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MEILINGER Phillip 10 Propuestas en Relacion Al Poder Aereo
MEILINGER Phillip 10 Propuestas en Relacion Al Poder Aereo
Hará unos seis años, cuando se elaboraba el Manual de la Fuerza Aérea (MFA)1-
1, (Basic Aeroespace Doctrine of the United States Air Force) el General de
División Michael Dugan, Subjefe de Estado Mayor para Planes y Operaciones
propuso una idea novedosa. Los manuales de doctrina eran aceptables, pero él
quería algo breve y sucinto; un documento que encapsulara la esencia del poder
aéreo. Su objetivo primordial era elaborar una serie de principios y normas sobre
el poder aéreo de forma tan resumida que pudiera caber en una tarjeta que los
miembros de la Fuerza Aérea pudiesen llevar en el bolsillo. Mi primera reacción
fue de escepticismo. Como historiador, he sido educado para desconfiar de
soluciones sencillas, fórmulas, modelos y mecanismos similares que atenten
contra el adecuado análisis de los problemas complejos.
La propuesta del General nunca cobró fuerza, pero la verdad es que siempre la
tuve presente en mi mente. Mientras más pensaba en ella, más interesante me
parecía la idea. Desde mi punto de vista, algo bien escrito debe se corto, preciso y
conciso. Como señalara Mark Twain, "Si hubiera tenido más tiempo, hubiese
escrito menos." Captar la esencia de lo que los miembros de la Fuerza Aérea
piensan acerca del poder aéreo y expresarlo en forma concisa y comprensible era
un reto.
Los atributos del poder aéreo incluían el alcance (en 1918, hasta los aeroplanos
más livianos podían volar cientos de kilómetros); velocidad (más de 150 Kms.
por hora); altitud (la capacidad de volar sobre montañas, ríos, y bosques,
obstáculos que impedían el avance de las fuerzas de superficie); capacidad letal
(la concentración de fuego podía dirigirse a puntos específicos en el frente de
batalla o detrás de la línea enemiga); y flexibilidad (una combinación de otros
atributos que permitían el uso de aeroplanos de forma rápida, en diferentes
modalidades y lugares). Las limitaciones del poder aéreo también se hicieron
evidentes desde su inicio.
A diferencia de las fuerzas terrestres, los aviones no podían permanecer en su
medio indefinidamente, y tenían que aterrizar para reaprovisionarse de
combustible y municiones. Estas limitaciones, a su vez, hacían que el uso de los
aeroplanos fuera efímero: los ataques aéreos sólo duraban unos cuantos minutos
y, por ende, los ataques carecían de persistencia. Si bien los aviones podían volar
sobre obstáculos, estaban limitados por el mal tiempo y la oscuridad de la noche.
Adicionalmente, al igual que las tropas de superficie, las restricciones políticas
podían determinar dónde, cuándo, y con qué fin debían volar los aviones.
Finalmente, la aviación no podía ocupar o mantener territorios conquistados.
Incluso 75 años después, estos atributos y limitaciones, que en términos
generales se mantienen vigentes, aunque algunos han sido perfilados.
Es importante señalar que a través de los años, tanto los partidarios de la fuerza
aérea como los partidarios de los ejércitos de superficie, han tomado en
consideración estas características — positivas o negativas — para justificar sus
criterios sobre cómo deben los aviones ser utilizados en tiempos de guerra. Los
aviadores recalcaban la importancia de las ventajas pero le daban una
ponderación menor a las limitaciones reales. Ellos querían establecer una
organización militar que no estuviera sujeta a los comandantes de los ejércitos de
superficie. Los que defendían el papel de la infantería y la armada insistían en las
limitaciones inherentes de los aviones, pero desvirtuaban los aspectos positivos.
Ellos aspiraban a mantener el control de este recurso aéreo. El debate político
sobre si el poder aéreo era algo revolucionario o evolucionario y, por ende, si
debía o no ser un servicio separado de las fuerzas armadas, transcurrió por
décadas con argumentos vehementes y generó hostilidades innecesarias.
En la actualidad, todos los países desarrollados tienen una fuerza aérea como
componente autónomo de sus fuerzas armadas. Más importante aún es que la
gente considera que la autonomía no es sinónimo de individualidad de
determinado componente militar. Las guerras se llevan a cabo mediante
diferentes modalidades, con muchos tipos de armamento. Muy raras veces se
utiliza uno sólo de los componentes de las fuerzas armadas para realizar una
campaña o la guerra en sí, pese a que uno de estos brazos armados pudiera
liderizar la estrategia en el conflicto.
El tipo de enemigo y la guerra, los objetivos que deben ser logrados, y el costo
humano que se debe afrontar determinan qué aplicaciones militares se utilizarán
y en qué proporción. El propósito de este artículo es identificar y analizar 10
propuestas relativas al poder aéreo (ver margen), con el propósito de aportar
información a aquellas personas que ejercen el poder militar, permitiéndoles
alcanzar los objetivos establecidos por los dirigentes de la nación.
DIEZ PROPUESTAS EN RELACIÓN CON
EL PODER AÉREO
10. El poder aéreo comprende no solamente los aviones militares, sino también la
industria aerospacial y la aviación comercial.
Algunas personas se refieren a este concepto como dominio del aire; otros le
llaman supremacía aérea. Pero el punto es claro: el objetivo primordial de la
fuerza aérea es derrotar o neutralizar a las fuerzas aéreas enemigas de modo que
las operaciones de la ofensiva terrestre, en el mar o en el aire, puedan realizarse
según lo planeado, mientras que los centros vitales y fuerzas militares propias
permanezcan a salvo de un ataque aéreo del adversario.
