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IMPRESO EN BUENOS AIRES

agosto dos mil quince

campoantediluviano@gmail.com
EL IN

CON

CLUSO
Hubo un tiempo en el que creí verte en todas las cosas.
En el que abracé estatuas y comí fotografías. Dormí
con tu sombra guardada en un papelito que me diste. Y
creí hablarte y escucharte. Creí descifrarte pintando tu
recuerdo en mi pared. A tu recuerdo lo puse en un altar, y
le recé, para no tenerte miedo. Le puse una máscara a tu
retrato y le hablé en una lengua solo mía. Y no me animé
a gritarle. Tu figura se deshizo, se fue yendo bajo el agua.
Quise hacerte aparecer y no pude. Y le pegué a las paredes.
Pensé en las letras de tu nombre. Pensé en el color de tu
pelo y tampoco me acerqué. Estoy en un pantano. En un
pantano de cemento. Y los números ya no son tan reales.
Y el aire ya no se llama aire. Es tan tonto pensar asi…
...
EL INCONCLUSO

Siempre estoy a un pasito, a un pasito de no sabe bien qué, pero nunca


llego. Las gotas se me amontonan en la frente por esa nueva meta que
me propongo conquistar, pero no me puedo acercar y ese juego interno
de voces que me-se agitan entre una y otra cosa sin nunca terminar de
cerrar en círculo, o en cuadrado al menos, me daña, me está dañando.
Es el paso del tiempo, en el que voy arrastrando esa decisión aletargada,
precoz, aforme, la que me sumerge en el barro. Miro a los demás, como
pidiendo permiso a veces, como si lo que yo hiciera, estuviera mal de
algún modo, aunque no sepa explicar por qué, pero lo siento y tal vez no
lo creo. Hay algo que me apura, algo que me dice que tendría que estar
actuando, (¿en el teatro tal vez?) y no perdiendo el tiempo. En realidad,
ya no sé bien que significa perder el tiempo. En otros tiempos parecía
tenerlo claro, pero ahora ya no. Antes lo sabía de lleno cuando miraba a
los otros, con sus ropas o sus motos o sus perros bien cuidados y sabía
que yo estaba lejos de esas cosas, pero ahora que ya no anhelo lo que
en realidad nunca anhelé, ya no quiero eso, y perder el tiempo por todo
eso es lo que ahora me parece que sería perderlo, por lo tanto, ya no me
juzga de perdedor según parámetros que vaya a saber quien inventó.
Además, tener un perro es algo tan extraño que no entiendo porque se
lo ve tan normal. Es que nos encanta el sometimiento, la obediencia al
cariño. Supuestamente según los psicólogos es algo bueno tener una
mascota y una planta, es como tener un hijo pero al revés, pero a mi,
que no me puedo dar tantos gustos… ¡A mi que me importa tener que
hacer todo eso! Si a mi lo que me importa es escribir, sobre él, o sobre
mi, encubriéndome en un él, el que nunca se decide, el que siempre
está por llegar a donde no sabe quien, ni que, ni porqué, un día se lo
ordenó.

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Otro tiempo pensé que era un elegido, algo así como un ser especial,
diferenciado en tanto de lo normal que me volvía incomprensible
por todos, y que un día me recordarían, como a Van Gohg. Eso me
consolaba. Y miraba a los otros (Cómo los miraba!) y los veía con tantas
pequenísibles actitudes equivocadas que sólo yo captaba, que sólo a mi
ojo tan fino de excavabador no se escapaban, que ante mí nada podía
huir de la imperfectibilidad y la crítica ajena. Tan ajena a mi que ni al
espejo ya podía verme, porque por venganza, la muy puta, se volvía
contra mi. Pero ese tiempo terminó y ahora de nuevo, veo tan bellos a
los demás y tan horribles mis hombros.

Que ni se me ocurre revivir a esa puta criticona.

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...

