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MÁSTER UNIVERSITARIO EN EL

MUNDO CLÁSICO Y SU PROYECCIÓN EN LA CULTURA OCCIDENTAL

EL LÉXICO CIENTÍFICO Y TÉCNICO DE ORIGEN GRECOLATINO

TRABAJO FINAL
TÉRMINOS PERTENECIENTES AL CAMPO DE LA BIOLOGÍA,
ZOOLOGÍA Y BOTÁNICA

ALUMNA: NAIARA DÍAZ-GUERRA CASTILLO


PROFESOR: DRA. ROSA MARÍA DEL ROSARIO PEDRERO SANCHO
CURSO 2021-2022
INDICE
1. INTRODUCCIÓN .................................................................................................................... 1
2. DEFINICIÓN DE HELENISMOS .............................................................................................. 1
2.1 VOCABLOS LATINOS DE ORIGEN GRIEGO ................................................................... 1
2.2 TÉRMINOS ANTIGUOS REINTRODUCIDOS ................................................................... 7
2.3 NEOLOGISMOS O DOCUMENTACIONES DEL SIGLO XVI .......................................... 15
2.4 NEOLOGISMOS DEL SIGLO XIX................................................................................. 17
2.5 NEOLOGISMOS DEL SIGLO XX .................................................................................. 20
3. BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................................... 22
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1. INTRODUCCIÓN

En el presente trabajo se pretende estudiar de manera exhaustiva una serie de


treinta helenismos pertenecientes a un campo en concreto, como en este caso es el de la
biología, la zoología y la botánica. La biología (gr. βίος – vida + gr. -λογία – estudio) no
es más que la ciencia que se encarga de estudiar generalmente los seres vivos,
atendiendo a sus orígenes, su evolución, así como sus propiedades (reproducción,
alimentación, morfogénesis, etc). La zoología, por su parte (gr. ζῷον – ser vivo + gr. -
λογία – estudio) es la ciencia que estudia los animales. Y por último, la botánica (gr.
βοτάνη – hierba + ικός/ε) es la encargada de estudiar las plantas.

Los términos que se van a aunar en este trabajo van a ser seleccionados según su
forma y la época en la que se hayan ido incorporando a nuestra lengua actual.

2. DEFINICIÓN DE HELENISMOS

2.1 VOCABLOS LATINOS DE ORIGEN GRIEGO

La mayoría de las palabras que tienen su origen en el griego y que se siguen


empleando actualmente en el vocabulario científico pasaron por el latín en algún
momento de su evolución. Esta es una realidad que se hace patente en todas aquellas
palabras acuñadas antes del s. XIX. Si bien es cierto, teniendo en cuenta que, como se
ha mencionado en otros trabajos, el vocabulario científico y técnico que conocemos en
castellano proviene generalmente del griego, también ocurre esto en las ramas de la
ciencia, cuyo vocabulario procede en su mayoría de la lengua griega. Esto ocurre en
ámbitos como la sociología, la teología, neurología, astronomía, etc. No obstante, aquí
nos centraremos, como ya se ha dicho, en el campo de la biología, del que podemos
destacar una serie de vocablos:

PÚRPURA

El término púrpura procede del latín purpura, que al parecer es un préstamo del
griego πορφύρα (porphyra, molusco marino). No obstante, aunque actualmente el
vocablo púrpura aparezca estrechamente ligado a un color, lo cierto es que en el ámbito
de la zoología hace referencia a un molusco gasterópodo marino que expulsa una tinta

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amarillenta que, con el contacto del aire se torna en verde y luego se convierte en un rojo
oscuro, generalmente violáceo.

Al parecer esta palabra no tiene etimología en griego, pues incluso Chantraine


considera que esta no es más que un préstamo de una lengua de Oriente Próximo que
designaría desde un principio a dicho molusco. De hecho, a partir del helenismo πορφύρα
surge el nombre de roca pórfido y el nombre propio Porfirio.

Este término aparece documentado en español hacia el año 1250, apareciendo por
primera vez en el Cantar del Mio Cid y en el libro de Alexandre bajo la forma pórpora,
en los dos casos con el significado de vestimentas de color púrpura. En griego tiene varios
significados, como ‘molusco que produce un tinte violáceo’, ‘tinte obtenido a partir del
molusco’ o ‘tela o vestido que se tiñe con ese tinte’. Estos significados también los tiene
la forma latina, que resulta ser un antiguo préstamo integrado perfectamente. Si bien es
cierto que son varios autores los que coinciden en esta definición, pues en la entrada que
ofrece Eseverri Hualde sobre este término, se puede ver que lo define como “molusco del
que se extraía un tinte rojo”.

Por otro lado, es sabido que ya en la Antigüedad el tinte purpura empezó a


comercializarse entre los fenicios, que lo conseguían a partir del múrice que vivía en las
costas, entendido aquí como el molusco marino, del que además obtenían ciertos
beneficios. De hecho, aparte del vocablo πορφύρα, los griegos empezaron a identificar al
tinte con el vocablo φοῖνιξ, φοίνικος (fenicio), palabra que servía para designar al color
rojo anaranjado y luego a la púrpura. Este color fue también empleado para la ropa de los
cardenales de la iglesia en la Edad Media, motivo por el que se les conoce como
purpurados.

Además, el término griego pervive en el inglés purple, en el francés pourpre, en


el catalán porpra y en algunas otras lenguas.

Con respecto a las palabras que guardan una relación de sinonimia con este
vocablo, tenemos los términos colorante o tinte, cuyo uso se ha ido extendiendo cada vez
más a lo largo de los siglos.

CÁÑAMO

El vocablo cáñamo toma su nombre del latín vulgar cannabu(m), que aparece por
la forma clásica cannabis y este, a su vez, es un préstamo directo del griego κάνναβις

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‘cáñamo’ + -u(m) (latín). El cáñamo es, según el DRAE, una planta que pertenece a la
familia de las Cannabáceas, con una altura de unos dos metros y con un tallo erguido,
lleno de ramas, áspero, hueco y velloso. También hace referencia a la fibra que se obtiene
a partir de su tallo y que ya en la Antigüedad se empleaba para fabricar ciertos tejidos. Es
más, tanto los griegos como los romanos, debido a su resistencia, la usaban para los cabos
de las embarcaciones.

