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Entretanto don Pancho detenido en el calabozo rogaba al sargento para que lo deje ir
a ver a los K´ayau; ellos pasaban callados. Y los wakawak´ras retumbaban en las
quebradas. Don Julián entregó un quintal de trigo para el fiambre. Los K´ayau
avanzaban dispersados por la pampa. Los wakawuak´ras tocaban sin cesar. Entonces
los K´oñani formaron una tropita delante de la hacienda grande. Los varayok´s
hablaron en quechua: “Taytakuna vamos a llevar al Misitucha” Don Julián manda.
Jatun auki molestará, Misitu, es su criatura, su animal dijeron los K´oñanis. El layk´a
de Chipau les dijo, que el jatun auki k´arwarasu le había dado permiso y licencia para
llevar al Misitu para la corrida de Pichk´achuri y que él vera la fiesta desde la cumbre.
Cuando el último K´ayau llegó al k´eñwal, todos gritaron juntos, entonces salió el
Misitu corriendo y mató al layk´a. El Raura gritó y echo su lazo bien, midiendo, y los
enganchó en las dos astas, sobre la misma frente del Misitu.
Los K´ayau se acercaron para ver al Misitu, era gateado, pardo oscuro, con gateado
amarillento. No era grande, era como toro de puna, corriente; pero su cogote estaba
bien crecido y redondo y sus astas gruesas y afiladas. Eran seis lazos sobre las astas
del Misitu, tres para el arrastre y tres para el temple. Entonces lo enrumbaron hacia
Puquio, hacia la plaza de los Pichk´achuri.
Enterado don Julián, va a pedir permiso al subprefecto para ver a don Pancho Jiménez,
detenido en el calabozo, el permiso es concedido y en el momento en que también
entra al cuarto es encerrado por el cabo, que estaba en custodia, por orden del
subprefecto. El tankayllu danzante de tijeras bailaba y los residentes lucaninos
llegaron con el torero Ibarito. Y el pueblo quedó en silencio asustado. Los Pichk
´achuri correteaban en el ayllu. Ya el Misitu estaba llegando de Pedrork´o.