EL LABURO

En los días en que iba a laburar, en ese tiempo en que laburé para esa
mujer, entraba a punto, siempre a las 4 en punto, nunca tarde, siempre
prolijo, no sea cosa que me vieran en falta, esa falta que siempre me
acompañaba sudando despacito en las palmas rosadas. Lo que me pasa-
ba, es que hacía faltas finas que no me imaginaba. A veces uno esta que-
dando como un pelmazo, y no lo sabe (ni nunca lo va a saber), hasta que
se ve en una foto o en un video y dice, ah, mirá vos ché, ¿Este pavo soy
yo? ­
Esas son cosas que te cuestan caro, que te cuestan una reputación, por
ejemplarlo, y eso, de algún modo, es algo que no sale con jabón ni de un
día para otro. No se va. Es como un fantasma, un junta-polvo invisible
que te susurra en todo momento, en toda situación, en el antes y en el
después, en el espejo y en la gente, en el aire, en el agua, en el bondi, en
la cara del colectivero, en el café con leche a la mañana, en la correa del
perro, en todo. Está ahi y te dice… ¿Ves que no valés nada? ¿Cuando vas
a ser como ese otro, che, que le va tan bien, que se viste tan bien, que le
cae tan bien a la gente? Y vos miráte, si pareces un fantasma. Ahí tirado,
andás como si todo te diera lo mismo. ¿Que querés vos de la vida? ¡Eh
decime! ¿Que querés, que querés lograr? Mirate un poco cachiporro,
holgazan, sabandija. Noo, ¿vos no servís, no ves?
La cosa es así.
Esa mugre si que no te la sacás mas de encima.

La gente siempre te exige que le exijas algo a la vida. Es muy loco, pare-
ciera que ellos le exigieron a la vida, entonces ahora vos tenés que exigir-
le, lo mismo, pero en otra forma. Como una energía que te la pasan. Yo
exijo, yo consigo, ya exigí, ahora te toca exigir a vos. Y ahí esta mi “pro-
blema”. Que no le exijo nada a la vida.
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Eso es un caos, un absurdo, un agujero negro. La gente dice que eso es
un problema psicológico. Por mi parte, no estoy tan seguro que así sea.
Cuando miro al mundo me doy la razón. Aunque cuando veo a la gente
simulo tener un objetivo, y esa contradicción me mata. Voy a la facultad
a aprender arte. Al menos la universidad me permite simular ciertos ob-
jetivos, a la vez que aprendo. Un día me caliento y me vuelvo revolucio-
nario y ahí no me para nadie. Entonces voy por la calle y me preguntan
esas preguntas que todos los días se hacen miles de seres que recién se
conocen, en todo el mundo y a toda hora. Hasta cuando dormís, en un
país lejano y capitalista del Oriente desconocido, se hacen esas mismas
preguntas.

Te dicen,

¿Qué estudiás?

Y como si eso fuera poco te retrucan


Y además me imagino que trabajás
¿No?
Y ante eso tenés que tener un discurso armado. Algo pre-listo, algo que
salga bueno. Además. Que salga como tiene que salir para ellos. It must
be. Es muss sein.
Porque si no, ya sabés lo que pasa.
La reputación se sigue agrandando.
O desgarrando.
O desarmando.
Y te vas a la cloaca.

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...

EL NADIE

Ahí es cuando te convertís en un lobo cazador que mira a los demás sin
parar, desaforadamente, queriendo devorar y asimilar adjetivos ajenos, y
hacés todo tipo de cosas, de formas, de esfuerzos. Para que te acepten y
te digan que sí, que ya te pareces a ese tipo, a ese, al que sí lo aceptan y
entonces te reís cuando todos se ríen y te parás como todos se paran (o
como él se para) y fumas lo que todos fuman y comés lo que ellos comen
y hablas y te vestís y te peinás y haces todo lo demás como ellos lo ha-
cen.
Sólo te falta conseguir una chica como la que él tiene.
Hasta que llega un momento en el que te olvidaste de quien sos, de
todo, ya no sabés que querés hacer, que elegir, que morfar y si te ponen
una milanesa de sapo con dos huevos verdes en frente te la morfas por-
que eso está bien y es copado ser vegano y seguís adelante, tirando, si
total así podés seguir un poco mas… Si total tan mal no estás y peor se
estuvo en la guerra… Al menos morfás y tomas algo y no tenés que an-
dar pidiendo como aquel otro, que pide y se humilla y esta todo sucio.

