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ÉXODO. CLASE 5.

DESIERTO: APRENDER A SER LIBRES


Por: Pbro. Jairo Alberto Henao Mesa
Ad usum privatum tantum

Referencias bibliográficas: Jairo Henao. 2012. Sufrimiento y Mística. Repositorio de


tesis doctorales de la UPB – Biblioteca.

Éxodo 13,17-18,27.

El protagonista del conflicto es la comunidad que ha salido de Egipto. Después de celebrar


la pascua y asumir el compromiso de consagración de todos los primogénitos (Ex 13,1-16),
un nuevo espacio y una forma nueva describe la presencia de Dios: comienza el camino del
desierto (Ex 13,17) y Dios les acompaña desde la nube y la columna de fuego (Ex 13,20-21),
se manifiesta en el alimento, tanto en el maná y las codornices, como en el agua (Ex 15-17).
En efecto, en la tradición canónica del Pentateuco esta experiencia será conocida como el
“camino” (Dt 8,2); y como un “camino de prueba” de cierta conflictividad interior y
comunitaria (Dt 8,2b).

Este segmento, mucho más simbólico en su forma actual, se presenta como un nuevo evento
de amargura (Cf. Ex 1,14). Hay un elemento redaccional que nos permite establecer una
comparación entre la primera parte del libro del Éxodo y esta segunda parte, bajo el tema de
la soberanía de Dios. Se trata de una palabra que el redactor ha puesto de forma muy sutil y
con fineza pero que igual destaca la soberanía de Yhwh. Se trata de la raíz “mar” (Alonso,
1994, r’m), que hace referencia a lo amargo, a aquello que hace la vida más dura.

Los vínculos que Yhwh establece durante la primera parte de la narración son muy fuertes,
él es el “goel” de Israel (Ex 6), actúa en su favor delante del faraón e incluso se ha
manifestado en el paso del mar. Todo ello ocurre porque Él ha mirado la humillación del
pueblo que está descrita en el Ex 1,14 por medio de la raíz marar:

rm,xo’B. hv'ªq' hd"äbo[]B; ~h,øyYEx;-ta, Wr’r>m'y>w: 14

~t'êd"boå[]-lK' tae… hd<_FB' ; hd"Þbo[-] lk'b.W ~ynIëbel.biW


`%r<p'(B. ~h,Þb' Wdïb.['-rv,a]

1
Y les amargaron las vidas con trabajos muy duros con lodo y ladrillos y con todo el trabajo del
campo y todas servidumbres con que ellos sirvieron a ellos con severidad.

En relación con ello la narración sobre el desierto, que comienza en 13,17, tiene un episodio
que se roba la atención porque será el centro gravitacional de tal experiencia, como lo
sustentaremos; tal episodio está en 15,23: El pueblo de Israel ha entrado en un nuevo espacio
y lo que encuentra allí también es amargo, como amarga fue la estadía en Egipto. El agua no
era salobre y por lo tanto no servía para la vida. El Ex 15,23 juega poéticamente con una
misma raíz formando un nombre propio, una acción verbal y un adjetivo:

hr"êM'mi ‘~yIm;’ tToïv.li Wlªky. ") al{åw> ht'r"êm' WaboåY"w: 23

`hr"(m' Hm'Þv-. ar"(q' !KEï-l[; ~he_ ~yrIßm' yKiî


Y cuando llegaron a Mará no pudieron beber el agua de Mará, porque ellas eran amargas, por
eso su nombre es amargura.

Existe también otra referencia que nos permite hacer esta división y comparación entre los
dos segmentos, se trata del número 70. Tanto al inicio del libro como en este punto aparecen
dos referencias que llaman la atención, porque forman dos figuras: La primera figura la
forman los 12 hijos de Jacob que se encuentran reunidos en Egipto (Ex 1,2-4) y los 12
manantiales de agua que se encuentran en Elim (Ex 15,27); la segunda figura la forman los
70 descendientes de Jacob que bajan a Egipto (Ex 1,5), y las 70 palmeras que se encuentran
en Elim (Ex 15,27) (Sanz Giménez-Rico, 2002, p. 118). Indudablemente en estos rasgos
introductorios se nos muestra el nivel simbólico en el cual nos vamos a mover.

Notas literarias. El libro del Éxodo divide la estadía del desierto en dos partes: La primera
cubre el trayecto entre el mar y el monte Sinaí. La segunda se refiere a la permanencia en el
Sinaí y hasta el final del libro. La tradición dice que el pueblo vivió en el desierto 40 años
(Ex 16,35). Inferimos que han podido suceder muchas cosas. Sin embargo, llama la atención
que esta primera etapa por el desierto cuenta, tan solo, tres anécdotas tenidas por muy
importantes. No pareciera importar otro asunto. Con un pueblo tan numeroso, en un lugar tan
inhóspito y el narrador está interesado en tres experiencias gastronómicas.

