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Ya han pasado más de setenta y cinco años desde que el empleo de aviones
tripulados hizo que la tradicional guerra de superficie se extendiera también a
los cielos. El poder aéreo ha sido el término genérico que se ha adoptado para
identificar este fenómeno, a pesar de que aún no ha encontrado un puesto cla-
ramente definido e incuestionable ni en la historia de la teoría militar ni en la
estratégica. Esto no ha sido debido a la falta de teóricos, sino a que han tenido
una influencia limitada por tratarse de un campo en el que los efectos de la tec-
nología y de los hechos han desempeñado un papel mucho más importante
que las ideas desde sus comienzos. Si se pretende realizar un estudio de la evo-
lución de esas ideas, surgen numerosas dificultades por la confusión, e incluso
controversia, que han provocado los diferentes puntos de vista respecto a las
múltiples formas de empleo de las fuerzas aéreas; por ejemplo, si su mejor utili-
zación es en cooperación con las fuerzas de superficie o en operaciones inde-
pendientes de los ejércitos terrestres y de las marinas. Por estas y otras razones,
este ensayo se ha dividido en cinco secciones.
La primera ofrece algunas reflexiones sobre el tópico del poder aéreo en
general y de los problemas que ha supuesto para los historiadores algunos con-
ceptos, como son su vocabulario, su mística y el distanciamiento de la mayoría de
los estudiosos de la experiencia práctica diaria. La segunda sección trata sobre
un ensayo anterior sobre este tema y cuya amplia aceptación entre escritores y
técnicos le han dado una relevancia especial. La tercera se refiere principalmen-
te al papel desempeñado por el poder aéreo durante la Segunda Guerra Mun-
dial, un aspecto que es origen de una inagotable controversia. Las dos últimas
secciones están dedicadas al período más difícil, es decir, a las décadas en las
cuales los conceptos básicos que habían sido concebidos y probados tras largos
años de experiencia tuvieron que ser adaptados a las armas atómicas, a los vuelos
transatmosféricos (o espaciales) y a la revolución producida por la electrónica.
fenómeno del siglo XIX. Si sustituimos el término guerra de los pueblos por
poder aéreo, podríamos comenzar adaptando su observación de manera que
"por regla general, toda nación que lo utilice inteligentemente obtendrá una
superioridad sobre aquella que no lo haga. Si esto es así, hay que preguntarse si
el ser humano ha ganado con esta expansión de la guerra al aire; una pregunta
que tiene la misma respuesta que la de la guerra en sí misma. Dejemos que con-
testen los filósofos... e intentemos realizar un análisis objetivo que nos lleve a la
verdad" (1).
Cuando se tiene en cuenta lo mal que han comprendido las naciones occi-
dentales, y en particular Estados Unidos, el fenómeno de las guerras de los pue-
blos, a pesar de que existen desde hace ya doscientos años, no debe extrañarnos
el que "el poder aéreo", la peculiar contribución del siglo XX a la guerra, conti-
núe siendo un tema difícil de analizar. Incluso el primer paso a realizar en ese
análisis, que es el estudio de su vocabulario específico, tiende a anular los mejo-
res esfuerzos. Términos comunes como bombardeo estratégico, interdicción y
superioridad aérea, tienen diferentes significados según los escritores, y a veces,
un mismo escritor cambia sus conceptos sobre un término dado a lo largo de
los años. Entre los términos que más frecuentemente engendran confusión
están los siguientes: supremacía aérea, dominio del aire y todo un conjunto de
neologismos, como contra-contramedidas electrónicas. Todos estos conceptos
se irán tratando conforme vayan apareciendo, pero es preciso tener en cuenta
que el elemento aéreo de la moderna estrategia no posee aún su propio vocabu-
lario, "a partir del cual se pueda recopilar la gramática del poder aéreo" (2).
Muchas razones justifican esta situación.
La idea del vuelo, cuya expresión arranca de la mitología griega, ha tenido
que enfrentarse desde sus comienzos con el sentimiento de que parecía una
presunción por parte del ser humano el tratar de compartir una prerrogativa
reservada a los dioses y, en último extremo, a los ángeles. A pesar de todo, en el
siglo XIX, se acostumbraba a representar dos tipos de escenas típicas que refle-
jaban el efecto que tendría la conquista de los cielos por parte del hombre. Una
de ellas contenía imágenes en las que la muerte y la destrucción procedía del
cielo, en la que era patente el cambio producido en la naturaleza de la guerra y, a
menudo, representaba la idea de que los ejércitos terrestres y las armadas serían
impotentes ante la nueva forma de guerra. El segundo tipo de escena, más opti-
mista que la primera, sostenía que "el efecto final será la disminución en la fre-
cuencia de las guerras y el establecimiento de métodos más racionales para
resolver los problemas internacionales. Esto ocurrirá no sólo por los horrores
que se producirán durante la batalla, sino porque no existirá ningún lugar segu-
ro, independientemente de lo distante que se encuentre de la escena real del
conflicto" (3). De esta manera, incluso antes de que volara el primer avión, ya
existían grandes pasiones respecto a su uso y la controversia estaba servida.
