Está en la página 1de 20

SAN JUAN DE LA CRUZ, POETA DE POETAS

Diego Valverde Villena

La palabra más cercana a lo que sienten los poetas cuando entran en San Juan es
maravilla. No la maravilla actual, rebajada, que se usa en cualquier circunstancia, sino
la maravilla original. La de la etimología, mirabilia, “las cosas admirables”, “los
hechos y objetos raros y maravillosos”. La Mirabilia de Eduardo Mitre, el Undr de
Borges.
(Esa maravilla inexplicable que es también la poesía. Porque San Juan también
es símbolo de la poesía. San Juan es la poesía.)
Los poetas se acercan a San Juan, paladean las sílabas en voz alta, copian los
versos como niños en su cuaderno, miran al trasluz las páginas por ver que no se les
escape nada. Lo leen y releen, y cuanto más lo saborean más lo entienden, menos lo
entienden. Lo que sí saben, más y más en cada lectura, es que están ante algo extraño
y asombroso, a la vez lejano y cercano, como si les hablaran en una lengua ignota que
de repente comprendieran porque la aprendieron de niños, en un sueño… Saben que
están ante un misterio. El Misterio de la Poesía.
Reconocen que están en contacto con lo sagrado. Y actúan como actuaban los
que vivieron junto a San Juan, que sabían de sus milagros y que se apresuraban a
conseguir una reliquia, un mero pedacito de tela vestida por San Juan que los protegiera
y los guiara.
¿Y cuál es la reliquia más valiosa de San Juan para los poetas? Sus versos. Un
verso de San Juan signa con Gracia Poética cualquier composición. Es como si el
propio San Juan administrara el Bautismo a un poema, a un libro.
Y así, los poetas sellan sus obras con versos de San Juan: el máximo
reconocimiento. ¿Cuántos títulos son un verso de San Juan, esos versos autónomos,
que funcionan, aun exentos, como fórmulas invencibles de magia poética? Juan Ramón
Jiménez publica en 1911 La soledad sonora. Emilio Adolfo Westphalen pone a su
primer libro el título Las ínsulas extrañas. Y Las ínsulas extrañas se titula también la
“Variación VII” de El Contemplado de Pedro Salinas.
Miguel Hernández nombra así algunos de sus poemas: “Vuelo vulnerado”,
“Cántico corporal”, “El silbo de la llaga perfecta”. El silbo vulnerado era el primer
título del libro que acabaría llamándose El rayo que no cesa.
Jorge Guillén se acoge también al Cántico llamando así a su primer libro,
Cántico. Y Blas de Otero es aún más claro: su primera obra, de 1942 (cuando se
conmemoraban los 400 años del nacimiento de San Juan) se llama directamente
Cántico espiritual.
La Noche oscura también es una fuente de inspiración para los títulos. Lezama
Lima y el Presbítero Ángel Gaztelu llaman Nadie parecía. Cuaderno de lo Bello con
Dios a la revista que fundan en 1942, en la que colaborarán Juan Ramón Jiménez, Jorge
Guillén, Altolaguirre, Moreno Villa y Alfonso Reyes.
Ese nombrar con San Juan no es sólo de la primera mitad del s. XX. Los
bautismos sanjuanistas no tienen fin, a uno u otro lado del océano. En 1980 Carmen
Conde publicó La noche oscura del cuerpo, título que también usará Jorge Eduardo
Eielson (Noche oscura del cuerpo, 1983). En 1996, Luis Alberto de Cuenca presenta
Por fuertes y fronteras. El poeta colombiano Fernando Charry Lara agrupa en 1986
tres de sus poemarios bajo el nombre de Llama de amor viva. Otro colombiano, Darío
Jaramillo, llama a una antología suya Aunque es de noche (2000).
Hay otra vertiente de estas “filacterias poéticas”: poner unos versos de San Juan
como epígrafe. Lo hizo Lezama Lima para acompañar a sus primeros poemas,
publicados en 1936 en la revista Grafos. Son dieciocho décimas, que llevan dos versos
propiciatorios de la estrofa 22 del Cántico: “En solo aquel cabello/ que en mi cuello
volar consideraste”.
Claudio Rodríguez acompaña su “Canto del despertar” de Don de la ebriedad
con estos versos: “… y cuando salía/ por toda aquella vega/ ya cosa no sabía...”.
Los versos de San Juan son como una especie de talismán poético, auguran
protección literaria a los textos. Los libros se vuelven “poéticamente sagrados” al
inscribirles las palabras de San Juan.
Los poetas leen y releen a San Juan, fascinados. ¿Cuáles son los siguientes pasos?
Ahondar en la lectura y compartir su fascinación. Y ambos pasos nos llevan a lo mismo:
a la traducción.
¿Han probado a traducir? Pruébenlo: es una gran cosa. No para publicar, sino
para ustedes mismos, para ir más al fondo del texto, más adentro. Juan Rulfo tradujo a
Rilke para disfrutarlo mejor, para llegar más a Rilke. Se conservan sus cuadernitos,
primero con los poemas a mano, una vez cotejadas las traducciones previas. Luego,
pasados a máquina, con más anotaciones posteriores… Todo es ver opciones, intentar
que una lengua fluya en la otra, sentir la voz del autor como una voz interior, entrar
más en el poema…
Edith Stein hace algo parecido: trabaja primero con las traducciones previas y
después, necesitando una mayor cercanía, un acceso más directo, acomete ella misma
una nueva traducción de San Juan para llegar más a él, para acceder al sentido profundo
y conocerlo mejor.

