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ASIGNATURA
«ECLESIOLOGÍA Y MARIOLOGÍA»
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Módulo III: «La Iglesia, los Sacramentos y la Moral»
ÍNDICE
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Módulo III: «La Iglesia, los Sacramentos y la Moral»
TEMA 1
APROXIMACIÓN A LA ECLESIOLOGÍA BÍBLICA
1.- INTRODUCCIÓN
¿Cómo debemos entender hoy la Iglesia? ¿Es una institución social, una ONG que
se preocupa exclusivamente por procurar un mundo mejor, o juntamente con lo anterior,
tiene otra dimensión? ¿La Iglesia ha sido querida por Cristo, o más bien es un “invento”
de sus apóstoles? Es decir, la Iglesia como tal ¿responde a la voluntad de Dios o es fruto
de una decisión humana? Si ha sido fundada por Jesús, es entonces legitimo concluir
afirmando que es un instrumento querido por Dios para la salvación de todos, y, por
consiguiente, ignorarla supondría igualmente ignorar la voluntad de Dios respecto a la
humanidad. Por el contrario, si el origen de la Iglesia está en la iniciativa del hombre no
tendría más relevancia que cualquier otra institución social.
La Iglesia solo puede abordarse correctamente si se la percibe tal y como ella es,
una realidad divina y humana a la vez. Es una realidad humana, porque está formada por
hombres, y por tanto, es sujeto histórico, y a la vez, es una realidad divina, y en cuanto
tal misterio. Por este motivo, el estudio de la Iglesia conlleva percibirla como una única
realidad compleja. El concilio Vaticano II hablará de la Iglesia de forma análoga al
misterio del Hijo de Dios hecho hombre: el Hijo de Dios encarnado se sirve de su
humanidad asumida como instrumento de salvación, de manera semejante, Cristo se sirve
de la realidad visible de la Iglesia como instrumento para hacer que su salvación se siga
haciendo presente en el mundo, de modo especial en los sacramentos (Lumen Gentium
8.).
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Con todo, sería bueno tirar de un poco de historia. Los estudios actuales sitúan el
nacimiento de un tratado propio acerca de la Iglesia a principios del siglo XIV, en la obra
de Juan de Viterbo “De regimine christiano”. Esto no significa que con anterioridad no
se haya reflexionado sobre la Iglesia, especialmente en la edad Patrística y en la edad
Media. Primero la reflexión de la fe tuvo que justificar, frente al judaísmo, la pretensión
del cristianismo de que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios. Posteriormente, con la
irrupción del islam, se abrió un nuevo frente de reflexión y confrontación. Ahora la Iglesia
buscará presentar la fe cristiana como la “verdadera religión”. Con la irrupción de la
Reforma de Lutero la Iglesia se verá abocada, de una forma más directa, a reflexionar
sobre sí misma, tratando de fundamentar y justificar su pretensión de ser la verdadera
Iglesia de Cristo frente a la reforma protestante, dando lugar a la aparición del tratado
“De Vera Ecclesia”, que será una reflexión propiamente dicha sobre la Iglesia y sus notas
por primera vez (una, santa, católica y apostólica).
No será hasta los concilios Vaticanos cuando realmente el estudio sobre la Iglesia
adquiera un notable avance. En el Concilio Vaticano I serán dos los documentos de
singular relieve. Por un lado, destaca la Constitución Dogmática Pastor Aeternus. Sin
duda, la aportación eclesiológica más significativa, y de todo el Concilio, sería la referente
a la infalibilidad pontificia. El primado papal se vincula a la Iglesia y tiene como finalidad
la custodia de la unidad de ésta por medio de la unidad del episcopado. Por otro lado,
destaca también la aparición del tema de la Iglesia en la otra Constitución Dogmática Dei
Filius. En ésta, después de haber hablado de la necesidad que tiene el hombre de acoger
la fe y de perseverar en ella, expone como Dios ayuda a ello de una doble manera: por un
lado, con la ayuda de la gracia de Dios, y, por otro lado, a través de la Iglesia que lleva
en sí misma el sello de su origen divino.
Con el Concilio Vaticano II, la Iglesia reflexiona por primera vez sobre sí misma
en una doble dirección. Dos Constituciones destacan por encima de las demás en lo que
a nuestro tema respecta. Por un lado, la Lumen Gentium (LG). La Iglesia se define en su
realidad íntima y profunda. Ahora se produce un cambio decisivo. La prioridad la tiene
su carácter de misterio y, por tanto, de objeto de fe. Además, se pasa de una concepción
que veía a la Iglesia principalmente como una sociedad a una concepción más bíblica,
misionera, ecuménica e histórica, donde la Iglesia es descrita como sacramento de
salvación (cf. LG 1).
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a.- Redil, cuya puerta es Cristo. También es el rebaño cuyo pastor es el mismo
Dios.
c.- Muchas veces también se le asemeja a una construcción de Dios, cuya piedra
angular es Cristo.
d.- Otras imágenes son la «Jerusalén de arriba», «la esposa de Cristo», …etc.
