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El caso "Soria de Guerrero, Juan c/Bodegas y Viñedos Pulenta Hnos. S.A.” (1963): La postura
refractaria al control judicial de una reforma constitucional parece desprenderse de la sentencia de la
Corte dictada en el caso “Soria de Guerrero”.
Hechos: La Sra. Juana Soria de Guerrero fue despedida de la empresa por haber participado de una
huelga, derecho que había sido incorporado al texto constitucional con la reforma de 1954, en el art. 14
bis. Entonces demandó a la empresa y en primera y en segunda instancia se hizo lugar a su demanda
atento la legitimidad de la huelga.
Frente a ello, la demandada- es decir, la empresa- dedujo recurso extraordinario ante la Corte Suprema
alegando la inconstitucionalidad de la norma constitucional con el argumento de que la Convención no
había cumplido con su propio Reglamento pues no se había reunido para aprobar el acta y la versión
taquigráfica de la sesión en que se había aprobado esa norma del art. 14 bis.1
El voto mayoritario de la Corte, rechazó la procedencia del recurso extraordinario para lo cual traza un
paralelo entre el procedimiento de sanción de leyes que (función del Congreso) con el procedimiento de
sanción de una norma constitucional (función de una Convención Reformadora).
El voto mayoritario de la Corte, apoyándose en sus precedentes consideró qie "...Las facultades
jurisdiccionales del Poder Judicial no alcanzan, como principio, al examen del procedimiento adoptado en
la formación y sanción de las leyes, sean ellas nacionales o provinciales..." aqregando luego que "...esa
solución (se refiere a la no revisión del procedimiento seguido para el dictado de una ley) tiende a
preservar la separación de los poderes del Estado, asegurando a cada uno de ellos el goce de la
competencia constitucional que les concierne en el ámbito de su actividad específica". Consecuentemente,
interpretó que "..no constituye cuestión justiciable la consistente el modo con que aquél cumplió las
prescripciones constitucionales atientes al punto mencionado en el primer considerando" (se refiere a
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El art. 14bis CN fue incorporado al texto constitucional con la reforma de 1957. En el 1º y 2º párrafo se
establece: "El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al
trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor, jornada limitada, descanso y vacaciones pagados;
retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea; participación en las
ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección; protección contra
el despido arbitrario; estabilidad del empleados público; organización sindical libre y democrática,
reconocida por la simple inscripción en un registro especial. Queda garantizado a los gremios: concertar
convenios colectivos de trabajo; recurrir a la conciliación y al arbitraje; derecho de huelga. Los
representantes gremiales gozarán de las garantías necesarias para el cumplimiento de su gestión sindical y
las relacionadas con la estabilidad de su empleo..."
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cómo el Congreso dicta una ley). Luego, de alguna manera, aclara: "Tal principio solo cedería en el
supuesto de demostrarse la falta de concurrencia de los requisitos mínimos e indispensables que
condicionan la creación de la ley.
Es evidente que basándose en la doctrina de las cuestiones políticas no justiciables, que nuestra Corte
había hecho suya al dictar sentencia en el caso "Cullen vs. Llerena" (1893)- es refractaria al control
judicial de una reforma constitucional. Para fundar su postura, acude a trazar un paralelo con el
procedimiento que el Congreso ha de seguir para la formación y sanción de las leyes aunque admite que
ese principio (de irrevisiblidad) según el cual los jueces no están facultados para examinar el
procedimiento seguido para la formación y sanción de las leyes (en resguardo de la división de poderes)
podría ceder si se incumplen los requisitos mínimos en el dictado de una ley.
Entonces: si en principio, la Corte no está facultada para revisar cómo el Congreso ha sancionado una ley,
mucho más difícil es cuando se trata de examinar si una Convención ha sancionado una reforma. En el
caso, si el art. 14 bis fue sancionado de conformidad con las normas de su Reglamento interno que
exigían aprobación (por la misma Convención) de las versiones taquigráficas de sus sesiones pero
además, la Corte entendió que en el caso no había sido "...comprobado que la sanción de la norma
constitucional impugnada se encuentre comprendida en el supuesto excepcional precedentemente
recordado"; es decir que la Corte entendió que no se habían dejado de cumplir los requisitos mínimos.
