Está en la página 1de 65

MATILDA MARTEL

STORM CHASER

Serie Multiautor New York Storm 1


Esta traducción fue hecha sin fines de lucro. Es una
traducción de fans para fans.

Si el libro llega a tu país, apoya al autor


comprándolo.

~3~
Argumento
Cameron
No tengo ni la más mínima idea de hockey.
El único deporte para espectadores que encaja en el pequeño y ordenado mundo
de mis padres implica raquetas y sementales de pura sangre. El hockey no entra en la
lista... pocas cosas lo hacen.
Nada real o crudo se filtra en su mundo de Park Avenue. Nada más que la flor y
nata de la alta sociedad, gente con nombres elegantes, ropa perfecta y vidas aburridas.
Y yo soy como ellos.
Pero eso fue antes de que ganara un premio increíble en un concurso: entradas
gratis para ver jugar a los New York Storm su partido de campeonato. Es algo nuevo,
emocionante, y una oportunidad de probar un aspecto diferente de la vida.
La experiencia me cambia... por dentro. Ver al capitán del equipo, Wade Wolfe,
me hace sentir cosas raras en el corazón y despierta una parte de mí que quiero
explorar.
Es salvaje, peligroso y el hombre más sexy que he visto nunca.
Locamente enamorada, lo sigo a diario, observando desde las sombras,
acechando detrás de cada esquina, y rezando para que un día me mire a los ojos y vea
lo mucho que lo quiero.

Wade
¿Quién tiene tiempo para el amor? Tengo un partido que jugar y un equipo que
dirigir. Mi corta carrera se acerca a su fin, y cuando llegue ese día, tendré el resto de
mi vida para examinar cuidadosamente a las muchas mujeres que quieren compartir
mi cama. Ese día llegará muy pronto, y cuando conozca a la chica adecuada, colgaré
los patines y construiré la vida que ella quiera. Ahora no es el momento de distraerse.
O tal vez lo sea.
Tengo una admiradora. Me dicen que tengo muchas, pero ella es la única que
busco entre la multitud. Una hermosa chica de pelo oscuro y brillantes ojos verdes me
sigue allá donde voy. No sabe ser sutil, pero sabe ser adorable.
Cuanto más la veo, más la echo de menos cuando no está alrededor. Cuando mi
chica misteriosa desaparece, la persigo y descubro que está muy lejos de mi alcance.

~4~
Capítulo 1
Cameron
SÓLO ES UN JUEGO

—¿LLAMASTE 100 VECES? ¿Por qué motivo? ¿Y desde cuándo escuchas la


radio? —Greer Wells, mi mejor amiga en todo el mundo, frunce sus arregladas cejas y
arruina mis fantásticas noticias con preguntas. Nunca tengo nada emocionante que
compartir, y este es mi gran momento para dejarla boquiabierta.

Aparentemente, su expresión sigue igual.

—Para tu información, escucho la radio por la mañana mientras me visto para la


escuela. No puedo ver las noticias locales ni el tiempo en los podcasts, y no puedo
vestirme mientras navego por mi teléfono. La radio facilita la multitarea. —Paso
delante de ella y señalo la cafetería que hay al otro lado del paso de peatones. Voy a
necesitar algo fuerte para beber si ella sigue arruinando mi fantástica historia.

—Como iba diciendo —tarareo y mantengo la puerta abierta mientras ella pasa—
. El disc-jockey anunció que regalaba dos entradas de primera fila para el partido del
campeonato de los New York Storm de este viernes, y yo fui la persona número 100
que llamó. Nunca he llamado a una emisora de radio, pero algo me hizo coger el
teléfono.

—Pero ¿cómo sabías el número? —Greer se desliza en la corta fila y mira el menú
sobre el mostrador. Hemos estado aquí mil veces y siempre pide lo mismo. Pero le
gusta creer que es una chica imprevisible que aprovecha las oportunidades... por
pequeñas que sean.

—Por el amor de Dios, gritaron el número varias veces antes de que comenzara
el concurso. De todos modos, hice mi intento, y ¿quién sabe? ¿No es increíble? No estoy
segura de haber ganado nada en mi vida. —Hago una pausa para buscar entre los
múltiples recuerdos de mi corta vida y no recuerdo que nadie nunca me haya llamado
ganadora.

~5~
Greer asiente con la cabeza mientras pide su típico café con leche helado con
aroma de vainilla y un bollo de arándanos. Es una criatura de costumbres y no le gusta
desviarse de su rutina habitual.

—Es increíble. Siento no darle a tu historia el cariño que merece, pero ¿qué vas a
hacer con las entradas? Odias el hockey.

Para alguien tratando de enmendar su falta de entusiasmo, sí que sabes cómo


deprimirme.

—Nunca he dicho que odie el hockey. Tengo una abuela que nació en Canadá.
Llevo este deporte en la sangre. —Respondo desafiante y me dirijo hacia el mostrador,
pidiendo mi nueva bebida favorita al camarero. El café con especias de calabaza no es
nada nuevo, pero hace poco que he descubierto lo delicioso que puede ser.

—Cameron Rochester, tu nana vivió brevemente en Canadá mientras estaba


casada con su tercer marido. No actúes como si eso te hiciera una canadiense
honoraria. No tienes ni idea de hockey. ¿Por qué no le das tus entradas a uno de los
chicos de la escuela? Estarán entusiasmados.

Jadeo y lucho por no atragantarme. —Greer Wells, qué sugerencia tan espantosa.
Estas son entradas para el campeonato. Estos tipos son los favoritos de Nueva York...
Lo sé porque he investigado. No puedo ni imaginar lo que cuestan, ¡y las gané! No
sólo voy a ir yo al partido, sino que tú también.

Ella sacude la cabeza y suelta una risita. —No, no voy. El hockey se vuelve
violento dentro y fuera del hielo. No es de mi agrado.

Dejo caer mi bolso en una silla y me deslizo en el asiento de al lado. —Vendrás,


y te gustará. Asumí la culpa por ti cuando tu madre te pilló fumando, y dijiste que me
debías una grande.

Greer frunce los labios y pone los ojos en blanco. —Eso fue hace años. No me
puedo creer que te guardes esa baza en el bolsillo.

—Duermo con ella bajo la almohada. —Le saco la lengua y vierto un paquete de
azúcar en mi taza—. Si es horrible, podemos irnos antes, pero necesito agitar las cosas.
Mi vida ha tocado fondo y sólo tengo veintiún años. Mis padres me han protegido
durante demasiado tiempo. Esta es una nueva forma de vida, algo que ellos nunca
aprobarían, y necesito desplegar mis alas. ¿Te apuntas?

—¿Por qué me lo preguntas si no me das ninguna opción? —dice tomando un


sorbo de café y haciendo chocar su taza contra el platillo de cerámica.

~6~
—Es cierto, pero me gustaría oírlo.

—¡Bien! Me apunto. Pero si un disco al azar vuela hacia nuestros asientos y me


mata, volveré y te perseguiré durante toda la eternidad —refunfuña mientras mastica.

—Suena justo.

______
—¿Adónde vas vestida así? Es viernes por la noche y tenemos una cena en el
ático de la señora Chamberlain. —Mi madre se detiene en el pasillo y examina mi
atuendo. Es totalmente apropiado para un partido de hockey en el estadio, y nunca
acepté asistir a la cena de nadie, y menos a la de la señora Chamberlain.

—¿La señora Chamberlain? Papá odia a los Chamberlain. ¿Desde cuándo


cenamos con ellos? —Aclaro para saciar mi curiosidad. No podría importarme menos
nadie con ese nombre. Según mi padre, Hugo Chamberlain es el diablo encarnado, y
no es el tipo de hombre que cambia de opinión tan rápidamente.

—Eso era antes. Las cosas cambian, y ahora la encuentro encantadora. —Miente
descaradamente e intenta reclutar a mi padre en su farsa—. Richard, por favor, dile
que se cambie. Vamos a llegar tarde. —Mi padre llega a la escena, totalmente
confundido.

—Querida, Cameron ha ganado unas entradas para un partido de hockey. Se ha


vestido adecuadamente para ello. Y nunca comentaste que esta noche vendría con
nosotros. —La besa en la mejilla y se ofrece a llamar al chófer.

—¡Richard! —La expresión de disgusto de mi madre la delata. Está mintiendo y


conspirando. Mi instinto me dice que esto tiene que ver conmigo, pero no tengo tiempo
de meditarlo. Greer me está esperando—. ¿Por qué te pones en mi contra? ¿Y cómo
puedes animarla a asistir a ese horrible partido? Es un circo.

Mi padre nos conduce al vestíbulo y resopla con exasperación. —No seas


ridícula, Millie. Es sólo un juego. ¿Qué tiene de malo?

~7~
Capítulo 2
Wade
MI FECHA DE RETIRADA

—HABLEMOS DE TU RETIRADA. —Mi agente, Athena, tamborilea con sus


dedos sobre la barra, golpeando una melodía contra la madera antigua mientras
procede a hacerme sentir como un anciano. Ya he oído este truco antes. Una vez que
se le mete algo en la cabeza, no para hasta que accedo.

Respiro profundamente y me llevo un vaso de whisky a los labios. —No lo


hagamos y digamos que lo hicimos.

—Hablo en serio. No puedes seguir mucho más tiempo. La media de los


jugadores de hockey es de cinco años, y los mejores llegan a los doce años como
máximo. Tú llevas en ello trece años. Ya es suficiente. Me gustaría hacer la transición
a tu segundo acto antes de que te hagas definitivamente daño. —Mordisquea un
pretzel y continúa con su sendero de destrucción.

—Estoy en la flor de la vida —la corrijo.

—¿En la flor de la vida? ¡Estás en la treintena! Pero no te asustes. Gracias a mis


excepcionales habilidades y a mis conexiones en Wall Street, tus avales te han
proporcionado unos cuantiosos ahorros. —Sonríe presumida. Athena es la mejor
agente que el dinero puede comprar. Puede que sea joven, pero va más allá. Tiene dos
medallas de oro olímpicas y podría haber ganado mucho dinero patinando
profesionalmente, pero en cambio eligió el sector privado. Athena es muy buena en lo
que hace... pero es un dolor de cabeza colosal.

—Entiendo tus preocupaciones, y las he oído de mi madre. Simplemente no estoy


preparado para retirarme. Sólo llevo un año como capitán y los chicos me necesitan.
—Me mantengo firme y espero que lo deje pasar. Es una de mis mejores amigas y sé
que le preocupan las repercusiones de las lesiones y las conmociones cerebrales a largo

~8~
plazo. Y créeme, esas cosas nunca están lejos de mi mente. Pero me gustaría pasar unos
cuantos años más sobre el hielo antes de jubilarme.

—No me hables como si simplemente trabajara para ti, Wade Wolfe. Significas
mucho para mí. Fuiste uno de mis primeros clientes, y te has convertido en un amigo
muy querido. Me gustaría que estuvieras alrededor el tiempo suficiente para verte
sentar la cabeza y tener una familia. —Exhala con tristeza y finge limpiarse una
lágrima del rabillo del ojo.

La fulmino con la mirada sin estar convencido, y hago un gesto con la mano para
cortarla.

—No vayas por ahí. Tengo treinta y tres años. De ninguna de las maneras estoy
preparado para casarme y tener hijos. Además, cuando esté listo, necesitaré tiempo
para conocer a la persona apropiada. Y quién tiene tiempo cuando me dirijo al séptimo
partido con los mayores matones de la liga.

—¿Apropiada? —Jadea, y luego golpea la barra del bar con la palma de la


mano—. ¿Qué diablos significa eso? ¿Quién te ha hecho el rey...? —La interrumpo
antes de que se ponga tan nerviosa que se caiga del taburete.

—No es ese tipo de aptitud, por el amor de Dios. Quiero decir compatible. No
tengo ideas equivocadas sobre mí mismo. Wade Wolfe no será un hombre fácil de
vivir, y no quiero pasar la segunda mitad de mi vida pasando por divorcios
complicados y luego acabar como un viejo gigoló conduciendo un descapotable y
contando historias sobre mis años de gloria. —Respiro hondo, cojo el vaso de la barra
y me bebo el resto del whisky de un trago.

Athena entorna los ojos con confusión y suspira

—No hables de ti en tercera persona. Es raro. Y tampoco quiero que acabes como
un viejo gigoló. Francamente, no estoy segura de que quisiera representarte más. —
Sonríe y levanta la mano para pedir la cuenta—. ¿Podrías pensártelo un poco, por
favor? Estás a días de conseguir otro campeonato, y este es el momento perfecto para
retirarte con elegancia.

Mientras nos dirigimos hacia la puerta, elijo mis palabras con cuidado. No es el
momento ni el lugar para tomar decisiones monumentales sobre mi carrera. Me doy
cuenta de que me estoy haciendo mayor, pero estoy seguro de que aún me quedan
unos cuantos años buenos.

—No hay nada seguro. Estamos en el séptimo partido por una razón. Son tan
buenos como nosotros. En dos días, Filadelfia podría darnos una paliza. Y si ganamos,

~9~
sin duda volverán el año que viene. No puedo abandonar a mi equipo de ninguna
manera. Todavía no.

Se desliza hacia la puerta giratoria y se dirige hacia la acera. —Como he dicho,


piénsatelo. Me voy a París. Estaré allí algo más de una semana, pero veré tu partido y
te enviaré buenas vibraciones. Tengo unos días muy ocupados, citas consecutivas y...
—Su voz se corta bruscamente. Sin duda, está pensando en la única reunión que
importa, su encuentro con el futbolista Dasher Grant. Es tan transparente—. ¿Qué
estaba diciendo? —Sacude la cabeza y trata de concentrarse.

—Estabas hablando de Dasher —miento, pero doy en el clavo.

Atenea frunce los labios y pone los ojos en blanco. —Para con eso. Sí, también lo
voy a ver. Han pasado tres semanas desde la última vez que... —Vuelve a quedarse
callada.

—¿Follamos? —Me río entre dientes y levanto el brazo para pedirle un taxi.

—Jesús, sí —dice soltando una risita—. Me voy a hacer la maleta. Piensa en lo


que he dicho, viejo. Es hora de salir a recibir los aplausos y empezar el segundo acto.
Pase lo que pase estaré aquí para ayudarte. —Sostengo la puerta y ella se mete en el
asiento trasero del taxi.

—Dasher es un año mayor que yo —le recuerdo.

—Lo sé. Por lo visto, me gustan los hombres mayores. —Me guiña un ojo y cierra
la puerta. Mierda, es un grano en el culo. Sé que tiene buenas intenciones, pero no
necesito este golpe a mi autoestima dos días antes del séptimo partido. Sé que ya he
pasado mi mejor momento. Treinta y tres años es una edad avanzada en el hockey.
Llevo en esto desde los veinte años, y mi cuerpo ha soportado demasiado abuso para
una sola vida. Si no planifico mi salida pronto, otra conmoción cerebral tomará la
decisión por mí.

—Hola, ¿no eres Wade Wolfe? —Una familia de cuatro personas me rodea
mientras bajo las escaleras del metro. Llevan camisetas de los New York Storm y
recuerdos del club. Estoy demasiado cansado para charlar con los aficionados y, a estas
horas, lo normal sería que les firmara algo y seguir mi camino. Pero nunca me alejaría
de los niños. No tengo ni idea de lo que represento para ellos. Puede que sólo lleven
esas camisetas para apaciguar a su padre. Pero tengo una política estricta de no
decepcionar los niños.

—Estoy seguro que lo soy. —Mis herméticos labios se extienden en una sonrisa
falsa y extiendo la mano. El padre la estrecha rápidamente y da un empujoncito a sus

~ 10 ~
hijos gemelos hacia delante. No pueden tener más de siete años, pero cada uno de ellos
me tiende la mano mientras parlotean al unísono, regañándome por haber fallado un
tiro en el quinto partido. Su madre los mira horrorizada y les regaña por ser
maleducados.

Me río para mis adentros y me pongo en cuclillas para enfrentarme a mis


acusadores cara a cara, hombre a hombre.

—¿Crees que podrías haberlo hecho mejor? —Levanto una ceja y pongo una
expresión severa. Ambos no se dan por vencidos. Se apiñan susurrando, mientras
consideran mi pregunta. Asintiendo al unísono, me dicen que podrían haber hecho un
mejor tiro. En otras palabras, declaran que acaban de estrenar unos patines nuevos y
están seguros de que no podrían haber fallado un tiro tan fácil.

