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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN


UNIVERSIDAD DE LAS CIENCIAS DE LA SALUD “HUGO CHAVEZ FRIAS”
PRE-MEDICO: PROYECTO NACIONAL Y NUEVA CIUDADANÍA
DRA. MARBELLA MAVAREZ

EVOLUCIÓN HISTÓRICA SOCIO- POLÍTICA,


CULTURAL JURÍDICA Y ECONÓMICA DE LA
REALIDAD VENEZOLANA DESDE EL SIGLO XV
HASTA EL SIGLO XXI.

ELABORADO POR:
JOSE AYOLA C.I.:
ANJIRYS MORA C.I.: 20.577.688
MARIA ELENA MORA C.I.: 26.112.798
NAIBELYN PALMAR C.I.: 26.806.585
JOSE ROJAS C.I.: 30.605.211
DANIELA VILLARREAL C.I.: 24.381.952

MARACAIBO, OCTUBRE 2022


Los pueblos indígenas de Venezuela. Sus costumbres y prácticas
ancestrales. Conquista, resistencia indígena y colonización. Consecuencias:
en salud, lenguaje, costumbres, prácticas religiosas. Nueva estructura social
de Venezuela. El mestizaje. La independencia de Venezuela (siglo XIX). El
sistema de gobierno: la república. Origen, etapas y características. La guerra
federal 1859 (siglo XIX).

Lo que se conoce al respecto sobre los pueblos originarios de Venezuela es


que fueron las primeras comunidades que habitaban en el territorio venezolano
ante de la llegada de los españoles por medio del descubrimiento de América, en
la actualidad este grupo de comunidades conforman 2,7% de la población total de
Venezuela.

Desde los comienzos del siglo XVI, el territorio venezolano ha conocido la


mezcla de etnias diferentes. A los primitivos pueblos amerindios se sumaron los
colonizadores europeos y los negros africanos. Luego, con el proceso de la
industrialización se dio inicio a una importante inmigración de los países europeos,
especialmente españoles, italianos y portugueses, lo que contribuyó al crecimiento
del mestizaje. Esta inmigración procedente de Europa fue aumentando hasta
finales de la década de los cincuenta, para dar paso a una corriente migratoria de
ciudadanos suramericanos, quienes salieron de sus países en busca de una mejor
forma de vida, dando origen a una población muy heterogénea.

La lengua oficial es el español, enriquecido localmente por numerosos


coloquialismos; sin embargo, las diferentes tribus amerindios conservan unas
veinticinco lenguas distintas, como es el caso de las familias Caribe, Arawak y
Chibchas. Un 93% de la población vive en los centros urbanos, mientras que un
7% corresponde a la población rural. Las regiones más pobladas son los valles y
el piedemonte de la Cordillera de la Costa y de la Cordillera de los Andes,
mientras que la región menos poblada es la del eje fluvial Orinoco-Apure, al sur
del país.

En Venezuela existen aproximadamente treinta etnias indígenas,


pertenecientes principalmente a la familia arahuaca, caribe, chibcha y tupí-
guaraní.

 De la familia arahuaca (Arawak): guajiro, paraujano, baniva,


curripaco, yavitero, piapoco, guarequena, baré y arahuaco.

 De la familia caribe: cariñas, pemones, maquiritare, panare,


yabarana, yupca, japreria, acahuayo. Mapoyo y chaima.

 De la familia chibcha: barí, tunebo.

 De la familia tupí-guaraní: existe un reducido número de indígenas


yeral (del portugués “geral”), oriundos del Brasil.
 Las demás etnias, alguna de ellas algo numerosas, no tienen filiación
lingüística precisa, como los yanomami, los guarao, los yaruros, los
guajibos, los piaroas, los puinabe, los joti, los sapé,y los arutaníes.

Si bien la población indígena venezolana representa sólo el 1.5% del total


poblacional del país, su diversidad cultural y dispersión espacial en un territorio
que abarca casi el 50% de la superficie del Estado venezolano, imprime a esta
población una complejidad particular. Esta complejidad, aunada a la tendencia
desarrollada a lo largo del tiempo de desplazarse hacia zonas urbanas y/o rurales,
más allá de sus lugares tradicionales de asentamiento, merece un tratamiento
especial. Este tratamiento especial corresponde plenamente al reconocimiento
que el Estado ha otorgado a los Pueblos Indígenas de Venezuela en términos de
derechos y deberes, tal como se expresa en la Constitución vigente y otras Leyes
como la relativa a "Demarcación y Garantía del Hábitat y Tierras de los Pueblos
Indígenas", para cuya aplicación se prevé tomar "los datos del último Censo
Indígena de Venezuela y otras fuentes referenciales que los identifiquen como
tales" ("Ley de Demarcación y Garantía del Hábitat y Tierras de los Pueblos
Indígenas". Artículo 5.) .

A lo largo de la historia de las comunidades indígenas en el territorio


venezolano, desde sus inicios como habitantes todas sus actividades estaban
relacionadas al aprovechamiento de los distintos recursos naturales, es decir que
conforme pasaron los años y mediante todos los procesos de evolución este siguió
siendo un aspecto fundamental que determinó todo su estilo de vida, puesto que
sus necesidades básicas eran cubiertas por medio de los recursos naturales por
tanto todas las actividades que realizaban de manera común estaban relacionadas
a la agricultura, la pesca, y todos los métodos para aprovechar el suelo.

Teniendo en cuenta que este era su principal modo de vida, las costumbres por
tanto giraban en torno a este aspecto, de esta forma es como la sociedad se ve
envuelta en un sistema económico que también se encontraba relacionado
directamente con los recursos naturales, un ejemplo de esto era el trueque de
dichos recursos, incluso el sistema social se vio influenciado por el
aprovechamiento de dichos recursos puesto que las comunidades se asentaron en
las regiones o los territorios más favorables para este tipo de actividad, es de esta
forma cómo surge todo un sistema político que también está basado en dicho
fundamento, ya que por lo general el caciquismo se trataba de un tipo de gobierno
que ejercía una autoridad ante los territorios y todas las actividades que por tanto
allí se llevan a cabo. Todo esto se desarrolló justo antes de la llegada de los
españoles.

Las características en general de los distintos pueblos indígenas vienen dadas


por unos modos de vida en función del mejor aprovechamiento de los recursos
naturales, entonces entre las costumbres de los principales indígenas de
Venezuela se basaban en el perfeccionamiento de cada una de las actividades
relacionadas a este hecho, por tanto el hombre indígena convive con la naturaleza
y subsiste gracias a ella.