Voces desde el azul del cielo: Los teóricos del poder aéreo 643
Una vez que los hermanos Wright y otros muchos desvelaron los secretos del
vuelo a motor, la aviación se convirtió en una especie de juego para los jóvenes,
ya que por su propia naturaleza atraía a los espíritus aventureros, que a su vez
debían ser aptos físicamente, con mente despierta y más inclinados al pragma-
tismo que a la filosofía. Este tipo de gente comenzó a hablar y a escribir sobre
sus experiencias en las que el aire aparecía como un nuevo medio que imponía
sus propias normas de comportamiento y que estaba vedado a los usos y costum-
bres del pasado. Los escritores que se hicieron famosos estaban profundamente
enamorados del vuelo y empeñados en el avance general de la aviación, pero en
raras ocasiones fueron analíticos y nunca desapasionados. Su visión respecto al
papel que podría jugar el poder aéreo en la guerra sobrepasaba siempre la rea-
lidad del momento, lo que provocaba una cierta desorientación entre los defen-
sores y numerosas burlas por parte de los detractores. También en este sentido,
el hecho de que a menudo los aviadores se considerasen a sí mismos como una
casta aparte desanimó a muchos, que no pertenecían a ese círculo limitado, de
intentar profundizar en los intrincados secretos de la cofradía de los aviadores.
Existía otro factor, en el que había diferencias entre los propios aviadores,
los historiadores y los analistas, y que consistía en la dificultad de definir el tipo
de guerra futura del que hablaban los hombres del aire que, en su opinión, pro-
porcionaría soluciones rápidas, limpias, mecánicas e impersonales a los proble-
mas que habían existido con los otros tipos de armas durante siglos (4). Uno de
los resultados de estas ideas fue que los hombres ajenos a la aviación, especial-
mente los historiadores académicos, se negaron a admitir la necesidad de una
aviación militar especializada, lo que produjo que durante muchos años existie-
ra una combinación de historiadores oficiales de muy diversos servicios aéreos,
junto con aquellos otros que se consideraban a sí mismos como simples escritores
de aviación, un grupo que abarcaba desde jóvenes inexpertos a veteranos empe-
ñados en revivir sobre el papel sus pasados días de gloria. Parece lógico que
estas reflexiones sobre la naturaleza del poder aéreo, como tema de un estudio
analítico serio, deban ser tenidas en cuenta desde el principio de nuestro análi-
sis. Sus implicaciones no están siempre aparentes para los neófitos en este
campo, quien a menudo se sienten desanimados demasiado pronto en sus
esfuerzos (5).
El término poder aéreo (6) aparece por primera vez en el libro War in the Air,
de H.G. Wells (1908); otros elementos del continuamente renovado vocabulario
de la aviación son incluso anteriores. Por ejemplo, la idea de que el avión exigi-
ría que los gobiernos estuvieran preparados para una guerra relámpago, en la
que tanto la guerra terrestre como la naval sólo serían posibles cuando la nación
hubiera logrado el dominio del aire, fue expuesta durante una conferencia de
expertos militares en la Worid Columbian Exposiüon de Chicago, en 1893, por
el Comandante J.D. Fullerton, perteneciente al British Royal Engineers. Diez
años antes del vuelo de los hermanos Wright, Fullerton hablaba de una revolu-
ción en el arte de la guerra que requeriría cambios en el diseño de los buques, dis-
644 Creadores de la Estrategia Moderna
rar los aviones de forma independiente de los ejércitos terrestres o de las arma-
das. La tarea de estas fuerzas sería la de atacar objetivos alejados de las líneas de
batalla con el propósito de destruir los elementos esenciales del enemigo para
sostener el esfuerzo de guerra, para lo cual se bombardearían sus fábricas y los
centros de transporte y de gobierno. El Smuts Memorándum de agosto de 1917,
fue el documento que dio paso a la creación de la Royal Air Forcé y en él se
contemplaba la guerra aérea en estos términos: "Por lo que hoy se puede prever
no existe ninguna limitación para su futuro uso independiente en la guerra.
Puede que no esté lejos el día en que las operaciones aéreas, con su poder
devastador sobre el territorio enemigo y la destrucción a gran escala de sus cen-
tros industriales y de población, pueden convertirse en las principales operacio-
nes de la guerra, para la que las viejas operaciones terrestres y navales pueden
llegar a ser secundarias y subordinadas" (8).
