóstoles, que abandonaron el camino fácil, y estaban
"gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre" (Hch.
5:41); nosotros no hemos aprendido, como ellos hicieron, "que es necesario que a través de
muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios" Hch. 14:22); nuestra ansia de
respetabilidad no nos permite descubrir que "los que 1 quieren vivir piadosamente en Cristo
Jesús padecerán persecución" (2 Ti. 3:12). ¡Cómo necesitamos escribir en el corazón de los
creyentes las palabras que el profeta Oseas habló a un pueblo que estaba sumido en su propia
justicia: "Sembrad para vosotros según la justicia, segad conforme a la misericordia; romped
el barbecho, porque es tiempo de buscar al SEÑOR hasta que venga a enseñaros justicia" (Os.
10:12).

Tengamos la completa seguridad de que si deseamos un avivamiento en nuestra tierra,


tenemos que estar preparados para romper el barbecho: habrá agitación en el curso normal
de nuestra vida privada y de iglesia. Demandas espirituales se exigirán sobre nuestro tiempo
y energías, que interrumpirán de manera drástica los planes de nuestro caminar diario.
Muchos de nuestros pasatiempos favoritos e ideas más queridas tendrán que ser puestas a
un lado. ¡El avivamiento es revolucionario! ¿Estamos preparados para semejante trastorno
celestial? Si de verdad deseamos ver el nombre de nuestro salvador glorificado: tenemos que
desear el avivamiento con fervor y darle la bienvenida de todo corazón. De hecho, tal
disposición de la voluntad es una señal que caracteriza a todos los que son verdaderamente
pueblo de Dios, como David dijo: "Tu pueblo se ofrecerá voluntariamente en el día de tu
poder" (Sal. 110:3). Debemos orar para ser voluntariosos, pues esto también es una obra del
Espíritu Santo

107
3.5. PREDICACIÓN APOSTÓLICA

En la obra de avivamiento la predicación siempre ejerce una función importante, pero siempre
es predicación de un tipo peculiar. "Apostólica" es el mejor término para describir su
naturaleza; porque continúa el modelo de la predicación de los apóstoles, así como la de Juan
el Bautista, quien, a este respecto, debemos unir con los apóstoles. Un examen sin prejuicios
de la forma y contenido del mensaje del Nuevo Testamento, tal como fue predicado, debería
actuar como un correctivo a la vacilante proclamación que es escuchada en muchos púlpitos
modernos; y es mi propósito exponer tan sencillamente como me sea posible las
características sobresalientes de la predicación apostólica.

En primer lugar, por tanto, cuando escuchamos con oídos nuevos la predicación de Juan
Bautista, observamos un énfasis directo en la necesidad de arrepentimiento, en vista del
inminente juicio, de Dios. La nota urgente y sin componendas del juicio suena una y otra vez.
"Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mt. 3:2). Su mensaje iba dirigido
tanto a personas religiosas como irreligiosas: un verdadero cambio de corazón es la necesidad
inmediata. A los fariseos y saduceos que se justifican a sí mismos no tiene el menor escrúpulo
en hablarles del modo más severo: "Camada de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira que
vendrá?" (Mt. 3:7).

Una grandeza moral recubre la figura de este hombre que tan intrépidamente denuncia la
corrupción social de su tiempo e insiste en la necesidad de la justicia y el trato caritativo en
las relaciones humanas. Las iniquidades del modo de vida normal del hombre y de la mujer
común les sitúan bajo la nube del descontento divino. El juicio sobre el que advierte no es un
concepto teológico vago que tenga que ver con las incertidumbres del futuro: es algo que ya
está sobre ellos. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; el bieldo está en su mano, y,
limpiará completamente su era; y recogerá su trigo en el granero, pero quemará la paja en
fuego inextinguible (Cf. Mt. 3:10-12).

No debemos pasar por alto el efecto que produjo sobre la gente está desafiante predicación.
Hubo una gran inquietud tocante al destino de sus almas, hasta el punto de llevarles a clamar:
",Qué, pues, haremos?" (l_c. 3:10). Esta pregunta conducía al segundo elemento de la

108
predicación del Bautista, que era un testimonio del Señor Jesús, el único que puede dar vida
espiritual y liberar de la esclavitud del peca- do: "Viene el que es más poderoso que yo... El os
bautizará con el Espíritu Santo y fuego... He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo. Este es aquel de quien yo dije: Después de mi viene un hombre que es antes de mí
porque era primero que yo... Y yo le he visto y he dado testimonio de que éste es el Hijo de
Dios... Es necesario que él crezca, y que yo disminuya. El que procede de arriba está por encima
de todos... El Padre ama al Hijo y ha entregado todas las cosas en su mano. El que cree en el
Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios
permanece sobre él" (l_c. 3:16; Jn. 1:29-34; 3:30-36).

Aquí, en este último anuncio, vemos claramente desplegado ante nosotros el doble aspecto
del Evangelio; por un lado la ira de Dios, por otro su misericordia en Cristo Jesús. Una de las
causas que más con- tribuyen a la debilidad de la Iglesia actual es que nuestra predicación es,
en gran medida, unilateral. Los ministros proclaman el amor y la misericordia divina, pero
raramente hablan desde el púlpito de la ira y del juicio de Dios todopoderoso. El pueblo, en
consecuencia, recibe una verdad a medias y se les induce a asumir ideas falsas o inadecua-
das para su seguridad.

Predicar de esta manera parcial es, una vez más, seguir el camino fácil y negarse a ser
vituperados por causa de Cristo. Hasta que no se remedie este fallo, no vamos a escuchar a la
gente clamando desde lo profundo de sus almas: ",Qué haremos, pues?" Porque no puede
darse una explicación clara ni un entendimiento correcto de la misericordia de Dios sin el
contraste de su ira contra toda forma de iniquidad, sin ésta aquélla es irrelevante. Es en el
trasfondo oscuro y terrible del juicio de un Dios santo que la naturaleza asombrosa del divino
amor en Cristo Jesús manifiesta su inequívoca grandeza y reposo. Sólo de esta manera puede
estar completo, ser significativo y convincente el contenido del mensaje del Evangelio.

Estas mismas verdades fueron predicadas por los apóstoles después del día de Pentecostés;
al mismo tiempo que fueron capaces de anunciar un mensaje más pleno que el de Juan el
Bautista, cuyo mensaje fue por necesidad preparatorio y eventual en su naturaleza. Los
apóstoles pudieron anunciar a un Salvador que había llevado una vida sin mancha en la tierra,
que había sido crucificado, muerto y sepultado, resucitado al tercer día de los muertos, y

109
exaltado a la diestra del Padre en la majestad de la gloria. Es esencial para nosotros darnos
cuenta que su predicación estaba centrada por completo en la persona de Cristo: Él fue la
suma y la substancia de su mensaje; por medio de la fe en él es como únicamente había
esperanza de salvación; en él las grandes profecías mesiánicas del Antiguo Testamento habían
encontrado su cumplimiento perfecto.

Jesús de Nazaret, testificaron, "varón confirmado por Dios entre vosotros con milagros,
prodigios y señales que Dios hizo en medio vuestro a través de él, tal como vosotros mismos
sabéis, a éste, entregado por el plan predeterminado y el previo conocimiento de Dios,
clavasteis en una cruz por manos de impíos y le matasteis, a quien Dios resucitó, poniendo fin
a la agonía de la muerte, puesto que era imposible que él quedara bajo el dominio de ella"
(Hch. 2:22-24). Los apóstoles eran: testigos personales y directos de la resurrección de
Jesucristo. "A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos, así que,
exaltado a la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha
derramado esto que vosotros veis y oís... Sepa, pues con certeza toda la casa de Israel, que a
este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le he hecho Señor y Cristo... Y en ningún otro
hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual
podamos ser salvos" (Hch. 2:32-36; 4:12).

De este modo los apóstoles apremiaron a sus oyentes a arrepentir - se, a convertirse, para
perdón de sus pecados y recepción, al mismo tiempo, del don del Espíritu Santo (Hch. 2:38),
"porque —dijeron— la promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que
están lejos; para tantos como el Señor nuestro Dios llame" (Hch. 3:39). Este fue su mensaje,
el mismo que debe ser nuestro.

