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TEMA 9: LA SAGRADA ESCRITURA

La Sagrada Escritura y la Palabra de Dios. Analogía de la palabra de Dios.

CCE CAPÍTULO SEGUNDO DIOS AL ENCUENTRO DEL HOMBRE


ARTÍCULO 3 LA SAGRADA ESCRITURA.I Cristo, palabra única de la Sagrada Escritura.
101 En la condescendencia de su bondad, Dios, para revelarse a los hombres, les habla en palabras
humanas: «La palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje
humano, como la Palabra del eterno Padre asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo
semejante a los hombres» (DV 13).
102 A través de todas las palabras de la sagrada Escritura, Dios dice sólo una palabra, su Verbo
único, en quien él se da a conocer en plenitud (cf. Hb 1,1-3):
«Recordad que es una misma Palabra de Dios la que se extiende en todas las escrituras, que es un
mismo Verbo que resuena en la boca de todos los escritores sagrados, el que, siendo al comienzo
Dios junto a Dios, no necesita sílabas porque no está sometido al tiempo (San Agustín, Enarratio in
Psalmum,103,4,1).
103 Por esta razón, la Iglesia ha venerado siempre las divinas Escrituras como venera también el
Cuerpo del Señor. No cesa de presentar a los fieles el Pan de vida que se distribuye en la mesa de la
Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo (cf. DV 21).
104 En la sagrada Escritura, la Iglesia encuentra sin cesar su alimento y su fuerza (cf. DV24),
porque, en ella, no recibe solamente una palabra humana, sino lo que es realmente: la Palabra de
Dios (cf. 1 Ts 2,13). «En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amorosamente al
encuentro de sus hijos para conversar con ellos» (DV 21).
La expresión“Palabra de Dios”se usa de distintas maneras. No es una expresión unívoca, porque
no se usa siempre con la misma significación. Por ejemplo, el término “animal”, aplicado en sentido
propio, es unívoco porque se predica de varios individuos con la misma significación, ya que
conviene a todos los vivientes dotados de sensibilidad.No es tampoco una expresión equívoca, ya
que no se emplea para designar a cosas completamente diferentes entre sí. El término “vela” es
equívoco, pues su significación conviene a diferentes cosas; por ejemplo, a un turno de oración ante
el Santísimo, a la lona que en los barcos recibe el viento para impulsarlos, a un cilindro con pábilo
para que pueda encenderse y dar luz, etc.
VERBUM DOMINI 7. La expresión “Palabra de Dios” es análoga. La analogía es la relación de
semejanza que hay entre cosas distintas. Un término, o una expresión, es análogo cuando se puede
emplear para referirse a realidades distintas que, no obstante, tienen una relación de semejanza entre
sí. Por ejemplo, el término “padre”: Se lo aplicamos a Dios, al progenitor, al sacerdote, etc El
Cristianismo es “la religión de la Palabra de Dios”, pero no es una “religión del Libro”. La
Escritura es palabra de Dios, en tanto que atestigua en palabras humanas inspiradas por Dios la
comunicación que Dios hace de sí mismo en su Palabra. Pero la Escritura no es, en sentido absoluto
y único, “la” Palabra de Dios. La Palabra de Dios en sentido absoluto es el Verbo de Dios que,
en la Encarnación, se hizo hombre.

La Sagrada Escritura y la Iglesia. La Sagrada Escritura, testigo de la revelación


divina. Relación con la Tradición apostólica, con Jesucristo, con el Espíritu Santo.
La Revelación Divina: La Revelación es la manifestación de Dios y de su voluntad acerca de
nuestra salvación. Viene de la palabra «revelar», que quiere decir «quitar el velo», o «descubrir».
Dios se reveló de dos maneras:
1) La Revelación natural, o revelación mediante las cosas creadas. Dice el apóstol Pablo: «Todo
aquello que podemos conocer de Dios El mismo se lo manifestó. Pues, si bien a El no lo podemos
ver, lo contemplamos, por lo menos, a través de sus obras, puesto que El hizo el mundo, y por sus
obras entendemos que El es eterno y poderoso, y que es Dios» (Rom 1,19-20).
2) La Revelación sobrenatural o divina. Desde un principio Dios empezó también a revelarse a
través de un contacto más directo con los hombres, mediante los antiguos profetas y de una manera
perfecta y definitiva en la persona de Cristo Jesús, el Hijo de Dios. «En diversas ocasiones y bajo
diferentes formas, Dios habló a nuestros padres, por medio de los profetas, hasta que, en estos días
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que son los últimos, nos habló a nosotros por medio de su Hijo» (Heb.1,1-2). Jesús nos reveló a
Dios mediante sus palabras y obras, sus signos y milagros; sobre todo mediante su muerte y su
gloriosa resurrección y con el envío del Espíritu Santo sobre su Iglesia. Todo lo que Jesús hizo y
enseñó se llama «Evangelio», es decir, «Buena noticia de la Salvación».
¿Cómo fue transmitida la Revelación Divina? Para llevar el Evangelio por todo el mundo, Jesús
encargó a los apóstoles y a sus sucesores, como pastores de la Iglesia que El fundó
personalmente: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he
aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt. 28,18-20).Aquí notamos
cómo Jesús ordenó «predicar» y «proclamar» su Evangelio. Y de hecho los Apóstoles «predicaron»
la Buena Nueva de Cristo. Años después algunos de ellos pusieron por escrito esta predicación. Es
decir, al comienzo la Iglesia se preocupó de predicar el Evangelio.
La Tradición Apostólica. Este mensaje escuchado por boca de Jesús, vivido, meditado y
transmitido oralmente por los Apóstoles, se llama «la Tradición Apostólica». No debemos
confundir «la Tradición Apostólica» con la «tradición» que en general se refiere a costumbres,
ideas, modos de vivir de un pueblo y que una generación recibe de las anteriores. Una tradición de
este tipo es puramente humana y puede ser abandonada cuando se considera inútil. Así Jesús mismo
rechazó ciertas tradiciones del pueblo judío: «Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la
tradición de los hombres» (Mc.7,8).La Tradición Apostólica se refiere a la transmisión del
Evangelio de Jesús. Jesús, además de enseñar a sus apóstoles con discursos y ejemplos, les enseñó
una manera de orar, de actuar y de convivir. Estas eran las tradiciones que los apóstoles guardaban
en la Iglesia. El apóstol Pablo en su carta a los Corintios se refiere a esta Tradición Apostólica: «Yo
mismo recibí esta tradición que, a su vez, os he transmitido» (1 Cor. 11, 23).

