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1.

ANEXOS
Anexo 1: Lectura de la Historia el lenguaje

"Tenía entonces toda la tierra una sola


lengua y unas mismas palabras."
(Génesis 11:1)

Son en la actualidad unas seis mil quinientas las lenguas que se hablan en nuestro
mundo. De ellas, solamente veinticinco pueden considerarse importantes por su
extensión y por su producción escrita.

La pregunta que ha preocupado siempre a pensadores y lingüistas es inmediata: ¿De


dónde surgió tal diversidad? ¿Cuál fue el origen de todas las lenguas? Desde que
Charles Robert Darwin, en el año 1871, escribía la frase: "Creemos que la facultad del
lenguaje articulado no ofrece tampoco sería discusión a la hipótesis de que el hombre
descienda de una forma inferior", en su famosa obra "El origen del hombre", se han
venido publicando toneladas de libros en favor de esta teoría: La teoría de la evolución
del lenguaje, según la cual la enorme variedad de lenguas que existen actualmente se
habrían originado a partir de los gruñidos y gritos intermitentes de los monos
antecesores según el transformismo del hombre.
Se ha supuesto, que los hombres empezaron por imitar los sonidos que oían en los
animales (bú-bú), o a lanzar gritos emocionales instintivos (pú, pú) o cantos de

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sincronización al trabajar en equipo (yo-je-jo), más o menos como los remeros del
Volga, y todo esto dio origen al lenguaje.

EL VERDADERO ORIGEN DEL LENGUAJE

Todos estos hechos que acabamos de comentar y otros que la brevedad de este
artículo no nos permite tratar constituyen un problema para la teoría de la evolución
del lenguaje articulado, pero sin embargo concuerdan perfectamente con el registro
bíblico.

La Biblia nos dice que el lenguaje fue un don de Dios dado al primer hombre. Adán no
tiene que realizar todo un proceso de aprendizaje, pasando por etapas de balbuceos,
gritos o gruñidos, antes de pronunciar la primera palabra correcta, sino que en el
mismo acto creador le es infundida una lengua perfecta y compleja.

Inmediatamente, el padre de la humanidad es capaz de comprender órdenes verbales,


de hablar con su compañera, de poner nombre a todos los animales -los zoólogos
saben bien lo difícil que puede resultar esta labor- y de comunicarse con Dios.

Según el primer versículo del capítulo 11 de Génesis, parece que toda la tierra era de
una misma lengua...", pero esto no duró mucho; cien años después del diluvio
universal, el Creador efectuó un milagro de juicio.

Los hombres se rebelan contra El, los descendientes de Noé no quieren obedecer el
mandato de Dios de "llenar la tierra" (9:1) y Dios tiene que actuar. Confusión
instantánea y total del primitivo lenguaje, para que no se pudieran entender unos con
otros y no tuvieran más remedio que dispersarse.

Este es, según la Biblia, el verdadero origen de las lenguas.

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En la misma Torre de Babel Dios disgregó el lenguaje original, que había otorgado a
Adán, en los aproximadamente cincuenta lenguajes principales que hoy los lingüistas
no consiguen relacionar entre sí, todos igualmente complejos y mutuamente
incomprensibles.

Surgen así el japonés, el árabe, el bantú, etc., modos completamente distintos de


comunicación verbal. Desde luego, es muy cierto que un español, un inglés, un alemán
o un francés que no conociesen las lenguas de sus vecinos, no se podrían entender en
absoluto con ellos; pero la evidencia demuestra que probablemente Dios no actuó
dividiendo idiomas de una misma familia, en este caso, la Indoeuropea, sino que se
centró en la separación, rotunda y radical de las principales familias, que luego, con el
tiempo, cada una por separado, originarían el total de las lenguas de la actualidad.

En el transcurso de los siglos, algunas tribus aprenderían a escribir y dejarían así


constancia de su lenguaje (griego); otras se perderían en la jungla y no desarrollarían
ningún sistema de escritura, pero aún así, la transmisión oral nos permite comprobar
que sus lenguas son reliquias de un pasado glorioso.

