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LAS GEORGICAS 77

Nunc insanus amor duri me Martis in armis


tela inter media atque aduersos detinet hostes ' (E. 10, 44-45).

Vencido, por fin, en Nauloco, entre Mesina y Milazzo, huyó al Asia


Menor y fue muerto en Mileto, el año 36, por un oficial de Antonio.
Lépido, que había querido aprovecharse de esta guerra para resarcirse
de las humillaciones que le había inflingido Octavio, abandonado por sus
tropas, obligado a recurrir a la clemencia del vencedor se dio por satisfecho
con poder vivir los últimos días de su vida, homo priuatus, en medio de sus
enormes riquezas en su villa de Campania. Con esto el imperio romano
quedó reducido y repartido entre dos generales: Octavio y Antonio. Uno,
joven de edad, pero maduro de juicio; y el otro, avanzado de años, pero no
en sensatez, que abandonó a los suyos y a la patria por seguir las
seducciones de una mujer fatal: Cleopatra.
Antonio, después de su desastrosa expedición contra los partos y los
ármenos, comenzó su escandalosa orgía oriental. Repudió brutalmente a
Octavia, hermana de Octavio, con la que se había casado, y anunció su
matrimonio con Cleopatra. Disponía del Oriente y de sus tronos, adorado
como un dios; y junto a él, una reina adorada como la nueva Isis. La ruptura
entre los dos generales parecía inminente. Antonio cuenta todavía con
bastantes partidarios para que se le pueda declarar enemigo público. Y la
guerra estalla contra Cleopatra.
Mientras Antonio, dormido en su laureles, se entregaba por completo al
amor de aquella mujer que enervaba su virilidad, Octavio frío y ambicioso,
marchaba directamente hacía sus objetivos y no descuidaba ninguno de
los preparativos que podían asegurarle la victoria. La proclamación de
Cleopatra como reina de Chipre, de Cilicia, de la Celesiria, de Arabia y de
Judea, en mala hora ratificada por Antonio, fue considerada como un reto
al poder romano, y podemos afirmar que fue una de las principales causas
de la perdición de aquél.
Las dos escuadras anclaron cerca del promontorio de Accio, en la
Acarnania, en el golfo de Ambracia. Los estrategos modernos han estu­
diado el plan de la batalla y han llegado a la conclusión de que si, en vez de
darse la batalla en el mar, se hubiera dado en tierra, seguramente la suerte
habría sido muy diferente. El consejo de Cleopatra hizo que Antonio diera
la batalla en el mar. Y, gracias a la habilidad de Octavio, que supo aprove­
charse de la mayor ligereza de sus naves, y debido también a que Cleopa­
tra ordenó la retirada de su escuadra, la suerte se inclinó del lado de Octa­
vio. Cuando Marco Antonio se dio cuenta de que Cleopatra se había reti-

«Ahora el loco amor del cruel Marte me tiene bajo las armas, entre los dardos y los
enconados enemigos».

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