La autoría divina y humana de la Sagrada Escritura.


Inspiración bíblica quiere decir que todos los libros de la Biblia fueron escritos bajo el directo
influjo y asistencia del Espíritu Santo. Por eso la Biblia tiene como autor al mismoDios. Dios se
sirvió, para escribirla, de algunos hombres santos, que se han llamado “escritores sagrados”. Las
verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron
por inspiración del Espíritu Santo. la santa Madre Iglesia, según la fe apostólica, tiene por santos y
canónicos los libros enteros del Antiguo y Nuevo Testamento con todas sus partes, porque, escritos
bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como tales se le han entregado a
la misma Iglesia. Pero en la redacción de los libros sagrados, Dios eligió a hombres, que utilizó
usando de sus propias facultades y medios, de forma que obrando El en ellos y por ellos,
escribieron, como verdaderos autores, todo y sólo lo que El quería. (DV 11).

La relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.


Dice el Concilio Vaticano II: “Dios es el autor que inspira los libros de ambos Testamentos, de
modo que el Antiguo encubriera el Nuevo y el Nuevo Descubriera el Antiguo. Pues, aunque Cristo
estableció con su sangre la Nueva alianza, los libros del AT, alcanzan y muestran su plenitud de
sentido en el NT, y a su vez lo iluminan y lo explican… El fin principal de la Economía antigua era
preparar al venida de Cristo, redentor universal y de su reino mesiánico, anunciarla proféticamente
y representarla con distintas imágenes. Es decir que el AT y el NT se complementan. Su
interrelación es tan completa que el primero explica al segundo y viceversa, sólo a la luz del AT se
logra comprender el NT y sólo a la luz del NT nos damos cuenta de lo que el AT quiso decir; con
razón Cristo lo decía a sus oyentes: “ Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él
escribió de mí” (Juan 5, 46).
 