No obstante, cuando terminó la guerra en noviembre de 1918, el poder
aéreo no había alcanzado esa supremacía. Como instrumento de guerra aún
estaba en su infancia, habiendo desempeñado papeles que, en ocasiones, fue-
ron espectaculares y no cabe duda de que su importancia fue aumentando,
pero en ningún caso fueron esenciales para el resultado de la guerra. Mayor
que el impacto del poder aéreo en la guerra, fue la influencia de la propia gue-
rra en el futuro desarrollo del poder aéreo. Esto resulta particularmente cierto
en el sentido de que, durante la lucha, todas las teorías, actitudes, ideales, espe-
ranzas, sueños y debates que marcarían el curso de la guerra aérea un cuarto de
siglo después, fueron ya anunciados en este período.
II
"Sólo en un sentido muy limitado se puede hablar con precisión de las teo-
rías del poder aéreo". Así comenzaba el ensayo de Edward Warner en 1943, titu-
lado Douhet^ Mitchell, Seversky: Theories of Air Warfare, que fue ampliamente utili-
zado en las escuelas militares desde que se editó (9). En opinión de Warner, los
primeros teóricos no llegaron a comprender que los debates que se mantuvie-
ron durante el período comprendido entre las dos guerras no se referían tanto
a las teorías sobre el empleo de las fuerzas aéreas, como a la aceptación o recha-
zo de una doctrina fundamental: "que el avión posee tal ubicuidad, y tales ven-
tajas en velocidad y altura, que posee también la potencia para destruir todas las
instalaciones de superficie, tanto en tierra como embarcadas, mientras que está
relativamente seguro de cualquier acción de represalia desde tierra" (10). Con-
templado desde esta posición, Warner sostenía que estos teóricos escribían real-
mente sobre una teoría de guerra en la que hacían hincapié en la extraordina-
ria potencia de un arma en particular, el avión, como instrumento predominan-
te de la guerra.
646 Creadores de la Estrategia Moderna
Desde este punto de partida, Warner continuó con un análisis de las obras
publicadas por Guilio Douhet (1869-1930), William Mitchell (1879-1936) y Ale-
xander de Seversky (1894-1974), dedicando nueve páginas al primero, cinco al
segundo y sólo dos al tercero. Para esta tarea, Warner utilizó sus conocimientos
de ingeniero aeronáutico, junto con su experiencia en puestos gubernamenta-
les de alto nivel y como profesor en el Instituto de Tecnología de Massachusetts
(donde uno de sus estudiantes en el período de 1923-1925 fue un joven Tenien-
te del Servicio Aéreo llamado James H. Doolitte). Su extraordinaria experiencia
le convertía en el único cualificado para analizar las limitaciones teóricas y prác-
ticas de los medios disponibles para la guerra en el aire (11).
Excepto en algún punto concreto, los comentarios que dedicó Warner a
Douhet siguen siendo hoy en día válidos y de gran utilidad. En su opinión, la
teoría de guerra de Douhet se puede resumir en una serie de puntos: 1) la gue-
rra moderna no establece distinción entre combatientes y no combatientes; 2)
las ofensivas victoriosas a cargo de las fuerzas de superficie no son en adelante
posibles; 3) las ventajas de velocidad y altura en el campo tridimensional de la
guerra aérea hacen que sea imposible adoptar medidas defensivas contra una
estrategia aérea ofensiva; 4) por lo tanto, una nación debe estar preparada
desde el principio para lanzar bombardeos masivos contra los centros urbanos,
de gobierno e industriales del enemigo, es decir, hay que atacar primero, y de
forma contundente, para romper la moral civil enemiga, dejando a su gobierno
sin otra opción que la de pedir la paz; 5) para conseguir esto, el requisito más
importante es disponer de una fuerza aérea independiente, dotada de aviones
de bombardeo de gran radio de acción y mantenida en una situación de dispo-
nibilidad constante (12).
Warner era consciente de que la teoría de Douhet era un reflejo de la situa-
ción geográfica de Italia y su necesidad de ampliar sus fronteras; de la misma
manera, su falta de previsión de adelantos técnicos como el radar le llevó a
subestimar las posibilidades de la defensa contra un ataque aéreo. Sin embargo,
respecto a los sucesos de 1940-1943, Warner reprobó a Douhet injustamente en
un aspecto. Se trataba de lo que él denominaba la sobreestimación de Douhet
del efecto destructor y desorganizador de los bombardeos sobre la moral civil.
Aquí, Warner y otros escritores que le siguieron (13), fallaron al aceptar plena-
mente la teoría de Douhet de que en los ataques contra la población y los cen-
tros industriales se emplearían tres tipos de bombas (explosivas, incendiarias y
de gases venenosos) combinadas en las correctas proporciones, aunque no da expli-
cación al respecto. El rechazo a emplear armas químicas durante la Segunda
Guerra Mundial por parte de ambos bandos (por temor a las represalias), no
puede ignorarse, a la hora de analizar las predicciones de un escritor que explí-
citamente aseguraba que se utilizarían.
