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Corazones abiertos, puertas abiertas: La

iglesia de Mateo 25

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¿Cuáles son el mensaje, la misión y el método de una iglesia pentecostal al estilo de Mateo 25?

Por Wilfredo De Jesús

Yo debí saber mejor las cosas. Durante años había vivido rodeado de adictos y prostitutas, pero
en realidad, no les prestaba atención. Cuando conocí a Marisol, con sus ojos vidriosos y sin vida,
fueron mis ojos lo que se abrieron. Ella llevaba años viviendo en las calles, consiguiendo el
dinero suficiente para comprar la heroína que necesitaba para su próxima dosis. Al principio era
fácil, me explicó: “Cuando no tenía heroína, me sentía desesperada por conseguir dinero para
drogarme de nuevo”. Una amiga la llevó a una esquina y le dijo: “Quédate aquí parada y trata de
verte bonita. Alguien te va a recoger”. Y alguien la recogió. Pronto su vida giraba alrededor de
su nueva carrera, y el torbellino venenoso y cada vez más profundo de la adicción y el sexo.

Nosotros tratamos de evitar a gente como Marisol. Huelen mal, y podrían contaminar a nuestros
hijos, nuestros autos… y nuestras iglesias. Unos cuantos encuentros como el que tuve con
Marisol me destrozaron el corazón. Tenía que hacer algo. Le dije a una de las damas que eran
miembros del personal de la iglesia: “Vete a la calle y contrata a cinco prostitutas por una hora.
Págales lo que te pidan. Ponlas en la furgoneta de la iglesia y tráemelas aquí a mí”. Ella hizo lo
que yo le pedí. Antes que ella regresara, mi esposa Elizabeth y yo pusimos un mantel de lino en
una mesa que estaba en uno de los cuartos de nuestra iglesia. Conseguimos una comida deliciosa,
encendimos unas velas, pusimos arreglos de flores y sacamos nuestra mejor vajilla. Cuando
aquellas cinco mujeres entraron por la puerta, se quedaron pasmadas. Yo les di la bienvenida y
las invité a sentarse a la mesa. Cuando ellas terminaron de cenar, Elizabeth cantó un hermoso
cántico, y le dimos a cada una de ellas una hermosa rosa roja. Yo les dije que Jesús ve a cada una
de ellas como una rosa hermosa y preciosa. Aquellas mujeres endurecidas por la calle se
derritieron. Lloraron, rieron y nos abrazaron. Una miró a Elizabeth y dijo en medio de lágrimas:
“Nunca nadie nos ha tratado así. Muchas gracias”. Mientras entraban de vuelta a la furgoneta,
metieron la mano en sus bolsos y sus bolsillos para darnos el dinero que les habíamos pagado por
la hora.

Este fue el comienzo del ministerio de nuestra iglesia con las prostitutas. En los años posteriores
a aquella cena, Dios ha cambiado muchas vidas… incluso la mía. Nuestra iglesia no tuvo
abiertas las puertas para esas mujeres, hasta que Dios me destrozó de dolor el corazón… para
después llenarlo de su compasión y su amor.
Cómodo. Limpio. Seguro. Agradable. Práctico. La poderosa combinación de la naturaleza
humana y la promesa de los sueños americanos, crean expectativas en cuanto a un estilo de vida
que reduce los riesgos al mínimo, y aumenta los placeres al máximo. En nuestra nación, son
muchos los que se han mudado desde los centros de las ciudades hasta los barrios elegantes y las
poblaciones pequeñas para alejarse de la gente que podría ser una amenaza para su sensación de
seguridad. Tiene sentido. ¿Quién que esté bien de la cabeza se busca problemas, o pone en
peligro a su familia?

Sin embargo, no son esos el mensaje, la misión ni el método de la iglesia pentecostal al estilo de
Mateo 25.

Le ruego que no me malinterprete. No les estoy hablando desde mis alturas a “ustedes”, los que
son unos “hipócritas. Yo fui uno de los jóvenes más necesitados, confundidos y torpes del
mundo. Yo fui uno de “ellos”. Después que conocí a Cristo durante un programa de verano para
jóvenes patrocinado por la ciudad, comencé a participar en la vida de la iglesia. Pero por alguna
razón, dejé de ver las urgentes necesidades que tenían las vidas que me rodeaban. Marisol fue un
llamado a despertar; fue la estridente trompeta que Dios hizo sonar para captar mi atención. Mi
vida, y nuestra iglesia, no han vuelto a ser como antes. Comenzamos a vivir lo que significa ser
una iglesia pentecostal al estilo de Mateo 25.

