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En la historia de la humanidad hubo siempre

dos clases, una dominante y otra dominada. Karl


Marx habría de subrayarlo fuertemente, De la
misma manera en que la sociedad antigua -cuyo
principal aparato de producción era el molino
movido por el hombre había conocido la divi
sión entre dueños y esclavos, y en que la socie
dad feudal dotada del molino de agua había
comportado la división entre señores y siervOs,
así la sociedad industrial moderna fundada en
la máquina de vapor- se caracterizaría por la
oposición entre capitalistas y proletarios. Pero,
aun cuando el fenómeno no sea nuevo, es ahora
cuando las dos clases se estructuran tal como
ahora las conocemos.
Estas clases de la sociedad industrial moderna
se caracterizan por tres rasgos principales:
Por su función económica. A los capitalistas
les corresponden la propiedad, la gestión y
rección de las empresas ; a los proletarios, la
tareas subordinadas de ejecución.

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Por la forma de sus rentas. LOS Capitalistas
perciben una gananciA que VAría de acuerdo con
el destino de la empresA, una renta aleatoria,
ciertamente, pero que tienen siempre la esperan
ZA de aumentar; los proletarios tienen un sala
rio &destajo, contractual, predeterminado y poco
susceptible de importantes mejoras.
Por el sentimiento de una solidaridad de clase.
En este momento, los miembros de una y otra se
percatan de la oposición de sus intereses y se
agrupan en organismos de defensa, en sindicatos
patronales y obreros. Aunque la existencia de
las clases no ses nueVa, se puede decir que "la
lucha de clases"" tal como la conocemos hoy, es
un producto específico del capitalismo. Este an
tagonismo encontrará un alimento fácil en las
condiciones de trabajo deplorables, entonces im
puestas a la clase obrera. La expansión indus
trial se hace a costa de los trabajadores", pnes
to que los empleadores, al tratar de reducir al
mínimo el precio de costo para aumentar sus
ganancias, exigen a sus obreros jornadas de tra
bajo cada vez más largas por salarios cada vez
menores. Aún más, no temen, cuando es posible,
remplazar a los hombres adultos por mujeres
salarios más
y niños que hacen el trabajo por
bajos. Tenemos, desgraciadamente, testimonios
particularmente elocuentes de este estado de he
condicio
cho en dos informes oficiales sobre las
nes de trabajo en Inglaterra y en Francis.
En Gran Bretaña es el informe Ashley, resul
s me
tado de una encuesta hecha en Inglaterra
condiciones
diados del siglo XIX para estudiar las
niños en las
de enpleo de las mujeres y de los
minas de carbón.
de Encuesta,
EI informe de esta Comisión
publicado en 1842, revela a la opinión británics
país civil
hechos absolutamente indignos de un y niños tra-
Zado, Por él 8e 8abrá que mujeres
de los pozos, de
bajan en las minas, en el fondo Los
día. niños bajan
doce a diciséis horas por

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8 los p 0Z08 desde los seis años. A esta edad están
encargados de abrir ycerrar las puertas de las
galerías; de los doce a los quince años suben de
categoría y se los afecta al manejo de los ca
ballitos que arrastran las furgonetas de carbón,
lo que les vale recorrer de diez a doce leguas
diarias: después de los dieciocho años, nueta pro
moción : se convierten en bestias de carga y se
les encomienda -como a las mujeres por lo de
más-- tirar de las sacas de carbón arrastrán
dose a lo largo de galerías rebajadas, lenas de
charcos de agua, En Escocia, se los obliga inclus0
a subir esas sacas a la superficie por escaleras
cavadas en la roca.
Es fácil imaginar las consecuencias morales
de esta promiscuidad de hombres, mujeres y ni
ños en el fondo de las minas; se comprenderá
la repercusión que en la salud de aquéllos habrán
tenido esas condiciones de trabajo que -subraya
Disraeli en su novela Sybil "parecen haber
pasado inadvertidas por la sociedad creada para
abolir la esclavitud negra".
En Francia disponemos del informe Villermé,
de la misma época, En 1840, la Academia de
Ciencias Morales y Políticas encarga al doctor
Villermé el estudio de las condiciones de trabajo
en la industria textil. En este informe se verá
que Francia no :tiene nada que envidiar a Ingla
terra en lo que respecta a las condiciones de
trabajo.
En la industria textil, la duración del trabajo
alcanza en ciertas regiones de dieciséis a dieci
siete horas por día, más el tiempo necesario pa
ra ir yvenir de la casa del obrero a la fábrica,
lo que implica todavía una a dos horas más, dado
que los grandes centros urbanos no están todavía
constituidos y los obreros viven a menudo en
caseríos alejado8.
Desde el desarrollo del maquinismo el empleo
en las fábricas de mujeres y niños es corriente.
A menudo solo hay que vigilar la marcha de una

