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UNIDAD 10

La etapa investigativa

Dentro del concepto de proceso se estructuran los procedimientos específicos que


disciplinan los momentos y etapas que van desde la noticia del delito hasta la resolución
conclusiva. En este aspecto, se han distinguido dentro del proceso penal procedimientos
previos o preliminares, instructorios o investigativos, de evaluación de mérito y procedencia
de la acusación, de discusión o debate, de decisiones, recursivos y de ejecución.
Los actos aludidos van sucediendo dentro de una temporalidad y disponiéndose dentro de
una concatenación. También se ordenan en relación a supuestos abstractos de
conocimiento judicial, por lo que la marcha puede entenderse en el sentido de una creciente
definición de la atribución delictiva, de la situación personal del imputado y de la
procedencia de la pretensión punitiva. De tal forma podría decirse que hay un tránsito desde
la sospecha a la certeza; se parte de la noticia de la comisión de acciones u omisiones
presuntamente delictivas, las que motivan las actividades investigativas; si a través de las
mismas, ya fuere mediante instrucción formal o por la propia tarea de la fiscalía, se entiende
formal y sustantivamente haber mérito para la acusación, se abrirá el juicio en el cual, luego
del contradictorio, se arribará a la resolución que, para un supuesto de culpabilidad, deberá
basarse en una decisión de certeza sobre la ocurrencia real del hecho y de la
responsabilidad del imputado. Lo dicho permite afirmar que el desarrollo del proceso se
manifiesta como un progresivo avance desde la sospecha a la certeza, pasando por la
probabilidad, entendiendo por tales términos estados de conocimiento jurídico objetivo
según los parámetros establecidos por el ordenamiento.

La noticia del delito: El principio de legalidad y su contracara, el de reserva, llevan a que la


regla sea la judicialidad de las conductas. En el Estado de Derecho lo indeterminado, lo
ilimitado, lo normal, es lo permitido. La norma es el ámbito de la licitud. Por el contrario, la
excepción -estrictamente acotada y definida- es la ilicitud, cuya definición surge de la ley
vigente. En consecuencia, sólo una conducta subsumida dentro de disposiciones de la ley
penal sustantiva puede dar lugar a la intervención penal. Y como la misma, por el principio
de judicialidad, necesita del imprescindible tránsito procesal (juicio previo), la ocurrencia de
acciones u omisiones previstas en el catálogo punitivo pone en funcionamiento los
procedimientos previstos para arribar a una resolución jurisdiccional (juez natural) que
determine si en el caso corresponde afirmar la responsabilidad del imputado respecto de los
hechos atribuidos y aplicar la consecuente sanción. Por supuesto que para que esto ocurra
debe saberse del suceso presuntamente delictivo.
Debemos ahora entender que la noticia del delito se incorpora al proceso a través de
diversos medios; al respecto, es advertible cierta antigua confusión legal y doctrinaria sobre
lo que es información sobre el delito y sobre lo que constituye medio de iniciación de los
procedimientos; lo que ocurre es que el tema de la noticia delictiva importa en la medida
que provoca la actividad promotiva.
La noticia del delito es la información recibida por los funcionarios habilitados, distinguiendo
entre la que se denomina como calificada, que se caracteriza por transmitir una información
circunstanciada del hecho, como es la denuncia, la querella, los partes; y la no calificada,
que comprende todos los supuestos mediante los cuales se toma conocimiento de hechos,
tales como informaciones periodísticas, actuaciones policiales y administrativas,
declaraciones judiciales, etc.

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La denuncia: Es el acto mediante el cual una persona ofendida, testigo o simplemente
enterada del hecho presuntamente delictivo, transmite su conocimiento a la autoridad
correspondiente. Se ha entendido como una facultad cívica, explicable por la necesidad del
Estado de contar con datos para una respuesta eficaz ante el delito y el interés de los
ciudadanos en esos mismos fines.
Para denunciar no se necesita otra cosa que el conocimiento sobre la ocurrencia del
presunto ilícito penal y la voluntad de transmitir tal información, siendo indiferente que el
denunciante sea la víctima, un testigo o un simple tercero enterado del hecho.

