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EJEMPLOS BÍBLICOS DE ENTRENAMIENTO DE DISCIPULADO

“Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y de ellos escogió a doce,


a quienes también llamó apóstoles” (Luc. 6:13)

Cuando un pastor mira a su congregación los domingos en la mañana,


¿qué es lo que ve? Muchas cosas. Quizás ve a algunos que no son
cristianos, algunos que están buscando, algunos curiosos, y algunos que
fueron traídos a la iglesia por amigos interesados en su bienestar. Ve a
gente acongojada que está agobiada de tristeza, gente sobre las que han
caído las presiones, las decepciones y los sufrimientos de la vida.

Ve a cristianos jóvenes que están ansiosos y entusiasmados por la


nueva vida que tienen en Cristo. Ve a cristianos “viejos”, que ya lo han
oído todo y que con un gran bostezo responden al desafío más
conmovedor. Ve a los fieles, que están presentes desde que se abren las
puertas.

Ve a los recién casados. Ve a aquellos cuyos matrimonios se encuentran


en problemas. Ve a familias con problemas financieros, cuentas de
hospitales, y negocios que no están yendo bien. Ve al exitoso hombre de
negocios. Ve al esposo que ha perdido su trabajo y al agricultor cuyo
cultivo necesita lluvia de inmediato O lo perderá todo. Y así continúa por
toda la congregación. Mientras el pastor está de pie al frente de su gente,
un pensamiento cruza su mente: “¿Cómo puedo ministrar a esta gente y
satisfacer sus necesidades con uno o dos mensajes a la semana?”.

La congregación probablemente tiene tantas necesidades como A


número de miembros hay. ¿Cuál es la respuesta a su dilema?

Para contestar a su pregunta, primero debemos preguntar: “¿Tuvo que


enfrentar Jesús alguna vez algo parecido? ¿Tuvo multitudes delante de
él con diversas necesidades?”, Los Evangelios indican claramente que
así fue. Su ministerio estaba lleno de milagros, multitudes, largas horas,
cansancio y conflictos espirituales. Llegaban leprosos que necesitaban
su toque; ciegos que clamaba su nombre mientras él pasaba cerca.
Abogados trataban de engañarlo. Pecadores de toda clase y de ambos
sexos lo amaban, le proveían de comer, y le lavaban sus pies con sus
lágrimas. Muchedumbres alegres lo seguían; multitudes posteriormente
demandaron su muerte. Su vida estaba llena de toda clase de
emociones, todo tipo de oposición, todo tipo de actividad.

Hacia el final de su ministerio, Jesús habló con su Padre en su gran


oración de sumo sacerdote, e intercedió por sus discípulos. En ella él
hace una declaración sorprendente: “Yo te he glorificado en la tierra,
habiendo acabado la obra que me has dado que hiciera” (Juan 17:4).

¿Por qué es tan sorprendente? ¿No glorificó Jesús a Dios en todo


pensamiento, palabra, y obra en cada momento de cada día de su vida
entre los hombres? Sí, lo hizo, y eso es sorprendente a la luz de nuestras
propias fallas al respecto. Pero lo que es verdaderamente asombroso es
su declaración: “Habiendo acabado la obra que me has dado que
hiciera”.

La mayoría de nosotros sabe acerca de la obra redentora de Cristo y


recuerda sus palabras en la cruz: “Consumado es” (Juan 19:30). A través
de ese acto final y glorioso, él compró nuestra redención; murió por
nuestros pecados; nos puso en libertad.

Entonces ¿qué es lo que quiso decir en su oración cuando mencionó:


“Habiendo acabado la obra”? Cuando lea cuidadosamente la oración que
hizo Jesús, se dará cuenta de que no mencionó los milagros o las
multitudes; sino que todas las veces que mencionó su obra, se refirió a
los hombres que del mundo Dios le había dado. Estos hombres fueron su
obra. Su ministerio tocó a miles, pero entrenó a 12 hombres. Él entregó
su vida en la cruz por millones de personas, pero durante los tres años y
medio de su ministerio entregó su vida en forma especial a 12 hombres.

