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Índice
Sinopsis ________________________ 4 18 ___________________________158
Prólogo ________________________ 5 19 ___________________________168
1 ____________________________ 11 20 ___________________________178
2 ____________________________ 18 21 ___________________________193
3 ____________________________ 26 22 ___________________________203
4 ____________________________ 32 23 ___________________________207
5 ____________________________ 38 24 ___________________________215
6 ____________________________ 42 25 ___________________________225
7 ____________________________ 47 26 ___________________________232
8 ____________________________ 53 27 ___________________________238
9 ____________________________ 67 28 ___________________________253
3
10 ___________________________ 73 29 ___________________________271
11 ___________________________ 83 30 ___________________________276
12 ___________________________ 90 31 ___________________________283
13 __________________________ 101 32 ___________________________286
14 __________________________ 110 Epílogo _______________________289
15 __________________________ 120 Sobre la autora_________________294
16 __________________________ 131 Créditos ______________________295
17 __________________________ 142
Sinopsis
Allete Auvray no solo es la heredera del trono Inglés. Dado que se casó
con su amado prometido vikingo, el jarl Torben, también es la nueva reina de
su clan, cumpliendo una profecía hecha por la antigua Oráculo del clan que
hablaba de una novia extranjera que lideraría a su gente y uniría a los nórdicos.
Pero la vida no se trata de cortesanos y galas. Se trata de llevar a un clan de
vikingos feroces a la batalla, y Allete no puede hacerlo a menos que se
convierta plenamente en uno de ellos: una escudera del clan Hakon. Con la
guerra contra su ex prometido, el rey Cathal, en el horizonte, Allete sacrificará
todo para asegurarse de estar a la altura de la tarea de llevar a su clan a la
victoria. Pero, ¿podrá hacer lo suficiente para ganarse el respeto de sus
hermanas de armas?
Dayna, la hermana de Allete, está en manos de una bruja, y su bienestar
se desconoce. Cathal tiene sus ejércitos listos, y Allete y Torben saben que no 4
tienen ninguna posibilidad por sí mismos. Para empeorar las cosas, Brant, la
mano derecha de Torben y el vikingo que ha reclamado el corazón de Dayna,
se está aferrando a su cordura por un hilo, luchando contra el impulso de
buscar a Dayna con o sin un ejército detrás de él. Con todas las de perder,
Allete y Torben deben aferrarse entre sí mientras luchan para salvar a su
hermana y derribar a Cathal de una vez por todas.

Clan Hakon #3
Prólogo
“Necesito que entiendas algo. Simplemente no puedes irte. No lo permitiré. Te
arrastraré de vuelta desde el otro lado y te obligaré a estar conmigo. Eres mi
hermana, mi mejor amiga, mi confidente, y no quiero hacer esta vida sin ti. Por
favor, no me obligues.”
~Diario de Allete Auvray

No quería recordar a Dayna tirada sin vida en el suelo del bosque.


Quería recordarla como la joven vivaz y luchadora que me ha vuelto loca
constantemente desde el momento en que vino gritando al mundo. Durante
toda su vida, Dayna nunca había dejado de volverme loca… hasta que Gisele
la golpeó con una ráfaga de poder que tiró a mi hermanita al suelo, dejándola
en silencio e inmóvil. Elegí no recordar eso. En cambio, recuerdo a Dayna con 5
fuego en los ojos y los labios apretados con desafío. La recuerdo así porque
cuando la vuelva a ver (y la volvería a ver) sería la cara que tendría. Y no puedo
esperar para verla.
—Estás volviendo loco a tu esposo —dijo Brant mientras se sentaba a
mi lado en una roca. Encontré el lugar hace una semana. Estaba empinada en
una repisa que daba al océano y se había convertido en una especie de retiro,
un lugar donde podía pensar, rezar y creer, aunque fuera débilmente, que todo
iba a estar bien. Había estado haciendo la caminata todos los días durante los
últimos siete días, buscando consuelo en las olas del mar.
—Lo sé —dije—. Puedo sentirlo. —Odiaba hacer que Torben se sintiera
impotente y preocupado, pero mi espíritu estaba inquieto. La única vez que
sentía algo parecido a la paz era cuando estaba entrenando con las otras
escuderas. Tenía la sensación de que este alivio se debía a que la lucha y el
rigor de los ejercicios me daban una salida para el dolor y la ira que siempre
parecían hervir a fuego lento justo debajo de la superficie de mis emociones.
No había nada que distrajera más que sentir mi brazo vibrando hasta la médula
por el golpe del hacha en el escudo mientras Freya me ponía a prueba.
Además de la ansiedad causada por el destino desconocido de mi
hermana, las profecías de Hilda pesaban en mi mente. Venían, se iban y, por
lo general, no tenían ningún sentido para mí. Seguí intentando clasificarlas,
pero no había puntos de referencia. Una línea de tiempo se desangraba en otra.
Y estar exhausta probablemente no ayudaba a mi agudeza mental.
—Solo soy un montón de risas —dije, principalmente para mí.
—Allete, nadie espera que estés saltando por el pueblo —dijo Brant—.
Estás manejando todo con la gracia de una reina.
—¿Tú qué tal? —pregunté, con la esperanza de desviar la atención de
mi fiesta de compasión—. Esperaba que ya estuvieras en una ola de asesinatos.
Encogió sus enormes hombros, arrancó una larga hierba del suelo y
comenzó a envolverla alrededor de su dedo.
—Me gustaría. No hay nada que me encantaría más que navegar
directamente al clan de Calder y separar su cabeza de su cuerpo. Pero no puedo
simplemente ignorar las órdenes de Torben. Lo respeto, no solo como mi jarl,
sino también como mi mejor amigo. Es un guerrero inteligente y capaz.
Seguiré su liderazgo sin importar lo mucho que quiera recuperar a Dayna.
Mordí mi labio inferior, conteniendo las lágrimas que amenazaban con
caer.
6
—Tenemos que rescatar a mi hermana. Sé que lo he dicho un millón de
veces, pero siento que, si no lo sigo diciendo, entonces no sucederá.
—Nada menos que la muerte me impedirá ir por ella. Y Torben siente
lo mismo. Él haría cualquier cosa por ti —me aseguró Brant.
Volviéndome, lo miré a los ojos.
—Gracias, Brant. Eres un buen amigo y un hombre de valor. Me alegro
de que tú y Dayna se encontraran.
Me dio un fuerte asentimiento antes de ponerse de pie. Redirigí mi
mirada al océano.
—No te quedes aquí demasiado tiempo. Freyr, el dios de la fertilidad,
nos envía un clima invernal. Puedo sentirlo en el viento. Serás de poca ayuda
para Dayna si te congelas hasta morir.
Resoplé.
—Brant, buena charla motivacional. Cuídate, o te haré vomitar a Babs.
—No digas más. —Con un gruñido, se alejó arrastrando los pies.
Cuando se fue y me quedé sola de nuevo, cerré los ojos y me concentré
en los recuerdos que eran una sombra constante. Hilda había desatado una
tormenta en mi mente. Las visiones serían una distracción bienvenida si no
hicieran que mi cabeza se sintiera como si fuera a partirse como un melón
caído.
—Anciana, ¿no podrías haber organizado esto un poco mejor? —
pregunté al aire helado de la noche. Casi esperaba que la oráculo respondiera.
Si alguien pudiera llegar más allá de la tumba, sería Hilda.
Intenté darle sentido a la visión principal que abordó mi cerebro: Torben
y su clan. Pero no podía decir si era algo del pasado o del futuro. No sentía
una urgencia apremiante asociada con esta visión. En cambio, sentí una razón
que no podía explicar. Tal vez eso significaba que la profecía de paz y unidad
de Hilda para el clan Hakon se haría realidad.
—¿Vas a hacer que me vaya a la cama solo? —Su voz suave me inundó
y abrí los ojos para ver a mi esposo acercarse.
—¿Seguramente no te has acostumbrado tanto a dormir conmigo que
eres incapaz de dormirte solo?
Torben se sentó a mi lado mientras levantaba una ceja.
—Tal vez lo he hecho. ¿Significa esto que te quedarías dormida tan 7
fácilmente sin mí a tu lado?
—Me tienes ahí. Odiaría dormir sin ti.
—No es cuestión de acostumbrarme a tenerte a mi lado —dijo—. Es
más, la comprensión de que me he estado perdiendo algo toda mi vida. Allete,
ni siquiera sabía que no estaba completo hasta que te conocí. Ahora que me
he dado cuenta de eso, no estar cerca de ti hace que parezca que una parte de
mí se ha ido.
—Está bien, lo concedo — dije con una sonrisa. Independientemente de
las circunstancias, Torben siempre podía hacerme sonreír. ¿Cómo podría no
hacerlo? Me amaba de una manera que nunca supe que fuera posible.
—¿Estás bien? —preguntó, pero luego levantó las manos—. Pregunta
tonta, lo sé. Tal vez debería decir, ¿qué puedo hacer por ti? ¿Cómo puedo
ayudarte, mi amor?
Lo miré fijamente. A pesar de que se sentó a mi lado, aún tenía que
mirar hacia arriba para ver sus ojos.
—Lo estás haciendo —respondí—. Tú… solo estar aquí para mí es todo
lo que necesito. Tu voluntad de abrazarme, hablarme o simplemente
escucharme es más que suficiente.
—No parece suficiente. Siento que necesito hacer más. Ojalá pudiera
rugir y obligar al universo a hacer lo que yo quiero. Allete, quiero que estés
bien. Más que bien, necesito que seas feliz. Mi espíritu no se calmará hasta que
tú lo estés.
Me puse de pie, luego me subí a su regazo. La angustia que pude ver en
su rostro fue prácticamente asfixiante. Odié la impotencia que vi en sus ojos,
pero lo entendía completamente. Sentía lo mismo, no solo por Dayna, sino
por todo nuestro clan. Nuestro clan. Aún no me sonaba bien. No había forma
de que fuera capaz de liderar el clan Hakon, y mucho menos ser la oráculo del
clan. Sacudí el pensamiento y la ansiedad que amenazó con venir con ello.
—Lo siento —dije, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello. Me
rodeó con sus fuertes brazos, atrayéndome con fuerza contra él. No había lugar
en todo el mundo en el que preferiría estar que en su abrazo seguro—.
Lamento que sientas que no puedes ayudar. Desearía que entendieras que
estás siendo todo lo que necesito y más.
Me apretó más cerca, enterrando su rostro en mi cuello. Apretó
suavemente sus labios contra mi piel y me estremecí.
—Hueles increíble —murmuró. Su aliento era cálido en comparación 8
con el aire frío de noviembre. Una de sus grandes manos se deslizó por debajo
de la parte de atrás de mi camiseta de lana para envolverme alrededor de mi
cintura. Su carne contra la mía trajo una mayor conciencia que no había estado
allí hace solo unos momentos.
—Vikingo, ¿estás intentando seducirme?
—¿Estoy respirando? —se rio entre dientes—. Porque si es así,
definitivamente estoy intentando seducir a mi novia.
De repente, se levantó y me levantó como si no pesara más que una
pluma. Empezó a caminar, llevándome en dirección a nuestra choza. Salía
humo de la chimenea y me encontré anticipando el calor que nos envolvería
cuando entráramos.
—Por favor, dime, ¿qué estás haciendo? —pregunté con mi voz más
ostentosa.
—Llevaré a mi mujer a la cama —respondió con voz ronca.
—Estoy cansada. Es muy amable de tu parte llevarme.
—Lamento decepcionarte, mi amor, pero no te llevaré a nuestra cama
a descansar.
—Oh, ¿por qué otra razón me llevarías a nuestra cama?
Empujó la puerta para abrirla, me cargó a través del umbral y pateó la
puerta para cerrarla detrás de nosotros. Luego cruzó la habitación donde la
cama estaba pegada a la pared. Recientemente, Torben había pasado un día
entero construyendo un colchón que sentía que era “digno de mi cuerpo”. Al
menos esas fueron las palabras que usó cuando le pregunté qué estaba
haciendo.
Me puso de pie e inmediatamente comenzó a desabrocharme el corpiño.
Sus manos ásperas y dedos gruesos se movían con gracia fluida que no hubiera
creído posible. Sus ojos nunca dejaron los míos mientras me desvestía
lentamente.
—Te llevo a nuestra cama para recordarte lo preciosa que eres para mí.
Para recordarte lo necesaria que eres, lo querida que eres. Te llevo a nuestra
cama porque te necesito mucho —dijo. Su voz ronca era seductora, pero
también podía escuchar la sinceridad de sus palabras.
Mi camisa se deslizó de mis hombros. Cayó silenciosamente al suelo,
olvidada, mientras los dedos de Torben acariciaban mi carne. Corrieron por
mis hombros y clavícula, la parte superior de mis senos, luego bajaron por mis 9
brazos.
—Eres exquisita —susurró.
Lo ayudé a quitarse la ropa, luego seguí su impulso cuando me presionó
contra la cama, cubriéndome con su cuerpo más grande. Los músculos de sus
hombros y brazos se flexionaron mientras se tendió sobre mí. Se inclinó,
presionó sus labios carnosos en mi frente y luego en cada párpado. Luego pasó
a mis mejillas y, por último, a mis labios. El beso comenzó suave, pero se
intensificó rápidamente a medida que nuestros cuerpos desnudos se acercaban
más.
—Te amo, princesa —gruñó cuando nuestros cuerpos se unieron.
Me hizo el amor como si fuera la primera y la última vez, tocando mi
cuerpo con ternura como si yo fuera el regalo más preciado que jamás hubiera
recibido. Cuando intentaba acelerar las cosas, se contuvo y me advirtió que
fuera paciente.
—La paciencia no es mi fuerte —jadeé contra su pecho
—¿Nunca has escuchado el dicho “las cosas buenas llegan a los que
esperan”? —preguntó, pasando sus manos por mis costados.
—No, pero he escuchado el dicho “si no me das lo que quiero ahora, te
haré sangrar” —gruñí.
Dejó de moverse, frunciendo el ceño hacia mí.
—¿Dónde escuchaste eso?
—Aquí, justo ahora, cuando salió de mi boca. Ahora muévete, maldita
sea.
Se rio entre dientes.
—Eres muy sexy cuando te pones exigente… como una gatita
cachonda.
—Voy a ignorar esa declaración y volver a concentrarme en la ternura
con la que me estabas tocando.
—¿Quieres decir así? —preguntó al mismo tiempo que pasaba sus labios
por mi cuello, su lengua volviendo sobre el mismo patrón.
—Sí —susurré, temblando—. Así.
No tengo idea de cuánto tiempo me torturó mi esposo, solo que fue el 10
mejor tipo de tormento. Se las arregló para hacerme olvidar todo mi estrés y
preocupaciones hasta que finalmente estaba demasiado cansada para
permanecer despierta.
—Duerme, princesa —murmuró contra mi oído—. Te despertaré antes
de que salga el sol para asegurarme de que estés bien y relajada durante todo
el día.
Murmurando algo ininteligible, me deslicé en el olvido expectante
provocado por el mejor tipo de amor que un marido podría dar a su esposa.
1
“Hay un dicho… «Si no puedes vencerlos, entonces únete a ellos».
Desafortunadamente, para unirte a ellos, debes ser capaz de hacer lo que ellos
hacen.”
~Diario de Allete Auvray

—He visto a una bruja desdentada y hambrienta luchar más duro para
masticar un trozo de pan duro de lo que has estado luchando toda la mañana
—me gritó Freya desde donde estaba sentada. Me había puesto de espaldas al
menos dos docenas de veces en la última hora mientras entrenábamos. Me di
cuenta de que las otras escuderas, aunque continuaban obedientemente con
sus propios ejercicios de entrenamiento, me observaban con el rabillo del ojo.
Le espeté:
—Si la bruja se está muriendo de hambre, entonces, por supuesto, 11
luchará duro para masticar un trozo de pan duro. Se llama instinto de
supervivencia.
—¿Instinto de supervivencia? ¿Ese es el problema? —preguntó Freya—
. ¿No sientes que tu supervivencia está lo suficientemente amenazada como
para luchar? Puedo remediarlo fácilmente. —Arrojando la espada de
entrenamiento de madera que había estado sosteniendo, giró hacia Babs—.
Tráeme dos espadas.
—Freya —llamó la voz profunda de Torben, enviando una clara
advertencia desde donde se encontraba a veinte pasos de distancia.
La líder de las escuderas lo enfrentó, luego entrecerró los ojos.
—Me pusiste a cargo de las luchadoras. Me dijiste que las entrenara
para que fueran tan letales como los hombres. Me dijiste que no interferirías.
En este momento, ella… —Freya me señaló—. No es tu novia ni mi reina, es
una guerrera, una escudera del clan Hakon. Aprenderá a pelear correctamente
o morirá en la batalla. Si se necesita una verdadera amenaza para que ella
saque su linda cabeza de princesa de su trasero, entonces que así sea.
Torben frunció los labios, pero no respondió. Babs estaba de regreso al
final del discurso de Freya. La mujer me sonrió como un lobo salvaje que
acaba de soltarse en un corral de ovejas. Deseaba poder decir que la vista no
me inquietó. Después de entregarle una espada a Freya, se acercó a mí.
Extendió su mano, me levantó del suelo, luego tomó mi espada de práctica y
la reemplazó con la real. Fantástico.
—La mayoría de los luchadores tienen un tic —susurró Babs—. Algo
que delata su próximo movimiento. Encuentra el tic de Freya y encontrarás
una grieta en su armadura. No digo que te permitirá derrotarla, pero te dará
una mejor oportunidad de salir ilesa de esto.
—¿Quieres decir que me patearán el trasero en lugar de que me maten?
—Exactamente. Y al final del día, ¿en realidad eso no es lo que importa?
¿Que te pateen tu trasero, que ha sido completamente pateado? —Con su
habitual risa inquietante, Babs se alejó del círculo de combate.
—Muchas gracias —le grité a su espalda que se retiraba. Podía sentir la
irritación y la preocupación de Torben a través de nuestro vínculo, pero lo
aparté de mi mente. Freya, por mucho que odiara admitirlo, tenía razón. Tenía
que ser capaz de luchar, incluso cuando mis emociones eran un desastre. Si no
podía concentrarme en un entorno controlado, ¿cómo diablos me concentraría
en el fragor de la batalla?
12
Estirando los hombros, moví la cabeza de lado a lado para ayudar a
aflojar los músculos tensos. Luego salté sobre mis pies unas cuantas veces, aun
ajustándome al calzado desconocido que me habían dado. Eran botas de cuero
que me llegaban hasta la pantorrilla hasta justo debajo de la rodilla. El cuero
era grueso y Freya había dicho que ayudaba a prevenir lesiones en los tobillos
y la parte inferior de las piernas. Aún se sentía raro no estar usando un vestido.
No era que nunca hubiera usado pantalones, pero rara vez y por lo general
solo cuando iba en paseos largos.
Los pantalones de cuero se ajustaban a mi piel. Permitían un fácil
movimiento sin ser engorrosos. El jubón que tenía puesto me llegaba a la mitad
del muslo. Sobre eso, llevaba un chaleco de cuero grueso con varias correas y
bolsillos, principalmente para guardar dagas. En mis antebrazos, usaba puños
de cuero con remaches plateados corriendo por ellos. En una pelea real, Freya
dijo que también usaría una cota de malla ligera debajo del chaleco de cuero
para mayor protección. Moverse sin torpeza con la ropa nueva requería algo
de práctica. Moverse rápida y eficientemente en las formas retorcidas que a
menudo se requieren para la batalla, bueno, eso era casi imposible. Pero sería
mejor que lo haga posible a toda prisa. De lo contrario, me esperaba mucho
dolor… o peor.
La espada corta que Babs me había dado me resultaba familiar. Torben
y yo habíamos entrenado con ella durante horas. Por las noches, me enseñaba
la forma correcta de manejarla fuera de nuestra choza. Aunque agotaba el
brazo de mi espada después de solo unos minutos, sabía que me estaba
volviendo más fuerte y capaz. Sostener una espada era una cosa, pero en
realidad balancearla y golpear cosas con ella requería una cantidad de fuerza
que aún no poseía por completo.
Al momento que levanté la espada, Freya rugió y se abalanzó sobre mí.
Levanté mi espada justo a tiempo para encontrarme con la de ella cuando se
detuvo a centímetros de mi cara con un fuerte zumbido y una reverberación
que sentí hasta mi hombro. Empujé hacia atrás tan fuerte como pude,
arrojando a Freya lejos de mí. Dio un par de pasos hacia atrás, luego comenzó
a dar vueltas. Mis pies se movían junto con los de ella mientras trataba de
observar el infame tic del que hablaba Babs. Sentí que las posibilidades de
encontrarlo eran tan altas como Torben aprendiendo a hacer bordado.
—Freya —gruñó Torben.
—Jarl, no le estás haciendo ningún favor —espetó la líder de las
escuderas mientras continuaba rodeándome.
—Torben, tengo que aprender —llamé sin apartar los ojos de la guerrera
frente a mí—. Dudo que un enemigo real retroceda y me deje recuperar el 13
aliento… o esperar hasta que agarre mi espada correctamente.
—Princesa, lo entiendo mejor de lo que crees. Pero eso no significa que
Freya tenga que hacerte cortes. Puedes aprender sin ponerte en peligro real.
Freya se lanzó hacia adelante al mismo tiempo que gritó:
—¡Incorrecto!
Estaba tan desprevenida que tuve que retroceder rápidamente para
evitar el golpe de su espada. Tan pronto como tuve equilibrio y ella detuvo su
ataque frontal, esperaba atrapar a Freya desprevenida. Di un paso hacia ella
al mismo tiempo que cortaba con mi espada. Sorprendentemente, la maniobra
casi funcionó. Freya bloqueó mi golpe justo antes de que golpeara su hombro.
Sonrió.
—Eso me gusta más.
—Maldita sea —murmuró Torben—. Por los dioses, mujer, serás mi
muerte.
Ni siquiera miré en su dirección mientras respondía.
—Solo si me molestas demasiado. Prefiero disfrutar de las actividades
de la cama matrimonial, y me costaría mucho renunciar a eso. —Esperaba que
mis palabras impactaran a Freya y posiblemente la distrajeran. Lo hicieron.
Con los ojos muy abiertos, Freya sin darse cuenta bajó su espada. Solo
un ligero movimiento, pero fue suficiente. Giré a la izquierda, girando mi
cuerpo en un círculo completo mientras arrastraba los pies más cerca de ella.
En un instante, la punta de mi espada descansó en su cuello.
—No estoy segura de qué me ha hecho sentir más orgullosa… —dijo.
Sonriendo, tiró mi espada a un lado como si fuera una molesta mosca—. El
hecho de que finalmente me venciste, que usaste un truco sucio para hacerlo,
o que bromeaste sobre tus actividades en la cama matrimonial frente a tu
esposo y nuestro jarl.
—Está bien estar orgullosa de mí por los tres. Es un gran momento.
Cuando miré a Torben, lo encontré mirándome como si me hubiera
crecido un segundo par de senos, asombro y lujuria a partes iguales.
—Estoy asombrado por ti, princesa, y definitivamente estoy deseoso por
ti, segundo par de senos o no —dijo a través de la conexión mental que nos 14
dio nuestro vínculo ancla.
—Eso es algo bueno, vikingo, porque un segundo par de senos nunca
sucederá.
—Nunca digas nunca, mi amor. No cuando la magia existe en el
mundo. Los milagros ocurren.
Mis ojos se abrieron de par en par mientras lo miraba.
—¿Milagros? —farfullé—. Umm, incluso si la magia pudiera hacer que
eso sucediera, nunca lo concedería. Tal vez deberías tener un par atado a tu
pecho, luego intenta blandir una espada o correr con un corpiño ajustado.
Pasan rápidamente de activo a pasivo.
—Yo, junto con la totalidad de la población masculina en todos los
continentes del mundo, estaría en desacuerdo contigo… muy ardientemente.
—Me dedicó una sonrisa maliciosa.
—Me perdí algo y siento que, tal vez, no debería estar presente en esta
conversación —comentó Freya ociosamente—. Sin embargo, también siento
la necesidad de quedarme. Estoy segura de que se volverá aún más divertido.
—Deberíamos quedarnos —dijo Babs—. En caso de que la princesa
decida atacar a su compañero con esa espada larga que está empuñando.
—¿Ha terminado el entrenamiento por hoy? —preguntó Torben, sus
ojos nunca dejando los míos.
—Me temo que no. —Freya suspiró, aunque sabía que no estaba ni un
poco arrepentida. A la sádica le encantaba torturarme—. Aún tenemos
resistencia para trabajar. Algunos sprints 1 en colinas deberían ser suficientes.
Gimiendo, eché la cabeza hacia atrás. Afortunadamente, no fui la
única. Un gemido colectivo provino de las escuderas que nos rodeaban.
—Dejen de lloriquear, vasijas de leche perezosas —gritó Freya—. No
les molestarán las carreras de colinas cuando puedan mantenerse erguidas
después de horas de batalla. Como mujeres, somos naturalmente más débiles
que la mayoría de los hombres. Eso significa que, cuando los combatamos,
debemos encontrar otras ventajas. Tenemos que ser capaces de sobrevivir a
ellos. El cansancio vuelve cobarde al hombre más fuerte. Ahí es cuando
muestran su debilidad.
—Tiene razón —coincidió Torben—. La resistencia es una de las cosas
que hace que las escuderas sean tan peligrosas. Es tan importante, si no más,
que empuñar un arma pesada.
15
Nadie parecía particularmente animado por sus palabras. Con mucho
murmullo, nos arrastramos hasta un barril de almacenamiento y sin
contemplaciones arrojamos nuestras armas en él. Luego marchamos,
jadeando, con la cabeza gacha, hacia la colina, un montículo empinado de
tierra que descansaba siniestramente a un kilómetro de distancia. Lo apodé el
Yunque del Diablo porque nunca cedía y convertía mi vida en un infierno. Las
otras escuderas parecían apreciar el apodo. Esta colina se había convertido en
la ruina de mi existencia. Incluso tenía pesadillas al respecto.
—Esperen —gritó Freya—. No olviden sus escudos. Úsenlos en la
espalda mientras corren.
—Está intentando matarnos —resopló Astrid.
—Hemos estado intentando decirte eso durante años —dijo Taina, una
de las gemelas.
—Lamento haber dudado de ti —dijo Astrid. Sonrió a las gemelas,
quienes noté que rara vez estaban muy separadas la una de la otra. ¿No me
dijo Torben que Talia una vez tuvo una aventura con Brant? ¿Me preguntaba
si Taina se quedaba para eso?

1
Sprint: carreras cortas o de velocidad; por lo general se corre a máxima velocidad en una distancia
pequeña.
Era una tortura, pero sabía que Freya estaba intentando matarnos
porque nunca nos ordenó que hiciéramos ningún entrenamiento que no
planeara completar ella misma. En unos minutos, se uniría a nosotras en la
colina con su escudo y probablemente también su espada. Y por eso la
respetaba como entrenadora y líder.
La siguiente hora estuvo llena de mucho sudor, ardor en los pulmones
y los músculos de las piernas, así como algunos ataques de arcadas terribles.
Sin embargo, me complace informar que nadie se desmayó. Cuando Freya
finalmente pidió que nos detuviéramos en nuestra última carrera, cada una de
nosotras colapsó donde estábamos en la cima de la colina. Rodé sobre mi
espalda, mirando hacia el cielo oscurecido. Podía oír los trabajosos jadeos de
las otras escuderas que hacían juego con los míos. Aunque mis pensamientos
fueron fugaces, me di cuenta de que el entrenamiento de Freya estaba
haciendo más que endurecer nuestros cuerpos y mejorar nuestras habilidades.
Nos estaba forjando en algo más grande que nosotras mismas. Había algo en
esforzarse y sufrir junto a otro ser humano que formaba un vínculo que no se
rompía fácilmente. La miseria mutua era como pegamento. Entonces me di
cuenta, por lo que estábamos viviendo juntas, que cada una de estas mujeres
daría su vida por mí, y yo por ellas. 16
Me quejé entre jadeos por aire.
—Estoy bastante segura… hay partes de… mi cuerpo… que duelen, que
definitivamente no están destinadas a doler.
—¿Puedes caminar? —preguntó Babs.
—Si digo que sí, ¿eso significa que tendré que hacer más entrenamiento?
—Tal vez —respondió—. Depende del estado de ánimo de Freya.
—Estoy demasiado cansada para escuchar más dolores de estómago de
ustedes, babosas —ladró Freya. Me di cuenta de que el sonido provenía de
algún lugar por encima de mí. Era la única que quedaba en pie—. Digamos
que ha sido todo por hoy.
—Gracias a los dioses —suspiró Astrid, y varias a su alrededor
repitieron su oración a medida que trataban de enderezarse.
—¿Necesitas ayuda para levantarte? —preguntó Lakin. Finalmente
estaba empezando a aprenderme todos sus nombres. Ahora, no me sentía
como una idiota por tener que decir continuamente: «oye, tú».
—Eso sería genial —dije, colocando mi mano en la suya extendida. Me
ayudó a ponerme de pie con facilidad—. Está bien, ahora me siento aún peor
porque me acabas de levantar como si fuera un niño y no has estado
entrenando en todo el día.
—Te volverás más fuerte —me aseguró Lakin—. Probablemente te
vuelvas más fuerte de lo que esperas porque tienes mucha motivación para
hacerlo.
No podía discutir con ella allí. La batalla se acercaba rápidamente. Si
no estaba preparada, el Yunque del Diablo sería la menor de mis
preocupaciones.

17
2
“Estoy increíblemente agradecido de haber encontrado a Allete y de que ella
estuviera destinada para mí. Sin embargo, desearía que nos hubiéramos conocido
en un momento de paz. Quiero protegerla de los horrores de la guerra a toda costa,
pero el costo de no ir a la guerra podría ser demasiado alto.”
~Torben

—¿Te preocupa que Freya vaya a poner a tu novia fuera de servicio? —


preguntó Delvin mientras se lanzaba hacia adelante con su espada. Allete y las
escuderas estaban trabajando en el Yunque del Diablo. Los gritos ahogados de
Freya se podían escuchar incluso desde esta distancia. Una vez que las mujeres
despejaron el área de entrenamiento, ordené a mis propios hombres que fueran
al corral. No porque necesitáramos ejercicios adicionales, sino porque tenía 18
que descargar mi frustración con alguien que no era la capitana de mis
escuderas.
Era cierto que Allete necesitaba el entrenamiento de la peor manera. Al
crecer como princesa, no tenía ni idea de cómo eran las batallas reales. Para
ella, eran algo que sucedía muy lejos de los muros de su castillo, llevado a cabo
limpia y diligentemente por los soldados de su padre. No podía imaginar el
horror que podría esperarla. Las imágenes y los sonidos eran aterradores. Los
gritos de los hombres moribundos…, la visión de sus cabezas cortadas o sus
entrañas removidas. El fragor de la batalla no era un lugar para una princesa.
Pero Allete ya no era una princesa. Ahora, ella era la reina del clan Hakon.
Como reina del norte, no podía permitirse el lujo de ser aprensiva. A pesar de
este entendimiento, aún me tensaba cada vez que la espada de Freya conectaba
con el escudo de Allete o la bota de Freya conectaba con la sección media de
Allete. Mi novia estaría cubierta de moretones y gemiría en sueños esta noche.
—Delvin, te aconsejo que no preguntes si mi esposa está dentro o fuera
del servicio —gruñí, girando y arqueando mi espada sobre mi cabeza, y luego
la bajé con dos manos sobre mi compañero de entrenamiento. Delvin levantó
su propia espada justo a tiempo. El metal resonó con fuerza y mis brazos
temblaron con la fuerza de la conexión. Ambos dimos un paso atrás,
mirándonos el uno al otro.
—Torben, no quise faltarle el respeto.
—Lo sé, Delvin. —Negué con la cabeza—. Estoy un poco estresado en
este momento. Ver a nuestro clan tan diezmado… nuestros hogares
destruidos… mi madre se ha ido… —Bajé mi espada.
—Sabes que haremos cualquier cosa que nos pidas, ¿verdad? —dijo
Amund mientras daba un paso hacia nosotros.
—Lo hago, y los aprecio a todos. —Cuando me moví, vi a los demás
rodeándome, mis seis guerreros más cercanos y confiables. Me encontré con
cada uno de sus ojos, dudando durante varios segundos sobre cada uno—.
Tengo la sensación de que muy pronto les pediré mucho.
—Y responderemos a tu llamada —ofreció Kjell.
—Estoy cansado. No tienes que halagarme para que ponga fin al
entrenamiento. —Riendo, volví a envainar mi espada.
—Te dije que se estaba haciendo viejo —dijo Siv—. Ahora que tiene
una mujer, ya ni siquiera puedes entrenar más allá del anochecer.
—Cierra la boca, Siv —gruñó Brant—. Si quieres quedarte aquí y 19
congelar tus nueces, está bien, pero no esperes que el resto de nosotros nos
quedemos.
—Tú también te estás haciendo viejo —bromeó Siv—. Muy pronto, no
tendré ninguna competencia con las mujeres. Con Torben casado, Brant
envejeciendo y el resto de ustedes arrastrando los pies, tendré la elección de
los senos.
—Y cuando finalmente te establezcas —dijo Amund—, voy a tener un
gran placer obsequiando a tu futura novia con todas tus conquistas. Estoy
seguro de que apreciará escuchar las historias detrás de todas y cada una de
esas muescas en el poste de tu cama. A ver… primero estuvo Ingrid. Esa era
la muchacha…
—Llevarás mucho tiempo muerto antes de que me establezca —gruñó
Siv—. Eres incluso mayor que Torben y Brant.
—Ustedes, muchachos, me están dando dolor de cabeza —murmuré,
estirándome para frotarme la parte posterior de la cabeza.
—Afortunadamente para ti, veo que Freya finalmente ha puesto fin al
entrenamiento de las escuderas —dijo Brant. Señaló hacia la multitud de
mujeres que se dispersaba lentamente.
—Por fin. Descansen un poco. No se queden despiertos bebiendo toda
la noche. —Dirigí mi comentario específicamente a Siv. Él sería el que
probablemente tendría que ser llevado a su cama.
En un momento, la advertencia se les habría dado tanto a él como a
Brant. Pero Siv tenía razón en una cosa. Desde que Dayna había entrado en
la vida de Brant, sus días de juerga habían sido casi olvidados. No estaba
completamente seguro de si esto era algo bueno o malo. Antes, Brant había
sido como una montaña de energía acumulada. No había tenido ningún
propósito, como un barco sin timón. Su falta de concentración lo llevó a una
mente vaga y manos ociosas. Esto, a su vez, condujo a innumerables peleas en
el salón de hidromiel, junto con mujeres con el corazón roto esparcidas por
todo nuestro clan y muchos otros.
Pero lo único que siempre podría enfocar la energía de mi mejor amigo:
la batalla. Mientras empuñaba su gran martillo de guerra, Brant era un hombre
poseído. Toda esa energía inquieta, ese poder, era redirigido a un solo
propósito destructivo. Y ¡ay de los pobres soldados que se enfrentaron a
nosotros! Nadie podía enfrentarse a Brant cuando la sed de sangre de la batalla
estaba sobre él.
20
Ahora, dado un nuevo objetivo para la atención de Brant, ¿seguiría
siendo el mismo guerrero feroz que siempre fue? ¿O perdería su enfoque?
¿Podría Dayna ser una distracción, una que nos costaría en los momentos más
cruciales? Sacudiendo la cabeza, intenté sacar de mi mente la ansiedad
causada por Brant y la hermana de Allete.
Sin otra palabra, salí al trote, en busca de una princesa cojeando. Tan
pronto como la vi, corrí detrás de ella y la acuné en mis brazos. Su risa resonó
en el cielo crepuscular púrpura y trajo una sonrisa a mi rostro cansado.
Sostener su forma ágil nunca era una carga, ni siquiera cuando estaba
exhausto. Empecé a marchar hacia el río.
—Necesito un baño —dije.
—Sabes dónde está el río —respondió.
—Sí, y ahí es donde vamos.
—No veo por qué debería ir.
—Tú tampoco hueles tan dulce, princesa. —Le mordisqueé la oreja
juguetonamente mientras caminaba. El río era más una corriente gloriosa que
corría a lo largo de nuestro pueblo. No era terriblemente ancho ni rápido, pero
contenía algunas piscinas agradables lo suficientemente profundas como para
un baño adecuado.
Ella tomó una fuerte inhalación.
—No puedo olerme, así que realmente no me importa. Bájame.
—Allete, no puedo hacer eso —dije, continuando la marcha—. No
puedo dejar que te metas en nuestra cama mientras hueles como un perro que
se ha revolcado en el cadáver de un animal muerto de tres días.
Su frente se frunció hacia abajo, sus labios se apretaron.
—Eso es un poco extremo. Seguramente no huelo tan mal.
—No lo sabrías. Acabas de decir que no podías olerte a ti misma —
desafié. El río se estaba acercando ahora. Podía escuchar el agua burbujeando
sobre las rocas. Unos pasos más nos llevarían a sus orillas. El rostro de Allete
se sonrojó de irritación. No se daba cuenta de lo atractiva que la encontraba
cuando se ponía nerviosa. Probablemente no debería mencionar que a menudo
la exasperaba solo por esa razón. La llevaría al arroyo a bañarse, lo quisiera
mi novia o no. A pesar de sus protestas, se sentiría mejor después, aunque el
baño en sí sería rápido. El aire de la tarde era fresco y el agua estaría helada.
Incluso los guerreros más resistentes no podían tolerar el agua por mucho
tiempo en esta época del año. Aun así, no había nada en el mundo mejor para 21
los músculos cansados y doloridos que el agua helada.
—Será mejor que lo hagas rápido —dijo—. Si partes importantes del
cuerpo se congelan, no sentiré pena por ti.
No pude evitar la risa que salió de mí. Allete nunca dejaba de
sorprenderme. Justo cuando pensaba que la había descifrado, hacía un
comentario escandaloso como ese. Si hubiera dicho eso delante de cualquier
otra persona, se habría sonrojado como una manzana madura.
—Será el baño más rápido que jamás hayas tenido —dije.
—Te refieres al baño más rápido que hayas tenido. No voy a… ¡eek! —
Sus palabras fueron interrumpidas por un chillido cuando la solté de mis
brazos. Agitándose y jadeando, Allete golpeó la superficie del agua. Salió
farfullando y maldiciendo. Había asesinato en sus ojos mientras luchaba, fría
y empapada, de regreso a la orilla.
Me agaché, agarré su mano y la ayudé a salir del agua. Su respiración
se convirtió en jadeos.
—Yo… voy a… cortarte. Has sido advertido.
Intenté no reírme. De hecho, lo hice.
—Hablo en serio —dijo, recuperándose. Su hermoso cuerpo se
estremeció, y no pude evitar notar lo bien que se le pegaba la ropa mojada.
Esto iba a ser divertido—. No sabrás cuándo llegará —continuó—. Podría ser
esta noche. Podría ser dentro de un año. Te sugiero que duermas con un ojo
abierto a partir de ahora, guerrero.
La ayudé a desvestirse mientras trataba de reprimir mi sonrisa. No me
apresuré. Estaba tentando a mi suerte, pero ver su cabello dorado húmedo,
aplastado contra su cuerpo, y la piel de gallina que se formaba en su piel
flexible me estaba haciendo algo. Quería saborear este momento.
—Está bien, tal vez no fue una buena idea arrojarte completamente
vestida —dije, frustrado cuando intenté quitarle los pantalones de la piel
húmeda.
—Lejos de ser tu mejor idea, vikingo —resopló.
—No te enfades tanto. Pareces un gato salvaje que se ha caído en un
abrevadero.
—¡Eso es básicamente lo que soy! Y al igual que el gato, debería
arrancarte los ojos. 22
—Deja tu berrinche y ayúdame a desvestirme, luego te dejaré
devolverme el favor.
—No es exactamente lo mismo ya que estarás listo para ello —se quejó,
pero asintió.
Veinte minutos después, riendo y temblando hasta la médula, Allete y
yo salimos del agua y nos secamos con gruesas pieles que Rainah, la sanadora
no mágica del clan, nos había dejado en la orilla. La sanadora era una mujer
sabia. No solo me había visto llevar a Allete al río y anticipó nuestra necesidad
de las pieles, sino que Rainah también había llamado antes de acercarme,
asegurándose de que no vería sin darse cuenta la espada larga desenvainada
de su nuevo líder del clan. Instintivamente, debió comprender que Allete no
se había adaptado a nuestra costumbre de bañarnos, hombres y mujeres, uno
al lado del otro sin vergüenza. O tal vez simplemente entendió que todas las
mujeres preferían que su esposo no fuera visto desnudo, ni siquiera por un
momento. Esta fue una lección que aprendí de la manera más difícil después
de que Allete casi me despellejara vivo cuando me vio bañándome cerca de
Freya. Lección aprendida.
—Aquí.
Le entregué mi túnica.
—No puedes usar tu ropa mojada, y eso será mejor que simples pieles
hasta que volvamos a la cabaña —expliqué. No pude evitar mi decepción
cuando sus senos cremosos desaparecieron de la vista cuando se lo puso.
Recogió una de las pieles más secas y se la puso alrededor del cuerpo. Tomé
mis propias pieles y las envolví alrededor de mi cintura, recogí el resto de
nuestra ropa y tomé la mano de Allete.
—Vamos a comer algo y luego a la cama.
—Dices eso como si fueras a dormir en la misma cama que yo —dijo.
Levantando una sola ceja, la miré por el rabillo del ojo.
—¿No te gusta nuestra cama? Me tomó todo el día hacer esa cama.
¿Dónde dormirás entonces?
Se rio.
—Ja. No, me gusta mucho, y estoy segura de que dormiré muy bien esta
noche. Solo que tú no estarás en esta conmigo.
Ahora era mi turno de reírme.
—Has recorrido un largo camino bajo la tutela de Freya, mi amor. No 23
se puede dudar de tu fiereza, princesa. Aun así, aún no eres lo suficientemente
fuerte como para echar al jarl del clan Hakon de su propia cama.
—El jarl del clan Hakon… es un imbécil. —Tiró de sus pieles con más
fuerza a su alrededor antes de cruzarse de brazos.
—No discutiré contigo allí. Tienes razón. Supéralo, Princesa.
Dormiremos en la misma cama y yo te abrazaré. Puedes despotricar mientras
yo lo hago o puedes disfrutar de mi abrazo. La decisión es tuya.
Ella entrecerró los ojos.
—Ya no me enfadaré más. Pero solo porque sé que eventualmente me
vengaré.
—Lo que sea que necesites decirte a ti misma, hermosa.
Levantándose, pellizcó la parte posterior de mi brazo.
—Ay, maldita sea, mujer —gruñí.
—Ah, ¿eso te dolió? —preguntó, sus ojos muy abiertos con inocencia
infantil.
—Tienes suerte de que seas linda —le dije.
—¿Qué sucede cuando envejezca y tenga arrugas?
Me encogí de hombros.
—Eso depende. Muchas cosas viejas y arrugadas siguen siendo lindas.
Si eres vieja y arrugada, pero aún linda, entonces nada. Pero si te pareces a un
gato artrítico sin pelo, bueno… entonces te azotaré el trasero cada vez que me
molestes.
Allete echó la cabeza hacia atrás y su risa resonó cuando entramos en
nuestra cabaña.
—Jarl, estás olvidando una cosa.
—Ah, ¿sí? ¿Qué?
—También serás viejo y arrugado. Serás tan viejo que probablemente
no podrás atraparme, y mucho menos darme una palmada en el trasero.
Incapaz de contenerme, tiré la ropa al suelo y luego derribé a mi esposa
en nuestra cama.
—Tienes un punto. Tal vez debería simplemente golpearte el trasero
más ahora en caso de que no pueda atraparte en el futuro. Estás obligada a 24
hacer muchas cosas que me ponen de los nervios, y no quiero que te quedes
sin un manotazo si no puedo castigarte adecuadamente.
—¿Estás intentando distraerme? —preguntó de repente, su cabeza
ladeándose ligeramente.
Me preguntaba cuánto tiempo le llevaría darse cuenta de mi estrategia.
—El río también era parte de eso, ¿no? —preguntó.
—Sabía que estarías adolorida. Pensé que darte algo más en lo que
concentrarte lo haría más fácil —confesé.
Allete se inclinó. Presionó un beso en mis labios.
—¿Cómo se supone que voy a tramar venganza cuando dices cosas así?
—No te preocupes. Puede que sientas cariño por mí, ahora, pero estoy
seguro de que pronto haré algo para enfadarte. De hecho, planeo hacer muchas
cosas para molestarte, y planeo seguir haciéndolas durante un tiempo
excepcionalmente largo.
Se rio, sus ojos bailando con picardía y amor.
—Tienes razón. Ni siquiera debería preocuparme por eso. Las
oportunidades de venganza serán abundantes.
—¿Por qué no te pones algo limpio mientras preparo algo de comida?
Asintió.
—Luego a dormir.
—Juntos —le recordé con una ligera palmadita en su trasero.
—Siempre debes tener la última palabra, ¿no?
—Siempre —dije con un guiño. Después de ponerme de pie, apreté la
piel en mi cintura. Fui a la pequeña cocina para prepararle algo de comer a mi
princesa, con la esperanza de que no estuviera roncando cuando terminara.

25
3
“Siempre escuché que las brujas arden más ferozmente que una persona normal.
Me imagino que tiene algo que ver con la magia dentro de ellas. Espero que esto
sea cierto. Y espero ser yo quien golpee el pedernal.”
~Dayna Auvray

—Despierta, niña estúpida. —Las palabras fueron amortiguadas como


si el orador estuviera parado al otro lado de una pared de roca. Un sonido
escapó de mi boca, no del todo un gruñido, no del todo un gemido. El dolor
instantáneamente asaltó mi cuerpo. Supongo que no estoy muerta.
—¡Ahora! —Escuché un ruido sordo, luego sentí que algo se conectaba
con la mitad de mi espalda, una bota sin duda. Mi cuerpo sufrió un espasmo,
retrocediendo ante el golpe. Jadeé, mis ojos se abrieron de golpe. 26
—¡Brant! —La palabra salió entre temblores de dolor. Escuché risas.
—Lo siento, princesita. No hay vikingos fuertes aquí para salvarte.
Levántate. Ahora. No te lo diré de nuevo.
Me tambaleé hacia arriba, intentando recuperar el equilibrio. Mi cabeza
daba vueltas y latía al mismo tiempo. Por suerte, el tronco de un árbol atrapó
mi cuerpo cuando caí de lado. El dolor era tan intenso que ni siquiera podía
protestar contra él. Ni siquiera pude maldecir al que me hizo esto. Cerré los
ojos con fuerza. Los recuerdos del rayo de magia, ese horrendo rayo de luz
que me golpeó el pecho, regresaron rápidamente a mí. Aunque mi visión era
borrosa, vi el cuerpo sin vida de Hilda en el suelo. Intenté girarme, lista para
saltar sobre Gisele y arrancarle la garganta. Pero mis miembros no obedecían.
Intenté gritar, pero solo salió como un chirrido.
Más risas. Un puño de hierro se apoderó de mi brazo.
—Camina —ordenó Gisele, empujándome bruscamente hacia un
camino desgastado a través del bosque. Mis pies no obedecieron y caí hacia
adelante, apenas capaz de sacar mis brazos delante de mí antes de que mi cara
chocara con el suelo.
—Dame un respiro —dijo la bruja—. Princesa, no voy a cargarte.
Levántate y camina… o mueres ahora mismo.
—Entonces, mátame —gruñí, luchando por ponerme de rodillas.
Escuché un encantamiento murmurado, luego más dolor me golpeó de la
nada. Grité y me retorcí, cayendo sobre mi espalda. Mis entrañas se sentían
como si estuvieran en llamas. Esto era diferente de la magia que me había
dejado inconsciente. Era mucho, mucho peor. Daría cualquier cosa por la
dulce liberación de la inconsciencia ahora. Intenté gritar, gemir y llorar, todo
al mismo tiempo.
El rostro lascivo de Gisele apareció sobre mí, bloqueando el cielo y las
copas de los árboles de mi vista.
—Tal vez te mate, tal vez no —dijo—. Pero debes saber esto, si no te
levantas y caminas, no solo mataré a tu hermana, sino que también me
aseguraré de que sufra durante horas antes de morir. ¿Crees que esto duele,
pequeña niña? Esto no es nada comparado con el dolor que sentirá tu
hermana.
Gruñí, pero no estaba en posición de discutir. Me costó un poco, pero
finalmente me obligué a levantarme y puse un pie delante del otro. 27
—Muy bien —dijo la bruja—. Ahora cállate y marcha.
No dije nada. Me tomó todo mi esfuerzo simplemente caminar y
respirar. Eventualmente, sin embargo, el dolor de su magia se disipó y pude
recuperar el poder del habla.
—¿A dónde vamos? —pregunté.
—Cállate —respondió—. Sin preguntas. Ahora, no estás en condiciones
de intentar nada tonto en este momento, pero recuperarás tu fuerza lo
suficientemente pronto. Déjame darte un consejo, cariño. En el instante en que
te venga a la mente la idea de escapar, en el primer segundo en que pienses
que podría ser una buena idea tratar de escapar, suprime ese pensamiento y lo
mueles bajo tus talones. Para empezar, finges que nunca se te pasó por la
cabeza. Porque no vas a poder. No solo nunca te escaparás, sino que, si tengo
que gastar energía para que te comportes, entonces también me molestaré
mucho. Y cuando me enfado, tengo que descargar mis frustraciones con
alguien. Ese alguien no serás tú. Oh, no. —Se rio—. Ese alguien será todo
aquel que hayas amado. Entonces, por su bien, cariño, por favor, llevémonos
bien, ¿eh?
No supe cómo responder, porque no tenía dudas de que ella decía la
verdad.
—Lo que sea —dije finalmente.
—Puedes ser una princesita mimada, pero no eres tonta. Solo recuerda
mis palabras. Sabes lo que puedo hacer.
Gruñí. Aparentemente, ella tomó eso como aquiescencia porque no
insistió en el tema. Estaba agradecida ya que esperaba recibir otro rayo de
fuego en el medio de mi espalda en cualquier segundo. Caminando hacia
adelante, lenta y constantemente, busqué en los bosques circundantes con mi
visión periférica, constantemente consciente de que Gisele me observaba desde
atrás. No aprendí nada. El camino por el que caminábamos se usaba a
menudo, eso estaba claro, pero la maleza circundante era espesa. No pude ver
ninguna señal de vida en el bosque, ni siquiera el movimiento de una ardilla.
Grandes robles dominaban el bosque. Sus raíces nudosas crecían
ocasionalmente en el camino, lo que me obligaba a concentrarme mucho en
mis pasos para no tropezar.
Después de una hora de caminar, no pude aguantar más el silencio.
—¿Vas a dejar a Hilda en el bosque?
—¿Qué importa? —dijo Gisele, aún detrás de mí—. Está muerta. No 28
me importa si los buitres se dan un festín con su cadáver.
—¿Dónde está mi hermana?
—Silencio —siseó.
—Solo es una pregunta. Tal vez está muerta. A lo mejor me importa
un carajo si torturas a todos los que quiero porque ya están muertos. Tal vez
salga corriendo hacia el bosque solo para ver qué pasa.
—Tal vez —dijo—. ¿Estás segura de que quieres correr ese riesgo? —se
rio—. Ahora cállate. Estoy intentando pensar mientras camino.
—Yo desaconsejaría ese pasatiempo en particular. Por lo que puedo
decir, pensar no es exactamente tu mejor habilidad de brujería. ¿Y hacerlo
mientras caminas? Empujándolo un poco, ¿no crees? —Probablemente no sea
una gran idea cabrear a una bruja que ya está cabreada. Pero soy Dayna
Auvray, la hermana menor de Allete y una princesa al trono de Inglaterra.
Enojar a las brujas está en mi sangre. Eso no tenía sentido, pero sonaba bien
en mi cabeza.
—¿Tienes alguna idea de lo que podría hacerte? —preguntó Gisele, la
amenaza goteando de su voz.
—Apuesto a que, si sigo enojándote, me darás una explicación muy
completa. —Me decía que me callara en mi cabeza. En realidad, lo hacía. Pero
mi boca simplemente no está siguiendo órdenes. Llámalo pérdida de la
cordura después de ver a Hilda muerta, pero por alguna razón, parecía que no
podía dejar de provocar a Gisele. Tal vez fuera mi último acto de rebelión
antes de la muerte. O tal vez solo era una idiota.
—Si te digo lo que le pasó a tu hermana, ¿me prometes cerrar la boca?
—preguntó. No podía verme mientras caminaba delante de ella, pero mis cejas
se levantaron. Esperaba más dolor, no un discurso razonable.
—Lo prometo. —Tomaría cualquier cosa que pudiera conseguir en este
punto.
—Magnus se fue con tu hermana —dijo.
—¿Dónde?
—No sé, no me importa… en este punto. Pero recuerda lo que dije.
Puedo encontrarlos si quiero. Puedo lastimarla si es necesario.
Una vez más, no dudé de ella.
29
—¿Estás segura de que se escaparon?
—No seas estúpida. No los seguí hasta la costa, ni los escolté hasta el
barco de Magnus para asegurarme de que lograran alejarse a salvo. Se llevó a
tu patética hermana. No sé qué pasó después de eso, tonta.
—No hay necesidad de insultos —dije.
—Me has insultado. Puedo insultarte a ti y a tu hermana si me place.
Agradece que eso es todo lo que estoy haciendo.
Me quedé en silencio de nuevo. ¿Allete se dio cuenta de que Hilda estaba
muerta? Me preguntaba. Después de que Brujita me noqueó, no tenía idea de
lo que pasó. No estaba segura si Allete estaba realmente bien. Por lo que sabía,
Gisele solo estaba arrojando humo sobre mi vestido ridículamente sucio.
Los bosques a ambos lados se hicieron más espesos, apretando el
camino. Las zarzas comenzaron a tirar de mi ropa, ralentizando mi paso
mientras trataba de evitar las espinas punzantes.
—Muévete —gruñó Gisele.
—Voy —ladré a la bruja. Eventualmente, el camino de tierra se cubrió
de hojas y malezas. La hierba estaba rota y pisoteada en algunos lugares, pero
no se veían huellas. Pronto desapareció por completo, y me detuve.
—Sigue adelante.
—No hay adónde ir.
—Adelante.
Resoplando, comencé a empujar a través de la maleza. Iba lento. Los
arbustos se hicieron más y más gruesos. Las zarzas eran inevitables ahora, y
siseé cada vez que una rasgaba mi carne. Apreté los dientes cuando escuché a
Gisele riéndose detrás de mí.
—Estás muy lejos de tu cómoda cama de plumas ahora, ¿eh, princesa?
La ignoré, intentando mostrarle a la bruja que sus palabras no tenían
efecto en mí. Con los dientes apretados, continué trepando por el bosque.
—Buena estrategia, princesa. Mantén tu sucia boca cerrada.
Este ritmo se prolongó durante otra media hora. Eventualmente,
llegamos a una pared de arbustos que no pensé que podríamos atravesar. Me
detuve, buscando una grieta en el follaje mientras esperaba un empujón en la
espalda. En cambio, escuché murmullos. De repente, los arbustos se abrieron,
revelando un pequeño claro. Luego vino el empujón. Gisele me empujó a 30
través de la grieta y me tambaleé hacia el claro. Escuché un crujido y un
gemido, luego me giré para ver que la brecha en los arbustos se cerraba detrás
de nosotras.
En medio del claro, una casita destartalada se apretujaba entre dos
robles gigantes. Tras una inspección más cercana, no pude decir dónde
terminaba el edificio y comenzaban los árboles. El musgo colgaba de las
ramas, entrelazándose con las tablillas del techo. La puerta no era más que
toscos tablones de madera clavados entre sí horizontalmente, y se podían ver
amplias grietas oscuras a través de los listones. Un revoltijo de piedras planas
sueltas servía de chimenea. Dos ventanas mugrientas adornaban el frente de
la choza.
—Adentro —ordenó Gisele cuando llegamos a la puerta de la cabaña.
Noté que no tenía picaporte. En cambio, había un hueso largo, tal vez un
fémur, clavado en la puerta, haciéndose pasar por un picaporte.
—No voy a tocar eso —dije.
—Psh. —Agarró el hueso y abrió la puerta, empujándome adentro al
mismo tiempo. Me detuve después de un paso. La habitación estaba en
penumbra, llena de formas y sombras. Dos pálidas astillas de luz solar se
abrían paso a través del par de ventanas cubiertas de mugre. La iluminación
que proporcionaban hacía poco para disipar la oscuridad. Otro empujón hizo
que tropezara hacia adelante. Extendí mis manos, rezando para que no
conectaran con nada. Afortunadamente, no choqué con ningún peligro oculto
antes de recuperar el equilibrio.
Escuché una cerilla siendo encendida, luego una luz dorada llenó la
habitación. Gisele colocó una lámpara de aceite sobre una mesa de comedor
desvencijada. Antes de que tuviera tiempo de inspeccionar la habitación, me
agarró del brazo y me condujo hacia un colchón sucio en el suelo.
—Siéntate. No te muevas —ordenó. Saqué mi brazo de su agarre, pero
hice lo que me dijo.
—Tu hospitalidad deja mucho que desear —dije, mirando fijamente a
la mujer.
—¿Qué tal esto de hospitalidad? —Murmurando algo ininteligible,
empujó su palma extendida en mi dirección. El fuego vino de nuevo. Caí sobre
el colchón, retorciéndose de dolor. Solo duró unos segundos, pero fue más que
suficiente. Mi respiración se convirtió en jadeos irregulares mientras la
miraba—. Ese es un pequeño recordatorio de lo que puedo hacerle a tu
hermana. Siéntate allí. No te muevas. Esa es tu única advertencia. Si tengo la
más mínima sensación de que estás tramando algo… —Se acercó a un estante 31
lleno de tarros de cristal. Recogió uno y vi un sapo de gran tamaño saltando
dentro. Desenroscó la tapa, metió la mano y sacó al animal.
Después de verla asesinar a mi amiga y torturarme de innumerables
maneras, no pensé que la bruja pudiera sorprenderme. Estaba equivocada.
Colocó la cabeza del sapo en su boca y luego la masticó.
Lo último que comí fue un trozo de pan duro a bordo del barco de
Magnus. El pan podría haberse quedado abajo si la bruja simplemente hubiera
mordido la cabeza de la rana. En lugar de eso, apartó al pobre animal de su
boca, dejando las entrañas estiradas hasta que hubo un chasquido y se le
cayeron sobre la barbilla. Hubo un sonido sordo cuando Gisele chupó las
entrañas del sapo en su boca. Vomité sobre el tosco suelo de madera de la
cabaña.
Arrojó el resto del anfibio en medio de mi charco de vómito. Se puso en
cuclillas y luego agarró un puñado de mi cabello. Temblé bajo su agarre.
—Si piensas en escapar, desearás ser este sapo.
Me soltó, se puso de pie y me dio la espalda, aparentemente satisfecha
de haber dejado claro su punto.
4
“Algunos podrían creer que es genial ser rey. Esos serían los tontos que no se dan
cuenta de que tener el control de la vida de los demás es una maldición, no una
bendición.”
~Torben

Espié al corpulento guerrero corriendo hacia los campos de


entrenamiento, su enorme martillo de guerra agarrado con ambas manos.
Incluso desde esta distancia, el paso pesado de su paso, la joroba de sus
hombros, la palidez de sus nudillos en el mango del martillo, me dieron una
clara indicación de que no estaba de humor para recibir la orden que estaba a
punto de dar. Brant era peligroso en el mejor de los casos. Ahora, era como un
toro encerrado demasiado tiempo en un pequeño corral junto a una manada 32
de vacas. No sería prudente interponerse en su camino. Me di cuenta de que
estaba en camino de descargar sus frustraciones con algunos de sus
compañeros de entrenamiento.
Aun así, mi desagradable tarea no podía evitarse por más tiempo.
Tendría que dar la orden y él tendría que seguirla. Esa era la forma de ser del
clan, y Brant lo respetaría. Y sus compañeros de entrenamiento probablemente
me agradecerían por salvarlos de la paliza de hoy.
—Brant —llamé, atrayendo su atención mientras me acercaba—.
Vamos a caminar. —Le hice señas para que se alejara de su destino.
Poniendo los ojos en blanco, gruñó.
—¿Adónde voy esta vez? —Arrojando el enorme martillo de guerra
sobre uno de sus hombros, caminó a mi lado—. Torben, no estoy de humor
para tus juegos.
—¿Qué quieres decir? —pregunté, levantando mis cejas.
—¿Adónde me envías? Ya suéltalo.
—¿Qué te hace pensar que te estoy enviando a cualquier parte?
Simplemente podría querer hablar sobre el clima o tal vez, eh, nuevas técnicas
de pesca, en alta mar. Tal vez solo quiero un consejo sobre el… eh… lecho
matrimonial. Sí, podría ser eso. Sin duda, eres el conquistador más consumado
del clan en esa área.
Brant hizo una pausa. Di unos pasos antes de girar hacia él. Me miraba
fijamente, con la ceja baja. Brant y yo habíamos sido amigos toda nuestra vida.
Lo conocía mejor que a mí mismo. Aun así, en ese momento, no pude medir
su expresión. Entonces su rostro se iluminó y se rio entre dientes, un sonido
retumbante como piedras ásperas cayendo por una pendiente rocosa.
—Estoy seguro de que podría darte algunos consejos. Y estoy seguro de
que necesitas toda la ayuda que puedas obtener. Le estaría haciendo un favor
a Allete, ahora que lo pienso. Pobre chica. La arrancaron de las manos de esos
señores ingleses débiles y pálidos, solo para quedarse con gente como tú.
Injusto, eso es —dijo mientras continuaba caminando.
Por el rabillo del ojo, vi la sonrisa característica del hombre mientras se
burlaba de mí, una vista que se ha vuelto cada vez más rara en las últimas
semanas.
—Sí, bueno, no todos podemos tener tantas muescas en el poste de
nuestra cama como el poderoso Brant del clan Hakon.
33
Me dio una palmada en el hombro.
—Tal vez el poste de tu cama no es lo suficientemente largo —rugió,
bastante divertido con su propia broma. No pude evitar reírme de mí mismo.
—Tal vez, tal vez. —Levanté mis manos en señal de rendición en tanto
caminaba, el pueblo retrocediendo detrás de nosotros en la distancia—. Pero
no pude evitar notar que es un martillo de guerra muy grande lo que tienes ahí,
Brant.
—¡Eso es lo que dicen las muchachas! —Dejó escapar otra carcajada
profunda. Llegamos a un claro, un campo no lejos del río.
—Estoy seguro de que lo hacen. Pero siempre he oído que un hombre
que lleva un arma demasiado grande para él en la batalla está compensando
las deficiencias en otras áreas. Tal vez por eso insistes en pelear con un martillo
gigante, en lugar de una espada o una maza más razonable.
Brant balbuceó.
—¿Demasiado grande? ¡Demasiado grande! ¿Demasiado grande para
mí? ¡Te mostraré cómo empuñar correctamente un arma tan grande! —gritó y
saltó sobre una roca gigante, balanceando su martillo hacia abajo desde arriba
con las dos manos, golpeando la gran piedra de lleno en su cara. Hubo un
tremendo crujido cuando la roca se partió por la mitad y las dos mitades se
separaron—. Jarl, veamos cómo lo hace tu endeble espada larga.
Asentí.
—Impresionante, muy impresionante —dije, inspeccionando el daño—
. Pero a veces, mi capitán demasiado ansioso, la fuerza pura no es suficiente
para hacer el trabajo. —Mi espada larga siseó cuando la saqué de su vaina.
Salté sobre un avellano cercano y comencé a cortar sus ramas. Mi brazo de la
espada era un borrón a medida que extirpaba quirúrgicamente las
extremidades, dejándolo nada más que un obelisco suave y puntiagudo en
cuestión de segundos. Haciendo una pausa, levanté una ceja a mi segundo al
mando—. Ocasionalmente, se requiere delicadeza. Es lo mismo en el
dormitorio… por lo que escuché. Aparentemente, algunos hombres nunca
dominan los puntos más finos de la sutileza requerida para complacer
adecuadamente al sexo más débil. Pero estoy seguro de que ese no es tu caso,
poderoso Brant del clan Hakon.
Se acarició la barba, admirando el árbol desnudo e ignorando mi
comentario.
—Toda esta charla sobre armas —dijo, avanzando de nuevo hacia 34
adelante—. Creo que distrae del panorama general.
—¿Cuál? —pregunté, dando unos pasos rápidos para ponerme al día.
—¡Que los hombres de verdad pelean con las manos desnudas! —En un
abrir y cerrar de ojos, dejó caer su martillo de guerra y se abalanzó sobre mí,
conectando su hombro con mi estómago. Dejando escapar un “oomph”, caí
hacia atrás. Dejé caer mi espada y rodé, poniendo mis rodillas en abdomen de
Brant y pateando mis piernas hacia arriba tan fuerte como pude. El hombre
corpulento dio una voltereta sobre mí, con los ojos muy abiertos. No esperaba
su ataque, pero él no esperaba que yo reaccionara tan rápido. Aterrizó en un
salto mortal y se puso en cuclillas, una maniobra sorprendentemente ágil para
un hombre de su tamaño.
—Ah, ves —dije—. Es mejor ser ágil en la cama. De esa manera, podrás
reaccionar mejor a las necesidades cambiantes de tu mujer.
Lucía una sonrisa lobuna cuando comenzó a rodearme, e igualé sus
movimientos.
—Mejor ser fuerte. De esa manera, no importa lo que ella necesite,
siempre te encontrarás adecuado. —Rugiendo, cargó. Reflejé sus acciones.
Nos encontramos con la fuerza de un trueno, el sonido de cuerpos musculosos
chocando entre sí. Intenté bajar y derribar a Brant por las rodillas. Anticipó el
ataque, extendiendo sus piernas detrás de él y bajando su centro de gravedad
en tanto envolvía sus voluminosos brazos alrededor de mi cabeza y cuello. Sin
sorpresa allí. Un golpe en las rodillas siempre era mi primera maniobra cuando
peleaba con el hombre más grande. Me habría decepcionado si él no lo
esperara.
Me aparté rápidamente, mi cabeza saliendo de su agarre. Salté sobre él,
intentando colocarme detrás de él para juntar mis brazos y piernas para
controlar su espalda. Solo tuve un éxito parcial. Había juntado las manos, pero
no las piernas. Saltó y se derrumbó, aterrizando en el único punto blando a mi
alrededor: yo. Gruñí cuando el aire fue expulsado de mis pulmones. Aun así,
no solté mi agarre. Rodamos por el suelo, ambos intentando y fallando en
inmovilizar al otro.
Esto continuó durante la mayor parte de una hora, una ráfaga de fintas,
lanzamientos, barridos, llaves de cabeza y suplexes 2. Mientras forcejeábamos,
no pude evitar ser transportado a mi infancia. ¿Cuántas veces Brant y yo nos
enfrentamos así cuando éramos niños? ¿Luchando, peleando, probándonos el
uno al otro y convirtiéndonos en jóvenes más fuertes y feroces en el proceso?
Cientos, sin duda. Tal vez miles. ¿Y cuánto tiempo había pasado desde nuestro
último combate de lucha libre? Cuánto tiempo desde que disfrutamos de la 35
emoción pura del combate individual y sin armas sin el impulso constante e
interminable de nuestro antiguo, ahora fallecido, enloquecido jarl para asaltar
y saquear pueblos indefensos y desprevenidos. Demasiado tiempo.
A medida que avanzaba el enfrentamiento, mis extremidades
comenzaron a sentirse como de plomo. Nuestros movimientos venían más
lentos y con menos entusiasmo. No sabía cuántas veces más podría escapar de
los intentos del hombre enorme de inmovilizarme. Esperaba que no tuviera
una reserva de energía a la que se estaba aferrando para un último ataque
frenético. Si es así, probablemente me superaría esta vez. No es que fuera
sorprendente. Nunca llevamos la cuenta, pero estaba seguro de que me ganaba
con tanta frecuencia como yo le ganaba a él. Continuamos luchando. Justo
cuando estaba a punto de ceder, Brant se apartó de mí y cayó sobre su espalda.
—Suficiente —dijo, jadeando por aire—. Me rindo.
Seguí su ejemplo, rodando sobre mi propia espalda y mirando al cielo.
Mientras aspiraba el oxígeno que tanto necesitaba, ninguno de los dos habló
durante mucho tiempo. Mi ropa y cabello estaban empapados de sudor.
Continué contemplando el cielo azul brillante, viendo las nubes ondulantes

2
Suplex: movimiento ofensivo usado en la lucha libre profesional. En la lucha libre olímpica existe
un movimiento llamado suplay, un término de la lucha grecorromana.
rodar sobre mí. Pronto, mi respiración volvió a ser uniforme. Podía escuchar
a Brant haciendo lo mismo, medio esperando escuchar al hombre roncando
en unos minutos más. En cambio, habló.
—Nunca respondiste mi pregunta.
—¿Qué pregunta?
—¿Adónde me envías?
Riendo, me levanté hasta quedar sentado.
—Te enviaré al rey Albric. Él ya te conoce y confiará en ti por lo que
eres para mí.
Gruñó y se incorporó, mirando con los ojos entrecerrados.
—¿Por qué? —preguntó—. Y por favor no me des la excusa política.
¿Cuál es la verdadera razón por la que me envías?
—Siempre fuiste demasiado perspicaz para tu propio bien —
murmuré—. Necesitas algo productivo que hacer. Este combate de lucha fue
una distracción bienvenida. Pero esa distracción solo durará un tiempo. Puedo
ver el anhelo en tus ojos. Quieres ir tras Dayna. Lo entiendo. Lo hago. Pero si 36
tomamos decisiones precipitadas ahora, podríamos terminar perdiendo a todo
el clan. Cathal y Calder son enemigos peligrosos. Tenemos que respetarlos.
Sin mencionar que, según Allete, Calder tiene una bruja oscura a su entera
disposición.
—¿Decisiones precipitadas? —espetó—. Han pasado dos semanas
desde que se fue. Estoy bastante seguro de que no he tomado ninguna decisión
precipitada. Siento que estamos perdiendo el tiempo. ¿Quién sabe qué podrían
estar haciéndole esos cabrones malvados? —dijo. Observé cómo la ira
desaparecía lentamente de su rostro. La desesperación tomó su lugar.
—Cuanto más rápido reunamos aliados para ayudar, más rápido
podremos recuperarla.
—¿Y cómo se supone que voy a llegar a Inglaterra? No tenemos barcos.
Y a caballo es demasiado lento.
—Dame un día para resolverlo. Mientras tanto, reúne tus suministros y
prepárate. Brant, es una orden, de tu jarl. Como tu amigo, simpatizo con tu
situación. Como tu rey, tengo que considerar toda la situación, no solo lo que
necesitas.
—Lo sé. Pero eso no lo hace menos molesto para mi trasero.
Tomé su brazo en un respetuoso apretón, uno de los únicos guerreros
que tenía derecho a dar, y le di una palmada en el hombro.
—Aguanta un poco más. Recuperaremos a Dayna.
Simplemente gruñó en respuesta.
—Vamos, volvamos al clan antes de que envíen un grupo de búsqueda.
—Me puse de pie y extendí un brazo, ayudándolo a ponerse de pie.
Recuperamos nuestras armas y comenzamos a marchar lentamente hacia el
pueblo.

