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Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo
actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve. Entonces
os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a
Dios y el que no le sirve.
—Malaquías 3:17-18
Malaquías es el último profeta del Antiguo Testamento. Predicó luego del tiempo de Nehemías,
cuando el pueblo de Dios tenía una religión formal que carecía de sustancia y negaba la realidad
de una relación con Dios. Su problema era que tenían religión, pero no tenían relaciones. El
mensaje del corazón de Malaquías era que Dios quería tener una relación de amor con su pueblo,
pero los sacerdotes y el pueblo de Judá no estaban interesados en conocer y amar a Dios.
Repetían los ritos que pensaban que Dios había ordenado, pero estaban espiritualmente fríos y
apáticos. Como Oseas, Malaquías creía que el pueblo de Dios estaba cometiendo adulterio
espiritual con este mundo. Se convirtió en un mensajero de arrepentimiento que Dios usó para
atraer al pueblo nuevamente hacia sí. Su profecía fue una advertencia a los líderes espirituales de
Judá de que la práctica exterior de la religión sin la vida interior de la verdadera fe distaba mucho
de lo que Dios quería que lograra su amor.
1. ¿Verdadero o falso? Malaquías profetizó unos 100 años después de Hageo y Zacarías.
3. ¿Verdadero o falso? Después que los judíos volvieron de Babilonia, cayeron en la misma
idolatría e inmoralidad que antes del cautiverio.
Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.
—1 Juan 4:11