Casi todos los que apoyan la teoría del poder aéreo coinciden con esta premisa.
Douhet, por ejemplo, señaló que lograr la supremacía aérea es lograr la
victoria.3 Dentro de esta misma línea de pensamiento, John Warden escribió ...
desde el ataque alemán a Polonia en 1939, ningún país ha ganado una guerra
cuando el enemigo ha tenido la supremacía aérea ... Contrario a lo anterior,
ninguna nación ha perdido una guerra mientras ha mantenido la supremacía
aérea.4 La validez de esta afirmación en una guerra no convencional es debatible,
pero los ejércitos de Alemania, Japón, Egipto, e Irak ciertamente coincidirían en
que las operaciones convencionales de campo serían no sólo difíciles, sino
imposibles, si el enemigo controla el espacio aéreo.
Esta obsesión por establecer la supremacía aérea con frecuencia preocupa a los
comandantes de fuerzas terrestres, quienes tienden a confundir proximidad con
seguridad. En lugar de que los aviones ataquen aeródromos o fábricas de aviones
en su búsqueda de la supremacía aérea, prefieren tener los aviones cerca de sus
posiciones y en condiciones de alerta máxima, en caso de que aviones enemigos
se aproximen. Este deseo es comprensible pero equivocado debido a que no sería
adecuado circunscribir el poder aéreo a una función estática, defensiva. Para
Estados Unidos una decidida doctrina militar ha sido muy eficaz: las tropas
norteamericanas no han tenido que luchar sin supremacía del aire desde 1942;
1953 fue el último año en que un soldado norteamericano pereció a consecuencia
de un ataque aéreo; y nuestras fuerzas armadas nunca han tenido que disparar
misiles de tierra a aire contra aviones enemigos porque a estos nunca se les ha
permitido llegar tan cerca.5 En realidad, la doctrina de nuestro Ejército presume
de supremacía aérea, y lo considera como uno de los aportes más grandes del
poder aéreo a las operaciones terrestres.
Hasta cierto punto, las marinas están condenadas a combatir a nivel táctico de la
guerra. Una vez ganado el control del mar, una flota naval puede bombardear
fortalezas ubicadas cerca de la costa, efectuar un bloqueo, o realizar operaciones
anfibias. Sin embargo, en el primer caso los resultados están limitados al alcance
de los cañones de los buques; en el segundo, el resultado de estas medidas es
indirecto y le afecta al enemigo sólo después de cierto tiempo. Es cierto que un
bloqueo naval puede privar al adversario de los suministros requeridos para
continuar la contienda. Pero éste puede sustituir y reestructurar sus fuentes de
recursos para compensar los efectos del bloqueo. En síntesis, la guerra económica
indirecta toma mucho tiempo. En realidad, sólo en contadas ocasiones un
bloqueo ha logrado debilitar en forma trascendental a un país. 9 Como último
recurso, las operaciones anfibias son generalmente el preludio de operaciones
terrestres prolongadas, pero esta táctica nos lleva nuevamente al ciclo de ejército
contra ejército. El poder aéreo modifica esta situación al comprimir la línea entre
los niveles tácticos y estratégicos. Los aviones de combate pueden realizar
misiones de rutina para lograr resultados a nivel estratégico. En gran medida, la
aviación elimina la necesidad de confrontar los accidentes del terreno o el medio
ambiente por su habilidad de volar sobre contingentes armados, flotas, y
obstáculos geográficos, y atacar directamente a los centros claves del enemigo.
Esta capacidad permite obviar batallas sangrientas y prolongadas en el campo, y
bloqueos navales mortales. Si bien los primeros teóricos del poder aéreo a
menudo destacaban el potencial de este concepto, este fue un sueño de muchos
años. El poder aéreo no eliminó la necesidad de realizar campañas en Europa
durante la II Guerra Mundial y, si bien la invasión a Japón se percibía como
innecesaria, la evidencia de este criterio no era clara y tomó cuatro años y hubo
que combinar las operaciones de todos los servicios del Ejército para preparar el
escenario para la etapa final y decisiva de la fase aérea. Las Guerras de Corea y
Vietnam demostraron a mucha gente que el poder aéreo no era un arma
estratégica eficaz, aunque algunos podrían pensar que nunca se nos dio una
oportunidad para probar que sí lo era.10
Por otro lado, con la Operación Tormenta del Desierto casi se comprueba la
hipótesis de los primeros teóricos. Si ese evento fue la realización de una profecía
o una aberración, todavía está por verse. Si se trata de una profecía, entonces la
Operación Tormenta del Desierto confirma la premisa que sostiene que la meta
de los comandantes del aire es la de maximizar su ventaja intrínseca realizando
operaciones a nivel estratégico mientras se obliga al enemigo a luchar a un nivel
táctico. El poder aéreo de la coalición logró este tipo de disparidad en el Golfo
cuando, por ejemplo, privó al sistema de defensa aéreo iraquí de un control
centralizado, haciéndolos incurrir en operaciones tácticas ineficaces, carentes de
importancia estratégica. Si bien se puede también emplear el poder aéreo a nivel
operativo y táctico, esas acciones deberían considerarse a la luz del efecto que se
busca. Esencialmente, la guerra del aire requiere de profundas consideraciones
estratégicas. El comandante aéreo debe considerar la guerra en forma integral, no
en forma circunscrita o secuencial. Finalmente, uno debe reconocer que el poder
aéreo tiene una gran capacidad estratégica como fuerza no letal. En unas
declaraciones muy interesantes, John Warden señaló que, básicamente, el poder
aéreo transporta información estratégica: alguna es negativa (como las bombas),
y otra es positiva (como los alimentos). Por ejemplo, el puente aéreo de Berlín en
1948 y 1949 fue quizá la mayor victoria de Occidente en la guerra fría antes de la
caída del muro de Berlín. No obstante, el puente aéreo fue una demostración de
la aplicación pacífica del poder aéreo. Después que los soviéticos bloquearon
todas las vías terrestres hacia Berlín Occidental, los del puente aéreo suplieron a
la población de todos los alimentos, medicamentos, carbón, y otros artículos de
primera necesidad durante los siguientes 10 meses. Los resultados de esta
operación aérea fueron grandiosos: la ciudad conservó su libertad. Esta fue una
victoria estratégica de primer orden, la cual no fue desvirtuada un ápice por el
hecho de que se logró sin haberse disparado un sólo tiro. Las cambiantes
condiciones del mundo requieren una mayor dependencia en el transporte aéreo,
tanto para propósitos militares como de asistencia humanitaria. Los avances
tecnológicos de forma similar hacen énfasis en la importancia de los medios
ubicados en el espacio, tales como satélites para comunicaciones y de
reconocimiento, que aseguren casi instantáneamente el comando y control (C2)
de las fuerzas militares, informes de localización sumamente precisos, captación
de datos para los servicios de inteligencia, y verificación de tratados con otros
países. Es evidente que la importancia del poder aéreo estratégico para la
estructura de nuestra seguridad nacional está creciendo, y no disminuyendo.
