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ATRIBUTOS DEL PATRIMONIO CULTURAL DEL ESTADO DE SINALOA PARA SU

INCORPORACIÓN A LA LISTA INDICATIVA DE PATRIMONIO MUNDIAL.

El estado de Sinaloa, como toda la región Noroeste, cuenta con un patrimonio


cultural de gran valor tanto para la historia de México y como de la humanidad, donde e l
medio físico-natural ha jugado un papel fundamental en la conformación de dicha región
en general, como de Sinaloa, en lo particular. El estado cuenta en la actualidad con 58
488 km2., con clima y topografía diversa, donde el marco geográfico influyó en la
conformación de un proceso social distinto al observable en las otras regiones. La Sierra
Madre Occidental, aunque parte de un sistema de irrigación que ha posibilitado la principal
fuente de riqueza en el territorio, como lo es la agricultura, también ha sido históricamente
un elemento físico de aislamiento, pues separa al noroeste del resto del país al hacer
extremadamente difícil las comunicaciones; en el otro extremo tenemos al océano
Pacífico, que durante la época colonial fue gran limite físico, y hasta el siglo XIX se
convirtió en un medio de comunicación, en la puerta a través de la cual se vinculó nuestro
territorio al comercio internacional, a través de puertos como Mazatlán, Guaymas, La Paz,
etc.,

A partir de estos dos grandes limites físicos, se conformó una región homogénea
que abarcó desde los actuales territorios de Sinaloa, Sonora, las Californias, hasta
Arizona, historias comunes con fenómenos similares como lo fueron las misiones jesuitas,
los presidios y los reales de minas.

Así, la sierra, los valles, la costa y sus ríos han sido escenarios donde se han
asentado sus pobladores durante las diferentes épocas. Antes de la llegada de los
españoles, la población indígena, en su mayoría estuvo asentada en las márgenes de los
ríos (sobre todo en los valles, en las cercanías de las costas, ó en la desembocadura de
los mismos), un mapa de 1579 nos muestra la gran cantidad de pueblos que estaban
situados en los ríos Culiacán, Elota y Piaxtla.

De acuerdo con Paul Kirchoff, uno de los límites del área mesoamericana se
localizaba al norte de Culiacán, este hecho va a impactar fuertemente el proceso de
conquista. A la llegada de los españoles al actual estado de Sinaloa, encontraron
localidades de gran magnitud, como Culiacán y Chiametla; señoríos con una población,
que según los cronistas que acompañaban a los conquistadores contaban con
doscientos mil y setenta y cinco mil habitantes respectivamente. Sin embargo al norte
de Culiacán, y en la región serrana, no existían asentamientos numerosos, con una
población nómada y dispersa, sin un poder centralizado, ni una estructura de gobierno
como lo eran los señoríos, de la cual pudieran apoderarse los españoles y sustituir el
sistema tributario por las encomiendas, los métodos tradicionales de conquista
resultaron inoperantes, y tuvieron que ensayar otros mecanismos; la conquista se tuvo
que realizar mediante la espada y la cruz, es decir con el ejercito y los misioneros, así
aparecen un tipo de asentamiento característico de nuestra región, el presidio y la
misión jesuita, en un territorio que abarcaba los actuales estados de Sinaloa, Sonora,
las Californias y Arizona.

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El establecimiento y sobre todo la consolidación del régimen colonial en el norte
novohispano exigía de orden y control de sus habitantes, ante todo de los pueblos
indígenas, que al momento de la fundacion de Culiacán en 1531, como gobernación de
la provincia de Sinaloa y de la provincia de Nueva Vizcaya en 1563, con capital
Durango, pese a la distancia temporal de una y otra, la conquista de los nativos no se
había logrado ni por asomo. Aunque desde el inicio de la incursiones españolas en el
septentrión se declaró la guerra a los indios alegando su estado de salvajismo, barbarie
e irreligiosidad, la capacidad de desplazamiento espacial debido al amplio conocimiento
que tenían del territorio como por su cultura nómada, dificultaron el sometimiento y la
pacificación a la que los querían someter los conquistadores para explotarlos como
mano de obra esclava si fuera posible o en encomienda en los centros mineros y las
estancias. Como no resultó fácil la sujeción, a pesar de que se cometieron múltiples
abusos contra los indios de prácticamente todas las etnias norteñas durante la época
colonial, para su control y eventualmente su pacificación se recurrió a la creación de un
sistema de fuerzas armadas, llamadas presidios, paralelas en cierta mediada a las del
ejercito regular de la provincia, con emplazamientos estratégicamente elegidos, casi
siempre en sitios cercanos a donde habían ocurrido levantamientos armados indígenas,
y en los territorios de avanzada.