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la amarga luz

Entonces vos vas despertando que todo es una farsa y que en esa far-
sa, vas a actuar y le vas a hacer creer a los demás que te importa lo que
hacés, que para vos tiene sentido y que es algo bueno, además. Te vas a
despertar a la mañana y vas a ir la casa de tu tía, la que se preocupa más
por vos, y te vas a hacer un mate y te encontrás que ella te esperaba con
una biblioteca viva de mandamientos desactualizados, y arranca nomás
diciendo:
¿Querés ver un poco de tele NeNe? Dale veni así compartimos un ratito.
Y vos dele con el No…
- No tía, quiero escribir.
Y ella insiste. - Pero mira. Fijáte que lindo esto. Los paisajes que pasan,
las comidas ricas, ¡Mira todo lo que podes ver! Esto es lindo nene, el tipo
se va a comer un escarabajo en el próximo bloque. Que haces leyendo
esas cosas raras que hablan de la muerte, del sexo y de anda a saber
cuantas cosas más.
Si te vieras como has cambiado…
No hay que mirar tanto lo oscuro, ahí esta el mal, eso te corrompe. Esto
es lo que tenés que mirar Romancito, las formas lindas, armoniosas, la
luz. El bien es lo que hay que hacer, y si mirás lo oscuro, ¿Como vas a
hacer el bien? ¿Y cómo vas a ir a trabajar, convertirte en un hombrecito
hecho y derecho?

Después de eso, en el barrio se comenta que andás raro.


Y se entera tu vieja, que mucho no le gusta esto de la bohemia. Y donde
te encuentra con la guardia baja te dice.

-Me dijo tu tía que andás un poco raro. Que andás leyendo cosas que te
están haciendo mal.
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...

-Pero mamá, yo quiero ser escritor, como Arlt mamá, como Cortázar.
-Ma que escritor nene. Lo que vos querés ser es un vago que le dan la
comida en la boca. Te vas a morir de hambre nene. Quien te va a dar de
comer cuando yo no esté. ¿Vas a ser un parásito toda la vida? (Esa te
parte al medio)

Además el país no necesita escritores, necesita trabajadores, necesita


ingenieros, médicos, gente que quiera laburar y dar de comer a sus hijos.
¿Y vos qué?
Holgazanes como vos no he visto en la vida entera.
Te levantas cuando querés, comes cuando querés, no haces caso en
nada nene.
¿Que voy a hacer con vos?

Para vos es muy fácil ser escritor, si la que trae el pan soy yo.

Porqué no lo mirás a Raul, al hijo del carnicero. Si lo vieras como levanta


el cuerpo enterito de la vaca y lo lleva para que lo corten todo. Si vos te
fijaras como está de fuerte ese chico por laburar. Y según me dijo su pa-
dre, ya va caminito al ejército, va a defender a la patria, va a ser un orgu-
llo para el barrio.

Y así se iba, como quien deja una gran lección de deber y honor para su
tierra. Y yo me quedaba, más encorvado que nunca, sin saber para don-
de dispersar.
¿Y qué iba a hacer? ¿Ponerme a cortar carne? O… ¿Ponerme a fregar
vidrios para algún charlantun del barrio? Y En eso dejar mi vida y toda mi
energía, envejecer rápido, en eso, en el vidrio del turco, mientras el sigue
engordando ahí sentado, en la esquina con todos los pibes laburando
para él… y el ejercitando el pulgar, contando los billetes y mirando los
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chimentos en la tele. De vez en cuando se inspira y les pega un grito a
sus dependientes, los amenaza el muy turro, porque los tiene bien corti-
tos. En realidad les advierte, porque ellos no amenazan, (los patrones no
amenazan) les advierte que los va a dejar en la calle si no se mueven más
rápido y los pibes ahí nomás meta apilar cajones de verdura y separar las
papas limpias de las sucias. Y todos se quedan serenitos, si los vieras ché,
te da una mezcla rara de piedad y orgullo
¡Qué ejemplares Mama mia!
Con la cara chata de tan poco amor.
O sino puedo ponerme a freir milanesas, o lavar platos, en la cueva de
acá abajo, que está llena de cucarachas. Todo eso porque me tocó nacer
sin el dinero que tienen los del otro lado, esos que nunca lavan una copa
y se quejan si está manchada un poquito. ¡Cómo se quejan! (Sólo a ellos
les ha sido asignado por Dios el derecho de quejarse) Si este año no
ganaron un millón dicen que las cosas van mal, que hay que cambiar el
gobierno, que el país es una verguenza, y dicen que se preocupan. Pero
en realidad gozan de decir que se preocupan, como si eso los hiciera mas
seres humanos o más importatatatantes, porque en realidad no quieren
compartir lo que tienen si al otro le falta, lo que quieren es ser más im-
portatatatantes y me pongo tartamudo de rabia para decir esa palabra y
no me sale.
Y mi vieja vuelve del laburo, y yo recién recupero el aliento y empiezaba
a escribir algo, a armar un bosquejito.