37
5
“Nunca te quejes de que tu vida es aburrida. Es posible que un día te despiertes y
estés en las garras de una bruja oscura con un sentido del humor aún más oscuro.”
~Dayna Auvray

Me senté en el colchón, con la espalda contra la pared de la choza. Mi


mente estaba entumecida, confusa, mientras trataba de procesar lo que había
sucedido. Después del incidente con la rana, pensé que mi cerebro se había
retirado a un estado de fuga en defensa propia. No podía creer lo que había
pasado, lo que estaba pasando. Hace solo unos días era una princesa bien
cuidada, comía los mejores alimentos, dormía sobre sábanas de la más alta
calidad, me escapaba a los establos para tomar lecciones prohibidas de esgrima
y soñaba con aventuras. Ojalá hubiera sabido que la aventura iba a doler tanto. 38
Mi atención fue sacada de mis pensamientos cuando escuché a Gisele maldecir
y tirar algo que se hizo añicos contra la pared.
—Maldita sea esa bruja asquerosa —gritó mientras miraba un tomo que
parecía ser más viejo que la suciedad. Me sorprendió que el libro no se
convirtiera en polvo cuando ella comenzó a hojear frenéticamente las páginas
gastadas.
—¿Estás hablando de ti en tercera persona? —pregunté.
—Estoy hablando de mi hermana —respondió sin mirarme—. Frustra
mis esfuerzos a cada paso, y estoy empezando a arrepentirme de no haberla
estrangulado en el útero.
—¿Tienes una gemela? ¿Hay dos de ustedes en este mundo abandonado
por los dioses? Seguramente los dioses no podrían ser tan crueles. Espera, ¿no
naciste de un huevo?
—¿Por qué diablos pensarías que nací de un huevo? —Sacudió la
cabeza, sus ojos brillando peligrosamente.
—Pensé que todas las serpientes nacían de huevos.
Su brazo salió volando y me agaché justo a tiempo. Un frasco de algo
azul se estrelló contra la pared detrás de mí. Me alejé de él tan rápido como
mi dolorido cuerpo me lo permitió. No tenía idea de qué tipo de daño podría
causar ese fluido, y no quería averiguarlo.
—Sería prudente aprender a mantener la boca cerrada. Tengo un
montón de hechizos que requieren una lengua humana, y no me importa el lío
que causará cuando corte la tuya.
Me pregunto qué tipo de hechizo requiere una lengua humana. Fue lo
primero que pensé. Tal vez debería haberme preocupado de que mi lengua
fuera amenazada, pero eso ni siquiera se me pasó por la cabeza. Allete hubiera
esperado algo así de mí. Entendía cómo funcionaba mi mente retorcida. Tuvo
que lidiar conmigo durante casi diecisiete años. El pensamiento de mi
hermana me hizo doler. ¿Dónde estaba? ¿Estaba viva? ¿Ilesa? Ojalá tuviera alguna
forma de saberlo. ¿Y qué hay de Brant, mi familia en Inglaterra, Torben, Magnus,
Cathal? Independientemente, cualquier esperanza de rescate de las garras de
esta bruja era inexistente. Si iba a liberarme, tendría que hacerlo por mi cuenta.
Eso devolvió mis pensamientos a la rana, y me estremecí.
Otro pensamiento se me ocurrió, y solo reforzó mi deseo, rana o no, de
encontrar una manera de escapar. ¿Qué pasaría si nadie supiera que estoy viva? ¿Y
si cuando se llevaron a Allete, hubiera pensado que estaba muerta, como Hilda? 39
Después de todo, la última vez que alguien me vio, estaba inmóvil en el suelo
del bosque. Seguramente pensaron que estaba muerta. Esta idea me llenó de
una sensación de vacío que casi se convirtió en desesperación. Casi. En
cambio, me aferré al pensamiento y permití que encendiera un fuego, por
pequeño que fuera, dentro de mí. Me aferré a los rostros de mis seres queridos.
A las expresiones en sus rostros que vería allí cuando saliera del bosque hacia
ellos, viva y completa, contra viento y marea. Un rostro, en particular, saltó a
la palestra: el rostro de un vikingo guapo y musculoso.
—Tengo que salir —dijo Gisele de repente—. No me iré por mucho
tiempo. No vayas afuera. Si lo haces, lo sabré. Sal por la puerta y desearás la
muerte.
¿Adónde iba a ir? Si me iba, me perderé en el bosque y probablemente
terminaré muriéndome de hambre o siendo devorada por un oso o algo así.
—No bebas nada de ninguno de los frascos —dijo, ignorando por
completo mi comentario.
—Es bueno que me hayas dicho eso —dije—. Tenía un poco de sed.
Tiendo a beber líquidos extraños y desconocidos que pueden hacer que mi
cerebro se salga de mis oídos cuando me quedo sola. Es una de mis pocas
adicciones, en realidad. Difícil de controlarme.
Me miró con una expresión que no pude leer, luego reflexionó:
—Es una lástima que seas tú o realmente me gustarías.
—Eh, gracias, supongo.
La bruja salió de la cabaña sin mirar otra vez.
Intenté ponerme de pie inmediatamente, empujando hacia arriba con
mis manos.
—Santa madre de las bolas de lagarto —jadeé cuando mis costillas
gritaron. Liberé la presión sobre mis brazos y me senté de nuevo, no es que
hubiera logrado más de un par de centímetros del colchón. ¿Cómo en el
nombre de los dioses se suponía que iba a escapar si ni siquiera podía pararme?
Me deslicé sobre mi trasero hasta que mi espalda quedó presionada
contra la pared, y ahora estaba en el lado opuesto del líquido derramado y el
vidrio roto. Mirando a la vil sustancia, me quejé:
—Podría al menos haber limpiado su desorden. —Conociendo mi
suerte, los vapores solos me matarían.
Apoyando mi cabeza contra la pared, cerré los ojos. De nuevo me vino 40
a la mente la cara de Brant.
¿Cómo estaba? Me pregunté. ¿Había pensado en mí en absoluto? ¿Estaba
preocupado por mí? ¿Y qué era toda esta fascinación repentina sobre mí misma? Me
reí. Allete cortésmente señalaría que siempre había sido un poco egocéntrica.
—Argh —gemí, pasando mis dedos por mi cabello. Era un lío enredado,
y sin duda se parecía más a un nido de pájaros en mi cabeza que a mechones
de cabello. Mi garganta ardía por el vómito anterior, y mi boca seca sabía
como la parte trasera de un caballo, al menos lo que imaginé que sabría la
parte trasera de un caballo. Me olí, luego arrugué la nariz—. Y para colmo,
apesto. —Hilda no habría dicho que eso era algo malo. De hecho, la oráculo
probablemente habría dicho que ser apestoso era una buena manera de
molestar a un captor y, en una situación de cautiverio, una persona necesitaba
todas las ventajas que pudiera obtener. Sentí un dolor profundamente
arraigado dentro de mí al saber que nunca más volvería a escuchar un
comentario agudo de la anciana, ni recogería una pizca de conocimiento de
sus reservas de sabiduría. No la conocía desde hacía mucho tiempo, pero se
había convertido en una aliada y amiga de confianza.
Brevemente, consideré simplemente salir por la puerta principal y huir
al bosque. Descarté la idea por varias razones. Primero, lo que le dije a Gisele
era cierto. No tenía idea de dónde estaba, y probablemente no duraría mucho
sola en el bosque. Recibí mucha capacitación sobre el arte de gobernar y la
etiqueta de la corte en Inglaterra, pero ninguna lección sobre el arte de campo.
Tal cosa no era un tema que uno estudiara generalmente en el castillo, a pesar
de que mi padre empleaba a varios guardabosques y exploradores que habrían
sido más que capaces de instruirme. Qué desperdicio. Sin mencionar el hecho
de que apenas podía moverme. No estaba segura de si alguna de mis heridas
era grave o potencialmente mortal, pero sin duda eran dolorosas, y la larga
caminata que hicimos Gisele y yo para llegar aquí había agotado toda mi
energía. La descarga extra de magia con la que me había golpeado al llegar
probablemente tampoco ayudó a que mi fuerza se debilitara. En general, no
estaba en posición para una caminata a campo traviesa, incluso si sabía a
dónde ir.
En segundo lugar, aunque odiaba admitirlo, tenía miedo de Gisele. A
pesar de mi boca inteligente hacia la mujer, después de haber soportado la peor
parte de su ira un puñado de veces, no tenía absolutamente ningún deseo de
hacerlo de nuevo. Era poderosa, no había duda. La bruja podría haber
encantado fácilmente la puerta para electrocutarme o matarme o hacer Dios
sabe qué cuando la tocara. O tal vez tal hechizo no fuera fácil. En realidad, no
tenía idea de cómo funcionaba la magia oscura. Pero estaba segura de que era 41
posible. Tenía un sano respeto por el poder de Gisele ahora, y no iba a tentar
mi suerte.
Finalmente, y lo más importante, le creí a la bruja cuando dijo que
torturaría a Allete si intentaba escapar. Nunca había conocido a nadie ni a
nada tan malvado como Gisele. Cuando (no si, sino cuando) escapara, tendría
que ser solo después de que supiera que la bruja no podía lastimar a Allete.
Solo había un par de formas en que eso podía suceder. Si Allete estaba rodeada
por una hueste de guerreros listos para defenderla, o si la perra bruja estaba
muerta. Sabía cuál prefería.
Así que, en lugar de intentar escapar en vano, descansé y planeé. Intenté
no quedarme dormida. En serio, lo hice. No solo quería explorar mi entorno
e intentar encontrar algo, cualquier cosa, que pudiera usar contra la bruja, sino
que tampoco quería que Gisele ni nadie más me encontrara dormida e
indefensa. No hubo tal suerte. Mi cuerpo necesitaba descansar y mi mente no
era lo suficientemente fuerte como para negarlo. Mis extremidades se sentían
como plomo. Pronto, mis músculos comenzaron a cerrarse. No podía
mantenerme erguida sobre el colchón. En momentos, el olvido del sueño me
arrastró hacia abajo. Solo deseaba que mis sueños hubieran sido de Brant en
lugar de los ojos sin pestañear y sin vida de Hilda.
6
“Estoy convencida de que cuando Freya me ayuda a arreglarme el cabello, tiene
un motivo oculto. Dice que, simplemente está intentando mantenerlo fuera de mi
vista, para que no me distraiga en el fragor de la batalla. Pero creo que en realidad
está intentando arrancarme el cuero cabelludo.”
~Diario de Allete Auvray

—¿Todas las inglesas tienen la cabeza así de sensible? —preguntó Freya


mientras se paraba detrás de mí con mechones de mi cabello entrelazados en
sus dedos, trenzando los lados. Si bien podría estar de acuerdo en que el estilo
mantenía mi cabello alejado de mi cara mientras luchaba contra un oponente,
también me gustaría que se notara que, si sigo peinándome así de apretado,
entonces no tendría que preocuparme de luchar por mucho más tiempo, ya 42
que era probable que los ojos se me salieran de la cabeza.
—¿Todas las escuderas están tan decididas como tú a arrancarle el
cabello a una inglesa? —gruñí.
—Depende de la inglesa —respondió Babs desde su posición en un
tocón que se doblaba como una silla dentro de la cabaña comunitaria de las
escuderas—. A veces, simplemente quitamos la cabeza entera.
—No estoy intentando arrancarte el cabello, bebecita —se quejó
Freya—. Si no insistieras en despeinarlo durante la noche, no tendríamos que
hacer esto todas las apestosas mañanas.
Tenía razón, pero no se lo dije. En realidad, no quería explicar por qué
me lo despeinaba todas las noches… porque Torben me decía que mi cabello
era tan glorioso como los rayos del sol de la mañana que se filtran entre los
árboles. Casi me derretía cada vez. No, será mejor que me lo guarde cuando
esté con las escuderas.
—En realidad, has progresado en menos de quince días —dijo Astrid,
cambiando amablemente de tema.
—Estoy de acuerdo —agregó Lakin—. Esperaba que fueras una blanda,
pero tienes algo de cuero en ti. Eso es bueno.
—¿Una blandengue? —pregunté, lanzando una mirada a la mujer.
—Tiene razón —dijo Maarit—. Pareces un gatito cabreado cuando
estás enojada.
—Los gatitos tienen unas garras afiladas como el demonio —señalé.
Hubo un murmullo de aprobación.
Cuando Freya finalmente dio un paso atrás e inspeccionó su trabajo
manual, dejé escapar un suspiro de alivio. La tortura había terminado por
ahora. Desafortunadamente, el dolor estaba a punto de pasar de mi cabello…
a cada músculo de mi cuerpo.
—Muy bien, hombres, basta de estar sentados. Vamos a entrenar —
ladró Babs.
—Te das cuenta de que somos mujeres, ¿verdad? —pregunté.
Babs sonrió mientras el resto de las damas se quejaba.
—Por supuesto que sé que somos mujeres. Solo las mujeres pueden ser
escuderas. Y para tener ese título, hay que ganárselo. Entonces, hasta que te
ganes el derecho de ser una escudera, eres un hombre. 43
—Excelente —dije—. Entonces, si tengo la repentina necesidad de
rascarme en lugares desagradables, ¿debería hacerlo?
Rhetta, la más callada de las guerreras, de repente se echó a reír.
—Por favor, hazlo. Y hazlo en frente del jarl Torben. —Todas las damas
comenzaron a reírse mientras seguíamos a Freya fuera de la cabaña y hacia el
área de entrenamiento. A mitad de camino, nos interceptó un Brant que corría.
—Me disculpo por interrumpir, Freya, pero Torben quiere tener una
reunión rápida —dijo, señalando hacia la tienda de campaña ubicada en el
centro de la aldea.
—Será mejor que esto sea bueno —dijo Freya mientras nos indicaba que
la siguiéramos. Brant nos condujo a la tienda. Torben se abrió paso entre los
cacareos de las escuderas hasta que estuvo frente a mí. Tomó mi mano y se
inclinó, depositando un beso en mi frente. Luego me arrastró tras él hasta el
frente de la reunión.
—Cuando estás entrenando —murmuró—, estás bajo el mando de
Freya porque eres su cargo como escudera. Pero cuando estás fuera del
entrenamiento, eres mi reina y la reina de este clan. Estás a mi lado.
Asentí.
—A veces —continuó—, me pararé al frente, para liderar, así… —Hizo
un gesto al clan que teníamos delante—. Y el clan necesita verte junto a mí,
un faro de luz, un símbolo de fuerza y apoyo. Otras veces, caminaremos en
medio del clan porque para liderar, debemos servir.
—Me tienes a tu lado ahora, vikingo, entonces, ¿cuál es tu próximo
movimiento? —Apreté su mano.
—Con suerte, para dar a nuestra gente un sentido de dirección y
esperanza —dijo, y luego levantó la vista hacia el clan—. Hemos pasado las
últimas dos semanas reconstruyendo lo que se perdió, no solo nuestros
hogares, sino también nuestros guerreros. Quiero decirles cuánto aprecio que
todos ustedes hagan su parte. No es fácil pasar por todo lo que hemos
enfrentado y salir fortalecidos del otro lado. —Haciendo una pausa, dirigió su
mirada al clan. Lo vi hacer contacto visual con ellos, asegurándose en silencio
que haría lo que fuera necesario para fortalecer a nuestro clan—. Pero tengo
más pruebas por venir, me temo. No se puede permitir que aquellos que han
saqueado nuestro clan queden impunes. Si hacemos la vista gorda, otros
clanes, otras personas del norte, también sufrirán la barbarie de Cathal. Veo
un futuro de paz, de clanes unidos, de hombres y mujeres del norte luchando
juntos por el bien común. No tengo ninguna duda de que la visión se hará 44
realidad.
—¿Cuándo vamos a cazar al monstruo que hizo esto? —gritó Rainah.
Entendí la ira de la sanadora. Cathal había puesto en peligro a su hijo y
su sed de venganza estaba justificada.
—Rainah también estoy ansioso por derrotar a Cathal —le aseguró
Torben a la mujer—, pero debemos tener un plan listo antes de atacar. No
podemos simplemente perseguir al rey Cathal por nuestra ira. Ese camino es
una locura, y terminará en el despilfarro innecesario de la vida de nuestros
parientes.
—Y deben suceder otras cosas antes de que persigamos a nuestra presa.
Primero, necesitamos aliados. Debemos buscar a aquellos que puedan
ayudarnos con esta guerra. El ejército de Cathal es poderoso y aún nos estamos
recuperando de su ataque. No dudo de la ferocidad de ningún hombre o mujer
aquí. Y aunque no cambiaría a uno de ustedes por una veintena de hombres
de Cathal, sería una tontería atacarlo sin ayuda.
—Y Cathal no es nuestra única preocupación. Otro enemigo sale a
nuestro encuentro, potencialmente más peligroso. Calder, quien todos saben
que era el hermano de Magnus, también es una amenaza. Tiene a una bruja
oscura a su servicio y se ha llevado cautiva a la hermana de su reina. —Me
miró. Sus ojos eran tiernos y contenían tanto amor—. No dejaría a nadie de
nuestro clan en ese destino. Ni dejaré en cautiverio a la hermana de la mujer
que amo.
—Mi padre ayudará —le dije en voz alta a Torben, pero al mismo
tiempo transmití mi voz al clan reunido. La proclamación fue recibida con
murmullos y movimientos de los miembros del clan. Entendí su escepticismo.
Los ingleses habían sido durante mucho tiempo enemigos de los escandinavos.
Los vikingos que piden la ayuda del rey Albric serían como una cobra que pide
la ayuda de una mangosta.
Torben levantó las manos.
—Conocí al rey Albric, cuando serví en secreto en la guardia de su
palacio. Hicimos un pacto cuando salí de su palacio. Confió en mí para salvar
a su hija. Obviamente, logré ese objetivo y mucho más. Lo miré a los ojos y lo
juzgué de acuerdo con los estándares de honor entre los guerreros y sentí que
él me juzgaba a mí. Creo que entiende que todos los hombres del norte no son
salvajes. Confío en que vendrá en nuestra ayuda. Un embajador pronto viajará
a Inglaterra para rogar al rey.
—Jarl, lo siento —interrumpió Rush—, pero incluso con los hombres 45
de Albric, me temo que aún nos faltan fuerzas.
Torben asintió y luego me miró.
—Rush tiene un buen conocimiento de las fuerzas de tu padre, ya que
trabajó con ellos cuando nos infiltramos en tu casa.
Torben responde a Rush.
—Simplemente haremos lo que podamos. Como dije antes, no
cambiaría…
—Tal vez pueda ofrecerte una solución. —La voz de una mujer se elevó
desde la parte trasera del clan. Era una voz debilitada por la edad, pero hablaba
de una fuerza que solo podía provenir de una amplia experiencia.
—Da un paso adelante y muéstrate —dijo Torben.
El clan comenzó a separarse de la mujer.
—¿Myra? —pregunté. Solté la mano de Torben y di un paso hacia la
bruja que me había ayudado varias veces cuando Torben y sus hombres habían
estado en el castillo de mi padre.
—El matrimonio te sienta bien, Allete —dijo Myra con una sonrisa
afectuosa.
—Gracias —dije, incluso mientras mi ceja bajaba—. ¿Cómo estás aquí?
—Tengo mis métodos —dijo. Luego miró a Torben—. Necesito hablar
contigo y tu reina, en privado.
Torben la miró en silencio, un debate interno evidente en su rostro,
probablemente si quería o no hablar libremente frente al clan. Pero luego
asintió.
—Está bien. Allete te llevará a nuestra casa. Las seguiré en unos
minutos. En primer lugar, tengo que ocuparme de un asunto. —Luego, se
dirigió al resto del clan—. A medida que nuestros planes se unan, los
mantendré informados de mis decisiones. Por ahora, continúen entrenando y
reconstruyendo nuestro hogar.
Me puse de puntillas. Presioné un beso en sus labios.
—Vas a enviar a Brant, ¿verdad? —pregunté.
—Sí. Necesita algo que hacer. Está cada vez más inquieto. Entiendo su
necesidad de ir tras su mujer, pero tenemos que ser inteligentes al respecto. No
quiero arriesgarme a fallarte.
46
—La rescataremos juntos, y no fallaremos —le dije con total
convicción.
—Ah, ¿sí? ¿Porque lo harás? —preguntó con una sonrisa torcida.
—Exactamente.
Con un último beso, me acerqué a Myra y asentí para que me siguiera.
—Tengo la sensación de que disfrutas el impacto de aparecer en lugares
aleatorios —dije.
Se rio.
—Quizás solo un poco.
7
“Cuanto más vivo, más me doy cuenta de que no puedo depender de nadie más
para hacer las cosas. No hay otra alma en la tierra con la que me haya encontrado
con el poder, la ambición o la inteligencia para igualar la mía. Tontos, todos ellos.
Un día, se inclinarán a mis pies.”
~Gisele

Gisele cruzó directamente la aldea del clan Thornag sin siquiera mirar
de reojo a los hombres y mujeres del norte que la observaban. La bruja se había
obligado a caminar por el pueblo en lugar de tomar su caballo. Esperaba usar
el tiempo extra para calmarse y ordenar sus pensamientos. No había
funcionado.
Cuando llegó a la cabaña más grande, no disminuyó la velocidad. 47
Golpear nunca pasó por su mente. En cambio, alcanzó la puerta de roble y la
abrió, causando que todo el edificio se estremeciera cuando la puerta rebotó
contra la pared.
Hubo maldiciones y chillidos debajo de una maraña de pieles y mantas
de lana sobre la cama.
—Dije que no me molestaran. —Una voz grave, ligeramente apagada,
salió de debajo de las mantas.
—Me prometiste un libro. —La voz de la bruja fue como un látigo
atravesando la habitación.
La cabeza barbuda de Calder apareció entre las mantas. Una masa de
mechones rubios despeinados, unidos a la cabeza de lo que parecía ser una
joven muy confundida, pronto la siguió.
—Estoy ocupado, bruja —gruñó Calder.
—Eres un rompe juramentos. ¿Dónde está mi libro?
—¿Puede esta conversación esperar una hora? —Furioso, el vikingo
subió más las mantas sobre su compañera como si a Gisele le importara cuánta
piel mostraba la pequeña zorra.
—No, aunque dudo seriamente que tomaría tanto tiempo. —Miró a la
mujer—. Sal, pequeño trofeo de caza —ordenó—. A menos que quieras
quedar desfigurada por el resto de tu inútil vida. Me imagino que tu jarl no
estará tan ansioso por tenerte en su cama si estás cubierta de lesiones.
Los ojos muy abiertos de la mujer rebotaron de Gisele a Calder,
claramente esperando una señal de si debía quedarse o seguir el consejo de la
extraña.
—Gisele, te pasas de los límites.
—Te equivocas de nuevo, Calder. Obviamente has olvidado cuánto
poder ejerzo. Estoy aquí para recordártelo.
Aparentemente, esto tomó la decisión de la joven rubia. Si esta
misteriosa mujer estaba dispuesta a amenazar a su jarl tan abiertamente,
entonces claramente no era nadie a quien enojar. La chica saltó de la cama,
luego agarró rápidamente su ropa, irrumpió por la puerta sin siquiera detenerse
a ponerse sus prendas.
—No olvidaré tus acciones aquí hoy —advirtió Calder.
—Me importa un culo de rata lo que olvidarás o no. Quiero el tomo que 48
me prometiste. Dijiste que podrías darme acceso al clan de Magnus.
—Cuando recuperemos a Hilda, podemos torturarla para sacarle la
información —dijo.
—Oh, y pensé que solo eras un torpe hombre del norte. No tenía idea
de que habías estado incursionando en la nigromancia a mis espaldas. —
Gisele se cruzó de brazos, mirando al señor de la guerra.
—¿De qué diablos estás hablando? —Calder tiró las mantas y las pieles.
Se puso de pie, golpeando con fuerza el suelo mientras lo hacía. Extendió su
postura, se cruzó de brazos y se enfrentó a la bruja, aparentemente
despreocupado por su falta de ropa. Gisele podría haber jurado que empujó
sus caderas un poco hacia adelante, y ella casi sonrió. Había visto miembros
más grandes en algunos de los conejos de montaña con los que experimentaba.
—Hilda está muerta, Magnus ha tomado cautiva a la princesa mayor y
yo tengo a la princesa más joven —explicó.
—Empieza por el principio —gruñó Calder. Descruzó los brazos y
rápidamente comenzó a ponerse la ropa.
—Después de que las tres mujeres desaparecieron, fui y las encontré.
Sin ayuda de ti, por cierto. A pesar de que Magnus y sus hombres te dijeron
que las perseguirían, no confiaba en él. Obviamente, hice bien en no hacerlo
—se regodeó.
—Me dio su palabra, un juramento de que no me traicionaría —señaló
Calder.
—Aparentemente, ninguno de los vikingos puede cumplir un
juramento.
—Tal vez no, pero pensé que mi hermano, mi sangre, sería la excepción.
—Tonto —siseó.
—Mira a quién estás llamando tonto, Gisele. Hasta tú tienes que dormir
alguna vez —advirtió.
—Y no tienes idea de dónde duermo, y nunca pasarías mis protecciones
mágicas incluso si pudieras encontrarlo. Por lo tanto, guarda tus amenazas
ociosas. —Gisele pensó en acabar con el tonto en ese momento, pero eso no
la acercaría más a su objetivo final. Tendría que tolerar al imbécil, aunque solo
fuera por un poco más de tiempo—. Me encontré con las mujeres primero,
pero tu hermano apareció poco después. Magnus agarró a la princesa mayor
por detrás y se la llevó. Estaba lidiando con la oráculo en ese momento o lo 49
habría detenido. La anciana cayó mucho más fácil de lo esperado, en realidad.
Una pena. Tenía la esperanza de que ella, al menos, plantearía un desafío
formidable. Una vez que la oráculo estuvo muerta, aún tenía que lidiar con la
princesa más joven. La dejé inconsciente. Me enfrenté a la decisión de
perseguir a Magnus o quedarme con la chica. Como no quería arriesgarme a
perder mi premio de consolación, tu hermano se escapó.
—Ese hijo de puta —gritó Calder, dejando caer un puño carnoso sobre
la mesa del comedor—. Lo mataré. —Comenzó a pasearse por el interior de
la choza, su cara cada vez más roja mientras pisoteaba. Gisele solo lo miraba,
su rostro era una máscara de impasibilidad—. ¿Se atreve a apuñalarme por la
espalda? —Calder rugió mientras volcaba la mesa y pateaba una silla.
—¿En serio estás sorprendido? ¿Y es necesaria la rabieta? —Los
hombros de Gisele se hundieron y exhaló un profundo suspiro mientras
miraba a Calder—. Eso no es importante. Sin embargo, lo importante es que
aún no tengo mi libro.
—¿Cómo murió la oráculo? —preguntó, ignorando sus preguntas.
—¿No estabas escuchando? Estaba lidiando con ella cuando apareció
Magnus. Para esas pobres almas como tú que no tienen la suerte de ser
bendecidos con talento mágico, “lidiar con” significa que la maté.
—¿No fue eso un poco contraproducente para conseguir el libro que
quieres?
—Sí, en retrospectiva. Pero Hilda y yo somos enemigas desde hace
mucho tiempo. La oportunidad de matarla era demasiado tentadora.
—Las brujas no son conocidas por su paciencia —dijo—. Y tú control
de impulsos parece ser inexistente.
Entrecerró los ojos.
—¿Tienes un deseo de muerte, o estás mal de la cabeza?
—¿Qué planeas hacer con la princesa más joven?
—Supongo que todo depende de ti.
Calder se rascó la barba, mirándola de reojo.
—¿Qué quieres decir?
—Supongo que querrás correr hacia el clan Hakon para vengarte de
Magnus. Iré contigo. Cuando lleguemos allí, veremos qué sucede. Quizás
Magnus te mate. En ese caso, usaré a la chica como moneda de cambio. 50
—No lo hará —gritó Calder.
Gisele se encogió de hombros.
—Casi no hace ninguna diferencia para mí. Si sales victorioso, aún
obtengo el libro. Así que no me importa lo que le pase a ninguna de las
princesas.
La bruja observó cómo una mirada hambrienta aparecía en los ojos de
Calder, una con la que estaba muy familiarizada.
—Podrías asegurar mi victoria —dijo.
—O podría asegurarme de que tu hermano salga victorioso.
—No lo harías.
—No te atrevas a decirme lo que haría o dejaría de hacer, Calder. He
sido demasiado indulgente contigo. Durante un año entero, he sufrido tu
estupidez. Un año de promesas vacías. ¿Y me has acercado a Magnus para
que pueda conseguir el libro? ¡No! —Apretó sus manos en puños, la
temperatura en la habitación bajó varios grados. Podía decir que Calder se dio
cuenta.
—El destino nos lo trajo —dijo Calder débilmente.
—Y tu ineptitud le permitió escapar —gruñó ella—. Una y otra vez, me
fallas.
—Si eres tan poderosa, ¿por qué necesitas mi ayuda para recuperar este
precioso libro?
—Porque el poder tiene un límite, y yo conozco el mío. A diferencia de
ti, no soy tonta.
Calder se quedó mirando durante varios minutos antes de tragar pesado.
—Quiero a la joven princesa oráculo. Ese es mi precio para ir a la guerra
porque eso es lo que haré si persigo a mi hermano.
Gisele dio dos pasos hasta que estuvo nariz con nariz con el hombre.
Para su crédito, no se inmutó.
—No tienes precio. No haces exigencias. Irás a donde yo diga y harás
lo que yo diga, o te arrancaré las entrañas y se las daré de comer a los lobos.
El rostro de Calder se contorsionó, cambiando de rojo a púrpura.
—No me amenaces…
51
—Silencio —gritó la bruja. La cabaña entera tembló. Las ollas de barro
explotaron. El fuego en el hogar se encendió de repente—. Esta es tu última
advertencia, Calder. Ya no hay acuerdo entre nosotros. Tu pereza e ineptitud
me han demostrado lo indigno que eres como mi compañero. Tomarás a tus
guerreros y atacarás al clan Hakon. Si sobrevives a eso, y si no te mato yo
misma, entonces puedes tomar el botín que quieras. Todo lo que quiero es el
libro. Después de eso, será mejor que reces a Odín para que nuestros caminos
no se vuelvan a cruzar.
Sus labios se apretaron, su frente dibujando una aguda uve. Se dio
cuenta de que estaba luchando contra el impulso de mirar hacia otro lado, para
inspeccionar el daño que ella le había hecho a su cabaña. Pero Gisele sabía
que su orgullo no lo dejaría someterse tan fácilmente, incluso cuando estaba
alarmantemente cerca de una pelea con alguien demasiado poderoso para que
él se opusiera.
—Aun no entiendo por qué este libro es tan precioso, vale tanto.
—Y no entiendo por qué sigues preguntando al respecto. Te he dicho
cien veces que no es de tu incumbencia. —Gisele enderezó los hombros, dio
un paso atrás y tiró de su túnica, recomponiéndose—. Ahora, ¿cuándo puedes
estar listo para partir?
Calder exhaló, el alivio de que la bruja se hubiera alejado claramente en
su rostro.
—Una semana y media —dijo.
—¿Por qué tanto tiempo?
—Algunos de mis hombres están en una redada. No me iré sin un
número adecuado de guerreros. También llevará tiempo empacar el barco y
asegurarse de que todas las armas estén listas para la batalla. No puedo
simplemente chasquear los dedos y hacer que todo suceda en un abrir y cerrar
de ojos.
Gisele negó con la cabeza.
—Inepto. Este clan tiene suerte de no haber sido eliminado bajo tu
liderazgo hace mucho tiempo. —Calder pareció por un momento como si
estuviera a punto de protestar, pero la bruja levantó una mano—. Bien. Una
semana y media y ni un día más —dijo. Se dio la vuelta y luego se dirigió a la
puerta que aún estaba abierta—. No me decepciones, Calder —dijo mientras
se detenía en la puerta—. Si lo haces, maldeciré a tu clan, tu línea de sangre, y
pondré tu cabeza en una estaca como advertencia para otros que podrían ser 52
lo suficientemente tontos como para cruzarme.
—También me alegro de verte de nuevo, bruja —gritó Calder cuando la
puerta se cerró de golpe.
8
“El orgullo puede ser algo bueno, o puede ser algo malo. Estoy aprendiendo
cuándo ser orgullosa y cuándo ser humilde. Un líder que aprenda bien esta lección
se ganará el respeto de muchos.”
~Diario de Allete Auvray

—Myra, ¿a qué debemos el honor de tu presencia? —pregunté mientras


le ofrecía un asiento en la pequeña mesa en el área de la cocina de nuestra
casa.
—Un asunto de cierta importancia. Pero será mejor si esperamos para
discutir mis noticias hasta que tu esposo se una a nosotras. Soy demasiado
vieja para perder el tiempo repitiéndome.
53
Sonreí. Me recordaba a Hilda. Si bien fue un recuerdo cálido, también
descubrió el lugar vacío en mi corazón donde una vez había residido la
oráculo.
—Te ves bien —dijo Myra.
—Y estás siendo amable. Me parezco a un perro al que le han dado
demasiadas patadas y lo han dejado en la cuneta para que muera.
—Pareces más fuerte.
—Al igual que el perro maltratado, estoy segura. Freya, la líder de las
escuderas, me está entrenando en las costumbres de la guerra. No tiene piedad.
Lo cual sé que es algo bueno. Puede que me salve la vida algún día, no tengo
ninguna duda. Por el momento, espero poder golpear su trasero.
Se estiró y luego colocó su mano sobre la mía.
—Serás una guerrera feroz para este clan. Pero tienes un camino
peligroso por delante. —Los ojos de Myra adquirieron una mirada lejana—.
Se derramará mucha sangre y se perderán vidas antes de que este clan salga
victorioso.
Se me revolvió el estómago y tragué bilis. No quería que hablara de
muerte, no cuando ya habíamos perdido a tantos. No cuando el dolor de la
muerte de Hilda aún estaba tan fresco en mi espíritu.
La puerta se abrió y entró Torben. Myra salió de su estado de trance.
—Myra, es bueno verte de nuevo —dijo Torben cuando entró. Se acercó
a la silla donde yo estaba sentada, luego se inclinó para darme un beso en la
frente.
—Es bueno ver que a ambos les va tan bien —dijo Myra—. Sabía que
Magnus no podría ganarle a Torben. Tan pronto como Magnus te tomó,
Allete, comencé a buscarte en mis cartas y a adivinar. Me encantaría conocer
los detalles de cómo Magnus fue derrotado cuando tengamos más tiempo,
pero sé que Torben está en el lugar que le corresponde, al igual que tú.
—Sé que no estás aquí de vacaciones con el clan Hakon —bromeó—.
¿Por qué has venido?
—Algunas razones. La primera es que sé de tu pérdida. Lamento mucho
que Hilda ya no esté con nosotros en esta vida. —Hizo una pausa en lo que
tenía que ser mi expresión extremadamente confundida—. Estoy al tanto de 54
las personas que me importan —dijo, mirándome fijamente—. La última vez
que escuché de Hilda, me enteré de su muerte. Aunque no conozco los
detalles. —Myra miró a Torben mientras continuaba—. Y tengo noticias que
pueden beneficiar a tu clan. Cuando llegué, te escuché decirle a tu gente sobre
la necesidad de aliados. Estoy de acuerdo. El clan Hakon está amenazado por
dos lados. No puedes enfrentarte a ambos enemigos por tu cuenta. Y también
estoy de acuerdo en que el ejército del rey Albric, por fuerte y disciplinado que
sea, no será suficiente para lograr la victoria. Espero tener una solución para
ti.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Torben.
—Puede que no lo sepas, pero otros clanes del norte han sido atacados.
Torben rechinó los dientes.
—Lo sospechaba. —Mi corazón dio un vuelco y perdí el aliento por un
momento. Vidas inocentes perdidas. Aunque Torben había expresado su
preocupación de que Cathal, sin saber la ubicación exacta del clan Hakon,
hubiera acosado la costa hasta encontrarlo, aún no habíamos verificado la
sospecha. Ahora, nuestros temores se confirmaron. Al ver de primera mano
cómo Cathal había diezmado a nuestro clan, me rompió el corazón saber que
otros clanes habían sufrido destinos similares. Cathal me había estado
buscando. Cuando no pudo encontrarme, se desquitó con cualquiera que se
interpusiera en su camino. Era la causa del sufrimiento de esa pobre gente.
Frunciendo el ceño, Myra me estudió.
—Esto no es tu culpa —dijo como si pudiera leer mi mente—. Cathal
es un hombre malvado sin bondad dentro de él. Todos estos ataques son su
culpa y solo su culpa.
—¿Cuántos? —preguntó Torben.
—Otros tres clanes fueron atacados. Clan Akefor, clan Bjornvik y clan
Brending.
Torben cruzó los brazos sobre su amplio pecho y sentí su ira a través de
nuestro vínculo.
—Los tres al norte de aquí —dijo Torben—. Debe haber aterrizado al
norte del clan Akefor, luego se abrió camino hacia el sur hasta que nos
encontró.
—Dejando un camino de destrucción a su paso —ofrecí.
Myra asintió. 55
—Han sido golpeados al menos tan fuerte como el clan Hakon. Es
probable que quieran la sangre de Cathal tanto como tú. Deberías buscarlos.
Forja una alianza. Sé que los clanes han luchado entre ellos en el pasado. Esos
días han terminado, Torben. Las batallas libradas juntos pueden formar una
lealtad de por vida.
—Sabio consejo. Pero, ¿cómo te enteraste de los clanes? —pregunté—.
¿Cómo supiste dónde encontrarme?
—Ser una bruja de mi calibre tiene ciertas ventajas —dijo—. No es un
hechizo fácil de lanzar. Ciertamente, requiere algunos sacrificios, pero puedo
adivinar la ubicación de los objetos perdidos si la necesidad es lo
suficientemente grande. La necesidad de un rey que ha perdido a su hija
ciertamente califica. Y, como dije, he estado vigilando a todos. —Me guiñó
un ojo, y se volvió hacia Torben—. Los barcos están amarrados en la playa.
Torben asintió y me di cuenta de que su mente estaba funcionando.
—Bueno, al menos sabemos cómo Brant puede llegar a tu padre —
dijo—. Lo enviaré de regreso con la guardia de Albric, y él podrá explicarle a
tu padre lo que sucedió y lo que estamos planeando.
—El rey Albric ya se está preparando para la guerra contra Cathal. Será
un aliado capaz cuando llegue el momento —dijo Myra.
—Necesitamos toda la ayuda que podamos obtener —respondió
Torben.
—Si quieres mi consejo —dijo—, viajaría a los otros clanes lo más
rápido posible. Ni Cathal ni Calder son estúpidos. Estarán esperando un
contraataque. Cuanto más tiempo tengan que prepararse, más difícil será su
tarea.
—Albric me pidió que te diera esto. —Myra le tendió un objeto a
Torben.
Jadeé y me puse de pie, reconociendo el escudo de Auvray.
—¿El sello de mi padre?
Myra asintió.
—Enséñaselo a los líderes del clan, Torben. Entonces sabrán que dices
la verdad cuando les digas que el rey de Inglaterra planea acudir en tu ayuda.
Torben tomó el sello y lo rodeó con el puño con fuerza. Pude ver en su 56
rostro que sabía el significado del regalo. El sello del rey era tan bueno como
un edicto firmado, un compromiso personal por su honor. Mi padre no solo le
había dado su sello personal, sino que también se lo había regalado a un
hombre del norte, un grupo al que previamente habíamos considerado
bárbaros, enemigos jurados de Inglaterra.
Después de un minuto, Torben habló.
—Allete, quiero que te quedes aquí. —Mi estómago se sacudió. Parecía
que acabábamos de reunirnos, y ahora mi corazón y mi alma me serían
arrancados de nuevo. Quería discutir, jurar permanecer a su lado sin importar
nada. Pero entendí por qué quería que me quedara atrás, y sabía que tenía
razón. Mi formación estaba incompleta. Había hecho grandes avances, pero
aún no era una escudera. Más importante aún, tenía que quedarme porque el
clan Hakon necesitaba un líder. Las palabras anteriores de Torben volvieron a
mí. Otras veces caminaremos en medio del clan porque para liderar hay que
servir. Yo era la nueva reina del clan. Con Torben y Brant desaparecidos,
alguien necesitaba quedarse y mantener alta la moral del clan. Ese alguien era
yo.
—Está bien —dije, sin poder detener mi risa cuando frunció el ceño.
—¿Sin discusión? —preguntó.
Me encogí de hombros.
—Me gusta mantenerte alerta.
Riendo, Myra se golpeó la rodilla.
—Ustedes dos son perfectos el uno para el otro. Es algo bueno ya que
están atrapados el uno con el otro de por vida. Me quedaré aquí para ayudar
a Allete. Aunque no soy una oráculo, hay sabiduría que incluso esta vieja bruja
puede compartir con alguien como Allete. —Entrecerró los ojos hacia mí—.
¿Has encontrado el libro de profecías de Hilda?
Mis ojos se ampliaron.
—Yo… yo… no sabía que existía tal libro.
Myra asintió.
—¿Quieres decir que todo este tiempo he estado intentando resolver el
caos que ella dejó en mi mente y podría haber estado leyendo un maldito libro?
—gruñí—. Incluso desde la tumba, tu madre es irritante —le dije a Torben,
aunque esperaba que escuchara el afecto en mi voz.
Sus cejas se levantaron y se encogió de hombros. 57
—Me supera. No soy una oráculo. La mitad del tiempo, pensé que
simplemente estaba inventando cosas sobre la marcha.
—Habría puesto el libro en algún lugar sagrado —explicó Myra.
—Tengo una idea de dónde podría estar —dijo Torben—. Hay un
círculo de rocas justo sobre la colina. —Señaló en la dirección detrás de la
choza—. Dijo que quienquiera que haya dejado el círculo también dejó su
magia dentro de él. Es donde habló muchas de sus profecías.
—Entonces comenzaremos allí. Necesitaremos una herramienta para
cavar, ya que probablemente lo enterró. No me puedo imaginar que
simplemente lo dejaría tirado por ahí.
—¿Quieres que algunos de mis hombres te ayuden? —preguntó Torben.
Myra negó con la cabeza.
—El libro es sagrado. Contiene cosas que solo la oráculo debería saber.
Puede haber profecías dentro que Hilda nunca reveló al clan, y ella habría
tenido buenas razones. Después de todo, fue su decisión compartir las
profecías o no.
Myra se levantó y luego se dirigió hacia la puerta.
—Voy a darles un momento a ustedes dos para que se despidan. Torben,
tienes que irte lo más rápido que puedas. Allete, encuéntrame detrás de la
choza.
Una vez que la bruja se fue, le sonreí irónicamente a mi esposo.
—Es algo mandona.
—Algo así como otra mujer pequeña que conozco —dijo mientras
tomaba mi mano. Envolvió sus fuertes brazos alrededor de mí, sosteniéndome
fuerte. Podría haberme quedado allí para siempre, a salvo en su abrazo.
—Por favor, cuídate —susurré—. No puedo perderte.
—No vas a hacerlo —gruñó. Pasó su mano por mi cabello trenzado. Le
dio un suave tirón—. Te amo, princesa —susurró en mi oído.
—Vikingo, también te amo. —Sus labios se presionaron contra los míos.
Segundos después, el beso se convirtió en algo más desesperado. Su mano se
presionó contra mi espalda baja mientras que la otra se envolvía alrededor de
mi nuca, manteniéndome inmóvil.
Dejé que mis manos se deslizaran por su cabello y tiré ligeramente, 58
amando el sonido que hizo. El calor de su cuerpo contra el mío era
embriagador, el sabor de su boca adictivo. Me preguntaba si alguna vez
tendríamos suficiente el uno del otro.
—No —dijo, respondiendo a mi pensamiento. Debo haber estado
pensando muy alto.
Mi respiración se aceleró cuando lo miré a los ojos.
—Corre a casa. Hay más de eso esperándote a tu regreso.
Sonrió.
—Sabes cómo motivar a un hombre, princesa. —Con un último beso,
me dirigí a la puerta. Antes de que pudiera abrirla, Torben me dio una palmada
en la espalda. Miré por encima del hombro—. Compórtate —dijo con una voz
profunda y llena de advertencia.
—Siempre lo hago —dije con una sonrisa.
—Cierto, y me pongo una bata para dormir todas las noches.
Me reí.
—Esa es una hermosa imagen mental para darme, mi amor. Gracias.
Sacudió la cabeza, aunque había una sonrisa en sus labios.
Cuando doblé la esquina de la cabaña, encontré a Myra mirando al
suelo. Intrigada, me acerqué y miré hacia abajo. Estaba inspeccionando una
colección de piedras con extraños símbolos grabados en sus caras.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté.
—Escudriñando, o al menos intentándolo. No es exactamente el más
simple y confiable de los hechizos.
—¿Alguna buena noticia? —pregunté.
—Hay maldad en el trabajo, eso puedo decirlo. Otra bruja.
—¿Gisele? —pregunté.
Myra levantó la cabeza de golpe.
—¿Sabes de ella?
—Es la bruja que se llevó a mi hermana —dije, preguntándome cómo
diablos Myra no sabía eso. Parecía saber todo lo demás.
—Eso no es bueno.
—Dime algo que no sepa, Myra. 59
—Es peor de lo que temes. Gisele es mi hermana.
—¿Qué? —Mi boca se abrió. Myra había dicho que sabía que Hilda
había muerto, pero no cómo. Lo que significaba que Myra no tenía ni idea de
que su propia hermana había asesinado a Hilda. No pensé que este momento
fuera exactamente el momento para decirle algo tan horrible.
Ella asintió.
—Pero es tan…
—¿Mala?
—Ajá, y tú eres tan…
—¿Maravillosa, encantadora, generosa y amable? —dijo.
—Iba a decir que no eres mala, pero supongo que podemos aceptar tus
palabras.
—No sé cómo no soy malvada, pero trato de ayudar cuando puedo.
Gisele, desafortunadamente, eligió un camino diferente. No he sido capaz de
encontrarla durante mucho tiempo. Puede bloquear mis esfuerzos cuando lo
desee. Gisele usa magia oscura, magia de sangre, y es inmensamente poderosa.
Me estremecí, recordando la última vez que vi a mi hermana, había
estado a merced de la malvada bruja.
—Nuestra pelea será más difícil de lo que anticipé —dijo.
—¿Nuestra?
—No puedes esperar derrotar a Gisele sin mi ayuda. Dudo que alguien
que carezca de habilidad mágica elemental pueda matarla, incluso si tuvieran
un hacha afilada levantada sobre su cabeza y ella estuviera atada y
amordazada.
—Por supuesto que no. Eso haría las cosas demasiado fáciles, y lo fácil
no parece estar en las cartas para mi vida. —Respiré hondo. Podría ser peor.
Myra estaba tramando la muerte de su propia hermana. Dayna me hacía
querer arrancarme del cabello a veces, pero al menos no era una bruja malvada
y enloquecida.
—Nada que valga la pena es fácil —dijo Myra.
—Creo que Hilda me dijo eso una vez.
Myra se rio. 60
—Me imagino que probablemente te lo dijo más de una vez. A esa
anciana le encantaba repartir copas llenas de sabiduría refrescante de su fuente
inagotable de suministro, tanto si querías un trago como si no. —Se agachó,
recogió sus piedras rúnicas y se las guardó en el bolsillo.
Seguí a la bruja cuando empezó a subir la colina.
—¿Vas a ser capaz de hacerlo? —pregunté, señalando la pendiente.
Chasqueó la lengua.
—No soy una inválida… al menos, aún no.
No dije una palabra más, pero me quedé a su lado en tanto se movía
lenta y constantemente hacia la cima. Cuando finalmente llegamos a la colina,
vi el círculo de piedras del que Torben había hablado. Myra se dirigió hacia
ellas, pero levantó una mano para detener mi avance.
—Primero, déjame examinar la magia —dijo. Empezó a caminar en
círculos lentos fuera de las rocas. Sus labios se movieron, pero no pude
escuchar lo que dijo. Myra extendió las manos sobre las rocas. La luz comenzó
a brillar desde las piedras. Una barrera pareció brillar a la vista, pero
desapareció tan rápido como apareció.
—Como sospechaba, le puso un hechizo de protección. Solo Hilda
podía entrar en el círculo. Sin embargo, con su muerte y la transferencia de su
poder a ti, ahora deberías poder ingresar.
—¿Debería? —pregunté con escepticismo—. ¿Y qué pasa si no puedo?
—Lo más probable es que te fríe como tocino —dijo sin inflexión.
—Caramba, gracias por preocuparte —murmuré.
Se encogió de hombros.
—No lo sabremos a menos que lo intentes. A veces, no vale la pena ser
el elegido.
Di un paso más cerca del círculo.
—Por favor, no me frías. Por favor, no me frías —canté una y otra vez
mientras continuaba acercándome más y más hasta que estuve a solo unos
centímetros de las rocas. Podía sentir un pulso de poder del círculo. La magia
me resultaba familiar, como una manta vieja de mi infancia.
—Allete, no tenemos todo el día —dijo Myra—. Aguántate, escudera,
y muéstranos de qué estás hecho. 61
Tenía que amar cuando la gente desafiaba a los demás abiertamente.
Ahora, mi orgullo me espoleó. No permitiría que mi miedo a convertirme en
tocino me mantuviera fuera del círculo. Estúpido orgullo.
Con una respiración profunda, pasé por encima de una roca y planté mi
pie en el suelo. No pasó nada. Respirando otra vez, llevé mi otro pie y me paré
dentro de las piedras. Congelada, esperé a ver si la reacción de freír se retrasó.
—Supongo que estás lista para seguir —cantó Myra como si mi vida no
hubiera estado en juego. Estaba empezando a pensar que todas las brujas,
buenas o malas, tenían algo de trasero terco en ellas.
—¿Ahora qué? —pregunté, mareada por haber logrado no freírme.
De repente, Amund subió por la colina. Cargaba una pala.
—Torben dijo que necesitabas esto, ¿algo sobre plantar un jardín?
No pude evitar la sonrisa que se extendió por mi rostro. Un jardín,
Torben, ¿de verdad?
Myra tomó la pala.
—Gracias. Esto será inmensamente útil en el jardín de hierbas.
—Si necesitan algo más, háganmelo saber —dijo Amund.
—Gracias —respondí con un saludo.
Se encogió de hombros, dio media vuelta y se alejó. Cuando estaba
fuera del alcance del oído, Myra gritó:
—Cuidado. —Y luego me arrojó la pala.
Salté hacia atrás, gritando. La pala aterrizó con el extremo puntiagudo
en el suelo justo donde había estado hace unos segundos. Fulminé con la
mirada a la bruja.
—¿No pudiste haberla tirada a mi lado?
—Quería ver cuánto te han enseñado las escuderas. —Sonrió—.
Definitivamente eres rápida con tus pies.
Tenía algunas palabras selectas que quería replicar, pero pensé que
probablemente sería mejor si mantuviera la boca cerrada. Era una bruja,
después de todo. No quería que me convirtiera en algo desagradable.
—Cierra los ojos —instruyó Myra—. Extiende tu mano, luego deja que
la magia dentro de ti busque la magia en el libro. Se sentirán atraídos el uno 62
por el otro.
Hice como dijo. Lentamente, comencé a caminar por el interior del
círculo, con una mano sosteniendo la pala y la otra en el aire. Me imaginé que
probablemente parecía que no estaba bien de la cabeza, pero ese era a menudo
el resultado cuando la magia estaba involucrada. O eso estaba aprendiendo.
—¿Algo? —preguntó Myra.
—Contén tu caldero, bruja —le dije—. Estoy intentando concentrarme.
—Myra se quejó de que las generaciones más jóvenes no tenían respeto por
sus mayores. No me molesté en responder porque comenzaba a sentir calor en
mi mano. Deteniéndome, lentamente comencé a agacharme. Cuanto más me
acercaba al suelo, más se calentaba mi mano. Cuando finalmente hice
contacto con la hierba fría, sentí que mi mano podría prender fuego a las hojas.
Abrí los ojos de golpe. Myra me miraba atentamente.
—Creo que es esto. —Tomé la pala y luego la hundí en el suelo. Estaba
un poco blanda por la lluvia reciente, por lo que no fue difícil sacar la tierra
con una pala. Cuando estaba empezando a sudar y casi maldiciendo a Hilda
por enterrar el estúpido libro tan profundamente, mi pala golpeó algo sólido.
—Finalmente —solté. Le di otro empujón al objeto para asegurarme de
que no era simplemente una roca. Tenía un sonido hueco, como la madera.
Cuando comencé a quitar la suciedad alrededor de los bordes del objeto,
finalmente apareció una forma cuadrada: una pequeña caja de madera. Unas
cuantas paladas más y la caja empezó a soltarse. Caí sobre mis manos y
rodillas para agarrar la caja, tirando y tirando hasta que la cosa se soltó.
Cepillando la tierra, la acomodé en el suelo. No pude ver dispositivos o diseños
en su superficie, solo madera picada. Había una tapa con bisagras, pero sin
cerradura ni cierre. Con poco esfuerzo, abrí la tapa y miré dentro.
El interior estaba completamente limpio y vacío a excepción de un
artículo. Un libro grueso.
—O este es su libro, o alguna otra oráculo loca ha estado enterrando
cosas en el círculo de Hilda —dije sin apartar los ojos del tomo. Lo que le
faltaba a su caja protectora en términos de decoración, el libro lo compensaba
con creces. Estaba encuadernado en cuero grueso, su cubierta era de color
caoba. Dos bandas de metal con filigranas lo mantenían cerrado. Las esquinas
estaban remachadas con diseños de metal ornamentado. En el centro había
otro diseño circular de metal. En el centro de eso, había una gema verde que
parecía brillar por sí sola. 63
Metí la mano y saqué el libro, medio esperando recibir algún tipo de
sacudida mágica cuando lo tocara, una última medida protectora puesta en
marcha por la oráculo. En cambio, solo sentí su suave cubierta de cuero y sus
afiladas incrustaciones de metal. Era pesado, como si llevara el peso del
mundo en su interior. Tal vez lo hacía. Los secretos, después de todo, podrían
ser cargas enormes.
Me levanté, dejé la caja y apreté el libro contra mi pecho. Cuando di un
paso hacia el anillo de rocas, Myra me detuvo con una palabra.
—Detente —ordenó—. Es posible que puedas entrar y salir de ese
círculo tan fácilmente como quieras ahora, pero el libro, estoy segura, está
ligado al interior.
—Um, está bien. —Estaba segura de que Myra podía leer la confusión
en mi rostro—. ¿Qué pasa si intento tomar el libro?
Se encogió de hombros.
—Podría ser cualquier número de cosas. Tal vez el libro simplemente
golpea una pared de ladrillos invisible y cae al suelo. Tal vez se desintegre.
Además, el escenario del tocino frito del que hablamos antes sigue siendo una
posibilidad.
—Estupendo. Entonces, ¿qué hago?
—Para abandonar el círculo protector, debes unir la magia del libro a la
tuya… obviamente.
Puse los ojos en blanco.
—Y dime, por favor, ¿cómo podría uno atar un libro mágico a sí mismo?
—Hice una mueca.
Myra negó con la cabeza.
—Guau, esa mujer no te enseñó nada, ¿verdad?
—Bueno, no había mucho tiempo para entrenar, con los secuestros y
fugas, y, oh sí, ¡tu hermana asesinándola!
Oh, mierda. Eso simplemente salió a la luz. No quise decirle a Myra
algo tan horrible de una manera tan mocosa.
Su boca se abrió y parpadeó varias veces.
—¿Gisele mató a Hilda?
Asentí, sin saber qué más decir. Como no quería revivir el momento, no 64
planeé compartir los detalles a menos que Myra insistiera.
—Lo siento mucho, niña —dijo, cerrando los ojos y sacudiendo la
cabeza—. Lo siento mucho, Hilda —susurró, y era obvio que no me estaba
hablando a mí.
Me quedé callada, dejándola tener el tiempo que necesitaba para
procesar la información. Después de varios minutos, abrió los ojos. Había
lágrimas no derramadas brillando en sus ojos envejecidos, pero había
recuperado la compostura.
—Está bien, es un proceso sencillo —dijo, volviendo directamente al
asunto en cuestión. No voy a mentir, estaba muy contenta de que no hubiera
pedido detalles—. Los objetos mágicos están unidos a través de la sangre.
—Por supuesto que lo están —murmuré—. ¿Y eso significa qué? Me
corto, rocío el libro con mi sangre, digo algunas palabras mágicas y luego puf,
¿me convierto en la nueva dueña del libro?
—Eso lo resume todo. No eres tan aburrida como pareces. Tal vez Hilda
no fue completamente tonta al elegirte su sucesora. —Myra dijo el nombre de
Hilda con más cariño que antes, y supe que probablemente sentía algún tipo
de parentesco con la oráculo. Después de todo, ambas habían sufrido a manos
de Gisele.
—No me eligió a mí. Había todo este asunto de la profecía… no
importa. Solo dime las palabras para decir.
Myra soltó una carcajada.
—Eso depende de ti, princesita. Ni siquiera empezaría a saber las
palabras mágicas que Hilda usó para ligar ese libro. Es mejor que esperes que
se escondan en algún lugar en el fondo de esa pequeña cabeza de oráculo tuya.
De lo contrario, también podría ir al pueblo y conseguir un poco de tinta y una
pluma.
La miré de reojo.
—¿Por qué es eso?
Entrecerró los ojos.
—Olvida lo que dije antes, eres tan tonta como pareces.
—Eso es un poco grosero. Tendrías que saber…
—Si no puedes sacar el libro —interrumpió—, y obviamente
necesitamos la información contenida en el libro, entonces la única forma de
que tomemos esa información es que tú comiences a leer y yo comience a 65
escribir. Y dada mi edad y mis manos artríticas, preferiría no pasar varios días
en la cima de esta colina actuando como tu escriba. Así que, querida, ponte a
rebanar y empieza a estrujar ese pequeño cerebro tuyo para encontrar las
palabras mágicas correctas.
Gruñí pero obedecí. En un instante, saqué una daga de mi bota y la
agarré en mi mano, una de las muchas armas afiladas que ahora llevaba en mi
persona gracias a Freya. Es oficial, Dayna pensaría que soy una ruda total.
Metiendo el libro bajo un brazo, empujé la hoja en mi palma. Estaba orgullosa
de decir que ni siquiera temblé. Pero tuve que confesar que me estremecí un
poco cuando el acero me mordió la carne.
Tan rápido como lo recuperé, limpié la hoja en mis pantalones y la
envainé. Con cuidado, con mi mano sana, saqué el libro de debajo de mi brazo.
Al presionar con un dedo la piedra verde que palpitaba en la portada del libro,
sentí que el calor subía por mi mano, mi brazo, mi hombro y todo el camino
hasta mi cabeza. De repente, la voz de Hilda hizo eco en mi mente.
Tierra y piedra, cuero y árbol.
Enlázame a este tomo mágico.
Murmurando las palabras, vi cómo mi sangre empapaba la piedra. Sentí
que la magia dentro de mí se transfirió al objeto. Después de unos latidos, la
piedra dejó de latir y el calor desapareció. Un peso parecía haber sido quitado
de mis hombros, uno que ni siquiera me había dado cuenta de que llevaba.
—Bien hecho. —Sobresaltada, casi dejo caer el libro al suelo. Myra se
hallaba de pie justo a mi lado, mirando por encima de mi hombro.
—Supongo que funcionó — dije—. No hueles a tocino.
—Por supuesto.
—¿Ahora qué?
—Ahora, me gustaría ver qué te han enseñado Freya y esas escuderas.
—Había un brillo en sus ojos mientras lo decía—. Podemos comenzar a
descubrir los secretos de tu antigua mentora esta noche. Los libros mágicos se
examinan mejor bajo el amparo de la oscuridad. El manejo de la espada, sin
embargo, es una comida diurna. —Señaló colina abajo en la dirección general
del área de entrenamiento.
—Eres tan mala como Hilda. Solo quieres ver que me pateen el trasero.
—Cerré el libro, luego lo sostuve contra mi pecho. Se sentía como si fuera una
parte de mí ahora, una parte sensible que no debería estar a la intemperie,
expuesta a la luz del día, en exhibición para que los dioses y todos los demás 66
se detuvieran y echaran un vistazo.
—Tal vez, o tal vez quiero verte crecer a medida que te conviertes en la
mujer poderosa que estás destinada a ser. —Myra puso su mano en mi
hombro. Lo apretó suavemente—. Es algo asombroso de contemplar: ver a
buenos líderes levantarse y dar esperanza a su gente. Tú y Torben no tienen
idea de cuánto caos evitarán si detienen a Cathal y Calder. Todas nuestras
acciones tienen un efecto dominó, y las suyas se sentirán en las generaciones
venideras.
—Sin presión —dije a medida que marchábamos lentamente colina
abajo.
9
“Solo la he tenido en mi vida por un mero momento. Pero ese vistazo breve de
cómo podría ser con ella, me ha dado una sed que no puede ser saciada por nada
más que ella. Si no puedo tenerla, entonces no quiero vivir en absoluto.”
~Brant

—Date prisa —gruñí mientras caminaba de un lado a otro a lo largo del


pequeño muelle que servía como punto de amarre para los barcos de nuestro
clan. Apenas teníamos un puerto, pero nuestra pequeña cala estaba protegida
y era lo suficientemente profunda como para permitirnos manejar nuestros
barcos con facilidad. Quería irme con el amanecer. En cambio, ya era media
mañana y Torben, mis compañeros de clan y los hombres del rey Albric aún
cargaban los dos barcos que Myra había traído de Inglaterra, además de 67
ultimar los planes para una invasión de Tara.
—Brant, es un viaje de tres días —dijo Torben—. Un par de minutos
más no te acercarán más a Dayna.
Levantando mi martillo, lo arrojé sin dudar por el costado del barco
inglés donde aterrizó con un ruido sordo. Brevemente me pregunté si podría
haberle hecho un agujero a la frágil embarcación. Aunque los hombres de
Myra y Albric que había traído con ella me aseguraron repetidamente que los
barcos estaban en condiciones de navegar, tenía mis dudas. Preferiría con
mucho uno de los botes de mi propio clan a estas extrañas y rechonchas tinas.
Pero como esa rata Cathal los había quemado a todos, me quedé con estos
montones de madera flotante que los ingleses llamaban barcos.
—Pero no voy hacia Dayna, ¿verdad? Estoy jugando al mensajero —le
dije a Torben—. Jarl, ¿tengo que hacer este viaje? ¿No pueden estos hombres
llevar nuestro mensaje al rey Albric? Debería quedarme aquí y proteger al clan
en tu ausencia. —Hice un gesto hacia los hombres de Albric, que estaban
ocupados cargando los botes.
—Ya te he dado mis razones —dijo Torben—. Los hombres de Albric
no pueden comunicar nuestros planes al rey. No conocerán nuestras
estrategias de batalla. No sabrán lo que se les ha hecho a los otros clanes. No
conocen nuestros números, nuestras fortalezas en la batalla, ninguna de la
información que requerirá el rey. Solo tú lo sabes. Además, no me iré mucho
tiempo, y el clan está perfectamente protegido por las escuderas. Lo último
que necesitan es a un patán que las mire con el ceño fruncido mientras intentan
entrenar.
—Podría ayudarlas a entrenar.
—No podrías. Freya sabe cómo prepararlas adecuadamente. Sabe cómo
aprovechar las habilidades y destrezas de una mujer luchadora, así como
también cómo compensar sus debilidades. Tú no. Todo lo que sabes es “Yo
Brant. Yo rompo cosas con un gran martillo”. Ese no es el tipo de
entrenamiento que necesitan.
—Me gustaría romper algo ahora mismo —murmuré.
—Escucha, cuanto antes llegues a Inglaterra, antes podrás volver con el
ejército de Albric y podremos ocuparnos de Cathal. Entonces podremos
perseguir a Calder y rescatar a Dayna de la bruja.
Sus palabras solo me agitaron más. Escuchar el plan presentado de esa
manera me hizo darme cuenta con dolorosa claridad de cuánto tiempo pasaría
antes de que volviera a ver a mi princesa inglesa. Y me recordó que mi mujer 68
estaba en las garras de una bruja que le estaba haciendo Dios sabe qué. Maldije
en voz alta, gritando a los reunidos cerca.
—Eso es todo. ¡Me iré ya sea que todos estén listos o no! —Agarré la
cuerda que amarraba el barco inglés, la desaté y la arrojé al interior del barco.
Luego trepé por la borda y comencé a izar la única vela cuadrada del barco,
deseando que la tina tuviera más de un tope.
—Brant, tal vez deberías espe… —Escuché la voz de Allete en el muelle.
Percibí como Torben la silenciaba, logré ver como levantaba una mano
mientras negaba con la cabeza. Me conocía mejor que nadie. Sabía que mi
paciencia se había ido. El tiempo de los planes había terminado. Ahora era el
momento de la acción.
—Será mejor que suban a bordo. No crean ni por un segundo que los
va a esperar. —Torben habló con los tres hombres del rey Albric que habíamos
acordado que me acompañarían de regreso a Inglaterra.
Hubo gritos y maldiciones cuando los hombres soltaron sus cargas y
luego corrieron detrás de mí hacia el barco que se alejaba del muelle. El último
tuvo que saltar. Apenas lo logró, aterrizando con fuerza cuando su vientre
golpeó la borda y sus camaradas tuvieron que izarlo por la borda.
—Tú manejas esta maldita vela —le dije a uno—. Nos pondremos en
marcha. —Agarré los remos y comencé a tirar con fuerza, impulsando el barco
fuera de la cala y hacia aguas abiertas. Un juego de remos y una vela. No es
de extrañar que estos tontos ingleses no puedan conquistar nada. Morirían de
viejos antes de llegar allí.
—A la velocidad de Meilie —nos gritó Torben a medida que el barco se
retiraba de la costa, suplicando al dios de los viajes que bendijera mi viaje.
—Lo mismo para ti, jarl —grité por encima del hombro sin romper el
ritmo de mi remo. Lo mismo para ti, repetí en voz baja. Aunque deseaba no
estar suplicando al dios de los viajes, Meilie, sabiendo que tenía tres largos días
de navegación por delante. Deseé estar golpeando con mi martillo a mis
enemigos, pidiéndole a Thor que guiara mis ataques. En cambio, tendría que
desquitarme con mis frustraciones, al menos por ahora.
En cuestión de minutos, el clan Hakon se retiraba a nuestras espaldas.
En una hora, la costa había desaparecido por completo. Aun así, remé sin
cesar.
—Ya puedes parar —dijo uno de los hombres del rey Albric, un sargento
llamado Alfred, creo—. La vela está llena y nos estamos moviendo a gran 69
velocidad. No nos estás ayudando a llegar más rápido.
Gruñí.
—Vamos Brant —dijo uno de los hombres—. Podemos relajarnos
ahora. Deja que el viento haga lo suyo.
Mi rostro se oscureció. Aun así, remé. Me relajaría cuando Dayna
estuviera en mis brazos donde pertenecía, y la cabeza de esa bruja Gisele fuera
aplastada bajo el peso de mi martillo. Hasta entonces, remaría.

