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El auki K´arwarasu tiene tres picos de nieve; es el padre de todas las montañas de

Lucanas. Los viajeros indios esparcen aguardiente en señal de respeto. El auki, el


vigía, el cuidador de toda la tierra Lucana. Su nieve de lo más blanco y frio, salen
peñas negras y hacen sombra sobre la nieve. El layk´a de Chipau se encomendó al K
´arwuarasu para traer al Misitu. Decía que le había dado poder sobre todos los toros
de todas las punas que pertenecían al auki. El ayllu K´ayau estaba hirviendo. Saldrían
a medianoche, cada quien llevaría su lazo y su fiambre, traerían al Misitu de K´ollana.

Entretanto don Pancho detenido en el calabozo rogaba al sargento para que lo deje ir
a ver a los K´ayau; ellos pasaban callados. Y los wakawak´ras retumbaban en las
quebradas. Don Julián entregó un quintal de trigo para el fiambre. Los K´ayau
avanzaban dispersados por la pampa. Los wakawuak´ras tocaban sin cesar. Entonces
los K´oñani formaron una tropita delante de la hacienda grande. Los varayok´s
hablaron en quechua: “Taytakuna vamos a llevar al Misitucha” Don Julián manda.
Jatun auki molestará, Misitu, es su criatura, su animal dijeron los K´oñanis. El layk´a
de Chipau les dijo, que el jatun auki k´arwarasu le había dado permiso y licencia para
llevar al Misitu para la corrida de Pichk´achuri y que él vera la fiesta desde la cumbre.

Entonces el mayordomo ordenó la despedida del Misitu, las mujeres cantaban,


empezaron a convidar el cañazo a los K´oñani. Al anochecer ya no tenían aliento,
dormían roncando, morados hasta la frente con la borrachera; tendidos junto a las
paredes, como perros muertos. Entonces los K´ayaus s fueron en busca del Misitu.

Cuando el último K´ayau llegó al k´eñwal, todos gritaron juntos, entonces salió el
Misitu corriendo y mató al layk´a. El Raura gritó y echo su lazo bien, midiendo, y los
enganchó en las dos astas, sobre la misma frente del Misitu.

Los K´ayau se acercaron para ver al Misitu, era gateado, pardo oscuro, con gateado
amarillento. No era grande, era como toro de puna, corriente; pero su cogote estaba
bien crecido y redondo y sus astas gruesas y afiladas. Eran seis lazos sobre las astas
del Misitu, tres para el arrastre y tres para el temple. Entonces lo enrumbaron hacia
Puquio, hacia la plaza de los Pichk´achuri.

Enterado don Julián, va a pedir permiso al subprefecto para ver a don Pancho Jiménez,
detenido en el calabozo, el permiso es concedido y en el momento en que también
entra al cuarto es encerrado por el cabo, que estaba en custodia, por orden del
subprefecto. El tankayllu danzante de tijeras bailaba y los residentes lucaninos
llegaron con el torero Ibarito. Y el pueblo quedó en silencio asustado. Los Pichk
´achuri correteaban en el ayllu. Ya el Misitu estaba llegando de Pedrork´o.

Entraron a la plaza grande de Pichk´achuri, el varayok, los lucaninos llegados de Lima,


Escobar, y los regidores corrieron a la puerta del coso. Abrieron y los otros toros se
revolvieron junto a la pared del fondo. Los arrastradores llegaron, cuando el Misitu
entro al corral, lo amarraron a la puerta de los eucaliptos con el hocico pegado, listo
para arrancar al ruedo.

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