Y cómo si no la hubiera escuchado en su discursito matinal, me arroja un


par de frases al aire:

-Qué pena me das Ramoncito, ahí tirado, como dormido. Pidiendo co-
mida. Parecés un mendigo, en tu propia casa. Laburá Ramon, que eso es
bueno. Que el laburo dignifica. Agarrá cualquier cosa, lo que te dén.
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...

Yo no puedo seguir laburando así para darte de comer Ramón. Tenés que
entender, si fuéramos de esas familias, que no tienen que laburar para
comer, sería distinto. Pero que vas a hacer Ramón. La vida es así.

Y tenía razón la vieja. No quedaba otra.

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el esclavo

Salí a la calle en busca de convertirme en eso que me pedían ser, con la


cara de mi vieja angustiada entre las manos, que me repetía, dale Ra-
món, ganate el mango Ramón, que no puedo yo sola. No me podía ol-
vidar como se le arrugaba la carita cuando me pedía con las dos manos
haciendo ese huequecito que le provocaba la ausencia de la idea que se
hacia sobre mi.
Mi destino incumplido.
Toqué fondo ahí. Si la hubieras visto a la vieja. Y salí a llenar ese hueco.

Si me preguntan cuantas vueltas dí, no lo se.


Caminaba la empapada Buenos Aires, lleno de gotitas de sudor, de hu-
medad , de mugre, de lo que te imagines, todas pegadas en la frente,
buscando a alguien que necesite a un pobre pibe, alguien que estuviera
necesitando lo que yo podía darle, y que tuviera para darme lo que yo
necesitaba, algo para comer. Pero, a cambio de lo que yo necesito, pen-
saba, ¿Cuanto estoy dispuesto a darle? Seguro me lo pedirá todo, la vida
entera por un poco de pan… Y yo, ¿estoy dispuesto a darlo todo por tan
poco?

Esas preguntas, según me habían dicho, no me favorecían en mi búsque-


da de trabajo. Según lo que me habían dicho, los patronos no quieren
gente que piense de esa forma, quieren gente mas humilde, que trans-
mita esa idea que me transmitía mi vieja, ese huequito en las manos,
esa carencia servil y agradecida que tienen los perros por sus amos, que
cuanto mas les pegan mas obedecen.

16
...

Aunque esas preguntas no me favorecían, no podía dejar de hacérmelas,


no era por elección, hasta llegué a sentir que eran una maldición que al-
guien, alguna voluntad superior o poder divino había colocado sobre mí.
Pa que aprenda.

Son las 12.43 de l mediodía. Tengo olor a zorrino de tanto caminar. Estoy
cansado, con sed y hambre. Estoy volviendo a casa. Veo un cartel en un
local de comida china.

“SE BUSCA AYUDANTE DE COCINA”

Entro. El señor de la caja me mira, me pregunta con la mirada. Yo le digo


que por el cartel (le señalo). En mi cara se ve. El chino, largo, distante.
Me mira, me examina, me saca radiografía, ve el hambre, la angustia,
creo que hasta se pudo figurar el rostro de mi vieja entre mis manos. Se
está haciendo la idea de cuanto me va a ofrecer por el trabajo. Igualmen-
te, ni me ofrece. Me dice, ¡Venga!. Me lleva a la parte trasera del lugar
y me deja con una señora. Hablan en chino. La señora me pone a hacer
repulgue de empanadas pequeñísimas. No se cuanto voy a cobrar. No se
cuando me van a pagar. No se cuantas horas más voy a estar ahí. Pero al
menos estoy tocando comida. Al menos, estoy trabajando. Si me viera
mi vieja estaría requete contenta. Encima, frente a mi hay un cartel de
una playa con palmeras. Se me ocurre soñar que un día voy a estar ahí, y
una mujer hermosa va a estar conmigo y le voy a comprar tragos adentro
de un coco y vamos a reírnos de tantas cosas. El mar será cálido, la arena
blanca y las palmeras como las de esa foto.
Del otro lado de la puerta que hay al final del pasillo, está la cocina. Se
escuchan gritos de vez en cuando. Sospecho que hay muchos chinos
trabajando en serie y a gran velocidad. Que se muerden unos a otros
porque las manos las tienen ocupadas. Como los caballos cuando están
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atados y se meten un tarascón de vez en cuando.
No me animo a mirar. Ya terminé las empanaditas y ahora me trajeron
no se cuantos pollos y tengo que sacarle toda la carne y dejarla adentro
de un recipiente y tirar los huesos por otro lado. Me lleno las manos de
grasa de pollo. No se para qué, pero no importa, al menos toco comi-
da y esta esa foto ahí con la palmera que es tan verde y tan fresca y me
acuerdo de la vieja… ¡Como se va a poner cuando le cuente! Yo, ¡un tra-
bajador! ¡Un orgullo para el barrio!

