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V.1. Introducción
Para garantizar la continuidad pedagógica, hubo que aprender a hacer escuela por otros
medios de manera rápida e improvisada. Las autoridades educativas diseñaron un conjunto
de estrategias para la continuidad de los aprendizajes, entre las cuales se destacaron las
plataformas digitales, la radio y televisión, y los materiales impresos para la educación a
distancia (Rivoir y Morales, 2021). Como ya ha sido descripto en capítulos anteriores, en
México, y debido a las desigualdades en el acceso a tecnologías digitales, una de las
apuestas principales desde la SEP fue el programa Aprende en Casa de televisión educativa,
que ofreció 75 programas semanales para cubrir los contenidos de todos los niveles
obligatorios (preescolar, primaria, secundaria y bachillerato). A pesar de esta centralidad de
la televisión como estrategia de educación a distancia, una encuesta de INEGI realizada
entre noviembre y diciembre de 2020 mostró que sólo un 6.7% de los estudiantes de
primaria y un 1.8% de secundaria usaron la televisión digital como medio predominante
(INEGI, 2021). La mayoría reportó usar de forma prioritaria el celular inteligente, algo que
pudo evidenciarse en los relatos recuperados en el capítulo IV.
1
Quiero agradecer la colaboración de Yuri Páez Triviño, Berenice Martínez, así como de Mónica Camacho y
Gabriela Conde, en la realización del trabajo de campo, y la de Carmen de los Reyes en la preparación de los
dibujos. También queremos manifestar nuestra gratitud por el diálogo sostenido con Rosa María Torres
Hernández a lo largo de la investigación.
La omnipresencia de los celulares también tuvo efectos político-normativos, al
descentralizar los contenidos y ritmos de la enseñanza de una manera que cuestionó la
intención reguladora de las autoridades educativas. El trabajo a través del celular fue más
proclive a adaptaciones y negociaciones locales entre docentes, familias y alumnos que a
una coordinación integrada desde el Estado. Hubo quienes celebraron esta situación como el
fin del control “desde arriba” y el comienzo de una etapa de mayor autonomía y creatividad,
pero cabe alertar sobre la profundización de las desigualdades existentes y la fragmentación
del sistema educativo, dado que cada docente y cada familia pueden no tener los suficientes
recursos para ir más allá de sus condiciones, intereses o posibilidades actuales. Este es uno
de los hilos que nos interesa seguir en los relatos que se analizan a continuación.
En primer lugar, nos interesa detenernos en algunas conceptualizaciones del trabajo escolar
que nos resultaron útiles para el análisis de las experiencias pedagógicas en la pandemia.
Dice Anne-Marie Chartier que no hay modo de llegar a ver cómo es la “cocina” de la clase
sin los detalles de la operación (Chartier, 2017, p. 92). Para esta autora, hay que poner en
valor los “haceres ordinarios” y cotidianos que hacen a la clase, incluso los aspectos que
parecen más rústicas o más banales. Para desarrollar su argumento sobre la relevancia de
estos haceres, Chartier toma el ejemplo de la persistencia del dictado en las prácticas
escolares de los maestros franceses, pese a que se lo ha criticado tanto por autoritario y poco
productivo. Para Chartier, el dictado sigue siendo un ejercicio atractivo porque permite una
economía de esfuerzos (no es demasiado cansador), organiza la atención de los alumnos,
puede corregirse en el momento, permite desplazarse por el salón para ver qué hacen los
alumnos, se pueden contar las faltas sin calificar y se puede ver el progreso con el correr de
los días. El dictado permite una manera de hacer la clase de manera tranquila, con costos
relativamente bajos, que permite distintas variantes pero con un fondo de estabilidad que
reasegura a los estudiantes (Chartier, 2017, p. 90). Señala Chartier que se criticó al dictado
por ser poco sofisticado, por su inconsistencia con las teorías socio-constructivistas, pero
que sin embargo no ha sido fácil reemplazarlo por otro ejercicio que cubra todas esas
necesidades; cabe aclarar que la historiadora francesa no defiende ni ataca la persistencia
del dictado, sino que lo utiliza para analizar la polivalencia de usos y de funciones que
cumple este ejercicio en la clase, y para dar cuenta de que lo que configura una clase es ese
ensamblaje de rutinas, funciones pedagógicas, soportes disponibles y posibilidades de los
actores.
El gran cambio de esta situación tuvo lugar en el siglo XVIII, cuando se inventó el pizarrón
que permitió plantear ejercicios al conjunto de la clase y confrontar y revisar los saberes
alcanzados. Los cambios tecnológicos y pedagógicos confluyeron con los objetivos de
secularizar y democratizar la escuela, y la dupla lección-ejercicio empezó a consolidarse
también en la escuela primaria. Otro momento importante fue el abaratamiento del papel, la
tinta y el lápiz a mediados del siglo XIX, que popularizó los cuadernos de ejercicio
individuales. Ya en el siglo XX, el ejercicio en el cuaderno autorizó la posibilidad de que
los alumnos mostrasen sus dudas y errores; fue el soporte adecuado para una pedagogía en
la que importaba más el proceso que el resultado, y en la que la acción docente se
preocupaba por orientar y corregir los aprendizajes, antes que por la transmisión de un
conocimiento acabado. Trayendo estas reflexiones al presente, Hébrard es ambivalente
respecto a lo que los dispositivos digitales permiten organizar como formas pedagógicas.
Sugiere que serán más útiles en la enseñanza secundaria y superior, donde importan más las
formas de conocimiento terminado, que en las escuelas primarias, donde la pedagogía
demanda que se muestren los procesos y resultados intermedios y los modos de hacer.
Puede seguirse esta línea argumental para analizar algunos desarrollos recientes. Las formas
“colaborativas” de producción de conocimiento, tan en boga como solución a la aparente
falta de interés y participación estudiantiles, privilegian el texto o video concluido en
tiempo y forma, y no siempre permiten desplegar los procesos de trabajo de manera clara.
Por su parte, las plataformas digitales automatizadas, que estarían en mejores condiciones
de registrar o medir el tiempo destinado a una tarea y las decisiones parciales en el proceso,
sin embargo suelen basarse en pedagogías que priorizan el conocimiento “correcto”, incluso
por adivinanza o azar, por sobre el trabajo con los errores, soluciones parciales o
alternativas encontradas por los estudiantes (Perrotta y otros, 2021). Paradójicamente,
entonces, muchas de las nuevas plataformas están más cerca del modelo transmisivo de la
lección y del ideal de dominio de un conjunto de saberes predeterminado que de las
pedagogías de la autonomía del siglo XX basadas en la dupla lección-ejercicio.
Nos interesa poner en diálogo estas reflexiones sobre las formas pedagógicas con las
conceptualizaciones que formula otra pedagoga francesa, Anne Barrère, que estudia la tarea
o trabajo escolar. Para Barrère, la tarea o actividad escolar es un trabajo con “un fuerte
componente cognitivo”: el trabajo escolar tiene que ver con la manipulación de signos,
sobre todo de mensajes escritos, y requiere una buena parte de interpretación, ya sea de las
consignas o los marcos de actividades que se proponen (Barrère, 2003, p. 28). Hay tareas
simples y hay tareas complejas; hay que diversificar las tareas, pero sobre todo hay que
cuidar que no se piensen como actividades para cumplir burocráticamente un requisito sino
como oportunidades para desarrollar una actividad intelectual (Barrère, 2018).