Los apóstoles fueron excepcionalmente valerosos y directos en su predicación. Tenían un


menaje que afectaba vitalmente a todos los que lo escuchaban, independientemente de su
raza o clase social: "Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se
arrepientan" (Hch. 17:30). Por tanto era un mensaje que tenía que ser proclamado sin
timideces ni miedo a los hombres, antes al contrario, con la mayor claridad y precisión
posibles. Su predicación fue, al mismo tiempo, esencialmente personal y, en consecuencia,
particular No se permitieron caer en generalizaciones o especulaciones. La suya fue una

110
declaración urgente que reflejaba la preocupación inmediata por cada uno de los oyentes
presentes como individuos.

Más todavía, su predicación fue espontánea; no les era algo gravo- so, molesto o difícil; sus
corazones rebosaban con el gozo de la salvación de Cristo y la libertad del Espíritu Santo; se
esforzaban en ver el poderoso obrar de Dios en las vidas de sus compatriotas. Simplemente
no podían evitar proclamar las certezas eternas que eran tan reales en su propia experiencia.

No olvidemos que los apóstoles fueron de los más comunes de los mortales, lo único
extraordinario que en ellos había no les pertenecía, pertenecía a Dios que les había llenado de
poder y empleado en sus labores. Cuando los adversarios de la fe vieron "la confianza de Pedro
y de Juan, y dándose cuenta de que eran hombres sin letras y sin preparación, se maravillaban
y reconocían que ellos habían estado con Jesús" (Hch. 4:13). Estos hombres, a quien hemos
santificado, no eran semidioses sino seres humanos muy humildes. Con ello lo que Dios
intenta enseñarnos es que, en primer lugar, lo que él hizo antaño por medio los apóstoles es
capaz y está dispuesto a hacerlo hoy por medio de nosotros; y, en segundo lugar, que, en lo
que respecta a las cosas espirituales, el poder y la sabiduría humanas no tienen la mayor
importancia, lo que de verdad cuenta es el poder y la sabiduría que viene de Dios; que Dios es
todo y está aguardando conceder su plenitud a todo aquel que, por su amor a Cristo, se ha
humillado a sí mismo y vaciado su corazón con el fin de ser lleno de su Salvador, de modo que
éste sea glorificado en su vida.

3.6. PIEDAD Y CONOCIMIENTO

Aunque la mayoría de los apóstoles puede que tuvieran un origen humilde y poca educación,
no debemos, desde luego, imaginar que Dios nunca usa en su reino sino a personas sin letras
e ignorantes como instrumentos de bendición. Semejante fantasía es una tergiversación de la
enseñanza del Nuevo Testamento, que expresamente indica el deseo divino de desarrollar
hasta el máximo los dones y talentos de cada cristiano; y que a aquellos más ricamente
dotados más les será exigido. "A todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le
demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá" (Lc. 12:48). Cada persona
recibe un cierto número de talentos, pueden ser pocos o muchos, pero cualquiera que sea su

111
número tiene que negociar con ellos, de modo que en el día de presentar cuentas el Señor
pueda recibir sus propios intereses. El siervo inútil que enterró su talento incurrirá en la ira y
condenación de su señor.

Dios no sufre ninguna restricción a la hora de elegir sus instrumentos, en esto también es
soberano. Aun así, a la vez que todo lo hasta aquí dicho es cierto, por causa de la inclinación
natural de los seres humanos al orgullo y la arrogancia ("no muchos sabios conforme a la
carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles." 1 Co. 1:26), la historia de la Iglesia demuestra
que para cumplir sus propósitos Dios utiliza a menudo a personas de una gran capacidad y
talento, sea para preservar la Iglesia del error o de la herejía en tiempo de crisis, o para
promover un avivamiento espiritual. No podemos menospreciar la perenne influencia de
gigantes intelectuales como Atanasio, Agustín, Juan Calvino y Jonathan Edwards, ni los
fenomenales poderes de predicación de Ambrosio, Juan Crisóstomo, Martín Lutero o George
Whitefield. Estos hombres, y muchos otros de extraordinarias facultades, han sido usados un
siglo tras otro por Dios todopoderoso como vasos especialmente ordenados y honrados para
el progreso de la causa de Cristo en la tierra. Nunca deberíamos dejar de dar gracias a Dios
por levantar hombres como éstos, y por las bendiciones que por su medio nos han llegado.
Pero recordemos siempre que sólo fueron usados porque continuamente permanecieron
humildes, de modo que a través de ellos el poder y la sabiduría de Dios, y no del hombre, fue
manifestada eficazmente.

El conocimiento, el estudio académico, son provechosos en cuanto van unidos a una profunda
humildad y sujeción a la sabiduría divina. Es digno que notar que Moisés, la figura más
sobresaliente del Antiguo Testamento, "fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios, y
era un hombre poderoso en hechos y en palabras" (Hch. 7:22), pero sin embargo, "Moisés era
un hombre muy humilde, más que cualquier otro hombre sobre la faz de la tierra" (Nm. 12:2).
En el monte de la transfiguración este hombre ilustrado compartió la gloria de Cristo con Elías,
el iletrado campesino procedente de la aldea de Tisbe. Vernos, pues, que Dios no hace
acepción de personas. Más todavía, es digno de notar que san Pablo, la figura más destacada
de los apóstoles, fue un graduado brillante de la famosa escuela judía del rabí Gamaliel,
destacándose de los demás de su propia edad. Y aun con todo, este hombre extraordinario —
honró a Cristo por encima de todos los demás en la Iglesia—, estaba tan lleno de humildad
112
que podía describirse a sí mismo como "el mayor de los pecadores" y "el más pequeño de
todos los santos", hasta el punto de no considerarse digno de ser llamado apóstol.

En la época de la Reforma del siglo xvi, que en cierta medida , y en razón de sus efectos es el
mayor avivamiento que la Iglesia presenció desde los días de los apóstoles, los instrumentos
principalmente utilizados fueron hombres de incuestionable erudición. En Suiza y Francia,
Juan Calvino, que poseía uno de los intelectos más fenomenales de todos los tiempos; en
Alemania, Melanchton y Lutero; en Inglaterra, Tyndale, Cranmer, Latimer, Ridley y Hooper,
todos estos líderes junto a otras numerosas personas se distinguieron por su conocimiento y
erudición; fueron levantados por Dios para esa ocasión y los equipó maravillosamente como
campeones de la pura doctrina y de la religión verdadera. Por medio de ellos se encendió una
luz celestial que iluminó el mundo y disipó las tinieblas de la oscura Edad Media. No fueron
solamente hombres estudiosos, sino también hombres de oración, hombres de principios,
hombres de acción que valerosamente arriesgaron su vida por la causa suprema de la verdad
en Cristo Jesús.

Es una pena que ciertos cristianos menosprecien el cultivo de la mente, como si ésta no fuera
un medio por la cual Dios pueda ser glorificado. Es un deber ineludible de todos aquellos que
tienen capacidad intelectual y facilidad para el estudio equiparse de la mejor manera "para la
defensa del Evangelio." San Pablo recomendó al joven Timoteo que procurase "con diligencia
presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con
precisión la palabra de verdad" (2 Ti. 2:15). Pedro exhorta a los cristianos a estar preparados
"para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en
vosotros" (1 P. 3:15). De ningún modo podemos cumplir ésto a menos que preparemos y
apliquemos nuestro cerebro al estudio de las doctrinas de nuestra fe y, cuando sea necesario,
de las falsas doctrinas a las que se oponen.

El mismo apóstol dice que a la fe y a la virtud tenemos que añadir con toda diligencia
conocimiento (2 P. 1:5). Para el autor de la carta a los hebreos es una prueba de madurez
espiritual tener "los sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal" (He. 5:14). El apóstol
de los gentiles es bastante específico en esta cuestión: "No seáis niños en la manera de pensar;
más bien, sed niños en la malicia, pero en la manera de pensar sed maduros" (1 Co. 14:20). A

113
los creyentes de Efeso les dice: "No seamos ya niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí
para allá por todo viento de doctrina", sino "crezcamos en todos los aspectos en aquel que es
la cabeza, es decir, Cristo" (Ef. 4:14-15).