La conquista fue el período que siguió al descubrimiento y llegó hasta la mitad


del siglo XVII. Los españoles tenían dos grandes motivos para dominar este nuevo
mundo que acababan de descubrir.

El primero, un motivo "noble", era la evangelización que consistía en convertir a


los aborígenes en cristianos, los cuales debían obediencia al Papa y a los reyes
de España.

El segundo motivo, un poco menos noble, era conseguir riquezas, en particular


oro y perlas.

Como era de esperarse, a los indios no les gustaba esto. ¿A cuenta de que
tenían que obedecer a alguien en la lejanía que ni siquiera conocían? ¿Por qué
estos recién llegados tenían que imponerles su forma de vida y su civilización?

Esto ocasionó una guerra entre esas dos sociedades. Los españoles, a pesar
de ser menos numerosos, contaban con la pólvora (y por lo tanto pistolas y
fusiles), caballos y armas de hierro. Esas armas eran mucho más efectivas que el
arco y la flecha. Por supuesto, ocurrió lo que se podía esperar y los indios no
pudieron con la superioridad de las armas de los conquistadores españoles. Los
indios ofrecieron una fuerte resistencia al intento español de conquistarlos. Uno de
los más valientes fue Guaicaipuro, el jefe (cacique) de la tribu Caribe. En su lucha
contra los españoles, destruyó algunos poblados y acabó con algunas
expediciones. Sin embargo, fue capturado por Diego de Losada, quien unos
meses más tarde llegó a un valle y decidió fundar la ciudad que llamó Santiago de
León de Caracas, el 25 de Julio de 1567.

Fueron documentos firmados entre los Reyes de España y los jefes de las
expediciones que venían al nuevo continente. La primera capitulación fue firmada
el 17 de Abril de 1492 entre Cristóbal Colón y los reyes católicos. El acuerdo
consistió en lo siguiente:

1. Colón es nombrado almirante en todas las islas y tierras firmes


descubiertas o ganadas

2. Colón es nombrado Virrey y gobernador de estas tierras

3. Colón recibiría la décima parte de todas las mercaderías, perlas,


piedras preciosas, oro, plata, etc, que se consiguiera

4. El almirante aportaría la octava parte de los gastos de las armadas


que salieran para las indias y obtendría la octava parte de las ganancias
Otra capitulación muy importante fue la que firmó en 1528 el emperador Carlos
V con los Welser, unos ricos banqueros alemanes que le habían prestado una
gran cantidad de dinero. En esa capitulación se les concedía un territorio
comprendido entre el cabo de la Vela (Cerca de Coro) y Maracapana (en las
cercanías de Unare Anzoategui).

Los Welser fueron gobernadores de Venezuela. Se habían comprometido a


fundar 2 pueblos y a construir 3 fortalezas, introducir mineros y prestar auxilio
militar al gobernador de Santa Marta (actualmente en Colombia). Al no cumplir con
el contrato, y después de numerosas denuncias, fue rescindido (suspendido) en
1555.

Estimulada por la abundancia de perlas, la conquista de Venezuela se inició en


Oriente. Los primeros núcleos de población fueron Nueva Cádiz en la isla de
Cubagua y la Asunción en Margarita.

Un aspecto notable, fue el plan de Fray Bartolomé de las Casas, un monje


defensor de los indígenas que quería una colonización pacífica. A él se le atribuye
la idea de traer esclavos negros de África, para aliviar las penas de los indios.

Una de las primeras ciudades fundadas fue el Tocuyo, en 1545, que se convirtió
en el punto de partida de varias expediciones. De allí salió Alfonso Pérez de
Tolosa en 1547, quien llegó por los llanos de Apure a la cordillera de los Andes,
entrando por el río Uribante. Diego García de Paredes fundó a Trujillo en 1557.
Juan Rodríguez Suárez fundó la ciudad de Mérida en 1558 y Juan de Maldonado
a San Cristóbal en 1561. Esta fue una de las zonas más difíciles de conquistar,
tanto por su geografía con los grandes ríos, como por la oposición de los
aborígenes. Una de las primeras exploraciones fue la de Diego de Ordaz, en 1531.
El primer establecimiento fue San Tomé de Guayana, cerca de la confluencia del
río Caroní y Orinoco, en 1595, por Antonio de Berrío.

La Colonia: A diferencia de México o de Perú, que tenían muchas riquezas (oro


y plata), las provincias que constituían a Venezuela no eran muy importantes para
España. Estas cinco provincias (Venezuela, Cumaná, Mérida o Maracaibo,
Margarita y Guayana) dependieron primero de Santo Domingo y luego de Santa
Fe de Bogotá, quien fue posteriormente "ascendida" a Virreinato (Como México y
Perú).

Venezuela tenía una agricultura muy importante; vendía su producción a los


ingleses, franceses y holandeses en forma ilegal, ya que España tenía prohibido a
sus colonias comercializar con cualquier otra nación.

En esa época los barcos españoles que traían vino, aceite y telas y también
esclavos eran asaltados por piratas principalmente ingleses y también franceses.
Uno de los más famosos fue Walter Raleigh, un inglés que era apoyado por la
reina Isabel de Inglaterra, y hasta recibió el título nobiliario de "Sir" (No olvidemos
que Inglaterra y España tuvieron muchos conflictos en esa época). Otro pirata
bastante nefasto, el francés Nicolás Valier, después de haber incendiado a
Margarita y Cumaná, llegó a Coro en 1569, de donde salieron huyendo todos los
habitantes, como era natural con esos antecedentes.

El cultivo de mayor importancia fue el del Cacao. A partir de 1620, y por los
próximos dos siglos, fue el producto de exportación más importante de Venezuela.
Para cultivarlo vinieron muchos inmigrantes de España, y en particular de las Islas
Canarias. Más tarde, ante la necesidad de más gente para cultivarlo, trajeron
esclavos negros de África. Los barcos que los traían, cargaban luego Cacao para
llevar a México. Esto, como habíamos visto antes, era ilegal y condujo a la Corona
a propiciar la creación de la Real Compañía Guipuzcoana.

La Compañía Guipuzcoana de Caracas, fue fundada en 1728. Tenía el deber


de abastecer la provincia de Caracas y de perseguir el contrabando. A cambio de
eso, tenía la exclusividad comercial, es decir que nadie fuera de ellos, podía
comercializar los productos de Venezuela.