Esta última reflexión es particularmente interesante para pensar las formas de trabajo
escolar en la pandemia, ya que la ausencia de encuentros sincrónicos generó ese tipo de
fragmentación. Es destacable además que Barrère no realiza una celebración de esta
fragmentación, como sí lo hace Jay Lemke, otro investigador que analiza las interacciones
en el aula valiéndose de otro concepto, el de cronotopo, del sociolingüista ruso Mikhail
Bakhtin, que le sirve para analizar el ritmo de las interacciones.2 Lemke (2004) señala que
los cronotopos permiten entender mejor cómo se realizan las acciones sociales en el aula,
incluyendo el movimiento y los ritmos con los que circulamos a través de distintos
espacios. El cronotopo permite hacer y ver el espacio en el tiempo, incorporando múltiples
escalas, duraciones y ritmos (Lemke, 2004, p. 5).
En su perspectiva, el cronotopo del aula tradicional es disfuncional y está cada vez más
lejano de los cronotopos de la vida posmoderna. “Las aulas son espacios muy pequeños,
abarrotados, saturados de gente, que no dejan mucho lugar para más que la conversación, la
lectura, la escritura, y unas pocas actividades simples con materiales no muy interesantes”
(Lemke, 2004, p. 7). Fueron diseñados en una época donde lo que se buscaba era la
escolarización masiva y barata, y cuando se enseñaba solamente lo básico. A nivel del
espacio,
cada clase y materia y grado está separado de los otros, y todos están separados de
las auténticas comunidades de práctica en la sociedad para las cuales se dice, de
forma no muy creíble, que la educación nos prepara. En el tiempo, cada lección se
divide de otras lógicamente conectadas con ella por al menos 24 horas, la duración
de cada actividad está limitada a 40 minutos, los tópicos cambian radicalmente cada
2
Cabe aclarar que el concepto de “cronotopo” fue creado por Bakhtin para referirse a la conexión intrínseca de
las relaciones temporales y espaciales que se expresan artísticamente en la literatura; la novela, por ejemplo,
es un cronotopo, una configuración que organiza un tiempo (principio, desarrollo y final) y un espacio (la
nación, el hogar, la vida de una persona, y todo eso simultáneamente).
pocas semanas, los proyectos largos no pueden duran más que pocos meses, y las
relaciones muy importantes entre docentes y estudiantes se terminan arbitrariamente
mucho antes de un año. (Lemke, 2004, p. 7)
Lemke concluye que “este diseño y sus conocidos cronotopos trabajan contra lo que
sabemos y valoramos como aprendizaje significativo” (p. 7). Lemke parece abogar por la
adopción de ritmos e intensidades del aprendizaje de otros espacios, y considera anti-natural
lo que sucede en el aula.
La reflexión de Lemke sobre las formas de trabajo en la clase pone el énfasis en cuánto se
adecúan a los ritmos de trabajo individual, pero parece no valorar la dimensión colectiva y
pública del trabajo escolar, como sí lo hacen los pedagogos franceses antes mencionados,
que retoman la tradición de la escuela republicana. Es importante detenerse een esta
diferencia, porque contribuye a pensar lo que pasó en la pandemia. La condición del aula
como espacio colectivo que organiza a un conjunto de personas es que todos estén en
condiciones más o menos similares de realizar una tarea, lo cual genera un principio de
igualdad político, y también que esa tarea sea visible por otros y para otros, ya sea
controlada en un sentido de censura o bien supervisada u observada con fines pedagógicos,
incluso por sus pares. Es esa coordinación entre los tiempos individuales y los tiempos
colectivos de trabajo lo que constituye un aporte específico de la forma escolar. A diferencia
de lo que sostiene Lemke, el cronotopo del aula, entonces, no es el mismo que el del trabajo
individual ni puede serlo; si lo fuera, se perderían algunos de los rasgos que permiten un
tipo de trabajo escolar más específico.
Antes de pasar a los relatos de los docentes, quisiéramos explicitar otro supuesto conceptual
sobre las formas de trabajo escolar, que hace a los márgenes de acción de los maestros.
Apoyándonos en los aportes de la etnografía latinoamericana, sostenemos que las
estructuras de la escolarización, las políticas y los materiales educativos no han sido nunca
los únicos condicionantes de las prácticas docentes. Como señala Rockwell en relación a
los libros de texto, objetos fundantes de las escuelas mexicanas desde mediados del siglo
XX, su presencia, “lejos de uniformar la enseñanza como algunos esperaban y otros
objetaban, propiciaba muy distintas prácticas en torno al texto” (Rockwell, 2007, p.205).
Estas prácticas pdaagógicas tienen que ver con las tradiciones disponibles, con la formación
de cada maestro y con la situación particular en que se inscriben.
Así, puede decirse que los maestros tienen un margen de autonomía variable para
configurar sus prácticas y son lectores activos, selectivos y críticos de las políticas y
recursos, así como hábiles negociadores con las estructuras normativas de las escuelas
(Ezpeleta, 1986; Rockwell, 2013). Al abordar el nivel de lo cotidiano, que desborda “las
previsiones de la normatividad oficial” (Ezpeleta, 1986, p. 57), se puede ver “en acto la
relación entre el sujeto y la institución” y los “encadenamientos y fusiones” que configuran
los procesos educativos (Ezpeleta, 1992, p. 28). En esta negociación o márgenes de
autonomía, cobran importancia dimensiones contextuales como las posiciones políticas,
sindicales e institucionales de los docentes y su relación con otros actores educativos. Esto
se verá con claridad en los relatos que se analizan a continuación.
V.3. Dar la clase en pandemia
¿Qué sucedió con las formas de trabajo escolar en la pandemia, en un contexto tecnológico
distinto y heterogéneo? ¿Emergieron formas pedagógicas nuevas? Aún es pronto para
afirmarlo, pero hay varios elementos para analizar que permiten ir dando respuesta, aunque
sea preliminar, a algunas de estas preguntas. En este texto queremos detenernos en cuatro
aspectos o dimensiones de las clases en pandemia: la estructura de las clases, los soportes
utilizados, la selección de contenidos y las formas de evaluación.
Para este capítulo, analizaremos los relatos de directores y maestros que obtuvimos en las
entrevistas. El contenido de las entrevistas fue analizado a través de una lectura atenta y de
un enfoque sociomaterial relacional, que se centra en las interacciones y conexiones entre
los actores y presta especial atención a los soportes y disposiciones espaciales y materiales
en que se da la enseñanza (Gourlay, 2015). El enfoque adopta “acercamientos analíticos y
metodológicos que dan primacía a la comprensión de las relaciones entre componentes
como el núcleo central del trabajo de análisis de políticas” y de pedagogías (Savage, 2020:
327). La lectura atenta de los relatos “también implica el reconocimiento de mecanismos de
poder sutiles y contingentes y la producción de conocimiento” en las prácticas cotidianas
(Simons et al., 2009: vii).
3
Se trata de Ciudad de México, Estado de México, Guerrero, Tabasco, Sinaloa, Baja California Sur, Jalisco,
Michoacán, San Luis Potosí, Puebla, Colima y Nuevo León.
enunciación, los lugares comunes, los afectos involucrados y los ecos de políticas
educativas y discursos pedagógicos expertos.
Como se ha visto en distintos países (López et al, 2021), los contextos de práctica de los
docentes fueron altamente heterogéneos en la pandemia. Esta heterogeneidad queda claro
en el relato de una jefa de sector de escuelas primarias de Michoacán, que tiene a su cargo
150 escuelas, muchas de ellas multigrado y otras ubicadas en cabeceras urbanas:
En este largo relato, aparece una diversidad de estrategias para llegar hasta los alumnos,
desde visitas presenciales a mensajes por Whatsapp, videos e impresos, y sobre todo una
gran flexibilidad y una movilización de distintos recursos para poder clase. Una experiencia
similar relata un profesor de secundaria de Guerrero:
Fui a la comunidad al inicio del ciclo escolar. Los padres me dijeron: no tenemos
televisión, a veces pagamos y a veces no. No queremos ver esa televisión [Aprende
en Casa], no podemos estar atendiendo a los jóvenes. Entonces hubo que ir por otro
lado. La SEP nos dotó de un material de pensamiento matemático, lenguaje y
comunicación, y de esas dos asignaturas les saqué copias a los dos cuadernillos, se
los entregué a sus alumnos, las pagué de mi bolsillo. A algunos se daban los libros.
