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1 Corintios 15:14
”…que cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra
justificación”, Romanos 4:25. Por causa de nuestros pecados, la humanidad está separada
de Dios y es incapaz de tener una relación con Él (Romanos 6:23; Isaías 59:2). Las
Escrituras dicen que “éramos por naturaleza hijos de ira” (Efesios 2:3), porque hemos
quebrantado la ley de Dios. Y por causa de su justicia, Dios tiene que derramar su ira a los
que quebrantan su ley.
La muerte es el enemigo de la humanidad y el castigo justo por los pecados de cada uno de
nosotros (Romanos 6:23). El índice de mortalidad siempre será 100%. Ningún monto de
esfuerzo, poder, o riquezas podrá ayudarnos a escapar del alcance de la muerte. Ahora,
Cristo resucitó porque la muerte no podía retenerlo. No tenemos que temer al castigo que
viene después de la muerte:”’ ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde, oh sepulcro, tu
aguijón?’ El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley; pero a Dios
gracias, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”, 1 Corintios 15:55-
57.
Cuando creemos en Cristo, somos unidos con Él por la fe. La unión con Cristo significa que
cuando Dios nos mira, Él no ve nuestra pecaminosidad, sino la justicia de Cristo. Significa
que hemos muerto con Él y vivimos con Él (Romanos 6:8). Esta unión solo es posible a
través de la resurrección de Cristo. Es semejante a cuando una pareja se ha unido en
matrimonio, que las cosas de un esposo pertenecen a su esposa. Los cristianos reciben la
justicia de Cristo por medio de su unión con Él (1 Corintios 1:30).
Isaías 53 y el Salmo 16 son algunos de las profecías del Antiguo Testamento cuyo
cumplimiento testifica de la vida resucitada de Cristo:
El hecho que Jesús vive hoy significa que Él es poderoso para salvar hoy. Este fue el
argumento de Pablo en 1 Corintios 15, donde él defiende la verdad de la resurrección dando
una explicación que el evangelio cristiano depende en ella:”…y si Cristo no ha resucitado,
vana es entonces nuestra predicación, y vana también la fe de ustedes… y si Cristo no ha
resucitado, la fe de ustedes es falsa; todavía están en sus pecados. Entonces también los
que han dormido (han muerto) en Cristo están perdidos. Si hemos esperado en Cristo para
esta vida solamente, somos, de todos los hombres, los más dignos de lástima”, 1 Corintios
15:14, 17-19.
Pablo explica que la resurrección no es solo una parte fundamental del evangelio, sino que
es el pegamento que sostiene cada parte del evangelio. Sin la resurrección, los cristianos
creerían en vano y no tendrían esperanza. Pero Cristo ha resucitado y ahora tenemos la
esperanza del perdón de nuestros pecados, el derecho de estar bien delante de Dios, y la
vida eterna por medio de Cristo.
” [Jesucristo] fue declarado Hijo de Dios con un acto de poder, conforme al Espíritu de
santidad, por (como resultado de) la resurrección de entre los muertos…”, Romanos 1:4.
Si Jesús hubiera muerto y quedara muerto, Él habría sido como los millones que venían
antes de Él, y como los millones que vendrían después. Pero no sucedió así. Su resurrección
prueba que Él es alguien único en la historia del mundo: el Hijo de Dios.
Los cristianos tenemos una esperanza tremenda porque nuestros pecados han sido borrados
y somos justificados delante de Dios. Hemos pasados de ser enemigos de Dios a hijos
perdonados por Dios con una herencia eterna que nadie puede quitar. ¡No hay una noticia
mejor! “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según Su gran
misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección
de Jesucristo de entre los muertos, para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y
que no se marchitará, reservada en los cielos para ustedes…”, 1 Pedro 1:3-4.
“Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara ahora a
todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan. Porque Él ha establecido un día en
el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien Él ha designado,
habiendo presentado pruebas a todos los hombres cuando Lo resucitó de entre los
muertos”, Hechos 17:30-31.