Esto es lo que dice la Biblia y lo que nosotros creemos.

La oscura incógnita que se cierne en nuestros días sobre el tema de los orígenes de las
lenguas, este verdadero enigma que ha hecho abandonar la toalla a numerosos
investigadores, se ha producido y se continúa manteniendo como consecuencia del
fracaso de arqueólogos, lingüistas y antropólogos, al pretender obstinadamente
explicar este origen, en términos evolucionistas.

La gran diversidad de lenguas que existe en la actualidad no es una obra -como


muchos creen- del ingenio humano, sino todo lo contrario: de su pecado, la rebeldía
del hombre a la voluntad de Dios, algo que, por desgracia, todavía no hemos
superado.

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EL ORIGEN DEL LENGUAJE A TRAVES DE LA TRADICION Y LOS SIMBOLOS

Todo un universo de sonidos nos rodea. Espacios llenos de extraños símbolos


fonéticos que emanan de la vida misma, tan naturales para nosotros, que aun
formando parte del misterio del ser humano y de toda la Creación, apenas
provocan en el hombre impresión alguna en su alma.

Filósofos, científicos, buscadores de todas las épocas, han intentado desvelarlo, de


manera que se pudiera comprender parte de la verdad del hombre: ¿de dónde
venimos?, ¿cómo surge la vida?, ¿cuál es nuestro origen?, ¿cómo surgió el lenguaje?

De entre todos los buscadores, encontramos el mundo propio de la Tradición. En él se


manifiesta de forma natural toda la historia de la Humanidad y del Universo desde los
tiempos prehistóricos, que se desarrolla en dos vertientes unidas e inseparables; el
mundo de lo interno (las esencias), y el mundo de lo externo (la creación).

La Tradición, conducida en el tiempo por la sabiduría ancestral de Maestros y


discípulos, se concreta por vez primera para la sociedad occidental en el siglo XIX, con
Helena Petrovna Blavatsky, con sus inmortales obras Doctrina Secreta, e Isis Sin Velo.
Éstas, tomadas como ficción por muchos científicos, ¿nos aportan algo sobre el origen
del lenguaje? Y si es así, ¿las teorías existentes las afirman o las contradicen? Esto es
lo que con profundo respeto nos planteamos ver y comparar.

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ANEXO 2: Lecturas para trabajar en los niveles de lectura
Tolerancia
Disposición a admitir en los demás una manera de ser, obrar o pensar distinta de la
propia, especialmente en cuestiones y prácticas religiosas. Diferencia que se consiente
en la calidad o cantidad de las cosas contratadas o convenidas. Capacidad de una
planta para resistir en condiciones adversas.
MECÁN. Máximo error que se permite en las dimensiones de una pieza respecto de las
establecidas.

Tú mismo
En el colegio había un muchacho vago que fue expulsado de clases por un profesor
que se cansó de exigirle deberes y lecciones, amenazándole con no recibirle si no
viene con su representante, pues el chico a más de ocioso era huérfano y mejor para
él si no tenía que asistir al aula. El maestro molesto por encontrarle jugando en el
patio, le increpó: “¿quién es el irresponsable de tu representante que no acude a mi
llamado?, a lo que el guambra le contesta:
“Usted, señor”. Vale el símil para graficar la conducta de Tío Sam que, asumiendo el
rol de policía del mundo, cuestiona por la violación a los derechos humanos a países
como el nuestro, que no se somete a sus imposiciones, cuestionándonos por la
violación a la libertad de expresión, encarcelamiento y desaparición de opositores,
persecución a la prensa y más horrores que nos ponen a los ojos no gratos del
imperio y nos manda derechito al eje del mal. Por nuestra parte faltaría agregar el
bloqueo a Cuba, la cárcel de Guantánamo sin fórmula de juicio, la pena de muerte, los
aviones no tripulados que matan selectivamente a cualquiera que le caiga mal al que
se cree dueño del mundo, para entonces contestarle: “¡tú mismo!”.
En los países vecinos que se alinean en el grupo del Pacífico a órdenes de los Estados
Unidos, ocurren graves violaciones a los derechos humanos de poblaciones enteras,
con sanguinarios narcos y paramilitares armados hasta los dientes y protegidos por
cúpulas corruptas pro imperialistas; pero como son sus lacayos, no amerita ni un jalón

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de orejas del Departamento de Estado. Con nosotros en cambio se carga porque el
Gobierno mantiene una política de libre determinación y coexistencia entre iguales.