Trabajamos tres semanas con esas fotocopias. Me enviaban las evidencias a través
de la jefa de grupo, una alumna que es la que coordina al grupo en la comunidad, es
la que hace el reporte, junta los materiales y concentra la información, y me la envía
por Whatsapp. […] En esa parte económica, yo subí con esos paquetes, no me
pagaron en ese momento. Había una queja de que eso lo van a tener que pagar las
familias y ellos no pueden. La próxima vez que subo les doy el dinero a la jefa de
grupo [una alumna] para que compre la ficha por 10 pesos [para el celular] y así nos
podemos comunicar. (Prof. Secundaria, Guerrero)
En el caso de este maestro, él decidió sufragar varios de los gastos para poder mantener la
comunicación con sus estudiantes, incluso los datos del celular de la estudiante que es la
conexión con el grupo. La cuestión del costo económico de esta nueva situación y de quién
incurre en gastos fue central en la negociación en esa y en otras comunidades.
En los dos relatos, dar clase se volvió equivalente a diseñar las tareas o actividades,
encontrar el modo de hacerlo llegar, hacer el contacto (sincrónico o asincrónico) para
distribuirlas, y estar disponible dos veces a la semana para encuentros por Whatsapp. Parece
ser difícil organizar la clase tal como se lo hacía ante con una presentación, desarrollo y
cierre, con tareas que se conversan y se ponen en común en el grupo; la secuencia didáctica
se guió más bien por la actividad distribuida a los estudiantes. El ritmo se fragmentó y se
distribuyó en el tiempo; ya no había un cronotopo que quisiera “encajar” una secuencia
didáctica en 50 minutos sino una orientación a partir de la tarea, en la que no importaba el
tiempo que se le dedicaba siempre que se la entregase bien hecha, aún cuando, como se verá
más abajo, la calidad del trabajo terminado terminó menos que la simple entrega.
Es más trabajo ahora que el que se hace de manera presencial. Estamos recolectando
información, hay que elaborar trabajos extra, adecuar temas y cuadernillos, ver que
sea funcional, así que es más trabajo que el presencial. (Dir. Secundaria, Guerrero)
Nos conectamos con los jóvenes martes y jueves entre 2 y 4 de la tarde, a veces
tardan en conectarse, a veces no hay conexión. Ahí les doy las actividades de la
semana. Se las doy los martes. La jefa de grupo me manda las fotografías de los
trabajos de los jóvenes, tarda entre una hora y una hora y media (una fotografía por
actividad y por alumno). Hay jóvenes que no están ahí, pero luego se comunican
más tarde conmigo, a las 6-8 de la noche. A veces las envían en sábado o domingo.
Cada semana recibo entre 50 y 80 fotografías de su libreta o del libro. Una vez que
las recibo, las valoro, llevo una lista de cotejo, las corrijo (bien, excelente, regular).
A veces la foto está borrosa y les pido que la vuelvan a sacar. (Prof. Secundaria,
Guerrero)
Hago foros a través del WhatsApp una vez a la semana, ya sea de lo socioemocional
y de vida saludable, yo les hago una pregunta y ellos me van contestando, y así se
genera un diálogo. (Prof. Secundaria, Tabasco)
El diálogo y la conversación, sin embargo, parecen haber estado ausentes de buena parte de
las clases, por motivos que luego se analizan con más profundidad. La clase muchas veces
se restringió a intercambios radiales entre cada maestra o maestro y sus estudiantes, como
cuenta esta profesora de primaria del Estado de México:
Muy difícilmente los alumnos se hablan entre ellos; lo que veo es que como que
nada más es hacia mí y hacia mí, yo quisiera que entre ellos se hablaran, pero no se
ha logrado… en una ocasión les di la oportunidad de que se hablarán, le dije: Pues
hablen entre ustedes, conozcan a Samantha, conozcan a Saul, conozcan a Mateo, a
Eylin, a Alan, conózcanse entre ustedes y como que sí les costó, como decir algo y
nada más me decían a mí: Maestra, es que qué crees que me pasó. Todo me lo
cuentan a mí. La relación hacia mí sí es muy buena, sí me hablan mucho, pero entre
ellos no, no se hablan mucho de que digamos y a veces no se ubican casi la carita, no
la ubican mucho, solamente la vocecita la reconocen. Entonces sí ha sido
complicado. (Prof. Primaria, Estado de México)
Otra forma que tomó la clase en la enseñanza remota de emergencia, sobre todo en
contextos donde había mayores posibilidades de conectividad de parte de los estudiantes,
fue la grabación de clases en video. Estas clases grabadas retoman la forma de la lección de
las clases presenciales, aunque con mayor grado de guionado y sin la interacción con los
estudiantes, como puede verse en los siguientes relatos.
Grabamos las clases, suben a YouTube, los niños las ven y entregan sus actividades.
En caso hacemos una sesión cada 15 días o cada 3 semanas para aclarar dudas, pero
ya no es como tal una clase obligatoria donde se vea un tema nuevo. (Prof.
Secundaria, Ciudad de México)
Tengo que grabar material de tutorial, yo creo que ya me voy a volver youtuber. Hay
días en que me aviento tres horas grabando tutoriales de costura, de patronaje
[de ropa], como con la intención de que sea un poquito más interactivo. (Prof.
Secundaria, Baja California Sur)
La tarea es la clase, lo digo por que los padres dicen: "maestra, mañana no hay
clase" y es por que no les voy a enviar tarea por algún motivo. Así es ahora. (Prof.
Primaria, Sinaloa)
La tarea pues [es] súper importante, porque sin tareas no podemos ver los avances
de los pequeños, o sea realmente si no mandan ellos tarea no podemos ver sus
procesos, sus áreas de oportunidad, qué le falta, qué no, y detectar problemas del
lenguaje. (Prof. Preescolar, Ciudad de México) 4
4
Si bien no incluimos en este capítulo el análisis de los relatos y producciones estudiantiles, por estar aún
analizándolos, una aproximación preliminar muestra que este énfasis en las tareas dejó a los estudiantes
menos acompañados y más agobiados, como puede verse en algunos extractos de sus textos:
Cuando comenzó la pandemia fue muy difícil adaptarme, pues de un día a otro pasamos de ir a la
escuela y convivir con amigos a hacer la tarea desde casa en el celular. Me costó trabajo adaptarme
[…]. Fue un reto para mí, ya que cuando comenzamos a trabajar en línea me estresaba demasiado, el
cual me llevaba a llorar, […] pues era un cambio ya no tener a la maestra que te explicara las tareas
presencialmente, sino que ahora tú tenías que entender las explicaciones mediante audio o mensajes y
hacerla, entender lo más posible que pudieras y terminarla. […] sin embargo ahora ya me adapté
mejor, tengo mis propios horarios para terminar o concretar mis tareas; […] así que ahora tengo el
tiempo exacto para terminar toda mi tarea y enviarla. (Est. Secundaria 1, Tabasco)
Yo realizo mis tareas y actividades en mi cuarto o a veces en la sala, busco un lugar que me resulte
mas cómodo porque suelo durar horas haciendo las tareas, ya que en ocasiones nos dejan mucha o
muy largas que debo escribir mucho (…) En lo personal yo me desanimo mucho y no me dan ganas
de hacer nada, me siento triste y estresada, pero aun así intento llevar buenas notas e intento aprender
lo que pueda ya que es muy difícil este sistema de aprendizaje, hago lo que puedo. (Est. Secundaria,
Baja California Sur)
En el caso de las escuelas incluidas en la investigación, la centralidad de la tarea como
forma pedagógica parece alinearse con la demanda normativa-burocrática de que los
docentes reúnan “evidencias” de los aprendizajes de sus alumnos como muestra de su
propio trabajo de enseñanza, algo que se instaló en los tiempos de la evaluación docente del
sexenio anterior. Estas evidencias suelen ser fotos de tareas que, multiplicadas por grandes
números de estudiantes y actividades, constituyen un archivo burocrático hipertrofiado y sin
destinatario claro, como el del profesor de secundaria de Guerrero.