Para traducir hay que estar en consonancia con el original. Una lista de
traducciones es una lista de preferencias, de amistades, de invitados a la mesa propia
del inacabable festín de la Literatura. Cristina Campo –en el siglo Vittoria Guerrini, la
escondida luz de las reuniones de la editorial Adelphi, la sutil inteligencia adorada por
Guido Ceronetti y Roberto Calasso– llevó a su escogida mesa a John Donne, George
Herbert, Henry Vaughan, Richard Crashaw1, T. S. Eliot, Emily Dickinson, William
Carlos Williams, Friedrich Hölderlin, Hugo von Hofmannsthal, Eduard Mörike,
Simone Weil… No es de extrañar que también publicara en 1963, inadvertida y sigilosa
bajo el seudónimo de Giusto Cabianca, varios poemas de San Juan: fragmentos de la
Subida del Monte Carmelo (los mismos que habían inspirado a T. S. Eliot), la Noche
oscura, la Llama de amor viva, las “Coplas sobre un éxtasis de alta contemplación” y
la “Suma de la perfección”.

1
Entre los poemas que tradujo está su Himno a Santa Teresa.
El poeta polaco Stanisław Barańczak, traductor de Shakespeare, de Gerard
Manley Hopkins, de George Herbert, de Vaughan, de John Donne, de Andrew Marvell,
y también de Emily Dickinson, Eliot, Auden, Frost, Celan, Heaney, Simic o Brodsky,
tradujo en 2010 varios poemas de San Juan.

Quizá el motivo más curioso para traducir a San Juan lo muestre Seamus Heaney.
En su poema “Station Island XI”, dentro del libro Station Island (1984), nos dice:
Como los prismas del kaleidoscopio
me zambullí en una alberca de agua lodosa
que surgió como un maravilloso buque faro

Y tras sus cristales borrosos el rostro de un monje


que me había hablado hace años tras una rejilla
habló de nuevo sobre la necesidad y la opción

de salvar todo, de volver a contemplar


el cenit y las vislumbradas joyas de todo regalo
erróneamente soslayado…

Lo que se volvió nada puede siempre llenarse de nuevo.

“Lee los poemas como oraciones”, me dijo, “y en penitencia


tradúceme algo de Juan de la Cruz2”.

Vuelto de España a nuestro resquebrajado yermo,


con sus consonantes aspiradas, su frente reluciente,
me hizo sentir que no había nada que confesar.