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En el Antiguo Testamento.
a.- Pueblo de Dios: Hay que decir que en hebreo la palabra pueblo (´am), a
diferencia del griego (laos), designa un conjunto, una comunión, en este sentido indicaría
a todos aquellos que reconocen a Yahvé como único Dios.
b.- La qahal: indica, como ya apuntábamos, el grupo convocado por Dios para el
culto, obligado a ciertas leyes y normas, según la alianza establecida. La constitución de
Israel como comunidad cultual tiene su origen en el éxodo. Y esta “convocatoria “no se
cierra a un grupo. Designa a todo el pueblo de Israel. Israel es una criatura especial. Al
liberarlo de la esclavitud, Dios lo crea como pueblo. Pero es un pueblo que tiene un papel
activo en la historia de la salvación. Israel conoce y ama a Dios, y este amor se acredita
en el hermano. La expresión: «Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo» (Ex 6,7) indica esta
reciprocidad.
Israel es, pues, el anticipo de lo que al final Dios hará con todos los pueblos. El
pueblo de Israel es también el lugar de la presencia de Dios en el mundo. A ese pueblo se
le ha confiado manifestar la acción de Dios, como mediador e intermediario, al servicio
de todos los pueblos. La misión conduce a Israel a atestiguar y propagar la salvación. No
obstante, los profetas acusan a Israel de no ser fiel a la Alianza, y de apartarse de Dios.
Los propios profetas anunciarán una nueva alianza, por la que Dios elegirá para sí
un pueblo nuevo: «He aquí que viene días - oráculo del Señor- en que yo pactaré con la
casa de Israel una nueva alianza; no como la alianza que pacte son sus padres, cuando
les tomé de la mano para sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi alianza. Esta será
la alianza que yo pactaré con la casa de Israel después de aquellos días -oráculo del
Señor-; pondré mi ley en su interior y la inscribiré en sus corazones, ellos serán mi pueblo
y yo seré su Dios» (Jer 31, 31-33).
En el Nuevo Testamento
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1 «Se desató una violenta persecución contra la iglesia de Jerusalén; todos, menos los apóstoles,
se dispersaron por Judea y Samaría» (Hch 8,1).
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La estructura y contenido del libro nos lleva a comprender que primero se predicó
la buena nueva a los judíos, y solo después que estos la rechazaran, se anunció a los
paganos. Por tanto, narran la aventura de la Palabra de Jesús que, partiendo de Jerusalén,
se extiende hasta Roma. Dentro de la obra adquiere especial importancia Pentecostés
(Hch 2,1-16). Según San Juan Pablo II: «La era de la Iglesia empezó con la “venida”, es
decir, con la bajada del Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos en el cenáculo de
Jerusalén con María, la madre del Señor. Dicha era empezó en el momento en que las
promesas y las profecías que explícitamente se referían al Paráclito, al Espíritu de la
verdad, comenzaron a verificarse con toda su fuerza y evidencia sobre los apóstoles.
Determinando así el nacimiento de la Iglesia» (Dominum et vivificantem, n. 25). Con
Pentecostés culmina la pascua de Jesús; muerto y resucitado sube a los cielos y envía el
Espíritu Santo. Empieza la era y misión de la Iglesia.
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TEMA 2
JESÚS, ORIGEN Y FUNDAMENTADOR DE LA IGLESIA
La sangre y el agua, que botan del costado de Jesús crucificado (cf. Jn 19,34),
simbolizan, según la interpretación de los Padres de la Iglesia, los dos sacramentos
fundamentales que edifican la Iglesia: el bautismo y la eucaristía. La cruz no puede
separarse de la resurrección. Gracias a los acontecimientos de la pascua se reunieron de
nuevo los discípulos dispersos y al mismo tiempo recibieron la misión de enseñar a todas
las gentes, y hacer de ellas discípulos de Jesús. Finalmente, la fundación de la Iglesia se
consuma con el envió del Espíritu Santo del día de Pentecostés; la Iglesia se presenta
entonces públicamente como el nuevo Pueblo de Dios, siendo el Espíritu Santo el
principio vital de la Iglesia. Esta idea tan fecunda será asumida por la reflexión
contemporánea (cf. Catecismo n.766).
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2 El compendio del Catecismo de la iglesia católica va a enseñar que la Iglesia tiene su origen en
el plan salvífico de Dios. Y especifica los puntos siguientes: a.- Fue preparada en la Antigua
Alianza con la elección de Israel; b.- fundada por las palabras y acciones de Jesucristo, fue
realizada, sobre todo mediante su muerte y Resurrección; c.- Más adelante, se manifestó como
misterio de salvación mediante la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés. D.- Al final de los
tiempos alcanzará su consumación como la asamblea de todos los elegidos (cf. n. 149).