Habría que preguntarles a los gringos por qué no extraditan a los reos condenados por
el atraco bancario que esconden su impudicia en ese paraíso de la impunidad.

Y para rematar hay que desenmascararles con la frontal interrogante del por qué no
firman los tratados del Sistema Interamericano de Derechos Humanos y sin ser
suscriptores de esos instrumentos de cumplimiento obligatorio, conservan la sede de
la Comisión en Washington, para tenerla al servicio de su agenda de sometimiento y
dominación. La dignidad de un Estado no se hipoteca por ciertas ayudas que después
nos cobran con creces. La aguja en ojo ajeno es viga para ellos. Bueno entonces
¿quién viola los derechos humanos?: “tú mismo, míster”.

Universidades presentaron sus avances en el proyecto “Una Nueva


Ingeniería para el 2030”

Como una instancia de evaluación y aprendizaje fue catalogada la Jornada de Trabajo


del Programa “Una Nueva Ingeniería para el 2030”, jornada creada para exponer los
últimos avances equivalentes al programa de InnovaChile (Corfo), que busca apoyar a
las universidades chilenas que imparten carreras de Ingeniería Civil, en el proceso de
generación de planes estratégicos destinados a transformar sus escuelas de ingeniería
para alcanzar excelencia internacional.
Fernando Flores señaló que la falta de conocimiento histórico es uno de los grandes
problemas que afecta a nuestra sociedad y a la Ingeniería.
En el marco del proceso de futuras postulaciones a una segunda fase del proyecto,
representantes de distintas universidades y entidades involucradas en el Concurso se
reunieron en el Aula Mayor de la Facultad de Ingeniería de la católica de Valparaíso,
para exponer a los asistentes en qué etapa de trabajo se encuentran, además de

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señalar los puntos claves de desarrollo de planes estratégicos y las novedades que
han surgido en este nuevo desafío. El encargado de iniciar la jornada de exposiciones
y dar la bienvenida a los presentes fue el rector Claudio Elórtegui, quien señaló “para
nuestra Universidad es de gran relevancia perseverar en el desarrollo de las mejores
prácticas formativas en el área de la ingeniería. Es el país el que demanda elevar el
nivel de los programas”. En este sentido, recalcó que existe una muy clara vinculación
entre la innovación y la formación profesional.

Ingeniería del futuro

“La ingeniería del futuro y el futuro de la ingeniería” se denominó la charla que dictó
el ex presidente del Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad (CNIC),
Fernando Flores, quien además de exponer la relevancia de la ingeniería para la
generación de un cambio positivo en nuestro país y en el mundo, puso énfasis en uno
de los grandes problemas que afecta a nuestra sociedad y a la Ingeniería: la falta de
conocimiento histórico.

“Las cosas ocurren porque dependemos de la cadena anterior, no de manera lineal ni


causal, pero sí de manera decisiva. Si queremos producir innovadores hay que leer
historia. Tener conocimiento histórico nos permite saber cuándo algo es imprescindible
y, a su vez, buscar soluciones, tener ideas y producir cambios que generen un impacto
real en la sociedad. La innovación no existe como propio de lo nuevo, sino que
también como una reconstitución del pasado”, argumentó.

Acuerdo de colaboración

La jornada reunió a representantes de distintas universidades y entidades involucradas


en el Concurso. Edmundo López, decano de Ingeniería de la PUCV, indicó que “la
Facultad se ha forjado altas expectativas respecto de este programa, ya que

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representa una oportunidad muy grande. Uno de los desafíos que tenemos es poder
trabajar disciplinariamente con confianza, aumentar el compromiso y avanzar en el
plan de desarrollo que nos defina para el futuro”.