DOS MOTIVACIONES: EJEMPLO Y PROMESA

Una de las ironías que se presentan en la iglesia pentecostal moderna es que nuestros corazones y
nuestras acciones difieren de los de Aquel a quien llamamos Señor. Jesús andaba con prostitutas,
con recaudadores de impuestos y con pecadores. En su cultura, no eran personas marginales
solamente. Eran despreciados, odiados y rechazados por la orgullosa gente religiosa, que estaba
segura de ser mejor, mucho mejor que aquellos parias. En cambio Jesús era “amigo de
pecadores”. Cuando vemos la forma en que interactuaba con ellos en los evangelios, nos damos
cuenta de que no sólo les enseñaba desde detrás de un púlpito y les decía que se arrepintieran. Y
no se limitaba a saludarlos con la cabeza cuando pasaban por su lado en el camino. Jesús no se
limitaba a tolerarlos. Los amaba. Los amaba genuina, profunda, tierna y tenazmente. Y ellos lo
sabían.

Poco antes que los soldados lo arrestaran, y los líderes judíos lo juzgaran falsamente, lo
condenaran y lo hicieran ejecutar, Él dio indicaciones claras y poderosas acerca de su Reino.
Explicó que algún día todos los seres humanos comparecerán ante el Rey de gloria para rendirle
cuentas. Sus acciones revelarán lo que hay en sus corazones. Esto fue lo que dijo Jesús:
“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino
preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de
comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me
cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.

“Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te


sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o
desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?
“Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis
hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:34–40).

Hay iglesias y comunidades en las cuales las categorías de personas que Jesús mencionó, o están
escondidas, o son sumamente raras. Son incontables las familias que se han mudado de lugares
donde se habrían tenido que enfrentar a los hambrientos, los sedientos, los desnudos y los
enfermos, y también a los inmigrantes y los criminales convictos. Sin embargo, el cuidado de los
desamparados siempre ha estado en el corazón de Dios. Las Escrituras están llenas de
indicaciones y normas por parte de Dios para que usemos de misericordia y de justicia con los
parias y los inadaptados, sobre todo las viudas, los huérfanos, los extranjeros y los pobres.
(Véase Deuteronomio 10:17; Salmo 146:7–9; Miqueas 6:8 y Zacarías 7:10,11). En Rut 2:4–10,
Booz protege a Rut, una mujer moabita odiada y vulnerable, y la provee de lo que necesita, sin
pedirle nada.

En la parábola de Jesús, el cuidado de los necesitados manifiesta que el Gran Mandamiento había
echado raíces en la vida de los siervos del Rey, y estaba dando fruto. Las personas compasivas
estaban manifestando que amaban a Dios con todo el corazón, al amar generosamente a otros que
no podrían darles nada a cambio. Esos son el motivo y la medida de la compasión pentecostal y
la naturaleza de una iglesia pentecostal al estilo de Mateo 25.

En Loco amor, el autor y pastor Francis Chan hace la siguiente observación: “Las personas que
están obsesionadas con Jesús no se sienten consumidas con su seguridad personal y su
comodidad por encima de todo lo demás. Las personas obsesionadas tienen más interés en la
venida del reino de Dios a esta tierra, que en ver que su vida se halle protegida de sufrimientos y
angustias”.1

Jesús va un paso más allá que todas las directrices que da el Antiguo Testamento en cuanto a
cuidar de los necesitados. Él dijo, tanto emocionando como amenazando, que se identificaba tan
estrechamente con las personas desvalidas, que aquello que nosotros hiciéramos a ellas, en
realidad lo estaremos haciendo a Él mismo. La recompensa prometida no es algo abstracto para
cuando lleguemos al cielo. Nuestra recompensa es el deleite del Rey. Cuando la gracia de Dios
derrite y moldea nuestro corazón por medio del amor y el poder del Espíritu, nosotros seguimos
el ejemplo de Jesús y cuidamos de “los más pequeños de estos”. Y Jesús se hizo a sí mismo el
“más pequeño de los pequeños”, al dejar la gloria del cielo para que se burlaran de Él, lo
ridiculizaran y lo asesinaran por nosotros. Cuando las iglesias pentecostales cuidan de los
desamparados que hay en sus comunidades, están cuidando de Él también… y Él lo toma en
cuenta.

A LAS CALLES

Sin un plan, una estrategia y algo de valor, el poder de este hermoso e  inspirador texto de las
Escrituras se puede desvanecer con gran rapidez. No somos bendecidos si sólo sentimos
compasión por las personas que sufren y tienen necesidades; somos bendecidos si hacemos algo
para ayudarlas. Permítame que le haga varias sugerencias.