Un día, todas las personas del mundo serán juzgadas por las cosas que han hecho. Los que
no creen serán responsables de su desobediencia contra Dios, enfrentando la condenación
de Dios y siendo enviados al infierno. Los creyentes serán responsables delante de Dios por
las cosas que han hecho y serán recompensados en los cielos según sus obras como
creyentes.
La señal que Dios nos dio para confirmar su juicio fue la resurrección de Cristo Jesús de los
muertos. Si usted no cree en el Señor Jesucristo, este juicio debe de causarle un temor
profundo. Usted se enfrentará a la ira de Dios y sufrirá una eternidad en el infierno;
recibiendo el castigo que merece por su pecados. Pero este juicio no tiene que ser algo
temible.
Hay una manera de obtener el perdón y vida eterna en Cristo: crea en el Señor Jesucristo y
arrepiéntase de su pecado. Cuando creemos en Jesús, recibimos todos los beneficios de su
resurrección. Nuestra fe en Cristo es lo que nos une a Cristo y nos ayuda recibir el perdón
de nuestros pecados. Una persona continuando en la incredulidad asegura la ira de Dios
para sí.
No pierda el regalo increíble que Dios nos ofrece en Cristo: ¡crea en Jesús hoy! “Jesús le
contestó: ‘Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque muera, vivirá, y todo
el que vive y cree en Mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?’”, Juan 11:25-26.
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Romanos 1:4; que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad,
por la resurrección de entre los muertos,
Romanos 4:25; el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para
nuestra justificación.
Romanos 8:34; ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que
también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por
nosotros.
Romanos 14:9; Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor
así de los muertos como de los que viven.
1Corintios 15:3-8; Lo que os transmití fue, ante todo, lo que yo había recibido: que el
Mesías murió por nuestros pecados, como lo anunciaban las Escrituras, que fue sepultado
y que resucitó al tercer día, como lo anunciaban las Escrituras; que se apareció a Pedro y
más tarde a los Doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez: la
mayor parte viven todavía, aunque algunos han muerto. Después se le apareció a
Santiago, luego a los apóstoles todos. Por último se me apareció también a mí, como al
nacido a destiempo.
1Corintios 15:15-17; Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado
de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no
resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no
resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.
· Pablo concibió la resurrección según los tres modelos que encontraba en la tradición
judía: Enoc “caminó con Dios y después desapareció porque Dios se lo llevó” (Gén 5:24).
Moisés murió “como lo había dispuesto el Señor, y lo enterró... y hasta la fecha nadie
sabe dónde está enterrado” (Dt 34:5-6) de modo que el pueblo creyó que no había
muerto y estaba con el Señor. Elías fue arrebatado por un carro de fuego y transportado
vivo a la presencia de Dios (2Reyes 2:11). Estos eran los modelos que tenía Pablo para
comprender su experiencia de Jesús vivo a pesar de había sido crucificado y sepultado.
· Pablo solamente había experimentado que Jesús vivía y entendió que había sido
constituido Señor y Mesías. La resurrección fue, más bien, la transformación en un plano
diferente, a un orden de conciencia más allá de los límites del tiempo y del espacio... lo
que él llamó cuerpo espiritual” 1Cor 15:44). No hubo una revivificación del cuerpo que
permaneciera en la tierra durante unos días y luego fuera “elevado” a los cielos. Al morir,
fue transformado; ya no es un mortal, “ la muerte ya no tiene dominio sobre él” (Rom
6:9). “Esta carne y hueso no pueden heredar el reino de Dios, ni lo ya corrompido heredar
la incorrupción (1Cor 15:50)
Tenemos dificultad de imaginar esta transformación porque necesitamos explicarla con los
conceptos e imágenes obtenidas de este mundo material, y porque nuestro imaginario se
ha nutrido con los relatos de los evangelistas que trataron de plasmar y visualizar la
resurrección de Jesús. El pueblo sólo concebía una vida real en un cuerpo; un ser sin
cuerpo les parecería un fantasma.
Los estudios bíblicos se concilian mejor con los estudios de la antropología actual, y nos
facilitan una comprensión más actual y adulta de nuestra fe. Lo trascendente sigue siendo
un misterio, pero al menos no resulta contradictorio con nuestros conocimientos científicos
de lo inmanente.
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