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para ello v.
máquina; las mujeres pueden bastar prefiere
más bajos sus salarios, se las
al ser
siempre que es posible.
hilandería desde los
Los niños entran en la Trabajan
siete años; Villermé encontró de cinco.
de
desde las seis de la mañana hasta las siete
la tarde bajo una temperatura recalentada, to
do el día de pie. Y Villermé añade que entre los
instrumentos de trabajo figura en todas las fábri
cas el látigo destinado & tenerlos despiertos.
Los salarios apenas alcanzan para asegurar la
subsistencia de los miembros de la familia obrera
mientras éstos puedan trabajar, pero la enfer
medad o la desocupación de alguno de ellos sig
nifica miseria y subalimentación.
Las condiciones de alojamiento son deplorables.
El informe comprueba que en Lille los obreros
viven, en gran número, en sótanos y en covachas;
la consecuencia de esto es un indice de mortali
dad muy elevado, y sobre todo, una mortandad
infantil aterradora. En la región de Mulhouse
la duración media de vida --que, por otra parte,
no supera los veintiocho años en la clase rica,
cae a la cifra inverosímil de un año y tres meses
en los obreros de las hilanderías. Por cien na
cimientos entre estos últimos hay,en efecto, trein
ta decesos en los seis primeros meses y veinte
en los Içeve meses siguientes.
Los obreros no pueden defenderse contra todos
estos hechos lamentables con movimientos de ma
Sas, pues toda asociación de trabajadores está
prohibida desde la Reyolución Francesa. Dado
que la ley Le Chapelier y el Código Penal han
prohibido toda "coalición" por ser contrarla
los tra-
los principios liberales e individualistas,
bajadores están aislados frente aa los empleado
un patrón las
res; cada uno debe discutir con
contrato individual de trabajo.
condiciones de su antepasa-
T¡l es el régimen del cual los grandes
condiciones de
dos esperaban la realización de

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trabajo "normales", en el que la armonía de los
intereses debía actuar espontáneamente para ase
gurar el equilibrio nat ural; régimen que desem
bocó de hecho y era inevitable- en la explo
tación de una clase por otra, en la Jey de l:a
jungla, en el triunfo del más fuerte sobre el de
bil. Es evidente, en efecto, que entre el obrero
que busca trabajo para vivir y hacer vivir a su
familia el día siguiente, y el patrón que busca
obrero para desenvolver sus negocios, la par
tida no es igual, puesto que io que está en juego
no es lo mismo. Un régimnen de libertad incontro
lada no puede conducir más que al aplastamiento
del primero por el segundo. En este dominio, dirá
más tarde Lacordaire, "la libertad oprimne y la
ley libera.
Por eso estos resultados no tardarán en provo
car vivas reacciones ideológicas. Numerosos eco
nomistas (los intervencionistas, los socialistas,
los cristianos sociales) llegarán a la conclusión
de que el régimen de libertad económica incon
trolada está lejos de asegurar la armonía de inte
reses enunciada, tanto entre los productores y los
consumidores (las crisis de superproduceión lo
demuestran) comno entre los empleadores y asala
riados (las condicivnes de trabajo de mediados
iel siglo xIx son una triste ilustración de ello)
Bajo su presión los poderes públicos serán con
ducidos, desde el final del sigloXIx, a renunciar al
wiw8e2-fuire para intervenir aetivamenle en ma
eria s0cial. En el segundo cuarto del siglo NX,
la reglamentación alcanzurá al campo e onoNi

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