La comida es algo tan caro y tan importante, a veces pienso que no de-
bería ser así. Que uno tendría que poder tener un acceso a la comida
más fácil. Pienso que tal vez uno podría ir a una huerta comunitaria, algo
comunal como en la edad media, y llevarse zanahorias y papas, comer-
las y punto. A veces pienso que robar comida no es vergonzoso. A veces
me hago tantos sueños con que la vida puede ser de otra forma. Soy tan
platónico, con eso de que las ideas se cumplen, con esos sueños. Pero
después me miro y me veo que sueño y que después tengo que desper-
tar y ver lo que hay, lo que puedo hacer hoy. Y sigo pelando pollos y hago
todo lo que me diga este chino porque si no de nuevo la misma historia
al llegar a casa, la cara de la viejita y el sermón nocturno.
¿Me pagará el chino antes de irme?
Siempre tienen ese poder sobre vos. Que mágico es el dinero. Un don
nadie (en la China) puede ser dueño de mi tiempo en mi país. Las cosas
son muy ficticias tal vez, porque si yo no tuviera hambre, no le diría:

- Si jefe.

A cada ratito y cumpliría corriendo todas y cada una de sus ordenes. El


muy patán se ríe cuando me da ordenes y si no corro me grita y se enoja
y yo pienso que me va a echar y ni siquiera voy a poder terminar el pri-
18
...

mer dia de laburo y contarle a mi vieja que hoy ya no me tiene que dar
de comer, que ya comí y que hasta le puedo convidar yo esta vez. Le voy
a llevar una milanesa. Una suprema.
En una de esas, me mandé para la cocina y vi lo que ahí sucedía. Había
2 chinos, como con sombrero pero no. No tenían sombrero. Cocinaban
a toda velocidad con unos woks gigantes y las llamas que salían de la
cocina eran las más grandes que había visto en mi vida, llegué a pensar
que habían traído un dragón de oriente y lo tenían escondido y esclavi-
zado. Estos tipos se las ingenian bien en todo lo que les signifique aho-
rro. Cuando el jefe me vio me puso a las órdenes del otro. Este no era el
tronpa, este era el jefe. Era distinto, el tronpa no se ensuciaba las manos,
tocaba plata nomas. Este estaba tocando todas las cosas. Chivaba frente
al fuego y le daba un goce todo eso, que no te lo puedo ni explicar.
Yo, humildemente empecé a estar cerca de él. Me parecía que así iba a
aprender más rápido. Creo que a su forma el tipo, aunque durísimo, em-
pezó a tomarme cierto cariñó. En una de esas, entre corrida y corrida,
me bautizó. “Pingo” me puso. Peor que a una mula me trataba, porque
una mula tiene más dignidad, se retoba y no camina más y no explica
con palabras. Pero un humano esta aprendido a callarse y masticar bron-
ca por un tiempo que ni se imagina uno que va a aguantar, y aguanta, y
aguanta...
Pingo, Vení! Pingo pa ca, pingo pa llá! Y me mandaba al salón con la
fuente caliente y yo corriendo para que no se enoje. Como se reía el chi-
no. Se hacía un festín con mi blandura. Un día me dió a cortar las papas,
y me dio una cuchilla cuadrada, como esas de carniceros ¿viste? Maaáá-
mita!! Con qué ganas!! Se me figuraba el cuello venoso del chino y meta
una papa y meta la otra y dale que va! zas! zas! meta papa nomás!
Me tuvo que pedir que frene. Que le de mas suave. ¿A mi? ¿Que había
aprendido de él?

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Creo que le dio miedo ver que tan rápido me mimetizaba en su vorágine,
hasta le dio una vergüenza oculta, rara en un chino, que se avergüenzan
distinto, no tienen esa culpa cristiana, pero así fue. Yo creía que así, dán-
dole con la misma bronca que el le daba, el tipo me iba a respetar, iba
a ver que yo laburaba, que había conseguido su estilo, y que no estaba
para jodas.
Que no me gustaba que me diga Pingo
Aunque en parte…
Al menos tenía nombre.