Como sucede siempre con los monopolios, les pagaban a los agricultores
mucho menos que los contrabandistas y cobraban más por los productos que
traían.

El éxito de la compañía Guipuzcoana y el crecimiento del comercio


del Cacao hicieron que Caracas fuera tomando importancia y que se centralizara
la economía de Venezuela alrededor de esta ciudad. Así, en 1777, Venezuela fue
ascendida al rango de Capitanía General, con autoridad político-militar y nueve
años más tarde como Audiencia de Venezuela, añadiéndole autoridad judicial y
administrativa.

En la época de la colonia, la sociedad venezolana era prácticamente una


sociedad de castas, en donde el grupo más importante era el de los peninsulares
(los nacidos en el continente español), seguidos de los criollos (hijos de
españoles, pero nacidos en América), luego de los canarios, los pardos (mezcla
de blancos, indios y negros) quienes constituían el grupo más grande y que se
dedicaban al pequeño comercio y a las labores agrícolas y al trabajo manual y
finalmente los esclavos negros y los indios.

Fue en el siglo XVIII donde se empezó a gestar la independencia de Venezuela.


La primera rebelión fue en 1749, cuando Juan Francisco de León, un inmigrante
canario cultivador de cacao, se rebeló contra la compañía Guipuzcoana y fue
aplastada por el general Felipe Ricardos, quien después fue nombrado
gobernador de Caracas en 1751.

La segunda rebelión, fue encabezada por José Leonardo Chirino, hijo de un


esclavo negro y de una mujer libre india. Conjuntamente con varios esclavos,
después de saquear varias haciendas y matar a sus dueños, intentaron tomar la
ciudad de Coro, donde esperaban contar con el apoyo de ex-esclavos
curazoleños. Sin embargo los vecinos de Coro se prepararon para defender la
ciudad y dominaron el movimiento, con lo cual Chirino fue encarcelado y
condenado a muerte por la Real Audiencia.
Otra conspiración, inspirada en los ideales de la revolución francesa, fue la de
Manuel Gual y José María España, que pretendía establecer un sistema de
gobierno basado en la libertad, igualdad, propiedad y seguridad. Este movimiento
era multirracial, prueba de lo cual era la bandera blanca, azul, amarilla y roja en
representación de los cuatro grupos sociales que integraban la nación. Este
movimiento, tenía apoyo de potencias extranjeras como Inglaterra y Francia,
quienes veían con buenos ojos el debilitamiento de España. Sin embargo, la
conspiración es descubierta y España es atrapado al intentar ingresar a
Venezuela, es juzgado y condenado a muerte en 1799. Gual, por su parte es
envenenado en Trinidad en 1800.

El último de estos movimientos, y sin duda alguno el más importante, fue el


de Francisco de Miranda, considerado como el precursor de la independencia.
Después de haber participado en la independencia de los Estados Unidos y de
haber luchado en la revolución francesa, Miranda (el único americano que figura
en el arco de triunfo de París), con el apoyo de Inglaterra y de los Estados Unidos,
parte de Nueva York, en enero de 1806, en el buque Leander, con 200 hombres y
dos buques más.

El desembarco en la costa venezolana no pudo realizarse, porque los buques


españoles que custodiaban los puertos libraron una batalla naval, en la que
Miranda perdió dos de sus buques, huyendo a Trinidad. Con la ayuda del
gobernador de la isla, organiza una segunda excursión que logra desembarcar el 3
de Agosto en la Vela de Coro. Sin embargo, Miranda no consigue el apoyo de los
colonos, ya que muchos desconfiaban de él y hasta lo consideraban un agente
inglés. Miranda abandonó el país y regresó a Inglaterra.

Los pueblos indígenas de Venezuela –junto a los de toda América- han sido
víctimas históricas de problemas de salud; desde el momento del contacto con los
europeos hasta nuestros días. No es que antes de 1492 no sufrieran dolencias,
pero la falta de inmunidad frente a las enfermedades del Viejo Mundo, así como la
carencia de conocimientos adecuados para enfrentarlas, dio pie a una serie de
nefastas epidemias en rápida sucesión que cobraron millones de vidas. En sólo
pocas décadas la población amerindia se redujo en un 90 %, lo que se considera
el mayor desastre demográfico de todos los tiempos; gran parte de las sociedades
nativas desaparecieron y aquellas que sobrevivieron resultaron profundamente
afectadas.

Los indígenas que sobrevivieron hasta el presente lo lograron por medio del
aislamiento o las migraciones para alejarse de las zonas de conflicto,
experimentando una lenta recuperación. No obstante, el impacto de las epidemias
siguió causando estragos hasta nuestra época. Ejemplos abundan, pero uno de
los más dramáticos quizás sea el barí -pueblo indígena de la Sierra de Perijá- que
a partir de 1960 estableció relaciones pacíficas con la sociedad venezolana. A solo
seis años del primer contacto ya habían perdido cerca del 57 % de su población y
en algunas comunidades la mortalidad llegó al 83 %. Las causas de esta debacle
fueron: a) la introducción de enfermedades epidémicas (gripe, sarampión, malaria,
tuberculosis y dos tipos de hepatitis: B y Delta); b) las muertes producidas por la
violencia de los criollos; y c) la reducción del territorio, que contribuyó a crear
condiciones ideales para la propagación de enfermedades infecciosas.

Sin embargo, desde mediados del siglo XX las poblaciones indígenas


latinoamericanas y del Caribe han experimentado un crecimiento poblacional de
más del 70 % y hoy se estiman en unos 48,4 millones de personas. En Venezuela,
la población indígena censada en el 2011 fue de 724.592 habitantes y está en
rápido crecimiento, debido en buena medida al acceso a servicios de salud. Este
es, de hecho, uno de los principales estímulos para el acercamiento de sus
comunidades a la sociedad nacional.

Brechas de atención y subregistro de información epidemiológica

El denominador común a los pueblos indígenas en todo el continente, es que


conforman uno de los sectores más marginados y sub-atendidos por los Estados
y, a pesar de las mejoras reportadas, continúan teniendo los peores indicadores
de salud de sus regiones. En la mayoría de los territorios indígenas las terapias
tradicionales siguen siendo la única alternativa médica disponible. Donde sí
existen, los servicios de salud suelen ser altamente deficientes e irregulares.
Resultado de este abandono son varios de los peores indicadores de salud de la
región, que muchas veces pasan inadvertidos porque ni siquiera existen registros
epidemiológicos.