Tres días después, mis brazos estaban a punto de caerse de sus órbitas.
No me había levantado del banco excepto para hacer mis necesidades sobre el
costado del barco. Los hombres de Albric finalmente dejaron de intentar
convencerme de que dejara de esforzarme con los remos. Eventualmente,
simplemente me ignoraban, excepto para traerme ocasionalmente comida y
agua. Comida, que en su mayoría dejé intacta. Agua, que bebí para
mantenerme hidratado.
Era temprano en la tarde cuando el sargento Alfred gritó:
—¡Tierra a la vista!
—Ya era hora —murmuré, pero no renuncié a agarrar los remos. No
mucho después, nos deslizábamos hacia el puerto inglés. Uno de los hombres
de Albric movía la caña del timón y gobernaba, mientras otro empezaba a
mover la trinca para enrollar la vela. Finalmente, con un gemido, me levanté
y me estiré, intentando flexionar simultáneamente todos los músculos de mi
cuerpo a la vez. No creía que hubiera uno que no doliera. Pude ver el castillo
de Albric en la colina, una enorme estructura de piedra. Dispersos a lo largo
de la playa, aún podía ver franjas de tierra cubiertas de hollín donde una vez
se había sentado un barco en llamas, víctima de la locura de Magnus. En unos
momentos, sentí que la rueda dentada chocaba con el muelle de madera.
—Vamos, hombres —grité, saltando al muelle, sin molestarme en
amarrar el barco. El hecho de que dejé mi amado martillo de guerra en la
cubierta en mi prisa fue un testimonio de lo ansioso que estaba por completar
este recado.
—Brant, espera —gritó Alfred desde el muelle.
70
—Vamos, perros —grité—. Cathal no se va a atacar a sí mismo.
Necesito hablar con tu rey lo más rápido posible. Thomas, sube tu trasero aquí
y dile a tu tío que tus hermanas están a salvo.
—¿Qué pasa con Dayna? —preguntó Thomas mientras corría a mi lado.
Negué con la cabeza.
—Torben y yo creemos que es mejor que aún no le hablemos de Dayna.
Torben está preocupado porque dividirá la atención de tu padre. Entiendo su
punto de vista, incluso si me frustra. —Entrecerré los ojos—. Mi pregunta para
ti es ¿vas a ser leal a tu tío o leal al jarl de tu prima?
La mandíbula de Thomas se apretó.
—¿Torben tiene un plan para recuperar a Dayna?
Me encogí de hombros.
—Estoy seguro de que lo hace. Pero tengo uno mejor. Solo necesito que
mantengas a tu tío concentrado en llegar a Ravenscar. —Un plan se había
estado formando en mi mente mientras viajábamos. Ahora que estaba en
Inglaterra, estaba seguro de que iba a seguir adelante.
—Confío en ti, Brant —dijo Thomas—. Me aseguraré de que mi tío
vaya a ayudar a Torben, pero será mejor que hagas lo correcto con Dayna.
No respondí. No había necesidad. Si Thomas no podía ver la
determinación en mis ojos, entonces mis palabras no tendrían importancia.
Los hombres de Albric nos alcanzaron y nos rodearon. Corrimos al
castillo. Era una distancia más larga de lo que recordaba cuando perseguía a
Magnus mientras se llevaba a Allete. Tal vez eso fue porque estaba corriendo
cuesta abajo, hacia la costa, y ahora estaba trabajando cuesta arriba… y había
estado remando inútilmente durante tres días. Finalmente llegamos a las
murallas del castillo. Bajaron el puente levadizo y los guardias de turno nos
indicaron que atravesáramos. Aparentemente, nos habían estado esperando.
Supongo que podría agradecer a Myra por esto. Un mayordomo nos recibió
en el patio.
—Sir Thomas, es bueno verlo. El rey los espera en la sala del trono —
dijo—. Síganme.
Me vi obligado a aflojar el paso. El mayordomo no iba a romper el
decoro porque yo tenía prisa. Me moví nerviosamente mientras caminaba,
deseando que el hombre se moviera más rápido. Finalmente, nos acercamos a
las puertas de la sala del trono, que dos guardias abrieron cuando nos
acercamos. 71
—Rey Albric, los hombres que enviaste a los bárbaros han regresado. Y
han traído a tu sobrino junto con un… emisario.
Miré de soslayo al mayordomo, pero me guardé mi broma. Albric se
levantó para saludarnos. El hombre parecía haber envejecido una década
desde la última vez que lo vi. Su rostro estaba grabado con preocupación, y
sus ojos estaban vacíos.
—Thomas —dijo el rey mientras abría los brazos a su sobrino. Se
abrazaron, luego Thomas retrocedió a mi lado—. Bienvenido, Brant… ¿Creo?
Te recuerdo de antes. Gracias por venir hasta aquí.
Asentí.
—Por supuesto, Su Majestad. Tenemos mucho que discutir.
—Brant, por favor, antes de que discutamos cualquier otra cosa. ¿Cómo
están mis hijas? Dime que están bien.
Tragando pesado, me puse una máscara de impasibilidad.
—Gozan de buena salud, Su Majestad.
Miró a Thomas como si quisiera confirmar mis palabras.
Thomas asintió.
Sería la primera de muchas mentiras que le diría al rey ese día.

72
10
“Cuando esa vocecita en tu cabeza que te molesta habla… probablemente sea una
idea buena no discutir con ella y prestarle toda tu atención. Para que no acabes
como yo…”
~Dayna Auvray

Algo frío salpicó mi cara. Me senté, jadeando, incluso cuando sentí que
el agua comenzaba a correr por mi cuello y pecho. Casi grité cuando un dolor
agudo en mis costillas me impidió ponerme de pie. Bueno, cualquier hechizo
doloroso que la bruja hubiera infligido en mí, no había mejorado desde nuestra
pequeña marcha por el bosque. Estupendo. Tuve que obligarme a tomar
respiraciones cortas.
Gisele se cernía sobre mí, furia en sus ojos. Me miró con tanta malicia 73
que me preocupó un poco que me incendiara simplemente con el odio que
ardía en su mirada, y luego arrojó un balde vacío que repiqueteó contra la
pared de la choza.
—Si no duermo, entonces tú tampoco —escupió la bruja.
—Me dijiste que no tocara nada o que intentara escapar —espeté—. Eso
no me dejó mucho que hacer. Lo siento, me aburrí un poco, ¿de acuerdo?
Además, el cuerpo humano solo puede recibir tanto daño antes de tener que
apagarse.
—Ahora estoy aquí, y me importa un culo de rata tu frágil cuerpo
humano. Endurécete o muere.
—Me pondré en eso —me quejé. Observé cómo Gisele pisoteaba,
literalmente pisoteaba, como un niño al que le da una rabieta, al tiempo que
golpeaba libros y frascos en un pequeño mostrador lleno de marcas de gubias
y manchado con una miríada de colores, desde un verde ácido brillante hasta
un carmesí rojo sangre tan oscuro que casi negro. Me estremecí al pensar en
lo que había causado estas últimas marcas. La mujer había sido una bola
gigante de pelusa y rayos de sol antes de irse. Ahora, sin embargo, la alegría
era casi demasiado para mí.
—¿Tuviste una mala mañana? ¿Quizás tus malvados planes no van tan
bien como planeaste?
—No sabes nada —gruñó.
—Sé que estás actuando como un gallo con el cuello en las manos del
granjero.
—¿Cómo iba a saber que su hermano tonto aparecería y secuestraría a
la princesa? —murmuró Gisele. Ya no me hablaba. De hecho, era casi como
si ya no existiera. Entonces, simplemente me senté y escuché para ver si podía
obtener alguna información útil.
Gisele tomó un pequeño caldero negro, una miniatura del que estaba
colgado en ese momento en el hogar. Empezó a abrir esas botellas con los
extraños líquidos arremolinados, luego vertió varias cantidades en el caldero.
Luego alargó la mano hacia una de las cestas que colgaban sobre el mostrador,
tirando hacia abajo un mirlo muerto. Cuando recogió un cuchillo de aspecto
malvado, la miré, extrañamente fascinada. Observé cómo extendía una de las
alas del ave y bajaba el cuchillo con un movimiento fluido, separando
limpiamente el ala del cuerpo.
74
Gisele tiró el resto del ave en la cesta y luego metió la mano en otro
recipiente. Sacó una serpiente, pero definitivamente no estaba muerta. Si
hubiera sabido que había estado durmiendo en la misma habitación con la
serpiente, podría haber estado más interesada en escapar antes. Envolvió su
cuerpo alrededor de su brazo, enroscándose y desenrollándose
constantemente. Mientras tanto, su lengua entraba y salía mientras miraba a
su alrededor. En mi mente, imaginé que estaba buscando algo a lo que golpear.
Viles criaturas, las serpientes.
—¿No eres una mascota dulce? —arrulló Gisele a la serpiente.
Resoplé.
—Si por dulce quieres decir “quiere morderte la cara”, entonces
supongo que podría considerarse dulce —murmuré.
La bruja desenrolló a la criatura de su brazo antes de dejarla sobre el
mostrador. Comenzó a alejarse, pero se detuvo a medio deslizarse cuando la
mano del cuchillo de Gisele bajó por segunda vez. La cortó, casi exactamente
por la mitad, con un golpe limpio. Recogió las dos mitades, ambas aun
retorciéndose salvajemente en estertores de muerte, y las arrojó al caldero.
Aparentemente, eso es lo que les sucede a las criaturas bajo el cuidado
de Gisele que ella considera dulces.
Para cuando la bruja terminó de arrojar cosas en su mini-caldero, tenía
mucha curiosidad por saber qué estaba intentando inventar. Pero entonces mi
estómago se hundió. ¿Y si ella quería que yo lo bebiera? Ser forzada a beber
un brebaje de bruja repugnante parecía solo mi suerte.
Gisele murmuró algunas palabras en voz baja, luego se cortó la mano y
la sostuvo sobre la mezcla. Una línea carmesí se elevó rápidamente. La sangre
de la mujer goteó en el caldero, silbando a medida que salpicaba la superficie
del líquido oscuro que había dentro. Un humo acre se elevó del caldero e
invadió la cabaña, provocándome arcadas.
—Eso no puede ser bueno —susurré.
Los ojos de Gisele de repente se dirigieron a donde yo estaba sentada
en el suelo.
—¿Sedienta?
Mis ojos se abrieron de par en par. Estupendo.
—En absoluto —respondí—. En realidad, acabo de tomar un gran trago
de agua antes. Estoy muy renovada. Sin embargo, gracias por la oferta.
75
—Oh, pero insisto —Gisele prácticamente ronroneó como un gato que
acaba de encontrar un pájaro muerto en el que quiere revolcarse. Recogió una
taza de barro de un estante y la sumergió en el caldero. Poniendo una mano
en su cadera, me tendió la taza.
—Es muy considerado de tu parte incluirme en cualquier hechizo de
brujería que estés elaborando allí, pero estoy más que bien si me dejas fuera.
Créeme, no herirá mis sentimientos en absoluto —dije. Intenté tragar, pero un
nudo de miedo se había formado en mi garganta.
—Oh, vamos —insistió—. No es educado rechazar la hospitalidad de
tu anfitriona. Solo toma un traguito.
—Voy a tener que declinar incondicionalmente. —Cerré los labios con
fuerza como si eso de alguna manera evitara que la bruja me metiera el
repugnante líquido. En este punto, intentaría cualquier cosa. Hice un
movimiento rápido hacia atrás, pero mi espalda chocó con la maldita pared
detrás de mí.
Me miró como si fuera una niña errante que acababa de negarse a comer
mi cena.
—Esto sería mucho más fácil si hicieras lo que te dicen —espetó la bruja,
todo el entusiasmo perdido.
Sí, una niña errante, pensé mientras sacudía la cabeza.
—Lo siento, pero me comprometí a que nunca haría la vida de una bruja
más fácil simplemente haciendo lo que me decía. Siento una gran pasión por
cumplir con mis compromisos.
—En realidad, no quería hacer esto de la manera difícil porque la
manera difícil significa que babearás. Odio la baba —dijo, con el rostro
arrugado.
—Yo también —le ofrecí—. No me veo bien con baba. Probemos otra
cosa. Como no hacer que la prisionera buena beba la poción desagradable. Eso
probablemente sería lo mejor para todos los involucrad… —Gisele extendió la
mano que había estado apoyada en su cintura. Un destello de iluminación
salió de su mano. Algo me golpeó fuerte en el pecho, cortando mis palabras.
Fue entonces cuando se apagaron las luces.
No tenía idea de cuánto tiempo había pasado antes de que mis ojos se
abrieran lentamente. El mundo estaba borroso. Lo que entró en foco se
duplicó. Salté cuando vi dos de Gisele.
—Por favor, no dos. Seguramente, el mundo no puede con dos como 76
ella —murmuré en tanto trataba de aclarar mi vista. Me froté los ojos y
parpadeé. Mis pestañas revolotearon como esas ridículas fulanas en la corte
compitiendo por la atención de los hombres.
Finalmente, cuando la habitación se enderezó, miré a la bruja que se
cernía sobre mí. Me estaba mirando demasiado intensamente.
—Estás actuando un poco extraño, incluso para ti —dije. Sentí como si
estuviera esperando que me convirtiera en un pato que andaba como un pato
y que ladraba como un perro.
—¿Cómo te sientes? —preguntó mientras entrecerraba sus ojos
malvados.
Lo pensé por un momento. ¿Cómo me sentía? Al principio, no sentí
nada. Entonces, me di cuenta de que no quería arrancarle los ojos a la bruja
como había hecho antes. De hecho, me sentía bastante agradable, lo que me
puso nerviosa. La amabilidad no era una cualidad que yo valorara mucho en
mí misma. Pero ahora sentía… como si quisiera algo más que complacer a la
mujer que tenía delante. Entrecerré los ojos. Eso no podría ser correcto.
Odiaba a esta bruja. Después de todo, mató a Hilda. La apuñalaría en un
santiamén si pudiera. ¿No lo haría? No, eso tampoco estaba bien. Estaba
siendo tonta. Gisele era mi amiga. Debería hacer lo que ella decía. La escruté
a través de los párpados entreabiertos.
—Me has hecho algo. Debería querer matarte. Pero parece que no
puedo reunir la fuerza para odiarte. ¿Qué hiciste?
Sonrió.
—Nada tan malo —dijo—. Solo mejoré un poco tu disposición. Dios
sabe que lo necesitabas. Ahora, no intentarás escapar, y no tendré que
preocuparme por pelear contigo.
—¿Por qué querría escapar? ¿O en todo caso, pelear contigo? —Negué
con la cabeza en confusión.
—Exactamente, ¿por qué hacerlo? —canturreó prácticamente—.
Ahora, experimentemos un poco… solo para asegurarnos de que todo
funciona exactamente como pretendía.
—Eso suena como una buena idea —dije, e inmediatamente me
pregunté por qué, en el nombre de los dioses, creía que hacer algún tipo de
experimento con Gisele, la bruja loca, era una buena idea. Pero el pensamiento
huyó tan pronto como se materializó.
—Levántate —ordenó.
77
Sabía que estar de pie no se sentiría bien. Aún me dolía el cuerpo. Pero
Gisele lo había pedido, así que debe ser lo mejor para mí. Me puse a cuatro
patas. Aunque tomó algún tiempo y estuvo acompañado por repetidos
resoplidos y carcajadas de mi espectadora, odiaba estar decepcionándola.
Sabía que el tiempo de mi amiga era valioso: finalmente logré ponerme de pie.
—Ta-da —dije, sintiéndome realizada y queriendo patearme el trasero
al mismo tiempo.
—Ahora, déjame diseñar una prueba apropiada —dijo Gisele—. ¿Qué
nunca haría una princesita mimada? Ajá, lo sé. Siempre has querido hacerte
amiga de una rata, Dayna. Desde que eras una niña. Sientes que completaría
tu vida. Ve a buscar una rata y convéncela de que sea tu amiga del alma.
Las palabras de la bruja… ¿Bruja? Esa palabra suena tan negativa. Las
palabras de la mujer llenaron mi mente, y sonaba absurdo y completamente
lógico al mismo tiempo. Por supuesto, siempre quise hacerme amigo de una
rata. Naturalmente, ¿quién no?
Tal vez, la gente cuerda, respondió una vocecita en el fondo de mi mente.
La voz me sonaba extraña.
¿Quién eres tú?, pregunté a la voz.
Soy la parte de tu mente que no ha sucumbido al hechizo al que te sometió la
bruja
Negué con la cabeza, descartando eso de inmediato. Eso era tonto. No
había forma de que estuviera bajo un hechizo. Tenía una voluntad demasiado
fuerte para tener mi propia mente comandada por otra.
—La rata, niña. Estás buscando una rata —gruñó Gisele.
—Cierto. Por supuesto. La rata. —Empecé a caminar lentamente
alrededor de la cabaña, inclinándome y chasqueando la lengua—. Aquí ratita,
ratita, ratita —canté. ¿De qué otra manera llamaría a una rata? Seguramente,
estarían más inclinadas a ser mis amigas si sonara atractivo y dulce, ¿verdad?
Suenas como una idiota. Ahí estaba esa maldita voz otra vez. Decidiendo
que era mejor ignorarla, continué mi búsqueda de un nuevo mejor amigo
roedor.
Porque eso es algo completamente racional que haría una persona en control total
de su propia voluntad.
Cállate, maldita voz.
78
—Sal, sal, donde quiera que estés. Te daré queso y una manta caliente
para acurrucarte. A las ratas les gustan las mantas calientes, ¿no? —Miré a la
bruja.
Apenas miró en mi dirección mientras agitaba la mano.
—Seguro, seguro. Lo que sea. Sigue buscando.
En algún momento, me puse a cuatro patas, a pesar del dolor que me
causaba, y me arrastré, yendo de un extremo a otro de la habitación.
Empezaba a pensar que en la cabaña no vivían ratas. ¿O tal vez ninguno de
ellos quería ser mi amigo? Eso no podría ser cierto. ¿Quién no querría ser mi
amigo?
Prácticamente cualquier persona que no quisiera parecer un tonto, volvió a
sonar la voz.
Calla, voz. Gisele es mi amiga.
De repente, hubo un sonidito de arañazos en la esquina a mi derecha.
Corriendo, moví lentamente una pila de libros polvorientos. Allí sentada sobre
sus patas traseras había una rata, sus pequeños ojos brillantes miraban
fijamente algo que sostenía en sus diminutas manos con garras. Ni siquiera
pensé. Extendí la mano, luego lo agarré antes de que la criatura se diera cuenta
de que había sido detectada.
La rata graznó y se movió ferozmente, intentando liberarse. Incluso
intentó girar la cabeza y morderme. Sosteniéndolo cerca del cuello para que
no pudiera moverse, abracé el cuerpo contra el mío. Me levanté de mi posición
de rodillas. A Gisele, le lancé una sonrisa triunfante cuando dije:
—¡La conseguí!
Gisele estudió la rata en mis manos, con los labios fruncidos.
—No parece que la criatura quiera ser tu amigo del alma.
—Bueno, nos acabamos de conocer. No puedes esperar que de repente
saltemos a una relación. Tenemos que llegar a conocernos. Él se dejará
convencer. O tal vez es una ella… aún no estoy exactamente segura.
Los labios de la mujer se torcieron y sentí como si quisiera reírse de mí.
—Por todos los medios, ponte cómoda y conoce a tu rata.
No. NO llegues a conocer a la rata. Te verás como una idiota más grande de lo
que ya eres. Por el amor de Dios, cálmate, mujer, gritó la voz prácticamente.
Deja de gritar, respondí. Me estás dando dolor de cabeza.
79
Regresé al mismo lugar en el piso donde había estado sentada antes,
luego me deslicé por la pared hasta que estuve sentada. La rata se detuvo, pero
sus ojos no parecían menos aterrorizados.
—Hola —dije, intentando no sonar amenazante—. Mi nombre es
Dayna Auvray y soy una princesa. —Le dije esto a la rata con la esperanza de
que mi título pudiera alentarlo a querer ser mi amigo. ¿Quién no quería ser
amigo de una princesa?
—¿Cuál es tu nombre? —pregunté. Decidí llamarla niña porque parecía
más apropiado que me hiciera amigo de una niña y no de un niño.
Por supuesto que sí, suspiró la voz. Me encogí de hombros, mirando a la
rata.
—Entiendo si eres tímida. Solo te daré un nombre hasta que quieras
decirme el tuyo. Te llamaré…
—Tonta —interrumpió Gisele—. La llamarás Tonta.
Fruncí el ceño.
—¿En serio? Parece una elección extraña para un nombre.
—Te encanta —dijo la bruja.
—Sí, por supuesto que sí —gorjeé—. Me encanta Tonta. Es un gran
nombre. Y puedo llamarte Tontis por cariño.
El cacareo de la bruja desvió mi atención, y me sorprendió verla
inclinada y agarrándose el estómago.
—Es posible que tenga que mantenerte únicamente para entretenerme
—dijo entre risas.
—Ignórala, Tontis —dije, girándome hacia mi amiga—. Está un poco
loca de la cabeza.
De verdad, dijo la voz, porque ella no es la que se hace amiga de una rata y la
llama Tontis.
La voz sonaba tan racional. Entonces, ¿por qué quería ignorar todo lo
que decía?
Porque estás bajo un hechizo, dijo lentamente. La idea de estar bajo un
hechizo que le permitía a Gisele controlar mi mente me hizo estremecer. El
mero pensamiento de eso me hizo querer sacar mi cerebro de mi cabeza.
Seguramente, ese no podría ser el caso. Ignoré la posibilidad. Ignorar los
problemas mentales difíciles siempre fue el mejor curso de acción. 80
—Entonces, Tontis, ya que estás un poco callada, te contaré un poco
sobre mí. —Me eché hacia atrás, me puse cómoda y la abracé un poco más
cuando empezó a moverse de nuevo—. Como dije, soy una princesa, la
heredera más joven al trono de Inglaterra. He vivido una vida privilegiada, y
puedo admitir que he sido un poco malcriada. Sin embargo, estoy muy
agradecida por todo lo que me han dado. Mi hermana mayor es mi mejor
amiga. Su nombre es Allete. La amarás. Y no tengo ninguna duda de que ella
simplemente te adorará. Aunque creo que tendremos que darte un baño antes
de conocerte. Odio ser grosera, pero hueles un poco como a pan mohoso.
—¿Eso es lo que le dices a todos tus amigos? —preguntó Gisele.
—Soy honesta con ellos. No tiene sentido ser amigos si no estás
dispuesto a ser honesto.
—¿Huelo? —preguntó la bruja, sonando muy curiosa.
—Me gustaría señalar que no somos amigas. No tengo que ser honesta
contigo, pero, en este asunto, lo seré porque soy yo quien sufre. Apestas. Tu
olor es tan repugnante que tengo que luchar contra las ganas de vomitar, y
estoy empezando a creer que el olor de mi propio vómito podría ser una mejor
alternativa a tu hedor.
Los ojos de Gisele comenzaron a brillar con un espeluznante color
verde.
—¿Demasiado, honesto? —pregunté, arqueando mi ceja.
—Dile a tu rata que significa más para ti que cualquier otra cosa, y la
protegerás con tu propia vida. Y luego asegúrate de seguir adelante si se trata
de eso —escupió.
—Por supuesto —respondí. Estaba intentando hacerme amiga de
Tontis y quería que se sintiera segura porque quería que todos mis amigos
estuvieran a salvo—. Tontis, te prometo mi lealtad y te prometo protegerte con
mi vida si la tuya corre peligro.
Más tarde, mirarás hacia atrás y querrás enterrar la cabeza en la arena
por lo tonta que la bruja te ha hecho, dijo mi voz amistosa y alentadora.
Ignorando la voz, volví con mi nueva amiga y continué contándole
sobre mí. De vez en cuando, Gisele decía algo que no ayudaba y yo
simplemente la ignoraba.
—Sabes escuchar muy bien —le dije a Tontis una hora más tarde—.
Aunque, me gustaría que compartieras un poco sobre ti. ¿De dónde vienes? 81
¿Tienes hermanos?
—¿Tienes alguna enfermedad? —intervino Gisele.
—Aunque suene insensible, Tontis, tengo que admitir que es una
pregunta válida. Eres una rata, después de todo. Los de tu especie no son
exactamente conocidos por ser limpios y puros —señalé.
—Tan entretenido como ha sido esto, tengo algo útil que realmente
puedes hacer, Dayna, ahora que sé que nuestro experimento ha funcionado.
Trae a tu estúpido amigo aquí y luego mételo en esta jaula. —Cuando levantó
la jaula, me puse de pie e hice lo que me dijo. Por alguna razón, este acto de
obediencia se sintió bastante extraño. No podía recordar haber hecho lo que
me dijeron antes.
Vi como Gisele colgaba la jaula de un gancho.
—Puede descansar allí, y puedes jugar con ella más tarde.
Asentí.
—Sí, puedo jugar con ella más tarde. —¿Por qué la estoy repitiendo?
—Quiero que salgas a recoger hongos como este. —Mostró un ejemplo.
Tenía un tallo grueso y una parte superior en forma de huevo que colgaba
sobre el tallo—. No vayas tan lejos que ya no puedas ver la cabaña. Cuando
hayas reunido lo suficiente para llenar la canasta —me tendió una canasta de
mimbre marrón—, entonces puedes regresar.
—¿Y qué pasa si me quedo sin los hongos que están a la vista de la
cabaña antes de que la canasta esté llena?
—Entonces espera hasta que crezcan más.
—¿Qué pasa si muero antes de que crezcan más?
—Si sientes que vas a morir, primero cava una tumba y luego acuéstate
en ella. Serás el fertilizante de hongos perfecto.
Incliné mi cabeza levemente, sintiendo que algo sobre esa declaración
debería molestarme. Pero Gisele dijo que lo hiciera, y sentí que quería hacerlo.
Y parecía racional.
En serio, gritó la voz, llenando mi cabeza con un sonido estridente.
¿Cavar tu propia tumba y acostarte en ella para morir parece racional?
preguntó.
Bueno, ¿quién más va a cavar mi tumba? desafié. 82
¿Qué tal no esperar a morir y tratar de escapar en lugar de recolectar los
sangrientos hongos?
Puse los ojos en blanco. Obviamente no estabas escuchando. Ella no
quiere sangrientos hongos. Los champiñones regulares serán suficientes.
Ahora, silencio, tengo trabajo que hacer.
Salí por la puerta y al instante vi los hongos de los que Gisele había
estado hablando. Estaban por todas partes. Eso era genial. No debería ser
demasiado difícil llenar la cesta antes de morir. Por alguna razón, se sentía
importante que no muera.
Sí, tienes un gran plan, princesa, refunfuñó la voz.
11
“Cuando comienzas a sentirte más tonto que un objeto inanimado, es hora de dar
un paso atrás y recordar que eres un ser sensible y el objeto en cuestión no es más
que una colección de materiales ensamblados para hacer algo útil. Y aunque
deberías estar por encima de esas cosas, y el objeto ciertamente no te escuchará ni
te sentirá, no te culparé si maldices y golpeas a la maldita cosa. Si no hay otra
razón que simplemente para hacerte sentir mejor.”
~Diario de Allete Auvray

—¡Abre, maldita sea! —Golpeé mi mano sobre la mesa, haciendo que


el libro de profecías de Hilda rebotara.
—Hemos intentado gritarle. No parece ser efectivo —dijo Myra.
83
Girando hacia la anciana, la miré antes de decir:
—¡Han pasado dos días desde que encontramos este libro olvidado por
los dioses! ¿Por qué no se abre? —No fue muy justo de mi parte gritarle a Myra.
No era su culpa que no pudiéramos separar las portadas del maldito libro. ¿Por
qué demonios Hilda querría que encontrara el libro, pero luego no me dio
ninguna forma de abrirlo? Porque ella es Hilda, por eso.
—Sé que estás frustrada —dijo Myra—. Pero romperemos esta nuez
engañosa. Solo tenemos que pensar fuera de la caja. En vida, Hilda tendía a
ser un poco, poco convencional. No sorprende que sus idiosincrasias aún nos
atormenten después de que ella se haya ido.
—Tú dices poco convencional, yo digo loca por las alas de murciélago
—dije secamente. Myra y yo ya habíamos intentado todo lo que se nos ocurrió
para abrir el libro. Sabía muchos hechizos para deshacer ataduras, ninguno de
los cuales tuvo el más mínimo efecto. Incluso probamos la magia de sangre de
nuevo. Después de otro corte desagradable en mi mano, el libro seguía
cerrado. Sangre para unir, pero aparentemente no para abrir. Casi se sentía
como si el espíritu de Hilda viviera en el libro, y la anciana se estaba divirtiendo
mucho de nuestros débiles esfuerzos. No te reirás si tiro tu maldito libro al
océano, ¿verdad, oráculo?
Myra se tocó la barbilla mientras tarareaba una melodía desconocida.
Noté que la bruja parecía tararear inconscientemente cuando estaba pensando.
Sin hacer ningún ruido aparte de alguna que otra maldición murmurada,
simplemente miré con furia al objeto inútil y resistí el impulso de pisotearlo.
Maduro, lo sé. Todos tenían derecho a momentos de dos años de vez en
cuando, especialmente cuando necesitaban abrir un libro mágico de vital
importancia y se negaba obstinadamente a hacerlo. Y el momento de dos años
fue doblemente apropiado cuando el conocimiento dentro del libro era
probablemente lo único que podía derrotar a mis poderosos enemigos. Volví a
golpear la mesa.
Myra de repente se enderezó, con los ojos muy abiertos.
—¿Qué? ¿Has pensado en algo? —pregunté.
Los labios de Myra se curvaron lentamente en una sonrisa que me dio
escalofríos.
—Creo que podría. —Parecía que la mujer estaba canalizando su Hilda
interior. Todo el mundo debería tener una Hilda interior, por cierto. O al
menos una Dayna interior.
84
—Pareces una mujer mal de la cabeza —le dije a Myra.
—Escupir —respondió ella.
—¿Perdón? —Fruncí el ceño.
—Escupir —repitió.
—A riesgo de sonar como una idiota engreída, déjame asegurarte que
las reinas, o las princesas, para el caso, no escupen. Aunque mi hermana es
ciertamente una excepción a la regla. La he visto desafiar a miembros de la
guardia de palacio a competencias a distancia. Asqueroso.
Myra puso los ojos en blanco.
—Será mejor que superes tus inhibiciones —dijo—. No solo eres una
reina. Eres una oráculo y una escudera. Y estoy bastante segura de que a Freya
y Babs no les importa empeñar un escupitajo de vez en cuando.
Me estremecí.
—Qué asco.
Myra agitó su mano frente a su cara.
—Cuando peleas en condiciones polvorientas, ves, todas las partículas
quedan atrapadas en los conductos nasales y… no importa, no es importante
ahora. No es la saliva de un guerrero lo que necesito, es la de una oráculo. —
Recogió el libro y lo volteó, con el lomo hacia abajo, de modo que yo miraba
el borde exterior cerrado de las páginas doradas—. Escupe aquí —ordenó,
señalando la decoración dorada.
Me alejé, mi rostro se arrugó mientras la miraba como si le hubieran
crecido dos cabezas.
—¿Quieres que escupa en el libro?
—¿Debo repetir siempre?
—Sí, cuando se trata de escupir en libros mágicos —respondí—. No
creo que tomarse un momento para garantizar cierta claridad no sea
razonable.
—¿Crees que escupir en un libro mágico es ridículo? —preguntó.
—Obviamente.
—¿Y crees que tu antigua mentora encontraría eso divertido?
—Ella lo haría.
85
Encogiéndose de hombros, Myra arqueó las cejas. Puse los ojos en
blanco. Por supuesto. Hilda tendía a hacer el ridículo o, más bien, a hacer que
otra persona hiciera algo ridículo para que se sintiera como un imbécil
completamente incompetente. Era exactamente el tipo de cosa que haría
Hilda: hacer que su nuera princesa tuviera que escupir en contra de su
voluntad. Gracias, Hilda. Levantando la cabeza como si pudiera verla en los
cielos, la miré.
—No olvidaré esto cuando muera y te vuelva a ver, anciana.
Haciéndome escupir en un libro como un marinero borracho que ha estado
masticando hongos —murmuré mientras tomaba el libro de Myra.
Lo sostuve como ella me había indicado, luego hice una mueca en tanto
juntaba humedad en mi boca. Puaj.
—Allete, ¿qué pasa? ¿Estás enferma? —la voz de Torben retumbó en mi
mente.
—No estoy bien. Solo recordando lo malvada que podría ser tu madre. Y lo digo
con completo afecto.
Se rio.
—No, no lo haces. Pero sé que aún la extrañas.
—Eso hago. Hablaré contigo más tarde sobre cómo van tus viajes si te parece
bien.
—Sí. Te quiero.
—Y yo ti.
—¿Terminaste de hablar con tu vikingo? —Myra sonrió.
—Sintió mi disgusto —le dije, y luego lo superé de una vez. Expulsé mi
saliva en los bordes de las páginas cerradas, luego levanté una ceja hacia Myra
como si ella pudiera decirme qué hacer a continuación. Se rio.
—Mira —dijo la bruja, señalando el libro.
—Esa diablesa —susurré, mirando con incredulidad cómo la saliva se
absorbía en el libro. Los bordes dorados de las páginas comenzaron a brillar.
De repente, el libro se abrió como si no lo hubieran cerrado con tanta fuerza
como una almeja que protege su perla.
Fruncí el ceño. El libro estaba abierto, pero las páginas estaban en
blanco. Empecé a hojear frenéticamente las páginas en bruto, esperando algo
(un dibujo, un párrafo, una oración, una palabra, un garabato, una receta de 86
trucha con cangrejo en escabeche, cualquier cosa, por los dioses) en la página
siguiente o en la siguiente. Nada.
—De ninguna manera —gruñí—. De ninguna maldita manera.
Myra se echó a reír. Levantando una ceja, me pregunté si tal vez se
estaba volviendo un poco loca. Tal vez descifrar este libro había sido
demasiado duro para su antiguo cerebro.
—Nada podría ser simple con ella —dijo, sin dejar de reírse como una
maldita bruja. Sí, me di cuenta de que era una bruja, pero caramba, ¿tenía que
comportarse como tal?
—Por favor, dime que no dejó un libro vacío como una broma y ahora
tenemos que ir a buscar el verdadero —dije—. Te aviso si ese es el caso, voy a
tirar algunas cosas. Es posible que incluso desees salir de la cabaña. No soy
responsable de las lesiones corporales.
Myra finalmente dejó de reír para negar con la cabeza.
—No, nada de eso. Este es el libro correcto, estoy segura. Pero parece
estar bajo otro hechizo de protección. Tenemos que averiguar cómo hacer que
aparezca la escritura.
—¿He mencionado que en realidad no me gustan los rompecabezas?
—Me di cuenta de eso por mi cuenta —dijo Myra.
—¿Y ahora qué?
—Creo que tenemos que tomar un descanso. —Se puso de pie y se
movió con rigidez, estirando la espalda mientras presionaba sus manos contra
ella y se reclinaba—. Deberías descansar un poco, y también me gustaría
hacerlo.
—Sabes que podríamos prepararte una cama aquí para que no tengas
que caminar de regreso a la cabaña de las escuderas todas las noches.
Me desestimo con un gesto de su mano.
—Caminar es bueno para el espíritu. Y el aire de la noche limpia los
pulmones. ¿Y quién sabe cuándo podría regresar tu marido? No quiero estar
cerca de esa reunión. Lejos de interponerme entre un escandinavo recién
casado y su novia. Soy vieja, pero no he olvidado todo lo que sucede en el
lecho matrimonial.
Después de que salió, continué mirando el libro. Entendí la necesidad
de proteger la información que contenía, pero ¿por qué Hilda no pudo pasarme
la llave para desbloquear el libro cuando me atacó con todos sus recuerdos? 87
Supuse que, a sus ojos, eso habría sido demasiado fácil y no tan divertido de
planear para ella.
Metí el libro debajo de los montones de piel con los que Torben había
construido nuestra cama, no quería que el tomo fuera de mi alcance ni por un
segundo. Sentí una conexión con él desde el momento en que lo sostuve por
primera vez, pero ahora que se había abierto, la atadura era aún más fuerte.
Cuando me metí en la cama, mi cuerpo se sentía tan pesado como el
plomo y mi mente tan lenta como la melaza. Simplemente estaba agotada.
Pero no demasiado cansada para llegar a mi ancla, mi esposo.
—¿Mi amor? —dije a través del vínculo.
—Suenas cansada, princesa —respondió Torben, su voz llena de la ternura
que siempre me mostraba.
—Resolver los acertijos de tu madre es agotador. No tengo ninguna duda de que
ella me está mirando y se está riendo a carcajadas.
Cuando se rio, me consoló el sonido familiar. Me imaginé mi cabeza
recostada contra su pecho mientras sentía su calor.
—Te extraño —dije honestamente—. Sé que solo han pasado dos días, pero
son dos días demasiados.
—Estoy de acuerdo. La vida parece demasiado corta para pasarla separados uno
del otro. Cuando todo esto termine y la paz reine en nuestro clan, pasaremos muchos
días simplemente envueltos el uno en el otro.
—La mejor idea de mi vida, vikingo —bromeé—. ¿Ya llegaste al primer clan?
—Llegaremos en la próxima hora. Es tarde, así que no nos acercaremos hasta la
luz del día. Acercarnos de noche puede hacerles sentir como si fuéramos una amenaza.
Enviaremos una señal de paz antes de acercarnos —explicó.
—¿Qué vamos a hacer si no ayudan?
—Honestamente, Allete, aún no he resuelto eso.
Me encantaba cuando compartía sus vulnerabilidades conmigo. Me
encantaba que pudiera admitir que no tenía todas las respuestas. No porque
me hiciera sentir mejor conmigo misma, sino porque un hombre que podía
reconocer esas cosas era un hombre que estaba dispuesto a aprender y escuchar
a los demás en lugar de dejar que su orgullo lo arruinara.
—Supongo que, en este punto, no tiene sentido preocuparse por lo que podría ni
siquiera pasar. Aunque he descubierto que es uno de mis puntos fuertes —dije.
88
—Tu preocupación no es necesariamente una cualidad negativa, aunque no
quiero que te ahogues en ella. Pero a menudo da una idea de algo en lo que otros no han
pensado.
—Un día, no verás mis excentricidades con resquicios de esperanza —le
reprendí.
—Y un día, no disfrutarás de que no pueda quitarte las manos de encima —
respondió Torben.
—Entonces, ¿qué haremos?
—Elegiré estar ciego a tus excentricidades, así que no importará si hay
esperanzas o no, y tendrás un látigo de caballo para golpearme cuando no deje de tocarte.
Pero te advierto ahora que simplemente lo convertiré en un juego, y probablemente me
hará más amoroso.
—¿Por qué eso no me sorprende? —pregunté.
—¿Porque soy un hombre que ama el cuerpo de su esposa?
—Creo que puedes detenerte en “porque soy un hombre”. Esa debería ser una
explicación suficiente.
—Mujer de mala lengua —dijo con la voz sensual que sabía que yo
amaba.
—Nada de eso —le advertí, sabiendo que sería capaz de sentir mi
atracción hacia él—. Guárdalo para cuando llegues a casa. Estaré esperándote.
—¿En nuestra cama? ¿Desnuda y ebria de deseo por mí?
—Tal vez hay algo mal contigo, y es más que el hecho de que eres un hombre.
—No, princesa. Todo hombre quiere que su mujer lo espere en la cama y
desnuda.
—¿Todos los días?
—Todos. Los. Días. Todo el día si el trabajo y el tiempo lo permiten.
—Tal vez soy yo quien quiere a mi esposo en la cama y esperándome —dije.
—¿En serio? —preguntó, su voz elevándose un poco.
—No, pero por un breve momento, te emocionaste, ¿no? —No pude evitar
reírme.
—Duérmete, mujer malvada y bromista —gruñó, aunque pude sentir su
propio humor ante mis bromas.
—¿Tal vez te veré en mis sueños? 89
—¿Y recompensarte por tus bromas? Creo que no, mi amor. Te amo.
—También te amo. —Su presencia se desvaneció, pero aún podía sentirlo
en mi alma. Independientemente de sus palabras, sabía que lo vería en mis
sueños. El hombre no perdería la oportunidad de abrazarme, incluso si solo
fuera mientras dormimos—. Hasta pronto —susurré en la noche, sabiendo que
Torben sentiría mi intención.
12
“¿Qué hace que un hombre se vuelva leal a algo o a alguien? ¿Qué lo hace estar
dispuesto a morir por sus creencias? ¿Qué motiva su coraje para correr a la batalla
y estar dispuesto a quitarle la vida a otro? Quiero ser un hombre de convicción
profunda. Quiero ser un hombre de tal lealtad. Pero quiero ser esas cosas por las
razones correctas. De lo contrario, no soy un hombre. Soy simplemente un tonto.”
~Torben

Deseé tener tiempo para dormir un poco después de hablar con el jarl
de Akefor. Quería ver a mi novia en sus sueños. Ver su alma y saber que estaba
bien. Pero tenía que encargarme del clan antes de poder descansar, lo que
significaba asegurarme de que tuviéramos aliados. Mi amor solo tendría que
esperar. 90
—Esta primera parada será al clan Akefor. No sé el nombre del jarl allí
—dije a Rush. Comenzamos a reducir la velocidad a medida que nuestro bote
se acercaba a tierra.
—Espero que estemos haciendo lo correcto, Torben. ¿Y si nos hacen
responsables de lo que les pasó? —respondió.
Compartía las preocupaciones de mi compañero de clan. Pero Myra y
yo habíamos hablado sobre el tema y parecía segura de que no nos culparían.
Así que dejé a un lado la preocupación y seguimos remando.
Después de haber ayudado a Brant a seguir su camino, inmediatamente
preparé mi propio barco. No podía dejar que el miedo y la duda me impidieran
al menos tratar de conseguir más aliados. El tiempo era esencial. Tenía la
esperanza de que cuando regresara al clan Hakon, el rey Albric estaría allí
esperándome. Entonces estaríamos listos… pero ¿para qué? Aún no estaba
seguro de cómo ocurriría el ataque contra Cathal. Y estaba el tema del rescate
de Dayna que se cernía sobre mí como una nube de tormenta. El clan Thornag,
desafortunadamente, estaba en dirección opuesta al reino de Cathal. Dudaba
que los otros clanes agraviados estuvieran interesados en esperar su venganza
mientras yo rescataba a mi cuñada. Aun así, odiaba dejar a Dayna en las garras
del clan Thornag mientras libramos la guerra contra Tara.
—Parece que Cathal simplemente fue hacia el norte a lo largo de la costa
de Noruega atacando a los clanes del norte cuando se acercó a ellos —comentó
Rush.
—Eso parece. Clan Akefor, clan Bjornvik y clan Brending, los tres en
Noruega y con un par de días de viaje entre ellos.
Rush negó con la cabeza.
—¿Quién sabe a cuántas personas inocentes mató?
—Temo tener que decírselo a Allete cuando nos enteremos —dije. Sabía
que se sentiría responsable, aunque no tenía control sobre las acciones de
Cathal.
Una vez que tuvimos el barco en curso, no hubo mucha discusión entre
mi tripulación y yo. Había un sentido de urgencia en nosotros, y pude ver que
todos los hombres lo compartían. Era una tripulación pequeña, lo justo para
tripular el barco. Saqué a Rush y Siv de mis seis principales, y dejé a Kjell y
Amund atrás con el clan.
Rezaba a los dioses para que no pasara nada mientras nuestro clan
estaba dividido. Aunque odiaba dejar a Allete, saber que teníamos un vínculo 91
entre nosotros lo hacía más llevadero. Al menos podría contactarla. Aunque
si hubiera problemas y yo me enterara sin poder ayudarla, podría volverme un
poco loco. Pero aun así preferiría saber que no tener ni idea.
Después de un largo día de navegación, finalmente llegamos a la aldea
del primer clan. Era medianoche. La luna estaba llena en el cielo y dejaba un
resplandor espeluznante en la superficie del agua.
—Siv, enciende una llama. Rush, levanta una bandera blanca —le
instruí. Lo primero que necesitábamos que supieran era que veníamos en son
de paz. No quería recibir una andanada de flechas tan pronto como mis pies
tocaran la playa.
Una vez que hicimos nuestra parte, esperamos una señal de regreso.
Imaginé que un vigilante iba a despertar a su jarl y transmitir el mensaje de
que otro clan había solicitado entrar en su territorio.
Un cuarto de hora después, vi que se encendía una flecha. Se disparó en
el aire, luego se encendió un fuego en la playa. Una bandera blanca estaba
atada a un palo clavado en el suelo cerca del fuego.
—Eso es. Movámonos —dije, y Siv y Rush fueron a poner el bote en el
agua—. El resto de ustedes quédense en el bote —Trepando por la borda,
murmuré—. Con suerte, esto no tomará mucho tiempo.
Tan pronto como llegamos a la orilla, pisé la arena mojada y observé a
los hombres y mujeres del norte que estaban parados en un semicírculo, con
las manos en sus armas, todos aún envainados, afortunadamente,
observándome.
—Soy Torben, jarl del clan Hakon de Ravenscar —dije—. Solicito
formalmente una audiencia con el jarl del clan Akefor. Me disculpo por
suplicarles a ustedes nobles en la oscuridad de la noche, pero este es un asunto
de urgencia que no podía esperar hasta horas más brillantes.
Un hombre de considerable corpulencia, aunque no de gran altura, se
adelantó al semicírculo. Llevaba pieles de lobo gris sobre los hombros,
calzones oscuros y botas de piel. Sobre su cabeza descansaba una corona hecha
con las astas de lo que parecían ser varios alces adultos. Sus ojos grises eran
astutos mientras me miraba, claramente tomando mi medida.
—Soy Rafal, jarl del clan Akefor. ¿Cuál es este asunto urgente que te
impulsa a buscar una audiencia conmigo en medio de la noche, Torben del
clan Hakon?
—Feliz encuentro, Rafal —respondí—. Te ruego una audiencia para
discutir sobre un enemigo común de nuestros clanes. Pero primero, quiero que 92
el clan Akefor entienda que el clan Hakon viene en son de paz.
Independientemente del resultado de este parlamento, no albergaremos
ninguna mala voluntad hacia tu clan.
—Entendido —dijo Rafal.
Asentí y luego continué.
—Sabemos que tu clan fue atacado recientemente —dije—. Por un
ejército dirigido por un salvaje despiadado llamado Cathal. No solo atacó a tu
clan, sino también a otros, incluido el mío. —Hubo un estruendo de ira y
maldiciones murmuradas. Entendía muy bien su furia latente.
—De hecho, lo hemos hecho —dijo Rafal—. Este hombre afirmó estar
buscando a su reina inglesa. Dijo que ella le pertenecía y que había sido
secuestrada por un hombre del norte. Cuando le dijimos que no había mujeres
inglesas en nuestro clan, dijo que eso no era suficiente. Quería registrar nuestro
pueblo. Le dije que él no era el único rey que estaba en esta playa y que no me
inclinaría ante su voluntad. Hizo como si eso fuera el final y regresó a su bote.
Vimos partir su barco.
»Esa noche, nos atacaron mientras dormíamos. Perdimos muchos
guerreros y muchos hogares fueron destruidos. Fue rápido. Pero oí su voz,
aunque no lo vi. —Rafal ya no me miraba a mí, sino a las llamas de la hoguera
mientras revivía aquella noche espantosa—. Llamó a la noche, “que este sea
un mensaje para todos los que pensarían en negarle al rey de Tara lo que se
merece”.
—Siento que esto le haya pasado a tu gente, Rafal —dije, y realmente
lo decía en serio—. Cathal es un perro, y merece ser pisoteado bajo nuestras
zuelas. Vengo ahora con la esperanza de ofrecerte la oportunidad de buscar
una restitución.
La barbilla de Rafal se levantó cuando dio un paso más cerca de mí.
—Estoy escuchando.
—La reina inglesa que buscaba Cathal es, de hecho, Allete Auvray, mi
novia.
Un murmullo emocionado recorrió a los miembros del clan de los
alrededores ante estas palabras. Rafal levantó una mano para callarlos.
Entendí su reacción. Era insólito que un hombre del norte tomara una esposa
inglesa.
—Entonces, ¿trajiste este infierno sobre nosotros? —vino una voz de la
multitud. 93
Lo ignoré.
—Si me permites un momento, Rafal, te explicaré cómo sucedió todo
esto. —Haciendo una pausa, lo miré fijamente.
—Continúa —dijo el jarl.
—Mi madre, Hilda, era una oráculo de renombre. Vio muchas profecías
cumplirse durante su vida.
Rafal asintió.
—Sabemos de Hilda la Oráculo. ¿Por qué hablas de ella en tiempo
pasado?
—Desafortunadamente, mi madre fue asesinada por una bruja al
servicio del clan Thornag. —Ahora corrían jadeos entre la multitud, así como
maldiciones, murmullos y algunos escupitajos en el suelo.
—Lo siento, Torben. Que el espíritu de tu madre vuele rápidamente a
las estancias de nuestros antepasados.
—Gracias, jarl Rafal —dije—. La profecía más reciente que dio mi
madre fue que me casaría con una novia extranjera. El jarl anterior del clan
Hakon, Magnus, se había vuelto inestable y codicioso. Estaba paralizando a
nuestro propio clan al pedirme que disciplinara a nuestros guerreros mediante
el desmembramiento por afirmaciones ridículas. La oráculo afirmó que mi
destino era derrotar al jarl y tomar su lugar. Todo esto ha llegado a pasar.
Desafié a Magnus por el cargo de jarl, luego lo maté en un juicio por
combate… y Allete es la novia extranjera de la que habló la oráculo.
El rostro de Rafal era sombrío. Gruñó.
—La noticia de la maldad de Magnus no es sorprendente. He lidiado en
el pasado con tu antiguo jarl. El hombre era poderoso, eso no se puede negar.
Pero nunca lo consideré un líder sabio o justo. Si demuestras ser un mejor líder
de tu clan, Torben, te felicitaré por tu victoria sobre Magnus.
—Ciertamente espero liderar el clan Hakon de manera más honorable
que Magnus, y tu felicitación es muy bienvenida. Antes de derrotar a Magnus,
secuestró a la princesa inglesa, a quien ya conocía y me di cuenta de que sería
la mujer sobre la que había profetizado la oráculo. Su padre, el rey Albric de
Inglaterra, la había prometido como esposa a Cathal. Esta fue una alianza
política hecha antes de que el rey Albric supiera qué clase de hombre era
realmente Cathal.
»Cuando Magnus huyó con la princesa, Cathal, en su ira, lo persiguió. 94
Pero Cathal no sabía exactamente adónde había ido Magnus. Cathal atacó a
cuatro clanes intentando encontrar a la princesa. El tuyo, el mío y otros dos,
Bjornvik y Brending.
Otro hombre dio un paso adelante. Miró a Rafal, quien le dio un fuerte
asentimiento.
—¿Por qué no le diste a la princesa una vez que la recuperaste de este
Magnus? Entonces, todo esto podría haberse evitado.
Apreté los dientes, mordiéndome la réplica aguda que quería vomitar.
La idea de mi Allete cerca de Cathal me dio ganas de vomitar. Respiré hondo,
luego lo solté antes de responder lentamente. Sabía que mucho dependía de
mis próximas palabras.
—Prácticamente, no podía. Cathal ya había atacado a nuestros clanes
antes de que pudiera rescatar a la princesa. Como dije antes, Cathal no es
digno de ser molido bajo nuestros tacones. No se le puede llamar hombre. Un
verdadero hombre, un guerrero en el fondo de su corazón, no atacaría a los
inocentes. Asesinó a niños y mujeres a sangre fría. No le entregaría un perro a
ese tipo de monstruo, mucho menos una princesa del valor de Allete.
»Pero eso no importa. Como dije antes, la princesa es mi novia. Así lo
profetizó la oráculo, y se ha cumplido. —Miré de Rafal al resto de su clan,
intentando mirarlos a los ojos—. Sé que lo que estoy diciendo puede sonar
como una locura para sus oídos. Pero la profecía de la oráculo no se refería
solo a mí. También profetizó que Allete me ayudaría a llevar la paz a los clanes
del norte. Pero no a través de la batalla y la violencia. No a través de la
conquista. Magnus lo intentó varias veces. No funcionó. —Hice un gesto
detrás de ellos hacia su pueblo. No podía verlo bien en la oscuridad, pero sabía
que estaría en varios estados de reparación, tal como lo estaba el clan Hakon—
. Los norteños somos un pueblo fuerte. Felizmente volaría a la batalla con
ustedes, superado en número diez a uno contra cualquier enemigo en esta
tierra. Pero han visto lo que nos pasa cuando estamos divididos. Somos
desacreditados por extraños. Hoy estoy aquí ante su jarl pidiendo cooperación.
Pidiendo una alianza.
Los ojos de Rafal se entrecerraron.
—Torben, ¿qué es exactamente lo que estás diciendo?
—Pronto atacaré a Cathal con la ayuda del rey Albric.
Nuevamente, el clan comenzó a murmurar con incredulidad.
—¿Por qué te ayudaría el rey de Inglaterra? —preguntó alguien. 95
—Porque él también ha sido agraviado por Cathal. Cathal agredió a su
hija. Tal cosa aviva el fuego de un hombre a la acción, ya sea vikingo o inglés.
Y Albric es ahora mi suegro. Es un hombre justo, como lo somos nosotros.
Vería el fin de la tiranía de Cathal, tal como lo haríamos nosotros. Por eso me
ha prometido su ayuda. Aquí está el sello real de Albric. Me lo ha dado como
señal para demostrar que se unirá a la batalla. —Saqué el sello del bolsillo
interior de mi túnica y luego se lo mostré.
Rafal se acercó para tomarlo de mi mano. Lo examinó, volteándolo de
un lado a otro para comprobar su autenticidad, sin duda. Finalmente, gruñó.
—Es real.
Asentí.
—Si te unes a nosotros en esta batalla, puedes recibir una restitución por
las personas que Cathal se llevó y el daño que causó.
—¿Cuándo zarparán hacia el reino de Tara? —preguntó Rafal.
—Debo ir primero al norte y buscar la ayuda de los otros dos clanes, eso
tomará dos días más. Luego, navegaré de regreso a Ravenscar, lo que llevará
otros tres días. Para entonces, el rey Albric debería haber llegado al clan
Hakon. Planearemos nuestro ataque lo más rápido posible. Diría que quince
días como máximo.
Rafal se volvió hacia el hombre que le había hecho la pregunta anterior.
—Llama a los guerreros de las fronteras. Prepara el ejército. Prepara los
barcos. Navegaremos hacia Ravenscar en una semana, luego navegaremos a
la guerra. —Dejó caer el sello en mi mano antes de extender su brazo.
Agarrando su antebrazo, lo sacudí.
—Gracias. En realidad, lamento lo que ha sufrido tu clan —dije.
Rafal negó con la cabeza.
—No entiendo por qué estás en este camino, pero si una oráculo te puso
allí, entonces será mejor que no te desvíes. Tal vez si este Cathal hubiera
podido asegurar a la princesa inglesa como su esposa, le habría dado la
capacidad de conquistar tierras al norte de él, lo que lo habría llevado a
nosotros de todos modos. No es una locura cazar al lobo que sabes que te
acecha hoy, en lugar de esperar y convertirte en la cena mañana.
—Eso es verdad. Pase lo que pase, todo lo que involucre al rey Cathal
es malo. Es un hombre malicioso que vive sin honor. 96
—Entonces, también morirá sin ninguno. —Rafal sacó su espada y
luego la levantó hacia el cielo. El resto del clan Akefor hizo lo mismo. Con
una sola voz, rugieron su grito de batalla.
Rafal se ofreció a dejarnos pasar la noche, pero lo rechacé.
Necesitábamos seguir moviéndonos. Necesitábamos llegar a los otros clanes,
y esperaba que fuéramos tan bien recibidos como en el clan Akefor.
Una vez de vuelta en el barco, pusimos rumbo al próximo clan. Hice
que Siv estableciera una rotación de remo para que los hombres pudieran
descansar un poco.
—También necesitas dormir —animó Rush—. Nadie quiere aliarse con
un rey cansado y débil.
Lo empujé mientras se reía.
—No estoy ni débil ni cansado. Pero dormiré un rato. Despiértame en
una hora para que puedas dormir la siesta —dije, luego encontré un barril para
apoyarme mientras me sentaba. Cuando cerré los ojos, el balanceo del barco
me envió directamente a dormir.
Estuvo allí casi de inmediato, sentada en la hierba junto a un arroyo
tranquilo.
—Princesa —dije. Me senté detrás de ella, acercándome lo suficiente
para envolver mis brazos alrededor de ella. Acurruqué su espalda contra mi
pecho, luego enterré mi cara en su cuello, aspirando su aroma y deseando estar
de vuelta en nuestra choza, en nuestra cama.
—Te tomó bastante tiempo —bromeó.
—Me disculpo por hacerte esperar, mi amor. Pero puedo informar que tenemos
nuestro primer aliado del norte en la guerra que se avecina —dije.
—¿Qué tan malo fue el ataque a su clan? —Mi corazón se hundió. No
quería responder, pero sabía que sería mejor dar la noticia sin ningún intento
de endulzar.
—Ya es bastante malo que el jarl esté dispuesto a navegar hacia el reino de Tara
con el rey de Inglaterra como aliado.
Suspirando, apoyó la cabeza en mi hombro.
—Odio que les haya hecho esto, y odio que me estuviera buscando. Si Magnus
no me hubiera llevado, entonces Cathal no habría tenido ninguna razón para navegar
cerca de esos clanes.
97
—No creo que importe, Allete. Incluso si te hubieras casado con él, Cathal tiene
hambre de poder. Hubiera usado los recursos de tu padre para tomar más tierra. Lo ha
hecho al sur de su reino. Inglaterra era una oportunidad para moverse hacia el norte.
No se puede tratar de racionalizar las decisiones de un loco. Todo lo que quieren es poder.
—No tiene sentido estresarse por eso ahora, ¿verdad? Simplemente avanzamos.
Y Dayna —dijo, su cuerpo cada vez más tenso—. ¿Cómo vamos a recuperarla? ¿Y
qué crees que le va a decir Brant a mi padre?
Esa era la pregunta de las mil libras. No le había dado a Brant ninguna
instrucción sobre qué decirle al rey con respecto a su otra hija.
—Maldita sea —espeté con los dientes apretados. Se me hizo un nudo
en el estómago cuando me di cuenta. Sin órdenes dadas sobre qué decirle a
Albric, Brant decidiría en función de lo que creía que era mejor para Dayna y
el clan. Conocí a Brant. Lo conocía demasiado bien.
—¿Qué? —Allete saltó en mis brazos.
—No sé lo que dirá Brant, pero tengo una corazonada. Aún no quiero que te
preocupes. Tienes bastante de que preocuparte. Por favor, avísame tan pronto como
llegue tu padre —dije, sin querer agobiarla con lo que creía que probablemente
haría mi oficial al mando.
—Lo haré. Te avisaré en el momento en que veamos las velas —prometió.
—Necesitas descansar. —La apreté más fuerte, queriendo meterla dentro
de mí, en algún lugar seguro donde nada pudiera hacerle daño. Era
completamente irreal, pero no me impidió intentarlo—. Te amo princesa.
—Cuídate, mi vikingo. Vuelve a mí —dijo.
Mientras me alejaba del sueño, podía sentir las emociones de Allete en
mi alma. Podía sentir su amor y su preocupación. Podía sentir su
desesperación por recuperar a su hermana, pero también por no sacrificar a
ninguna persona por otra. Era una líder verdaderamente desinteresada, y era
mía. Lo que hice para ser bendecido por los dioses con alguien como ella,
nunca lo sabría.
—Torben. Torben. Jarl. —Podía escuchar que me llamaban por mi
nombre y sentir que me sacudían el hombro, pero luché por abrir los ojos. El
aire fresco de la mañana era fresco y había una capa húmeda de rocío por todo
el barco. Mi hombro fue empujado de nuevo, y parpadeé.
—¿Me dejaste dormir toda la noche? —pregunté innecesariamente.
Siv se encogió de hombros.
—Lo necesitabas. 98
—Maldita sea, ¿por qué doy órdenes si ustedes, malditos tontos, no las
siguen? —gruñí. Poniéndome de pie, estiré los músculos—. ¿Dónde estamos?
—Por eso te estaba despertando —dijo Siv—. Hemos llegado. Hay
banderas de clanes en esta playa. —Señaló con la cabeza hacia la tierra a unas
trescientas yardas de distancia, tal vez un poco más lejos—. Tenemos la vela
blanca izada. Y han devuelto la señal.
Asintiendo, le di unas palmaditas en el hombro.
—Buen hombre, Siv. —Me ocupé de algunos asuntos rápidos de la
mañana, agarré un trozo de pan de un barril convertido en mesa improvisada
y mordí un trozo—. ¿Está el bote en el agua? —Le pregunté a Rush.
—Lo está —confirmó.
—Entonces terminemos con esto. Gracias por dejarme descansar,
aunque no es lo que quería —le dije a la tripulación, recibiendo asentimientos
a cambio. Rush y Siv fueron los únicos que tuvieron el descaro de decirme algo
al respecto.
—Jarl, nuestro trabajo es protegerte —dijo Rush—. Incluso de ti mismo.
Le indiqué que acercara la escalera por donde subiríamos al bote.
—Dite a ti mismo todo lo que necesites para justificar no hacer lo que
tu jarl te dijo —dije, poniendo los ojos en blanco—. Métete en el bote antes de
que te tire por la borda.
Rush se rio entre dientes, pero trepó obedientemente por la borda.
Remamos hasta la orilla. Y así comenzó el proceso de reclutamiento de
nuevos aliados, como la noche anterior.
Después de presentarle al jarl Hagen la misma información que le había
transmitido previamente al jarl Rafal, Hagen se tomó un tiempo para hablar
en privado con su general y sus mejores guerreros. Rush y yo nos quedamos
en la playa con hachas y espadas apuntándonos. Creía que la respuesta era un
poco exagerada. Solo éramos dos, pero entendí la paranoia de Hagen y su
deseo de mantener a salvo a su clan. Cuando todo estuvo dicho y hecho, ellos
también acordaron convertirse en aliados y unirse a nosotros dentro de una
semana en Ravenscar.
Cuando llegamos al tercer clan, ya era tarde de nuevo. Tomó casi dos
días llegar allí. Estaban más al norte de lo que me había dado cuenta. La luna
no brillaba y había poca visibilidad. Disparamos la flecha llameante y luego
pusimos antorchas para iluminar la bandera blanca con la esperanza de que 99
pudieran verla. No queríamos ponernos al alcance de sus arqueros si decidían
que éramos el enemigo.
Pasó una hora antes de que viéramos o escucháramos algo. Finalmente,
respondieron de la misma manera, por lo que pudimos remar hasta la orilla.
El jarl Blaine del clan Brending era joven, aunque no tanto como yo.
También era un poco agresivo para mi gusto. Se enfureció durante una buena
hora por Cathal, y aparentemente incluso había llegado a las manos con el rey
de Taran.
—Le corté la cara. —Blaine se rio—. Ya no es tan bonito.
Imaginé que Cathal estaba más que enojado porque alguien había
podido atravesar su espada. Admitía que deseé haber sido yo quien lo hiciera,
pero me tocaría a mí. Y cuando llegara, no sería simplemente un corte en la
mejilla. Sería a través del cuello… y lo suficientemente profundo como para
que su cabeza rodara a mis pies.
Al final, Blaine felizmente accedió a unirse a nuestro ataque. Su
ferocidad sería una ventaja, pero su temeridad podría resultar perjudicial. Tal
vez involucrarse en esta empresa con jarls que eran más sensatos frenaría el
apetito de destrucción de Blaine. Por lo menos, sería bueno tener a Blaine
como aliado antes de que se vaya demasiado lejos.
Después de cinco días y medio navegando y reuniéndonos con los
clanes, regresamos a casa, sabiendo que nuestros aliados pronto se unirían a
nosotros en Ravenscar.
—Gracias a los dioses —susurró Rush en tanto que el sol de la tarde
calentaba nuestros rostros por el frío de noviembre—. Honestamente, no sabía
si Blaine iba a estar a bordo.
—Yo tampoco —admití—. Me sorprende que no persiguiera a Cathal
cuando el rey huyó.
—Probablemente hubo demasiada destrucción como para comenzar a
preocuparse por ir tras él. El general de Blaine, Latham, mencionó que habían
considerado hacer una incursión en la primavera a Tara. Así que, parecía que
estaban planeando lidiar con Cathal de una forma u otra —agregó Siv.
—Solo espero que también podamos dirigir su ira mientras la saciamos
—dije—. Lo último que necesitamos es otro jarl hambriento de poder, sin
importar a qué clan o reino pertenezca.
Mientras navegábamos a casa, consideré mis pensamientos sobre Brant
y la posible decisión que tomó cuando se acercó a Albric con respecto a su 100
hija. Apostaría mi vida a que Brant no estaría en Ravenscar con Albric cuando
yo llegara.
13
“Si alguna vez sientes que estás siendo un imbécil obtuso, entonces probablemente
lo seas. Puede ser pertinente evaluar tu comportamiento en lugar de ignorarlo.
Debería seguir mi propio consejo. Después de todo, doy consejos buenos.”
~Dayna Auvray

