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Filosofía política I
Grupo 1
INTERACTIVA 1
El contrato social
Antes de comenzar a enumerar los argumentos por los cuales sería positiva la
existencia de un gobierno mundial, es preciso exponer los argumentos por los cuales se
hace evidente la necesidad de cooperación internacional.
Estos argumentos que destacan la necesidad de una cooperación internacional
serían, la actual globalización económica, cuyos principales elementos son la apertura
comercial, la inversión extranjera directa y la movilidad de capitales; las pandemias y los
problemas sanitarios globales, el cambio climático, el empleo de recursos y otras
cuestiones ambientales, las amenazas antropogénicas globales y los riesgos futuros.
Por su parte, son numerosos los argumentos en defensa de un gobierno mundial.
Para comenzar, un gobierno mundial sería una solución efectiva que tal vez la única para
tratar los problemas globales. Además, sería la única opción verdaderamente
democrática, pues hoy en día quien vota en un país poderoso decide la suerte del resto
del mundo, como puede ser el ejemplo actual de los votantes de Estados Unidos. De
esta manera, un gobierno mundial sería la única opción que puede garantizar que los
intereses de todos los individuos cuenten lo mismo.
Un gobierno mundial es también la única opción que puede maximizar el
bienestar agregado, pues no le interesaría es minimizar dicho bienestar si todos los
habitantes de la tierra están bajo su responsabilidad. A su vez, supone una opción que
puede aplicar unos principios de justicia igualitarios y corregir y compensar injusticias
anteriores, esto se debe a que dicho gobierno se serviría de la misma concepción de la
justicia en toda la extensión del planeta.
Un posible aval de este gobierno mundial sería el modelo de la Unión Europea,
dentro de la cual los estados tienen autonomía en muchos ámbitos, no obstante, existen
órganos que sirven de moderadores en las políticas de los países y se aseguran de que
exista un equilibrio social y económico. Esta es una vía para asegurarse de que no se
cometen injusticias internas ni externas en un estado.
La existencia de este gobierno mundial cesaría la arbitrariedad existente en
muchos casos en las divisiones entre estados, ya que muchos estados no son
coexistentes con naciones y muchas naciones no tienen más base que contingencias
históricas sin que medien otras circunstancias relevantes.
En último lugar, la existencia de este gobierno podría producir un crecimiento
del sentimiento cosmopolita, es decir, el establecimiento de la idea de que todos somos
ciudadanos del mundo y que no hay cabida para el racismo.
INTERACTIVA 6
Discriminación
1. Propuesta general.
El feminismo posmoderno se opone a la creencia de que el mundo material
puede ser conocido objetivamente y que la razón es un mecanismo de indagación libre
de valores. Va a afirmar, en oposición a esta idea, que las formas humanas del
procesamiento y la comunicación no capturan ni pueden capturar una realidad
independiente, es decir, que solo tenemos acceso a nuestros pensamientos y lenguaje,
no a la realidad material misma.
Este feminismo acude en gran medida a las ideas de Jaques Derrida, Jaques Lacan
y variaciones del psicoanálisis, es decir, reinterpretaciones de Freud.
2. Argumentos centrales.
El feminismo posmoderno pretende demostrar que el “pensamiento dualista”
resultante de comparar hombres con mujeres estándares normativos sobre lo que es
ser humano, mujer, hombre, esto es, estándares ideales de las que las personas reales
se desvían y difieren.
Esta posición afirma que el lenguaje estructura nuestro pensamiento y, por
tanto, lo que es pensable e imaginable. Además, ese lenguaje se crea en contextos
culturales de dominación y ese lenguaje, “lo pensable”, está estructurado por esas
formas de poder.
Judith Butler es una de las máximas exponentes del feminismo posmoderno. Su
objetivo es mostrar que ese género/sexo se construye a través de formas sociales de
poder y que incluso los mismos cuerpos que habitamos se convierten en sexo/género a
través de actuaciones prescritas. Va a afirmar que ni sexo ni género son propiedades
esenciales, sino que son un conjunto de signos que usamos, disfraces y actuaciones. Son
un constructo social.