El subregistro de información epidemiológica está vinculado al déficit de


atención en las zonas indígenas. La ausencia de personal de salud en muchas
comunidades resulta en que no se lleven registros de los hechos vitales
(nacimientos y muertes), ni de la morbilidad y la mortalidad, generando las
llamadas “zonas de silencio epidemiológico”. Este silencio redunda en la
invisibilización de los problemas de salud de las poblaciones indígenas y en la
carencia del insumo fundamental para la planificación de políticas sanitarias
adecuadas, como es la información epidemiológica. En Venezuela, además, el
sistema de información de salud no incluye la variable étnica, lo que hace muy
difícil conocer la situación de estos sectores de la población.

Indicadores de la salud indígena

Aunque la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y otras leyes


consagran los derechos de los pueblos indígenas, incluyendo el derecho a la salud
integral, respetando sus culturas y medicinas tradicionales; estos siguen
presentando algunos de los peores indicadores de salud. Los siguientes ejemplos
lo ilustran:
o La población indígena tiene mayor probabilidad de morir por enfermedades
como diarreas, enfermedades respiratorias, enfermedades prevenibles por
vacunación, desnutrición, parasitosis intestinales, anemia, complicaciones del
parto, hepatitis virales, tuberculosis y malaria, la mayoría altamente evitables si
son atendidas a tiempo.

o Los pueblos indígenas tienen mayor riesgo de contraer difteria, sarampión y


otras enfermedades prevenibles por vacunas, debido a las bajas coberturas de
vacunación en sus territorios.

o La mortalidad infantil entre indígenas pumé, warao o yanomami, oscila entre


el 15 % y el 50 % de los niños nacidos vivos, la mayoría antes de llegar a los cinco
años.

o La esperanza de vida al nacer puede ser hasta 40 años inferior al promedio


nacional.

o Las muertes de niñas y niños pumé, yukpa y wayuu asociadas a la


desnutrición son producto de la combinación de factores como la marginación
social, la expropiación sistemática de sus tierras que los han dejado sin medios de
producción sustentables, el desplazamiento hacia zonas urbanas, las prolongadas
sequías, la falta de acceso al agua potable, los cambios en la dieta, la falta de
recursos económicos para la adquisición de alimentos y las políticas alimentarias
inadecuadas.

o Las mujeres indígenas encabezan las estadísticas de mortalidad materna


en Venezuela. En 2011 el estado Delta Amacuro registró la mayor tasa de
mortalidad materna (179,8 por 100.000 NVR), las víctimas eran mujeres warao. En
2012 en Amazonas la tasa fue de 120,5 por 100.000 NVR, todas las muertes
correspondían a mujeres indígenas jivi y kurripaco.

o La contaminación por mercurio en la amazonía venezolana, consecuencia


de la minería ilegal, afecta especialmente a las comunidades indígenas.

o Comunidades warao de la zona de San Francisco de Guayo presentan una


prevalencia dramáticamente alta de infección por virus de VIH-1, con tasas
promedio de 9,55 %, alcanzando hasta 22 %. La epidemia se disemina
rápidamente, con un tiempo de duplicación de la población infectada estimada en
0,8 años.

o El índice más alto de tuberculosis en Venezuela está entre los warao, con
450 casos por 100.000 personas, casi 20 veces mayor al promedio nacional
(23,5/100.000).

o La epidemia de malaria que se desarrolla con mayor incidencia en los


estados Bolívar y Amazonas, está principalmente asociada al contagio en las
zonas mineras, que se encuentran en su mayoría en los territorios de ocupación
tradicional de pueblos indígenas. Actualmente, la carencia de medicamentos
antimaláricos es generalizada y hay una alta mortalidad que no se está
registrando.

Políticas interculturales de salud

Las grandes desigualdades observadas en las condiciones de salud de los


pueblos indígenas, son reflejo de condiciones políticas y económicas resultado de
una distribución injusta del poder y los recursos. Estas inequidades son
consecuencia de las políticas indigenistas que a lo largo del siglo XX pretendieron
“asimilarlos” a la cultura dominante. El cambio de paradigma representado en la
Constitución de 1999, constituyó un avance significativo en el reconocimiento de
los derechos y en la implementación de políticas especialmente orientadas a las
poblaciones indígenas. En el ámbito de la salud, a partir del año 2003 se
desarrollaron un conjunto de proyectos que buscaban adaptar las políticas de
atención a las particularidades culturales y lingüísticas de los pueblos indígenas,
desde un enfoque intercultural. Las acciones emprendidas han tenido algunos
aciertos importantes, pero la incidencia dentro del propio sistema de salud ha sido
muy limitada y sigue siendo insuficiente ante la magnitud de los problemas y las
brechas que persisten.

Dos factores principales han limitado el acceso de los pueblos indígenas al


sistema de salud pública nacional. Por un lado, las dificultades de acceso a gran
parte de su población, que habita en zonas remotas y de difícil cobertura. Por el
otro, la falta de medios de comunicación efectivos entre los agentes involucrados
en la planificación e implementación de las políticas sanitarias y las comunidades
receptoras, provocando desencuentros y choques de visiones que afectan tanto la
calidad como la viabilidad del servicio de salud que se presta, y alimentando
además la discriminación, la intolerancia y la incomprensión a la que los indígenas
han debido someterse tradicionalmente para acceder a su derecho a la salud.

Entender que la salud y la enfermedad no son fenómenos exclusivamente


biológicos, sino que también implican dimensiones sociales y culturales, es
fundamental para el abordaje de estos problemas. La comprensión de la
estructura social y la cultura indígena, y en particular las concepciones propias de
la salud, la enfermedad y la curación, son imprescindibles para lograr articular la
biomedicina en estos contextos. Por esto, el diseño de políticas sanitarias
interculturales debe involucrar equipos interdisciplinarios que incluyan no sólo
médicos, epidemiólogos y nutricionistas, sino también científicos sociales, y sobre
todo, la participación protagónica de las propias comunidades indígenas.
La profunda crisis por la que atraviesa nuestro país ha tenido graves
consecuencias en la salud y la alimentación de la población. El deterioro de los
servicios de salud a nivel nacional, el desabastecimiento de medicamentos e
insumos, el déficit de personal, la escasez y altos costos de rubros alimenticios
básicos, son factores que comprometen el derecho a la vida, la salud y la nutrición
de los venezolanos, empeorando indicadores como la mortalidad materna, infantil
y neonatal, y la incidencia de enfermedades infecciosas y de enfermedades no
transmisibles. Esta situación está afectando con mayor severidad a los grupos
sociales más desfavorecidos y vulnerables. La preocupante situación de salud y
alimentación, y el creciente número de muertes prevenibles que están afectando a
los pueblos y comunidades indígenas compromete gravemente su sobrevivencia
física y la continuidad del patrimonio cultural, lingüístico y espiritual del que son
herederos.

