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El camino de las
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Aunque para muchos viajeros signifique el final

del camino, Benasque y su valle son más bien el
inicio de un ancestral itinerario que cruzaba la
península Ibérica por el Norte y finalizaba en el
Finisterre: el Camino de las Estrellas, ancestro del
Camino de Santiago.

Contrariamente a lo que se considera por parte de

la cultura oficial, los pasos pirenaicos de Somport
o Roncesvalles son populares en la Baja Edad
Media, pero no antes. El más que presunto hallazgo
(ya nadie se lo cree hoy) de la tumba del apóstol
Santiago en Compostela –según Amor Ruibal,
Compositum+ela (zona de enterramientos)–
cristianizó un viaje iniciático denominado “Camino
de las Estrellas” porque sigue la dirección de la
Vía Láctea, esa faja de luz blanca y difusa que
atraviesa casi toda la esfera celeste y que a la vez
da nombre a nuestra galaxia. Ese camino se
relaciona tradicionalmente con la cultura celta o,
genéricamente, con culturas prerromanas. Anterior,
pues, a los grandes ejes que impondría Roma, como
la propia calzada romana que atraviesa el puerto
de Palo en la Jacetania (Echo) o el paso del Sumus
Portis (Somport), tal y como lo denominaron las
legiones del imperio.

s estrellas

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Si seguimos, como Manuel Benito, al filósofo Louis

Charpentier y su obra “El misterio de Compostela”,
este camino de estrellas discurre entre los paralelos
42º 30’ y 42º 46’ y comienza en el Valle de Benasque,
adonde llega desde Saint Bertrand de Comminges.
La localidad de la vertiente norte, Lugdunum para
los romanos, es una auténtica encrucijada de caminos
citada en los itinerarios desde tiempos inmemoriales,
como la vía de Agen hacia España, de Norte a Sur,
o la vía entre Dax y Toulouse, de Este a Oeste. En
esa encrucijada se erigió un templo dedicado a los
Lares Compitales, genios protectores de los cruces
de caminos. El santuario y la catedral se construirían
un milenio después.

Al Nordeste de Benasque tenemos el puente de San

Jaime (Santiago) y, en la misma localidad, se celebra
la fiesta de San Marcial, advocación de influencia
francesa (San Marçial era natural de Limoges) y
relacionada con el peregrinaje. En Benasque, el
camino de las estrellas tuvo tres accesos, que se
utilizaron paulatinamente: el puerto viejo, la Glera
y el puerto de Benasque. El camino baja hacia Eriste,
dejando Anciles a la izquierda del Ésera, pasa por
Guayente y, tras dejar Sahún, remonta el puerto del
mismo nombre hasta adentrarse en Sobrarbe. A la
altura del monte Oturia, en Serrablo, se une con el
camino francés oficial. Decenas de caminos que sólo
coincidirán en uno a partir de Puente de la Reina
de Navarra, no antes.

REFLUJO MIGRATORIO
La masiva emigración europea hacia Asia, en el
segundo milenio antes de Cristo, tuvo un reflujo
varios siglos más tarde. Los celtas trazaron un plan
para regresar a los finisterres y poder rendir tributo
al Sol, allí donde éste se hunde en el mar bañado en
sangre y fuego, donde muere para renacer al día
siguiente. Sus iniciados, los druidas, poblaron el
camino de regreso de espirales y petroglifos
iniciáticos.

El declinar de los celtas provocó que los finisterres

occidentales (Galicia, Bretaña, Gales, Irlanda...) se
convirtieran en los últimos reductos de los druidas.
No falta quien señala que Prisciliano podría haber
sido el último mago druida y que, con toda
probabilidad, fueran sus restos los que se hallaron
en la tumba de Santiago. El descubrimiento del
sepulcro señala el momento clave de su
cristianización, una apropiación que nunca ha
conseguido eliminar la evidencia al culto solar.

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La costumbre de la peregrinación es tan antigua

como extendida entre las distintas culturas.
Siempre se trata de un largo camino hacia un lugar
especial, que puede ser un santuario, una montaña,
un lugar con propiedades telúricas, reliquias, etc.
En el caso del actual camino a Santiago, se trata
de un recorrido entre dos paralelos señalados por
construcciones megalíticas y posteriores que
indican, en dirección Este-Oeste, la ruta a Finisterre
(poderoso centro de energía). Estos santuarios
tienen todos nombres de estrellas, dibujando así
en la tierra el curso de la Vía Láctea que culmina
en el Can Mayor (eso puede explicar la insistencia
popular en representar a Santiago con un perro).

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En numerosas mitologías la Vía Láctea –conocida

por algunos con el nombre de Camino de Santiago–
se identifica con el Gran Río, por el que discurren
todas las almas en sus transmigraciones. De modo
que todos los puntos blancos (estrellas) visibles en
ella serían la imagen de las almas en peregrinación.
También los druidas lo consideraban como el ciclo
más largo y lo relacionaban con la inmortalidad
del alma. No deja de ser curioso que la Vía Láctea
vaya de la constelación de Géminis a la de Sagitario,
signo relacionado con el apóstol Santiago.
Volviendo a Aragón y al Valle de Benasque, en este
caso el camino no lo marcan las instituciones, sino
las estrellas, por lo que está a salvo de
contaminarse. Volviendo a Benito, la referencia al
oro como símbolo de perfección y búsqueda a través
de caminos jalonados de eremitorios, es constante
en el Pirineo aragonés: Urbez, Oturia (oro en lo
alto), Orosia, Oroel, Orante. Obsérvese como en
estos mitos siempre está presente la raíz OR, de
oro, perfección. San Urbez es un camino: BEZ (en
vascón) de perfección (OR) y une Burdeos con
Aragón y Galicia, pero esta es otra historia, aunque
sea la misma.

Sergio Sánchez Lanaspa.