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1. El Sombrerón
Ilustración Prensa Libre: Diego Sac
Se le conoce como Tzipitío, Tzipe, Sombrerón o Duende. La palabra tzi
viene del quiché y se traduce como perro. Aunque podría provenir del
náhuatl tzitzimitle, que significa demonio. El Tzitzimite es “un
hombrecito muy pequeño, vestido de negro, con un gran cinturón muy
brillante. Tiene un sombrero negro, pequeño también, y unas botas con
tacones que hacen ruidito”. A este personaje le gusta “subirse a los
caballos y hacerles nudos en la cola y en las crines. Estos nudos, que
son así de menuditos, ‘cuesta un bigote’ deshacerlos’”.
2. La Llorona
Ilustración Prensa Libre: Diego Sac
La Llorona, a quien describen como una mujer vestida de blanco, se
aparece, por lo regular, en lugares con alguna afluencia de agua como
ríos, lagos o lagunas. Las personas narran que era una mujer que sufrió
un delirio mental y ahogó a sus hijos. Como castigo de Dios, vaga por
la eternidad buscándolos, y hay más de alguien que escucha su
terrorífico grito “¡Ay mis hijos!”. En la actualidad, dicha narración se
ha ido transformando y adaptando como un tipo de denuncia hacia el
maltrato que reciben las mujeres. Según narraciones de habitantes de
Amatitlán, La Llorona era una mujer que era víctima constante de
violencia por parte de su esposo, hasta que llegó el día en que los
golpes fueron tan severos que acabaron con la vida de la pobre mujer.
El marido, para ocultar su crimen, la lanzó al Lago de Amatitlán, y
luego huye con sus hijos hacia la capital. El alma de la pobre madre no
descansa en paz, por lo que siempre se le escucha gritando
desconsolada en búsqueda de sus hijos.
3. La Siguanaba
Ilustración Prensa Libre: Diego Sac
El nombre de Siguanaba se deriva de tziguán, que significa barranco en
quiché. La Siguanaba se hace seguir por los hombres y luego de una
larga persecución, los pierde en algún barranco. No muestra la cara,
pero lo hace cuando ya se ha “ganado” —arrebatado el alma— al
hombre quien se perturba al ver que es de caballo. Cuentan en la
colonia El Incienso, zona 3 capitalina, que Juan, un albañil que emigró
del Quiché, cada vez que recibía el pago de la semana, se lo gastaba en
licor. Un día, rumbo a su casa, ubicada cerca del tanque que abastecía
de agua a la referida colonia, iba caminando rápidamente bajo los
efectos del alcohol. Un vecino interrumpe su andar y le pregunta:
“Vos, Juan, ¿a dónde vas con tanta prisa?”, a lo que él responde apenas
articulando palabras: “Mirá, esa hermosa mujer me está llamando, voy
a ver para qué me quiere. ¡Está rechula!”. El vecino se quedó pensando
que Juan estaba viendo visiones. Al otro día, encontraron al pobre Juan
ahogado en un lugar que los lugareños llaman “la presa”. Esta es la
leyenda de la mujer que llama a los hombres borrachos y mujeriegos
para “ganárselos” y perderlos por los barrancos.
4. El Wiin
Foto Prensa Libre: Shutterstock
Sobre leyendas relacionadas con el diablo, en el municipio de El
Asintal, Retalhuleu, cuentan que hay hombres que invocan al diablo en
rituales llevados a cabo en el cementerio de la localidad, que consisten
en oraciones y danzas, en las que giran el cuerpo hacia delante y hacia
atrás. Cuando el diablo aparece, le puede conceder a la persona el don
de la transformación, para que le permita robar animales de patio,
objetos de valor o molestar a las mujeres, especialmente, a las solteras
o a las casadas que se quedan solas porque el esposo emigró hacia
Estados Unidos. A ese hombre se le conoce como El Wiin. Algunos
lugareños lo han visto transformado en forma de perro, sentado en
medio de la carretera. Se le reconoce por sus ojos que no son de
humano ni de animal, sino dos bolas de fuego que atemorizan a quien
lo ve.
