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Capítulo 22 Creciiento y Desarrollo
Capítulo 22 Creciiento y Desarrollo
El primer año
El periodo prenatal y el primer año de vida proporcionan la base de un crecimiento y un
desarrollo considerables y fijan la trayectoria de la vida del niño. La plasticidad neuronal,
la capacidad del cerebro para ser moldeado por la experiencia, tanto positiva como
negativa, está en su punto máximo. El volumen cerebral total se duplica en el primer año
de vida y aumenta un 15% más a lo largo del segundo año. El volumen cerebral total al
mes de edad es aproximadamente el 36% del volumen adulto, pero al año es
aproximadamente del 72% (el 83% a los 2 años) (fig. 22.1). La adquisición de habilidades
aparentemente «simples», como la deglución, refleja una serie de procesos intrincados y
altamente coordinados que implican múltiples niveles de control neuronal distribuidos
por varios sistemas fisiológicos, cuya naturaleza y relaciones maduran a lo largo del
primer año de vida. Durante este periodo se produce un considerable aprendizaje de las
herramientas básicas del lenguaje (fonología, fragmentación de las palabras). El
procesamiento del lenguaje verbal en los niños mayores requiere redes neuronales
definidas y precisas; el cerebro del lactante posee una organización estructural y
funcional similar a la del de los adultos, lo cual sugiere que el procesamiento
neurológico estructural del lenguaje verbal puede guiar a los niños a descubrir las
propiedades de su lengua nativa. La mielinización de la corteza comienza a los 7-8 meses
de gestación y continúa durante la adolescencia y la juventud. Se realiza de posterior a
anterior, lo cual permite una maduración progresiva de las vías sensoriales, motoras y
finalmente asociativas. Dada la importancia del hierro, del colesterol y de otros
nutrientes en la mielinización, es importante mantener unos depósitos adecuados
durante esta etapa (v. cap. 56). Unas interacciones insuficientes con los cuidadores o
factores medioambientales pueden alterar los procesos dependientes de la experiencia
que son fundamentales para el desarrollo y la función de las estructuras cerebrales
durante la primera infancia. Aunque para algunos de estos procesos la estimulación
posterior permite una recuperación, ya que los periodos de plasticidad concluyen
durante los rápidos cambios del desarrollo que se producen durante el primer año de
vida, pueden producirse déficits más permanentes.
El niño adquiere nuevas competencias en todos los dominios de desarrollo. El concepto
de líneas de desarrollo reconoce que las capacidades más complejas se construyen
sobre las más simples; también es importante comprender cómo el desarrollo de cada
dominio afecta al funcionamiento de todos los demás. Todos los parámetros de
crecimiento deberían registrarse en las gráficas de la Organización Mundial de la Salud,
que muestran cómo «deberían» crecer los niños desde el nacimiento hasta los 72 meses
de edad en circunstancias óptimas (v. cap. 23, figs. 23.1 y 23.2). La tabla 22.1 resume los
principales hitos por dominio; la tabla 22.2 presenta información similar
organizada según la edad. La tabla 22.3 presenta la edad en el momento de aparición
radiológica de los centros de osificación. Los padres con frecuencia demandan
información sobre el «desarrollo normal» durante este periodo y deberían ser dirigidos a
fuentes fiables de información, como la página de la American Academy of Pediatrics
(healthychildren.org).
EDAD 0-2 MESES
En el recién nacido a término, la mielinización está presente en el momento del
nacimiento en la parte dorsal del tronco cerebral, en los pedúnculos cerebelosos y en el
brazo posterior de la cápsula interna. La materia blanca cerebelosa adquiere la mielina
hacia el mes de edad y está completamente mielinizada hacia los 3 meses. La materia
blanca subcortical de la corteza parietal, frontal posterior, temporal y calcarina está
parcialmente mielinizada a los 3 meses de edad. En este periodo, el lactante
experimenta un importante crecimiento. Los cambios fisiológicos permiten establecer
pautas de alimentación eficaces y un ciclo de sueño-vigilia predecible. Las interacciones
sociales ocurridas mientras los padres y los lactantes realizan estas tareas proporcionan
el fundamento para el desarrollo cognitivo y emocional.
