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La novela empieza con el ingreso del joven Gabriel a la prisión de El Sexto, en pleno centro

de Lima, donde oye los cánticos de los presos políticos: los apristas cantan a todo pulmón
«La marsellesa aprista» y los comunistas el himno de «La Internacional». Gabriel es un
estudiante universitario involucrado en una protesta contra la dictadura que rige al país y
por ello es conducido al pabellón destinado a los presos políticos, situado en el tercer piso
del penal. Es introducido en una celda, que compartirá en adelante con Alejandro Cámac
Jiménez, un sindicalista minero de la sierra central, preso por comunista.[7] [3]

Los presos

Cámac se convierte para Gabriel en el guía y consejero en ese submundo donde se


encuentra «lo peor y lo mejor del Perú». La cárcel está dividida en tres niveles: en el primer
piso se encuentran los delincuentes más peligrosos y prontuariados; en el segundo están
los delincuentes no avezados (violadores, ladrones primerizos, estafadores, etc.) y en el
tercero se encuentran, como ya queda dicho, los presos políticos.[7] Gabriel va conociendo
uno por uno a los presidiarios. Pedro es el líder de los comunistas y Luis el de los apristas;
estos últimos son los más numerosos (más de 200, frente a 30 comunistas).[19] Destacan
también el aprista Juan (apodado Mok’ontullo) y el comunista Torralba. Otros «políticos»
como el Pacasmayo y el piurano Policarpo Herrera se consideran apolíticos y aducen estar
en prisión por venganzas personales.[14]

De entre los delincuentes del piso inferior Gabriel conoce a los que son los amos del Sexto:
Maraví, el negro Puñalada y el Rosita, este último un travestido. Otro grupo lo conforman
los vagos, algunos de los cuales son pintorescos, como el negro que enseña su pene,
«inmenso como el de una bestia de carga», a cambio de diez centavos; pero otros son
verdaderos espantajos humanos, víctimas de la burla y el sadismo de los más avezados.
Tales son lo casos del Pianista, el Japonés y el Clavel.[16] [8]

La desgracia del Clavel

Lo ocurrido en torno a Clavel ejemplifica en su máxima expresión el horror carcelario.


Clavel es un muchacho homosexual quien luego de ser violado por los presos, es
encerrado por Puñalada en una celda y obligado a prostituirse, todo ello con la
complicidad de los guardias y las autoridades penitenciarias. Clavel termina por
enloquecer.[3] [20]

La muerte del Pianista


La muerte del Pianista

Otra escena nos permite conocer el alma bondadosa de Gabriel. Cuando el Pianista
agoniza en el pasillo víctima de los maltratos sufridos, Gabriel, con ayuda de Mok’ontullo,
lo recoge, lo regresa a su celda y lo abriga con su ropa. Inesperadamente se acerca Rosita
ofreciendo ayuda y protección al Pianista. Pero éste aparece muerto al día siguiente y
algunos presos acusan a Gabriel de ser responsable de su muerte, presumiendo que las
ropas que le regaló habían atraído la codicia de los vagos quienes en el forcejeo para
quitárselas lo habrían ahorcado. Esto provoca una disputa entre apristas y comunistas; los
primeros acusan a los segundos de provocar el incidente, para enredar a Mok’ontullo con
Rosita, y así ensuciar la trayectoria de quien era considerado como la esperanza del
partido, por su juventud y entusiasmo.[3] [21] Este incidente provoca una serie de
discusiones entre los militantes de cada partido. Los apristas se consideran los
verdaderos representantes del pueblo peruano y acusan a los comunistas de estar al
servicio de Moscú; por su parte, los comunistas acusan a los apristas de ser intrigantes y
actuar solo como instrumentos de la clase oligárquica para frenar la revolución auténtica.
Ante tal discusión, Gabriel no tiene reparos en decir abiertamente que no comulga con
ideologías y disciplinas politizadas que, según él, limitan la libertad natural del ser humano.
Los demás comunistas le responden que es un idealista y soñador, y que le faltaba
compenetrarse más con la doctrina del partido.[7] [3] [22]

La queja ante el Comisario

Mientras tanto, el Clavel continúa siendo prostituido en su celda, lo que conmueve y


repugna a los presos políticos. El más afectado es Pacasmayo, quien para colmo es preso
de una extraña enfermedad que le hace enrojecer el rostro, ante la indiferencia del médico
de la prisión, quien se limita a decirle que solo es un mal pasajero. El piurano también
demuestra abiertamente su aversión hacia todos los actos homosexuales y de violencia
sexual que se practican en la cárcel. Los líderes de los presos políticos se ponen de
acuerdo y solicitan una entrevista con el Comisario del penal; asimismo le envían un
petitorio donde exigen que se ponga fin al tráfico sexual y se trasladen a otra prisión al
Puñalada, Maraví y Rosita. Firman la solicitud Pedro, Luis y Gabriel (este último en nombre
de los universitarios e independientes). El Comisario llama a todos ellos a su despacho;
luego de leer el petitorio, lo rechaza iracundo, aduciendo que la cárcel era precisamente
para eso, para que los presos se jodieran entre ellos, y que debían estar más bien
agradecidos los políticos de que no fueran encerrados en el primer piso, lo cual sería,
según él, el verdadero castigo, por traidores a la patria. Luis y Gabriel no se contienen y
responden digna y airadamente; ante lo cual el Comisario llama a los guardias y ordena
que los golpeen y los devuelvan a sus celdas.[15]