2
Ex 15,22-27. La experiencia del agua amarga. El texto es muy sencillo y puede estar en la
base de su duplicado1. Tiene tres elementos importantes: la urgencia del agua, la tradición
sobre Mará y la conexión simbólica con las plagas de Egipto. Considerarlo como una prueba
(Ex 15,25b), nos conecta con el resto de la tradición, donde se clarifica esta experiencia. Su
unidad nos la ofrecen los personajes: Yhwh, Moisés y el pueblo. Hay allí algo que los
especialistas han llamado una “fórmula de itinerario” 2, caracterizada por el uso corriente de
los verbos partir, salir y caminar (Ex 15,22) (Coats, 1972, p. 135-152). Llama la atención
que el microrrelato comienza anunciando que las aguas son impotables y de repente se tornan
en aguas dulces, es decir que se pasa de una situación de imposibilidad de la vida a su
posibilidad (Ex 15,22-25ª), anticipo del significado del desierto3. En cambio, la segunda parte
del microrrelato (Ex 15,25b-26), queda abierto y no se narra una solución a la propuesta de
seguir los mandamientos y leyes del Señor (Ex 15,26). El lector final sabe de qué se trata,
pero en la dinámica del relato, todavía no se han dado los mandamientos y leyes del Señor.
No obstante, comparativamente ambos segmentos de escena nos muestran una imagen que
sirve a la cuestión sobre la noción de Dios. Se lo presenta bajo el siguiente esquema: Dios
purificador de las aguas - Dios sanador de Israel por su palabra. En el verso 27 se nos dice
que llegaron a Elim, donde existían 12 manantiales y 70 palmeras. En general nos ofrece la
imagen de un camino que apenas se comienza a recorrer (fórmula de itinerario), y que juntos
con los demás elementos mencionados se clarificarán en la explicación canónica.

Ex 16,1-36. El relato del maná en el desierto. Es una unidad bajo la fórmula de itinerario
presente en los versos 1 y 36. Todo está centrado en el comer. Cuatro son los momentos
narrativos del capítulo, que he tomado de Sanz Giménez-Rico (2002, p. 122-123):

1
El narrador sagrado ha hecho una glosa que nos permite identificar a ambos episodios como uno solo: “Y
también lo llamó Massá” (Ex 17,7).
2
Dicha fórmula está presente en el libro de los Éxodo en los siguientes pasajes: 12,37.40-42; 13,20; 14,2; 15,22;
16,1; 17,1; 19,2. Del mismo modo la encontramos en el libro de los Números en: 10,11-13; 12,16; 20,1.22;
21,4.10-11; 22,1. La fórmula sirve para observar al redactor sagrado y la unidad textual, aunque no define las
estructuras del texto.
3
Ska (1990) subraya este hecho narrativo y lo llama “principio de resolución” (p. 18).

3
• Ex 16,1-5: Crisis. No se trata simplemente de comer, sino de poder vivir, mención
doble del verbo “morir” (v 3). El desierto es un espacio donde la vida se la juega.
Este elemento será muy importante en el Dt 8.

• Ex 16, 6-15: La solución del pan. Seis de siete veces se menciona la voz “murmurar”.
Lo cual destaca el carácter conflictual de aquella experiencia del desierto para todo
el pueblo.

• Ex 16, 16-30: Ejecución de la solución, semana del maná, símbolo del sábado,
símbolo del mandamiento. El uso de los verbos en imperativo les da un matiz propio
a estos versos (ordenar: 16, 16.24.28; recoger: 16, 16-18.21.22.26-27). Es evidente
la relación entre el símbolo del comer y los mandamientos, para ello el sábado funge
como el representante de los otros mandatos que el pueblo ha de cumplir en la Tierra
Prometida. Todo junto manifiesta que no sólo Yhwh da vida a Israel, sino que también
es Señor de Israel.

• Ex 16,31-36: Conclusión, mención del Arca, el símbolo de los cuarenta años.

Son varios los elementos que se entremezclan para dar forma al episodio: Las condiciones
de vida en Egipto son mucho mejores que la experiencia del desierto (Ex 16,3). A
continuación, Yhwh se muestra en una comida gratuita que conocemos como el Maná (Ex
16,4) y que el pueblo ingiere durante los próximos cuarenta años (Ex 16,35). A pesar de esta
cifra sobre los años de permanencia en aquel lugar, la escena está intencionalmente conectada
con el tema del sábado y del primer relato de la creación; todo se desarrolla en una semana,
por lo que el maná viene concedido hasta las vísperas del día 7, es decir las vísperas del
sábado. Todos los días el pueblo comerá gratuitamente el maná, junto con las codornices y
este comer hará resplandecer para ellos la gloria del Señor4, porque comerán carne y pan
hasta saciarse (Ex 16,12). El comer debe conservar el espíritu de la gratuidad, libertad y
sacralidad (don de Dios), de este modo se le confiere un carácter ético al comer y por ello se
exige que no se convierta en motivo de acumulación a través del símbolo del sábado (Ex
16,19-24). Como lo veremos más adelante, de esta significación ética del comer, la tradición

4
La primera vez que se menciona el “cabod” o gloria de Dios ocurrió en el paso del Mar Rojo (Ex 14, 4.17-
18). Es claro que se quiere hacer una conexión entre el Yhwh salvador, liberador y el Yhwh que da alimento al
pueblo, no sólo con el Maná y las codornices, sino también con la Palabra (Cfr. Ska, 1997, p. 105-106).

4
sobre el desierto en el libro el Deuteronomio pasa a la consideración teológica de la tenencia
de la tierra.

En definitiva, tres escenas de la Torá se conjuntan en el episodio del maná: el descanso de la


semana de la creación, la tradición sobre el maná y las codornices y el mandamiento del
sábado (Ex 16,28-30 // Gn 2,3 // Ex 20,8-11). De esta forma el sacerdotal juega con el
significado del Sábado, expresión de la libertad, el comer de las manos de Dios como símbolo
de la tenencia de la tierra y la travesía por el desierto como el camino que se ha recorrido.
Esto evidencia el nivel simbólico del relato que estamos comentando. Sin temor a exagerar,
este texto funge como una especie de alegoría de la semana de la creación. Mientras en
aquélla se creó al mundo, ahora, en la semana el desierto se está creando al pueblo que ha de
pisar la tierra prometida. Esta percepción no es gratuita, sino que está apoyada también en la
referencia a la creación que se hace durante el establecimiento del mandamiento del sábado
en Ex 20, 11. Lo cual nos permite inferir que el redactor sacerdotal ha tenido mucho que ver
con la narración final del episodio.

