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Algunas personas se refieren a este concepto como dominio del aire; otros le llaman
supremacía aérea. Pero el punto es claro: el objetivo primordial de la fuerza aérea es
derrotar o neutralizar a las fuerzas aéreas enemigas de modo que las operaciones de la
ofensiva terrestre, en el mar o en el aire, puedan realizarse según lo planeado, mientras
que los centros vitales y fuerzas militares propias permanezcan a salvo de un ataque
aéreo del adversario.
Douhet
Lograr la supremacía aérea es lograr la victoria
Jhon Warden
Desde el ataque alemán a polonia en 1939, ningún país ha ganado la guerra cuando el
enemigo ha tenido la supremacía aérea, contrario a esto, Ninguna nación ha perdido una
guerra mientras ha mabnido la supremacía aérea
Esta obsesión por establecer la supremacía aérea con frecuencia preocupa a los
comandantes de fuerzas terrestres, quienes tienden a confundir proximidad con
seguridad. En lugar de que los aviones ataquen aeródromos o fábricas de aviones en su
búsqueda de la supremacía aérea, prefieren tener los aviones cerca de sus posiciones y
en condiciones de alerta máxima, en caso de que aviones enemigos se aproximen. Este
deseo es comprensible pero equivocado debido a que no sería adecuado circunscribir el
poder aéreo a una función estática, defensiva.
Para Estados Unidos una decidida doctrina militar ha sido muy eficaz: las tropas
norteamericanas no han tenido que luchar sin supremacía del aire desde 1942; 1953 fue
el último año en que un soldado norteamericano pereció a consecuencia de un ataque
aéreo; y nuestras fuerzas armadas nunca han tenido que disparar misiles de tierra a aire
contra aviones enemigos porque a estos nunca se les ha permitido llegar tan cerca.5 En
realidad, la doctrina de nuestro Ejército presume de supremacía aérea, y lo considera
como uno de los aportes más grandes del poder aéreo a las operaciones terrestres.
Los portaaviones proveían las bases móviles para aviones que podrían asegurar la
supremacía aérea sobre la flota naval, y al mismo tiempo incrementaban la habilidad de
proyectar su poder en tierra firme.6 En la II Guerra Mundial, las flotas de buques de
guerra que conquistaron el Pacífico Central utilizaron como arma táctica los
portaaviones y no los acorazados, disposición que ha prevalecido como estrategia de la
Marina desde entonces.
la supremacía aérea es tan importante que podría asegurar la victoria (por ejemplo, la
superioridad aérea podría ser un fin por sí misma). Pero este concepto presenta dos
problemas. Primero, la supremacía aérea tiene valor sólo si cuenta con el apoyo político
para ser utilizada a su máxima expresión.
una fuerza aérea que se lance directamente hasta el centro del territorio del adversario,
sin tener en cuenta el poder de la aviación de éste y sus instalaciones, invita a una
catástrofe. En síntesis, si el destino de una nación dependiera de una campaña por el
control de los cielos, entonces se puede presumir que el enemigo concentraría todos sus
esfuerzos y recursos en esa meta. De ser así, la batalla del aire puede ser tan prolongada,
sangrienta y sujeta a los devastadores efectos de desgaste como cualquier
enfrentamiento prolongado en el campo de batalla.
El poder aéreo se ha vuelto predominante, tanto como disuasivo de guerra y en la eventualidad de una guerra, como
una fuerza devastadora para destruir el poder potencial del enemigo y socavar su espíritu guerrero.
Hasta cierto punto, las marinas están condenadas a combatir a nivel táctico de la guerra.
Una vez ganado el control del mar, una flota naval puede bombardear fortalezas
ubicadas cerca de la costa, efectuar un bloqueo, o realizar operaciones anfibias. Sin
embargo, en el primer caso los resultados están limitados al alcance de los cañones de
los buques; en el segundo, el resultado de estas medidas es indirecto y le afecta al
enemigo sólo después de cierto tiempo. Es cierto que un bloqueo naval puede privar al
adversario de los suministros requeridos para continuar la contienda. Pero éste puede
sustituir y reestructurar sus fuentes de recursos para compensar los efectos del bloqueo.