Asimismo, aprovechó la instancia para anunciar el acuerdo de colaboración que la


PUCV hizo con los decanos de ingeniería de las universidades de Santiago de Chile de
Concepción, con el que las tres instituciones se comprometieron a coordinarse para
preparar una postulación conjunta a la segunda fase del proyecto y a trabajar en la
implementación de sus respectivos planes de desarrollo estratégico.

Unión con empresas.

Finalmente, Darío Morales, subdirector de Transferencia Tecnológica de InnovaChile


de Corfo, concluyó con la presentación “Una Nueva Ingeniería para el 2030”. Afirmó
que “el Consejo Nacional de la Innovación, en conjunto con Corfo y otras entidades,
consideran que la Ingeniería tiene un rol fundamental en la creación de profesionales
que tengan una orientación muy fuerte al desarrollo tecnológico, la innovación y el
emprendimiento. Estos profesionales tienen como misión unir a la academia con la
empresa y poner la ciencia al servicio de la sociedad”.
Explicó que este concurso busca darle la posibilidad a la mayor cantidad de
universidades para que piensen y reflexionen sobre la calidad de ingenieros que están
formando y a qué necesidades responderán estos profesionales para el 2030.
A lo anterior, agregó que para la segunda fase se espera la realización de un
programa más acotado en cuanto a las instituciones beneficiadas, para así poner en
marcha los planes estratégicos a mediano plazo. “Actualmente estamos esperando
tener una visión general de las universidades y de la formación de ingenieros.
Estamos convencidos que hoy en día hay una motivación y un sentimiento de crear
cambios en los ingenieros”, afirmó.

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Aspectos lúdicos en la obra de Jorge Luís Borges

La escritura de Jorge Luís Borges implica no solo erudición, sino juego. Juego que
descansa sobre todo un espíritu lúdico y que transcurre (a veces simultáneamente) en
los órdenes del pensamiento, de la imaginación, de la memoria. El ardid que utiliza
Borges como señuelo suele ser un imprevisto, aparentemente simple, coincidencias,
errores, un epígrafe esbozado someramente o una frase atrapada al pasar.

Esa es tan solo la clave, porque en su narrativa, Borges nos va internando en


reflexiones, dudas y pensamientos filosóficos, sobre la eternidad, sobre la futilidad de
la vida, sobre lo inexorable del tiempo, sobre la arbitrariedad de la historia, o de Dios
o del espacio.

Al construir su historia, Borges sutilmente nos obliga a transitar senderos inusitados


en la literatura universal, en los que el pasado está presente siempre, de manera
fatídica y se renueva una y otra vez para volver al punto de partida, donde ha de
cumplirse, indefectiblemente un destino previamente trazado e ineludible.

Así la literatura de Borges recorre un buen trecho de la literatura misma y de la


historia, pero al hacerlo no se convierte en un ser didáctico que afane y ufane en su
comprensión del pensamiento humano. No. Borges continúa siendo lúdico, sin ser
banal ni perverso, sin parquedad, pero sin grandilocuencia. Él nos propone la literatura
como una infinita partida de ajedrez y por tanto no sólo el autor ha de hacer las
movidas. Ahora, le toca a usted.

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ANEXO # 3: La Flor de Coleridge
Hacia 938, Paul Valéry escribió: “La Historia de la literatura no debería ser la historia
de los autores y de los accidentes de su carrera o de la carrera de sus obras sino la
Historia del Espíritu como productor o consumidor de literatura. Esa historia podría
llevarse a término sin mencionar un solo escritor.” No era la primera vez que el
Espíritu formulaba esa observación; en 1844, en el pueblo de Concord, otro de sus
amanuenses había anotado: “Diríase que una sola persona ha redactado cuantos
libros hay en el mundo; tal unidad central hay en ellos que es innegable que son obra
de un solo caballero omnisciente” (Emerson: Essays, 2, VIII). Veinte años antes,
Shelley dictaminó que todos los poemas del pasado, del presente y del porvenir, son
episodios o fragmentos de un solo poema infinito, erigido por todos los poetas del
orbe (A Defence of Poetry, 1821).