No puedo discutirlo. Los patines nuevos siempre marcan la diferencia.

—Lo siento. Están en la categoría infantil de hockey y creen que lo saben todo.
Buena suerte en el partido del viernes. —Su cara se pone roja y empuja suavemente a
sus hijos hacia su padre.

Nos hacemos una foto rápida y me dirijo al metro para ir a casa. —Gracias.
Seguiré el consejo de tus hijos y trataré de no fallar ningún otro tiro.

Mientras bajo los escalones de hormigón, sacudo la cabeza y me río. Sin duda,
mis hijos serán igual de obstinados. Probablemente algún día me llamarán viejo
mientras patinan a mi alrededor. El extraño pensamiento persiste en mi mente
mientras espero el tren, y una sensación desconocida me golpea. Ese padre parecía de
mi edad y, a pesar de su atuendo pasado de moda, parecía relativamente feliz.

Quizá Atenea tenía razón. ¿A qué demonios estoy esperando?

~ 11 ~
Capítulo 3
Cameron
LOS NEW YORK STORM

—NO PUEDO CREER que me hayas convencido para venir aquí —dice Greer
con los dientes apretados mientras nos sentamos detrás de la barrera de plexiglás. No
tenía ni idea de que la gente llegaba a estos eventos con horas de antelación. Con
nuestra falta de experiencia, enfurecimos a rabiosos fanáticos al atravesar las filas
abarrotadas cargando refrescos, palomitas de maíz y el dedo gigante de espuma que
compré en internet a principios de esta semana. He pasado los últimos días repasando
las reglas del juego, pero me he olvidado de investigar la alineación del hockey. Eso es
culpa mía. Las nuevas experiencias requieren cierta planificación, y no me preparé
para este espectáculo.

Afortunadamente, tenemos unos minutos antes de que empiece el partido o de


que salga el disco, como sea que lo llamen. Me inclino en mi asiento y ladeo la cabeza,
entrecerrando los ojos con fastidio.

—Deja de quejarte. Ya es hora de que te sueltes la melena y hagas algo diferente.


Llevamos una vida aburrida rodeada de gente aburrida. No sé tú, pero yo me niego a
que me metan en una cajita ordenada y me digan quién o qué tengo que hacer el resto
de mi vida.

Sacude la cabeza y suspira: —Tienes razón. Tienes razón. Lo siento, chica. Esto
es muy importante para ti, y te estoy fastidiando la fiesta. No te preocupes por mí. No
soy yo misma. Llegaron mis nuevas fotos del rostro, y podría haber jurado que tengo
más mentón. Luego, cuando me iba, mi madre me dijo que parecía una salchicha
rellena con estos vaqueros.

Mis ojos destellan de consternación. Greer tiene una talla menos que yo y aún se
está recuperando de un trastorno alimenticio. Culpo a su madre, una ex modelo que
quiere que Greer siga sus pasos le guste o no.

~ 12 ~
—Deja de ser tan dura contigo misma. Eres jodidamente preciosa, y tu madre es
una bruja. La próxima vez que la vea, puede que la diga que sus patas de gallo se ven
peor cuando frunce el ceño.

Me mira totalmente desconcertada y mastica lentamente, engullendo sus


palomitas con un sorbo de refresco. —No tiene patas de gallo, y definitivamente no
frunce el ceño. El bótox la convirtió en un robot inexpresivo que debe vocalizar todo
sin importar lo duro que sea.

—Basta de hablar de tu madre. Disfrutemos del partido e intentemos salir en la


pantalla gigante. Hay hombres por todo Manhattan, como ese idiota que te dejó
plantada hace dos semanas, lamentándose porque desearían estar en nuestro lugar
esta noche. Deberíamos restregárselo.

Sonriendo de oreja a oreja, Greer me arrebata el dedo de espuma, deslizándolo


en su mano. Se pone en pie de un salto cuando la cámara hace una panorámica de
nuestra fila y grita a pleno pulmón. —¡Vamos, Storm! Acaba con Filadelfia.

—¡Sí! —Me pongo en pie de un salto y enlazo mi codo en el suyo para tirar de
ella hacia su asiento—. Contén los aplausos. He leído que estas cosas empiezan con el
equipo contrario, y no queremos parecer traidoras.

—¡Dios mío! ¡Ahí estamos! —Greer señala la pantalla gigante, saltando de alegría
cuando nos ganamos un torrente de silbidos y desagradables abucheos. Si alguien me
llama tía buena, mis mejillas se enrojecen, al no estar familiarizada con esas descaradas
declaraciones de admiración. Mi lado feminista debería sentirse horrorizada, no
extrañamente emocionada, pero no puedo evitarlo. Nunca he estado más
entusiasmada en toda mi vida.

Las luces se atenúan y una descarga de adrenalina golpea mi corazón. Se acelera


y se descontrola mientras el público que nos rodea se pone al borde de su asiento.
Jugamos contra los campeones defensores y estamos empatados a tres en el séptimo
partido. No somos los favoritos, pero según el tipo que se sienta detrás de mí, eso nos
hace sentir más ansiosos de ello. Todo el mundo apuesta en contra de nosotros, así que
haremos todo lo posible para demostrar que los detractores se equivocan. Los tres
últimos partidos se celebraron en Filadelfia, pero el séptimo trajo a los Storm a casa. El
chico que está a mi lado me recuerda que este es nuestro terreno, y que los jugadores
siempre lo hacen mejor cuando juegan en casa.

Aprieto los puños para contener mis vítores. No puedo estar más entusiasmada
y quiero gritar a los cuatro vientos. Esta noche puede ser el principio de todo. Este es
el día en que me desprendo de los grilletes de la alta sociedad de mi madre y me
sumerjo en el mundo real... el que nunca se me ha permitido explorar.

~ 13 ~
—¡Allá vamos! —grita alguien desde detrás de nosotras. Cruzo y descruzo las
piernas, sin saber cómo parar. Las luces de movimiento continuo rodean el estadio,
aumentando el entusiasmo mientras los cánticos se hacen más fuertes. El locutor se
burla de la multitud con anuncios sin sentido mientras el aire se espesa con un ánimo
palpable. Veo un grupo de sombras que se alinean en un pasillo oscuro que lleva a la
pista, y le doy un codazo a Greer para que eche un vistazo.

—Joder, esos tíos son enormes. Espero que nuestro bando sea igual de fornido —
susurra Greer, y yo entorno los ojos para mirar más de cerca. Tiene razón. Dieciocho
hombres corpulentos con expresiones severas, pelo desgreñado y barbas espesas se
alinean en el borde del hielo. El lado opuesto del estadio salta de sus asientos y se
vuelve loco con el espíritu de equipo. Nunca he visto nada igual.

—¡Dense las manos y den la bienvenida a las Furias de Filadelfia! —En cuanto
sus cuchillas tocan el hielo, una carga eléctrica de testosterona inunda el recinto. Estos
no son hombres comunes. No se parecen en nada a los chicos que he conocido toda mi
vida. Cada jugador es más grande que el anterior, más rudo, más malvado y más sexy.

El locutor grita por encima, presentando a cada jugador uno por uno. Me
esfuerzo por escuchar mientras los vítores mezclados con los abucheos ahogan su voz,
pero no hay necesidad de nombres. Mientras giran para saludar al público, leo las
letras negras y los números que llevan en la espalda: Reynolds, Jameson, Michaels,
Roy...., demasiados para asimilarlos todos a la vez. Mis ojos se agrandan al contemplar
cada espécimen de ferocidad masculina con una nueva lujuria.

¿Qué demonios me he estado perdiendo?

—Oh, Dios mío —dice Greer con fervor contenido. Enrosca su mano temblorosa
alrededor de mi bíceps y me clava las uñas en la carne—. ¿Qué? ¿Quiénes? ¿De dónde
han salido esos hombres?

Sacudo la cabeza, aturdida por el espectáculo que tengo ante mí. —No tengo ni
idea. Pero suéltame el brazo... me estás haciendo daño.

Me suelta con un jadeo —Lo siento mucho. Dios mío, aquí vienen los Storm.
¡Mira, Cami! ¡Míralos! —Da saltos de alegría y silba con los dedos. Con una sonrisa
bobalicona pegada a sus mejillas y una mirada enloquecida, Greer parece estar
teniendo una experiencia extracorporal—. ¡Cuántos hombres! Cuántos hombres
grandes.

Sigo su ejemplo e inspecciono la línea de pasteles de carne que toman el hielo.


No se puede negar su apreciación, son enormes. Me retuerzo en mi asiento y me
inclino hacia la pared transparente que nos separa de la pista. Después de que cada

~ 14 ~
uno se presenta, se quita el casco, patina en círculos y saluda al público. Con las palmas
de las manos pegadas al grueso plexiglás, observo con la respiración contenida cómo
cada jugador pasa por delante de mí.

Cuando llegan al final de la fila, el locutor se toma un tiempo y se aclara la


garganta. —Por último, pero no menos importante, el capitán del equipo, Wade Wolfe.
—El público que está detrás de mí se pone en pie en un estruendoso aplauso. Tropiezo
con mis pies y caigo contra la barrera, golpeando una mejilla contra el frío plástico.
Greer se precipita hacia mí, ayudándome a ponerme en pie, pero incapaz de apartar
los ojos del hielo.

—Date prisa, Cami. Creo que alguien está patinando hacia aquí. —Se esfuerza
por enderezarme cuando mis débiles tobillos vuelven a ceder. Oigo el crujido de las
cuchillas sobre el hielo y un ligero golpe en el plexiglás. La vergüenza me devora
cuando me asomo por debajo del flequillo y veo a un jugador que me mira desde el
otro lado.

—Uh...uhh... —Mi corazón deja de latir y luego se acelera. Unos ojos verdes
pálidos se encuentran con los míos y mis rodillas ceden. Por suerte, Greer me agarra
del cinturón y me mantiene a flote mientras intenta llevarme de vuelta a mi asiento.

El hermoso hombre en patines dice —¿Estás bien?

Mis ojos se abren de par en par, atónitos ante el hombre más atractivo que he
visto nunca. Mis labios se separan para hablar, pero las palabras no aparecen. Su
mirada hipnótica me deja catatónica, pero asiento rápidamente y parpadeo dos veces,
esperando que entienda y siga adelante. La gente nos está mirando. Los fans esperan.
Una Greer asustada levanta el pulgar hacia arriba y me arrastra de vuelta a mi asiento.
—¡Cami! Coopera. El partido no puede empezar sin él.

El magnífico hombre levanta su palo de hockey y da unos golpecitos en el


plexiglás para despedirse. Su boca se inclina en una sonrisa socarrona y grita lo
suficientemente alto como para que yo lo oiga. —Disfruta del partido. —Se aleja con
un guiño y una sonrisa, y el corazón se me sube a la barriga.

—¿Quién... quién era ese? —Me vuelvo hacia Greer en busca de respuestas,
demasiado acalorada para pensar con claridad.

—Míralo tú misma. —Señala la pista, y yo miro fijamente la parte trasera de su


camiseta, entrecerrando los ojos para leer el nombre.

Wolfe. Es Wade Wolfe. Ese es el hombre con el que me voy a casar.

~ 15 ~
Capítulo 4
Cameron
COMPLOT MATERNO

—¿CALABACITA? —Mi madre entra de puntillas en mi habitación, con una


expresión peculiar que me pone de los nervios. El afecto maternal es una emoción
extraña para ella, y nunca ha utilizado términos cariñosos.

—¿Quién es Calabacita? —Miro por encima del hombro, preguntándome si hay


alguien más detrás de mí. Se me eriza la piel con sospecha. Lo que tenga que decirme
no puede ser bueno.

Se acerca con una sonrisa de Gato de Chesire y me da unas torpes palmaditas en


el muslo, intentando desarmarme antes del golpe. Sólo puedo imaginar lo que tiene
bajo la manga.

—Querida, sabes que todavía te considero mi niña —sonríe mi madre a través de


unos labios apretados como si cada palabra le doliera al hablar.

—No, no era consciente de ello —murmuro, y luego cruzo la habitación hacia mi


armario. He quedado en la esquina de la calle, y todavía soy nueva en el arte del acoso.
Después de dos intentos, he decidido cambiar mi aspecto con un sombrero y unas
gafas.

—Cielo —me dice la voz chillona de mi madre mientras me sigue al vestidor de


gran tamaño. Mi armario es un monumento a su necesidad de hacer que todo sea
excesivamente glamuroso, una tarea que casi siempre me incluye a mí. Son tres
nombres de mascotas en tres minutos. ¿Qué he hecho para merecer esto?—. ¿Cariño?

Dios mío, ¿qué está pasando?

Rebusco en un estante inferior y saco un par de vaqueros de una percha. Mi


madre hace una mueca, descontenta con mi elección, y luego deja caer su trasero en
un banco cercano.

~ 16 ~
—De veras, Cameron. Este armario está lleno de alta costura y tú eliges unos
vaqueros para tus excursiones. ¿Adónde vas corriendo ahora? —Da unos golpecitos
con el pie y se inquieta, preparándose para aturdirme con cualquier trama que esté
preparando.

—Alta costura que elegiste tú. No he tenido nada que ver con esto. —Elijo una
camiseta y rebusco en un cajón el sombrero de pescador que Greer me compró como
broma. Es lo suficientemente grande como para cubrirme la mitad de la cara y puede
que le impida sumar dos y dos. Aunque estoy segura de que tiene muchas
admiradoras, no quiero delatarme hasta que se me ocurra un plan mejor para
conquistarlo.

¿Podría funcionar? ¿Alguna vez él nos daría una oportunidad? Sé que soy
ingenua, pero nunca conoceré la emoción del amor verdadero si no voy a por el
triunfo. Wade Wolfe es mi triunfo, y no voy a renunciar a mi sueño tan fácilmente.

—Cameron Rochester, ¿me estás escuchando? —Mi cerebro enamorado


despierta de las visiones de Wade cortando el aire con su palo segundos antes de
marcar el primer gol. Estuvo magnífico. Increíble. Una obra de arte sobre patines.

—No, no estaba escuchando. Estoy distraída y llego tarde a mi cita. Por favor, di
lo que tengas que decir y déjame seguir con mi día. —Me bajo mis mallas y me pongo
los vaqueros.

—Me gustaría que fuéramos a cenar como una familia esta noche... todos
nosotros. ¿No suena bien? —Se inclina hacia delante, coge un par de botas de tacón de
aguja que nunca he usado y las coloca delante de mis pies. Nunca ha sido dada a la
sutileza. Desconcertada por su elección, señalo mis zapatillas de deporte y vuelvo a
colocar las botas nuevas en la estantería.

—Esas zapatillas te hacen parecer un chico de quince años. ¿No te importa tu


apariencia? Quiero que te vistas adecuadamente esta noche. Será divertido. —Da una
palmada y se dirige a la puerta.

—Nunca dije que tuviera tiempo para asistir a tu cena. Tengo que ponerme al día
con un proyecto para la escuela. —Miento entre dientes. El semestre de primavera
terminó hace semanas, y el trimestre de otoño no empieza hasta septiembre. Pero
conozco a mi madre. Nunca se interesa mucho por nada que no la afecte directamente.

Hace un gesto de dolor, frunciendo los labios mientras su mente empapada de


vodka intenta formar una objeción. —Calabaza, trabajas demasiado. Puedes tomarte
un día libre de tus estudios para ir a cenar con tus padres. Te dejé faltar la semana

~ 17 ~
pasada y todavía no entiendo por qué elegiste un horrible partido de hockey antes que
a tu familia. Pero estoy dispuesta a pasar por alto eso si vienes esta noche.

No tiene sentido discutir con ella cuando tiene una idea fija. —Estaré en casa a
media tarde. Elige lo que quieras que me ponga. Me da igual una cosa u otra. —Meto
el sombrero y las gafas falsas en la mochila y paso junto a ella por el pasillo.

Dando saltitos sobre las puntas de los pies, se acerca para darme un incómodo
abrazo. Retrocedo con miedo, y las visiones de los peores escenarios inundan mi
mente. Estas muestras de afecto sin precedentes me ponen los pelos de punta. Tal vez
no quiera descubrir lo que esconde bajo esas mangas vintage de Chanel.