Esta palabra aparece documentada en español en el 1330, año en el que se


introduce al lenguaje científico. De hecho, la forma vulgar cannabu(m) aparece
atestiguada en Isidoro de Sevilla, mientras que la forma clásica cannabis está
documentada en Plinio en el s. I d.C y en Columela. Aunque la forma clásica sea un
préstamo del griego, lo cierto es que la forma κάνναβις al parecer también es un préstamo
de una lengua de Europa Oriental o Asia Occidental, aunque no se sabe con exactitud cuál
es la lengua de la que procede, se ha pensado que pueda ser del tracio o del escita.

Por otra parte, aunque el cáñamo es conocido desde hace miles de años, sobre todo
cuando la fibra que se extrae de su tallo empezó a usarse en China para elaborar tejidos y
cuerdas, lo cierto es que en España este empezó a usarse a lo largo de la Edad Media para
fabricar ropa, velas de barcos, cuerdas y papel. De hecho, con la fibra del cáñamo se
fabricaron desde las velas de los barcos de Colón hasta la primera bandera de los Estados
Unidos.

En su concepto de planta, se puede decir que tiene algunas variantes. Una de ellas
es la conocida Cannabis sativa, que tiene propiedades psicotrópicas por su alto contenido
en THC (tetrahidrocannabinol), por lo que con ella se pueden elaborar sustancias como
el hachís y la marihuana, además de aceites medicinales que tienen efectos analgésicos y
que se usan incluso como tratamiento para algunas variantes de la epilepsia.

ELEFANTE

La palabra elefante procede del latín elephas, elephantis y esta a su vez del griego
ἐλέφας, ἐλέφαντος ‘elefante’, ‘marfil’ + -e(m) (latín). El DRAE define al elefante como
un mamífero que pertenece a la familia de los proboscidios, es el mayor de los animales
terrestres y tiene cabeza y ojos pequeños, además de orejas grandes y colgantes, de entre
otras cosas.

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El griego este término aparece documentado en micénico hacia el 1400 a.C (en
sus formas derivadas), de donde pasó al latín elephas, -ntis y elephantus en época arcaica,
que resulta ser la forma más antigua y está documentada en latín desde el s. III a.C en
Plauto y Ennio, de donde traspasó a las lenguas romances, apareciendo posteriormente en
castellano medieval. Esta palabra, tanto en latín como en griego, que se usaba para
designar al marfil y al animal, es un préstamo de una lengua de África o de Asia Menor.

Además, el término griego ἐλέφας, ἐλέφαντος fue mencionado por primera vez
por Heródoto como un animal procedente de África. De hecho, este menciona a los
ἐλέφαντος ὀδόντες (‘colmillos de elefante’) que transportaban los fenicios a Grecia siglos
antes. Aristóteles también escribe sobre esto, pero se centra en el elefante de India. Este
mamífero es sobradamente conocido por los griegos hasta las invasiones de Alejandro
Magno. Homero, por su parte, escribe solamente sobre los colmillos de este animal.

También existió en latín la forma Elephantis, con la que se dio nombre a una isla
y a un poblado del Nilo, e incluso a una poetisa griega (documentado en Suetonio y
Plinio). El término elephas, elephantis aparece con el sentido de ‘elefante’ en
composiciones de Marcial y Horacio, mientras que en algunas obras de Lucrecio aparece
como alusión a la lepra, probablemente por el aspecto que tiene la piel de los que padecen
esta enfermedad.

El término elefante mantiene una relación de sinonimia con los términos


paquidermo y proboscidio, que, aunque no presentan un uso habitual, lo más probable es
que se usen para hacer referencia a la especie.

JIBIA

El vocablo jibia es tomado del latín sēpia, y este a su vez del griego σηπία. Se
define la jibia como un molusco cefalópodo de dos branquias y diez tentáculos, de los
que dos de ellos, que son los más largos, llevan ventosas en los extremos, mientras que
los ocho restantes los llevan en toda su longitud. Dichos moluscos tienen una concha
blanda y ligera. Su presencia abunda principalmente en el mar y es comestible.

Esta palabra está documentada en griego al menos desde el s. V a.C, y en


Aristóteles sobre el s. IV a.C. El término jibia pasó al latín sēpia en el s. I a.C y a
castellano medieval como xibia. De hecho, la forma xibia procede del mozárabe, lo que
luego da en latín el término sēpia. No obstante, por lo que parece, la voz jibia no es

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castellana como tal, porque si atendemos a la forma latina sēpia, tenemos que en
castellano la -e larga tendría que haber dado -e y no -i, del mismo modo que la -p se
hubiera mantenido frente a la yod, no llegando así a sonorizarse. Por lo tanto, la forma
castellana debería de haber sido entonces *sepia.

Aunque en castellano existe el término sepia, lo cierto es que al parecer procede


del italiano y ya desde el s. XIX se usa para designar al colorante de color rojizo que se
obtiene de la jibia y que se utiliza en pintura. Además de esto, resulta bastante curioso
cómo a su vez los términos jibia/sepia funcionan como sinónimos. Aunque también es
cierto que entre ellos hay diferencias mínimas (prefieren usar el término jibia para hacer
referencia al molusco y el término sepia para el colorante extraído a partir de la misma),
pero generalmente en la actualidad se usan para referirse a lo mismo.

ALMIDÓN

El término almidón procede del latín amylum, que a su vez viene del latín medieval
amidum y este del griego ἄμυλος, compuesto de una alfa (ἄ) privativa y el vocablo μύλη
(‘piedra de molino’, según Eseverri Hualde y ‘muela’ según Corominas). El término
ἄμυλος significa literalmente ‘que no se muele’, ‘almidón’, ‘no molido’. Asimismo, en
dicha palabra podemos presenciar el artículo al-, que tiene su origen en el árabe hispánico,
y del que además han derivado numerosas palabras como alquimia o alcohol, de entre
otras. Por lo tanto, se puede decir que este vocablo entra al castellano después de haber
pasado por otras lenguas, habiéndolo tomado prestado de la lengua griega. Además de
esto, según Corominas, es probable que la terminación moderna de esta palabra pueda
explicarse por el influjo de una pronunciación helenizante amylón.