Esas consideraciones (implícitas, desde luego, en el panteísmo) permitirían un


inacabable debate; yo, ahora, las invoco para ejecutar un modesto propósito: la
historia de la evolución de una idea, a través de los textos heterogéneos de tres
autores. El primer texto es una nota de Coleridge; ignoro si éste la escribió a fines del
siglo XVIII, o a principios del XIX. Dice, literalmente.

“Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de
que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces,
¿qué?”.

No sé qué opinará mi lector de esa imaginación; yo la juzgo perfecta. Usarla como


base de otras invenciones felices, parece previamente imposible; tiene la integridad y
la unidad de un terminus ad quem, de una meta. Claro está que lo es; en el orden de
la literatura, como en los otros, no hay acto que no sea coronación de una infinita
serie de causas y manantial de una infinita serie de efectos. Detrás de la invención de

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Coleridge está la general y antigua invención de las generaciones de amantes que
pidieron como
prenda una flor.

El segundo texto que alegaré es una novela que Wells bosquejó en 1887 y reescribió
siete años después, en el verano de 1894. La primera versión se tituló The Chronic
Argonauts (en este título abolido, chronic tiene el valor etimológico detemporal); la
definitiva, The Time Machine. Wells, en esa novela, continúa y reforma una
antiquísima tradición literaria: la previsión de hechos futuros. Isaías ve la desolación
de Babilonia y la restauración de Israel; Eneas, el destino militar de su posteridad, los
romanos; la profetisa de la Edda Saemundi, la vuelta de los dioses que, después de la
cíclica batalla en que nuestra tierra perecerá, descubrirán, tiradas en el pasto de una
nueva pradera, las piezas de ajedrez con que antes jugaron…

El protagonista de Wells, a diferencia de tales espectadores proféticos, viaja


físicamente al porvenir. Vuelve rendido, polvoriento y maltrecho; vuelve de una
remota humanidad que se ha bifurcado en especies que se odian (los ociososeloi, que
habitan en palacios dilapidados y en ruinosos jardines; los subterráneos y
nictálopesmorlocks, que se alimentan de los primeros); vuelve con las sienes
encanecidas y trae del porvenir una flor marchita. Tal es la segunda versión de la
imagen de Coleridge. Más increíble que una flor celestial o que la flor de un sueño es
la flor futura, la contradictoria flor cuyos átomos ahora ocupan otros lugares y no se
combinaron aún.

La tercera versión que comentaré, la más trabajada, es invención de un escritor harto


más complejo que Wells, si bien menos dotado de esas agradables virtudes que es
usual llamar clásicas. Me refiero al autor de La humillación de los Northmore, el triste
y laberíntico Henry James. Este, al morir, dejó inconclusa una novela de carácter

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fantástico, The Sense of the Past, que es una variación o elaboración de The Time
Machine.

El protagonista de Wells viaja al porvenir en un inconcebible vehículo que progresa o