Este crecimiento en todas las cosas que Dios nos ha revelado incluye el crecimiento
intelectual, por el que nuestro entendimiento aumenta continuamente en cuestiones
relativas a nuestra fe.

Salomón, en los días de su sabiduría, fue muy consciente del valor inestimable del
conocimiento y de la inteligencia; es, desde luego, con un viso de urgencia que él recomienda
la empresa de la sabiduría: "Hijo mío, si recibes mis palabras, y atesoras mis mandamiento
dentro de ti, da oído a la sabiduría, inclina tu corazón al entendimiento; porque si clamas a la
inteligencia, y alzas tu voz al entendimiento, si la buscas como como a plata, y la procuras
como a tesoros escondidos, entonces entenderás el temor del SEÑOR, y descubrirás el
conocimiento de Dios... Bienaventurado el hombre que haya sabiduría y el hombre que
adquiere entendimiento... Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no te olvides... Compra
la verdad y no la vendas, adquiere sabiduría, instrucción e inteligencia" (Pr. 2:1-5; 3:13; 4:5;
23:23).

"No menospreciemos el conocimiento humano", rogaba Jonathan Edwards durante el tiempo


de avivamiento en su propia iglesia Aquellos que lo hacen, argumentaba, bien tendrían que
esperar que un niño sin instrucción fuese nombrado maestro en la Iglesia de Dios, como si
tuviera el mismo grado de gracia que un hombre madurado por los años y el estudio. Al escribir
a su amada congregación de Kidderminster, Richard Baxter les animaba a "esforzarse en ser
hombres de conocimiento y de entendimiento sano." "La ignorancia —escribe— es
esencialmente el error en sí; por tanto permitid que la Biblia esté tanto en vuestras manos
como en vuestros corazones, en vuestra mente como en vuestra alma, en vuestro espíritu
como en vuestro intelecto... Leed todo lo que podáis de los escritos de nuestros sólidos
teólogos de, antaño... ¡NO seáis ignorantes de Dios en medio de tanta luz!, como si el estudio
del tema de vuestra salvación fuese de menos importancia que el estudio de vuestro
comportamiento en el mundo."

114
Finalmente, escuchemos a Andrew Bonar, cuando se refiere a Samuel Rutherford, aquel
maravilloso siervo de Dios del siglo XVII, en quien la piedad y el conocimiento estaban unidos
en perfecto matrimonio. Rutherford, dice Bonar, "perseveró en el estudio tanto como en el
trabajo, y con un resultado fuera de lo normal. Tenía una habilidad metafísica, así como una
gran disposición para usar el conocimiento acumulado en muchas lecturas. Sería un ejercicio
instructivo averiguar por qué será que allí donde la piedad es saludable y progresiva se da
también, casi invariablemente, un alto grado de conocimiento; mientras que, en sentido
contrario, la negligencia en el estudio conduce más tarde o más pronto a la decadencia de la
santidad vital. No que los mejores tiempos de la Iglesia estén repletos de estudiosos; pero
siempre hay un elemento de esta clase en el círculo de aquellos que el Señor usa. La energía
qué suscita el conocimiento de Dios en el alma conduce al estudio de todo aquello que sea
útil para la defensa y propagación de la verdad, mientras que, por otro lado, cuando abunda
la decadencia y prevalece la falta de vida, se desliza en su medio la pereza y la mediocridad y,
entonces, el conocimiento teológico es tan ligero y falto de interés como seco y aburrido En
Samuel Rutherford y sus contemporáneos encontramos conocimiento al lado de una piedad
singular y profunda"

A la hora de prepararnos para el avivamiento es necesario, por tanto, ser sabios y no descuidar
el ejercicio del intelecto en aquellos estudios que están consagrados a Dios; "en quien están
escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento" (Col. 2:3), los cuales están
orientados hacia el propósito exclusivo de hacer avanzar el reino de Dios en la humanidad.

3.7. ADMONICIONES

Un estudio cuidadoso de las manifestaciones que acompañaron e1 avivamiento de Nueva


Inglaterra en el siglo XVIII nos ha sido legado por Jonathan Edwards en su tratado titulado:
Algunos pensamientos tocantes al presente avivamiento de religión en Nueva Inglaterra, y
también en su ensayo sobre Marcas distintivas de la obra del Espíritu de

Dios. Estos dos documentos nos facilitan el análisis más valioso de la naturaleza del
avivamiento, y mucho de lo que voy a escribir en este capítulo está basado en la información
extraída de los mismos.

115
Durante muchos años antes del avivamiento, el estado general de la religión en Nueva
Inglaterra era de apatía y estancamiento. La situación de esterilidad de la Iglesia era motivo
de preocupación de muchos hombres piadosos, con el resultado de que muchas iglesias
individuales decidieron apartar unos días especiales para la oración y el ayuno, en los cuales
se imploró a Dios que descendiera e hiciera llover sobre ellos hambre y sed de cosas
espirituales. A su debido tiempo el Dios todopoderoso tuvo a bien responder a sus súplicas.
"Y ahora —testificó uno de los ministros que había presenciado con mucho gozo la maravilla
del derramamiento del Espíritu Santo—, "y ahora, he aquí el Señor, a quienes habíamos estado
buscando, de repente vino a su templo. La dispensación de gracia bajo la que ahora nos
encontramos es ciertamente tal como nunca nuestros padres la vieron; y en algunas
circunstancias tan asombrosas que creo que no ha habido algo semejante desde el
extraordinario derramamiento del Espíritu cuarenta días después de la ascensión de nuestro
Señor. Es como si los tiempos apostólicos hubiesen regresado entre nosotros."

El avivamiento no estuvo limitado a una pequeña localidad, sino que se extendió en un área
de cientos de kilómetros en varias provincias de las colonias; y la obra de gracia del Espíritu
Santo fue experimentada literalmente por miles de corazones. La mayoría de la gente
relacionada con el avivamiento era comparativamente joven, pero también hubo casos
memorables de ancianos como tizones arrebatados del fuego, cuya vida posterior se convirtió
en un monumento de la misericordia divina. Incluso niños pequeños cayeron en una profunda
convicción de pecado y tornaron al redentor viviente para salvación. Toda clase y tipo de
personas fueron tocados por el Espíritu; los poderosos y los ricos, así como los pobres y los
humildes; los negros y los blancos; los estudiosos y los ignorantes. Algunos de los más notorios
pecadores se transformaron en santos auténticos: los borrachos se volvieron sobrios; los
impúdicos, castos; los superficiales, serios; los burladores se callaron y fueron ganados por un
poder irresistible; los legalistas entraron en el reino de la gracia; y los formalistas fueron
movidos a abrazar una religión espiritual y una santidad real.

También los propios hijos de Dios participaron de los beneficios de estas bendiciones: muchos
fueron elevados a un nuevo vigor y diligencia en la causa de Cristo; otros agradecieron a Dios
el alivio y frescura de sus almas, así como una visión más clara de la que habían tenido respecto
a su total incapacidad comparada con la perfección total y los méritos del Salvador.
116
Si hemos de recorrer la senda del avivamiento es aconsejable que, en cuanto nos sea posible,
seamos advertidos de antemano de los obstáculos y peligros que aguardan en el camino a los
inconscientes. Ante todo es necesario que sepamos que Dios es soberano en sus operaciones,
y que lo que parece ser la obra del Espíritu Santo no tiene que ser juzgado por los medios
empleados, sino más bien por los efectos resultantes. Si permitimos que el prepucio
obscurezca nuestra entendimiento no hay duda de que nos formaremos nociones falsas sobre
la obra que se está desarrollando delante de nuestros ojos. Si el fundamento de la obra está
en conformidad con la guía infalible de las Sagradas Escrituras, y sus resultados honran el
nombre y la majestad de nuestro Señor Jesús, entonces es necesario extremar la precaución
y el recelo antes de adoptar una actitud crítica.

Dios no siempre usa como instrumentos aquellos que parecen más apropiados a los ojos
humanos. En el avivamiento de Nueva Inglaterra referido, algunos de los miembros que
fueron empleados conspicuamente eran bastante jóvenes en años y en experiencia, e
inferiores a muchos otros en su posición en la Iglesia, y algunos parecían adolecer de algunas
deficiencias de una clase u otra, de tal manera que ciertas personas creyeron poder señalarles
con el dedo como inapropiados para el uso de ningún tipo de obra de Dios. Pero siempre es
cierta la regla de que el poder de Dios se perfecciona en la debilidad; y su gloria y fortaleza se
magnifican mucho más mediante la elección de aquellos que apenas si son apreciados por el
pobre juicio del mundo en el cumplimiento de sus propósitos.