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III.- La Iglesia, instituida por Cristo. Va a ser el Hijo de Dios el que comience su
Iglesia con el anuncio del evangelio. LG 53 se centra en la relación de la Iglesia con el
Reino de Dios. Y es aquí donde por única vez se usa la palabra “fundación” cuando se
dice que «el misterio de la Santa Iglesia se manifiesta en su fundación», y más adelante
dice que la «Iglesia dotada de los dones de su fundador [...] recibe la misión de anunciar
en la tierra el germen y el inicio de este reino». El número es bastante importante en sus
afirmaciones:
a) Por un lado, no se identifica la Iglesia con el Reino, sino que ella es solo germen
e inicio de éste.
b) Por otra parte, se anuncia que Jesús fundó la Iglesia. Pero no hay que ver esta
fundación en un acto concreto. Hay que hablar de una fundación a lo largo de toda
la actividad de Jesús, tanto terreno como exaltado. En el movimiento de
convocación del Jesús terreno, en el puesto de Pedro, en la misión de los apóstoles,
en su círculo de discípulos, en la última cena, ..., hay elementos de esta fundación
que, tomados independientemente no son totalmente significativos, pero que
todos unidos muestran que la fundación de la Iglesia debe entenderse como un
proceso histórico, que va más allá del Jesús terreno, y llega hasta el Cristo glorioso
que derrama su Espíritu sobre la comunidad (Pentecostés) y los envía.
c) En su vida histórica, Jesús realizó una serie de actos documentados por los
evangelios, por medio de los cuales fundó su Iglesia: destacan la predicación del
evangelio, la vocación de los primeros discípulos, la elección de los doce
3«El misterio de la santa Iglesia se manifiesta en su fundación. Pues nuestro Señor Jesús dio
comienzo a la Iglesia predicando la buena nueva, es decir, la llegada del reino de Dios prometido
desde siglos en la Escritura: «Porque el tiempo está cumplido, y se acercó el reino de Dios» (Mc
1,15; cf. Mt 4,17). Ahora bien, este reino brilla ante los hombres en la palabra, en las obras y en
la presencia de Cristo. La palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo (cf.
Mc 4,14): quienes la oyen con fidelidad y se agregan a la pequeña grey de Cristo (cf. Lc 12,32),
ésos recibieron el reino; la semilla va después germinando poco a poco y crece hasta el tiempo de
la siega (cf. Mc 4,26-29). Los milagros de Jesús, a su vez, confirman que el reino ya llegó a la
tierra: «Si expulso los demonios por el dedo de Dios, sin duda que el reino de Dios ha llegado a
vosotros» (Lc 11,20; cf. Mt 12,28). Pero, sobre todo, el reino se manifiesta en la persona misma
de Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, quien vino «a servir y a dar su vida para la redención
de muchos» (Mc 10,45). Mas como Jesús, después de haber padecido muerte de cruz por los
hombres, resucitó, se presentó por ello constituido en Señor, Cristo y Sacerdote para siempre (cf.
Hch 2,36; Hb 5,6; 7,17-21) y derramó sobre sus discípulos el Espíritu prometido por el Padre (cf.
Hch 2,33). Por esto la Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador y observando fielmente
sus preceptos de caridad, humildad y abnegación, recibe la misión de anunciar el reino de Cristo
y de Dios e instaurarlo en todos los pueblos, y constituye en la tierra el germen y el principio de
ese reino. Y, mientras ella paulatinamente va creciendo, anhela simultáneamente el reino
consumado y con todas sus fuerzas espera y ansia unirse con su Rey en la gloria. (LG 5).
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Módulo III: «La Iglesia, los Sacramentos y la Moral»
Gracias a la permanencia entre los suyos, Él continúa la obra que fundó, la hace
crecer y desarrollarse, y la va llevando, poco a poco, a su cumplimiento. Por eso podemos
hablar que Jesús sigue, por mediación de su Espíritu, siendo el fundamento vivo de su
Iglesia.
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y decisivo desafío: la entrada de los gentiles, que va a ser asimilada a partir del llamado
Concilio de Jerusalén (Hch 15). Evidentemente se trata de un período dominado por la
importancia de los apóstoles.
A partir del año 66 los grandes apóstoles han muerto mártires. Este último tercio
del siglo I, más que conocerse nuevos nombres de varones apostólicos, éstos se cubren
con el manto de los apóstoles (de ahí el nombre de sub-apostólico). En este momento de
la vida de la Iglesia, su testimonio se convierte en menos misionero y más pastoral y
estable para consolidar las Iglesias constituidas anteriormente.
Otro cambio interno fue el progresivo dominio de los gentiles, que ya se inició
en la etapa anterior. De hecho, la destrucción de Jerusalén comportó que la Iglesia de
Jerusalén no perpetuase su función preeminente. Y así al final del siglo I la Iglesia de
Roma es ya calificada como la que «preside en la caridad». Progresivamente se van a ir
aplicando a la Iglesia los antiguos privilegios que el AT atribuía al pueblo de Israel: ser
«un pueblo escogido, un sacerdocio real, una nación santa», se convierten ahora en
calificativos propios de los cristianos (1 Pe 2,9s).