Se trabajó más por WhatsApp debido a que aquí las familias, si tienen un hijo en la
primaria, otro en la secundaria, otro en el CECyTec que son lo que hay aquí,
entonces para mantener una clase en línea, a veces ellos también tenían los mismos
horarios, [no se podía]. Nosotros como estrategia optamos por trabajar por medio del
WhatsApp, enviar tareas y después revisar tareas, se mandaba una tarea, no sé, a las
ocho, diez de la mañana, y a las seis a ocho de la noche se recibía, ése fue el
mecanismo. […] Es difícil porque yo también como docente, pues yo tenía que
preparar mi clase, a veces darla por medio de video, o mandar trabajos y estar al
pendiente que todos estuvieran mandando trabajos a sus alumnos, y pues recibí, la
verdad, recibí muchas…cómo puedo decirle, no quejas, si no [duda] inconformidad
de parte de los padres de familia, por el modo de trabajar, no les gustó, no les
parecía. Al principio empezamos con la televisión, nos perdíamos hasta nosotros, no
le hallamos un un seguimiento acorde [con] como se trabaja con contenidos en la
escuela presencialmente. (Dir. Primaria, Michoacán)
Así, lo que puede observarse es que, a nivel de las instituciones, la nueva estructura de la
clase produjo reacomodamientos y tensiones sobre la cantidad y tipo de demandas que hace
la escuela, y obligó a otras negociaciones que las habituales entre las instituciones y las
familias. A nivel pedagógico, y retomando la conceptualización de Hébrard, puede verse
Tuve que aprender a usar mi celular para hacer las tareas y enviarlas. Tuve que aprender a hacer mis
tareas sola con mi celular. (Est. Secundaria 2, Tabasco)
que, a diferencia de lo que organizaba el trabajo didáctico colectivo con pizarrones y
cuadernos dentro del aula presencial, la pedagogía de la tarea en plataformas como
Whatsapp tendió a promover un tipo de conocimiento “correcto” y “corregible” que los
estudiantes deben, en su mayoría, procurarse de manera individual por las vías a su alcance.
Esto parece tener dos efectos bastante inmediatos: la ampliación de las desigualdades
existentes, ya que estas vías y recursos disponibles son muy dispares, y la reducción del
conocimiento a los resultados correctos y visibles, que marginan la importancia de los
procesos de aprendizaje y las múltiples formas de producción de conocimientos. Sobre
todo, lo que estos relatos evidencian es una creciente reducción de los aprendizajes a una
validación burocrática, y un énfasis de la acción docente en reunir y acopiar registros, más
que en la preocupación por la variedad y significatividad o densidad de los aprendizajes que
tuvieron lugar en la pandemia.
V.3.2. Los soportes como entorno pedagógico: “entre varias condiciones, opté por eso”
En las escuelas más pobres, el acceso limitado a datos llevó a priorizar el Whatsapp como
vía privilegiada de comunicación, que como ya se ha mencionado se centró la mayor parte
de las veces en el intercambio de tareas. La velocidad e inmediatez del whatsapp y la
posibilidad de compartir audios, textos e imágenes (generalmente fotos de tareas impresas o
de libros de ejercicios), fueron útiles para sostener el contacto y las redes afectivas en el
marco del confinamiento, pero los intercambios en los chats suelen ser conversaciones
libres, desordenadas, sin claro inicio ni cierre, y por eso no ayudaron a consolidar
aprendizajes que requieren de mayor duración y continuidad para volver a revisar,
profundizar o dialogar sobre lo aprendido (Baquero, 2020), justamente con los alumnos que
más hubieran necesitado ese tipo de trabajo didáctico por la falta de apoyo pedagógico en
sus familias.
Por ejemplo, muchos maestros damos clase por Zoom y a los alumnos se les
terminan los datos, entonces los mismos alumnos deciden con quién vale más la
pena conectarse, con quién van a terminar los datos… Entonces ellos eligen con qué
maestro gastarse los datos, qué te gusta más, porque hay alumnos que se conectan a
la clase que más les gusta y van en una [materia] con 10 y matemáticas con 5 porque
no se presentó nunca. Entonces también ellos están decidiendo hacia dónde van,
pero nos ponen en problemas a los maestros. (Prof. Secundaria, Estado de México)
El relato de esta profesora es interesante porque muestra que, frente a la escasez, hay un
margen de acción de los estudiantes de ir “con quién van a terminar los datos”. En una
economía donde la conexión es costosa y poco accesible, la atención vale, literalmente, y
los estudiantes eligen. Esto abre una posibilidad interesante desde la perspectiva estudiantil
de selección curricular, algo que la estructura oficial no permite, pero habría que decir que
esa elección disgrega y fragmenta todavía más la noción de una cultura común, y se
complementa con el docente youtuber que tiene que convencer a sus alumnos de que la/lo
vean.
En la mayoría de los casos, lo que primó fue la conexión discontinua y a través de
Whatsapp, si es que había suerte, como lo cuentan estos maestros:
Es muy difícil la conexión, por ejemplo, para enviar vídeos a los padres a ellos les
cuesta mucho trabajo descargarlos, aunque trato de que sean los menos pesados,
pero a veces la señal no es muy buena, o que ya se les descompuso el celular… ésta
ha sido una de las grandes dificultades que nosotros hemos enfrentado (…). Si se va
la luz en la comunidad, los niños tienen que moverse una hora o dos horas que es
donde agarran la señal de otra comunidad, porque se quedan hasta sin datos. (Prof.
Preescolar, Guerrero)
Hubo algunos padres de familia que tuvieron que vender un puerco, que tuvieron
que vender un becerro para comprar celular, comprar computadora, contratar el
servicio del wifi, entonces fue muy difícil. (Dir. Primaria, Michoacán)
Trabajo en una escuela primaria rural, se encuentra a una hora y media de la capital
del estado de Guerrero. Lamentablemente desde el acceso para llegar a ese lugar
recóndito del estado aún es de terracería, es un pueblito enclavado entre cerros, la
señal de radio es nula, sólo algunas familias tienen la posibilidad de pagar servicios
de televisión de paga o cuentan con un solo celular, hay que pagar una ficha para
poder tener internet por medio de una antena que a veces funciona y otras no, el
costo de una ficha es de 23 pesos. Pensemos, si una familia tiene a sus hijos en
preescolar, primaria y secundaria, ¿cuál es el gasto familiar por ficha a la semana
para poder lograr que sus hijos avancen con sus trabajos académicos? (Prof.