Así pues, según el DRAE, el almidón no es más que un carbohidrato que forma
parte de la principal reserva energética de la mayoría de los vegetales, teniendo además
usos alimenticios e industriales. Eseverri Hualde, por su parte, define el almidón como el
“harina obtenida de los cereales, no moliéndose, sino por fermentación”. De hecho, esta
definición parece ajustarse más al origen de la palabra, tomándolo en su sentido más
literal (‘no molido’).

Dicha palabra aparece documentada en español hacia el 1488, año en el que se


introduce en el lenguaje científico. Siglos después aparecen palabras derivadas de esta,
como los vocablos almidonar y almidonado que aparecen documentados en el 1604. Del

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mismo modo hay cultismos que derivan del latín amylum, como son los términos
amiláceo y amílico.

PULPO

El término pulpo deriva del latín poly̆ pus, que es un préstamo del griego πολύ-
πους, palabra que se compone del adjetivo griego πολύς ‘mucho’ y el sustantivo ποὺς,
ποδός ‘pie’, por lo que literalmente significa ‘que tiene muchos pies’. Según
Corominas, la u que aparece en la palabra puede deberse probablemente a un
fenómeno dialectal de las hablas del Cantábrico, donde la presencia de este es muy
común.

Atendiendo a su definición, en el DRAE se define pulpo como un molusco


marino cefalópodo que tiene dos branquias, ocho pies (en este caso tentáculos) con
ventosas, que es muy voraz y que tiene forma de saco. Eseverri Hualde, por su parte,
da una exigua definición de pulpo, pues según él es un “animal cefalópodo provisto
de ocho tentáculos o pies”.

En griego, la palabra polýpus (πολύπους) aparece en Homero desde el s. VIII


a.C, para pasar al latín en el s. II a.C con la forma polýpus, y después al latín tardío
llegó como pulpus, desde donde acabó llegando al castellano medieval. La voz latina
de polýpus también dio en castellano la palabra pólipo para hacer referencia a una
enfermedad. Dicha palabra aparece documentada en griego desde Hipócrates en el s.
V a.C en su acepción de enfermedad, mientras que en biología esta aparece en
Aristóteles en el s. IV con el significado de pulpo. En castellano, por ejemplo, la
palabra pulpo se registra desde el s. XIV, más o menos en el año 1335.

A este respecto se puede decir que los términos pulpo y pólipo pueden formar
parte de un doblete de helenismos que se presenta con una acepción semántica diferente,
entendiendo en este caso, por ejemplo, la palabra pulpo como el nombre del molusco y la
palabra pólipo como el nombre de una enfermedad.

Por otro lado, en griego también se conoce al pulpo con el vocablo ὀκτάπους
(octopus), compuesto por ὀκτω + πους (ocho pies). Del mismo modo que se usa esta
palabra durante un tiempo, para luego usar en español actual la palabra pólipo, hay
lenguas como el inglés que la han tomado prestada, por eso en inglés al pulpo se le conoce
como octopus.

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RINOCERONTE

El término rinoceronte tiene su origen en el vocablo griego ῥινό-κερως de ῥίς,


ῥινός ‘nariz’ y κέρας ‘cuerno’. Este término aparece en griego desde el s. II a.C y pasó al
latín a partir del s. I d.C. En latín tardío adopta la forma rhinocĕron, -ōntis, que procede
de la forma clásica rhīnoceros, -tis, lo que nos hace pensar nuevamente que este término
es un préstamo del griego.

El DRAE lo define como un mamífero que pertenece a los perisodáctilos, que es


común en Asia y África y que es de gran tamaño, tiene la piel gruesa, las patas cortas que
terminan en pies años y la cabeza estrecha con un hocico puntiagudo que tiene uno o dos
cuernos en la parte de la nariz. Eseverri lo define simplemente como un mamífero que
tiene uno o dos cuernos en la nariz.

Según Corominas, esta palabra está atestiguada más o menos desde el año 1611.
Además, son muchos los compuestos en castellano que llevan la raíz rino- del griego,
como ocurre con el término rinología, que se documenta en el 1936 o la rinoscopia, que
aparece a mediados del s. XIX.

Este término mantiene una relación de sinonimia con el vocablo paquidermo, poco
usual y que probablemente como una forma de nombrar a la especie.

2.2 TÉRMINOS ANTIGUOS REINTRODUCIDOS

Las palabras reintroducidas son aquellas que se emplearon en la antigüedad, desde


el s. VIII a.C hasta el V d.C, pero que ya en época medieval se perdieron y se
reintrodujeron en el vocabulario científico a partir de la época del Renacimiento, cuando
se pudieron volver a leer los textos clásicos en una magnitud y pureza impensable a lo
largo de la Edad Media. De estas palabras se ofrece su uso en la antigüedad y a partir del
s. XVI. Las reintroducciones de palabras en ocasiones van acompañadas de diversos
cambios de significados. También es posible que una misma palabra haya sido
reintroducida en más de una ocasión, debido principalmente a los curiosos cambios de
significado.

DERMÓPTEROS

El término dermópteros tiene su origen en el latín científico dermoptera, que a su


vez procede del vocablo griego δερμόπτερος un compuesto de δέρμα, -ματος ‘piel’ y
πτέρον ‘ala’. Esta es una palabra antigua reintroducida con un cambio parcial de
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significado. De hecho, en latín científico aparece documentada con el significado antiguo


hacia el 1740, mientras que con el nuevo significado aparece documentada en el s. XIX.
En griego aparece en Aristóteles en el s. IV para hacer referencia a los murciélagos.

Algunos diccionarios definen la palabra dermópteros como un suborden de


mamíferos insectívoros en los que aparecen incluidos los galeopitecos, cuyas
extremidades aparecen unidas con un pliegue de piel que les permite saltar entre los
árboles. Eseverri Hualde sostiene en dar una definición más sencilla. Considera que los
dermópteros son mamíferos roedores que tienen un paracaídas cutáneo que les sirve de
ala.

Esta palabra presenta la variación dermápteros, cuyo origen es el mismo. No


obstante, esta es un neologismo del s. XVIII que en latín científico aparece documentada
hacia el año 1777 y se usa para hablar de insectos. En realidad ambos términos son
prácticamente iguales, aunque, si bien es cierto, al parecer los dermópteros, como se ha
mencionado anteriormente, forman un suborden de mamíferos y los dermápteros forman
un orden de insectos cuyas alas anteriores son cortas, las posteriores son grandes, y tienen
cercos en forma de pinza, como ocurre con la tijereta. Se consideran, pues, parásitos de
murciélagos.