5. El Cadejo
Ilustración Prensa Libre: Diego Sac
Es el espíritu que cuida el paso tambaleante de los borrachos.
Guardián de los hijos de Baco, “es un animal en forma de perro negro,
lanudo, con casquitos de cabra y ojos de fuego. Su tarea es perseguir y
cuidar que no les pase nada a los ‘bolos’ que se quedan tirados en las
calles. Sigue a los que están en peligro y los deja cuando este ya ha
pasado”. Pero si bien El Cadejo es un espíritu protector, debe tenerse
cuidado con él, pues al beber demasiado y con frecuencia, “lo puede
‘trabar’, pues si se lo encuentra a uno tirado y le lame la boca, ya lo
‘jodió’ para siempre, pues entonces uno jamás se compone. El Cadejo
acostumbra a seguir por nueve días al hombre que le ha lamido la boca
y no lo deja en paz. No es un espíritu perjudicial. No ataca, sino solo en
casos extremos, por lo que no es motivo de pánico encontrarse con él.
Hay plegarias específicas para atraer la gracia protectora de El Cadejo.
En Petén aparece como cadejo blanco, que cuida a las mujeres. Por esa
zona El Cadejo “es un chucho blanco, lanudo y grande, que acompaña
a las mujeres cuando van a acarrear agua”.
6. La Tatuana
Ilustración Prensa Libre: Diego Sac
Es una de las más bellas leyendas del folclore narrativo de América.
Según versiones del folclor histórico, La Tatuana era una mujer real
que vivió en época colonial y en la década de 1830, durante el gobierno
de Rafael Carrera, según la obra Leyendas populares de aparecidos y
ánimas en pena de Guatemala, de Celso Lara (2002). Era una bruja
condenada por la Inquisición a ser quemada viva en la Plaza Mayor de
Santiago de Guatemala, que fue arrestada por orden del Capitán
General y encerrada en una bartolina. “La Tatuana pidió una gracia:
que le fuera entregado un pedacito de carbón. Así lo hicieron los
soldados. Al tener en sus manos el trozo de carbón, dibujó en la pared
un barquito, se subió en él y voló por entre los barrotes. Al entrar los
guardias para llevarla a la hoguera, lo único que encontraron fue un
terrible hedor a azufre. Se la ‘había ganado’ el diablo”, se expone la
obra. Era una bruja que dominaba todas las artes de la magia negra y
era amiga del demonio. En el siglo XIX la leyenda tenía plena vigencia.
El historiador Antonio Batres Jáuregui hizo mofa de ella diciendo que
era uno de esos espantos que no solo quitaba el sueño a los niños sino
también a los adultos.
7. La gitana Vanushka
Tumba de la gitana Vanushka, en el Cementerio General de Quetzaltenango. Foto:
Hemeroteca PL
Las leyendas también se han inspirado no solo en eventos del más allá,
sino en la pena o dolor de un personaje que vivió en la realidad, como
el caso de la gitana Vanushka, en Quetzaltenango. Cuentan que ella era
una hermosa mujer, alta, de tez blanca y ojos claros, y que se estableció
en el país junto con su familia de gitanos que entretenían a la población
con espectáculos circenses. A una de las presentaciones asistió el hijo
del gobernador de la región, quien se enamoró de ella. Le prometió
casarse y formar una familia, pero, al final, la abandona. Muere
acongojada por el despecho amoroso y como recompensa, la Virgen
del Rosario le concede el don de abogar por los enamorados para les
ayude a encontrar el amor verdadero, que ella no gozó. La tumba de la
gitana Vanushka, en el Cementerio General de la ciudad altense, es
muy visitada por los enamorados, quienes le llevan flores.