San Pablo era afligido por un aguijón en la carne, y había algunos que desdeñosamente
consideraban débil su porte físico, e impropio su dominio del lenguaje. Pero Pablo aprendió
la lección más importante de todas: que la gracia de Dios le era suficiente y que mediante su
debilidad Dios podía ser exaltado. "Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis
debilidades, para que el poder de Cristo more en mí. Por eso me complazco en las debilidades,
en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando
soy débil, entonces soy fuerte" (2 Co. 12:9-10).

George Whitefield, el más grande orador de nuestra era, padecía de estrabismo; pero este
predicador poderoso de inagotable energía e intensa devoción) por medio del cual las cálidas
llamas del avivamiento se encendieron en tal multitud de corazones, no se permitió a sí mismo

117
ser obstaculizado por ningún defecto físico. "Si tuviéramos el celo y el valor de Whitefield —
dijo Jonathan Edwards—, ¡qué no podríamos hacer y qué bendición no podríamos esperar!"
En George Whitefield tenemos el ejemplo máximo de un hombre cuyos talentos asombrosos
fueron utilizados siempre y en todo lugar hasta su máxima potencia y en el servicio del
Evangelio de Jesucristo.

"Valor y coraje, celo y devoción —cito una vez más a Edwards— con- siguen mucho en
personas de capacidades ordinarias, pero harán gran- des cosas especialmente si se les suma
grandes facultades. Si algunos hombres destacados que han aparecido en nuestra nación
hubieran sido tan eminentes en teología como lo fueron en filosofía, y se hubieran
comprometido en la causa de Cristo con el mismo celo y fervor con que otros lo han hecho, y
con la misma proporción de bendición celestial, hubieran conquistado toda la cristiandad y
puesto al mundo boca abajo Tenemos muchos ministros en nuestra tierra que no quieren más
talentos; son personas brillantes y de conocimiento, tendrían que considerar cuánto más es
esperado y requerido de ellos de parte de su Señor y Maestro; cuánto más podrían hacer por
Cristo, y qué gran honor y gloriosa recompensa recibirían si tuvieran en sus corazones una
lumbre celestial y un calor divino proporcional a sus luces."

Celos y envida son un monstruo sutil en nuestro camino, aguardan- do la oportunidad de


paralizar nuestra eficacia y anular las bendiciones de Dios en nuestros corazones. Qué
maravilloso si todos los ministros cristianos fueran tan nobles y libres de egoísmo y
complacencia personal como Robert Murray McCheyne, quien, aunque ausente de su ama-
da congregación, cuando llegaron las lluvias de gracia y se derrama- ron sobre su iglesia fue
capaz de decir: "No tengo otro deseo que la salvación de mi pueblo por medio del instrumento
que sea." Qué fácil es para los celos introducirse en el corazón del ministro cristiano cuan- do
ve a otros ocupados en el gozo de la siega; qué rápidamente puede este mal estropear su
propia utilidad, hasta que se vuelve desdichado, infeliz y amargado. Tome nota semejante
obrero del Señor de las palabras de Andrew Bonar, escritas en su cincuenta cumpleaños: "La
envidia es mi dolor; y hoy he estado buscando gracia para alegrarme sin medida en el éxito de
otros, incluso cuando a mí me arroje a las sombras... Veo que el Señor puede hacer conmigo
en el tiempo del avivamiento lo que hizo con Jonatán, cuando no lo usó contra Goliat."

118
Pero mientras que los celos son el foso que aguarda a aquel que es llamado a permanecer
firme y contemplar cómo otros son empleados como instrumentos de avivamiento, el orgullo
espiritual es la terrible trampa preparada para aquellos que son escogidos para esta obra
privilegiada. Contra tal engaño de Satanás, "humildad, conciencia de las propias faltas y total
dependencia del Señor Jesucristo son la mejor defensa," dice Jonathan Edwards. Necesitamos
orar por mansos como Moisés, que cuando su cara brillaba radiante a causa de la gloria de
Dios en cuya presencia había estado, "ponía un velo sobre su rostro".

William Chalmers Burns se distinguía por semejante humildad, pero aun así, su amigo Robert
Murray McCheyne no creyó fuera de lugar enviarle una admonición fraternal: "Recuerda que
Moisés no quería que la piel de su rostro resplandeciese. Mirar a nuestro propio rostro
iluminado es la perdición y ruina de la vida espiritual y del ministerio. ¡Cómo quisiera una
comunión más íntima con Dios, hasta que el cuerpo y el alma (la cabeza, el rostro y el corazón)
brillaran con resplandor divino!, pero con total y santa ignorancia del brillo mismo." Hay un
grave peligro cuando nuestro ser es impelido a sentirse orgulloso espiritualmente y a buscar
fama de santidad, que es muy diferente de bus- car santidad; porque la santidad es semejanza
a Cristo, y Cristo fue manso y humilde de corazón, no recibía honra de los hombres.

Así como Dios no está de ningún modo limitado en la elección de sus instrumentos, es
soberano en el uso que asigne a cada cual. Uno puede ser empleado en la siembra, otro en la
siega; o el mismo instrumento puede ser usado para ambas tareas. Así fue con Felipe que, en
medio de gozosa labor de avivamiento en Samaria, donde a una la gente prestó atención a su
mensaje, fue enviado repentinamente por Dios a plantar la buena semilla en el corazón de un
etíope solitario en la vasta extensión del desierto. Esto podría parecer a muchos un tipo de
obra inferior comparada con la gloriosa siega de la cosecha en una ciudad populosa. Pero
¿quién puede decirnos el resultado de la siembra fiel de aquella semilla particular, y quién
sabe si este inesperado cambio de escena no fue una providencia de gracia para quitar al
evangelista del camino de la trampa del orgullo espiritual?

Dios hizo algo parecido en la vida de William Burns. Después de la alegría y el gozo de reunir
doradas cosechas de almas en Gran Bretaña y Canadá, Dios le envió a plantar la buena semilla
en los entenebrecidos corazones de la gente de China. Aquí, durante los últimos veintiún años

119
de su vida, trabajó y se esforzó en abrir el terreno que durante siglos había sido endurecido y
empobrecido por las malas hierbas del pecado. Podemos ver algún progreso en las Misiones
Unidas de Irlanda y las Misiones Escocesas Presbiterianas en Manchuria, así como en la Misión
al Interior de China, pero de todo esto no sabremos sus plenas dimensiones hasta el día en
que conozcamos como somos conocidos.

Ahí podemos imaginarnos a aquel de cuyas cualidades santas ya he hablado, trabajando con
muchas privaciones, "solo entre los Chinos hasta el final, plantando con su mano moribunda
el estandarte de la cruz en una tierra lejana, en medio de tinieblas, reuniendo a su alrededor,
a aquellos cuyos corazones habían sido abiertos por el Señor, una compañía pequeña, amada,
enseñada, cuidada en oración, y consolada casi hasta su último suspiro, quien al contemplarla
a medida que pasaba por el valle de sombra aprendió no solamente cómo debería vivir un
cristiano, sino cómo morir también." A lo largo de toda su vida, tanto cuando cosechaba como
cuando segaba, Burns tenía esta suprema confianza: que la obra era de Dios y no suya, y que,
aunque su propio cuerpo no era sino carne mortal, la Palabra de Dios es la eterna semilla de
la vida. "Dios continuará la buena obra —dijo—. ¡Ah, no, no tengo dudas en cuanto a eso!"