Como ocurre con el análisis de Douhet, las páginas que Warner dedicó a
Billy Mitchell no han soportado el paso del tiempo. Ello puede ser debido, en
Voces desde el azul del cielo: Los teóricos del poder aéreo 647
III
A los dos años de la publicación del ensayo de Edward Warner en Makers of
Modern Strategy se terminó la guerra. Como escribiría Bernard Brodie posterior-
mente: "El poder aéreo tenía fuerte justificación en la Segunda Guerra Mun-
dial. Pero fue la idea que tenía Mitchell sobre el mismo la que se impuso sobre
la de Douhet. El resultado más espectacular fue en el empleo táctico y en él las
fuerzas aéreas se ganaron el respeto y la admiración de las otras fuerzas arma-
das. Por el contrario, los éxitos puramente estratégicos nunca fueron plenamen-
te convincentes para los observadores independientes" (22).
La cantidad de datos que dispusieron los teóricos era incomparablemente
mayor que la existente hasta entonces. Las actividades aéreas de cada uno de los
participantes más importantes, excepto Rusia, tuvieron las siguientes caracterís-
ticas: Alemania y Japón no tuvieron otra elección; Italia y Francia no tenían
mucho que decir; en Estados Unidos, el gobierno y la opinión publica se sintie-
ron seguros bajo su nuevo escudo atómico. En el Reino Unido el gobierno dio
muestras de su tradicional moderación, aunque puso algunas trabas a las ideas
del Comandante en Jefe, SirArthur Harris (23).
La interpretación de Brodie de lo que había ocurrido con las teorías de
Douhet y Mitchell fue la de un crítico de las campañas aéreas estratégicas lleva-
das a cabo contra Alemania y Japón; este crítico había llegado, a mediados de
los 50, al convencimiento de que esas campañas se debían a la tendencia de las
naciones industrializadas de los siglos XIX y XX a emplear la fuerza más allá de
la razón. Además, él creía que marcarían el camino para un futuro con armas
atómicas y termonucleares; el análisis de Brodie fue muy moderado y se limitó a
lo que era evidente. Lo mismo se podría decir de muchos otros para quienes
resulta más apropiada la famosa frase de Noble Frankiand: "la gente prefiere
emocionarse con la idea del bombardeo estratégico que saber verdaderamente
lo que es". Aunque no es este el momento de hacer una recopilación sobre el
interminable debate de la eficacia del bombardeo estratégico durante la Segun-
da Guerra Mundial, merece la pena mencionar algunos de sus principales
aspectos (24).
En relación con la guerra en Europa Occidental, la controversia se ha cen-
trado en: 1) la ineficacia y la falta de humanidad del procedimiento seguido
por el Mando de Bombarderos de la RAF con el fin de aniquilar la moral civil
alemana; 2) las demoras que se produjeron hasta que los Estados Unidos dispu-
sieron de sistemas adecuados para los bombardeos de precisión; 3) el cambio
introducido en los ataques americanos, a principios de 1945, hacía bombardeos
más masivos en vez de selectivos; y 4) dado que se demostró que no se podía
alcanzar la victoria con sólo el poder aéreo, surgía la duda de que si los inmen-
sos recursos humanos y materiales dedicados a las campañas de bombardeo
podían haber sido empleados de forma más rentable utilizando otras armas.
652 Creadores de la Estrategia Moderna
tienda; el aspecto más relevante fue su falta de entusiasmo por el tipo de fuerza
aérea que desarrollaron los Estados Unidos a partir de 1945. Entonces, como
ahora, las fuerzas aéreas soviéticas estaban compuestas principalmente, aunque
no de forma exclusiva, por aviones de apoyo a las fuerzas de superficie; durante
la Segunda Guerra Mundial para apoyo de la fuerzas terrestres fundamental-
mente, pero en nuestros días incluyen también a las unidades navales.
Un aspecto de la teoría del poder aéreo que reviste una gran importancia
para la Fuerza Aérea de los Estados Unidos (USAF) a partir de 1945, y que ha
sido poco tratado por los historiadores, se refiere a lo que ahora se denomina
poder aéreo táctico, en particular, los problemas relacionados con el mando y
control cuando se emplea en apoyo a las fuerzas terrestres. Durante la década
1930-1940, en la Air Corps Tactical School, la aviación de ataque (como se deno-
minaba entonces) tenía asignadas tres funciones. La primera era la obtención
de la superioridad aérea en el teatro de operaciones con la asistencia, si fuera
necesario, de la aviación de caza. El logro de la supremacía sobre la fuerza
aérea enemiga era la contribución más importante para las fuerzas de superficie
propias. La siguiente en orden de prioridad era aislar el campo de batalla
mediante el ataque a las fuerzas enemigas y a las líneas de abastecimiento que
estaban fuera del alcance de la artillería (lo que ahora se denomina interdic-
ción del campo de batalla). En tercer lugar figuraban los ataques directos con-
tra las tropas enemigas en el campo de batalla, hoy denominado apoyo aéreo
cercano.