Además, con el propósito de defender todas las áreas vitales, la defensa aérea
debe diseminar sus escuadrones en forma considerable y cada instalación que se
proteja debe contar con la capacidad de rechazar al atacante. 13 A diferencia de las
tácticas de defensa que aplican las tropas de superficie, la defensa aérea no
cuenta con una ventaja implícita — la defensa pasiva no es práctica.
El poder aéreo, letal y no letal, puede ser orientado hacia casi cualquier cosa. La
Guerra del Golfo demostró que las excavaciones profundas y las toneladas de
acero y hormigón no garantizan protección contra las bombas de penetración
altamente precisas. Las casamatas de la fuerza aérea iraquí fueron diseñadas para
soportar un ataque nuclear. Sin embargo, estos no pudieron resistir los efectos de
una bomba altamente explosiva lanzada sobre el corazón del blanco. Pero, tener
la capacidad de atacar cualquier objetivo no significa que se deba atacar
cualquier cosa. La selección de los blancos que se han de atacar o afectar de una
forma u otra es la esencia de la estrategia aérea. Casi todos los teóricos de la
aviación reconocen este punto. Lamentablemente, ellos fueron poco precisos en
la definición de este aspecto.
La capacidad del poder aéreo para causar daños a blancos específicos siempre ha
excedido su habilidad para definirlos. En la Guerra del Golfo Pérsico se demostró
que si no se tiene conocimiento de la existencia de un blanco, el poder aéreo
puede resultar ineficaz. Por ejemplo, pese a que las aeronaves de la coalición
destruyeron en Irak la mayoría de las instalaciones de investigación nuclear,
biológica y química conocidas, se desconocía la existencia de muchas otras que
fueron descubiertas por los inspectores de las Naciones Unidas cuando
recorrieron el país después de la guerra.24 Que los aviadores afirmen que esto
fue una falla de inteligencia y no de poder aéreo es una forma de evadir la
realidad porque los dos elementos están entrelazados íntegramente y siempre lo
han estado. La inteligencia es esencial para la adquisición de blancos, sin
embargo, se requiere una inteligencia específicamente orientada hacia la guerra
por aire. Las dependencias generadoras de información militar han existido por
siglos, pero la información generada ha sido de naturaleza táctica. ¿Cuántas
tropas tiene el enemigo? ¿Dónde están localizadas? ¿En qué dirección marchan?
¿Cuál es el régimen de disparo de su arma más moderna?
El tercer paso, no por eso menos importante que los otros dos, consiste en
analizar los efectos de los ataques aéreos. A un aspecto de este problema se le
denomina evaluación del daño ocasionado por el bombardeo (BDA), pero es
solamente un aspecto con muchas implicaciones de naturaleza táctica. La manera
más sencilla de determinar el daño ocasionado por el bombardeo es realizando
misiones de reconocimiento después de los ataques aéreos; sin embargo, el
advenimiento de las municiones de precisión con frecuencia nulifica este
procedimiento. Durante la Guerra del Golfo, por ejemplo, los aviones de la
coalición bombardearon el edificio donde se alojaba la comandancia de la
inteligencia iraquí. Al evaluar el daño ocasionado por el bombardeo se dijo que la
misión había tenido un 25% de éxito porque se había destruido uno de los
edificios del enemigo. Lo cierto es que el ala del edificio que la bomba destruyó
era precisamente donde se hallaba el blanco. En realidad, la misión fue todo un
éxito. Para evaluar el daño ocasionado por el bombardeo se utilizó una técnica de
evaluación adecuada para una época en que la precisión no era factible, y por
consiguiente había que producir una devastación total para considerarlo un
éxito.27 En resumen, el proceso de evaluar el daño ocasionado por el bombardeo
es tanto un arte como una ciencia, y a veces es difícil determinar los efectos de un
ataque aéreo preciso.