Primaria, Guerrero)
Lo que sufren mucho ahorita es que se van a trabajar los papás y los abuelitos no
saben cómo manejar esta tecnología, eso es ahorita a lo que nos estamos
enfrentando, porque dicen: maestra, no voy a poder la clase de hoy porque no hay
quien lo conecte, sus abuelitos no saben usar la tecnología. Entonces, sí ha habido
abuelitos que han ido aprendiendo para poder conectar a sus nietos, pero esta parte
es complicada para los adultos mayores. (Prof. Preescolar, Ciudad de México)
Frente a estos inconvenientes, muchos maestros optaron por trabajar mediante cuadernillos
impresos. Sus características fueron variables, pero constituyeron guiones adaptados de los
libros de texto y de los programas de Aprende en Casa, que ameritan un análisis específico
como producción curricular docente. Pueden verse algunos ejemplos en las siguientes
narraciones:
Los cuadernillos tienen una extensión de entre 8 y 10 páginas por semana. Más o
menos es una página por asignatura, donde se le brinda el tema, se señala el
aprendizaje esperado, y se les marcan notas, se les marca qué página de los libros
van a trabajar. (Dir. Secundaria, Guerrero)
Mis alumnos no tenían acceso a la televisión en ese momento, otros como estaban en
ranchos muy, muy alejados, me comentaban que tenían problemas para tener señal
en su televisión. […] Entre varias cuestiones que se dieron, pues opté por eso, por
estar diseñando yo mis actividades y ya los que pudieran, lo complementaran con el
programa. (Prof. Secundaria, Michoacán)
Esta maestra señala de manera cruda que las opciones disponibles no eran las mejores, y
que, al menos en su caso, las condiciones institucionales no coadyuvaron a generar
estrategias que permitan generar otros recursos o posibilidades, y que la extensión en el
tiempo y laa disgregación en múltiples hilos precarios -como los de los cuadernillos
dificultó un trabajo colectivo. Con una actividad sindical importante y un posgrado en
curso, es consciente de las limitaciones de la situación y de lo que se está requiriendo de los
distintos actores. Su lectura de las plataformas y soportes despliega un conjunto de
tensiones sobre quién paga el costo de esta situación, y sobre el debilitamiento de su trabajo
pedagógico.
La opción de los soportes, entonces, parece haber estado severamente limitada por una
infrastructura tecnológica muy desigual y muy compleja de tramitar pedagógicamente, a la
que la opción prioritaria de la política pública, el programa Aprende en Casa, no sólo no
logró balancear como se esperaba, sino también sumó obstáculos, sobre todo en las zonas
rurales alejadas o sin posibilidad de contratar una televisión de paga. Las plataformas y
soportes no fueron, como no lo son nunca, medios neutros de la comunicación, sino
infraestructuras que revelan desigualdades y conflictos en las sociedades en que se inscriben
(van Dijck, 2016).
Si las opciones de las plataformas y soportes para dar clase estuvieron severamente
condicionadas por lo que las propias familias y comunidades podían procurarse, ¿qué pasó
con los contenidos? Todos los entrevistados señalaron que hubo que adecuar y sobre todo
recortar contenidos. Los criterios para ese recorte se vincularon a la relevancia cultural que
el contenido podría tener para sus estudiantes y a lo que sentían que era posible hacer en las
circunstancias que estaban atravesando.
Pensé que llevaran a cabo una actividad sobre qué están aprendiendo ahora. Por
ejemplo, toman mucha Pepsi, Coca, y entonces les propuse probar una semana sin
refrescos ni jugo con azúcar. Les propuse tomar agua y contar los vasos de agua que
tomamos. Las otras actividades son de observación: cuando vemos a una persona
que está sana o enferma, entonces hay que dibujarlo, observarlo, comentarlo. Les
propongo observar cuerpos, animales o plantas que tienen. (Prof. Secundaria,
Guerrero)
Una maestra de primaria de Ciudad de México que dijo trabajar “100% por Whatsapp”
señaló que en la pandemia se preocupó sobre todo por consolidar las prácticas lectoras de
sus alumnos. Ella reportó que en la primera parte de la pandemia “estaba perdida” en
términos de cómo enseñar: “sentía que estaba fallando, que no era buena maestra” (Prof.
Primaria, Ciudad de México). Sin embargo, en el ciclo 2020-2021 refirió que empezó a
sentirse más acompañada y segura. A cargo de un grupo de 5º de primaria, y tratando de
sostener el énfasis curricular en la lectura de libros completos, decidió ir grabando capítulos
de libros que les enviaba a sus estudiantes, o bien les pidió a sus estudiantes que le manden
audios de la lectura en voz alta de los capítulos. Usó un texto fuera de los libros de la SEP,
“El nuevo escriturón”, y se vinculó a una plataforma argentina, Desafío 2020, en la que los
alumnos ganan medallas por cada libro que leen. El problema que se le presentó es que la
plataforma cerró en diciembre, por el calendario austral, y ese cierre le cortó su curso a la
mitad; en febrero de 2021 tuvo que volver a inscribirse como si fuera un grupo nuevo, y eso
le causó frustración ya que no reconocía los avances de sus estudiantes. En este caso, puede
verse que los recursos a disposición fueron variados y, pasado el estupor inicial y conforme
avanzó la pandemia, la docente pudo hacer mayor uso de sus saberes y redes didácticas.
Esta maestra señaló que lo académico fue encontrando su buen curso con el correr de los
meses, pero manifestó estar preocupada por la salud mental de sus alumnos, a quienes ve
deprimidos y agobiados. Consideró que ésta debería ser una prioridad en la vuelta a la
presencialidad.
Por otra parte, una mayoría de los maestros narraron seleccionar contenidos según la
dificultad que presentaban, relegando a los temas o materias que requerían un tipo de
trabajo más complejo y un acompañamiento más cercano. Véase por ejemplo el relato de
este director de secundaria:
En otro caso, la maestra resolvió priorizar los contenidos mínimos para el año,
particularmente con los estudiantes más rezagados:
Yo les digo [a los alumnos] qué actividades son las que tienen que enviar, sobre todo
he dejado un poco con ellos lo de socioemocional: ya no me envíes ningún socio
emocional, sólo envíame matemáticas, español y ciencias. He tomado esta decisión.
Les he dicho que han sabido responder a la situación y han estado bastante fuertes
en ese sentido, y pues también les he reconocido que hemos aprendido a multiplicar,
estamos en el camino a dividir, que sí nos hemos atrasado un poco, pero estamos en
ese camino. Yo lo podría decir así: se han vuelto emocionalmente fuertes. (Prof.
Primaria 2, Estado de México)
5
Esta orientación emergió de manera temprana en la pandemia, pero fue más notoria al inicio del ciclo escolar
2020-2021, por ejemplo en la Guía de Trabajo “Consejo Técnico Escolar. Fase Intensiva. Ciclo Escolar
2020-2021. Educación Preescolar, Primaria y Secundaria”, elaborada por la Secretaría de Educación Básica
de la SEP en julio de 2020.
Esta presencia de lo socioemocional puede traer potencialmente un desplazamiento
interesante: por la situación de pandemia, se hizo habitual realizar consideraciones de tipo
socio-afectivo y hablar de las afecciones del cuerpo y de los problemas y demandas
domésticos, temas que no siempre se tocaban en las aulas. El ingreso de lo afectivo es una
cuestión interesante, que amerita pensarse con cuidado. Habría que alertar sobre la posible
extensión de las psicologías ‘light’ de la auto-ayuda, siempre listas para ofrecer salidas
rápidas y voluntaristas a problemas complejos, pero en todo caso parece promisorio que la
propuesta escolar asuma una noción compleja de bienestar de los sujetos de aprendizaje y
reconozca que no solamente se aprende desde las disposiciones intelectuales, sino que éstas
están imbricadas en cuerpos y afectos (Wright and McLeod, 2014).