Pero lo más significativo en esta etapa es que, tras la desaparición de los grandes
apóstoles, la destrucción de Jerusalén y la creciente separación del judaísmo, se empiezan
a configurar los elementos base de una institución eclesial ya regularizada. La
desaparición de los apóstoles creó en la Iglesia una situación nueva, que le va a obligar a
encontrar sucesores del particular ministerio que éstos ejercían. Las comunidades locales
experimentaron la necesidad primera de consolidarse, así como de mantenerse en la
catolicidad de la Iglesia una. Esta misión fue asumida por aquellos que sucedían a los
apóstoles. De esta forma, hacia el año 110 San Ignacio de Antioquia da ya testimonio
consolidado del triple grado del ministerio apostólico: obispos, presbíteros y diáconos.
Con el último escrito del NT, la 2ª Carta de Pedro, concluirá propiamente la Iglesia
primitiva en su época apostólica y por tanto en su fase constitutiva y fundante (DV 4).
Época caracterizada fundamentalmente por dos aspectos:
D.- CONCLUSIÓN
Podemos concluir esta amplia reflexión diciendo que la Iglesia tiene su origen en
el amor de Dios Padre, manifestado en Cristo y en el Espíritu Santo. La Trinidad, que se
ha revelado de una forma especial en la vida de Jesús, en su muerte y Resurrección, y en
el envió del Espíritu Santo, sigue presente y actuando en el mundo, de modo especial, a
través dela Iglesia.
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Es el Espíritu Santo el gran don que hace nacer a la Iglesia, y que la acompaña en
el discurrir de la historia. Pentecostés es el momento de la «inauguración solmene». El
proyecto del Padre, prefigurado en el AT, anunciado y realizado por Cristo, es inaugurado
solemnemente por el Espíritu Santo. Pentecostés es fundamental, pues, para comprender
y vivir el misterio de la Iglesia, pues es el Espíritu el que hace “ser” y “vivir” a la Iglesia.
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TEMA 3
LA NATURALEZA DE LA IGLESIA
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Por esto el Vaticano II ve a la Iglesia como «una notable analogía» con el misterio
de la Encarnación. Así como el Verbo encarnado actúa a través de la naturaleza humana,
de manera semejante el Espíritu de Cristo obra a través de la estructura visible de la Iglesia
(LG 8). El concilio, al usar este concepto de sacramento, quiere expresar la doble
dimensión de la Iglesia, humana y divina, visible e invisible, que hace que sea «una
realidad compleja» (LG 8). Es propio de la Iglesia «ser a la vez humana y divina, visible
y dotada de elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente
en el mundo y, sin embargo, peregrina. De modo que en ella lo humano este ordenado y
subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación y lo presente
a la ciudad futura que buscamos» (SC 2).
Por otra parte, la Iglesia, en cuanto sacramento, no solo remite a Cristo, sino que
también no hace presente su salvación. Los siete sacramentos son los signos y los
instrumentos mediante los cuales el Espíritu Santo nos da hoy la gracia de Cristo que es
la Cabeza. La Iglesia, que es su cuerpo, contiene y nos da la gracia invisible que ella
significa. En este sentido analógico ella es llamada sacramento.
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(LG 9).
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Hay un texto del AT que ya ha salido a reflexión del profeta Ezequiel, en él Dios
recuerda la alianza con su pueblo en estos términos: «Yo soy vuestro Dios y vosotros sois mi
pueblo» (Ez 37,27). De esta manera la Iglesia queda vinculada con Israel, el Pueblo de la
antigua alianza. No se puede comprender a la Iglesia sin este vínculo con el AT, en el que
aquella se va preparando y prefigurando. A pesar de todo, es preciso también tener en cuenta
la ruptura que existe entre Israel y la Iglesia, el Pueblo de Dios de la Nueva Alianza. Al nuevo
Pueblo de Dios, pertenecen también los gentiles (no solo los judíos) que originariamente no
fueron Pueblo de Dios. De esta manera, solo en la Iglesia de los judíos y los gentiles, es decir,
de toda la humanidad, se ha hecho realidad la promesa dirigida a Abrahán, según la cual
todos los pueblos serán bendecidos en él.