Además, Butler se va a basar en la variedad de condiciones intersexuales para
afirmar que el seco no es una categoría natural ni una distinción binaria. Argumenta que
el sexo en sí mismo tiene género, es decir, lo que cuenta como “sexo” de alguien es
definido en términos de normas culturales relacionadas con las expectativas de género.
De esto se sigue que los cuerpos mismos son construcciones sociales como resultado de
nuestro continuo actuar en ciertos roles de identidades.
Butler va a extender este pensamiento también a la heterosexualidad,
entendiéndola no como un rasgo natural de las personas sino como una expectativa
social que se manifiesta en las normas sobre el sexo apropiado, el género y la sexualidad.
3. Lo significativo de la propuesta.
Las teorías feministas se basan en el supuesto de que el sexo es una categoría
biológica fija, lo que da lugar en teorías más recientes a entender el género como todo
lo que esta vinculado con el sexo. Sin embargo, el feminismo posmoderno en general y
Butler en particular sostienen que el sexo no es ni una categoría natural ni una distinción
binaria y que el pensamiento dualista en términos de hombre/mujer no hace más que
crear estándares irreales.
INTERACTIVA 8
Los animales en la filosofía política
La teoría de la guerra justa se basa en la idea de que es posible luchar una guerra
de manera justa y solo si se cumplen las condiciones necesarias para ello: que la causa
por la que se lucha sea justa y que el modo en el que se lucha también lo sea.
Las posturas realistas políticas y las belicistas consideran que las guerras, por
definición, son justas. Por el contrario, el pacifismo sostiene que todas las guerras y
todas las formas de combatir son injustas.
El pacifismo es el rechazo de la guerra, lo que supone la afirmación de la paz. Los
contenidos del pacifismo no solo niegan de la guerra, sino que también rechazan su
valor. Como contestación a la guerra, el pacifismo es una alternativa compleja: reúne
discursos, propuestas, tareas y prácticas, no son los múltiples, sino también
heterogéneas. Los diversos planteamientos pacifistas se originaron, sobre todo, en el
ámbito de la filosofía y en los contornos de la religión y de la política. Solo después, con
su vulgarización y popularización, entran esos planteamientos en el juego político, sean
el nivel de las instituciones o bajo la forma de movimientos. Es solo entonces cuando se
puede hablar, verdaderamente, de pacifismo: es decir, cuando éste efectivamente,
socialmente, representa una “contra-fuerza” a la fuerza de la guerra.
Cabe destacar, sin embargo, que algunos pacifismos no excluyen e incluso
justifican el empleo de cierta violencia. A partir de este punto comienza el declive de las
posiciones pacifistas a otras posiciones abiertamente favorables a la admisión de la
guerra, las ya citadas como guerra justa, realismo y belicismo.
Agustín de Hipona y Hobbes han defendido una transmisión de responsabilidad
de quien lucha en una guerra a sus mandos. Su defensa está relacionada con una frase
de Paul Valéry que afirma: “la guerra es una masacre entre gentes que no se conocen,
para provecho de gentes que sí se conocen pero que no se masacran”.
Michael Walzer defiende la idea de la igualdad moral de los combatientes, según
la cual, quienes combaten han de recibir una misma consideración, al margen de que su
causa pueda ser más o menos justa.
Un problema relevante en la teoría de la guerra justa el de decidor quienes son
los inocentes en una guerra. Michael Walzer y Thomas Nagel sostienen que en una
guerra son inocentes quienes no pueden constituir una amenaza, asumiendo que estos
son los y las civiles.
Todos estas ideas y principios citados han sido cuestionados por diferentes vías.