Las Guerras de Corea y Vietnam demostraron a mucha gente que el poder aéreo no era
un arma estratégica eficaz, aunque algunos podrían pensar que nunca se nos dio una
oportunidad para probar que sí lo era.
Por otro lado, con la Operación Tormenta del Desierto confirma la premisa que sostiene
que la meta de los comandantes del aire es la de maximizar su ventaja intrínseca
realizando operaciones a nivel estratégico mientras se obliga al enemigo a luchar a un
nivel táctico.
El poder aéreo de la coalición logró este tipo de disparidad en el Golfo cuando, por
ejemplo, privó al sistema de defensa aéreo iraquí de un control centralizado,
haciéndolos incurrir en operaciones tácticas ineficaces, carentes de importancia
estratégica. Si bien se puede también emplear el poder aéreo a nivel operativo y táctico,
esas acciones deberían considerarse a la luz del efecto que se busca.
La guerra, una vez declarada, debe conducirse de manera ofensiva, agresivamente. El enemigo no sólo
debe ser mantenido a raya sino abatido.
En estas consideraciones propias de la defensa se basó Sun-Tzu para señalar que ser
invencible depende de la defensa, y que la vulnerabilidad del enemigo se origina con el
ataque.11 La norma aceptada era que se requería de una superioridad de tres a uno en el
lugar de ataque para vencer a un adversario que tuviera posiciones defensivas
adecuadas. Como resultado de esta táctica, se atacaba al enemigo donde éste menos lo
esperara, asegurándose, por consiguiente, una superioridad numérica en el momento
crucial.
El poder aéreo no encaja en este tipo de fórmula. La inmensidad del espacio aéreo y la
imposibilidad de rastrear las huellas enemigas en el firmamento permite el ataque desde
cualquiera dirección, contrario al ejército de tierra que generalmente se mueve a través
de rutas bien definidas. La intercepción es la clave del asunto. Ciertamente, el radar
estará activo para detectar cualquier aeronave hostil, pero el encubrimiento, las medidas
electrónicas, la planeación de las rutas de desplazamiento y la subrepción dificultan en
extremo anticipar y prepararse para un asalto de la fuerza aérea.
Además, con el propósito de defender todas las áreas vitales, la defensa aérea debe
diseminar sus escuadrones en forma considerable y cada instalación que se proteja debe
contar con la capacidad de rechazar al atacante.13 A diferencia de las tácticas de defensa
que aplican las tropas de superficie, la defensa aérea no cuenta con una ventaja implícita
— la defensa pasiva no es práctica.
Mientras que el enemigo puede atacar virtualmente casi cualquier objetivo, el atacado
está limitado a contraatacar produciéndose una situación poco eficaz. Además, una
defensa eficaz requiere de una red de comando y control bien organizada, ágil y difícil
de derrotar, la ofensiva no necesita de estos factores. Aunque la red de defensa esté
adecuadamente estructurada, la dispersión a fin de ubicar a todos los centros vitales del
país fuera del alcance enemigo podría, de hecho, reconocer la superioridad aérea del
enemigo.
Primero, se tiene una recompensa al asumir la ofensiva. Esperar en el aire sin razón
justificada es exponerse a ser vencido. Por lo tanto, un ataque aéreo masivo representa
una gran tentación. Cuando se llevan a cabo, esos ataques pueden tener efectos
devastadores, como ocurrió en Pearl Harbor, la Guerra Árabe-Israelí en 1967, o en la
Operación Tormenta del Desierto. Como mínimo, para mantener la iniciativa se necesita
una fuerza aérea presta para entrar en acción antes que comiencen las hostilidades. En la
contienda por aire no se puede dar el lujo de una movilización que demore semanas o
meses, porque el conflicto puede terminar antes que se haya iniciado.