Présteles atención
Busque datos en el Buró del Censo, la Cámara de Comercio, las organizaciones sin fines de lucro
u otras agencias, para descubrir a la gente escondida que haya en su comunidad. Si no, basta que
se dé una vuelta en auto por los vecindarios. Pídale a Dios que abra sus ojos para ver a los
adictos, a los pobres, a los inmigrantes, a los que tienen enfermedades mentales, a las madres
solteras, a las adolescentes embarazadas, a las prostitutas, a los proxenetas y a todas las otras
clases de personas que nosotros normalmente evitamos. En todo pueblo, ciudad y suburbio, las
personas (incluso las que viven en vecindarios cercados) viven a pocos minutos de distancia de
barrios viejos, edificios de departamentos ruinosos y casas donde habitan una cantidad excesiva
de personas por el número de habitaciones y de camas que disponen. Las estadísticas son
alarmantes. Por ejemplo, veintisiete millones de personas se hallan esclavizadas por medio del
tráfico de seres humanos en el mundo entero. La mayoría son niñas que tienen entre doce y
catorce años. El FBI calcula que en nuestro país hay 293,000 niños en riesgo de ser explotados
en el negocio de la esclavitud sexual.2 En los Estados Unidos, 46,2 millones de personas (el
quince por ciento de la población) viven por debajo de la línea de pobreza.3 Un estudio reciente
indicaba que en nuestro país, 23,5 millones de personas necesitaban tratamiento por abuso de
drogas o de bebidas alcohólicas.4 El Equipo de Trabajo Nacional contra la Prostitución calcula
que más de un millón de mujeres de Estados Unidos han trabajado como prostitutas, y que la
mayoría de ellas son adictas a las drogas.5

A veces notamos a los que viven en las calles, pero sin compasión en nuestro corazón, ni
lágrimas en los ojos. Muchos de nosotros tenemos prejuicios profundamente enraizados. De
manera subconsciente, pero poderosa, hemos dividido el mundo entre “nosotros” y “ellos”. No
confiamos en las personas que no se visten como nosotros, hablan con acento (o no hablan inglés
en absoluto), despiden mal olor y comen comidas extrañas. Tenemos miedo de que “esa gente”
se mude a nuestros vecindarios, eche a perder nuestras escuelas, nos quite nuestros trabajos y
consuma los servicios por los que pagamos con los impuestos. Si nos sentimos amenazados por
ellos, gritamos acusándolos. Si no nos sentimos amenazados, nos limitamos a ignorarlos.

Invierta en ellos

Las personas necesitadas representan a Jesucristo. ¿Cuánto vale Él? ¿Cuánto valen ellas?
Podemos invertir en ellas de innumerables maneras, tanto espontáneas como estratégicas.

Un pastor corría para hacer ejercicio en un sendero cercano a su casa. Todos los días pasaba
junto a un anciano sentado en un banco. Aquel hombre parecía hispano, y daba la impresión de
ser muy pobre. Después de meses de pasar corriendo junto a él, el Señor le indicó al pastor que
se detuviera, se sentara en el banco junto al anciano y se pusiera a conversar con él. Así comenzó
una hermosa amistad que duró toda una década. Desayunaron juntos muchas veces, tuvieron
charlas maravillosas y se hicieron verdaderos amigos. El pastor explicaba: “Si yo hubiera
seguido corriendo junto a él todos los días, me habría perdido una de las mayores bendiciones de
mi vida. Casi no teníamos nada en común, pero el amor creó un puente entre nosotros”.

Invertimos en la gente necesitada cuando tomamos la iniciativa de comenzar una conversación,


demostramos algún amor, y extendemos amistad. Si los hacemos sentir como si fueran una
especie de proyecto (y se lo podemos preguntar después de haber hablado con ellos, o haberles
dado unos pocos dólares), haremos que huyan y se arruine nuestra relación. En cambio, si
tratamos de llegar a conocerlos con paciencia, y dejamos que ellos nos conozcan a nosotros,
pueden suceder cosas asombrosas.

Las iglesias pentecostales no tienen unos recursos ilimitados, pero todos podemos ajustar nuestro
presupuesto y nuestro tiempo para cuidar de la gente que Jesús ama. En nuestra iglesia,
convertimos a los programas centrados en la compasión en el corazón mismo de nuestro
ministerio. Creamos el ministerio The Dream Center, donde Dios pudo llevar de nuevo la
esperanza al corazón de mujeres desesperanzadas. Nuestro programa tiene tres etapas, y se
desarrolla en dos años. Hoy en día, ya han entrado y salido por nuestras puertas más de
trescientas mujeres. Los resultados son milagrosos. Estas maravillosas mujeres han dejado la
droga, han salido de las calles, han recuperado su salud mental, y hallado libertad y razón de ser
en una nueva identidad como hijas del Rey. Han aprendido a confiar de nuevo, y sus relaciones
hechas añicos han quedado restauradas. Estas mujeres han aprendido habilidades, para poder
tener un empleo en algún trabajo productivo.

