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Materia: Psicología Jurídica

Trabajo: TAREA 5 FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y


GÉNESIS DE LA VIOLENCIA Y LA
AGRESIVIDAD.

Profesor(A): Arturo Torres Rico

Nombre de la alumna: Méndez García Claudia


Daniela
FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y GÉNESIS DE LA
VIOLENCIA Y LA AGRESIVIDAD.

Perspectiva biológica
Desde esta postura se podría mencionar que existe un elemento dentro del
organismo que puede dar pie a una conducta agresiva o violenta, existen modelor
y teorías que afirman este hecho. Una de ellas es la teoría genética, la cual postula
que las conductas agresivas son la consecuencia de diferentes procesos
bioquímicos y hormonales que se producen en el ser humano, poniendo de
manifiesto la relevancia que tiene en la aparición de conductas agresivas, la
genética y diversos aspectos hereditarios (Ramos, 2008 citado en Penalva, 2018).
Hace hincapié en la existencia de hormonas sexuales y hormonas agresivas en el
ser humano, siendo la noradrenalina, el principal agente estimulador de conductas
agresivas, y los esteroides de la corteza suprarrenal los responsables de incitar al
sujeto a manifestar este tipo de conductas (Mackal, 1983 citado en Penalva, 2018).
Esta teoría es reforzada por Rhee y Waldman (2002 citado en Penalva, 2018)
quienes en su estudio argumentan que no solo la presencia o ausencia de efectos
ambientales son los causantes de actos violentos, sino también el influjo de factores
genéticos de la agresividad y la heredabilidad.