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...

en la calle

Le gente es muy turra. Si te ven un poco desprolijo, un poco sucio o con


cara de dormido te mandan a freir churros. Uno siempre tiene que andar
impecable, fijarse en los detalles. ¿Sabés lo que es salir a la calle y que la
gente te muestre desprecio?
No te lo sacás más a eso.
Y todo siempre se refiere a cuestiones de dinero. Esa misma gente que
muestra el desprecio, es la que pasa por lo mismo que vos, por la lucha
interminable de parecer más. Tal vez no tengan dinero de sobra, pero
te hacen sentir que vos tenés menos que ellos y por lo tanto, valés me-
nos. Y así le hacen el caldo gordo a lo de arriba y viven simulando. Tal
vez ni tengan desprecio real por vos. Porque una cosa es sentirlo, y otra
es mostrarlo. Y tal vez ni lo sienten, pero te lo muestran. Eso ya es más
retorcido todavía y sucede. Así, en esa diferenciación, es como que se
adaptan. Encuentran un chivo. Repiten el discurso. Se salvan. Y se entre-
lazan en una madeja de lo mismo, de mismedad.
Pero bueno, vamos con el caso de la vieja, que te cruza y sin conocerte y
apenas haberte visto, te tira un insulto como, - ¡Mejor andate! ¡Mandate
a mudar!

Así es la gente.

Yo volvía contento para contarle a la vieja que había laburado, que ya


tenía trabajo. Que el chino no me había pagado nada. Que ni me había
dicho chau siquiera. Pero me había dicho que vuelva mañana 7:30. Y eso
ya era algo. Y que va, que bajando del bondi, un poco sucio del trabajo
en la cocina, voy a tocar el timbrecito, y le pido permiso a una señora
para bajar y la vieja se corre y cuando estoy bajando me tira así como
así, el insulto camuflado
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- Si, bajate, ¡Mandate a mudar!
Así gratuito.
Yo me bajo, violado por el insulto, avergonzado de que alguien con tan-
tos años me insulte con apenas haberme visto unos segundo y pienso.
– ¿Tan mal estoy? ¿Tanto mal hago a la gente?

Llego a casa con la bronca mezclada de vergüenza tras de mi. Mi vie-


ja estaba esperando sentada a que llegue. Me ve así todo cansado y se
asombra, percibe que pasó algo distinto hoy. Que no vengo del parque
de estar con los muchachos.
Me dice,
-Ramón, ¿de donde venís?
-Vieja, vengo de laburar, me dio laburo un chino, en una cocina.
-¡Ay m’ijito! ¡Que alegría!
-Si vieja. Ya no voy a tener que mendigar nada. Además, mirá, te traje
una milanesa.
-¡Ay Ramón! ¡Que atento! No hacía falta.
Y se la dejo en la mesa.
Ella va rápido y busca 2 platos. Me dice vení, hijito sentate, comamos.

22
...

en la cama

En realidad, el tiempo de trabajo me aleja de lo que quiero. Yo que nun-


ca quise, ahora que quiero, no puedo. Me veo alejándome de poder
estudiar, de poder ser un profesor, como Cortázar. Pero la cosa esta así,
hay que morfar y no queda otra. Entonces masco la milanesa y le cuento
a la vieja las hazañas con el chino, y las cuchillas, los fuegos largos, las
cacerolas gigante que humean. Pero un día, cuando todo esté mejor, voy
a ser un profesor, y tener alumnos y decir lo que pienso y lo que sé. Los
ojitos de los alumnos se van a iluminar y el mundo va a cambiar, un día,
el mundo va a cambiar. Y yo voy a ayudar para eso. Mientras tanto, para
llenar el buche, para que el estómago no se queje, hoy hay que laburar.