3.8. EMOCIÓN HUMANA

Escenas de emoción y de aparente confusión nunca han tardado en atraerse la crítica y la


desaprobación más enérgica en tiempos de avivamiento. Pero es poco racional creer que
hombres y mujeres no sientan afectadas sus emociones en un grado inusual cuando el Espíritu
Santo de Dios se hace presente de un modo extraordinario. Una profunda convicción de
pecado tiene necesidad, en muchos casos, de expresarse en lamentos descorazonados
pidiendo misericordia y per- don, alarmada por su situación de culpabilidad Una revelación
poderosa hecha a la mente finita de la majestad infinita de un Dios Santo no puede menos de
sobrecoger los sentidos corporales

Uno no niega, naturalmente, que la psicología particular de cada cual tiene algo que ver con
todo este tipo de reacciones que se producen, pero en la hora del avivamiento las
clasificaciones psicológicas pueden dejarse a un lado; no debería ser motivó de sorpresa que
una, causa poderosa produzca una efecto notable en la frágil maquinaria humana. En

120
semejante hora, simples criaturas del tiempo son confrontadas con la visión de la eternidad.
¿Cómo, entonces, no puede haber lugar para las emociones?

Pablo de Tarso, a pesar de la firmeza de sus convicciones, no pudo permanecer impasible en


su camino a Damasco, sino que cayó de su caballo a tierra, y se quedó ciego al ser confrontado
por el resplandor de la gloria de Cristo. Y cuando años más tarde le fue concedida una visión
inefable, tan grande fue su éxtasis que transcendió sus sentidos corporales, de tal modo que
era incapaz de decir si había estado en el cuerpo o fuera de él. También san Juan, cuando el
anciano vidente de la isla de Patmos tuvo una revelación del Salvador ascendido y glorificado,
quedó tan grandemente afectado que cayó al suelo como muerto. Y si ésto ocurrió a los
apóstoles, ¿que no pasaría con otras personas? Hasta los actos ordinarios que la humanidad
efectúa cada día están dictados, en un porcentaje considerable, por las emociones: amor,
deber, lealtad, temor, envidia, pasión. La misma voluntad tiene su asiento al lado de la
emoción.

¿Fue una escena de confusión indecorosa cuando, el día de Pentecostés, un sonido del cielo
semejante a un viento recio llenó la casa donde los discípulos estaban reunidos? ¿Fue
confusión cuando de repente comenzaron a hablar en otras lenguas, y todos los extranjeros
oyeron el Evangelio proclamado en su propia lengua? Es cierto que para algunos burladores
parecían borrachos, y se les acusó de estar llenos de mosto. ¡NO quiera Dios que nosotros
seamos culpables de estar prejuzgando así la obra del Espíritu Santo!

Hay, sin embargo, un peligro real cuando esas manifestaciones emocionales son alentadas por
eV hombre. Es muy grave querer imitar y mantener delante de la vista pública las
manifestaciones externas de la obra extraordinario del Espíritu. Hacerlo así es ridiculizar la
obra de Dios yo federal Espíritu. Lo único que importa es la obra interna del Espíritu Santo; y
todas las exhibiciones externas tienen que se restringidas tanto como sea posible, y,
ciertamente, nunca deberían ser imita- das de un modo artificial, ni considerárseles
acompañamientos esenciales de la obra del Espíritu Santo.

Con su acostumbrada penetración, Jonathan Edwards analiza las razones de semejante


confusión, como se evidencia en días de aviva- miento. Es el logro de un fin y, por tanto, el

121
cese de los medios. Los medios en este caso son el ejercicio normal de un culto público en
orden; el fin es la convicción de los pecadores con vistas a su conversión. Cuando este fin
supremo es alcanzado, el orden y la conexión de los medios se interrumpen necesariamente
durante un tiempo. "No creo que esto sea confusión, o un corte desdichado —dice Edwards—
, no mucho más que si un grupo se reúne en el campo para orar por la lluvia y de repente
detienen su oración debido a una fuerte tormenta de agua ¡Quiera Dios que todas las
asambleas públicas de la tierra tuvieran que interrumpir sus ejercicios públicos el próximo
domingo por causa de tal confusión! No tenemos que preocuparnos por la alteración del
orden de los medios, sino por obtener el fin hacia el cual están dirigidos. Quien va en busca
de un tesoro que imagina lejos no lamenta el tener que detenerse cuando lo encuentra a
mitad de camino."

Unos cien años después que Jonathan Edwards escribiera estas líneas, las llamas del
avivamiento se encendieron en la tierra de Sudáfrica. La obra del Espíritu tuvo su comienzo
en la ciudad de Worcester, en la Provincia del Cabo, donde Añdrew Murray era pastor. Es de
interés aquí, observar el modo en que la bendición del avivamiento vino sobre su
eminentemente respetable y bien ordenada congregación.

Un domingo por la noche, después de haber terminado el culto de adoración, alrededor de


sesenta jóvenes se reunieron en una pequeña habitación. Cantaron un himno, se leyó una
parte de la Palabra de Dios y se oró por el líder. Otros tres o cuatro dirigieron por turno la
reunión en oración. Al final, una joven negra, de unos quince años, de edad, se levantó y pidió
que se le permitiera tomar parte en la oración. Luego de haber recibido permiso comenzó a
orar de un modo conmovedor. Mientras se hallaba en intercesión se escuchó un ruido como
si procediera de un lugar lejano, y poco a poco se fuera acercando hasta que la habitación
pareció temblar. Entonces, con una o dos excepciones, los dos reunidos comenzaron a orar,
la mayoría en su tono acostumbrado, y algunos susurrando. Sin embargo el ruido hecho por
el con- junto de los reunidos era ensordecedor.

Casualmente pasó un: anciano de la iglesia y al ver, lo que estaba ocurriendo se apresuró: en
llamar a Andrew Murray quien, al contemplar la escena, avanzó hasta ponerse en la mitad de
la habitación y mandó guardar silencio alzando su voz tanto como pudo, pero los jóvenes

122
continuaron en oración. Entonces exclamó: "¡Soy vuestro pastor, enviado por Dios, silencio!"
Pero nadie le escuchó y el ruido continuó como hasta entonces. Todos pedían y suplicaban la
misericordia y el perdón de Dios. Andrew Murray fue hasta el líder de los jóvenes y después
de intentar, sin conseguirlo, que se cantara un himno, dijo: "Dios es un Dios de orden, y aquí
todo es desorden." Dicho ésto abandonó la habitación. Hubo reuniones de oración cada noche
de esa semana, el número de los asistentes aumentó tanto y tan deprisa que tuvieron que
trasladarse a un edificio mayor.

El siguiente sábado por la noche Andrew Murray mismo era quien dirigía la reunión. Leyó una
porción de las Escrituras, hizo unas pocas observaciones sobre la misma y, después de ofrecer
una oración, dio a otros la oportunidad de orar también. Durante la oración que siguió a la
suya, una vez más el sonido distante fue escuchado, acercándose más y más, y de repente
toda la congregación estaba orando. Esa noche un extraño había estado sentado en la puerta,
observando lo que estaba ocurriendo, cuando Andrew Murray pidió silencio, el desconocido
avanzó hasta él y le dijo: "Supongo que usted es el ministro, de este congregación; tenga
cuidado con lo que hace, porque el Espíritu de Dios esta obrando aquí. Acabo de venir de
América y esto es precisamente lo que he presenciado allí."

De esa manera. el avivamiento llegó a Worcester, y los medios normales dejaron, paso al fin
que ahora habían obtenido. Los frutos se dejaron ver en ese distrito durante años. Uno de, los
resultados inmediatos fue que cincuenta jóvenes se ofrecieron como ministros del Evangelio,
mientras que anteriormente hubiera sido imposible encontrar un solo hombre para ejercer
este llamamiento sagrado. Y desde esta ciudad el avivamiento se extendió por todo el país,
llevando la bendición de Dios tanto a negros como a blancos por, igual.

La obra cristiana, pues, tiene que ser juzgada por la naturaleza de sus resultados "Por sus
frutos los conoceréis" No tenemos que juzgar nada antes de tiempo. Tengamos cuidado no
vayamos a ser engaña- dos por prejuicios cegadores, no permitamos que un falso sentido de
propiedad nos lleve al grave error de adoptar falsas nociones respecto a lo que es en verdad
una obra del Espíritu Santo de Dios. El tiempo de avivamiento es un tiempo de dolores de
parto, cuando muchos hijos e hijas nacen en la familia de Dios; los meses de reposada espera
y preparación llegan a su fin, y ¿quién puede imaginar que la intensidad de los dolores de

123
parto de la Iglesia no vayan a ir acompañados de gritos y escenas nada usuales en otros
tiempos?