Por último, el concepto de un poder aéreo ofensivo elimina la necesidad de una reserva
táctica. El ejército de tierra mantiene tropas como reservas cuya misión es estar prestas
para maximizar las victorias o reforzar las posiciones que se encuentran amenazadas por
el enemigo. Estos dos escenarios implican disposiciones activas y defensivas. Por otro
lado, las batallas aéreas se realizan y concluyen de manera tan rápida que, salvo
contadas excepciones, los comandantes deben evitar mantener fuerzas en estado de
reserva. Por el contrario, ellos deben comprometer todos los aviones disponibles a
misiones de combate.16 En verdad este punto es lo suficientemente ambivalente como
para justificar estudios ulteriores. Definitivamente, una reserva en términos de
operaciones terrestres no es aplicable a la guerra que se lleva a cabo en el espacio aéreo.
Pero ¿puede argüirse que los aviones acantonados en países vecinos, a cientos de
kilómetros de distancia, pero a sólo minutos del campo de batalla, constituyen de por sí
una reserva táctica? 17
¿Cómo puede una persona afirmar lo que debe hacer si desconoce lo que se propone su adversario?
El poder aéreo, letal y no letal, puede ser orientado hacia casi cualquier cosa.
Pero, tener la capacidad de atacar cualquier objetivo no significa que se deba atacar
cualquier cosa. La selección de los blancos que se han de atacar o afectar de una forma
u otra es la esencia de la estrategia aérea.
Jack Slessor de la Real Fuerza Aérea Británica (RAF), recalcó la vulnerabilidad del
sistema de transporte interno de un país, alegando que la interdicción de sus tropas y
suministros era la mejor manera de alcanzar los objetivos básicos.20
John Warden destacó la relevancia del liderazgo. Puesto que los dirigentes de una
nación son quienes adoptan las decisiones relativas a la guerra y la paz, se deberían
focalizar todos los esfuerzos que ofrecen los medios aéreos para influir sobre esos
dirigentes a capitular y firmar la paz.21
En sus primeros escritos antes de 1925, Billy Mitchell, se refería al ejército enemigo
como el blanco primordial del poder aéreo estratégico.
un escéptico podría alegar que la historia de la estrategia aérea es una historia basada en
la búsqueda de un único blanco perfecto.23
La capacidad del poder aéreo para causar daños a blancos específicos siempre ha
excedido su habilidad para definirlos. En la Guerra del Golfo Pérsico se demostró que si
no se tiene conocimiento de la existencia de un blanco, el poder aéreo puede resultar
ineficaz.
La inteligencia es esencial para la adquisición de blancos, sin embargo, se requiere una
inteligencia específicamente orientada hacia la guerra por aire. Las dependencias
generadoras de información militar han existido por siglos, pero la información
generada ha sido de naturaleza táctica. ¿Cuántas tropas tiene el enemigo? ¿Dónde están
localizadas? ¿En qué dirección marchan? ¿Cuál es el régimen de disparo de su arma
más moderna?
Si bien es cierto que la información táctica también la necesitan los aviadores para
combatir la batalla aereotáctica, la estrategia de la guerra aérea exigía algo más: ¿Cómo
está estructurada la sociedad y la industria del enemigo?¿En dónde se encuentran sus
fundiciones de acero y sus plantas de energía eléctrica? ¿Cómo se comunican los líderes
civiles y militares con sus subordinados? ¿Dónde están los principales patios de
ferrocarril? ¿Cuán avanzado se halla su programa de guerra química? ¿Quiénes son los
líderes políticos claves, y cuáles son sus bases de poder?
Este tipo de preguntas, esenciales para un planificador aéreo, raramente habían sido
formuladas antes del advenimiento del aeroplano, porque no había por qué hacerlas.25
Dos analistas incluso afirman que las actividades de inteligencia se han convertido en
un recurso estratégico que pudiera volverse valioso y poderoso en esta era
postrevolución industrial, de la misma manera que el capital y la fuerza laboral lo
fueron en la era de la industrialización.26 En esta formulación, la clave de todos los
conflictos yace en la inteligencia.
