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1 PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA (PCB), El Pueblo Judío y sus Escrituras Sagradas en la Biblia Cristiana, 2001,
N° 2-8.
Una manifestación siempre actual de aquel vínculo originario consiste
en la aceptación por parte de los cristianos de las Sagradas Escrituras
del pueblo judío como Palabra de Dios dirigida también a ellos. La
Iglesia, en efecto, ha acogido como inspirados por Dios todos los escritos
contenidos tanto en la Biblia hebrea como en la Biblia griega. El nombre
de “Antiguo Testamento”, dado a este conjunto de escritos, es una
expresión forjada por el apóstol Pablo para designar los escritos
atribuidos a Moisés (cf. 2 Cor 3,14-15). Su sentido fue ampliado, desde
fines del siglo II, para aplicarlo a otras Escrituras del pueblo judío, en
hebreo, arameo o griego. Por su parte, el nombre de “Nuevo
Testamento” proviene de un oráculo del Libro de Jeremías que
anunciaba una “nueva alianza” (Jr 31,31) expresión que se convirtió en el
griego de los Setenta en la de “nueva disposición”, “nuevo testamento”
(kainê diathêkê). Aquel oráculo anunciaba que Dios había decidido
establecer una nueva alianza. La fe cristiana, con la institución de la
eucaristía, ve esta promesa realizada en el misterio de Cristo Jesús (cf. 1
Cor 11,25; He 9,15). En consecuencia, se ha llamado “Nuevo Testamento”
al conjunto de escritos que expresan la fe de la Iglesia en su novedad.
Por sí mismo, este nombre manifiesta ya la existencia de relaciones con
“el Antiguo Testamento”.
En lugar del verbo “decir”, la palabra empleada para introducir las citas
es a menudo el verbo “escribir” y el tiempo verbal: en griego, es el
perfecto, tiempo que expresa el efecto permanente de una acción
pasada: gegraptai, “ha sido escrito” y desde entonces “está escrito”.
Ese gegraptai tiene mucha fuerza. Jesús lo opone victoriosamente al
tentador, la primera vez sin otra precisión: “Está escrito: No sólo de pan
vive el hombre” (Mt 4,4; Lc 4,4); la segunda vez, añadiendo un palin,
“también”, (Mt 4,7) y la tercera vez, un gar, “porque”, (Mt 4,10). Ese
“porque” explicita el valor de argumento atribuido al texto del Antiguo
Testamento, valor que estaba implícito en los dos primeros casos. Puede
ocurrir que un texto bíblico no tenga valor definitivo y deba ceder su
lugar a una disposición nueva; entonces el Nuevo Testamento emplea
el aoristo griego, que sitúa la declaración en el pasado. Tal es el caso de
la ley de Moisés en torno al divorcio: “Teniendo en cuenta la dureza de
vuestro corazón, [Moisés] escribió (egrapsen) para vosotros este
mandamiento” (Mc 10,5; cf. también Lc 20,28).
3. Conformidad y diferencia
8. Por más que nunca afirma explícitamente la autoridad de las
Escrituras del pueblo judío, la Carta a los Hebreos muestra claramente
que reconoce esta autoridad, pues no cesa de citar sus textos para
fundar su enseñanza y sus exhortaciones. La carta contiene numerosas
afirmaciones de conformidad a su revelación profética, pero también
afirmaciones de conformidad acompañada de algunos aspectos de no
conformidad. Eso ocurría ya en las epístolas paulinas. En las Cartas a los
Gálatas y a los Romanos, el apóstol argumenta a partir de la Ley para
demostrar que la fe en Cristo ha puesto fin al régimen de la Ley.
Demuestra que la Ley como revelación ha anunciado su propio fin como
institución necesaria para la salvación.21 La frase más significativa a este
respecto es la de Rom 3,21, en que el apóstol afirma que la manifestación
de la justicia de Dios en la justificación ofrecida por la fe en Cristo se ha
realizado “independientemente de la Ley”, pero, sin embargo, es
“conforme al testimonio de la Ley y los Profetas”. De modo análogo, la
Carta a los Hebreos muestra cómo el misterio de Cristo cumple las
profecías y el aspecto prefigurativo de las Escrituras del pueblo judío,
pero comporta al mismo tiempo un aspecto de no conformidad a las
instituciones antiguas: según los oráculos del Sal 109(110),1.4, la situación
de Cristo glorificado es, por eso mismo, no conforme al sacerdocio
levítico (cf. Hch 7,11.28).
(6) En el Evangelio según Mateo, por ejemplo, se cuentan 160 citas implícitas o alusiones; 60 en el
Evangelio según Marcos; 192 en el Evangelio según Lucas; 137 en el Evangelio según Juan; 140 en
los Hechos; 72 en la Carta a los Romanos, etc.
(9) Sujetos sobreentendidos: la Escritura (Rom 10,8; cf. 10,11), el Señor (Gál 3,16: cf. Gn 13,14-15;
He 8,8: cf. 8,8.9), Cristo (He 10,5).
(10) Sujetos expresados: "la Escritura" (Rom 9,17; Gál 4,30), "la Ley" (Rom 3,19; 7,7), "Moisés" (Mc
7,10; Hch 3,22; Rom 10,19), "David" (Mt 22,43; Hch 2,25; 4,25; Rom 4,6), "el profeta" (Mt 1,22; 2,15),
"Isaías" (Mt 3,3; 4,14; etc.; Jn 1,23; 12,39.41; Rom 10,16.20), "Jeremías" (Mt 2,17), "el Espíritu Santo"
(Hch 1,16; He 3,7; 10,15), "el Señor" (He 8,8.9.10 = Jr 31,31.32.33).
(20) Pasión: Hch 4,25-26; 8,32-35; 13,27-29; Resurrección: 2,25-35; 4,11; 13,32-35; Pentecostés:
2,16-21; apertura misionera: 13,47; 15,18.