Ex 17,1-7. El relato del agua que sale de la roca. Es un duplicado de la primera protesta por
el agua y conserva la misma estructura narrativa que el pasaje sobre el Maná:

• Protesta (17,2 // 16,2 // 15,24).

• Recuerdo de las condiciones de vida en Egipto (17,3b// 16,3 //).

• Respuesta de Yhwh a través del profeta (17,5// 16,4 // 15,25).

• Caracterización del momento como una tentación (17,2b// 16,7.12 // 15,25b).

• El nombre del lugar (17,7// 15,23b).

De nuevo aparece la fórmula de itinerario (Ex 17,1). Se presenta una inclusión entre los
versos 1-2 y 6-7 con el tema del “agua”, en función de su unidad literaria. En el centro se
describe el conflicto como una situación de vida o muerte (v 3-4). Curiosamente se menciona
la palabra Horeb (6), nombre deuteronomista para la montaña de los mandamientos. El monte
Horeb también se lo menciona en el pasaje de la Zarza (Ex 3,1)

Dos pasajes finalizan esta pequeña sección en el camino que los conduce hacia el Sinaí, los
cuales simplemente referenciamos, pero sin ocuparnos de ellos:

5
• Ex 17,8-15. La guerra contra los amalecitas. Un relato que se construye en torno a un
apotegma (17,15).

• Ex 18,1-27. La visita del Sacerdote de Madián y suegro de Moisés al territorio donde


se encuentra el caudillo con el pueblo. Intercambio de percepciones y consejos del
sacerdote a Moisés. Este pasaje va a señalar el sentido de la experiencia del Sinaí para
Moisés y el pueblo de Israel. Jetró es una persona vinculada a la experiencia religiosa
del desierto y llena, desde el principio de su existencia, con una especie de aura
mística la vida de Moisés entre los beduinos.

Los textos en el contexto canónico más amplio. Estos pasajes serían, quizás, irrelevantes
si no fuese porque están presentes en otros cuerpos de textos, cumpliendo una función
simbólica muy representativa de la fe comunitaria de Israel en diversos momentos de la
historia. Así pues, encontraremos referencias a lo vivido en este espacio de tiempo en textos
de los salmos, profetas y sapienciales. Ello nos permite ver la importancia de explicar el texto
canónicamente, rastreando su función.

Nm 20,1-15 (Cfr. 13,32-14,4): Los pasajes sobre el agua están ampliados en la narración del
libro de los Números: La calumnia sobre la tierra que el Señor ha dado al pueblo. Este es un
tema muy apreciado en el libro de los Números y cuyo preludio sicológico se encuentra en
el libro del Éxodo (Ex 14,10-14; 16,1-3), consistente en mostrar a un pueblo que murmura
contra su compromiso del presente, abandonar Egipto, para asumir aquello que es su mañana,
es decir, el don de la libertad, la construcción de las condiciones para la existencia humana y
por lo tanto la posesión de la tierra. Nos topamos con un pueblo que mira hacia el pasado
para fundar allí su bienestar: “pongamos a uno de jefe y volvamos a Egipto” (Nm 14,4).

En el texto de Números encontramos todos los elementos del Ex 17,1-7, incluso ampliados,
como la mención de la muerte de la hermana de Moisés (Nm 20,1), el golpear la roca dos
veces (Nm 20,11), la mención de la Tienda del Encuentro, que en Éxodo todavía no había
sido construida (Nm 20,6), la reclamación es un poco más extensa, con una especie de pliego
de peticiones no satisfechas (Nm 20,5); particularmente en Números, Moisés encarna a todo
Israel al padecer explícitamente la desconfianza, junto con Aarón y por supuesto con el
pueblo (Nm 20,12). Todo indica que se trata de un episodio doblado. Los comentadores

6
coinciden en que la versión precedente es el texto encontrado en Ex 17,1-7 (tradición J) y la
ampliación posterior es Nm 20,1-13 (tradición P).

El pueblo atormentado por la sed acude a sus dos guías. Estos se acercan a la “Tienda del
Encuentro” y transmiten al Señor la preocupación y el sentimiento de frustración de la
comunidad. Su reclamo es satisfecho y el lugar es tipificado con nombres que pasarán de
generación en generación como íconos de la rebeldía, a través de la liturgia: massa =
tentación; meribá = querella. Pero al mismo tiempo Dios calificará el episodio como una
falta contra la confianza en Él y servirá de motivo teológico para explicar la permanencia en
el desierto durante cuarenta años, elementos que encontramos por doquier en los textos que
tratan el tema de Massá y Meribá.

La intención canónica del sacerdotal sería explicar por qué aquellas localidades reciben tales
nombres: Primero, Moisés ha golpeado la roca dos veces y segundo, no han sido capaces de
frenar la inconformidad del pueblo. En ambos casos esto expresa la desobediencia, la falta
de voluntad y de confianza en el Señor.

El salmo 95. El Salmo 95 evoca el período del desierto como un período de infidelidad; se
desarrolla como una liturgia festiva y reconciliadora, en el Templo, símbolo de la Tierra
Prometida; es un canto de júbilo en honor de Yhwh, Señor de los señores. Sin este sentido
litúrgico y simbólico que los textos posteriores al Éxodo nos presentan, los acontecimientos
de Massá y Meribá, se podrían pasar de largo. Pero la tradición los ha conservado para que
miremos en ellos el ímpetu humano de cara a Dios y al trayecto que conduce hacia la tierra
de promisión; la misma disposición interior que se debe tener al entrar al Templo es la que
ha debido tener y no tuvo la generación de desierto, en aquellos cuarenta años:

No endurezcáis vuestro corazón como en Meribá, como el día de Massá en el desierto, donde
me pusieron a prueba vuestros padres, me tentaron, aunque habían visto mis obras” Y a renglón
seguido continúa el salmista: “Cuarenta años me asqueó aquella generación, y dije: pueblo son
de corazón torcido, que mis caminos no conocen, por eso no entrarán en mi lugar de descanso
(Sal 95, 8-10)5.