Las experiencias en el norte de África a finales de 1942 y principios de 1943
parecían confirmar estas prioridades, al menos para los aviadores. Los coman-
dantes terrestres mantuvieron su escepticismo hasta que acabó la campaña de
Túnez en mayo de 1943, en parte porque no aceptaban las ideas de los coman-
dantes aéreos de establecer un control centralizado de todas las acciones
aéreas con el fin de potenciar la flexibilidad de empleo. Los aviadores provoca-
ron la polémica cuando el Departamento de Guerra publicó, en julio de 1943,
un reglamento titulado Command and Employment ofAir Power, que fue prepara-
do por el Army Air Forces sin la colaboración del Army Ground Forces. Este
documento comenzaba con la siguiente frase: "El poder terrestre y el poder
aéreo son fuerzas al mismo nivel e independientes; ninguna es auxiliar de la
otra".
Después continuaba explicando que la inherente flexibilidad era la ventaja más
importante de una fuerza aérea; que dicha flexibilidad sólo podía ser explotada
eficazmente si el mando estaba en manos de un aviador, único responsable de
todas las operaciones aéreas. Por tanto, su empleo no podía parcelarse al que-
dar subordinadas a comandantes a nivel de división o cuerpo de ejército. Este
documento establecería las prioridades para las fuerzas aéreas tácticas: 1) supe-
rioridad aérea; 2) interdicción; y 3) apoyo aéreo cercano. A partir de junio de
1944 y de los desembarcos de Normandía, dada la abundancia de aviones y tri-
654 Creadores de la Estrategia Moderna
pulaciones disponibles por parte de los aliados (frente a la casi aniquilada Luft-
waffe), los aviadores no necesitaron recordar a sus colegas de las fuerzas terres-
tres los principios establecidos en el citado documento; las circunstancias del
momento permitían a las fuerzas aéreas hacer todo aquello que desearan y las
discusiones interarmas se centraron más en las operaciones específicas que en
las diferencias doctrinales, aunque posteriormente demostraron tener una gran
importancia entre los teóricos de ambas partes.
Es importante tener en cuenta dos aspectos que demuestran la madurez
de la teoría del poder aéreo aplicada a las fuerzas aéreas tácticas: en el perío-
do inmediatamente posterior a la guerra, con el énfasis centrado en el desa-
rrollo de fuerzas dotadas de gran radio de acción para la nueva Era Atómica
Aérea, las fuerzas aéreas tácticas y la doctrina fueron dadas de lado y, a media-
dos de la década de 1960 en Indochina se volvió a repetir la misma situación
que en 1943, en la que el control centralizado de las operaciones provocó
numerosos problemas entre las tres fuerzas aéreas (la de la armada, el ejército
y los marines) (25).
IV
impuestos por la Guerra de Corea, podía ser desastroso para los Estados Uni-
dos" (34). Aunque estas ideas fueron las que prevalecieron, algunos pensadores
militares intentaron detener el excesivo énfasis que se estaba dedicando al
Mando Aéreo Estratégico.
A partir de 1954, el General Weyíand, Jefe del Mando Aéreo Táctico, se
empeñó en una lucha que duró cinco años, para situar a las fuerzas aéreas tác-
ticas en su justo lugar. La mayoría de sus esfuerzos se orientaron hacia que los
caza-bombarderos tuvieran capacidad nuclear. A finales de los cincuenta era
comunmente aceptado que en la próxima guerra se utilizaría el armamento
nuclear táctico. Consecuentemente, se dejaron de diseñar aviones para misio-
nes aire-aire exclusivamente (superioridad aérea) y se paralizó la producción
de armamento convencional. Todo ello a pesar de la opinión de Weyíand,
expresada en 1956, en el sentido de que "el conflicto más probable en el futu-
ro inmediato será de tipo periférico. En este caso, la guerra aérea tendrá un
carácter eminentemente táctico" (35). En Gran Bretaña, el Mariscal del Aire,
Sir John Siessor, fue más lejos al afirmar: Debemos estar preparados para
enfrentarnos a otras Coreas... La idea de que un poder aéreo superior puede
llegar a ser sustituido por la simple potencia y habilidad profesional en tierra
para una guerra de este tipo es seductora pero ilusoria; todo esto resulta des-
alentador para todos aquellos que confían en que el poder aéreo proporciona-
rá una rápida situación que conduzca a la victoria" (36). En las guerras colo-
niales posteriores a la Segunda Guerra Mundial (como en Indochina, 1945-
1954; Malaya, 1948-1960; y Argelia, 1954-1962), el poder aéreo actuó casi por
completo en su modalidad de apoyo a las fuerzas de superficie. Los pocos ana-
listas que estudiaron estos acontecimientos llegaron a la conclusión de que la
utilización más efectiva del poder aéreo era en acciones en las que no se
empleaba armamento a bordo de los aviones, como el reconocimiento, trans-
porte, enlace y, en general, en todos aquellos que contribuían a aumentar la
movilidad de las otras armas. Estas conclusiones fueron recibidas en Estados
Unidos con muy poco entusiasmo. La idea de no más Coreas destacaba sobre
cualquier otra consideración y todo se orientó a preparar una guerra a gran
escala, probablemente contra la Unión Soviética y en Europa. Cuando la fuer-
za aérea israelita hizo su Peari Harbor contra la fuerza aérea egipcia en 1967
durante la Guerra de los Seis Días, los aviadores americanos, que por aquel
entonces se sentían frustrados por las limitaciones impuestas en Indochina, vie-
ron en el planeamiento y ejecución de las operaciones israelitas el tipo de gue-
rra que ellos deseaban.
