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Hernández Mata, Leonardo R.

Maestría en Análisis Conductual – UCV

ANÁLISIS EXPERIMENTAL DE LA AGRESIÓN

Dentro de la Psicología, sea quizás el Análisis Experimental de la Conducta,


quien más atención ha puesto al análisis de la conducta de la agresión. Las
descripciones en este campo se remontan a los años 50, y entre otras cosas, el
interés está dirigido a descubrir cuáles son los mecanismos que controlan el
comportamiento agresivo. Algunas de estas explicaciones se han dado desde la
perspectiva etológica y psicológica. Esta última ha contado con las aportaciones de
las teorías psicodinámicas y del análisis conductual.
Para las teorías psicoanalíticas, representadas inicialmente por Freud, la
agresión es un instinto fundamental, mientras que para los etólogos como Konrad
Lorenz (1966; cp, Mischel, 1979), la agresión es un instinto de pelea en el hombre
y en los animales dirigido contra los miembros de su propia especie, lo que alude a
la agresión desde el punto de vista filogenético (Ribes, 1978). Dollard y Millar
(1950; cp, Mischel, 1979), subrayan la importancia del aprendizaje en la
socialización y canalización del impulso agresivo, y sin embargo en la agresión ven
un impulso básico que exige expresión directa o indirecta.
De acuerdo a Mischel (1979), la agresión y el sexo son las dos clases de
conducta que más problemas producen en nuestra cultura. Específicamente en lo
relativo a la agresión, esta es una conducta tendiente a causar daño físico o
perjuicio a los demás.

1.- Formas de medir la agresión en el Análisis Experimental de la


Conducta.

En las investigaciones revisadas (compendio de abstract del Journal of the


Experimental Analysis of Behavior) se consigue poca información sobre una

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definición operacional que permita el estudio exhaustivo del comportamiento de
agresión. En líneas generales se utiliza la tasa de ocurrencia de uno o dos
comportamientos discretos.
Por ejemplo, en un artículo sobre el análisis experimental de ciertas
emociones, Skinner (1959), se refiere a la agresión como “conducta de ataque”, y
posteriormente se refiere al término “agresión”, siendo difícil diferenciar cuándo el
investigador se refiere a uno u otro término, y la topografía precisa de cada
término. Algunos ejemplos que se refieren a la conducta de ataque (objetos
animados e inanimados) y su frecuencia de ocurrencia, son: Azrin, Hutchinson &
Sallery, (1964); Azrin, Hake & Hutchinson, 1965; Gentry, (1968); Azrin, Hutchinson
& Hake, (1966); Azrin, (1970).
Se utiliza también comportamientos más discretos tales como “morder”
(Azrin, Rubin & Hutchinson, 1968; Ulrich, Wolffe & Dulvaney, 1969; Azrin, 1970);
comportamientos como “picar” y vocalizaciones (Rashotte & Looney, 1974; Rasote,
Katz, Griffin & Wright, 1975). El problema metodológico que trae utilizar
comportamientos tan discretos es que no permiten concluir a la hora de hablar de
comportamientos que topográficamente son tan complejos como la agresión.
Además, es importante tener en cuenta que dichos comportamientos no se
dan exclusivamente en situaciones de agresión.

2.- La agresión como unidad de análisis.

El punto de vista psicoanalítico y etológico, admite que el comportamiento


agresivo forma parte del repertorio de los instintos básicos. Los etólogos,
principalmente, consideran que la mayor parte de la agresión dentro y entre las
especies es de naturaleza innata, y que el ambiente desempeña exclusivamente el
papel de desencadenador (Ribes, 1978). En este sentido, Ribes (1978), plantea,
que de ser cierta tal afirmación, los etólogos estaría justificando científicamente la
inevitabilidad de la guerra y de la violencia en las relaciones entre los seres
humanos.

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Los analistas experimentales de la conducta no intentan desautorizar a los
etólogos en este sentido, sin embargo, analizando el problema desde una óptica
ambientalista, proponen un abordaje distinto al tema de la agresión. Skinner
(1959), en un experimento en donde se refuerza a una paloma por atacar a otra,
destaca de una manera precisa, los comportamientos productos del
condicionamiento de los comportamientos fillogenéticos. En este estudio menciona
comportamientos como “el picoteo defensivo hacia su opuesto”, que han sido
producto del condicionamiento, y comportamientos tales como “correteos
alrededor de la jaula, gorjeo característico, y erección de plumas” que pertenecen
a los comportamientos etológicos. En otras palabras, el análisis experimental de la
conducta admite la presencia de un componente estrictamente filogenético en la
conducta agresiva, sin embargo, las investigaciones que se han desarrollando
dentro del AEC a partir de los años 50, han descubierto una serie de
determinantes ambientales de la agresión, cuyo control, permitiría, disminuir la
agresión filogenética, a su mínima expresión.
Los hallazgos en el AEC sobre el control de la agresión, dan razones
suficientes como para afirmar que una proporción bastante alta de la conducta
agresiva puede ser controlada mediante el manejo de contingencias, y que por lo
tanto, la misma está determinada ambientalmente (Ribes, 1978); en este sentido
podemos decir, más allá de la respuesta filogenético básica, que el
comportamiento agresivo es susceptible de ser aprendido, mantenido,
incrementado y extinguido, mediante el control de las contingencias ambientales.