5
En su obra sobre los salmos, Ravasi nos hace caer en cuenta de cómo la tradición sobre dos lugares se
convirtieron en dos sustantivos que hacen referencia al corazón del pueblo, Meribá = Querella y Masá =
tentación. Lo que en un principio ha debido ser una tradición sobre el prodigio de Dios realizado en la etapa del
desierto, relacionado con el agua, se resume como un acto de punición por parte de Yhwh a causa de la dureza

7
Junto con el Salmo 95, siguiendo a Ravasi (1996, p. 989-992), otros salmos y pasajes bíblicos
nos ayudan a entender en qué sentido fue mantenido el pasaje sobre el Agua y el Maná, es
decir la experiencia del “desierto”. Veamos los elementos del salmo y su relación con otros
pasajes:

• Dios se dirige en primera persona al pueblo apelando a la escucha de su palabra.

• No hay una promesa sino un recuerdo de la generación que vivió la experiencia


del desierto, caracterizada como una generación infiel, por su actitud de frente a
la Palabra del Señor.

• El himno proclamado deja descubrir el acento amenazador de Yhwh, quien no


permitirá que el pueblo goce del reposo del Templo, así como el pueblo del
desierto tuvo que caminar, de un lado para otro, durante cuarenta años.

• De este modo la cifra de los cuarenta años es asumida como un evento de


purificación para aquella generación (Sal 95,10). No se puede entrar al templo si
las manos están contaminadas con la sangre, si los labios están cargados de
mentira (Sal 15; 24; 26; 50). El rumor del pueblo llevó a que se les mantuviera en
el camino del desierto durante tantos años. La falta de compromiso sincero lleva
a que el Templo cierre sus puertas. La falta de fe llevó a que esa generación no
entrara en la tierra prometida.

• El Salmo 95 retoma un término deuteronomístico que nos encontraremos en el Dt


8: se trata del adverbio temporal HOY. La liturgia tiene la función de traer hacia
el presente el evento salvífico que se realizó en el pasado (Dt 4,4.10.40; 5,3; 6,6;
7,11; 10,13…). El “hoy” hace referencia a la existencia presente de Dios; la
palabra del Señor hace que cada hombre en cada tiempo sea inmerso en la
perennidad de la salvación. Dios es siempre el pariente más cercano, el goel.

• El desierto es un periodo de provocación al Dios liberador, declarándole en su


rostro su impotencia a conservar con vida al pueblo peregrino. Comparativamente

de corazón. De hecho el Salmo, que recoge la tradición sobre Meribá y Masá, destaca el aspecto negativo de
la experiencia y los cuarenta años como un castigo divino por tal acto de rebeldía, al mismo tiempo resuena
como una invitación a no repetir en el presente la situación entrando en el reposo de Dios por medio de la
escucha de su palabra (Cfr. Ravasi, 1996, p. 977).

8
era más poderoso el tirano faraón que al menos podía ofrecer carne encebollada
al esclavo.

• Massá y Meribá son lo opuesto a la teología de la Alianza, expresada en Dt 6,16;


8,2; 9,22; 33,8. Y que también encontramos en los salmos: 78,4.18; 81,8; 106,32.

• Massá y Meribá están en el núcleo de la predicación del profeta Ezequiel, con el


tema del corazón terco y rebelde (Ez 36,26), del Sirácide (Sir 3,26-27; 16,10).
Ambos términos sirven para expresar lo obtuso de la conciencia rebelde del
pueblo que no es capaz de escuchar (Ex 32,9; Dt 9,6.13; 10,16; Jr 7,26; Bar 2,30;
Sal 81,13-16).

El desierto es lugar de tentación tanto en el Éxodo como en el salmo 95. La esencia de la


tentación es la prueba pedida a Dios, la cual expresa la desconfianza en el proceso que se
viene dando, en el deseo de retornar atrás y en el desconocimiento de todas las acciones
amorosas a favor de la comunidad. Israel ha visto y sin embargo su corazón continúa sin
comprensión.

El desierto es, de igual modo, un tipo de dos cosas, el camino que el Señor muestra y el
camino que el pueblo elige, como lo interpreta Is 53,6: “todos nosotros nos perdimos como
ovejas, siguiendo cada uno su propio camino…” (Cfr. Ez 34). Por ello es también lugar de
la sanción divina (Nm 14,22-35; Sal 106,24-27: “despreciaron un país hermoso, y no
creyeron en las promesas de Dios; dentro de sus tiendas hablaron mal del Señor, y no
obedecieron sus órdenes…).

Nehemías 9. Una pregunta orienta el sentido del texto, en la gran tradición de Israel ¿Qué
impresión dejaba este pasaje en un israelita que vivía el destierro? Un pasaje nos permite
recrear la función de esta tradición contada una y otra vez, se trata de Neh 9. Prácticamente
es un resumen de los momentos más importantes del Éxodo, de su conexión con la tradición
de Abraham (Neh 9,7); recrea uno a uno los elementos del desierto: sufrimiento en Egipto,
el clamor escuchado, los prodigios realizados, el paso del mar rojo, los caballos y carros
hundidos en el mar, la columna de fuego y la nube, los mandamientos del Sinaí, el
mandamiento del sábado, la mediación de Moisés, el maná y el agua de la roca, la tierra
prometida (Neh 9,7-16); luego evalúa momentos como el de Massá y Meribá, calificándolos
como auténticos momentos de rebeldía, a la manera del faraón, en relación con la Palabra del

9
Señor (Neh 9, 16.29); califica la elección del líder como un acto de rebeldía porque
finalmente un líder que no escucha la Palabra del Señor reconducirá al pueblo hacia la
esclavitud de Egipto, en consonancia con la lectura canónica que del rey hemos hecho (Neh
9, 17 Cfr. Dt 17,14…). Como en los anteriores pasajes el desierto tiene una doble
significación: El desierto como un momento de compasión (Neh 9,19), de cuidado y de
instrucción (Neh 9,20). El desierto como consecuencia del rechazo a la Palabra del Señor,
como ingratitud, cuando se ha habitado la Tierra (Neh 9,26.29.34). Naturalmente como en
los otros pasajes está el cliché de “los 40 años vividos en el desierto” (Neh 9,21).