Consecuentemente, reafirmó "...la estricta aplicabilidad, en el sub lite, de la jurisprudencia a que se ha
hecho mención". Es decir, que correspondía aplicar en el caso, la doctrina de las cuestiones políticas no
justiciables.
El voto disidente le cupo al Dr. Boffi Boggero que si se quiere imitando al juez Varela – en el caso
“Cullen vs. Llerena”- entendió que debía admitirse el recurso extraordinario precisamente en homenaje
al principio de división de poderes pues justamente la Constitución impone a la Corte la misión de ejercer
el control de constitucionalidad para asegurar que los poderes públicos actúen dentro de la Constitución.
De otra forma, las llamadas facultades privativas de cada poder se convertirían en facultades sin ningún
control.
De todas formas, conviene una aclaración: El juez Boffi Boggero no se pronuncia sobre el fondo de la
cuestión (acerca de si era o no inconstitucional la reforma del art. 14 bis) sino que disiente con sus
colegas en que habría que haber hecho lugar al recurso, entendiendo que había sido "mal denegado" el
recurso extraordinario.
El caso “Polino”:
Héctor Polino y Alfredo Bravo eran diputados nacionales (por el distrito Capital Federal) al debatirse el
proyecto de declaración de la reforma constitucional y luego de aprobado, cuestionaron en sede judicial
mediante acción de amparo que el anteproyecto aprobado como ley 24.309 declarando necesaria la
reforma constitucional no era el mismo en diputados y en senadores. En diciembre de 1993, la Cámara de
Diputados aprueba el proyecto de declaración de necesidad de reforma constitucional que contemplaba la
reducción del mandato de los senadores de 9 a 4 años. Así pasó al Senado que en su revisión decide
modificar este punto. resolviendo que la cuestión del tiempo de duración del mandato de los senadores
quedara como tema habilitado para ser resuelto por la Convención Nacional; así aprobó ese proyecto y lo
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remitió al PE que lo promulgó como ley 24.309 y convocó a elecciones de convencionales constituyentes
a celebrarse el 10 de abril de 1994.
Frente a ello, los diputados Héctor Polino y Alfredo Bravo plantearon que no había recaído en el punto
relativo a la duración del mandato de los senadores la aprobación de los 2/3 de ambas cámaras.
Recuérdese que el proyecto sancionado por los diputados reducía el mandato de los senadores a 4 años
pero éstos, al tratar el proyecto lo modificaron y dejaron la cuestión librada a la Convención (para que
fuera ella la que fijara ese plazo de los mandatos senatoriales). Los accionantes entendían que se había
violentado el mecanismo constitucional para la formación y sanción de las leyes
El juez de primera instancia rechazó la acción in límine por entender que los reclamantes carecían de
legitimación. La decisión fue confirmada en Cámara y Polino entonces dedujo recurso extraordinario ante
la CSJN que en fallo dividido rechazó la acción: la mayoría rechazó la acción fundándose en la falta de
legitimación del reclamante sosteniendo que la condición de ciudadano no es apta en el orden federal para
autorizar la intervención de los jueces dado que dicho carácter (de ciudadano) es muy general que no
permite demostrar que hay un interés concreto y por ende no hay causa, caso o controversia. El voto
concurrente del Dr. Nazareno –además de coincidir con la mayoría en orden a la falta de legitimación y
la inexistencia de causa- agrega que no se trata de una cuestión no justiciable y admite que si hubiera caso
concreto, la CSJN podría resolver sobre el fondo de la cuestión y “obiter dictum” agrega que la norma
que regula la reforma constitucional es el art. 30 y allí no se establece –a tal fin- la obligatoriedad de
seguir el procedimiento para la sanción de leyes; hay diferencias entre un acto legislativo que debe
efectivamente seguir el procedimiento legislativo y un acto político de simple declaración y aquí el
Congreso cuenta con una amplia libertad para elegir el modo de realizarlo. Entiende que el Congreso
actuó de conformidad con el art. 30 y entiende –en definitiva- que ley y declaración no es lo mismo. Por
su parte, en su voto concurrente, el juez Moliné O’Connor, coincidiendo con Nazareno, también
considera que el Congreso no está sujeto al procedimiento para formación y sanción de leyes y que
entonces no se justifica la intervención judicial. En disidencia votaron los Dres. Fayt y Boggiano.