- Regulación legal. Facultad de denunciar: Como regla, la denuncia es de índole


facultativa, correspondiendo en éste carácter a “toda persona” (art. 174 CPPN),
comprendiendo la idea del modo más amplio y sin exigencia de capacidad específica
alguna y abarcando tanto a quien se postula como lesionado por el delito como a
quien, simplemente, tenga noticias de su comisión. Una cuestión particular se
plantea en orden a aquellos delitos cuya persecución dependa de instancia privada
(art. 72 CP), en tales supuestos, la facultad de denunciar corresponde de modo
exclusivo a quien se dice agraviado, lesionado, o víctima del delito o, en su caso, a
los representantes legales.
Respecto de la denuncia, ella deberá contener los datos que el denunciante conoce,sin que
al respecto existan requisitos determinados. Por lo común los códigos (art. 176 CPPN)
hablan de que deberá incluir la relación del hecho y de sus diversas circunstancias, como
así también la indicación de los autores, pero todo ello, lógicamente, “en cuanto fuere
posible”. Y en lo que hace a la forma expresiva, la misma podrá ser escrita o verbal, en el
primer supuesto, no se exigen formalidades específicas, fuera de la firma del denunciante, y
en el segundo se labrará un acta que registre la exposición.
La regulación legal actual no contempla la denuncia anónima, aunque en la práctica la
misma es admitida como noticia no calificada de delito.
En lo que atañe a las autoridades receptoras de la denuncia, las mismas son el fiscal, el
juez y la policía pero corresponde exclusivamente al primero promover el proceso.

- Obligación de denunciar: Dentro de nuestro régimen actual de denuncia voluntaria,


aparecen como excepción supuestos referidos a determinadas personas y
circunstancias en las que se dispone la obligación de efectuarla. Los códigos de
procedimiento establecen sobre el particular que tendrán obligación de denunciar
delitos de acción pública los funcionarios que tomen conocimiento de ellos en
ejercicio de sus funciones (Art. 277 inc. 1 CP “...omitiere denunciar el hecho estando
obligado a hacerlo”). El art. 177 inc. 1 CPPN establece que la obligación de
denunciar los delitos perseguibles de oficio compete a los funcionarios o empleados
públicos que los conozcan en el ejercicio de sus funciones.
En el inc. 2 del art. 177 del CPPN, concordante con los provinciales, establece la obligación
de denunciar los delitos contra la vida y la integridad física de las personas para los
médicos, parteras, farmacéuticos y demás personas que ejerzan el arte de curar que
conozcan de tales ilícitos “al prestar los auxilios de su profesión”.
La propia disposición también establece la excepción: “salvo que los hechos conocidos
estén bajo el amparo del secreto profesional”.

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La obligación surgirá cuando el profesional atienda a quien ha sido víctima del hecho, pero
se convertirá en obstáculo para la denuncia cuando asista al propio autor, aunque ello
ocurra en un establecimiento público.

- Prohibición de denunciar: Ello ocurre con respecto a los cónyuges, ascendientes,


descendientes o hermanos, salvo que el delito haya sido ejecutado en perjuicio del
denunciante o de un pariente de grado igual o más próximo del que lo vincula al
denunciado (art. 178 CPPN).
Es evidente que las razones que motivan la norma son un reconocimiento de la importancia
de los lazos afectivos y de la unidad y solidaridad entre quienes mantienen relaciones
familiares estrechas, cuya preservación se privilegia respecto de los intereses públicos de la
persecución penal.

- Autoridades receptoras de la denuncia: En nuestro sistema legal son la policía, el


fiscal y el juez de instrucción (art. 174 CPPN).
En la práctica, la mayor parte de las denuncias se realizan ante la policía, cuyos
funcionarios labrarán el acta correspondiente y comunicarán sin tardanza lo recibido a las
autoridades judiciales, a más de efectuar las diligencias investigativas urgentes que se
dispongan, de todo lo cual llevarán a cabo los pertinentes registros (sumario de prevención).
Cuando la denuncia sea efectuada ante el juez, éste remitirá lo recibido al fiscal. En el caso
de que la denuncia sea presentada al fiscal éste iniciará la tarea investigativa.
Respecto a la admisión de la denuncia, las autoridades que la reciban deberán ajustarse a
las formalidades establecidas, verificando el cumplimiento de requisitos, esto es, identidad
del denunciante, firma y datos sobre el hecho y las personas involucradas. Así mismo, para
motivar actuación y por imperio del principio de legalidad, el hecho denunciado deberá
corresponder a una conducta definida como delito en ley vigente con anterioridad al suceso.
Por último, no debe tratarse de uno de los supuestos de prohibición de denuncia o, en el
caso de delito dependiente de instancia privada, el denunciante debe ser quien se
encuentra legitimado para ello.