Las últimas décadas del siglo XIX vieron el inicio de la ocupación europea del
territorio africano. El momento histórico de la Invasión abarca propiamente el
período que va de la Conferencia de Berlín por el reparto de las Áreas de
influencia comercial en África 1884-85, hasta la Segunda Guerra Mundial (1939-
1945) momento que sienta las bases para la liberación de la misma como lo es
África

El período consta de tres fases: la primera alcanza hasta la Primera Guerra


Mundial (1914-1918) en que se consolidaron los modelos de explotación, la
segunda fase corresponde al período de entreguerras, con el auge de nuevos
modelos coloniales, en la tercera fase, que puede denominarse ya de liberación,
las luchas anticoloniales y el auge del neocolonialismo marcan un período de
desigual duración dependiendo de la región.

Ahora bien, debe comprenderse, en un análisis completo, el momento que


arranca con la independencia de América del Sur a finales del XVIII y principios
del XX. Los abolicionistas la supresión del tráfico de personas esclavizadas por
parte de Gran Bretaña que se erigió en centinela de las costas africanas, y en
promotora de tratados internacionales con reinos africanos y países europeos.

En torno a la segunda década del siglo XIX la mayor parte del tráfico de
personas esclavizadas había sido formalmente proscrito por las potencias
europeas, sin embargo España y Portugal seguían ampliamente interesadas, y
participaban de un modo no declarado en el tráfico debido a las economías
agrícolas de sus dominios de ultramar, de modo que el criminal comercio no
decayó hasta la segunda mitad del XIX.

Las monarquías tradicionales teocráticas de tipo gerontocrático se veían


acosadas por la presencia de nuevos actores económicos como pequeños jefes
que ofrecían acuerdos que interesaban a las potencias europeas, principalmente
Gran Bretaña y Francia.

Las sociedades de las costas orientales estaban principalmente enfocadas al


comercio con Oriente Medio y la India, esta actividad había configurado una
cultura de base bantú y aportes árabes, la suajili, orientada al mar.
La región vivió la tensión originada por la creciente influencia británica y
alemana que, lentamente, imponía condicionantes a la trata esclavista, a la par
que debilitaba conscientemente las estructuras políticas arabo-suajili
preponderante, controlando el comercio marítimo.

En las costas del Mediterráneo la crisis del Imperio Otomano había inducido el
refuerzo de las estructuras locales. Pero toda la región a excepción de Egipto se
hallaba en decadencia, política y económica.

Egipto sufría procesos modernizadores al tiempo que buscaba mantener un


control colonial sobre Sudán, todo lo cual a la postre desembocó en una quiebra
del estado y el intervencionismo Británico.

El interior de África sufría dos procesos diferentes al Norte del Ecuador y al Sur.
En la primera zona, se habían impulsado movimientos de renovación islámica a
partir de cofradías de estudiosos, con consecuencias políticas que desbancaron,
en varios casos, estructuras precedentes de tipo animista.

Estos movimientos desembocaron en formaciones políticas imperiales como el


imperio de El Hadj Umar en Senegal y Malí, el Imperio de Usmán Dan Fodio en el
Norte de Nigeria y Camerún o los dominios de El Mahdi en Sudán. La Etiopía
cristiana, por su parte, se veía acosada por el empuje islámico que la cercaba, al
tiempo que las parcialidades internas fomentaban un clima constante de guerra
civil.

El África Ecuatorial y Austral se había mantenido en cambio relativamente


aislada y las influencias, aunque existían eran generalmente indirectas.

Estructuras complejas de tipo monárquico e imperial; Luba, Lunda, Rozwi,


Ruanda, Burundi, Buganda, Buniyoro, Tooro o Ankole se sucedían en una línea
curva que arranca en la costa norte de la actual Angola y pasando por el interior
de Mozambique finaliza en la actual Uganda.

El extremo sur iba en cambio a vivir las tensiones producidas por el crecimiento
de la Colonia del Cabo y la invasión de tierras interiores por parte de comunidades
de origen neerlandés que escapaban del control político británico, a la par el
explosivo crecimiento nguni, de cuyo seno surgiría el imperio zulú, y las
migraciones que acarreará, trastocará toda la región.

Estas comunidades, conocidas como bóeres, tradicionalistas y de ideología


racista-puritana, se enfrentaron sucesivamente con los Hotentotes, los xosas, los
ngunis y finalmente los británicos. Mientras que Madagascar veía crecer la
influencia de los mesetarios hova más indonésicos, sobre otros pueblos merced al
tráfico comercial con Francia.

En general toda África se veía convulsionada por la generalización del uso de


armas de fuego de carga frontal, los cambios en el comercio internacional y la
aparición de nuevos cultivos como el maíz.
Los comienzos de la invasión

Aunque se señala la Conferencia de Berlín (1884-1885) como el gran hito del


período, lo cierto es que esta fue el pistoletazo de salida en una carrera que todos
habían empezado ya.

La tradicional competitividad inter-Europea se había volcado en planes para la


explotación y dominio de aquellas zonas de África que se consideraban propicias
para los cultivos tropicales una vez perdida América.

Ello explica que España y Portugal aun vinculados a América vieran el botín
africano como algo secundario, no así Gran Bretaña, Francia, Alemania y
finalmente Italia.

Si bien en un principio las compañías comerciales semi-independientes o


concesionales habían operado en la zona, sus ambiciosos planes exigían cada
vez más el concurso de los Estados, Otto von Bismarck vio la oportunidad de
mantener ocupada a Francia implicándola en la carrera por África, frente a Gran
Bretaña y desviar así su atención de las fronteras alemanas.