En nuestra enseñanza y predicación a menudo enfatizamos claramente


el ministerio de redención de Cristo, y verdaderamente debemos hacer
eso. Pero también necesitamos estudiar, entender y proclamar su
ministerio de entrenamiento en las vidas de estos pocos hombres. Se
pueden ver tres principios en este entrenamiento.

El principio de la selección
Los hombres que escogió Jesús eran gente común: pescadores,
recolectores de impuestos, y otras personas por el estilo. Cuando llegó el
momento de escoger a aquellos que iba a entrenar, pasó la noche en
oración. “Aconteció en aquellos días que Jesús salió al monte para orar,
y pasó toda la noche en oración a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a
sus discípulos y de ellos escogió a doce, a quienes también llamó
apóstoles” (Luc. 6:12, 13).

Este es un punto importante en el proceso de seleccionar. Él no salió


apresuradamente y agarró a los primeros que mostraron interés. Para él
esta era una decisión trascendental de consecuencias de largo alcance.
¿Qué tanto alcance? Humanamente hablando, ni siquiera podemos
especular; pero sí sabemos esto. Las consecuencias de ese ministerio
han continuado hasta el día de hoy y por la gracia de Dios continuarán a
través de nuestras vidas en las vidas de miles en los años venideros.

Quien sea que esté pensando o que esté ahora involucrado en un


ministerio de hacer discípulos (Mat. 28:19), debe pensar sobriamente
acerca del tema de selección. Es mucho más fácil pedirle a un hombre
que venga con usted, que pedirle que se vaya si usted se da cuenta —
para su gran dolor y tristeza que ha escogido al hombre equivocado.

¿Por qué escogió Jesús a hombres con tendencias y fallas mu


humanas? Suponga que hubiera escogido sólo a aquellos de alta cultura,
de gran intelecto y riquezas, que nunca tuvieron dudas o temores
fastidiosos, hombres que nunca cometieron errores o dijeron cosas que
más tarde se lamentaron de haberlas dicho, aquellos que desconocían
las debilidades, deseos, problemas, y pecados del resto de nosotros.
¿Dónde nos pondría eso? No podríamos identificarnos con gente como
esa. Estaríamos tentados a rendirnos de desesperación, dar la vuelta y
seguir en nuestros caminos mediocres.

No sólo eran hombres comunes, sino que eran individuos. No eran todos
iguales, no eran 12 fotocopias de uno sólo. No eran 12 soldados de
madera tallados con el mismo diseño, 12 réplicas de cartón cortados con
el mismo patrón, 12 estatuas de plástico obtenidas con el mismo molde.
Por ejemplo, Simón el zelote odiaba a los romanos que ocupaban
Palestina, mientras que Mateo, el recolector de impuestos, trabajaba
para ellos.

¿Qué es lo que nos enseña esto? ¿Qué aplicaciones prácticas podemos


sacar de ello? Una lección es obvia. En nuestra formación de discípulos,
no debemos de escoger sólo a aquellos que se parecen a nosotros en
temperamento y personalidad. Ni tampoco debemos de escoger sólo a
aquellos que actúan de una cierta manera que parece ir de acuerdo a
nuestras vidas personales y niveles de aceptación. Sería una buena idea
tener unos “hombres rudos” en el equipo así como también algunos
eruditos y tipos callados.

La obra de Cristo es algo que tiene muchas facetas maravillosas, y hay


veces en que el hombre que es rudo será más apto para una tarea
específica que el teórico filosófico y viceversa. Á Dios le gusta la
variedad. En la naturaleza encontrará la rosa silvestre, el abeto azul, la
palmera, el cactus, la magnolia, y el girasol. En el zoológico se
maravillará con la jirafa, el hipopótamo, la gacela, la boa, el colibrí, y el
águila. Al seleccionar hombres y mujeres, usted tendrá que abandonar su
tendencia al conformismo, y seguir el ejemplo de Jesús.

