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TEMA 2. EL TEXTO. EL TEXTO LITERARIO. EL TEXTO ARTÍSTICO.

RELACIONES TRANSTEXTUALES
1. EL TEXTO Y EL TEXTO LITERARIO
1.1. LA NOCIÓN DE TEXTO
El uso de la palabra “textus” se difunde en latín a partir de Quintiliano, como uso figurado de participio de pasado del verbo
“textere”. Hablamos de sentido figurado en la palabra “textus” porque se designa como el soporte material donde se escribe el
mensaje.
En la Edad Media la atención al tejido del discurso se aplicó a textos de particular autoridad o poniendo a la palabra “textus”
conceptos como apostilla, glosa o comentario.
Cesare Segre considera que la palabra textus fue elaborada en un mundo judío – cristiano donde Dios mismo escribe las tablas de
la ley, dignificando así el acto de la escritura. A esto tenemos que añadir que a lo largo de la Edad Media se consideraba que Dios
había dictado los evangelios y los escritos de los santos, por lo tanto, hasta hoy día la palabra texto está vinculada preceptivamente
al discurso escrito.
En la lingüística contemporánea se considera el texto como un enunciado coherente de extensión variable, oral o escrito al que se
le ha definido como una “secuencia de frases y de sintagmas ligados que progresan hacia un fin” o como un “complejo de signos
lingüísticos que muestra al menos las siguientes características: sucesión de oraciones ordenadas, integrada, finita, continua,
construida de acuerdo con las reglas de la gramática, que el productor pretende que sea semánticamente cerrada, y que proporciona
el desarrollo lineal del desenvolvimiento de un tema a partir de su núcleo temático”.
1.2. EL TEXTO COMO UNIDAD COMUNICATIVA
La reflexión sobre el texto literario ha dado lugar a tantas concepciones del mismo como escuelas o líneas teóricas diferenciamos.
La semiótica inicialmente planteada por Saussure como ciencia general de los signos, se ha ido desplazando hacia el estudio de los
sistemas de significación y de su realización en los textos.
La lingüística del texto desarrollada a partir de los 70, se presenta como una nueva disciplina cuyo objeto es el texto como unidad
comunicativa. Los hablantes no nos comunicamos con frases sueltas, sino mediante discursos emitidos en situaciones concretas de
la interacción social. Por tanto, el texto como objeto semiótico no se agota en el análisis de sus rasgos formales, sintácticos y
semánticos, sino que requiere atender a su dimensión pragmática, porque es el producto de una actividad intencional, inseparable y
dependiente del contexto en que se realiza.
El carácter escrito del texto literario implica una particularidad precisa en el plano de la comunicación, emisor y receptor no son
interlocutores en presencia. Esto implica que el emisor – autor emite su mensaje sin saber quién va ser su destinatario, y el
destinatario desconoce el contexto en el que el emisor ha redactado el mensaje. No existe posibilidad de un discurso de preguntas y
respuestas entre autor y lector, y esta circunstancia obliga al emisor a incluir en la obra referencias al contexto en el que el texto se
ha generado para que logre su autonomía.
El texto escrito literario será más cuidado, más complejo y menos redundante, puede ser leído e interrumpido en diversas
ocasiones y en esa lectura adquiere plena capacidad comunicativa. La diferente posición del emisor hacia los destinatarios, y de
estos hacia el mensaje, así como la diversa finalidad de la forma del mensaje entre otras circunstancias, estaría en la base de los
distintos tipos de textos (novelas, poemas, tragedias, cuentos, etc).
La propiedad básica del texto en su dimensión pragmática es la coherencia, un concepto nada fácil de definir pero que entraña
elementos de conexión y entramado de las partes entre sí. En el hablante/oyente existe una competencia textual capaz de percibir
como coherente un texto que en principio pudiera no serlo.
Como elementos de coherencia se señalan la coherencia global o integral, que atañe a la estructura profunda del texto; es lo que
autores como Van Dijk denominan como nivel macroestructural. En segundo lugar, la coherencia pragmática, en la que interviene
la competencia del lector y su cooperación para cubrir espacios vacíos y “lugares de indeterminación”. En tercer lugar, la
coherencia interna, proporcionada por las isotopías en el sentido semántico que les dio Greimar, es decir, de recurrencia de semas.
1.3. EL TEXTO COMO SISTEMA DE MODELIZACIÓN
En la línea semiótico-textual Lotman (1970) elabora una teoría del texto artístico definido como “sistema de modelización
secundaria”, es decir, un sistema de signos organizado sobre el modelo de la lengua natural concebida como sistema de
modelización primaria.
El texto artístico quedó definido por la expresión o la realización material de un sistema y por su carácter delimitado, estructural y
jerarquizado. La teoría de Lotman supuso una ampliación del concepto de texto más allá del concebido como discurso escrito.
Entendido así el texto, Lotman distingue 3 funciones básicas en él. En primer lugar, la comunicativa, esto significa que el texto es
una manifestación del lenguaje que preexiste al texto. Tal convicción determinó durante largo tiempo la orientación de los
lingüistas, que consideraban el texto como el material en que se manifestaban las leyes de la lengua. La función comunicativa se
cumpliría mejor en el caso de la máxima monosemia del texto.
La segunda función es semiótica, generativa o creadora de sentidos, esta función implica trasladar el foco de atención de la lengua
(lingüística) hacia el texto (semiótica). Desde esta perspectiva, el texto no aspira en ningún caso a ser monosémico, sino que es
heterogéneo y sobre todo una manifestación de varios lenguajes simultáneamente.