23
un día mas

El despertador bien temprano, el café con leche, un pedazo de pan de


ayer y a la lleca de nuevo. Los tipos se pasean en sus coches, se boci-
nean, se mufan, se estrolan, escuchan la radio, charlan por teléfono con
las manos libres, piensan y no se piensan.
Sus deseos se postergan tanto que se vuelven largos y finos como un
fideo seco que nunca se moja. Las mujeres siempre están dando un
aliento a los hombres, siempre les alegran el día con su soltura, con su
rapidez, con su figura, con su vaya uno a saber qué, que las vuelve tan
atractivas. Nos llenan de motivos para seguir. Son como ese paisaje que
miro mientras pelo papas y me abstraigo del griterío oriental que flota
tras de mis orejas. Si tuviera que imaginar lo que pasa, pensaría en que
dos chinos están batiéndose en un duelo con cuchillas archi-afiladas, y
uno de ellos esta en el piso y la gente grita, pide, suplica que la sangre
corra y que le claven esa punza en el medio del corazón. La gente es así,
siempre necesita que alguien muera y que alguien triunfe.
Y que el que triunfe lo haga a costa de la muerte del otro, claro está. Así,
entre guerra y guerra, el pueblo se entretiene, con peleas de box, con
riñas de gallos, con partidos de fútbol, con peleas familiares, con muer-
tos en los diarios. La gente así, se olvida que un día van a morir también
ellos y siguen día a día en su sin sentido. Luchando sus grandes causas
cotidianas, por ejemplo, la gente debate acerca de si la vedette estuvo
bien de dejar a su novio empresario por un político corrupto. Porque así
se entretienen.

Pero yo no.

Yo veo caer el mundo tras mis espaldas como un precipicio precipitándo-


se hacia la nada.
24
...

Pero todo vuelve a nacer.

Y yo también.

Yo estoy naciendo.

Nada me puede detener porque voy por mi camino.


Que no es de nadie y es solo mío.
Veo que delante está nublado, nublado de siglos.
Sigo los vientos que escucho y siento en la piel.
No pueden equivocarse, no puedo equivocarme, porque sólo yo los es-
cucho.

Y nadie va conmigo ahora, estoy solo surcando la nada.

El misterio de vivir.

Me descubro a cada instante.

Me desnudo y duermo en el árbol.

Empapado de ciudad.

Nadando en las cloacas.

Bailando para vivir.

Cuando puedo, sólo cuando puedo.

Vivo.
25
la renuncia

Ya llevaba una semana pero pensaba que había pasado un año. Ya labu-
raba al lado del jefe. Me decía Pingo a cada rato. Había mirado sus tru-
cos, sus formas, sus mañas, su velocidad. Estos tipos no joden. Por eso te
cobran barato, porque las manos les vuelan. Hacen todo en segundos. Ni
cuenta te das. Y yo iba agarrando el ritmo, a pesar de mi calma latina, iba
metiéndole mano al asunto. Ellos te ven como a un ser en cámara lenta.
Igual hacía todo lo que me pedían, pelaba papas, zanahorias, empanaba
milanesas, cerraba empanaditas, limpiaba el piso, todo. Creo que si me
hubieran pedido que baile para ellos lo hubiera hecho.
Lo importante era laburar, lo importante era que la vieja no me tenía que
dar el morfi. Eso era en lo que tenía que pensar. Tenia que estar concen-
trado, enfocado en eso. Lo demás era lo de menos, lo importante era lo
único importante. Y cuando el mango aprieta, no queda otra. Hay que
madrugar para que dios te ayude. Y dios no te ayuda un carajo si no ha-
cés lo que te dice el tronpa.

Y ahí, entre milanesas y olor a ajo salteado, un buen día, se me metió


esa puta idea en la cabeza. La idea de rajarme. Y pensaba y le daba vuel-
tas al asunto y me lo permitía pensar pero no decirlo, aunque a veces no
me lo permitía pensar y me decía a mi mismo como una oración cosas
así por el estilo:
No importa si te querés ir. Tenés que quedarte, haciendo, lo que el tonpa
diga. No importan tus llantos de nené-nená. No importa nada. ¿A donde
te vas a ir? Acá no hay revolución ni palabrerío ni ideales boluditos. ¿No
te enteraste que los ideales quedaron abajo del muro de Berlín? Acá si
no laburás, te vas a la calle. A pedir comida de nuevo. Y si no te vas, te la
bancás. Como sea. O sino vas a tener que volver como un perro sedien-
to a pedir comida otra vez. Es así de corta. Y ni te digo la cara de la vieja
26
...

cuando le digas que duraste una semana. Te va a mirar otra vez como an-
tes. Como al nene, al potrillito que no puede pastorear solito y le tienen
que llevar la comida masticadita. Un potrillito pichón, que ni para comer
se consigue. Y no te van a entender.

Y con eso me convencía de seguir un día más.