El tercer paso, no por eso menos importante que los otros dos, consiste en analizar los
efectos de los ataques aéreos. A un aspecto de este problema se le denomina evaluación
del daño ocasionado por el bombardeo (BDA), pero es solamente un aspecto con
muchas implicaciones de naturaleza táctica. La manera más sencilla de determinar el
daño ocasionado por el bombardeo es realizando misiones de reconocimiento después
de los ataques aéreos;
Para evaluar el daño ocasionado por el bombardeo se utilizó una técnica de evaluación
adecuada para una época en que la precisión no era factible, y por consiguiente había
que producir una devastación total para considerarlo un éxito.27 En resumen, el proceso
de evaluar el daño ocasionado por el bombardeo es tanto un arte como una ciencia, y a
veces es difícil determinar los efectos de un ataque aéreo preciso.
El reto para los aviadores es ingeniarse métodos con los que puedan analizar las
relaciones entre los complejos sistemas de un país, determinar la mejor forma de
desconcertarlos y luego medir el efecto de dominó que se produce al fallar un sistema y
afectar todo el engranaje de una economía.29
Siendo que el poder aéreo es una fuerza estratégica, debemos comprender, medir y
predecir mejor su efectividad a ese nivel de guerra. Por mucho tiempo los aviadores han
creído en una filosofía de blancos basada en la fe que pone énfasis en la lógica y el
sentido común en lugar de ponerlo en la evidencia empírica.
—Duque de Wellington
Al analizar las razones de su éxito en Austerlitz, Napoleón indicó que él, a diferencia de
sus adversarios, comprendía el valor de un minuto.
Es más importante todavía darse cuenta que cuando la fuerza se aplica con rapidez, se
tiene consecuencias físicas y psicológicas que se disipan cuando la fuerza se aplica
gradualmente. El poder aéreo es el administrador de tiempo más eficaz en el contexto de
la guerra moderna por su habilidad de "telescopiar" los eventos. Produce conmoción.
El poder aéreo puede producir conmoción física similar por la enorme cantidad de fuego
que puede lanzar en una zona muy reducida. El impacto que produce un avión B-52
cargado con 19 toneladas de bombas de gran altitud es legendario, y hasta un F-15E
puede lanzar cuatro toneladas de bombas en un blanco no más grande que el de una casa
de buen tamaño.
Cabe señalar que el poder aéreo puede producir efectos psicológicos. A su nivel más
fundamental, la guerra es psicológica.
un comandante debe sacarle provecho a la rapidez y ubicuidad del poder aéreo para
incrementar dramáticamente el tiempo de las operaciones de combate.
En tanto que toma tiempo trasladar en el terreno el peso de un esfuerzo de guerra de un lado a otro, la inherente
flexibilidad de las fuerzas aéreas les permite, sin tener que cambiar de base, cambiar la atención de un objetivo a
otro en el teatro de operaciones.
el tamaño de una fuerza aérea no depende tanto del tamaño de la fuerza aérea enemiga porque
librar batallas aéreas es solamente una de las muchas misiones que el poder aéreo puede
realizar. Más importante aún, estas otras misiones, a saber, ataques estratégicos contra centros
de gravedad, operaciones de interdicción o apoyo aéreo cercano (CAS) a tropas terrestres en
combate son de un significado potencialmente mayor y pueden realizarse contemporáneamente
con las campañas de superioridad aérea.
las fuerzas aéreas pueden librar campañas apartes, a diferentes niveles de conflicto. Al realizar
la misión estratégica de atacar las fábricas de armamento de un país, por ejemplo, el poder aéreo
puede realizar una campaña a nivel de operaciones con el fin de destruir los sistemas de
abastecimiento y transporte del enemigo. Mientras tanto, una fuerza aérea puede también estar
atacando las fuerzas de su adversario en el campo a nivel táctico.
el poder aéreo puede simultáneamente conducir diferentes tipos de campañas aéreas al mismo
nivel de conflicto bélico, como por ejemplo, una campaña de superioridad aérea y una campana
de bombardeo estratégico.