- Querella: En los delitos de acción de ejercicio privado (art. 73 CP) no existe la


denuncia y la forma promotiva, que a su vez incluye la noticia sobre el eventual
delito atribuido en la acusación, es la querella. El escrito de querella contiene una
información circunstanciada de un hecho delictivo, por lo que implica noticia
calificada de delito. Cumple holgadamente con una función de anoticiamiento.

La investigación a cargo del Ministerio Público Fiscal: Como se desprende de la propia


denominación, es la actividad investigativa realizada de modo directo por los representantes
del Ministerio Público que, en su carácter de titulares de la facultad de acción pública,
reúnen los elementos de conocimiento sobre los que fundarán su acusación. Las más
notorias diferencias con el régimen de instrucción formal, con cuyos fines hay coincidencia,
radican en la circunstancia de que se establece una clara diferenciación entre los papeles
de persecución e investigación y los de decisión; que el protagonismo corresponde al fiscal,
acentuándose el carácter acusatorio y, al mismo tiempo, definiéndose una mecánica partiva,
y que se simplifican y dinamizan notoriamente los procedimientos, ganándose, al mismo
tiempo, en efectividad y estricto cumplimiento de las garantías.

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Antecedentes: Dentro de la cultura jurídica argentina, el Proyecto de Código Procesal Penal
de la Nación elaborado por el doctor Julio Maier plantea y difunde el análisis de la
conveniencia de confiar la investigación al Ministerio Público, sustituyéndose la instrucción
formal. Y si bien el mencionado proyecto no tuvo sanción legislativa, se extendió hacia
proyectos y concreciones de reformas en todo el ámbito latinoamericano, no pudiendo
dudarse en la hora actual de que es el único método razonable para fundar la acusación
pública.
En la exposición de motivos del antedicho proyecto se expresaba que “toda la tarea que
supone investigación preliminar de un delito de acción pública, para buscar el fundamento
de una acusación formal o, de otro modo, requerir un sobreseimiento, ha sido confiado al
Ministerio Público que así reemplaza la labor que actualmente llevaban a cabo los jueces
instructores”, buscándose a la vez acercar el diseño al modelo acusatorio y simplificar los
procedimientos. La elección por el método preparatorio de la acusación penal es una de las
cuestiones fundamentales de la política procesal penal en la que se encuentran
comprometidos los límites y la racionalidad del uso del poder y el correcto equilibrio entre la
eficacia investigativa y el estricto respeto de las garantías constitucionales.
De ahí que dentro de un espíritu republicano se haya entendido que era preciso diferenciar
la investigación del juzgamiento y no confundirlas, como ocurría dentro de los
procedimientos inquisitivos clásicos. Distinguir la facultad de requerir de la de decidir, ya que
no “es susceptible de ser pensado que en una misma persona se transforme en un
investigador eficaz y, al mismo tiempo, en un guardián celoso de la seguridad individual, el
buen inquisidor mata al buen juez o, por el contrario, el buen juez destierra al inquisidor”.
Por eso el proyecto proponía que el Ministerio Público fuese el responsable de dicha
investigación, invirtiendo el esquema de la instrucción formal.
Este punto del proyecto se convirtió en centro de una amplia discusión, que superó la que
años atrás se había producido en torno a la oralidad.
Entre quienes abogaron con mayor ardor por la incorporación a nuestra legislación de la
investigación fiscal preparatoria debe mencionarse al profesor cordobés José Ignacio
Cafferata Nores, quien señaló la necesidad de sustituir la instrucción a cargo de un juez por
procedimientos investigativos llevados a cabo por los propios fiscales evitando la absurda
inversión de roles. Estas ideas tuvieron especial repercusión en la Provincia de Córdoba
que, como medio siglo antes se convirtió en abanderada de las reformas procesales que
finalmente se concretaron en un nuevo Código Procesal Penal y que, con diversas
modificaciones, se encuentran presentes en proyectos de Santa Fe, Mendoza, Buenos
Aires y diversos países latinoamericanos.
En el caso de la legislación procesal vigente para el orden nacional, es sabido que el
proyecto original, elaborado por el doctor Ricardo Levene, disciplinaba en un todo la
instrucción formal. La difusión del proyecto del doctor Maier hizo que Diputados introduzcan
modificaciones incorporando con alguna hibridez posibilidades investigativas a cargo del
Ministerio Público, cosa que no ha tenido un desarrollo significativo, aunque la sanción de la
ley 24.846 confía la investigación fiscal en caso de flagrancia. En el esquema del código el
instructor puede delegar, de modo parcial y sujeta a ciertas condiciones, la investigación
preparatoria en el agente fiscal.