BACTERIA

El término bacteria tiene su origen en el latín científico bacterium, término que se


tomó del griego βακτήριον, que significa literalmente “bastoncito”, al tratarse de un
diminutivo del vocablo βάκτρον. Se trata de una palabra reintroducida con cambio de
significado. De hecho, su nuevo significado fue acuñado en 1828 en latín científico por
el naturalista, microbiólogo y zoólogo alemán Christian Gottfried Ehrenberg. En efecto,
el plural del término bacterium es bacteria, que es la forma que en español usamos en
singular, probablemente por influencia del francés bactérie. Aun así, lo cierto es que no
todas las bacterias presentan forma de bastón (acepción del término griego), sino que,
respecto a su morfología, pueden tener forma esférica (cocos), de bastón (bacilos) y
onduladas (espirilos).

Las bacterias, según el DRAE, son microorganismos que tienen una sola célula,
pero sin tener un núcleo diferenciado, algunas de ellas se encargan de descomponer la
materia orgánica, en cambio otras producen enfermedades. Eseverri Hualde define este
concepto como un microorganismo que es origen de enfermedades.

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Por otro lado, Francisco Cortés hace a este respecto una exhaustiva investigación
sobre este término en su entrada en dicciomed.eusal.es. Este sostiene que el primero en
observar bacterias a través de un microscopio fue el holandés en Antonie Van
Leeuwenhoek en 1676. De hecho, este mismo los llamó en un principio animalcula
‘animalillos’, que incluía a organismos que hoy en día se diferencian con claridad, como
bacterias, protistas o espermatozoos. Posterior a este, en 1760, Lerdemuller introdujo el
término latino infusoria, porque los primeros microorganismos se encontraron en
infusiones acuosas de paja. No obstante, volviendo al científico Ehrenberg, este acuñó el
término βακτήριον para referirse realmente a los seres que tuvieran forma de bastón o de
palo. Usó dicho término para las bacterias que hoy en día se conocen como bacilos, que
tenían aspecto de varitas. Sin embargo, su uso se fue extendiendo hasta llegar a englobar
a todos los procariontes sin excepción. A partir de 1828, la palabra griega adoptó un
significado nuevo.

Por otro lado, atendiendo entonces a cuál es el verdadero origen del vocablo
español bacteria, se puede decir que, del mismo modo que en algunas lenguas modernas
se mantienen las formas etimológicas por usar la forma bacterium del latín científico
frente a la forma bacteria, otras como el alemán, el francés o el español siguieron otros
procedimientos. Lo que está claro es que al parecer la clave hay que buscarla en el francés,
ya que en 1825 aparece documentado el vocablo bactérie en una enciclopedia, de la
misma manera que este vocablo ya en ese tiempo se usaba en biología por la adaptación
fonética del latín bacterium, incluso mucho antes de que Ehrenberg lo tomara para hacer
referencia a esos seres microscópicos. Por ello, la adaptación que se hace al español del
francés bactérie, culminó en la forma bacteria. No obstante, también existe la idea de que
el español tomara como singular el plural bacteria del latín, sobre todo cuando es mucho
más frecuente la forma en plural que en singular.

Por último, se puede decir que la palabra bacteria guarda una relación de sinonimia
con el término bacilo, con la única diferencia de que han resultado en español por vías
diferentes. Sin embargo, ambas se usan en el mismo caso para hacer referencia a esos
seres microscópicos mencionados anteriormente.

CERCOPITECO

Este término procede del latín cercopithēcus, que es un préstamo del griego
κερκοπίθηκος, una palabra compuesta por los términos κέρκος ‘cola’ y πίθηκος ‘mono’.

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El DRAE da una definición clara de este término. El cercopiteco es un mono catarrino de


la región de África que está dotado de abazones y tiene los callos isquiáticos bastante
desarrollados. Eseverri se limita a definir a esta especie como un “mono de cola larga”,
ajustándose así a su etimología y proporcionando, por tanto, una definición de lo más
literal.

Como palabra antigua reintroducida, aparece documentada en el año 1534 en latín


renacentista. De hecho, aparece desde el s. I a.C en las obras de Estrabón, ya que algunas
especies de este animal son bastante habituales en la región del Mediterráneo, por eso es
probable que este escritor se refiriera a alguna de ellas. Este término pasó al latín en el s.
I d.C en la Historia Natural de Plinio el Viejo. Sobre el 1553 aparece documentada en
francés (cercopithèque). En el año 1758, Carlos Linneo plantea el nombre Cercopithecus
diana para hacer referencia a una especie de Libera y Sierra Leona, en África occidental.
Mientras tanto, el zoólogo inglés John E. Gray impulsa el nombre Cercopithecidae en
latín para hacer referencia a la familia de los monos catarrinos del Viejo Mundo,
distribuidos por las regiones de África, Europa y el Sureste Asiático, de entre otras.

Por otro lado, en la traducción de la Historia Natural de Plinio el Viejo que hizo
Gerónimo de Huerta en el 1624, se da una explicación a por qué el cercopiteco es
conocido con ese nombre, pues, como ya se mencionado, el término κέρκος significa cola,
mientras que πίθηκος significa mono. No obstante, hay otros que sostienen que cercopiten
realmente significa ‘burlar’, en relación con el carácter burlón de esta especie, que parece
estar burlándose de todo. Por influencia de este término, además, se suele llamar así a los
hombres burladores.

También es interesante, a este respecto, destacar que el significado que le otorga


Plinio al término cercopiten como ‘burlar’ está estrechamente relacionado con la palabra
Phitecusa, conocida como la isla de los monos, la más grande de la región napolitana,
donde vivieron dos hermanos, Κέκροψ (Cécropes ‘hombres con cola’), conocidos por su
malicia, sus travesuras y sus mentiras, lo que les llevó a ser convertidos en monos con
cola larga por Zeus y que posteriormente Hércules los capturara y los colgara en un palo
para transportarlos sobre su hombro.

En efecto, el linaje Cercopithecidae es el que más especies tiene en el ámbito de


los primates, llegando a reconocerse desde más de 70 hasta 120. Algunas especies de
dicho linaje presentan una cola vestigial que resulta ser muy pequeña, en cambio, teniendo

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en cuenta que el nombre que se le dio fue para designar a un mono de cola larga, así quedó
finalmente documentado en el vocabulario de la zoología.