Los acuerdos adoptados en Berlín hacían una mención muy especial al


comercio el Río Níger y la cuenca del Río Congo, se quería dar una imagen de
legitimidad a la penetración y dominio territorial sobre África pretextando motivos
humanitarios o “civilizatorios” según el lenguaje de la época.

La Conferencia dio asimismo oficialidad a las pretensiones personales de


Leopoldo II de Bélgica sobre la cuenca del río más caudaloso de África, para la
explotación de caucho, aceite y marfil que había denominado Estado Libre del
Congo.

Tras los acuerdos europeos, huelga decir que a espaldas de los africanos, las
potencias aceleraron la carrera hacia el interior del continente. La invasión tenía su
precedente con la toma de posiciones en el Norte de África.

En África subsahariana, el procedimiento habitual fue comprar las voluntades


de jefes locales y pequeños reyes para que firmaran tratados de cesión de
soberanía.

Sin embargo las relaciones con los detentores de poderes mayores: grandes
monarquías tradicionales, jefes islámicos y emperadores, fueron mucho más
difíciles. La ametralladora y la quinina resultaron en este punto devastadoras, ya
que hasta entonces, dos factores habían protegido África negra del saqueo
europeo; la superioridad numérica y la malaria.

En su avance, Francia, que contaba con una sólida base argelina y senegalesa,
se enfrentó al Imperio fundado por El Hadj Omar al oeste de Senegal y al imperio
de Samory Turé en el alto Níger rubricando la ocupación con la toma de Dahomey
casi en el cambio de siglo, no sin antes haber aniquilado el Reino Merina de los
hova de Madagascar.

Los británicos se batieron en frentes muy diversos, desde Sudán, hasta la


Costa de Nigeria, donde la suerte les favoreció al enfrentarse a un Reino de Benín
extenuado por la trata esclavista y a un país yoruba sumido en la Guerra Civil.

Más dificultoso fue el control del norte de Nigeria y del Extremo sur del
continente. En la primera zona se recurrió a dosis de chantaje y razzias militares.
En el sur, el imperio de base militarista fundado por Shaka a principios del XIX
presentó dura batalla todavía a finales del XIX, e infringió serías derrotas a los
regimientos británicos demostrando una superioridad táctica aunque, para su
desgracia, no tecnológica, del territorio.

Hoy todos los venezolanos reconocemos que la independencia es el proceso


más importante de nuestra historia, por que obtuvimos la libertad que nos
permite ejercer nuestro derecho a ser lo que somos, venezolanos. Para todos los
venezolanos el proceso de independencia comprende nuestra época más
gloriosa, por ser el tiempo de grandes hombres, cuyos elevados ideales y
probado valor, hicieron posible la consecución de fastuosas causas que
alimentan nuestro orgullo y sentir patrio.

200 años después todos los venezolanos compartimos esta noción del pasado
porque aprendemos una misma interpretación de los hechos, es decir
conocemos una misma historia. En la escuela nos enseñan que el 19 de abril de
1810 se declaró, y que el 5 de julio de 1811 se firmó, el acta que sentenció
nuestra irrenunciable decisión de ser libres. Asimismo, aprendemos cientos de
fechas compuestas por días, meses y años, de un sin fin de batallas y actos
heroicos, librados por un grupo de excepcionales próceres que lucharon a
muerte en una larga y cruenta guerra convertida en el crisol donde se forjó
nuestra libertad. Aprendemos que Francisco de Miranda, Antonio José de Sucre,
José Tadeo Monagas, José Antonio Páez, Santiago Mariño, Manuel Piar, Carlos
Soublete, Rafael Urdaneta, etc., son algunos de nuestros principales héroes. Se
nos repite insistentemente que pelearon por nosotros con gallardía, con honor,
con disciplina y gran coraje, todos bajo el liderazgo de Simón Bolívar, nuestro
máximo héroe y padre de la patria, a quien se nos enseña a venerar y rendir
culto.

La manera en que conocemos la independencia, y buena parte de la historia


contemporánea del país, es producto de la forma de enseñarla y utilizarla que se
diseñó y se puso en práctica en el siglo XIX. Esta visión de la independencia está
compuesta por una gigantesca producción de libros, manuales escolares y
publicaciones de todo tipo, -algunas escritas por los más destacados hombres de
letras del país-, que se conoce, en su conjunto, como la historiografía patria.

La historia patria representó una feliz síntesis que logró sobreponer a la marcada
diversidad social la aparente solidez de una homogénea y hasta ese entonces
desconocida unidad. De este principio surgió la noción de pueblo, prontamente
convertido en el gran protagonista de la lucha por la independencia. La historia
patria cubrió del mismo sentido unitario otros aspectos de la vida pública, como
la economía, la política, la integración territorial y sobre todo, la ideología que
nutrió el proceso. De tal forma la interpretación tradicional parte de la idea de que
todos los venezolanos estaban unidos en favor de una sola causa. Supuesta
unanimidad que a la voz de “todos juntos”, logró imponer la idea de dos bandos
enfrentados, unos buenos y otros malos, amalgamados por el odio, el miedo y el
desprestigio del contrario.

Guerra civil venezolana, también conocida con el nombre de Guerra Larga,


Revolución Federal o Guerra de los Cinco Años, utilizada esta última
denominación por aquellos historiadores que sitúan el comienzo de la guerra con
los primeros alzamientos ocurridos contra el recién instaurado gobierno de Julián
Castro (mayo-julio 1858). Después de la Guerra de Independencia, es
considerada como la contienda bélica más larga y sangrienta que haya asolado al
territorio nacional, así como la prolongación de los problemas políticos y sociales
presentes en nuestra gesta emancipadora, dejados sin resolver una vez lograda
definitivamente la emancipación de España con la victorias de 1821 y 1823 y la
separación de la Gran Colombia bolivariana en 1830. En términos generales, en la
Guerra Federal se enfrentaron dos bandos políticos que venían luchando por el
poder desde 1846: Conservadores y Liberales.