Levanto las palmas de las manos para mantenerla a raya. —Ya está bien. No sé
qué has hecho con mi madre, pero me gustaría que me la devolvieras para cuando
vuelva.

Ella resopla y pone los ojos en blanco, molesta porque sus tácticas no me han
ablandado hasta convertirme en una chica obediente. —Bien. Haz lo que sea que hagas
cuando salgas de esta casa, pero regresa a tiempo. Quiero que te comportes bien esta
noche.

—Sí, almirante. —Enderezo mi postura, le hago un saludo y bajo las escaleras


como un soldado en un desfile.

Ahora seguro que no voy.

~ 18 ~
Capítulo 5
Cameron
ACECHANDO A WADE

DICEN que el primer paso para la recuperación es admitir que tienes un


problema. Si es así, acepto mi psicosis y buscaré ayuda cuando todo esto me estalle en
la cara. No soy tonta. Me doy cuenta de que seguir a un hombre no es la mejor manera
de atraparlo en mi red. Pero mi limitada experiencia me ha dejado con pocos caminos
que seguir. Estoy muy obsesionada y dándole vueltas a la cabeza en busca de
respuestas a los grandes misterios de la vida.

¿Cómo sabes que estás enamorada?

¿Cómo hacer que un hombre se enamore de ti?

A la gente le encanta dar consejos, pero mi situación es diferente. Después de


todo, esta no es una historia de chico conoce a chica. Según mi nana, una mujer que ha
tenido nada menos que tres maridos, debería hacerme la dura. Eso no tiene ningún
sentido. ¿Por qué me perseguiría un hombre que no sabe que existo? Greer cree que
debería preparar un escenario elegante en el que nos encontremos accidentalmente y
dejar que la naturaleza siga su curso. ¿Cómo es eso posible? No frecuentamos los
mismos círculos, y una ciudad de ocho millones de habitantes no permite los
encuentros fortuitos.

Mi obsesión comenzó inocentemente. Después del partido del viernes pasado,


esperé fuera del Auditorio Summit hasta que los jugadores salieron para hacerse fotos
y firmar autógrafos. No me acerqué a él. Ya habíamos tenido nuestro momento, y
pensé que sería mejor mantener un aura de misterio por si me lo encontraba en otras
circunstancias. Además, no me interesaban las firmas ni los selfis. Mis planes incluyen
mucho más.

Cuando sugerí que le siguiéramos a casa para saber dónde vivía, Greer me acusó
de acosar a un hombre inocente y de invadir su intimidad. Yo discrepé con

~ 19 ~
vehemencia. Argumenté que hay una diferencia entre el acoso espeluznante y la
admiración insana. Al parecer, estaba equivocada. Un rápido vistazo al diccionario
Webster me ha desengañado de tales diferencias.

Supongo que soy una acosadora que se ha enamorado perdidamente de un


hombre que no sabe mi nombre. Sin duda suena tan patético como me siento, pero no
puedo evitarlo. Esta emoción es más embriagadora que cualquier otra cosa que haya
conocido. Seguirlo me hace sentir que soy parte de su mundo... aunque sepa que sólo
está en mi cabeza. Los hombres hacen esto todo el tiempo. ¿Por qué yo no puedo?

—Aquí viene —tiro de la manga de Greer y la arrastro bajo un toldo cercano. La


sombra proporciona suficiente oscuridad para disimular nuestros rostros, pero si mira
lo suficiente, verá a dos aficionadas acechando en las sombras—. No mires hacia
arriba. Actúa relajada. No quiero delatar nuestra posición.

Greer ignora mis instrucciones y desplaza su mirada de pánico de izquierda a


derecha. —¿Dónde? No lo veo.

Me pongo en cuclillas para atarme el zapato, horrorizada de que su agudo


chillido haya llamado su atención. Wade mira por encima del hombro y luego escanea
el paisaje en busca de su origen. Contengo la respiración y rezo para que no hayamos
sido descubiertas. Afortunadamente, se encoge de hombros y se pavonea hacia su
cafetería favorita, atormentándome con cada rebote de los glúteos más perfectamente
formados de Manhattan.

—Está jodidamente bueno, Cami —susurra Greer desde debajo de su enorme


sombrero y me mira por encima del hombro—. Pero es un hombre... un hombre adulto.
Lo he buscado en internet y tiene treinta y tres años. Eso es demasiado hombre para ti,
Cameron. Deberíamos confraternizar con hombres de nuestra edad.

Molesta por su juicio, me pongo de puntillas hacia el siguiente escaparate y me


escudo detrás de una maceta. Ya decidiré quién es demasiado hombre para mí. Saco
mi teléfono del bolsillo y pulso la cámara, grabando sus movimientos para futuras
miradas. Se detiene antes de entrar en la cafetería y comprueba la hora, flexionando
gratuitamente su bíceps antes de inclinarse hacia delante para atarse la bota. Miro
fijamente, hambrienta y enamorada, su cuerpo cincelado y trago la saliva que me
inunda la boca.

—Eso es innecesario. ¿Crees que sabe que le estás mirando? —Greer jadea en
silencio mientras sus ojos beben la vista de mi hombre. Una fuerte punzada de celos
me apuñala el corazón, pero la aparto. Confío en Greer con mi vida, y ella nunca
violaría el código de las chicas.

~ 20 ~
Le aprieto el codo en las costillas y sacudo la cabeza, sin estar convencida de que
un hombre así ofrezca la mercancía tan fácilmente. Debe haber otra explicación.

—Algunas personas son tan sexys que no saben cómo no serlo. Por desgracia, yo
no soy una de ellas. —Tropiezo con la zapatilla de Greer y doy unos pasos hacia
delante, entrecerrando los ojos con fuerza para mirar hacia adentro a través de la
ventana. Cuando desaparece más adentro de la cafetería, Greer exhala con alivio y se
vuelve hacia mí—. ¿Hemos terminado? ¿Podemos comer ya?

Cruzo los brazos sobre el pecho y doy un golpecito con el pie, frustrada porque
quiera dejarlo tan pronto. —Te dije que lo haría sola. Llevamos veinte minutos aquí
fuera. Está tomando un café, no almorzando. Pasarán diez minutos antes de que
reaparezca y vaya a su siguiente destino. ¿Por qué no puedes seguir el juego?

Se quita el sombrero, se ahueca el pelo y se lo recoge en una coleta alta. —Vamos,


quítate ese sombrero y arréglate el pelo. Quiero un café y tú tienes que sacarte a este
tipo de tu sistema. —Greer nos conduce hacia el paso de peatones y pulsa el botón.
Cuando el semáforo cambia, miramos a ambos lados y nos apresuramos a cruzar antes
de que termine la cuenta atrás. La adrenalina hace que mis piernas se mantengan en
movimiento, pero mi corazón acelerado me hace patinar hasta detenerme cuando
llegamos al lado opuesto de la calle.

—No, Greer. No quiero que me vea. Tal vez me reconozca del juego —protesto
contra su plan y me escabullo entre una multitud cercana, con la esperanza de huir de
la escena antes de que él regrese.

Me pone las manos en la espalda y me empuja hacia delante, gimiendo y


luchando por evitar mi huida. Gracias a su reciente dedicación al Pilates, es mucho
más fuerte de lo que parece. —Muévete, Cami. Vamos a por un café. Si quieres mi
ayuda, necesitaré combustible. Y si por casualidad te saluda, tal vez podamos pasar el
resto del día en la piscina de tus padres.

—¡Espera! —Me quito el sombrero, me sacudo el pelo y me retoco el brillo de


labios—. Nunca te pedí ayuda, pero ya que insistes, daré el salto. Pero, por favor, no
me hagas quedar como una idiota mirándolo fijamente. Entraremos, pediremos un
café, quizá un pastelito si te apetece, y haremos como si no existiera. Según mi
hermana, Amelia, a los hombres les encanta que finjas que son invisibles —refunfuño
jadeando con la boca abierta.

—No empieces con Amelia —Greer se estremece y sostiene la puerta,


permitiéndome pasar—. ¿Por qué aceptas consejos de ella? Apenas te hace caso, y lo
sabes.

~ 21 ~
El amor de hermana me hace olvidar mi entorno, y alzo la voz para corregirla.

—No la conoces como yo. Mi padre abandonó a su primera familia cuando dejó
embarazada a mi madre, su amante. Siempre ha sido un padre decente conmigo, pero
ha descuidado a Amelia la mayor parte de su vida. No la culpo por no quererme, pero
espero que algún día podamos ser más íntimas.

Los ojos de Greer se abren de par en par mientras se pasa el dedo por los labios.
—Siento haber insultado a tu mejor amiga —se burla—. Ahora baja la voz. Y por el
amor de Dios, no mires detrás de ti... tu amado nos está mirando.

—¿Qué? —Me agarro las manos como si orase y las aprieto contra mi pecho.
Quiero correr hacia las colinas y desaparecer entre la multitud. Mis planes están
arruinados. Mi vida se ha acabado—. Vamos. Fingiremos que no tienen lo que
queremos y nos largamos —suplico en voz baja y muevo mi peso de un lado a otro.

—Tonterías. Creo que Wade te está mirando el culo y se está relamiendo. No vas
a ir a ninguna parte. —Me hace girar hacia el mostrador y me empuja hacia el
camarero.

—Buenas tardes —murmuro y trago saliva. Las gotas de sudor me salpican la


frente mientras me esfuerzo por encontrar una bebida que suene sexy. El chocolate
caliente me parece infantil. El expreso es demasiado arriesgado. No necesito aliento a
café cuando esta podría ser mi oportunidad de decir hola.

—Tomaré un chai latte de vainilla caliente... con una pizca de ca...nela —cuando
oigo su voz demasiado cerca tartamudeo.

—Tú y yo pedimos exactamente lo mismo. ¿Cómo de raro es eso? —La voz ronca
de Wade me pilla desprevenida. Me desvanezco a mi izquierda, y por suerte, Greer
está allí para atraparme.

Mis ojos se dirigen al enorme hombre que proyecta una sombra, y alzo la mirada
para encontrarme con la suya. Respiro profundamente e intento no tartamudear. —
¿Lo hicimos?

Sus ojos verdes brillan y aparece una sonrisa traviesa. —Soy Wade. Estuviste en
mi partido... ¿no? —Extiende su brazo, y yo miro atónita cómo sus gigantescas manos
cubren las mías. No las agita, sino que las mantiene firmes en su suave agarre.

—¡Sí! —Mi voz temblorosa nos asusta a los dos, pero rápidamente recupero la
compostura y ofrezco mi versión de un ronroneo sexy. Lo he practicado durante días—
. He ganado un concurso, un concurso de radio. Enhorabuena por tu victoria. Has

~ 22 ~
estado incr... —Corto mis palabras, recordando el consejo de Amelia; nunca hagas
demasiados cumplidos a un hombre. Se le sube a la cabeza—. El partido fue increíble.

Su sonrisa perfecta se amplía y finalmente suelta mi mano sudorosa. —Por cierto,


soy Wade. Quizá nos veamos por ahí.

El corazón se me sale del pecho, pero antes de mi súbita muerte, chirría una
solitaria palabra. —Cami.

~ 23 ~
Capítulo 6
Wade
MI ADMIRADORA SECRETA

—TONY, hazme un favor —grito en el auricular y atravieso el ruidoso vestíbulo,


casi resbalando al entrar en el ascensor que me espera. Mi mente se concentra en los
labios carnosos de Cami que se curvan en la sonrisa más dulce que he visto nunca, y
mi corazón anhela saber más.

¿De dónde viene? ¿Dónde ha estado?

—¿Wade? —Responde con un bostezo exagerado, pero ignoro la insinuación,


abro la puerta de un empujón y tiro las llaves en una mesa cercana. Mi asistente
personal, Tony Del Vecchio, siempre sabe cómo localizar a la gente. Es uno de sus
mayores dones, y confío en que sea discreto con la información.

—Averigua qué emisora de radio regaló entradas de primera fila para el séptimo
partido y el nombre de la chica que ganó. —Me trago el resto de mi espresso y tiro el
vaso de papel a la papelera. De ninguna manera pediría un chai latte de vainilla. Ni
siquiera sé qué es eso. Por suerte, creo que es demasiado joven para olfatear esa
patética mentira.

¿Demasiado joven? ¿Por qué no he considerado su edad?

—¿Concurso de radio? ¿Local o por satélite? —Me confunde con las opciones.

Entro en el dormitorio y me quito la camisa, húmeda de sudor. Hacía años que


una mujer no me ponía nervioso. Pero hay algo en esta chica. Lo sé. Puede que no
tenga el ancho de banda necesario para perseguir algo más que una taza de café o un
almuerzo, pero me gustaría conocerla. Me gustaría ver a dónde puede llevar.

Las mujeres no me miran como lo hace Cami. La mayoría me ve como un pedazo


de carne o una mercancía. Ella no. Esos grandes ojos azules miraron directamente a mi

~ 24 ~
alma y me hicieron sentir más ligero que el aire. Eso es mucho para un hombre que
mide 1,90 metros y pesa 80 kilos.

Ella es especial... puedo sentirlo en mis huesos.

Cierro los ojos y aprieto las manos. Querido Señor, por favor, deja que tenga
dieciocho años. Y si puedes añadir unos años más, te deberé una.

—Sabes, no sé nada fuera del hielo. Consulta con ventas —grito en el auricular y
me quito las botas—. Averigua su edad y consígueme una dirección si la tienen.
Sobornales con entradas para el partido de apertura de octubre. Dales lo que quieran.
—La curiosidad me consume. Es la tercera vez que pillo a esa monada merodeando
cerca, y naturalmente supuse que era una mera coincidencia. Pero el extraño sombrero
y las gafas de sol de gran tamaño de hoy lo han resuelto. Tengo una admiradora
secreta; por lo que parece, es la primera vez que intenta acechar.

—¿De qué va esto? ¿Qué tiene de importante un concurso? —Tony cuestiona mis
motivos y me hace sentir ridículo. No se equivoca... nadie está más sorprendido que
yo.

Nada de esto tiene sentido. ¿Por qué una chica con su apariencia seguiría a
alguien? Soy yo el que debería estar persiguiéndola.

Sacudo la cabeza y saco una toalla del armario de la ropa blanca. No puedo dejar
de sudar. Esto no es propio de mí. ¿Cuándo diablos me pongo tan caliente y dispuesto
por alguien tan rápido? Hacía años que nadie me hacía girar la cabeza, y mucho menos
me persuadía de conjurar la peor frase para ligar conocida por el hombre.

¿Chai latte de vainilla? Que bochorno.

—Sólo consígueme su nombre completo y pide un número de teléfono y una


dirección. Yo me encargaré del resto. ¿Has entendido todo? —Mi corazón late tan
rápido que jadeo en el teléfono, temeroso de que no me esté tomando en serio.

—¿Algo más? —Se calla y murmura a alguien con una risita aguda. Soy un
imbécil desconsiderado. El hecho de que no haya tenido un lío hace años no significa
que todos los demás vivan la vida de un monje célibe.

—¿Por qué no me dijiste que estabas ocupado? —Enciendo la ducha y me quito


los vaqueros. Estoy actuando como un loco. Es una desconocida... una chica en una
pantalla gigante que me llamó la atención. Una dulce sonrisa me tomó por sorpresa y
me dio la confianza y la adrenalina para marcar dos goles. No esperaba volver a verla,

~ 25 ~
y ahora que lo he hecho, no quiero que se me escape—. Lo siento, tío. Haz un tanteo y
ponte en contacto conmigo lo antes posible. Es importante pero no urgente.

—No pasa nada. Melissa te manda saludos. Haré una llamada y me pondré en
contacto contigo hoy mismo. Ella dice que Z104 dio los asientos de primera fila. Intentó
ganar varias veces esas entradas, pero perdió ante una chica de la zona alta. La oigo
quejarse de fondo, pero le agradezco mucho la información.

—Sí, debe ser ella. Dale las gracias a Melissa de mi parte. Consígueme el resto de
su información y tómate el lunes y el martes libres, con todo pagado. —Aprieto el puño
con emoción, sin saber por qué significa tanto. No voy a buscar donde vive, ni a
llamarla sin invitación ni a seguirla por la ciudad.