.Una aeronave no tiene que romper el combate en una batalla con el fin de participar en otra,
una maniobra que es muy complicada y de alto riesgo para las tropas terrestres. Habiendo roto
el combate, las aeronaves no tienen que andar por caminos empantanados, ni cruzar ríos
crecidos o reorientar las columnas de abastecimiento para trasladarse a pelear a otro lado. La
Fuerza Aérea israelita nos ofrece un excelente ejemplo de esta habilidad en la Guerra del Yom
Kippur de 1973. Los israelitas continuamente trasladaron su poder aéreo del frente en el Sinaí a
la franja de Gaza y pasaron de maniobras de interdicción a apoyo aéreo cercano. Los israelitas
pudieron mantener este ritmo de movimientos a diario por un período de varias semanas.
La flexibilidad, un atributo clave del poder aéreo, nunca ha sido tan bien ilustrada como en la
conducción de operaciones paralelas
En la Guerra de Vietnam se aprecia por primera vez el extenso uso de misiles guiados
de precisión (PGM) durante las campañas Linebacker de 1972; los aviones
estadounidenses estaban en capacidad de demoler esa casita del cuento con solamente
190 toneladas de bombas transportadas en 95 bombarderos.39 La Operación Tormenta
del Desierto introdujo una mejora en el elemento de precisión combinándolo con la
tecnología de subrepción, que permitió un notable bajo régimen de pérdidas por misión
(menos de .05 por ciento). De ahí que los aviones pudieran atacar más blancos en un
determinado período de tiempo (por ejemplo, era posible realizar operaciones
paralelas). No muchos podrán olvidar las imágenes de los videos captados desde la
cabina del piloto de las bombas dirigidas por láser en vuelo descendente penetrando por
los orificios de ventilación y las puertas de las casamatas. Sólo un pequeño porcentaje
del total de toneladas lanzadas eran bombas guiadas de precisión, y aún éstas fallaban el
blanco; sin embargo, cuando las aeronaves de la coalición lanzaban misiles guiados de
precisión en buenas condiciones metereológicas, la famosa casita ahora sólo necesitaba
una o dos bombas y un sólo avión.40 Esta combinación de precisión y subrepción
significaba que los aviones podían atacar y neutralizar los blancos rápidamente y sin
mayor peligro para ellos.
Los misiles guiados de precisión suministran una densidad de fuerzas por unidad de
volumen que viene a ser una medida de fuerza más eficiente. Para abreviar, los blancos
dejaron de ser masivos y también lo fue el armamento aéreo utilizado para su
neutralización.41
Uno podría amenazar objetivos y atacarlos, si fuese necesario, infligiendo muy poco
daño a los alrededores del blanco o a la población civil, a bajo costo y con poco riesgo,
puesto que uno necesitaría unos cuantos aviones únicamente. La precisión y la
subrepción también permiten la reducción de todo el engranaje de abastecimiento:
hubiera bastado un pequeñísimo número de aviones de carga para suplir todos los
misiles guiados de precisión que se necesitaban cada día para proseguir con la Guerra
del Golfo Pérsico.
Ya que la precisión es posible, la opinión pública va a esperar que siempre sean
precisos. Por ende, el poder aéreo se ha politizado seriamente. Los comandantes aéreos
deben tener sumo cuidado en reducir al mínimo las bajas de civiles y los daños a los
bienes materiales circundantes.
el poder aéreo podría por fin alcanzar ese ansiado anhelo. Por otro lado, la cambiante
situación mundial es indicativa de que Estados Unidos va a involucrarse cada vez más
en operaciones que no son de guerra, tales como misiones de conservación de la paz o
salvamento humanitario. El puente aéreo de alimentos a los musulmanes en Bosnia es
un ejemplo de esta tendencia. Este lanzamiento de bombas alimenticias puede volverse
más popular en la medida que nuestros líderes vuelvan la mirada hacia aplicaciones
pacíficas del poder aéreo con el fin de alcanzar objetivos políticos.
Muchos viejos teóricos creyeron que el poder aéreo nunca podría crecer y alcanzar todo
su potencial si estaba comandada por oficiales del ejército.