La Venezuela que surge en 1830 con la separación de la Gran Colombia, era


una sociedad que buscaba mantener los privilegios de las élites dominantes
durante el tiempo de la Colonia. En otras palabras, lo que se pretendía consolidar
era un consenso político fundamentando en el establecimiento de un sistema
oligárquico de gobierno, el cual incorporase a su seno tanto a los remanentes del
mantuanaje criollo como a los nuevos grupos surgidos de la Guerra de
Independencia, cuyos privilegios sociales se veían confirmados por las tierras que
habían recibido como resultado del traspaso a nuevas manos del latifundio
colonial. Por otra parte, a los intereses de la clase latifundista había que añadir los
de una burguesía comercial que se había fortalecido por las oportunidades de
abastecimiento que ofrecían 3 lustros de campañas militares. En síntesis, para
1830 el panorama político venezolano consistía en un campamento armado de ex
combatientes de la Independencia, recompensados muchos de ellos con la
adjudicación de tierras; pero que veían bloqueadas sus aspiraciones de conducir
los destinos de la República, debido a la centralización del poder legitimada por la
Constitución de 1830, bajo el poder de José Antonio Páez y su base de poder: la
burguesía comerciante caraqueña, núcleo dominante del Partido Conservador.

Ante la obstrucción de su acceso al poder, los militares-hacendados


comenzaron a dirigir entre 1830-1831 rebeliones en el oriente del país que
buscaban restablecer sus privilegios, además de expresar un regionalismo político
que tenía sus orígenes en la Colonia y que se había fortalecido durante los
primeros años de la guerra emancipadora. En términos generales, los rebeldes
abogaban por un gobierno federalista que protegiera sus dominios regionales. Por
otra parte, este mismo argumento fue esgrimido posteriormente por los líderes de
la Revolución de las Reformas de 1835-1836, al manifestar la intención de limitar
bajo el manto del federalismo al poder central, así como otorgar a los hacendados
unas mayores prerrogativas tanto políticas como económicas. En este sentido, la
aprobación de la Ley de Libertad de Contratos del 10 de abril de 1834 significó por
lo menos parcialmente cierto entendimiento de los sectores en disputa, debido a
cierto grado de bonanza económica, sobre todo en las zonas de producción
agrícola de los valles centrales. Paralelamente, en los llanos se vivía una situación
distinta, ya que los hacendados se enfrentaban al incremento del abigeato y del
bandolerismo, como manifestaciones de una profunda inconformidad social.

Con la crisis económica que se experimenta a partir de 1842 en Venezuela,


comienzan a evidenciarse las graves tensiones sociales latentes. La pauperización
creciente de pequeños y medianos propietarios, desposeídos de su tierra por los
efectos del encarecimiento del crédito y de las ejecuciones hipotecas y la
marginalización de pequeños comerciantes, vinculados esencialmente a los
circuitos de distribución interna de los productos agropecuarios, son las principales
causas de los levantamientos de los años 1846 y 1847, cuya expresión política se
refleja en la creciente radicalización de los planteamientos del Partido Liberal y de
su vocero, el periódico El Venezolano. No obstante, los planteamientos del sector
liberal no estaban orientados a modificar de manera profunda la estructura de la
sociedad, ya que se enmarcaban dentro de los intereses de una clase propietaria:
los hacendados. En tal sentido, durante la década de la consolidación en el poder
de la «autocracia liberal» (1848-1858), después de los acontecimientos del 24 de
enero y la derrota de José Antonio Páez (agosto 1849), se experimentan ciertas
medidas favorables a la clase terrateniente: abolición de la esclavitud y
otorgamientos de indemnizaciones a los antiguos propietarios de esclavos;
modificación de la Ley de 1834 y de su suplantación por la Ley de Espera y Quita
de 1841. Finalmente, ante el acaparamiento de tierras por parte de la dinastía
monaguista, una fracción del Partido Liberal logra un entendimiento con un grupo
de los conservadores bajo la consigna de «Unión de los venezolanos y olvido de lo
pasado» que deriva en el derrocamiento de José Tadeo Monagas en marzo de
1858.

Los comienzos de la Guerra

Con la Revolución de Marzo de 1858 en contra del gobierno de José Tadeo


Monagas, se iniciaron la cadena de acontecimientos que derivarían en la Guerra
Federal. Bajo la dirección de Julián Castro, el movimiento insurreccional prometía
liberar a todos los trabajadores, sirvientes y campesinos de las deudas contraídas
con sus patronos. Pero, una vez consolidado el nuevo gobierno, el predominio de
elementos conservadores en su seno junto con ciertas medidas represivas,
reavivaron la lucha. El 7 de junio de 1858, un decreto del presidente Castro ordena
la expulsión de Venezuela de Juan Crisóstomo Falcón, Ezequiel Zamora,
Wenceslao Casado, Antonio Leocadio Guzmán, José Gabriel Ochoa, Fabricio
Conde y otros futuros jefes de la contienda armada, mientras en los valles de
Aragua, en la sierra de Carabobo y en los llanos de Portuguesa se levantaban en
armas, bandas de campesinos armados. Al tiempo que la insurrección se
extendía, el gobierno daba muestras de incapacidad para suprimir tales estallidos,
que cada vez eran más intensos. Muestra del grado de conflictividad social que se
experimentaba la podemos apreciar en un las siguientes consignas: «¡ Mueran los
blancos!» y «Hagamos una nación para los indios». Como una manera de atenuar
la difícil situación, los congresistas que asistieron a la Convención Constitucional
de Valencia aprobaron la Constitución de 1858 (31.12.1858), la cual aparte de
significar la conciliación entre conservadores y liberales, otorgaba ciertas
concesiones políticas a los estratos más bajos de la sociedad (sufragio universal
de varones, abolición de la esclavitud). No obstante, la Carta Magna se
encontraba desfasada con relación al desarrollo de los acontecimientos en el país.
Finalmente, en agosto de 1858, un intento de los liberales para derrocar a Julián
Castro, conocido como La Galipanada, es debelado y fracasa; pero el domingo 20
de febrero de 1859, el comandante Tirso Salaverría, seguido de 40 hombres,
asalta con éxito el cuartel de Coro, se apodera de 900 fusiles y lanza el «Grito de
la Federación», cuya fecha pasará luego a formar parte del escudo nacional, al
lado de la fecha del 19 de abril de 1810. La guerra había comenzado.