En la conquista de un área era común que los primeros jesuitas fueran


acompañados por el ejército español, hasta lograr el establecimiento del asentamiento
misional. El sistema de misiones que establecieron los religiosos de la Compañía de
Jesús en el norte de la Nueva España, como se reconoce hoy día, constituyó una
innovación en la manera, en los métodos, acerca de cómo llevar a cabo la
evangelización de los diversos pueblos indígenas de tan vasta y desigual región. Otro
aspecto relevante de la labor de los jesuitas en la región del noroeste fue ni más ni
menos que la construcción de un modelo social que sirviera de sustento, en primer
término, para la conversión de los indígenas a la religión cristiana, y en última instancia,
como proyecto de transformación del orden social y cultural de las etnias nativas.

En el noroeste los jesuitas idearon ese modelo social, religioso-político


directamente articulado a los intereses acordes con la expansión de la corona española
y por tanto estrechamente articulado a la estructura de dominación del régimen
virreinal.

Bajo estas circunstancias, en el norte de finales del siglo XVI no hubo cabida, al
parecer ni más tarde, para la gestación de proyectos de corte utópico que hubieran
planteado la construcción de una sociedad indígena bajo la tutela de los religiosos,
como los nuevos lideres espirituales en que realmente se convirtieron, donde al margen
de los españoles y del nuevo régimen impuesto por ellos, se hubiera desarrollado la
forma social. Mas bien ocurrió lo contrario, al menos así lo indican los estudios que se
han elaborado sobre las misiones de Baja California Sur, Sonora, Provincia de Sinaloa,
Tepehuanes y Topia. Estos casos muestran como el sistema misional el sistema
misional se articuló no solo al régimen de gobierno de la provincia de Nueva Vizcaya en
lo político, sino, y ante todo, desempeñó una importancia central, articuladora, en el
desenvolvimiento de la sociedad del septentrión novo hispano. Efectivamente, en la
porción nuclear y septentrional de la provincia de Nueva Vizcaya, el sistema misional,

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los reales de minas y los presidios constituyeron la trilogía de instituciones creadas por
los españoles, características del norte novohispano, que permitieron el desarrollo de la
estructura económica, social y política de dicha provincia, en primer término.

En segundo lugar, y tal vez sea esta la mayor contribución histórica del norte,
dicha trilogía de elementos estructurales vino a ser la base fundamental de la
reproducción ampliada o de largo alcance del sistema virreinal, centrado principalmente
en la producción de la riqueza minera. En este sentido, una vez que los conquistadores
consumieron la riqueza que el antiguo imperio azteca y sus satélites habían acumulado
y la explotación de la mano de obra indígena y las enfermedades traídas por los
españoles y sus acompañantes los redujeron, por la vía del exterminio, hasta en un diez
por ciento de su población, el descubrimiento de las minas de plata en el norte vendría
a ser la mayor fuente generadora de riqueza en la Nueva España que aseguraría su
desarrollo, expansión y consolidación a la larga.

Las misiones realmente funcionaban como un sistema, por ejemplo las existentes
al norte de Sinaloa, y en los estados de Sonora, Baja California, California y Arizona,
llegaron a constituir un total de ciento diez asentamientos; con un rectorado localizado en
la Villa de San Felipe y Santiago (hoy Sinaloa de Leyva), el cual era el cerebro de ese
complejo conjunto. Cuando era fundada una nueva misión, durante sus primeros diez
años recibía el sustento del resto de las misiones; en 1740 ocurrió un hecho ilustrativo,
cuando los pueblos yaqui y mayos se rebelaron contra los misioneros, porque debido a
una sequía había escasez de alimentos y los jesuitas los tenían almacenados para
enviarlos a las misiones de Baja California Sur, los inconformes alegaban que eran
alimentos producidos por ellos y por lo tanto les pertenecían.

Las misiones funcionaban como un espacio autosuficiente, tanto en lo referente a


alimentos y otros artículos, los jesuitas eran muy celosos que los indígenas no se
mezclaran ni tuvieran comunicación con los colonos españoles, para que no fueran
contaminados con por los vicios y costumbres de estos, es decir buscaban que estos
vivieran de acuerdo a las “leyes cristianas”. Como legado de las misiones además del
patrimonio arquitectónico, tenemos que a pesar de que no eran las regiones mas
densamente pobladas a la llegada de los españoles, actualmente, es allí donde hay mayor
número de población indígena en el Noroeste.

Las misiones como se dijo anteriormente junto con los presidios y reales de minas
conformaban una trilogía, parte de un sistema de dominación española.

Los reales de minas requerían para su funcionamiento de alimentos y otros


enseres, como las misiones estaban localizadas en las tierras mas fértiles, y después de
la catástrofe demográfica, concentraban la poca mano de obra indígena, hasta el
principios del siglo XVIII eran los principales y prácticamente únicos proveedores de esos
asentamientos, de allí que la importancia de varias misiones nos la explicamos también
como centros agrícolas regionales.