El jefe olfatea esa encrucijada interna, te palpita. Y te pone a prueba. A
ver cuanto podés dar. A ver cuanto podes ablandar tu dignidad. Por ley,
tiene 3 meses para hacerlo. Pero la ley en este país es un papel que un
día escribieron y ya todos se olvidaron que existe. De vez en cuando a
algún loco se le ocurre nombrarla y lo sacan carpiando. Acá manda el
más fuerte. Y meta rebenque, y palo en la rueda, te van rebajando la
frente y empezás a mirar pal suelo y se te dibuja un “SI” así de grande en
la frente, un “Sí” (Patrón). Ellos están tranquilos, te van probando. Total,
si te vas, el que pierde sos vos, nadie es indispensable. Porque como vos
hay miles, millones, miles de millones, que te pondrían el codo en la cara
para sacarte el puesto y hacer todo lo que vos hacés ahí. Vos sos una
pieza de un reloj, una pieza minúscula. Y si no te gusta, rapidito te vas al
tacho y se busca una pieza mejor.
Acá nadie es eterno, todos somos mas o menos lo mismo, tenemos dos
manos, una cara, tiempo, energía, nos levantamos a la mañana, somos
evaluados, damos la vida por algo que nos importe, o no, y morimos. Así
la vida transcurre y nada dejamos. Sólo una tierra más devastada, más
indiferente, más manipulada, más mediocre, más desigual. Si nos mira-
mos como enemigos, desde hace tiempo ya, nos miramos con ese ins-
tinto asesino de luchar por el poder. Analizamos las pequeñeces. Si uno
tiene un reloj, o una camisa de seda, ya vale más que otro. Nos ponen
enfrentados. De nacimiento.

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Pero no se puede vivir así.
Penando y penando.
Yo me rajo de acá.
Y bien merecido lo tiene el joe puta, aunque no me va a extrañar.
Esto es por dignidad.

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...

el fin

Pasaron ya dos meses desde que me fui de ahí. Pareciera que todavía
no me doy cuenta. Duermo, de vez en cuando, hasta el mediodía, como
compensando todas esas horas y a veces quiero levantarme temprano,
como para no sentirme tan mal, todavía tengo un jefe adentro mío. To-
davía no murió.
Pero después pienso ¿Para qué?
No hay nada allá afuera que me incite a moverme y más prefiero quedar-
me aquí que salir y ponerme en el blanco de los cazadores de inocentes.
Mi vieja ya no me dice que no tiene plata para darme de comer, porque
con lo que junté ahí, todavía me las arreglo para morfar. Y además, ahora
ya sabe que yo puedo laburar, que aunque no me guste, me las puedo
arreglar, lo sabe bien y yo también.
Pero ¿Para qué?
Estoy escribiendo, ahora si. Todo ese tiempo aguantando y ahora si. Es-
cribiendo. Mascando mierda en esa cueva, guardando peso por peso. Y
ahora si. Escribiendo. ¡Que lujo ché! ¡Si me vieran! ¡Ahhh ni se imaginan!
No se imaginan el lujo que es esto de hablarle a una hoja. De dejar tus
pensamientos hechos palabra, y después imprentos en una hoja. Y el
papel, ahh, el papel es la mejor parte! Ver el escrito en el papel y dárselo
a alguien y que se quede calladito leyendo como absorbido y compren-
diéndote. Es un lujo que muy pocos conocen, porque no se vende. Se
hace, simplemente, se hace.
Y cuando alguno me mira con esos ojos juzgadores y me dice lo que yo
tendría que hacer, lo mando a sabes donde? ¿Sabés a donde lo mando?
No importa a donde, pero lo mando, esta vez lo mando yo. No me man-
da el.
En realidad, es mentira que lo mando, yo no mando a nadie. Pero los
esquivo con una rapidez bárbara. Los veo en todos lados. Son secuaces
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del gran hermano cumpliendo su rol espía y adoctrinador. Y me alejo de
ellos tan pronto como los veo. No les permito que se me acerquen. Los
identifico con facilidad a esos amarillentos y repugnantes que se dicen
“ciudadanos de bien” y ahí mismo cuando vos te crees que ellos son el
bien, ahí mismo te lo ensartan. Y a laburar se ha dicho. Y después de 20
años de lo mismo, te acordas que tenés una vida propia, que tus manos
se mueven por si solas y que no necesitas un jefe que te diga que las
muevas. Y ahí caes de todo. De que fuiste toda la vida un laburante me-
dio, un argentino más que disfruto de la abundancia de su tierra, más
nada dejó, más nada hizo por los demás y nadie se va a acordar. Y ahí,
tal vez ahí, sea cuando empieza la vida. Tal vez, la gente nace de vieja y
muere de chiquita.

30
//ELINCONCLUSO
//ARTUROLARABURRE2015

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