Sus hombres eran llamados galileos; eran gente considerada un tanto


pueblerina y anticuada por sus hermanos más sofisticados de Jerusalén.
Generalmente eran personas muy trabajadoras en comparación con los
soñadores filosóficos y eruditos de la gran ciudad. No eran personas que
creían ya saberlo todo, por lo tanto eran más aptos para ser enseñados
que los de la alta cultura que vivían en Jerusalén. Esto no quiere decir
que Jesús evitó a la gente culta y educada. El tuvo una conversación
larga con Nicodemo, miembro del consejo regidor judío y maestro de
Israel; posteriormente escogió a Saulo de Tarso para ser uno de sus
líderes de la iglesia.

El principio de la asociación
¿Con qué propósito escogió Jesús a los 12 apóstoles? “Constituyó a
doce, a quienes nombró apóstoles, para que estuvieran con él, y para
enviarlos a predicar” (Mar. 3:14).

Jesús escogió a estos hombres para que estuvieran con él. Esto no fue
una idea revolucionaria en aquellos días; hay varios ejemplos en el
Antiguo Testamento en donde se entrenaba a hombres para la obra de
Dios por medio de la asociación con otros hombres de Dios.

Dios le indicó al profeta Elías que escogiera a Eliseo para que le ayudara
y continuara la obra después de que él se fuera. Elías no lo encontró en
la escuela de los profetas, estudiando y meditando, sino trabajando en el
campo (1 Rey. 19:15, 16, 19). Los discípulos fueron llamados a dejar su
trabajo diario para ir a estar con Jesús (Mat. 4:18-22; 9:9).
Elías no le imploró a Eliseo que se fuera con él, ni usó su oficio profético
para forzarlo al ministerio en contra de su voluntad. Cada persona debe
calcular el costo e incorporarse al entrenamiento de discipulado
voluntariamente. De hecho, según el registro de su conversación, al
parecer Elías estaba perfectamente dispuesto a dejar que Eliseo se
retirara si lo deseaba. Si es que iba a colaborar con él, tenía que
aprender de él voluntariamente (1 Rey. 19:19-21),

A Eliseo le costó algo seguir a Elías. Con la malvada reina Jezabel


arrasando con lsrael, el reino del norte, sin lugar a dudas estos eran
momentos de incertidumbre para el profeta de Dios y ra cualquiera que
estuviese asociado con él. Si Eliseo hubiera consultado con su gente,
indudablemente le hubieran aconseja y lucrativo.

Pero Eliseo estaba consciente del tremendo enriquecimiento espiritual


que ganaría si pasaba tiempo con el poderoso profeta de Dios. Así que
después de escaparse y matar a sus bueyes —su medio de sustento (un
acto final de compromiso total) — se fue con Elías (1 Rey. 19:21) ¿y qué
es lo que empezó a hacer? Servir a Elías. Es cierto que aquellos que
dirigen deben aprender a servir primero. Y es igualmente cierto que para
entrenar a personas uno debe estar dispuesto a pasar tiempo con ellas
por medio de horas de conversación y asociación con los asuntos
normales de la vida.

Esa es una razón por la cual usted no puede tomar a mucha gente a la
vez. Puede tratar de abarcar demasiado y nunca tener tiempo para
dedicarlo exclusivamente a ninguno de ellos. Usted sólo tiene cierta
cantidad de reserva emocional, así que la cantidad de hombres que
pueda entrenar está limitada por las horas que hay en el día y la
capacidad espiritual y emocional de su propia vida. Un error común es
tratar de hacer demasiadas cosas, demasiado rápido, y con demasiada
gente.