DRUPA

El término drupa tiene su origen en el latín druppa(m), que resulta del griego
δρύππα, un compuesto de los términos δρύς ‘encina’ y πέσσω ‘madurar, digerir’. El
DRAE lo define como un “fruto mesocarpio carnoso y endocarpio leñoso y una sola
semilla”, como es el caso del melocotón y la ciruela. Eseverri Hualde proporciona una
definición prácticamente idéntica, con la salvedad de que sostiene, además, que el término
griego δρύππα significa ‘aceituna madura’. Al parecer esta palabra griega no es más que
una forma abreviada del vocablo δρυπεπὴς que se define como ‘madurado en el árbol,
muy maduro’ o de δρυπετής ‘maduro que no ha caído del árbol’. No obstante, la
etimología de ambas palabras no está del todo claro.

Aun así, hay otros como Corominas que en su diccionario etimológico nos dicen
que esta palabra está compuesta por δρύς ‘árbol’ y πίπτω ‘caigo’, es decir, como algo
maduro que ciertamente se cae del árbol. Otros como Hesiquio de Alejandría definen el
término δρυπετεὶς como algo que se cae del árbol sin madurar.

Por otro lado, esta fue una palabra que se reintrodujo con cambio de significado.
Apareció documentada en el latín científico hacia el año 1748, y su nuevo significado
aparece ya en el mismo año en Carlos Linneo. De su procedencia en griego pasó al latín
con el mismo significado.

EPIGEO, A

Procede del latín científico epigaea, y a su vez del griego ἐπίγαιος, palabra
compuesta por la preposición o preverbio ἐπί ‘sobre, fuera de, encima de’ y el término
γῆ/γαῖα ‘tierra’. Mientras que el DRAE define este término como algo que se dice de una
planta y que se desarrolla por encima del suelo, otros como Eseverri Hualde dan una
definición si acaso más completa. Según él, epigeo o epigea es una semilla que cuando
nace saca fuera sus primeras hojas. Sin embargo, el significado literal, ajustándonos a la
etimología de la palabra, podría ser el de planta que “crece por encima de la tierra”.

Esta, como palabra antigua introducida aparece con un cambio parcial de


significado. Aparece documentada en el 1754 en latín científico y como nombre de una
planta en Carlos Linneo. También aparece documentada en el 1786 en francés con la

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forma épigé. En griego, por su parte, aunque resulta poco habitual, se da a conocer con el
significado de “por encima del suelo”.

COLEÓPTERO

Este término tiene su origen en el latín científico coleoptera, que a su vez es un


préstamo del griego κολεόπτερος, una palabra compuesta por el término κόλεος ‘vaina,
funda’ y πτέρον ‘ala’. Los coleópteros, según el DRAE, son insectos que tienen boca
para masticar, un caparazón duro y dos fundas que sirven para cubrir dos alas que están
plegadas cuando el animal no vuela. Eseverri Hualde ofrece nuevamente una definición
más literal, diciendo que son “insectos que ocultan sus alas en un estuche o vaina”, como
ocurre hace precisamente el escarabajo. Corominas, por su parte, incide en que estos
insectos se llaman así por las vainas o fundas que recubren sus alas.

Esta palabra griega reintroducida aparece con un nuevo significado en 1744 en el


latín científico por Carlos Linneo. Además, aparece documentado en 1754 con la forma
coléoptères en francés. En griego se da a conocer con el significado de ‘ala en funda’, y
aparece documentado desde el s. IV a.C en la Historia Animalium de Aristóteles, quien
hizo diversas observaciones sobre la reproducción de los animales. No obstante, conviene
aclarar que, al parecer, la palabra κόλεος no es de origen griega, pues expertos como
Chantraine o Ernout y Meillet consideran que es un préstamo de una lengua anterior al
griego. La palabra πτερόν, por su parte, se relaciona con la raíz indoeuropea *pet-, que
resulta ser la misma que la que se encuentra en la palabra latina penna (ala).

FLAGELO

La palabra flagelo tiene su origen en el latín flagellum ‘látigo’, que en latín


científico es ‘flagelo’. Aunque esta palabra tiene diversas acepciones, lo cierto es que en
el ámbito de la biología y, según el DRAE, es un orgánulo filiforme casi como un cilio,
pero mucho más largo, con forma de látigo y que se mueve de diferentes maneras.

En realidad el término flagellum no es más que el diminutivo del sustantivo


flagrum, que hace referencia al látigo que tiene diversas correas, del mismo modo que
significa ‘azote, castigo’, según Plauto, y de donde viene además el término ‘flagelar’ en
sentido de castigar.

Dicha palabra aparece reintroducida con cambio de significado. En español


aparece documentada en el 1344, mientras que en latín clásico se hace uso de ella con el

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sentido propio y figurado de ‘calamidad’. No obstante, tanto el término flagrum como su


diminutivo fueron muy utilizados por escritores del s. I a.C y d.C. Entre ellos está Virgilio,
que usa el término flagellum para designar a los brotes tiernos de la vid; Juvenal, Tito
Livio u Ovidio son otros de los que lo usan. Ovidio, de hecho, usa este término en el s. I
d.C para hacer referencia a los brazos del pulpo. Estos términos parecen tener varios
significados, atendiendo a cuestiones de castigamientos a base de azotes con un látigo, o
a sufrir los problemas de epidemias, plagas, desastres, entendiéndose aquí que las
personas estarían “azotadas” por los diversos problemas de la sociedad. Lo más
interesante aquí es que, por guardar parecido con la forma de un látigo, se puede
relacionar también con los tallos trepadores de las plantas, los brazos de un pulpo, como
ya se ha mencionado, o, en tiempos modernos, con esos orgánulos a los que se hacía
referencia anteriormente.

Asimismo, el significado biológico que se conoce actualmente se documenta a


partir de 1852 en inglés (flagellum) para designar la parte más delgada de las antenas de
algunos crustáceos, por lo que no parece tener ningún tipo de relación con Ovidio. Los
flagelos suelen ser comunes, además, en los protozoos que pertenecen a la clase
mastigófora, del mismo modo que también lo son en las bacterias, como en la
Helicobacter pylori, que habita en la mucosa gástrica humana y produce gastritis, e
incluso cáncer de estómago. En las algas y los musgos aparecen células sexuales que
poseen flagelos. También en animales superiores, las únicas células que presentan
flagelos son los espermatozoides, siendo estos los orgánulos que hacen posible que se
desplace hasta el óvulo.