Somos una sociedad cuantitativa con una necesidad de contar y medir las cosas,
especialmente nuestra efectividad. Los militares tienen una proclividad a contar
cuerpos, toneladas, número de misiones aéreas, porcentaje de blancos alcanzados
y demás. Tales mecanismos son mucho más populares en la guerra por aire
porque no hay forma precisa de determinar el avance. Las fuerzas terrestres
pueden trazar líneas en un mapa, pero los aviadores deben contar los vuelos de
sus aviones y analizar la información de inteligencia suministrada, muchas veces
un tanto oscura y conflictiva. La verdadera evaluación aérea tiene lugar después
de la guerra. ¿Cómo nos escapamos de esta obsesión americana por la guerra a lo
Nintendo? Siendo que el poder aéreo es una fuerza estratégica, debemos
comprender, medir y predecir mejor su efectividad a ese nivel de guerra. Por
mucho tiempo los aviadores han creído en una filosofía de blancos basada en la
fe que pone énfasis en la lógica y el sentido común en lugar de ponerlo en la
evidencia empírica.
—Duque de Wellington
Cabe señalar que el poder aéreo puede producir efectos psicológicos. A su nivel
más fundamental, la guerra es psicológica. Pudiera ser que la mejor forma de
incrementar la conmoción psicológica fuera incrementando la conmoción física,
pero debe tenerse cuidado de no confundir la destrucción con la efectividad. Por
el contrario, un comandante debe sacarle provecho a la rapidez y ubicuidad del
poder aéreo para incrementar dramáticamente el tiempo de las operaciones de
combate. Uno se da cuenta de la importancia de estas características al recordar
que hasta el más energético ejército está limitado por la rapidez de su marcha. Al
estudiar las miles de campañas realizadas en el curso de varios siglos, un
investigador militar estadounidense descubrió que las fuerzas mecanizadas y
blindadas permanecen estáticas entre un 90 y un 99 por ciento del tiempo.
Incluso cuando están involucradas en encarnizado combate con el enemigo,
avanzan a un régimen de aproximadamente cinco kilómetros por día, lo mismo
que la infantería. Han habido excepciones a lo largo de la historia, por supuesto,
pero el estudio concluye señalando que el régimen de avance terrestre no ha
cambiado significativamente en los últimos cuatro siglos, a pesar de la invención
del motor de combustión interna y los cambios que éste ha producido en el
campo de batalla.30
Por ultimo, y quizá de más importancia, la velocidad y alcance del poder aéreo le
permitió atacar blancos a lo ancho y largo del país enemigo. Una aeronave no
tiene que romper el combate en una batalla con el fin de participar en otra, una
maniobra que es muy complicada y de alto riesgo para las tropas terrestres.
Habiendo roto el combate, las aeronaves no tienen que andar por caminos
empantanados, ni cruzar ríos crecidos o reorientar las columnas de
abastecimiento para trasladarse a pelear a otro lado. La Fuerza Aérea israelita nos
ofrece un excelente ejemplo de esta habilidad en la Guerra del Yom Kippur de
1973. Los israelitas continuamente trasladaron su poder aéreo del frente en el
Sinaí a la franja de Gaza y pasaron de maniobras de interdicción a apoyo aéreo
cercano. Los israelitas pudieron mantener este ritmo de movimientos a diario por
un período de varias semanas.
¿De qué nos sirve una decisiva victoria en el campo de batalla si en ella nos
desangramos hasta morir?
Este principio también parecía ser aplicable a la guerra por aire. Las primeras
operaciones realizadas por la Octava Fuerza Aérea en la II Guerra Mundial
resultaron en un gran número de bajas, sin embargo, fue de insignificante
impacto en la maquinaria bélica alemana. La afirmación del General Ira Eaker, el
Octavo Comandante, fue de que sus fuerzas no eran lo suficientemente
numerosas. A fin de asegurar el éxito de un ataque a la vez que proporcionaba
protección defensiva, las formaciones de bombarderos debían incluir, por lo
menos, 300 aviones.36 Sin embargo, esa cifra demostró quedarse corta. Las
defensas alemanas eran tan formidables antes del arribo de los aviones escolta
norteamericanos que fue necesario disponer de numerosas formaciones para que
no ocurrieran demasiadas bajas entre los bombarderos, que parecía que andaban
verificando la vigencia de la Ley de Lanchester.
Un excelente ejemplo de esta situación en la II Guerra Mundial tiene que ver con
la refinería alemana de petróleo en Leuna, una instalación muy importante
protegida por cañones antiaéreos sumamente poderosos y de gran alcance, así
como máquinas de humo concebidas para ocultar la refinería de los bombarderos
aliados. Esto dio como resultado que solamente un 2.2 por ciento de todas las
bombas lanzadas en Leuna dieran en el área de producción de la refinería. Los
Aliados tuvieron que atacar Leuna 22 veces durante el último año de la guerra
para ponerla fuera de producción. Tal como concluye el Estudio sobre el
Bombardeo Estratégico Realizado por Estados Unidos, el lanzamiento de unas
cuantas bombas con precisión hubiera sido mucho más eficaz que el
encadenamiento de 500 bombas sobre todo el blanco. 38 ¡Totalmente cierto!
Muchos viejos teóricos creyeron que el poder aéreo nunca podría crecer y
alcanzar todo su potencial si estaba comandada por oficiales del ejército. El uso
del poder aéreo era tan ajeno al contexto de la guerra tradicional que los oficiales
educados en el Ejército y la Armada tendrían serias dificultades en entenderlo.