Y entonces su paso de sandalias me movió a esto:

2
“Juan de la Cruz” en español en el original.
How well I know that fountain (Que bien sé yo la fuente que mana y corre…)3

La otra forma de compartir es comentar. Son muchos los poetas que,


maravillados por San Juan, se ven compelidos a comentarlo.
En nota manuscrita conservada en Puerto Rico, Juan Ramón4 asevera: “Poesía
es, sin duda, estado de gracia. San Juan de la Cruz, Bécquer, son como los santos de
Apolo”.
Jorge Guillén anota: “ningún poeta español inspira una adhesión más unánime
que San Juan de la Cruz”. Borges dirá de la poesía de San Juan que es “la más
encendida obra de la lengua castellana”.
Álvaro Mutis comenta en una larga entrevista sus años en el Colegio Nª Sª del
Rosario. Allí daba clase de Literatura el poeta Eduardo Carranza, que hacía conocer a
sus alumnos a Antonio Machado, Garcilaso, Lope, Quevedo, Góngora, “hasta llegar al
más alto ejemplo, el más deslumbrante, cuya sola mención es ya tocar uno de los
instantes más absolutos a que ha podido llegar un poeta, que es San Juan de la Cruz”5.
En una de sus cartas desde la cárcel a Elena Poniatowska, Mutis le dice los siete
idiomas que habla el mar según la hora del día: latín, griego clásico, árabe, bajo sajón,
“otro con el último rayo de sol que es el francés de Proust cuando habla con Balbec,
otro a las ocho de la noche que es el español de San Juan de la Cruz y otro a la media
noche que es el que hablan todos los amantes del mundo”.

3
“As if the prisms of the kaleidoscope/ I plunged once in a butt of muddied water/ Surfaced like a fabulous lightship//
And out of its silted crystals a monk’s face/ That had spoken years ago from behind a grille/ Spoke again about the
need and chance// To salvage everything, to re-envisage/ The zenith and glimpsed jewels of any gift/ Mistakenly
abased...// What came to nothing could always be replenished// “Read poems as prayers,” he said, “and for your
penance/ Translate me something by Juan de la Cruz.”// Returned from Spain to our chapped wilderness,/ His
consonants aspirate, his forehead shining,/ He had made me feel there was nothing to confess.// Now his sandaled
passage stirred me on to this:// How well I know that fountain, filling, running,/ Although it is the night. [...]”. La
versión en español es mía.
4
Ricardo Gullón, en sus Conversaciones con Juan Ramón, nos habla del poeta leyendo en voz alta el Cantar del alma
que se huelga…: “Que bien se yo la fonte que mana y corre,/ aunque es de noche”.
5
En el libro de Eduardo García Aguilar Celebraciones y otros fantasmas. Una biografía intelectual de Álvaro Mutis,
Bogotá, 1994.
Rafael Cadenas hace un intento de acercamiento a San Juan en sus Apuntes sobre
San Juan de la Cruz y la Mística. Al final, se queda balbuciendo desde el asombro ante
el misterio.

La poesía de Juan de Yepes fascina y deslumbra. Su encanto es tal, que es difícil


sustraerse a su influencia. A ambos lados del Atlántico, los versos de San Juan son la
marca de agua del papel sobre el que escriben la Gabriela Mistral de Desolación, Cintio
Vitier, Fina García Marruz, Eliseo Diego... El volumen de la BAE con los poemas de
San Juan está lleno de subrayados y anotaciones de un Leopoldo Marechal que está
buscando su camino en la literatura y en la vida. Más adelante escribirá el prólogo de
la edición del Cántico espiritual de la colección Clásicos Castellanos que dirige
Manuel Mujica Lainez. Sus Odas para el hombre y la mujer (1929), Laberinto de amor
(1936) y sus Sonetos a Sophia y otros poemas (1940) tienen un sustrato sanjuanista que
aflora claramente en poemas como “El ciervo herido”.

Y no sólo es la impronta de su poesía; también, a veces, influye en la forma.


Parte del Cántico espiritual de Blas de Otero está escrito en liras. El buque, la obra del
argentino Francisco Luis Bernárdez 6 de marchamo sanjuanista, de 1935, está
compuesta por 160 liras.
Gerardo Diego –pensemos en su poema “Rosa Mística”, en Imagen– y Huidobro
se ven cautivados por las metáforas insólitas, la ruptura del discurso lógico, la
vaguedad onírica de San Juan, que producen asombro y extrañeza en el lector.
Paul Valéry lo descubre en 1910 al leer la versión francesa de 1615 del P. Cyprien
de la Nativité de la Vierge, Oeuvres spirituelles. En 1941, en el prólogo a los Cantiques
spirituels, recuerda la impresión que le hizo la lectura de la obra de San Juan, de los
poemas y también de las explicaciones. Dice allí: “El sistema empleado por Juan de la
Cruz para comunicar lo que se puede denominar harmónicos de su pensamiento místico,
en tanto que este pensamiento expresa por sí mismo un descubrimiento en la visión
inmediata, podría ser empleado al servicio de todo pensamiento abstracto o profundo,