Finalmente, la función simbolizados está ligada a la memoria de la cultura porque los textos constituyen programas
mnemotécnicos reducidos. La historia de la cultura de la humanidad demuestra la capacidad que tienen los textos para restaurar el
recuerdo, mirados desde esta perspectiva, los textos tienden a la simbolización, se convierten en símbolos integrales con gran
autonomía de su contexto cultural.
En sus funciones semiótica y simbolizados, el texto no es un vehículo pasivo del sentido, sino un fenómeno dinámico internamente
contradictorio y generador de sentidos. La semiótica de la cultura y su concepción del texto, han tenido y tienen importantes
repercusiones en el tema del lenguaje y del texto literario. La definición de texto literario como un texto de codificación plural, la
relevancia que el texto cobra como creador de mundos, etc, es posible desde este concepto de texto como sistema de modelización
secundaria. La semiótica de la cultura aplicada a la palabra texto, no únicamente a los mensajes en lenguaje natural, sino a
cualquier comunicación registrada en un sistema de signos verbales o no verbales (una danza, un cuadro, una pieza musical), etc).
Pero en esta consideración amplia de texto ha repercutido significativamente en la concepción del texto verbal.
2. EL DIALOGUEMOS: LA ASIMILACIÓN DEL DISCURSO AJENO
El sugerente concepto de dialogismo propuesto por Bajtín constituye en gran medida los cimientos de la fructífera noción de
intertextualidad sobre la que se asienta las relaciones entre textos.
La tesis de Bajtín parte de la concepción del carácter dialógico interno de los textos, es decir, todo texto hay que analizarlo como
respuesta a otros enunciados anteriores y posteriores de una esfera comunicativa dada. Un texto es un eslabón en la cadena de la
comunicación discursiva y no puede ser separado de los eslabones anteriores que lo determinan por dentro y por fuera generando
en él reacciones y ecos dialógicos. En el estilo de un texto es posible descubrir toda una serie de discursos ajenos ocultos, semi
ocultos o implícitos, así como con diferentes grados de “otredad”, es decir, de distancia en relación al discurso que lo acoge.
Bajtín aplica estos planteamientos al análisis de la novela, que entiende que es el género que rompe con el monologismo de los
géneros cultos.
Julia Kristeva a finales de los 60, ampliando y reinterpretando el concepto de dialogismo utiliza el término intertextualidad para
designar toda relación semiótica entre textos. A partir de aquí, el concepto de Kristeva recorre un largo camino que se bifurca
dando lugar a una concepción amplia y a una concepción restringida de intertextualidad.
Tanto Kristeva como Barthes inauguran esta concepción amplia de intertextualidad al entenderla de manera generalizados,
consideran que el texto tiene un carácter dinámico y heterogénero, que no es algo único, ni autonómo, ni cerrado en sí mismo, sino
que siempre abierto a otros textos. Kristeva dirá que “todo texto se construye como mosaico de citas” y Barthes, de una forma aún
más oscura, dirá que “todo texto es un intertexto”.
Entre los autores que tienen una concepción restringida de la intertextualidad se encuentran: César Segre, Claudio Guillén y
Gérard Genette.
3. RELACIONES TRANSTEXTUALES
Entre los acercamientos teórico-críticos a la intertextualidad de mayor relieve, hay que destacar el que plantea G. Genette en su
libro Palimpsestos. La literatura en segundo grado de 1982. Para Genette el objeto de estudio central no sería tanto el texto sino la
transtextualidad o trascendencia textual del texto.
La paratextualidad es la relación que mantiene un texto con lo que denominaríamos sus paratextos (por ejemplo, el título de una
obra).
La metatextualidad es la relación que mantiene un texto con otro que habla de él. A este tipo de relación se le llama también
comentario, y es la relación crítica por excelencia (por ejemplo, la reseña crítica de un libro).
La architextualidad es la relación que mantiene una obra literaria como el resto de obras que pertenecen a su mismo género
literario, de las 5 relaciones de Genette, la architextualidad es la más abstracta e implícita.
Según Genette, la intertextualidad es una relación de copresencia entre 2 o más textos, es decir, se trata de la presencia efectiva de
un texto en otro. Tiene 3 formas: la cita, es la forma más explícita y literal de intertextualidad; el plagio, es una forma no declarada
pero literal y, por tanto, es la forma menos canónica y menos explícita de intertextualidad; y en tercer lugar, la alusión, que se trata
de la forma menos explícita y menos literal de intertextualidad y supone un enunciado cuya plena comprensión implica la
perfección de su relación con otro enunciado al que remite necesariamente.
Por último, la hipertextualidad, que se entiende como la relación que une un texto A llamado hipotexto con un texto B que Genette
llama hipertexto. El texto B deriva necesariamente del texto A o hipotexto por transformación o por imitación.
Vistos los 5 tipos de relaciones textuales, hay que dejar claro que no podemos considerar aisladamente ni sin relación entre ellos.
Por el contrario, sus relaciones a menudo son numerosas y decisivas. De hecho, la architextualidad, se constituye casi siempre
históricamente por la vía de la imitación y por tanto de la hipertextualidad.
La hipertextualidad es desde luego, un aspecto de la literatura porque no hay que no evoque a otra, y en este sentido podría decirse
que todas las obras son hipertextuales, pero desde luego unas son más que otras. Es en este punto donde hay que dejar clara la
diferencia porque de no hacerlo, todos los textos se considerarían hipertextos y su estudio abarcaría toda la literatura universal.
Nosotros concebimos la hipertextualidad en su aspecto más definido, aquel en el que la derivación del hipotecario al hipertexto es
declarada de manera más o menos oficial.

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