Es todo un resumen del texto del Éxodo y de la función que tiene para el presente de la
comunidad. Se podría pensar que Nehemías está resumiendo un texto que tiene en la mano,
o que ellos mismos, Esdras y Nehemías, son los grandes protagonistas de la famosa escuela
Sacerdotal que pulió y editó finalmente las tradiciones.

Oseas. Este es un texto que nos ayuda a comprender el nivel significativo del desierto en el
Antiguo Testamento. En su inicios propone el nivel simbólico de la profecía (Os 1-3); hace
la descripción de los horrores morales y políticos que vive el pueblo y los diversos personajes
que allí tienen protagonismo (Os 4-13), incluidos los reyes (Os 7,3-7); el tiempo vivido en
Egipto es presentado como la infancia de Israel (Os 11); el desierto como el lugar del
conocimiento y del encuentro (Os 12,9); es el lugar donde se experimentó a Yhwh como
único Salvador (Os 13,4b); lugar en el que la comida los llenó de orgullo (Os 13,15); recurre
con frecuencia a la figura de Egipto y Asiria como lugares de destino a causa del pecado (Os
7,11; 9,3; 11,5). Todo ello le da mayor sentido a los versos iniciales de la profecía donde se
destaca al desierto como lugar del encuentro y la purificación de la noción de Dios:

Yo la voy a enamorar, la llevaré al desierto y le hablaré al corazón, luego le devolveré sus


viñas, y convertiré el valle de Acor en puerta de esperanza para ella. Allí me responderá como
en su juventud, como el día en que salió de Egipto (Os 2,14-15).

En la cultura hebrea hay algo muy significativo con el hambre y la sed. El hambre padecida
por un individuo o la comunidad es asociada con la falta de vida. Por ello es tan importante
comer, reunirse en comunidad para festejar, incluso con Yhwh. En la misma dirección apunta
la satisfacción de la sed. No tener agua significa no tener el espíritu. Cuando se bebe se
provoca el espíritu. Dios entra en mí con el agua. El Salmo 23 nos lo refiere así:

10
• Él me conduce hacia fuentes tranquilas y repara todas mis fuerzas (v. 2).

De una forma mucho más específica el comer, tanto en la tradición del Éxodo como en
Números, evoca las condiciones de vida en Egipto, de las cuales no se quiere desprender el
pueblo peregrino. El gran pecado narrado en esta tradición, que se mantiene a los largo del
Antiguo Testamento, es la fijación que tiene el pueblo en las condiciones de vida de Egipto,
incluso se atreve a comparar la potencia del faraón con la impotencia de Yhwh. Mientras el
faraón sabe dar carne encebollada, lechugas y demás manjares de esclavo, Yhwh no está en
capacidad de suministrar el pan y el agua, necesarios para poder sobrevivir. Digamos que
este es el centro sapiencial del relato.

Esto implica que miremos la lectura que otro texto hace sobre la experiencia del desierto y
sus implicaciones para el futuro de la comunidad. Un texto que apunta a la muerte oblativa
para que otras generaciones vivan, porque se hace depender la vida, no del pan que calma el
hambre de hoy, sino de la palabra que construye el pan del mañana6.

La comunidad del desierto ha debido morir allí. Pero su muerte fue oblativa, como la de
Moisés que no pisó la tierra de promisión, sin embargo, gracias al dolor que ellos supieron
vivir, sus descendientes pudieron habitar la tierra.

Deuteronomio 8. Entre los textos citados el Deuteronomio es muy importante y revelador


porque recoge todos los elementos sugeridos en la gran tradición bíblica, adicionalmente que
se encuentra en la corona del Pentateuco. Veamos el texto.

Todos los mandamientos que yo os ordeno hoy, tendréis cuidado de ponerlos por obra, a fin de
que viváis y os multipliquéis, y entréis y toméis posesión de la tierra que el Señor juró dar a
vuestros padres.

Y te acordarás de todo el camino por donde el SEÑOR tu Dios te ha traído por el desierto
durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu
corazón, si guardarías o no sus mandamientos. Y te humilló, y te dejó tener hambre, y te
alimentó con el maná que no conocías, ni tus padres habían conocido, para hacerte entender

6
Tal vez esta sea la manera de encontrar el sentido al dolor; hoy cuando vemos el sinsentido de los muchos
años de secuestro de personas civiles y militares, por manos del grupo auto-denominado FARC-EP y otros
grupos, en Colombia. El dolor en sí mismo es algo terrible. Pero en la medida que las víctimas hagan el proceso
oblativo de su dolor y la sociedad se apropie el sacrificio para que no vuelva a suceder, tan sólo por esta vía se
le estará trascendiendo y abriendo con él las puertas de la esperanza y de la vida.

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que el hombre no sólo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca del Señor.
Tu ropa no se gastó sobre ti, ni se hinchó tu pie durante estos cuarenta años. Por tanto, debes
comprender en tu corazón que el Señor tu Dios te estaba disciplinando, así como un hombre
disciplina a su hijo.

