Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Renacer.
¿Por qué muero y vuelvo a nacer una y otra vez? Duermo; desaparezco. Abro los ojos y
soy yo, otra vez. Máquina soñante. Máquina duermevela…
Nadie sabe que existimos… y aun así, aquí estamos, entre océanos de acero y montañas de
cristal recuperando los hilos de nuestros padres y madres, perdidos por centurias entre las
sombras de la fe y la dulzura; dulzura que se estira como una mano muriente tratando de
tocar el cielo o la Luna… Yo aquí oculto por el humo del cigarro; guarecido por el castillo
de hielo que lo gobierna todo desde este vaso de whisky sagrado… Mis manos sucias, mis
zapatos desgastados. Mi corazón hoja seca flotando sin rumbo en el aire, soy una centella
que se apaga lejos de la hoguera; un día de verano; otro de invierno… viene a mí la oración
perfecta, mañanas inaccesibles, ayeres perdidos en el presente espejismo, ese instante que
nunca ha ocurrido, que jamás ocurrirá…
Hay un hombre mirando por la ventana. Tiene un cigarro en una mano y un vaso de whisky
en la otra. Su rostro se pierde en el humo, sus ojos brillan entre el humo, como si fueran dos
linternas de fuego… a donde me muevo, me sigue, igual que la Luna. Alguien abre la
puerta.
Entra la claridad.
Entra, y recorre los libros del consultorio. Toma uno y sin abrirlo, pasa sus dedos por la
cubierta.
Robinson Crusoe.
Me da gusto verte. Toma asiento. ¿Quieres algo de beber?
1
Tuve un sueño. Soñé conmigo. Me seguía a mí mismo, como si yo fuera la sombra que
proyecta mi cuerpo. Me cuestionaba si yo era el soñante o el sueño…
Cuando soñamos nunca somos el director de escena. Siempre somos un personaje más.
Habitamos espacios sin saber por qué estamos ahí, iniciamos diálogo con gente sin saber
por qué lo hacemos. Decimos los parlamentos de un guion desconocido… Cuando soñamos
no soñamos, estamos siendo soñados… por otro.
Nadie sabe que existimos, que nunca se está verdaderamente solo, que la muerte pertenece
al dominio de la fe. Y hacen bien ustedes al creer que morirán. Si no lo creyeran, ¿acaso
podrían resistir? Si no tuvieran la certeza del fin, ¿cómo tolerar la vida natural? La muerte
2
es un acto de fe. Fe en la nada. Fe en el todo. Cuando pregunté al Otro cuándo habíamos
nacido, respondió: nunca. Sencillamente. Pero, ¿cómo es eso? ¿Y entonces? ¿Dónde nací?
En ninguna parte, dijo con los párpados cerrados.
Querido amigo: Te escribo por este medio porque aunque se ha perdido el hábito de llamar
por teléfono, aún resta el ánimo de enviarnos mensajes. Hay cierto tipo de cosas que no
pueden comunicarse de otro modo, que suelen requerir del tiempo y de la pausa adecuada
para escoger las palabras correctas… Caminaba sobre la nieve mientras reflexionaba acerca
de un paciente nuevo que apareció por la mañana en mi oficina. No obstante tuve que
detenerme por un momento para… Qué extraño. En esta ciudad nunca nieva…
Disculpe, ¿había usted visto nevar en la ciudad?
Por supuesto, nieva toda vez que es temporada. Cuando no es temporada, solo llueve.
Esos niños, ¿a dónde lleva esos niños?
Son mis hijos. Son siete. Los llevo a casa para que aprendan a repetir lo que aprendieron.
¿Conoce usted a Daniel de La O?
Sí, soy yo.
Voy a quedarme un tiempo. ¿Puedo visitarle?
Vivo en aquella casa, blanca de techo verde. La que parece como de bruja. Solo toque la
puerta de madera.
Dijo que eran siete, pero yo alcanzo a contar ocho…
Casi lo olvidaba. Tenga, es para usted.
(Abre la carta.)
Querido amigo: Hay cierto tipo de cosas que no pueden comunicarse de otro modo, que
suelen requerir del tiempo y de la pausa adecuada para escoger las palabras correcta.
Apareció un paciente nuevo por la mañana en mi oficina…
3
No; tú traes puestos los míos. ¿Quién eres?
Daniel de La O
No. Yo soy Daniel de La O. ¿Por qué me sigues?
Me gustas. Me excitas…
Tú no eres Daniel de La O.
¿Ah, no?
Mi padre se llama Daniel de La O. Mi abuelo también. Y también…
Te veo y no puedo dejar de tragar saliva… Yo…
(Acción.)