Yo no soy así. No soy un acechador.

¿O lo soy?

~ 26 ~
Capítulo 7
Wade
ACECHANDO A CAMERON

NO SÉ lo que estoy haciendo, pero es seguro asumir que me he enamorado de


Cameron Rochester. Ese es su nombre... Cameron Elisabeth Rochester. Me encanta
cómo suena... Debería saberlo... lo he estado repitiendo sin parar desde el pasado
sábado por la tarde.

Tiene veintiún años… gracias, Jesús, por esos dos años extra… y todavía vive con
sus padres en una gran casa justo al lado de Park Avenue. Su padre, hecho a sí mismo,
convirtió una simple empresa de vigilancia en una corporación de mil millones de
dólares. Su madre proviene del viejo dinero de Nueva York. Mi madre trabajó como
criada hasta que gané mi primer millón y la obligué a jubilarse. Nunca conocí a mi
padre, y eso me parece bien.

Si no estuviera tan intrigado, me echaría atrás y aceptaría que mi chica de la zona


alta es demasiado buena para un tipo que utilizó el hockey para escapar de su humilde
comienzo en el sur de Boston. Pero no lo haré. Le gusto a Cami, y creo que ella me
gusta a mí. Sé que me gusta. Si no estuviera tan seguro, no habría utilizado métodos
tan despreciables y poco convencionales para volver a encontrarme con ella.

La semana pasada, me convencí a mí mismo de que contratar a un detective


privado era ir demasiado lejos. Cami me sigue y mantiene su distancia. No se
entromete en mi vida. De una manera peculiar, la mejora. Mi día apesta cuando no la
veo a lo lejos. Me apesta tanto que quiero que forme parte de mi vida. ¿Podríamos ser
amigos? No, no creo que eso sea suficiente. Ese barco navegó y se hundió.

Ella no lo sabe, pero hoy la sigo yo.

Me he levantado antes de lo habitual, he corrido al restaurante más cercano por


sustento y he cogido el metro hacia el centro. Es la primera vez que hago vigilancia,
pero estoy preparado para ir a por todas y seguirla en su elemento. No me ha seguido

~ 27 ~
en días, al menos no que yo haya notado, y me preocupa que se haya decidido por
otro. Cami es mi acechadora. Le prohíbo que siga a alguien más. ¿Quién se cree que es
para calentarme y luego desaparecer como si hubiera ganado peso o me hubiera salido
un tercer ojo? No permitiré que se rinda antes de que hayamos tenido una oportunidad
adecuada de lanzarnos.

Si la montaña no viene a Mahoma, entonces Mahoma debe ir a la montaña.


Cameron no está libre de culpa. Soy un atleta profesional con ganas de competir.
Puede que no tenga experiencia en vigilancia, pero después de observarla durante las
dos últimas semanas, creo que he aprendido algunas cosas sobre lo que no hay que
hacer. Además, he traído ayuda.

—¿Estás en posición? —Toco el auricular de mi oreja derecha y espero a que


Derek, mi investigador privado, responda. Está apostado al otro lado de la calle de su
casa, acechando cerca de una entrada en el sótano mientras yo curioseo cerca de un
puesto de recuerdos a una manzana de distancia. Lo difícil es pasar desapercibido en
una calle que no está llena de escaparates y cafeterías. Un hombre extraño parece fuera
de lugar en una zona residencial llena de casas de piedra rojiza de varios millones de
dólares, pero Derek se integra en el paisaje. Tras trece años con los Storm, mucho me
temo que voy a destacar como algo insólito.

—Sí, en posición. Todavía no hay movimiento... oh, espera, un coche se ha parado


delante. —Hace una pausa, relamiéndose los labios mientras me hace esperar el resto
de las novedades.

—¿Sí? —Suelto un chasquido, ya ansioso por verla a los treinta minutos del juego.
¿Cómo es posible que esta chica aguante mi holgazanería?

—Espera, el coche está parado en la acera —murmura, manteniendo la voz baja...


demasiado baja para mi gusto, pero comprensible dadas las circunstancias—. Parece
que está saliendo a escondidas de la casa. Acaba de salir por la puerta principal y está
bajando las escaleras de puntillas. Creo que se va a nadar. —Su pesada respiración me
hace cuestionar lo que me estoy perdiendo, y me arrepiento de no haber ocupado su
lugar junto a su casa.

—¿Qué estás haciendo? ¿Qué te hace decir algo así? —Paso por delante de la
tienda y me dirijo derecho hacia su calle. Estoy demasiado lejos para ver nada, pero
eso no me impide intentarlo.

—Cállate. Me estás gritando al oído. —Me regaña y luego da un toque a su


micrófono para devolverme el favor—. He podido ver los tirantes del bikini
sobresaliendo de la parte superior de su camiseta. Lleva pantalones cortos y chanclas
y un gran bolso. Como dije, parece que se va a nadar.

~ 28 ~
Tiene razón. Eso suena como un traje de baño. —¿A dónde se dirige?

Vuelve a dar un golpecito en el micrófono. —Por eso suelo trabajar solo. No


necesito preguntas constantes. —Unas pesadas pisadas siguen a un agudo silbido—.
Voy a parar a un taxi para que la siga. Te recogeremos en la esquina, pero no pierdas
de vista el Mercedes negro que se dirige al sur. No te dejes ver hasta que nos veas.
Puede que pase junto a ti.

Mi corazón no está hecho para este tipo de trabajo. Practico un deporte peligroso,
pero saltar a los taxis y perseguir a los coches en el Bajo Manhattan es jugar demasiado
a un tira y afloja para mi gusto. Veinte minutos y dos infartos después, el taxi entra en
el Chelsea House, un exclusivo spa sólo para miembros con una de las mejores piscinas
en la azotea de la ciudad.

Debería haberlo sabido... mi ático está a dos manzanas, en el West Village.

—¿Qué sabes? Fuiste a la 97 sólo para acabar de nuevo en la 16. —Derek se ríe a
mi costa—. ¿Por qué no te vas a casa, coges el bañador y te vas a esa piscina? Yo me
quedaré aquí y me aseguraré de que no se vaya. Por mucho que me guste quitarte el
dinero, podrías poner fin a todas estas travesuras si le pides a la chica una cita.

—Gracias por la charla de ánimo. Ahora mismo vuelvo.

Esto es mucho más difícil de lo que esperaba.

~ 29 ~
Capítulo 8
Cameron
EL FINAL PROFUNDO

CREO que es así como se siente la abstinencia. Tengo picazón, estoy de mal
humor, inquieta y ligeramente deshidratada. Por el bien de mi cordura, le prometí a
Greer que me tomaría con calma el acecho. Cuando desobedecí sus instrucciones, se
puso firme y me retó a dejar mi pasatiempo favorito durante toda una semana. Nunca
retrocedo ante un desafío. Pero hoy es el cuarto día, y me aterra que me esté perdiendo
algo importante.

—¿Por qué pareces tensa? Estamos bebiendo mimosas junto a la piscina en una
azotea con vistas a Manhattan. ¿Sabes lo guay que nos hace parecer esto? —Greer se
rocía protector solar en sus cegadoras piernas blancas y se lo unta en la piel. Tomar el
sol matutino en Chelsea House fue idea suya. Hace años que soy socia a través de la
empresa de mi padre, pero no soy la típica chica que holgazanea en la piscina. Aun así,
necesitaba un descanso de perseguir a Wade. Mis fantasías más dulces estaban
empezando a desvirtuar mi realidad y el miedo a perder algo que nunca tuve me
convertía en una lunática.

Saco la flor decorativa de mi bebida y doy un trago. Es demasiado pronto para


beber, pero necesito algo para calmar esta creciente sensación de fatalidad. He metido
la pata. Los celos me consumieron y me hicieron hacer algo lamentable, trágico y
totalmente fuera de lugar. Si Wade descubre alguna vez lo loca que puedo ser... si se
entera de la verdad sobre mi lado oscuro, nunca me perdonará. Estoy tan mortificada;
acepté felizmente pasar desapercibida y esperar que no sume dos y dos.

—Todavía no puedo creer que hayas creado una cuenta falsa y hayas publicado
esas fotos —murmura Greer entre bocados de tostada de aguacate. Se quita las migas
del pecho y dice con una risita—. ¿Crees que ha funcionado? ¿Crees que se alejará de
tu hombre?

~ 30 ~
—No es probable. —Me estremezco de vergüenza—. Athena Swift es ahora una
agente deportiva. Y lo que es más importante, es su agente y una buena amiga. Poco
después de que publicara esas fotos en Instagram, su novio, un futbolista de Barcelona,
voló a la ciudad para reclamar a su mujer.

—¿Reclamar? ¿Por qué no viene algún tío bueno a reclamarme? —Greer hace un
mohín hacia su bebida.

—Ponte a la cola, hermana —gimo y siento que el calor de la vergüenza me traga


por completo.

—¿Cómo pudiste dejarme hacer algo así? Pensaba que estaba ligando con él, no
que le estaba dando buenos consejos de marketing. —Entierro mi cara caliente entre
las manos y berreo.

—¿Está todo bien? —pregunta un camarero que pasa por allí y Greer le entrega
su vaso vacío, con la esperanza de salvar la cara—. No, quería un bellini y puede
ponerse un poco mocosa cuando no ha comido. Pero tomaré otra mimosa si no te
importa.

—Cálmate, por el amor de Dios. Este es un lugar con clase, y está repleto de
hombres calientes por todas partes. Mira ese y ese... oh y... —Hace una pausa a mitad
de la frase y me quita las manos de la cara—. Cameron, mira al del bañador negro.

Mantengo los ojos cerrados, paralizada por la humillación y el miedo. —No me


interesa tu desfile de cachas. Mi vida está acabada antes de empezar. Me vio esa noche.
Vio la rabia en mis ojos. Si tiene medio cerebro, se dará cuenta de que fui yo quien
jodió a su amiga. ¿Cómo voy a enfrentarme a él?

—Abre los ojos y averígualo. Está aquí.

—¿Qué? —Mis ojos se abren de golpe y me quedo con la boca abierta. Mi mirada
enamorada se posa en Wade Wolfe, capitán de los New York Storm, hombre de mis
sueños y futuro padre de mis bebés de fantasía. No lleva más que un bañador corto y
empapado que se ciñe obscenamente a cada uno de los músculos de su cincelado
cuerpo. Mi enfoque se centra y se detiene bruscamente en el bulto bien formado que
ocupa demasiado espacio en ese bañador mojado.

—¿Cuándo... cuándo ha llegado? —Lamiéndome la baba de los labios, me


muevo, colocando las piernas de forma más cómoda. Me parece demasiado pronto
para la gran revelación. Este bikini no oculta nada, y quería que él conociera mejor mi
personalidad antes de vislumbrar tantos defectos.

~ 31 ~
—Llegó hace unos minutos... durante tu espiral de vergüenza. —Greer me da un
bellini y me insta a tomar un sorbo—. Toma un poco de valor líquido. Si se queda,
necesitarás todo el vaso.

—Deja eso. No necesito una copa. Necesito zambullirme en lo más profundo y


quedarme bajo el agua. Me conoces, Greer. No tengo un hueso sexy en mi cuerpo. Esta
no es la manera de atraerlo. Este bikini resalta todos los defectos de mi infantil cuerpo,
y mis andares torpes me harán parecer una tonta. —Doy un largo y prolongado sorbo
con la pajita y me doy una palmada en la frente. El hielo con sabor a melocotón me
congela el cerebro, pero consigo mantener la mirada fija en el hombre que se dirige
hacia nosotras.

—Vamos al baño —balbuceo y cojo la toalla.

—No te muevas o te ataré a esta tumbona. Todas las mujeres presentes quieren a
ese hombre, y él va directo hacia ti —se ríe nerviosamente y se endereza en su silla—.
A menos que venga a por mí. ¿Crees que viene a por mí?

—Corta el rollo... es mío. ¿Cómo me veo? —Enderezo mi postura y pongo los


pies sobre las puntillas, esperando dar una pizca de definición a mis pantorrillas.

Greer asiente y me da un discreto pulgar hacia arriba. —No te subestimes. Eres


la chica más guapa que conozco, y si quieres a ese hombre, sé que puedes atraparlo.
Sé tú misma. —Se contonea en el respaldo de la silla y se lleva una revista a la cara,
con la esperanza de darle a él la apariencia de privacidad.

—¿Cami? —Wade inclina la cabeza, mira desde su imponente altura y sonríe—.


¿Eres tú?

Levanto la mano sobre la frente para tapar el sol y miro con los ojos muy abiertos
al hermoso hombre que me llama. —¿Wade? —susurro, luchando con todas mis
fuerzas para no mirar la aterradora tienda de campaña en sus pantalones cortos.

—¿Puedo sentarme? —Señala el espacio libre en la parte inferior de la tumbona,


y luego planta su trasero cerca de mis pies antes de que pueda responder—. Nunca te
he visto aquí antes.

Me arden las mejillas. ¿Cree que le he seguido hasta aquí? No, eso es una tontería.
Yo llegué primero. Oh, Jesús, espero que sepa que yo llegué primero. —Es mi primer
baño del verano. Como puedes ver, necesito desesperadamente un bronceado. —Dirijo
su mirada a mis piernas, agradeciendo haberme afeitado antes de venir.

~ 32 ~
Sus ojos recorren mis pantorrillas, suben por mis muslos, rozan mi cintura y
luego se posan directamente en mis tetas, deteniéndose unos segundos antes de
dirigirse a mi cara. —Un poco de sol no te hará daño, pero no deberías tostarte
demasiado tiempo. No quiero que te quemes. —Se muerde el labio inferior y suspira.

Nos miramos fijamente, atónitos, yo admirada y él... No estoy segura de él. Igual
tengo algo en la cara. —Tengo protector solar, y no estaremos aquí mucho tiempo.
¿Verdad, Greer? —Me giro hacia ella, pero permanece en silencio, sin querer
interrumpir nuestra charla.

—¿Te gustaría darte un chapuzón? —Sus ojos verdes centellean con picardía
mientras extiende su brazo y toma mi mano. Por un momento, dudo, temiendo que
me vea en todo mi esplendor y se vaya, repelido por lo que le ofrezco. Pero algo en su
sonrisa tímida y en la forma en que acaricia suavemente mis dedos en su gigantesca
palma me tranquiliza el alma.

Le seguiría a cualquier parte.

Sólo espero recordar cómo nadar.

~ 33 ~
Capítulo 9
Wade
ESTO ES AMOR

ESTO ES AMOR. Conozco la diferencia entre el enamoramiento infantil, la lujuria


desenfrenada y los sentimientos fortuitos que se convierten en afecto mutuo. Esto es
diferente. Son las tres emociones que chocan en una ola de claridad insuperable. Es
más grande, más audaz, y me hizo caer de culo en el momento en que vi a Cameron
Rochester emerger del agua como algo salido de mi más salvaje fantasía adolescente.
No es la chica que se cayó contra la barrera de plexiglás en el séptimo partido. No es
la que lleva gafas de moda y una boina de lana en un caluroso día de verano para
despistarme. Y no es el bombón que tuve el placer de conocer hoy. A la mierda... ella
es todas esas cosas, y es magnífica.

Después de una mañana nadando en Chelsea House, la convencí para que me


acompañara a comer. No me preguntó cómo la había encontrado en la piscina, y no le
mencioné todas las veces que la había pillado siguiéndome. Simplemente disfrutamos
de la compañía del otro, conociendo lo que nos hace vibrar y sonriendo sin parar
durante la mayor parte de la tarde. Nunca he sido un tipo sentimental, pero no quería
que el día terminara. La idea de perderla de vista me parece como un disco en la
espinilla. No puedo soportarlo.

Y por eso la convencí para que me acompañara a cenar. El almuerzo es


demasiado informal para mis intenciones. La cena significa negocios.

—Mencionaste que ibas a hacer la carrera de comercio, pero no pareces


entusiasmada. ¿Es demasiado tarde para cambiarlo? —Me encanta el hockey. Podría
hablar durante horas si sacas el tema. Cuando antes le pregunté por sus estudios,
apenas pronunció dos frases antes de cambiar de tema.

Asiente con la cabeza y roba un panecillo de la panera que hay entre nosotros. Su
expresión se distorsiona de tristeza.