(Obviamente, la tarea no era insuperable; virtualmente todos los primeros
aviadores comenzaron su carrera como soldados o marinos.) Al final de cuentas,
el asunto de quién controlaba el poder aéreo se volvió una cuestión
administrativa. Si la Fuerza Aérea estaba supeditada a los otros brazos armados,
entonces esos brazos armados determinarían aquellos asuntos relacionados con la
organización, doctrina, estructura de su fuerza y determinarían quién la dirigiría.
Los Servicios Aéreos del Ejército Estadounidense, por ejemplo, comandados por
militares que no eran aviadores, divididos y anexados a diferentes unidades
terrestres, decidían qué tipos de aeronaves comprar y qué misiones volar con esos
aviones; estos aviadores eran notificados por personal que no era de aviación,
cuáles aviadores serían promovidos y cuáles no. Decir que los aviadores creían
que dicho arreglo menguaba su potencial es poco decir. Por razones
fundamentalmente burocráticas, los aviadores deseaban un servicio militar
aparte. A un nivel superior de abstracción, también creían que el poder aéreo
sería más eficaz si estuviera dirigido por un aviador que entendiera sus singulares
características.
Las nuevas armas han extendido el alcance del armamento de los ejércitos y
subsecuentemente han expandido su radio de acción; sin embargo, esta extensión
es pequeña, en comparación con la del poder aéreo. Un avión puede transportar y
lanzar varias toneladas de municiones en unos pocos minutos a una distancia de
cientos de kilómetros, y esta habilidad requiere que uno piense en términos
operacionales y estratégicos.
Los aviadores temían que si los comandantes del ejército controlaban el poder
aéreo caerían en la tentación de dividirlo para apoyar sus propias operaciones en
detrimento de la campaña total del teatro. Sin embargo, en una campaña típica,
las operaciones vienen y van; a veces un sector se halla fuertemente
comprometido en combate o en maniobras mientras que en otros momentos está
estático y en reposo y esta condición con frecuencia la determina el enemigo. Por
consiguiente, si el poder aéreo se reparte, podría estar aguardando sin hacer nada
en un lugar mientras que en otro estaría volando continuamente. Hay que admitir
que esto también es cierto con relación a las fuerzas terrestres, pero ellas
generalmente tienen una habilidad limitada para ayudar a sus compañeros de
armas en otras partes del frente de batalla. El poder aéreo puede intervenir
rápidamente a todo lo ancho del teatro de operaciones, independientemente de si
se utiliza para propósitos estratégicos o tácticos. Someterlo a la jurisdicción de
diferentes comandantes del ejército imposibilitaría el rápido y eficiente
desplazamiento del poder aéreo de una zona a otra en el teatro de operaciones a
fin de utilizar al máximo su efectividad. Para los aviadores, la necesidad de
centralizar el control ha sido ampliamente demostrado. Desde la I Guerra
Mundial, se ha visto un desplazamiento inexorable hacia una mayor
centralización del control del poder aéreo a medida que las aeronaves desarrollan
mayor alcance y poder de fuego. Inicialmente, todas las fuerzas aéreas estaban
controladas por los comandantes de fuerzas tácticas; hoy en día, virtualmente
todas las fuerzas aéreas del mundo son independientes. Hay varios ejemplos que
ilustran esta tendencia. En la campaña del Norte de África en 1942, la Real
Fuerza Aérea (RAF) se segregó y sus unidades puestas al mando de comandantes
del ejército. Los resultados fueron desastrosos y esto los llevó a instituir cambios
doctrinales fundamentales.46 Por otro lado, las campañas aéreas del General
George Kenney en el Pacífico Sur y aquéllas del General Hoyt Vandernberg en
Europa demostraron el buen uso de sus medios aéreo a nivel de todo el teatro de
operaciones. Corea representa otro ejemplo negativo. Aquí vemos a los medios
de una Fuerza Aérea y una Armada peleando guerras por separado con poquísima
coordinación. En Vietnam se repitió esta situación, aunque fue la Fuerza Aérea
misma la que violó los principios de control centralizado de sus medios
aéreos.Debido a conflictos dentro del mismo servicio, la Séptima Fuerza Aérea
en Vietnam del Sur peleó la guerra por aire en el país, la Décima Tercera Fuerza
Aérea dirigió las operaciones aéreas en Tailandia y el Comando Aéreo
Estratégico peleó otra campaña con sus B-52.
En la Operación Tormenta del Desierto, las cosas por fin se arreglaron. El general
H. Norman Schwarzkopf escogió al general Charles Horner como comandante
del componente aéreo de la fuerza conjunta (JFACC). Como tal, el general
Horner controló todos los aviones de ala fija, incluyendo aquellos de los otros
países de la coalición. La sinergia que se produjo como resultado de todas las
fuerzas aéreas trabajando en equipo al mando de un sólo comandante representó
un papel importantísimo en la victoria. Durante esta prueba de combate, el
concepto de un JFAA funcionó; por esa razón, esta será la opción preferida en el
futuro en materia de organización. Esto reviste especial importancia porque en
los conflictos que se susciten en el futuro puede que no se disponga de todos los
medios aéreos que estuvieron presentes en la Operación Tormenta del Desierto.
En tal caso, personas que entienden de poder aéreo tendrán que tomar difíciles
decisiones en relación con la determinación de prioridades.