El Dr. Fayt se ocupa de varios aspectos: considera que el procedimiento para la sanción de leyes es una
cuestión justiciable; además considera que todo ciudadano está legitimado para defender la Constitución y
considera que ha sido violado el art. 30 porque se requiere una idéntica expresión de voluntad de los 2/3
de ambas Cámaras. Finalmente considera que los arts. 5 y 6 de la declaración de necesidad de reforma
que establecen el mecanismo de votación de la Convención son inconstitucionales por ser violatorios de
la forma de gobierno representativa, lesionando la libertad de actuación y de debate de los que son electos
constituyentes.
Por su parte, el juez Boggiano, reconoce la legitimación del recurrente Dr. Polino con respecto al
procedimiento de la declaración de la necesidad de reforma pues al haber diferencias entre lo aprobado
por una y otra cámara, es razonable reconocerle al recurrente un interés suficientemente concreto desde
que ha sido privado de su derecho (que la Constitución le reconoce) de concurrir o no con su voto para
integrar las mayorías requeridas por la Constitución para que declare necesaria la reforma de la
Constitución. Considera que no se han cumplido los requisitos constitucionales mínimos e indispensables
para la validez de la ley.
El caso “Romero Feris”: gira alrededor del mecanismo de votación contenido en la ley declarativa de la
necesidad de reforma, 24.309 que establecía un Núcleo de Coincidencias Básicas (art. 2) que debía ser
aprobado o rechazado por los convencionales en bloque cerrado (art. 5). El convencional electo, José A.
Romero Feris, en su carácter de convencional constituyente electo interpuso acción de amparo contra el
Estado Nacional con la pretensión de que el juez ordenara al PE que se abstuviera de convocar a la
Convención con las limitaciones de los arts. 5 y 6 de la ley 24.309. El Dr. Romero Feris argumenta que
tales normas lesionaban su libertad de actuación como miembro de la Convención. El juez de primera
instancia hace lugar a la acción; más adelante, se amplía la demanda y se solicita la intervención como
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terceros de los demás convencionales electos. El Estado apela pero se rechaza la apelación y entonces va
en queja a la Cámara de Apelaciones que hace lugar a la apelación; la Cámara rechaza revoca lo resuelto
en primera instancia y deja sin efecto la citación al resto de los convencionales.
Entonces, el Dr. Romero Feris, deduce recurso extraordinario ante la CSJN que por mayoría (de ocho a
uno) confirma la sentencia de segunda instancia y rechazando el recurso extraordinario por considerar que
la causa devino abstracta desde que la misma Convención en su propio Reglamento interno recogió lo
dispuesto en la ley declarativa como mecanismo de votación y por lo tanto no hay un avance del poder
legislativo sobre el poder constituyente cuando éste mismo ha resuelto hacer suyas esas reglas. Fayt votó
en disidencia y reafirma lo que había establecido en el caso “Polino” al considerar que el art. 5 y el art. 6
de la ley declarativa lesionan el sistema representativo al limitar los derechos de los representantes del
cuerpo electoral de actuar libremente.
En orden al contenido de una reforma constitucional, hay que considerar los fallos dictados en los casos:
“Fayt” (1999) y “Schiffrin” (2017), que evidencian un cambio en este tema.
El caso “Fayt”: En este caso la Corte admite el control judicial de una reforma
constitucional.
El art. 6 advertía que sería nula de nulidad absoluta cualquier reforma que fuera más
allá de lo previsto en los arts. 2 y 3. Es decir que no podían reformarse artículos no
declarados necesarios de reformar en el Núcleo o en los Temas Habilitados.