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a.- Cristo sacerdote→ Los bautizados quedan consagrados para ofrecer a Dios, a
través de su propia vida, todas aquellas obras que glorifiquen a Dios por el bien que hacemos
al hermano: «Los bautizados, en efecto, por el nuevo nacimiento y por la unción del Espíritu
Santo, quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo para que ofrezcan, a
través de las obras propias del cristiano, sacrificios espirituales y anuncien las maravillas del
que los llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Pe 2, 4-10)» (LG 10).
b.- Cristo profeta→ Participamos también del carácter profético de Cristo mediante
el testimonio de vida que damos de Él por la fe y el amor. Además, hay otro aspecto de la
participación en la misión profética de Cristo, y es que cuando la totalidad de los fieles creen,
entendemos que su fe esta sostenida por el Espíritu santo, y, en consecuencia, no puede
equivocarse: «La totalidad de los fieles […] no puede equivocarse en la fe. Se manifiesta esta
propiedad suya, tan peculiar, en el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo, cuando
“desde los obispos hasta el último de los laicos cristianos” (S. Agustín) muestran estar
totalmente de acuerdo en cuestiones de fe y moral» (LG 12). Es un don del Espíritu santo, y,
por tanto, no hablamos solo de una simple opinión humana, sino de la Palara de Dios.
c.- Cristo rey→ Para el cristiano «servir es reinar» (LG 36), particularmente en los
pobres, pequeños y en todos los que sufren. El pueblo de Dios realiza su dignidad real
viviendo conforme a la vocación de servir con y como Cristo.
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la relación íntima que se da entre la Iglesia y Cristo. Ella no está solo reunida en torno a Él,
sino, sino que está unificada en él y con él.
Tres aspectos de la Iglesia como Cuerpo de Cristo son los que resalta expresamente
el Catecismo (cf. nn790-796):
1.- «Un solo cuerpo»→ Los creyentes que por el bautismo entran a formar parte del
Cuerpo de Cristo, de su Iglesia, quedan estrechamente unidos a Cristo y entre sí. No obstante,
esta unidad no elimina la diversidad de los miembros «” En la construcción del Cuerpo de
Cristo existe una diversidad de miembros y funciones. Es el mismo Espíritu el que, según su
riqueza y las necesidades de los ministerios distribuye sus diversos dones para el bien de la
Iglesia”. La unidad del Cuerpo místico produce y estimula entre los fieles la caridad: “Si un
miembro sufre, todos los miembros sufren con él; si un miembro es honrado, todos los
miembros se alegran con él” (LG 7). En fin, la unidad del Cuerpo místico sale victoriosa de
todas las divisiones humanas: “en efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido
de Cristo; ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos
vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gal. 3,27-28)» (Catecismo, n.791).
2.- «Cristo es la Cabeza del Cuerpo»→ Cristo, nos dice Col 1, 18, es la Cabeza del
Cuerpo que es la Iglesia. Es el principio de la creación y de la redención.
3.- «La Iglesia es la Esposa de Cristo»→ Hasta ahora venimos hablando de unidad,
pero la unidad de Cristo y de la Iglesia, de la Cabeza y el Cuerpo implica también la distinción
entre ambos en una relación personal. Esta relación personal, que se establece entre Cristo y
la Iglesia, es expresado frecuentemente mediante la imagen del Esposo y la Esposa. El
apóstol Pablo presenta a la Iglesia, y a cada fiel, como una esposa desposada con el Señor
(cf. 1 Cor 6,15-17; cf. 2 Cor 2, 11,2). Ella es la esposa del Cordero (cf. Ap 22, 17;cf. Ef 5,27)
a la que Cristo «amó y se entregó por ella a fin de santificarla» (Ef 5, 26).
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TEMA 4
LAS PROPIEDADES DE LA IGLESIA
¿En qué consiste la unidad de la Iglesia? En los Hechos de los apóstoles, cuando
se describe la comunidad primitiva de Jerusalén, se insiste en que todos los creyentes eran
asiduos a las enseñanzas de los apóstoles, en la comunión en las necesidades, en la
fracción del pan y en las oraciones (Hch 2,42). Era, pues, una unidad en la fe, en la
caridad, y en la liturgia. En conformidad con esto, el Vaticano II habla de un triple vínculo
de la unidad; una misma profesión de fe, unos mismos sacramentos y un mismo gobierno
de la Iglesia y comunión eclesial (LG 14). El Catecismo recoge de triple realidad y afirma
que los vínculos de la unidad son:
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(LG 8)
Esto nos sitúa ante las heridas a la unidad. De hecho, esta una y única Iglesia de
Dios se vio muy pronto enfrentada a escisiones, y en siglos posteriores, con la aparición
de la reforma protestante, a separaciones más importantes, que quebraron la comunión de
la Iglesia. Tales rupturas, no cabe duda, lesionan la unidad de la Iglesia (cf. Catecismo, n
817). El Catecismo Universal de la Iglesia Católica afirma que los que hoy nacen en estas
comunidades, y son instruidos en la fe de Cristo, no pueden ser acusados del pecado de
separación, y la Iglesia católica los abraza con amor fraterno. Valora su bautismo, por el
que han sido justificados en la fe e incorporados a Cristo. Por tanto, son cristianos y
reconocidos por la Iglesia católica como hermanos (cf. Catecismo, n 818; UR 3).