—¿Por qué esta rata no me habla? —Me quejé, para mi propio


disgusto—. Me dijiste que la mirara hasta que comenzara a hablar y que
eventualmente lo haría. Entonces, ¿cuál es el problema?
¿Te estás escuchando?, me preguntó la molesta voz, la que estaba a punto
de sacarme de quicio.
—Tal vez habla un idioma diferente —sugirió Gisele mientras hojeaba 101
uno de sus muchos libros viejos y polvorientos. Siempre parecía estar
buscando en algún libro antiguo. Me pregunté qué podría estar leyendo ella
que fuera tan interesante.
—¿Qué buscas en todos esos libros? —pregunté finalmente, desviando
mi atención de la rata obstinada que se negaba a hablarme. Rata tonta.
Gisele levantó la vista brevemente antes de volver a su tarea.
—¿Es algo en lo que podría ayudar? También podía hojear libros.
Quiero decir, cuatro ojos ven mejor que dos, ¿verdad?
—Es privado —espetó la bruja.
—Ooh, ¿es algún horrible secreto de tu pasado? ¿Un hechizo que salió
mal? ¿Y ahora estás intentando descubrir cómo deshacerlo? ¡Oh! Tal vez sea
un hombre. Es un hombre, ¿no? —pregunté, aplaudiendo mientras me sentaba
en el taburete frente a ella.
Si sus ojos hubieran podido matarme con una mirada, lo habrían hecho.
Cerró de golpe el libro y luego lo arrojó a un lado. Luego agarró otro y lo abrió
de un tirón.
—No tiene nada que ver con un hombre —dijo, sonando como si fuera
la cosa más absurda del mundo—. No tengo tiempo para algo tan trivial como
una relación con un hombre.
—¿Nunca has estado enamorada? —pregunté, comenzando a deslizar
subrepticiamente un libro hacia mí.
Gisele tomó el libro que estaba leyendo, lo puso sobre la mesa y luego
se inclinó para leerlo, presumiblemente para tratar de fingir que yo no existía.
Encogiéndome de hombros, furtivamente deslicé el libro en mi regazo. Supuse
que, si me callaba ahora, ella sospecharía, así que seguí con mi diálogo
mientras abría el libro.
—¿Hay alguna regla en alguna parte que diga que las brujas malvadas
que juegan con magia oscura no pueden enamorarse? Quiero decir, parece una
regla ridícula. ¿Por qué alguien malvado no puede enamorarse? Quizás si
amaran, entonces no serían malvadas. Tal vez sea la falta de amor lo que las
hizo así en primer lugar. —Estaba intentando pasar las páginas viejas sin hacer
ruido, pero las arrugas por la edad de ellas lo hicieron difícil.
A medida que mis ojos recorrían las páginas, me di cuenta de que era
un diario. Rápidamente volví al interior de la portada para ver si había un 102
nombre. En letra pequeña y desplazable hacia arriba en la esquina izquierda,
estaba garabateada Gisele Eliza Kent. Mis ojos se abrieron de par en par y
miré hacia arriba para ver si la bruja aún estaba ocupada. Aún estaba inclinada
sobre su propio tomo. Cuando se movió, inmediatamente comencé a hablar
de nuevo.
—Nunca he estado enamorada. Creo que podría ser muy pronto. Si
llego a verlo de nuevo, es decir.
—Eres demasiado joven e ingenua para saber qué es el amor —
murmuró Gisele.
—¿Cómo sabes eso? —pregunté, pasando otra página y llegando a una
entrada que me llamó la atención.
—Porque has vivido en la casa de tus padres, a salvo detrás de los muros
del castillo, toda tu vida. Nunca te has enfrentado a la verdadera adversidad.
Enfrentar desafíos es lo que te hace sabio. ¿A qué te has enfrentado, princesa?
—Tal vez hace un par de meses eso era cierto —admití—. Pero desde
entonces, he sido secuestrada por un loco, mantenida cautiva por el hermano
trastornado de dicho loco, violada por bárbaros, castigué a esos bárbaros
quitándoles las manos, y ahora he estado cautiva de una bruja oscura… diría
que he convertido enfrentar la adversidad en un arte.
—¿Y qué has aprendido? —desafió la bruja—. ¿Has aprendido que no
puedes confiar en nadie más que en ti? ¿Has aprendido que las personas
siempre se cuidan a sí mismas primero? ¿Has aprendido que eres impotente en
un mundo donde hay quienes ejercen la magia y tienen todo el poder?
Mi boca se abrió mientras miraba la parte de atrás del libro detrás del
cual ella estaba agachada.
—Guau. Alguien realmente te hizo un numerito. ¿Estás segura de que
no fue un hombre?
Aparentemente, eso era todo lo que podía manejar. Para ser justos, tenía
mucho que manejar. Cerró el libro de golpe, agarró una capa y caminó hacia
la puerta.
—Voy a salir. No quieres irte. Te encanta estar aquí. Es tu lugar favorito
para siempre. —La puerta se cerró lo suficientemente fuerte como para sacudir
la cabaña.
—Este es mi lugar favorito —canturreé—. Mi mejor amiga Tontis está
aquí. ¿Dónde más podría querer estar?
Tal vez con tu hermana o con ese chico del que crees que podrías 103
enamorarte, señaló la voz.
Estaba segura de que tenía un punto, pero me hizo sentir mal. No me
gustaba equivocarme.
—Adelante —dije, volviendo mi atención al diario. Con Gisele fuera,
era libre de leer sin la preocupación de que me atrapara.

30 de octubre de 995
Mañana es Samhain. Es la única época del año en que los espíritus compartirán
su poder con los vivos, ya que se levantará el velo entre los muertos y los vivos. he hecho
todos los preparativos necesarios para los encantamientos, y tengo las ofrendas para los
que me bendecirían con magia. Mi hermana gemela ya no será la única que ejerza el
poder en nuestro legado.

Frunciendo el ceño, volví al principio del diario, a las páginas que


simplemente me había saltado. Quería ver si había algo sobre que Gisele no
fuera una bruja. De acuerdo con la entrada que acababa de leer, hubo un
momento en su vida en el que no tenía ninguna habilidad mágica.
Tuve suerte. La primera página parecía contener la primera entrada de
su diario.
—¿Qué te pasó, pequeña bruja malvada? —De acuerdo, entonces en
realidad no era tan pequeña, pero decir “tú, gran bruja malvada” no sonaba
tan bien.

3 de diciembre de 994
¿Por qué no entiende? Es mi hermana gemela. Hemos estado juntas desde que
nuestra madre nos llevó en su vientre, pero me mira como si fuera un extraño.
Solo quiero ser como ella. Myra no tiene idea de qué es lo que corre por sus venas.
Ella tiene el poder de controlar, no solo a sí misma y su destino, sino también a los
demás. Ella nunca está en deuda con los caprichos de otra persona porque tiene magia.
No tengo nada. No soy nada.
Hoy me tomó de la mano y me dejó sentir lo que ella hace todo el tiempo. El
poder fue increíble. Me sentí invencible. Sin embargo, ella no hace nada con eso. ¿Por
qué? Le pregunté cómo podía ocultar esencialmente esta parte de ella, y me dijo que no
quería que la poseyera. ¿Qué significa eso? La magia es ella. 104
Me dijo que conocía ciertos hechizos, pero que no sabía cómo los conocía.
Simplemente estaban allí, en su mente. Le pedí que me mostrara un hechizo e hizo crecer
una flor en segundos a partir de una semilla. Supongo que eso es útil cuando necesitamos
que nuestro jardín produzca alimentos más rápido, pero quería ver algo que revelara su
superioridad sobre todos los demás. Le pedí que mezclara un hechizo que le permitiera
controlar a una persona.
Myra jadeó y luego prácticamente me gritó. Siguió y habló sobre cómo tomar el
libre albedrío de alguien era cruel y malvado. Sugerí hacer que su enamorado, William,
quisiera estar con ella. ¿En serio eso sería cruel? Quiero decir, no era como si ella fuera
a lastimarlo. ¿Cómo sería malvado? Myra afirmó que no lo quería a menos que él la
eligiera por su propio deseo, no por un hechizo que hubiera lanzado.
Ridícula, eso es lo que está siendo. Está desperdiciando este increíble poder. ¿Por
qué fue ella la gemela que nació con él? Yo lo habría usado correctamente. Habría
demostrado que era digna de la magia.
No me voy a rendir Encontraré una manera de obtener magia por mi cuenta.
Con o sin la ayuda de mi hermana.
—Santos dioses bebés —susurré. Gisele no había nacido bruja. En
cambio, su gemela, Myra, de todas las personas, lo había sido. Myra era la
mujer que había ayudado a Allete y Torben. Ella no era malvada, retorcida o
espeluznante. ¿Cómo diablos ella y Gisele habían venido de la misma mujer,
y mucho menos del mismo útero al mismo tiempo? Tal vez fue un error. Tal
vez la partera intercambió a la verdadera gemela de Myra con otra niña porque
estaba borracha con hidromiel por celebrar la bendición de nuevos niños.
Parecía razonable. Está bien, no lo hacía. No es razonable en absoluto.
¿Ahora intentas ser razonable?
—Silencio, maldita amenaza —casi gruñí ante la voz.
Pasé a la página siguiente, ansiosa por ver qué hacía Gisele a
continuación. Esto era mejor que cualquier libro que hubiera leído en la
biblioteca del palacio. Ojalá tuviera algunos sándwiches de pepino y limonada.
Esta vez sería absolutamente perfecto leer con mi amiga Tontis. Porque este
era mi lugar favorito para estar: en la cabaña de Gisele. ¿Por qué eso no sonaba
bien? Sabía que lo era. Negué con la cabeza y luego comencé a leer de nuevo.

105
3 de enero de 995
Ha pasado un mes desde que comencé esta documentación de mi camino hacia
el poder.

—Guau, alguien piensa que es terriblemente alta y poderosa —dije en


voz baja.

Logré convencer a Myra de que simplemente me gusta ver los pequeños trucos
divertidos que puede hacer. Me tomó unos días convencerla de que ya no tenía hambre
de poder. Pero ella finalmente me cree. Sería mucho más divertido si ella pudiera ver las
cosas a mi manera.

—Creo que así es como nos sentimos todos, bruja, pero no todos nos
volvemos malvados simplemente porque la gente no ve las cosas a nuestra
manera —dije. Sí, estaba hablando con un libro. No era más raro que hablar
con una rata. Creía. Quizás.
Hasta ahora, me ha mostrado su habilidad para curar enfermedades con varias
pociones. Ha tratado a varias personas en nuestro pueblo, aunque ellos solo piensan que
sus brebajes consisten en hierbas simples. Si supieran que la magia está involucrada,
lincharían a Myra en un instante.
¡Me tomó de la mano y compartió sus pensamientos conmigo! Admito que fue
bastante sorprendente escuchar a mi gemela en mi cabeza como si realmente fuéramos
una. Me hizo doler por la cercanía que alguna vez tuvimos. Ahora, las cosas están tensas
entre nosotras.
Anoche, formó una bola de luz en su mano a partir de un cristal. Le pregunté de
dónde había sacado el cristal y me dijo que una mariposa la llevó hasta allí. Le pregunté
si le había hablado y ella dijo que no le había hablado con palabras sino con emociones.
Pudo sentir el deseo de la mariposa. Le pregunté si sentía que podría controlar a la
mariposa, para decirle que vaya a buscar una flor, por ejemplo. Myra había dicho que
eso creía.
Imaginé todas las formas en que podría usar a los animales para mi propio
beneficio. Podría tener un gato que escuchara a escondidas las conversaciones de los
demás y luego me las informara. Podría tener lobos a mi entera disposición. Búhos y
cuervos contándome cosas que pasan en otros pueblos. Y, sin embargo, mi hermana se 106
juntaba con mariposas.
Por los dioses, la chica no tiene ni idea. Le pregunté si conocía a alguien más con
sus poderes y dudó. Siempre duda cuando está a punto de mentir. La pobre Myra nunca
ha sido una buena mentirosa. Finalmente admitió que conocía a alguien. La bruja,
Evelyn, aparentemente había sentido la magia de Myra y la buscó. Cuando le pregunté
más sobre ella, Myra espetó que lo dejara y me olvidara de la mujer. Por supuesto, eso
solo me hace querer conocerla más.
Tenía un nombre y la persistencia de mi lado. Planeo encontrar a Evelyn para
descubrir exactamente por qué mi querida hermana no quiere tener nada que ver con
una mujer que sin duda podría ayudarla con su magia.

—Bueno, eso no puede ser bueno —le dije a Tontis— ¿Qué opinas? Si
fuera una mujer apostadora, y lo soy, apostaría que esta mujer Evelyn jugó un
papel muy importante en por qué Gisele está cortando cuervos en una cabaña
espeluznante en lugar de cultivar flores bonitas y retozar con mariposas.
Tontis emitió un gorjeo que interpreté como acuerdo, aunque admití
que en realidad era más probable que me dijera que la dejara ir y olvidara todo
el asunto de la amistad.
—Ninguna posibilidad, Tontis. —Me reí—. Tú y yo estamos en esto a
largo plazo.
—¿Alguna vez consideraste que soy Tontis? —habló la voz de repente.
Lentamente giré mi cabeza hacia la rata que me miraba desde la jaula.
—Nah-ah —dije lentamente—. ¿En serio? ¿Gisele tenía razón? ¿Puedes
hablar?
—Si estoy tan inclinada. Ahora que somos amigas, vamos a encontrar una
manera de escapar de este lugar miserable —dijo Tontis.
Fruncí el ceño.
—¿Por qué? Este es mi lugar favorito para estar.
—¿Te estás escuchando? Mira a tu alrededor. ¿Cómo podría ser este tu lugar
favorito para estar? Seguro que tu gusto no es tan malo. Acabas de decir que esta casa
da miedo —señaló Tontis.
—Creo que me gustaba más cuando solo cantabas —dije.
Pasé la página del diario justo cuando se abría la puerta de la cabaña. 107
Cerrando el libro rápidamente, lo deslicé por mis piernas hasta que se deslizó
al suelo con un ruido sordo.
—¿Tuviste una buena salida? —pregunté mientras le sonreía a Gisele.
Me miró con ojos fríos y labios apretados.
—Eres jodidamente alegre. Sé menos alegre.
Frunciendo el ceño, intenté profundizar mi voz.
—Espero que tu salida haya sido horrible y te hayas roto un tobillo.
—Mejor —resopló, y luego dejó caer varios conejos muertos sobre la
mesa.
—¿No podrías hacerlo mejor que eso? —pregunté—. Solo las brujas
patéticas matan menos de cinco conejos en un día.
Gisele clavó un cuchillo en la mesa junto a los conejos.
—Cuidado. No seas alegre, pero tampoco insultes. Encuentra un
término medio feliz.
—Siempre hay alguien que lo lleva demasiado lejos —dije, asintiendo y
señalándome—. Hola, soy esa chica.
Gisele gruñó algo por lo bajo que sonó mucho como «debería matar a
esa chica y ahorrarme el dolor de cabeza», mientras comenzaba a despellejar
a los conejos.
—Sé cómo hacer un estofado de conejo decente —dije—. La cocinera
me enseñó cómo hacerlo un día porque seguía viniendo a su cocina. Dijo que,
si iba a volverla loca, al menos iba a ser útil mientras lo hacía.
—¿Por qué estás hablando? —preguntó Gisele, moviendo sus ojos hacia
mí y luego de regreso a los malditos conejos.
—Me gusta hablar.
—No, no lo haces. Odias hablar. Es lo peor —resopló.
Inclinando la cabeza, toqué mi barbilla. Entonces palidecí.
—No. De hecho, me gusta hablar. Allete dice que me gusta el sonido de
mi propia voz. Probablemente tenga razón.
Gisele arrojó el cuchillo y luego mojó un poco del líquido en el caldero.
Me entregó el cucharón.
—Bebe esto. Te gusta. 108
Tomé el cucharón, luego lo incliné hacia atrás. Cuando tragué,
inmediatamente me atraganté.
—Es genial —balbuceé prácticamente.
Gisele me miró durante tanto tiempo que comenzaba a preguntarme si
lo que bebí me había hecho crecer un tercer ojo.
—Odias hablar. Es lo peor —dijo.
—Mucho —coincidí—. Odio hablar. Me callaré ahora.
—¿En serio? ¿No te parece extraño? ¿Quién detesta hablar? —preguntó
Tontis.
—Aparentemente yo, así que déjame en paz. No quiero hablar —respondí en
mi mente. Dado que Tontis me había estado escuchando en mis pensamientos
antes, pensé que probablemente aún podría escucharme. Tenía razón.
—¿Y no te molesta que una rata pueda escuchar tus pensamientos… o viceversa?
Me encogí de hombros.
—Estoy en la cabaña de una bruja que está más allá del mal, pero es mi lugar
favorito para estar y detesto hablar. ¿Hablar con una rata, incluso en mis pensamientos,
es de verdad tan extraño? —Supuse que ella debió haber pensado que tenía razón
porque no respondió.

109
14
“Si conoces a una oráculo, asegúrate de no dejarla morir hasta que revele todos sus
secretos. Este proceso puede llevar algún tiempo. Para cuando se revelen sus
secretos, probablemente querrás matarla tú mismo. Intenta abstenerte hasta que
tengas toda la información que necesitas. Sé que será difícil, pero creo en ti.”
~Diario de Allete Auvray

—Si me dices que orine en este libro, es posible que tenga que golpearte
con él —le dije a Myra mientras la miraba desde donde estaba en la pequeña
cocina.
Arqueó una ceja.
—Es una idea. 110
—Una mala idea —señalé.
—¿Tienes alguna sugerencia alternativa? —preguntó.
Empecé a pasearme, lo que parecía estar haciendo mucho
últimamente… a menos que estuviera sentada, tamborileando con los dedos
sobre la mesa. El golpeteo con los dedos parecía molestar a Myra, lo cual, en
mi opinión, era algo positivo, pero ella no se sentía así.
—¿Qué pasa con la sal? —dije—. ¿No se usa sal en hechizos y esas
cosas? —Creí recordar haber leído eso en alguna parte. O tal vez Dayna me lo
había dicho.
—A veces, pero Hilda no era una bruja —dijo Myra.
Fruncí los labios y pregunté:
—¿Estás segura de eso? Todo lo que rodea a este libro me parece
bastante mágico.
—Sí, estoy segura —dijo Myra—. Admito que Hilda podía ser bastante
cascarrabias, pero no era una bruja. Su magia es diferente a la mía.
—¿Cómo? —pregunté—. En realidad, no entiendo cómo es diferente.
¿La magia no es solo magia?
—Eso es como decir que los árboles son árboles —dijo Myra—. Los
árboles pueden tener las mismas propiedades, troncos, ramas y hojas, pero no
son lo mismo. Tienen formas diferentes, crecen a diferentes velocidades,
huelen diferente y sirven para diferentes propósitos.
—Está bien, lo entiendo, entonces, ¿en qué se diferencia tu magia de la
de Hilda?
Recostándose en su silla, cruzó las manos sobre su regazo. Su cabello
estaba recogido en un moño en su cabeza y sus ojos eran intensos para alguien
de su edad.
—La magia de una bruja está ligada a la naturaleza —comenzó—. La
energía que alimenta mi poder proviene de los mismos elementos que me
rodean. El viento, la tierra, el agua y el fuego. Cada elemento le da a mi magia
una propiedad mágica diferente. Por ejemplo, el agua se puede usar para un
hechizo de limpieza o curación. El fuego puede hacer un hechizo de
purificación… O un hechizo de encubrimiento porque el fuego produce humo.
¿Me sigues?
Asentí. Después de dejar de caminar incesantemente, tomé asiento al
otro lado de la mesa y apoyé los codos en la superficie de la mesa. 111
—Por favor, continúa.
—La tierra puede crear hechizos para el embellecimiento o para la vida.
El viento o el aire pueden crear hechizos que sofocan o limpian de una manera
diferente al agua. Se pueden combinar para aumentar su poder. Pero no puedo
crear magia sin ellos.
—¿Y mi magia? ¿No está ligado a los elementos? —pregunté.
Negó con la cabeza lentamente.
—Tu magia está atada a tu propia esencia. Es una parte viva de tu
cuerpo. En tu sangre, tu piel, tus huesos y tu alma. No hay Allete sin tu magia.
No se te puede quitar y si alguien lo intentara, te mataría.
—Bueno, eso es alentador.
Se encogió de hombros.
—Solo un hecho. Una bruja puede ser despojada de su magia. Pero las
oráculos son especiales de una manera diferente. No tengo idea de todo lo que
es capaz de hacer una oráculo, pero sé que su magia no se limita a curar o ver
el futuro. —Hizo una pausa—. Cuéntame brevemente sobre tu encuentro con
Gisele. ¿Cómo tuviste la desafortunada suerte de conocerla?
Le conté a Myra todo lo que sucedió después de que Magnus me
secuestrara. Sobre el terrible momento en el barco antes de llegar al clan de
Calder.
—Mi hermana debe estar bloqueándome de alguna manera porque no
la he visto en ninguna de mis visiones. Sabía que entrarías en contacto con
Calder, pero Gisele nunca estuvo presente en nada de lo que vi. Debe tener
una razón para trabajar con Calder —dijo Myra, hablando más para sí misma
que para mí.
—¿Qué podría ser eso? —pregunté.
Sacudió su cabeza.
—Gisele nunca hace nada que no la beneficie.
—Bueno, no tuve esa impresión en absoluto. Parecía completamente
altruista cuando la conocí —dije, mi tono de voz en completo contraste con
mis palabras—. La encontré bastante encantadora.
—Casi tan hermoso como sentarse en un cactus. —Myra se rio entre
dientes.
112
—¿Siempre fue así? —pregunté. Aún me parecía increíble que esta
mujer fuera la hermana gemela de Gisele, sobre todo porque Gisele parecía
joven y hermosa. Myra parecía haber existido cuando se inventó la suciedad.
Y no podía por mi vida imaginarme a Gisele como una niña. ¿Cómo podía
alguien tan malvado haber sido una pequeña inocente?
—De alguna manera, sí, ella siempre fue… No estoy segura de que
maldad sea la palabra correcta, pero ciertamente estaba dispuesta a hacer cosas
malas para obtener lo que quería. Creo que nació con una necesidad innata de
poder, de control. Pero ella lo escondió bien. Y no sabía cómo obtener el poder
que anhelaba. Hasta que entró en contacto con la magia por primera vez.
Entonces, creo, su camino se volvió más claro después de eso —explicó.
—¿Cómo se encontró con la magia por primera vez?
Agachó la cabeza, dejando escapar una risa ruidosa que fue todo menos
divertida.
—¿De dónde más? De su encantadora hermana gemela.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—¿De ti?
Asintió.
—Verás, nací bruja. Gisele, sin embargo, no lo hizo. No tenía ninguna
habilidad mágica de la que hablar. Cuando comencé a darme cuenta de que
era diferente, que tenía poder, quería que ella también lo experimentara. Era,
después de todo, mi hermana gemela. Lo hacíamos todo juntas. Pero cuando
comencé a llegar al poder y ella no lo hizo, se abrió una brecha entre nosotras.
Haría cualquier cosa para eliminar la distancia que nos separaba. Entonces,
pensé que podría quitar la cuña permitiéndole sentir lo que yo estaba
experimentando. Pero desde el momento en que sintió mi magia por primera
vez, las cosas cambiaron. Ella cambió.
—¿Vio todas las formas en que la magia podría beneficiarla? —dije.
—Exactamente. Se trataba de ella y de lo que podía ganar. —Suspiró—
. Perdí a mi hermana ese día. Después de eso, nunca volvió a ser la misma.
—Lo siento, Myra. Extraño a mis hermanas, incluso a Lizzy en casa,
con quien no soy tan cercana. No puedo imaginar cómo fue perder a tu
hermana por algo que la cautivaba más que su relación.
—Ha pasado mucho tiempo desde entonces. La chica que una vez
conocí ya no está.
113
—Voy a preguntarte esto y espero que no suene grosero, pero ¿por qué
parece tan joven?
Se rio.
—¿Y por qué me veo vieja?
—Tú lo dijiste, no yo. —Me reí, poniendo los ojos en blanco.
—Usa magia de sangre para mantenerse joven y hermosa. Mezclar la
sangre con cualquiera de los elementos la hace más fuerte. La adición de
sangre le da a la bruja el poder de hacer que la magia obedezca sus órdenes y
siga su voluntad. Con ese tipo de magia, una bruja puede hacer casi cualquier
cosa, incluso embellecerse. Se ha mantenido joven usando la fuerza vital de
los demás —explicó.
—¿Qué quieres decir con fuerza vital? —pregunté.
—Quiero decir, dudo que se detenga con un pequeño rasguño en la
mano como lo hiciste tú.
Mis ojos se abrieron del todo.
—¿Quieres decir que ha matado gente para obtener su sangre? —Mi
estómago se revolvió. ¿Cómo podría alguien tomar la vida de otra persona
para su propio beneficio personal? Podría entender la autodefensa. Pero no
podía entender el asesinato a sangre fría.
Myra se encogió de hombros.
—Es lo que es, y nada la cambiará en este punto. Ha ido demasiado
lejos.
Simplemente nos sentamos en silencio durante unos minutos. Me
pregunté si, como yo, Myra se estaba tomando un momento para llorar la
pérdida de alguien en las garras del mal. No conocía a Gisele, aparte de los
encuentros breves y horribles que tuve con ella, pero me entristeció que hubiera
elegido el camino del mal.
—Ya basta de la lección de historia y el paseo por el camino de la
memoria oscura y morbosa —dijo Myra mientras se frotaba las manos—.
Tenemos que resolver esto. —Señaló el libro que estaba apoyado en el centro
de la mesa.
—Yo digo que lo arrojemos al océano y dejemos que los peces se lo
coman —refunfuñé.
—Sé que estás frustrada. Yo también —dijo—. Pero el tiempo es 114
esencial. Si hay algo en este libro sobre lo que vendrá de la batalla con Cathal
y la unión de los clanes, o incluso la caída de Calder, necesitamos saberlo.
¿Estás segura de que no has tenido ningún sueño? ¿Quizás algo que se siente
como más que un sueño? —preguntó.
Negué con la cabeza.
—Nada. Estoy tan cansada que ni siquiera sueño por la noche. —
Frunciendo el ceño, miré el libro. Se había convertido en la ruina de mi
existencia—. Cuéntame tus secretos, molesto, molesto encuadernado en
cuero.
—Estoy segura de que debería funcionar —se rio Myra.
—Hemos probado todas tus brillantes ideas.
—No orinar —interrumpió Myra.
La ignoré.
—Tal vez es hora de ser un poco ridículo, sin la orina —agregué
rápidamente—. Hilda, después de todo, podría ser bastante ridícula.
Myra se tocó la barbilla mientras apoyaba el codo en la mesita. Todas
las tardes, después de mi entrenamiento durante las últimas dos noches,
volvíamos a la cabaña y trabajábamos para tratar de abrir el libro. Ahora que
estaba abierto, en esta tercera noche, estábamos intentando averiguar cómo
hacer que las páginas revelaran su contenido. Estaba segura de que Hilda no
había enterrado un libro en blanco. Si lo hubiera hecho, podría tener que
traerla de vuelta de la tumba solo para golpearla en la cabeza con él.
—Puedes tener razón —dijo finalmente la bruja—. Hilda no era más
que poco convencional.
—Hemos dicho hechizos. Hemos usado sangre. Hemos usado hierbas.
—Los marqué con mis dedos—. ¿Qué nos estamos perdiendo que la loca y
vieja oráculo encontraría divertido?
—No parece haber ninguna magia de oráculo en él. De lo contrario, tu
saliva habría funcionado de nuevo —señaló—. Tal vez ella usó magia
elemental.
—Pero dijiste que no era una bruja.
—Cierto, pero tal vez ella sabía que tendrías la ayuda de una bruja.
—¿Me estás diciendo que la mujer sabía que estarías aquí ayudándome?
Esa sería la única razón por la que usaría magia elemental, ¿verdad? 115
—Allete, era una oráculo —señaló por centésima vez—. Estoy segura
de que vio muchas cosas que nunca compartió con nadie. Cosas que solo ella
necesitaba saber. Tal vez vio mi ayuda en una visión.
—Recuerdo que me dijo una vez que el futuro no estaba escrito en
piedra. Incluso las cosas que vio podían cambiar debido a la capacidad de las
personas para cambiar de opinión. ¿Y si cambiabas de opinión y no decidías
venir a ayudarme? Si sabía que había incluso una pequeña posibilidad de que
no vinieras, ¿por qué correría un riesgo tan grande?
—Lo que sea que vio debe haberla convencido de que no me desviaría
de mi curso —respondió. Entonces se puso de pie y salió por la puerta—. Solo
quédate ahí. Vuelvo enseguida.
Me senté allí, con los ojos en la puerta abierta, preguntándome qué
estaba haciendo. Después de menos de un minuto, Myra regresó con un
puñado de tierra.
—No creo que esto sea todo ya que el libro fue enterrado en la tierra,
pero lo intentaremos —explicó a medida que espolvoreaba la tierra sobre las
páginas del libro—. Tierra, rica en suelo vivificante, muéstranos las palabras
por las que nos afanamos.
Ambas nos miramos expectantes, pero no pasó nada. Después de un par
de minutos, suspiré.
—Eso hubiera sido demasiado fácil.
Myra le quitó el polvo al libro y yo hice una nota mental para barrer el
piso más tarde.
—¿Ahora qué?
—Aire —dijo en tanto recogía el libro y lo sostenía frente a su cara, y
sobre sus palmas—. Aliento de vida, respiro sobre ti. Revela tu tesoro, déjanos
ver. —Respiró hondo y luego exhaló lentamente, moviendo la cara para que
su aliento tocara las páginas.
Irónicamente, estaba conteniendo la respiración mientras esperaba, con
la esperanza de que esto funcionara. Pero de nuevo, varios minutos después,
no había nada.
—Estoy empezando a odiar los libros mágicos.
—Empiezo a pensar que tampoco les agradamos demasiado —
respondió. 116
Resoplé.
—Hilda probablemente encantó la cosa para que odiara la sangre real.
—Lo siento, pero si lo hiciera, me reiría a carcajadas — dijo sin
vergüenza.
—¿Agua después? —pregunté, porque no veía cómo podía usar el fuego
sin quemar el maldito libro hasta convertirlo en una patata frita—. Me
pregunto si tiene que ser consagrada de alguna manera.
—No debería importar —dijo Myra—. El agua es agua. — Dejó el libro
sobre la mesa y luego se acercó a la olla de agua que colgaba en la chimenea.
Estaba fresca ahora ya que la había hervido el día anterior para que tuviéramos
agua limpia para beber. Mojó el cucharón antes de volver a la mesa. Mojando
sus dedos en el agua, Myra roció las gotas en las páginas en blanco y dijo—:
Agua purificadora, flujo refrescante, revela las palabras y lo que muestran.
Cuando eso no funcionó, levanté las manos en el aire y gruñí.
—¡Tienes que estar bromeando! ¿Fuego?
—O humo —dijo Myra.
—Sabes que no es humo. No después de todo esto. Esa pequeña anciana
hizo que el fuego revelara las palabras. Tiene que serlo, y es perfecto porque
ella pensaría que es hilarante. El hecho de que el fuego normalmente destruya
un libro en cuestión de minutos sería lo que realmente hace que el libro revele
su contenido.
—Será mejor que acabemos con esto —dijo Myra.
Sacamos la olla del hogar y luego encendimos la leña. Cuando el fuego
crepitaba agradablemente, ambas nos arrodillamos frente a él. Sostuve el libro
abierto en mis manos.
—¿Ahora qué?
—Sostenlo en el fuego —dijo Myra como si eso fuera lo más normal del
mundo y el acto no fuera a derretirme la piel de los huesos.
—Por supuesto —murmuré—. ¿Por qué no arrojaría un libro al fuego?
Qué tonto de mí tener que preguntar.
—Te estás estancando.
—No jodas, bruja —gruñí—. No estoy ansiosa por sentir el dolor del 117
fuego. Por lo general, trato de evitar quemarme, si es posible. Esta actividad
no ocupa un lugar destacado en mi lista de pasatiempos.
—Acaba de una vez. Si Hilda quiere que el fuego revele las palabras, lo
habrá hecho para que el fuego no te haga daño.
—Espero que no solo estés queriendo ver mi enagua echando humo. —
Me levanté un poco de rodillas para poder inclinarme hacia adelante. El calor
del fuego era intenso, pero no me quemaba hasta ahora. Después de otro
segundo de vacilación, sumergí el libro en el fuego junto con mis manos.
Jadeé. Podía sentir el calor en mi piel, pero el dolor punzante que esperaba
nunca llegó.
—Te lo dije —murmuró Myra.
—Sí, sí. Regocíjate todo lo que quieras. No fueron tus manos las que se
metieron en el fuego —dije.
Myra me ignoró mientras comenzaba otro hechizo como lo había hecho
con los elementos anteriores.
—Fuego refinado, brillante y audaz, revela en tus páginas lo que te han
dicho.
Respiré hondo cuando comencé a ver un cambio sutil en las páginas
abiertas.
—Algo está pasando.
Myra se acercó más. Me preocupaba que pudiera caer en las llamas si
no tenía cuidado. Entonces no pude evitar preguntarme si caía en las llamas
mientras sostenía el libro, ¿el resto de mí se quemaría o la magia me impediría
encenderme en un infierno de fuego como lo estaba haciendo con mis manos?
—Bueno, seré el caldero de una bruja. —Myra se rio entre dientes.
Reenfocando mi mirada en el libro, casi lo dejo caer mientras leía las
palabras que aparecían.
—Les tomó bastante tiempo a las dos. Estaba empezando a pensar que
me reencarnaría en una segunda vida antes de que descubrieran cómo leer mi
libro.
—¿Nos está insultando desde la tumba? —Miré el libro como si fuera
Hilda sentada justo frente a mí. Qué podría decir… la mujer saca lo mejor de
mí, incluso en la muerte.
118
—Eso parece.
Negué con la cabeza. Comenzando a sacar el libro de las llamas, me
detuve abruptamente.
—¿Tenemos que dejarlo en el fuego para leerlo? ¿O podemos sacarlo
ahora?
—Tendrás que sacarlo y ver. No se sabe con esa oráculo.
Estaba empezando a sudar por el calor del fuego, así que decidí que
valía la pena salir de allí, aunque fuera por unos minutos. Si las palabras se
desvanecieran, volvería a entrar.
Cuando ambas estuvimos sentadas a la mesa, con el libro en ángulo
entre nosotras, me alivió ver que las palabras no se habían desvanecido.
—Gracias a los dioses por eso. De hecho, no quería tener que sentarme
en el fuego para leer la maldita cosa. Lo habría hecho, pero me habría quejado
todo el tiempo.
—No tengo ninguna duda de que lo harías —dijo Myra, con una sonrisa
en su rostro arrugado.
—Está bien, es hora de empezar —dije. Volteé todo el camino hasta el
principio del libro—. ¿Debería leer en voz alta?
Myra asintió, poniéndose cómoda en la silla.
—Dentro de este libro están las profecías, hechizos, magias y
pensamientos de Hilda, Oráculo del clan Hakon —comencé—. Aquellos que
lean este libro y no posean la magia para merecerlo no entenderán nada y
enfrentarán las consecuencias por su violación de la privacidad. Presta
atención a mis palabras, intruso. No dejaré que tu intento de robo quede
impune.
Haciendo una pausa, levanté la ceja mientras le sonreía a Myra.
—Parece que esperaba que alguien encontrara el libro, alguien además
de nosotras.
El rostro de Myra estaba sombrío cuando sus ojos se encontraron con
los míos.
—Esperemos que se haya equivocado.

119
15
“Hay muchas razones para ir a la batalla. Muchas cosas me han llevado a luchar.
Y nunca he tenido miedo. Ni de perder, ni de morir. Pero hoy, lucho por la que
amo. Y, por primera vez, tengo miedo. Estoy aterrorizado de no poder ayudarla.”
~Brant

El aire fresco y salado asaltó mis sentidos mientras cargaba otra caja de
provisiones en el bote y luego se la entregaba a uno de los hombres de Albric.
Me encantaba estar en el mar. Era un hogar lejos de casa para mí. Me
encantaba la sal en el aire, el calor del sol en el agua y la frialdad fresca cuando
sumergía mis manos debajo de la superficie.
La semana se había arrastrado. He estado esperando con el alma en vilo
a que los hombres de Albric se reunieran desde los confines de su reino. Aparte 120
de reunir suministros y armas, he tenido poco en lo que ocupar mi mente
durante ese período. Albric tomó la decisión de llevar sus fuerzas a la guerra y
dejar solo un puñado de hombres para proteger el palacio.
Hasta donde él sabía, no existía Calder, ni una bruja malvada, y su hija,
Dayna, no estaba prisionera contra su voluntad. Thomas se había apegado a
su acuerdo de no decirle nada a su tío sobre Dayna. La decisión no fue fácil.
Le di vueltas en la cabeza durante todo el viaje a Inglaterra. Con cada golpe
de remo, mi mente cambiaba. Por un lado, si le hubiera dicho al rey que su
hija estaba cautiva, probablemente habría convocado de inmediato todas las
fuerzas que pudiera y volado hacia el asentamiento del clan Thornag para
tratar de rescatarla, declarando la guerra a cualquier clan del norte con el que
pasara por el camino. Al principio, pensé que era preferible, ya que podría
significar que mi Dayna estaba de regreso en mis brazos más temprano que
tarde. Pero cuanto más lo pensaba, más me daba cuenta de que era la estrategia
equivocada. No solo dañaría las relaciones entre los hombres del norte y los
ingleses, algo que Torben estaba intentando reparar, sino que también pondría
a Dayna en mayor riesgo.
Dayna no era una prisionera de alto valor. No tenía dones especiales
como su hermana Allete. Más allá de ser una moneda de cambio debido a su
estatus real, ¿de qué les servía a Calder y Gisele? Ninguna. Si Albric aterrizaba
con un ejército, Calder o Gisele probablemente le cortarían la garganta a
Dayna sin pensarlo dos veces. No, el movimiento más sensato era utilizar el
sigilo para rescatar a Dayna. No era el más sigiloso de los hombres, pero era
mucho más silencioso que un ejército inglés. Tendría que colarme y robármela
antes de que alguien supiera que estaba desaparecida.
Ya tenía un plan, bueno… los inicios de un plan. En realidad, no era
tanto un plan como simplemente había decidido escabullirme cuando nadie
estaba mirando y navegar lo más rápido posible hacia el clan Thornag bajo el
amparo de la oscuridad. Averiguaría el resto en el camino.
Decidí tomar el barco en el que había llegado. Torben y yo
originalmente habíamos planeado usar esta nave para transportar a Albric y
sus hombres de regreso a Ravenscar. Pero Albric había salvado dos barcos más
de los restos quemados que Cathal había dejado atrás y los preparó para zarpar
para viajar al encuentro de Torben. Si bien mi tercer barco sería valioso para
transportar hombres adicionales, Albric tendría que prescindir de él. Lo siento,
Su Majestad, es para su hija.
Mucho más difícil fue encontrar una tripulación mínima que me
ayudara a pilotar la cosa. Podría haberle pedido ayuda a Thomas, pero no 121
quería que supiera mis planes. Ya le había pedido que mintiera sobre una cosa
al rey. No le pediría que dijera aún más mentiras. Todos los hombres del norte
se enorgullecían de su perspicacia marinera, y yo no era diferente. Podría
navegar un tronco hueco a través del Canal de la Mancha con los ojos
vendados y las dos manos atadas a la espalda. Pero el pesado barco inglés que
me veía obligado a pilotar era engorroso y necesitaría más de un hombre, sin
importar cuán hábil fuera. Desafortunadamente, estaba completamente solo
en esta tierra extranjera y no tenía idea de en quién podía confiar. No podía
simplemente agarrar a un par de guardias de Albric y obligarlos a
acompañarme a través del agua hasta los riscos de Escandinavia para rescatar
a la hija del rey. Y, por cierto, muchachos, no le digan al rey adónde vamos.
Ya saben, por si acaso pregunta. Pero tendría que averiguar algo rápido. Cada
día que pasaba traía consigo más ansiedad, más miedo de que Dayna estuviera
siendo lastimada, torturada o algo peor.
Esa noche, Albric convocó una reunión final para discutir nuestros
planes. Me propuse fijarme en todos los asistentes, con la esperanza de
encontrar un aliado. Afortunadamente, una vez que me fuera, Thomas podría
ayudar a su tío porque Albric no sabría cómo volver al clan Hakon. Él podría
tener una idea general y podría encontrarla eventualmente, pero el tiempo era
esencial. Necesitábamos que la fuerza de combate inglesa se enfrentara a
Torben lo más rápido posible. No solo eso, el último extranjero en aterrizar en
las costas del norte, el rey Cathal, no había dejado exactamente una buena
impresión. No sería bueno tener a Albric deambulando por las playas de
Ravenscar preguntando: «Disculpe, ¿puede darme indicaciones para llegar al
clan Hakon?» Uno de mis compatriotas de otro clan podría decidir cortarle la
cabeza en lugar de señalarle la dirección correcta. Por lo tanto, dejar las
coordenadas exactas del clan Hakon con Thomas sería perfecto. Con suerte,
no me delatará antes de que pueda escapar.
Uno de los súbditos de Albric, un noble rico por su aspecto se dirigió al
rey.
—¿No estamos tomando un riesgo sustancial aquí, Su Majestad? Al
enviar a tantos de nuestro ejército a la guerra. Nuestras costas son difícilmente
invulnerables, incluso con toda nuestra fuerza aquí defendiéndola. —Lanzó
una mirada fulminante en mi dirección, como si de alguna manera hubiera
asaltado su castillo y secuestrado a las hijas del rey.
De acuerdo, me infiltré, pero hice todo lo que pude para detener el
secuestro en sí. Elegí ignorarlo. Ahora era el momento de forjar alianzas, no
nuevos enemigos. Dios sabía que ya teníamos muchos de esos.
El rey Albric entrecerró los ojos sobre el hombre. La mirada que el rey 122
le dio a su súbdito fue casi tan mala como la que acababa de darme el noble
mimado.
—Sí. Es un riesgo que debemos correr. No podemos permitir que se
mantenga el insulto que nos ha hecho el rey Cathal. Su ataque fue simplemente
un precursor, me temo. Una prueba para determinar no solo nuestra fuerza,
sino también nuestra determinación. Si no respondemos del mismo modo,
sabrá que Inglaterra está lista para ser desplumada. Su próximo ataque estará
en vigor. En verdad, somos débiles. Sabes que nuestro ejército no es lo
suficientemente fuerte para proteger nuestras tierras. Por eso, asumo la
responsabilidad. Pero mi objetivo es cambiar eso. Y comienza con aliados en
el norte como clan Hakon y otros. La paz con los hombres del norte no solo
los eliminará como una amenaza, sino que también nos ayudará a
fortalecernos juntos.
Estuve de acuerdo con el rey de todo corazón. Los hombres como
Cathal solo entendían una cosa: la violencia. No se detendría hasta que
Inglaterra estuviera bajo este control. Y entonces, ningún clan, aldea,
asentamiento, ciudad o reino en un radio de mil millas estaría a salvo.
La reunión pronto se disolvió y poco más se dijo. Los hombres tenían
semblante grave cuando cada uno regresó a su propia habitación designada en
el palacio. Sabían que estaban enviando a sus propios ejércitos al peligro, y
algunos de ellos no regresarían. Pero también reconocieron la necesidad de la
decisión de Albric.
Pero no todo estaba perdido, al menos para mí. Vi a un hombre en la
reunión en el que sentí que podía confiar con las coordenadas del clan Hakon,
un oficial gris curtido llamado capitán Clay. Parecía ser el hombre más leal y
sensato entre los asesores de Albric. Era una apuesta, pero estaba desesperado.
Mientras lo buscaba, recé a los dioses porque estaba tomando la decisión
correcta.
Encontré al capitán hablando con dos guardias en la puerta principal
del palacio. Esperé hasta que los guardias se alejaron y luego me acerqué a él,
justo cuando estaba a punto de dirigirse en la dirección opuesta.
—Capitán —dije lo suficientemente alto como para que me escuchara.
Se detuvo y se volvió hacia mí.
—¿Brant? ¿Necesitas algo? —preguntó. Aparentemente, podía decir por
la expresión de consternación en mi rostro que no lo estaba llamando
simplemente para conversar sobre el clima—. ¿Está todo bien?
—Todo está tan bien como puede estar, pero deseo hablar contigo en 123
privado. Tengo algo que compartir contigo de naturaleza delicada —dije.
Clay me observó durante varios segundos, luego asintió y me indicó que
lo siguiera. Caminamos por el pasillo, luego bajamos un tramo de escaleras.
El aire se volvió frío y viciado, lo que me indicó que estábamos entrando en
las entrañas del castillo. Cuando llegamos al pie de la escalera, Clay me
condujo a través de una puerta a una pequeña habitación.
—Cierra la puerta detrás de ti —ordenó. Cuando lo hice, el pequeño
espacio quedó completamente a oscuras hasta que Clay encendió una cerilla y
encendió una lámpara de aceite y un par de velas. La luz que emitían fue
suficiente para que viera que estaba en una especie de biblioteca abarrotada.
Estanterías rebosantes de tomos encuadernados en cuero, botellas de tinta,
plumas y trozos de pergamino, tanto grandes como pequeños, me rodeaban.
Había un escritorio de madera y dos sillas. Clay se sentó en uno, indicándome
que tomara el otro.
—Este es mi estudio personal —dijo Clay—. El rey Albric me lo dio
cuando vio que tenía la necesidad de escapar, pero no podía tenerme lejos del
castillo o de los guardias. Es bueno tener un lugar donde puedo leer, pensar o
dormir sin interrupciones.
Me reí entre dientes, seguro de que Torben podría apreciar lo que dijo
Clay. A los líderes rara vez se les permitía tiempo para sí mismos.
—Ahora, ¿en qué puedo ayudarte, Brant?
—Antes de decírtelo, necesito tu palabra de que no irás a Albric hasta
la hora acordada… después de que haya zarpado hacia Ravenscar. Las
noticias son sombrías y pueden nublar su juicio. Mucho depende de él. Debe
navegar en ayuda del clan Hakon. Mi jarl cree que el destino de nuestra gente
depende de ello.
Clay frunció el ceño.
—No puedo hacer tal juramento. Seguro que lo sabes, Brant. Mentir al
rey, incluso por omisión, es traición. ¿Podrías hacer tal juramento para
traicionar a tu jarl?
Tomé una respiración profunda. Lo que dijo era cierto. Nunca
prometería ocultarle nada a Torben, así que probé con otro tacto. Clay había
estado al servicio de Albric durante mucho tiempo y había protegido a las
princesas durante toda su vida. Esperaba que hubiera desarrollado una
debilidad por la hija menor de Auvray. Exhalé.
—¿Qué pasa si te digo que la vida de Dayna depende de ello?
Los ojos de Clay se agudizaron. 124
—¿Qué quieres decir?
—No puedo decir más, capitán. Quiero hacerlo. Pero, por su bien, debo
estar seguro de que no le darás esta noticia a su padre.
Sentado más alto, habló lentamente.
—Mi vida ha estado dedicada a la protección de todos en la familia real.
La daría de buena gana para proteger a cualquiera de ellos, incluida Dayna.
Aun así, Brant, me pides algo difícil. —Sacudió la cabeza.
—Eres un hombre de honor, Clay —dije—. Por eso he elegido confiarte
esta información. Creo que harás lo que sea mejor, no solo por tu rey, sino
también por su hija.
Pasaron varios momentos, pero el capitán no dijo nada. Miré
directamente a los ojos del hombre, suplicante, con la esperanza de que viera
la sinceridad en los míos. Finalmente, habló.
—Creo que tú también eres un hombre de honor, vikingo. Y confío en
ti. Pero no puedo retener información del rey a sabiendas sin una buena razón.
Me sentí desinflarme. Mi plan se estaba desmoronando.
—Sin embargo —continuó—, te haré esta promesa, Brant. Dime la
información, y la sopesaré cuidadosamente. Si creo que lo mejor para el reino
es entregar la información después de que hayamos zarpado hacia Ravenscar,
lo haré. Tienes mi palabra. Es seguir la línea de la obediencia a mi rey, pero si
ayuda a proteger a Dayna ocultar la información a Albric por un corto período
de tiempo, lo haré. Solo puedo esperar que lo entienda. Es lo mejor que puedo
hacer para conservar mi honor y proteger el reino. Y debo preguntar, ¿qué pasa
con Thomas? ¿Es consciente del peligro que corre su prima? Si es así, ¿ha
accedido a no decírselo al rey?
Gemí por dentro. Clay me estaba poniendo en un aprieto. Si le decía
que Dayna estaba cautiva y le transmitía esa información a Albric, toda
esperanza de rescatarla se esfumaría. Toda esperanza de derrotar a Cathal se
esfumaría. Aun así, el capitán estaba actuando con honor. No puedo decir que
no hubiera hecho exactamente lo mismo en su posición. Odiaba confiar en él,
o en cualquier otra persona, con la vida de Dayna en juego, pero no tenía otra
opción. Si él no me ayudaba, probablemente no podría rescatar a Dayna de
todos modos.
—Thomas está al tanto y acordó mantenerlo en secreto por ahora. —
Hice una pausa y luego solté—: Dayna no fue rescatada con Allete. 125
Su rostro no registró ninguna reacción. Probablemente se había
desconcertado mucho cuando mencioné a la chica por primera vez.
—¿Qué ha pasado? —preguntó, su voz baja.
—¿Recuerdas cuando le dije a Albric que habían sido rescatadas?
—Sí.
—Me refería a Allete y a Hilda, la oráculo de nuestro clan, que había
viajado con Magnus cuando capturó a Allete y Dayna. Desafortunadamente,
Hilda está en el más allá, donde van las oráculos bocazas después de que
fallecen.
—Será mejor que empieces desde el principio, Brant.
—No sé si tenemos tiempo para eso —dije—. Pero esto es lo que
sucedió, tan rápido como puedo decirlo. Cuando Magnus se fue de Inglaterra,
llevó a las hijas del rey al clan de su hermano en Dinamarca, el clan Thornag.
Allí, hizo un trato con su hermano, Calder, a cambio de refugio. Magnus
entregó a Dayna a Calder como prisionera.
Los ojos de Clay se oscurecieron cuando hablé sobre uno de sus
antiguos cargos siendo intercambiado entre vikingos como si fuera un buen
mueble. Estaba seguro de que mis propios ojos reflejaban un sentimiento
similar.
—Pero Calder tenía una bruja a su servicio —continué—. La bruja mató
a nuestra oráculo, luego tomó a Dayna como prisionera. Sin embargo,
Magnus escapó con Allete. Después de navegar de regreso, desafió a Torben
por el liderazgo del clan. Sabes el resto.
—¿Entonces Allete está a salvo en tu clan, pero Dayna está retenida por
Calder?
—O con la bruja —respondí—. No podemos estar seguros. Pero mi
objetivo es recuperarla.
—¿Una bruja? —gruñó.
—Veo que has tenido tratos con brujas antes —dije secamente.
—Me he encontrado con algunas en mis días, ninguna de ellas ha sido
buena —dijo.
—Por lo que ha dicho Allete, la bruja que trabaja con Calder es tan mala
como parece. 126
—Y ella tiene a Dayna… —murmuró.
—Te doy mi palabra, Clay —dije—. Voy a rescatar a Dayna. Pero
necesito que lleves estas coordenadas… —saqué un trozo de pergamino
doblado del bolsillo de mis pantalones—, hasta Albric. Los llevarán
directamente a Ravenscar. Thomas puede ayudar a guiarlos allí.
La frente de Clay se arrugó.
—¿Vas a ir solo?
Asentí.
—Es por eso por lo que no debes decirle al rey hasta que ya hayas
zarpado. Si voy solo, podría tener la oportunidad de recuperarla. Pero si llega
a las costas de Calder en números, ¿quién sabe lo que podría pasar? Podría
asustarlos para que hicieran algo terrible. No quiero que pase nada…
—Lo siento, Brant —interrumpió—, pero debo preguntarte, ¿por qué te
importa lo que le pase a Dayna? Ni siquiera conoces a la princesa.
Moviéndome incómodamente, me rasqué la nuca.
—Eh, en realidad, lo hago.
—¿Cómo?
—¿Recuerdas cuando los hombres de Magnus infiltraron tu guardia?
Hizo un ruido de disgusto, pero luego sus ojos se abrieron como platos.
—¿Tú estabas entre ellos? Por supuesto, ahora lo recuerdo. ¿Cómo
podría haberme perdido eso?
—Tuve el… eh… placer de proteger a la princesa. Llegamos a
conocernos. ¿Supongo que podemos haber… formado una especie de amistad?
—¿Una amistad?
Moviéndome de nuevo, bajé la vista al suelo, pero ya era demasiado
tarde. Había leído la verdad allí.
—¿La amas?
—Me voy a casar con ella.
Clay sonrió.
—¿Ella sabe esto?
Me encogí de hombros.
127
—No importa. La ataré a mi costado y la obligaré a caminar por el
pasillo. La mocosa está atrapada conmigo.
—Es joven —señaló.
—Esperaré hasta que tenga la edad suficiente. Pero se quedará con
nuestro clan incluso mientras espero. Puede dormir en la cabaña de las
escuderas. Nunca quiero separarme de ella. Me desgarra por dentro que no
pude protegerla.
—Suenas como si ella ya hubiera sido rescatada.
En mi mente, ella lo fue. Ningún otro resultado era aceptable.
Simplemente asentí porque no había nada más que decir. Sabía que la
expresión de mi cara lo decía todo.
—No puedo dejar que hagas eso… —comenzó, pero lo interrumpí.
—Mi decisión está tomada.
Clay levantó la mano.
—Espera —dijo con calma—. Escucha. Iba a decir que no puedo dejar
que hagas esto solo. Voy a ir contigo. Thomas estará con el rey en su viaje a
tu clan. Él puede guiarlo y mantenerlo tranquilo sobre el hecho de que tú y yo
no los acompañamos.
Empecé a abrir la boca, pero él volvió a levantar la mano.
—¿Tienes un plan sobre cómo llegar a Dayna?
—Iba a usar el barco en el que llegué —le expliqué.
—¿Qué hay de una tripulación? —desafió.
Me encogí de hombros.
—Aún no he resuelto exactamente todos los detalles.
—Justo como pensé. Eres un guerrero endurecido, Brant. Pero también
eres joven en algunos aspectos. También fui joven e impetuoso una vez. Y sé
lo que es estar enamorado. Te hace hacer cosas tontas. Me pediste un
juramento y prometí sopesar tus palabras cuidadosamente antes de decidirme.
Lo hice. No le contaré a Albric sobre la captura de Dayna si me permites
acompañarte al clan de Calder.
Exhalé una respiración que ni siquiera sabía que había estado
conteniendo, sintiendo como si me hubieran quitado un peso del pecho.
—Estaría agradecido por tu ayuda —le respondí.
128
—No podemos tomar a ninguno de los hombres del rey. Necesitarán
todo lo que puedan conseguir para ayudar a tu clan a derrotar a Cathal—dijo—
. Pero tengo algunos hombres en los muelles que me deben favores. Puedo
conseguirnos una tripulación.
—Lo mínimo indispensable —dije. No quería poner a nadie más en
peligro innecesario.
Asintió.
—Solo lo suficiente para mantener el barco en movimiento en el agua.
—¿Y qué hay de la traición? —pregunté, una pequeña sonrisa jugando
en mis labios. Hace solo un momento, el capitán parecía horrorizado por la
idea de mentirle a su rey, pero ahora esencialmente estaba abandonando su
posición.
—Si Thomas está dispuesto a ocultarle esto a su tío porque podría poner
en peligro la seguridad de Dayna por el momento, entonces solo puedo confiar
en que el primo de Dayna tiene su mejor interés en el corazón —dijo con una
sonrisa astuta—. ¿Cómo podría ir en contra de la sabiduría de Sir Thomas?
Tenía que admitir que me gustaba la forma de pensar de Clay.
—Creo que el rey estará de acuerdo en que he actuado en el mejor
interés —continuó—. Sigue adelante hasta el barco. Le daré estas coordenadas
a Thomas y luego reuniré a la tripulación. Prepárate para las quejas de tener
que levantarse y zarpar en medio de la noche —advirtió.
—Olvidas que lucho junto a los hombres del norte. Nunca hubo un lote
más malhumorado. Se quejan de que el cielo es demasiado azul y la hierba
demasiado verde.
Se rio.
—Entonces todos deberían llevarse bien.
Subimos las escaleras y atravesamos los pasillos del castillo. Cuando
llegamos a la puerta principal, nos fuimos por caminos separados sin decir una
palabra. Me dirigí al puerto, prestando mucha atención a dónde ponía los pies
para no tropezar en la oscuridad. La luna estaba especialmente oscura, lo cual
era malo para caminar, pero bueno para tratar de navegar sin ser detectado.
Sentí como si los dioses estuvieran bendiciendo mi viaje. Había una parte de
mí que incluso estaba contenta de que Clay viniera. No porque tuviera miedo
de ir solo, sino porque tener respaldo siempre era inteligente y él parecía
experimentado y capaz. 129
Cuando finalmente llegué al barco, había algunos guardias apostados a
lo largo de la playa. Uno en cada barco. Asentí al que custodiaba el drakkar
en el que había llegado.
—Salve, amigo —dijo cuando me acerqué—. Un poco tarde para salir,
¿no? ¿O ustedes, los hombres del norte, necesitan dormir menos que el resto
de nosotros?
—Ojalá —respondí—. Me reuniré con el capitán Clay para revisar algo
de la carga. Para asegurarnos de que todo esté listo para mañana. ¿Cuánto
tiempo has estado aquí?
El guardia se esforzó por no parecer cansado.
—No mucho tiempo —dijo.
Sabía que esto no era cierto. Lo había visto en este puesto ese mismo
día.
—Ajá. Has estado aquí desde mucho antes del anochecer.
Asintió.
—Ve a tomar un descanso —dije—. Tu capitán y yo estaremos aquí
para vigilar las cosas. Iré a buscarte cuando hayamos terminado.
Parecía que estaba a punto de protestar, pero luego la voz de Clay
detuvo sus palabras.
—Weston —dijo Clay a medida que caminaba rápidamente por el lado
opuesto de la playa donde estaban atracados los otros barcos—. Brant y yo
vamos a revisar la carga de los barcos, así que no tienes que perder el tiempo
con eso por la mañana. He relevado a los otros guardias durante unas horas
mientras hacemos esto. Descansa un poco. Te avisaré cuando sea el momento
de regresar.
Weston parecía estar a punto de suspirar de alivio, pero se contuvo.
Asintió bruscamente y giró sobre sus talones, prácticamente corriendo.
—Aún es lo suficientemente nuevo como para observar sus palabras y
movimientos cuando está cerca de mí —dijo Clay, con la voz llena de
diversión. Luego giró, se tapó la boca con las manos e hizo un sonido como el
canto de un ruiseñor. En cuestión de segundos, un grupo de hombres llegó
corriendo por el muelle desde la misma dirección en la que había aparecido.
—Nuestra tripulación —dijo, señalando con la cabeza a los recién
llegados.
130
—Bienvenidos. —Asentí y ellos respondieron de la misma manera.
Gracias a los dioses, pensé. Cuando decidí ir tras Dayna yo mismo,
honestamente no sabía si podría llegar al clan Thornag, pero estaba dispuesto
a hacer cualquier cosa para intentarlo. Traición, mentir a los guardias, robar
un barco, nada de eso importaba.
Una espesa niebla se había posado sobre la playa. No podía ver el
castillo. Apuesto a que, si alguien hubiera estado mirando en nuestra
dirección, no sería capaz de ver el muelle o el barco alejándose lentamente de
él. El dios del mar había dado su bendición. La tripulación trabajó rápida y
silenciosamente. Ni siquiera necesité dar ninguna orden. Claramente conocían
su camino alrededor de un navío inglés. En minutos, estábamos lejos del
puerto. No sonó ninguna alarma. Ningún ruido de ningún tipo provenía de la
orilla. El viento estaba a nuestro favor. Si se mantuviera a la velocidad actual,
llegaríamos al clan Thornag en solo unos días.
16
“Si te encuentras con un diario perteneciente a una bruja malvada, no lo leas. O
léelo. En realidad, no me importa. Pero ten cuidado, si eliges leer el diario, vas a
leer algunas historias inquietantes… realmente inquietantes.”
~Dayna Auvray

10 de julio de 995
Finalmente he encontrado a la bruja Evelyn. Tomó meses. Estaba empezando a
creer que tal vez Myra simplemente se inventó a la mujer para distraerme de mi
búsqueda para obtener mi propia magia. Ella debería saberlo mejor. Una vez que me
propongo algo, nunca me doy por vencida hasta que lo consigo.