2.2 TÉRMINOS DE ÉPOCA MEDIEVAL

Al parecer, en la Edad Media no se creó mucho vocabulario científico de origen griego y


latino, por eso hay muchas palabras que están clasificadas como antiguas al haber llegado
hasta nuestros días un caudal mucho más amplio de textos científicos antiguos. En efecto,
aunque la medicina árabe y su vocabulario se dieron a conocer en esta época, lo cierto es
que muchas palabras procedentes de esta lengua que estuvieron incluidas en el
vocabulario científico fueron olvidadas a partir del Renacimiento, debido a que tenían
mucho más prestigio todo lo que se expresaba en latín y griego.

A pesar de la insuficiencia de vocabulario de origen griego y latino en esta época,


se han conservado algunas palabras, no muchas, de esta época.

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LEGUMINOSAS

El término leguminosas aparece en latín medieval como leguminosus, adjetivo


derivado a partir del latín clásico legumen, leguminis (legumbre), que en español da
legumbre. A este sustantivo se le añade el sufijo -os(us)/-os(a), que se identifica con la
‘abundancia’. En francés aparece documentada como légumineuse en el año 1570.

El DRAE, que nos proporciona una amplia definición de este concepto, dice que
el término leguminoso hace referencia a una familia de plantas, del grupo de las
angiospermas dicotiledóneas, que tiene normalmente hojas alternas, compuestas y con
estípulas, con flores de corola y fruto en legumbre con algunas semillas sin albumen,
pudiendo ser hierba, mata o árbol. Dichas plantas pertenecen a las familias de las
Mimosáceas y de las Papilionáceas, y se conocen como Fabáceas.

Por otro lado, la forma legumen, de la que procede este vocablo, se forma con el
sufijo -men resultativo, sobre una raíz que los romanos acertaron en relacionar con el
verbo legere (recoger) y que aparece en muchas palabras, sobre todo en algunas que
tienen que ver con la agricultura, como el término recolectar. Es Varrón en el s. I a.C
quien desarrolla y explica dicha etimología. No obstante, se cree que la raíz de esta
palabra procede del preindoeuropeo mediterráneo, no teniendo entonces nada que ver con
el término legere.

VEGETAL

La palabra vegetal deriva de las palabras latinas vegetare ‘animar’, ‘tener vigor’
y vegetus, ‘vivo’, vivaz’, que como tal derivan en el término medieval vegetalis,
compuesto del término vegetare y el sufijo -al (relativo a). Se usa este término para lo
que está estrechamente relacionado con las plantas. En biología se llamaba anteriormente
así a los organismos con vida, pero que no podían moverse; no obstante, hoy en día hace
referencia a los organismos que estudia la botánica, contraponiéndose así al término
animal.

A esto hay que decir que en la filosofía medieval se enseñaba que, tanto las plantas
como los animales tenían cierto poder vegetativo, como se pudo ver en Alfonso X el
Sabio en el 1275. En 1417 ya aparece documentado el término vegetal en español con el
sentido actual, opuesto, como ya se ha dicho, a animal. El español es, de hecho, la primera
lengua moderna en la que se documenta.

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LEVADURA

La palabra levadura procede del latín levare ‘levantar’, al que se añade el sufijo -
ura(m), que se usa para indicar ‘resultado’, ‘cualidad’. El DRAE sostiene en definir este
término como una masa que se constituye de diversos hongos unicelulares, que además
puede fermentar el cuerpo con el que se mezcla. Al parecer, dichos hongos suelen
aparecer unidos en forma de cadena, lo que les permite también producir las enzimas
suficientes para poder descomponer cuerpos orgánicos como los azúcares, en otros más
sencillos.

Por otro lado, teniendo en cuenta que la lengua base de esta palabra es el latín
medieval, se puede decir que aparece documentada en el lenguaje científico hacia el año
1228.

2.3 NEOLOGISMOS O DOCUMENTACIONES DEL SIGLO XVI

Aunque resulta un tanto improbable que en el siglo XVI llegaran a crearse


neologismos, lo cierto es que es mejor hablar de aquellas palabras que aparecen
documentadas en este siglo. No obstante, se llega a creer que la mayoría de las palabras
que aparecen clasificadas como documentadas en este siglo, no fueron creadas en ese
siglo, sino en siglos anteriores, pero si bien es cierto, esto no puede comprobarse de
ninguna forma. De hecho, esto es lo que ocurre con las palabras documentadas en los
tratados de anatomía del francés Ambroise Paré (s. XVI), pues se cree que estas ya se
usaban en la Edad Media, por lo que se podrían incluir en la clasificación de palabras
antiguas.

ANTROPOLOGÍA

El término antropología tiene su origen en la voz del latín renacentista


anthropologia, que a su vez es un préstamo del griego ἄνθρωπολογία, un compuesto del
término ἄνθρωπος ‘ser humano’ y λογία ‘estudio’. En su primera acepción significaba
‘decir’ ‘razonar’, por su estrecha relación con el verbo λέγω ‘decir’.

La antropología es, según el DRAE, la ciencia que estudia los aspectos biológicos
y socioculturales del ser humano. Eseverri Hualde, en su entrada de antropología, sostiene
que ya el propio término ἄνθρωπολογία significa “disertación sobre el hombre”, pero en
términos de ciencia, según él es la ciencia que estudia el ser humano desde aspectos
físicos y morales, y sobre todo desde el punto de vista de la pluralidad de razas.

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Como neologismo o mejor dicho palabra documentada en el s. XVI aparece


documentada en latín renacentista hacia el 1517, mientras que en español aparece sobre
el 1547. Además, en griego existe el adjetivo ἄνθρωπολόγος ‘conversador’, que aparece
en la obra Ética Nicomáquea de Aristóteles en el s. IV, con la acepción de “el que le gusta
hablar sobre los seres humanos”. Este vocablo también aparece en escritores como
Homero, Heródoto, Platón o Plutarco.