Nosotros sabemos, por la asociación que había entre estos dos hombres,
que Elías nunca le insistió a Eliseo que continuara con él en la obra.
Todo lo contrario. En tres ocasiones Elías animó a Eliseo a reevaluar su
relación y retirarse si quería, pero Eliseo rehusó tres veces. Elías había
tomado la decisión correcta. En Gilgal, Betel, y Jericó, Eliseo tuvo la
oportunidad de renunciar, pero decidió quedarse al lado de Elías (2
Reyes 2:1-6).
Cuando Eliseo decidió seguir a Elías y servirle, la decisión fue
permanente, Él había calculado el costo y determinó que eso era que
quería. Así que en el momento cuando usted elija a las Personas, y en la
subsiguiente asociación con ellas en el ministerio es imperativo que
permita que ellas reciban la dirección de Dios sobre el asunto, que sepan
exactamente lo que se requiere, y que se den cuenta de que usted las
reúne no para su propio beneficio sino para el de ellas.

La asociación entre Moisés y Josué es otra ilustración de este punto.


Dios había entregado Josué a Moisés como respuesta a la oración de
Moisés, y una de las primeras cosas que hizo Moisés fue investir a Josué
con una porción de su honor (Núm. 27:15-20). Ese es un punto
importante. He hablado con hombres que tenían miedo de entrenar a
otros como líderes espirituales de la congregación por temor a perder
algo de la lealtad o el respeto de la gente. Disfrutaban ser el centro de
atención; disfrutaban tener a otros dependiendo de ellos y sólo de ellos.
Moisés compartió su autoridad con Josué.

Cuando observamos a Moisés en este contexto, nos damos cuenta de


que él encontró su seguridad en Dios. Se regocijó de ver a Josué
comenzando a llevar algo de la carga. En su asociación, Josué estaba
allí para ayudar a Moisés en el ministerio, y para continuarlo después de
que Moisés se fuera. Josué sucedió al líder algunos años después.
“Aconteció después de la muerte de Moisés, siervo de Jehovah, que
Jehovah habló a Josué hijo de Nun, ayudante de Moisés, diciendo: “Mi
siervo Moisés ha muerto. Ahora, levántate, pasa el Jordán, tú con todo
este pueblo, a la tierra que yo doy a los hijos de Israel” (Jos. 1:1, 2).

El Antiguo Testamento ofrece amplia evidencia de que el entrenamiento


obtenido mientras se hace el trabajo no era una idea nueva en los
tiempos de Jesús. Cuando Jesús se acercó a los 12 discípulos con la
idea, ellos sabían de qué se trataba y se regocijaron de la oportunidad.
No tenían la menor idea de todo lo que eso involucraba, pero sin duda
estaban gustosos y honrados por haber sido escogidos. Posteriormente,
a medida que el cristianismo se desarrolló bajo el liderazgo de ellos, se
continuó con Se el procedimiento.

Pedro tenía gente con él cuando se fue a la casa de Cornelio invitado por
aquellos que el centurión había enviado. “El Espíritu me dijo que fuera
con ellos sin dudar. Fueron también conmigo A estos seis hermanos, y
entramos en la casa de aquel hombre” A (Hech. 11:12).

Posteriormente, el apóstol Pablo llevó a cabo este ministerio Te de


entrenamiento por asociación. “Le acompañaron Sópater hijo de Pirro, de
Berea,... Aristarco y Segundo, Gayo de Derbe, Timoteo, Tíquico, y
Trófimo de Asia” (Hech. 20:4).

Cuando escribió su última carta a Timoteo, Pablo le recordó ES algunas


de las cosas que intentó impartir. “Pero tú has seguido pS de cerca mi
enseñanza, conducta, propósito, fe, paciencia, amor, y perseverancia” (2
Tim. 3:10).

El efecto que tiene este ministerio de hacer discípulos por Ea asociación


sobre aquellos que se están entrenando es poderoso, 5 dramático, y
cambia la vida. Es casi increíble ver la transformación que ocurrió en las
vidas de los 12 apóstoles. Es uno de los y milagros más espectaculares
que se encuentran en la Escritura.

Verlos pasar de las humildes orillas de Galilea al sofisticado centro de


Jerusalén, y hacer lo que hicieron ante la asamblea más imponente que
Jerusalén pudo producir, es una maravilla que contemplar.

El Antiguo Testamento registra un fenómeno igualmente asombroso.