3.- Componentes funcionales de la agresión

Difícilmente podemos decir que la adquisición y el mantenimiento del


comportamiento agresivo se encuentre controlado exclusivamente por un
paradigma de condicionamiento instrumental o pavloviano. Por lo general, aunque
muchos experimentos no lo mencionan, confluyen ambos en su manifestación.
Skinner (1959), menciona que los estímulos ante los cuales se refuerza la

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agresión, pueden convertirse en estímulos condicionados, haciendo evidente el
condicionamiento pavloviano, no obstante, la conducta de ataque estaba siendo
reforzada instrumentalmente. Es decir, la aparición de la conducta agresiva no va a
depender únicamente del manejo de contingencias, sino que además puede ser
elicitada por estímulos ambientales que fueron condicionados clásicamente (Ulrich,
1978). Por ejemplo, Lyon & Ozolins (1970), hicieron un arreglo experimental
condicionando un Ec inicialmente neutro (estímulo sonoro) con una descarga
eléctrica. Una vez realizado el condicionamiento, la presentación del estímulo
sonoro elicitaba la conducta de combate. Este tipo de aprendizaje se rige por las
variables generales que afectan el condicionamiento clásico, a decir, intensidad,
duración, naturaleza de los EI y de los Ec, los aspectos temporales como la
contigüidad, y las condiciones que extinguen o rompen el condicionamiento.
Algunos de los estudios descritos en este sentido, son:
- Estímulos inicialmente neutrales, mediante condicionamiento, pueden
adquirir la capacidad funcional de evocar el comportamiento de agresión
(Ulrich, Hutchinson y Azrin, 1965; Creer, Hitzing y Schaeffer, 1966;
Vernon & Ulrich, 1966; cp. Ribes, 1978);
- Los estímulos del contexto en los cuales la agresión ha sido reforzada
pueden convertirse en estímulos condicionados de la agresión (Skinner,
1959).

Desde el punto de vista del condicionamiento operante, las investigaciones


en agresión son abundantes. Los hallazgos han permitido confirmar la idea de que
la agresión puede ser instaurada, mantenida, incrementada y decrementada
mediante la manipulación de las contingencias, poniendo en buena medida el
control sobre el ambiente.

Los principales hallazgos son:


- Los estímulos aversivo producen agresión: Los choques eléctricos
producen agresión incondicionada a miembros de otra especie, de la

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misma especie o a objetos inanimados (Ulrich & Azrin, 1962; Azrin,
Hutchinson & Hake, 1967; Hutchinson, Azrin & Sallery, 1964; cp Ribes,
1978);
- Un fuerte chorro de aire produce agresión (Azrin, Hake y Hutchinson,
1965; cp. Ribes, 1978).
- La interrupción del reforzamiento produce agresión (Azrin, Hutchinson y
Hake, 1966).
- Bajo condiciones de deprivación alimentaria (variable de estado de
establecimiento), la conducta de agresión puede ponerse bajo el control
de reforzamiento con comida o agua; también bajo el reforzamiento
intracraneal y una gama muy amplia de reforzadores (Reynolds, Catania
& Skinner, 1963; Ulrich, Johnston y Wolff, 1963; Stachnik, Ulrich y
Mabry, 1966; cp. Ribes, 1978); y también puede incrementarse
mediante reforzamiento negativo (Hutchinson & Hake, 1967).
- La agresión puede utilizarse como reforzamiento para otra operante (Van
Hemel, 1972).
- El tipo de programa de reforzamiento puede favorecer la conducta de
agresión (Hutchinson, Azrin & Hake, 1966; Hutchinson, Azrin & Hunt,
1968; Cherek & Pickens, 1970).
- La conducta agresiva puede disminuirse mediante el uso del castigo
utilizando también estímulos aversivos (Baenninger & Grossman, 1969;
Robert & Blase, 1971).
- El reforzamiento de las conductas incompatibles, disminuyen la
frecuencia de las conductas de agresión (Selekman & Meehan, 1974).

4.- Limitaciones del AEC en el estudio de la agresión

a.- Los estudios mencionados hasta este momento hablan de conducta


agresiva utilizando como medida una sola conducta discreta (morder, picar) que
no puede dar razón de un comportamiento tan complejo como la agresión que es

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la suma de muchos comportamientos discretos. En los ambientes naturales, la
conducta agresiva se manifiesta de diversas maneras, situaciones que en
ambientes de laboratorio, difícilmente pueden simularse.

b.- Se menciona la conducta de “ataque”, sin embargo no se


operacionalizan. Difícilmente podemos entender a qué se refiere el investigador
cuando estudia tal comportamiento.

c.- Las restricciones del estudio del lenguaje a nivel animal, limitan el
abordaje de otros comportamientos a nivel humano, que pueden catalogarse como
conductas agresivas, como por ejemplo, ofensas verbales, gritos, etc.

d.- La exposición a situaciones experimentales de agresiones con sujetos


humanos, representa una restricción ética, y en consecuencia limita la
investigación.

5.- El estudio futuro de la agresión en AEC

a.- Una definición operacional precisa de los términos “agresión” y/o


“ataque” es fundamental para el avance de dicha línea . La complejidad en
términos conductuales de estos término puede generar restricciones a nivel de
laboratorio, que dificulten su estudio, en cuyo caso puede resultar más apropiado
desechar estos término para limitarse exclusivamente a estudiar comportamientos
discretos que se observan en la conducta de agresión.

b.- De acuerdo a los fines de la investigación, los arreglos de laboratorios


con animales, deben buscar simular con mayor precisión los ambientes naturales,
y las situaciones a las que se encuentran expuestos los seres humanos.

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c.- El desarrollarse de programas conductuales dirigidos a disminuir los
comportamientos agresivos en humanos en ambientes naturales altamente
agresivos (p.e., cárceles, instituciones de reclusión, etc.), permitiría, entre otras
cosas, identificar las restricciones que a este nivel humano, no puedan observarse
en el laboratorio animal.

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