El desarrollo de la actividad fiscal investigativa: La investigación preparatoria corresponde al


fiscal y el objeto de la misma es “averiguar los hechos con apariencia de delito”, fueran
denunciados o conocidos, con la finalidad de preparar la eventual acusación que permita la
apertura del juicio penal. Para ello contará con el auxilio de la policía en función judicial.

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El fiscal inicia las actuaciones según conocimiento de hechos presuntamente delictivos, por
denuncia o por actividad policial, con inmediata comunicación de ésta al representante del
Ministerio Público. Estas actividades iniciales son denominadas como “actos introductorios”.
Tras la admisión comienza el desarrollo investigativo propiamente dicho en torno a los
hechos pertinentes y para lo cual el fiscal está investido de facultades coercitivas pudiendo
exigir informaciones a representantes de las instituciones, funcionarios y empleados
públicos, y testigos en general.
Toda vez que el fiscal estime necesario realizar un allanamiento de morada o una
intercepción de comunicaciones o realizar alguna diligencia definitiva e irreproducible,
deberá dirigirse al magistrado quien decidirá sumariamente sobre el particular (esto se
encuentra previsto en el Código Procesal Penal Modelo para Iberoamérica bajo la
denominación de “anticipo de prueba”).
Respecto de las medidas cautelares, especialmente las de índole personal, si bien puede
admitirse la realización de las urgentes por decisión fiscal, de modo semejante a lo que
ocurre con los funcionarios policiales, cuando la privación de la libertad se prolongue, la
determinación de la misma debe ser exclusiva decisión jurisdiccional.
Cuando se estimare por parte del fiscal que de los elementos reunidos en la investigación
surgiere la probabilidad de que el imputado pudiere ser acusado como autor o partícipe de
un delito, procederá a citarlo a audiencia (si no está detenido), en cuyo transcurso notificará
el hecho atribuido y su calificación, las pruebas existentes y los derechos procesales. Si el
imputado decide declarar, lo hará saber y se recibirá su exposición.
Llevada a cabo la investigación dentro de los plazos legales (ordenatorios, no perentorios) y
sin que medie, en los casos previstos, la aplicación de criterios de oportunidad o de la
suspensión del proceso, el fiscal presentará su demanda de justicia. Requerirá por escrito la
apertura del juicio, individualizando al imputado, haciendo una relación de los hechos,
efectuado una concreción de la imputación y una reseña de los medios de prueba que la
sustentan, expresando los preceptos legales invocados e indicando el órgano jurisdiccional
competente. Acompañará las actuaciones realizadas y los medios materiales de prueba que
haya reunido. Recibido todo esto por el tribunal, se dispondrá la notificación con copia de la
requisitoria a las partes, colocando el material a disposición. La defensa podrá puntualizar
los defectos formales de la requisitoria instando su corrección, deducir excepciones y/o
peticionar el sobreseimiento, y señalar los medios de prueba que considere omitidos a los
efectos de que sean practicados por el tribunal.