6
Su libro El ruiseñor, de 1945, incluye el poema “Estampa de San Juan de la Cruz”.
de aquellos que pueden sin embargo excitar una emoción” 7 . A Valéry le asombra
primero la destreza como traductor el P. Cyprien, su capacidad para adaptar de forma
natural los versos de San Juan al francés. Y, como poeta, a Valéry le interesa también
el comentario metapoético de San Juan sobre su obra que, para intentar explicarla,
escribe una prosa profundamente poética, que abre sentidos y sugerencias a sus versos.
Y, con ello, todas las opciones que ese “comentar metapoético” ofrece a los poetas
modernos.
Thomas Merton8 apunta: “San Juan se nos revela no en alegoría […] sino en
símbolo. Y el símbolo es un medio mucho más poderoso y efectivo que la alegoría. Es
más verdadero porque es más directo y más íntimo. No necesita ser resuelto y explicado
por la razón. Los símbolos que nacen de las profundidades del corazón de San Juan de
la Cruz despiertan símbolos afines en las profundidades del corazón que lo ama”.

Habrán visto que los ejemplos que les estoy poniendo son del siglo XX, que en
el siglo XX ha habido un aluvión de alusiones a San Juan. Es curioso y significativo
que San Juan nos hable más a medida que avanzan los tiempos. Tras él han venido el
Barroco, la Ilustración, el Sturm und Drang, Wordsworth, Bécquer… ¡Y las
Vanguardias! Y tras todo este tiempo y todos estos movimientos vislumbramos más de
San Juan. Comprendemos mejor a San Juan desde el Cubismo, desde el Dadaísmo,
desde el Surrealismo, el Expresionismo… San Juan podría ser cubista con su
superposición y simultaneidad de escenas; expresionista con sus perspectivas y sus
colores extremados, esas sensaciones fuertes del Paraíso; dadaísta con sus balbuceos y
dislates; surrealista con su delirio onírico. Y el cine y la música: los silencios extremos
de John Cage, los sonidos extraños y confrontados de Charles Ives, que se acercan, se
encuentran y se alejan en la noche. Las perspectivas y luces del cine expresionista, las
narraciones sincopadas de Orson Welles…
Con cada nueva visión, con cada nueva perspectiva, apreciamos más a San Juan,
cada vez es más nuestro interlocutor. Cada avance hace que lo entendamos más, que

7
La versión es de Juan Carlos Díaz de Atauri, traductor de Paul Valéry, Estudios literarios, Madrid, 1995.
8
Merton también puso un título sanjuanista a uno de sus libros de poesía, The Strange Islands, en 1957.
encontremos más caminos para disfrutarlo. San Juan es asombrosamente cercano,
como sugería Thomas Merton, pero es aún más cercano después de que hayamos visto
las obras de Chagall, de Ernst, de Magritte… Después de que hayamos visto las
películas de Orson Welles. Después de que hayamos oído las músicas de Hindemith y
de Messiaen. Ellos ensanchan nuestra percepción, la amplían, y podemos ver más a
San Juan.
Hay que ser absolutamente moderno, decía Rimbaud. Y si hay alguien que es
moderno, que siempre es moderno, ése es San Juan. San Juan que siempre está por
delante porque está fuera del tiempo, está más allá del tiempo, mira el mundo desde
otra parte, con otra perspectiva, como lo hacía con su Cristo Crucificado.
San Juan aparece en los poetas modernos aun sin que lo nombren explícitamente.
Él está detrás de todo: es la luz escondida que proyecta la sombra que son los poemas
del siglo XX.