131
—¿Crees que sus padres las mimaran? Suena mimada —dije, mirando
a Tontis.
Gisele se había ido temprano esa mañana sin decir nada más que «este
es tu lugar favorito, nunca te vayas». No estaba segura de por qué estaba
preocupada. Este lugar era estupendo, y no quería irme nunca. Parecía una
tontería que hubiera sentido la necesidad de seguir recordándome.
—¿Te estás escuchando? —preguntó Tontis.
—¿Qué parte? ¿Mis pensamientos o mis palabras en voz alta? —
pregunté.
—Nada de eso —gritó Tontis.
—¿Por qué no hablas con la boca y no solo con la mente? —pregunté,
ignorando su grito.
—La verdadera pregunta es por qué una rata está hablando —señala Tontis.
Probablemente tenía razón, pero eso no era importante.
—Lo importante es que averigüemos cómo Gisele se convirtió en esta
loca y malvada desquiciada —dije, concentrándome en el diario. Admito que
me obsesioné un poco con eso. Pasé las páginas hacia adelante, hojeé hasta
que vi el nombre de Evelyn nuevamente.
15 de julio de 995
Finalmente pude hablar con la mujer llamada Evelyn. Encontré a alguien que
me dijo que vivía en un pueblo cercano, a un día a pie del mío. Desde entonces, había
estado con el alma en vilo, esperando la oportunidad de poder escapar y buscarla. Hace
dos días, lo hice. Mi familia viajó a un pueblo cercano para comerciar. Durante el viaje,
me escabullí e hice el viaje a la aldea de Evelyn, sabiendo que pagaría un infierno a mi
regreso. Lo hice. Mis padres me sorprendieron entrando a escondidas por la puerta
trasera de nuestra cabaña después del anochecer de la noche siguiente. Ellos, junto con
Myra, me habían buscado todo el día. Nadie creyó la historia de que me había desviado
y me había perdido.
Entonces, me quedé atascada haciendo todas las tareas, por lo que ahora tengo
la oportunidad de escribir esto. Afortunadamente, Myra, siendo la gemela perfecta que
es, se negó a hacerme hacer los quehaceres sola. Me ayudó, pero también me acosó hasta
la muerte para decirle dónde había estado de verdad. Ojalá pudiera confiar en ella. Me
encantaría contarle todo lo que Evelyn compartió conmigo. Pero no tengo forma de saber
si se lo contará a nuestros padres, y no puedo arriesgarme a que me impidan volver.
Resulta que Evelyn es de hecho una bruja. Pero ella no era una bruja nata. ¡Es 132
una bruja hecha a sí misma! ¿Qué tan espléndido es eso? Es solo cuestión de tiempo
antes de que la mujer me cuente sus secretos.

—Todos estamos bailando en la plaza del pueblo, déjame decirte —


murmuré secamente. Prácticamente podía sentir la emoción de Gisele de la
tinta vieja en la página y seguí leyendo.

Resulta que Myra no es la única en nuestra familia con el potencial de ejercer la


magia. Evelyn explicó que cualquiera puede convertirse en usuario de magia. Sin
embargo, aquellos con magia en la sangre (lo que aparentemente yo debía tener algo de
magia residual porque mi gemela es una bruja natural) tienen una aptitud aún mayor
que aquellos que no tienen absolutamente nada de magia en ninguna parte de su
familia.
Evelyn me ha dicho que ella podrá enseñarme cómo alcanzar la magia escondida
en mi sangre. No soy impotente. Myra no es la única especial. Solo hay un pequeño
precio. Tengo que matar a alguien.
Congelándome, me quedé mirando las palabras de la página, leyéndolas
una y otra vez. Solo hay un pequeño precio. Tengo que matar a alguien. ¿Eso era
solo un pequeño precio? ¿La vida de una persona significaba tan poco para
Gisele, incluso a esa edad? No podía creerlo.
—¿Ahora estás lista para escapar? ¿Al menos intentarlo? —preguntó Tontis.
—¿Parecería ingenuo si dijera que tal vez podamos cambiarla? —
pregunté.
—Parecerías tan tonta como lo has parecido desde el momento en que comenzaste
a trepar por el suelo en busca de una rata para que fuera tu mejor amiga.
—Bueno, al menos eres honesta —dije, luego volví a concentrarme en
el diario. Estaba temiendo lo que estaba por venir. ¿En serio había escrito sobre
la vida o vidas que había tomado? No quería saberlo, pero lo necesitaba. Tenía
que saber.

Le pregunté a Evelyn a quién tendría que matar. Me dijo que dependía de mí.
Cuando le pregunté cómo elegir, me dijo que tenía que ser alguien que yo conociera.
Explicó que el poder que recibiría extraía su fuerza del vínculo de sangre entre mi… 133
víctima y yo. Evelyn dijo que cuanto más estrecha sea mi relación con el sacrificio, más
poder ganaré. No quería hacer la siguiente pregunta, pero lo hice. La respuesta fue
exactamente lo que esperaba. Si quisiera ser más poderoso que Myra, podría tomar todo
el poder de mi hermana quitándole la vida. Desearía poder decir que no lo había
considerado, pero eso no sería cierto. El pensamiento cruzó mi mente, aunque solo
brevemente. Pero lo descarté. No podía matar a mi gemela.
Matarla sería como matar una parte de mí misma.

—Sin mencionar que estaría realmente mal —espeté solo porque sentía
que, incluso ahora, décadas después, las palabras necesitaban ser dichas. Y sí,
me di cuenta de que Gisele no podía oírme. Ella estaba afuera haciendo lo que
fuera que hacía durante el día, y yo estaba siendo completamente
desconsiderada al indagar en su pasado. A pesar de que sabía que este era mi
lugar favorito, aún no me hacía ilusiones de que no me tenía cautiva. Así que,
creía que estábamos a mano.
—¿Estás segura de que no estás siendo un poco delirante? —dijo Tontis—. Te
tiene cautiva y te tiene encantada para que creas que estás hablando con una rata que es
tu nueva mejor amiga. ¿Crees que eso es completamente racional?
—¿Te sientes un poco celosa? —pregunté a Tontis—. Sabes que Gisele
no te llega ni a los talones.
—Estaba realmente preocupada por eso —dijo la rata—. Odiaría que algo se
interpusiera entre nosotras.
La rata se acurrucó en su jaula, sus ojos pequeños y brillantes miraban
alrededor de la habitación, su nariz moviéndose como siempre.
—Pareces muy preocupada.
—Te dije que lo estaba.
Eso sonó exactamente como algo que diría, como si la voz de la rata y
la mía fueran iguales. Un pensamiento extraño cruzó por mi mente. ¿Y si la
rata fuera simplemente una proyección de mi propio subconsciente? Hice una
pausa, luego negué con la cabeza.
—Eso sería raro.
—Mucho más raro que una rata parlante —agregó Tontis.
Ignoré a la rata parlante y volví al diario, anticipando ansiosamente lo
que contendría y al mismo tiempo temiendo los recuerdos que contenía. 134
Estaba segura de que el libro estaba a punto de revelar lo retorcida que era la
pequeña Gisele… incluso de niña.

Me tomó tres días decidir quién tenía que morir. Pronto, obtendría los poderes
que me habían sido negados al nacer. El acto no fue tan difícil de planear como pensé
que sería… e incluso más fácil de ejecutar.
Elegí a Tate, el mozo de cuadra. En realidad, era un poco mayor que un niño,
pero aún no era un hombre. Era amigo de Myra y de mí, por lo que se satisfizo la
conexión emocional necesaria. Él confiaba en mí, por lo que atraerlo no fue un problema.
Podría ahorrarte los detalles sangrientos, pero es importante que transmita los eventos.
Evelyn dijo que el momento del sacrificio es extremadamente poderoso. Dijo que, si me
conecto de alguna manera significativa con mi víctima durante el momento de su
muerte, entonces la sangre gana aún más poder. Entonces, eso era exactamente lo que
planeaba hacer.
Saqué a Tate del pueblo diciéndole que mi caballo se había quedado cojo en un
accidente de equitación. Me las arreglé para parecer bastante golpeada al rasgarme la
falda y untarme tierra por toda la cara. Parecía bastante comprensivo. Mientras
caminábamos hacia el bosque, Tate comenzó a coquetear conmigo. Me sorprendió, pero
no me decepcionó. Lo había visto coquetear con Myra en muchas ocasiones, pero ella
nunca parecía entender lo que estaba haciendo. Nunca me había prestado atención. No
estaba amargada. El chico no era exactamente el hombre más buscado del pueblo. A los
diecisiete, Myra y yo teníamos la edad perfecta para casarnos, pero nuestros padres no
nos habían presionado para encontrar pretendientes.
Mientras Tate continuaba burlándose de mí y haciéndome cumplidos, comencé
a alentar sus avances. Me reí de sus bromas y puse mi mano en su brazo mientras le
hablaba, aprovechando cada oportunidad para mirarlo con ojos inocentes. Llegamos a
un claro y fingí agotamiento. Me senté en una roca y le pedí que se uniera a mí, lo cual
hizo de buena gana. No tenía idea de que alguien estaba mirando desde los arbustos,
esperando que yo cumpliera con mi tarea.
No pasó mucho tiempo antes de que nos estuviéramos mirando el uno al otro,
nuestros labios acercándose poco a poco. Fue mi primer beso, y no se detuvo ahí. Hasta
ese momento, nunca había pensado mucho en cómo se sentiría mi primera experiencia
sexual con un hombre. Siempre supuse que no sucedería hasta mi noche de bodas, en
una cama de plumas, envuelta en el suave resplandor de las velas encendidas. En
cambio, sucedió en el bosque con un mozo de cuadra bajo las estrellas. Un romántico
empedernido podría haber pensado que la experiencia era terriblemente estimulante. Lo
era, pero no por nada de lo que Tate me estaba haciendo. En cambio, me estremecí de
emoción por lo que sabía que estaba a punto de hacer. Finalmente, estaba a punto de 135
obtener mi poder.
Después, Tate rodó fuera de mí, jadeando. Continué mirando hacia el cielo. Me
dolía ahí abajo. No esperaba que la experiencia fuera tan dolorosa. Fue un buen dolor
en algunos aspectos, pero un dolor, no obstante. Se incorporó sobre un codo y me miró
fijamente. Vi algo en esa mirada. Amor, tal vez. No, no fue eso. No, fue una fascinación.
Una fascinación conmigo, con mi cuerpo, con lo que acababa de hacer. Me di cuenta de
que ahora se consideraba un hombre. Y me di cuenta de que también había sido su
primera vez.
Podía sentir su cuerpo junto al mío, completamente relajado. Con su mano libre,
Tate frotó mi mejilla suavemente con el dorso de un dedo. Bajé mis faldas a su lugar
apropiado. Mientras lo hacía, recuperé una daga de mi bolso de montar. Luego igualé
la postura de Tate y me apoyé en mi propio codo, mi otro brazo descansando detrás de
mi espalda, agarrando la daga. Inhalé profundamente, intentando estabilizar mi
respiración.
—Gracias, Tate —susurré.
Temblé, la adrenalina corría por mis venas. La mano que sostenía el cuchillo
tembló. Sabía que tendría que ser rápida. Evelyn había dicho que el acto no sería fácil.
Ella me había dicho que atacara rápidamente. Usar toda mi fuerza para clavar la hoja.
De lo contrario, el cuchillo se desviaría y todo estaría perdido. Ella había dicho que
intervendría si no podía completar la hazaña, pero el poder no se transferiría a mí a
menos que yo sola le quitara la vida. Y eso era exactamente lo que pretendía hacer.
—Gracias, Gisele —respondió, mirándome profundamente a los ojos—. Eso fue
increíble…
El resto de las palabras quedaron atrapadas en su garganta, incapaces de escapar
alrededor del frío acero que acababa de clavarle en el cuello. Sus ojos se agrandaron.
Estoy segura de que los míos también lo estaban. Cayó hacia atrás, arrancando el mango
del cuchillo de mi agarre. Se agarró la garganta, sus piernas golpeando salvajemente, el
cuchillo aún sobresalía de su cuello. El gorgoteo y los golpes de Tate eran los únicos
sonidos. Era como si todas las criaturas nocturnas del bosque se hubieran detenido a
observar al niño en sus últimos estertores. Incluso el viento se había calmado. El joven
logró liberar el cuchillo. Cuando lo hizo, la sangre brotó de su garganta y nos cubrió a
ambos. Si hubiera estado pensando racionalmente, podría haberme preocupado cómo
explicaría las manchas de sangre a mis padres. En cambio, estaba demasiado
emocionada. Todo mi cuerpo se estremeció cuando me arrastré encima de él, mi pecho
presionado contra el suyo. Quería sentirlo mientras se quedaba quieto. Quería ver la luz
salir de sus ojos. Necesitaba experimentar su muerte lo más íntimamente posible para
asegurarme de recibir hasta la última gota de poder del sacrificio. Su sangre era cálida
a medida que fluía sobre mis manos. Tomé su rostro entre mis manos. Me miró como si 136
quisiera decir algo. ¿Qué? No podía aventurarme a adivinar. En cambio, gimió, con los
ojos en blanco en la parte posterior de su cabeza. Puse mis labios en los suyos y luego lo
besé profundamente. Me imaginé a mí misma absorbiendo cada pedacito de fuerza vital
de su cuerpo. Evelyn no había dicho nada al respecto, pero de alguna manera parecía
apropiado.
—Bien hecho —ronroneó una voz a mi lado. Me puse de rodillas,
concentrándome en Evelyn. No tenía manera de expresar lo que estaba sintiendo. Todos
los nervios de mi cuerpo parecían hormiguear—. Muy bien hecho —repitió—. Ahora,
reúne la mayor cantidad posible de su sangre en tus manos.
Hice lo que me dijeron. No fue difícil. La sangre aún salía del cuello de Tate,
aunque el flujo se estaba convirtiendo en un goteo pegajoso. Mientras tanto, Evelyn se
agachó y agarró su propio puñado de sangre. Después de untarlo en su cara, se alejó.
Empezó a cantar y a dibujar un círculo en la tierra a mi alrededor con el pie. Cuando el
círculo estuvo completo, dejó de cantar y me miró fijamente.
—Cuando yo lo digo, bebes la sangre. Consume todo lo que puedas. Cuanto más
bebas, más poder robarás. —Asentí.
Evelyn abrió los brazos y echó la cabeza hacia atrás, de cara a la luna. El aire se
volvió eléctrico y se me puso la piel de gallina. El viento, silencioso y quieto hace un
momento, comenzó a azotar el claro con furia. La fuerte voz de Evelyn resonó en la
noche.
«Espíritus de las tinieblas, presten atención a mi llamado,
Surge un nuevo siervo, abandonado de todos.
La sangre de un inocente corre por sus venas,
Tomada de su víctima a través de terribles dolores.
Concédele una bendición, su poder negado durante mucho tiempo,
¡Te doy, Gisele, una hechicera, mucho más allá de su tiempo!»
Cuando dijo la palabra tiempo, pateó el círculo de tierra que había creado,
rompiéndolo. Ojalá pudiera describir lo que pasó. Desearía poder poner en palabras de
alguna manera lo que sentí cuando el poder se estrelló contra mí. Era como si no hubiera
sido más que un hogar vacío toda mi vida y alguien finalmente me hubiera llenado con
un fuego resplandeciente y refinador. Lanzando mis manos de par en par, rugí a los
cielos. Los cuatro poderes elementales fluyeron hacia mí: tierra, viento, agua y fuego,
aunque no tenía idea de lo que estaba sucediendo en ese momento. Solo sé que se sintió
increíble. Me sentí de tres metros de altura y más fuerte que el toro más grande. Supe,
en ese momento, que podía lograr cualquier cosa. Pero la sensación solo duró unos
137
segundos. Di un paso hacia Evelyn, pero luego me derrumbé, temblando violentamente.
Intenté recuperar mis pies, pero toda mi fuerza se había ido. Me sentí como si acabara
de correr por millas. Me di la vuelta y vomité, escupiendo sangre y bilis por todo el suelo.
—Tranquila, niña —dijo Evelyn—. Tu carne mortal no está acostumbrada a
albergar tal poder. Relájate ahora.
Mi cabeza daba vueltas. Intenté levantarme sobre mis manos y rodillas. Entonces
el mundo se puso patas arriba y la oscuridad se apoderó de mí.
Cuando me desperté tres días después, supe que el ritual había funcionado.

—Creo que voy a vomitar.


—Por favor, no lo hagas en mi cabaña. Odio tanto el olor de la bilis
estomacal.
El sonido de la voz de Gisele me sobresaltó tanto que dejé caer el libro
y me caí del taburete, tropezando como un tonto borracho.
—Has vuelto —dije, sonando completamente inocente… como si no
hubiera estado hojeando su registro personal de sacrificios rituales.
—Claro que he vuelto, vivo aquí —espetó—. ¿Por qué haces que suene
como si fuera tan difícil de creer que regresaría al lugar donde residen todas
mis posesiones?
—¿Por qué estás haciendo un gran asunto con mi comentario? —
pregunté—. En realidad, no siento que merezca tanta emoción.
Frunció el ceño.
—¿Emoción? Estoy siendo emocional porque dices: “Has vuelto”,
como si yo no debería estar de vuelta, lo que creo que es extraño.
—Y ahora siento que estamos teniendo una discusión completamente
irracional, como mujeres irrazonables —señalé.
Su rostro se arrugó como si oliera algo asqueroso.
—Nunca. No soy irracional, ni soy irrazonable. Nunca.
—Igual —gorjeé, cruzando los brazos sobre mi pecho.
—Entonces olvidaremos que alguna vez sucedió —dijo, arrojando su
habitual montón de animales muertos sobre el mostrador—. ¿Disfrutas
leyendo mi diario? 138
Mis ojos se abrieron de par en par, mis brazos inmediatamente cayeron
a mis costados.
—¿Leer? No estoy leyendo Ni siquiera sé leer.
—¿En serio? Tú, la más joven de tres princesas inglesas, que sin duda
ha tenido los mejores tutores de la tierra desde el día en que naciste. ¿Y esperas
que crea que no sabes leer? No seas tonta, niña. Y estoy bastante segura de que
me dijiste hace solo unos días que sabías leer, en varios idiomas.
—Estaba mintiendo. Sé cómo mentir. Sin embargo, no sé leer. En
absoluto.
Gisele sonrió mientras comenzaba a cortar patas de conejo.
—Desearía que no fueras mi enemigo. Entonces podrías gustarme. Eres
sorprendentemente divertida para alguien tan… inglés.
—Y estás sorprendentemente limpio para alguien tan… maldita —dije.
—Todos tenemos nuestros talentos. Las muertes limpias resultan ser
una de las mías.
—No olvides la mentira, la corrupción, el chantaje y un amor
generalizado por todas las cosas viles —agregué porque claramente tenía un
deseo de muerte.
—Tienes una lengua muy malvada este día —ronroneó—. Me pregunto
si te estoy empezando a gustar.
—Como una enfermedad infecciosa.
Esto hizo que la bruja frunciera el ceño.
—¿Cómo está tu rata?
—Es mucho más habladora que cuando la conocí —respondí.
Los ojos de Gisele se clavaron en los míos.
—¿Habla?
—¿Por qué suenas sorprendida? Fuiste tú quien me dijo que ella hablaría
—señalé.
Se encogió de hombros, sus labios cayendo en un ligero puchero.
—Supongo que pensé que no se abriría contigo porque eres muy 139
molesta.
—Dijiste literalmente que te gustaría si no fuera tu enemiga.
—Soy una bruja que ama la magia oscura. ¿En serio esperabas que fuera
honesta?
—Buen punto.
Gisele siguió con la rutina de limpiar sus presas.
—¿Qué te dice la rata? —preguntó.
—No le digas. Solo di que balbuceo tonterías ridículas —dijo rápidamente
Tontis.
—Tonterías en su mayoría —dije—. Muchas quejas por estar en una
jaula y desear un nuevo mejor amigo.
—Si te está molestando, siempre puedo matarla y usar su cola y sus
entrañas como ingredientes para un hechizo —ofreció Gisele.
—Preferiría que no lo hicieras. No tendría a nadie con quien hablar
mientras no estás.
—Nunca respondiste mi pregunta. ¿Estás disfrutando de mi diario? —
preguntó de nuevo.
Me encogí de hombros. No tenía sentido negarlo por más tiempo. Pero,
¿qué tan honesta debo ser con la bruja? Aún no me había matado por mis
declaraciones menos que halagadoras, pero eso no quería decir que no
cambiaría de opinión en cualquier momento. Ella era, después de todo, una
bruja oscura diabólica y malévola. Claro que, si no fuera nada más, yo era
brutalmente honesta en circunstancias en las que probablemente me
beneficiaría no serlo. Tal vez realmente tenía un deseo de muerte.
—Me parece bastante inquietante —confesé. Me gustaría decir que
reduje el nivel de disgusto en mi voz, pero no lo hice. Para nada—. ¿Alguna
vez consideraste que tal vez necesitabas… ayuda en algún momento de tu
infancia?
—¿Ayuda? —preguntó, la confusión grabada en su rostro—. ¿Para qué
diablos habría necesitado ayuda, aparte de aprender las cosas que mi querida
amiga Evelyn me enseñó?
—¿La compasión humana básica? ¿El bien y el mal morales? —sugerí.
140
—Aburrido —canturreó.
—Los dioses te prohíben vivir una vida que no incluya matar a
inocentes, todo en nombre de permanecer entretenida.
—Me alegro de que nos entendamos. Ahora, sé útil y ven a ayudarme a
cortar esto.
Mis ojos se abrieron de par en par mientras miraba boquiabierta a la
bruja.
—Trazo la línea en cortar conejos.
—No, no lo haces. Te encanta cortar conejos —dijo con una sonrisa que
daba miedo.
—Estás bien. Me encanta cortar conejitos. —Negué con la cabeza—.
Debo haberlo olvidado —murmuré a medida que caminaba hacia ella. Me
pasó una taza del repugnante líquido que aparentemente también amaba.
—Bebe —dijo.
Tomé la taza, luego bebí el líquido de un trago.
—¿Por qué amo estas cosas?
—Porque te hace feliz… pero no de una manera más molesta.
—¿En serio no ves lo que está mal con esto? —habló Tontis de repente.
—Siento que algo anda mal con esto —pensé—. Pero, al mismo tiempo,
se siente tan bien.
—Bien, corta conejitos, bebe cosas desagradables y quédate con la bruja loca y
malvada. Porque todas esas cosas parecen taaaan bien —gruñó Tontis. ¿Se suponía
que las ratas gruñían?
Después de tomar el cuchillo de la mano de Gisele, comencé a cortar y
como si lo hubiera estado haciendo toda mi vida. ¿Por qué me encantaba picar
conejitos? Ojalá pudiera recordar.

141
17
“Quiero ser fuerte. Quiero ser firme. Quiero poder proteger a los que amo. Pero sin
importar lo mucho que quiera esas cosas, me siento total y absolutamente
inadecuada.”
~Diario de Allete Auvray

—Trae tu perezoso culo Inglés hasta aquí en este momento, o voy a


enviar a Babs detrás de ti. Haré que te arrastre por los pechos si tengo que
hacerlo —gritó Freya desde el otro lado de la puerta de mi cabaña. Freya era
una persona demasiado mañanera. Despertaba muy alegre, sonriendo con el
sol y cantando con los pájaros… todo mientras lanzaba amenazas para que
arrastraran a las mujeres por los pechos.
—Solo espera hasta que seas vieja —se le unió Myra—. Entonces tus 142
tetas se hunden. Si alguien intentara arrastrarte por ellas, tendrías unos buenos
tres metros antes de que siquiera sintieras que comienzas a moverte.
—Por los dioses —rugí—. ¿¡Por qué en los doce infiernos hay mujeres
paradas en mi puerta hablando de arrastrar por los pechos y estirar las tetas!?
—¿No tenían cortesía en común? Podía escuchar risitas y decidí que no, no lo
hacían.
—¿Preferirías que seamos hombres? —preguntó Taina.
—Podemos ir a buscar algunos hombres. Estarían felices de hablar sobre
pechos —dijo Talia, su gemela.
—Y también tetas —agregó Taina.
—Aunque no querrían sacarte de la cama a rastras —dijo Maarit—.
Estarían intentando mantenerte en ella.
—¿Están todas ahí fuera? —pregunté. Por todas, me refería a las
escuderas.
—¿Dónde más estaríamos? —preguntó Astrid—. Torben no está aquí
para corrernos así que tenemos para acosarte.
Salí de la cama, intentando orientarme. Aunque debo haber dormido
profundamente, ni siquiera recordaba haberme acostado la noche anterior,
aún estaba fatigada. Me tomó un minuto recordar incluso qué día era. Entre
los días largos de entrenamiento con Freya y las noches con Myra intentando
descifrar el libro de Hilda, mi cuerpo y mente se estaban agotando. Con un
poco de esfuerzo mental, recordé los eventos de los últimos días, y me di
cuenta de que habían pasado diez desde que Torben y Brant se fueron. Eso
significaba que mi padre debería llegar cualquier día. Con suerte, también mi
esposo.
Hasta ahora, Myra y yo habíamos encontrado poca información útil en
el libro. Solo habíamos podido descubrir profecías antiguas que ya se habían
cumplido. Y solo sabíamos que lo habían hecho porque Hilda había escrito
“sucedió” en esas páginas. Una persona cuerda simplemente hojearía el libro
hasta llegar a las profecías que aún no se han cumplido. Por supuesto, la vieja
oráculo cascarrabias había puesto un seguro para asegurarse de que lea cada
maldita palabra que había escrito. Las palabras de la página siguiente solo
aparecían después de que leía la página anterior… en voz alta. Astuta anciana
escurridiza.
Miré hacia abajo para verificar que todo estaba cubierto por una bata de 143
dormir. Dejé escapar un suspiro, probablemente demasiado dramático,
mientras avanzaba hacia la puerta y la abría. La luz brillante de la mañana casi
me cegó, y el aire fresco de la mañana invernal envió un escalofrío por mi
espalda.
Astrid estaba diciendo la verdad. Estaban todas allí, al igual que Myra.
Estaba de pie con Freya al frente del grupo, ambas con expresiones de
presunción que me hicieron querer arrancarles los ojos.
—Te ves preciosa esta mañana —dijo Freya con dulzura—. Entiendo
que necesitas que tu sueño de princesa, pero tenemos trabajo que hacer antes
de que la bruja pueda atraparte y esconderte.
—Nadie va a esconderme —espeté—. Todos saben exactamente dónde
estamos. Y no solo estamos aquí bebiendo té y comiendo bollos. Casi preferiría
estar entrenando con todas ustedes que intentando descubrir los malditos
secretos que su oráculo anterior me dejó. —Señalé la cabaña a mi espalda con
un gruñido. Pero Freya tenía razón sobre la necesidad de ir a trabajar. Mis
habilidades de lucha estaban mejorando, pero aún me quedaba un camino
largo por recorrer para igualar la habilidad de las otras escuderas. La única
forma en que me pondría al día era practicando, practicando y practicando
más.
—Llora si quieres —dijo Freya.
Babs sacó su espada corta de su vaina, luego colocó la parte plana de la
hoja contra su oreja.
—¿Qué es eso, Thorn? —le preguntó a la hoja, luego asintió—. Ah, ¿No
te importa si la princesita está cansada? Yo tampoco. Oh, ¿Y te gustaría que te
usara para golpearla en la cabeza si no se arregla y prepara ahora mismo?
Suena como una gran idea, Thorn. Creo que lo haré.
—¿En serio? ¿Hablas con tu espada? —pregunté.
—Él es el único que me entiende —dijo Babs, su rostro decorado con
una sonrisa zalamera.
—¿Necesitas ayuda con tu cabello? —preguntó Lakin rápidamente,
dando un paso adelante antes de que pudiera responder. No me tomó mucho
tiempo darme cuenta de que ella era la pacificadora del grupo.
Incliné mi cabeza.
—Sí, eso sería útil. Gracias, Lakin. —Pareciendo tomar eso como su
señal, todo el grupo se dirigió directamente hacia mí. Retrocedí, luego me hice 144
a un lado justo a tiempo para evitar que la multitud me atropellara a medida
que se abrían paso a empujones por la puerta principal.
En cuestión de minutos, las mujeres me sacaron mi ropa de dormir y
me pusieron mi equipo de batalla. Pronto estuve a merced de las manos de
Lakin y Freya mientras trenzaban mi cabello para mantenerlo fuera de mi
cara. Las trenzas intrincadas que hicieron no solo fueron prácticas, sino
también hermosas.
Cuando terminaron, me puse de pie y miré a Myra, quien simplemente
se había sentado en silencio y escuchado a medida que las escuderas hablaban.
—¿Estarás bien mientras me golpean?
Myra rio.
—Estoy segura de que no será tan malo como dices.
—Oh, lo será —corrigió Babs—. De hecho, probablemente peor.
La bruja me contempló, pero aun así no pareció preocupada en lo más
mínimo por mí.
—Estaré bien. Cuando haya terminado, continuaremos con nuestros
estudios y trabajaremos para mejorar tus habilidades como oráculo.
Myra no mencionó el libro, aunque dijo que estaríamos trabajando en
mi magia de oráculo. No era un secreto que era una oráculo. Hasta donde
sabía, el único secreto era el libro y lo que contenía.
Una vez afuera, Freya me entregó mi escudo y una espada envainada.
Colgué el escudo sobre mi espalda y luego miré la espada, notando que no era
mi arma de práctica habitual. Al sacarla, probé el borde. Lo habían afilado
recientemente. A volví a enfundar con una expresión de confusión, y me
envolví la espada alrededor de la cintura.
—¿Qué hay en el programa para hoy? —Eché un vistazo a la aldea del
clan, notando que todos estaban levantados. Debe ser más tarde de lo que
pensé. Las escuderas me habían dejado dormir.
—Hoy vamos a cazar —respondió Babs, luego se carcajeó. El resto de
las chicas se unieron, comenzando a hacer aullidos de lobo y gritos de batalla.
Nada de esto era un comportamiento normal para una sesión de
entrenamiento, y comencé a sentir una emoción ansiosa entre las mujeres que
había notado mientras me ayudaban a prepararme. Las chicas solo se
emocionaban así si en realidad iban a matar algo. Un día largo de
entrenamiento era motivo de pavor, no de emoción. Sin embargo, una cacería 145
era divertida.
Freya comenzó a guiar a las mujeres hacia la aldea, su paso rápido y
firme. Me apresuré a alcanzarla.
—Freya, háblame. —Los abucheos de las escuderas continuaron a mi
alrededor. Algunas golpearon sus puños y armas contra sus escudos. ¿Qué
demonios?
—Nuestros cazadores y recolectores han informado haber visto huellas
alrededor de la aldea durante los últimos tres días —explicó, negándose a
reducir su paso decidido.
—Está bien. No serían muy buenos cazadores si no notaran las huellas.
—Excepto que, estas no son huellas de animales —dijo—. Son huellas
humanas.
—Está bien, ¿y qué? Cuando la gente camina, deja huellas. ¿Cuál es el
problema? Estas chicas están agitadas como si una partida de asalto estuviera
en el horizonte y los cuernos de guerra están sonando.
—Tal vez sea así.
—¿Qué significa eso exactamente? Recuerda, estás hablando con una
exprincesa inglesa. Bordé almohadas y aprendí idiomas.
—Ahh, cierto —dijo con una sonrisita—. Supongo que, eso tiene
sentido. Probablemente no estás acostumbrada a protegerte de posibles
asaltantes.
—Exacto… espera, asaltantes, ¿qué? —balbuceé—. ¿Estamos en
peligro? ¿Quieren hacernos daño? ¿Tenemos que hacer sonar algún tipo de
alarma?
Babs pisoteó hasta mí, luego puso sus manos sobre mis hombros.
—Frena el carruaje. Guarda tu cuerno… y definitivamente no tengas un
momento de pánico digno de una princesa o te pondré una flecha en el culo
solo para verte chillar.
Enderecé mi túnica, alejándome de ella.
—Todo lo que tenías que hacer era decir “mantén la calma”. No hay
necesidad de flechas en el culo de nadie. Ahora, Freya, si no te importa,
explícame la situación. —Tomé un respiro para calmarme. Sin siquiera darme
cuenta de que había estado apretando la empuñadura de mi espada con fuerza
en mi puño.
—Según sus huellas, viajan ligeros. Aproximadamente una docena. 146
Todos hombres.
—A menos que tengan algunas mujeres con botes en lugar de pies —
agregó Astrid.
—Como Babs —dijo Maarit.
—Silencio —dijo Babs, blandiendo un puño hacia la chica.
Sonriendo, Freya continuó:
—Lo que me tiene tan apurada son las huellas que rodean
completamente a nuestro clan. Están a unos ocho kilómetros de distancia, pero
forman un círculo completo. Nos están vigilando desde todos los ángulos. Es
un método de exploración.
—¿Qué tenemos que hacer? —pregunté—. ¿Enviar un emisario para
intentar hablar con ellos? —Las mujeres comenzaron a reírse de mí. Babs
rugió, doblándose para aferrarse el vientre.
—Allete, gran idea —dijo Astrid—. ¿O tal vez los invitamos a una
merienda por la tarde? Vamos, chicas. Dejemos estas armas tontas para
ponernos nuestros vestidos de gala. Queremos lucir apropiadamente cuando
nos encontremos con los asaltantes agradables. Estoy segura de que son unos
buenos caballeros, hasta el último.
—No, princesita —dijo Babs—. No enviamos un emisario. Los
cazamos y los ahuyentamos, o luchamos contra ellos.
—¿Por qué? —pregunté.
—Porque las personas que tienen intenciones honestas no se escabullen
en la noche —respondió Freya—. Si simplemente quisieran hablar, se habrían
acercado a nosotros a la luz del día. Ahora tenemos que demostrarles que
somos el depredador más fuerte por aquí. Si te acercas sigilosamente a una
mangosta en su guarida en medio de la noche, te arañarán. De lo contrario,
solo eres una presa. Y la presa es devorada.
—¿Qué significa eso para mí? —En realidad, no estaba segura de querer
saber la respuesta.
—Significa que averiguamos si tu entrenamiento ha hecho algún bien
—dijo Freya—. No sabes realmente de lo que eres capaz hasta que estás
luchando por tu vida. Pronto descubriremos si eres una depredadora… o una
presa.
—Oh —dije lentamente—. Excelente. Me he estado preguntando de
qué soy capaz. —Y luego negué con la cabeza—. No, en realidad, no lo he 147
hecho. No necesito descubrir de lo que soy capaz.
—Dejaste tu ropa interior de princesa en el barco en el que llegaste, Al
—llamó Maarit—. Es hora de que uses tus calzones de escudera y desenvaines
tu espada.
—¿Al? —resoplé.
Babs y las otras mujeres se encogieron de hombros.
—Es como te llamamos cuando hablamos de ti. Ya sabes, cuando no
estás cerca.
—Oh, está bien —dije, pero luego negué con la cabeza—. ¿Pero Al? ¿No
pudieron pensar en algo mejor como oh, no sé, Lettie, Ally o cualquier otra
cosa que no sea Al?
—Ríndete —dijo Freya, riendo—. Una vez que te dan un apodo, eso es
todo. Se queda.
—Pero nunca había escuchado a nadie más siendo llamado por un
apodo.
Todas se miraron entre sí.
—Supongo que, de hecho no los tenemos —dijo Freya finalmente—.
Solo tú.
—Entonces, ¿cómo sabes que “cuando te dan un apodo, se queda”? —
pregunté.
—Solo conozco a mis chicas —respondió Freya, ni en lo más mínimo
nerviosa por haber descubierto su estúpida mentira—. Ya basta de charlas, Al.
Tenemos que cazar. Vamos —gritó antes de trotar hacia el bosque al otro lado
del clan.
Intenté acallar mis pasos ya que había notado que las escuderas tenían
la habilidad de correr casi sin hacer ruido, incluso cuando usaban equipo de
batalla completo. Me sentí como un perro en una mesa puesta para el té,
agitando todo con mi cola sacudiéndose furiosamente para mantener el
equilibrio.
—¿No vamos a traer a alguno de los hombres de Torben? —susurré,
consciente de que nadie más estaba hablando.
—Amund y Delvin se están dirigiendo en la dirección opuesta.
Tenemos una señal para quien encuentre primero a los asaltantes —explicó 148
Freya. No estaba en lo más mínimo sin aliento, y casi sonreí cuando noté que
yo tampoco. El entrenamiento estaba dando sus frutos.
Continuamos a un ritmo rápido durante al menos otros quince minutos
antes de que Freya levantara un puño para indicar que debíamos detenernos.
Nos congelamos instantáneamente. Vi cómo Freya se arrodilló, sus ojos
mirando alrededor.
Después de ponerse de pie, comenzó a moverse lentamente hacia
adelante. Nosotras esperamos. No había dado la señal con la mano para
moverse, de modo que aún tenía que estar buscando algo. Sus ojos
continuaron escudriñando el suelo. Mientras tanto, dio pasos lentos y
silenciosos.
Dejé que mis propios ojos recorrieran la zona. Estábamos en un claro
pequeño, aunque los árboles alrededor no eran tan gruesos como para que no
pudiéramos ver a través de ellos. El cielo era de un color gris apagado, y los
árboles casi habían perdido todas sus hojas. No había mucha cubierta para
nadie que pudiera estar esperando para tendernos una emboscada. Ese fue el
último pensamiento que tuve antes de escuchar el sonido revelador de una
flecha volando por el aire.
—Flecha —grité, y agarramos nuestros escudos. Girando mi cabeza,
intenté encontrar la fuente del proyectil. No vi ningún movimiento además de
las otras mujeres a mi alrededor. Acababa de empezar a bajar mi escudo
cuando mis ojos se encontraron con los de Lakin. Ella empezó a encogerse de
hombros. Antes de que terminara su movimiento, una flecha le atravesó el
hombro izquierdo. Su grito agudo hizo que todas se pusieran nerviosas.
—Escudos en alto —gritó Freya—. Llévenlos donde Lakin. Al… —Se
giró hacia mí donde había trepado al suelo para sostener mi escudo sobre el
cuerpo caído de Lakin—. Ven aquí y haz lo tuyo. Te rodearemos.
Un muro de escudos nos rodeó, así que dejé caer mi propio escudo al
suelo. Babs lo recuperó, y luego lo agregó a la cúpula protectora. Freya recogió
el de Lakin. Me obligué a no preocuparme de que una horda de asaltantes
pudiera estar descendiendo sobre nosotras, y no tendríamos forma de luchar
contra ellos mientras las mujeres me estuvieran escudando. En cambio, miré
a una mujer que se había convertido en una querida camarada, al igual que las
demás.
—Vas a estar bien —le dije.
Asintió, apretando los dientes.
—Al, confío en ti. 149
Armándome de valor, hice rodar a Lakin de lado. La flecha había
atravesado todo el camino. Eso era una bendición.
—Voy a necesitar sacar el resto del camino. No puedo curarte con la
flecha aún dentro —le expliqué—. Siéntete libre de llamarme cada maldición
conocida por Odin. No me ofenderé.
Lakin no esperó y comenzó a maldecirme. Me senté en mi trasero y
luego me acerqué a ella. Aferré la flecha, poniendo mis dos pies contra su
espalda, el eje sobresaliendo en el medio. Para su crédito, Lakin no se
estremeció.
—Está bien, Lakin, a la cuenta de tres, voy a sacar esta maldita cosa tan
fuerte como pueda.
—Hazlo —gruñó.
—Uno… dos… —Tiré tan fuerte como pude antes de llegar a tres
mientras extendía mis piernas. Lakin intentó apartarse de mí, gritando. Me
aferré tan fuerte como pude. La sangre haciendo que la cosa resbalara, pero
pude mantener mi agarre. La cosa se liberó con un desgarro. Me derrumbé
hacia atrás. La sangre comenzó a brotar de la herida.
—Hijo de puta, maldita sea todo y todos —gritó Lakin.
—No eres muy creativa con las maldiciones —le dije, arrojando la
flecha a un lado. Me arrastré hacia ella, haciéndola rodar suavemente sobre su
espalda.
—Maldita sea —gritó Lakin.
Cerré los ojos, presionando mis manos sobre la herida, y comencé a
decir las palabras que llenaron mi mente.
«Sana la carne que está desgarrada,
Aguanta la sangre que fluye
Usa mi magia, deja que empiece
La curación que ahora florece».
—¡Al, no tenemos todo el día! —La voz de Freya rompió mi
concentración justo cuando comencé a apartar mis manos. Abrí los ojos,
asegurándome de que la herida se hubiera cerrado. La piel debajo de su túnica
era ligeramente rosada, pero por lo demás no estaba marcada.
—¿Allete? —La voz de Torben llenó mi mente—. ¿Estás bien? ¿Quién está
herido? Sentí tu poder. 150
—¿Estoy lista? —preguntó Lakin.
—Nos estamos levantando. Hagan espacio —grité a las mujeres
protegiéndonos, agarrando la mano de Lakin, para que así levantaran los
escudos un poco más—. ¿Cómo te sientes? —pregunté a Lakin. Como aún
podía sentir a Torben en mi mente, intenté enviarle sentimientos de consuelo,
a pesar de que no me sentía muy cómoda en ese momento.
—Creo que viviré —dijo Lakin, luego me abrazó—. Gracias. Eso habría
sido una sentencia de muerte si no hubieras estado aquí.
Le di unas palmaditas en la espalda.
—Eres más dura de lo que crees. Habrías sobrevivido.
—Tal vez, pero mi brazo no habría funcionado igual. Teniendo en
cuenta que soy una cazadora y luchadora de mi clan, eso me habría cabreado
muchísimo.
—Si ustedes dos terminaron con su vínculo y esa mierda, ¿podrían
unirse a la fiesta? —preguntó Babs mientras me entregaba mi escudo. Freya le
ofreció el suyo a Lakin. Equipados adecuadamente, nos unimos al círculo de
mujeres. Espadas y escudos en alto.
Con los ojos totalmente abiertos, estudié al grupo de hombres a unos
quince metros de distancia. Eran grandes. En lugar de señalar lo obvio, intenté
parecer esperanzada.
—¿No hay más flechas?
—Solo uno —dijo Freya—. Ahora solo tenemos que lidiar con ellos.
—¿Qué me perdí? —pregunté.
—No mucho —respondió—. Les pregunté por qué se habían estado
acercando sigilosamente a nuestro clan.
—¿Y qué respondieron?
—Lo estás mirando.
Fruncí el ceño.
—¿Respondieron con una mirada silenciosa y amenazante?
—Sí.
—¿Ahora qué?
151
—Allete —rugió Torben en mi mente.
—Maldito infierno —gruñí.
—Al, ahora no es un momento apropiado para tener un colapso mental
—dijo Taina, una de las gemelas.
—Pero si es lo suficientemente malo, podría asustar a los intrusos —dijo
Talia—. Si vas a perder la cabeza, hazlo bien.
—No voy a perder la cabeza. Denme un segundo —dije, luego me
concentré en mi interior—. Hola, vikingo. Todo está bien. No pasa nada en absoluto.
Lakin recibió una pequeña flecha en el hombro. La arranqué y sané. Ya está perfecta y
como nueva, la vida es grandiosa. Te extraño. Te amo. Adiós —dije las palabras lo
más rápido que pude, luego intenté apartarlo de mi mente.
—Princesa, no funciona así —rugió—. No puedes echarme. Cualquiera que sea
el vínculo entre nosotros, en realidad me atraes hacia ti como tu ancla cuando usas tu
magia. No intentes eso otra vez. Ahora, ¿por qué demonios Lakin tiene una flecha en el
hombro?
—No tiene, tenía. Tenía una flecha en el hombro. Me encargué de eso —le
recordé—. Y ahora estamos estupendas. Pero en serio no puedo charlar en este momento.
—¿Quién le disparó?
La única vez que necesitaba que no fuera observador, y de repente se
convertía en un detective.
—No estoy segura de quién le disparó. Pero en realidad no importa, ya que ahora
está completamente bien. Siento que ya hemos repasado esto. Lakin está bien. La flecha
desapareció. Ya no hay lágrimas. ¡Besos!
—Es importante porque necesitan que se les enseñe cómo no disparar a una
camarada —señaló con tanta amabilidad.
—No le disparó una camarada —dije. Estaba segura de que había sonado
como si las palabras salieran a través de mis dientes apretados porque lo habían
hecho.
—¿Estás escuchando algo de lo que digo? —El hombro de Freya me
golpeó, y casi dejo caer mi espada.
—¿Me creerías si dijera que sí?
—De ninguna manera.
—Espera un segundo —dije, luego saqué las armas grandes con mi
esposo—. Hay unos diez hombres a unos cincuenta metros de mí y de las otras 152
escuderas. Llevan espadas. Posiblemente salga espuma por sus bocas. No puedo
sentarme aquí y explicarte todos los detalles que me llevaron a este momento porque, si
lo hago, podría terminar recibiendo una flecha en la cara. Te explicaré las cosas una vez
que ya no ponga en peligro a mis camaradas al enfocarme en ti y tus malditas preguntas.
Cuídate. Te amo. —Pude sentir su ira, conmoción, irritación y miedo, pero no
dijo ni una palabra más. Por eso, lo besaría con fuerza cuando lo volviera a
ver.
—Muy bien, estoy aquí. ¿Cuál es el plan? —pregunté a Freya.
—Si sobrevivimos a esto, vas a decirme qué en el nombre de Odín te
estaba pasando en este momento. Ese es el plan. ¿Entiendo?
—Sí. Ahora, ¿tenemos planeado sobrevivir a esto? —Asiento en
dirección a los hombres.
—Nuestro respaldo debería estar aquí en cualquier momento —explicó
Freya—. Envié la señal mientras estabas trabajando en Lakin.
Efectivamente, uno de los hombres amenazadores cayó hacia adelante
un segundo después, una flecha sobresaliendo por su espalda. Los hombres
que nos habían enfrentado se dieron la vuelta rápidamente, buscando quién se
había colado detrás de ellos. No vi a nadie. Aparentemente, tampoco ellos
porque se agacharon, buscando en el horizonte.
—Ahora peleamos —gritó Babs.
Nos lanzamos hacia adelante como uno. Uní mi voz a sus gritos de
batalla, corriendo con todas mis fuerzas hacia los hombres ahora asustados.
Mientras cargábamos, vi caer a dos hombres más con flechas en los ojos y el
corazón.
—Sigue moviéndote —gritó Freya—. Recuerda, se cansarán antes que
tú, así que mantente fuera del alcance de su espada si no crees que puedes
derribarlos.
—Bien: muévete, espada, no te mueras —murmuré. El metal chocó
cuando las espadas se encontraron. Las voces profundas se unieron al tono
más alto de las escuderas. Me moví para interceptar a un hombre que cargó
hacia Babs, pero Rhetta estaba allí de repente. Era fácil de olvidar porque era
la más pequeña y silenciosa, pero se encontró con la espada del guerrero con
la suya y usó su escudo como ariete.
Cuando me volví para enfrentar a otro hombre, Astrid se paró frente a
mí.
—Me encargo de este, Al. Solo mantente con vida en caso de que 153
alguien caiga.
Entonces comprendí que Freya no tenía ninguna intención de dejarme
pelear.
—¡Cuidado!
La voz de Freya rompió mis pensamientos. Me volví, levantando mi
espada al mismo tiempo. Una espada chocó con la mía con tal fuerza que casi
me hizo caer de rodillas. Tan pronto como la levantó, retrocedí y me lancé
hacia un lado, sin dejar que mis ojos dejaran a mi atacante. Era una montaña
de hombre, al menos treinta centímetros más alto que yo, con barba, ojos
negros y nariz torcida. El hombre tampoco parecía haberse perdido ninguna
comida, lo cual era bueno para mí. Definitivamente se cansaría más rápido…
esperaba.
Cuando se lanzó por segunda vez, caí al suelo en un giro hacia adelante
y salté, girando tan rápido que ni siquiera lo perdí de vista. Se dio la vuelta y
gruñó. Intenté no sonreír, pero fallé.
—¿Vas a pelear con él o simplemente sonreír y bailar? —gritó Babs.
—Voy a seguir con vida, tal como Freya me dijo —respondí,
lanzándome de nuevo a un lado. La tercera vez que atacó, se encontró con las
espadas de Freya y Babs. Ambas se movieron frente a mí al mismo tiempo que
yo di un paso atrás.
—Suelta tu espada —le ladró Freya al hombre—. Eres el único que
queda con vida.
Me detuve ante sus palabras, y escaneé el área lentamente. Tenía razón.
El resto de los asaltantes estaban en el suelo. Algunos gemían, con sus manos
aferradas contra algunas heridas grotescas. La mayoría estaban inmóviles.
—¿Alguien está herida? —pregunté, inspeccionando a las escuderas.
—Tengo algunos cortes, pero quiero las cicatrices, así que ni siquiera
pienses en curarlas —dijo Maarit.
—Igual —dijeron Taina y Talia juntas.
—Tengo un corte profundo al que podrías echarle un vistazo si no te
importa —dijo Rhetta en voz baja a mi lado. Ni siquiera la había oído
acercarse.
—Por supuesto —dije, envainando mi espada. Colgué mi escudo en mi
espalda—. ¿Dónde? 154
Rhetta señaló su brazo. Había un corte de ocho centímetros en su
bíceps. La sangre brotaba libremente de él y no parecía estar disminuyendo.
Puse mis manos sobre la herida. Llamando a mi magia a la superficie,
canté las palabras que aparecieron en mi mente. Pude sentir el miedo de
Torben, pero tuve que dejar eso a un lado hasta que tuviera tiempo de
abordarlo. Probablemente estaba teniendo un colapso ahora mismo.
Ciertamente lo estaría si nuestras posiciones se hubieran invertido.
—Como nueva —le dije a Rhetta cuando terminé.
Sus ojos estaban un poco más abiertos ahora, sus labios
transformándose en una sonrisa.
—Gracias, Allete. No lo olvidaré. —Me hizo una reverencia ligera antes
de unirse al resto de las mujeres que estaban junto a Freya y Babs.
—¿Cómo estás? —me preguntó Delvin.
—Estoy bien. ¿Supongo que tengo que agradecerles a Amund y a ti por
las flechas que cambiaron las cosas a nuestro favor? —pregunté, viendo a
Amund trotar hacia nosotros.
—Escuchamos el llamado de lechuza de Freya. Hace el sonido exacto
de una lechuza común mezclada con una manchada —explicó.
—Me alegra que ustedes dos aparecieran cuando lo hicieron —admití.
—Podrían haberlos manejado sin nosotros —dijo Amund.
—Por supuesto que podríamos haberlo hecho —dijo Taina, escuchando
nuestra conversación—. Pero no nos gusta escuchar a los hombres llorar como
bebés cuando se pierden las peleas.
—¿Estoy rodeado de niños? Estoy intentando interrogar a un prisionero
—gruñó Freya, su voz elevándose por encima de las demás.
Cuando corrí hacia ella, se hizo a un lado.
—Esta es la reina de nuestro clan. Ella tiene el poder de dejarte vivir —
le dijo Freya al hombre. Sus ojos se abrieron de par en par.
—¿Quieres decir que tiene el poder de matarme? —preguntó.
Freya se rio.
—Por supuesto que sí. Pero ya estás muerto. Ella tiene el poder de
devolverte la vida. Sería prudente defender un caso convincente. Dale una
razón para querer ver cómo se levanta tu cadáver.
155
—Vaya, tiene un don con las palabras —murmuró Delvin. Tuve que
estar de acuerdo.
—¿Quién eres y por qué has estado explorando nuestro clan? —
pregunté, usando la voz que había escuchado a mi padre usar cuando esperaba
ser obedecido.
—No somos nadie, y buscamos a la oráculo —respondió.
Freya no perdió el ritmo.
—A la Oráculo —espetó. Movió su cuerpo sutilmente más cerca de él,
obligándome a dar un paso atrás—. ¿Eres uno de esos clanes que fuman
hongos y bailan desnudos bajo lunas llenas?
El hombre entrecerró sus ojos oscuros.
—Nos han enviado para pedirle a la oráculo que nos diga algo —dijo,
fijando esos ojos en mí—. Necesitamos saber el resultado.
—¿Quién te envió? —pregunté.
—El viento, el agua, el fuego, la tierra —contestó.
Me obligué a mantener una expresión seria a pesar de que quería
señalarlo con el dedo y gritar algo ridículo como “bruja”, porque ¿por qué otra
razón habría mencionado los elementos? ¿Myra y yo no habíamos hablado de
cómo la magia de las brujas provenía de los elementos?
—¿Quién. Te. Envió? —pregunté de nuevo, enfatizando mis palabras.
—Evelyn —respondió finalmente, su nombre como una oración en sus
labios. Cerrando los ojos, echó la cabeza hacia atrás—. Evelyn. —Esta vez,
susurró—: La he encontrado.
Miramos al hombre quien ahora tenía la cabeza echada hacia atrás
mirando al cielo, casi luciendo sereno.
—¿Ya puedo matarlo? —preguntó Babs.
Cuando comencé a hablar, su cabeza bajó repentinamente. Sus ojos se
abrieron de golpe, me señaló y gimió:
—¡Ella te ha encontrado!
El sonido se cortó abruptamente cuando su cabeza rodó de sus hombros
y su cuerpo cayó inerte. Sentí mis ojos abrirse como platos cuando miré
boquiabierta a Freya, quien respiraba pesadamente después de haber blandido
su espada para silenciar al hombre. 156
Se encogió de hombros.
—¿Qué? Esa mierda fue espeluznante. No puedes apuntar y gritar a la
gente sin esperar que alguien te corte la cabeza.
—De acuerdo —dijeron las gemelas.
—¿Y quién diablos es Evelyn? —preguntó Babs.
—No —dije rápidamente—. No digas su nombre. —Ellas fruncieron el
ceño—. No sé por qué, pero casi parece que estamos llamando su atención.
No, no estoy fumando hongos. Solo confíen en mí.
Freya se encogió de hombros.
—Siempre y cuando no empieces a señalar y gritar que alguien te ha
encontrado, estamos bien.
—Excelente —dije con un suspiro fuerte—. Ahora tenemos que volver
porque tengo que averiguar qué demonios acaba de pasar.
Freya asintió.
—Claro. Tú, tú y tú —señaló a Delvin, Amund y Babs—, lidien con los
muertos. El resto de nosotras llevaremos a nuestra oráculo a salvo con la bruja,
quien con suerte sabrá por qué la gente estaba señalando y gritando a Al.
—La señalas y le gritas todo el tiempo —dijo Astrid mientras nos
dirigíamos hacia el clan.
—Soy la única a la que se le permite señalar y gritarle a Al. A todos los
demás les cortan la cabeza.
—¿Qué hay de Torben? —pregunté con una sonrisita.
—Él se cortaría su propia cabeza antes de gritarte como lo hizo esa
bestia —dijo Freya.
—Dime que estás bien —dijo Torben en mi mente.
—Hablando del diablo —dije, y luego agregué—: Estoy bien, vikingo.
Freya decapitó al hombre malo y salvó el día.
—¿Freya decapitó a un hombre? —gruñó.
Suspirando, intenté prepararme para la conversación larga con mi
esposo. También iba a mencionar que a Freya le gustaba cortarles la cabeza a
los hombres que me gritaban. Pero dudaba que nada de lo que dijera lo
calmara.
157
18
“El secreto para tener éxito en cualquier cosa es convencerse de que ya lo has
hecho. Convéncete de que ya has logrado lo que te propusiste lograr y todo lo que
estás haciendo ahora es revivirlo.”
~Brant