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La Iglesia santa comprende también a los pecadores y, por eso, puede ser llamada
también Iglesia de los pecadores. Todos los días tiene que rogar «perdona nuestras
ofensas». Por eso, la Iglesia, aun siendo santa, está siempre necesitada de purificación
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(LG 8), que no se debe confundir, como algunas veces se ha pretendido, con
transformación, adaptación e incluso abolición5.
a.- por una parte, indica que predica íntegramente la fe y la salvación a todo el
hombre y a la humanidad; es católica porque Cristo está presente en ella, lo que implica
que recibe de él la plenitud de los medios de salvación. Por consiguiente la Iglesia de
Cristo está presente en cualquier comunidad local de fieles que estén unidas a sus
pastores, «en estas comunidades, aunque muchas veces sean pequeñas y pobres o vivan
dispersas, está presente Cristo, quien con su poder constituye a la Iglesia una, santa,
católica y apostólica» (LG 26)6.
b.- por otra, la Iglesia ha sido enviada a rodos los pueblos y culturas, a todas las
razas y clases, por una parte, tiene que comunicarles a todos su riqueza y, por otra,
enriquecerse a sí misma con las riquezas de todos (cf. Mt 28, 19). La misión, por tanto,
es una exigencia de la catolicidad de la Iglesia. El fin último de la misión no es otro que
hacer participar a los hombres en la vida divina. «Dios quiere que todos los hombres se
salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad» (1 Tim 2,4), por consiguiente, la
Iglesia, que se sabe depositaria de esta Verdad, debe ir al encuentro de todos los que la
buscan para ofrécesela, sabiendo que es el Espíritu Santo el que la conduce por los
caminos de la misión.
5 «” Mientras que Cristo, santo, inocente, sin mancha no conoció el pecado, sino que vino
solamente a expiar los pecados del pueblo, la iglesia abrazando en su seno a los pecadores, es a
la vez santa y siempre necesitada de purificación y busca sin cesar la conversión y la renovación”
(LG 8; cf. UR 3; 6). Todos los miembros de la Iglesia, incluso los ministros, deben reconocerse
pecadores (cf. 1 Jn 1, 8-10). En todos, la cizaña de pecado todavía se encuentra mezclada con la
buena semilla del Evangelio hasta el fin de los tiempos (cf. Mt 13, 24-30). La Iglesia, pues,
congrega a pecadores alcanzados ya por la salvación de Cristo, pero aun en vías de santificación»
(Catecismo, n. 827).
6 Se entiende por Iglesia particular (diócesis) una comunidad de fieles cristianos que están en
comunión mediante la fe y los sacramentos con su obispo, en cuanto sucesor de los apóstoles. Las
iglesias particulares, por tanto, son plenamente católica gracias a la comunión con la Iglesia de
Roma, que es la “que preside en la caridad” (Cf. Ibid., nn. 833-834)
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pero también sabía que era preciso obedecer a Dios antes que a los hombres. En las
persecuciones de los cristianos de los primeros siglos se manifestó esta actitud.
Igualmente, los que aún no han recibido el evangelio están igualmente ordenados
a la Iglesia de distintas maneras que solo Dios conoce (cf. LG 16). Con el Vaticano II la
Iglesia va a reconocer que en las otras religiones existe una búsqueda sincera, aunque aún
“en sombras” de Dios, de tal manera que la Iglesia aprecia todo lo que hay de bueno y
verdadero en las otras religiones, como una verdadera preparación al Evangelio (cf. NA
2; LG 16).
En este contexto sería bueno una breve reflexión acerca de la afirmación «fuera
de la Iglesia no hay salvación» ¿cómo entender esta afirmación tantas veces repetida por
los Padres de la Iglesia? Ya hemos hablado que no hay que hacerlo de forma excluyente.
Formulada de forma positiva quiere decir que toda la salvación viene de Cristo a través
de la Iglesia que es su cuerpo7. No obstante, aquellos que sin culpa con conocer a Cristo
7 «El santo sínodo […]basado en la Sagrada Escritura y en la Tradición enseña que esta iglesia
peregrina es necesaria para la salvación. Cristo, en efecto, es el único mediador y camino de
salvación que se nos hace presente en su Cuerpo, en la iglesia. Él, al incluir con palabras bien
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El catecismo señala que la Iglesia es apostólica por estar fundada sobre el cimiento
de los apóstoles en triple sentido:
8 «Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con
sincero corazón e intentan con su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios,
conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna» (LG 16).
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a) Ellos son los testigos escogidos por el mismo Cristo y enviados por él en misión
(cf. Mt 28, 16-20; Hch 1, 8; …).
b) Porque guarda y trasmite, con la ayuda del Espíritu Santo, las enseñanzas de los
apóstoles.
c) Porque sigue siendo enseñada, santificada y dirigida por los mismos apóstoles,
gracias a la acción de aquellos (los obispos) que son sus sucesores en el ministerio
pastoral.