Pero vayamos al siguiente paso, al siguiente nivel. Hemos visto a poetas que
toman versos de San Juan, que se ven influidos por sus versos de varios modos, que lo
traducen, que lo comentan, que lo analizan…
Vayamos ahora con los poetas que hablan directamente con él, que lo injertan en
sus poemas. Poemas que se convierten, así, en una conversación poética con San Juan.
T. S. Eliot había leído a San Juan muy joven, cuando estudiaba en Harvard. Y
unos diez años después, justo antes de su conversión, había escrito algunas notas sobre
él, incidiendo más en el lado de la mística que en el lado de la poesía. Pero más adelante,
mucho después, cuando escribe sus cruciales Four Quartets, lo tiene muy en cuenta,
como podremos observar.
El primero de sus Four Quartets se titula Burnt Norton. Había sido publicado
antes de los Cuartetos como poema exento. Lo había escrito mientras trabajaba en
Asesinato en la Catedral, su obra teatral sobre Santo Tomás Beckett. En su sección V
dice: “El detalle del patrón es el movimiento/ como en la figura de los diez peldaños”9
Son los diez pasos en la escala del amor místico de la Noche oscura.
El segundo de los Cuartetos es East Coker. Allí leemos: “Para llegar a lo que no
sabes/ Debes ir por el camino que es el camino de la ignorancia./ Para poseer lo que no
posees/ Debes ir por el camino del desposeimiento./ Para llegar a lo que no eres/ Debes
ir por el camino en el que no eres”10. Las palabras siguen casi literalmente la traducción
de E. Allison Peers de la Subida del Monte Carmelo, I, XIII11.

Y entramos ya en la conversación, en la charla, en la familiaridad y cotidianeidad


con San Juan. San Juan aparece por doquier, no sólo en la lectura o la meditación, sino
en cualquier contexto: a tan alto grado llega su compañía, su palabra, su presencia.
Comencemos con José Hierro. Veamos cómo hasta en un pub se le aparece Juan.

“Yepes cocktail” (de Libro de las alucinaciones, 1964):

Juan de la Cruz, dime si merecía


la pena descolgarte, por la noche,
de tu prisión al Tajo, ser herido
por las palabras y las disciplinas,
soportar corazones, bocas, ojos
rigurosos, beber la soledad…

–¿Otro whisky?

La pelirroja

9
“The detail of the pattern is movement,/ As in the figure of the ten stairs”.
10
“In order to arrive at what you do not know/ You must go by the way which is the way of ignorance./ In order to posess
what you do not posess/ You must go by the way of disposession./ In order to arrive at what you are not/ You must
go through the way in which you are not”. La versión en español es mía.
11
“In order to arrive at that which thou knowest not,/ Thou must go by a way which thou knowest not,/ In order to arrive
at that which thou possessest not,/ Thou must go by a way that thou possessest not./ In order to arrive at that which
thou are not,/ Thou must go through that which thou art not”.
–caderas anchas, ojos verdes–
ofrece ginebra a un amigo.
Hombros y pechos le palpitan
en el reír. ¡Oh llama de amor viva,
que dulcemente hieres!…

Junto al embajador de China,


detrás de la cantante sueca,
el agregado militar
de Estados Unidos de América,
Juan de la Cruz bebe un licor
de luz de miel…

(Dime si merecía
la pena, Juan de Yepes, vadear
noches, llagas, olvidos, hielos, hierros,
adentrar en la nada el cuerpo, hacer
que de él nacieran las palabras vivas,
en silencio y tristeza, Juan de Yepes…
Amor, llama, palabras: poesía,
tiempo abolido… Di si merecía
la pena para esto…)

El aplaudido
autor con el puro del éxito,
la amiguita del productor
velando su pudor de nylon,
las mejillas que se aproximan
femeninamente: «Mi rouge
mancha, preciosa...» (Mancha amor
cuando en las bocas no hay amor.)

(Juan de la Cruz, dime si merecía


la pena padecer con fuego y sombra,
beber los zumos de la pesadumbre,
batir la carne contra el yunque, Juan
de Yepes, para esto… Vagabundo
por el amor, y huérfano de amor…)

San Juan es poeta nuestro, pero no sólo nuestro. En otras latitudes también
conversan con San Juan, el poeta universal.