Por otro lado, este término lo retomó en la época del Renacimiento, sobre el 1501,
el médico alemán Magnus Hundt (1449-1519) en su obra Anthropologium, donde analiza
los aspectos fisiológicos o anatómicos del hombre. Otro alemán, conocido con el nombre
de Otto Casmann (1562-1607) consolida este término en su obra Psychologia
Anthropologica (1593).

En francés aparece documentado este término como anthropologie en 1536;


mientras tanto, en español aparece incluido en el diccionario de Raphael Bluteau de 1721,
aunque ya existía desde el s. XVI.

MULTÍPARA

La palabra multípara es un compuesto del latín multi- (adj. multus, -a, -um)
‘numeroso’ ‘mucho’ y -para, que procede del vero latino parĕre ‘parir’, ‘dar a luz’.
Aunque este término puede aplicarse al género humano, lo cierto es que en zoología hace
referencia a la hembra que tiene varias crías en un mismo parto. Su significado original
fue este mismo, entendiéndose animales tales como una gata, una cerda o una perra, por
ejemplo. No obstante, este término se acabó aplicando con posterioridad a la medicina
humana y veterinaria con el significado de mujer o hembra que ha tenido más de un parto.

Como palabra documentada en el s. XVI se introdujo en latín y más concretamente


en el lenguaje científico hacia el año 1508. Realmente esta palabra no procedía del latín
antiguo, ya que se registró en el s. XVI como multiparus. En el año 1646, un escritor
inglés, Thomas Brown (1605-1682), escribió multiparous en su obra Common Errors,
añadiéndole el elemento inglés parous, del latín -parus, como analogía de los términos
oviparous y semelparous. En efecto, en el diccionario de Elías Zerolo de 1895, aparece
el término multípara como la hembra animal que tiene muchos hijos al mismo tiempo.

AGLUTINACIÓN

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El término aglutinación tiene su origen en el latín renacentista, donde su forma


latina es agglutinatio, -onis, un compuesto de la preposición ad ‘junto a’, ‘hacia’ y el
término gluten ‘cola’ ‘pegamento’, mientras que en latín científico se añade el sufijo -tio
‘acción’ al término gluten.

En el campo de la biología y, según el DRAE, una aglutinación no es más que una


agrupación de células que son portadoras de un antígeno y que, en presencia de su
oportuna aglutinina, están inmovilizadas en un líquido. Esto se da, por ejemplo, en el
proceso de coagulación de la sangre.

Esta palabra, documentada en el s. XVI, aparece documentada en el latín


renacentista en el año 1529. De hecho, esta forma se usa para traducir el término galénico
κόλλησις que hace referencia al proceso de cicatrización; el término propuesto deriva, a
su vez, del latín clásico agglutinare ‘pegar’ ‘conglomerar’. Se puede decir entonces que
estamos ante un calco semántico, es decir, un término que está atestiguado en una lengua
y que pasa a otra con otro significado.

Como sinónimos de esta palabra tenemos los términos agregación y


conglomerado, de entre otros, ambos bastante usuales.

2.4 NEOLOGISMOS DEL SIGLO XIX

El s. XIX supuso una época de numerosos hallazgos en el campo de la biología y


la medicina, ya que se necesitaban palabras nuevas para su expresión. Por ello, en esta
época se crearon bastantes neologismos. No obstante, resulta bastante interesante ver
cómo en el proceso de formación de palabras tomó como modelo el vocabulario científico
de la lengua griega. De hecho, hay que tener en cuenta que los científicos de por aquel
entonces conocían bastante bien el vocabulario científico griego, del mismo modo que
tenían una gran formación en las lenguas clásicas. Además, el hecho de que un palabra
fuera de origen griego, le daba mucho prestigio.

BRAQUÍCERO

El término braquícero tiene su origen en el latín científico Brachycera, que es un


préstamo del griego, en el que la palabra se compone del adjetivo βραχύς ‘corto’ y el
vocablo κέρας/-ατος ‘cuerno’, ‘antena de artrópodo’.

Según el DRAE, un braquícero es un insecto que pertenece al grupo de los


dípteros, que tiene el cuerpo grueso, las alas anchas y las antenas cortas, es decir, lo que
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se conoce comúnmente como mosca. Eseverri Hualde define a este término como
“insectos de antenas cortas”, sin incidir en ningún otro aspecto. Asimismo, este vocablo
lo propuso el dipterólogo vienés Ignaz R. Schiner (1813-1873) en el 1862, suponiendo
uno de los tres subórdenes en los que se dividen los dípteros; los otros dos son conocidos
como Nematocera y Cyclorrhapha. Los braquíceros son, sin duda, el grupo más
numeroso de los dípteros, teniendo hasta 120 familias. Como su propio nombre indica,
tienen las antenas cortas, pero, si bien es cierto, en este caso se usó el término κέρας
‘cuerno’ porque al parecer las antenas las tienen en la cabeza y simulan dos pequeños
cuernos. En efecto, de las muchas familias que hay de estos insectos, destacan las
Tabanidae (tábanos), Asilidae (asílidos) o Bombyliidae (bombílidos), de entre otras.

Esta palabra, como neologismo del s. XIX, aparece documentada en 1875 en


inglés.

ABIOGÉNESIS

La voz abiogénesis es un cultismo griego que está formado por el prefijo griego
ἀ- ‘no’ ‘sin’, el término βίος ‘vida’ y γένεσις ‘generación’, ‘creación’.

En biología, este término hace referencia a la producción a partir de materia no


viva de compuestos orgánicos, como por ejemplo la biopoyesis. Según Eseverri, la
abiogenesia (que no abiogénesis) es la generación espontánea de seres vivos mediante
materia no vital.

Tanto el término biogénesis como abiogénesis, cuya única diferencia radica en el


prefijo ἀ- que indica negación, aparecen documentados como neologismos en inglés hacia
el año 1870. El encargado de acuñarlos fue el biólogo Thomas Huxley, que se sirvió de
ellos para explicar su teoría de que los organismos vivos se producen de materia viva
(biogénesis) y que no pueden formarse de manera espontánea (abiogénesis) por medio de
materia no viva.

No obstante, los antiguos griegos sí que creían que la vida se podía formar de
manera espontánea. Creían, por ejemplo, que un trozo de carne muerta se podía convertir
en gusanos de moscas vivas. De hecho, en 1668, el biólogo Francesco Redi (1626-1697)
llegó a demostrar que los gusanos aparecían en la carne si esta estaba en contacto con
moscas adultas.