Solo tomó tres días llegar al territorio del clan Thornag. El viento y el
mar se aliaron para impulsarnos, impulsando nuestro barco a través de las olas
con una velocidad anormal. Cuando nos acercábamos a la playa de Thornag,
comencé a buscar en la costa. Después de unos minutos, divisé un nicho donde
podríamos anclar el barco e ir a tierra sin ser vistos.
Escuché mientras Clay daba a la tripulación órdenes estrictas de
permanecer en el barco y vigilar, pero mis ojos estaban en tierra. Dayna estaba 158
ahí fuera, en alguna parte. Después de semanas de estar inactivo, finalmente
hacía algunos progresos para recuperarla.
—¿Estás listo? —preguntó Clay.
—El bote ya está en el agua —dije, hablando del bote pequeño que
íbamos a remar hasta la orilla.
Cuando llegamos, ambos nos bajamos y atamos el bote a un árbol.
Saqué una brújula, luego encontré el norte apuntando en la dirección opuesta.
—Creo que tenemos que ir al sur. Ha pasado un tiempo desde que he
estado en su clan. No estoy exactamente seguro de cómo llegar desde aquí.
—¿Qué tan lejos estará de la costa? —preguntó Clay.
—Una buena caminata. Tienen un río que corre cerca de su aldea, por
lo que tienen acceso a agua dulce. No necesitan estar cerca de la playa. Si mal
no recuerdo, creo que su aldea está a unos dieciséis kilómetros de la costa. Aun
así, lo más probable es que mantengan una rotación de guardias en la playa,
de modo que tendrán muchas advertencias contra posibles invasores.
—¿Cómo encontramos la aldea? ¿Deberíamos seguir la rotación de la
guardia de regreso?
Sí, podríamos. Pero odiaba la idea de simplemente sentarme y esperar
a que ocurriera el cambio de guardia. ¿Y si llegábamos a la playa y justo
comenzaba una rotación nueva? Eso significaba que podíamos estar sentados
y esperando durante horas antes de que ocurriera otro cambio.
Clay, quien pareció sentir mi desgana, dijo:
—¿Por qué no vigilamos la playa? Esperamos un poco y vemos si
podemos captar alguna conversación entre los guardias sobre cuándo termina
su turno. Si va a ser demasiado tiempo, continuaremos.
Era un buen plan, y tuve que esforzarme para no pensar con mis
emociones. No le haría ningún bien a Dayna si no podía mantener la calma y
pensar con claridad.
—Eso funcionará —le dije.
Partimos en dirección a la playa donde estaban atracados los barcos del
clan Thornag. Afortunadamente, la luna estaba llena, de modo que era fácil
de ver. Me aseguré de permanecer en las partes más gruesas de los árboles y el
follaje. Si nos detectaran, se perderían todas las esperanzas de rescatar a
Dayna. 159
Llegamos a una brecha en los árboles, y pude ver el primer barco.
Efectivamente, había cinco guardias patrullando la playa. Se detuvieron de vez
en cuando para hablar antes de continuar. Probablemente estaban intentando
evitar quedarse dormidos. Sabía por experiencia que el deber de patrullar por
la noche podía ser increíblemente aburrido.
Nos acercamos lo más que pudimos, escondiéndonos detrás de un
arbusto cubierto de maleza y un par de árboles grandes. Me arrodillé y Clay se
arrastró a mi lado. Ahora solo teníamos que esperar. Odiaba esperar.
Los guardias más cercanos a nosotros se detuvieron para conversar a los
pocos minutos.
—¿Te quedarás atrás en nuestra próxima campaña? —preguntó el de la
derecha, vestido con una túnica negra y una ballesta a la espalda.
El chico de la izquierda se encogió de hombros.
—El jarl no me ha dicho si voy. Escuché que la bruja tiene algo que ver
con eso. No me agrada. Hace que mi piel se erice.
—Sí, pero es algo digno de ver —dijo el tipo de la ballesta, con una
asquerosa sonrisita obvia.
—No me gusta ni siquiera mirar a una moza que podría hacer que mis
joyas se caigan. Sin importar lo agradable que sea a la vista. No vale la pena ir
allí —dijo el otro—. Probablemente te convertiría en un sapo después… o
cortaría tu miembro y lo usaría en un hechizo o algo así.
Se acercó un tercer hombre. Tenía dos empuñaduras de espada a ambos
lados de sus hombros, indicando que era un luchador ambidiestro. Sería un
digno oponente si fuera bueno.
—¿De qué están parloteando ustedes dos mozas perezosas? —preguntó
el recién llegado.
—Sobre zarpar en unos días —respondió el hombre de la ballesta.
—Si me pregunta, es una pérdida de tiempo —dijo el tercer hombre—.
Gisele debe tener algo sobre el jarl, y está obligándolo a convertirnos en sus
perros guardianes.
—¿Lo está chantajeando? —preguntó el otro.
El hombre de espadas dobles asintió.
—Estaba haciendo guardia fuera de su caseta cuando ella se reunió con 160
él. Tiene una de esas princesas inglesas capturadas, la más joven, y quiere
usarla como moneda de cambio por un libro que cree que está oculto con el
clan de Magnus.
—¿Qué diablos tiene eso que ver con nosotros? ¿Por qué Calder se
preocupa por esto? —gruñó el hombre de la ballesta—. Se suponía que Magnus
regresaría, lo cual no pudo hacer. Se suponía que íbamos a terminar con una
de esas oráculos, y creo que el jarl incluso estaba considerando tomar a la que
Gisele cortó como su mujer. ¿Cómo en nombre de los dioses consiguió Gisele
a una de las princesas inglesas después de que escaparon?
—Es una bruja —respondió espada doble—. Probablemente pueda
hacer lo que quiera.
—Entonces, ¿por qué no capturó a la mayor que en realidad tiene
poderes? —desafió el primer guardia.
—¿Cómo demonios se supone que debo saber? —gruñó espada doble—
. Todo lo que sé es que navegar al clan Hakon por un maldito libro es un error.
—¿Alguien le ha señalado esto a Calder? —preguntó ballesta.
—¿Vas a cuestionar al jarl? —contraatacó espada doble—. ¿Y si esa
bruja se enoja y decide lanzarnos un rayo? Descansaré más tranquilo cuando
le consigamos su libro a la bruja y la alejemos de nuestro clan.
Nadie respondió. Pareciendo tomar eso como el final de su pequeña
reunión, los tres se dispersaron y volvieron a patrullar.
Me senté con la espalda contra el árbol. Santa Valquiria, Dayna ni
siquiera estaba aquí. Me froté la cara con ambas manos, sintiendo que el
cansancio por la falta de sueño me alcanzaba. ¿Cómo iba a averiguar dónde
estaba la bruja reteniendo a mi Dayna?
—Sigamos con el plan original —dijo Clay—. Vamos al clan Thornag.
Tal vez allí podamos averiguar dónde está esta mujer Gisele.
Quise gruñirle a Odin, preguntarles a los dioses por qué no estaba siendo
más útil en mi difícil situación para ayudar a una chica inocente, pero entonces
no tendría sentido. Los dioses no se preocupaban por nosotros, en realidad no.
Eso lo aprendí hace mucho tiempo.
Veinte minutos después, estaba reconsiderando mi desestimación de
Odin cuando aparecieron nuevos guardias para hacerse cargo.
—Gracias a los dioses —murmuré vacilante. Tan pronto como los
demás empezaron a irse, Clay y yo nos levantamos y nos movimos. El hombre
empuñando la ballesta estaba más cerca de nosotros, de modo que tuvo el 161
honor, sin saberlo, de llevarnos a su clan.
Aunque sabía que nos movíamos en silencio, aún pareció que
sonábamos como una manada de animales atravesando el bosque. Tuvimos
que escondernos de vez en cuando detrás de un árbol porque ballesta miró
detrás de él. No creí que nos escuchara, pero supuse que sintió nuestros ojos
sobre él. Conocía ese sentimiento demasiado bien. Era jodidamente molesto
no ser capaz de averiguar quién estaba observando.
Cuando finalmente llegamos a la aldea del clan, el lugar estaba en
silencio. Todos estaban metidos en las camas, excepto algunos de sus guardias
nocturnos. Calder era paranoico (o inteligente) por tener tantos guardias. Por
otra parte, si estuviera asociado con una bruja oscura, también querría muchos
ojos en el bosque circundante.
Continuamos avanzando en las sombras, notando en silencio cualquier
lugar que pudiera ser un buen escondite. Cuando llegamos casi a la mitad de
la aldea, me detuve cuando escuché una voz familiar.
—Necesito que le digas que serán cuatro días hasta que podamos irnos,
no tres.
Calder, pensé, reconociendo su barítono profundo.
—¿Y por qué tengo que hacer esto de noche, en la oscuridad? —
respondió una segunda voz.
—Porque ella necesita saberlo lo antes posible. Estará lo
suficientemente enojada por la demora, esperar para decírselo hasta el último
minuto solo generará más ira —explicó Calder—. Además, le gustas.
—No me lo recuerdes. Cometí un error con esa. Nunca debí haberme
metido en su cama.
—¿No fue buena? —preguntó Calder.
—No dije eso. —Los ojos del hombre adquirieron una mirada lejana
por un segundo. Sonrió burlonamente, pero entonces negó con la cabeza
rápidamente—. Dije que fue un error. Fue como meterse en la cama con una
viuda negra. Podría haberme matado en un abrir y cerrar de ojos. Aún podría
hacerlo.
Calder rio entre dientes.
—Pero no lo hará. Solo dale lo que quiere, y estarás a salvo de los
pasillos del Valhalla.
162
—Por los dioses, si no pensara que eres un jarl digno, te degollaría por
las cosas que me obligas a hacer —gruñó el otro hombre prácticamente.
—Me extrañarías demasiado para matarme —dijo Calder, sonando
demasiado parecido a Magnus para mi gusto.
—Sí, sí. Sigue diciéndote eso. Lo haré.
Clay y yo retrocedimos cuando escuchamos los pasos del hombre
viniendo hacia nosotros. Dejamos que la oscuridad de los árboles nos cubriera
hasta que pasó, luego comenzamos a seguirlo. Aunque era agradable que la
luna fuera tan brillante, también significaba que debíamos tener cuidado de
mantenernos lo suficientemente lejos como para que las sombras nos
cubrieran.
Cuando llevábamos casi una hora caminando, estaba listo para agarrar
al otro guerrero por detrás y exigirle que nos dijera dónde estaba la maldita
bruja y luego cortarle la garganta. Pero sabía que Torben no querría que
matara a alguien a menos que fuera absolutamente necesario. De hecho,
Torben se iba a enfurecer porque hubiera venido por mi cuenta, así que podría
no importar a quién matara porque lo más probable es que de todos modos él
me mataría.
Finalmente, llegamos al final del camino. No pude ver nada más que
una pared de árboles y matorrales enredados. Justo cuando pensé que el
hombre debía haber dado un giro equivocado en algún lugar de la oscuridad,
se acercó al follaje y lo miró fijamente. Lo oímos murmurar maldiciones.
—Malditos arbustos estúpidos. —Finalmente, pareció encontrar lo que
buscaba. Con un gemido y un gruñido, se empujó a través de una grieta
pequeña en la maleza. Un momento, estaba allí. Al siguiente, había
desaparecido entre la maleza densa.
Nos arrastramos hasta la pared de follaje. Si no hubiera visto al hombre
desaparecer entre la maleza, nunca habría encontrado el pasaje diminuto a
través de la vegetación. Fue absolutamente apretado que se hizo aún más
difícil de sortear porque aún teníamos que permanecer callados en lugar de
empujar violentamente a través de las ramas, pero Clay y yo al final logramos
atravesar el espacio pequeño. Vi una luz al otro lado de un claro, y olí el humo
de un fuego. Una cabaña pequeña apareció a la vista. Cuanto más nos
acercábamos a la cabaña, más rápido latió mi corazón. Si lo que dijeron esos
hombres en la playa era cierto, entonces Dayna estaba viva y en esa cabaña.
Prácticamente estaba temblando con la necesidad de irrumpir al interior 163
y agarrarla, para ver por mí mismo que estaba bien. Y luego matar a la maldita
bruja con mis propias manos.
—Cálmate. —La voz de Clay y su mano en mi hombro me sacaron de
mis pensamientos violentos. Le fruncí el ceño. Negó con la cabeza,
suspirando—. Estabas gruñendo como un maldito lobo.
—Oh, lo siento —murmuré, aunque no lo hacía. De momento, en
realidad no me importaba si nos descubrían. Solo quería llegar a Dayna.
Encontramos un lugar detrás de unos árboles que nos permitió ver la
puerta principal. El hombre que envió Calder estaba parado allí con la cabeza
inclinada hacia el cielo, luciendo como si quisiera estar en cualquier otro lugar
del mundo que no fuera la guarida de la bruja.
Finalmente llamó, luego dio un paso hacia atrás y se movió inquieto,
cambiando su peso de un pie a otro. No pasó nada. El hombre continuó
moviéndose ansiosamente. Parecía como si fuera a llamar una vez más, pero
bajó la mano. Pensé que estaba a punto de correr hacia el bosque cuando la
puerta finalmente se abrió. La mujer que respondió no fue lo que esperaba. A
pesar de que había escuchado a los guardias hablar de su belleza, aún la
imaginaba en mi mente como una demacrada vieja encorvada, con cabello gris
y dientes descuidados. No me había encontrado con muchas brujas en mis
días, pero esperaba que el mal que vivía dentro de ella también hubiera
contaminado el exterior. Pero no era ninguna de esas cosas. Era alta y esbelta,
con largo cabello rojo y pálida piel lechosa.
Cuando levantó esos labios carnosos en una sonrisa, la belleza se había
ido, su rostro se transformó en uno de pura maldad depredadora.
Aparentemente, incluso un exterior bonito no podía ocultar la podredumbre
dentro de ella.
—¿A qué le debo el honor de tu compañía? —preguntó Gisele. Su voz
era sensual. Podría haber sido sexy si no hubiera escuchado el siseo de una
víbora en él.
—Necesito hablar contigo —dijo el guerrero—. Calder me pidió que te
diera un mensaje.
La sonrisa desapareció del rostro de Gisele, y se cruzó de brazos frente
a ella. Entrecerró los ojos como un halcón detectando su presa.
—Espero que sea un buen mensaje.
Casi pude oír al hombre tragar pesado. Su espalda de repente se puso
recta como un remo. Maldijo en voz baja, luego pareció tomar algún tipo de
decisión. 164
—Escucha, está intentando tener todo listo en el período de tiempo que
solicitaste, pero hay otras cosas de las que ocuparse además de prepararse para
enfrentarte a otro clan. Dijo que nos retrasaríamos un día más en la partida.
Gisele pareció como si fuera a escupir fuego por la boca. El guerrero
también debió sentirlo porque dio otro paso atrás.
—Creo que es hora de que dé un paseo para ver a Calder nuevamente.
Al parecer, ha olvidado nuestra última conversación.
—Recuerda bien, pero también tiene que pensar en el bienestar del clan.
Estamos intentando prepararnos para el invierno, que está a la vuelta de la
esquina. No podemos simplemente detener todo porque quieres que lo
hagamos —dijo el hombre, su voz cada vez más frustrada.
Ella lo miró fijamente durante varios segundos antes de decir:
—No te muevas. Ya vuelvo. —Y luego le cerró la puerta en la cara.
Menos de cinco minutos después, salió de la cabaña con una capa larga
y negra.
—Vamos a ver tu jarl para que me explique exactamente por qué
necesita un día extra, luego yo le puedo explicar por qué eso no va a suceder.
Suspirando, el guerrero Thornag alzó las manos en un gesto de “Me
rindo”. Parecía cansado y agotado. Su rostro tenía arrugas que alguien tan
joven como él no debería tener, como si le hubieran quitado la vida, dejando
su piel con espacio extra para hundirse.
Vimos a medida que los dos caminaron en dirección a la barrera de
follaje. Nos habíamos movido lo suficiente como para que la maleza nos
cubriera. Empecé a moverme, pero me quedé paralizado cuando escuché la
voz de la bruja.
—Espera —espetó.
Se volvió y miró directamente al lugar donde nos escondíamos. No
tenía idea de cómo podía habernos visto, escondidos en la oscuridad como
estábamos, pero cuando entrecerró los ojos y comenzó a dar un paso en
nuestra dirección, mi corazón dio un vuelco en mi pecho.
—Se está haciendo tarde. Calder no estará despierto toda la noche —
dijo el hombre, con un cansancio evidente en su voz.
Gisele vaciló un momento más antes de decir:
—Por supuesto, vámonos. —Continuaron hacia la pared de follaje. En 165
lugar de atravesarla como lo habíamos hecho, Gisele se detuvo y murmuró
algunas palabras. La maleza densa se separó, dejándoles un camino despejado
por el que caminar.
Clay y yo nos quedamos inmóviles, observando hasta que la pared del
bosque se cerró detrás de ellos. Permanecimos callados y escondidos durante
al menos quince minutos más.
—Se han ido —susurré innecesariamente. Clay asintió.
La necesidad de correr a la cabaña para ver cómo estaba Dayna era
abrumadora. ¿En serio estaba a unos pocos metros de distancia, esperando
dentro de esa destartalada cabaña descuidada? Sin pensar en si alguien más
estaba dentro protegiendo a Dayna, o si la bruja había colocado algún tipo de
defensas mágicas sobre la casa, me levanté y comencé a correr hacia ella.
—Voy a entrar —dije por encima del hombro. En unos pocos pasos, me
detuve en la puerta. Sin tocar ni decir una palabra, agarré la manija de la puerta
y la abrí. Para mi sorpresa, se balanceó fácilmente. Me sorprendió aún más
cuando escuché un canto proviniendo de adentro. Mi respiración se atascó en
mi garganta. Era la voz de Dayna. Miré dentro, buscando en la habitación
pequeña hasta que la vi. Estaba agachada detrás de una mesa.
—Dayna —susurré. No pareció escucharme. Tenía una rata en las
manos y… eh… ¿le cantaba? Esperaba que estuviera en el suelo, tal vez
encadenada a la pared. Esperaba que le ataran las manos y los pies. Esperaba
que estuviera, tal vez inconsciente. No esperaba que le estuviera cantando a
un roedor como si no le importara nada en el mundo.
—Dayna —dije, esta vez en voz alta, y di un paso hacia ella.
Ella gritó y saltó en el aire, casi perdiendo su agarre sobre la rata. Esta
la arañó y se revolvió, intentando escapar, pero ella la aferró con fuerza.
—¿Por qué te acercas a mí sigilosamente? —gritó.
—Dayna —dije de nuevo, dando otro paso hacia ella. Quería correr
hacia ella. Quería levantarla en mis brazos y abrazarla con fuerza contra mi
cuerpo. Quería revisar cada centímetro de ella para asegurarme de que estaba
ilesa. Pero no vi ningún reconocimiento en sus ojos. No había nada que
indicara que me recordaba en absoluto… o que… me amaba. ¿Qué había
pasado? ¿Dónde estaba la coqueta chica luchadora que me robaron? Esta no
era Dayna. Alguien más me estaba mirando desde los ojos de Dayna.
—¿Qué? ¿Por qué sigues diciendo mi nombre? 166
—Soy Brant —dije—. ¿Me recuerdas?
—Por supuesto que te recuerdo. Alguien de tu tamaño es difícil de
olvidar. ¿Por qué no te recordaría? —preguntó, frunciendo el ceño ferozmente
como si fuera el que había perdido la cabeza.
Me di cuenta de que la bruja le había hecho algo a la mente de mi
amada, confundiendo su cerebro de alguna manera. Sin duda un hechizo
terrible.
—Estás hablando con una rata —señalé como si eso explicara mi
pregunta.
—Sí, ¿y qué?
—¿Por qué estás hablando con una rata?
Dayna me fulminó con la mirada.
—Es mi mejor amiga. Sería muy grosero ignorarla.
Por el ejército de Odín, ¿de qué estaba hablando? ¿Su mejor amiga? Una
rata. ¿En serio?
—Pensé que Allete era tu mejor amiga.
Hizo una pausa y volvió la cabeza, una expresión burlona pasó por su
rostro.
—¿Allete? —susurró el nombre prácticamente.
—Sí, All… —comencé.
—Hola, capitán Clay —saludó Dayna, mirando más allá de mí. Sus
labios se curvaron en una sonrisa.
¿Por qué a él sí le sonríe? Me pregunté. Probablemente mi boca estaba
colgando abierta. No podía creer que fuera la misma Dayna que había
amenazado con atravesarme con una daga oculta tantas veces.
—Hola, princesa —dijo, su voz volviéndose mucho más formal de lo
que la había escuchado en días—. Hemos venido a llevarte a casa.
La sonrisa de Dayna cayó de inmediato, y sus ojos se volvieron
sospechosos.
—¿Por qué razón harías eso? Este es mi lugar favorito en todo el mundo.
Clay se acercó a mí. Sentí su mirada interrogante, pero no aparté los
ojos de mi chica. Este no era el rescate que había imaginado. 167
19
“Pienso que es importante recordar que si la gente te está mirando fijamente como
si te has vuelto loco, probablemente es porque lo has hecho.”
~Dayna Auvray

Necesito todo de mi interior para no tirar a Tontis a un lado y saltar a


los brazos de Brant. No podía creer que él estuviera realmente aquí. ¿Cómo
llegó aquí? ¿De dónde vino? ¿Allete estaba aquí? Descarté esa pregunta
inmediatamente porque si Allete hubiera estado aquí, habría estado graznando
como una mamá gallina enojada diciéndome que dejara la rata y saliera.
Entonces, no, no había forma de que Allete estuviera aquí.
—Dijeron que están aquí para rescatarte. Tal vez deberías ir con ellos —sugirió
Tontis, y la miré. 168
—¿Por qué diablos haría eso? —susurré con los dientes apretados.
—Porque te guste o no aquí, no perteneces aquí. Perteneces a tu familia —
respondió la rata.
Tenía que dárselo a Tontis, era una rata bastante sentimental. No sabía
que las ratas tuvieran algún tipo de profundidad emocional. Pensé que solo
buscaban queso, hacían caca en los armarios y hacían agujeros en lugares
donde no deberían. Mostraba lo que sabía sobre el Reino animal.
—Dayna —retumbó la profunda voz suave de Brant—. ¿Por qué diablos
pensarías que este lugar —señaló hacia la habitación—, es tu lugar favorito en
el mundo? Pensé que tu lugar favorito en el mundo era dondequiera que
estuviera Allete.
Oh, guau. Salía con los cañones disparando. Sacar a relucir el
argumento de la hermana desde el principio, lo cual, debo admitir, era muy
convincente.
—Es convincente porque es verdad —dijo Tontis.
—¿Cómo sabes que es verdad? —murmuré—. Solo me conoces desde
hace un par de semanas.
—Sueñas con ella —dijo Tontis, su voz amable—. También sueñas con el
hombre llamado Brant —dijo, su voz aún más suave.
Escaneando el cuerpo de Brant, dije:
—Bueno, míralo. ¿Quién no soñaría con él? Es un Adonis enorme, todo
melancólico y atractivo.
—¿Está hablando con la rata? —preguntó Clay. No me estaba
preguntando, así que no respondí.
—Creo que sí —respondió Brant, sonando un poco divertido—. ¿Tu
amiga tiene un nombre? —me preguntó—. Podemos traer a la rata con
nosotros. No tienes que dejarla atrás.
Me esforcé por no hacer un comentario sarcástico.
—Sí, tiene un nombre. Ciertamente no ando llamándola rata todo el día
—rechacé.
—¿Vas a decirnos cuál es? —preguntó Brant.
Arqueé una ceja. Hace solo un minuto, señaló que estaba hablando con
una rata y su voz dejó en claro que pensaba que era la cosa más tonta que 169
había escuchado. Entonces, ¿por qué de repente estaba interesado en ella?
—Su nombre es Tonta, pero yo la llamo Tontis para abreviar —le
expliqué.
Escuché toses. Cuando estudié a los dos hombres, pude ver que
luchaban por contener la risa. Eso era grosero. El nombre de mi amiga no era
divertido.
—Pero es ridículo —dijo Tontis.
Ignorándola, me acerqué a su jaula. Después de que la senté suavemente
adentro, cerré la puerta. Ignoré su declaración acerca de llevarme a Tontis si
me iba con ellos porque simplemente no podía irme… por alguna razón. Oh
sí, porque este era mi lugar favorito para estar. Luego me volví para enfrentar
a los dos hombres.
—¿Por qué de repente quieres saber sobre Tontis? —pregunté.
Brant se encogió de hombros.
—Parece importante para ti. Eres importante para mí, así que eso la
hace especial. Sin mencionar que vinimos hasta aquí para conseguirte. Si no
quieres ir con nosotros, al menos quiero pasar un tiempo contigo. Te he
extrañado. He estado enfermo de preocupación por lo que podría estar
pasándote.
Simplemente lo miré fijamente. Sus palabras fueron sinceras, pero aún
sentía que había una motivación secreta detrás de ellas.
Antes de que Gisele se fuera, las últimas palabras que salieron de su
boca fueron «sospecha de todos y recuerda que no quieres irte. Este es tu lugar
favorito y lucharás para quedarte aquí».
¿Sospechaba de Brant porque Gisele me lo dijo? ¿O porque en realidad
tenía una razón para hacerlo?
—Ahora estás haciendo las preguntas correctas —dijo Tontis.
¿Preguntas? Cierto, sospechoso. Debería estar haciendo preguntas a
Brant y Clay. Tontis suspiró pero la ignoré mientras yo me enfocaba una vez
más en mis invitados sorpresa.
—Dijiste que viniste aquí para rescatarme —le dije—. ¿Por qué tendría
que ser rescatada de un lugar en el que amo estar?
—Dayna, te trajeron aquí en contra de tu voluntad —dijo Brant. 170
Tenía las manos en puños a los costados, como si estuviera intentando
evitar agarrarme.
—Nunca has estado aquí antes en tu vida, y no perteneces aquí. Lo que
sea que estés sintiendo, no es real. Piénsalo. ¿De verdad te gusta Gisele?
—No, claro que no. —Pensé en las cosas que había leído en su diario,
sintiendo que se me revolvía el estómago—. Es malvada.
—Entonces, ¿por qué demonios querrías quedarte con una mujer
malvada? —preguntó.
¿Por qué quería quedarme con Gisele? Siempre había conocido mi
propia mente. Siempre tomé mis propias decisiones basadas en lo que pensé
que era importante. A veces mis padres intervinieron, y a veces me dejaron en
paz. Nunca en mi vida había dejado que alguien más tomara decisiones por
mí. La idea de que Gisele fue capaz de forzar mi obediencia de alguna manera
y hacerme disfrutar de su comportamiento, eso era francamente repugnante.
Y me enojó que él insinuara que no reconocía la realidad.
—En este momento exacto, no tengo una respuesta de por qué quiero
quedarme. Me empieza a doler la cabeza, y pensar hace que me duela peor. Y
sé lo que es la realidad —espeté prácticamente—. No hay forma de que me
obliguen en contra de mi voluntad. ¿O no recuerdas lo fuerte que soy?
Sus labios forman una sonrisa torcida.
—Ah, lo recuerdo. Vivamente. —La sonrisa se desvaneció cuando dio
otro paso hacia mí. Una vez que estuvo lo suficientemente cerca, pude captar
una bocanada de su olor, casi cerré los ojos solo para absorberlo. Recordaba
su olor: cómo fue la primera vez que lo olí cuando me sostuvo en su brazos
después de haberme desarmado sin esfuerzo.
—Hueles bien —le dije. Debería haber estado avergonzada, pero no
pude reunir la energía. Estaba demasiado ocupada intentando averiguar por
qué querría quedarme en esta cabaña cuando Brant estaba en el mundo. Se me
ocurrió una gran idea—. Podrías quedarte conmigo —solté.
Sus ojos se abrieron de par en par.
—¿Permanecer contigo?
Asentí.
—Sí, aquí. Conmigo, Gisele y Tontis. Entonces tendría a mi mejor
amiga y al hombre que me ha robado el corazón conmigo en mi lugar favorito
del mundo.
171
—¿Podrías dejar de decir y pensar eso? —preguntó Tontis—. Solo estás
reforzando la mentira.
—¿Qué hay de Allete? ¿Tus padres? —preguntó Brant—. ¿Qué pasa con
tu vida y tus planes? Eres buscada y necesitada por personas que te aman,
Dayna. ¿De verdad quieres desperdiciar eso?
Sus palabras tocaron una cuerda en mi corazón. De repente, mi cabeza
se sintió confusa, esa era realmente la única forma en que podía describirlo,
cuando intenté pensar en mi hermana. El dolor en mi cabeza se convirtió en
un dolor punzante.
—¿Qué hay de ellos? Los planes cambian. La vida cambia como el
clima. Nunca sabemos realmente día a día lo que nos espera. —Mis palabras
sonaron verdaderas y huecas al mismo tiempo.
Brant entrecerró los ojos y apretó los labios.
—¿Recuerdas lo que le pasó a Allete? ¿A Hilda? ¿Tienes algún recuerdo
de algo antes de estar en este lugar?
—Por supuesto que lo recuerdo. Me acordé de ti y de Clay, ¿no?
Recuerdo que normalmente quiero patearte las joyas de tu familia en lugar de
escucharte gritar órdenes. —¿Qué tal eso para recordar, Señor Guerrero Enorme?,
pensé.
—En realidad creo que, en este punto, deberías dejar de hablar —dijo Tontis.
Girando hacia la rata, le mostré los dientes como si fuera un animal
salvaje.
—No dejaré de hablar. Deja de hablar. Hasta que tengas algo útil que
decir.
—Dayna —gritó Brant, haciéndome saltar y tambalearme—. Por favor,
intenta pensar en lo que realmente quieres en la vida. Piensa en cuando eras
una niña. Piensa en todos los sueños que tuviste. Piensa en tus hermanas, en
toda la diversión que tuviste. Piensa en cuando me viste por primera vez.
Recuerda la primera vez que te dije que algún día serías mía. Te dije que eras
la quien mi alma no podía vivir. Acordaste ser mía si te esperaba y no me
acostaba con ninguna otra mujer. Dijiste que, si miraba a otra mujer, me
sacarías los ojos y se los darías de comer a los peces. Acuérdate de mí,
princesita. Recuerda nuestras promesas mutuas.
Recordaba esas cosas. Recordaba mis sentimientos por Brant. Había
pensado en él mientras estaba en esta cabaña. ¿Por qué no querría ir con él?
¿Por qué no podía recordar exactamente dónde estaba Allete? Y Hilda, ¿sabía
lo que le había pasado? Sentía como si hubiera sabido estas cosas hace unos 172
días, pero ahora simplemente se habían ido.
Por alguna razón, tuve la urgencia de golpearme en la cabeza con la
esperanza de despejar la niebla que parecía estar llenando mi cerebro.
De hecho, sacudí un poco la cabeza. Empeoró el dolor.
Aun así, los pensamientos sobre Allete e Hilda estaban fuera de mi
alcance. Sabía quiénes eran. Sabía que me preocupaba por ellas. Pero si
intentaba aferrarme a algo más, era como agarrar un puñado de humo y verlo
deslizarse por las grietas entre mis dedos.
En mi interior, sentí que algo grande había sucedido. ¿Por qué Allete no
estaba aquí? Supe inmediatamente cuando aparecieron Brant y Clay que mi
hermana no estaba con ellos, pero ¿por qué? Jadeé cuando una aguda
sensación punzante atravesó mi mente. Por un breve segundo, vi la mirada en
blanco de Hilda.
—Algo malo pasó… —No estaba segura si era una declaración o una
pregunta. Estaba al borde del pánico. ¿Cómo diablos podría olvidar a mi
hermana, o al menos lo que le pasó? ¿Cómo podría olvidar la muerte de Hilda?
Estaba segura de que no había vida en la mirada en blanco que había visto.
—Tal vez deberías sentarte —ofreció Clay al tiempo que indicaba un
taburete. Era en el que solía sentarme cuando Gisele cortaba sus roedores y
pájaros.
Me alejé de Brant y me estiré, tirando del taburete hacia mí. Una vez
que estuve sentada en el asiento, Brant se acercó de nuevo y me miró con tanta
atención que me dieron ganas de retorcerme.
Era tan alto que tuve que inclinar mi cabeza hacia atrás para mirarlo.
—No sé qué está pasando en esa cabeza tuya, pero necesito que pienses
por mí. ¿Gisele te ha hecho algo? ¿Te ha dado algo?
—La bebida desagradable —dijo Tontis—. Cuéntale de la bebida
desagradable.
—Me ha dado algo de beber —dije—. Pienso que me gusta… pero, al
mismo tiempo, es repugnante.
Brant frunció el ceño.
—¿Te gusta, pero es repugnante?
Me encogí de hombros. 173
—Similar a cómo me gustas, pero puedes ser repugnante.
Eso hizo reír al estoico capitán Clay.
Brant sonrió.
—¿Cómo sabes que puedo ser repugnante? No nos conocemos desde
hace tanto tiempo.
Elevé una ceja. Levantando una mano, comencé a marcar las cosas.
Levanté un dedo:
—Eres hombre. —Levanté un segundo dedo—. Eres un guerrero. —
Levanté un tercer dedo—. Eres hombre.
—Dijiste que soy hombre dos veces —dijo, su voz engreída.
—Eso es porque eres del tamaño de dos hombres —dije.
—Bien, te daré esa —se quejó—. Ahora que hemos establecido que te
gusto, ¿qué tal si vienes conmigo para que puedas aprender más sobre mí? —
Apoyó la mano sobre la mesa y se inclinó más cerca, tan cerca que podía sentir
su aliento en mi mejilla—. ¿Tal vez llegar a amarme? —La presunción se había
ido. En su lugar había una expresión suplicante que nunca hubiera esperado
ver en el enorme guerrero.
Sentí que mi pecho se apretaba cuando me encontré con su mirada. Sus
ojos eran tiernos, pero también tenían una determinación feroz.
—Brant, yo, esto es, quiero decir, la rata y… —tartamudeé como un
niño que ha sido atrapado in fraganti en los pasteles recién horneados de
Cook—. No sé qué me pasa —dije finalmente, sintiéndome desinflada. Porque
definitivamente algo andaba mal.
—Por fin —gritó Tontis.
Me incliné un poco más cerca de ella.
—¿De verdad hablas?
—No, no es la rata lo que escuchas, Dayna. Soy tu alma. Soy la parte de ti que
está escondida en lo más profundo.
—Dayna, en serio, necesitamos estar…
Levanté la mano, aun mirando a la rata por alguna razón, y la sacudí
hacia Brant.
—Shh… shh… shh. Estoy teniendo un momento ilustrado aquí. —Si
dijo algo más, no lo escuché. Estaba demasiado concentrada en la voz de mi 174
mente que decía ser mi alma.
—Soy la parte tuya que lucha por el bien de este mundo.
La parte de ti que anhela la luz y huye de cualquier cosa que amenace
con quitarte esa luz. Soy la parte que intenta hacerte retroceder cuando has
elegido la oscuridad o te has topado con ella inocentemente.
Me senté allí, con los ojos pegados a una rata, que aparentemente no
me había hablado durante más de una semana, y sentí que algo cambiaba
dentro de mí. De repente, sentí un dolor candente en mi cabeza. Manos
volando a cada lado de mi cara, cerré los ojos de golpe, mi cara arrugándose
por la agonía.
—Maldita sea —grité. Entonces, el mismo sentimiento rasgó a través de
mi pecho. Golpeé mi mano sobre mi corazón como si eso de alguna manera
pudiera alejar la aflicción.
—¡Dayna! —La voz de Brant sonaba como si viniera de muy lejos, y
sentí que me sacudía un poco—. ¿Qué es? ¿Qué duele?
—Apuesto a que su cabeza se siente como si fuera a partirse y su pecho
como si fuera a implosionar. Pero eso solo es una suposición. —La voz de
Gisele penetró a través de mi tormento. Abrí los ojos para encontrarla de pie
en la puerta de la cabaña.
El capitán Clay había sacado su espada y Brant blandía un martillo
gigante. Ambos se enfrentaban a la bruja que simplemente sonreía como si no
estuvieran empuñando armas mortales.
—El rey de Inglaterra exige que liberes a su hija —dijo Clay. Su voz no
vaciló, ni su mirada dura.
—¿Le preguntaste a la princesa si quería irse? —desafió Gisele—.
Porque me ha estado dando la impresión de que realmente disfruta estar aquí.
—Solo dice eso porque le has hecho algo. —La voz atronadora de Brant
llenó la choza.
—Me has estado dando una bebida, Gisele —dije con los dientes
apretados, intentando concentrarme en lo que estaba pasando. Temí que iba a
desmayarme por la angustia que pasaba dentro de mi cuerpo—. ¿Qué hace?
Riéndose, me dio un pequeño gesto con la mano y dijo:
—Eso no es nada, solo una pequeña poción para que te sientas mejor. 175
A nadie le gusta escuchar a alguien gemir y quejarse todo el tiempo, princesa.
—Es realmente una cualidad poco atractiva. —Suspirando, cruzó los
brazos frente a ella—. Haré un trato con ustedes, muchachos. Si pueden hacer
que se vaya con ustedes, entonces pueden tenerla.
Brant me miró, su rostro duro como la piedra.
—Dayna, necesito que vengas conmigo.
Empecé a pararme.
—Dayna, te encanta sentarte en ese taburete. En realidad, no quieres
levantarte de él. ¿Verdad?
Mi trasero golpeó el taburete con tanta fuerza que casi me dejó sin
aliento.
—Sí, por supuesto. Me encanta este taburete.
—No, no te gusta. Lucha contra ella, Dayna. Tienes que reconocer la
oscuridad para luchar contra ella. Enmascara sus mentiras con tu
conformidad, pero todo lo que dice es mentira —dijo mi alma con fiereza.
La realidad era que no quería quedarme en el taburete. ¿Quién en su
sano juicio elegiría un taburete duro como lugar que te encanta sentarte?
Nadie. Mentiras. Todas mentiras. ¿Quién elegiría una cabaña en medio de
quién sabe dónde, con una bruja malvada y todos sus artículos de bruja como
su lugar favorito en todo el mundo? Nadie.
—Oh, mis dioses —dije lentamente cuando estas realizaciones
finalmente me golpearon como un golpe en la cara que aparentemente
necesitaba—. Me han engañado. Me han hecho un títere. ¡Un títere que tenía
una maldita rata como mejor amiga, y creía que podía hablar! —Estaba
chillando en este punto. No era mi mejor momento.
—Dayna, desespera después, escapa ahora —dijo Brant con una calma
increíble que no sentía.
Intenté ponerme de pie de nuevo, pero sentí como si unas manos me
empujaran por los hombros, intentando obligarme a permanecer sentada. El
dolor de cabeza aumentó y el corazón me latía con tanta fuerza que temí que
me saliera directamente al pecho.
—No me encanta este taburete —espeté—. No amo esta cabaña. No
quiero quedarme. —Estaba jadeando como un caballo de carreras mientras
forzaba las verdades a salir de mi boca, a pesar de que estaba segura de que me
estaba matando decirlas de alguna manera. 176
—¿Qué le está pasando? —gruñó Brant. Sentí su dedo acariciar mi
mejilla y lo miré a los ojos.
—Oh, creo que olvidé mencionar que, si intenta luchar contra mi
voluntad, su mente y su alma se separarán —dijo Gisele—. Serán destrozados
porque su alma contiene los deseos de su corazón. Sin embargo, su mente
puede ser influenciada bajo las circunstancias adecuadas.
—¿Cómo se puede separar su alma de su mente? —preguntó Clay.
Puso los ojos en blanco como si pensara que era ridículo que tuviera que
explicarlo.
—Muere. Adiós, princesa. No más respuestas ingeniosas y
conversaciones de ratas. De hecho, no será una pérdida para mí, aparte del
hecho de que se ha vuelto buena lidiando con mis conejos muertos. Pero eso
no viene al caso. Hubiera terminado usando su sangre eventualmente así que
ahora, más tarde, cuando sea. En realidad, no importa. —Sus palabras fueron
tan impertinentes, como si no estuviera hablando de mi maldita vida.
—Pero eso no es cierto, ¿verdad? —dijo Brant con voz oscura cuando
apartó sus ojos de los míos y fulminó con la mirada a Gisele—. Necesitas a
Dayna con vida. Escuchamos tus planes para ella. La necesitas para tener algo
con lo que negociar con el clan Hakon por algún libro que quieres.
Gisele intentó ocultar su reacción a las palabras de Brant, pero lo vi…
el pequeño tic en su mejilla y el entrecerrar leve de sus ojos.
Él la había atrapado en su mentira.
Mi cabeza seguía gritando, y se estaba volviendo difícil respirar por el
dolor en mi pecho. Me esforcé por mantenerme consciente, pero temía
desmayarme en cualquier momento.
—Terminaste, Gisele —dijo Clay—. Has perdido. Solo déjanos tomar
a Dayna, y le pediremos al rey que te conceda una muerte rápida.
Riendo, Gisele echó la cabeza hacia atrás.
—¿Se acabó? Oh, estúpido, recién estoy comenzando. —Se lanzó hacia
adelante, agarró un frasco alto de líquido ámbar y lo arrojó al suelo,
rompiendo el vidrio. El líquido salió disparado, pero rápidamente se convirtió
en una niebla vaporosa que comenzó a llenar la habitación a nuestro
alrededor.
177
Clay se abalanzó sobre ella, pero sus movimientos eran descoordinados
y descuidados. Lo vi comenzar a caer, luego noté que Brant también estaba
luchando por mantenerse erguido. Lo último que vi antes de que mis propios
ojos se cerraran fue a Brant golpeando el suelo, su cuerpo inmóvil como la
muerte.
20
“Uno nunca debe subestimar la habilidad de una bruja para continuar y existir.
Su capacidad para adaptarse y sobrevivir, yo lo estoy aprendiendo, es tan notable
como perturbador.”
~Diario de Allete Auvray

Para cuando regresamos a la aldea del clan, el resto de las escuderas


cantaban una canción obscena sobre la victoria en la batalla y caminaban del
brazo. A los pocos minutos de nuestra llegada, alguien había servido varios
cuernos de cerveza que se pasaban de un lado a otro entre ellos. A juzgar por
su comportamiento, un extraño podría haber pensado que habían estado
bebiendo desde temprano esa mañana. Pero simplemente estaban borrachos
por la sed de sangre y las oleadas de adrenalina de la batalla. Tuve que admitir 178
que yo también estaba un poco mareada.
Fui directo a la cabaña mía y de Torben. Necesitaba recuperarme y
recuperar la fuerza que había perdido cuando curé a Lakin. Un fuerte cuerno
sonó, y me detuve en seco. Me volví hacia Freya.
—¿Qué es eso?
—Significa que hay alguien en la playa —dijo, y luego cambió de
dirección.
Exhalando una respiración profunda, corrí tras ella y las otras mujeres.
Amund y Kjell estaban a mi lado. En cuestión de segundos, coronamos la
colina. Podía ver la playa extendiéndose debajo de mí.
Dos puntos oscuros en el agua se movieron hacia nuestra playa. Sostuve
mi mano sobre mis ojos para protegerlos del sol. Los barcos tenían un diseño
familiar. Efectivamente, vi los estandartes de mi padre enrollados detrás de
cada barco.
Respiré un suspiro de alivio.
—Gracias a los dioses —murmuré, observándolos acercar las naves. Me
quedé allí durante unos minutos, los dos guerreros de confianza de Torben a
cada lado de mí, sin hablar, por lo que estaba agradecida. Mi padre y su ejército
habían llegado. Torben también había logrado que los tres clanes se unieran a
nosotros en la lucha. Ahora solo necesitábamos a Dayna de vuelta. Empecé a
sentir que tal vez, solo tal vez, todo esto iba a funcionar. Tal vez Hilda no
estaba loca y su profecía se iba a cumplir. Tal vez habría paz para el clan
Hakon. Todo eso sonaba demasiado bueno para ser verdad. Pero era mejor
que considerar la alternativa.
—¿Lista para bajar? —preguntó Amund.
Asentí, luego comencé a bajar la colina. Cuando llegamos a la orilla, mi
padre y sus hombres ya habían llegado a la playa. Eché a correr cuando lo vi.
—¡Padre! —Prácticamente lo derribé, saltando a sus brazos extendidos.
Sus brazos me rodearon y pude oler su aroma familiar bajo el aire salado del
océano.
—¿Estás bien? —preguntó contra mi cabello. Me abrazó con fuerza.
Asentí, pero no hablé. Al menos no al principio. No pude. Estaba
demasiado ahogada cuando recordé que una bruja oscura me cortó la garganta
y pensé que nunca volvería a ver a mi familia. Pero Hilda me había curado.
Ella se había sacrificado por mí. Por eso, tenía este momento con mi padre. 179
Cuando finalmente nos soltamos de nuestro abrazo, me examinó de la
cabeza a los pies, catalogando obviamente que tenía todas mis extremidades y
que no me estaba desangrando. Estaba sucia y probablemente maloliente,
considerando que acababa de regresar de una maldita escaramuza.
—¿Cómo estás? ¿Madre, Lizzy y Lidia? —pregunté en rápida sucesión.
—Reduce la velocidad, niña.
Casi me hizo reír cuando me llamó niña. Aunque habían pasado solo
un par de meses desde que Magnus me secuestró del castillo, sentí como si
hubiera envejecido veinte años en ese tiempo.
Supuse que el estrés y presenciar la muerte le harían eso a una persona.
—Están todas bien, aparte de preocuparse por ti. Cuando Brant llegó y
trajo noticias tuyas, tu madre finalmente pudo descansar tranquila
nuevamente. ¿Dónde está Dayna? —preguntó, mirando más allá de mí para
ver si ella estaba en algún lugar entre los reunidos en la playa.
Pude verlo registrar la confusión en mi rostro.
—¿Brant no te lo dijo? —pregunté lentamente.
Frunció el ceño.
—¿Decirme qué? Brant ni siquiera está conmigo.
Jadeé.
—¿Qué?
—Él y el capitán Clay le dejaron una nota a Thomas, tenían que
ocuparse de algo importante y me lo explicarían la próxima vez que me vieran.
Me suplicaron que no los esperara, sino que fuera directo al clan de Torben.
Clay no es de los que harían algo apresuradamente, así que pensé que lo que
fuera debía haber sido importante. Y Thomas me aseguró que teníamos que
seguir adelante y venir a Ravenscar.
Bendito Clay. Brant debe haberle confiado lo de Dayna. Y sabiendo lo
que sabía de Brant, no podía desperdiciar la oportunidad de ir tras la mujer de
la que estaba enamorado mientras su jarl no pudiera detenerlo. Clay no habría
dejado que Brant se fuera solo. Habría exigido acompañar a Brant para
rescatar a mi hermana.
—Allete, ¿dónde está Dayna? —preguntó mi padre de nuevo.
—Tal vez deberíamos subir a mi cabaña y tomar asiento — sugerí. Me
di cuenta de que mi primo estaba convenientemente ausente. Probablemente 180
se escabulló tan pronto como tocaron tierra, no queriendo tener que admitirle
a su tío que le había ocultado noticias tan serias.
El rey de Inglaterra entrecerró los ojos, sus labios dibujando una línea
recta sobre su rostro. Su piel era cenicienta, lo que lo hacía parecer rígido e
inapropiado. Era una expresión que había perfeccionado a lo largo de los años
para ocultar sus emociones a sus enemigos.
Estaba claro que no iría a ningún lado hasta que le dijera el paradero de
su hija menor.
Después de respirar hondo, comencé a explicar todo lo que nos había
pasado. Cómo Magnus nos llevó al clan Thornag, aunque solo mencioné
brevemente que nos mantuvo cautivas allí. No entré en detalles sobre lo que
Dayna y yo habíamos soportado, ni que ella le había cortado las manos a un
hombre. Le conté sobre nuestro escape y la muerte de Hilda, luego cómo
Magnus me capturó nuevamente y el ataque de Gisele a Dayna.
—¿Una bruja? —dijo mi padre—. ¿Mi hija está cautiva por una bruja?
Voy a azotar a Thomas por ocultarme esto.
—Thomas solo estaba haciendo lo que creía que era mejor, al igual que
Clay y Brant. No hay duda de que están en camino para rescatarla. Lo cual
Torben y yo también habíamos planeado hacer, pero actualmente estamos
esperando más aliados.
—¿Entonces crees que tu hermana está viva? —preguntó, obviamente
temiendo una respuesta negativa.
—Sí. Siento que lo sabría si se hubiera ido.
Sus hombros se hundieron como si acabara de colocar el peso del
mundo sobre ellos. Odiaba verlo tan desgastado y cansado.
—Dayna es dura —dijo, con una pequeña sonrisa tirando de sus
labios—. Me imagino que la bruja probablemente desearía no haberse
quedado con ella.
Me reí.
—Estoy segura de que Dayna está manteniendo a la mujer alerta.
—¿Dónde está Torben?
—Está visitando otros clanes, buscando aliados para nuestro asalto a
Cathal. Ellos también han sido atacados por el bastardo y probablemente
vendrán en nuestra ayuda. Quieren restitución y deberían estar dispuestos a 181
unirse a nosotros en la lucha —respondí—. Espero el regreso de Torben esta
noche.
—Y Myra, ¿sigue aquí?
—Sí. Ha sido de mucha ayuda, pero también es un dolor en mi trasero.
Mi padre se rio.
—La mayoría de las brujas lo son.
—Ven y únete a mí, padre. Tengo nueva información de la que necesito
hablar con Myra. —Miré por encima de su hombro hacia los botes. Freya daba
órdenes a las otras escuderas que estaban ayudando a los hombres de mi padre
a instalar tiendas de campaña—. Freya —grité. Se volvió y le hice señas para
que nos siguiera. Freya me dio un pulgar hacia arriba, luego le dijo algo a Babs
antes de correr hacia nosotros.
Cuando nos alcanzó, tenía su rostro severo de guerrera.
—¿Mi reina? —dijo. Las palabras me tomaron por sorpresa. Freya no
estaba bromeando esta vez. De hecho, se dirigía a mí con respeto. No estaba
segura de que le quedara bien.
—Freya, este es mi padre, el rey Albric. —Le hice señas—. Padre, esta
es Freya, General de las Escuderas.
Freya presionó su brazo sobre su pecho, su puño sobre su corazón, y se
inclinó por la cintura.
—Es un honor conocerlo, Su Alteza. Has criado a una mujer dura.
Sonriendo, mi padre inclinó levemente la cabeza.
—También es un honor conocerte, Freya de las Escuderas. Y gracias
por ayudar a mis hombres con la instalación del campamento —dijo.
—Feliz de hacerlo.
—Muy bien, presentaciones hechas —dije. Me froté las manos—.
Ahora, tenemos que ir a hablar con Myra sobre el hombre sin cabeza y este
personaje Evelyn. —El nombre de la mujer salió muy suavemente. Después
de aprender sobre la magia elemental, no quería enviar nada nefasto al viento,
donde podría encontrar un lugar para aterrizar, crecer y luego ser cosechado
en detrimento nuestro.
Cuando abrí la puerta de nuestra choza, necesitaba desesperadamente 182
un trago y algo para comer. Mi padre y Freya me siguieron al interior.
—Deja la puerta abierta, padre —le pedí cuando fue a cerrarla. Myra se
levantó de su asiento en la mesa, moviéndose lentamente como si tuviera
dolor.
—Rey Albric —dijo la bruja—. Es bueno ver que has llegado sano y
salvo.
—Gracias, Myra —dijo, y luego señaló la silla en la que ella había
estado sentada—. No te levantes por mi causa. Por favor.
Saqué agua de nuestra cisterna para beber en tazas antes de repartirlas
a todos. Luego desenvolví una barra de pan y corté rebanadas, las puse en
platos y las repartí. No les pregunté si querían la comida porque pensé que, si
no la comían, felizmente me la devoraría como la dama que era.
Freya y mi padre tomaron asiento cada uno, al igual que yo. Recogí el
pan y me lo llevé a la boca. Mi porción se había ido en un abrir y cerrar de
ojos. Ni siquiera estaba segura de haberla probada. Luego bebí toda el agua de
la taza de un solo trago. Cuando dejé mi taza sobre la mesa, noté que tres pares
de ojos me miraban fijamente.
—¿Qué? —pregunté, luego eructé.
—Estoy seguro de que Torben debe pensar que rompieron el molde
cuando llegaste a este mundo —dijo mi padre, sacudiendo la cabeza mientras
tomaba su propia rebanada de pan.
—Al, hemos tenido antes esta discusión —dijo Freya—. Si vas a
hacerlo, ve hasta el final. Nada de estos eructos femeninos.
Puse los ojos en blanco.
—Sí, oh sabia. Me esforzaré más por ser un neandertal.
—Excelente —dijo con una sonrisa—. Ahora, hablemos de brujería
sobre nuestro hombre ahora sin cabeza y su Evelyn.
Myra se atragantó con el agua que estaba bebiendo, luego rápidamente
dejó la taza. Palmeé su espalda hasta que se puso bajo control.
—¿Qué nombre acabas de decir? —preguntó Myra cuando había pasado
su ataque de tos.
—Evelyn —repitió Freya.
Los ojos de Myra adquirieron una mirada angustiada mientras parecían
perder el foco. 183
—¿Myra? —dije suavemente.
—¿Estás segura de que fue Evelyn? —preguntó—. ¿Absolutamente
segura?
Freya y yo asentimos.
—Completamente —dije—. El hombre era un fanático. No había duda
de sus palabras.
—No puede ser —susurró, sus labios temblaban ligeramente—.
Simplemente no puede ser.
—¿Qué no puede ser? —preguntó Freya.
—Tal vez deberíamos empezar por el principio —sugerí.
Myra negó con la cabeza, pero luego asintió.
—Sí, por supuesto, niña. Pero primero, por favor dime exactamente lo
que pasó.
Dejé que Freya transmitiera los eventos de nuestro día. Antes de que
llegara a la parte de interrogar al hombre, fui rápidamente y cerré la puerta.
Luego puse mi mano en el hombro de Freya para detenerla.
Estudié a Myra.
—Tengo un mal presentimiento sobre decir su nombre en voz alta. ¿Hay
algo que puedas hacer, un hechizo de protección o de encubrimiento de algún
tipo?
Los ojos de Myra se abrieron de par en par cuando se dio cuenta de lo
que quería decir.
—¿Crees que está usando el aire, el viento, para escuchar?
Me encogí de hombros.
—No tengo ni idea. Pero cuando dijo su nombre, fue como si la llamara
o la alertara de alguna manera —expliqué.
Myra asintió.
—Muy prudente, oráculo —dijo—. ¿Tienes algo de sal?
Fruncí los labios.
—¿En serio la sal es una cosa de brujas? —Fui al armario, luego
comencé a hurgar en él hasta que encontré un poco. Le entregué la bolsa a 184
Myra, que se había levantado de su asiento.
—Sí, lo es en algunos hechizos —admitió—. Toma asiento —instruyó,
y luego comenzó a verter la sal alrededor de la mesa y las sillas. Dio un paso
dentro del círculo antes de completarlo y cerrarlo.
Volvió a tomar asiento y luego dejó la sal sobre la mesa.
Después de sacar un cristal de su capa, lo tomó en sus manos.
Sosteniéndolo cerca de su boca, comenzó a hablar en voz baja, como si
estuviera susurrando un secreto al cristal.
«Círculo silencioso, silencia el viento,
Mantén las palabras encerradas dentro.
Separa al enemigo del amigo,
Deja que estas verdades se escondan aquí.
Devolvió el cristal a su capa, luego puso sus manos en su regazo».
—Está bien, continúa —dijo con indiferencia, como si no acabara de
realizar un hechizo para evitar que nadie nos escuchara.
Sentí como si debiese haber un escudo visible rodeándonos.
Pero, por supuesto, no había nada de eso.
—¿Nadie podrá escucharnos fuera del círculo de sal? —preguntó Freya.
—Eso es correcto —dijo Myra—. Si uno de nosotros sale del círculo, el
hechizo se rompe.
Miré a mi padre para ver cómo estaba manejando la charla abierta sobre
magia. No parecía estar molesto o asustado. Simplemente observaba en
silencio.
—Padre, ¿cómo estás?
Debe haber visto mi preocupación. Acercándose, me dio unas
palmaditas en la mano.
—Allete, nunca te hicimos esconder tu magia porque la temíamos.
Todo lo contrario. Tu madre y yo siempre hemos sabido el don especial que
tenías. Te obligamos a ocultarlo porque había personas que te habrían visto
como un activo y habrían tratado de llevarte. Y habría otros que te temerían y
querrían matarte. Lo hicimos para protegerte. Lamento si alguna vez sentiste
que nos sentíamos incómodos a tu alrededor. Ese nunca fue el caso.
185
Palmeé su mano.
—Era joven y no entendía. Sé que tú y mi madre me aman tal como
soy.
Asintió.
Freya retomó la historia, comenzando desde donde el hombre se
arrodilló y gritó que alguien me estaba buscando.
—Preguntamos de quién estaba hablando… —Freya se detuvo.
—Dijo el nombre de Evelyn —terminé—. Myra, ¿quién es Evelyn?
Obviamente sabes quién es ella.
—Conocí a una mujer llamada Evelyn cuando era niña. Era una bruja
terrible. Por supuesto, podría ser una coincidencia que este hombre apareciera
cantando el nombre. Esos hombres en la playa podrían no tener ninguna
relación con la Evelyn que yo conocía. Pero no creo en las coincidencias,
especialmente cuando hay una oráculo involucrada.
Entrecerró los ojos.
—Claramente me he perdido algo —dijo mi padre.
—Te lo explicaré todo a su debido tiempo, padre —le dije—. Myra, por
favor continúa.
—Evelyn me buscó cuando tenía diecisiete años. Dijo que había sentido
mi poder, que sabía que otra bruja había nacido en su territorio.
—¿Las brujas tienen territorios? —preguntó Freya.
Myra negó con la cabeza.
—No, no por lo general. Pero las brujas oscuras son territoriales porque
necesitan sangre para alimentar su magia, lo que significa que necesitan
personas. Naturalmente, atraen a estas personas cerca de su casa. Demasiadas
brujas oscuras en el mismo lugar significan que demasiadas personas
desaparecen. Eventualmente, alguien se da cuenta. Entonces, la mayoría de
las brujas malvadas se mantienen alejadas unas de otras para evitar este
problema.
—¿Quieres decir que básicamente nos ven como ganado? —pregunté.
—Esencialmente, supongo que es una buena comparación —dijo.
—Eso es enfermizo —susurré. 186
—¿Esta Evelyn era una bruja oscura entonces? —preguntó padre.
—Tan oscura como ellas vienen —confirmó Myra—. Ella quería
tomarme bajo su ala y ser mi tutora. La primera y única vez que estuve en su
casa, supe que no quería tener nada que ver con el tipo de magia que ella
practicaba.
—¿En serio aún podría estar por aquí? —preguntó Freya—. Sin ofender,
pequeña bruja, pero no eres una muchachita. Si ella era una adulta en ese
entonces, debe ser anciana ahora.
Myra se rio entre dientes.
—Probablemente era diez años mayor que yo, tal vez un poco mayor.
Al menos así es como ella se mostró. Pero la magia de sangre puede permitir
que una bruja conserve su vida y la mantenga joven. Mi hermana gemela dejó
de envejecer hace mucho tiempo. No la he visto en muchos años, pero no creo
que parezca mayor que una persona que llegó a los veinticinco veranos.
—¿Tienes una gemela? ¿Y ella es malvada? —preguntó Freya.
—Fue la aprendiz de Evelyn —dijo Myra.
De repente sentí como si me hubiera tragado un puñado de piedras. Se
me cayó el estómago y la bilis subió por mi garganta. Gisele había sido
entrenada por esta horrible bruja oscura, Evelyn, que aparentemente aún
estaba viva y de alguna manera descubrió quién y qué era yo. Justo cuando
estaba empezando a esperar que todo saliera bien.
Freya se pasó una mano por la cara. Soltó un suspiro, sonando
exhausta.
—¿Por qué siento que las cosas se han vuelto mucho más complicadas?
Myra simplemente inclinó la cabeza hacia un lado muy levemente.
—Tal vez no. Tal vez solo encontramos una manera de poner a todos
los jugadores en el mismo lugar.
La fijé con mis ojos donde estaba sentada.
—¿De qué estás hablando?
—Si estuviera usando algún tipo de magia para controlar sus intereses,
como tú… —Me señaló—. Entonces tal vez podamos darle información que
la atraiga.
—¿Estás sugiriendo que usemos Allete como cebo para emboscar a una
bruja oscura? —preguntó mi padre. 187
—No exactamente —dijo Myra—. Pero si Evelyn quiere encontrarnos,
lo hará. Y no puedo imaginar que sea para hacerle una fiesta de coronación a
Allete. Estaríamos mucho mejor si la confrontación ocurriera en nuestros
términos.
—¿Qué tienes en mente? —preguntó Freya.
—Dejamos escapar que Allete viaja al reino de Tara. Y si Evelyn está
viva, aún podría estar en contacto con Gisele. Tal vez podamos hacer que se
jacte ante su antigua aprendiz de haber encontrado una oráculo. Gisele no
podrá soportar que Evelyn la supere. Mi gemela querrá su nariz justo en el
medio, estoy segura. Y si aparece, es probable que también traiga a Dayna.
Negué con la cabeza.
—No sé sobre eso. Estamos bastante seguros de que Brant y el capitán
de mi padre fueron tras Dayna.
—Entonces, ya han sido capturados —dijo Myra, con tono de hecho.
—No lo sé, Myra —dijo mi padre—. El capitán Clay es más que capaz.
Por lo que sé de Brant, no parece un hombre con el que se pueda jugar.
Myra negó con la cabeza.
—No importa, Su Alteza. No tienes idea de lo que es capaz Gisele. Tan
profundamente como se ha hundido en las artes oscuras, puede que sea la bruja
más poderosa de la tierra. Dos hombres, armados solo con armas marciales,
no tendrían ninguna posibilidad contra ella, sin importar cuán capaces o
dedicados pudieran ser.
No tenía ninguna duda de que Myra tenía razón. Había visto a Gisele
hacer caer a Hilda y Dayna con solo un movimiento de su mano.
—¿Crees que ella los ha matado? —pregunté.
—No sin una audiencia —respondió Myra—. Mi hermana no es más
que dramática, y anhela atención. Ella usará sus muertes como un espectáculo
o en algún siniestro ritual oscuro. Probablemente ambos.
Hubo un estremecimiento colectivo alrededor de la mesa.
—Tenemos que rescatarlos —dijo mi padre.
—Tal vez podamos —dijo Myra—. Necesitamos que Gisele “descubra”
que estaremos en Tara. Si se da cuenta de eso, aparecerá, te lo prometo. Y ella
traerá a sus prisioneros porque tendrá una audiencia para presenciar su
demostración de poder. 188
—Creo que me gustaría tu hermana —dijo Freya—. Ya sabes, si ella no
fuera una perra diabólica y malvada.
Myra parecía pensativa.
—Fuimos cercanas una vez —dijo la bruja—. Hice todo lo que pude
para evitar que se convirtiera en lo que es, pero… — Encogiéndose de
hombros, tragó saliva—. De todos modos, necesito tiempo para pensar. Allete,
necesitas estar trabajando en cosas de oráculo. Ustedes dos hagan lo que sea
que hagan —dijo, señalando a Freya y a mi padre.
—¿Puedo romper el círculo? —preguntó Freya.
Myra asintió.
Abracé a mi padre.
—Bajaré más tarde. ¿Te quedas en la playa en tu tienda o quieres que te
hagamos un lugar aquí arriba?
—Me quedaré con mis hombres —respondió. Supuse que lo haría, pero
quería que supiera que era bienvenido.
—Todo bien.
—Me aseguraré de que todos estén bien atendidos, mi reina —dijo
Freya, inclinándose hacia mí.
—Gracias, Freya. Tienes mi gratitud. —Sus ojos se abrieron de par en
par cuando la abracé. Me dio una palmadita incómoda en la espalda que me
hizo sonreír.
Cuando se fueron, Myra me indicó que me sentara y luego echó sal
alrededor del círculo, cerrándolo una vez más. Repitió su encantamiento
anterior, luego sacó el libro de Hilda de su capa.
—¿Cómo diablos escondiste eso en tu capa? —pregunté cuando lo puso
sobre la mesa frente a mí.
—Un día, te daré todos mis secretos —dijo.
—Eso es lo que dijo Hilda, luego me encontré escupiendo en un libro y
sosteniéndolo en un fuego ardiente con mis manos desnudas. Puedes guardar
tus secretos, muchas gracias.
Se rio como si acabara de decir la cosa más divertida del mundo.
—No fue tan divertido, considerando que era cierto —me quejé. Abrí el 189
libro por la última página que había leído—. ¿Crees que, en algún momento,
de verdad aprenderemos algo que nos ayude?
—Sigue leyendo —instruyó. Era lo mismo que decía cada vez que me
cansaba de mirar ese estúpido libro.
Página tras página, seguí leyendo. Me di cuenta rápidamente de que
tenía que pasar el dedo por cada palabra para que apareciera la siguiente
página de texto. No estaba segura de cuántas horas habían pasado cuando
llegué a la página donde aparecía el nombre de Myra, pero debo haber estado
adormecida porque tan pronto como lo vi, me enderecé y sentí que mis ojos se
agrandaban.
—Estás aquí —dije.
Myra había estado escribiendo en un pequeño trozo de pergamino con
una pluma y tinta, todo lo cual también estaba guardado en su capa. Decidí
que necesitaba preguntar por su sastre.
—¿Qué dice? —preguntó. Era como si ella hubiera esperado que me
encontrara con su nombre eventualmente.
—¿Por qué no te sorprende que estés en el libro de Hilda?
Se encogió de hombros.
—Porque no lo estoy.
—¿Sabías que estabas aquí?
—Sí.
—¿Cómo?
—Fue algo que vi hace mucho tiempo y algo que Hilda confirmó. El
problema es que mi hermana también está al tanto de la entrada.
—No hay fechas en ninguna de estas páginas. ¿Por qué diablos esa
mujer no puso fecha a este libro? —gruñí.
—Para proteger las profecías —dijo Myra—. Si, por alguna razón, las
protecciones de este libro fallaran y alguien lograra acceder a él, tener fechas
les ayudaría a determinar cuándo podría tener lugar una profecía.
—¿Y en serio crees que se me debería permitir agregar cosas a este libro?
Porque habría estado fechando las cosas como loca.
—Aprenderás —dijo simplemente.
—Si tú lo dices —murmuré, y luego comencé a leer en voz alta—. Hoy 190
tuve una visión de la bruja blanca, Myra. —Hice una pausa—. ¿Bruja blanca?
—pregunté.
—Así es como me llamaba de vez en cuando.
—Hmm, está bien —dije antes de continuar—. Su hermana también
estaba en esta visión. Yo, por supuesto, pronuncié la profecía en voz alta, así
que me preocupa quién podría haber estado escuchando en el viento. Pero no
hay nada que hacer al respecto ahora. Lo registraré aquí con la esperanza de
que siga siendo un misterio para aquellos que no necesitan saber de su
existencia.
»Habrá una gran batalla en las colinas de Tara. Un reino se unirá a los
clanes para enfrentarse a un enemigo que es una amenaza para todos. Entre
los aliados habrá una bruja que estará del lado del bien. Ella se enfrentará a
dos enemigos. Es durante esta batalla que los derribará, destruyéndolos a
ambos de una vez por todas. La muerte que han traído a quienes los rodean
terminará, y esos espíritus finalmente podrán estar en paz.
»También sucederá, al final de la gran batalla, que las alianzas formadas
por estos clanes y el trono de Inglaterra se forjarán para siempre, para nunca
romperse. Un nuevo rey se hará cargo de Tara, y será sabio y justo. Estas
tierras estarán en paz. La sangre se lavará con la lluvia, y todas las cosas serán
hechas nuevas.
Volví a leer las palabras en silencio, intentando no dejar que la
esperanza echara raíces, al menos aún no. Tantas cosas podrían suceder que
harían que esta profecía cambiara. Si todo sucedía como se suponía que debía
suceder, entonces este sería nuestro futuro. Esta prosperidad era presentada
ante nosotros. Lo quería desesperadamente. Quería paz. Quería destruir a
Gisele. Ahora, si tan solo pudiera saber el destino de Dayna, Brant y Clay.
—No estaba segura de quién era el segundo enemigo —,dijo Myra—.
Pero ahora lo sé.
—Evelyn —dije.
Asintió.
—Tenemos que asegurarnos de que ella esté allí.
—¿Cómo?
—Esta noche convocaremos una reunión con Torben, tu padre y los
generales de los ejércitos. Parecerá muy oficial. La tendremos afuera alrededor
de un fuego, y haré un encantamiento para magnificar nuestras palabras. No
solo dejaré que los espías escuchen, sino que, básicamente también estaré
inscribiendo nuestras palabras en letras de tres metros de altura y colocándolas 191
bajo la luz directa del sol para que todo el mundo las vea y escuche. Solo
podemos esperar que presten atención.
—¿No crees que lo estarán? —pregunté.
Myra respiró hondo.
—Escuchar el viento es un hechizo complejo. Ambas son más que
capaces de lanzarlo, por supuesto. Pero el hechizo deja a la bruja vulnerable.
Uno debe enfocar todos sus sentidos en escuchar. Este tipo de concentración
evita que una bruja se defienda en caso de que sea atacada en el momento en
que está escuchando a escondidas. Literalmente estarán ciegas a todo y a todos
a su alrededor —explicó.
—¿Es arriesgado? —pregunté.
—Muy. Y ninguna de estas mujeres se arriesga innecesariamente. Pero
ambas están dispuestas a hacer cualquier cosa para ganar poder. Y eso va a ser
su ruina. Evelyn ya ha mostrado su mano. Si ella está enviando a sus
aduladores aquí para atacarte, entonces quiere desesperadamente tus poderes
de oráculo. No tengo ninguna duda de que ella estará escuchando. Y ahora
que lo pienso…
Observé cómo el rostro de Myra se volvía pensativo.
—¿Qué?
—Brant y Clay pueden ser el comodín en toda esta situación —
respondió—. Gisele no los habrá esperado. Ella habrá estado más preparada
para que tu padre envíe un ejército completo. La confundirá, él solo ha enviado
a uno de sus hombres y a un hombre del norte. Probablemente se preguntará
por qué los dos están trabajando juntos. Esto, estoy segura, la intrigará. Y no
olvides que ella quiere esto más que nada. —Golpeó el libro encuadernado en
cuero—. Esas dos cosas juntas sin duda despertarán la curiosidad de mi
hermana lo suficiente como para arriesgarse a un momento de vulnerabilidad
para escuchar lo que estamos haciendo. Ahora, solo tenemos que hacer que el
cebo sea lo suficientemente tentador para que salga de su agujero y se
encuentre con nosotros.
—Genial —dije, poniendo los ojos en blanco. Cerré el libro, luego me
senté en mi silla. Estaba empezando a sentir los efectos del día, pero ni siquiera
había terminado, ni mucho menos. Aunque la oscuridad había comenzado a
caer cuando llegó la noche, aún quedaba mucho por hacer.
Salté en mi asiento al momento que escuché el fuerte bramido del
cuerno una vez más, tal como lo había escuchado cuando llegó mi padre. 192
—Torben —dije, poniéndome de pie tan rápido que mi silla cayó hacia
atrás detrás de mí.
Ni siquiera me detuve por la pobre Myra, simplemente salí corriendo
por la puerta con un solo pensamiento en mente. Quería ver a mi esposo.
21
“Puedo escuchar los tambores de batalla. La guerra se está preparando como una
gran tormenta que se acerca en el horizonte. Las nubes empiezan a juntarse, el
viento se acelera. El trueno rueda por el cielo y la lluvia comienza a caer. Cuando
todo termine, no será agua que empape el suelo. Será la sangre de nuestros
enemigos. Saldremos victoriosos.”
~Torben