Guardarás, pues, los mandamientos del Señor tu Dios, para andar en sus caminos y para
temerle. Porque el Señor tu Dios te trae a una tierra buena, a una tierra de corrientes de aguas,
de fuentes y manantiales que fluyen por valles y colinas; una tierra de trigo y cebada, de viñas,
higueras y granados; una tierra de aceite de oliva y miel; una tierra donde comerás el pan sin
escasez, donde nada te faltará; una tierra cuyas piedras son hierro, y de cuyos montes puedes
sacar cobre. Cuando hayas comido y te hayas saciado, bendecirás al Señor tu Dios por la buena
tierra que Él te ha dado.

Cuídate de no olvidar al Señor tu Dios dejando de guardar sus mandamientos, sus


ordenanzas y sus estatutos que yo te ordeno hoy; no sea que cuando hayas comido y te
hayas saciado, y hayas construido buenas casas y habitado en ellas, y cuando tus vacas y tus
ovejas se multipliquen, y tu plata y oro se multipliquen, y todo lo que tengas se multiplique,
entonces tu corazón se enorgullezca, y te olvides del Señor tu Dios que te sacó de la tierra de
Egipto de la casa de servidumbre. Él te condujo a través del inmenso y terrible desierto, con
sus serpientes abrasadoras y escorpiones, tierra sedienta donde no había agua; Él sacó para ti
agua de la roca de pedernal. En el desierto te alimentó con el maná que tus padres no habían
conocido, para humillarte y probarte, y para finalmente hacerte bien. No sea que digas en tu
corazón: "Mi poder y la fuerza de mi mano me han producido esta riqueza”.

Mas acuérdate del Señor tu Dios, porque Él es el que te da poder para hacer riquezas, a fin
de confirmar su pacto, el cual juró a tus padres como en este día. Y sucederá que, si alguna
vez te olvidas del Señor tu Dios, y vas en pos de otros dioses, y los sirves y los adoras, yo
testifico contra vosotros hoy, que ciertamente pereceréis. Como las naciones que el Señor
destruye delante de vosotros, así pereceréis, porque no oísteis a la voz del Señor vuestro Dios.

Con el subrayado podemos observar rápidamente los elementos constitutivos del relato:
Memoria del éxodo, el desierto como un camino o pedagogía de Dios, la humildad o escucha
atenta del pueblo, observancia de la Palabra del Señor, el momento kairótico del
acontecimiento.

Pero también hay otras formas de observar el texto: La inclusión que forma el adverbio
temporal “hoy”, muy propio del libro del Deuteronomio (v 1.19). Por su parte los cuadros

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que forman el uso del verbo “recordar”, “hacer memoria”, en el imperativo (v 2.11.18). En
el segundo cuadro es muy recurrente la palabra corazón (v 2.5 y 14.17), la palabra camino (v
2), se introduce el tema de la Palabra y la prueba (v 2.3). En los cuadros centrales aparece
la descripción de la tierra prometida, asociada a la alabanza y la observancia de los “decretos
y mandatos del Señor”, a la prueba y el reconocimiento del éxodo como obra del Señor (v 6-
10 y 11-17). El cuadro final recoge el tema del memorial y lo asocia con el tema de la
idolatría, causa del antagonismo con Yhwh, tema preponderante en la obra Deuteronomista
(v 18-20). Como formando un marco teológico están los verbos vivir y multiplicarse (v 1) y
perecer (v 20), es punto es obedecer los mandatos y/o escuchar la voz del Señor.

Lo literario sirve a lo teológico, sirve para decir que lo ocurrido no es un hecho del pasado,
sino que se trata de un evento actualizado en el hoy de la comunidad que escucha. La memoria
del pasado por medio del término “hoy” es un evento que se abre al futuro, lo construye. El
tenor dialogal del relato hace que la palabra desierto no sea un tema del ayer sino algo que al
actualizarlo construye al pueblo del mañana, al pueblo de la Alianza.

Desierto y vida. Comprender el desierto en el Deuteronomio nos permite adentrarnos mejor


en el sentido del episodio gemelo del Éxodo, y particularmente de las murmuraciones en
Massá y en Meribá. Incluso nos permite entender el verdadero motivo interior de la queja del
pan y del agua y salir de la minimización gastronómica en la que podríamos caer con el texto:
Un hecho sobrenatural en el que Dios les concede la dieta diaria.

En el discurso del Deuteronomio aparece la referencia a la vida, “cumple los mandamientos


para que tengas vida” (v 1) y al final previene sobre el olvidar los mandatos y decretos del
Señor a fin de “no ser exterminados” (v 20). Escalonadamente, el narrador pondrá en
relación: vida, obediencia a la Palabra del Señor, la experiencia del desierto y la actitud que
se debe asumir comunitariamente en el momento que se posee la tierra.

Evidentemente, en el v 3 comienza el tema de la vida a partir de la alusión al acto


antropológico del “comer”. Curiosamente en la narración del Éxodo y en el discurso del
Deuteronomio el desierto parece una sala de comer y beber. Aquello que sostiene a una
persona es el hecho de comer, alimentarse. Cuando el evangelio dice que Jesús resucitó una
niña, inmediatamente ordenó que se le diera de comer como un símbolo de la vida (Mt 5,43).
Este mismo tema del comer lo encontramos en Dt 8, 9.10.12.16.