Siempre puede haber sorpresas, pero esta ventaja tecnológica no es probable que
disminuya significativamente en las próximas décadas. Si bien es cierto que el
presupuesto de la Defensa de Estados Unidos está siendo recortado cada vez más
como resultado del fin de la guerra fría, el presupuesto de Rusia ha sido recortado
mucho más todavía, representando apenas una sexta parte del de los Estados
Unidos.51 De igual forma, cuando uno analiza las actividades de investigación y
desarrollo aeronáutico (R&D), los Estados Unidos tienen más del doble de
túneles aerodinámicos, instalaciones de prueba de aviones a reacción y cohetes,
cámaras espaciales, y polígonos de tiro que el resto del mundo junto; a la vez que
es capaz de mantener una ventaja cualitativa. Hay que anotar, sin embargo, que
esta superioridad se reduce en la medida que los países Europeos y Asiáticos
imprimen aceleración a sus industrias aeroespaciales propias. Nosotros debemos
cuidarnos de no caer en la complacencia. 52
Alguna gente sostiene que el arte de la guerra está sufriendo una revolución
técnico-militar (MTR), y que ésta es la tercera revolución de este tipo en la
historia. La primera ocurrió con la invención de la pólvora, y la segunda con la
explosión industrial de finales de siglo XIX y principios del siglo XX, que trajo
consigo el ferrocarril, la ametralladora, las aeronaves, y el submarino. John
Warden expande aún más esta opinión reconociendo la transformación de la
guerra (MTR) pero arguyendo que es realmente la primera tal revolución. 53 Él
mantiene que el salto que ha dado la tecnología es tan grande que hace ver los
cambios anteriores como pequeños pasos evolutivos. Independientemente de si
esta revolución (MTR) es la primera o la tercera, el poder aéreo es el elemento
más afectado porque el desarrollo de la tecnología espacial, de la computación, la
electrónica, armamento imperceptible, y los sistemas de información van a darle
realce a aquellos servicios que dependen de esa tecnología para decidir la
dirección de la guerra.
Un hecho aceptado por casi todo los teóricos es que una numerosa flota aérea no
necesariamente equivale a poder aéreo. Allá por 1921, Mitchell señaló la
importancia de una industria de aviación comercial sólida, del papel que debía
representar el gobierno en la edificación de esa industria, y de la conveniencia de
inculcar en la población la importancia de la aviación. 54 En sus escritos
posteriores puntualizó estos conceptos aún más. De Seversky expresó opiniones
similares y, más recientemente, otros líderes de la aviación lo han hecho, quienes
se refirieron a Estados Unidos — donde se inventó el avión — como una nación
aeroespacial.55 La vasta extensión territorial de los Estados Unidos y su necesidad
de acortar la distancia entre la costa este y oeste, y desde luego, la necesidad de
incorporar a Alaska y Hawai, exigió un método de transporte rápido, fiable y
eficaz en función de costos. El desarrollo de diversas aerolíneas, entonces una de
ellas la más grande y financieramente más poderosa del mundo, fue resultado
directo de la geografía estadounidense y la necesidad que ella engendró.
Habiendo reconocido tales imperativos económicos y culturales, hombres como
Mitchell y de Seversky recalcaron que el poder aéreo era mucho más que
simplemente aviones. Como se mencionó anteriormente, la tecnología requerida
primero para desarrollar aeronaves militares de primera clase era tan enorme,
compleja y cara, que era esencial que la empresa privada y el gobierno actuaran
de manera concertada y decidida. En los primeros años, la participación del
Gobierno significó la subvención en los gastos de construcción de aeropuertos,
pistas de aterrizaje, instalación de radiobalizas, estaciones de metereología, y
apoyo financiero para las actividades de investigación y desarrollo. La inversión
que esta nueva industria precisaba era simplemente demasiado grande para que la
empresa privada la pudiera realizar con sus propios recursos.
Por ultimo, los teóricos insisten en que los estadounidenses piensen en sí mismos
como una nación con poder aéreo de la misma manera que generaciones enteras
de ingleses se consideraron a sí mismos una nación con hegemonía marítima. Los
estadounidenses deben ver su destino en el aire y en el espacio. Hasta cierto
punto, esta percepción puede ser más real de lo que se piensa. Quizá no es
solamente el encanto con los efectos especiales que ha hecho del Viaje a las
Estrellas, la Guerra de las Galaxias, Pasión y Gloria y otras, un género de
películas muy popular en Estados Unidos. 61 En un sentido muy real, el poder
aéreo es un estado mental.
Bien, estas son mis 10 propuestas en relación con el poder aéreo. La mayoría de
ellas tienen un pedigrí muy ancestral: Douhet, Mitchell, Trenchard y otros de la
época de los aviones monomotor las entendieron y las manifestaron. Otras eran
meramente profecías que debían probarse en situación bélica para determinar su
validez. En algunos casos, como la propuesta que tiene que ver con la conexión
entre la adquisición de blancos y la inteligencia y la que tiene que ver con el
control centralizado, tuvieron que ser probadas y comprobadas en varias guerras
antes de ser comprendidas a cabalidad. Otras propuestas, como la que trata de la
importancia de la precisión, están apenas comenzando a demostrar su significado
y están a la espera de futuros conflictos para evidenciar su validez más allá de
cualquier duda.
No obstante, estas propuestas, vistas como un todo, nos sugieren que el poder
aéreo es una fuerza revolucionaria que ha transformado la guerra en menos de un
siglo. La naturaleza fundamental de la guerra, en materia de cómo se pelea,
dónde se combate, y quién la lleva a cabo ha sido modificada. Una lamentable
característica de los teóricos del aire es que hace mucho tiempo prometieron más
de los que han podido cumplir. La teoría le ganó la delantera a la tecnología, y
los aviadores con demasiada frecuencia se colocaron en una posición insostenible
al tratar de programar inventos para poder cumplir sus predicciones. 62 Pareciera
que esos días son cosa de la historia. El poder aéreo ha superado las etapas de
infancia y adolescencia, y las guerras de la década pasada, especialmente la del
Golfo Pérsico, han demostrado que el poder aéreo ha alcanzado su madurez.