La instrucción formal: Por tal se entiende el procedimiento investigativo realizado bajo la


dirección exclusiva y excluyente de un juez instructor y en el que las partes tienen un papel
secundario, limitado a la asistencia a ciertos actos y a la proposición no vinculante de
diligencias. Sus orígenes históricos derivan de modo directo del sistema inquisitivo y en las
modalidades posteriores a las reformas del siglo XIX puede hablarse de un inquisitivo
reformado o atenuado en cuanto al reconocimiento de las garantías del imputado y una
relativa intervención de las partes.
La actividad debe orientarse a la comprobación del hecho delictivo con todas sus
circunstancias constitutivas, y a la individualización de los autores en sus diversos grados
de participación. Estas finalidades aparecen descriptas en un artículo inicial, de índole
general, como es el caso del art. 193 del Código Procesal Penal de la Nación, concordante
con los similares de las provincias.

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La instrucción en un sistema mixto está organizada con la finalidad de comprobar si se dan
elementos fácticos y jurídicos para abrir la etapa del juicio. Así, puede decirse que la
finalidad de la instrucción se orienta a definir la atribución delictiva, tanto respecto del hecho
como de sus autores, incorporando las acreditaciones pertinentes (que luego se introducirán
en el juicio) y trabando las medidas cautelares imprescindibles para el aseguramiento de
pruebas, personas y objetos. Este doble carácter investigativo y asegurativo define a la
etapa instructoria y explica el sentido de las medidas probatorias y cautelares.
En el desarrollo del proceso, ante la noticia del delito que genera la promoción instructoria,
deviene necesaria como primera finalidad la determinación de la situación de hecho o
fáctica que corresponda a la descripción abstracta de las figuras penales pertinentes. El
principio de legalidad sustantiva aparece así como límite de la actividad instructoria y como
guía para la ponderación de la relevancia jurídica del suceso investigado. De lo que se trata
es de lograr la reconstrucción de lo acontecido en su relevancia jurídico-penal.
La verificación sobre la verosimilitud de la atribución de una acción u omisión se producirá
mediante las diligencias probatorias correspondientes, cuya iniciativa corresponde al propio
instructor, respondiendo al objetivo que la legislación denomina como la comprobación del
hecho delictuoso. La misma debe hacerse de manera tal que se determinen los diversos
elementos que conforman la completa caracterización jurídica del suceso, es decir, las
circunstancias relativas a los requisitos típicos, a la contradicción con el orden jurídico y a
los elementos que lo califiquen, agraven, atenúen, justifiquen, exculpen o influyan sobre la
punibilidad.
Por último, la legislación también coloca entre las finalidades de la instrucción la de
determinar los daños derivados del delito y el aseguramiento de personas, pruebas y
bienes.

Características:

- Es dirigida de manera discrecional por el órgano jurisdiccional conocido como juez


de instrucción, dotado de las más amplias facultades. A él corresponde determinar la
línea investigativa y disponer oficiosamente de las diligencias probatorias,
resolviendo sobre el mérito de lo incorporado y sobre la situación de las personas
involucradas.
- Se orienta de manera preponderante a una actividad investigativa.
- La progenie inquisitiva de la etapa instructoria marca el hecho de la no contrariedad
del desarrollo de los procedimientos, lo que a su vez implica la limitada actividad de
las partes.
- Los diversos actos que se realizan durante esta etapa se vuelcan necesariamente
en actos, ya que por definición nos encontramos ante un procedimiento registrado y
escrito. Esta circunstancia deriva también del hecho de la discontinuidad o no
concentración del desenvolvimiento procesal.
- A diferencia del juicio, la etapa instructoria es de índole reservada, lo que se
desprende tanto de los fines perseguidos como del método a través de registros no
abiertos a terceros (en la actualidad, el “secreto de sumario” debe ser entendido
como una medida excepcional, justificada y fundada en causas graves).
- Toda actividad instructoria se define por su índole provisional, ya que dentro de los
procedimientos mixtos la misma tiende a incorporar constancias y asegurar
personas y elementos para sustentar la acusación pública.

