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Título: El secuestro judicial de armas de fuego en casos de violencia familiar y de género


Autores: Cornelli, Ariana P. - Cornelli, Miguel A.
Publicado en: DPyC 2022 (agosto), 53
Cita: TR LALEY AR/DOC/2111/2022

Sumario: I. Violencia de género no es sinónimo de violencia familiar.— II. La intervención del sistema de
justicia.— III. Las medidas urgentes y las armas.— IV. ¿Qué significa el concepto "armas" para el
derecho en general?— V. ¿Qué significa el concepto "armas" para el derecho penal?— VI. Poseer, tener y
portar.— VII. Las armas y la violencia familiar o de género.— VIII. La naturaleza del problema a la luz
de los instrumentos internacionales sobre derechos humanos.— IX. El art. 226 del Cód. Proc. Penal a la
luz del deber de prevención.— X. La guía de actuación en casos de violencia doméstica contra las
mujeres.— XI. Las leyes de derechos para las víctimas de delitos.— XII. Conclusiones.
(*)
(**)
I. Violencia de género no es sinónimo de violencia familiar
Tanto desde el punto de vista ontológico como desde el punto de vista normativo, los conceptos de violencia
de género y violencia familiar no constituyen nociones equivalentes. Aún cuando pretenda extenderse y
flexibilizarse la noción de parentesco, la violencia mencionada en segundo término requiere, debido a su propia
naturaleza, que el contexto violento se desarrolle en el marco de una relación familiar o, al menos, afectiva. La
propia ley 12.569 de la Provincia de Buenos Aires sobre violencia familiar, al igual que otros regímenes
provinciales semejantes, dedican alguno de sus primeros artículos a precisar qué debe entenderse por grupo
familiar y requieren la existencia de una relación interfamiliar para determinar qué personas y/o grupos de
personas resultan legitimados activos (denunciante-víctima) y pasivos (denunciado) en un proceso de violencia
familiar. No resulta un detalle menor, a los fines de este trabajo, que la violencia familiar pueda configurarse
tanto en casos de personas que se encuentran en un pie de igualdad como en supuestos en los que existe una
relación de subordinación entre ellas (violencia simétrica o complementaria en los términos utilizados por la
terapia familiar sistémica tradicional (1) o violencia-agresión y violencia-castigo si seguimos las categorías
usadas por el psiquiatra Reynaldo Perrone) (2). Así, con el fin de estandarizar los factores de riesgo en el marco
de las evaluaciones de situaciones de violencia familiar y/o de género la SCBA propuso que los equipos técnicos
al emitir su diagnóstico situacional de violencia realicen una distinción entre violencia simétrica o
unidireccional. La violencia de género —por su parte— encuentra su eje en situaciones estructurales de
desigualdad basadas en el sexo, el género o las preferencias u orientaciones sexuales de las personas (3). En el
mismo sentido se ha dicho (4) que la aplicación de la perspectiva de género como método jurídico de análisis
requiere constatar la existencia de una relación desequilibrada de poder, identificar a la persona que se encuentra
en situación de desigualdad por razón de género y poner especial énfasis a aquellos casos en que además del
género confluyen otras categorías de vulnerabilidad tales como la pobreza, la falta de educación, la marginación,
la migración etc. (5).
Lo antedicho pretende dejar en claro que puede existir violencia familiar que no constituya violencia de
género y puede existir violencia de género que no se produzca en el marco de una relación familiar.
II. La intervención del sistema de justicia
Si abordamos el tema desde el punto de vista de la jurisdicción advertiremos la necesidad de diferenciar dos
oportunidades distintas en las que los organismos judiciales se ven llamados a intervenir: A) Ante la necesidad
de adoptar medidas urgentes (art. 7 de la ley 12.569 y sus modificatorias; art. 26 de la ley 26.485 y art. 7° de la
Convención de Belém do Pará; art. 226 del Cód. Proc. Penal de la Provincia de Buenos Aires); B) A los efectos
de determinar la competencia del órgano jurisdiccional que deberá proseguir trabajando sobre el fondo de la
cuestión si el conflicto no se agota en la adopción de las medidas referidas en el punto anterior.

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II.1. Siempre deben adoptarse primero las medidas urgentes


El sistema jurídico vigente es muy preciso al respecto y no pueden caber dudas sobre el tema. En materia de
violencia familiar el art. 6 in fine de la ley 12.569 dispone que, aún en casos de incompetencia, el juzgado
interviniente podrá disponer medidas preventivas contempladas a fin de hacer cesar el hecho que diera origen a
la presentación. De manera similar, en materia de violencia de género, el art. 22 de la ley 26.485 dispone en su
segundo párrafo que, aún en caso de incompetencia, el/la juez/a interviniente podrá disponer las medidas
preventivas que estime pertinentes.
La Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires manifestó una honda preocupación a través de
diversos fallos como así también marcó el rumbo a seguir para que el deber constitucional de actuar con la
debida diligencia que recae sobre los organismos estatales y la consecuente realización de la tutela judicial
efectiva —(arts 7° inc. b) de la ley 24.632 y 15 de la Constitución Provincial)— no se vean afectados por la
articulación de cuestiones de competencia entre fueros. El accionar del Máximo Tribunal Bonaerense tendiente a
evitar discordancias entre los distintos órganos del Poder Judicial se encuentra documentado en Acuerdo 3964
de la SCBA de fecha 11 de diciembre de 2019 por medio del cual se aprobó el "Reglamento de actuación y
articulación para la adopción de medidas urgentes en causas que abordan situaciones de violencia de género en
el ámbito doméstico". En la norma referida la SCBA instó a que el servicio de justicia brinde "una respuesta
adecuada y oportuna, con un enfoque coordinado, multidisciplinar e integrado". Más precisamente en su apart.
V, punto 2 dispuso expresamente que "la interposición de una denuncia frente a un órgano incompetente no
exime a este, anoticiado del riesgo, del dictado de las medidas urgentes". Ello significa que el término "podrá"
utilizado por las leyes "debe" ser interpretado en razón de las necesidades del caso, pero —si la situación
amerita que se dicten medidas de protección— quien reciba la denuncia "deberá" adoptar las mismas, sin que
resulte una potestad facultativa del juzgador decidir si arbitrará o no las mismas. Cualquier otra interpretación es
contraria a la doctrina legal de la Corte que emana del acuerdo referido (6).
II.2. Solo luego de adoptadas las medidas corresponde analizar la competencia
Una vez adoptadas las medidas preventivas urgentes se presenta otra cuestión que también desnuda la
distinta naturaleza existente entre la violencia familiar y la de género como lo es la materia de la competencia en
razón del fuero (dejamos de lado, a los efectos de esta exposición —por no venir al caso— las cuestiones de
competencia que podrían resultar por razones de territorio o por asignación de turnos). Así, el art. 6° de la ley
12.569 en su primer párrafo señala que corresponde a los Juzgados de Familia y a los Juzgados de Paz del
domicilio de la víctima —en una regla de competencia que se conoce como concurrente— intervenir en los
supuestos previstos por la ley de violencia familiar. La cuestión fue resuelta en reiterados casos por la SCBA al
decidir que: "a fin de determinar la competencia territorial en la materia resultan competentes tanto el Juzgado
de Paz como el de Familia del domicilio de la víctima, de acuerdo con la regla de la prevención, por aplicación
del art. 6° de la ley 12.569 y el 827 inc. "u" del CPCC" (7). De lo dicho se desprende que la violencia familiar
tiene una competencia exclusiva y/o concurrente entre los fueros de familia y de paz, sin que le corresponda
intervenir a órganos de otros fueros.
A diferencia de lo antedicho, la violencia de género logra atravesar de manera horizontal casi todos los
fueros del sistema judicial por lo que es posible afirmar que posee una competencia de naturaleza transversal.
Un modo de ilustrar la idea sería decir que, del mismo modo que las neurociencias toma nociones de otras
disciplinas como la psiquiatría, la neurología y la psicología, entre otras áreas del conocimiento científico para
delimitar y conformar una nueva materia de estudio, las cuestiones de género penetraron y modificaron todas las
áreas del saber jurídico tradicional. Ello produjo una revolución epistemológica que no es posible eludir en la
tarea de aplicar el derecho en ninguno de sus fueros.
La aludida naturaleza transversal de la violencia de género resulta fácil de advertir en la doctrina de nuestra
SCBA ante distintas cuestiones de competencia que debió resolver. Solo a modo enunciativo y con el objeto de
precisar el punto es posible referir: 1) En el caso de una mujer que denunció a su empleador por maltratos
 