Desarrollo físico
El peso de un recién nacido puede disminuir inicialmente entre un 10% (parto vaginal) y
un 12% (parto por cesárea) durante la primera semana, como resultado de la excreción
del exceso de líquido extravascular y la limitada ingesta nutricional. La nutrición mejora
conforme el calostro es sustituido por leche materna más rica en grasa y cuando el
lactante aprende a agarrar y succionar con más eficacia la mama materna y la madre
domina mejor la técnica de alimentación. Los lactantes recuperan o superan el peso del
nacimiento a las 2 semanas de edad y deben ganar alrededor de 30 g al día durante el
primer mes de vida (v. tabla 27.1). Este es el periodo de crecimiento posnatal más
rápido. Los brazos descansan a ambos lados del cuerpo. Los movimientos de los
miembros consisten sobre todo en contorsiones incontroladas, con apertura y cierre de
las manos sin finalidad aparente. La sonrisa se produce de modo involuntario. La
dirección de la mirada, el giro de la cabeza y la succión se controlan mejor y, por tanto,
pueden usarse para demostrar la percepción y la cognición del lactante. El giro
preferente del lactante hacia la voz de la madre es una prueba de memoria de
reconocimiento.
Se han descrito seis estados de la conducta (v. cap. 21). Inicialmente, el sueño y la vigilia
se distribuyen de modo uniforme durante las 24 horas (fig. 22.2). La maduración
neurológica explica la consolidación del sueño en bloques de 5 o 6 horas por la noche,
con periodos de alerta breves para su alimentación. También se produce un aprendizaje;
los lactantes cuyos padres son consistentemente más interactivos y estimulantes
durante el día aprenden a concentrar su sueño durante la noche.
Desarrollo cognitivo
Los lactantes pueden diferenciar entre patrones, colores y consonantes. Pueden
reconocer las expresiones faciales (sonrisas) como parecidas, aunque aparezcan en caras
diferentes. También pueden emparejar propiedades abstractas de los estímulos, como
contorno, intensidad o patrón temporal, a través de distintas modalidades sensoriales.
Los lactantes de 2 meses pueden discriminar los patrones rítmicos del lenguaje nativo
frente al no nativo. Los lactantes parecen buscar activamente los estímulos, como si
satisficieran una necesidad innata de dar sentido al mundo. Estos fenómenos
representan la integración de los estímulos sensoriales en el sistema nervioso central.
Los cuidados proporcionan estímulos visuales, táctiles, olfatorios y auditivos, todos los
cuales promueven el desarrollo cognitivo. Los lactantes se habitúan a los estímulos
familiares, prestan menos atención a los estímulos repetidos y atienden más a los
estímulos novedosos.
Desarrollo emocional
El lactante depende del medio ambiente para satisfacer sus necesidades. La
disponibilidad constante de un adulto de confianza para satisfacer las necesidades
urgentes del lactante crea las condiciones para afianzar el apego. La confianza básica
frente a la desconfianza, la primera de las fases psicosociales de Erikson (v. cap. 18),
depende del vínculo recíproco con la madre. El llanto se produce como respuesta a
estímulos obvios (pañal sucio), pero a menudo no es tan evidente (v. cap. 22.1). Los
lactantes que están constantemente en brazos como respuesta al sufrimiento, lloran
menos al año de edad y muestran una conducta menos agresiva a los 2 años. Los
lactantes lloran en respuesta al llanto de otro lactante, lo cual se interpreta como un
signo temprano de empatía.
Implicaciones para los padres y los pediatras
El éxito o el fracaso al establecer los ciclos de alimentación y de sueño influyenen los
sentimientos de competencia de los padres. Cuando las cosas van bien, ceden la
ansiedad y la ambivalencia de los padres, así como el agotamiento de las primeras
semanas.