Cuando se analizan, desde el punto de vista de la teoría y la doctrina del
poder aéreo, las acciones de los Estados Unidos en Indochina desde 1965 a
1972, éstas presentan diversos problemas. Los procedimientos de mando y con-
trol estaban dominados por una combinación de precauciones diplomáticas
exteriores y unos imperativos institucionales internos a los servicios militares
americanos, por lo que se llegó a una situación en la que existían cinco guerras
Voces desde el azul del cielo: Los teóricos del poder aéreo 659
Dos aviadores ingleses han hecho un estudio sobre las implicaciones que
tendrán en el futuro algunos de los problemas a los que se enfrentan hoy las
fuerzas aéreas, que abarcan desde las restricciones políticas a los problemas de
vulnerabilidades y costes. Su conclusión es que la respuesta a los actuales dile-
mas está en una mejora de la precisión táctica. En su opinión, si la nueva tecno-
logía puede orientarse hacia el logro de este objetivo, los líderes políticos se
sentirían más inclinados a considerar el poder aéreo como un arma omnipre-
sente para utilizarla desde el primer momento en lugar de un arma de último
recurso. Ellos consideran igualmente que, respecto a la vulnerabilidad y el
coste, esto significará que "el número de aviones a utilizar se verá reducido,
mientras que el número de blancos terrestres que podrán ser atacados, aumen-
tará. La solución a ese dilema estará en las tácticas que puedan desarrollar los
aviones fuera del alcance efectivo de las defensas antiaéreas, lo que exigirá el
uso de armas flexibles y de gran precisión. Por todo ello, parece que se impone
un cambio de conceptos en cuanto a las actuaciones a exigir a los aviones y a las
armas". (37).
Si se están llevando o no a cabo estos cambios es un tema de discusión que
no está zanjado. Un factor importante que hay que tener en cuenta es la relativa
poca experiencia en cuanto a guerras aéreas en la pasada década. Los ejemplos
habidos no sólo han sido de escasa entidad, ninguno de ellos fue lo suficiente-
mente importante como para considerarlo definitivo, sino que han sido esporá-
dicos. Además, no se puede extraer de ellos ninguna consecuencia, puesto que
los objetivos que se perseguían eran muy limitados. Otro problema es hasta qué
punto las actuales burocracias, intereses y feudos se pueden adaptar a los cam-
bios. Por poner un ejemplo, aunque los RPV están actualmente en fase de desa-
rrollo en los Estados Unidos, tanto por parte del ejército como de la fuerza
aérea, cada uno de estos servicios tiene sus problemas específicos relacionados
con fuertes implicaciones de organizaciones ante la incorporación de estos sis-
temas.
En el campo de la guerra aérea nada resulta más incierto en estos momen-
tos que la trayectoria que tomará en el futuro. Como dijimos al principio, los
efectos de los cambios tecnológicos y los acontecimientos que han ido surgien-
do sobre la marcha, han jugado, desde el principio, un papel mucho más
importante que el de las ideas. Es posible que en la actualidad nos encontremos
en los umbrales de tales avances tecnológicos que pueda producirse un cambio
radical en la propia identidad del poder aéreo. El combate electrónico, las nue-
vas posibilidades a través de vehículos espaciales, las municiones guiadas de pre-
cisión y los aviones sin piloto parecen introducirnos en una nueva era de la avia-
ción. Los espectaculares avances en vehículos y viajes a través del espacio y las
nuevas tecnologías de la guerra de las galaxias, basadas en rayos láser y armas de
energía dirigida, presagian nuevos horizontes para los aviadores de un futuro
próximo. Con cierta nostalgia se podría concluir diciendo que la propia tecno-
logía puede ser, hoy en día, el principal teórico del poder aéreo.
662 Creadores de la Estrategia Moderna
NOTAS:
1. On War, editado y traducido por Michael Howard y Petcr Paret (Princeton, 1984), 479, 483.
2. 'l'he Bombing Offinsive against Germany: Outlines and. Perspeclives de Noble Frankiand (London,
1965), 16-17.