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sufridos en virtud de su relación de empleo en la localidad de Hurlingam, la SCBA, en fallo del 23/09/2015
resolvió —con cita a los arts. 2° inc. c) y 17 de la ley 26.485— (quiso con ello remarcar también la incumbencia
del órgano administrativo del trabajo para intervenir en todas las cuestiones vinculadas a la protección de la
integridad psicofísica y la dignidad de los trabajadores en ejercicio indelegable del poder de policía que es
propio de la Secretaría de Trabajo)— la competencia de un tribunal del trabajo de Morón para proseguir con la
tramitación del caso (8); 2) En un supuesto en el que actos de violencia física y sexual comenzaron en el ámbito
de una relación de empleo público pero luego los hechos de hostigamiento se extendieron a ámbitos ajenos al
lugar de trabajo y comprometieron también al hijo de la denunciante la SCBA, en fecha 14/11/2018 decidió
atribuir la competencia al juzgado en lo Civil y Comercial que resultara sorteado en razón de la competencia
genérica y residual del fuero aludido (9); 3) En ocasión en la que una enfermera denunció a un médico por la
violencia que habría sufrido en el marco de su relación de empleo en un dispensario Municipal de la ciudad de
Quilmes la SCBA en sentencia de fecha 20/12/2021 determinó la competencia para actuar del Juzgado en lo
Contencioso Administrativo del Departamento Judicial aludido por entender que la cuestión se había suscitado
en el marco de una relación de empleo público (10).
Párr. aparte merece la superposición de incumbencias entre los fueros antes citados con los organismos de
naturaleza penal, tema sobre el que gira la principal preocupación de la SCBA ya enunciada. El Tribunal
Superior —además del dictado del Acuerdo 3964— también se pronunció a través de múltiples sentencias que
abordan la cuestión. Dado los limitados alcances de este trabajo solo esbozaremos algunas breves respuestas al
momento de formular nuestras conclusiones sobre la cuestión del secuestro de armas.
III. Las medidas urgentes y las armas
Retomando el tema de las medidas urgentes y enfocándonos en la cuestión de la tenencia o uso de armas se
hace necesario enunciar tres normas que tratan la cuestión: A) El art. 7 inc. l) de la ley 12.569 que regula la
"posibilidad" de prohibir al presunto agresor la compra o tenencia de armas y ordenar el secuestro de las que
estuvieran en su posesión; B) El art. 26 de la ley 26.485, en texto casi idéntico, cuando consigna la "factibilidad"
de prohibir al presunto agresor la compra y tenencia de armas, y ordenar el secuestro de las que estuvieren en su
posesión; C) El art. 226 del Cód. Proc. Penal, modificado por el art. 8 de la ley 14.657 sobre "Régimen
Provincial de Armas de Fuego" en cuanto dispone que el Juez, a requerimiento del Agente Fiscal podrá disponer
el secuestro de las cosas relacionadas con el delito, las sujetas a confiscación o aquellas que puedan servir como
medios de prueba. Señala también que en todos los procesos por amenazas, violencia familiar o de género, o
cualquier otro delito derivado de situaciones de conflictos interpersonales, el Fiscal deberá requerir al Juez de
Garantías el secuestro de las armas utilizadas en el hecho, como así también de aquellas armas de fuego de las
cuales el denunciado fuera tenedor o poseedor. La segunda parte del artículo citado dispone que en los casos
urgentes, esta medida podrá ser delegada en la Policía, en la forma prescripta por el art. 219 para los registros.
Desde este piso de marcha normativo propondremos dar una respuesta sobre los alcances de las normas
aludidas a la luz de una perspectiva de género. He aquí el objetivo principal de nuestro trabajo.
IV. ¿Qué significa el concepto "armas" para el derecho en general?
Ninguna de las normas citadas más arriba, ni tampoco el Cód. Penal proveen una definición legal sobre el
concepto "arma" en sentido técnico-jurídico. Con base en la primera acepción descrita por el diccionario de la
RAE en el que se define a la palabra "arma" como un "instrumento, medio o máquina destinado a atacar o
defenderse", doctrina y jurisprudencia han intentado precisar los alcances de la expresión. En materia penal, se
la suele conceptualizar desde antiguo como "todo objeto, instrumento o máquina capaz de aumentar el poder
ofensivo del hombre" para luego categorizar entre las cosas que constituyen "armas propias", entendido ellas
como "aquellos instrumentos destinados específicamente para el ataque y la defensa" y las que son "armas
impropias", comprendiendo en esa idea a aquellos "objetos que si bien carecen de dicho destino originalmente,
se transforman o convierten en arma por el empleo que de ellas se hace".
En razón de lo expuesto podría decirse que bajo el concepto genérico de "armas" quedan comprendidos —en
 