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Este Núcleo de Coincidencias Básicas comprendía una serie de temas que apuntaban a
atenuar el presidencialismo, fortalecer el papel del Congreso, así como el federalismo, entre
otros muchos aspectos. En el art. 5 de la misma ley, se disponía que los artículos contenidos
en el Núcleo debían votarse en bloque- por sí o por no-, en paquete cerrado, todo junto pues se
entendía que cada norma allí contenida integraba un sistema armónico.
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Los Temas Habilitados podían ser debatidos y votados libremente por los convencionales.
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El juez Carlos S. Fayt que había sido nombrado en 1983 por el presidente Alfonsín, y
que a esa altura ya había cumplido 76 años, interpuso entonces una acción
declarativa de certeza (conf. art. 322 CPCCN). Reclamaba que se declarara la
nulidad de la norma (párrafo 3 del inc. 4 del art. 99 CN) porque lesionaba su derecho a
mantenerse en su cargo de juez sobre la base del art. 110 CN. Téngase en cuenta
que según el art. 110 los jueces conservan su empleo mientras dure su buena
conducta.
En primera instancia la juez hace lugar a la demanda y declara la invalidez de las normas
constitucionales pues no estaba prevista su incorporación en la ley declarativa; se basó en lo establecido
en el art. 6 de la ley 24.309.
Entonces, Estado Nacional deduce entonces recurso extraordinario federal ante la Corte y ésta lo
admite pues estaba en discusión la validez e interpretación de normas constitucionales y otras normas
federales vinculadas al procedimiento de reforma constitucional y la decisión del tribunal superior de la
causa- o sea la Cámara de Apelaciones- había sido contraria al derecho en que se había fundado el
recurrente que era el Estado Nacional.
Los argumentos del Estado, entre otros fueron: que era un error diferenciar entre jueces nombrados
antes o después de la reforma; que no existía un derecho adquirido frente a una norma que modifica a otra
que dio el derecho al cargo y que la nueva norma estaba contenida en el Núcleo de Coincidencias
Básicas, art. 2 de la ley declarativa 24.309 que menciona como tema a revisar lo relativo al
nombramiento de los jueces.
Debe quedar presente que desde con este caso se consolida el poder de los
jueces para entrar a revisar la actuación de una convención constituyente.
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En su disidencia, el juez Rosenkrantz entendió que lo que estaba en discusión en este caso no era la
razonabilidad de la limitación del mandato de los jueces (en función de la edad) sino la validez
constitucional del proceso por el cual se introdujo esa moficiación contenida en el inc. 4, párrafo 3º
del art. 99 CN.
Sostuvo que la Convención modificó un artículo que no estaba habilitado por el Congreso Nacional para
ser reformado y que, por ello, la Convención Reformadora, al establecer un límite temporal al mandato de
los jueces, violó la Constitución Nacional.
Argumentó en su voto que las normas que rigen el proceso de reforma constitucional son de crucial
importancia para la efectiva vigencia del sistema de derechos y libertades consagradas por nuestra ley
suprema, ya que hacen a la estabilidad misma de dichas garantías. Entendió que el estricto apego a la
declaración que efectúa el Congreso de la Nación respecto de la necesidad de la reforma es el único
mecanismo existente para evitar que las convenciones constituyentes se conviertan en “Cajas de Pandora”
e introduzcan temas no sometidos al debate público en forma previa a la elección de convencionales
constituyentes. Este modo de entender las cuestiones en juego, por consiguiente, es el único que asegura
la efectiva soberanía del pueblo de la nación.
Por otra parte, el juez Rosenkrantz se refirió al precedente “Fayt”, destacando que esta sentencia- la
doctrina sentada en ella- tuvo un pacífico cumplimiento por parte de todas las autoridades constituidas,
independiente de su signo político, durante más de 20 años. Afirmó que en casos como el presente, donde
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se juzga la validez de una reforma constitucional, es preciso ser especialmente consistentes a lo largo del
tiempo y ello demanda un respeto más riguroso hacia los precedentes de la Corte Suprema.