~ 34 ~
—Fue idea de mi padre. Me planteé el diseño de interiores e incluso solicité la
admisión anticipada en la escuela de diseño. Pero mis padres se negaron a pagarlo. Mi
madre teme que mi hermanastra acabe dirigiendo la empresa de nuestro padre si no
me hago cargo yo misma. Si la quiere... debería tenerla. Se lo merece.

Mis oídos se agudizan con curiosidad. —¿Tienes una hermana? —Esto es nuevo
para mí. La investigué a fondo y no encontré ninguna mención de hermanos.

—Se llama Amelia. —La cara de Cami resplandece de orgullo—. Debería ser
Amelia Rochester, pero utiliza el nombre de su madre, Sinclair. Y no puedo decir que
la culpe. Ella y yo nos llevamos sólo dos años de diferencia, y no supe que existía hasta
los cinco o seis años, cuando su madre finalmente demandó a mi padre por la
manutención de su hija. —Sacude la cabeza mientras unta el pan—. ¿Puedes creerlo?
Su madre y mi padre estuvieron casados durante quince años. Ella le ayudó a ir a la
escuela y trabajó para ayudar a lanzar su primera empresa. En cuanto la empresa
creció, la dejó por mi madre, a la que había estado viendo a sus espaldas.

Jadeo como una niña, y luego contengo mi sorpresa. —¿Qué hizo qué? Eso es
horrible.

Asentimos al unísono, y ella se inclina más cerca, desvelando secretos familiares


mientras mastica su bollo. —Es inadmisible. Quiero a mi padre, pero no lo pone fácil.
No creo que haya planeado descuidar a su hija o engañar a su ex mujer con el dinero
que le correspondía, pero mi madre puede ser muy persuasiva. No estaba dispuesta a
compartir sus recursos.

Doy un sorbo a mi whisky y le doy mi opinión. —Pero sigue siendo culpa de tu


padre. Si tuviera una niña, los caballos salvajes no podrían impedirme verla o cuidarla.
Nunca podría abandonar a mis hijos. Mi padre dejó a mi madre antes de que yo
naciera, y juré no repetir nunca sus egoístas errores.

Sus pestañas se agitan mientras sus ojos se empañan de lágrimas. —Lo siento. Te
merecías algo mucho mejor. Y tú nunca podrías ser como tu padre… tienes un buen
corazón.

Sonrío tímidamente, deslumbrado una vez más por su dulzura. —¿Cómo sabes
que tengo un buen corazón?

Cami inclina la cabeza y libera la tensión de sus rígidos hombros. Se revuelve con
la servilleta y moquea, presa de la misma emoción que me hace esperar cada palabra
que sale de sus carnosos labios.

~ 35 ~
—Podrías haberme hecho sentir tonta por seguirte. Pero no lo hiciste. Sé que me
has pillado varias veces, y no has sido más que amable. —Suelta un fuerte suspiro y
hunde los dientes en su labio inferior. Su dulce mirada se encuentra con la mía, y mi
corazón corre los cincuenta metros, consigue un salto de longitud de récord y marca
el gol de la victoria. Si mi camiseta no estuviera tan apretada, podría saltar
directamente de mi pecho a sus manos.

Mi pecho sube y baja, luchando por llenar mis pulmones de aire antes de hablar.
—No te hice ningún favor, Cami. Si no me hubieras seguido, nunca habría tenido el
valor de seguirte. Y si no te hubiera seguido, ahora no estaríamos aquí.

Se lleva la mano a la boca para amortiguar un pequeño jadeo —¿Me has seguido?

Asiento con la cabeza y me llevo el vaso de whisky a los labios, saboreando el


sabor tanto como la mirada de humilde sorpresa en sus brillantes ojos azules.

—Quería saber más de ti y comenzar esto.

—¿El qué? —Su modestia me aturde. Es la chica más guapa que he conocido en
mi vida y actúa como si le estuviera haciendo un favor. Esto no es un acto de bondad
desinteresado. No hay ningún otro lugar en el que quiera estar.

—Nosotros... somos una cosa. Perdona mi falta de sutileza o encanto poético,


pero creo que podríamos ser todo. —Confieso mis deseos, aún sin saber si ella tiene
las mismas intenciones.

Ella mira de un lado a otro, buscando tímidamente a su alrededor para


asegurarse de que no estoy hablando con otra persona. Sus ojos se agrandan cuando
levanta la mirada y balbucea.

—Pero... pero... puedes tener a quien quieras.

—Si eso es cierto, déjame tenerte a ti.

~ 36 ~
Capítulo 10
Wade
RECLAMANDO A CAMERON

HACE años que no cojo de la mano a una chica y la conduzco nerviosamente a


la puerta de la casa de sus padres. Es doce años más joven que yo, está en el último
curso de la universidad y, por lo que parece, es tan inocente como el día en que nació.
Aunque me gustaría echármela al hombro y subir corriendo a su habitación, Cameron
merece la pena esperar. Tenemos el resto de nuestras vidas para sumergirnos en todas
las sucias fantasías que recorren mi cerebro enfermo de amor, pero nunca podremos
volver a estos maravillosos días. El preludio de la vida que quiero construir con ella
empieza ahora. Y quiero saborear cada segundo.

—Gracias por acompañarme a casa. He disfrutado de la velada. —Cami contonea


las caderas mientras sube las escaleras hacia la puerta. Mis ojos ávidos siguen el
movimiento de cada curva, y me tomo mi tiempo, esperando y rezando para que me
dé un beso de buenas noches antes de que nos despidamos. Dios sabe que quiero
mucho más. La pesada vara en mis pantalones, la que pone a prueba mi paciencia, es
testimonio de mi furibundo deseo de hacerla mía.

—Me encanta pasar tiempo contigo. Aprovecharé cada minuto extra que me des.
—Doy un paso atrás cuando escucho tanta verdad saliendo de mí libremente. No es
propio de mí llevar mis emociones a flor de piel. Los mecanismos de defensa de mi
infancia me impiden confiar en la gente lo suficiente como para revelar cualquier
vulnerabilidad. Así es como sobreviví a crecer en un barrio peligroso con una madre
soltera que tenía que trabajar sin parar para mantenernos. Incluso sobre el hielo, nunca
dejo que mis adversarios sepan que me han herido. La gente tiende a ser buitre,
derribando a los débiles cuando muestran sus debilidades.

Pero Cameron no. Siento que puedo contarle cualquier cosa.

Llega a la puerta y rebusca en su bolso en busca de las llaves. Me acerco y le huelo


el pelo. El aroma de su perfume me hace cosquillas en la nariz y le rodeo la cintura con

~ 37 ~
un brazo, dejando que su calor radiante se filtre en mi piel. Mi excitación aumenta,
engrosando mi polla, tensando mis músculos y haciendo que mi mente dé vueltas de
avaricia. Esta es la primera cita real con la chica de mis sueños. No se va a escapar sin
un beso.

La acerco y la giro para que me mire. —No voy a dejarte escapar todavía. Dime
a qué hora te recojo mañana. No quiero declaraciones generales sobre que nos veremos
más tarde o ya nos veremos por ahí. Quiero planes firmes, Srta. Rochester. Quiero
llevarte a cenar y a bailar si estás libre.

—¿A bailar? —Sus ojos brillan y una sonrisa pícara baila en sus protuberantes
labios. Me inclino hacia delante, vacilo un instante para calibrar su respuesta y me
lanzo a por nuestro primer beso. El sabor de sus labios me golpea como un suave trago
de whisky; dulce, cálido y embriagador para mis sentidos. La lujuria me consume y
enturbia mis hasta entonces nobles intenciones. Abro su boca con la lengua y me
sumerjo en ella, lamiendo y mordisqueando su carne como un hombre hambriento que
devora su primera comida. Cameron me rodea el cuello con los brazos y tira de mí
hacia abajo, abalanzándose sobre mi boca y acribillándome a besos hambrientos. Lo
único que puedo hacer es seguirla. Mi chica se siente como si nunca la hubieran
besado, pero no se puede negar que sabe lo que quiere. Cameron Rochester me quiere
a mí, y yo estoy aquí para darle lo que quiera.

Nunca he caído tan rápido. Tan fuerte. Tan plenamente. Quiero conocerla por
dentro y por fuera, y todo empieza aquí.

—¿Te gustaría entrar? —gime y susurra en nuestro beso, haciéndome una oferta
que no puedo rechazar. Claro que quiero entrar. Quiero encerrarla y follármela hasta
gastar toda la energía que he reservado sólo para ella.

—¿Y tus padres? ¿Quieres que los conozca a estas horas de la noche? —Estaré
encantado de charlar con quien haga falta. Esta chica es mía. Si tengo que besarle el
culo a alguien para conseguir su bendición, caeré de rodillas en cuanto ella lo diga. De
todas formas, es sólo una formalidad. Ahora que he probado lo que es mío, nadie me
separará de mi Cami.

—Se han ido a su casa en Westchester hoy temprano. Estoy sola el fin de semana.
—Sus pestañas se agitan, y la mirada de amor en sus magníficos ojos azules hace añicos
mi determinación—. Dijeron que no viniera nadie, pero no creo que sea un problema
enseñarte la casa. —Tiene los labios entreabiertos, como si aún tuviera algo más que
decir, pero la interrumpo antes de que pueda terminar.

—Ahí es donde te equivocas, nena. Pueden surgir muchos problemas...


problemas que quizá no estés preparada para manejar. Asiente si sabes lo que puede

~ 38 ~
pasar si entro. —Empujo la puerta y la dejo pasar, entre el cielo y el infierno, fuera y
dentro, reclamando a mi Cami o volviendo a casa solo. Ahora que le he dado una
advertencia, quiero retractarme, temiendo que esté de acuerdo.

Ella asiente. —¿Es eso tan terrible? ¿Estamos yendo demasiado rápido? No
puedo dejar de pensar en lo que sentirás entre mis piernas y....

La corto con un grito ahogado afeminado. —No digas ni una palabra más. —Mi
corazón se estrella contra mi esternón. Me tiemblan las rodillas de debilidad. Visiones
de Cami desnuda bailan en mi cabeza, y una oleada de sangre y adrenalina endurece
mi polla hasta proporciones indescifrables. Ya no hay vuelta atrás. Tengo una chica
mala entre manos y me apetece jugar. Todos mis tópicos sobre tomárselo con calma se
vienen abajo.

—¿No? —debate mi respuesta y la mirada atónita de mis ojos.

—Di lo que quieras. Llévame donde quieras. Adentro. Arriba. A tu cama. Te


seguiré a cualquier parte. Pero tengo una pequeña petición, cariño. Si empezamos, no
terminamos.

—¿Nunca? —Su expresión recatada se turba de lujuria. Me lleva dentro, camina


hacia atrás por el vestíbulo de sus padres y se detiene al pie de la escalera.

Asiento con la cabeza. —Nunca. Ya sé que nunca acabaré contigo.

~ 39 ~
Capítulo 11
Cameron
HAY UNA PRIMERA VEZ PARA TODO

MIS MUSLOS TIEMBLAN DE EXCITACIÓN. Me estremece la emoción de saber


que, dentro de unos momentos, Wade Wolfe me convertirá en una mujer. Reprimo
una risita y siento el impulso de poner los ojos en blanco. Es una tontería, pero así es
como me siento. Greer tenía razón cuando dijo que podría ser demasiado hombre para
mí, pero he ido demasiado lejos para que me importe. Aceptaré el reto porque él es
todo lo que siempre he querido. El universo me ha agraciado con el regalo perfecto, el
deseo de mi corazón, y lo acepto agradecida.

—Lo sabes, ¿verdad? —Tartamudeo entre respiraciones entrecortadas mientras


la lengua de Wade recorre el lateral de mi cuello y sus manos se clavan en los carnosos
montículos de mi culo cubierto de bragas. Mi vestido cayó al suelo en cuanto cerré la
puerta de mi habitación. En algún momento entre nuestro salvaje torbellino de besos
y mis pasos hacia atrás hasta la cama, el material de seda se deslizó por los brazos y
bajó por mis piernas... pero aún no estoy segura de quién lo hizo.

—¿Que es tu primera vez? —Me acaricia la barbilla y acerca sus labios a los míos.
Me someto por completo, deseando que tome más y muriéndome por demostrarle
hasta dónde quiero llegar ahora.

Asiento con la cabeza entre besos, gimiendo con cada lametón y roce de nuestras
lenguas. Lo aspiro. Lo devoro. Y lo consumo como una glotona impenitente.

—Sí.

—Dilo, nena. Usa tus palabras. —Su tono sexy hace que mis muslos se contraigan
y mi mente se maree de lujuria... pero le doy lo que quiere.

~ 40 ~
—Es mi primera vez, Wade. —Mi respiración se entrecorta cuando su lengua se
sumerge más profundamente, y sus manos me acarician los pechos, amasando mi
carne hasta que mis pezones se tensan dolorosamente en su agarre.

—¿Y me quieres a mí? ¿Quieres que sea el primero? —Me desabrocha el sujetador
y deja que mis pechos desnudos caigan sobre sus palmas. Me pellizca cada uno de los
picos rígidos, haciendo rodar mis pezones entre sus dedos hasta que grito y caigo en
sus brazos.

Cuando me lame lentamente el pezón y me tira de la carne con los dientes, grito:
—¡Sí! ¡Por favor, sí!

—Me estás volviendo loco, ángel. Un hombre no puede aguantar tanto —me dice
Wade, enganchando sus antebrazos bajo mis muslos y levantándome sobre sus
caderas. Enrosco las piernas en su espalda, cierro los tobillos y froto descaradamente
mi coño contra su polla tiesa. Una marea de excitación me envuelve. El placer me
atraviesa por dentro y me hace gemir de sorpresa.

—Dame más.

Su voz rasposa se hace más grave y vibra contra mi piel cuando nuestros labios
hambrientos vuelven a encontrarse.

—Cariño, voy a ser un gran grano en el culo cuando se trate de ti. No te daré
tregua alguna y nunca te compartiré. Si alguien husmea a tu alrededor, lo aplastaré
contra el suelo. Entiende que no podré controlarme cuando se trate de ti. Entiende que
eres mía.

Le desabrocho la camisa y le quito las mangas de sus brazos esculpidos. La visión


de su piel dorada, torneada, masculina y grabada a la perfección, me deja en silencio.
Paso las palmas de las manos por su pecho cincelado, cubierto por una fina capa de
vello, y me derrito en su abrazo, besando, mordisqueando y salivando sobre su
musculoso físico. —Soy tuya —se me quiebra la voz de emoción—. Soy tuya.

—Y yo soy tuyo, cariño.

—¿Lo eres? —Su voz suena sincera, pero no puedo creer lo que oigo.

—Todo tuyo. —Me asegura con una sonrisa, y mi corazón se acelera de amor.

Lo acerco a mí, desesperada por sentir su piel pegada a la mía. Hambrienta de


sentir su peso conquistándome hasta la sumisión. Y ansiosa por sentir su polla
hundirse en lo más profundo de mi ser. Siempre supe que esperaba a alguien especial,

~ 41 ~
pero nunca supe que entregaría mi inocencia al único hombre al que amaré. Es una
tontería pensar en el para siempre tan pronto, pero mi corazón sabe que es mío. Incluso
antes de que él pronunciara las palabras.

—Esto se tiene que ir. —Wade mete los dedos en el dobladillo de mis bragas y
me las arranca de un tirón. Se lleva el material empapado a la cara y lame el pliegue
húmedo, untando mi excitación en sus labios con una sonrisa perversa. Se lame la boca
y sonríe más—. Llevo todo el día deseando hacer esto.

Finjo escandalizarme, pero mis palabras de falsa protesta se quedan atascadas en


mi garganta. Es lo más sexy que he visto nunca. Más sexy de lo que jamás hubiera
imaginado. Le meto la mano en los calzoncillos y se los bajo por los muslos, pero no
llego lo bastante lejos para quitárselos. Cuando gimo de disgusto, se ríe, divertido por
mi entusiasmo, y termina el trabajo.

—No seas tan impaciente. Déjame hacerte sentir bien primero. —Sus ojos se
dirigen a los míos y sus iris verde mar brillan con adoración. Se me derrite el corazón
y se me saltan las lágrimas.