Para empezar, se objeta que existe una dificultad epistemológica para distinguir cuando
una causa es seguida por razones justas, es más, es posible que la causa de una guerra
sea injusta pero que existan otras razones que la hagan justa. Por tanto, el problema de
declarar justa o injusta una guerra encierra una gran problemática.
McMahan ha sido uno de los principales exponentes en la crítica a la teoría de la
guerra justa. En primer lugar, ha cuestionado la distinción clásica entre las causas de la
guerra y el modo de combatir, sosteniendo que la justificación del conflicto bélico
también depende de la razón por la que se combate. Por tanto, no se puede valorar el
modo en que se lleva a cabo la lucha si no se ha valorado la causa.
En segundo lugar, McMahan también cuestiona la idea de la igualdad moral de
los combatientes, afirmando que quienes luchan por una causa injusta se ponen en una
situación susceptible de ser objeto de ataque legítimo.
El tercer y último lugar, cuestiona el planteamiento clásico sobre quién es
susceptible de ser objeto de ataque. Afirma que no es tan sencillo mediante varios
ejemplos. Expone que un ejército débil o sin intención de emprender acciones hostiles,
no constituiría una amenaza real, y que, por otra parte, en una guerra puede haber
quien represente una amenaza muy serie pese a no formar parte de un grupo armado,
como pudieron ser los científicos del Proyecto Manhattan. Esto vendría a mostrar que
la división entre fuerzas militares y civiles no sería del todo apropiada.
A su vez, la concepción de inocencia sostenida por Nagel y Walzer también
resulta cuestionable, de hecho, fue rechazada por teóricos clásicos como Francisco de
Vitoria y Francisco Suárez, a favor de una concepción de inocencia en línea con la que la
mayoría aceptaríamos en el ámbito de la moralidad en general. Conforme a esta, es
inocente quien no ha sido responsable de algo que vuelva legítimo que se le ataque. Por
tanto, hay combatientes que son inocentes y combatientes que no lo son.
Entre todos los argumentos y contraargumentos expuestos, el que me parece
más convincente en contra de la guerra justa es el último sostenido por McMahan en el
que se cuestiona quién es susceptible de ser objeto de ataque. La distinción clásica que
diferencia a un inocente por el hecho de no vestir un uniforme y no encontrarse bajo la
disciplina de un ejército armado me parece sumamente errónea, por las siguientes
razones:
En primer lugar, en numerosos conflictos bélicos como pudieron ser los de la
primera mitad del siglo XX y anteriores, los soldados no escogían ir a la guerra, sino que
eran obligados solo por el hecho de tener menos de cierta edad y de ser jóvenes. Por
tanto, no considero justo que solo por cumplir esos requisitos sean objeto de ataque.
En segundo lugar, muchos de los dirigentes ajenos al ejército como podría ser el
gobierno, serían considerados civiles según la concepción clásica, no obstante, es muy
probable que sean los principales responsables.
En tercer lugar, las causas de una guerra no resultan claras en numerosas
ocasiones por lo que tampoco lo resulta la elección de los verdaderos responsables. En
el Congo, por ejemplo, se llevan a cabo numerosos conflictos armados con un número
sumamente elevado de víctimas en el intento de conseguir Coltán, el cual acaba en
manos de empresas fabricadoras de móviles. En este caso ellos serían los culpables, no
obstante, ¿quiénes exactamente? ¿los trabajadores, los dirigentes, la competencia, el
inventor de las pantallas móviles sirviéndose de ese material? ¿nosotros los
consumidores? En un mundo tan globalizado se deben de tener en cuenta numerosos
factores por lo que la distinción entre quiénes son susceptibles de objeto de ataque y
quienes no lo son es muy difusa.
En mi opinión, la guerra no deja de ser un despliegue de un número muy elevado
de personas por los intereses o las decisiones de un número muy reducido que no van
a sufrir las mismas consecuencias. Por esta razón, considero que una guerra no puede
ser justa, ni por sus causas ni por el modo en que se lleva a cabo.
INTERACTIVA 10
Teoría de la decisión