Las nuevas armas han extendido el alcance del armamento de los ejércitos y
subsecuentemente han expandido su radio de acción; sin embargo, esta extensión es
pequeña, en comparación con la del poder aéreo. Un avión puede transportar y lanzar
varias toneladas de municiones en unos pocos minutos a una distancia de cientos de
kilómetros, y esta habilidad requiere que uno piense en términos operacionales y
estratégicos.
Los aviadores deben echar un vistazo más amplio a la guerra porque el armamento que
ellos manejan tiene efecto a niveles más amplios de la guerra. Los medios aéreos, así
como los sistemas aerotransportados, como por ejemplo, el sistema aerotransportado de
advertencia y control (AWACS) y el sistema conjunto de radar de vigilancia para atacar
el blanco (JSTARS), contribuyeron a obtener una perspectiva a todo lo ancho del teatro
de operaciones. Hay que agregar que la Operación Tormenta del Desierto fue
verdaderamente una guerra por aire de ámbito global, la primera de su tipo en la que
militares de todo el mundo tomaron parte directa. Por ejemplo, los operadores del
Centro Espacial en la Montaña de Cheyenne, Colorado, detectaron y rastrearon los
misiles Scud disparados por Irak y luego remitieron esa información a las baterías de
misiles Patriot en Arabia Saudita. De igual forma, los B-52 que partieron de las bases
aéreas en Luisiana volaron sin hacer escala para bombardear blancos en Irak. Y no hay
que olvidar a los aviones de transporte que volaron decenas de misiones cada día de los
Estados Unidos al Oriente Medio llevando abastecimientos y personal.
Los aviadores temían que si los comandantes del ejército controlaban el poder aéreo
caerían en la tentación de dividirlo para apoyar sus propias operaciones en detrimento
de la campaña total del teatro.
Por consiguiente, si el poder aéreo se reparte, podría estar aguardando sin hacer nada en
un lugar mientras que en otro estaría volando continuamente. Hay que admitir que esto
también es cierto con relación a las fuerzas terrestres, pero ellas generalmente tienen
una habilidad limitada para ayudar a sus compañeros de armas en otras partes del frente
de batalla. El poder aéreo puede intervenir rápidamente a todo lo ancho del teatro de
operaciones, independientemente de si se utiliza para propósitos estratégicos o tácticos.
Someterlo a la jurisdicción de diferentes comandantes del ejército imposibilitaría el
rápido y eficiente desplazamiento del poder aéreo de una zona a otra en el teatro de
operaciones a fin de utilizar al máximo su efectividad.
En la Operación Tormenta del Desierto, las cosas por fin se arreglaron. El general H.
Norman Schwarzkopf escogió al general Charles Horner como comandante del
componente aéreo de la fuerza conjunta (JFACC). Como tal, el general Horner controló
todos los aviones de ala fija, incluyendo aquellos de los otros países de la coalición. La
sinergia que se produjo como resultado de todas las fuerzas aéreas trabajando en equipo
al mando de un sólo comandante representó un papel importantísimo en la victoria.
Durante esta prueba de combate, el concepto de un JFAA funcionó; por esa razón, esta
será la opción preferida en el futuro en materia de organización. Esto reviste especial
importancia porque en los conflictos que se susciten en el futuro puede que no se
disponga de todos los medios aéreos que estuvieron presentes en la Operación Tormenta
del Desierto. En tal caso, personas que entienden de poder aéreo tendrán que tomar
difíciles decisiones en relación con la determinación de prioridades.
La ciencia tiene la sartén por el mango. La ciencia es la dictadora, nos guste o no. La
ciencia avanza por delante de los asuntos políticos y militares. La ciencia desarrolla
nuevas condiciones a las que deben adaptarse las instituciones. Conservemos nuestra
ciencia sin mancha.
los Estados Unidos tienen más del doble de túneles aerodinámicos, instalaciones de
prueba de aviones a reacción y cohetes, cámaras espaciales, y polígonos de tiro que el
resto del mundo junto; a la vez que es capaz de mantener una ventaja cualitativa. Hay
que anotar, sin embargo, que esta superioridad se reduce en la medida que los países
Europeos y Asiáticos imprimen aceleración a sus industrias aeroespaciales propias.