Notas:
1. Svi Lanir, "The Principles of War and Military Thinking," Journal of Strategic
Studies, 16 (marzo de 1993): 1 17.
2. Renato D’Orlando, traduc. The Origin of Air Warfare, 2a. ed. (Roma:
Biblioteca de Historia de la Fuerza Aérea Italiana, 1961), passim.
3. Giulio Douhet, The Command of the Air, traduc. Dino Ferrari (1942;
reimpresión, Washington, D. C.: Oficina a cargo de la Historia de la Fuerza
Aérea, 1983), 25.
4. Col. John A. Warden III, The Campaign: Planning for Combat (Nueva York:
Pergamon-Brassey’s, 1989), 10. Posteriormente él infiere que esta afirmación
puede no necesariamente ser verdad en conflictos de baja intensidad.
5. Esto no se aplica, por supuesto, a la nueva amenaza que representan los misiles
balísticos. Los Scuds iraquíes (misiles tácticos de fabricación soviética)
representaron un peligro de consideración en la Guerra del Golfo, y esta amenaza
sin lugar a dudas irá en aumento en los años por venir.
8. Russell Weigley, en The Age of Battles: The Quest for Decisive Warfare From
Breitenfeld a Waterloo (Bloomington, Ind.: Indiana University Press, 1991),
ofrece una opinión muy pesimista sobre la inherente naturaleza incierta de las
guerras terrestres, en cualquier época.
10. Los partidarios del poder aéreo pueden referirse a la obra Strategy for Defeat:
Vietnam in Retrospect (San Rafael, California, Presidio Press, 1978) de G. Sharp,
Almirante de la Marina de los Estados Unidos, yAirpower en Three
Wars (Washington, D. C., Government Printing Office, 1978), del Gen. William
Momyer. Los que la adversan, pueden referirse a The Limits o Air Power: The
American Bombing of North Vietnam, del Mayor Mark Clodfelter (Nueva York:
Free Press, 1989) .
11. Sun-Tzu, The Art of War, traduc. Roger T. Amers (Nueva York: Ballantine
Books, 1993), 115.
12. H. G. Wells, The War in the Air, (Londres: George Bell, 1908), 247 48.
13. El ejemplo típico utilizado por los primeros aviadores era el de las defensas
aéreas de Londres en 1918, en el que participaron más de 600 aeronaves contra
una fuerza de aproximadamente 40 bombarderos alemanes. "The Development of
the Royal Air Force," RUSI (Real Instituto de Servicios Unidos para Estudios de
la Defensa) Journal 76 (mayo 1931): 328 de J. C. Slessor, Líder de Escuadrón.
14. Es interesante notar que este es un momento de la singular fortaleza del poder
aéreo en que también es una debilidad: las aeronaves generalmente "penetran"
porque las del enemigo carecen de "poder para detenerlas." Precisamente porque
las tropas terrestres pueden abrir una trinchera y meterse en ellas para mantener
su posición es que pueden repeler un ataque, en cambio las aeronaves no pueden
hacer eso.
15. La Batalla de Gran Bretaña sigue siendo la excepción más notable. Las
victorias parciales que se hubiera apuntado la defensa podrían incluir las
operaciones nocturnas realizadas por el Comando de Bombarderos de la Real
Fuerza Aérea Británica con el propósito de escapar de la defensa alemana y la
tranquilidad temporal que propiciaron los bombardeos estadounidenses en el
otoño de 1943 luego de considerables pérdidas en ataques aéreos durante las
horas del día.
21. Coronel John A. Warden III, "Employing Air Power in the Twenty First
Century," The Future of Air Power in the Aftermath of the Gulf War (Base Aérea
Maxwell, Ala.: Air University Press, julio de 1992), 65, Richard H. Shultz, Jr. y
Robert L. Pfaltzgraff, Jr., eds.
22. General de Brigada William L. Mitchell, Our Air Force: The Keystone of
National Defense (Nueva York: Dutton, 1921), 15.
23. Es interesante observar que la mayoría de los teóricos del poder aéreo han
sustentado no solamente una y decidida teoría, sino que han sido
sorprendentemente preceptivos: su blanco es la clave en todos los tipos de guerra,
en todo tipo de situaciones y contra todo tipo de adversario.
25. Para obtener una impresión general de los orígenes de este tema, léase de
Robert Futrell, U.S. Army Air Forces Intelligence int he Second World War," en
la edición de Horst Book, The Conduct of the Air War in the Second World
War, (Nueva York: Berg, 1992), 527-52.
31. John Boyd se ha mantenido, hasta cierto punto, como una figura legendaria
entre una pequeña camarilla de oficiales militares estadounidenses. Nunca ha
publicado sus teorías, pero conduce largas sesiones de orientación durante las
cuales emplea, no docenas, sino cientos de diapositivas. Para un buen debate
sobre esto, véase la obra del Mayor David S. Fadok, John Boyd and John
Warden: Air Power’s Quest for Strategic Paralysis (Base Aérea Maxwell, Ala.:
Air University Press, febrero de 1995).