Tal vez usted y su iglesia no creen un Dream Center, pero sí pueden hacer algo que cambie
vidas. Hace falta invertir tiempo y dinero, pero más aún, hay que invertir amor y valentía. Nunca
es fácil entrar a la vida de la gente que está destrozada por dentro, pero necesitamos recordar
dónde estaríamos nosotros si Jesús no hubiera entrado en nuestra vida destrozada.

Sea sabio

Las motivaciones son poderosas, pero también son inconsistentes. Cuando entramos a la vida de
las personas que sufren, necesitamos analizar con cuidado las razones por las cuales estamos
invirtiendo en ellas. Tal vez tengamos muchas motivaciones, algunas serán nobles, y otras serán
egoístas; algunas serán relativamente puras, y otras serán complicadas. Con demasiada
frecuencia, hay quienes dan unos pocos dólares, o pasan un poco de tiempo trabajando, para
aliviar una sensación de culpa que los persigue, y no para cuidar genuinamente de los
necesitados. En un artículo publicado en Christianity Today, Bruce Wydick evaluaba los
programas mundiales de patrocinadores de niños. Su advertencia en sus conclusiones se ajusta a
todos nuestros esfuerzos movidos por la compasión:

“La clave para acabar con la pobreza se halla en la capacidad que tenemos los seres humanos, y
la forma en que vemos esa capacidad, para facilitar un cambio positivo. De hecho, cada vez que
damos algo a algún necesitado, le estamos enviando el sutil mensaje de que creemos que él es
incapaz de satisfacer sus propias necesidades. Aunque hay algunas intervenciones que son
necesarias, sobre todo en el aspecto de la salud, se producen al costo de reforzar un complejo de
inferioridad entre los pobres. Las buenas organizaciones de desarrollo comprenden esto.”6

En nuestra iglesia trabajamos fuerte para cuidar de la gente quebrantada, herida y necesitada,
pero nunca les queremos robar su dignidad ni su responsabilidad. Nuestra meta consiste en
impartirles fortaleza, y no dependencia; hacer que se enciendan en ellos objetivos, en lugar de
fomentar en ellos la pasividad; señalarles la maravilla, el amor y el poder de Cristo, en lugar de
tratar de apropiarnos nosotros de la gloria.
¿Quiere usted ser un líder al estilo de Mateo 25, y tener una iglesia también al estilo de Mateo
25? Pídale a Jesús que quebrante su corazón ante las personas olvidadas y despreciadas de su
comunidad. Cuando Él lo haga, usted estará listo para entrar en sus vidas con una poderosa
mezcla de humildad, sabiduría y fortaleza. El Espíritu está buscando esta clase de líderes. ¿Es
usted uno de ellos?

Wilfredo de Jesús, pastor principal de la iglesia New Life Covenant. Fundador y director
ejecutivo de New Life Family Services, en Chicago, Illinois. Es el autor de of Fe asombrosa:
Cómo atraer la atención de Dios (Publicado por el Concilio General de las Asambleas de Dios,
Springfield, Missouri, 2012).

Notas

1. Francis Chan, Loco amor (Casa Creación: Lake Mary, FL, 2009).

2. Amanda Walker-Rodríguez y Rodney Hill, “Human Sex Trafficking”, FBI Law Enforcement
Bulletin, The Federal Bureau of Investigation, www.fbi.gov/stats-services/publications/law-
enforcement-bulletin/march_2011/human_sex_trafficking [acceso del 8 de julio de 2013].  

3. DeNavas-Walt, Carmen, Bernadette D. Proctor, y Jessica C. Smith, U.S. Census Bureau,


“Current Population Reports, P60–243, Income, Poverty, and Health Insurance Coverage in the
United States: 2011,” U.S. Government Printing Office, Washington, D.C., 2012,
http://www.census.gov/prod/2012pubs/p60-243.pdf [acceso del 8 de julio de 2013.] 

4. Substance Abuse and Mental Health Services Administration, “Results from the 2011 National
Survey on Drug Use and Health: Summary of National Findings”, NSDUH Series H–44, HHS
Publication No. (SMA) 12–4713. Rockville, Maryland: Substance Abuse and Mental Health
Services Administration, 2012. http://www.whitehouse.gov/sites/default/files/ondcp/policy-and-
research/nsduhresults2011.pdf [acceso del 8 de julio de 2013].

5. Eve Hall, “A Focus on Prostitution”, www.compassioncoalition.org/slgprostitutionafocus.htm


[acceso del 8 de julio de 2013].

6. Bruce Wydick, “Want to Change the World? Sponsor a Child”, Christianity Today, junio de
2013, 25. http://www.christianitytoday.com/ct/2013/june/want-to-change-world-sponsor-
child.html [acceso del 8 de julio de 2013].

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