—Me siento bien. Estar aquí contigo es lo mejor que....

Wade me interrumpe con un gruñido. —Cariño, hace años que no estoy con
nadie, y nadie me ha llevado a estas alturas. No sé cuánto duraré, y necesito hacer que
te corras nuestra primera vez juntos. Nunca pensé que querría hacer algo más que
jugar al hockey. Estaba tan jodidamente equivocado. Cuidarte y hacerte sentir bien se
ha convertido en mi trabajo a tiempo completo.

—Te quiero —susurro las palabras en voz baja, necesitando decirlas, pero
esperando que no pueda oírlas. Es demasiado pronto para decir palabras de amor. Sé
lo que siento, y estoy segura de que es real, pero algunas cosas es mejor no decirlas. Al
menos por ahora.

—Te quiero, Cami —responde, levantando la cara de entre mis muslos para
asegurarse de que le he oído. Casi me desmayo de la impresión, pero no hay forma de
que me pierda lo que ocurrirá a continuación.

Wade

~ 42 ~
Mi corazón palpita de amor. Hundo la cabeza e inhalo el aroma de su excitación,
saboreando el aroma de mi mujer, húmeda y preparada para mí. Se me acelera el pulso
y pierdo la cordura y el autocontrol. Un gemido emerge de la boca de mi estómago
mientras intento calmar mi lujuria, deseoso de tomármelo con calma, pero demasiado
excitado para frenar mi ímpetu.

—Esto es tan jodidamente bonito. —La visión de su coño húmedo me hace gruñir
de hambre y separar la costura de su sexo con la lengua. Ella se agita en mi agarre,
desconocedora de la sensación, pero yo mantengo firmes sus muslos. Paso la lengua
por su raja, zumbando de placer, saboreando su sabor y acariciando su botón hinchado
con cada pasada.

—Wade... Wade... Wade. —El sonido de mi nombre en su lengua hace que mi


dura polla se mueva hacia delante, ansiosa por hundirse en sus pliegues
aterciopelados y conquistarla por completo. Pero tengo que aguantar un poco más.

Apunto a su clítoris, acaricio y chupo ese dulce capullo, hasta que se paraliza,
arquea la espalda y se agarra a la sábana. Con cada movimiento de sus caderas, hundo
más la cara y presento a su coño intacto al único hombre que conocerá. Su intenso
aroma me llena las fosas nasales. Se me hace la boca agua y el hambre creciente me
hace perder el control.

—¡Wade! —Su dulce voz despierta a la bestia.

—Estoy aquí, nena... esperando probar tu placer. Muriéndome por reventar esta
cereza y derramar mi semilla en este coño. Vas a dejarme... ¿verdad, nena? Vas a darle
a tu hombre lo que quiere. —No sé qué me pasa. ¿Semilla? ¿Cerezas? Este no soy yo.
Corrección, no era yo. Mi amor y lujuria me han convertido en un demonio oscuro
empeñado en reproducirme con mi mujer y quedarme con ella para siempre.

—¡Sí, Wade! Oh Dios, ¡sí! —Enrosca las piernas alrededor de mi cabeza y levanta
las caderas para encontrarse con mi boca. Cuanto más se abre, más me esfuerzo por
dar rienda suelta a todos los deseos que acechan bajo su inocente superficie. Abro más
sus muslos y acaricio su clítoris con violentos latigazos que la llevan al límite. Grita
pidiendo clemencia y luego me suplica que siga. Me estoy volviendo loco. La creciente
libido de Cameron necesita ser saciada, pero yo ansío oír los agudos gritos de su
primer orgasmo antes de satisfacer mis deseos.

—Estás cerca, nena. —Sus muslos empiezan a temblar y mi esmero se intensifica,


caricias rápidas, luego lentas, duras y suaves. Cada gemido me pone más duro. Cada
grito me hace clavar la polla en el colchón con una desesperación que no sentía desde
la pubertad.

~ 43 ~
—¡Wade! ¡Oh, Dios! ¡Wade! Eres increíble.... —Me clava los dedos en el pelo y
tira, moviendo las caderas, gritando, gimiendo, jadeando mientras lentos temblores se
apoderan de sus miembros. Me pilla desprevenido, sorprendido por el espectáculo,
embargado por el amor y más decidido que nunca a hacerla mía.

~ 44 ~
Capítulo 12
Cameron
SORPRENDIDA IN FRAGANTI

NO PUEDO CONTROLAR el latido de mi corazón. La emoción me invade, pero


estoy lista para mucho más. Wade se pone de rodillas y engancha un pulgar en la
cintura de sus calzoncillos. Se los quita y la visión me hace saltar del susto. Me tapo
los ojos, pero la expectación y la emoción me hacen abrir los dedos para echar un
vistazo. El aire que he conseguido inhalar sale de repente de mis pulmones con un
estremecimiento.

Es perfecto, sublime... y Dios mío, es enorme.

—¿Deberíamos esperar? —Intento aplazarlo, pero su expresión malvada lo dice


todo. Me dará lo que quiera, pero me incitará a cambiar de opinión. Y sé que no tendrá
que esforzarse demasiado.

Se coloca entre mis piernas y aprieta su enorme polla, recorriendo mi sexo para
darme una idea de lo que me perderé.

—Nena, sólo tienes que decir la palabra. Volveré a ponerme los calzoncillos y....

Levanto la mano y me lanzo desvergonzadamente hacia delante para detenerle.


—¡No! No hagas eso. Creo que puedo tomarlo.

—Por supuesto que puedes tomarlo. Eres mi mujer. Si no eres tú, ¿entonces
quién? —Se hunde en mí lentamente, midiendo mi expresión y poniendo a prueba su
determinación. La repentina incomodidad da paso a un placer inconmensurable.
Asiento con la cabeza y muevo las caderas para que entre. Lo aguantaré. Lo cogeré
toda la noche si es necesario. Wade Wolfe me pertenece. Nadie volverá a poner sus
sucias manos sobre este hombre.

~ 45 ~
Wade se inclina hacia delante, me cubre con su cuerpo y me devora la boca con
un beso abrasador que intensifica mi excitación. Mis músculos se aflojan, aceptando
su invasión, acogiéndolo lentamente hasta que se desliza sin esfuerzo por mis
estrechas paredes y toca fondo con un gruñido.

—Joder, me estás estrangulando la polla, nena. Dime si te estoy haciendo daño


—gime Wade y modera sus embestidas, aumentando lentamente la fricción a un ritmo
tortuoso.

—No me haces daño. Hazme el amor, fóllame, clávame a la cama... pero hagas lo
que hagas, no te contengas. —Gimo, levantando las caderas para recibir cada
embestida y rezando para que acepte mi oferta.

—No sabes lo que quiero hacerte... lo que quiero hacerle a este coño —dice con
voz ronca y hunde su pesada polla en mi interior, penetrando, empujando con decisión
y llevándome al éxtasis. Le rastrillo la espalda con las uñas y rodeo sus caderas con las
piernas. Mis sentidos se agitan y todos mis miedos se desvanecen. Mi corazón retumba
de amor cuando me doy cuenta de que lo imposible ha sucedido. Por muy sucio que
se ponga, estamos haciendo el amor. Wade me quiere y yo le quiero.

—¡Dame todo lo que tengas! Por favor, Wade, llevo semanas pensando en tu
polla. —Mis ojos se abren de par en par cuando las palabras salen de mis labios, pero
no tanto como los de Wade. Su expresión se oscurece. Vuelve a ponerse de rodillas y
abre más mis muslos. Su mirada confirma que ha oído mi súplica y que piensa dármelo
con todas sus fuerzas.

Me parece bien. Me lo tengo merecido y pienso disfrutarlo.

—He pensado en reclamar este coño desde que te vi en la pantalla gigante. Sabía
que estabas destinada a ser mía, y tenía toda la jodida razón. —Wade desliza sus
manos bajo mi culo y hunde sus dedos en mis curvas. Me mete la polla con fuerza y
me parte en dos. Pero lo tomo. Lo saboreo hasta que el placer se multiplica por diez,
intensificándose hasta que me astillo en pedazos—. Nadie más que yo —canta con una
rabia irreconocible que me pone más caliente que el sol. Su fricción me mata y me
transforma en una chica mala... su chica mala.

—Nadie más que tú. Este coño es tuyo. —Se me escapa un aullido gutural cuando
mis inhibiciones se desvanecen y el deseo fundido se convierte en lujuria salvaje—.
Nadie más que tú.

—Nadie más que yo, Cami. —Sus labios reclaman los míos y sus manos cubren
mis pechos, acariciando cada montículo con una necesidad desesperada de poseer
cada parte de mí. Es rudo y luego suave. Dulce pero despiadado.

~ 46 ~
—Wade, estoy tan cerca. Por favor, no pares. —Arqueo la espalda y recibo cada
embestida, gimiendo, gritando, aullando a la luna como una loba rabiosa en celo
mientras asciendo a alturas que nunca he conocido. Me sacude sin freno, una bestia
incontrolada que me aparea, me folla y reclama mi cuerpo como suyo. Mis pulmones
traquetean y buscan aire. Mi corazón se acelera y mi pulso se acelera. El mundo deja
de girar mientras veo a este bruto de hombre destrozarme por dentro y por fuera a mi
orden. Nunca tendré suficiente.

—Te pertenezco, pequeña. En cuerpo y alma, te pertenezco. —Sus palabras me


dejan llena de amor, sin aliento y sin habla. Me coge las manos y las mantiene por
encima de nuestras cabezas. La fricción se ralentiza, pero cada embestida es más fuerte
y más gruesa. Nuestros cuerpos se tensan y nuestras miradas se fijan en el alma del
otro. Y justo cuando creo que voy a volverme loca, cuando el placer es demasiado para
soportarlo, una repentina oleada de éxtasis nos lanza por el precipicio y caemos
abrazados.

______
Estamos tumbados uno al lado del otro, disfrutando del placer posterior y
atrapados en un momento trascendental en nuestra vida que parece demasiado bueno
para ser verdad. Wade se pone de lado y me rodea la cintura con un brazo musculoso,
acurrucándome cerca.

—Espero que sepas que todavía vas a cenar conmigo esta noche. Quiero ver
bailar a mi chica.

Cubro mi risita con la mano, fingiendo recato después de haberle rogado que me
montara sucio hace unos momentos. —Bailo fatal —confieso.

—No, no me lo creo. No por cómo te mueves. —Su tierna sonrisa me derrite y


me acurruco en su abrazo. Nunca había sido tan feliz y tan segura de estar exactamente
donde debía estar.

—Lo intentaré de nuevo si prometes no reírte. —Le miro fijamente a los ojos
verdes, brillantes de adoración, y le retiro los mechones de pelo oscuro de la frente
sudorosa. Es tan guapo que duele. ¿Cómo voy a recuperarme si lo pierdo?

—¿Tienes algún sitio en mente?

Su cuerpo se relaja en el mío y se acurruca cerca de mí. —Cualquier sitio. En todas


partes. Quiero ir a todas partes y verlo todo contigo. He jugado sin parar desde que
era un niño. He llevado mi cuerpo al límite porque el hockey me convirtió en lo que

~ 47 ~
soy. Me ayudó a salir de Boston y me permitió cuidar de mi madre. Pero también me
llevo a ti. Me queda otro año en el equipo, y te necesitaré a mi lado para superarlo.

Mis ojos se empañan de lágrimas. —¿Qué me estás diciendo? ¿Me estás pidiendo
que tengamos una relación formal? —¿La gente todavía dice eso? Nunca he tenido novio,
y no sé qué jerga utilizan los chicos cuando proponen este tipo de cosas a una chica.

Se ríe entre dientes y apoya la frente en la mía. —Sí, y mucho más. Sé mi chica,
nena. —Wade suspira y me da un beso en los labios—. Hablaremos más de esto
mañana. Ahora mismo, me gustaría saber qué se siente al dormirse en los brazos de la
mujer que amo.

Mis hormonas se revolucionan, pero supero el dolor y me acomodo en su calor.


—Buenas noches, cariño.

Sólo unos minutos después un portazo me hace saltar de la cama. —¡Wade, hay
alguien aquí! Creo que alguien ha entrado en casa.

Corro hacia la puerta de mi dormitorio y pego la oreja a la madera, rezando por


oír una voz familiar. Quizá el ama de llaves se haya dejado algo. Tal vez el ayudante
de mi padre vino a buscar unos documentos a su despacho. Puedo librarme de ellos
fácilmente sin revelar que he traído a un hombre a mi habitación. Pero la alternativa
es impensable. ¿Y si alguien intenta asesinarnos?

—Déjame comprobarlo, cariño. Este es un barrio bonito, pero eso es precisamente


lo que atrae a los chiflados. Las casas como ésta siempre tienen las mejores cosas para
robar. —Wade se pone los pantalones y coge un atizador de la chimenea—. No abras,
y repito, no abras la puerta si oyes una refriega. Llama a la policía.

Sacudo la cabeza. —No, deja que te ayude. Somos un equipo. —Agarro su camisa
y abrocho rápidamente los botones—. Me quedaré cerca de ti. Soy la que los reconocerá
si es alguien que conozco. —Susurro y me aferro a su espalda.

Abre la puerta de golpe y los dos gritamos cuando un par de ojos azules que nos
resultan familiares nos devuelven la mirada. —Cameron Elisabeth, ¿tienes a un
hombre en tu habitación? —Mi madre grita ofendida—. ¿Has estado teniendo sexo?

Le cierro la puerta en las narices y me apresuro a vestirme. —¿Por qué estás aquí?
Se supone que deberías estar en Sleep Hollow —grito a través de la puerta, furiosa por
haberme arruinado la mejor noche de mi vida. Tengo veintiún años, no quince. Me
juró que tendría intimidad cuando me convenció de no comprarme una casa el año
pasado.

~ 48 ~
—Niñita, sabía que no tramabas nada bueno. Abre la puerta ahora mismo o llamo
a la policía —me amenaza y traquetea con el pomo para entrar.

Se me calienta la cara de rabia y se me saltan las lágrimas. Wade probablemente


piensa que ha cometido un error colosal liándose con una chica a la que su madre
regaña como a una niña. —Lo siento mucho. Suele ser un bodrio, pero últimamente se
comporta de forma aún más extraña.

Me coge por la cintura y aprieta su pecho contra mi espalda, abrazándome hasta


que se me calman los nervios y se me pasan las lágrimas. —Hablaré con tus padres.
Nos queremos. Puedes venir a casa conmigo hasta que se calmen.

Asiento y accedo a abrir la puerta después de avisar a mi madre de que vamos a


salir. —No hagas cosas raras. Es mi novio. —Me giro para mirar a Wade en busca de
garantías de que no me he precipitado. Él asiente—. Sí, soy tu novio. Hablaremos y
luego nos iremos. Juntos. —Sus palabras me dan fuerzas. Mi madre hará un escándalo,
pero no dejaré que se interponga entre nosotros.

Con mi mano unida a la suya, abro la puerta para enfrentarme a la ira de Cordelia
Rochester. Echa un vistazo a Wade y luego me mira a mí. Sin dirigirnos la palabra, se
dirige a lo alto de la escalera y grita a mi padre.

—¡Llama a la policía!

~ 49 ~
Capítulo 13
Cameron
LA RABIETA

—DEJA DE PREOCUPARTE POR TU VESTIDO. Estás deslumbrante. —Mi


madre me aparta la mano del bajo escote y me ajusta el sujetador a través del vestido.
Gruño de frustración y vuelvo a poner mi rebosante canalillo en su sitio. Fuera de la
ventana, la campiña neoyorquina me recuerda que cada vez estoy más y más lejos de
mi Wade.

Seguiré con esta farsa por una sola razón. Si voy a esa fiesta en Sleepy Hollow,
me ha prometido que retirará los cargos contra Wade. Estoy absolutamente
mortificada. Se llevaron a mi hombre esposado, como a un vulgar criminal. Lo acusó
de allanamiento y robo y casi se sale con la suya alegando corrupción de menores.
Menos mal que tenía mi identificación lista para enseñársela a la policía, o podría
haberlo conseguido.

No le culpo si no quiere volver a verme nunca más. Sólo le he causado problemas


a él y a su carrera. Podría estallar un escándalo si los periódicos se enteran de esta
historia y lo pintan como un desalmado lascivo.