¡AGARRA! ¿ESTO ES LO QUE QUERÍAS, NO? ¡O NO! PON TUS MANOS AQUÍ.
¡AQUÍ! ¡AGARRA TODO LO QUE TANTO DESEAS! ¿QUÉ? ¿NO…? ¿Por qué no
solo dices lo que quieres? Hombres, ¡por qué son tan complicados…!
Ella me pidió que la siguiera, me mostró lo que hace con los ancianos que se encuentra por
la calle.
(Acción.)
¿Por qué los bañas?
El aroma…
¿Del jabón?
La espuma. El sonido del agua. La sensación de estar sumergido en el agua. ¿Has visto
quién es? Es ella…
Me sigue todo el tiempo. Mira… Creo que ahora quiere que yo la siga…
Ve…
El bebé está en la cuna, lo acaba de bañar, de secar, y ahora lo prepara para dormir.
4
Ella me mira, el sudor que recorre su cuello se ha escurrido por encima de una de sus
clavículas; la luz de la calle hace que la humedad delimite el contorno de su pecho;
destellan sobre su piel pequeñas gotas.
Mientras la admiro, empiezo a tocarme.
Ella tiene al bebé en sus brazos. Me mira tocándome.
Juega un momento con el niño, lo hace reír, se inclina, lo besa en la frente, luego en el
vientre…
(Acción.)
Entonces, toma su pene, y lo besa una y otra vez… Con amor.
Estoy endureciendo rápidamente en mi mano, empiezo a bombear más y más.
La descarga borbotea, se desliza con lentitud, cubre mis dedos…
5
La até sobre el sillón. Frente al espejo. La amordacé. Su familia afuera, gritando su
nombre.
¿Su nombre? ¿Cuál era su nombre?
La violé. Tuve que violarla. Y mientras la violaba, su cara se golpeaba contra el espejo.
¿Y ella qué hizo?
Lloraba.
Lloraba.
Y mientras la estaba violando. Su cara se manchaba con sus lágrimas. Pasé mis manos
por mis ojos. Mezclé sus lágrimas con las mías… el aroma. Me gusta el aroma.
Su familia afuera, seguía gritando su nombre.
¿Qué piensa hacer con ella, Sr?
¿Es usted su madre?
Está confusa por tanta felicidad y desgracia.
¿Por qué no deja que seamos nosotros los que lo decidamos?
¿Por amor? ¿O por compasión?
Yo no puedo compadecer a nadie. Soy un Psicólogo. Mi ropa apesta a la miseria de los
demás. Hiede a egoísmos y dolores ajenos. A veces trato de desinfectarla, dándole a la
gente alguna esperanza, hablo con elocuencia, pero ellos saben en el fondo que es falsa…
Vivo y como de la tristeza ajena.
Si la tristeza ajena es la fuente de sus ingresos, entonces gana lo suficiente para darle
una vida buena a mi hija.
Lo veremos después. Tengo una cita importante.
Ella le tiene tanta confianza que yo no puedo hacer nada.
Son ocho los niños que debo visitar.
¿Usted, cómo se llama?
¿Está nevando afuera?
Hombre ingrato. Testarudo. Ella se ha sacrificado tanto por usted.
Yo le he dado un techo.
Usted vive de los demás, jamás se ha ganado nada, y en cuanto a mi nieto, solo lo veo en
sueños. Él es un sueño que tengo recurrentemente…
¿Está nevando afuera? Conozco a ese hombre. (Acción.) Cuando regrese todo estará
arreglado.
6
Si lo sigues, terminarás muerto en la calle.
¿Tiene usted miedo de la calle?
Voy a esperarlo afuera de donde vive. A lo mejor puedo inventar algún pretexto para
detenerlo y pedirle que baje su ventanilla. Buenas, usted no me conoce, (no, no, mejor de
tú, uno de esos tú que parecen usted), hola, no me conoces, pero, en fin, esto te parecerá
muy raro o interesante, pero me llamo Daniel de La O.
Igual que tú.
Sí, sí, nuestros nombres son idénticos.
¿Curioso, verdad?
No son nombres muy comunes, mucho menos el apellido y todavía menos la combinación.
¿Raro, verdad?
Cierto, Daniel, muy cierto.
Daniel.
Entonces él me invitará a comer para platicar, inventaremos algunas bromas con sus
amistades:
¡Somos los dos de La O!
Le vendrá entonces como una ocurrencia, me dice que me presentará con su mujer:
¿Por qué no mejor coges con él? Imagínate que él soy yo.
Que yo soy él.
O que somos la misma persona.