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Inicio y desarrollo de la instrucción formal: Lo propio del sistema inquisitivo es lo relativo a la
actuación de oficio, en la que el órgano judicial decide por sí, de modo discrecional y propio,
cuándo dar comienzo a las actuaciones. Por el contrario, en el sistema acusatorio impera la
regla que prohíbe la actuación de oficio y la instancia promotiva corresponde de modo
exclusivo al titular de la facultad de acción. Los viejos códigos consagraban la posibilidad de
que el propio instructor, por auto o decreto, decidiese la apertura de la etapa, con simple
anoticiamiento al fiscal, lo que ha sido modificado en las posteriores reformas, que vedan tal
determinación.
El código nacional establece en su artículo 195 que “la instrucción será iniciada en virtud de
un requerimiento fiscal”. Este requerimiento de instrucción es el único medio idóneo para
promover la actividad investigativa judicial, habida cuenta de que el fiscal es el titular del
ejercicio de la acción penal pública y sólo él está habilitado para poner en marcha el
procedimiento averiguativo.
En cuanto a la alternativa de que la instrucción comience por prevención o información
policial, se advierte que es absurdo pensar que la policía está facultada para decidir por sí
llevar adelante el procedimiento instructorio. El sumario prevencional puede entenderse
como una pesquisa documentada, constitutiva de una noticia calificada de delito, sobre cuyo
valor para impulsar el procedimiento deberá expedirse, en todo caso, el fiscal, a tenor de lo
establecido en los artículos 180 y 188 CPPN. Salvo los supuestos excepcionales en los que
el requerimiento de instrucción sea rechazado por no corresponder la conducta a una figura
penal vigente o por alguna circunstancia de improcedibilidad, el referido acto promotivo será
apto para poner en marcha el mecanismo instructor, que se desarrollará bajo la dirección
del juez de instrucción.
En los códigos de predominio inquisitivo la preponderancia del juez era de tal grado que
desdibujaba por completo la actuación de las partes que prácticamente no eran tales y
tenían un carácter subordinado; si bien en la actualidad la situación dominante del instructor
se mantiene, es notorio que ha aumentado el ámbito de actuación, control e intervención del
fiscal y del defensor. Respecto del fiscal, su actividad promotora lo convierte en un sujeto
esencial de la relación, debiendo destacarse que en el requerimiento de instrucción no sólo
pide circunstanciadamente el inicio de la actividad investigativa, definiendo el hecho y
encuadrándolo jurídicamente de una manera provisional, sino también indicando (cuando es
posible) al imputado y proponiendo diligencias que, si bien no son vinculantes para el juez,
evidentemente sirven de eficaz guía y sólo por circunstancias excepcionales no serán
tenidas en cuenta. A la proposición de diligencias, como facultad de los sujetos partivos
(fiscal, defensor, querellante y partes civiles), se refiere de modo expreso el artículo 199 del
Código Procesal Penal de la Nación. De igual modo, se faculta a las partes a asistir a
registros domiciliarios, reconocimientos, reconstrucciones, pericias, testimonios e
inspecciones, debiendo ser notificadas de los actos irreproducibles y de las resoluciones de
mérito; en las respectivas audiencias, podrán, con autorización del juez, formular preguntas
y efectuar indicaciones, pudiendo por regla tener conocimiento de las actuaciones.

Los actos que necesariamente deben producirse para el desarrollo de la secuencia que
conduzca al juicio son:

- Actividad probatoria: Tendiente a la acreditación de los extremos jurídicamente


relevantes del hecho atribuido, con todas sus circunstancias, y a la individualización
de sus autores, empleándose para ello y según las particularidades del caso, los
medios probatorios discrecionalmente dispuestos y utilizados por el instructor.