—Parezco una prostituta. Prometiste que sacarías a Wade de la cárcel y aún no


sé nada de él. Necesito un teléfono. —Le cojo el bolso, pero me aparta la mano de un
manotazo—. ¿Quién lleva un vestido así en público? —No puedo creer que me haya
convencido para ir a una fiesta por un hombre que apenas conozco. Aunque no
pudiera mantener mi cita con Wade hasta que las cosas se calmen, podría haber visto
la última temporada de mi serie favorita con Greer. Hay tantas noticias que contar
sobre el gran evento de anoche. Wade Wolfe me quiere. Me miró directamente a los
ojos y me pidió que fuera su novia… con todas las palabras.

No estoy segura de lo que significa ahora que las cosas han cambiado. No hemos
hablado desde que se lo llevaron. Mi madre destrozó mi teléfono y cerró mi cuenta.
No tiene forma de localizarme.

~ 50 ~
—Haz esto por tu padre. Su empresa tiene problemas, y un escándalo como el de
anoche podría ser el golpe de gracia. —Mi madre sigue mintiendo. Se cree que no
puedo ver a través de sus medias verdades y hacerme sentir culpable, pero no me creo
nada de lo que me diga.

—¿Qué escándalo? Eres tú la que has hecho una montaña de un grano de arena.
Tengo veintiún años. Wade Wolfe es un atleta famoso y estamos enamorados. A nadie
le importa que la hija de alguien salga con el capitán del New York Storm. En todo
caso, se limitarán a molestar a papá para que les consiga entradas —digo con un
chasquido y vuelvo a ajustarme las tetas, furiosa conmigo misma por haber aceptado
llevar un vestido tan horrible.

Sonríe con recato y le da instrucciones al chófer para que nos lleve directamente
a la finca de Helen Chamberlain. Me quedo con la boca abierta. Toda la velada parece
una trampa, y este vestido de fulana es parte del cebo. —¿Y papá? ¿No viene? —Mi
padre se fue antes que nosotras y tenía entendido que lo recogeríamos en la casa de fin
de semana de mis padres, a unas manzanas de aquí. Me doy la vuelta en mi asiento y
chasqueo la manilla de la puerta antes de que el conductor pueda alcanzarnos. Cuando
salgo a la calzada, mi madre me coge del brazo y me vuelve a meter dentro.

—Tu padre y yo estamos en una situación delicada, pero no tanto como el futuro
de su empresa. La señora Chamberlain está desesperada por casar a sus hijos... —Me
alejo, negándome a dejar que termine la frase.

—¿Has perdido la cabeza? —Levanto la voz para llamar la atención, pero apenas
se inmuta y me devuelve al redil. Este es un nuevo nivel de traición. Tendré que
planear mi huida lo antes posible.

—Baja la voz. La gente nos observa y no quiero que la Sra. Chamberlain se lleve
una impresión equivocada. Nadie dice que tengas que casarte con él, por el amor de
Dios. Pero quiero que te hagas la simpática y finjas que estás interesada. Si actuamos
de forma encantadora ante un posible emparejamiento, tal vez no deje que su hijo
destruya la empresa de tu padre —susurra y me mete la mano en la espalda, ya sea
enderezando mi postura o preparándose para meterme la mano bajo el vestido como
un ventrílocuo.

—¿Hugo? ¡Es un hombre mayor! ¿Por qué no puede buscar a alguien más cercano
a su edad? —Vuelvo a intentar zafarme de su agarre, pero me pellizca la cintura y me
empuja hacia delante, casi haciéndome chocar con un camarero que pasa por allí
llevando champán para los invitados.

—¿Va todo bien? —Hugo Chamberlain se acerca y me coge de la mano,


estabilizándome sobre los tacones de aguja de diez centímetros que mi madre me puso

~ 51 ~
en los pies. Apesta a alcohol y tiene la expresión de un hombre que no se alegra de
verme. Retiro mi mano de la suya y me aliso el vestido—. Sí, gracias. Me engañaron
para que viniera.

Se hace a un lado y dirige su severa mirada ebria a mi madre. Ella chilla de


sorpresa o de asombro ante su impresionante figura. Tendrá unos cuarenta años, pero
es un dios entre los mortales. Ojos azules, pelo negro, montañas de músculos bajo un
traje italiano finamente confeccionado... parece un Clark Kent apetitoso. Me doy unos
golpecitos en el vientre para calmar a las mariposas traicioneras que, al parecer, no son
leales al único y verdadero amor de nuestras vidas. No hay comparación. Ojalá Wade
estuviera aquí. No hay nadie más guapo, dulce y sexy que él.

—Es encantador volver a verte, querida. Eres aún más hermosa de lo que
recordaba. —Helen Chamberlain, la gran dama de la alta sociedad neoyorquina,
aparece ataviada con un vestido de baile y una tiara. Es un atuendo extraño para una
simple cena, pero los inmensamente ricos siempre me confunden. Me aprieta la mano
y sus dedos adornados de diamantes me pellizcan la piel. Sonrío y aguanto,
arrastrando los pies para alejarme.

—Gracias. No sabía que íbamos a venir esta noche. Parece que va a celebrar una
fiesta.

Intento hacer cumplidos, pero fallo estrepitosamente. Tanto Hugo como Helen
se quedan callados, atónitos ante mi declaración, y se vuelven para mirar a mi
sonrojada madre.

—Cordelia Rochester, ¿qué significa esto? ¿Cómo llevas a tu hija a su propia fiesta
de compromiso sin decirle que está prometida? —Mientras Helen reprende a mi
madre, la realidad se impone como una tonelada de ladrillos.

—¿Qué ha sido eso? —Mis ojos van de un lado a otro y se posan en mi madre.

Sonríe entre dientes y miente. —Te lo explicaré cuando estemos solas. No hay
nada grabado en piedra.

—Acaba de decir que es una fiesta de compromiso. —Doy un pisotón y cojo dos
copas de champán de una bandeja. Me bebo la primera y luego la segunda, con la
esperanza de quitarme el mal sabor de boca. Puede organizar diez fiestas. No me voy
a casar con nadie más que con Wade.

—Si Cameron no quiere estar aquí, entonces no veo razón para continuar. Este
comportamiento es inconcebible. —Hugo rechina entre los labios fruncidos y se vuelve
hacia su madre—. Y seguir por este camino es irrazonable, incluso para ti.

~ 52 ~
—No saques conclusiones precipitadas. Todo el mundo está aquí. Cordelia
hablará con ella y todo seguirá según lo planeado. —Helen toma un sorbo de vino y
evita el contacto visual con su hijo. Debería haber sabido que no debía venir. Todo el
mundo en la vida de mis padres está loco de atar.

El rostro impecable de Hugo se retuerce de furia. Con tono cortante, se vuelve


hacia mí y gruñe. —¿Sabes por qué estás aquí? —Ladea la cabeza y sonríe—. No lo
sabes... ¿verdad?

—Hugo, no hemos hablado de los detalles. Dale tiempo —interviene mi madre.


Sus esfuerzos por calmar mi creciente ansiedad se quedan cortos. Puede que Hugo sea
vanidoso, conflictivo y un pesado de talla mundial, pero es obvio que no quiere estar
aquí más que yo.

—Tus padres y mi madre creen que deberíamos casarnos. Mi madre me chantajea


con mi herencia y sólo Dios sabe cómo te convencerán —balbucea con rabia.

—No hay nada con que chantajearme —ladro, y salgo corriendo hacia una
multitud de buenos deseos que me felicitan a mi paso.

—¡Cami! ¡Ven aquí! Esto es un asunto serio. —Mi madre intenta controlar la
situación, pero no es lo suficientemente rápida para atraparme. Mi corazón late a mil
por hora. Las lágrimas corren por mis mejillas y me tapan la vista, pero mis piernas
siguen bombeando, llevándome a través de la multitud y hacia el jardín. Tengo que
hablar con Wade o Greer. Tengo que buscar un sitio al que ir antes de que mis padres
me deshereden y me dejan en la indigencia. Antes de localizar un teléfono, oigo la voz
de mi padre a unos metros de distancia.

—Cameron Rochester, si te vas, te echaré a la calle. Quizá he sido demasiado


sentimental para hacer el trabajo sucio que hay que hacer, pero me aseguraré de que
estés en la iglesia de Santa Teresa dentro de dos meses. —La orden de mi padre me
rompe el corazón. Me tambaleo sobre los tacones, sin fuerzas y mareada por haber
bebido tan deprisa—. No podemos salvarte. Tienes que salvar a tu familia. Estamos al
borde de la banca rota. Fusionarnos con Industrias Chamberlain es la única forma de
evitar que todo se derrumbe sobre nuestras cabezas. Y espero que hagas tu parte. —
Me mira con desdén y señala al suelo, esperando que obedezca como un perro.

—Se irá esta noche. —Mi hermana mayor Amelia aparece entre la multitud, me
agarra del brazo y me aleja rápidamente. No miramos atrás. No hablamos hasta que
nos libramos de los invitados que quieren ver la escena de primera mano. Me limpio
las lágrimas, levanto la barbilla y me dirijo hacia la puerta, golpeando con las tetas por
delante a un hombre desprevenido.

~ 53 ~
—Lo siento —su suave voz me pone la carne de gallina.

—¿Wade? ¿Qué haces aquí? —Murmuro entre lágrimas, y mi corazón levanta el


vuelo.

—He oído que te has prometido.

~ 54 ~
Capítulo 14
Wade
LO QUE ES MÍO ES MÍO

SER ARRESTADO no fue más que un breve inconveniente. Los policías supieron
al instante quién era yo y me elogiaron por haber marcado el gol de la victoria en el
séptimo partido. No fui yo, pero no tenía sentido corregirles cuando estaban tan
emocionados por conocerme. La mayor parte de mi estancia en la cárcel fue una
mierda rutinaria. Tenían la declaración de Cami y sabían que estaba en su casa como
invitado. En cuanto llegó mi abogado y les cantó las cuarenta por haberme detenido,
me fui a casa.

Lo creas o no, que me detuvieran no fue lo peor de las últimas veinticuatro horas.
No he hablado con Cami desde que la policía me detuvo. Intenté llamarla varias veces.
Sin respuesta. Fui a su casa, me disculpé con su madre y le rogué que le diera un
mensaje a Cameron. Ella se negó y luego amenazó con llamar a la policía de nuevo.

Puedo encargarme de la policía, pero no puedo perder más de mi valioso tiempo


en la cárcel. Necesito ver a Cami ahora.

En un acto de pura desesperación, envié un mensaje a su hermana en las redes


sociales. No estaba seguro de que fuera a ayudarme. Cami me dijo que no eran muy
amigas, pero no tuve más remedio que suplicar su ayuda.

Afortunadamente, recordé su nombre, Amelia Sinclair. Y fue fácil reconocerla


entre las muchas Amelia Sinclair que viven en Manhattan. Los mismos ojos azules. El
mismo pelo oscuro. Ella y Cami podrían ser como dos gotas de agua.

Respondió en segundos. Hablamos. Bueno, despotricó. Amelia me contó sus


muchas quejas y me informó de que estaba demandando a su padre en nombre de su
madre. Pero nuestra conversación no acabó ahí. Eso fue sólo el principio.

~ 55 ~
Me dijo que los padres de Cameron habían estado conspirando durante meses
para hacerla sentir culpable y que se casara con el mayor rival de su padre, Hugo
Chamberlain. Conozco su nombre. Estoy familiarizado con su maldita cara. Los
hermanos Chamberlain tienen un abono de temporada y son buenos amigos del dueño
del equipo, Theo Rowan. Juró que Cami no tenía ni idea. Pero que averiguaría la
terrible verdad esta noche... en su fiesta de compromiso.

¿Fiesta de compromiso? Mi corazón se hunde, y la ira se forja. Normalmente


tardo cerca de una hora en llegar al condado de Westchester desde el Bajo Manhattan,
pero mi conducción exaltada y frenética nos lleva allí en treinta minutos.

—La casa está justo delante. Aléjate del puesto del aparcacoches y aparca al final
del camino. —Amelia señala un lugar junto a la valla y me indica que apague los faros.
Es un poco mandona, pero lo dejo pasar porque ha accedido a ayudarme con tan poca
antelación.

—¿Qué ganas con esto? —Cuestiono sus intenciones mientras nos escabullimos
hacia el jardín y nos dirigimos a la puerta principal. No parece altruista y Cameron y
ella no son amigas. Por mucho que quiera creer que se preocupa por los mejores
intereses de Cami, podría estar haciéndome caer en una trampa.

—Le debo una. Siempre trató de ser una buena hermana, pero mi corazón roto la
mantuvo alejada. En el fondo, estaba resentida con ella por algo que no podía
controlar, y me avergüenzo de mí misma. Se merece tener la hermana mayor que
siempre quiso, y me gustaría poner las cosas en su sitio. —La sobria respuesta de
Amelia casi me hace llorar. Entiendo su dolor. No sé cómo me sentiría si descubriese
que mi padre tiene otro hijo al que quiere tanto como para criarlo.

—Habría venido esta noche con o sin ti. Hugo Chamberlain es un engreído,
codicioso y arrogante grano en el culo, pero sé que no quiere casarse con ella. Su madre
le está presionando con miles de millones para que acate sus deseos. Debería haberle
contado a Cami lo que estaba pasando, pero no supe toda la historia hasta hace dos
noches. —Me sonríe con complicidad—. Y como sabes, ha estado ocupada.

Se mueve lentamente por la puerta principal y extiende la mano para impedir


que la siga. —Deja que me adelante. Tú llamarás demasiado la atención, y si su madre
te ve primero, puede que no tenga la oportunidad de llegar hasta ella.

Asiento con la cabeza y cruzo los brazos sobre el pecho, ansioso por ver a mi
Cami, pero no dispuesto a dejar que el hambre que siento por ella arruine el plan. Toco
el reloj para poner en marcha el temporizador.

~ 56 ~
—Cinco minutos. Necesito verla. Tiene que saber que no estoy enfadado con ella.
—Y necesito alejarla de la gente que quiere apartarla de mí. Grito esa última parte en
mi mente.

—Cinco minutos. Oh, creo que ya la veo. —Amelia me hace un gesto con el
pulgar y se escabulle por la puerta, desapareciendo entre una multitud de gente
enjoyada de la alta sociedad.

Los segundos pasan como minutos, los minutos como horas. Mi paciencia se
convierte en polvo cuando llego a los cuatro minutos y treinta segundos. Abro la
puerta de un empujón y choco contra la única persona a la que quiero ver.

—Lo siento. —Miro fijamente a la chica más guapa del mundo y veo cómo sus
ojos se abren de par en par al reconocerme. Es un regalo para la vista, pero su cara
llena de lágrimas me parte el corazón en dos.

—¿Wade? ¿Qué haces aquí? —A Cameron le tiembla el labio inferior cuando la


acerco para abrazarla.

—He oído que te has prometido —murmuro, presa de la emoción de nuestro


reencuentro. Llevamos un día separados y parece que hace meses que no la tengo en
mis brazos. Inclino la cabeza hacia delante y le susurro al oído—. Explícate, pequeña.
Recuerdo específicamente que te declaraste mía.

—¡Wade! No puedes creer que quiera estar aquí —hace un mohín y murmura
entre lágrimas—. Mis padres.... mi padre... creía que seguías en la cárcel y me
prometieron retirar los cargos si venía. Yo nunca... —está demasiado conmovida para
terminar la frase.

—Soy el único prometido que tendrás. Lo que es mío, es mío. —Le paso un dedo
por la mejilla y atrapo una lágrima—. No llores más, cariño. Esta noche me llevo a mi
chica a casa.

Nos inclinamos para besarnos, pero nos sobresaltamos cuando Amelia se queja
con disgusto. —¡Tú! —No se refiere a nuestra exhibición pública. Su veneno va
dirigido al hombre que está en el lado opuesto del vestíbulo.

Hugo Chamberlain la señala y gruñe con desprecio. —¡Tú!

—¡No voy a hablar contigo! —Amelia gira sobre sus talones y sale corriendo por
la puerta principal, con el dedo corazón en alto.

~ 57 ~
Hugo se pasa las manos por el pelo y se lo despeina con rabia. —¡Amelia! —Dice
mientras persigue a Amelia hasta el jardín y pide a gritos su coche.