Charles Simic, serbio transplantado a los EE. UU. que escribe en inglés, cita
varias veces a San Juan en sus poemas, como referencia, como guiño, como
personaje…
Así en “The Cure” (“La cura”) de su libro Charon’s Cosmology (1977):

“… En abyecta sumisión, ofrezco


La simplicidad de este instante,
El Oficio Divino del plato vacío
Temporada de apareamiento
De la mano y la copa,
Respetuoso homenaje
Del vino a la luz,
Claridad
Con la que hablo, con la que discuto...

Dicen de San Juan de la Cruz


Que estaría sentado,
Tal como estoy yo sentado ahora
En un lugar pequeño y oscuro,
Y a través de una ventana
Vería un paisaje lejano”12.

Lo tiene presente, como José Hierro. Piensa en San Juan mientras ve el mundo. Otro
poema suyo, “El iniciado” (“The Initiate”, en The Book of Gods and Devils, 1990)
comienza así:
“San Juan de la Cruz llevaba gafas oscuras/ Cuando pasó a mi lado por la calle,/ Santa
Teresa de Ávila, bella y grave,/ Me dio la espalda.// ʽAlma gemelaʼ, bisbisearon. ʽYa
es horaʼ”13
Y en Jackstraws lo vemos con un inesperado compañero: “Largas horas de la noche;
San Juan de la Cruz/ Y Blas Pascal polizontes en un coche patrulla” 14

Vayamos ahora con otro íntimo de San Juan, Gonzalo Rojas. Rojas, también
amigo de la Santa, nieto de Quevedo, hermano de Celan, ahijado de Vallejo… Siempre
habla de “nuestro Juan de Yepes”, al que llama “rey del idioma”.
Gonzalo Rojas, tan pariente y amigo de todos, tan receptivo a lo que le enseñan
todos los poetas que en el mundo han sido. Ah, pero Juan… Juan es otra cosa. Juan es
siempre otra cosa. Juan es Juan.
A Juan lo sueña.

“El domingo en persona soñé con Juan de Yepes” (de Desconocido lector, 1990):

Soñar con mariposa es párpado,

12
… In abject submission, I offer/ The simplicity of this instant,/ The Divine Offer of the empty plate,/ Mating season/
Of the hand and the glass,/ Respectful homage/ Of the wine to the light,/ Clarity/ That I talk, that I quarrel with...// They
say of St. John of the Cross/ That he would sit,/ Just the way I’m sitting now/ In a small dark place,/ And through a
window/ Gaze at a distant landscape”. “The Cure”, in Charon’s Cosmology, 1977. Las versiones en español son mías.
13
St. John of the Cross wore dark glasses/ As he passed me on the street./ St. Theresa of Avila, beautiful and grave,/
Turned her back on me.// “Soulmate,” they hissed. “It’s high time”.
14
“Long hours of the night; St. John of the Cross/ And Blaise Pascal the cops in a patrol car”.
con abismo
destello, con Juan tirado ahí encima
de los tablones de su celda aura
y sílaba hambreada de Dios,
encantamiento
con desollamiento,
música
con espinas a eso
de las 6,
piel
al Uno unido, vaciado
el sentido.

De donde se deduce que todo Juan es Juan,


todo seso martirio,
todo obstáculo entonces pétalo azuceno
donde morar páramo,
olfato
de perder, vaciado el sentido.

Aire hace así cántico, sólo aire así


hace cántico
desencarnado, contra el escarnio, estrellas
hace altas con
aceitamiento espontáneo,
sin ruido,
vaciado el sentido.

Actualmente no hay Juan, pasa gente, a lo sumo


pasa y duerme codicia
blanca, tristeza
duende, la figura
de su rencor,
falta
Juan,
de repente aparece uno que otro
volando a tres metros por allí pero falta Juan, el
ventilado del barranco, sin
ruido, vaciado
el sentido.

No llegó a México, pudo


haber venido por orden de Doria según la historia
del aire, alado de sí, sin más motor
que el de su éxtasis, hubiéramos hablado
de volcanes,
sin ruido,
vaciado el sentido.