3. Estas palabras pertenecen a un escrito de Octave Chanute de 1894 y recogidas por Charles U.
Gibbs-Smith, en su Aviation: An Historical Survey from its Origins lo Ihe End of Worid War II (Lon-
don, 1970), 221. En 1864 Víctor Hugo había escrito unas frases al piloto de globos francés
Nadal, en el sentido de que la invención del avión significaría el fin de la guerra. En su opi-
nión, traería la paz, ya que el avión supondría la abolición inmediata, absoluta, instantánea,
universal y perpetua de las fronteras. Esta era una de las profecías más optimistas.
4. Frase extraída de Air Powfr: A Concise Hislory de Robin Highan (NewYork, 1972), 233.
5. Incluso hoy en día, la mayoría de los trabajos importantes en este campo están siendo realiza-
dos por historiadores oficiales, muchos de ellos civiles al servicio del gobierno, pero también
existen contribuciones muy importantes de militares, sobre todo en los Estados Unidos y en la
República Federal de Alemania. Cuando el Comité Internacional para la Historia de la Segun-
da Guerra Mundial anunció, en su News Bulletin na 19, de diciembre de 1983, un plan francés
para una conferencia a finales de 1984 sobre la aviación durante el período comprendido entre
las dos guerras mundiales, se añadía sueltamente: "El problema es encontrar historiadores civi-
les". Para una discusión documentada sobre la relación entre los aviadores e historiadores, ver
Two Different Worids: The Military Historian and the U.S. Air Forcé de Dennis E. Showaiter, en la
revista Air University Review?i\, n a 4 (mayo junio, 1980), 30-37.
6. El término poder aéreo ha sido utilizado de formas muy variadas. Lógicamente, debería reser-
varse para discusiones sobre el potencial total de la capacidad aérea de una nación, tanto en
paz como en guerra, y para estudios civiles como militares. Sin embargo, este uso no es muy
común; una de las excepciones es en Air Power: A Concise History de Higham. El poder aéreo
parece tener ciertas connotaciones casi mágicas para muchos; al parecer fue inventado por el
Comandante AlfordJoseph Williams en su Airpower (New York, 1940). Fue adoptado posterior-
mente por el General Orvil A. Anderson, de la LISAF, quien lo utilizo en su informe sobre el
bombardeo estratégico americano (1947), que posteriormente fue editado en 1959 como libro
bajo el título de The, Airpower Historian.
7. Billy Mitchell: Cmsader for Air Power de Alfred F. Hurley (Bloomington, 1975), 141-42, 175.
8. Sobre el memorándum de Smuts, ver The War in the Air de Walter Raleigh y H.A. Jones, 7 vols
(London, 1932-37), 7:8-14 y Bombing Offensive against Germany de Frankiand, 21-46.
9. Ensayo de Warner en Makers of Modern Strategy, editado por Edward Mead Earle (Princeton,
1943), 485-503 y ha sido publicado innumerables veces en libros de texto para las academias
militares y escuelas de Estado Mayor.
10. Ibid, 485.
11. Warner era segundo jefe del Civil Aeronautics Board cuando se publicó su ensayo. Anterior-
mente, había sido Secretario de la Navy para asuntos de aeronáutica y editor de la revista Avia-
tion. Sobre su carrera, ver Current Biography, 1949, páginas 620-22, y a su muerte, en el New York
Times, del 13 de julio de 1958.
12. Para los escritos de Douhct, ver las notas biográficas al final de este volumen.
13. Strategy in the Mustie Age de Bernard Brodie (Princeton, 1959), 88-90. El capítulo The Heritage of
Douhet, páginas 77-106 es ilustrativo aunque no se ajusta a las ideas de Brodie.
14. Esta biografía de Hurley se deriva de una conferencia suya titulada The Aeronaulical Ideas of Gene-
ral William Mitchell en 1961 y que fue publicada en 1964 por primera vez. Las referencias aquí
son de la nueva edición (Bloomington, 1975).
15. Ibid, 139.
16. Strategy in the Missiíe Age de Brodie, 71-72.
17. El film de dibujos animados de Disney con una duración de 65 minutos, fue exhibido por pri-
mera vez enjillió de 1943, fecha en la que Makers ofModem Strategy se estaba imprimiendo. Este
film era una mezcla de historia de la aviación con una acertada versión del libro Victory Through
Air Power de Seversky, del cual tomó el título. El film tuvo un efecto considerable en el publico y
Voces desde el azul del cielo: Los teóricos del poder aéreo 663
sugería una vicloria rápida, limpia y eficaz sobre las potencias del Eje, mediante el uso de enor-
mes flotas aéreas que atacaba los centros de producción de) Japón, Italia y Alemania. Seversky
continuó promocionando sus ideas después de la Segunda Guerra Mundial a través de numero-
sos escritos y entrevistas y sobre todo en su Air Pomar: Key to Survival (New York, 1950); continuó
siendo un asesor valioso para los altos cargos de la USAF hasta su muerte en 1974.