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El desierto, en cuanto símbolo de la vida de Dios, es el lugar donde Dios manifiesta su
misericordia, su favor y benevolencia que le permiten al pueblo atravesar tal lugar. Se habla
entonces de desierto como prueba y dificultad, momento pleno, lleno de insidias que, sin
embargo, no se concluye con la muerte:

Y te humilló, y te dejó tener hambre, y te alimentó con el maná que no conocías, ni tus padres
habían conocido, para hacerte entender que el hombre no sólo vive de pan, sino que vive de
todo lo que procede de la boca del SEÑOR. Tu ropa no se gastó sobre ti, ni se hinchó tu pie
durante estos cuarenta años. Por tanto, debes comprender en tu corazón que el SEÑOR tu Dios
te estaba disciplinando, así como un hombre disciplina a su hijo (Dt 8,3-5).

Aparece, así, el tema del maná que descendió del cielo y del agua que brotó de la roca. Fueron
alimento y bebida milagrosos dones exclusivos de Dios. Esta perspectiva positiva del desierto
es propia del Dt 8.

Dios interviene en el desierto por medio del don del alimento celestial (v 3.16). Se trata de
un don desconocido e impredecible y sobre el cual no tiene el hombre ningún control. El
tema del pan está, además, ligado al tema del vestido que no se consume (v 4) y del pie que
no se hiere (Cf. Ex 19,4; Dt 29,4).

La humillación es el primer elemento que emerge de la prueba. En el v 3 esta humillación


consiste en el hambre, la debilidad y la proximidad a la muerte. La humillación consiste en
el hecho de ser nutridos por el maná, nutridos por otra persona como si fuesen niños. Al
pueblo no le queda más remedio que abrir su boca. Es en este punto donde el comer expresa
el vivir, tener el espíritu de Yhwh. El sentido de su existencia debe ser descubierto en Otro y
por ello se hace más importante seguir en la traviesa de tal desierto, desproveerse de la
condición de esclavitud, asumir el riesgo de un cruce por el lugar más agreste, a fin de llegar
a una tierra y un sentido de la realidad. Es una comunidad la que tiene que hacer la memoria,
el tránsito, el encuentro con el sentido de la realidad.

Esta experiencia es vista como algo muy profundo que ejercita en el pueblo un proceso
formativo. La narración misma presenta una adivinanza, precisamente en el contexto del
desierto. ¿De qué cosa se vive? El hombre vive no de aquello que entra en la boca sino de
aquello que entra en el oído, en el corazón. Es sugestiva la imagen: Allí precisamente donde
no existe el pan, el hombre toma conciencia de aquello que nutre. Justo donde la arena y el

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pedrusco hieren los pies, se dice que Israel es como un niño llevado a espaldas de su padre
(v 4-5). El pueblo de Israel necesita vivir tres actitudes:

• No buscar regresar al estado precedente de servilismo.

• Reconocer la noción de Yhwh que orienta su sentido de vida.

• Reconocer en el desierto un camino pedagógico que lleva a la formación, a la escucha


de la Palabra.

Desierto y país. Los versos 1 y 7 están en relación profunda porque el primero anuncia la
llega al país, a la tierra, y el segundo la describe como un paraíso. 8 veces el sustantivo hace
referencia a la tierra que el Señor da (v 1.7.8.9.10), 1 vez hace referencia a la tierra de Egipto
(v 14), tierra de esclavitud, y 1 vez hace referencia al desierto (v 15), tierra árida de serpientes
y escorpiones. El desierto aparece mencionado tres veces (v 2.15.16). El Deuteronomio
opone dos realidades: La tierra y el desierto; sin el desierto no se descubre la novedad y el
valor de la tierra. El desierto no es el objetivo del éxodo, el objetivo es la tierra.

Leyendo detenidamente ambas secciones encontramos que el desierto adquiere un primer


significado simbólico como lugar de la desobediencia y duda, mientras el país es el lugar de
la obediencia. Mejor aún, ambos conceptos apuntan a afirmar que la tierra se consigue como
fruto de la obediencia a los decretos y mandatos del Señor.

El tema de la obediencia inicia con el mismo libro del Deuteronomio (Dt 1,1-5). Allí los
israelitas mandaron a explorar la tierra prometida, sin embargo, el comportamiento de los
enviados es de miedo, desobediencia y duda (Dt 1,26); consecuencia de su comportamiento
es la muerte y destrucción. Aquella generación no hubo de ver la tierra prometida (Dt 1,35).
En el capítulo citado se encuentran ambos temas, desierto y obediencia, evocando la teología
retribucionista que permea al Éxodo, Números y Deuteronomio. El desierto es visto como
una sanción divina, pero que no termina en la muerte sino en la formación comunitaria del
pueblo de la Alianza.

La acogida a la Palabra del Señor es el verdadero pan que alimenta y genera riqueza, genera
un orden, genera un sentido de las cosas. De nada vale tener si no se sabe para qué y por qué
se tiene. Por el desierto el pueblo ha salido hacia la tierra de promisión, la que está más allá.
Este contacto con el desierto no es el de una búsqueda a ciegas, sino un camino hacia el

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encuentro con la Promesa del Señor, y las lecciones allí aprendidas son para demostrar que
es un pueblo en relación con el artífice de su vida y libertad. Se atraviesa el desierto porque
Israel no debe ser un pueblo deslumbrado por las cosas, que se apodera de ellas, perdiendo
la noción de realidad, sino que será cuidadoso, conocedor de los límites que le impone la
posesión del don (Memo Ánjel, 2007, p. 485).

En el Dt 8, 10 comienza a narrarse la situación final, la de la abundancia que tiene dos caras:


Puede ser motivo de vida y puede ser motivo de muerte. El bienestar, expresado en los
términos de posesión de la tierra o la realización de la bendición hecha a Abraham, aunque
querido por Dios, es un hecho peligroso (Dt 8,11); porque la saciedad de un pueblo o una
sociedad pueden ocasionar el orgullo y el olvido (Dt 8,10.12). El orgullo puede llevar a la
soberbia y ésta al desconocimiento de Dios. La experiencia del desierto y luego la memoria
del hecho mantienen la justa conciencia. Sin la memoria no es el faraón el que hace al pueblo
esclavo, sino el sentido de la posesión de la tierra que pervierte el corazón del pueblo y le
hace regresar a la historia de Caín y Abel.