retrocede en el tiempo como los otros vehículos en el espacio; el de James regresa al
pasado, al siglo XVIII, a fuerza de compenetrarse con esa época. (Los dos
procedimientos son imposibles, pero es menos arbitrario el de James.) En The Sense
of the Past, el nexo entre lo real y lo imaginativo (entre la actualidad y el pasado) no
es una flor, como en las anteriores ficciones; es un retrato que data del siglo XVIII y
que misteriosamente representa al protagonista. Este, fascinado por esa tela, consigue
trasladarse a la fecha en que la ejecutaron. Entre las personas que encuentra, figura,
necesariamente, el pintor; éste lo pinta con temor y con aversión, pues intuye algo
desacostumbrado y anómalo en esas facciones futuras... James, crea, así, un
incomparable regressus in infinitum, ya que su héroe, Ralph Pendrel, se traslada al
siglo XVIII. La causa es posterior al efecto, el motivo del viaje es una de las
consecuencias del viaje. Wells, verosímilmente, desconocía el texto de Coleridge;
Henry James conocía y admiraba el texto de Wells. Claro está que si es válida la
doctrina de que todos los autores son un autor (2), tales hechos son insignificantes.
En rigor, no es indispensable ir tan lejos; el panteísta que declara que la pluralidad de
los autores es ilusoria, encuentra inesperado apoyo en el clasicista, según el cual esa
pluralidad importa muy poco. Para las mentes clásicas, la literatura es lo esencial, no
los individuos. George Moore y James Joyce han incorporado en sus obras, páginas y
sentencias ajenas; Oscar Wilde solía regalar argumentos para que otros los
ejecutaran; ambas conductas, aunque
superficialmente contrarias, pueden evidenciar un mismo sentido del arte. Un sentido
ecuménico, impersonal... Otro testigo de la unidad profunda del Verbo, otro negador
de los límites del sujeto, fue el insigne Ben Jonson, que empeñado en la tarea de
formular su testamento literario y los dictámenes propicios o adversos que sus
contemporáneos le merecían, se redujo a ensamblar fragmentos de Séneca, de

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Quintiliano, de Justo Lipsio, de Vives, de Erasmo, de Maquiavelo, de Bacon y de los
dos Escalígeros.

Una observación última. Quienes minuciosamente copian a un escritor, lo hacen


impersonalmente, lo hacen porque confunden a ese escritor con la literatura, lo hacen
porque sospechan que apartarse de él en un punto es apartarse de la razón y de la
ortodoxia. Durante muchos años, yo creí que la casi infinita literatura estaba en un
hombre. Ese hombre fue Carlyle, fue Johannes Becher, fue Whitman, fue Rafael
Cansinos-Asséns, fue De Quincey.

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Anexo 4. Leyenda “Cantuña”
Cantuña
En la época colonial un indio llamado Francisco Cantuña, impulsado por las ansias de
oro y grandeza, fue contratado por los Frailes Franciscanos para la construcción del
Atrio del Convento Máximo de San Francisco de Quito.

El indígena comenzó́ la construcción del atrio, pero lamentablemente el tiempo que


disponía era muy corto. Pasaron los días y la construcción aún faltaba de terminar por
lo que Cantuña poco a poco empezó́ a desesperarse.

Llegó el momento en que faltaba tan sólo un día para la entrega de la obra, y el atrio
aún no estaba culminado. Al verse impotente ante la falta del compromiso adquirido,
Cantuña cayó en desesperación y la aflicción se apoderó de él. En esos precisos
momentos, se apareció́ ante el asustado indígena, subiendo desde las sombras más
oscuras de las tinieblas, «Lucifer», el amo y señor del infierno.

El miedo y la desesperación se apoderaron de Cantuña al ver la imagen de tan temible


ser, el cual con voz profunda y ronca exclamó:

– ¡CANTUÑA! ¡Aquí estoy para ayudarte! Conozco tu angustia. Te ayudaré a construir


el atrio incompleto antes que aparezca el nuevo día. ¡A cambio, me pagarás con tu
alma!

Ante tal propuesta y producto de la desesperación y el miedo, Cantuña aceptó el trato,


solamente pidió una condición, que sean colocadas absolutamente todas las piedras.
El Demonio aceptó, le pareció una condición absurda y simple de cumplir.

Inmediatamente los «Diablillos» a órdenes de Lucifer empezaron a construir el Atrio


de San Francisco y en pocas horas fueron dando forma a la monumental obra
arquitectónica. Efectivamente, al pasar las horas, el Gran Atrio estaba culminado. Tal
como lo ofreciera Lucifer, la obra se culminó antes de la media noche, fue entonces el
momento indicado para cobrar el alto precio por la construcción, el «alma de

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Cantuña». Sin embargo, pasó algo inesperado…, el Demonio al momento de prestarse
a llevarse el alma del indio, éste lo detuvo con una timorata actitud…

– ¡Un momento! ¡Un momento! – dijo Cantuña.