Por otra parte, hubo docentes que señalaron que la adaptación principal fue modificar la
forma de enseñanza, pero no relataron otros cambios significativos, como esta maestra de
español de Michoacán:
[Antes de la pandemia,] en [la enseñanza de] los textos narrativos, buscaba mucho
hacerlo de manera dinámica en la clase, que pasaran los alumnos al frente con sus
creaciones literarias y las compartieran ahí en el salón de clase, que hiciéramos
tendedero, la técnica del tendedero donde colgaran ellos también sus trabajos, para
que estuvieran a todo el público. Pues ahora sí tuvo que ser diferente. Lo que utilicé
ahora fue que lo compartieran pero con audios, para hacerlo más llamativo, que le
dieran lectura a su texto y compartieran el audio, y así poderlo compartir a los
grupos. […] Sí funcionó, sí vi que algunos estuvieron motivados para leer y
escuchar. [Pero] no hubo trabajo entre pares en mi caso, solo trabajo individual.
(Prof. Secundaria, Michoacán)
La cuestión de los audios es otro elemento sobre el que habría que profundizar, ya que,
como se verá en el apartado siguiente sobre las evaluaciones, el envío de mensajes de voz
logró generar ciertos efectos de presencia en situaciones de conexiones fragmentadas y
esporádicas (Zelmanovich, 2018). Si bien el trabajo centrado en tareas fue
fundamentalmente a través de fotos de páginas manuscritas o de documentos de texto, y en
ese sentido hubo un desplazamiento hacia la escritura de muchas interacciones que antes
eran orales (Benvegnú y Segal, 2020), puede observarse que la oralidad tuvo importancia y
fue valorada por maestros y estudiantes, como si, en el contexto de la educación remota, la
voz trayera el cuerpo, o permitiera un acercamiento más cálido y personal.
Otro elemento que destacaron los docentes fue que la tecnología terminó siendo un
contenido significativo en la enseñanza, aún cuando no haya sido planeado ni haya sido el
foco del trabajo docente. Véanse los siguientes relatos de maestros, todos ellos de áreas
urbanas donde hubo mejor equipamiento y más conectividad:
Pues primero [han aprendido] a utilizar el celular, pues ellos ya sabían jugar, pero
ahora a tomar fotos y hacer sus vídeos, les encanta. (Prof. Preescolar, Ciudad de
México)
[H]an descubierto las herramientas que ofrece lo digital, incluso también ya saben
compartir pantalla, ya saben proyectar videos, entonces pues también […] han
aprendido a manejar la tecnología. (Prof. Primaria 2, Estado de México)
Aprendieron a trabajar las plataformas, ya son muy buenos para eso, hasta luego me
dicen: No maestra, no es ahí, tienes que darle ahí para que se vea. Ya hasta saben
más que yo, aprendieron a trabajar las plataformas, aprendieron a usar el micrófono,
a expresarse de esa manera y yo creo que aprendieron a ser más autosuficientes,
como que lo que veo es que ya solitos quieren hacer sus cosas ellos. (Prof. Primaria,
Estado de México)
Algo que he notado que tuvieron que aprender, al menos los más grandecitos de la
primaria, es a ser más autónomos, y eso es por qué están más tiempo solitos y deben
adelantar sus tareas. Algunos me dicen: maestra, me entro al internet y busco. (Prof.
Primaria, Tabasco)
Han aprendido a ser más tolerantes, a convivir más en familia, han sido
autodidactas, a respetar la palabra del otro, a utilizar más la tecnología, de por sí esta
generación nos llevan una gran ventaja, pero avanzaron mucho más. Han sido
empáticos con sus compañeros. Te cuento la experiencia con una niña de segundo
que en la clase de Zoom no pudo resolver una actividad y se puso a llorar, y sus
compañeritos le decían no llores y le trataban de explicar cómo hacerlo. La maestra
se quedó sorprendida cómo, a pesar de la distancia, de que estaban frente a una
pantalla, ellos buscaron la manera de solidarizarse con su compañera. Son solidarios
y el mayor avance es, sin pensarlo mucho, el uso de plataformas, incluso más que
nosotros. (Dir. Primaria, Baja California Sur)
En los tres últimos relatos, se vincula la cuestión de los aprendizajes tecnológicos con la
autonomía, y ese es otro de los anudamientos que, junto con las nociones de lo
socioemocional, habría que desarmar y revisar con mayor profundidad. Los saberes
tecnológicos son muchas veces concebidos como “autodidactas”, “autónomos”, “de libre
exploración”, y en esa conceptualización se opacan las condiciones socioculturales que los
hacen posibles, así como las nuevas formas de conocer y jerarquías culturales que imponen
las plataformas (Durler, 2015; van Dijck, 2016). En los relatos de los profesores, el avance
de la digitalización y la ampliación de competencias digitales es un logro de la pandemia,
pero este logro parece darse por las circunstancias y no tanto por secuencias didácticas
específicas o un trabajo crítico sobre lo que las plataformas permiten y lo que dificultan.
Si bien, como ya aclaramos, no hemos incluido los relatos de los estudiantes en este
capítulo, cabe mencionar que buena parte de los adolescentes entrevistados también destacó
entre los aprendizajes de la pandemia el progreso en los saberes técnicos vinculados al uso
de la computadora o los celulares, por ejemplo el manejo de programas como Meet, Zoom,
Classroom y otras plataformas donde tenían que subir las tareas. Un joven de 13 años,
estudiante en una escuela pública de la Ciudad de México, señaló: “tuve que aprender a
usar la computadora que es algo que no sabía, como por ejemplo usar Word o
Powerpoint”. Esto contradice el supuesto de que todos los jóvenes, “ nativos digitales”,
saben, casi por ósmosis, usar medios digitales, y evidencia que para quienes siguieron
conectados la clase se desplazó en gran medida al espacio digital, generando nuevos
requisitos y también otras exclusiones. Varios entrevistados refirieron como aprendizaje
principal el haber tenido que superar el estrés de las nuevas condiciones y desarrollar la
paciencia, así como haber logrado más autonomía para resolver las tareas y realizar
exploraciones y búsquedas de información.
En este sentido, puede señalarse que maestros y alumnos parecen compartir el mismo
discurso pedagógico que anuda tecnología digital con autodidaxia y autonomía, un discurso
que está apoyado, sin duda, en la debilidad del trabajo curricular sobre los saberes
tecnológicos, pero también en la retórica de las corporaciones tecnológicas y de la
tecnología educativa dominante de que los saberes digitales son conocimientos que se
aprenden solos y sin mediación adulta, lo que opaca el poder de las plataformas como
mediadoras de esos aprendizajes (van Dijck, 2016).
Para otros profesores, aún cuando reconocieron algunos de estos problemas, los programas
fueron un eje orientador en un momento de muchas dificultades, y crearon una forma
pedagógica que sustituía a la lección por el programa televisivo y la adaptación o
explicación propia, ya sea de manera sincrónica en una reunión virtual o asincrónica a
través de un video o un texto. En estos casos Aprende en Casa fue un recurso que hizo las
veces de exposición docente o de libro de texto, al que complementaron con tareas o
actividades que adaptaron a sus propios grupos.
Yo planeo las clases diariamente, me meto a Aprende en Casa y veo la clase que se
va a dar al día siguiente, y a partir de ahí, planteo mi clase, y pues las adapto a las
capacidades de mis alumnos. Algunas las retomo y otras la reelaboro para que no les
parezca tan difíciles entender en casa. Ha sido muy útil para mí el Aprende en Casa
(…) La verdad ha mejorado muchísimo del inicio hasta ahora. (Prof. Primaria,
Sinaloa)
Una pregunta que puede plantearse hacia el futuro es qué pasará con esta experiencia de
haber utilizado recursos audiovisuales preparados desde la SEP en el contexto de
pospandemia, y qué interacciones se darán entre esos programas televisivos y los libros de
texto. Por otra parte, las acciones de reelaboración y adaptación que realizaron muchos
docentes constituyen un ámbito relevante para pensar las relaciones entre sujeto e
institución de las que hablábamos al comienzo; este es un tema sobre el que seguiremos
profundizando en otros escritos, porque amerita una mirada cuidada sobre los criterios y
márgenes de acción que se ponen en juego en la apropiación de materiales curriculares.