O mejor cogemos los tres.
Así tú coges con dos Daniel de La O, al mismo tiempo.
Ella acepta, cogemos súper rico toda la tarde, y, luego, en secreto, bañada en sudor, me
confiesa que me prefiere a mí…
¡A mí!
Todo es posible...
7
Veo mi reloj. Según mis cálculos, todavía faltan unos veinticinco minutos antes de que
salga de la cochera en su automóvil.
Decido esperar. El otro Daniel aparece vestido con unos pants gris y una toalla colgando
del hombro izquierdo. Trae consigo una maleta deportiva.
Mira su reloj y apura el paso.
Pasa junto a mí, por poco menos de un segundo nos cruzamos.
Percibo como si aquello fuera un evento cósmico inusual, una anomalía en la
continuidad tiempo-espacio.
Dos objetos a punto de ocupar el mismo lugar en el mismo momento.
8
No, no es así.
Caigo en cuenta de que lo que quiere es llegar hasta donde está el policía.
Pero una mujer de vestido negro le cierra el paso y lo obliga a rodearlo. Es ella…
Lo hace, pero del lado del borde.
¡Estás demasiado cerca del borde!
El otro Daniel cierra los ojos apretando los párpados con fuerza, pierde el equilibrio y cae a
las vías.
¡Está ahí, todavía respira!, ¡hagan algo!
Logro atravesar el muro de gente hasta el sitio donde alcanzo a ver algo que parece la mitad
de un hombre. No sé si se mueve o no, si seguía o no, en realidad, ya no importa.
Todos están distraídos con aquella imagen.
Salgo de la estación con tranquilidad, sin llamar la atención.
La ambulancia se estaciona enfrente.
Bajan los paramédicos sin prisa.
Saben que nadie puede hacer nada.
(Acción.)
¿Qué te dijo?
Ella mandó a buscarte. Tienes que volver para cuidarla.
¿Hay alguna otra salida?
9
Sí. Esa. (Pausa.) Creí que no querías que te descubrieran… ¿No prefieres esperar a que
deje de nevar?
Ya deben estar buscándome.
¡Espérate! (Acción.) Sí son ocho. No los había contado bien.
(Pausa.)
Siempre hay un hijo al que pasamos por alto.
10
despertar. Con tu mano siempre cerca de la mía. Necesito tu presencia. Me siento
perdida sin tu presencia.
¿A quién buscas?
(Acción.)
¿A ti?
¿Por qué vienes así?
Me lastimé cuando me caí.
¿Te caíste?
Me caí en el andén del metro y me lastimé una rodilla.
Vete.
No.
Dile que no habrá boda.
¿No la habrá?
Su padre abusa de ella. Lo hace desde los cinco años. No. No habrá boda. (Pausa.) ¿Y tú?
Sí, yo me casaré con ella. Es lo mejor para ella.
La vida ha sido injusta.
Lo es. ¿A dónde vas?
Tengo que encontrar a Daniel. Debo encontrar a Daniel de La O…
(Acción.)
¡Allá!
¿Ha parado de nevar…?
En el balcón del castillo. No sé qué mira con tanta preocupación. Creo que es… polvo.
Ha parado de nevar.
Edipo responde la pregunta de la Esfinge: ¿Qué camina en cuatro patas por la mañana, en
dos a mediodía y en tres durante el ocaso? Nosotros. Los seres humanos. La Esfinge
pregunta un qué. Hamlet pregunta ¿quién? Con eso inicia la obra: ¿Quién anda ahí…?
11
Hay dos formas de existir en este universo. Una es ser sencillamente una cosa, un qué, y ser
gobernado por las leyes de la materia. El otro es ser alguien, un quién, y vivir bajo las leyes
de la identidad.
¿Quién anda ahí?
¿Quién es ese niño llorando?
¿Quién es el padre o la madre de ese niño llorando?
¿Quién vive adentro de esa habitación?
¿Quién es Daniel de La O?
¿Quién mató a Daniel de La O?
¿Qué pensaba Daniel de La O mientras lo estaban matando?
Lo llevó hasta el castillo. Un castillo ardiente que crecía sobre la tierra a cada instante
que pasaba. Él lo esperaba dándole la espalda, con las manos apretadas en el borde del
balcón. Sintió como su corazón se escindía en dos mitades que se miraban la una a la
otra, pero en direcciones opuestas. Se acercó hasta él, y puso su mano temblorosa en el
hombro de Daniel. Cayó en sus brazos. Le hizo acercarse a sus labios. Hablaba con
esfuerzo. Apenas podía entender lo que le decía, pero lo que le decía (Oscuro final.)…
12