El libro de Job también se retrotrae a esta consideración canónica de la prueba como


instrumento de purificación. Hacer la memoria del desierto como un camino pedagógico
evitará lo que el Tentador, en el libro de Job, dice:

Mientras no lo tocan a uno en su propio pellejo todo va bien. El hombre está dispuesto a
sacrificarlo todo por salvar su vida. Pero tócalo en su propia persona y verás cómo te maldice
en tu propia cara (Job 2,4 Cf. 1,9-11).

En definitiva, la experiencia del desierto es la mejor antesala para la recepción de la Palabra,


de los Mandamientos que ordenarán la vida de la comunidad, aquellos que han de ser
escuchados atentamente, a fin de entrar a la Tierra Prometida, como se entra al Templo (Sal
95,10-11).

Sobre la base del desierto como un lugar por donde se debe pasar, pero donde no se debe
permanecer, a fin de hallar la tierra, habitada por el pueblo y habitada por la Palabra del
Señor, predicaron también los profetas:

No se preocuparon por buscarme a mí, que los saqué de Egipto, que los guie por el desierto,
tierra seca y llena de barrancos, tierra sin agua, llena de peligros, tierra donde nadie vive, por
donde nadie pasa (Jr 2,6-7).

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La originalidad del Dt 8 está en su interpretación positiva del desierto. Y precisamente es
Dios quien desea la experiencia del Desierto para el pueblo. De este modo el desierto se
convierte en el “camino”. Así como los mandamientos son un “camino”, el desierto es
también “camino”. El Dt 8 habla, también, sobre la necesidad de hacer memoria de ese
“camino”. En la historia del hombre se introduce una pedagogía divina, que busca en todo
caso que Israel comprenda el sentido de la vida y lo que hace vivir o morir. Colegiando todas
las nociones con las cuales se construye el capítulo, concluimos que aquello que hace vivir
no es la carne de Egipto, ni siquiera el Maná o el Agua de la Roca, sino la Palabra del Señor.

El desierto se transformó en el signo de algo más profundo. No es un lugar simplemente, es


una experiencia que se ha de transitar y que hace la diferencia entre Egipto y la Tierra de
promisión. De él compuso esta figura poética el autor del Cantar de los Cantares:

¿Quién es esta que sube del desierto, apoyada en la mano de su amado? (Cant 8,5).

He titulado este segmento así, “el desierto: drama de la responsabilidad humana de la


libertad y conflicto consigo mismo”. A pesar de que aisladamente pareciese ser un episodio
gastronómico y por fuera de las leyes de la naturaleza, la tradición bíblica nos muestra que
tuvo un gran significado para las generaciones posteriores. El desierto desenmascara a la
víctima de su conciencia de víctima, es el ambiente de la reflexión más profunda sobre el
sentido del sufrimiento, sobre cómo en la conciencia se puede vivir todavía atado al ayer, y
sobre el sentido del mañana como una construcción.

El desierto se convierte en signo de esperanza y renovación, es símbolo de la confianza en


Dios, mueve a la voluntad de sentido y a la libertad de voluntad, puesta la mirada en la
compañía histórica de Yhwh. Allí el maná y el agua, alimentos muy sencillos, no definitivos,
son mirados como el toque de Dios en las circunstancias actuales. Pero precisamente porque
ellos no son la dieta definitiva, tienen un carácter simbólico que da importancia a lo que se
puede conseguir después, cuando se entre en la Tierra Prometida y que está descrito en el Dt
8.

El miedo es el problema central de la existencia humana, decía Soren Kierkegaard, por ello
el Maná y el Agua de la roca sitúan al pueblo, simbólicamente, en el horizonte de lo que se
puede esperar y por lo que vale la pena luchar. Un autor cuyos escritos sobre el sufrimiento
personal y de su comunidad nos pueden venir en ayuda en este momento, ése es Víctor Frankl

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(citado por Restrepo Toro, 2009. p. 108), sostiene que el hombre es facultativo (libre) para
buscar sentido bajo cualquier circunstancia de dolor, culpa o muerte, una tríada de la que
tiene que liberarse con miras a la realización.

En su obra “El hombre en búsqueda de sentido” (1991), Frankl, había escrito:

Al hombre se le puede arrebatar todo, excepto algo: La última de las libertades humanas, es
decir, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias para decidir su
propio camino… El yo más profundo de hombre está donde está la libertad interna para decidir
y no dejarse simplemente moldear por las circunstancias. En la relación ambiente - individuo
lo que no resulta siendo, es producto de una decisión íntima más que del ambiente que nos
rodea. (p. 71).

Víctor Frankl cuenta que el Doctor Tristán dijo a su esposa luego de salir de los campos de
concentración: ¡Hasta ahora has vivido del terror, a partir de este momento vivirás de la
esperanza! (Restrepo Toro, 2009, p. 103). Eso es lo que finalmente hace la Palabra del Señor
en el desierto, no dejar moldear la conciencia a las circunstancias, sino alentar a tomar una
decisión que sea favorable a la vida, a la construcción del mañana. Nada es definitivo en el
desierto, ninguna manifestación será permanente, lo importante es la Palabra que ilumina en
el Sinaí, la propuesta de construcción de la comunidad de la Alianza. Se podría decir que en
el Sinaí el pueblo perderá el miedo experimentado en el desierto, porque sólo a partir de
entonces se vivirá de la esperanza, no del terror o la amargura.

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