Algunas circunstancias del lactante (p. ej., cólicos) o conflictos familiares pueden
impedirlo. Con la recuperación física después del parto y la normalización hormonal,
desaparece la leve depresión posparto que afecta a muchas mujeres. Si la madre
continúa sintiéndose triste, incapaz de afrontar la situación y ansiosa, debe considerarse
la posibilidad de que exista una depresión posparto de moderada a grave, presente en el
10-15% de las mujeres puérperas. La depresión grave que aparece durante el embarazo
o en el posparto, amenaza la relación madre-hijo, y es un factor de riesgo para
problemas cognitivos y conductistas posteriores. El pediatra debe ser el primer
profesional que detecte a la madre deprimida y debe ayudarla a buscar tratamiento (v.
cap.21).
Desarrollo cognitivo
El efecto global de estos avances es un cambio cualitativo. Los niños de 4 meses se
describen como «recién nacidos» desde el punto de vista social y se interesan por un
mundo cada vez más amplio. Durante la alimentación, el lactante ya no se centra solo en
la madre, sino que se distrae con otras cosas. En los brazos de su madre puede,
literalmente, «observar los alrededores» y quizá prefiera mirar hacia fuera.
Los lactantes de esta edad también exploran sus propios cuerpos, se miran
intencionadamente las manos, vocalizan, balbucean y se tocan las orejas, las
mejillas y los genitales. Esas exploraciones representan una fase precoz en la
comprensión de la relación causa-efecto, a medida que el lactante aprende que los
movimientos musculares voluntarios generan sensaciones táctiles y visuales predecibles.
También desempeñan un papel en la emergencia de un sentido del yo, separado de la
madre. Esta es la primera fase del desarrollo de la personalidad. Los lactantes llegan a
relacionar determinadas sensaciones a través de la repetición frecuente. La sensación
propioceptiva de mantener la mano levantada y mover los dedos se acompaña siempre
de la visión de
los dedos moviéndose. Tales sensaciones de «yo» están consistentemente
relacionadas y son reproducibles a voluntad. En contraste, las sensaciones que
se asocian a «otros» ocurren con menos regularidad y en combinaciones variables. El
sonido, el olor y el tacto de la madre en ocasiones aparecen con rapidez en respuesta al
llanto, aunque otras veces no aparecen. La satisfacción que proporciona la madre u
otros adultos queridos continúa el proceso del apego.
Desarrollo emocional y comunicación
El bebé exhibe interacciones cada vez más elaboradas y amplias. Las emociones
primarias de ira, alegría, interés, miedo, disgusto y sorpresa aparecen en contextos
adecuados, como expresiones faciales distintas. Durante el contacto cara a cara, el
lactante y el adulto de confianza emparejan las expresiones afectivas (sonrisa o
sorpresa) en aproximadamente el 30% de las ocasiones. El inicio de los «juegos»
(canciones, juegos de manos) aumenta el desarrollo social. Dicho comportamiento cara
a cara revela la capacidad del lactante para compartir los estados emocionales, el primer
caso en el desarrollo de la comunicación. Los hijos de padres con depresión muestran un
patrón
diferente, pasan menos tiempo en movimiento coordinado con sus padres
y hacen menos esfuerzos para recuperar el contacto. En vez de ira, muestran
tristeza y pérdida de energía conforme los padres siguen sin estar disponibles.
Implicaciones para los padres y los pediatras
La maduración motora y sensorial convierte a los lactantes de 3-6 meses
en más interesados e interactivos. Algunos padres perciben como rechazo
el giro hacia el exterior de sus hijos de 4 meses, y en su interior temen que
los niños hayan dejado de amarlos. Sin embargo, para la mayoría este es un periodo
feliz. Comunican emocionados que pueden «mantener una conversación» con sus hijos,
expresada con vocalizaciones y actitudes de escucha. Los pediatras comparten su júbilo,
ya que el bebé parece responder a los juegos, contacta con la mirada y se mueve de
forma rítmica. Los lactantes que no muestran este lenguaje y estos movimientos
recíprocos tienen riesgo de presentar trastornos del espectro autista u otros retrasos del
desarrollo
neurológico (v. caps. 52 y 54). Si la visita no resulta distendida y relajada,
se deben descartar estrés social, disfunción familiar, enfermedad mental
paterna o problemas en la relación lactante-padres. Hay que tranquilizar a
los padres en el sentido de que la respuesta a las necesidades emocionales del
lactante no va a provocar que se convierta en un niño «mimado». La administración de
vacunas y la extracción de sangre mientras el niño está sentado en el regazo de los
padres o está mamando aumentan la tolerancia al dolor.