Bases estructurales
• Función de la amígdala en la función agresiva:
Reacciones defensivas, como ira y agresión, han sido provocadas en diferentes
regiones del complejo amigdaloide. Las lesiones en este complejo producen
disminución en la conducta agresiva, disminuyéndose la excitabilidad emocional y
normalizándose la conducta social en individuos con graves trastornos de conducta
(Fagoaga y Sánchez, 2011).
• Modelos neuroquímicos
La agresión se ha relacionado con la presencia de distintos neurotransmisores,
especialmente con la Serotonina. Bajas concentraciones de este neurotransmisor
en el cerebro (WeilMalhherbe, 1971; Persky, 1985 citado en Carrasco y González,
2006) o una disminución de la actividad de las neuronas serotoninérgicas parecen
ser la base de los comportamientos agresivos de animales y humanos. Estos
resultados se han encontrado, principalmente, al estudiar la actividad del receptor
5-HT, así como el efecto de ciertos agonistas de la serotonina (Kandel et al., 2001
citado en Carrasco y González, 2006).
Recientemente se ha señalado la relación entre el incremento de la actividad del
sistema dopaminérgico y las conductas agresivas en humanos (Dolan et al., 2001
citado en Carrasco y González, 2006).
Además de con la Serotonina y la Dopamina, la agresividad se ha asociado al efecto
de la Adrenalina, que la mediatizaría, el GABA, que la inhibiría y de la Acetilcolina,
que parece incrementar tanto la agresión predatoria como la afectiva.
• Modelos neuroendocrinos
La agresión se ha relacionado con el efecto de las hormonas esteroideas,
especialmente la testosterona, la cual juega un papel crítico en la agresión
intraespecífica entre machos de diversas especies. Esto es debido a que esta
hormona está íntimamente relacionada con la reproducción y el apareamiento.
Diversos autores sostienen que, en humanos, el efecto de la testosterona sobre la
agresividad es menos clara (Kandel et al., 2001 citado en Carrasco y González,
2006).
Sin embargo, los hallazgos que asocian la capacidad de experimentar sentimientos
agresivos con la actividad gonadal masculina explicarían las mayores tasas de
conductas agresivas y violentas en los varones. A diferencia de lo que sucede con
la testosterona, la actividad de los corticoesteroides y del Eje Pituitario-
Adrenocortical se ha vinculado a toda conducta agresiva que no posea un carácter
sexual.
• Modelos neurobiológicos
En los últimos años, la agresividad se ha vinculado a una disminución de la actividad
cerebral en determinadas áreas corticales, como las prefrontales, así como a
lesiones en el córtex orbitofrontal y el gyrus parietal superior, y a ciertas anomalías
en la asimetría cerebral
Por otro lado, numerosos estudios destacan el papel del complejo amigdaloide en
la aparición de diversas reacciones defensivas, entre los que se encuentran la ira o
la agresión, y del hipotálamo, encargado de regular las funciones neuroendocrinas
relacionadas con la agresión de manera muy específica, ya que tres de las regiones
que lo constituyen están implicadas en tres tipos distintos de agresión: la porción
lateral se ha relacionado con la agresión predatoria (lucha), la región medial se ha
vinculado con la agresión afectiva (miedo) y, por último, la zona dorsal parece estar
relacionada con la conducta de fuga (Carrasco y González, 2006).
Así, una estimulación en la porción lateral del hipotálamo provocaría una agresión
predatoria; una estimulación en la porción medial hipotalámica induciría una
agresividad afectiva y una en la porción dorsal del hipotálamo resultaría en una
respuesta de fuga (Fagoaga y Sánchez, 2011).
Perspectiva conductista o ambientalista
Desde el modelo conductual, la agresión se considera una conducta dependiente
de las condiciones ambientales que controlan su tasa de ocurrencia. La conducta
agresiva es explicada bien por condicionamiento clásico o por condicionamiento
operante a través de procedimientos, tales como la administración de estimulación
aversiva, la asociación de ésta con diversas condiciones ambientales (objetos o
personas), la extinción o disminución de la tasa de reforzamiento o el tipo de
reforzamiento, positivo o negativo.
Una de las teorías psicológicas que es necesario destacar es la teoría del
aprendizaje social de Rotter quien defiende que el desarrollo de diferentes
conductas en los sujetos dependerá de la experiencia previa que poseen sobre las
consecuencias que tendrá su conducta, y del valor que ostenten esas
consecuencias para ellos mismos. Además, señala, que los sujetos se interesan por
instruirse en el aprendizaje de los comportamientos que consideran positivos y/o
negativos para conseguir sus objetivos y sus metas.
En cuanto a La teoría del aprendizaje observacional de Bandura pone de manifiesto
que los comportamientos agresivos en el ser humano son el resultado no solo del
refuerzo o del castigo ante una conducta, sino de un proceso de aprendizaje por
imitación y observación de cada uno de los individuos. Según indica Bandura, las
conductas agresivas que desarrolla el ser humano, dependerán de si el modelo
observado por el sujeto obtiene recompensas positivas o negativas por su
agresividad. En caso de que el modelo sea sancionado por su conducta disruptiva,
se reducirá la probabilidad de que ese modelo sea reproducido o imitado por los
sujetos.
Otra de las teorías psicológicas que es necesario destacar es la teoría del
aprendizaje por condicionamiento operante de Skinner. Los discípulo de esta teoría
mantienen la hipótesis de que las conductas agresivas o violentas se adquieren y
se mantienen dependiendo del tipo de refuerzo que se haga de ellas (Gimeno, et
al., 2011 citado en Penalva, 2018). Por tanto, cuando las conductas agresivas son
alabadas, compensadas positivamente u omitidas, estas tenderán a reproducirse,
mientras que, si las conductas agresivas son castigadas, habrá una mayor
inclinación hacia la desaparición de dicha conducta. Al respecto, Skinner mantiene
que el eje central de su teoría radica en los reforzadores, los cuales que se presenta
continuando diversos modelos de reforzamiento y dependiendo del modelo
escogido, se generarán unos patrones conductuales u otros.

Perspectiva sociobiológica
Desde la sociobiología, inaugurada por E. Wilson (1980 citado en Carrasco y
Gonzales, 2006), se considera que todos los comportamientos humanos pueden ser
explicados por la biología junto con la interacción social. Se trata de un modelo
interaccionista que considera que el potencial genético, lo innato, está íntimamente
relacionado con el aprendizaje, el cual permite que los rasgos o predisposiciones
se desarrollen en un ambiente específico.
Dentro de esta perspectiva, se considera que la conducta agresiva es, por una parte,
aprendida, especialmente en sus formas más peligrosas de ataque criminal y acción
militar, pero que existe una fuerte predisposición subyacente a dicho aprendizaje, a
caer en una profunda hostilidad irracional bajo ciertas condiciones definibles, de tal
manera que cada contexto llevaría asociada una probabilidad de respuesta.
Los pilares de la concepción sociobiológica de la agresión humana son los
siguientes:
– La agresión humana es adaptativa para la supervivencia y la reproducción
del individuo, es decir, para su selección, siempre que no se supere el “nivel
óptimo” de agresividad, por encima del cual, la eficacia individual desciende,
poniéndose en peligro la propia vida. Desde ese punto de vista, los seres
humanos serían innatamente agresivos, lo que se traduciría en diferentes
comportamientos que afectarían a la territorialidad, a las relaciones con el
otro sexo, al intento de dominio del grupo y a la manera de resolver los
conflictos.
– La agresión entre humanos es un fenómeno de “competencia”, tanto por los
recursos limitados como por los de carácter sexual.
– El término “selección” empleado desde la sociobiología no se refiere a los
organismos, como en la concepción darvinista, sino a los comportamientos
transmitidos hereditariamente por medio del código genético. Denota la
primacía o refuerzo de aquellos comportamientos o códigos adecuados al
medio, mientras se castigan o eliminan los que no lo son.