Nosotros debemos cuidarnos de no caer en la complacencia.52
Alguna gente sostiene que el arte de la guerra está sufriendo una revolución técnico-
militar (MTR), y que ésta es la tercera revolución de este tipo en la historia. La primera
ocurrió con la invención de la pólvora, y la segunda con la explosión industrial de
finales de siglo XIX y principios del siglo XX, que trajo consigo el ferrocarril, la
ametralladora, las aeronaves, y el submarino. John Warden expande aún más esta
opinión reconociendo la transformación de la guerra (MTR) pero arguyendo que es
realmente la primera tal revolución.53 Él mantiene que el salto que ha dado la tecnología
es tan grande que hace ver los cambios anteriores como pequeños pasos evolutivos.
Independientemente de si esta revolución (MTR) es la primera o la tercera, el poder
aéreo es el elemento más afectado porque el desarrollo de la tecnología espacial, de la
computación, la electrónica, armamento imperceptible, y los sistemas de información
van a darle realce a aquellos servicios que dependen de esa tecnología para decidir la
dirección de la guerra.
10. El poder aéreo comprende no solamente los aviones militares, sino también
la industria aerospacial y la aviación comercial
Un hecho aceptado por casi todo los teóricos es que una numerosa flota aérea no
necesariamente equivale a poder aéreo. Allá por 1921, Mitchell señaló la importancia de
una industria de aviación comercial sólida, del papel que debía representar el gobierno
en la edificación de esa industria, y de la conveniencia de inculcar en la población la
importancia de la aviación.54
En sus escritos posteriores puntualizó estos conceptos aún más. De Seversky expresó
opiniones similares y, más recientemente, otros líderes de la aviación lo han hecho,
quienes se refirieron a Estados Unidos — donde se inventó el avión — como una nación
aeroespacial.55
La vasta extensión territorial de los Estados Unidos y su necesidad de acortar la
distancia entre la costa este y oeste, y desde luego, la necesidad de incorporar a Alaska
y Hawai, exigió un método de transporte rápido, fiable y eficaz en función de costos.
Las ventas de la industria aeroespacial superaron los $140,000 millones en 1991. Casi
todas las aerolíneas del mundo vuelan aviones de estructuración estadounidense.
Bien, estas son mis 10 propuestas en relación con el poder aéreo. La mayoría de ellas
tienen un pedigrí muy ancestral: Douhet, Mitchell, Trenchard y otros de la época de los
aviones monomotor las entendieron y las manifestaron. Otras eran meramente profecías
que debían probarse en situación bélica para determinar su validez. En algunos casos,
como la propuesta que tiene que ver con la conexión entre la adquisición de blancos y la
inteligencia y la que tiene que ver con el control centralizado, tuvieron que ser probadas
y comprobadas en varias guerras antes de ser comprendidas a cabalidad. Otras
propuestas, como la que trata de la importancia de la precisión, están apenas
comenzando a demostrar su significado y están a la espera de futuros conflictos para
evidenciar su validez más allá de cualquier duda.
No obstante, estas propuestas, vistas como un todo, nos sugieren que el poder aéreo es
una fuerza revolucionaria que ha transformado la guerra en menos de un siglo. La
naturaleza fundamental de la guerra, en materia de cómo se pelea, dónde se combate, y
quién la lleva a cabo ha sido modificada. Una lamentable característica de los teóricos
del aire es que hace mucho tiempo prometieron más de los que han podido cumplir. La
teoría le ganó la delantera a la tecnología, y los aviadores con demasiada frecuencia se
colocaron en una posición insostenible al tratar de programar inventos para poder
cumplir sus predicciones.62 Pareciera que esos días son cosa de la historia. El poder
aéreo ha superado las etapas de infancia y adolescencia, y las guerras de la década
pasada, especialmente la del Golfo Pérsico, han demostrado que el poder aéreo ha
alcanzado su madurez.