capítulo 23
El segundo año
Desarrollo emocional
El lactante que se está aproximando al hito de dar los primeros pasos puede
mostrarse irritable. Una vez que comienza a caminar se produce un cambio
marcado del humor predominante. Los niños suelen mostrarse eufóricos
con su nueva capacidad y con el poder de controlar la distancia entre él y sus
padres. El niño explorador gira alrededor de los padres, se aleja y después
vuelve al contacto tranquilizador y se aleja de nuevo. Un niño con un apego
seguro usará al progenitor como base segura a partir de la cual explorar de
forma independiente. Orgulloso de sus logros, el niño ilustra el estadio de
Erikson de autonomía y separación (v. cap. 18). El niño que empieza a andar
y que es excesivamente controlado y se le quita la intención de la exploración
activa sentirá dudas, vergüenza, ira e inseguridad. Todos los niños tendrán
rabietas, lo cual refleja su incapacidad para posponer su satisfacción, suprimir
o desplazar la ira o comunicar verbalmente sus estados emocionales. La
calidad de la relación padres-hijo puede moderar los efectos conductuales
negativos de la organización del cuidado del niño cuando los padres trabajan.
Desarrollo lingüístico
El lenguaje receptivo precede al expresivo. Cuando el lactante pronuncia
sus primeras palabras, hacia los 12 meses, ya responde de forma adecuada
a varias expresiones simples, como «no», «adiós» y «dame». Hacia los
15 meses el niño normal señala las principales partes del cuerpo y usa cuatro o
seis palabras de forma espontánea y correcta, entre ellas nombres propios
Los niños pequeños también exhiben
una jerga polisilábica (v. tablas 22.1
y 23.1), y no parece importarles que
nadie les entienda. La mayor parte de
la comunicación de deseos e ideas
continúa siendo no verbal.
Implicaciones para los padres y los
pediatras
Los padres incapaces de recordar
cualquier otro hito sí suelen
acordarse
de cuándo comenzó a caminar el niño, quizá debido al significado simbólico de
la marcha como un acto de independencia y debido a las nuevas demandas
que el niño que ya camina requiere de sus padres. Todos los niños deberían
ser animados a explorar su entorno; no obstante, la capacidad de un niño
para deambular fuera de la vista también aumenta evidentemente los riesgos
de lesión y la necesidad de supervisión, lo que hace que la seguridad del
niño sea un aspecto integral de las visitas al médico.
En la consulta, muchos niños que comienzan a andar se sienten cómodos
examinando la sala de exploración, pero se cogen a los padres por la ten-
sión que les provoca la exploración. Realizar la mayor parte de la exploración
física en el regazo de los padres puede ayudar a disipar el miedo a la sepa-
ración. Los lactantes que parecen alterarse más en los brazos de sus padres,
en vez de tranquilizarse, o que evitan a sus padres en momentos de tensión
pueden tener un lazo inseguro. Los niños pequeños que ante una situación de
estrés buscan consuelo en extraños en vez de en sus padres son motivo
de especial preocupación. Los niños criados en ambientes estresantes
tóxicos tienen una mayor vulnerabilidad a la enfermedad. Los conflictos
entre independencia y seguridad se manifiestan en las cuestiones de disci-
plina, rabietas temperamentales, entrenamiento en el control de esfínteres
y cambios en los comportamientos de la alimentación. Los padres deberían
ser aconsejados sobre estas materias en el marco de un desarrollo normal.
