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INTRODUCCIÓN DEL P.

FÉLIX GARCÍA 219

bien de lo que es capaz cuando Dios gobierna su espíritu; y


pondera justamente sus disposiciones asombrosas para el
bien, así como sus fragilidades y propensiones para el mal.
Es un diagnóstico finísimo del alma de la mujer, en su zona
de luz como en su zona de sombra.
Si por una parte el monje psicólogo conviene en que la
mujer, puesta al mal, supera en maldad a todo lo conocido,
y en que la mujer «es de su natural flaca y deleznable más
que ningún otro animal, y de su costumbre e ingenio es una
cosa quebradiza y melindrosa...; y cosa de Van poco ser como
es esto que llamamos mujer, nunca ni emprende ni alcanza
cosa de valor ni de ser. si no es porque la inclina a ello y la
despierta y alienta alguna fuerza de increíble virtud que, o
el cielo ha puesto en su alma, o algún don de Dios singu­
lar», también sostiene y confiesa, por otra parte, noblemente
Fr. Luis que la mujer «sale como río de madre y tiene en sí
grandes acogidas de bien», y que el Espíritu Santo no la
llamó sencillamente buena, sino «mujer de valor», y usó en
ello de una palabra tan rica y tan significante como es la
original que dijimos; para decirnos que la mujer buena es
más que buena, y que esto que nombramos bueno es una
medianía de hablar que no allega a aquello excelente que
ha de tener y tiene en sí la buena mujer. Y para que un
hombre sea bueno le basta un bien mediano; mas en la mu­
jer ha de ser negocio de muchos y muy subidos quilates;
«porque no es obra de cualquier oficial, ni lance ordinario,
ni bien que se halla a doquiera, sino artificio primo y bien
incomparable, o por mejor decir, amontonamiento de riquísi­
mos bienes» r.
De la lectura atenta de La perfecta casada se saca en
conclusión una apología ilustre de la mujer y de sus virtu­
des; como también una censura acre de la mujer que dege­
nera de su perfección y viene a convertirse en una carica­
tura de mujer.
Pero el interés vivo y atrayente que despierta esta precio­
sa joya literaria no proviene sólo del acierto con que fray
Luis desarrolla su tesis capital de lo que ha de ser la casada
perfecta, sino también de una serie de cuestiones concomi­
tantes y adyacentes al tema principal que Fr. Luis toca de
pasada, pero con una maestría admirable. Marginalmente,
pero con verdadera agudeza y acierto, vierte Fr. Luis consi­
deraciones en tomo a los problemas de la economía domés­
tica, de la política, del derecho, del lujo, de la retribución y
salarios, de los distintos géneros de vida, del trato a los cria­
dos, de la obligación ineludible de amamantar a los hijos pro­
pios; canta las excelencias del trabajo y del madrugar en
La perfecta casada, c. 1.

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