3.9. FALIBILIDAD HUMANA

En tiempos de avivamiento siempre hay que ser condescendientes con la debilidad de la


naturaleza humana. En cada persona se da el peligro de irse a los extremos. Consideraciones
de este tiempo nunca deberían olvidarse a la hora de juzgar la obra del Espíritu Santo. Hemos
sido dotados por una facultad de discernimiento y es necesario ejercitarla de la manera más
razonable y caritativa. Es preciso distinguir lo que es bueno de lo malo y evitar el prejuicio de
juzgar el todo por la parte; de otro modo vendríamos a ser culpables de un serio error de juicio
respecto al todo, y de dañar, por culpa de nuestras malinterpretaciones, la obra que estamos
llamados a animar y promover.

No debemos condenar un movimiento porque en algunos aspectos sus líderes hayan caído en
un celo extremado Toda la humanidad sin excepción está sometida a las debilidades de la
naturaleza humana. Moisés, que habló con Dios cara a cara, fue culpable de este mal cuan- do
impetuosamente golpeó la roca en el desierto por segunda vez; los discípulos de nuestro
Señor también se dejaron llevar por una pasión indebida cuando pidieron que cayera fuego
del cielo sobre los indiferentes samaritanos; lo mismo podemos decir de los cristianos de la
circuncisión cuando debido a su incomprensión condenaron a Pedro por predicar el Evangelio
a Cornelio. Aun así, todos esos hombres que en ciertas ocasiones pueden ser acusados de celo
extremado, fueron escogidos y usados por Dios para cumplir sus propósitos, y nosotros
cometeríamos una falta grave si pensáramos ligeramente de ellos o de su trabajo simplemente
porque su conducta se vio afectada por imperfecciones ocasionales.

También hay una gran necesidad de precaución a la hora de condenar por completo una obra
porque observemos en ella casos flagrantes de hipocresía o engaño, o porque pueda haber
algunos casos de ciertos individuos que caigan en un estado aparente de reprobación, después
de su prominente conexión con la obra. Por otro lado, también tenemos que recordar que el
juicio puede ser igualmente incorrecto respecto a algunos que consideramos ejemplos de
santidad eminente. Su manera de hablar y de comportarse pueden ser tales que nos

124
impresionen; pero siempre debemos tener presente que la verdadera vida espiritual es
interior, y que sólo Dios es capaz de discernir infaliblemente el contenido real de cada corazón.
Nosotros, como Samuel, tenemos que recordar que "el hombre mira la apariencia exterior,
pero el SEÑOR mira el corazón" (1 S. 16:7).

Tenemos un caso inolvidable en la persona de Judas Iscariote Fue uno de los doce apóstoles
durante el ministerio de nuestro Señor; compartió con ellos todos los privilegios de una
comunidad sagrada; no parece que sus compañeros sospecharan nunca de su devoción al
Maestro; y aun así se convirtió en un traidor y en un instrumento del enemigo. Nuestro Señor
discernió las intenciones malvadas de su corazón, pero a los discípulos les estaban
completamente ocultas.

No es para nosotros, por tanto, dictar un juicio final respecto al estado del corazón de otros
que profesan la fe cristiana. Todos sabemos que no debemos negligir el uso de los poderes de
discernimiento que nos han sido dados, y que los cristianos tienen que amonestarse y
corregirse unos a otros tocante a las faltas que son visibles, pero siempre en espíritu fraterno,
lleno de amor Una actitud de rigurosa censura, que se manifiesta con tanta facilidad en tiempo
de avivamiento, es algo que tiene que ser solícitamente evitada. No tenemos que hincharnos
orgullosamente; no podemos considerarnos algo cuando no somos nada; cada uno debe
estimar al otro mejor que a uno mismo en humildad de mente; unos sometidos a los otros
vestidos de humildad, "por- que Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes" (Sal.
138:6; Pr. 3:34; Mt. 23:12; 1 P. 5:5).

Este espíritu de humildad siempre tendría que caracterizar nuestro actitud hacia los demás.
Mientras procuramos discernir los espíritus hasta donde sea posible, teniendo en
consideración los frutos externos de una vida, es preciso que recordemos que nuestras
propias imperfecciones humanas nos exponen por completo al engaño, al menos en algunos
casos, y que, después de todo, el juicio de los corazones corresponde a Dios, es su inalienable
prerrogativa. "Pues Él conoce los secretos del corazón" (Sal. 44:21; 139:1, 2; Jer. 17:10).
Tenemos que prestar atención a la reprimenda de Pablo a los romanos: "¿Quién eres tú para
juzgar al criado de otro? Para su propio amo está en pie o cae" (Ro. 14:3); o la amonestación
de Santiago: "Sólo hay un dador de la ley y juez, que es poderoso para salvar y para destruir;

125
pero tú, ¿quién eres que juzgas a tu prójimo?" (Stg. 4:12). En otro lugar dice Pablo: "Por tanto,
no juzguéis antes de tiempo, sino esperad hasta que el Señor venga, el cual sacará a la luz las
cosas ocultas en las tinieblas y también pondrá de manifiesto los designios de los corazones"
(1 Co. 4:5).

No es para nosotros ocuparnos en separar las ovejas de los cabritos, los peces buenos de los
malos, la cizaña del trigo. Este es un asunto particular y exclusivo del día del juicio, como las
Escrituras enseñan con toda claridad, que será efectuado por Cristo y sus ángeles. En la
parábola, los siervos fervorosos, impacientes y nerviosos, que- rían ir al separar el trigo de la
cizaña, que había sido sembrada por la mano del enemigo. No hay duda que sus motivos eran
dignos de alabanza, pues deseaban una cosecha pura; pero su capacidad y juicio eran
imperfectos. La cizaña era tan semejante en apariencia al trigo que, si comenzaban a realizar
semejante labor de separación, no podrían menos que cometer serios errores de juicio y
discernimiento. Es por eso que el dueño de la siembra sabiamente les ordenó que esperaran
hasta el final, no fueran a arrancar el trigo juntamente con la cizaña. Ambos cereales tenían
que crecer juntos hasta el tiempo de la siega, cuando la separación se realizará efectiva e
infaliblemente.

"Nunca me imaginé que el corazón humano fuera tan inescrutable como realmente es —
escribió Jonathan Edwards—. Ahora soy menos caritativo y menos inmisericorde de lo que
antes fui. En el corazón de los impíos encuentro muchas cosas que pueden engañar y
presentar una buena apariencia de piedad; y muchos modos en que las reminiscencias
carnales del corazón de los justos les hagan aparecer como personas más carnales, formalistas
e hipócritas absolutos, de los que antes me imaginaba. Cuanto más vivo, menos me extraño
que Dios presente con tanta fuerza su prerrogativa de examinar los corazones de los hombres,
y ordene que dejemos esta ocupación hasta el tiempo de la cosecha. Quiero adorar la
sabiduría de Dios, y su bondad hacia mí mis semejantes, al no entregar esta gran
responsabilidad en las manos de una criatura tan pobre, débil y ciega, de un corazón tan torpe,
orgulloso, parcial, lleno de prejuicios y engañoso, sino que ha con- fiado esta obra en las
manos de aquel que es infinitamente apropiado para la tarea, su prerrogativa divina."

126
Vivir, más cerca de Cristo, con toda humildad y oración, no atemperara nuestras facultades
críticas y aumentara nuestra caridad solamente, sino que también actuara como una
protección contra los extremos a los que un exceso de celo nos puede arrastrar. En tanto que
el Maestro viene, nunca habrá escasez de materia que corregir y criticar en nuestros propios
corazones. Nuestro crecimiento en gracia y santidad tendría que preocuparnos tanto, si no
más, que la de otros.