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términos jurídicos— toda clase de objetos como pueden ser un revólver, una pistola, un fusil, una carabina
("armas de fuego"); un arco y una flecha, una ballesta ("armas de disparo"); un cuchillo, un puñal, un
cortaplumas, una navaja, una espada, un florín, una katana ("armas blancas") como así también todo otro
elemento que pueda ser utilizado para aumentar el poder ofensivo de una persona contra otra como pueden ser
un palo, un destornillador, una piedra, una jeringa, una motosierra, un florero, un automóvil, etc ("armas
impropias") (11).
A diferencia de las "armas de disparo" o de las "armas blancas" (12), que no gozan de una conceptualización
legal, el legislador sí se ha ocupado por regular legalmente la categoría "armas de fuego" por intermedio de la
ley 20.429 (BO 21/05/1973 y su reglamentación por dec. 395/1975). La última normativa citada brinda una
concreta definición de "armas de fuego" describiéndolas como "aquéllas que utilizan la energía de los gases
producidos por la deflagración de pólvoras para lanzar un proyectil a distancia" y el art. 3° de la ley citada
permite distinguir entre a) Armas de guerra; b) Pólvoras, explosivos y afines y c) Armas de uso civil. La norma
de jerarquía inferior también enuncia, con una técnica legislativa eminentemente descriptiva y a nuestro juicio
sobreabundante, diversas subespecies de las "armas de fuego" distinguiendo entre armas de lanzamiento; arma
portátil, arma no portátil; arma de puño o corta; arma de hombro o larga, arma de carga a tiro; arma de
repetición; arma semiautomática; arma automática, fusil; carabina; escopeta, fusil de caza, pistolón de caza,
pistola, pistola ametralladora, revólver, cartucho o tiro.
V. ¿Qué significa el concepto "armas" para el derecho penal?
Desentrañar el concepto de arma en sentido técnico-jurídico revistió una gran preocupación para el derecho
penal. Ello así por cuanto la existencia (o inexistencia) de un arma en un caso implica que algún delito en
particular se vea (o no) tipificado y/o se vea (o no) agravado. Esto es de suma importancia si nuestra mirada está
enfocada hacia los fines punitivos. Desde esta óptica, muchos autores penalistas alertan sobre el riesgo que
importa hacer una interpretación extensiva del concepto "armas" en tanto interpretan que podría llevar a
violaciones del principio de máxima taxatividad interpretativa derivado del principio de legalidad (art. 18 CN) y,
en tarea de evitar excesos que afecten derechos fundamentales, doctrina y jurisprudencia penal ha requerido que
el objeto utilizado en el hecho para que pueda ser calificado como "arma" posea tanto un "poder intimidante" —
es decir que la víctima se sienta amedrentada por su existencia— como así también que concurra un "poder
vulnerante", entendido como la necesidad jurídica de que su uso constituya para el agraviado un peligro real y
concreto (13). El ejemplo más sencillo para comprender lo explicado lo constituye la utilización de un arma de
juguete para cometer un robo, hecho en que el objeto pudo haber tenido un "poder intimidante" pero que nunca
podría tener un "poder vulnerante".
VI. Poseer, tener y portar
Enfocándonos en la posesión de armas de fuego es posible distinguir entre los conceptos de "tenencia" y
"portación". Se entiende por "tenencia" cuando el sujeto puede disponer físicamente del objeto en cualquier
momento, sea que lo tenga corporalmente en su poder o en algún lugar adonde lo haya guardado o dejado para
su disposición (por ejemplo, escondido en lugares de difícil acceso) y se puede ejercer a nombre propio o de un
tercero (por ejemplo, quien es tenedor del objeto de otro para ocultarlo) (14). En cambio, la "portación" requiere
el traslado del arma en condiciones de ser utilizada efectivamente como tal, es decir cargada y al alcance del
agente (15).
El art. 189 bis del Cód. Penal en su segundo inciso (texto según ley 25.886 del 05/05/2004) utiliza estas
ideas para tipificar como delitos autónomos la tenencia o portación de armas de fuego sin autorización (delito
conocido como tenencia y/o portación ilegal de armas de fuego). No es materia de este artículo hacer una
valoración de esta norma en términos axiológicos por lo que nos limitaremos a señalar su existencia a los fines
descriptivos.
Sin embargo la idea de obtener una autorización por parte del Estado para tener o portar armas —concepto
de "legítimo usuario"— nos lleva a preguntarnos quiénes son las personas o grupos de personas que pueden
 

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gozar de ese derecho. La respuesta se encuentra, en principio, en la ley 20.429 antes citada. Como ideas
centrales es posible enunciar que: 1) Corresponde distinguir entre armas de guerra; pólvoras, explosivos y
afines; armas de uso civil y armas de uso prohibido (art. 3° de la ley 20.429); 2) Los miembros de las fuerzas
armadas, los de la policía de seguridad, los pobladores de regiones de escasa vigilancia policial, los particulares
que se dediquen a la caza mayor, los miembros de las asociaciones que practiquen el deporte de tiro, los
tripulantes de buques y el personal de aeródromos pueden ser legítimos usuarios y/o portadores con distintas
modalidades y limitaciones (art. 14 de la ley 20.429 y su decreto reglamentario); 3) Se encuentra prohibida la
transmisión de todo tipo de armas de fuego, cualquiera fuese su clasificación, ya sea a título gratuito u oneroso,
a quien no acreditare su condición de legítimo usuario (art. 1° de la ley 24.492); 4) La autoridad de aplicación en
la materia es, en la actualidad, la Agencia Nacional de Materiales Controlados (ANMAC) dependiente del
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos (ley 27.192). Anteriormente esa función la cumplía el Registro
Nacional de Armas (RENAR); 5) La ANMAC, mediante res. 35/2022 dispuso la integración de un módulo sobre
perspectiva de género, como contenido obligatorio de evaluación en los exámenes destinados a los/las
legítimos/as usuarios/as que soliciten su inscripción, reinscripción y/o cambio de categoría de instructores/as de
tiro.
VII. Las armas y la violencia familiar o de género
Existen innumerables artículos doctrinarios y periodísticos que vinculan el acceso a las armas con un
incremento de la violencia (o de la gravedad de los hechos que se pueden suceder) ya sea en cuestiones de
género y/o de violencia doméstica. También es posible acceder a datos estadísticos de los más variados que
abordan el tema (16) por lo que no estimamos necesario ahondar sobre la inescindible relación que existe, según
nuestro parecer, entre los tópicos citados.
Conjuntamente con esas voces —a las que adherimos— también empieza a delinearse una incipiente
jurisprudencia sobre el tema que nos ocupa. A modo de ejemplo cabe traer a colación la resolución adoptada por
la Cámara de Apelaciones en lo Civil, Comercial, Minería y Familia de Cipolletti en la que se sostuvo que "las
armas de fuego conllevan un riesgo de carácter superlativo, no solo por consumar las expresiones más extremas
de violencia, sino también por los efectos que se derivan de su sola exhibición, los cuales facilitan y consolidan
los estados de sojuzgamiento, sumisión y dominación que caracterizan las violencias domésticas y de género".
El tribunal aludido reafirmó también que "las armas de fuego, en contexto de violencia de género, edifican y
sostienen relaciones de poder desiguales, generando estados de indefensión, consolidando asimetrías de edad o
de género, coaccionando a las personas más vulnerables, pues encuentra sobreentendida una intimidación
(expresa o implícita) que restringe la seguridad personal, a la vez que provoca temor, desasosiego y falta de
libertad para tomar las decisiones importantes; pero incluso también las más simples y cotidianas (17).
VIII. La naturaleza del problema a la luz de los instrumentos internacionales sobre derechos humanos
Una vez analizadas las normas de jerarquía inferior tocantes al tema de este artículo parecería necesario
hacer aquí un "zoom out" y posar nuestra mirada —aunque más no sea ligeramente— sobre documentos
jurídicos de categoría superior y los principios interpretativos que emanan de ellos.
Desde este enfoque más elevado lo primero que creemos necesario señalar es que nuestra CN; los tratados
que revisten jerarquía constitucional por conducto del art. 75 inc. 22, como así también numerosos documentos
internacionales sobre derechos humanos y su doctrina establecen pautas claras sobre la importancia de erradicar
cualquier hecho de violencia. Y, si bien el derecho a vivir una vida sin violencia pertenece a todos los
individuos, las normas de mayor categoría han prestado especial atención a aquellas personas o grupos de
personas que se encuentran en un mayor grado de vulnerabilidad. Esa preocupación, desde una perspectiva de
derechos humanos, es una natural derivación de la efectiva consagración del principio de igualdad receptado por
el 16 de la CN y ha generado una frondosa actividad intelectual, normativa y jurisdiccional tendiente a delinear
conceptos jurídicos tales como, por ejemplo, el de la tutela judicial efectiva (art. 75 inc. 22 de la CN; art. 25 de
la CIDH, art. 8° DUDH y art. 2° inc. 3 del PIDCyP). Al respecto se ha dicho que el principio de efectividad que
 