Como puede verse, la investigación realizada abre muchas vías de indagación que
esperamos poder seguir analizando en las siguientes etapas.
V.3.4. Las adaptaciones de la evaluación
Como parte del análisis de las formas que tomó la clase escolar durante la pandemia,
queremos ahora abordar, aunque sea brevemente, lo que sucedió con la evaluación de los
aprendizajes. Esta fue una de las áreas más conflictivas entre las escuelas y las familias, y
también entre las autoridades y los maestros. Es un tema que puede considerarse un
analizador de la cultura escolar, en el que se ven cuestiones como el control, la
(des)confianza y las nociones de calidad educativa asociadas a la exigencia.
En líneas generales, todos los maestros entrevistados señalaron que hubo que realizar
muchas adaptaciones a la forma de evaluar los aprendizajes, tanto en la evaluación
formativa o retroalimentación como en la sumativa. En este ámbito, también hubo una
curva de aprendizaje desde el inicio de la pandemia: si al principio fue muy desgastante,
con el correr de los meses lograron mejores formas de trabajo (listas de cotejo,
comunicación directa con las familias) para ahorrar tiempo.
Es difícil evaluar a través de un video o de una foto, entonces en este ciclo escolar,
al finalizar revisamos el cuadernillo y hacemos una lista de cotejo, es más para el
padre, le ponemos lo logró, está en proceso o no pudo hacerlo. Esa lista nos ha
funcionado para hacer las evaluaciones, sí nos ha funcionado. Además, nos
apoyamos con el padre de familia. (Prof. Preescolar, Sinaloa)
En las evaluaciones a cada uno le mando el formato y ahí pongo el récord de que
entregaste tal trabajo y equivalen a tanto; que te conectaste a tantas sesiones y
equivale a tanto por ciento. Se lo envío individual a cada uno por correo electrónico
y aparte en el grupo de WhatsApp, les pongo ahí: Voy a iniciar la evaluación, no
cuento con elementos suficientes de algunas personas. No nombro, sí les digo que si
ellos están en esa situación, que si ellos reconocen que no han enviado las
actividades, que se pongan en contacto conmigo y vemos la manera de resolver la
situación. Pero sí, nunca he puesto nombres de quiénes son las tareas, ni tampoco de
quiénes no me entregaron, pero sí les pongo la alternativa de comunicarse
directamente conmigo y vemos cómo se va a trabajar, y ha funcionado, porque sí me
escriben en privado y pues es ya escucharlos: es que me quedé sin empleo, no ha
habido manera de conectarlo [a mi hija/o] o no tenemos tiempo, o cualquier
dificultad, que casi siempre son las mismas las que leo o escucho. Y pues tomamos
la decisión de que entreguen las actividades, yo les digo cuáles en particular con las
que los evalúo. (Prof. Primaria 2, Estado de México)
Esta profesora valoraba tanto la conexión como la entrega de trabajos, con lo cual es
probable que los alumnos que tuvieron dificultad de conectarse hayan estado en marcada
desventaja. Hizo un seguimiento individual de la situación de cada estudiante, envió un
mensaje general y esperó respuesta. Es conmovedor leer las respuestas que dan las familias,
aunque no está claro cómo ella respondió a esas situaciones, más allá de plantearles un
mínimo entregable. Nuevamente aparece de relieve la importancia que tuvieron los
acuerdos o arreglos locales entre escuelas y familias, que a veces fueron más solidarios y
flexibles y otras fueron más rígidos y distantes.
En el caso de la rigidez de algunos docentes, esto ha causado conflictos con los directores,
que tendieron a promover, como la SEP, una mayor flexibilidad respecto a las dificultades
de la continuidad pedagógica en la pandemia. Esto es visible en el relato del director de una
escuela secundaria de la Ciudad de México:
A veces esa ética mal entendida de los maestros dicen que si todo el tiempo estamos
dando oportunidades y estamos buscando el reintegrar a esos alumnos, cuando han
tenido muchas oportunidades de trabajar, es demeritar el trabajo de los maestros y yo
digo sí, por una parte tienen razón, sin embargo en condiciones normales de trabajo
sabemos que hay alumnos que no trabajan y no trabajan, y entonces en estas
condiciones de pandemia son condiciones extremas que no sabemos por qué no
están trabajando, tal vez flojerita, pero también pueden ser situaciones mayores de
las que no estamos enterados y [digo] que además el tiempo de pandemia no puede
ser igual al tiempo presencial. Yo quisiera que mis compañeros maestros entendieran
y vean que hay un problema social mundial de salud que en este momento está
permeando todo este proceso educativo, pero si ellos no lo entienden de esta
manera… De verdad ahorita tengo ese conflicto con los maestros. Ellos sienten que
yo no los apoyo, sienten que no estoy equilibrando esa parte de trabajo que tienen
tener ellos con respecto de los alumnos, pero no es así. (Dir. Secundaria, Ciudad de
México)
La necesidad de adaptación fue vivida por muchos maestros como una “baja” de la
exigencia y una forma ser menos estrictos y ser “más humanos” en un contexto difícil.
Otra cosa que se sumó a todo esto fueron las inundaciones. Aquí en Tabasco, hubo
perdidas humanas y materiales importantes, eso afectó inevitablemente las
dinámicas de la escuela, por eso le bajamos un poco a la exigencia. (Prof.
Secundaria, Tabasco)
Sí, [los evalué] a través de Classroom. Ahí se les pone algún comentario, o sea su
evaluación es del 0 al 10. Usualmente es como muy castigador, se me hace muy
agresivo ponerles como el 6, el 5, el 7. Es como más que hayan entendido qué tenían
que hacer de la actividad […] Tampoco soy muy exigente en esa parte de los
trabajos […]. Como que la mayoría tiene calificaciones de 9, 10, [así] es como lo
trabajo. (Prof. Primaria, Ciudad de México)
Entre las formas de realizar un seguimiento más cálido y dedicado, destaca el uso de audios
de voz para las retroalimentaciones. Como ya señalamos en el apartado anterior, la voz
produjo un “efecto de presencia” en la pandemia que no puede menospreciarse. En el caso
de las evaluaciones, también fue un modo de achicar distancias y de ofrecer aliento y apoyo.