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los envió» (LG 20). A través de ellos permanece presente en la Iglesia la misión confiada
a los apóstoles.
Nos puede servir el resumen que hace el catecismo como conclusión a este
apartado9:
• La Iglesia es una pues tiene un Solo Señor, confiesa una sola fe, nace de un solo
Bautismo y forma un único cuerpo vivificado por el Espíritu Santo.
• La Iglesia es santa pues Dios es su autor y Cristo su Esposo, que se entregó por
ella para santificarla. Por eso, aunque esté también formada por pecadores y
necesitada siempre de conversión y purificación, ella es Santa.
9 Cf. Catecismo, nn. 866-869. Concluye este resumen con una cita de LG 8 «La única iglesia de Cristo, de
la que confesamos en el Credo que es una santa, católica y apostólica […] subsiste en la iglesia católica,
gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él. Sin duda, fuera de la estructura
visible pueden encontrarse muchos elementos de santificación y de verdad» (Catecismo, 870)
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Módulo III: «La Iglesia, los Sacramentos y la Moral»
TEMA 5
SERVICIOS Y MINISTERIOS EN LA IGLESIA
Por el Bautismo se da entre los fieles una verdadera igualdad en cuanto a dignidad
y acción. Cada uno, según su propia condición, coopera en la edificación de la Iglesia que
es el Cuerpo de Cristo. Dice el Concilio Vaticano II «Hay en la Iglesia diversidad de
ministerios, pero unidad de misión: a.- A los apóstoles y sus sucesores les confirió Cristo
la función de enseñar, santificar y gobernar en su propio nombre y autoridad. b.- Pero
también los laicos, participes de la función sacerdotal profética y real de Cristo, cumplen
en la Iglesia y en el mundo la parte que les corresponde en la misión de todo el Pueblo de
Dios» (AA 2).
En los Hechos de los apóstoles se habla sobre todo de los presbíteros. Desde el
principio, pues, existió una gran diversidad de denominaciones ministeriales. Desde muy
pronto adquiere especial relevancia el ministerio de la predicación y del gobierno como
continuación de la actividad de los apóstoles. Son ellos los que garantizan la continuidad
con el origen apostólico, y los que deben promover la unidad de los creyentes. Hacia el
año 110 se nos habla de un triple ministerio: El obispo, los presbíteros como
colaboradores del obispo, y los diáconos, que aparte de determinadas funciones litúrgicas,
desempeñan sobre todo el servicio de la caridad.
Así pues, la plenitud del ministerio corresponde a los obispos que «por institución
divina han sucedido a los apóstoles como pastores de la Iglesia» (LG 20). Los presbíteros
participan del ministerio del obispo mediante la predicación, la administración de los
sacramentos –especialmente la celebración de la eucaristía- y su función pastoral y
caritativa. Los diáconos colaboran en el ámbito de la palabra, de la liturgia y de la caridad.
Cada uno de los obispos, por su parte, es el principio y fundamento de la unidad visible
en sus Iglesias particulares (cf. LG 23).
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Módulo III: «La Iglesia, los Sacramentos y la Moral»
se confiere por un sacramento específico, como es el sacramento del orden (cf. Catecismo,
n. 875).
Por esta razón, todo obispo ejerce su ministerio en el seno del Colegio Episcopal,
y en comunión con el Obispo de Roma, sucesor de San Pedro y Cabeza del Colegio. Y a
su vez, cada sacerdote tiene su ministerio dentro del presbiterio de una diócesis, bajo el
gobierno de un obispo (cf. LG nn. 22-28). Después del concilio se habló de
“democratización de la Iglesia”, pero conviene tener en cuenta que en la Iglesia no decide
la opinión de la mayoría, sino el Evangelio de Jesucristo.
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Módulo III: «La Iglesia, los Sacramentos y la Moral»
El pasaje más importante del NT sobre Pedro son las palabras de Jesús cerca de
Cesárea de Filipo, palabras que nos transmite el evangelio de San Mateo, como respuesta
a la confesión de Pedro de que Jesús era el Mesías: «Ahora te digo yo: Tu eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las
llaves del Reino de los cielos, lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que
desates en la tierra, quedará desatado en el cielo» (Mt 10, 18-19). Tres cosas se dicen de
Pedro en este testo:
Por consiguiente, no solo el papa tiene plena y suprema universal potestad sobre
la Iglesia; el Colegio de los obispos, junto con su Cabeza que es el Papa y nunca sin esta
Cabeza, también ejerce esta suprema potestad que se ejercita de modo solemne sobre todo
en el concilio ecuménico.