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conlleva el concepto (tutela judicial, sí...pero efectiva) importa la necesidad de remover todos los obstáculos que
se dan en el plano de la realidad, ya no solo en el plano formal...lo que —a su vez— nos lleva hacia la idea de
tutelas diferenciadas mecanismo de razonamiento mediante el cual se pretende atender a la necesidad de tornar
flexibles las tutelas jurisdiccionales con el fin de adaptarlas a la más pura realidad (18). La Corte Interamericana
de Derechos Humanos señaló expresamente que la presencia de factores de desigualdad real obliga a adoptar
medidas de compensación.
Con sustento en los elementos someramente aludidos, los conceptos de medidas de acción positiva;
categoría sospechosa; escrutinio directo; protección igualitaria y efectiva de la ley y no discriminación; igualdad
real de oportunidades; discriminación inversa; fraccionamiento de la prueba; discriminación sobre la base de
estereotipos, interseccionalidad, etc. fueron acuñados, delineados y/o desarrollados por diversas normas, como
así también por doctrina y jurisprudencia que ganó cada vez mayor relevancia hasta llegar a producir profundos
cambios a nivel epistemológico por conducto de lo que se llamó "perspectiva de género". La verdadera
importancia de este movimiento ideológico se refleja en la obligatoriedad jurídica que recae en los operadores
de cualquier sector del sistema estatal de poder identificar la existencia de estos conceptos al momento de
evaluar cualquier situación de violencia o discriminación que se les presente.
Dado los acotados alcances de este trabajo nos limitaremos a remarcar la especial relevancia que reviste a
los fines explicitados el documento conocido como "100 Reglas de Brasilia sobre acceso a la justicia de las
personas en condición de vulnerabilidad, el que constituye doctrina legal de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación (19) por conducto de la Acordada Nro 5 del 24 de febrero de 2009. La normativa aludida enuncia
minuciosamente a las personas que deben considerarse en condición de vulnerabilidad ya sea por razones de
edad, género, estado físico o mental, como así también por circunstancias sociales, económicas, étnicas y/o
culturales en tanto esa situación los coloque en dificultades para ejercitar con plenitud ante el sistema de justicia
los derechos reconocidos por el ordenamiento jurídico (Capítulo I, Sección 2da 1. Regla 3). La Regla 4 y las
subsiguientes enuncian a la edad —tanto la menor edad como el envejecimiento—, la discapacidad, la
pertenencia a comunidades indígenas, la migración y/o desplazamiento interno, la pobreza, el género, la
pertenencia a minorías, la privación de la libertad y la victimización como causas de vulnerabilidad y la Regla
10 establece que también la familia inmediata o las personas que están a cargo de la víctima directa están
tutelados por la norma (ver Capítulo I, Sección 2da, Punto 5 Regla 10).
Nos parece apropiado señalar que, para hacer una correcta interpretación de las reglas, no corresponde
equiparar la categoría de "víctima" con el rol procesal de "sujeto pasivo de delito" en un proceso penal. Ello así
por cuanto una persona, precisamente por su situación de vulnerabilidad, puede terminar siendo acusada de un
ilícito y no resultar víctima directa del hecho investigado (un caso típico sería el de una persona vulnerable que
por resultar pareja de un sujeto violento recibe para su custodia las armas que el otro utiliza y/o se ve obligada a
esconderlas en su domicilio y es acusada de cómplice o por tenencia ilegal de armas de fuego).
También creemos adecuado precisar que el concepto de interseccionalidad al que aludimos más arriba es el
utilizado por la CIDH para reclamar que se advierta que, en muchos casos, distintos factores de vulnerabilidad
se van a encontrar presentes en una misma situación (por ejemplo el caso de una niña víctima de delito que
además es pobre y/o discapacitada y/o migrante).
En todos los casos, pero especialmente en aquellos que afectan a personas en mayor situación de
vulnerabilidad la CIDH señaló la obligación reforzada de los estados y el deber de actuar con la debida
diligencia, el que —a su vez— conlleva el deber de prevenir. La Corte Internacional (20) se pronunció
reiteradamente al respecto al afirmar que "no basta que los estados se abstengan de violar los derechos, sino que
es imperativa la adopción de medidas positivas, determinables en función de las particulares necesidades de
protección del sujeto de derecho, ya sea por su condición personal o por la situación específica en que se
encuentre".
Como ya expresamos más arriba el deber de prevención resulta uno de los ejes de la "Convención de Belém
 