– ¡El trato ha sido incumplido! Me ofreciste colocar hasta la última piedra de la


construcción y no fue así. Falta una piedra. ¡El trato ha sido incumplido!

En aquel momento Cantuña sacó, debajo de su poncho, una roca que la había
escondido muy sigilosamente antes de que los demonios comenzaran su obra. Lucifer,
atónito, vio en instantes como un simple mortal le había engañado de la manera más
simple. Cantuña salvó de esta forma su alma, y el demonio sintiéndose burlado, se
refugió́ en los infiernos sin su paga, no sin antes insultar y maldecir al indígena
Cantuña por el agravio. De este modo, el gran Atrio que se levanta solemne en el
pretil del Convento Máximo de San Francisco de Quito, fue construido manteniéndose
infranqueable ante los avatares del tiempo y de la gente para ser orgullo perpetuo de
todos los quiteños y ecuatorianos.

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Anexo 5. El Príncipe feliz de Oscar Wilde

El príncipe feliz

Por encima de la ciudad entera, encima de un pedestal, se alzaba la estatua del


Príncipe Feliz. Estaba hecha de finísimas hojas de oro, tenía por ojos dos
deslumbrantes zafiros y un rubí rojo en el puño de su espada.

Tal era la belleza del Príncipe Feliz que todo el mundo lo admiraba.

- Es igual de hermoso que una veleta, dijo uno de los concejales.

- Tienes que ser como el Príncipe feliz hijo mío. El nunca llora - le dijo una madre a su
hijo que lloraba porque quería la Luna.

- ¡Parece un ángel! - decían los parroquianos al salir de la catedral.

Una noche llegó a la ciudad una golondrina que iba camino de Egipto. Sus amigas
habían partido hacia allí semanas antes, pero ella se había quedado atrás porque se
había enamorado de un junco. Decidió quedarse con su enamorado, pero al llegar el
otoño sus amigas se marcharon y empezó a cansarse de su amor, así que había
decidido poner rumbo a las Pirámides.

Su viaje la llevó hasta ese lugar y al ver la estatua del Príncipe Feliz pensó que era un
buen lugar para posarse y pasar la noche.

Cuando ya tenía la cabeza bajo el ala y estaba a punto de dormirse una gran gota de
agua cayó sobre ella.

- Qué raro, si ni siquiera hay nubes en el cielo… - pensó la golondrinita

Pero entonces cayó una segunda gota y una tercera. Levantó la vista hacia arriba y
cuál fue su sorpresa cuando vio que no era agua lo que caía sino lágrimas, lágrimas
del Príncipe Feliz.

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- ¿Quién eres?

- Soy el Príncipe Feliz

- Ah. ¿Y entonces por qué lloras?

- Porque cuando estaba vivo vivía en el Palacio de la Despreocupación y allí no existía


el dolor. Pasaba mis días bailando y jugando en el jardín y era muy feliz. Por eso todos
me llamaban el Príncipe Feliz.

Había un gran muro alrededor del castillo y por eso nunca ví que había detrás, aunque
la verdad es que tampoco me preocupaba. Pero ahora que estoy aquí colocado puedo
verlo todo y veo la fealdad y la miseria de esta ciudad y por eso mi corazón de plomo
sólo puede llorar.

La golondrinita escuchaba atónita las palabras del Príncipe.

- Mira, allí en aquella callejuela hay una casa en la que vive una pobre costurera - dijo
el príncipe - Está muy delgada y sus manos están ásperas y llenas de pinchazos de
coser. A su lado hay un niño, su hijo, que está muy enfermo y por eso llora.

Golondrinita, ¿podrías llevarle el rubí del puño de mi espada? Yo no puedo moverme


de este pedestal.

- Lo siento, pero tengo que irme a Egipto. Mis amigas están allí y debo ir yo también.

- Por favor golondrinita, quédate una noche conmigo y sé mi mensajera.