La muerte de Alejandro Cámac

Poco después fallece Alejandro Cámac en brazos de Gabriel. En los últimos días su salud
se había quebrantado y perdido la visión de un ojo. Todos los políticos, apristas y
comunistas rinden homenaje a quien consideran un gran luchador social. Pedro da un
vibrante discurso. El cadáver es sacado y los presos lo despiden cantando a toda voz sus
himnos respectivos. El teniente es enviado a acallar a los presos, pero no logra su
cometido. La muerte de Cámac coincide con la del Japonés, víctima del hambre y los
golpes; ambos cuerpos son sacados del penal en el mismo camión.[3]

La violación múltiple a Libio Tasaico

Otro suceso que conmueve a Gabriel es el ocurrido en torno a Libio Tasaico, un muchacho
serrano y sirviente, de 14 años, quien llega a la cárcel acusado por su patrona de robarle
una joya costosa. Esa misma noche Puñalada y otros negros violan al muchacho, quien
amanece llorando desconsoladamente. Gabriel trata de calmarlo; lo lleva a su celda y le
cuenta sobre la vida de su pueblo situado también en las serranías, donde los hombres son
valientes y no lloran a pesar de latiguearse en las festividades patronales. Libio siente
entonces alivio al encontrar a una persona que le habla con el idioma del corazón. Poco
después la patrona del muchacho avisa que ya encontró la joya (anillo costoso) perdida y
pide que le entreguen a Libio, pero éste no quiere regresar donde ella. Gabriel le convence
entonces para que se vaya de la prisión y lo despide afectuosamente, dándole la dirección
de un amigo donde lo alojarían y darían trabajo.[15] [5]

Suicidio de Pacasmayo y asesinato de Puñalada

Este último incidente convence a Gabriel que el negro Puñalada debía morir y pide al
Piurano que lo asesine. El Piurano promete hacerlo y se consigue un enorme cuchillo. Una
noche, Gabriel escucha los gritos de Pacasmayo; al asomarse por la baranda, lo ve
arrojarse desde lo alto contra las rejas de la celda del Clavel, rompiéndose el cuello. No
repuesto de la impresión, al poco rato Gabriel escucha al Puñalada gritando de dolor y lo
ve desplomarse sangrando, con un enorme corte en el cuello. Gabriel cree al principio que
es obra del Piurano pero éste se acerca y le asegura que otro se le había adelantado. El
teniente, el cabo y los guardias irrumpen y encuentran al negro exhibicionista con un
cuchillo en la mano; asumen que es el asesino del Puñalada y lo arrestan. También llevan
como testigos a Gabriel y al Piurano; Gabriel cuenta a los policías que Pacasmayo se quitó
la vida al no poder soportar el abominable espectáculo del muchacho prostituido, pero el
cabo y los policías suponen que fue de celos por el Clavel, lo que indigna a Gabriel y al
Piurano.[15]

El Piurano asesina al Pato

El Piurano y Gabriel son devueltos a sus celdas, pero al momento de atravesar el patio se
les acerca el Pato, un inspector, quien pistola en mano amenaza al piurano y lo insulta de la
peor manera. El Pato era un soplón o delator al servicio del gobierno y como tal odiado por
los presos políticos; el piurano no soporta la ofensa y con un movimiento veloz saca su
cuchillo y le da un tajo en el cuello. El Pato cae muerto ante la estupefacción de todos.
Gabriel sube al tercer piso y anuncia a toda voz el suceso; todos celebran y dan vivas al
Piurano; también se oyen vivas al Apra.[3]

La libertad

El relato termina cuando, al amanecer siguiente, Gabriel despierta al escuchar una voz
estentórea que le llamaba desde la puerta de la prisión. Era un negro joven, que relevaba a
Puñalada en la tarea de llamar a los presos. Es también el momento en que Gabriel
abandona la cárcel.

Análisis
Según el análisis de Mario Vargas Llosa, desde un punto de vista formal, esta novela es la
más imperfecta de todas las que escribió Arguedas. Considera que hay demasiados cabos
sueltos en los diversos episodios. Cree que algunos de ellos, como la disputa entre los
apristas y comunistas por el incidente del Pianista, carecen del poder de persuasión; y
otras, como el discurso por la muerte de Cámac, no armonizan con el contexto. También
considera que escenas que deberían haber tenido un gran dramatismo, como la muerte de
Puñalada, no logran ese efecto. Agrega además que muchos de los personajes son
difusos y que no hay fluidez en la historia, pues el tiempo narrativo no está bien
estructurado.[23]

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