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do Pará". Ello resulta de su propio nombre: "Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la
violencia contra la mujer".
En virtud de todo lo expuesto resulta imperativo interpretar que cualquier derecho o garantía que se pretenda
invocar para resistir una medida de secuestro de arma debe ser leído a la luz de los principios someramente
reseñados en este punto y su vasta e importante doctrina. Estimamos que resulta pertinente aquí citar que nuestra
SCBA (21) resolvió reiteradamente que para determinar si el hecho imputado debe quedar comprendido o no en
los términos de la "Convención de Belém do Pará", el juzgador debe analizar y ponderar necesariamente el
contexto fáctico y jurídico, esto es, las circunstancias anteriores y concomitantes al ilícito en juzgamiento.
IX. El art. 226 del Cód. Proc. Penal a la luz del deber de prevención
Ya mencionamos la preocupación de la doctrina penalista por el debido respeto sobre los derechos
individuales de los involucrados. Y, en el particular caso de una medida de coerción real como lo es el secuestro,
cabe recordar que rigen en materia penal los principios genéricos de apariencia de responsabilidad del titular del
derecho a afectar (principio de apariencia); la necesidad de verificación de peligro cierto sino se adopta la
medida (principio de estricta necesidad) y de proporcionalidad entre la medida y el objeto de tutela (principio de
proporcionalidad) conforme resulta de una correcta aplicación del art. 146 del CPPBA. Ello es una derivación
lógica del debido respeto a los derechos y garantías propio de un Estado de Derecho.
Sentado ello, estimamos necesario aclarar que, en nuestra opinión, este desarrollo doctrinario y
jurisprudencial efectuado con el fin de tutelar los derechos de los acusados y protegerlos de abusos desde una
perspectiva punitiva no es aplicable de manera automática a los fines previstos en el último párrafo del art. 226
si se lo interpreta a la luz de una perspectiva de género y de las normas jurídicas que sustentan una aplicación
respetuosa de los derechos de las víctimas.
En tarea, podríamos advertir —haciendo una lectura estrictamente literal de la norma de carácter procesal
que comentamos— la necesidad de distinguir entre: 1) Aquellas armas utilizadas en el hecho gravoso, sin
especificar categorías de ellas; 2) El caso de las "armas de fuego" en posesión del agresor cuando existiese
violencia familiar o de género. De ello resulta que dentro el primer supuesto —al utilizarse— el término
genérico "armas" no cabe duda que quedan incluidas también las armas propias que no son armas de fuego,
como pueden ser las armas blancas o de disparo. Sería deseable que la normativa hubiese precisado si resulta
pertinente incluir bajo sus alcances a las "armas impropias" (piénsese, por ejemplo, el caso de uso de un
automóvil con el que se atropelló a la víctima en un delito de lesiones o la utilización de un teléfono móvil para
proferir amenazas a fin de ilustrar casos de armas impropias frecuentemente utilizadas en hechos de violencia
doméstica). Por otro lado tampoco presenta grandes inconvenientes interpretar que en supuestos en los que
existió la probable comisión de un delito en el contexto de violencia de género o familiar es viable ordenar el
secuestro de las "armas de fuego" en poder del agresor sin importar aquí si fueron utilizadas en el hecho o si las
armas de fuego las tenía el agresor bajo su custodia en carácter legítimo usuario o de manera ilegítima. Resulta
indubitable que es ajena a la obligación de arbitrar una medida urgente la necesidad de conocer si el sujeto
pudiese haber incurrido —además— en el delito de tenencia o portación ilegal de armas previsto por el art. 189
bis del Cód. Penal, dado que la condición de usuario legítimo no influye en la aplicación del art. 226 Cód. Proc.
Penal.
También es importante señalar que la norma también amplía las facultades del operador judicial en casos de
armas que no son "armas de fuego" cuando existe una imputación por amenazas y no fueron utilizadas en el
hecho (imagínese el caso de un profesor de artes marciales que posee una "katana" pero no la utilizó al momento
de proferir las amenazas). Razonamiento similar al expuesto más arriba corresponde efectuar en estos casos
respecto de las "armas impropias" Al momento de efectuar nuestras conclusiones esbozaremos nuestra opinión
al respecto sobre este último tema.
Al comentar la norma Schiavo (22), refirió que el segundo párrafo del art. 226 incorporado por ley 14.657
propende al cumplimiento de una política criminal tendiente a incautar la mayor cantidad de armamento posible,
 

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ya sea que se lo detente de manera ilegal o bajo las disposiciones legales vigentes. El autor citado estima que su
aplicación tiende a la reducción del riesgo derivado de acciones que por su naturaleza tienden a repetirse con el
curso del tiempo y, más adelante, interpreta que la obligación impuesta a los fiscales no importa una imposición
equivalente para el juez de garantías ni una reducción de los alcances de garantías constitucionales que
resguardan el derecho a la intimidad de aquel sujeto afectado por el procedimiento destinado a culminar con el
secuestro.
Nuestra opinión no es del todo concordante. Opinamos que el artículo debe ser interpretado de manera plena
"in dubio pro víctima" a la luz del deber supralegal de prevención y del derecho a una tutela legal efectiva de la
víctima, sin perjuicio de la armonización necesaria cuando ello sea posible en respeto de otros derechos de
jerarquía constitucional como puede ser el derecho al trabajo del agresor. Por ejemplo, en el caso de un agente
de la policía que amenazó a su esposa y a su suegra con el arma reglamentaria, ante el recurso interpuesto contra
la medida por considerar que se había afectado su derecho al trabajo la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Criminal y Correccional resolvió que correspondía revocar la prohibición durante el tiempo en que desarrolle su
jornada laboral, con expresa indicación de que debería dejar el arma bajo custodia en la dependencia policial
donde prestare sus servicios fuera de su horario laboral (23).
Otro ejemplo de interpretación armónica postula, según nuestro parecer, el proyecto de ley presentado por la
legisladora Gabriela Lena en el año 2021 en el que luego de proponer la prohibición de la portación, tenencia,
transporte y uso del arma de dotación a los efectivos en actividad o retirados de las Fuerzas Armadas Argentinas
que sean denunciados por violencia de género o intrafamiliar propicia que, en esos casos, la máxima autoridad
de la fuerza se vea obligada a arbitrar los medios para se le asignen tareas administrativas al agente que no
requieran de la portación, tenencia, transporte y uso del arma de dotación, dejando a salvo sus derechos
laborales, tanto salariales como previsionales mientras dure la medida (arts. 1° y 5° del proyecto citado) (24).
Sin perjuicio de lo afirmado —aunque solo se trate de un proyecto— nada impide que un juzgador efectúe esta
salvedad en algún caso concreto.
De manera concordante con el desarrollo precedente nos parece acertado citar aquí el decreto del Poder
Ejecutivo Provincial 37/2021 de la Provincia de La Pampa mediante el que se ha dispuesto que los agentes de
Policía deberán proceder a la entrega inmediata del arma reglamentaria ante denuncias sobre situaciones de
violencia de género o familiar (art. 1° inc. d) (25).
X. La guía de actuación en casos de violencia doméstica contra las mujeres
En el ámbito de la Justicia Federal la "Guía de Actuación en Casos de Violencia Doméstica contra las
Mujeres" (26) publicada por la UFEM (Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres) aconseja la
prohibición de compra y tenencia de armas; el secuestro de las que estuvieren en posesión del agresor; destaca el
carácter indispensable de la adopción de medidas de protección en tiempo oportuno e indica que la presencia de
armas en contextos de violencia doméstica constituye un factor de altísimo riesgo, ya que incrementa las
posibilidades de que un nuevo episodio de violencia culmine con la muerte de la víctima por lo que entiende que
la sola denuncia de un hecho de violencia doméstica debe considerarse como fundamento suficiente para
disponer la prohibición al agresor de comprar, portar o tener armas de fuego atento al deber estatal de proteger a
las mujeres víctimas de violencia de género.
La UFEM asimismo indica que las fiscalías deben verificar si el imputado ha utilizado o tiene acceso a
armas de fuego (por ejemplo, que estén en poder de un familiar), lo que se debe indagar a partir de los datos que
surjan de la denuncia o el sumario policial y de preguntas a la víctima y a testigos. El organismo recuerda
también la obligación de consultar al ANMAC si el imputado registra armas a su nombre o tiene permiso de
portación o tenencia de arma de fuego y al SIFCOP (Sistema Federal de Comunicaciones Policiales) para saber
si una persona registra pedidos de secuestros de armas en su poder y, en caso de verificación positiva, destaca el
deber de solicitar una orden de allanamiento y secuestro del arma como medida preventiva urgente.
Párrafos aparte ameritan las instrucciones dadas en casos de lesiones leves en los que la víctima no ha
 

