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Este documento resume la introducción de un libro sobre La perfecta casada de Fray Luis de León. Resalta que el libro ofrece un análisis psicológico fino de la mujer, reconociendo tanto sus grandes capacidades para el bien como sus fragilidades para el mal. Aunque la mujer puede ser muy malvada si se deja llevar por el mal, también tiene un gran potencial para el bien. El libro ofrece tanto una apología de la virtud de la mujer como una crítica de aquellas que se desvían de su perfección.
Este documento resume la introducción de un libro sobre La perfecta casada de Fray Luis de León. Resalta que el libro ofrece un análisis psicológico fino de la mujer, reconociendo tanto sus grandes capacidades para el bien como sus fragilidades para el mal. Aunque la mujer puede ser muy malvada si se deja llevar por el mal, también tiene un gran potencial para el bien. El libro ofrece tanto una apología de la virtud de la mujer como una crítica de aquellas que se desvían de su perfección.
Este documento resume la introducción de un libro sobre La perfecta casada de Fray Luis de León. Resalta que el libro ofrece un análisis psicológico fino de la mujer, reconociendo tanto sus grandes capacidades para el bien como sus fragilidades para el mal. Aunque la mujer puede ser muy malvada si se deja llevar por el mal, también tiene un gran potencial para el bien. El libro ofrece tanto una apología de la virtud de la mujer como una crítica de aquellas que se desvían de su perfección.
bien de lo que es capaz cuando Dios gobierna su espíritu; y
pondera justamente sus disposiciones asombrosas para el bien, así como sus fragilidades y propensiones para el mal. Es un diagnóstico finísimo del alma de la mujer, en su zona de luz como en su zona de sombra. Si por una parte el monje psicólogo conviene en que la mujer, puesta al mal, supera en maldad a todo lo conocido, y en que la mujer «es de su natural flaca y deleznable más que ningún otro animal, y de su costumbre e ingenio es una cosa quebradiza y melindrosa...; y cosa de Van poco ser como es esto que llamamos mujer, nunca ni emprende ni alcanza cosa de valor ni de ser. si no es porque la inclina a ello y la despierta y alienta alguna fuerza de increíble virtud que, o el cielo ha puesto en su alma, o algún don de Dios singu lar», también sostiene y confiesa, por otra parte, noblemente Fr. Luis que la mujer «sale como río de madre y tiene en sí grandes acogidas de bien», y que el Espíritu Santo no la llamó sencillamente buena, sino «mujer de valor», y usó en ello de una palabra tan rica y tan significante como es la original que dijimos; para decirnos que la mujer buena es más que buena, y que esto que nombramos bueno es una medianía de hablar que no allega a aquello excelente que ha de tener y tiene en sí la buena mujer. Y para que un hombre sea bueno le basta un bien mediano; mas en la mu jer ha de ser negocio de muchos y muy subidos quilates; «porque no es obra de cualquier oficial, ni lance ordinario, ni bien que se halla a doquiera, sino artificio primo y bien incomparable, o por mejor decir, amontonamiento de riquísi mos bienes» r. De la lectura atenta de La perfecta casada se saca en conclusión una apología ilustre de la mujer y de sus virtu des; como también una censura acre de la mujer que dege nera de su perfección y viene a convertirse en una carica tura de mujer. Pero el interés vivo y atrayente que despierta esta precio sa joya literaria no proviene sólo del acierto con que fray Luis desarrolla su tesis capital de lo que ha de ser la casada perfecta, sino también de una serie de cuestiones concomi tantes y adyacentes al tema principal que Fr. Luis toca de pasada, pero con una maestría admirable. Marginalmente, pero con verdadera agudeza y acierto, vierte Fr. Luis consi deraciones en tomo a los problemas de la economía domés tica, de la política, del derecho, del lujo, de la retribución y salarios, de los distintos géneros de vida, del trato a los cria dos, de la obligación ineludible de amamantar a los hijos pro pios; canta las excelencias del trabajo y del madrugar en La perfecta casada, c. 1.