Es el turno de otro chileno, Óscar Hahn. Esta vez no es él quien habla


directamente con San Juan. Es otro quien conversa con San Juan a través del tiempo.
De su libro En un abrir y cerrar de ojos, de 2006, “San Juan de la Cruz escucha a Miles
Davis”:

I. SAN JUAN EN EL CALABOZO (TOLEDO, 1577)

La trompeta flamea, serpentea, relampaguea


Su quejido metálico

se hunde y difunde exclama y reclama


un no sé qué que queda balbuciendo

Es el Arcángel San Gabriel dice el Santo


Es el Arcángel que me llama desde el futuro

Es el Arcángel cuya piel es más negra que la noche


y brilla como las heridas de mi alma

Es el sonido de la trompeta como un cauterio suave

II. MILES DAVIS EN EL CALABOZO (NEW YORK, 1959)

Los tornados me dan el viento que necesito


para tocar mi trompeta

Oh toque delicado que a vida eterna sabe

Y vi que por la ventana del calabozo


entraba un halo de luz y que en el aire
flotaba una Aparición fulgurante

(Son alucinaciones de la droga Dios mío)

Para ahuyentar al espectro tomé mi trompeta y toqué

Y mientras tocaba el rostro de la Aparición


tenía una expresión como de éxtasis y dijo:

“La música callada la soledad sonora”


Sentí que me crecían alas en la espalda
y empecé a levitar

Entonces apareció un graffiti en lo alto de la pared


que decía:

Que bien sé yo la fuente que mana y corre


aunque es de noche

Y la sangre que manaba de mi cabeza


por los golpes que me dio el policía
iluminó la celda y dejó de correr

alrededor de la medianoche

Volvamos a Simic. En un ensayo recogido en Orphan Factory hace toda una


declaración poética: “Si creo en algo, es en la noche oscura del alma. El
sobrecogimiento es mi religión, el misterio es mi iglesia”.15

No debemos olvidar que Simic, tal como Heaney y otros poetas, leen a San Juan
en traducción. Robert Frost sostenía que la poesía es aquello que se pierde en la
traducción. Para Simic es al revés: la poesía es lo que sobrevive a una mala traducción.
Y, realmente, ellos se enfrentarían con una doble traducción: la de una lengua a
otra y la previa, la que ocurre dentro del poeta. Platicaba sobre ello en el Cairo con mi
amigo Mohamed Abuelata, príncipe de traductores y espejo de filólogos, sobre que
toda poesía es, a su vez, una traducción: la que hace el poeta al trasladar al papel la
idea que bulle en su cabeza.

15
“If I believe in anything, it is the dark night of the soul. Awe is my religion, and mystery is my church”.
Y esto es aún más así en San Juan. San Juan dice todo y más… un no sé qué.
Queremos ver qué nos dice, lo interpretamos de uno y otro modo… y siempre hay más.
Su poesía está llena de significados, de sentidos… En él todo es más fuerte, más
poderoso, más vívido… como en el Paraíso. Y es como si hablara la Lengua del Paraíso
y la estuviera traduciendo. Por eso es otra cosa, porque está traduciendo. Tiene que
adaptar a nuestra comprensión –y a la suya propia– otra lengua, otra visión del mundo,
otra perspectiva.
San Juan quiere comunicarnos la lengua de los sueños. Una lengua como el canto
de los pájaros, como el canto de los ángeles. San Juan traduce para nosotros la lengua
del Espíritu.
Es la que hablaba por boca de los apóstoles en Pentecostés.
Por eso produce una profunda conmoción leerlo, incluso un arcano terror de
acceder a lo sagrado.
Leer a San Juan nos lleva a Lo que está detrás de su escritura, al Gran Inspirador.
Leer a San Juan nos comunica con la Gracia. A través de él nos habla el Espíritu.