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instado la acción. En esos supuestos la UFEM estima que —en tanto las fiscalías tienen la obligación de evaluar
si existen razones de seguridad o interés público que justifiquen el ejercicio de la acción penal de oficio en los
términos del art. 72, inc. 2°, del Cód. Penal interpretado a la luz del deber del Estado argentino de prevenir,
sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres— debe impulsarse de oficio la acción penal por resultar un
interés público suficiente cuando se han utilizado armas de fuego.
Por último, con relación a la materia que nos ocupa, la fiscalía especializada se pronuncia sobre los casos en
que no se han tomado medidas urgentes o se han vencido las medidas adoptadas indicando a las unidades de
investigación que al momento de evaluar el riesgo existente para la víctima deberán considerar si el agresor
utilizó o tiene acceso a armas de fuego.
XI. Las leyes de derechos para las víctimas de delitos
De manera concordante con el desarrollo que venimos efectuando corresponde citar que la ley 27.372 de
"Derechos y Garantías de las Personas Víctimas de Delitos", cuyas disposiciones son de orden público
determina entre sus principios rectores a) El derecho al asesoramiento, asistencia, representación, protección,
verdad, acceso a la justicia, tratamiento justo, reparación, celeridad y todos los demás derechos consagrados en
la CN, en los Tratados Internacionales de Derechos Humanos de los que el Estado nacional es parte, demás
instrumentos legales internacionales ratificados por ley nacional, las constituciones provinciales y los
ordenamientos locales; b) Establecer y coordinar las acciones y medidas necesarias para promover, hacer
respetar, proteger, garantizar y permitir el ejercicio efectivo de los derechos de las víctimas, así como
implementar los mecanismos para que todas las autoridades, en el ámbito de sus respectivas competencias,
cumplan con sus obligaciones de prevenir, investigar, sancionar delitos y lograr la reparación de los derechos
conculcados y propende a una rápida intervención, a un enfoque diferencial atendiendo al grado de
vulnerabilidad de la víctima y a la no revictimización. Más precisamente el art. 5 inc. d) de la norma enuncia
entre los derechos de los que deben gozar las víctimas el de requerir medidas de protección para su seguridad, la
de sus familiares y la de los testigos que declaren en su interés, a través de los órganos competentes. El inc. k)
por su parte, declara su derecho a ser escuchada antes de cada decisión que implique la extinción o suspensión
de la acción penal, y aquellas que dispongan medidas de coerción o la libertad del imputado durante el proceso,
siempre que lo solicite expresamente y el inc. n) consagra la necesidad de que se adopten prontamente las
medidas de coerción o cautelares que fueren procedentes para impedir que el delito continúe en ejecución o
alcance consecuencias ulteriores. El art. 6° dedica su especial preocupación en los casos en que la víctima
presente situaciones de vulnerabilidad, entre otras causas, en razón de su edad, género, preferencia u orientación
sexual, etnia, condición de discapacidad, o cualquier otra análoga y señala que las autoridades deberán
dispensarle atención especializada, presumiendo esa vulnerabilidad si existiese una relación de dependencia
económica, afectiva, laboral o de subordinación entre la víctima y el supuesto autor del delito (inc. b). A su vez
el art. 8° incs. e) y f) señala que en los casos del art. 5 inc. d) se presumirá la existencia de peligro si se tratare de
víctimas de delitos contra la mujer, cometidos con violencia de género y delitos de trata de personas y el art. 13
establece que... si la gravedad del hecho que motivó la condena y las circunstancias del caso permitieran
presumir peligro para la víctima, la autoridad deberá adoptar las medidas precautorias necesarias para
prevenirlo. El art. 14 —modificatorio del art. 79 del Cód. Procesal Penal de la Nación— dispone que desde el
inicio de un proceso penal hasta su finalización, el Estado nacional garantizará a las víctimas de un delito y a los
testigos convocados a la causa por un órgano judicial el pleno respeto a la protección de la integridad física y
psíquica propia y de sus familiares (inc. c), y el art. 16 —modificatorio del art. 81— declara el principio "in
dubio pro víctima" a los fines de la interpretación y ejecución de las normas con el objeto de que se garanticen
los derechos reconocidos a la víctima. El art. 22 de la ley dispone la creación del Centro de Asistencia a las
Víctimas de Delitos (CENAVID) con incumbencia en la justicia federal en todo el país, y en forma coadyuvante,
sobre las víctimas de delitos de competencia de la justicia ordinaria a requerimiento de las jurisdicciones locales.
De igual manera, la Provincia de Buenos Aires reguló los derechos de las personas víctimas de delitos por
conducto de la ley 15.232 del 22/12/2020; su dec. reglamentario 599/2021 del 18/08/2021 y la res. 2064/2021
 