3.10. LA MALDICIÓN DE MEROZ

Así como se da el peligro de caer en un espíritu de censura en tiempo de avivamiento


espiritual, también se da el peligro opuesto: mantener una posición de neutralidad en
semejante ocasión. El hombre pre- cavido se enfrenta a la tentación de ejercer una precaución
excesiva a la horade decidirse por un lado u otro del avivamiento, procurando mantener un
espíritu de lejanía y discreción al respecto, como si careciera de opinión sobre el mismo.
Semejante "prudencia" se convierte a menudo en imprudencia, y en qué medida; tanta que
semejante espectador, por su propia ignorancia, se salga fuera de la esfera de la bendición y
permita que un Espíritu Santo contristado pase por encima de el sin rozarle Es un pecado muy
serio no ayudar al progreso de la obra M Espíritu de Dios "El que no está conmigo, esta contra
mí, y el que no recoge conmigo, desparrama" (Mt 12:30), dijo el Señor, es muy importante no
olvidar este aviso

Si es peligroso asumir una actitud de no compromiso durante un período de avivamiento,


cuánto más no será avanzar otro poco y adoptar un sentimiento de antipatía y de menosprecio
hacia el movimiento espiritual. Hacer ésto es llegara mismo borde del pecado imperdonable.
La advertencia de nuestro Señor iba dirigida contra los fariseos que se burlaron de él y
ligeramente describieron sus milagros e incuestionable poder divino como obra del diablo:
Nuestro Señor les obsequió con una amonestación bastante solemne: "Por eso os digo: todo
pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será
perdonada. Y cualquiera que diga una palabra contra el Hijo del Hombre se le perdonara, pero
al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este siglo ni en el venidero" (Mt.
12 31-32) Durante el tiempo del derramamiento el Espíritu Santo hay, indudablemente, un
mayor peligro de cometer ese pecado

127
Es demasiado fácil cebarse sobre unos cuantos excesos que puedan aparecer en esas
ocasiones, cuya 1 causa reside en la debilidad de la constitución humana, en lugar de fijarse
en la operación del Espíritu de santidad, y, desde ahí, juzgar y condenar ciega y
maliciosamente toda la obra Es muy ,fácil que pastores y otros ministros cristianos sean llenos
de un espíritu de celos y partidismo al ver la utilidad de otros hombres durante ese tiempo, a
quienes tienen en poca estima y consideran de poco valor y, desde luego; menos honorables
que ellos. Así, desde esa inactividad envidiosa, si no hostilidad abierta, se separan ellos
mismos, y probablemente sus congregaciones también; de la bendición extraordinaria que
muchos otros puedan estar recibiendo. Sean conscientes semejantes líderes del grave peligro
en que .se encuentran, no vayan a incurrir en la maldición que fue pronunciada sobre Meroz:
"Maldecid a Meroz, dijo el ángel del SEÑOR, maldecir, maldecid a sus moradores; porque no
vinieron en ayuda del SEÑOR, en ayuda del SEÑOR contra los guerreros" (Jue. 5:23).

Debemos prestar la mayor de la atenciones a la advertencia que Pablo dirigió a los judíos de
Antioquía "Tened, pues, cuidado de que no venga sobre vosotros aquello de que se habla en
los profetas: Mi- rad, burladores, maravillaos y pereced; porque yo hago una obra en vuestros
días, una obra que nunca creeríais aunque alguno la describiera" (Hch. 13:40-41). Aquellos
judíos que rechazaron el mensaje y la oferta del apóstol, juzgándose a sí mismos: indignos de
la vida eterna, vieron cómo la: bendición de Dios pasó de ellos a otros ansiosos de participar
en ella. No permitamos que en el día glorioso de la visitación del Señor se introduzca en
nuestra vida la maldición de la esterilidad, como ocurrió en el caso de Mical, esposa de David,
cuando menospreció en su corazón al rey, David, que saltaba y danzaba delante del arca
Señor, después de tantos años de ausencia del monte de Sion. "Y Mical, hija de Saúl, no tuvo
hijos hasta el día de su muerte", pues la expresiva alegría de David delante del arca, era por la
presencia del Señor entre su pueblo que ella representaba. "Esto fue delante del SEÑOR", dijo
David (Cf. 2 S. 6 14-23)

Hay que tener cuidado de no seguir el ejemplo del incrédulo rey de Samaria quien, cuando
Eliseo profetizó una abundancia increíble para el día siguiente, respondió burlonamente:
"Mira, aunque el SEÑOR hiciera ventanas en los cielos, ¿podría suceder tal cosa?" (2 R. 7:19).
El rey vio la abundancia de comida con sus propios ojos, pero no comió de ella, por el contrario,

128
fue atropellado por el pueblo hambriento que se lanzó en carrera en dirección a la puerta de
la abundancia.

La perversidad de este rey samaritano incrédulo nos ofrece una tremenda amonestación de
parte del. Señor a todos los cristianos, especialmente a los pastores, ministros del, Evangelio
y maestros de la Palabra En el día de la abundancia el rey se designó a sí mismo guardián de
la puerta de la ciudad. Él, como el resto de los habitantes, padecía hambre y estaba en
necesidad desesperada de buenas provisiones, pero, por causa de su desdeñosa incredulidad,
pereció miserablemente mientras otros encontraban vida abundante. Presenció con sus
propios ojos la alegría de las multitudes que se dirigían a la ciudad, prestas a proveerse de las
deseadas provisiones recibidas tan de repente. Cristo, nuestro rey eterno, ha enviado a sus
ministros del Evangelio a la puerta de la ciudad celestial para que dirijan a las almas
hambrientas a las riquezas de la plenitud de su presencia. Dios no quiera que ninguno de
nosotros, que somos ministros en la Iglesia de Cristo, lleguemos a ser, por causa de nuestra
perversidad pecaminosa, un obstáculo en el camino cuando el Reino de Dios es predicado y
muchas almas se esfuerzan por entrar.

Los líderes religiosos de Israel fueron un terrible impedimento en los días de Cristo; ¡Dios no
quiera que hoy ocurra lo mismo! Contra los líderes de su época nuestro Señor Jesús pronunció
la más vehemente y terrible condenación: eran falsos pastores y guías-ciegos que hacían
tropezar al pueblo a causa de su hipocresía, formalismo y falta de espiritualidad. Con qué
términos mucho más suaves se dirigió a la gente común: a los pecadores publicanos, a las
rameras y mujeres de mala reputación. Tiemblen los ministros cristianos de la actualidad si no
quieren la terrible' condenación rondando por sus cabezas: "Ay de vosotros, escribas y
fariseos, hipócritas!, porque cerráis el reino de los cie- los delante de los hombres, pues ni
vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que están entrando... Por eso recibiréis mayor
condenación" (Mt. 23:13-14),Una cosa pequeña en un pastor puede hacer más para detener
la obra de Dios que una grande , en otra persona Por tanto, un pastor o un líder espiritual
tiene la más grave de las responsabilidades en tiempo de avivamiento, a la hora de promoverlo
Aun así, esta responsabilidad es un asunto que compete a todos los cristianos, y cualquiera
qué des -cuida' él despertar espiritual o lo menosprecia comete un pecado nada pequeño.

129
Cuando nuestro Señor entró en Jerusalén montado sobre' un 'pollino, toda la multitud de sus
seguidores comenzaron a regocijarse y,- a alabar a Dios a gritos por las grandes obras que
habían visto Algunos de los líderes religiosos indignados hallaron en esto un motivo de ofensa
y se dirigieron a Jesús para que reprendiera a la gente. Éste les respondió: "Os digo que si
éstos callan, las piedras clamarán" (lc. 19:40). No puede sino haber signos de júbilo
extraordinario cuando se manifiestan las maravillosas obras del Rey de reyes. ¿Quiénes somos
nosotros para ser hipercríticos sobre la estridencia o insinceridad de algunas de esas notas de
exultación, cuando más bien tendríamos que unirnos a la aclamación general y alabar el poder
y la majestad de nuestro Salvador? ¿No queremos acaso que estas obras maravillosas lleguen
hasta nuestro propio corazón? ¿O preferimos permanecer como estamos por amor a nuestra
terca auto-estima? Si así fuera, entonces hay muy poco amor verdadero a Cristo y su obra en
nosotros.

Es necesario, pues, que anticipemos algún número de tonos discordantes que puedan darse
en el comienzo del gran coro del avivamiento espiritual. Debemos dar una oportunidad a esos
tonos falsos a que se ajusten a su verdadero sonido, de modo que encajen perfectamente en
la gran armonía del todo. Hasta donde sea posible es necesario que les ayudemos en esa tarea
armoniosa. No debemos esperar que se produzcan en un día creyentes bien formados y en
total equilibrio, y menos particularmente en un tiempo de manifestaciones excitantes. El fruto
verde precede al maduro, y si no se cosecha bien pronto se cae al suelo.