David vio cómo una banda de hombres malvivientes, desanimados y
descontentos se unieron a él y él fue su capitán. Después de un corto
tiempo comenzaron a cambiar. Al asociarse con David y servirle, llegaron
a ser verdaderamente grandes hombres de ese entonces. Se les pegó
algo del espíritu de David.

Fueron transformados en guerreros valientes y heroicos cuyas hazañas


fueron legendarias. La Biblia nos dice: “Estos son los principales de los
valientes que tenía David, los que junto con todo Israel le dieron apoyo
en su reinado, para hacerle rey, conforme a la palabra de Jehovah
respecto a Israel” (1 Crón. 11:10). El resto de ese capítulo registra las
hazañas de estos hombres fuertes, valientes y desafiantes. El cambio
que se produjo en su vida mientras se defendían fuertemente junto con
David en su reino no es ni más ni menos que un milagro.
Todo pastor tiene en su congregación personas que hoy en día no son
más que simples espectadores en el reino de Dios, pero que pagarían
cualquier precio para involucrarse con él en el ver. dadero corazón del
ministerio. Pero esto le costará. Tales personas necesitan sus sermones
y su instrucción pero, más que eso, tendrá que compartir su vida con
ellos. Y eso cuesta. El apóstol Juan dijo: “En esto hemos conocido el
amor: en que él puso su vida por nosotros. También nosotros debemos
poner nuestras vidas por los hermanos” (1 Jn. 3:16).

¿Vale la pena? ¿Cuáles son los dividendos de esta clase de ministerio?

Jesús destinó a 12 hombres para que estuviesen en asociación con él y


fueran enviados a predicar. Él tenía en mente dos cosas para el
entrenamiento de los doce. Una, que le fueran de ayuda a llevar a cabo
su misión en ese momento. Dos, que continuaran la obra cuando él se
fuera.

Los enviaría a predicar al gran concilio judío, a los filósofos de Atenas, a


los adoradores de ídolos, a los bárbaros salvajes, a los soldados
romanos, a todos los que escuchasen. Él sabía que el entrenamiento
tenía que ser profundo porque estos hombres ¡iban a enfrentar una
oposición terrible. Serían apedreados en las calles, golpeados
brutalmente, y echados a la cárcel. Así que su preparación era vital. Un
entrenamiento superficial y un compromiso a medias no soportarían la
prueba. Fueron salvos para salvar a Otros, pero esto sería mayormente
un camino duro y rocoso.

El principio de la instrucción
Además de convertir a sus hombres en sus discípulos por medio de su
compañía en la obra diaria del ministerio, Jesús también tuvo con ellos
momentos especiales de instrucción. “Y él les decía: “A vosotros se os ha
dado el misterio del reino de Dios; pero para los que están fuera, todas
las cosas están en parábolas ” (Mar. 4:11). Y ellos sabían lo que les
esperaba. “He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos. Sed,
pues, astutos como serpientes y sencillos como palomas. Guardaos de
los hombres, porque os entregarán a los tribunales y en sus sinagogas
os azotarán. Seréis llevados aun ante gobernadores y reyes por mi causa
para dar testimonio a ellos y a los gentiles” (Mat. 10:16-18).
Sabían que no iba a ser tan fácil como un paseo por el parque. Jesús los
preparó para enfrentar la oposición y el rechazo. “Cualquier lugar que no
os reciba ni os oiga, saliendo de allí, sacudid el polvo que está debajo de
vuestros pies, para testimonio contra ellos” (Mar. 6:11).

Es bueno que la gente no entre al programa de entrenamiento de


discipulado con la cabeza por las nubes. Es interesante notar que
cuando Jesús escogió a Pablo, le hizo ver por medio de Ananías lo que
le esperaba más tarde. Al hablar con Ananías para que se comunicara
con Pablo, Jesús dijo: “Ve, porque este hombre me es un instrumento
escogido para llevar mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de
Israel. Porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi
nombre” (Hech. 9:15, 16).