Esto fue señalado en todos los niveles educativos, pero sobre todo en preescolar, donde los
audios permitieron un contacto más directo y sin mediación de las familias, como puede
observarse en los siguientes relatos:
Yo dejo una tarea y le digo [a los niños]: Mira, me dio gusto ver tu trabajito, en este
trabajo puedo ver que ya logras hacer esto, ya logras hacer aquello, muchas
felicidades, sigue repasando esto. Y si es en el celular, pues [envío] un audio, y a
veces también les mando por correo o por donde se pueda para animarlos, para que
sigan. (Prof. Preescolar, Ciudad de México)
Aquí toco un punto importante y tiene que ver con cómo retroalimento a mis
estudiantes sobre sus actividades: lo hago siempre a través de notas de voz, no lo
hago con escritos. Lo único que califico con lápiz son los exámenes, el resto [es] por
puras notas de voz. Me di cuenta de que es más fácil para mí y a ellos les gusta
mucho, los mismos padres me lo han dicho que les motiva escuchar los comentarios
que yo les hago sobre su tarea, en dónde lo hicieron bien, en dónde tiene que
mejorar. Una mamá me decía que a su hijo le gusta estar escuchando lo que yo le
digo y que diga sus calificaciones como antes en el salón y algunos después ponen
su nota en su cuaderno. (Prof. Primaria, Tabasco)
Otra manera es su libro álbum, yo se los reviso cada 15 días o cada 3 semanas. Hay
una papelería del pueblo y entonces yo indico qué día se dejará la libreta o el libro
álbum o los dos, entonces se las regreso a los dos o tres días y les escribo una notita
al final de su trabajo (…). Usualmente les mando un dulcecito o una carita feliz en
foamie. Es una forma en la que ellos se han ido motivando y pues bueno, hay que
seguir buscando de qué manera… Los niños pequeños estaban muy acostumbrados
al abrazo, a la estrellita en la frente, y creo que eso es muy importante por que para
ellos es importante saber que alguien mira lo que hacen. (Prof. Preescolar, Estado de
México)
Los jóvenes hacen su mayor esfuerzo por hacerlo bien, o de expresarse. Me dicen:
profesor, esto no lo entendí, no sé qué iba a hacer aquí. Manejo los stickers, y de esa
manera les voy diciendo cuando pienso que el trabajo fue muy bien realizado. La
jefa de grupo les cuenta sobre los stickers que recibieron. Las autoridades nos piden
una evaluación cuantitativa (6-7-8-10), pero en mi caso les mando esos stickers y
también les mando mensajes, por ejemplo, “me saluda a los compañeros,
que le echen ganas y que mejoremos”. Le mando los stickers para cada estudiante,
pero todo es a través de la jefa de grupo, de su celular.
Subo las fotografías de sus trabajos a la nube como evidencia. Luego coloco esas
fotografías y se las envío al director efectivo para que observe mi trabajo. El director
[…] les comenta a los padres de familia: algunos jóvenes no entregan, están
bajando su rendimiento, pongan atención, hagan las cosas bien para que todos
aprendamos. […] Si me presentan la actividad, no los puedo reprobar. Reprobar en
estas condiciones no sería viable. (Prof. Secundaria, Guerrero)
La frase “yo no puedo saber que ellos me están mintiendo” es curiosa, y el lapsus
lingüístico de transformar un condicional (“no puedo saber si ellos me están mintiendo”) en
una constatación (“no puedo saber que ellos me están mintiendo”) dice mucho acerca de la
creencia extendida de que hay mentiras y engaños en lo que están evaluando. Esto lo dice
con todas las letras una profesora de primaria de Tabasco:
¿Cómo les puedo poner una calificación si los padres son los que están haciendo las
tareas de ellos? (Prof. Primaria, Tabasco)
En este capítulo, buscamos presentar las reflexiones que ofrecieron los maestros y
directores sobre el trabajo escolar en la pandemia. Emerge un panorama de una enorme
complejidad y heterogeneidad, en el que, además de las desigualdades conocidas y las
desconexiones previsibles, aparecen otras temáticas importantes, como los dispares
márgenes de acción de los docentes para producir respuestas más creativas y adaptadas a las
distintas situciones, la extensión de una concepción burocrática del trabajo de enseñar, la
dificultad de coordinar colectivamente los tiempos y modos del aprendizaje, y la selección
de contenidos que en algunos casos renunció a la enseñanza de saberes más complejos. Un
argumento que se repite través de los relatos es la desarticulación de la clase en un conjunto
de tareas cuyos hilos se siguen individualmente, un énfasis, sobre todo a nivel institucional,
en la recopilación de evidencias, y la delegación de las funciones que otrora ocupaba la
lección en distintos recursos audiovisuales, que pueden potenciar o menguar la autoridad
docente dependiendo de su uso. Algunas ganancias de este período parecen haber sido la
utilización de distintos lenguajes (oral, escrito, visual) en la comunicación entre docentes y
estudiantes, la nueva visibilización de la dimensión afectiva en la escuela, y una mayor
apertura a revisar los contenidos curriculares y las formas de la evaluación.
Quedan muchos temas e hilos para seguir profundizando, pero en el cierre de este capítulo
queremos destacar que uno de los aspectos que valdría la pena analizar con más calma es lo
mencionado al cierre del último apartado: los cuestionamientos crecientes a la legitimidad
de la escuela como institución pública de conocimiento, lo que en parte explica la lentitud
del regreso a la presencialidad en las escuelas públicas. Más allá de las razones y justicia de
esta crítica, es conveniente repasar lo que venimos planteando en este texto: la ausencia de
escuela presencial no vuelve más fácil, divertida o relevante la educación, sino que dificulta
el trabajo público sobre el conocimiento, generando condiciones para una gran dispersión
en tiempo y espacio y una gran disgregación en términos de los saberes y procesos de
aprendizaje, además de dejar más solos a los estudiantes y de profundizar las desigualdades.
También queremos subrayar que, allí donde la clase pudo funcionar y tener algunos logros
colectivos, se debió en buena medida a la acción de maestros y directores que pusieron
mucho de su parte, incluyendo dinero para materiales y datos del celular, para poder
conectarse de manera relevante con sus alumnos. La calibración de los tiempos y modos de
trabajo individuales con los colectivos fue muy difícil en el contexto de una infraestructura
tecnológica tan desigual y heterogénea; la política pública fue importante para dar un guion
común, aún con sus debilidades, pero no alcanzó a compensar lo que no había previamente.
Los relatos que trajimos en este capítulo hablan de estas dificultades y de cómo muchos
docentes debieron asumir sobre sus espaldas los costos y la elaboración de otras respuestas.
Sin sumarse a mistificaciones ni heroísmos, y sin dejar de reconocer que los estudiantes, las
familias y la política pública también contribuyeron a lo que pudo lograrse, queremos
finalizar el escrito con dos relatos que hablan de la importancia del trabajo docente:
Estamos en el proceso de lectoescritura, entonces es muy complicado enseñarles a
distancia, les digo a los papás, Ay no, yo creo que sin ustedes ni la mitad estaría
leyendo, entonces sí, también los papás le han ayudado mucho a sus hijos, [pero
también] están valorando, ahora sí que va a sonar como comercial, están valorando
el trabajo de los maestros, están viendo que de verdad es muy difícil, sin ellos [los
maestros] no se podría. (Prof. Primaria 2, Estado de México)
Es muy complicado trabajar así. No estábamos preparados para esto […] y sin
embargo se ha hecho. Se está sacando adelante este ciclo escolar, y vamos a seguir
pese a las dificultades. Quiero agradecer a todos los docentes en general, no
solamente a mis docentes sino en general. Los directores estamos como apoyo, […]
pero ellos hacen la mayor parte de este trabajo. Quiero darles un agradecimiento y
un reconocimiento. (Dir. Secundaria, Guerrero)
Sin duda, la situación vivida en la pandemia muestra la necesidad de renovar las políticas
pedagógicas y didácticas, a través de la formación docente inicial y también del trabajo con
los maestros que están desempeñándose en las escuelas. Pero esa renovación no debería
partir de la descalificación y la desconfianza, sino de comprender mejor cómo se producen
estas configuraciones de prácticas y los anudamientos de sentido. Agradecer, reconocer,
revisar, reflexionar, fortalecer la enseñanza, son algunos de los verbos que podrían
convertirse en puntales de otro momento de la escuela mexicana, que se apoye en sus
mejores tradiciones y avance en nuevas direcciones, más inclusivas y con mayor sentido de
responsabilidad respecto al trabajo con los conocimentos que es su aporte específico a una
sociedad mejor.
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