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del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos del 16/12/2021. A los fines de este trabajo es posible destacar: 1)
El derecho a la protección personal en todas las etapas procesales del juicio (art. 1°); 2) El reconocimiento de los
derechos de las víctimas de delitos, en especial, el derecho al asesoramiento, asistencia, representación,
protección, verdad, acceso a la justicia, tratamiento justo, reparación por los ofensores, celeridad y todos los
demás derechos consagrados en la CN, en los Tratados Internacionales de Derechos Humanos de los que el
Estado Nacional es parte, demás instrumentos legales internacionales ratificados por Ley Nacional, la
Constitución Provincial y los ordenamientos locales (art. 2° inc. a); 3) La obligación de garantizar a las víctimas
en el ejercicio efectivo de sus derechos, evitando la revictimización y asegurando un acompañamiento efectivo y
la necesidad de coordinar medidas de acción para que todas las reparticiones públicas, dentro del marco de sus
competencias, cumplan con sus obligaciones de prevenir, investigar y sancionar delitos, propendiendo a la
reparación integral de sus derechos (art. 2 inc. b); 4) La obligación de que el tratamiento y atención se aborde
con una perspectiva acorde a las circunstancias de la persona víctima del delito en atención a su pertenencia a
grupos vulnerables/vulnerados, edad, condición social, nivel educativo, con el fin de evitar la revictimización y
propender a un tratamiento adecuado y específico de su problemática post delito (art. 5 inc. b); 5) El derecho a
requerir medidas de protección para su seguridad, la de sus familiares y la de los/las testigos (art. 7 a) inc. IV);
6) El derecho a que se soliciten las medidas de coerción o cautelares para impedir que el delito continúe en
ejecución de manera rápida (art. 7 b) inc. IX) y c) IV).
XII. Conclusiones
Como corolario, quisiéramos decir que de una lectura sistemática del sistema normativo vigente y los
precedentes doctrinarios y jurisprudenciales citados más arriba estimamos posible afirmar que:
1) En materia de violencia familiar, aún en casos en que no exista asimetría de poder, el juez que reciba la
denuncia, aunque sea incompetente, deberá ordenar el secuestro de las armas que potencien el riesgo que
conlleva el conflicto.
2) Dado que el art. 7° inc. l) de la ley 12.569 no distingue categorías de armas el secuestro debe recaer tanto
sobre las armas de fuego como sobre cualquier otra arma propia.
3) Por aplicación del art. 7° ter de la ley 12.569, incorporado por ley 14.657, si la denuncia versare sobre
armas de fuego, además del secuestro, el juez deberá librar oficio al Registro Nacional de Armas requiriendo se
informe si el denunciado posee autorización para tener o portar armas de fuego, cuáles son las armas de las que
dispone y su lugar de guarda.
4) Respecto de los objetos que podrían utilizarse como armas impropias, si bien a algunos intérpretes le
pueden caber dudas sobre los alcances del art. 7° inc. L) para incluirlas, estimamos que, de manera casuística, el
juez podría echar mano al art. 7° inc. n) de la ley de violencia familiar para ordenar el secuestro de ellos si
estimase que de esa modo asegurará la custodia y protección de la víctima. La interpretación que se propone es
armónica con todo el sistema de protección descrito en este trabajo, en especial cuando de personas vulnerables
se trate. Todo ello tratando de respetar, en la medida en que ello sea posible, los derechos del agresor sobre los
que no sea necesario avanzar.
5) En materia de violencia de género, el juez que reciba la denuncia, aunque sea incompetente, deberá
ordenar el secuestro de las armas que potencien el riesgo que conlleva el con-flicto.
6) Dado que el art. 26 a 4) de la ley 26.485 no distingue categorías de armas el secuestro puede recaer tanto
sobre las armas de fuego como sobre cualquier otra arma propia.
7) Por aplicación analógica del art. 7 ter de la ley 12.569, incorporado por ley 14.657 o en cumplimiento de
las instrucciones de la UFEM en casos que orbiten bajo su competencia territorial o por aplicación de normas
supralegales si la denuncia versare sobre armas de fuego, además del secuestro, será de buena práctica librar
oficio al Registro Nacional de Armas requiriendo se informe si el denunciado posee autorización para tener o
portar armas de fuego, cuáles son las armas de las que dispone y su lugar de guarda.
 

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8) Respecto de los objetos que podrían utilizarse como armas impropias, si bien podría cuestionarse el
alcance del art. 26 a4) de la ley 26.485 para incluirlas, de manera casuística y mediante un razonamiento similar
a lo propuesto en materia familiar, el juez podría echar mano al inc. a7) del art. 26 de la ley citada para ordenar
el secuestro de ciertos objetos si estimase que de ese modo garantizará la seguridad de la mujer que padece
violencia y evitará la repetición de todo acto de perturbación o intimidación, agresión y maltrato del agresor
hacia la mujer. Todo ello tratando de respetar, en la medida en que ello posible, los derechos del agresor sobre
los que no sea necesario avanzar.
9) Cuando la denuncia fuera formulada en el ámbito de la justicia penal, en casos que podría tratarse de un
delito, el fiscal deberá solicitar al juez de garantías el secuestro de las armas propias vinculadas al hecho por
aplicación del art. 226 del Cód. Proc. Penal.
10) Cuando la denuncia fuera formulada en el ámbito de la justicia penal y aunque no se tratase de objetos
utilizados en el posible hecho delictivo, si hubiera violencia de género o familiar el fiscal interviniente deberá
requerir al juez de garantías el secuestro de las armas de fuego en posesión del agresor por aplicación del art.
226 del Cód. Proc. Penal.
11) Respecto de los objetos que podrían utilizarse como armas impropias, si bien podría cuestionarse los
alcances técnicos del art. 226 del Cód. Proc. Penal el fiscal podrá incluirlas, de manera casuística, del modo
sugerido en los puntos 4) y 7) de estas conclusiones en casos de violencia familiar o de género por entender que
las medidas urgentes deben ser resueltas aún en casos de incompetencia si estimase que de esa modo asegurará
la custodia y protección de la víctima. Todo ello tratando de respetar, en la medida en que ello posible, los
derechos del agresor.
12) Si bien las conclusiones que se presentan se centran en materia de violencia familiar o de género,
muchas de las aseveraciones que se efectúan son aplicables a todas aquellas personas que pertenecen a otros
grupos vulnerables en términos de las 100 Reglas de Brasilia y doctrina concordante
A modo de cierre, nos gustaría afirmar que, según nuestro parecer, el ordenamiento normativo vigente
aplicado desde una perspectiva de género nos brinda las herramientas necesarias para luchar por un efectivo
"adiós a las armas" Solo es cuestión de trabajar mancomunadamente en pos de ese objetivo.
(A)  Abogada egresada de la Pontificia Universidad Católica Argentina, integrante del poder judicial de la
Provincia de Buenos Aires. Actualmente se encuentra laborando en la Excma. Cámara de Apelaciones y
Garantías en lo Penal del Departamento Judicial de San Nicolás. Fue miembro integrante de la ONG "Usuarios
y Consumidores Unidos - Delegación San Nicolás" (UCU), en la que se desempeñó en el cargo de
vicepresidenta en el período 2017/2018. Antecedentes: "Diplomatura en nuevas instituciones procesales y
litigación oral en el proceso civil y comercial" (UCA); Posgrado de especialización para la Magistratura (UCA),
"Diplomatura Iberoamericana en Ciberdelincuencia y Nuevas Tecnologías" (UCALP), entre otros. Actualmente
se encuentra cursando la "Diplomatura en Perspectiva de géneros y Diversidad" (Fundación Formarte).
(AA)  Abogado egresado de la Universidad Nacional de Rosario. Desde el año 2001 se desempeña como Juez
titular del Juzgado de Familia N° 1 del Departamento Judicial de San Nicolás. Ex. Curador Zonal de Alienados
para los Departamentos Judiciales de San Nicolás, Junín y Pergamino. Ex Secretario de la Asesoría de Incapaces
del Departamento Judicial de San Nicolás. Integrante de la Cátedra de Introducción al derecho de la UNR entre
1985 y 1988.
(1)  WATZLAWICK, Paul Herder, "Teoría de la comunicación humana", Ed. Herder, Barcelona, 1967.
(2)  PERRONE, Reynaldo, "El Síndrome del Angel. Consideraciones acerca de la agresividad", Ed. Planeta,
2012, p. 85 y ss.
(3)  MEDINA, Graciela, "Juzgar con perspectiva de género: ¿por qué juzgar con perspectiva de género? y
¿cómo juzgar con perspectiva de género?", Ed. DFyP, 2015 (noviembre), p. 3.
(4)  Cámara de Apelación y Garantías en lo Penal de Junín, autos nro. 7053, "Ailán, Daniel Alfredo s/ amenazas
- lesiones leves calificadas", 17/05/2022.
 