Hasta la implementación de las reformas borbónicas, los españoles solo concebían


a América como un continente del cual extraer su riqueza mineral, sobretodo el oro y la

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plata, es en ese sentido que su principal preocupación fue la puesta en funcionamiento de
los Reales de Minas. Así, en la zona serrana de Sinaloa encontramos un gran número de
pueblos de origen minero, con centros regionales, en algunos casos con la misma
actividad, como El Rosario, localizado al sur del estado, era la puerta de entrada y dada
la cercanía con el Puerto de Mazatlán por donde ingresaban una gran cantidad de
mercancías extranjeras, tenía una gran actividad comercial, ya que surtía de alimentos y
enseres a los centros mineros cercanos como Copala, Pánuco, Concordia, La Hacienda
de Guadalupe, entre otros poblados que dependían de esta actividad, incluso algunos del
estado de Durango; al centro, encontramos a Culiacán, como un núcleo regional agrícola-
comercial, con Altata como el puerto por donde ingresaban las mercancías extranjeras,
surtía a los Reales de minas del centro y norte del estado, y expendía sus mercancías
hasta pueblos mineros como Topia, en Durango; al norte del estado encontramos a la Villa
de San Felipe y Santiago (rectorado de las misiones jesuitas) y a Álamos, tambien como
centros regionales, la distancia entre estas poblaciones es de doscientos kilómetros
aproximadamente, lo que nos da una idea de que cada una tenia su radio de influencia
muy definido.

Si en la actualidad, en Sinaloa, las principales vías de comunicación se localizan


en los valles, en la época colonial existía un camino real en la zona serrana Es decir los
reales de minas, las misiones y los presidios, eran unidos por ese caminol, que
comunicaba los espacios ocupados por los españoles.

Así, cuando en 1765 el Obispo Don Pedro Tamarón y Romeral realizó una visita
pastoral por la Nueva Vizcaya, en donde anotó entre otros datos el número de pobladores,
sobresale que los asentamientos mas poblados eran los reales de minas, Culiacán que
era el centro político y agrícola-comercial, ocupaba un quinto lugar, después de El
Rosario, Villa de San Felipe y Santiago, El Fuerte y Álamos. En segundo término tenemos
una serie de localidades de gran importancia poblacional, las misiones jesuitas, entre las
que se encuentran San Ignacio, Badiraguato, Mocorito, Nio, Ocoroni, Bamoa, Tehueco,
entre otras. Hoy al recorrer el estado a lo largo y ancho encontramos localidades
representativas de estos tipos de asentamientos, algunas de ellas se conservan
prácticamente intactas. Pueblos mineros que su traza en forma de “plato roto”, en donde
recorrer sus calles, llenas de remates, significa una sorpresa, donde lo formal no es mera
moda pasajera, sino que responde a las necesidades planteadas por el clima, y los
materiales locales y sistemas constructivos existentes en esa época, edificios con paredes
de barro, techadas con vara o carrizo, vigas, lodo y teja; patios interiores cubiertos de
vegetación que nos hacen recordar que es posible soportar los intensos calores de
nuestro clima, sin necesidad de utilizar el aire acondicionado, arquitectura que se adecua
a las exigencias planteadas por el clima, producto del de un conocimiento transmitido por
generaciones, arquitectura que utiliza los materiales disponibles en la naturaleza y que se
confunde con ella.

En localidades como Mocorito, Capirato, Badiraguato, Ocoroni, Nío, San Miguel,


Pueblo Viejo, etc., encontramos templos jesuitas, como mudos testigos de la grandeza de
la obra de esa orden religiosa. En Sinaloa, sobre todo en la zona serrana, existe una gran
riqueza urbano-arquitectónica, patrimonio cultural de gran valor, protegerlos.

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Producto de trabajos realizados conjuntamente entre la Universidad Autónoma de
Sinaloa, a través de la facultad de Arquitectura, y Instituto Nacional de Antropología e
Historia y los respectivos ayuntamientos, Cosalá y Mazatlán cuentan con la declaratoria
Federal de su Zona de Monumentos Históricos, al igual que Álamos, Sonora, el cual
incluso se encuentra inscrito en la lista indicativa asimismo existen otras poblaciones con
el catalogo de Monumentos Históricos y que esperamos pronto formen parte de esas
poblaciones sinaloenses con su respectiva declaratoria. En Sinaloa de Leyva (antes Villa
de Felipe y Santiago), se están realizando trabajos de excavación arqueológico en el área
del templo y del colegio jesuita, con el objetivo entre otros de instalar el museo de la
misiones, asimismo se han realizado trabajos de investigación en otras misiones.

La trilogía Presidios, Misiones y reales de Minas, del noroeste de México revisten


de gran importancia para la historia de la humanidad, es necesario realizar proyectos de
investigación y conservación, para conocer y proteger este gran legado.

Grupo Sinaloa PRO ICOMOS


Arq. Servando Rojo Quintero
Dr. José de la Cruz Pacheco
M. en Arq, René A. Llanes Gutiérrez
Arq. Mario Martínez López
Arq. Josefina Sandoval Galindo
Arq. Jerónimo Llanes González
Arq. Arturo Gastélum Zepeda

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