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- Declaración indagatoria: Es el acto que dentro de la instrucción formal implica la
definición de una atribución delictiva hacia una persona determinada, quien sobre la
base de la noticia del delito, de la requisitoria de instrucción y/o de las diligencias
investigativas preliminares, es sospechada como autora del ilícito en cuestión, por lo
que es convocada coactivamente ante la presencia del instructor. En el transcurso
del acto se individualiza a la persona, se le comunica la atribución delictiva, se le
hacen conocer sus derechos, se le otorga oportunidad de ser oída y, en casos de
que preste su consentimiento, se la interroga en torno al hecho. Este acto cumple la
función de permitirle al imputado el ejercicio de su defensa material, designar un
defensor técnico si no lo hizo con anterioridad y realizar averiguaciones sobre el
suceso.
La denominación “indagatoria” indica a las claras el origen inquisitivo del instituto, ya que
fundamentalmente aparecía como un medio de prueba que se dirigía a la obtención
confesional de datos e informaciones. La posterior evolución y la clara interpretación del
artículo 18 de la CN han ido convirtiendo el acto en una manifestación defensiva, lo que en
el digesto nacional se acentúa con la posibilidad de la previa entrevista con el defensor, aún
en caso de incomunicación, y con los requisitos presentes en todos los digestos, relativos a
la facultad de abstenerse de declarar y a la forma en que las preguntas deben formularse.
El código nacional regula el instituto a partir del art. 294, señalando que la convocatoria
procederá “cuando hubiere motivo bastante para sospechar que una persona ha participado
en la comisión de un delito”. Si la persona se encontrase detenida, el acto deberá realizarse
inmediatamente o, a más tardar, dentro de las 24 horas, término que podrá prorrogarse por
imposibilidad de recibirla o por pedido del imputado, sin exceder en ningún caso el término
total de 48 horas. Al acto sólo pueden concurrir el fiscal y el defensor.
Al imputado, bajo ningún supuesto se le requerirá juramento o promesa de decir la verdad ni
se ejercerán coacciones de ninguna naturaleza ni medio alguno para obligarlo, inducirlo o
determinarlo a declarar contra su voluntad ni se le harán cargos o reconvenciones
tendientes a obtener su confesión, todo ello bajo sanción de nulidad.
El acto comienza con el interrogatorio de identificación, pasándose luego a informarse por
parte del instructor de modo detallado sobre el hecho atribuido al imputado y por el cual ha
sido convocado y las pruebas existentes. De lo que se trata es de atribuir con claridad qué
conducta ilícita se atribuye, la que debe guardar estricta correlación con lo explicado en el
requerimiento de instrucción. En el caso de que el imputado decida declarar y haya
consultado con su defensor, expondrá lo que considere conveniente, lo que deberá ser
vertido de modo textual en el acta. Finalizada la exposición, podrá realizarse al imputado
preguntas sobre el hecho.

- Definición por auto de la situación del imputado: Admitida la requisitoria de


instrucción, producida la investigación mediante la actividad probatoria e indagado el
imputado, el juez debe necesariamente resolver la situación de aquél, dictando
mediante auto lo que estime procedente.
Este doble papel del juez investigador y juzgador de los méritos de su propia actividad, es
uno de los rasgos distintivos de la instrucción formal y revela mejor que cualquier otro el
linaje inquisitivo del sistema. Así, el juez de instrucción no sólo investiga sino que tiene que
decidir sobre lo investigado, lo que se realiza a través de los autos de mérito instructorio,
que son resoluciones que, si bien tienen carácter provisional, definen el curso procesal e
implican avances en grado al conocimiento judicial en torno a la atribución delictiva.

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En el mencionado desarrollo, el decisorio que aparece como central en el avance
instructorio es el auto de procesamiento, que presupone, obviamente, el desarrollo y la
promoción de la instrucción siempre que se haya producido la declaración indagatoria del
imputado en miras de una investigación en torno al hecho atribuido. El plazo, contado desde
la indagatoria, en el que debe dictarse el procesamiento, es por lo común de diez días. Para
fundarlo, el instructor deberá efectuar una meritación de las constancias logradas hasta el
momento y valorar si, de acuerdo con las mismas, la atribución delictiva tiene fundamento
suficientes, los que son ponderados en grado de probabilidad.
El procesamiento aparece como una verdadera sentencia instructoria y constituye un
momento fundamental en el curso procesal.
En el supuesto contrario, esto es, cuando de las constancias obrantes surge la inexistencia
de un hecho delictivo o de autoría por parte del imputado, corresponde el dictado del auto
de sobreseimiento. Por tal se entiende a la resolución jurisdiccional que determina la
finalización del proceso, haciendo cesar el desarrollo del mismo y extinguiendo la acción a
favor del imputado favorecido y en relación al delito que se trate.
Se ha distinguido entre el sobreseimiento provisional (regulado en el anterior código
nacional), que suspende el trámite de la causa y “desprocesa” al imputado, y el definitivo,
que cierra de manera irrevocable, con fuerza de cosa juzgada, el procedimiento haciendo
desaparecer la imputación. También cabe diferenciar entre el sobreseimiento total, que
refiere tanto a las diferentes imputaciones delictivas como a los sujetos involucrados, y el
parcial, que puede comprender la desincriminación respecto de ciertos hechos y/o a alguno
de los imputados.
El sobreseimiento provisional responde al reconocimiento de una situación objetiva de
insuficiencia probatoria respecto de las características delictivas del suceso investigado o
especialmente de la autoría y/o responsabilidad del imputado, sin que en el caso se advierta
certeza de la existencia de algunas de las causales que conducen al sobreseimiento
definitivo. Ante tal situación, el instructor no encuentra elementos válidos para sobreseer ni
para procesar o para disponer la remisión a juicio, decidiendo en consecuencia suspender
la causa hasta la aparición de nuevos elementos por el plazo de prescripción del delito que
se trate.
El sobreseimiento definitivo, implica la clausura de la instrucción, cuando en el transcurso
de la misma surgen elementos que indican con claridad, en grado de videncia, que no cabe
responsabilidad penal por parte del imputado a cuyo favor se dicta. En consecuencia,
resulta de plena razonabilidad hacer cesar la persecución penal y los constreñimientos de
ella derivados.