Cuando mis pies tocaron la arena de nuestra playa, finalmente sentí que
podía respirar. Era como si hubiera estado conteniendo la respiración desde el
momento en que me fui hace diez días. Estaba increíblemente feliz de ver que
Albric y sus hombres habían llegado. Había movimiento por toda la playa
mientras armaban un campamento. 193
Me las arreglé para llegar a unos seis metros cuando escuché su voz.
Miré hacia arriba para ver una visión. Allete corría a toda velocidad, vestida
con atuendo de batalla, con el cabello trenzado como lo usan las escuderas
cuando entrenan o van a la batalla. Su rostro estaba cubierto de suciedad, y
también había manchas de sangre. Era un desastre, pero era la mujer más
hermosa que había visto en mi vida.
Cuando se acercó, pude ver sus ojos brillando con lágrimas.
Mi tierna princesa me extrañaba. Cuando estuvo lo suficientemente
cerca, se lanzó hacia mí. La atrapé por la cintura. Envolvió sus brazos
alrededor de mi cuello y sus piernas alrededor de mi cintura.
Escuché los vítores a nuestro alrededor, pero me hallaba completamente
concentrado en los susurros desesperados que venían de mi novia.
—Te amo, te amo, te amo —dijo una y otra vez.
Pasé una mano por su cabello y la espalda, apretando mi agarre.
—También te amo, princesa, mucho —dije. Pude sentir que ella
necesitaba esta conexión, así que simplemente me quedé en la playa con los
ojos cerrados, mi cara enterrada en su cuello, sosteniéndola en mis brazos.
De vez en cuando, decía algo sobre cuánto la extrañaba, lo encantadora
que era, lo preocupado que estaba por ella, y ella decía lo mismo.
Eventualmente, se apartó y tomó mi rostro entre sus pequeñas manos.
Sonrió, su rostro surcado por lágrimas se iluminó de alegría.
—Hola —dijo.
Me reí.
—Hola, hermoso.
—Regresaste sana y salva.
—Sí.
—¿Mencioné que te extrañé?
Asentí.
—Unas pocas veces.
—¿Mencioné que te amo?
—Sí. Sin embargo, hay algo que no has hecho —dije. 194
—¿Qué?
Colocando mi mano en la parte posterior de su cabeza, la atraje hacia
mí. No me importaba quién estaba mirando. Quería un beso de la mujer que
amaba, y no quería un beso como si fuéramos tímidos el uno con el otro.
Quería saborearla.
Allete gimió cuando mi lengua trazó la comisura de sus labios. Abrió
inmediatamente, su lengua bailando con la mía, cada uno de nosotros
compitiendo por el dominio. Eventualmente gané y ella me dejó explorar su
boca a mi antojo. Y lo disfruté.
Fue el carraspeo lo que finalmente hizo que me fuera del reino de la
boca deliciosa de mi esposa. Cuando nos separamos, ella me miraba con
lujuria desenmascarada. Yo estaba completamente de acuerdo con su
sentimiento, pero había otras cosas con las que tenía que lidiar antes de que
pudiera saciar mi hambre por Allete.
La puse de nuevo en el suelo y la rodeé con un brazo, atrayéndola hacia
mí, luego busqué a la persona que nos había interrumpido. Y, por supuesto, el
único que se habría atrevido sería un rey.
—Rey Albric —dije mientras le tendía la mano.
Tomó mi antebrazo en el suyo. Me aferré al suyo, dándole una sacudida
firme.
—Torben —dijo Albric—. Lamento la pérdida que ha sufrido tu clan.
Gracias por recuperar a Allete sana y salva.
—Lamento que Dayna no esté aquí —dije de inmediato.
El rey levantó la mano.
—No controlamos el destino de cada vida con la que entramos en
contacto. Incluso como padre de Dayna, no controlo su destino. No es tu
culpa. Además, me han informado que tiene dos rescatistas siguiéndola
mientras hablamos.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—¿Qué?
—Brant y el capitán de mi padre, Clay, fueron tras Dayna. No
regresaron con mi padre. Salieron de Inglaterra hace unos días —explicó
Allete.
—No estoy terriblemente sorprendido —admití—. Pero me alegro de 195
que Brant no haya ido solo. No puedo decir que lo culpo. Hubiera hecho lo
mismo si fueras tú en el lugar de Dayna —dije.
Me preocupaba que mi amigo más antiguo se enfrentara a una bruja
oscura, pero también me alegraba que Dayna ya no estuviera sola. Ella sabría
que no había sido olvidada o abandonada.
—¿Tienes todo lo que necesitas? —pregunté al rey—. Pasará otro día
más o menos antes de que los clanes comiencen a llegar.
Albric negó con la cabeza.
—Tenemos todo lo que necesitamos en este momento. Tú, sin embargo,
parece que te vendría bien un baño y dormir.
Me reí.
—Ambos serían bienvenidos.
Allete levantó una mano para evitar que diera un paso adelante.
—Antes de que esas dos ideas se arraiguen demasiado en tu mente,
tenemos que reunirnos con Myra. Es un asunto de importancia —dijo—.
Necesitamos a tus hombres más cercanos, también a Torben, Freya y Babs. Y
padre, también los líderes de tu ejército.
Su padre asintió.
—¿Dónde deberíamos encontrarnos contigo?
Miré a Allete por dirección porque ella obviamente sabía algo que yo
no.
—En medio del pueblo, haremos un fuego. Encuéntranos allí —dijo.
—¿Ahora? —pregunté.
—Ahora —dijo, y había grava en su voz. Soplé un silbido. Un momento
después, Amund estaba a mi lado. Transmití la información que Allete le
había dicho a su padre y luego lo envié a buscar los que necesitábamos.
Tomando la mano de Allete, comencé a caminar en dirección al centro de la
aldea del clan.
—Parece que también te vendría bien un poco de descanso —le dije a
medida que caminaba a mi lado. Su rostro era hermoso pero desgastado.
—Dormir no sería desagradable —dijo, mirándome—. Dormí solo toda
mi vida, excepto la semana que estuvimos casados, pero, de repente, no puedo
dormir bien sin ti. Es muy inconveniente —bromeó. 196
Llevé su mano a mis labios. Presioné un beso en su palma.
—Yo tampoco duermo bien sin ti en mis brazos —admití.
—Entonces está decidido —dijo cuando se detuvo y me miró.
Se puso de puntillas y luego me dio un beso en los labios.
—Nunca volveremos a dormir separados.
Mis labios se estiraron en una sonrisa.
—Tengo la sensación de que cambiarás de opinión después de tener a
nuestro primer hijo.
Dio un paso atrás con un giro de sus ojos.
—Aún podemos dormir en la misma cama. Me aseguraré de ponerte un
cinturón de castidad antes de acostarte.
Riendo, eché la cabeza hacia atrás porque no era lo que esperaba que
dijera.
—Parece mucho más feliz ahora que has vuelto —dijo Myra cuando
llegamos al centro del pueblo. La anciana ya estaba arrastrando leña al círculo
para un fuego.
—Mujer, baja ese tronco —espeté mientras me apresuraba y tomaba la
rama que era casi tan grande como la bruja. La recogí y luego la arrojé a la
pila que ella ya había comenzado a construir.
Ella y Allete comenzaron a conversar, y pedí ayuda para recoger leña.
En un cuarto de hora, teníamos una pila de madera apilada hasta la cintura,
lista para quemar. Otros quince minutos más tarde, todos los convocados por
Allete habían llegado.
—Pídele al resto de los miembros del clan que continúen ayudando a la
gente del rey Albric a ubicarse y comiencen a organizar el espacio para los
otros tres clanes que vienen —le dije a Kjell, luego me volví hacia Allete—. Tú
y Myra parecen tener un plan, así que voy a seguirte.
Allete asintió, soltando mi mano y examinando al grupo que ahora
estaba reunido alrededor.
—Torben y yo hemos convocado esta reunión para discutir el plan de
batalla estratégico para nuestras fuerzas combinadas. Aquellos de ustedes que
no la conocen —le hizo un gesto a la bruja—, esta es Myra, una amiga y una
aliada. Es una bruja, pero no practica la magia oscura. Durante esta reunión,
usará un hechizo para impedir que cualquier otra persona escuche nuestros 197
planes. Existe la posibilidad de que el reino de Tara esté trabajando con una
bruja oscura. —Hizo una pausa, mirándome. Sin decir una palabra, se encogió
de hombros y guiñó un ojo, como si dijera que no sabía si eso era realmente
cierto.
Aparentemente, ella y Myra querían que quienquiera que pudiera estar
escuchando creyera que pensábamos que una bruja podría estar trabajando
con Cathal.
—Myra —continuó Allete—, avísanos si necesitas algo más.
Myra asintió, arrojó algo sobre la madera y luego murmuró algo en voz
baja. La madera se incendió. Se convirtió en una hoguera rugiente en cuestión
de segundos.
Todos dieron un paso atrás en conjunto mientras mirábamos, con los
ojos muy abiertos, el fuego. Se movía en un ritmo. Cuando miré a Myra, pude
ver sus labios moviéndose y escuchar un cántico murmurado. Me di cuenta de
que las llamas se movían a la par de su voz. El calor del fuego era intenso,
incluso cuando tiré de Allete un poco más lejos, aún se sentía extrañamente
caliente. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo Myra, pero me alegraba
que estuviera de nuestro lado.
La bruja asintió hacia mí. Supuse que esa era mi señal.
—Como la mayoría de ustedes saben, fui a visitar tres clanes que habían
sido atacados por el rey Cathal, al igual que lo había sido el clan Hakon. Estos
tres clanes acordaron aliarse con nosotros y el rey Albric para atacar el reino
de Tara. Deberían empezar a llegar pasado mañana. Tan pronto como estén
todos aquí, haremos nuestros últimos planes de batalla. Mi esperanza es que
no tome más de dos días de planificación y preparación antes de zarpar. Tara
es un viaje de cuatro días. Rezaremos a los dioses para que nos lleve tres o
menos.
Estaba a punto de terminar las cosas. No había muchos más detalles que
pudiera proporcionar en ese momento, al menos hasta que llegaran los otros
jarls. Entonces escuché a Allete jadear.
El fuego se elevó en el aire, a pesar de que el viento apenas soplaba. Fui
a alcanzar a mi novia para alejarla más, pero cuando tomé su mano y tiré, fue
como si estuviera intentando mover una piedra enorme. Ella no se movería.
Su cabeza estaba ligeramente inclinada hacia atrás y sus ojos estaban
muy abiertos. Pero me di cuenta de que no estaba viendo el fuego frente a ella.
El viento, que hasta entonces había sido flojo, aceleró su paso. El cabello de
Allete se agitó a su alrededor. Entonces comenzó a hablar. Su voz salió en un 198
tono amplificado que se podía escuchar sobre el fuego furioso y el viento
rugiente.
—Cinco cazadores se paran en una colina. Contemplan el valle de un
gran dragón que se alimenta de cualquiera a quien pone sus ojos. Ahora los
cazadores han puesto sus ojos en él. Lucharán contra el dragón y matará a
muchos, pero si se mantienen unidos, lo vencerán. Deben estar siempre
atentos porque hay dos serpientes que vendrán, como serpientes furtivas, a la
batalla.
»Se aprovechan de los desprevenidos y no les importa la vida de nadie.
Deben ser destruidos, o su legado vivirá y ellos volverán para perseguir a los
cinco cazadores. ¡Dense prisa! No retrasen su partida ni siquiera un día.
Apéguense a su curso. No giren a la izquierda ni a la derecha, sino sigan recto.
Tan repentinamente como se había levantado el viento, se calmó y el
fuego con él. La cabeza de Allete bajó y parpadeó varias veces. Sus ojos
estaban muy abiertos por la sorpresa, y pude ver un ligero temblor en su
cuerpo.
—La oráculo ha hablado —anunció Freya, y los de nuestro clan la
repitieron. Entonces todos inclinaron la cabeza ante Allete.
—Que sea como ha dicho la oráculo —dije—. Buscaremos hacer lo que
ella aconseja. Nos volveremos a reunir una vez que lleguen los otros clanes.
—Con eso, todos se dispersaron. Empecé a tirar de Allete en dirección a
nuestra cabaña. Cuando miré por encima del hombro, noté que Myra, Freya
y Albric nos pisaban los talones.
—¿Estás bien? —pregunté a Allete al tiempo que caminábamos.
—Sí —dijo—. Solo me siento un poco desorientada. Mientras les decía
toda la profecía, vi que mis propias palabras se cumplieron. Quiero decir, en
realidad vi la batalla. ¿Crees que tu mamá vio cosas así? ¿Crees que me vio? —
preguntó.
—Honestamente, no lo sé. Nunca entró en detalles de lo que veía. Ella
solo pronunciaba las palabras que le venían a la mente. Es posible que te haya
visto. No sé si las profecías suceden de la misma manera para cada oráculo —
admití. Ojalá pudiera ayudarla más. Ojalá supiera qué decir para que se
sintiera más cómoda con este nuevo regalo. Todo lo que podía hacer era ser
un hombro, brazos fuertes y un oído atento para ella.
—Esas cosas son más que suficientes —dijo, habiendo captado mis
pensamientos. 199
—No se sienten así, no cuando puedo sentir tu miedo.
Cuando entramos en nuestra choza, solo teníamos un minuto a solas
antes de que los demás se unieran a nosotros.
—¿Me prometes que estás bien? —pregunté de nuevo en tanto tomaba
su rostro entre mis manos.
Asintió.
—Fue mucho para asimilar, y no lo esperaba.
Hubo un golpe rápido, luego Thomas asomó la cabeza por la puerta.
—Siempre podemos contar contigo para el entretenimiento, prima —
dijo con una sonrisa. Luego su rostro se puso serio y entrecerró los ojos—. En
serio, sin embargo, ¿estás bien?
—Estoy bien, Thomas. Gracias por comprobarme. Ah, y no creas que
no me he dado cuenta de que te has perdido desde que llegaste tú y mi padre.
Guiñó un ojo.
—Y con el recordatorio de las mentiras que le dije a nuestro rey, seguiré
mi camino. —Se fue tan rápido como apareció.
—Es una molestia —dijo Allete con una sonrisa afectuosa.
—Un estorbo que ama mucho a sus primas —señalé.
No hubo tiempo para decir más cuando Freya, Myra y Albric entraron
a nuestra casa.
—Que nunca se diga que no eres bueno para el entretenimiento, Al —
dijo Freya en tanto tomaba uno de los asientos en la mesa pequeña.
Empujé suavemente a Allete hacia una de las sillas y luego le hice señas
a Myra para que también tomara una silla. Albric se apoyó con la espalda
contra la puerta ahora cerrada, mirando fijamente a su hija.
Allete le dedicó una débil sonrisa.
—Lo siento por eso.
Sacudió la cabeza.
—No te disculpes. Es bastante asombroso. Pero al igual que tu esposo,
me preocupa tu bienestar. ¿Estás bien?
—Lo estoy. Solo un poco más cansada ahora de lo que estaba antes de 200
todo eso.
—Entonces, hagamos esto rápido —dijo Myra—. Allete, has tenido tu
primera profecía. Creo que es particularmente importante que lo documentes.
—Miró fijamente a Allete y mi novia obviamente entendió lo que quería decir
Myra porque asintió—. No te vayas a dormir hasta que lo hayas documentado
para que esté fresco en tu mente.
—Está bien —concordó Allete.
—Mañana, podemos revisarlo más a fondo para asegurarnos de que no
nos hemos perdido nada pertinente —explicó Myra.
—Suena bien —dijo Allete.
La bruja se puso de pie y luego señaló a Freya:
—¿Acompañarías a una anciana? —preguntó. Sin esperar una
respuesta, hizo un gesto a Albric—. ¿Y acompañarás a dos mujeres vulnerables
y nos mantendrás a salvo?
Allete resopló.
—Vulnerable, mi trasero. Ustedes dos son tan vulnerables como un par
de serpientes rodeadas de ratones.
Albric se rio entre dientes y tomó la mano de Myra, colocándola en su
brazo mientras la ayudaba.
—Buenas noches, Allete, Torben —dijo el rey—Ambos necesitan
descansar un poco. —Él y Myra salieron de la cabaña con Freya pisándoles
los talones.
La escudera miró por encima del hombro y guiñó un ojo.
—Ustedes dos, asegúrese de intentar dormir un poco en algún
momento.
Sonriendo a la mujer que conocía de toda la vida, cerré la puerta antes
de que pudiera decir algo más para avergonzar a mi novia.
Cuando me enfrenté a Allete, ella estaba sacando una pluma y un
tintero de uno de los pequeños cajones de la cocina. Se sentó a la mesa con un
libro antiguo frente a ella. Vi que tenía una piedra preciosa verde incrustada
en el centro.
—¿Ese es el libro de mi madre? —pregunté.
Asintió. 201
—Lo siento, pero tengo que escribir lo que vi aquí.
—No te disculpes, princesa. Eres una oráculo. Tienes
responsabilidades. ¿Hay algo que pueda hacer para ayudar? —pregunté.
—Una taza de té sería genial —dijo con una pequeña sonrisa.
—Creo que puedo encargarme de preparar un poco de té —le dije, luego
me puse a hacer exactamente eso en tanto ella abría el libro y pasaba a una
página en blanco. Mientras preparaba el té, mi mente se desplazó hacia Brant.
Me pregunté si ya había encontrado a Dayna. Si ambos estaban a salvo, junto
con el capitán Clay. En realidad, esperaba que lo estuvieran. No quería que
Allete tuviera que enfrentar la pérdida de su hermana, en cierto modo, por
segunda vez. Tampoco quería perder a mi amigo más confiable.
Dejé el té en la mesa al lado de Allete. Abrí mi boca, a punto de
preguntarle si había visto algo sobre ellos en la profecía, pero me detuve. Si lo
había hecho y era malo, no quería ponerla en una posición en la que tuviera
que compartir eso conmigo. Sería una carga suficiente para soportarla sola.
Inclinándome, presioné un beso en su frente.
—Voy a poner un poco de agua sobre el fuego para calentarte, así una
vez que hayas terminado, puedes tomar un baño de esponja. Y luego, mientras
terminas de escribir, voy a correr hasta el río y tomar un baño muy rápido y
frío.
—¿No quieres que tenga que congelarme? —dijo con una sonrisa
burlona.
—Voy a decir que sí a eso y no mencionar que tener a mi esposa
bañándose con esponja en nuestra casa no es mi motivación en absoluto. —
Esto la hizo reír, lo que ayudó a aliviar parte de la pesadez que había estado
sintiendo. Quería tomar sus cargas, pero sabía que no podía compartirlas todas
conmigo. Allete tendría que soportar algunos de ellas por su cuenta, sin
importar lo mucho que quisiera aliviarla de ellas.
Cada uno de nosotros tenía un propósito en esta vida. Tomar todas las
cargas de Allete sería quitarle parte de su propósito. No podía robarle su
destino. En cambio, sería su apoyo. Sería en quien podría apoyarse cuando la
carga se volviera demasiado para manejarla sola.

202
22
“Hoy tuve mi primera profecía. No quiero volver a hacer eso. Nunca. Muchísimas
gracias.”
~Diario de Allete Auvray

Esperé a que Torben saliera de la cabaña antes de intentar escribir


porque cada vez que colocaba la pluma en la página, mi mano comenzaba a
temblar. Entonces, en cambio, fingí estar pensando. Pero ahora que se había
ido, no pretendí más. En lugar de eso, me quedé mirando cómo mi mano
sostenía la pluma temblorosa.
—Quiero que sepas que siento que podrías haberme preparado un poco
mejor para eso —dije en la habitación vacía, aunque me estaba dirigiendo a
Hilda mientras miraba su libro. No podía oírme… no en el más allá, ya no 203
preocupada por los mezquinos asuntos de los vivos, pero me hizo sentir mejor
quejarme con ella.
—Una pequeña advertencia hubiera sido agradable —gruñí. Con un
último suspiro, mojé la pluma en la tinta y comencé a escribir.
La siguiente es la primera profecía de la oráculo, Allete Auvray, para el
clan Hakon de Ravenscar, así como para tres clanes de apoyo y sus aliados
británicos.
Mientras escribía la profecía, pensé en cómo yo misma la había
experimentado. No era solo que yo escuchara las palabras en mi mente, y
luego hacer que salgan de mi boca. Yo estuve físicamente allí. En mi mente,
estaba viviendo en la profecía, viendo cómo se desarrollaba. Pero lo que fue
aún más extraño fue que vi que el simbolismo tomaba forma física. Entonces,
cuando hablé de un gran dragón, eso fue de hecho lo que vi. Un dragón con
los ojos y la inteligencia de Cathal. Podía ver los rasgos de Cathal en su rostro,
y podía sentir el desprecio y el asco saliendo de la criatura de la misma manera
que salían del mismísimo rey de Tara.
Cuando hablé de los cazadores en la colina, eso fue lo que vi.
Los jarls y el rey Albric sentados a horcajadas sobre sus caballos, sus
arcos de caza en sus espaldas y espadas en sus costados. Estaban mirando
hacia abajo en este valle donde el gran dragón volaba bajo sobre la ciudad.
Cuando miré más de cerca, pude ver movimiento a ambos lados de la
ciudad y me di cuenta de que había dos serpientes negras gigantes deslizándose
sobre sus vientres por los caminos de la ciudad, dirigiéndose directamente
hacia el dragón. La serpiente negra de la derecha tenía algo envuelto en la cola.
Entrecerré los ojos en tanto trataba de distinguir en qué estaba envuelto.
Cuando finalmente estuvo lo suficientemente cerca, sentí que la bilis subía por
mi garganta mientras miraba los cuerpos inertes de Clay, Dayna y Brant… los
tres envueltos en la cola de la enorme serpiente negra.
Pensé que las serpientes se detendrían cuando alcanzaran al dragón,
pero la de la derecha, la que sostenía a mi hermana y a los dos hombres, siguió
deslizándose hacia adelante. Cuando levantó la cabeza y sus ojos amarillos
chocaron con los míos, me tambaleé hacia atrás. La serpiente siseó mientras
continuaba acercándose aún más. Cuando estaba a unos diez metros de
distancia, se detuvo, se levantó sobre su vientre y onduló de un lado a otro. Y
entonces empezó a hablar.
204
—Te estaré esperando, oráculo —dijo la criatura, y sus palabras se
prolongaron en un silbido—. Dejaré caer a tus muertos a tus pies, luego te
derribaré.
Podía escuchar la violencia en la voz de la serpiente, y prácticamente
podía sentir la ira que irradiaba la forma masiva. Cuando lo estudié más de
cerca, pude ver que los ojos me eran familiares. Parpadeé varias veces.
Continuaron pareciéndome más y más familiares hasta que ya no vi la cara de
una serpiente, sino la de Gisele en su lugar. Por unos breves segundos, fue su
cabeza unida al cuerpo escamoso. Cuando volví a parpadear, ella se había ido
y la serpiente estaba en su lugar.
Una puerta se cerró de golpe, sacándome del recuerdo de la profecía.
Me encontré de vuelta en mi choza. Torben acababa de entrar. Sonriendo,
tomó su ropa y la dobló, colocándola cuidadosamente en la canasta donde
guardábamos nuestra ropa sucia.
Miré el libro y descubrí que había escrito todo lo que había visto en mi
visión, aunque no recordaba haber escrito nada. Después de dejar la pluma,
aparté el libro. No quería pensar en las cosas que había visto. No quería tratar
de interpretar lo que significaba todo. Solo quería evitar pensar en nada de eso,
aunque solo fuera por un rato.
—¿Me dejarás cuidar de ti? —preguntó Torben amablemente.
Deteniéndose a mi lado, me tendió la mano. Puse mi mucho más
pequeña en la de él, y dejé que me ayudara a ponerme de pie. Cuando me
tomó en sus brazos y me dejé apoyar contra él, me di cuenta de lo cansada que
estaba.
—Sí —le dije, respondiendo a su pregunta.
—Bien. —Me instó a que me acercara a una silla que había colocado
cerca del fuego.
Había una olla de agua en el suelo con un trapo colgando del borde.
Además, varias tiras de tela dobladas estaban apiladas junto a la olla.
Torben me ayudó a desvestirme, luego tomó una de las tiras y la
envolvió completamente alrededor de mi cuerpo, dejando mis brazos
expuestos. Me empujó a la silla y tomó la toallita, la sumergió en el agua
caliente, luego escurrió el exceso antes de pasar la toallita por mis brazos y mis
manos. Volvió a mojar el paño antes de deslizarlo por mis hombros y cuello.
A continuación, tomó otro trozo de tela y secó la piel húmeda. Mi
esposo repitió este proceso hasta que hubo lavado todo mi cuerpo.
—Cuéntame de tu viaje —le pedí a medida que él comenzaba a secar 205
cada pierna y luego mis pies.
—Fue largo —respondió—. Aunque las conversaciones con los jarls
fueron alentadoras, aún era extraño estar en el clan de otra persona. No
importa el estatus de aliado, seguimos siendo extraños.
—Esto contribuirá en gran medida a generar confianza entre los clanes
—dije—. ¿El clan Hakon ha tenido aliados en el pasado?
—Lo hicimos en un momento, pero Magnus desconfiaba de todos y
logró quemar esos puentes —explicó.
Me ayudó a ponerme ropa de dormir limpia, luego me sentó de nuevo
y se puso a peinarme. Fue gentil y paciente mientras deshacía las trenzas y
luego cepillaba los mechones enredados.
—Parece que el clan está en mejores manos ahora.
—Sí —coincidió distraídamente—. Su remoción del liderazgo no fue
una pérdida, eso es seguro. No digo que sea necesariamente el mejor candidato
para el trabajo, pero me preocupo por nuestro clan. Me importa el futuro de
nuestra gente.
—Torben, eres exactamente quien debe liderar este clan. Eres un
hombre valioso y todos te respetan. Valoran su aporte y siguen su liderazgo.
Mientras pongas las necesidades del clan por encima de la necesidad de control
o poder, entonces eres el hombre adecuado para el trabajo —aseguré.
—Te hablé de los clanes. Ahora cuéntame cómo te ha ido con el
entrenamiento, Myra y el libro —dijo después de unos minutos de silencio.
Le expliqué que estaba segura de que Freya estaba intentando matarme
a través del entrenamiento con espada, y que su madre había decidido
volverme loca mientras intentaba descubrir cómo abrir su libro de profecía y
luego hacer que aparecieran las palabras.
—Siento que ella pensó que era mucho más inteligente que el niño
promedio —dije.
Torben se rio entre dientes.
—Imagina ser criado por ella.
—No quiero pensar en someterme a tal posibilidad — admití.
—No te culpo.
Cuando terminó con mi cabello, tomó mi mano y me levantó de la silla.
206
—Ahora, es hora de ir a la cama. Estoy cansado, tú estás cansada y
quiero quedarme dormido contigo en mis brazos.
Ambos nos metimos en la cama e inmediatamente me atrajo con fuerza
contra él. Suspiré. Esto es lo que me había estado extrañando terriblemente
durante los últimos diez días. No importa si dormí o no, no dormía bien sin
Torben a mi lado.
—Me alegro de que hayas vuelto —dije.
—No me gusta estar lejos de ti —admitió—. Antes de ti, las aventuras
no me molestaban demasiado. Regresar a casa fue placentero solo porque fue
agradable dormir en mi propia cama, pero no necesariamente tenía nada que
esperar. Ahora que te tengo, todo en lo que podía pensar era en llegar a casa.
Sintiendo sus labios contra la parte de atrás de mi cuello, me estremecí
ante la sensación.
—Buenas noches, vikingo. Te amo.
—Buenas noches, princesa. Te amo más.
23
“Cuando te das cuenta de que has estado actuando como un idiota porque una
bruja malvada te echó algo en tu bebida, intentas consolarte con el hecho de que
probablemente no eres la única persona en el mundo a la que le ha pasado esto. Al
menos, eso es lo que tengo que decirme en este momento. La vergüenza es real.”
~Dayna Auvray

Mi cabeza se sentía como si la hubiera lanzado al suelo unas docenas


de veces con fuerza bruta. Parpadeando, me encogí cuando los latidos
aumentaron por la luz del sol que golpeaba mis ojos.
Cuando mi visión se aclaró lo suficiente como para poder ver, me sentí
aliviada al encontrar a Clay y Brant sentados a unos metros de mí, ambos aún
inconscientes. Estaban atados, al igual que yo. Cada uno de nosotros estaba 207
apoyado contra troncos de árboles separados. Podía escuchar las olas del mar,
así que supe que la bruja nos había llevado a algún lado. ¿Cómo diablos nos
había traído hasta aquí? ¿Y dónde estaba ella? Con ese pensamiento, intenté
ponerme de pie inmediatamente, pero luego me di cuenta de que no solo mis
pies y manos estaban atados, sino que también estaba asegurada al árbol con
una cuerda alrededor de mi cintura. No me había dado cuenta de que estaba
allí hasta que intenté moverme.
Lo último que recordaba es que Gisele nos arrojó un puñado de polvo
a la cara… luego el mundo se volvió negro. ¿Cuánto tiempo habíamos estado
fuera? No tenía ni idea.
—¿Dayna? —La voz de Brant sonó llena de preocupación cuando su
cabeza rodó hacia un lado. Parpadeó para abrir los ojos.
—Estoy aquí —le dije, sin dejar de mirarlo—. ¿Cómo te sientes?
—Como si una bruja malvada usara su magia maligna en mí —
respondió. Su voz era áspera y tensa por la ira.
—Brant, lo siento.
—No lo hagas —dijo—. No te disculpes. No tienes nada de qué
arrepentirte.
—Si no me hubiera sentado allí como una tonta y discutido contigo o
me hubiera negado a irme, entonces podríamos habernos ido antes de que ella
regresara —dije.
Sacudió la cabeza.
—Dayna, eres la víctima. Usó magia contigo, y tus elecciones ya no
eran tuyas. No eres responsable de eso.
Me burlé.
—Elegí una rata antes que ir contigo. ¿En serio soy tan débil de mente
que no podía ver la situación por lo que era? Quiero decir, incluso ahora, aún
siento la necesidad de volver a esa cabaña. Aún siento que es mi lugar favorito
cuando sé muy bien que no lo es. —Mi sangre bien podría haber estado
hirviendo, estaba tan enojada conmigo misma. Sentí que debería haber sido
capaz de luchar contra los efectos de la bebida que me dio. Me sentía débil y
fácilmente influenciable, y nunca me había visto así.
—¿Cómo luchamos contra algo que no entendemos o de lo que no
sabemos nada? —preguntó Brant—. No tenías idea de lo que te estaba
haciendo, y no tienes idea de cómo funciona su magia. No te culpes por algo 208
que está fuera de tu control. Dayna, echa la culpa donde corresponde. Gisele
es la responsable de lo que te han hecho. Es su culpa sola.
—Gracias por venir por mí —dije, necesitando que entendiera cuánto
significaba para mí.
—También van a venir Allete y Torben. Nadie te ha olvidado. Pero
decidí que podría tener una mejor oportunidad de sacarte sin un ejército.
Supongo que estaba equivocado. —Se rio sin humor.
—¿Cómo ibas a saber que Gisele podría dejarnos inconscientes a todos
de esa manera? Es muy poderosa.
—¿Alguien más siente como si un caballo le hubiera pateado
repetidamente en la cabeza? —preguntó Clay.
—Yo no. —Suspiré—. Me siento simplemente maravillosa.
Clay me fulminó con la mirada. Sus ojos estaban inyectados en sangre
y tenía un moretón que comenzaba a mostrarse en su mejilla derecha.
—Me alegra ver que no has perdido tu sentido del humor.
—He perdido toda mi dignidad. No tiene sentido tirar nada más —
resoplé.
Brant iba a decir algo, pero se detuvo cuando Gisele salió
repentinamente de la espesa vegetación y entró en el claro frente a nosotros.
Un momento después, otra mujer se le unió.
—¿Estás segura de que no podemos simplemente matarlos? —preguntó
la mujer nueva—. Simplemente parecen mucho peso muerto para transportar
cuando necesitamos movernos rápidamente.
—Una vez que los subamos a un bote, no tendremos que volver a
moverlos —dijo Gisele—. Además, serán útiles cuando nos encontremos cara
a cara con la oráculo y su bruja.
—Veo que fuiste y me reemplazaste bastante rápido, Gisele —dije—.
Estoy un poco dolida porque no te tomó más tiempo superar nuestra relación.
—Ya veo por qué te gusta —dijo la nueva mujer.
—Sí. Tiene algunas cualidades redentoras sobre ella, pero al final, es
solo una niña humana sin un deseo real de grandeza —dijo Gisele.
—Lo siento, pero tengo que estar en desacuerdo —dije—. Deseo la
grandeza todo el tiempo. ¿Cómo no hacerlo cuando él está sentado justo frente
a mí? —Hice un gesto con la barbilla hacia Brant. 209
—Princesita, vas a hacer que me sonroje —ronroneó Brant.
—Creí haberte dicho que no me llamaras así. —Fruncí el ceño, sin
importarme lo atraída que estaba por él. Ser llamada “princesita” no estaba en
mi lista de apodos aceptables.
—Espera —dijo la nueva mujer—. ¿Estos dos son una pareja apareada?
Quiero decir, entiendo el atractivo. Es muy apuesto y fornido.
—Está bien, primero que nada, no somos animales —gruñí—. En
segundo lugar, quita tus ojos codiciosos de mi vikingo. Y de todos modos,
¿quién eres tú?
Entrecerró los ojos cuando habló.
—Soy Evelyn.
Miré de Gisele a Evelyn y viceversa, con la boca abierta.
—Veo que sabes quién soy —dijo Evelyn con una sonrisa de
suficiencia—. Entonces sabes que si digo que puedo hacer que tu hombre se
enamore locamente de mí, estoy diciendo la verdad absoluta. Mira cómo me
hablas, niña.
—Escribiste en tu diario que era poderosa, Gisele, pero nunca
mencionaste lo moza que es —dije. Apreté mis labios, mirando a Evelyn hacia
abajo. ¿Podría matarme con apenas un parpadeo? Probablemente. ¿Eso me
impediría tirar de la cola del tigre? Absolutamente no. Podía sentir la mirada
de Brant y sus gritos silenciosos para que cerrara la boca.
Evelyn dio un paso hacia mí, pero Gisele levantó una mano.
—¿De verdad estás dejando que una humana te incite? ¿Cuándo te
volviste tan mezquina? Está por debajo de ti. Ignórala. Tenemos mucho que
hacer para que pierdas tiempo y energía en ponerla en su lugar solo porque tu
orgullo es insultado.
La otra bruja siguió mirándome durante varios segundos antes de
finalmente darse la vuelta.
—Bien. La dejaré vivir. Por ahora. ¿Dónde está Calder? Creí que había
dicho que los barcos estaban listos.
—Estoy aquí, Evelyn. No hay necesidad de perder los estribos. —Calder
y un puñado de sus hombres llegaron caminando al claro. Cuando los ojos de
Calder se posaron en mí, sonrió—. Parece que tu escape en realidad no 210
funcionó.
—¿Quién puede decir que no funcionó exactamente como queríamos?
—desafié.
Calder frunció el ceño a medida que se acercaba a mí. Inclinándose,
pasó su dedo por mi mejilla. Vi a Brant moverse por el rabillo del ojo.
—La vieja oráculo murió —señaló—. Seguramente eso no estaba en tus
planes.
—Era una oráculo. Estoy segura de que sabía cuándo planeamos la fuga
si su muerte iba a ser necesaria o no. Como dije, tal vez todo salió exactamente
como se suponía y cada uno de nosotros está exactamente donde debe estar.
No le gustó mi respuesta. Pude ver la inquietud creciendo en sus ojos.
Se puso de pie, luego dio un paso atrás, girando para mirar a Gisele.
—¿Estás segura de que tenemos que ir a Tara y no al clan de Magnus?
—Te lo dije —espetó Gisele—. Estoy completamente segura. He oído
los planes.
—¿Cómo pudiste? —preguntó Calder, sus ojos escépticos.
—No te preocupes por eso. Sabes que no es buena idea interrogarme.
Solo asegúrate de que tus hombres estén listos para pelear. Si juegas bien tus
cartas, podrías tomar el control de Tara como el nuevo rey. Tu clan podría
apoderarse de toda Tara.
—Eso es justo lo que necesita Tara. Pasar de un loco a otro —murmuré.
—No estoy loco —masculló Calder con los dientes apretados.
—Dice el jarl que conspira con dos brujas oscuras —desafié.
—Llévenlos a un barco —gruñó Calder a los hombres que habían
venido con él. Me hizo señas a mí, luego a Clay y Brant.
Los guerreros empezaron a desatarnos de nuestros respectivos árboles.
Nos desataron las piernas y luego nos pusieron de pie bruscamente. Nos
dejaron las manos atadas, alejándonos de las dos brujas y de Calder. Intenté
darle a Brant una mirada significativa cuando pasé junto a él, intentando
comunicarle en silencio que no debería intentar ninguna tontería. Solo podía
esperar haber tenido éxito. Caminamos entre los árboles y luego, unos treinta
metros después, llegamos a la playa. Pude ver los barcos de Calder
descansando contra un pequeño muelle. 211
Una vez que nos subieron a uno de los barcos y nos llevaron debajo de
la cubierta, nos pusieron a cada uno en una pequeña celda. Odiaba estar abajo
en el barco. Preferiría estar al aire libre donde pudiera ver el cielo y el océano.
—Hablando de barcos —dije—. ¿Cómo llegaron ustedes dos aquí?
Clay dijo:
—Nuestro barco está escondido con una tripulación pequeña. Ya
deberían haber navegado de regreso a Inglaterra a estas alturas. Si no lo han
hecho, lo harán una vez que vean partir los botes.
—Dayna —dijo Brant, y levanté una ceja hacia él—. ¿Cómo supiste
quién era Evelyn?
—Estaba en el diario de Gisele —respondí, luego continué contándole
a él y a Clay todo sobre el diario que había encontrado y lo que había
aprendido en él.
—¿Es la hermana gemela de Myra? —preguntó Brant, la incredulidad
pesada en su voz.
—¿Conoces a Myra? —pregunté.
Asintió.
—Nos ayudó cuando llegamos a Inglaterra y nos infiltramos en el
palacio de tu padre. Y apareció en Ravenscar justo antes de que me fuera para
volver a tu castillo.
—Nunca me dijiste cómo está Allete —dije. Lo que fuera que Gisele me
había estado dando estaba empezando a salir de mi sistema porque podía
sentir que comenzaba a preocuparme por cosas y personas importantes de
nuevo. Ni siquiera me había dado cuenta de que había dejado de preocuparme
por todo.
—Ella y Torben se casaron —dijo—. Odió que te lo perdieras.
Sentí las lágrimas brotar de mis ojos, pero me obligué a hacerlas
retroceder.
—Apuesto a que estuvo deslumbrante.
—Lo estuvo —concordó—. Están terriblemente enamorados.
—¿Y qué le pasó a Magnus?
Brant continuó contándome la historia de cómo Magnus había
aparecido en Ravenscar y sobre la pelea entre él y Torben. Obviamente, 212
Torben había ganado.
—Ha estado entrenando para ser una escudera —dijo.
Sonreí.
—Está bien, ahora estoy celosa. Donde me inscribo para eso, porque
voy a ser una escudera patea traseros.
Clay y Brant se rieron.
—De eso, no tengo ninguna duda —dijo Clay.
—Tan pronto como lleguemos a casa, puedes comenzar a entrenar con
Freya. Es la guerrera principal de las escuderas —explicó Brant—. Ella y Allete
se han convertido en buenas amigas.
—Estoy tan contenta de que tu clan la haya recibido y aceptado —dije—
. Me imagino que podría haber sido difícil para algunos.
—Nuestro clan sabe qué bendición es tener una oráculo y una sanadora.
Allete siempre será tratada con respeto —dijo.
Estuvimos todos en silencio por un tiempo, escuchando los pasos de
arriba. Sucedían muchas cosas en la cubierta del barco. Solo podía suponer
que se estaban preparando para zarpar. Fue entonces cuando recordé lo que
se había dicho en el claro.
—Brant, ¿escuchaste a Gisele decir que vamos a ir a Tara? ¿Crees que
está aliada con Cathal?
—No me sorprendería. Parecen una pareja hecha en el infierno —dijo—
. ¿Has estado viviendo con ella? ¿Alguna vez insinuó algún tipo de alianza?
—No, solo con Calder. Me pregunto, ¿por qué quieren llevarnos a Tara
con ellos? —pregunté.
—Supongo que realmente no pueden dejarnos tirados —dijo Brant—.
Y parece que han descubierto de alguna manera que el clan Hakon se dirige a
Tara para la guerra. O al menos lo han adivinado. No sé cómo. Dijiste que
Gisele quería un libro que tiene el clan. Tal vez está pensando que puede
obligar al clan a dárselo a cambio de derrotar a Cathal.
Lo pensé por un minuto antes de asentir.
—Mencionó establecer a Calder como el nuevo rey en Tara. Así que tal
vez tengas razón. Tal vez nos dé la oportunidad de escapar en el momento que
lleguemos allí. Si hay mucho caos con una batalla, podríamos escondernos en 213
el caos.
—Tenemos que liberarnos de nuestras ataduras —señaló Clay—. No
podemos ir muy lejos si aún estamos encadenados.
—Qué bueno que vamos a estar en un bote con algo de tiempo libre
durante unos días —dije—. Tendremos mucho tiempo para encontrar una
manera de liberar nuestras manos.
Pasaron algunas horas. Ni las brujas ni Calder aparecieron, pero uno de
los hombres de Calder ocasionalmente guardaba algunas provisiones en la
bodega con nosotros. Ninguno de nosotros habló con ellos. Finalmente,
sentimos que el bote comenzaba a moverse. Encontré un lugar en el suelo con
la espalda contra la pared de la nave. Brant había estado paseando, pero
cuando el barco comenzó a moverse, se acercó al lado de su celda más cercano
al mío. Después de sentarse, metió la mano a través de los cuadrados en las
paredes de rejilla de acero y tomó mi mano entre las suyas. Entrelazando
nuestros dedos, les dio un pequeño apretón.
—¿Por qué no intentas descansar un poco? —preguntó en voz baja. Clay
ya estaba recostado contra la pared, donde estaba sentado, con los ojos
cerrados y la boca ligeramente abierta. Estaba profundamente dormido y
parecía bastante cómodo.
Necesitaba descansar, aunque no creía que sería capaz de dormir tan
profundamente como Clay. Inclinándome hacia atrás, me concentré en la
mano de Brant envuelta alrededor de la mía. Cerré los ojos, dejando que el
movimiento oscilante del barco me adormeciera.

214
24
“Ir a la guerra no es algo que debe tomarse a la ligera. habrá vidas perdidas. Y yo
seré quien tomaré algunas de esas. También existe la posibilidad de perder mi
propia vida. No hay nada romántico, glorioso o recompensante en ir a la guerra.
Significa muerte. Lamentablemente, también es necesario.”
~Torben

Habían pasado dos días desde que regresé a casa de mi viaje para
parlamentar con los otros clanes. Me quedé en la playa, mirando los barcos
del último clan a medida que llegaban. El clan Akefor y el clan Bjornvik habían
llegado ayer. Esta mañana, el clan Brending fue visto en el horizonte. Las
costas del clan Hakon ahora estaban llenas de barcos de guerra, tantos que no
había lugar para que algunos de los barcos más grandes tocaran tierra y se 215
mantuvieron anclados en la bahía, los miembros de su clan fueron
transportados a la orilla en botes. El clan Brending tendría que dejar todos sus
barcos en el mar.
Tan pronto como llegaran, comenzaría el ajetreo y el bullicio de la
preparación de la batalla. Necesitábamos estar de vuelta en los barcos y
dirigirnos a Tara en dos días. Cuanto antes llegáramos allí, antes podríamos
terminar esto y seguir con nuestras vidas.
—Toma algunos botes para ayudar a transportar a sus guerreros a la
orilla. Quiero ponerme en marcha lo más rápido posible —les dije a Amund y
Rush, que acababan de subir para observar el progreso del clan que se
acercaba.
—No sé si lo escuchaste o no, pero el rey Albric tiene un mapa de Tara
y de los terrenos del castillo —dijo Rush.
—No lo había oído. Esas son buenas noticias. No tendremos que ir al
reino a ciegas. —Gracias a los dioses, Albric tenía una conexión previa con
Tara. Tener una idea de en lo que nos estamos metiendo nos ayudaría a saber
cómo distribuir a nuestros guerreros y qué tan lejos tendríamos que marchar
desde la costa hacia el reino para llegar al castillo—. Que todos sepan que
habrá una fiesta esta noche, luego una reunión —le dije a Amund—. Después
de eso, quiero que todos los jarls y el rey se reúnan en mi casa. Necesitamos
concretar nuestra estrategia.
—Las escuderas y los otros guerreros deberían regresar muy pronto de
su cacería. Con suerte, tuvieron una exitosa —dijo Amund.
—En efecto —respondí, la preocupación por Allete volviendo a mi
mente. Observé cómo se iban para hacer lo que les había ordenado. Esperaba
que la cacería también hubiera tenido éxito porque, de no ser así, habría
muchos hombres hambrientos y visitantes extranjeros durmiendo en nuestra
playa.
Cuatro horas después, el sol empezaba a ponerse y se habían encendido
varias hogueras. Sobre cada fuego había un pincho con un animal asado. Dos
de ellos tenían jabalíes gigantes. Un par de otros sostenían ciervos. Iba a haber
mucha carne para todos.
Grupos de hombres y mujeres se mezclaban. Me sorprendió lo bien que
todos parecían llevarse bien. Le había dejado claro a los miembros de mi clan
que seríamos hospitalarios y daríamos la bienvenida a nuestros aliados. Tal
vez ese sentimiento se había contagiado a los demás. O tal vez sus jarls habían
sido tan inflexibles en estar dispuestos a llevarse bien como yo. 216
Justo cuando Allete se acercó a mí, Kjell tocó una campana para cenar
para indicar que la comida estaba lista. Hubo fuertes vítores y la gente
comenzó a moverse hacia los fuegos donde se asaban los animales.
—Todos parecen estar pasando un buen rato —señaló Allete.
—Gracias a los dioses —dije—. No voy a mentir y decir que no me
preocupaba que pudiéramos tener algunas peleas que debían terminarse.
—Incluso si hay algunas, es comprensible. Tienes hombres, energía,
cerveza y enojo con alguien que los ha lastimado, todo envuelto. No sería
sorprendente si hubiera algunos exaltados que perdieran la cabeza en el grupo.
Mientras puedan golpearse y luego ser los mejores amigos, todo debería estar
bien.
—¿Los mejores amigos? —pregunté, mirando hacia abajo a su rostro
sonriente.
—O al menos cordiales el uno con el otro —corrigió.
Atrayendo a Allete a mi lado, presioné un beso en su sien.
—Estás bien. No será el fin del mundo si hay peleas.
—¿Quieres que te prepare un plato? —preguntó, señalando a los
animales.
—Puedo conseguir algo para mí —dije, no queriendo que ella me
sirviera.
Allete me empujó lejos con un sonido molesto.
—Ve a socializar con los jarls. Te traeré un plato de carne.
No tenía sentido discutir porque ella lo iba a hacer tanto si yo quería
como si no. Entonces, fui en busca de los jarls de los clanes. Los encontré
reunidos en el extremo más alejado del pueblo, a unas veinticinco yardas del
último fuego y animal.
—Torben —gritó Rafal, jarl del clan Akefor—. Estábamos hablando de
ti.
—¿Cómo va todo? —pregunté cuando tomé asiento en un tocón
vacío—. ¿Alguno de ustedes o sus hombres necesitan algo?
—La comida es excelente —dijo Hagen, jarl de Bjornvik—. Y tus
hombres y escuderas tuvieron la amabilidad de ayudarnos a todos a instalar 217
nuestras tiendas en la playa. Has hecho un trabajo excepcional haciéndonos
sentir bienvenidos.
Los otros jarls asintieron. Albric, que estaba sentado en el lado opuesto
del círculo de mí, me hizo una ligera inclinación de cabeza, como si dijera,
“bien hecho”. Le devolví la inclinación, luego centré mi atención en los jarls
una vez más.
—Me alegro de que todo sea de su agrado. Antes de hablarles a todos
como un todo, quería discutir nuestros planes para mañana. Si tienen
sugerencias, no duden en ofrecerlas.
»Mañana, nos encontraremos en los campos de entrenamiento.
Dividiremos a todos en grupos y los rotaremos. Algunos trabajarán en el
afilado de espadas y hachas. Algunos entrenarán, otros fabricarán flechas y
arcos de cuerda, y algunos se asegurarán de que tengamos trozos de tela para
vendar las heridas y licor para limpiar las heridas.
—Entonces, ¿cada grupo pasará una cierta cantidad de tiempo en cada
tarea? —preguntó Blaine, el jarl de Brending.
—Exactamente. Me imagino que esto ayudaría a aliviar el aburrimiento
y mantendría a todos en movimiento.
Hagen asintió.
—Creo que es una buena idea.
—¿Cómo se las arreglan para las provisiones? —pregunté—. ¿Están
abastecidos para el viaje de ida y vuelta?
Cada uno de ellos asintió.
—Para el viaje allí —dijo Rafal—. Si salimos victoriosos, podemos
tomar los suministros que necesitamos para el viaje de regreso. Si no ganamos,
entonces las disposiciones para el retorno no serán necesarias.
—Buen punto. Pero si deciden que podrían necesitar más, podemos ver
qué podemos hacer para ayudarlos. Después de que me dirija a todos, si
alguno de ustedes tiene algo que decir, no duden en hacerlo. Además, después,
me gustaría invitarlos a la casa mía y de Allete para repasar nuestra estrategia
de ataque. —En ese momento, Allete se acercó. Me di cuenta de que todos los
ojos de los hombres se movían hacia ella, luego casi me reí cuando sus bocas
se abrieron cuando ella me entregó un plato y una bebida.
—No creo que todos ustedes hayan tenido la oportunidad de conocer a
mi novia —dije, jalándola para que se parara a mi lado. Mientras ella
permanecía de pie y yo sentado, teníamos casi la misma altura—. Esta es 218
Allete Auvray —dije.
—Es un honor conocerlos —dijo Allete al tiempo que hacía una
pequeña reverencia—. El clan Hakon está agradecido de que cada uno esté
dispuesto a unirse a nosotros en esta batalla.
Cada uno de los jarls se puso de pie, luego apretaron los puños sobre sus
corazones y se inclinaron ante ella.
—Es un honor conocerte, Allete —dijo Blaine. Rafal y Hagen dijeron
lo mismo.
Allete se excusó y comí la comida que me había dado en tanto
escuchaba a los otros jarls hablar sobre sus experiencias con Cathal. Por
mucho que odiara que habían soportado el ataque del rey de Tara, me alegré
de que nos diera un enemigo común y una razón para unirnos. Cathal habría
sido un problema eventualmente porque estaba demasiado hambriento de
poder. No se sabía cuánto más daño podría haber causado en el futuro. Ser
atacado era algo horrible, pero podría haber evitado que sucediera algo mucho
peor porque estábamos eliminando el problema ahora en lugar de más tarde.
Después de comer y hablar, me adelanté y llamé a todos al centro del
pueblo. Expliqué todo lo que le había dicho a los otros jarls del clan. Hubo
vítores y aullidos de lobos mientras hablábamos sobre la preparación para la
batalla. Aunque todos éramos de diferentes clanes, estábamos unidos en
nuestra misión.

Allete
—¿Freya dijo que pediste verme? —pregunté a medida que entraba en
la cabaña de las escuderas donde todas dormían—. ¿Conseguiste algo para
comer?
—Sí, sí, niña —dijo Myra, señalándome como si comer no fuera
importante en absoluto—. Tengo noticias más importantes además de la
comida.
Frunciendo el ceño, estudié la mesa donde estaba sentada. Tenía un

219
cuenco frente a ella lleno de piedras de adivinación. Al lado había una mesa
con cartas de tarot.
—¿Qué estás haciendo?
—Intentando asegurarme de que todas las piezas estarán en el tablero
de ajedrez cuando lleguemos a Tara —respondió.
Tomé el asiento vacío al otro lado de la mesa mientras preguntaba:
—¿Y? ¿Qué has aprendido?
—Evelyn y Gisele están juntas y llegan a Tara con Calder como su títere
—contestó.
—¿Cómo sabes esto?
—Lo vi en la mente de tu hermana —respondió—. Ella, Brant y el
capitán Clay están en un bote, rumbo a Tara mientras hablamos.
—¿Cómo entraste en la mente de Dayna? ¿Está viva? Quiero decir, sabía
que lo estaba, pero tenía que verificarlo… —Sentí que las palabras se atascaban
en mi garganta cuando me di cuenta de lo que Myra estaba diciendo. Mi
hermana estaba viva y se dirigía a Tara.
—Está increíblemente abierta a la influencia mágica, lo que me dice que
Gisele le hizo algo. Sea lo que sea, me permitió vincularme fácilmente con ella
cuando la buscaba.
—¿Se dio cuenta de que estabas en su mente?
Myra se rio entre dientes.
—Pensó que algo estaba pasando cuando soñó conmigo, al menos eso
es lo que ella cree que era: un sueño.
Miré fijamente a Myra. Mi hermana estaba viva. Una cosa era creerlo
en mi corazón y otra muy distinta estar segura.
—Gracias, Myra —dije—. No me di cuenta de lo mucho que necesitaba
escuchar eso.
En mi camino de regreso a nuestra cabaña, me detuvo una docena de
personas de los otros clanes. Dijeron gracias por la comida y querían saber
cómo fue para mí pasar de ser una princesa inglesa a la novia de un jarl
vikingo. Todos fueron amables y tal vez un poco borrachos por la ingestión de
cerveza.
Abrí la puerta de nuestra casa para encontrar a Torben, mi padre, y los
otros jarls enfrascados en una discusión. Había un mapa extendido sobre la
mesa y se inclinaban sobre él. Los ojos de Torben se encontraron con los míos.
220
No estaba segura de lo que vio, pero fue lo suficientemente alarmante
que se disculpó y tomó mi mano para llevarme afuera.
—¿Estás bien? —preguntó—. Estás pálida.
—Acabo de hablar con Myra —dije—. Hizo sus cosas mágicas y sabe
con certeza que Dayna está viva, Torben. Está viva. —Podía sentir mi cuerpo
temblar—. Dijo que Dayna, Brant y Clay están todos en un bote camino a
Tara ahora.
—Eso significa que Gisele también está en camino —dijo.
Asentí.
—Y Calder y su clan.
—Será bueno para él estar allí. Necesita ver que su hermano se ha ido,
que no somos un clan que se quedará de brazos cruzados y será pisoteado. —
Atrayéndome a sus brazos, presionó un beso en mi cabello—. Me alegro de
que hayas tenido noticias de tu hermana. Sé que tiene que ser un alivio.
Asentí.
—Sabía que estaba viva aquí. —Presioné una mano contra mi
corazón—. Pero saberlo en mi mente, con certeza, me hace sentir mucho
mejor.
—Ya casi terminamos —dijo cuando me soltó—. Solo unas pocas cosas
más para resolver, luego tendremos nuestra casa para nosotros solos.
—¿Hay algo que pueda traerles a todos? —pregunté—. ¿Bebidas?
—Ya has hecho suficiente, hermosa. Solo siéntate junto al fuego y
descansa. Nos daremos prisa para que puedas meterte en la cama.
—Torben, no te apresures por mi culpa. Haz lo que necesitas hacer.
Puedo descansar junto al fuego —dije, luego lo seguí adentro.
Mi padre dejó su lugar en la mesa para venir a mí. Me envolvió en un
abrazo.
—¿Estás bien?
—Sí, padre. Gracias. Hablé con Myra y me aseguró que Dayna está viva
y de camino a Tara.
Dejó escapar un suspiro de alivio.
—Esas son buenas noticias.
—Dayna es una sobreviviente —dije—. De las tres de tus hijas, ella es 221
de la que nunca deberías tener que preocuparte.
—Allete, también eres una sobreviviente. Eres tan fuerte como Dayna.
Lizzie es fuerte a su manera, diferente a ti y a Dayna, pero sigue siendo fuerte.
Estoy inmensamente orgulloso de tener a cada una de ustedes como mis hijas
—dijo—. Lamento haberte puesto en tal terrible posición con Cathal. Nunca
deberías haber tenido que soportar su abuso sin importar la forma. De verdad,
Allete, lo siento.
Negué con la cabeza.
—No te culpo, padre. Sé las decisiones difíciles que debes tomar.
Entiendo que no puedes solo pensar en el bienestar de tu familia. Eres un rey.
Tienes a toda una nación buscándote para el liderazgo.
—Cuál es la razón por la que nunca debería haber organizado el
matrimonio arreglado —argumentó—. ¿Qué tipo de ejemplo estableció eso?
—Que a veces hay que hacer sacrificios para garantizar la seguridad de
todos los demás —dije.
Mi padre negó con la cabeza.
—Ya no parece tan simple.
—Es así de simple, pero no significa que sea fácil. Sé que las decisiones
que has tomado a lo largo de los años rara vez lo han sido, pero no te culpo.
Nadie puede culparte hasta que haya estado en tu lugar y haya luchado con
las preocupaciones de peso de administrar un reino.
—Gracias, Allete. Eres una mujer sabia, y el clan Hakon está muy
bendecido de tenerte como su reina —dijo.
—Solo soy lo que tú y mi madre me enseñaron a ser.
Besó mi frente, luego volvió a la mesa donde los otros hombres
examinaban el mapa de Tara. Tomé asiento en la mecedora junto a la
chimenea. Torben había hecho un buen fuego. El resplandor iluminaba la
habitación, sumándose a la luz de las linternas. Las sombras de las llamas
bailaban sobre las paredes, y las observé como si estuviera viendo bailar a la
gente en una reunión. En mi mente, podía escuchar música y las voces
parlanchinas de las personas mientras hablaban y reían. Esa parte de mi vida,
asistir a la corte y bailar en los bailes, se había ido. Descubrí que no lo echaba
de menos. Mi vida ahora bailaba con espadas en lugar de pretendientes. Ya no
era la princesa mayor de Inglaterra: era la esposa y reina de Torben, jarl del
clan Hakon. 222
Mis labios se curvaron a medida que pensaba en todas las veces que
soñé con emprender grandes aventuras. No sabía que mi vida terminaría
siendo una gran aventura. ¿Había peligro? Sí. Pero el peligro era mejor que el
aburrimiento cualquier día. No podía esperar a que Dayna fuera parte de esta
vida, y no tenía dudas de que vendría a vivir conmigo a Ravenscar cuando
todo estuviera dicho y hecho. No podía esperar a que Freya y Babs recibieran
una dosis de Dayna. El pensamiento hizo que una risa brotara de mí.
Rápidamente presioné mi mano en mis labios como si eso pudiera detener el
sonido. Miré a la mesa, pero ninguno de los hombres me prestó atención.
Sí, iba a ser divertido ver al clan Hakon familiarizarse con Dayna
Auvray. Las cosas nunca serían aburridas con ella alrededor.
—¿Allete?
La voz de Torben me sacó de mis cavilaciones.
—¿Te importaría repetir la profecía de ayer? —preguntó.
—Por supuesto —dije. Me puse de pie, luego me acerqué a la mesa.
Estaba preocupada, podría no recordarlo todo, y no quería tener que sacar mi
libro y leerlo. Cerrando los ojos, me concentré en pensar exactamente en lo
que quería saber. No estaba segura en qué punto comencé a hablar. Pero un
minuto, estaba pensando. A continuación, estaba repitiendo cada palabra que
había hablado la noche anterior.
Cuando terminé, los tres jarls me miraban con la boca abierta.
Parpadearon, se miraron entre mí y a Torben, luego de vuelta a mí otra vez.
—¿Qué? —pregunté, confundida en cuanto a por qué me estaban
boquiabiertos ante mí como si me hubiera crecido dos cabezas. Nadie
respondió—. Se dan cuenta de que el dragón es simbólico, ¿verdad? —
pregunté. Estaba empezando a preguntarme si pensaban que en realidad
estábamos yendo contra el ser mítico y no un rey malvado.
—Por supuesto.
—Sí.
—Obviamente.
Los tres jarls hablaron al mismo tiempo, pareciendo un poco tímidos.
Casi puse los ojos en blanco, pero me detuve. Habían pensado que estaba
hablando de un dragón real.
Después de eso, continuaron discutiendo nuestro plan de ataque. 223
Pronto me sentí cansada de estrategias de combate deliberantes. Finalmente,
un par de horas después, los jarls y Torben se despidieron. Torben y yo nos
curvamos en la cama juntos, y presioné un beso en su pecho.
—Todo salió bien hoy —dije.
Corrió su mano por mi espalda mientras asentía.
—Lo hizo.
—¿Estás bien?
—Solo estaba pensando en lo que me dijiste antes, sobre Brant, Dayna,
y Clay dirigiéndose a Tara. Me pregunto cómo Brant está manejando todo —
dijo.
—Me imagino que mi hermana está haciendo todo en su poder para
volverlo loco —dije con cariño—. Si nada más, ella lo mantendrá distraído.
—Él va en serio cuando se trata de ella —dijo—. ¿Te das cuenta de eso?
—Lo descubrí cuando fue tras ella sin decirle a nadie lo que estaba
haciendo.
—Simplemente no quiero que te sorprenda cuando lleguen a casa y él
exija casarse con ella.
No pude evitar reír.
—Pagaría para ver la respuesta de Dayna cuando Brant exija algo de
ella, incluido el matrimonio.
—¿Se negaría? —preguntó Torben.
—No lo creo, pero no porque lo exigió. Es porque ella está tan loca por
él como él lo está por ella. Dayna necesita un hombre fuerte. Brant será bueno
para ella —dije—. Esperemos que ambos contengan sus lenguas, así no se
mueren por ser molestos.
Torben se rio entre dientes.
—Si Brant fuera asesinado fuera de la batalla, definitivamente sería por
ser molesto.
—Entonces son perfectos el uno para el otro y para todos los demás.
Pueden molestarse el uno al otro a muerte, lo que nos salvará al resto de
nosotros. —Me quedé dormida esa noche pensando en el futuro que realmente
esperaba que hubiera pasado. Quería ver a mi hermana casada con Brant.
Quería ver su entrenamiento para ser una escudera. Quería verla ser una tía y
una madre. Quería mucho, pero sabía que querer no era suficiente. Tendría 224
que luchar para hacer realidad nuestro futuro. Y trabajaría hasta mi último
aliento para ver que eso pasara.
25
“Si nunca he mencionado lo tanto que me desagrada estar en un barco por días,
perdóname. Es justo que debes saber lo más posible de mí. ¿Por qué? Porque me da
la oportunidad de quejarme del hecho de que odio navegar en un barco durante
días. ¿Mencioné eso? No puedo recordarlo.”
~Dayna Auvray