Consideraciones Generales

En términos generales, la Guerra Federal ha generado un suerte de mitología


que no ha permitido evaluar de manera seria el impacto de dicha contienda en la
sociedad venezolana de mediados del siglo XIX. En tal sentido, es necesario
precisar algunos puntos claves para una mejor comprensión de un fenómeno de
tal magnitud. En primer lugar, la Guerra Federal no involucró a todo el territorio
venezolano. Los combates más importantes se desarrollaron en la zona de los
llanos altos y bajos (el territorio de los actuales estados Barinas, Portuguesa,
Cojedes, Apure y Guárico); aunque varios brotes se registraron en la zona central
(estados Falcón, Lara, Yaracuy, Carabobo y Aragua), así como en el oriente
(principalmente en el territorio de los estados Anzoátegui y Sucre), se trataba en
estos casos de actividades de guerrilla que sólo lograron cobrar importancia en los
últimos meses de la contienda. Regiones enteras del país, como los Andes,
Guayana y el Zulia se mantuvieron prácticamente al margen de la lucha. En
segundo lugar, los efectos de la guerra sobre la economía fueron diversos. Si bien
es cierto que la ganadería quedó disminuida (resultado lógico de la concentración
de los combates en las zonas de tradición pecuaria), hubo otros rubros de la
producción que no se vieron afectados. El café, cultivado en los Andes, y el inicio
del «boom algodonero» en Guayana, provocado por las incidencias de la Guerra
de Secesión de Estados Unidos (1860-1865), son claros ejemplos de esta
circunstancia.

Además de los aspectos señalados anteriormente, conviene analizar la Guerra


Federal desde los puntos de vistas político, social y militar, para una mejor
comprensión de tal fenómeno. Desde la perspectiva política, conviene señalar que
durante el tiempo que duró la contienda armada, el debate político estuvo centrado
en Caracas, en torno a la oposición entre los sectores liberales y conservadores.
Roto el consenso inicial de la Revolución de Marzo de 1858, Julián Castro buscó
la alianza de uno u otro bando con el fin de lograr su permanencia en el poder. Sin
embargo, estas maniobras sólo lograron acelerar su caída (1.8.1859); el
establecimiento de un efímero gobierno provisional federalista que duró menos de
24 horas y que, después del episodio de La Sampablera (2.8.1859), es
reemplazado por un nuevo Gobierno de tendencia conservadora. No obstante, en
el propio seno del Partido Conservador se enfrentan dos tendencias: las de los
«civilistas» o «legalistas», que apoyan a Manuel Felipe Tovar y Pedro Gual; y la
de los «dictatoriales», quienes promueven la figura de José Antonio Páez como
única salida para reestablecer la paz. Esta pugna se decantará finalmente con el
segundo regreso de Páez en marzo de 1861, el derrocamiento del presidente
Pedro Gual (29.8.1861) y la proclamación de una dictadura encabezada por Páez
pero dirigida, en realidad, por Pedro José Rojas. Asimismo, una vez en el poder
los conservadores llevaron adelante conversaciones con los federalistas en la
sabana de Carabobo (diciembre de 1861), que no lograron un resultado favorable,
prolongándose la lucha hasta las negociaciones del Tratado de Coche, en abril de
1863.

En el plano militar, la Guerra Federal fue esencialmente una guerra de


guerrillas. Por otra parte, fue por lo menos en sus inicios, la primera contienda
armada venezolana que utilizó la recién instalada red del telégrafo eléctrico como
medio de información; aunque al poco tiempo, la destrucción de los cables y de las
estaciones telegráficas paralizaría este servicio. En cuanto a la dirección de la
contienda, sólo durante el primer (febrero 1859-febrero 1860), se puede hablar de
una unidad de mando en el seno del Ejército federalista, destacando en este
período y hasta la fecha de su muerte en San Carlos (10.1.1860), la figura de
Ezequiel Zamora. Tres grandes batallas constituyen hitos de excepción en el
desarrollo de los combates: la de Santa Inés (10.12.1859) en el que Zamora al
mando de 3.400 hombres, derrotó a las fuerzas del gobierno que consistían de
2.300 hombres, con un saldo de 1.200 bajas entre ambos bandos
aproximadamente; la de Coplé (17.2.1860) en que las fuerzas gubernamentales
del general León Febres Cordero derrotan al Ejército federalista de 4.500
hombres, bajo el mando de Falcón, y la batalla de Buchivacoa (26-27.12.1862), en
la que los generales federalistas Manuel Ezequiel Bruzual y José González, al
mando de unos 3.000 hombres, derrotaron a los 2.500 soldados del general
Facundo Camero. De estas tres batallas, fue en realidad la de Coplé la que
decidió el curso general de la guerra, ya que a partir de la misma Falcón decidió
disolver su ejército.
Quizás el componente social de la Guerra Federal sea el más complejo de
analizar, debido a que pese a que con el «Grito de la Federación» se produjo la
irrupción violenta en el escenario venezolano de las huestes llaneras; la dirección
política de la insurrección, especialmente después de la muerte de Ezequiel
Zamora, la desempeñaron los terratenientes, capas sociales de la burguesía
urbana y caudillos militares ideológicamente aburguesados. En este sentido, el
propio programa de Zamora era de naturaleza esencialmente intelectual,
primordialmente política y más bien moderada que radical: exigía la abolición de la
pena de muerte, la prohibición perpetua de la esclavitud y el sufragio universal
combinado con el principio alternativo de gobierno. Es por esto motivo, que
algunos historiadores señalan que más que una «insurrección campesina», en el
sentido europeo de la palabra, la Guerra Federal significó un renovado intento de
fusión entre 2 realidades sociales y raciales, blancos contra razas mezcladas, de
la Venezuela Agraria.

En cuanto a sus consecuencias, se puede afirmar que la Guerra Federal no


modificó las estructuras de una sociedad agraria tradicional. La solución
conciliatoria adoptada con la firma del Tratado de Coche, en abril de 1863
consagró el triunfó nominal de la Federación, aunque en la práctica este principio
político nunca pasó de ser una ficción. Una vez en el poder, Falcón distribuyó
liberalmente los frutos de la victoria entre él mismo y sus compañeros más
allegados. Se le atribuye en este sentido al general federalista José Loreto
Arismendi la cínica o desencantada declaración «... luchamos cinco años para
sustituir ladrones por ladrones, Tiranos por Tiranos...». En síntesis, a pesar de los
calificativos tales como «Crisol de la igualdad social», «insurrección campesina»
«guerra revolucionaria” o «guerra social» que se han utilizado para resaltar su
carácter igualitario de la Guerra de los Cinco Años, en términos generales, al final
de ésta, el fundamento material de la sociedad oligárquica seguía intacto. Es
debido a esta circunstancia, que muchos autores señalen que en el fondo la
Guerra Federal, nunca pasó de ser un intercambio ideológico entre las élites
políticas del país.

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