- Falta de mérito: La mayoría de los códigos del sistema mixto contemplan el auto de
falta de mérito como una alternativa para situaciones de duda en las que no hay
elementos para procesar, pero tampoco para sobreseer, opera de manera similar a
lo que se analizó respecto del sobreseimiento provisional. Es la situación intermedia
entre el procesamiento y el sobreseimiento y tiene un carácter no conclusivo, ya que
la causa no se cierra, sino que queda abierta a la espera de la incorporación de
nuevos elementos.

- Clausura de la instrucción y etapa intermedia: El art. 207 CPPN establece que la


instrucción deberá realizarse hasta en cuatro meses a contar desde la indagatoria,
término que podrá prorrogarse excepcionalmente por dificultades investigativas; pero

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dado que el plazo es de carácter ordenatorio, su vencimiento no acarrea sanciones
procesales.
El art. 36 establece que una vez dispuesto el procesamiento y estimándose completa la
instrucción, el juez correrá vista al querellante, si se hubiese constituido, y al fiscal para que
se expidan al respecto. Con este acto remisivo comienza el período que se ha denominado
como etapa intermedia y que marca una serie de actividades tendientes a determinar la
procedencia del paso de la causa a juicio. La misma, dentro de la sistemática mixta,
aparece como necesaria para relacionar armónicamente el anterior período instructorio, de
índole inquisitiva, con el posterior debate acusatorio. De tal modo, dado que quien deberá
expedirse sobre tal procedencia es el fiscal, se acentúa la división de funciones de los
órganos oficiales, ya que ha sido el instructor quien colectó el material probatorio, aseguró
personas, bienes y constancias y diseñó una estrategia investigativa que ahora pasará al
Ministerio Público a los fines de que sobre tal base determine si hay mérito para sostener la
acusación pública que abrirá la etapa de juicio.
Esta etapa debe ser el análisis de si, de acuerdo con las constancias acumuladas, existe
mérito y necesidad de proceder a la apertura del juicio.
Llegados los autos al fiscal, éste tiene la alternativa de coincidir con el instructor respecto a
que la instrucción se encuentra agotada, o bien discrepar, en cuyo caso indicará de manera
puntual las diligencias que estime necesarias para poder expedirse. A su vez, en el primer
supuesto, si estima haber mérito para la acusación, formulará a través del escrito conocido
como requisitoria de juicio, que, al igual que el procesamiento deberá contener la
individualización del imputado, una reseña de los hechos y de la prueba y la calificación
legal. Igualmente, existe la alternativa de que el fiscal puede solicitar el sobreseimiento del
imputado.
El requerimiento fiscal será notificado al defensor, quien podrá plantear excepciones y/u
oponerse a la remisión a juicio, instalando el sobreseimiento. De acuerdo con el art. 353
CPPN, la instrucción se clausura, cerrándose irrevocablemente la etapa, por decreto o auto
de remisión de sobreseimiento firme.

Fuente: Jorge E. Vazquez Rossi. Derecho Procesal Penal II

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