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La disciplina se estaba volviendo cada vez más difícil de imponer, Robin Hood
pensaba “no conozco ni a la mitad de los individuos con quienes me cruzo en el
campamento.”
Esta idea encontró fuerte resistencia entre sus lugartenientes, quienes estaban
orgullosos de la famosa consigna de la banda “robar a los ricos para dárselo a
los pobres”. Ellos decían que los pobres y los lugareños eran su principal
fuente de apoyo e información. Si se les despertaba su antagonismo debido a
los impuestos de tránsito, dejarían a la banda a merced del Gobernador.
Robin se preguntaba, ¿ por cuánto tiempo más podrían mantenerse las
costumbres y métodos de los primeros días?. El Gobernador se estaba
volviendo más fuerte, tenía el dinero, los efectivos y las instalaciones. A la
larga, desgastaría a Robin Hood y a sus hombres. Tarde o temprano,
encontraría sus debilidades y los destruiría metódicamente. Robin pensaba que
debía ponerle fin a la campaña. La pregunta era ¿cómo se podría lograr esto?.
Robin sabía que las oportunidades de matar o capturar al Gobernador eran
remotas, además, la muerte de este no cambiaría el problema básico.
Tampoco era probable que al Gobernador lo quitaran de su puesto. Por otro
lado, reflexionaba Robin, si el distrito se encontraba en perpetuo estado de
descontento, y no se cobraban impuestos, el Gobernador caería en desgracia.
Pero pensándolo más, razonaba, el Gobernador podría usar el descontento de
la gente para obtener más refuerzos. El resultado dependía del estado de
ánimo del Príncipe Juan. Se sabía que el Príncipe era malvado, de mal genio e
imprevisible. Estaba obsesionado por su impopularidad entre la población,
quienes querían que volviera el Rey Ricardo que estaba secuestrado. También
vivía con temor constante al resto de gobernadores que día a día se volvían
más hostiles contra su poder. Varios de estos gobernadores habían
comenzado a recaudar el dinero del rescate para liberar al Rey. Se había
pedido a Robin que se uniera, a provinciano, y otra era la intriga en la corte. Se
sabía que el Príncipe Juan era vengativo, si el juego fallaba, personalmente se
encargaría de que todos los involucrados fueran aplastados.
El sonido de la trompeta llamaba a una cena, alejó repentinamente a Robin de
sus pensamientos. En el aire se sentía el olor de venado asado. Nada había
resuelto o arreglado. Robin Hood se encaminó al campamento luego de
prometerse que daría primera prioridad a estos problemas.