CARPOLOGÍA

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La palabra carpología procede del griego y está formada por el vocablo καρπός
‘fruto’ y el término -λογία ‘estudio’. En su primera acepción significaba ‘decir’ ‘razonar’,
por su estrecha relación con el verbo λέγω ‘decir’.

La carpología no es más que la parte de la botánica que estudia el fruto de las


plantas. Dicho término aparece documentado como neologismo del s. XIX en 1806 en
inglés. En efecto, se considera como inventor de esta disciplina al médico y botánico
alemán Joseph Gaertner, que al parecer vivió a lo largo del s. XVIII y dedicó gran parte
de su vida a estudiar la historia natural.

ESTREPTOCOCO

Este término procede del latín científico streptococcus, que a su vez es un


préstamo de la lengua griega y del término στρεπτός ‘trenzado y κόκκος ‘grano’, por lo
que en griego científico significa ‘bacteria redondeada’.

Por estreptococo se entiende, según el DRAE, aquellas bacterias que tienen


forma redondeada y que están agrupadas formando cadenas. Eseverri define este
término literalmente como “microbios de figura esférica, que se agrupan en forma de
cadenita”. Ajustándonos a la etimología de la palabra, literalmente su significado sería
el de “bacteria en forma de grano trenzado”, considerándose también que esta produce
fiebre.

Dicha palabra aparece documentada como neologismo del s. XIX en el latín


científico hacia el año 1877, año en el que es acuñada por Christian Albert Theodor
Billroth (1829-1894) a partir del griego στρεπτός ‘retorcido’.

CELENTÉREO

El vocablo celentéreo es un compuesto de los términos griegos κοῖλος ‘hueco’,


‘vientre’ y ἔντερον ‘intestino’, al que se le añade el sufijo latino -eu(m).

Esta palabra se usa como referencia a un animal que presenta una simetría radiada
y que tiene un cuerpo con un hueco gastrovascular que conecta con el exterior mediante
la boca y el ano a la vez, como en ocurre en el caso de los pólipos, las medusas o los
ctenóforos. Eseverri Hualde define el término celéntero (que está estrechamente
relacionado con este) como la “cavidad única intestinal de un animal”.

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Este neologismo científico del s. XIX aparece documentado en 1872 en inglés. De


hecho, en la clasificación zoológica de Leuckart y Lankaster se llegó a usar este término
frente al de Celomados. En latín científico y en plural, este término se conoce con el
nombre de Coelenterata.

2.5 NEOLOGISMOS DEL SIGLO XX

La creación de neologismos en el s. XX siguió las mismas reglas que se han


visto en los neologismos documentados en el s. XIX. No obstante, en este caso va
creciendo cada vez más la aparición de híbridos grecolatinos, hecho motivado por la
pérdida de conocimiento de latín y griego por los científicos. De hecho, cada vez son
más frecuentes las palabras que no tienen como base la lengua latina o la lengua griega,
siendo formadas, además, mediante lexemas ingleses o a través de apellidos de
investigadores, siglas, etc.

DICARIONTE

La palabra dicarionte procede del compuesto griego δι- (δύο) ‘dos’, el término
κάρυον ‘nuez’, que en griego científico significa ‘núcleo de la célula’, al que se le añade
-on/-ont, que en griego es ‘que hace’ ‘que es’ más el sufijo latino -e(m).

Este término se usa para hacer referencia en botánica a dos núcleos que están muy
próximos y que se dividen a la vez como ocurre en las hifas ascógenas. Se puede entender
entonces que es una hifa (según el DRAE, la hifa es el “filamento del micelio de los
hongos”) que contiene esos dos núcleos.

Por otro lado, como neologismo del s. XX, esta palabra fue acuñada en francés en
el 1912 con la forma dikaryon, por René Charles Joseph Marie (1878-1949). No obstante,
también se usa la forma dicarion.

BALISTOSPORA

Este término tiene su origen en el griego, concretamente la palabra está formada


con el término βαλλίζω ‘lanzar proyectiles’, al que se le añade -ist(es), que en griego
significa ‘que hace’ y en griego científico ‘partidario de’, más -o, más el término griego
σπορά ‘semilla’, y en griego científico ‘espora’.

El término balistospora hace referencia a una espora que es expulsada o


literalmente “lanzada” con bastante fuerza.

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Dicha palabra, considerada un neologismo del s. XX fue acuñada en francés con


la forma ballistospore en 1948 por el químico alemán Henry George Derx (1894-1953).
Esta se acuñó a partir de la voz griega ballistés βαλλιστής ‘lanzador’, de donde procede
en latín la forma ballista, ‘máquina de guerra que lanzaba proyectiles’, de donde viene el
primer elemento del compuesto.

ESCLEROFILO

Este vocablo procede de los términos griegos σκληρός ‘duro’, como se puede
observar en palabras como esclerosis o esclerótica, y φύλλον ‘hoja’, del que proceden
términos como áfilo o filoxera.

Se usa esta palabra para hacer alusión a aquellas plantas, que en sus hojas tienen
una gran cantidad de esclerénquima y son duras y coriáceas, además de que se adaptan a
los sitios secos, como ocurre con el olivo o el alcornoque.

Este término botánico fue introducido en alemán mediante la forma sclerophyll y


acuñado en el 1898 por el biólogo francés Andreas F. W. Schimper, que lo introdujo en
un libro que publicó en 1902.

GAMONTE

Este término tiene su origen en el griego γάμος ‘boda’, al que se añade un interfijo
-on/-ont, que significa ‘que hace’, ‘que es’ más el sufijo latino -e(m).

Se usa este término para hacer alusión al gametocito (célula mediante la que se
forman los gametos) de los esporozoos (tipo de protozoo parasitario). Como neologismo
del s. XX es un término que fue introducido en alemán con la forma gamont en 1904 por
el zoólogo alemán Maximilian Hartmann (1876-1962).

ISOGAMETO

El término isogameto es un compuesto de los vocablos griegos ἴσος ‘igual’ y


γαμέτης ‘novio’, que en griego científico significa ‘célula sexual’.

Se entiende por isogameto la célula sexual que se une con otra que tiene los
mismos caracteres morfológicos.

Como neologismo del s. XX esta palabra fue acuñada en 1935 en inglés a partir
del término gameto.

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3. BIBLIOGRAFÍA

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