"Cualesquiera que sean los errores en que caigan personas fervorosas —dijo Jonathan
Edwards—, si la obra, en su esencia, es del Espíritu de Dios, entonces es un día de grande
alegría; así es en el cielo y así debería ser entre el pueblo de Dios en la tierra, especialmente
en esa parte de la tierra donde se manifiesta esa obra gloriosa. Es un día de gran gozo para
Cristo mismo, el buen pastor, que encuentra la oveja extraviada y la coloca alegre sobre sus
hombres, y junta a sus amigos y vecinos diciendo: Regocijaos conmigo. Por eso si somos
amigos de Cristo, este debería ser un día de gran regocijo para nosotros. Si vemos las cosas en
su propia luz, un evento tan grande como el de la conversión de tal multitud de pecadores
tendría que llamar nuestra atención mucho más que todas las imprudencias e irregularidades
que puedan darse; nuestros corazones tendrían que ser arrebatados con la gloria de este
suceso, y no distraernos con ninguna otra cosa."
130
3.11. RIQUEZAS: EN GLORIA

"Ya es hora de despertaros del sueño... La noche está muy avanza- da y el día se acerca" (Ró.
13:11,12). Esta es la llamada al avivamiento para todos los cristianos, para las comatosas
congregaciones de los santos en cada rincón de la tierra. "Queridos hijitos, estamos en los
últimos tiempos", los eventos se apresuran a su consumación pronta, muy pronta, oiremos la
voz que dice: "Levanta, brilla, la luz ha venido, la gloria del Señor resucitado sobre ti". .

No hay duda en cuanto a nuestra necesidad nuestra necesidad es n avivamiento poderoso


donde la gracia y la majestad de nuestro Dios soberano reine triunfantemente delante de sus
enemigos. "Mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades, conforme a sus riquezas en gloria
en Cristo Jesús" (Fil. 4:19), asegura san Pablo a los creyentes de Filipos. Riquezas en gloria en
Cristo Jesús: recursos infinitos para nuestras necesidades más desesperadas. Si esa es la
medida de la abundancia divina, entonces, por cierto: todas nuestras necesidades, serán
suplidas. Aguardemos una lluvia de bendición espiritual del cielo; preparémonos para ella,
oremos y prediquemos con ese fin; vayamos a la Escritura para equiparnos e instruirnos como
es necesario.

Cuando Jesús vio las multitudes fue movido a compasión. Tenemos que volver a captar la
mente y la visión de Cristo. Si hemos de tener, su espíritu de compasión en nosotros debemos
dedicar tiempo a solas con él. Fue después de subir a lo alto del monte al lado de Jesús,
sentados con él, que los discípulos vieron, como si fuera con los ojos de Jesús, la gran multitud
de gente cansada y hambrienta, lejos de sus casas. Fue entonces que Jesús realizó delante de
ellos el milagro glorioso de la multiplicación de los panes y de los peces, mediante la
instrumentalidad de ellos mismos. Hubo comida para todos y además sobraron varias cestas
de mendrugos.

La oración verdadera, es semejante al montañismo, requiere un es- fuerzo tremendo, y una


buena dosis de perseverancia; pero es recompensada con descanso y comunión de paz a los
pies de Jesús; el resultado de la misma es bendición abundante para millares. "Y viendo las
multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas, como ovejas que
no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos.

131
Por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies" (Mt. 9:36-37). ¡Señor, danos
una gran mies y envíanos segadores!, sea esta nuestra oración.

Desde su posición en lo alto de colina de Galilea y ante la visión de aquellas miles de personas
nuestro Señor se llenó de compasión, y ahora que él ve a toda la infeliz raza humana desde su
trono celestial, ¿no va sentir más compasión todavía? Y nosotros que somos de Cristo, que
hemos conocido el gozo de su salvación, ¿permaneceremos indiferentes ante la visión de las
masas de personas que no le conocen y por quienes él entregó su vida? ¿No queremos ser,
usados nosotros también en darles de comer? ¿No probaremos al Señor de los ejércitos que
ha dicho que abrirá la ventana del cielo y derramará sobre nosotros tal bendición como
ninguna habitación es capaz de almacenar?

"Ministros de Cristo —nos desafía Andrew Bonar—, ¿no nos llama el Señor a nosotros en
especial? Muchos somos como el ángel de la Iglesia de Efeso "Yo conozco tus obras, tu fatiga
y tu perseverancia, y que no puedes soportar a los malos, y has sometido a prueba a los que
se dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos. Tienes perseverancia, y has
sufrido por mi nombre y no has desmayado", pero "tengo contra ti que has dejado tu primer
amor" Solo en muy raras ocasiones hemos oído de renovaciones frescas de santidad viniendo
del cielo (Ef. 13): gracia nueva manifestándose entre los santos y viviendo en los ministros Nos
contentamos con nuestra vieja medida y nuestros viejos hábitos, como si las puertas del cielo
nunca fueran a abrirse Pocos entre nosotros ven el final de la profundidad de este abismo
terrible; pocos entre nosotros entran en las cámaras íntimas de la casa de David."

El llamamiento a los pastores y a las congregaciones, así como a los cristianos individuales, es
centrar de nuevo su vida en torno a la persona todo suficiente de Cristo, no alrededor de la
Iglesia o de la denominación de cada cual, o de su teología favorita A cada cristiano en
particular le corresponde levantar en alto a Cristo delante de las multitudes de esta
generación, de honrarle y glorificarle, de entronizarlo en su vida de un modo nuevo y
comprometedor. "El Espíritu Santo no había sido dato todavía, pues Jesús aún no había sido
glorificado" (Jn. 7:39). Cuando los hijos de Dios glorifican a Cristo más y más, entonces pueden
esperar señales de una obra especial del Espíritu Santo en medio de ellos. "Mi Señor y Maestro
es el principal entre diez mil", dijo Samuel Rutherford mientras yacía en su lecho mortal "Nadie

132
es comparable a él, ni en el cielo ni en la tierra. Queridos hermanos, haced todo por él. Orad
por Cristo. Predicad a Cristo. Hacedlo todo por Cristo."

La necesidad más grande del hombre, como ha sido indicada previamente, es la necesidad
espiritual. Nuestro Salvador, en virtud de su ascensión gloriosa hasta la derecha de la majestad
en el cielo, ha sido exaltado por encima de todos los principados y potestades, y se encuentra
en una posición desde la que es capaz de derramar sobre nosotros sus mejores dones; de
suplir nuestras necesidades más urgentes Pero si queremos ver un derramamiento
extraordinario del Espíritu Santo, Cristo mismo tiene que ser glorificado en nuestros
corazones. "El reino de Dios está dentro de vosotros." Es en el corazón donde el Espíritu Santo
tiene que efectuar su obra de santificación. El ejemplo de Cristo y de sus apóstoles nos desafía
a ser más santos y más humildes, a una vida más atrevida por su causa y a un testimonio más
firme delante de los hombres, a mayor oración y a un amor sin medidas Es una invitación y un
estímulo para nosotros tener el honor de participar en la comunión de sus sufrimientos y
abundar siempre en la obra del Señor. Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo: no somos
nuestros. Hemos sido comprados por precio, por tanto, glorifiquemos a Dios en nuestro
cuerpo y en nuestro espíritu, que son de Dios

"Aun ahora, —declara el SEÑOR— volved a mí de todo corazón, con ayuno, llanto y lamento.
Rasgad vuestro corazón y no vuestros vestidos, volved ahora al SEÑOR vuestro Dios, porque
Él es compasivo y clemente, lento para la ira, abundante en misericordia, y que se arrepiente
de infligir el mal ¿'Quién sabe si volverá y se apiadara, y dejara tras sí bendición" (JI 9:12-14).

"Venid, volvamos al SEÑOR. Pues Él nos ha desgarrado, y nos sanará; nos ha herido, y nos
vendará. Nos dará vida después de dos días, al tercer día nos levantará y viviremos delante de
Él... Y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia de primavera que riega la tierra: (Os.
6:1-3).

"Despierta, despierta, vístete de poder, oh brazo del SEÑOR, despierta como en los día de
antaño, en las generaciones pasadas" (Is. 6:9).

133

También podría gustarte