Cuando esté entrenando a posibles discípulos y obreros, deje que


participen en algunas de las pruebas y tribulaciones que usted haya
pasado en el ministerio. Hábleles acerca de algunas de las veces en que
fue rechazado por testificar en el vecindario. Dígales lo que cuesta el
discipulado.

Dawson Trotman, fundador de Los Navegantes, solía apartar a unos


cuantos de nosotros y contarnos acerca de sus derrotas así como
también de sus victorias. Pero también se ocupaba de ayudarnos a ver
que la poderosa mano de Dios siempre estaba allí para sostenernos, Un
versículo que le encantaba compartir con nosotros era: “No prosperará
ninguna herramienta que sea fabricada contra tí. Tú condenarás toda
lengua que se levante contra ti en el juicio. Esta es la heredad de los
siervos de Jehovah, y su Vindicación de parte mía', dice Jehovah” (Isa.
54:17).

Jesús les dijo a sus hombres: “Vosotros no me elegisteis a mí; Más bien
yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y
para que vuestro fruto permanezca; a fin de que todo lo que pidáis al
Padre en mi nombre él os lo dé” (Juan 15:16),

Su entrenamiento ocurría donde la batalla escarnecía En ciertas


ocasiones, él apartaba a sus hombres para tener algunos momentos
especiales juntos, pero su entrenamiento era mayormente en la práctica
“mientras trabajaban”. Ellos estaban en el ministerio con él. Juan miró en
retrospectiva sobrecogido y maravillado por lo que había experimentado.
“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto
con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos
tocante al Verbo de vida —la vida fue manifestada, y la hemos visto; y os
testificamos y anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y nos
fue manifestada” (1 Jn. 1:1, 2).

Jesús estuvo disponible para su gente. La Palabra eterna se hizo


audible, visible, y palpable. Ellos estaban cerca de él. Fueron escogidos
para estar con él, pero siempre para el gran propósito de prepararlos
para el ministerio. Él diseñó su entrenamiento para que sus vidas lleven
fruto perdurable. No los preparó para una vida de compañerismo recluido
entre ellos, así que no los preparó dentro de un compañerismo recluido.

He cometido errores en este asunto. He tratado de entrenar a personas


juntándolas en un sótano silencioso una vez a la semana para hablar de
la vida cristiana y luego complementar esto con uno que otro seminario o
alguna reunión especial. No funcionó. Pero aquellos que han servido
conmigo en los ajetreos de la vida, donde enfrentamos victorias y
derrotas a diario, en el mundo de la vida real, hoy son productivos para
Cristo. Los he visto llevar fruto que permanece, En resumen, hay tres
cosas que son indispensables para la persona que va a ayudar a que
otras se conviertan en discípulos inquebrantables, leales y productivos en
el ministerio de Jesucristo.
1. Debe tener bien en claro lo que quiere que ellos sepan y entiendan
acerca de las cosas de Dios; debe saber cuáles son los ingredientes
básicos en la vida del discipulado.

2. Debe tener una imagen clara de lo que quiere que estos discípulos
lleguen a ser. Debe saber cuáles son los elementos fundamentales del
carácter cristiano que deben tener y qué clase de gente deben ser,

3. Debe tener una visión viva de lo que quiere que ellos aprendan a
hacer y un plan factible para ayudarlos a que lo logren.

En este capítulo hemos visto el método de Jesucristo, sus apóstoles, y


los profetas del Antiguo Testamento para llevar a cabo este ministerio.
Ellos escogieron cuidadosamente a sus seguidores; utilizaron el principio
de “estar con él”, el concepto de asociación y ejemplo; además tuvieron
momentos específicos de instrucción sólida, clara y sencilla.
Ahora, esto es lo emocionante. Ninguna de estas cosas está fuera del
alcance del cristiano común. Todos podemos compartir con otros lo que
hemos aprendido. Y podemos orar para que nuestras vidas sean un
ejemplo para ayudar a que otros crezcan en su devoción a Cristo y en
efectividad para su causa.

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