Para cerrar esta charla quisiera volver sobre su título “Juan de la Cruz, poeta de
poetas”. En español se da un juego de palabras que no se da en otros idiomas. Por un
lado, la expresión es equivalente al superlativo hebreo de “cantar de cantares” o “rey
de reyes”. Pero, por otro lado, me refiero a lo que se diría en inglés “a poet’s poet”, es
decir, un poeta de poetas, en el sentido de que es especialmente apreciado por los poetas,
que los poetas lo valoran más que otros lectores, precisamente porque conocen el
mester “desde dentro”. Los magos aprecian mejor los trucos, ven cuándo un truco es
barato o alto, e incluso pueden vislumbrar cuándo no hay truco.
Como hemos visto en comentarios, traducciones, referencias, injertos y
presencias, San Juan es considerado como un Príncipe de los Poetas. Eso sería bastante
lógico si quien consiguiera ese preciado título dedicase su vida y su empeño a la poesía,
si su vocación se enfocase a la poesía. Pero con San Juan vemos algo distinto. Él es el
Príncipe de los Poetas sin proponérselo, sin buscarlo. Si a Spenser, a Lope, a Celan les
hubieran preguntado qué eran, habrían respondido sin dudar “poeta”. Pero para San
Juan la poesía, con ser alta labor, es secundaria. Lo que es San Juan es fraile: un
carmelita descalzo. ¿Cómo es el mayor poeta alguien que ni siquiera se consideraría
poeta por encima de todo, un poeta que no pretende ser poeta, que busca otra cosa, que
tiene otro anhelo?
Quizá la respuesta está en un ensayo del poeta Enrique Andrés Ruiz en el que
habla de Juan Eduardo Cirlot: “[…] Cirlot, igual que San Juan, igual que Juan Ramón,
es y no es un poeta, hace y no hace poesía, porque su poesía, como la de todo metafísico
[…], va de paso, no se detiene en ser esa cosa artística, decorativamente artística que
puede ser un poema, sino que más bien (como sugería cierta intuición de Dámaso
Alonso sobre el germen del conceptismo en San Juan) se sirve de lo poético para
abandonarlo después, sin importarle mucho la poesía como arte, que queda reducida a
una nada, que queda atrás mientras el hombre fronterizo que es el poeta sigue su camino,
espoleado por un amor más lejano, y seguramente hacia el fracaso”16
San Juan valora su poesía, sabe que es creación suya. Cuando la madre
Magdalena le pregunta de dónde le vienen esas palabras que escribe, responde: “Hija,
unas veces me las daba Dios y otras las buscaba yo”.
Pero, en el fondo, sabe también que él es un canal para la expresión del Espíritu,
de la Gracia. Flannery O’ Connor lo anotaría así en su diario: “No me dejes pensar,
querido Dios, que he sido algo más que un instrumento para tu historia –del mismo
modo que la máquina de escribir ha sido el mío-”.

Hemos oído durante estos fructíferos días los versos de San Juan una y otra vez,
con diversas voces y diferentes tonos. Sus palabras nos acompañan, nos alientan,
resuenan en nuestro interior para hacer acorde con nuestras almas. Quiero cerrar mi
charla, sin embargo, con un poema que no es de San Juan.
Es un poema de Zbigniew Herbert que entronca con lo que estábamos
comentando, que habla de esa anonimia que ya no importa cuando se ha alcanzado un

16
Andrés Ruiz, Enrique, “Cirlot dentro y fuera”, en Nueva Revista, 30 de julio de 2001.
nivel extraordinario, cuando se está ya en un arte que mira más allá del arte. Cuando el
artista se ha fundido ya con la obra de arte y son uno.
Entonces, pidiendo la bendición, la protección y la guía de San Juan, les leo Los
Antiguos Maestros17 (del libro Informe de la ciudad sitiada y otros versos, 1983) que
es una oración, una sutil acción de gracias y una plegaria. Una oración que es un poema,
o un poema que es una oración. Una oración que pide Gracia.

Los Antiguos Maestros


se las arreglaban sin nombres

sus firmas eran


los blancos dedos de una Madonna

o las rosadas torres


di città sul mare

y también escenas de la vida


della Beata Umiltà

se diluían
en su sogno
miracolo
crocifissione

encontraban refugio
bajo los párpados de los ángeles
tras colinas de nubes
en la espesa hierba del paraíso

17
Traducción de Xaverio Ballester.
se hundían sin dejar rastro
en áureos firmamentos
sin un grito de espanto
sin pedir ser recordados

la superficie de sus cuadros


es lisa como un espejo

no son espejos para nosotros


son espejos para los elegidos

yo os invoco Viejos Maestros


en los duros momentos de la duda

haced que se me caiga


la piel de serpiente del orgullo

que me quede sordo


a la tentación de la fama

yo os invoco Antiguos Maestros

Pintor de la Lluvia de Maná


Pintor de los Árboles Bordados
Pintor de la Visitación
Pintor de la Sagrada Sangre

También podría gustarte