Aunque a la golondrina no le gustaban los niños, el príncipe le daba tanta pena que al
final accedió. De modo que arrancó el gran rubí que tenía el Príncipe Feliz en la
espalda y lo dejó junto al dedal de la mujer.

Al día siguiente la golondrina le dijo al príncipe:

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- Me voy a Egipto esta misma noche. Mis amigas me esperan allí y mañana volarán
hasta la segunda catarata.
- Pero golondrinita, allí en aquella buhardilla vive un joven que intenta acabar una
comedia, pero el pobre no puede seguir escribiendo del frío y hambre que tiene.
Haz una cosa, coge uno de mis ojos hechos de zafiros y llévaselo. Podrá venderlo para
comprar comida y leña.
- Pero no puedo hacer eso…
- Hazlo por favor.
La golondrina aceptó los deseos del príncipe y le llevó al muchacho el zafiro, quien se
alegró muchísimo al verlo.
Al día siguiente la golondrina fue a despedirse del príncipe.
- Pero golondrinita, ¿no te puedes quedar una sola noche más conmigo?
- Es invierno y pronto llegará la nieve, no puedo quedarme aquí. En Egipto el sol
calienta fuerte y mis compañeras están construyendo sus nidos en el templo de
Baalbec.
Lo siento, pero tengo que marcharme querido príncipe, volveré a verte y te traeré
piedras preciosas para que sustituyas las que ya no tienes. Te lo prometo.
- Pero allí en la plaza hay una joven vendedora de cerillas a la que se le han caído
todas sus cerillas al suelo y ya no sirven. La pobre va descalza y está llorando.
Necesito que cojas mi otro ojo y se lo lleves por favor.

- Pero príncipe, si hago eso te quedarás ciego.

- No importa, haz lo que te pido por favor.

Así que la golondrina cogió su otro ojo y lo dejó en la palma de la mano de la niña,
que se marchó hacia su casa muy contenta dando saltos de alegría.

La golondrina volvió junto al príncipe y le dijo que no se iría a Egipto porque ahora
que estaba ciego él le necesitaba a su lado.

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- No golondrinita, debes ir a Egipto.

- ¡No! Me quedaré contigo para siempre, contestó la golondrina y se quedó dormida


junto a él.

El príncipe le pidió a la golondrina que le contara todo lo que veía en la ciudad,


incluida la miseria, y ésta un día le contó que había visto a varios niños intentando
calentarse bajo un puente pasando hambre.

El príncipe le pidió entonces a la golondrina que arrancase su recubrimiento de hojas


de oro y que se lo llevara a los más pobres. La golondrina hizo caso, los niños rieron
felices cuando tuvieron en sus manos las hojas de oro y el Príncipe Feliz se quedó
opaco y gris.

Llegó el frío invierno y la pobre golondrina, aunque intentaba sobrevivir para no dejar
solo al Príncipe, estaba ya muy débil y sabía que no viviría mucho más tiempo.

Se acercó al príncipe para despedirse de él y cuando le dio un beso sonó un crujido


dentro de la estatua, como si el corazón de plomo del Príncipe Feliz se hubiese partido
en dos.

Al día siguiente el alcalde y los concejales pasaron junto a la estatua y la observaron


con asombro.
- ¡Qué andrajoso está el Príncipe Feliz! ¡Parece un pordiosero! ¡Si hasta tiene un
pájaro muerto a sus pies! - dijo el alcalde.

De modo que quitaron la estatua y decidieron fundirla para hacer una estatua del
alcalde.
Estando en la fundición alguien reparó en que el corazón de plomo del príncipe se
resistía a fundirse. Por lo que cogieron y lo tiraron al basurero, pero allí tuvo la fortuna
de encontrarse con la golondrina muerta.

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Dios le dijo a uno de sus ángeles que le trajera las dos cosas más preciosas que
encontrara en esa ciudad y curiosamente el ángel optó por el corazón de plomo y el
pájaro muerto.

- Has hecho bien - dijo Dios - El pájaro cantará para siempre en mi jardín del Paraíso y
esta estatua permanecerá en mi ciudad de oro.

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