18. Después de Douhet, Mitchell y Trenchard en la década de los veinte y principios de los treinta,
la teoría del poder aéreo y su doctrina fueron un producto de esfuer/.o colectivo en lugar de
individual.
19. Sobre Liddell Harty Fuller, ver el ensayo número 20 de este volumen.
20. Air Power in Small Wars: '¡'he British Air Control Kxperience del Teniente Coronel David ). Deán, de
la USAF en Air University fieview n" 5 (julio- agosto, 1983), páginas 24-31.
21. Sobre el trabajo realizado por la Táctica! School y su influencia en la estrategia aérea americana
en la Segunda Guerra Mundial, ver The Air Plan '1'hat Defmted Hitler del General Haywood S.
Hansell (Atlanta, 1972). En Stralegic Kombingin Worid Wur I I : The Story o / ' t h e U.S. Slral.egicBombi.ng
(New York y London, 1976) páginas 4-12 del mismo autor, existe también un breve tratamiento
de este tema y de él se han extraído este párrafo y el anterior.
22. Strategy in the Missile Agy de Brodie, 107.
23. Bomber Offensive de Arthur Harris (London y New York, 1947).
24. Kn los Estados Unidos, una comisión presidencial (United States Strategic Bombing Survey, o
USSBS), publicó un total de 321 informes entre 1945 y 1947: 212 sobre la guerra en Europa y
109 sobre la guerra del Pacífico. 1.a historia del USSBS está recogida en Strategi.c Bombing in
Worid War 11 de Macisaac. Ver también la introducción de '¡'he U.S. Strategic Bombing Survey: Selec-
led iieports in Ten Volumes (New York y London, 1976), I: VII-XXIX, en él se hace un resumen de
todas las controversias originadas sobre la eficacia de los bombardeos estratégicos a la Segunda
Guerra Mundial.
25. Ver Air Power in Three Wars de William W. Moniyer (Washington, D.C., 1978) y ('Jimmiind Stnictu-
re for Theater Warfare: The Q_liesl for Unity of Command de Thomas A. Gardweil III (Maxell Air
Forcé Base, Ala., 1984).
26. En esta lista estarían incluidos: Bernard Brodie, Hermán Kahn, Henry A. Kissinger, Albert J.
Wohistetter, Thomas C. Schelling, Oskar Morgenstern, P.M.S. Blackett, André Beaufre, Alistair
Buchan, Pierre Gallois, Robert E. Osgood, William W. Kaiifman, Maxweil Taylor, V.D. Sokolovs-
kii, Basil H. Liddell Hart, james M. Gavin, Michael I loward, Sir John Sicssor, y Raymond Aron.
27. The Absolute Weapon de Bernard Brodie (New York, 1946), 76. En marzo de 1946, Arthur C.
Glarke, siendo por aquel entonces un joven Teniente piloto de la RAF que no había tenido
contacto con la obra de Brodie, llegó a la misma conclusión: "La única defensa contra las armas
del futuro es evitar que lleguen a utilizarse. En otras palabras, el problema es político y no mili-
tar. Las fuerzas armadas de un país no pueden defenderse en adelante; lo máximo que pueden
ofrecer es la destrucción del atacante".
28. E) artículo de Earle en la revista Vale Revimí de junio de 1946, The Influente ofAir Power upon His-
tory concluyó con la idea de que "si no se puede llegar a destruir la guerra, la guerra nos des-
truirá a nosotros".
29. Ver The Development o/Nuclear Strategy de Bernard Brodie en la revista ¡ntemational Securily n o 4
(Primavera 1978), 65-83.
30. Ver The Air Forcé ana Strategic Thou^ht, 1945-51 de David Macisaac, del ¡ntemational Security Stu-
dies Program Working Paper n° 8, The Wiison Gentcr, Washington D.C, junio de 1979. A Minute-
man Tradilion de S.F. Wells en la revista The WUson Qyarlerly 3 n" 2 (Primavera, 1979), 109-24.
31. Kill and Overkilláe Max Lerner (New York, 1962).
32. Ver The Nuclear Weapons Débale and American Society de la revista Air University Review 35 n° 4
(mayo-junio, 1984), 81-96.
33. Air Power in the Nuclear Age de MJ. Armitage y R.A. Masón (Ghampaign, 111., 1983), capítulo 2.
La historia oficial es de Robert F. Futrell, The United States Air Forcé in Korea, 1950-1953 (New
York, 1961). Air Superiority in Worid War 11 and Korea editado por Richard M. Kohn yjoseph P.
Harahan (Washington D.G. 1983).
34. Air Power in the Nuclear Age de Armitage y Masón, 44.
664 Creadores de la Estrategia Moderna