El canon de la Sagrada Escritura.
Canon (etimología y acepciones eclesiásticas). Del griego Kanon, significa, "metro, norma, regla,
vara". Para Pablo significa ya norma, y en el s. II norma o criterio de la fe. En la Iglesia latina, a
mediados del s. IV, canon en sentido de catálogo. El adjetivo canónico por primera vez en el
Concilio de Laodicea y San Atanasio en el s. IV. Aplicada a la Biblia tiene un primer significado
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de norma de fe y de vida para los creyentes, canon en sentido activo y que puede definirse
también como la normatividad de la Sagrada Escritura.
Canónico (protocanónico y deuterocanónico. Apócrifo). Los libros que son norma para los
cristianos son los libros canónicos(canon en sentido pasivo). Vaticano II: “la Santa Madre Iglesia
reconoce que todos los libros del AT y del NT son sagrados y canónicos, escritos por inspiración
del ES. Tienen a Dios como autor, y como tales han sido confiados a la Iglesia” (DV 11).La
Iglesia no crea su canon, sino que declara como tal a aquellos libros en los que ha descubierto
la Palabra normativa de Dios. La Biblia es norma, canon (en sentido activo), y a su vez es la
Iglesia quien en último término garantiza y asegura el canon (en sentido pasivo) de la
Escritura.
Canonicidad. Reconocimiento por parte de la Iglesia de un libro inspirado por Dios y propuesto
como norma de fe y de vida.
Criterios de canonicidad
Durante los primeros cuatro siglos se utilizaron diversos criterios para decidir la aceptación de un
libro como canónico. Ohlig distingue tres grandes grupos de criterios:
 Criterios externos: propiedades de la misma Escritura: apostolicidad, gran antigüedad,
aprobación apostólica, ortodoxia eclesiástica y doctrinal, concordancia y unidad con la
escritura, función constructiva y edificante, valor para todas las Iglesia, legibilidad,
comprensibilidad y posesión de sentido.
 Criterios internos: los que fundamentan en último término la normatividad de la Escritura,
ya que la Iglesia acepta como canónicos sólo aquellos libros que sean inspirados. Se
fundamenta en una experiencia pneumática de la Iglesia.
 Criterios eclesiales: resultado de las relaciones de la Iglesia con esos escritos y con los
anteriores criterios: reconocimiento de un libro como Escritura canónica en un número a ser
posible grande de Iglesia, recepción por una gran número de Iglesias antiguas, citación como
Escritura por autoridades reconocidas, empleo en la liturgia…
La apostolicidad es el criterio central y articulador de los demás, entendido como eclesialidad
originaria. Varios aspectos: cronológico, de continuidad histórica, de contenido y de funcionalidad.
La última fundamentación de la normatividad del NT y del AT cristiano, es la autoridad del Señor,
manifestada por su Espíritu. Los escritos no son canónicos porque hayan sido recibidos en la
Iglesia, sino que son recibidos porque son Escritura y la Iglesia así lo percibe. Estrecha relación que
existe entre Escritura y Magisterio. Dei Verbum: la misma Tradición da a conocer a la Iglesia el
canon de los libros Sagrados (DV 8).
Extensión de la canonicidad. Abarca todo el conjunto de los libros recogidos en el canon: 46 AT y
27 NT, tanto protocanónicos como deuterocanónicos. DV 11: todos los libros del AT y del NT, con
todas sus partes, son sagrados y canónicos.

La interpretación de la Sagrada Escritura.


Siendo la Biblia mensaje divino en palabras humanas, su interpretación presupone en primer lugar
la fe en la Palabra de Dios, y luego el progresivo descubrimiento de su mensaje profundo. Este
progresivo descubrimiento lo realiza la Iglesia toda meditando la Palabra divina con la asistencia
del Espíritu de la Verdad, con la ayuda del Magisterio del Papa y demás obispos que enseñan con la
autoridad de Cristo, y con el apoyo de los teólogos y exegetas. La hermenéutica bíblica tiene por
objeto establecer una mediación entre el antiguo texto y el hombre contemporáneo, recurriendo al
uso de los métodos más apropiados, con el fin de hacer el texto vivo y actual. Estos son los criterios
teológicos recogidos por la encíclica “Providentissimus Deus” (1893) del papa León XIII: hay que
interpretar la Biblia con la luz y la gracia del mismo Espíritu Santo que la ha inspirado;
conformidad de la exégesis con la interpretación que la Iglesia ha hecho y hace de la Escritura; la
exégesis no debe estar en contra del consenso unánime de los Padres de la Iglesia; y debe tener en
cuenta la analogía de la fe. También admite criterios histórico-críticos: recomienda el estudio de las
lenguas orientales y la ciencia crítica textual o literaria; admite, aunque todavía tímidamente, la
crítica histórica.
a) Exégesis: es la explicación actualizada de un texto bíblico.
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El exegeta tiende un puente entre el texto que ya tiene muchos siglos y el hombre contemporáneo,
con sus inquietudes y preguntas existenciales de hoy.
b) Hermeneútica: es una parte de la ciencia bíblica que tiene por objeto establecer una mediación
entre el antiguo texto y el hombre contemporáneo, recurriendo al uso de los métodos más
apropiados, con el fin de hacer el texto vivo y actual.
c) Heurística: es la parte de la hermeneútica que descubre los distintos sentidos de la Biblia, sea
por los estudios de los investigadores, sea por las enseñanzas del Magisterio.
d) Crítica: es el estudio racional de los textos, cualesquiera sean, para determinar su sentido, las
intenciones del autor, el tiempo y circunstancias en que fue escrito, el género literario y la forma
estilística. Este estudio crítico se impone también en la interpretación de la Biblia, por estar escrita
en lenguaje humano.

La palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. Verbum Domini


Dios no entregó su Palabra al individuo, sino a una comunidad, a su Pueblo; y ese Pueblo, hoy, no
es otro que la Iglesia. Dios tiene que querer de manera eficaz que su Verdad llegue íntegra a los
hombres. Para llevar a cabo esto, ha confiado a su Iglesia la misión de transmitir su Palabra
salvadora a todos los hombres, a fin de que participen de la vida divina. De esta misión o deber
sagrado, nace el derecho que la Iglesia tiene de proclamar la divina Palabra. Ella, la Iglesia, es la
depositaria y la guardiana del tesoro sagrado de la Revelación y la única intérprete auténtica de la
Biblia, siendo infalible en sus interpretaciones doctrinales sobre las cuestiones concernientes a la fe
y a las costumbres. A este ejercicio divino y permanente de la enseñanza de la Iglesia se le llama
“magisterio vivo”.
Fuera de la Iglesia no se puede alcanzar el pleno conocimiento de la Palabra de Dios.

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