Psicología de la personalidad maligna


Desde la perspectiva de la teoría de la personalidad, se considera el
comportamiento violento uno de los rasgos que constituyen la personalidad de los
sujetos, especialmente relacionados con la impulsividad y la ausencia de
autocontrol.
En cuanto a la “personalidad maligna denominada comúnmente “la triada oscura” a
partir del original estudio de Paulhus & Williams (2002 citado en Gonzales, 2015),
se ha observado un creciente interés en el estudio de sus rasgos constitutivos de
personalidad (maquiavelismo, narcisismo y psicopatía subclínicos) en población
subclínica y no patológica.
Para el estudio de los rasgos de la Tríada es necesario distinguir entre muestras
clínicas y subclínicas. Las primeras comprenden aquellos individuos que en la
actualidad están bajo supervisión clínica o forense. En cambio, las subclínicas se
refieren a distribuciones continuas en muestras comunitarias más amplias. Aunque
el término implica una versión más suave, las muestras subclínicas cubren
inevitablemente una gama más amplia de sujetos e incluyen en forma natural los
casos extremos que se encuentran en libertad (Furnham, Richards & Paulhus, 2013
citado en Gonzales, 2015).

Personalidad antisocial y psicopatía


El término “psicopatía” llegó a tener gran éxito en el ámbito de la psiquiatría hasta
bien entrado el siglo XX, pero posteriormente, fue desechado por considerárselo
muy ambiguo. Por lo tanto, fue sustituido y estudiado dentro de los llamados
trastornos de la personalidad y finalmente, fue incluido dentro del concepto de
Trastorno Antisocial de la Personalidad (TAP) del Manual diagnóstico y estadístico
de los trastornos mentales cuarta versión (DSM IV, 1995 citado en Rigazzio, 2006).
A estas categorías hay que añadir la descripta como Trastorno Disocial de la
Personalidad según el CIE 10 (F60.2), que junto a las dos anteriores, constituyen
los tres conceptos más utilizados actualmente. Estos tres conceptos corresponden
a categorías diagnósticas distintas, aunque compartan algunas características
como la agresividad.
Robert Hare (2000 citado en Rigazzio, 2006) plantea que el papel de la psicopatía
en el ámbito de la justicia criminal ha cambiado substancialmente en cuanto al valor
de su diagnóstico clínico para comprender y predecir el comportamiento criminal.
En síntesis, puede decirse que: dadas las implicancias que tienen los psicópatas
por sus características y su reincidencia, es muy importante profundizar sobre el
significado de la psicopatía en relación a la criminalidad, como así también indagar
sobre los antecedentes relacionados a la carrera delictiva de los sujetos criminales.
Esto último por cuanto existen numerosos datos que sostienen la teoría de que la
agresividad juvenil puede predecir la futura conducta antisocial e incluso delictiva,
lo cual hace necesario contar con un diagnóstico precoz para prevenir el desarrollo
y expansión de dicho trastorno y del aumento de la criminalidad.

REFERENCIAS
Carrasco, M. y González, M. (2006). Aspectos conceptuales de la agresión:
definición y modelos explicativos. Acción psicológica, 4(2), 7-38.
Fagoaga, Jessica y Sánchez, B. (2011). Grupos de referencia y conductas agresivas
de los adolescentes que cursan el bachillerato general y comercio turno matutino en
el Complejo Educativo Capitán General Gerardo Barrios de la ciudad de Santa Ana
en el período de marzo a septiembre de 2010. [Tesis de licenciatura en psicología].
Universidad de el salvador.
Gonzales, F. (2015). La tríada oscura de la personalidad: maquiavelismo,
narcisismo y psicopatía. Una mirada evolutiva. Criminalidad, 57(2), 253-265.
Penalva, A. (2018). III Congreso internacional virtual sobre La Educación en el Siglo
XXI “Fundamentos teóricos de las conductas violentas”.
Rigazzio, J. (2006). Psicopatía, agresividad y trastorno antisocial de la personalidad
en sujetos homicidas. Revista Iberoamericana de Diagnóstico y Evaluación-e
Avaliação Psicológica, 2(22), 111-131.

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