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¿CUÁLES SON LAS CARACTERÍSTICAS DE LA IGLESIA?

(3er Grado)
Tiene características que la
distinguen de cualquier grupo
religioso, étnico, político o cultural.

La Iglesia tiene características que la


distinguen de cualquier grupo
religioso, étnico, político o cultural:
 
 

 Es el Pueblo de Dios, la reunión de


todos aquellos que viven en unión
con Dios.
 
 Para formar parte de la Iglesia basta
con volver a nacer de lo alto, por el
agua y el Espíritu (cfr. Jn. 3, 3-5).
Esto se realiza en el bautismo, con el
cual el hombre alejado de Dios
vuelve a estar unido a Él y, por lo tanto, pasa a formar parte del Pueblo de Dios.
 
 Tiene por jefe a Cristo, cabeza de todo el cuerpo formado por los hombres unidos a Dios.
 
 Lo que distingue a los miembros de la Iglesia es el Espíritu Santo que habita en sus corazones y
les da la dignidad y la libertad de hijos de Dios.
 
 La ley que rige dentro de la Iglesia es el mandamiento nuevo: “amar a todos como el mismo
Cristo nos amó”.
 
 La misión de cada miembro de la Iglesia es ser sal de la tierra y luz del mundo. Cada miembro de
la Iglesia es una semilla de salvación para todo el género humano.
 
 El destino de la Iglesia es el Reino de Dios, que Cristo mismo empezó en este mundo pero que
debe ser anunciado y extendido por sus miembros hasta lograr que reine Dios para siempre en el
corazón de todos los hombres.

La Iglesia, es una, porque es la única fundada por Cristo; santa, porque sus miembros y su misión
son santos; católica, porque es universal; y apostólica, porque está fundada sobre el legado y
autoridad de los apóstoles.

En la Iglesia hay una jerarquía, cuya cabeza es el Papa y que él, junto con los obispos, como
sucesores directos de los apóstoles, son los encargados de enseñar, gobernar y dirigir a los
demás miembros de la Iglesia.

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JESUCRISTO, EL NUEVO ADÁN

(2do Grado)

La Biblia enseñan que, además del primer Adán, hay uno nuevo: “Adán, el cual

fue figura de aquel que había de venir” (Romanos 5, 14). “En efecto, así es como

dice la Escritura, fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el último Adán,

espíritu que da vida” (I Corintios 15, 45). El segundo Adán es Jesús.

Dice el Catecismo que “es preciso conocer a Cristo como fuente de la gracia para

conocer a Adán como fuente del pecado” (n. 388).

Es la doctrina del pecado original, dogma de fe definido en el concilio de Trento: “Si alguno afirma que el pecado de Adán le dañó

a él solo, y no a su descendencia; (…) o que (…) sólo traspasó la muerte y penas corporales a todo el género humano, pero no el

pecado, que es la muerte del alma, sea excomulgado”. Así lo dice la Escritura: “Por un solo hombre entró el pecado en el mundo y

por el pecado la muerte, y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5,12).

Pero se trata de una verdad tan impopular que se prefieren explicaciones políticamente correctas. En 2013, durante el programa

de televisión australiano Preguntas y Respuestas, a un alto clérigo le tocó enfrentarse al conocido científico ateo Richard Dawkins.

Preguntado el ministro sobre si el Paraíso y Adán y Eva fueron reales, respondió: “Adán y Eva son términos que quieren decir la

vida y la tierra (…). Es una mitología muy sofisticada para tratar de explicar el mal y el sufrimiento del mundo”. Entonces el ateo le

preguntó con impecable lógica: “Entonces, si Adán y Eva nunca existieron, ¿de dónde vino el pecado original?”; y a esto ya no

pudo responder el prelado.

Lo que el pecado original significa es que Adán y Eva, por su rebelión, perdieron la perfección con la que fueron creados, y que

padres imperfectos no pueden engendrar sino hijos imperfectos. Así, nacer con el pecado original es nacer en este estado de

imperfección, faltos de la gracia sobrenatural.

Esto, que a primeras luces parece injusto para muchos, es en realidad una enorme bendición, pues si se puede heredar el pecado

de Adán, entonces también se puede heredar la salvación en Cristo Jesús. Si el pecado original no se heredara, la Redención

tampoco, y así el ser humano estaría irremediablemente perdido después de cometer cualquier pecado mortal en su vida.

Dice la Palabra de Dios: “Con el don no sucede como con el delito. Si por el delito de uno solo murieron todos, ¡mucho más la

gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos!” (Romanos 5, 15;

cfr. 5, 17).

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