—¡Cameron! —Antes de que podamos escaparnos sigilosamente, su padre se


acerca y le tiende la mano, esperando que la coja. Ella se mete en mi abrazo y apoya la
espalda en mi pecho, canalizando todo el coraje que puedo ofrecerle. Su expresión
severa la pone tensa, pero le paso la mano por la espalda para calmar sus nervios—.
Vamos, cariño. No hace falta que digas nada.

—Cameron, no nos humilles. No te crie para que abandonaras a tu familia. —


Hace una mueca, enfadado porque ella no accede a sus deseos, y amenaza con
llevársela por la fuerza. Me pongo delante de ella e inflo el pecho como un gorila,
retándole a que pase por encima mío. No lo hará. Los matones como él siempre se
echan atrás ante una pelea.

Los invitados empiezan a rodearnos, curiosos por el escándalo, susurrando mi


nombre en voz baja. Después de tanto tiempo, aún me sorprende que la gente me
reconozca fuera del hielo.

Sin dejarse intimidar por los espectadores, Cameron levanta la barbilla con
desafío y me estrecha la mano con fuerza. Mi corazón se hincha de orgullo. Me llevo
su mano a los labios y me la llevo, aliviado y agradecido de que me haya elegido.

Mientras nos alejamos, se vuelve hacia su padre y le dice adiós con la mano. —
Lo siento, papá. Pero eso es exactamente lo que me enseñaste. —Esta es mi chica.

Salimos corriendo hacia el jardín, besándonos y riéndonos, corriendo


desenfrenadamente hasta llegar a mi auto. —Me prometiste que me llevarías a bailar.
—Ronronea en mis labios hambrientos y aprieta sus pechos semidesnudos contra mi
pecho. El tacto de sus pezones rígidos hace que mi polla se alargue contra mi muslo, y
al instante me arrepiento de haber hecho esa promesa—. Vaya vestido, señorita
Rochester. Espero que sepa que tengo planeado arrancárselo con los dientes.

Cameron se ríe entre dientes y se desliza en el asiento del copiloto. Levanta la


mirada y arruga la nariz cuando el sol poniente le ilumina los ojos. —¿Me has seguido
hasta aquí? ¿Me está robando mis técnicas, Sr. Wolfe?

Cierro su puerta y rodeo la parte delantera del coche lo más rápido posible,
ansioso por quedarme a solas con mi chica. Me acomodo y cierro la brecha que nos
separa.

—Lo dije en serio. Te seguiré a cualquier parte.

~ 58 ~
Acerca sus labios a los míos con esa dulce sonrisa que tanto me gusta. —Ya somos
dos.

~ 59 ~
Epílogo
Wade
TRES MESES MÁS TARDE

—¿QUÉ quieres decir con que te retiras? Sabes cuánto te quieren los aficionados.
—El dueño del equipo, Theo Rowan, se pasea por delante de su escritorio y junta las
manos como una pirámide, llevándose los dedos a la boca—. ¿Es porque estás casado?
El hockey y el matrimonio no se excluyen mutuamente. La mitad de los jugadores
tienen mujer —señala la puerta como si todo el New York Storm estuviera esperando
fuera.

Sacudo la cabeza con fastidio, luego cambio de trayectoria y asiento con la cabeza.
—El deporte y el matrimonio no son mutuamente excluyentes, pero quiero que mi
mujer sea feliz. Los dos sabemos que ya he pasado mi mejor momento, y cada día que
salgo al hielo es otro día que podría tener una lesión permanente. Conseguí la carrera
que quería, y aunque Cameron está dispuesta a tolerar los viajes y el tiempo separados,
yo no. Se gradúa en la universidad en diciembre y quiero que empiece la escuela de
diseño en enero. Es un programa riguroso y no le permitirá viajar conmigo. Vidas
separadas no son una opción.

Theo gime disgustado. —Eres un bebé. Un poco de tiempo separados nunca hace
daño a nadie. —Apuesto a que por eso lleva tanto tiempo soltero. Es guapo, casi
encantador y más rico que Dios, pero su trabajo es su vida. Nunca ha hecho espacio
para nadie más. Lo entiendo porque yo fui él. Hasta que llegó Cami, nunca tuve tiempo
ni ganas de pararme a oler las rosas. Pero ahora todo ha cambiado para mejor.

—Querer construir un matrimonio estable no me convierte en un bebé. El bebé


eres tú por hacer una pataleta —me río entre dientes y tomo asiento en el borde de su
escritorio. Odia que me siente aquí, pero ¿qué va a hacer? ¿Despedirme? Mi contrato
termina en diciembre, y obligué a Athena a aplazar la renovación en cuanto decidí
declararme... que fue casi inmediatamente después de conocer a mi chica.

~ 60 ~
Pisotea su brillante mocasín italiano, pero niega estar enfadado. —Esto son
negocios, simple y llanamente. Tengo un equipo que dirigir y la temporada acaba de
empezar. ¿Quién te va a sustituir? Los fichajes no son hasta el próximo julio. —El
chantaje emocional nunca funciona conmigo, pero me halaga que no esté ansioso por
verme marchar. Por el bien de nuestra amistad y de las repercusiones a largo plazo de
cabrear a un hombre tan poderoso, decido echarle una mano.

—Un pajarito me ha dicho que Jack Reynolds, de Filadelfia, quiere mudarse a


Nueva York. Compartimos representante y está tanteando el terreno. Tiene raíces en
la ciudad y se le podría persuadir de venir aquí por la oferta adecuada. —Athena me
matará por interferir en sus negociaciones, pero me prometí a mí mismo que pondría
las cosas en marcha antes de la boda.

Finge indignación, pero sé que está intrigado. Reynolds y yo nos conocemos


desde hace mucho. Somos rivales en el hielo y amigos fuera de él. No hay mejor capitán
de equipo en la liga... después de mí, claro, y pillarlo enfurecería al archienemigo de
Theo, Michael O'Mara, el dueño de las Furias de Filadelfia. Tienen una relación
Batman-Joker, pero ambos se creen que son el superhéroe.

Theo relaja los hombros y toma asiento en su escritorio. Sus ojos brillan de alegría.
Mataría dos pájaros de un tiro si le robara Reynolds a O'Mara. Sería como Navidad, su
cumpleaños y el Cuatro de Julio en uno. —Dile a Athena Swift que me llame y discutiré
las propuestas con ella.

Jadeo y me pongo la mano sobre el corazón, fingiendo ofenderme. —Te has


recuperado rápido. No puedo creer que pasaras por encima de mi tumba después de
que te diera otro anillo de campeón.

Sus ojos se entrecierran con sospecha. —¿Me estás tomando el pelo?

Asiento con la cabeza y me río mientras salgo de su despacho. —Sí, claro que sí.
Haré que mi gente llame a tu gente. —Lo que sea para pasar más tiempo con mi mujer.
Y a propósito de eso, juré que llegaría a casa a mediodía, y tengo quince minutos para
llegar a casa. De camino al ascensor, golpeo el reloj y pongo el cronómetro en marcha.
Apuesto a que llegaré con tiempo de sobra.

Dejar el deporte no me parece prematuro. Atenea tenía razón. No puedo


arriesgarme a sufrir otra conmoción cerebral o una fractura. Mi cuerpo no se recupera
tan rápido como a los veinte años. Cameron y yo intercambiamos votos para amarnos
y apoyarnos en la salud y en la enfermedad. Me lleva doce años de juventud y
exuberancia. Tengo que seguirle el ritmo. Y quiero estar cerca para amar a mi chica
todo el tiempo que pueda. Estamos recién casados, locamente enamorados y

~ 61 ~
preparándonos para más de cincuenta años de felicidad conyugal. No arriesgaré
nuestra felicidad por un juego.

Además, tengo otros sueños y proyectos profesionales por delante. Ahora


mismo, quiero que Cameron persiga algunos de los suyos.

Aparco en la calle y apago el motor, buscando por costumbre, cualquier señal de


Cami en el paisaje. Han pasado meses desde que me acechó y no he olvidado lo mucho
que me gustaba pillarla in fraganti. Miro la hora y estoy en la escalera de entrada con
dos minutos de antelación. Dijo que estaría aquí a mediodía, lo que probablemente
significa que está preparando la comida, pero yo tengo el corazón puesto en un poco
de placer vespertino.

¿Comida y sexo? Sí, por favor.

Meto la llave en la cerradura y me quedo inmóvil cuando oigo un silbido torpe a


lo lejos. Conozco ese silbido. Cami siempre hace todo lo posible por animarme en los
partidos, y puedo oír su agudo silbido desde el lado opuesto de la pista. Por eso sé que
mi chica se lo está pasando bien.

Confundido, miro por encima del hombro y luego bajo, buscando en la estrecha
calle señales de Cameron. En unos instantes, mi mirada se posa en una boina roja que
asoma por las escaleras de un sótano dos casas más abajo. Mi corazón baila
alegremente cuando veo un par de ojos azul pálido que me miran desde detrás de unas
peculiares gafas con montura de cuerno. Se asoma desde un lado de la escalera y luego
se encoge, ahogando una risita con la mano.

Mi chica quiere jugar.

Me alejo de ella y subo la escalera de entrada hacia la puerta. Cuando llego al


último escalón, tiro las llaves cerca del felpudo de bienvenida y me inclino hacia
delante para quitarlas del cemento. Permanezco encorvado, asomando el culo para su
disfrute. Mis esfuerzos no pasan desapercibidos. Me silba y desaparece tras las
escaleras.

Puedo hacerlo mejor.

Paso por la puerta, pero la dejo sin cerrar, esperando que no espere demasiado
para acompañarme dentro. De hecho, sé cuál es la mejor manera de traerla a casa. El
ventanal de la sala de lectura del segundo piso de Cami ofrece la vista perfecta para
cualquiera que esté en la acera de enfrente. Le he dicho un millón de veces que
mantenga las cortinas cerradas, y ella sigue mostrando sus asuntos a todo el West
Village. Ella cree que exagero, pero está a punto de descubrir cuánta razón tengo.

~ 62 ~
Me quito la camisa, me desprendo de los pantalones y descorro las pesadas
cortinas de terciopelo hasta que el movimiento llama la atención de Cami en el exterior.
Entrecierra los ojos y se queda boquiabierta al ver mi pecho desnudo. Flexiono los dos
bíceps por encima de la cabeza como un culturista. Le hago una pose de pecho lateral,
un tríceps lateral, un doble bíceps trasero, luego me bajo los calzoncillos y le doy el
golpe de gracia, los dos glúteos a la vez.

Oigo el portazo de la puerta principal y las rápidas pisadas de Cami corriendo


escaleras arriba. —¡Wade Wolfe! Cómo te atreves a exhibir ese cuerpo ante extraños.
—Sale corriendo al pasillo y atraviesa con dificultad la puerta de la sala de lectura—.
La pobre señora Leibowitz está paseando a su perro tres casas más abajo. Y si te
hubiera visto desnudo... —Se queda muda cuando me giro hacia ella con una erección
kilométrica, esperando su atención.

—Funcionó, ¿verdad? —Me abalanzo sobre ella con el corazón en un puño y la


lujuria en los ojos.

—Funcionó... —Los ojos de Cami se dirigen a los míos y luego bajan hasta mi
pene. Ojos. Pene. Ojos. Pene. Parece que está considerando sus opciones, pero no le
doy tiempo para pensar demasiado.

—¿Has disfrutado las vistas? —Le tiro de la blusa por encima de la cabeza y le
quito el sujetador. Sus pechos llenos y adaptables caen en mis manos y no tardo en
llevarme un pezón a la boca. Ella gime, moviendo su peso de un lado a otro mientras
yo devoro sus picos rígidos con el hambre de un hombre hambriento. Beso sus labios
temblorosos y luego lamo el costado de la cara hasta el cuello. Soy un depredador que
prepara a su presa antes del festín, y no hay mejor bufé sexual que el de Cameron.

—Wade, mis piernas. Me fallan las piernas —gime necesitada mientras se le


doblan las rodillas. La levanto para abrazarla y la estrecho entre mis brazos, dando
pisotones como Godzilla hacia el sofá.

—¡En mi sofá de lectura no! —Señala un cómodo sillón y la dejo caer sobre el
reposabrazos. Los vaqueros se deslizan con facilidad. Sus bragas de encaje siempre se
rompen de un tirón. Se las meto en la boca y le doy un azote en el culo para que deje
de retorcerse.

—Basta de insolencias, señora Wolfe. Voy a follarte hasta que pidas clemencia a
gritos. —Ella asiente y se agarra al reposabrazos, preparándose para el viaje de su vida.
Santa mierda, ella es un sueño y cada día es mejor y mejor. Alineo mi polla con su
húmeda raja y la recorro, una, dos veces, lo suficiente para empaparla con su goteante
excitación. Mi cabeza está eufórica con el olor a sexo.

~ 63 ~
—¡Wade! —Cameron levanta el culo y ofrece su coño. Nunca tiene que pedírmelo
dos veces.

—¿Es esto lo que quieres? —Le gruño al oído e introduzco mi polla en su estrecho
canal. Sus estrechas paredes me reciben con un abrazo de pitón que casi me hace caer
de culo. Gruño, metiendo y sacando la polla con fuerza, con una mano en su culo y la
otra colocada estratégicamente en su clítoris. Con cada embestida, acaricio ese dulce
botón, llevando a mi mujer a un sensual frenesí que me lleva al borde de la locura.

—¡Sí! Eso es lo que quiero. Es lo que siempre he querido. —Cae hacia delante, se
quita las medias y grita salvajemente mientras su coño caliente me estrangula hasta la
sumisión. Mi cerebro explota. Mis pelotas se tensan y mi polla entra en erupción dentro
de ella. Odio cuando me hace correrme demasiado rápido, pero joder, qué bien sienta.

—¿Qué quieres decir con que es todo lo que siempre has querido? —Me inclino
hacia delante y beso su nuca—. ¿Qué hay de mi personalidad, Cameron Wolfe? ¿Y mi
cerebro, mi sentido del humor y mi incomparable talento sobre el hielo? Soy el paquete
completo, pequeña, y más vale que lo reconozcas —me burlo de ella y vuelvo a subirla
a mi regazo.

—Creía que lo sabías. Sólo estoy aquí por la polla. —Se ríe dulcemente y me
limpia la frente sudorosa—. Me encantas, cariño. Me encantan todos tus paquetes.

—Eres una chica sucia. —Hundo los dientes en su hombro y la estrecho contra
mi pecho—. Le dije a Theo que no iba a renovar mi contrato un año más.

—¿Se lo dijiste? —Aunque lo hemos hablado muchas veces, su cara de sorpresa


me dice que no creía que fuera a hacerlo. No es fácil alejarse, pero sé que es lo mejor
para nuestra familia... la que queremos empezar el año que viene.

—¿Has considerado la oferta de entrenar al equipo de EE.UU.? Athena me ha


dicho que realmente te quieren, y es una gran oportunidad para hacer lo que te gusta,
evitar las lesiones y quedarte en una ciudad. —Entrelaza sus dedos con los míos y me
besa los nudillos, tratando de hacerme entrar en razón con coquetería.

Sacudo la cabeza y gruño de impaciencia. —Esa ciudad es Colorado Springs. Tú


vas a empezar la escuela de diseño aquí, en Nueva York. Eso no es una opción, cariño.
Ya hemos pasado demasiado tiempo separados esta temporada. No puedes hacer que
me enamore locamente de ti y pedirme que renuncie a ti durante meses. Ni de coña.

—Hay una escuela de diseño en Colorado. Puedo matricularme allí o transferir


créditos cuando estés listo. No estaremos separados. Eso tampoco es una opción para

~ 64 ~
mí. —Me pasa la mano por el pecho y calma mis temores con un beso—. No te he
cazado tan eficazmente para dejarte marchar.

—¿Eficazmente? Te vi venir a la legua, cariño.

—No es mi método lo que cuenta. Es el resultado. Eres mío... ¿verdad? —Frunce


los labios y cruza los brazos sobre sus turgentes tetas. No es momento de discutir.
Estoy duro y listo para el segundo asalto.

—Soy tuyo, nena. Eso no se puede negar.

Fin

~ 65 ~

También podría gustarte