32. Para sustentar una magnifica discusión, léase del Col. Dennis M.
Drew, Insurgency and Conterinsurgency: American Military Dilemmas and
Doctrinal Proposals, Documento de CADRE Núm. AU-ARI-CP-88.1 (Air
University Press, marzo de 1988) 39 40.
33. J. C. Fuller, The Reformation of War (Nueva York: Dutton, 1923), 48 50.
36. James Parton,"Air Force Spoken Here," General Ira Eaker and the Command
of the Air (Nueva York: Adler & Adler, 1986), 290.
37. General Michael Dugan, "The Air War," U.S. News & World Report, 11 de
febrero de 1991, 27.
40. Ib., y Richard P. Hallion, Storm over Iraq: Air Power and the Gulf
War (Washington, D. C.: Smithsonian Institution Press, 1992), 303 7. El lado
negativo potencial de esta situación es que un terrorista con una carga explosiva
en una mochila no podría haber eliminado a 4,500 bombarderos, que es el peligro
que actualmente representa una sola aeronave.
41. Cabe hacer notar que la clandestinidad también se puede lograr con la
velocidad (por ejemplo, la de un misil balístico con una precisión de 15 metros,
como es el caso del SS-21 soviético). El uso de estos misiles está, por supuesto,
limitado por su alto costo y su naturaleza descartable.
43. Francis Tusa y Glenn W. Goodman, Jr., "Who Benefits from Bagdad
Bashing?" Armed Forces Journal International 131, Núm. 1 (agosto de 1993):
10. También debe notarse que pueden existir contramedidas, por lo menos, para
algunos tipos de armamento de precisión. Los transmisores de interferencias en
miniatura capaces de perturbar las señales de los sistemas globales de control de
posición (GPS) de los sistemas de guiado ya se han inventado y podrían
producirse en masa. John G. Ross, "A Pair of Achilles Heels," Armed Forces
Journal International, noviembre de 1994, 21 23.
44. Para conocer más sobre este interesante tema léase la obra del Tte Cnel Marc
Felman, The Military/Media Clash and the New Principle of War Media
Spin (Base Aérea Maxwell, Ala.: Air University Press, junio de 1993). Además,
en el manual de la nueva doctrina del Ejército de Estados Unidos se pone énfasis
en la importancia de los medios de comunicación a la hora de planear las
operaciones militares. Field Manual (FM) 100-5, Operations, junio de 1993, 3
11.
45. Tte Cnel Alan W. Debban, "Desabling Systems: War-Fighting Option for the
Future," Airpower Journal 7, Núm. 1 (Primavera de 1993): 44 50; Mary C.
Fitzgerald, "The Russian Image of Future War,"Comparative Strategy 13
(Verano de 1994): 167 80. Por otro lado, un estudio sustenta que los
estadounidenses casi siempre han preferido la aplicación de medidas severas
contra el enemigo cuando las bajas van en aumento. De allí que el enemigo que
pretende derramar sangre americana con la esperanza de quebrantar la voluntad
de su pueblo por lo general ha provocado una reacción contraria. Benjamin C.
Schwarz, "The Influence of Public Opinion Regarding Casualties on American
Military Intervention: Implications for U.S. Regional Deterrence Strategies,"
borrador, RAND, Santa Mónica, California, 1993.
47. General Gordon R. Sullivan y Tte Cnel James M. Dubik, Land Warfare in the
21st Century (Carlisle Barracks, Pa.: Instituto de Estudio Estratégicos, febrero de
1993), 27.
49. Russell Wigley en, The American Way of War (Nueva York: Macmillan,
1973), sostiene esta tesis con vehemencia.
52. "An Aerospace Challenge and the Path toward a New Horizon," escrito y
charla del Centro para el Desarrollo de la Ingeniería de Arnold, junio de 1993.
53. Carta del Cnel John A. Warden III, a Paul Wolfowitz, Asunto: Observaciones
sobre el Estudio de Andy Krepinevich (La Revolución técnico-militar
[Washington, D. C.: Oficina del Secretario de la Defensa, agosto de 1992]), ca.
septiembre de 1992.
55. Alexander P. de Seversky, Victory Through Air Power (Nueva York: Simon
& Schuster, 1942), 329; y Donald B. Rice, The Air Force and U.S. National
Security: Global Reach-Global Power (Washington, D. C.: Departamento de la
Fuerza Aérea, junio de 1990), 15.
57. Harvey Elliot, "America Takes Over the Skies," London Times, 10 enero de
1994, 21.
58. Todos estos datos estadísticos proceden de James W. Chung, "Whither the
U.S. Aeospace Industry?" Breakthroughs, Primavera de 1992 1993, 12 18.
59. La emergente dominación del aire por el poder aéreo como parte de la
estrategia militar de Estados Unidos se analiza en el escrito del Cnel Dennis M.
Drew, "We Are an Aerospace Nation," Air Force, noviembre de 1990, 32 36.
60. "Panel Says U.S. Losing Race for Next Generation Satellite
Communications," Aerospace Daily,30 de julio de 1993, 168-69. Para un buen
tema de discusión Mayor Steven Wright, Aerospace Strategy for the Aerospace
Nation (Base Aérea Maxwell, Ala.: Air University Press, agosto de 1994).
61. Para una excelente lectura sobre la conexión entre la aviación y la cultura
norteamericana, vea "Republic of the Air," de Robert Wohl, Wilson Quarterly 17
(Primavera de 1993): 107-17.
62. Precisamente puede decirse lo contrario de las operaciones espaciales
militares, cuya tecnología aventaja por buen trecho a cualquier doctrina coherente
sobre cómo emplear los sistemas espaciales de manera eficaz.