Los padres pueden expresar preocupación sobre la escasez de la ingesta
de comida conforme se ralentiza el crecimiento. La gráfica de crecimiento
debería tranquilizarles. Muchos niños todavía duermen dos siestas, aunque
la duración se reduce progresivamente y pueden empezar a condensarse en
una siesta más larga (v. fig. 22.2).
Desarrollo cognitivo
Alrededor de los 18 meses se producen varios cambios cognitivos, que
marcan la conclusión del periodo sensitivo-motor. Estos cambios pueden
observarse durante el juego autoiniciado. La permanencia del objeto está
firmemente establecida; los niños que comienzan a andar anticipan dónde
terminará un objeto, aunque no lo vean mientras se está moviendo. Com-
prenden mejor la relación causa-efecto y son flexibles en la solución de
problemas (p. ej., el uso de un palo para obtener un objeto que está fuera
de alcance o el intento de dar cuerda a un juguete mecánico). Las trans-
formaciones simbólicas en el juego ya no están unidas al propio cuerpo
del niño, de forma que puede intentar dar de comer a una muñeca con un
plato vacío. Al igual que la reorganización que se produce a los 9 meses
(v. cap. 22), los cambios cognitivos a los 18 meses guardan relación con avances
importantes en los dominios emocional y lingüístico (v. tabla 23.1).
Desarrollo emocional
La independencia relativa del semestre precedente da paso al aumento de la
dependencia hacia los 18 meses. Esta fase, descrita como «acercamiento», puede
ser una reacción al conocimiento creciente de la posibilidad de separación.
Muchos padres cuentan que no pueden ir a ningún lado sin tener al niño col-
gado de ellos. La ansiedad de separación se manifestará a la hora de acostarse.
Muchos niños utilizan un paño o un juguete especial como objeto transicional,
que funciona como un símbolo del padre ausente. El objeto transicional sigue
siendo importante hasta que se completa la transición al pensamiento simbólico
y se interioriza del todo la presencia simbólica de los padres. A pesar del apego
al progenitor, el uso que hace el niño del «no» es una forma de declarar su
independencia. Las diferencias individuales del temperamento, tanto del niño
como de los padres, desempeñan un papel crítico para determinar el equilibrio
de «conflicto frente a colaboración» en la relación padres-hijo. Según aparece el
lenguaje eficaz, los conflictos suelen volverse menos frecuentes.
La percepción de la propia conciencia e interiorización de las normas
de comportamiento aparecen por primera vez a esta edad. El niño que
comienza a andar que se ve en un espejo querrá tocarse la cara por primera
vez, en vez de la de la imagen del espejo, si nota algo inusual en la nariz.
Comienza a reconocer que un juguete se ha roto y es posible que lo entregue
a los padres para que lo arreglen. El lenguaje se convierte en un medio de
control de impulsos, razonamiento precoz y conexión entre ideas. Cuando
siente la tentación de tocar un objeto prohibido puede decirse a sí mismo
«no, no». Esto es el comienzo de la formación de la conciencia. El hecho de
que muchas veces acabe tocando el objeto demuestra la debilidad relativa
de las inhibiciones interiorizadas a esta edad.
Desarrollo lingüístico
Los avances más espectaculares de este periodo quizá sean los lingüísticos.
El etiquetado de los objetos coincide con el advenimiento del pensamiento
simbólico. Tras darse cuenta de que las palabras corresponden a objetos o
ideas, el vocabulario se amplía de 10-15 palabras a los 18 meses a entre 50 y
100 a los 2 años. Tras adquirir un vocabulario con alrededor de 50 palabras,
los niños comienzan a combinarlas para construir frases simples, marcando
el comienzo de la gramática. En esta fase, los niños comprenden órdenes de
dos fases, como «dame la pelota y después ponte los zapatos». El lenguaje
también da al niño pequeño un sentido de control de lo que le rodea como al
decir «buenas noches» o «adiós». La emergencia del lenguaje verbal marca el
final del periodo sensitivo-motor. Conforme el niño aprende a usar símbolos
para expresar ideas y resolver problemas, se desvanece la necesidad de
cognición basada en la sensación directa y la manipulación motora.