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(5)  Art. 4° de la ley 26.485 y la doctrina constitucional que la norma recepta y que categoriza al problema como
una cuestión de derechos humanos, resultando sus ejes centrales la Convención sobre la Eliminación de Todas
las Formas de Discriminación sobre la Mujer (CEDAW) transformada en ley 23.179 en mayo de 1985 la
Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de
Belém do Pará) ratificada por ley 24.632 en de marzo de 1996, entre otros muchos documentos internacionales.
(6)  El análisis del Acuerdo 3964 fue materia central del II Consejo Consultivo de Violencia Familiar celebrado
en el mes de marzo de 2020 al cual fueron convocados representantes de la justicia de familia, de paz y del fuero
penal de todos los departamentos judiciales.
(7)  SCBA, Ac. 104.170, 23/07/2008; C. 116.952, res. del 04/07/2012; C. 117.237, res. del 06/11/2012, entre
tantas otras de su registro. Por su parte el Acuerdo 3964 establece que de existir una cuestión de competencia
entre Juzgados de Paz o de Familia el órgano superior deberá resolver la contienda urgentemente dentro de un
plazo máximo de días de recibidas las actuaciones y que mientras trámite dicho incidente, quien estuviere a
cargo de la denuncia, anoticiado del riesgo, deberá adoptar las medidas urgentes de cuya omisión pudiese
resultar perjuicio irreparable (Apartado II punto 1 y 2 del Acuerdo 3964).
(8)  SCBA, "L, LL. c. B., G. F. s/ materia a categorizar", Fallo del 23 de septiembre de 2015.
(9)  SCBA, B. 75.586, "C. C., M. c. L. C., J. s/ materia a categorizar". Conflicto de competencia de fecha
14/11/2018.
(10)  SCBA, B.77.555, "G. F. A. c. C. M. s/ materia a categorizar", registrado en el Registro de resoluciones de
la SCBA en fecha 20/12/2021 bajo el número RR-1011-2021.
(11)  SUÁREZ, Paulo Ignacio, "El concepto típico o jurídico-penal de arma", 13/10/2021, Id SAIJ:
DACF210177.
(12)  Si bien no existe unanimidad sobre los orígenes de la expresión "armas blancas", una de las más aceptadas
es aquella que las diferencia de las "armas negras", en tanto estas últimas no estaban destinadas a producir
heridas por ausencia de filos cortantes y el aditamento de un botón o perilla en la punta siendo su finalidad la del
deporte de la esgrima (MUÑOZ DEL POZO, Romualdo - ROSA RUIZ, José, "Historia, Legislación, definición,
lesiones, actuación y sanciones de las armas blancas y de fuego" (Sindicato Independiente de Policía local de
Andalucía). Donna, por su parte, define a las "armas blancas" como todas aquellas que poseen una hoja metálica
punzante o cortante y enuncia entre los objetos comprendidos en la categoría a los baston estoque, los puñales
de cualquier clase, los cuchillos acanalados, estriados o perforados, las dagas, las espadas y las navajas
automáticas (DONNA, Edgardo A., "Derecho Penal. Parte Especial", Ed. Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 2004, t.
II-B, p. 160).
(13)  SUÁREZ, Paulo Ignacio, ob. cit.
(14)  CREUS, Carlos, "Derecho Penal. Parte Especial", Ed. Astrea, Buenos Aires, t. 2, p. 32 y ss.
(15)  D'ALESSIO, Andrés J., "Código Penal Comentado y Anotado - Parte Especial", t. II, p. 606.
(16)  KHATCHIK DERGHOUGASSIAN, Alejandra Otamendi y FLEITAS ORTÍZ DE ROSAS, Diego,
"Violencia íntima, femicidios y armas de fuego en Argentina", https://www.academia.edu/.
(17)  https://www.jusrionegro.gov.ar/inicio/comunicacionjudicial/index.php/noticias/item/3431-ordenan-
destruir-el-arma-de-fuego-que-se-utilizo-para-am%E2%80%A6.
(18)  ver, por ejemplo, QUADRI, Gabriel H., "Situaciones de vulnerabilidad, proceso civil y Constitución:
¿tutelas diferenciadas?", publicado en SJA del 31/01/2018, 92, cita online: AP/DOC/1153/2017; PEYRANO,
Jorge W., "¿Qué es y qué no es una tutela diferenciada, en Argentina?", Revista de Derecho Procesal, Ed.
Rubinzal-Culzoni, 2008-2, p. 21; TORRES TRABA, José María, "Las tutelas procesales diferenciadas", Sup.
DJProc, junio de 2013; BERIZONCE, Roberto O., "Fundamentos y confines de las tutelas procesales
diferenciadas", Revista de Derecho Procesal, Ed. Rubinzal-Culzoni, 2008-2, p. 35.
(19)  Acordada 5/2009 de la CSJN.
(20)  Corte IDH, "Furlan y familiares vs. Argentina", 31/08/2012, Serie C No. 246, párr. 134.
(21)  SCBA, Causas P. 128.910, sent. de 16/08/2017; P. 128.468, sent. de 12/04/2017; P. 130.580, resol. de
11/07/2018, entre otras muchas de su registro.
 

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(22)  SCHIAVO, Nicolás, "Código Procesal Penal de la Provincia de Buenos Aires - Análisis doctrinal y
jurisprudencial", Ed. Hammurabi, t. I, p. 873 y ss.
(23)  Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional - Fallo del 29-XI-2021 Cita: MJ-JU-M-
135515-AR | MJJ135515 | MJJ135515;
(24)  https://www4.hcdn.gob.ar/dependencias/dsecretaria/Período2021/PDF2021/TP2021/2371-D-2021.pdf.
(25)  DECRETO 37/2021
(26)  https://www.mpf.gob.ar/ufem/protocolos-y-guias.

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