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Módulo III: «La Iglesia, los Sacramentos y la Moral»
TEMA 6
MARÍA, MADRE DE DIOS Y MADRE NUESTRA
La Virgen María, es parte esencial del Evangelio, este atestigua que María fue
elegida por Dios para ser Madre de su Hijo. De ahí que la Iglesia la reconozca como
madre de Dios y como madre nuestra. De esta idea bíblica de María es de la que hay que
partir; en ella debe inspirarse constantemente la piedad hacia la virgen y la reflexión de
la teología.
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Módulo III: «La Iglesia, los Sacramentos y la Moral»
Ella va a vivir esta maternidad de un modo singular. Es consciente de que ese hijo
suyo no es solo para ella, sino que es un regalo de Dios para toda la humanidad. Tendrá
la misión de acogerle, acompañarle, educarle, etc. En los evangelios, María aparece a lo
largo de toda la vida de Jesús (cf. Mc 3,20-21; Lc 11,27-28; Jn 2,1-12). También ella
recorre el camino de la cruz. Con todo, perseverará en su obediencia inicial y se mantiene
firme a los pies de la cruz (cf. Jn 19, 25-27). Finalmente, la encontramos en medio de la
primera comunidad en oración, a la espera del don del Espíritu Santo (cf. Hch 1,14). La
misión maternal de María no se agota en el momento de la concepción y del nacimiento
de Jesucristo, sino que es vivida por ella a lo largo de todo el camino de Jesús entre
nosotros.
1. En primer lugar, podemos afirmar que es una señal sensible de la nueva creación
obrada por Dios. El hombre es incapaz de procurarse a sí mismo la salvación. En
una situación en el que el hombre es impotente para salvarse, Dios, de modo
maravilloso, por el poder recreador de su Espíritu, suscitó un nuevo comienzo. La
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Módulo III: «La Iglesia, los Sacramentos y la Moral»
12 «Bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las suplicas que te
dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh virgen
gloriosa y bendita!»
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Módulo III: «La Iglesia, los Sacramentos y la Moral»
que Dios tuvo que desplegar su poder creador para que, del pueblo de Israel, que prefiere
seguir con frecuencia sus caminos a los caminos de Dios, surgiera una Virgen capaz de
prestar atención a las cosas de Dios, y confiar y abandonarse plenamente en él, con total
disponibilidad.
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Módulo III: «La Iglesia, los Sacramentos y la Moral»
que dieron los teólogos (especialmente Duns Scoto) fue que el acto de la redención se
anticipa en María como preservación del pecado. Todos somos redimidos al final, pero
en ella, esta misma redención se ha anticipado, por un don especial de Dios, al inicio
mismo de su existencia.
Desde la eternidad Dios escogió a María para ser la madre de su Hijo (cf.
Catecismo, n. 488), No podemos imaginar la realidad y la misión de la Virgen María si
la separamos de Jesucristo. Por ello, el Papa Pio XII, como consecuencia de un largo
camino de profundización, definió el dogma de la Asunción de la Virgen María en cuerpo
y alma a la gloria celestial14. Si la Virgen ha permanecido unida a Cristo a largo de toda
su vida, la Iglesia cree que ya participa también plenamente de la salvación a la que todos
estamos destinados en Cristo.
¿Qué quiere decirnos este dogma? Que en la Virgen María se manifiesta con
claridad la esperanza a la que todos estamos llamados. La meta a la que todos estamos
llamados, se ha realizado anticipadamente en María como modelo de la humanidad
redimida.
14 «Es dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María,
cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial» (DS
3903).
15 El papa Pablo VI, en el discurso de clausura del tercer periodo de sesiones del Concilio (21-
11-1964), declaró a María como Madre de la Iglesia. «Para gloria de la Virgen María y consuelo
nuestro, declaramos a María santísima “Madre de la iglesia”, es decir, de todo el pueblo cristiano,
tanto fieles como pastores, que la llaman “Madre amantísima”, y decretamos que, con este
dulcísimo nombre, ya desde ahora, todo el pueblo cristiano honre e invoque a la Madre de Dios»
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Módulo III: «La Iglesia, los Sacramentos y la Moral»
Lumen Gentium afirma que la Santísima Virgen «es honrada con razón por la
Iglesia con un culto especial. Y, en efecto, desde los tiempos más antiguos, se venera a la
Santísima Virgen con el título de "Madre de Dios", bajo cuya protección se acogen los
fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades [...] Este culto [...] aunque del todo
singular, es esencialmente diferente del culto de adoración que se da al Verbo encarnado,
lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece muy poderosamente» (LG
66).
16 «Colaboró de manera totalmente singular a la obra del Salvador por su obediencia, su fe,
esperanza y ardiente amor, para restablecer la vida sobrenatural de los hombres. Por esta razón es
nuestra madre en el orden de la gracia» (LG 61). Esta maternidad de María perdura siempre y
continúa dándonos con su intercesión los dones de la salvación. «Por eso la Santísima Virgen es
invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora» (LG 62). La
misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a
la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia, ya que brota de la sobreabundancia
de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de ella saca toda
su eficacia.
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