—¿Por qué alguien elegiría subirse voluntariamente a un bote con un


montón de otras personas? —gemí mientras me enderezaba e intentaba
estirarme. Era casi imposible estirarme bien con las manos atadas.
—Rara vez es una opción —dijo Brant—. Por lo general, es solo la única
opción para llegar a donde necesitas ir.
225
—Si fuera mi única opción, entonces puedo decirte que de repente no
necesitaría viajar a donde sea que vaya el bote —dije.
—¿Me estás diciendo que no hay viajes largos en el agua en nuestro
futuro? —preguntó.
Chasqueé los dedos y luego lo señalé.
—Aprendes rápido, guerrero. Mi madre diría que eso significa que eres
un vigilante.
—Tu madre diría que cualquiera que te lleve es un vigilante —aclaró
Clay.
Brant se rio, pero lo convirtió en tos cuando le di una mirada penetrante.
—No seas amargada, amor —dijo, aun intentando sofocar su sonrisa—
. Mi madre habría tratado de pagarte para que me tomaras como tu esposo.
Se despertó mi interés. Aún estaba sentada en el suelo de la celda, así
que me giré hasta quedar frente a él, que estaba frente a mí en su celda. Clay
estaba detrás de mí en la celda del otro lado, pero no importaba mientras
siguiera dando su pequeña opinión sobre mi compromiso.
—¿Por qué tu madre habría intentado pagarme para que te acepte? —
pregunté—. Eres un hombre guapo, fuerte y físicamente capaz de cuidar a una
mujer. Seguramente, las mujeres de tu clan te consideran un compañero
compatible.
—Sí, compatible, pero no necesariamente tolerable —dijo—. Si no te
has dado cuenta, amor, soy un poco tosco.
—¿No lo somos todos? —pregunté—. ¿No es eso de lo que se trata la
vida? ¿Vivir y aprender y suavizar los lugares irregulares que pueden lastimar
a otros?
—A algunos nos toma más tiempo que a otros —dijo.
Me encogí de hombros.
—Prefiero que seas duro en los bordes y honesto que suave con la lengua
de una serpiente mentirosa. Allete tuvo uno de esos durante un mes. No me
importa cuán refinado sea un hombre, si es tan abominable como Cathal,
entonces tomaré un hombre sin refinar cada vez.
—Es algo bueno porque no tenía planes de dejarte escapar —bromeó.
—¿Es por eso que robaste uno de los barcos de mi padre? ¿Para venir a
buscarme? —pregunté, una sonrisa creciendo en mi rostro—. Pensé que solo 226
andabas rescatando mujeres todo el tiempo.
—Lo siento, princesita, no soy tan noble. De hecho, cuando lleguemos
a Ravenscar y conozcas al clan, probablemente escucharás todo sobre lo poco
noble que soy. Deberíamos hablar de eso antes de que te reúnas con ellos.
Entrecerré los ojos.
—¿Estás intentando decirme que tuviste muchas mujeres en tu cama?
—Escuché a Clay toser y ahogarse detrás de mí, pero no me giré para mirarlo.
—Tuve —admitió con firmeza—, es la palabra importante en esa
oración. He cumplido mi promesa contigo. No ha habido nadie más, y no
habrá nadie más.
—Pero voy a conocer mujeres con las que has tenido intimidad, ¿no? —
pregunté. ¿Me estaba divirtiendo demasiado a su costa? Absolutamente.
¿Debería ser más amable y no hacerle sentir como si fuera a apuñalarlo con su
propia espada? Probablemente.
Suspirando, se frotó la cara.
—Sí, lo harás. Pero ninguna de ellas estuvo interesada en algo más que
una forma de rascarse la picazón —dijo.
—¿Cuántas? —pregunté.
—Unas pocas —dijo vagamente.
—¿Unas pocas como en tres… o unas pocas como en tres veces un poco
más?
Se aclaró la garganta antes de responder.
—Más de tres, pero menos de unas cuantas veces tres.
Sonaba tan miserable intentando explicármelo sin tener que decir la
cantidad de mujeres con las que había estado. Intenté con todas mis fuerzas
no reírme.
—Me parece que hay una infestación de pulgas en el clan Hakon si hay
tanta picazón. Tendré que informarle a Allete para que pueda tomar medidas
para controlar la plaga. —Podía escuchar a Clay riéndose detrás de mí—.
Además —continué—, no es como si pudiera enfadarme contigo. He tenido
mis propios picores que necesitaban rascarse, así que lo entiendo
completamente. —Eso hizo callar a Clay.
Los ojos de Brant se abrieron como platos cómicamente.
—¿Has tenido picazón? 227
—¿No acabas de decir que las mujeres con las que te acostaste tenían
picazón? ¿En serio es tan difícil pensar que también necesitaría una rascada
ocasional? —pregunté.
—Recién estás alcanzando la mayoría de edad —gruñó prácticamente.
Miró más allá de mí a Clay—. ¿No eras tú el que estaba a cargo de su
seguridad? ¿Cómo pudiste dejar que esto sucediera?
—Era el guardia de Allete —balbuceó Clay—. El rey no podía pagarme
lo suficiente para ser el guardia de Dayna.
—También te amo, Clay —dije secamente—. Ahora, ¿cuál es tu
problema? —pregunté a Brant.
—Has tenido intimidad con hombres —espetó.
—Y has tenido intimidad con mujeres —respondí bruscamente—. ¿Por
qué se supone que acepte tu comportamiento pasado si no estás dispuesto a
hacer lo mismo por mí? —Esta era una de mis mayores irritaciones cuando se
trataba de la diferencia en el tratamiento de los sexos.
Brant me miró fijamente con la boca abierta, pero no salió nada. Sabía
que no tenía una discusión porque yo tenía toda la razón. Si esperaba que yo
estuviera de acuerdo con que él se compartiera con otras mujeres, entonces no
podría arrojar un hacha si hubiera estado con otros hombres. No que lo
hubiera estado. Yo era tan pura como la nieve recién caída. A diferencia del
hombre con el que planeaba casarme, yo tenía estándares.
Pero aún no quería que él lo supiera.
—¿Cuántos? —preguntó finalmente cuándo pareció recuperarse.
Resplandeciente, me negué a responder.
—Dayna —dijo con advertencia—. ¿Cuántos?
—¿Por qué?
—Porque necesito saber a cuántos de los hombres en el reino de tu padre
voy a tener que matar —respondió sin pestañear.
Puse los ojos en blanco.
—Guarda tu hacha, grandote. No hay necesidad. A diferencia de las
mujeres que aparentemente has conocido, soy capaz de ignorar los picores.
Cerró la boca de golpe.
—Espera. ¿Qué? —preguntó. 228
Supuse que necesitaba hablar vikingo.
—Dije que guardaras tus cosas afiladas. He mantenido las piernas
cerradas. No hay necesidad de emprender una ola de asesinatos por toda
Inglaterra intentando encontrar a cualquier hombre que sepa si tengo un tercer
pezón.
—Por los dioses —murmuró Clay detrás de mí, haciéndome reír.
—Vas a ser mi muerte —murmuró Brant.
—Probablemente —dije con una voz demasiado alegre.
Hubo un brillo en los ojos de Brant cuando se inclinó más cerca de las
barras que nos separaban. Sus labios se torcieron levemente como si estuviera
luchando contra una sonrisa.
—Entonces, ¿lo tienes?
Me reí.
—¿No te gustaría saberlo?
—Absolutamente.
—Teniendo en cuenta que no estoy dispuesta a sucumbir a ningún
rascado por picazón, tendrás que esperar hasta después de que se pronuncien
los votos para averiguarlo.
Su rostro se puso serio de repente, y me hizo señas para que me acercara.
Inclinándome, esperé.
—Sabes que te querría sin importar qué, ¿verdad? —preguntó—. No me
importaría si hubieras estado con toda Inglaterra, aún te querría. Aún pensaría
que eres la mujer más increíble que jamás haya sido creada, y sabría que soy
el hombre vivo más afortunado si me tomaras como tuyo.
Me tragué las lágrimas que comenzaron a acumularse.
—Lo sé porque no te habría dado la hora del día si hubiera pensado
diferente por un segundo. Pero gracias por decirlo.
Levantó la mano para pasar su dedo por mi mejilla.
—Cualquier hombre tiene suerte de respirar el mismo aire que tú,
Dayna Auvray.
—Tengo que decirlo, vikingo —dijo Clay—. Casi podrías ser digno de 229
ella.
Brant negó con la cabeza.
—No, pero que me condenen si dejo que cualquier otro hombre intente
ser digno.
Si hubiera estado indecisa sobre Brant, me habría empujado
directamente a su regazo. Si no hubiera tenido ya mi corazón, simplemente lo
habría robado. Pero no sería bueno hacerle saber eso. Palmeé su mano.
—Y que me condenen si no te recuerdo que una vez no te sentiste digno
de mí si alguna vez lo olvidas.
—No esperaría menos, princesita.
Estaba a punto de decirle dónde podía meter su apodo cariñoso de
“princesita” cuando se abrió la puerta que conducía a la cubierta superior.
Brant y Clay se pusieron de pie. No sentí que quienquiera que bajara
mereciera tanta energía.
Me arrastré para quedar de frente a las escaleras, viendo como Gisele
descendía.
Su rostro se arrugó con evidente disgusto cuando examinó la
habitación. Sí, bienvenida a cómo viajan los prisioneros, pensé mientras
miraba a la bruja.
—Veo que aún están vivos —dijo. Juntó las manos como si soltarlas
fuera a ensuciarse de alguna manera.
—Si quieres que nos quedemos así, quizás quieras enviar algo de agua
fresca y comida —dijo Brant, con la voz tensa por la ira apenas contenida—.
Y algunas mantas para Dayna para que pueda mantenerse caliente.
Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba temblando. ¿Cuánto
tiempo lo estuve?
Sacudiendo la cabeza, me concentré en Gisele, quien le dio a Brant una
mirada que habría hecho que un hombre más débil se desvaneciera donde
estaba.
—Bien —dijo Gisele finalmente—. Haré bajar los artículos necesarios.
Llegaremos a nuestro destino en un par de días.
—¿Qué pasa entonces? —pregunté.
230
Gisele desvió su mirada hacia mí.
—Entonces vamos a la guerra. —Dio un paso adelante, indicándole a
Brant que le diera las manos.
—No hay necesidad de eso en este momento. —Brant levantó las manos
y Gisele pasó las manos por entre los barrotes y tocó la cuerda. Cayó
inútilmente al suelo. Corriendo sin gracia sobre mis pies, sostuve mis manos
atadas hacia ella. Hizo lo mismo con mis ataduras y luego con las de Clay.
Después de un rato, un soldado bajó con tres mantas.
Luego, unos minutos más tarde, regresó con tres tazas, una jarra de agua
y una hogaza de pan. El pan podría haber estado un poco mohoso, pero tenía
tanta hambre que no me importó.
Cuando se fue, hablé con Brant y Clay.
—Entonces, ¿vamos a Tara para la guerra? ¿Por qué tengo la sensación
de que voy a ver otros vikingos además de los hombres de Calder?
—Y también a tu padre —dijo Clay.
—Cathal tiene que responder por la muerte y destrucción que causó —
dijo Brant—. Sin mencionar cómo trató a tu hermana.
—Van a aparecer para luchar contra Cathal, ¿pero no saben que Calder
y sus dos amigas brujas estarán allí? —pregunté.
—Myra está con Allete —me recordó Brant—. Estoy seguro de que no
está indefensa o desorientada.
Asentí.
—Con suerte, tiene una idea de lo que está haciendo su hermana. —
Envolví la manta alrededor de mis hombros, luego regresé a mi lugar en el
suelo con la espalda contra la pared.
Mi hombro tocó el de Brant a través de los barrotes, y esa pequeña
cantidad de calor ayudó a ahuyentar un poco el frío. Brant había tratado de
darme su manta, Clay también lo había hecho, pero me negué rotundamente.
Necesitaban mantenerse calientes tanto como yo.
Hombres estúpidos. Si no los vigilaba, se matarían intentando
mantenerme con vida antes de que llegáramos a Tara.
—Congélense o mueran de hambre porque estaban intentando
mantenerme con vida y haré que Gisele los resucite de entre los muertos solo
para poder pegarles con uno de sus pájaros muertos. 231
Brant se rio. Obviamente no me estaba tomando en serio.
—No te reirías si hablaras con los hombres de Calder a quienes les corté
las manos —dije—. No hago amenazas ociosas, Brant. No te mueras.
—¿Qué hicieron? —preguntó con voz fría y controlada.
—Ahora no —dije—. No puedo. Por favor. Simplemente no te mueras.
Estuvo en silencio durante unos minutos antes de finalmente decir:
—Ahora tengo mucho por lo que vivir.
26
“Ojalá Hilda estuviera aquí. Quisiera que alguien más golpeara a Freya
verbalmente cuando se ponga ridícula porque estoy agotada.”
~Diario de Allete Auvray

—Freya, no puedes hacer que las mujeres de los otros clanes entrenen
contigo —grité mientras me apresuraba hacia la escudera. Aparentemente, la
mujer estaba en una misión épica para armar a todas las personas capaces de
dar a luz. Según Freya: «si puedes sacar a un niño de tu cuerpo y traerlo a este
mundo, entonces puedes apuñalar a un hombre y matar a uno».
—Con el debido respeto, Al, tú haz lo tuyo y yo haré lo mío —dijo.
Obstinadamente, continuó intentando forzar una espada corta en las manos
de una mujer que parecía querer que la tierra se abriera y se la tragara. 232
—Con el debido respeto, Freya, pero mi trabajo es asegurarme de que
hagas tu trabajo sin aterrorizar a personas inocentes.
Se burló.
—Soy vikinga. Aterrorizar a la gente es literalmente lo que hacemos.
Me reí. Aunque solo conocía a Freya por un breve tiempo, ya podía
decir que no era del tipo de las que son crueles solo por el hecho de ser cruel.
Podía fingir todo lo que quisiera, pero Freya tenía un corazón tierno.
Me dirigí a la mujer frente a Freya.
—¿Alguna vez has usado una espada antes? —pregunté.
Negó con la cabeza, demasiado petrificada para siquiera hablar.
Fruncí mis labios hacia Freya.
—Probablemente terminaría cortándose su propio pie antes de dañar al
enemigo.
—Puf —se quejó—. Creo que no te he dicho cuánto detesto la lógica.
—Todo el mundo tiene un papel —dije—. Y cada rol es tan importante
como el otro. Necesitamos que la gente se quede aquí para que todo funcione
sin problemas hasta que volvamos. Anima a las personas a hacer lo que mejor
se les da.
La escudera suspiró.
—Y es por eso que tu papel es el de reina.
Los ojos de la otra mujer se abrieron de par en par e hizo una reverencia.
Negué con la cabeza.
—Nada de eso —dije suavemente—. No soy más merecedora de una
reverencia que la siguiente mujer.
Freya le sonrió a la mujer.
—Es de armas tomar.
—¿Cuál es tu nombre? —pregunté cuando asintió hacia Freya y sonrió.
—Soy Lanith —dijo en voz baja.
Freya gimió.
—Ni siquiera matas bichos, ¿verdad? No hay forma de que mates nada
con una voz tan pequeña como esa. Está bien, está bien, no debes tener una 233
espada.
Lanith pareció tan aliviada que casi me rio, pero no quería que pensara
que me estaba burlando de ella, así que me contuve.
—Gracias, Lanith. Encantada de conocerte. Si hay algo que necesites,
por favor házmelo saber.
Asintió y volvió a hacer una reverencia. Después de lo cual, sus ojos se
abrieron como platos y murmuró una disculpa antes de salir corriendo.
Freya se rio entre dientes.
—Parecía como si pensara que ibas a usar esta espada en ella por
inclinarse de nuevo.
Señalé con el dedo, dándole mi expresión más severa.
—Deja de aterrorizar a las mujeres que no pelean.
—Se sentirían mejor consigo mismas si supieran cómo manejar una
espada, eso es todo lo que digo.
—¿Cómo sabes que ya no se sienten bien consigo mismas? —pregunté.
—Porque ninguna mujer respetable puede sentirse bien si no puede
defenderse a sí misma y… —prolongó la palabra—, no deberían ser felices con
solo sentirse bien consigo mismas. Necesitan saber lo rudas que son. Hasta que
no te sientas así contigo misma, no habrás alcanzado todo tu potencial.
—¿Por qué Freya está discutiendo los complejos de inferioridad de las
mujeres? —preguntó Torben. Estaba cubierto de sudor, lo que significaba que
debía haber estado en el área de entrenamiento haciendo ejercicio.
Freya apoyó las manos en las caderas, una de las cuales aún sostenía la
espada, y miró a Torben.
—Lo estoy discutiendo porque es algo que debe abordarse.
—Tal vez —dijo Torben—. Pero no justo antes de que estemos a punto
de ir a la guerra con un loco diabólico.
—¿Y si no fuera un loco diabólico y fuéramos a la guerra con él? —
preguntó—. Entonces, ¿podría hacerlo?
Torben me miró.
—¿Ves con lo que he tenido que lidiar por mi cuenta? 234
Freya puso los ojos en blanco.
—No creas que tu reina simpatizará contigo. Es una mujer, su primera
lealtad es hacia su sexo.
Torben parecía como si quisiera reírse, pero la mirada de Freya dejó en
claro que podría apuñalarlo con la espada que sostenía. Lo mantuvo en
silencio.
—Está bien, creo que ya es suficiente. Freya, tú y yo nos aseguraremos
de que cualquier mujer que pueda y quiera luchar tenga lo que necesita. —
Levanté un dedo para que dejara de hablar—. Eso no incluye forzar una
espada o un hacha en las manos de cada persona con senos.
—Bien, pero la próxima vez que reclutemos a otros clanes, solo vamos
por los que tienen mujeres que no tienen miedo de su propia sombra —resopló.
Me puse de puntillas y le di un beso en la mejilla a Torben.
—Voy a encargarme de eso —dije, señalando a Freya—. ¿Cómo van las
cosas con los hombres?
—Bueno, no están intentando dar espadas a los granjeros, así que diría
que un poco mejor que contigo.
—Refriégalo, ¿por qué no lo haces? —gruñí juguetonamente. Freya se
inquietó, mirando mal a Torben—. Será mejor que la aleje de ti. Se ve con
ganas de apuñalar. —Tomé su mano vacía para alejarla de su jarl—. Vamos,
mujer guerrera. Tenemos mucho que hacer antes de que llegue el momento de
empezar a cargar los barcos.
Pasé la mayor parte del día asegurándome de que todos bebieran mucha
agua, comieran y que Freya no aterrorizara a más mujeres. Cuando finalmente
llegó la noche, estaba exhausta.
Acabábamos de terminar la cena cuando Torben pidió que todos se
reunieran en la playa. Una gran hoguera rugía y la anticipación de la batalla
corría por todo el grupo, haciendo que todos se sintieran un poco mareados.
—Cuando era niño, mi madre me dijo que no existían las “personas
buenas” —comenzó Torben cuando todos se callaron y le prestaron
atención—. Dijo que todos tenían la capacidad para el bien y la capacidad para
el mal. Que hay momentos en que somos buenos y momentos en que somos
malos. La pregunta que me planteó cuando era niño cuando me explicó esto
fue “¿qué tipo de persona quiero ser la mayoría de las veces?” Porque nuestras
elecciones y las acciones que resultan de esas elecciones definen quiénes somos 235
y en quiénes nos convertiremos. Pero aprendí algo más en el camino. No son
solo nuestras elecciones las que nos definen, sino las motivaciones detrás de
esas elecciones.
»Mañana partiremos hacia Tara. Cuando lleguemos, tomaremos vidas.
Algunas de nuestras vidas también serán arrebatadas. Quitar una vida nunca
debe ser algo fácil de hacer, ya sea dentro de la guerra de niebla o no. Las vidas
que tomamos no son sacadas de un deseo de volverse más poderoso. Son
restitución por las vidas arrebatadas a nuestros clanes y el daño que nos causó
el rey Cathal. Examinen sus corazones y la razón por la que se unen a nosotros
en esta batalla. Mantengan su propia conciencia limpia y asegúrense de
hacerlo por la razón correcta. Ahora, cederé la palabra a mi esposa, nuestra
oráculo y reina del clan Hakon. —Se hizo a un lado y yo avancé.
Había mencionado que quería que me dirigiera a todos. No voy a
mentir, al principio, quise negarme. Pero luego recordé todas las veces que mi
madre se dirigió al reino junto con mi padre. Un frente unido daba fuerza y
seguridad a la gente, y quería que el clan supiera que apoyaba las decisiones
de Torben.
Mientras echaba un vistazo a las caras que me miraban, vi muchas cosas
diferentes. Algunos me suplicaban que les asegurara que saldríamos
victoriosos. Otros me preguntaban si tenía la fuerza para pararme al lado de
un hombre tan formidable como mi esposo. Y otros se llenaron de lágrimas
por los que ya habían perdido a manos de Cathal y sus hombres. Mi corazón
estaba con ellos. Deseaba poder decirles que sabía sin lugar a duda que
saldríamos victoriosos, pero solo los dioses conocían el destino de nuestros
clanes. Incluso con mi profecía, una variable desconocida podría cambiar lo
que había visto. No les mentiría sin importar cuánto quisiera tranquilizarlos.
Tomé una respiración profunda y la dejé escapar lentamente antes de
comenzar a hablar.
—La guerra nunca es fácil. Incluso a mi corta edad, he visto la
devastación que causa. Desafortunadamente, la diplomacia no siempre
funciona. Hay quienes en el mundo solo saben comunicarse con violencia.
Toman lo que quieren sin pensar en cómo afectará a los demás. El poder es su
objetivo final, y no les importa a quién aplastan en su camino hacia la cima.
»Lo único que detendrá a ese tipo de tiranos son las personas que están
dispuestas a hacer sacrificios. Algunos de ustedes saben incluso mejor que yo
que nada en la vida es fácil. Nada se nos entrega simplemente. Incluso el aire
que respiramos tiene un precio porque la libertad no es gratis. La libertad de
hombres como Cathal tiene el precio de sangre, vidas, dolor y pérdidas. Esta 236
no será la única batalla que enfrentaremos. Esta es simplemente una de las
muchas que vendrán en nuestra vida. —Me concentré en las escuderas
reunidas a mi extrema derecha. Freya asintió, su mirada feroz ardiendo en la
mía. Me dio un ligero asentimiento, y se sintió bien saber que tenía su apoyo.
Entonces, para mi sorpresa, las escuderas inclinaron la cabeza como una sola.
Sentí lágrimas en mis ojos mientras su aceptación llenaba mi corazón.
»Solo he sido parte del clan Hakon por un breve tiempo, pero puedo
decirles que lo que he visto y experimentado con ustedes me enorgullece de
ser miembro de este clan. Me siento honrada de estar junto a todos ustedes en
la batalla. Como ha dicho nuestro jarl, hagamos esto por las razones correctas.
No nos rebajaremos al nivel de Cathal. No dejaremos que la codicia o el ansia
de poder sean lo que nos motive. Nos mantendremos del lado del bien sin
importar el costo.
—¿Están con nosotros? —rugió Torben.
—¡Estamos con ustedes! —Puños, armas y gritos se alzaron en el aire
mientras los clanes ante nosotros gritaban su acuerdo. Las escuderas
comenzaron a golpear sus escudos con las empuñaduras de sus espadas a un
fuerte ritmo. Pronto, todos aplaudieron o golpearon un arma al ritmo. Era una
canción de guerra, un grito de guerra y una promesa a nuestros enemigos de
que íbamos a por ellos. No soportaríamos la injusticia que había sido traída a
nuestras costas. No permitiríamos que sus acciones quedaran sin respuesta.
El canto de nuestra gente se prolongó hasta bien entrada la noche hasta
que finalmente el silencio se apoderó del pueblo y la playa donde dormían los
demás clanes. Pero cuando todo finalmente se calmó y Torben y yo estábamos
solos en nuestra cama, elevé una oración a los dioses.
—Seamos victoriosos. Dejen que nuestra victoria sirva como un
mensaje a cualquiera que busque levantarse y atacar a los más débiles que
ellos, de que no nos iremos en silencio en la noche. Dennos fuerza. Dennos
sabiduría. Dennos corazones puros para que no seamos corrompidos por el
mundo que nos rodea que tan fácilmente se enreda. Además, dennos la
capacidad de perdonar a aquellos que buscan ser diferentes de sus elecciones
pasadas.
No dormí mucho esa noche. Mi mente estaba demasiado preocupada,
no solo por mi clan, sino también por mi hermana. Sin mencionar que temía
el viaje por mar. Yo no estaba hecha para estar en un barco. Imaginé que
Dayna también se sentía bastante miserable.
—Duerme, amor mío —ordenó Torben cuando me moví por centésima 237
vez. Me acercó más a su cuerpo hasta que, finalmente, los latidos de su
corazón me arrullaron en un sueño profundo.
27
“Me pregunto cómo un niño puede crecer para ser alguien como Cathal. ¿Su
madre o niñera lo dejó caer de cabeza? ¿Fue privado de afecto y amor hasta que de
repente odió a todo y a todos? ¿O fue uno de sus padres un engendro del infierno,
disfrazado como humano para engañar a su amante para que durmiera con ellos?
Sea lo que sea que lo causó, espero no provocar de alguna manera que mi hijo se
convierta en un desperdicio de espacio tan asqueroso.”
~Dayna Auvray

—Solo voy a lanzar esto —dije mientras seguíamos a Gisele, Evelyn y


Calder. Detrás de nosotros había tres guardias encargados de asegurarse de
que no tratáramos de escapar—. No creo que solicitar una audiencia con el rey
de Tara sea lo más inteligente que hayan hecho estos tres. 238
—¿Alguna vez te muerdes la lengua? —preguntó Clay, sacudiendo la
cabeza. En su defensa, estaba exhausto y esa era la única razón por la que no
le saqué la lengua ni le di una patada en la espinilla… Bueno, eso, y ya no era
una niña.
Caminamos por el camino que conducía a los muros del castillo del
reino de Cathal. No había sido una caminata corta desde donde habíamos
anclado frente a la costa de Tara. El viento era frío y cortaba contra mi piel.
Por extraño que parezca, Gisele no había atado nuestras manos, así que pude
mantener la manta envuelta alrededor de mí. Ayudó un poco, pero no lo
suficiente para evitar que mis dientes castañetearan.
—Solo digo que Cathal no es una buena persona. ¿Creen honestamente
que pueden simplemente entrar allí y hablar con él, y Cathal simplemente les
creerá porque es un tipo súper confiado? No, no, no pueden —respondí antes
de que los dos hombres a los que despotricaba pudieran responder—. Sin
embargo, puedo decirles lo que deberían estar pensando. Deberían estar
pensando: “oye, no marchemos hacia esta enorme puerta aquí porque el rey
que vive aquí a lo mejor tenga arqueros que probablemente nos dispararán al
vernos, o, peor aún, nos capturen y luego nos asen vivos en un espetón solo
por su diversión”, porque eso es lo que probablemente va a hacer. Hay muchas
más posibilidades de eso que él realmente escuchando a estos lunáticos.
—¿Dayna?
—Sí, Brant.
—¿Te sientes bien? —preguntó, mirándome por el rabillo del ojo.
—Estoy magnífica. He estado encerrada en una jaula meciéndome de
un lado a otro en un bote durante un número indeterminado de días. Huelo
como un gato vagabundo con sarna. Tengo frío. Actualmente estoy cautiva
por una bruja oscura que usó su magia para convertirme en una idiota ridícula
que se hizo amiga de una rata. Sin mencionar que me dirijo a ver al hombre
que aterrorizó a mi hermana durante un mes. Así que no, Brant, no me siento
bien. Me siento decididamente temperamental.
—¿En qué se diferencia esto de cualquier otro día? —preguntó Clay.
Brant miró al capitán.
—Deja de molestarla. Eso no está ayudando.
Clay levantó las manos en señal de rendición.
—Lo siento, es difícil no pinchar al gato enojado cuando me pinchó
durante tantos años. 239
—Eso es justo —dije.
Brant negó con la cabeza.
—¿Qué? —pregunté—. En realidad, lo torturé a lo largo de los años.
—Brant, estoy feliz de pasarte la antorcha —dijo Clay, sonando
demasiado divertido.
Cuando llegamos a la gran puerta que conducía a los terrenos del
castillo, Gisele, Evelyn y Calder se detuvieron y miraron a los guardias que
estaban de pie sobre la puerta.
—Indiquen su identidad y el propósito de venir a Tara —gritó uno.
—Soy Calder, jarl del clan Thornag y hermano del hombre que tomó a
la futura esposa del rey Cathal.
—¿Quiénes son tus compañeros? —preguntó el guardia.
—Dos de ellos confirmarán la información que traje para el rey Cathal,
y los tres que están detrás de nosotros son nuestros prisioneros —respondió
Calder.
Los dos guardias parecían estar consultando cuando apareció un
tercero. Después de que los tres hablaron, el tercero se apresuró a salir.
Esperaba que Cathal se negara a parlamentar con mis captores y
simplemente nos enviara por nuestro camino, pero estaba bastante segura de
que eso no sucedería.
Especialmente cuando el guardia le dijo quién decía ser Calder. El rey
de Tara había decidido tener a mi hermana como esposa y Magnus, el
hermano de Calder, se la había llevado. Sin duda, Cathal querría hablar con
Calder.
Había pasado aproximadamente un cuarto de hora cuando Gisele
comenzó a quejarse de que Cathal se estaba tomando su dulce tiempo, luego
murmuró lo que sonaba como una amenaza para sacar las entrañas del rey un
centímetro a la vez.
—¿No sabe el maldito frío que hace? —espetó Gisele mientras
comenzaba a caminar.
—Recuerda con quién estás hablando cuando entremos —dijo Calder—
. Él tiene el poder de hacer que te maten. 240
Gisele resopló.
—Puede intentarlo.
La puerta comenzó a abrirse y dejé escapar un gemido.
—Tal vez deberíamos abrazarnos y despedirnos, muchachos —dije—.
Porque no veo a Cathal dejándonos salir con vida.
—No vamos a morir —dijo Brant.
—¿Por qué? ¿Porque tú lo quieres? —pregunté.
—Por supuesto.
Puse los ojos en blanco.
—Sabes que no es así como funciona la vida, ¿verdad?
Brant se encogió de hombros.
—Me doy cuenta de que cuando quiero que algo suceda lo suficiente y
me imagino que sucederá, por lo general sucede.
—Podría llevar eso a tantos lugares que enorgullecerían a Cook. —
Suspiré, mi atención atraída por nuestros captores mientras Gisele nos miraba
con furia.
Se acercó, tirando de una tira de cuerda de su túnica.
—Extiende tus manos —me dijo.
—¿En serio tenemos que hacer esto? —pregunté.
Me pasó la cuerda por las muñecas y luego chasqueó los dedos. La
cuerda se tensó instantáneamente, atando mis manos más firmemente que si
Brant hubiera usado toda su fuerza para atar los nudos.
—Solo quiero que recuerdes que eres una prisionera, no una invitada.
—Como si necesitara un poco de cuerda para recordármelo —dije
secamente.
Hizo lo mismo con Brant y Clay antes de reunirse con Evelyn, Calder y
uno de los guardias de Cathal que habían salido por la puerta abierta.
—Síganme —dijo el guardia con brusquedad.
Cuando comenzamos a caminar por los terrenos del castillo,
rápidamente me inquieté. El ajetreo y el bullicio habituales de la vida del
castillo al que estaba tan acostumbrada en casa estaban completamente
ausentes. No había comerciantes ocupados en sus negocios vendiendo 241
artículos, ni niños jugando en el patio, ni sirvientes, guardias o cortesanos
caminando de un lado a otro. El palacio estaba vacío.
—¿Dónde está todo el mundo? —murmuré lo suficientemente alto para
que Brant y Clay escucharan.
—Este es un ejemplo de un reino gobernado por el miedo —dijo Clay—
. La gente no se siente cómoda estando fuera de casa. Si están escondidos en
sus casas, entonces no están en la línea de visión de Cathal. Esperan estar
fuera de la vista y fuera de la mente, y así evitar su ira.
—Qué manera tan terrible de vivir —dije. A medida que avanzábamos
a través de los terrenos, noté que algunas personas se asomaban por las puertas
y contraventanas rotas. Sus ojos estaban en guardia, sus rostros tensos.
—Date prisa —gruñó un guardia detrás de mí, empujándome por la
espalda. Aparentemente había ralentizado mi ritmo mientras miraba a mi
alrededor.
—No la toques —gruñó Brant, dando un paso amenazador hacia el
guardia agresivo.
Me puse frente a Brant para evitar que se acercara al hombre, no quería
que el guardia demasiado entusiasta tuviera una razón para usar a mi vikingo
como alfiletero para su espada.
—Reduce la velocidad, grandote —le susurré—. Estoy bien. Ningún
daño hecho.
—Sin daño o no, nadie te toca —dijo, mirando al guardia.
El guardia se adelantó, alcanzando su espada. Agarrando el brazo de
Brant con mis manos atadas, tiré tan fuerte como pude.
—No hay necesidad de sacar los objetos puntiagudos —dije al
guardia—. Nos estamos moviendo. ¿No es así, Brant? Estamos caminando.
Estamos caminando —canté en tanto intentaba tirar de él detrás de mí.
Finalmente comenzó a seguirme—. Crisis evitada —exhalé.
—¿Estás bien? —preguntó.
—Estoy bien. Fue solo un pequeño empujón. Apenas lo sentí.
—Te tropezaste.
—Soy torpe. 242
—Sí tú lo dices.
Suspiré.
—No puedes ir intentando atacar a todos los que me empujan,
especialmente cuando estás atado —señalé.
—Puedo y lo haré.
—¿Y si te matan? ¿Qué haré entonces cuando realmente te necesite? —
Cuando no respondió, lo miré. Me di cuenta de que mis palabras habían tenido
el impacto que pretendía. Estuvimos en silencio a partir de ahí mientras
seguíamos al guardia que, sin duda, nos estaba conduciendo a nuestra
perdición. Estaba rebosante de sol y arco iris.
Entramos en el castillo por unas puertas dobles de gran tamaño. No me
sorprendió encontrarlo austero y sombrío por dentro. La piedra negra y gris,
fría y desnuda, dominaba la estructura. No se encontraban comodidades. No
había tapices en las paredes ni alfombras en los pisos. Solo había piedra, piedra
y más piedra.
—Tengo la sensación de que Cathal va por un tema de mazmorra —
dije. Clay soltó una carcajada y Brant solo puso los ojos en blanco.
Empezamos a subir una escalera de caracol. Cuando llegamos a nuestro
destino, estaba sin aliento y considerando seriamente un nuevo régimen de
ejercicios para ayudarme a mantener la forma en la marcha. Y por nuevo,
quise decir realmente comenzar uno. Estaba resoplando como un caballo con
sobrepeso que acababa de correr varias millas con un jinete con sobrepeso. No
era una buena combinación.
Los guardias abrieron una puerta de madera oscura antes de indicarnos
que entráramos. Marchamos para pararnos ante un trono. En él estaba sentado
el hombre que recordaba atormentando en secreto a mi hermana. Quería saltar
sobre él. Arrancarle los ojos. Brant debió haberme sentido tensa.
—Tranquila —susurró—. Sigue tu propio consejo.
Apreté los dientes, sabiendo que tenía razón. No serviría de nada que
me cortaran la cabeza ahora. Porque nunca viviría para ver a Cathal ser
destripado como se merecía.
Gisele y Evelyn se burlaron del espacio, pero Calder parecía
impresionado. Dejé que mi mirada vagara de Cathal al resto de su salón del
trono. Había cabezas de animales muertos montadas en las paredes: alces,
osos, ciervos e incluso un par de lobos. Sobre los suelos descansaban alfombras 243
de piel que alguna vez debieron estar unidas a las cabezas. La habitación era
como un santuario para las vidas que Cathal se había llevado. Honestamente,
busqué cuidadosamente cualquier indicio de evidencia de sus esposas
anteriores, pero no vi ninguna cabeza o piel que pareciera de origen humano.
Gracias a dios.
—La única razón por la que no están en mi mazmorra… —habló el rey.
—¿Él entiende que su castillo es literalmente un calabozo? —le susurré
a Brant.
—Silencio —me gruñó la montaña.
—… es porque eres el hermano de Magnus y la tienes a ella. —Cathal
me señaló.
—Me alegra saber que no me has olvidado —le dije con una sonrisa.
No fue una sonrisa agradable—. Me gusta dejar una impresión.
—Nunca he conocido a una mujer más insolente —escupió Cathal.
Miré a Gisele.
—Obviamente nunca te conoció a ti o a tu compañera en el crimen,
¿verdad? —Le hice señas a Evelyn.
Brant maldijo por lo bajo mientras me lanzaba miradas asesinas.
Probablemente debería haber hecho caso a su advertencia y callarme, pero…
si iba a morir de todos modos, ¿por qué no partir insultando a las personas
malvadas del mundo?
—¿Dónde está tu hermano? —preguntó Cathal a Calder,
descartándome por completo.
—No lo sé —dijo Calder—. Dejó mi clan con tu novia a cuestas.
Cathal me estudió. Negué con la cabeza inmediatamente antes de que
pudiera hablar.
—He estado encerrada con esa que me controla como una marioneta
en una cuerda. —Señalé a Gisele—. No tengo idea de dónde está mi hermana.
—Y eso no era mentira, ya que probablemente se dirigían a Tara, lo que
significaba que estaban en algún lugar en medio del océano. No podía adivinar
exactamente dónde.
—¿Quién eres? —preguntó Cathal a Brant.
—Es mi prisionero —dijo Gisele—. Como el otro hombre.
244
—¿Por qué los trajiste contigo?
—Ventaja —respondió la bruja.
—Si no saben dónde está mi novia, entonces ¿por qué diablos están
aquí? —gruñó el rey de Tara.
—Si te tragas tus preguntas por unos minutos, te lo diremos —intervino
Evelyn. Su voz era suave, pero afilada como una espada de doble filo.
—¿Te atreves a hablarme de esa manera? —La voz de Cathal se volvió
mortal mientras miraba a la bruja.
—Sí —respondió Evelyn—. Y si quieres sobrevivir a lo que viene, harías
bien en escuchar.
Las dos víboras se miraron a los ojos y la tensión en la habitación
aumentó varios puntos.
—¿Por qué siento que es tan probable que se arranquen la ropa el uno
al otro como que se maten el uno al otro en este momento? —pregunté en voz
baja.
—Solo tú pensarías en sexo en un momento como este —se quejó Clay.
—Oh, por favor, todos lo están pensando. Solo soy la única lo
suficientemente valiente como para mencionarlo.
—El odio es una emoción muy apasionada —dijo Brant—. Para las
personas que solo parecen sentir odio, tendría sentido que se sintieran atraídas
por él.
Sonreí.
—Me encanta que me entiendas.
—Me encanta que también te entiendo a ti —dijo con una sonrisa, que
desapareció tan rápido como había aparecido. Volvimos nuestra atención a
Cathal y Evelyn porque eran las mayores amenazas en la sala.
—Bien, has despertado mi curiosidad. ¿Qué viene?
—Eso no es todo lo que él quiere que ella acaricie a juzgar por el brillo
en sus ojos —murmuré, causando que Clay se atragantara y Brant se riera.
—El clan Hakon se dirige hacia aquí mientras hablamos —dijo Gisele—
. Están planeando vengarse de tu ataque a su aldea.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Cathal. 245
—Soy una bruja —dijo Gisele al tiempo que levantaba la barbilla y
echaba los hombros hacia atrás. Obviamente estaba bastante orgullosa de su
declaración, casi como si acabara de anunciar que era la reina de algún país.
—Está bien —dijo Cathal, sus ojos astutos se entrecerraron—. ¿Y qué?
Gisele suspiró como si la conversación la aburriera.
—Uso magia de sangre. No puedo comenzar a explicarle a tu mente
simple todas las cosas que me dan el poder de hacer. Basta con decir que
cuando te digo que algo va a pasar, entonces va a suceder.
—¿Y se supone que debo confiar en ti? —preguntó Cathal. Su tono dejó
en claro que pensaba que Gisele estaba completamente loca.
—Bueno, es eso y prepararse para la guerra… o ignorarme por
completo, ser sorprendido y que te maten cuando un ejército de vikingos
aterrice en tus costas.
—Sería completamente inapropiado reírse en este momento, ¿no? —dije
en voz baja.
—Considerando que de todas las personas en esta sala, somos los menos
poderosos, sí, sería inapropiado reírse —dijo Clay.
—Siempre estropeando mi diversión.
—¿Por qué te mentiríamos? —preguntó Evelyn a Cathal—. ¿Por qué
viajaríamos hasta aquí para desperdiciar nuestro aliento? ¿Cuál sería el
beneficio para nosotros?
Cathal parecía considerar sus palabras a medida que sus ojos recorrían
nuestro grupo. No estaba segura de si él pensaba que tenía alguna habilidad
sobrenatural para olfatear una mentira, pero se sentía como si le llevara una
eternidad tomar una decisión.
—¿Cuándo van a llegar? —preguntó.
—Mañana por la noche —respondió Gisele.
—¿Y solo es el clan Hakon?
—No, otros tres se han unido —dijo la bruja.
—¿Qué tan formidables son esos clanes? —preguntó Cathal.
—Honestamente, no lo sé —dijo Calder—. Ha pasado mucho tiempo
desde que vi el clan de mi hermano, y no estamos exactamente seguros de cuál
de los otros clanes se ha unido. Pero estoy seguro de que no son rival para tu 246
ejército.
Cathal se burló.
—Como si alguien fuera rival para mi ejército. —Luego se dirigió a
mí—. ¿Qué me cuentas de tu padre? No he oído ningún rumor de que esté en
pie de guerra por la desaparición de sus dos hijas. ¿Está confiando en que los
vikingos las rescaten a ustedes dos?
—Lo que mi padre está haciendo en realidad no es de tu incumbencia,
pero, para no ser redundante, he estado un poco ocupada para seguir las
acciones de mi padre —señalé una vez más.
—No es como si tuviera los medios para atacarme —dijo Cathal—. La
única razón por la que me lanzó a su hija mayor en primer lugar fue por el mal
estado de su reino.
Me mordí la lengua porque sabía que si abría la boca, iba a decir algo
que muy probablemente haría que me mataran.
Entonces Brant haría algo estúpido, causando un efecto dominó que
también terminaría con él y Clay muertos. Ves, podía ser razonable y
autocontrolada cuando lo intentaba.
—Si recupero a tu hermana, podría considerar ayudarlo aún, o… —
Hizo una pausa, sus labios se tornaron en una sonrisa siniestra—. Podría
quemar Inglaterra hasta los cimientos y esclavizar a quienquiera que viva.
—Y podría patearte en tus partes masculinas lo suficientemente fuerte
como para que te ahogues con tus bo…
—¡Dayna! —espetó Brant, cortando mis palabras.
De acuerdo, tal vez sobrestimé mi capacidad para controlarme.
No sería la primera vez.
Cathal se puso de pie y se dirigió hacia mí, pero Gisele se paró frente a
él.
—No es tu prisionera. Es mía. No pienses ni por un minuto que tienes
algún derecho sobre ella, maldita sea la asociación anterior.
—Impresionante, Gizzy, no sabía que te importaba tanto —canturreé
prácticamente—. Estoy tan contenta de que el apego no sea unilateral.
Gisele se volvió hacia mí.
247
—¿Podrías simplemente cerrar la boca y tratar de que no te maten? Aún
te necesito en este momento… pero llegará un momento en que no lo haré.
Recuérdalo.
—Oh, no te preocupes, no lo olvidaré —dije, mirando a la bruja que
mentalmente me había prometido matar con mis propias manos.
—Llama al ejército y prepárate para la batalla —dijo Cathal al guardia
que estaba a su lado—. Todas las fuerzas.
—Entonces, ¿vas a creernos? —preguntó Evelyn.
—No tengo nada que perder creyéndoles. Pero podría experimentar un
inconveniente menor si elijo ignorar su advertencia. Lidiar con el clan Hakon
será como matar un mosquito, pero incluso un mosquito puede ser dañino si
se le permite picar una y otra vez. Es mejor matarlo en el momento en que se
acerque.
—A Torben le va a encantar que lo comparen con un mosquito —
murmuró Brant.
Negué con la cabeza.
—No es un insulto. Un mosquito puede propagar enfermedades y matar
a muchas personas. En realidad, es un enemigo sigiloso y formidable si no se
sabe que hay que desconfiar de ellos.
—Nos reuniremos contigo en las puertas de tu castillo mañana al
anochecer —comenzó Gisele.
Cathal negó con la cabeza.
—No los dejaré sueltos en mis tierras. Se quedarán aquí, bajo mis ojos
vigilantes. —Hizo un gesto al guardia, pero en el momento en que el hombre
dio un paso hacia las dos brujas, ambas mujeres se movieron a la vez. Antes
de que pudiera parpadear, escuché un par de golpes huecos. Dos cuchillos
sobresalían del pecho del guardia. Miró hacia abajo, con los ojos muy abiertos,
y luego cayó al suelo.
—No vinimos aquí para convertirnos en tus prisioneras —escupió
Evelyn. La rabia en sus ojos era inconfundible.
—No sé quién crees… —comenzó Cathal, y quería decirle lo idiota que
era por siquiera intentar discutir con la bruja, pero luego recordé que no me
importaba si vivía, así que sellé mi labios. 248
—Soy Evelyn, una bruja de gran poder, y puedo destruirte —lo
interrumpió—. Vives porque me eres útil, y esa es la única razón. Ahora,
déjame explicarte cómo funcionará esto. Tenemos cosas que debemos hacer
para prepararnos para la llegada del clan Hakon. Nos vas a permitir que nos
ocupemos de nuestros asuntos y tú te ocuparás de los tuyos. Nos
encontraremos en las puertas del castillo al anochecer mañana por la noche.
No intentarás interferir con nosotros, ni intentarás tomar a nuestros
prisioneros. Si lo haces, personalmente te cortaré en pedazos, lentamente y en
el transcurso de muchos años.
Cathal parecía como si su cabeza fuera a explotar. Apuesto a que nunca
una mujer lo había amenazado de esa manera.
Evelyn sonaba divertida cuando volvió a hablar.
—Pareces listo para atacar. Por favor, hazlo. Me siento sedienta, y tu
sangre sin duda me saciaría muy bien.
—Creo que acabo de vomitar un poco en mi boca —susurré mientras la
imagen de ella bebiendo la sangre de Cathal llenaba mi mente. Asqueroso.
—Fuera —gruñó Cathal, y luego miró al guardia que aún vivía.
—Sáquenlos de aquí, luego limpien esto. —Señaló al hombre muerto y
a la sangre que se acumulaba a su alrededor en el suelo.
Sin otra palabra, Gisele, Evelyn y Calder salieron de la habitación. Clay,
Brant y yo les seguimos. Miré hacia atrás para ver a Cathal observando nuestra
retirada. Sabía sin lugar a duda que ya estaba planeando la muerte de Evelyn.
Pasamos el día en la playa cerca de donde los barcos custodiados por
los hombres de Calder esperaban en alta mar. Gisele me había amenazado con
obligarme a beber esa maldita bebida que me convertía en una tonta
complaciente si intentábamos escapar, y Evelyn había amenazado con obligar
a Brant a acostarse con ella y hacerme mirar. No repetiría las cosas que le grité
a la ramera porque podría haber jóvenes escuchando. En ese momento, no me
importaba quién escuchara lo que gritaba a todo pulmón.
La noche había caído cuando me calmé lo suficiente como para evitar
decir algo odioso sobre Evelyn. Calder tuvo la decencia de al menos ponernos
en una pequeña tienda de campaña para que no nos congeláramos hasta morir.
Había guardias en todos los lados de la tienda, así que escapar no era probable,
pero eso no me impedía fantasear con ello.
—Tengo que decir, princesita, que tus celos son bastante atractivos — 249
dijo Brant.
—Cállate, bruto —gruñí.
Se rio.
No hay nada de qué avergonzarse. Me molestaría si no estuvieras
celosa.
—Tal vez solo me preocupa que ella te tome en contra de tu voluntad.
Nadie debería ser forzado a meterse en la cama de otra persona en contra de
su voluntad, ni siquiera un hombre —dije.
—O tal vez simplemente odias la idea de que otra mujer me toque —
respondió.
—¿Y si otro hombre me tocara? —pregunté.
—Le arrancaría los brazos y lo golpearía con ellos, luego lo obligaría a
mirar mientras se los daba de comer a un jabalí.
Con la boca abierta, miré con los ojos muy abiertos.
—Guau. Bueno. Entonces, tenemos algunos problemas de violencia
que resolver.
Brant se burló.
—¿Necesito recordarte que le dijiste a la bruja que, si me tocaba,
tomarías uno de los picos de cuervo de Gisele y le sacarías los ojos? Creo que
eres tan violenta cuando se trata de mí como yo cuando se trata de ti.
—No olvides que Dayna también dijo que le cortaría los senos a la bruja
y luego se los metería por la garganta hasta que se asfixiara —dijo Clay.
—¿Por qué estás trayendo cosas viejas? —pregunté a Clay—. No hay
necesidad de sacar a relucir el pasado.
—Eso fue hace solo unas horas —dijo, frunciendo el ceño.
—Exactamente. Horas atrás. El pasado. Déjalo ahí.
Suspiró.
—Espero que tengas hijas. Diez de ellas, y todas te vuelven tan loca
como tú me has vuelto a mí.
—Retira eso —gruñó Brant prácticamente—. No te atrevas a desearme
eso.
250
—Se lo estaba deseando a Dayna.
—Dado que seré el padre de sus hijos, también me lo deseas a mí.
Retíralo en este instante. Los dioses pueden decidir que encuentran humor en
tu petición y te la concedan. —Brant sonaba tan angustiado que me hizo reír.
—Calla, bruja —gruñó—. Solo me darás hijos, y todos ellos serán
fuertes, disciplinados y honorables.
—Dite lo que necesites, grandulón —bromeé y luego bostecé. El viaje y
los eventos del día finalmente me alcanzaron. Afortunadamente, nuestros
captores nos habían desatado de nuevo. Brant me tomó en sus brazos, apretó
mi cabeza contra su pecho y luego me besó en la frente. Una pequeña sonrisa
curvó mis labios. No podía esperar a que terminara este lío para poder
comenzar mi vida con mi vikingo.
—Duerme. Necesitarás tu energía mañana en caso de que Evelyn
amenace con acostarse conmigo otra vez —dijo, la diversión entrelazando sus
palabras.
—Voy a orar por todas niñas —amenacé.
—No te atrevas.
Me reí. No es que de hecho lo haría. No quería lidiar con pequeñas
versiones de mí. Eso sería una pesadilla. Pero no tenía que dejar que Brant lo
supiera.

—¿Dónde están? —gritó Cathal desde donde estaba parado en las


paredes de su castillo. El día había llegado y se había ido, y estaba
completamente oscuro.
—Estarán aquí —respondió Gisele por quincuagésima vez, aunque noté
que sus ojos parecían un poco menos seguros que cuando lo había dicho las
primeras docenas de veces.
—Si me han estado mintiendo… —amenazó Cathal.
—Otra vez… —espetó Evelyn—. ¡Por qué mentiríamos!
Clay, Brant y yo estábamos colocados en el interior de la puerta del
castillo, justo debajo de donde Cathal, Calder, Gisele y Evelyn estaban 251
parados en el muro. No estaban callados, así que podíamos escuchar cada
palabra que decían. También estaba confundida por la falta de un ataque.
¿Gisele se había equivocado de hora de algún modo? No tenía ni idea de cómo
funcionaban sus poderes de bruja, pero no parecía del tipo que se equivocaba.
Parecía demasiado tensa para eso, y ciertamente no perdería el tiempo con
Cathal si no pensara que de alguna manera estaría ayudando a su causa.
Independientemente de la tranquilidad continua de Gisele, amaneció
horas después sin señales de que se acercara un ejército. Cathal hizo un gesto
silencioso a uno de sus guardias. Aparentemente, había planeado esta
contingencia. Sin una palabra, todos sus guardias se movieron a la vez.
Agarraron a Evelyn y Gisele antes de que las brujas pudieran responder.
Cathal debe haber sabido más sobre brujas de lo que dejó entrever porque
rápidamente les ató las manos y les amordazó la boca para que no pudieran
hablar. La furia en los ojos de las mujeres me aterrorizó, y me alegré de que
no fuera en mi dirección.
Clay, Brant y yo también fuimos atados, pero al menos no
amordazados.
—Te juro que pasar de un villano a otro se está haciendo viejo —resoplé
desde donde estaba sentada en el piso de piedra de la pequeña celda en la que
me habían arrojado. Brant estaba a mi lado, finalmente calmándose después
de lanzar múltiples juramentos al guardia que me había arrojado a la
mazmorra como una prenda vieja arrojada a la basura.
—Terminará pronto —dijo Brant.
—¿Cómo lo sabes? —susurré mientras me acercaba a él.
—Torben estará aquí pronto.
—¿Dónde están?
—Se suponía que no iban a aparecer anoche —dijo en voz muy baja.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—¿Gisele se equivocó?
Brant asintió.
—¿Cómo puedes saber eso?
—Porque conozco a Torben.
—¿Cuándo vendrá?
—Esta noche —respondió—. Necesitamos estar listos. Duerme tanto 252
como puedas. Si nos traen sustento, comamos y bebamos todo —dijo.
No estaba segura si Brant sabía de lo que estaba hablando o si solo
estaba intentando darme esperanza, pero decidí creerle simplemente porque
necesitaba esperanza. Necesitaba creer que esto terminaría pronto. Estaba
cansada. Tenía frío. Estaba lista para terminar con las brujas, los malvados
hombres corruptos y ser una prisionera.
—Que los dioses despejen su camino —susurré.
—Y nuestros guerreros victoriosos —finalizó Brant.
Ahora, todo lo que tenía que hacer era esperar.
28
“Hay dos formas de tratar efectivamente con el mal. La primera es alejarte de él y
muy lejos si puedes. La segunda es afrontarlo de frente y destruirlo.”
~Torben

—Todas las luces se han apagado —anunció Kjell.


El viento había estado con nosotros desde que comenzamos nuestro
viaje a Tara, y habíamos hecho un tiempo excepcionalmente bueno a través
del agua. Afortunadamente, la noche era oscura. La luna era apenas visible a
través de una espesa capa de nubes y no se reflejaba en el agua, una atmósfera
ideal para un ataque.
Levanté el catalejo, intentando ver si podía ver Tara desde donde 253
estábamos. Al principio, no vi nada más que negrura como la tinta.
Finalmente, pude distinguir las tenues luces del resplandor de los fuegos
que iluminaban las puertas de las ciudades y varias linternas alrededor de los
muros del castillo.
—Cuando nos acerquemos lo suficiente para anclar, esperemos la señal
del clan Akefor y el clan Bjornvik. —El clan Brending navegó junto a nosotros
mientras los otros dos se movían en lados opuestos de nuestra ubicación, uno
en el lado derecho del castillo y otro en el izquierdo.
Nuestro plan era hacerles creer que el ataque venía directo a ellos. En
cambio, habría múltiples ataques, escalonados con la esperanza de que
pudiéramos abrumarlos cuando todos sus recursos estuvieran enfocados en el
primer ataque.
—Está tranquilo —dijo Allete mientras tomaba mi mano.
Dejé que mis ojos se adaptaran. Fue difícil de ver, pero me di cuenta de
que sus labios estaban pálidos.
—¿Estás lo suficientemente caliente? —Le había dicho varias veces que
se quedara abajo para mantenerse caliente, pero no le gustaba estar en el fondo
del barco. Decía que la hacía sentir como si fuera una prisionera otra vez. No
pude discutir con ella después de que admitió eso.
Entonces, la envolví en tantas capas como me permitió.
—Estoy bien —suspiró—. Deja de preocuparte por mí.
—Soy tu esposo. Es mi trabajo preocuparme por ti —le dije.
—Tu único trabajo en este momento es asegurarte de que lleguemos a
Tara y malditamente sorprendamos a Cathal —dijo.
—Lenguaje, princesa. —Sonreí—. Dayna estaría orgullosa.
Se encogió de hombros.
—Culpo a Freya —dijo.
Lo creía. Freya podía maldecir como cualquier hombre, especialmente
cuando estaba alterada.
—Deberíamos estar listos para fondear en aproximadamente un cuarto
de hora —anunció Amund—. Todos los asesinos han dado la señal.
Los asesinos de los que hablaba eran hombres que habían llevado un
bote a la orilla una hora antes para despachar a los guardias colocados como
vigías. Nuestros hombres habían entrado disfrazados de pescadores. Todos 254
habían encendido antorchas, indicando que sus tareas habían terminado.
Ahora, podríamos llegar a la playa sin que sonara la alarma. Hasta ahora, las
cosas habían ido bien. Recé para que nuestra suerte y el favor de los dioses se
mantuvieran.
Me incliné y presioné un beso en los labios de Allete, luego me retiré lo
suficiente para hablar.
—No me importa lo que pase ahí fuera, tu trabajo es sobrevivir.
¿Entendido?
Sonrió.
—Me aseguraré de decirle a cada oponente que enfrente que no pueden
matarme.
—Sabelotodo —gruñí antes de besarla de nuevo. Dioses manténganla
salvo, pensé.
Bajamos el ancla y comenzamos a prepararnos. Con el mayor sigilo
posible lanzamos y cargamos los botes. Llegar a la orilla fue extremadamente
lento porque había pocos botes pequeños y cada uno tenía una capacidad de
carga limitada. Se necesitarían varios viajes para que todo el grupo de guerra
desembarcara. Además, teníamos que remar despacio y con cuidado de no
mojarnos. No solo eso probablemente conduciría a la hipotermia, sino que los
músculos fríos también nos volverían lentos durante la batalla. Esa no era una
opción.
Más de una hora después, todos mis guerreros estaban en la orilla.
Allete y yo hicimos el último viaje en bote a la playa con los miembros
restantes de nuestro clan. Una vez que estuvimos en la orilla, observé cómo
mi clan trabajaba en conjunto. Deseé que mi madre estuviera allí para verlos
ayudándose unos a otros, ofrecer sus manos, sus armas, cualquier cosa para
hacer las cosas más fáciles para los demás. Era un clan completamente
diferente de cuando Magnus era jarl.
—Estarías orgullosa, madre —susurré en la noche oscura.
Freya y las otras escuderas, incluida mi esposa, corrieron por la playa
para pararse frente a mí, cargadas con sus armas.
—¿Cuánto tiempo hasta que tengamos la señal? —preguntó Freya. Tan
pronto como las palabras salieron de su boca, escuchamos el sonido de la
llamada de un halcón.
Todos esperamos. Finalmente, vimos al ave de rapiña descender en
grandes círculos hasta que finalmente aterrizó en mi brazo extendido. 255
—Hay una —dije, notando el color de la cuerda atada a su pierna—.
Este es el halcón del clan Akefor. —Miré al cielo con los ojos entrecerrados,
intentando ver si podía vislumbrar la señal del otro clan.
—Allí… —señaló Allete. Seguí la longitud de su brazo hasta donde
señalaba su dedo. De repente, otro gran grito llenó la noche, luego un halcón
más pequeño aterrizó en el brazo extendido de Allete.
Dejó escapar un chillido de sorpresa que me hizo reír.
—No esperaba que me usara como una percha —dijo mientras miraba
fijamente al pájaro. El animal parecía curioso acerca de Allete. Incluso se
inclinó hacia ella cuando se acercó y pasó un dedo gentilmente por su espalda.
—Regresa —le dije al halcón, dándole a mi brazo una pequeña sacudida
para indicarle al ave que debería despegar. Sus alas se desplegaron
inmediatamente y se elevó en el aire.
Allete levantó una ceja.
—¿Imagino que eso es lo que se supone que debo hacer ahora?
Asentí.
—Está bien, amigo —dijo al pájaro en su brazo—. Gracias por tu
servicio. Vuelve a tu dueño. —Le dio una pequeña sacudida y el halcón se
alejó en la noche.
Levanté mi puño en el aire, observando cómo el clan Hakon y el clan
Brending comenzaban a reunirse como lo habíamos practicado. Freya levantó
el puño y las escuderas se alinearon frente a ella y detrás de ella. Cuando todos
estuvieron en formación, señalé hacia adelante y todos comenzamos a
movernos como uno solo. Éramos sombras silenciosas que se movían sobre la
tierra, perturbando apenas una brizna de hierba mientras viajábamos.
Queríamos pasar desapercibidos el mayor tiempo posible. Hasta aquí todo
bien.
Cuanto menos tiempo tuvieran nuestros enemigos para prepararse para
nuestro ataque, mejor.
Agarramos el ritmo. Tendría que felicitar a Freya por las escuderas
porque se movían aún más sigilosamente que mis propios hombres. Incluso
Allete se movía sin problemas. Había estado trabajando muy duro en sus
habilidades de lucha y se estaba volviendo más fuerte. Le había demostrado al
clan que era digna de la posición a mi lado, no es que hubiera tenido alguna 256
duda.
Los muros del castillo estaban ahora al alcance de nuestros arqueros.
Levanté mi puño de nuevo. Todos se detuvieron. Hice un movimiento como
si estuviera disparando una flecha y nuestros arqueros se colocaron en su lugar.
Había cinco guardias en la pared. Las órdenes a los arqueros eran eliminar a
los hombres que pudieran hacer sonar la alarma. No podríamos cruzar el muro
si hubiera guardias parados en él, lloviendo flechas, rocas o brea caliente sobre
nuestras cabezas.
Las flechas se soltaron. Un segundo silencioso se prolongó por una
eternidad. Entonces, por algún milagro de la suerte o la intervención divina de
los dioses, cinco flechas alcanzaron a cinco hombres y cayeron casi como uno
solo.
Sentí crecer mi certeza de que saldríamos victoriosos.
Amund disparó una ballesta cargada con un garfio atado a una cuerda.
Hubo un ruido sordo cuando aterrizó sobre la almena. Después de asegurarse
de que se mantendría firme, él y Kjell, mi otro guerrero más ágil, corrieron por
la pared. Una vez dentro, abrirían la puerta para el resto de nosotros. Mientras
tanto, los otros clanes deberían moverse a su lugar. Si todo iba según lo
planeado, encontrarían su propio camino sobre el muro. Escuché a los
halcones gritar de nuevo. Eso significaba que los otros clanes estaban de hecho
donde debían estar.
—Hasta ahora, todo bien —susurró Delvin mientras se empujaba más
cerca de la pared. no respondí. En cambio, miré a mi clan.
Todo el mundo parecía estar conteniendo la respiración. La noche
estaba en silencio a nuestro alrededor. Los segundos se convirtieron en
minutos. Estaba a punto de ordenar a dos hombres más que escalaran la
cuerda cuando la puerta se estremeció y comenzó a elevarse lentamente. Nos
escabullimos bajo las barras de hierro y entramos en fila en el castillo. Amund
y Kjell trabajaban en una rueda gigante de madera junto a la caseta de
vigilancia. Me estremecí cuando mecanismo hizo un fuerte clic y continuó
levantando la puerta del castillo.
—Suficiente, estamos todos adentro —susurré—. ¿Qué tomó tanto
tiempo?
—Uno de los centinelas aún estaba vivo. Estaba gateando hacia la
campana de alarma. Tuve que acabar con él —dijo Kjell.
—Entonces pensamos que era mejor revisar a los demás, solo para 257
asegurarnos —agregó Amund.
Asentí.
—Buen trabajo. Vamos —susurré mientras sacaba mi espada.
—¿Esto se siente demasiado fácil? —preguntó Allete.
No respondí porque quería que se equivocara. Se sentía demasiado fácil.
—No le mires los dientes a un caballo regalado, Al —susurró Freya a
medida que nos apresurábamos a entrar en los terrenos del castillo. Nos
detuvimos para conseguir una formación de batalla con nuestras espaldas en
un círculo para que estuviéramos cubiertos por todos lados.
—Rompan —dije, y el círculo se formó en muchos círculos más
pequeños, todos nosotros moviéndonos en la misma dirección hacia el castillo.
Había dado órdenes de no matar a ningún transeúnte inocente, solo de
incapacitar si era necesario. No estábamos allí para convertirnos en nuestro
enemigo. Estábamos allí por justicia y para dar una advertencia a cualquier
futuro enemigo de que no permitiríamos que las atrocidades cometidas contra
nosotros quedaran sin respuesta.
Justo cuando dimos la vuelta a una curva cerrada en el camino de roca,
vi al jarl del clan Akefor. Le di un rápido asentimiento y continuamos nuestro
camino. Unos segundos más tarde, el silencio del aire de la noche fue roto por
un fuerte toque de un cuerno.
—¡Maldición! Saben que estamos aquí —grité—. ¡Escudos! —El sonido
colectivo de los escudos de todos moviéndose de atrás hacia adelante resonó—
. Líneas —rugí, y los círculos se separaron y se formaron líneas, una mirando
hacia adelante, la otra hacia atrás, con todos nuestros escudos en alto—. Paso
—grité y luego otra vez—: ¡Paso! —Un paso tras otro, avanzamos como dos
paredes sólidas. Cuando escuché la primera flecha cortando el aire, no tuve
tiempo de gritar. Freya se me adelantó.
—Escudos arriba —bramó al mismo tiempo que levantaba el escudo por
encima de la cabeza y bajaba las piernas para cubrirse debajo.
—Cambio —rugí, luego sentí que las líneas comenzaban a moverse
hasta que había escudos alrededor y por encima de nosotros. Las flechas
voladoras golpearon nuestros escudos. Algunas rebotaron mientras que otras
se incrustaron, pero ninguna logró atravesar nuestras defensas. Escuché el
retumbar de pies marchando hacia nosotros.
—Escuderas —gritó Freya—. ¡Sepárense!
258
Las escuderas comenzaron a rodear nuestro flanco, evitando que los
atacantes se nos acercaran sigilosamente.
—Allete —dije antes de que pudiera separarse—. Mantente a salvo. Te
amo.
El brillo feroz en sus ojos me hizo sonreír.
—Tú también, vikingo. También te amo.
—Dales el infierno, prima —escuché gritar a Thomas, aunque no podía
decir exactamente de dónde venía.
Allete se rio.
—Thomas, solo intenta que no te maten.
Allete
Intenté no volver a mirar a Torben porque tenía que prestar atención a
dónde iba, teniendo en cuenta que podía toparme con uno de los hombres de
Cathal en cualquier momento. Pero fue difícil porque quería saber que estaba
bien. Podía sentirlo a través del vínculo único que compartíamos, pero apenas.
Nos dividimos en parejas y yo estaba con Freya. De espaldas,
caminamos por las calles laterales de los terrenos del castillo, atentas a
cualquier señal de soldados que se hubieran separado del ataque principal.
—¿Oyes eso? —preguntó Freya.
El choque de espadas y los gritos de los hombres estallaban en el aire.
—Es difícil no hacerlo —dije, intentando no preocuparme por Torben.
La preocupación no duró mucho porque de repente había tres de los
guardias de Cathal marchando hacia nosotras.
259
—Está bien, Al —dijo Freya—. Es hora de ponerse a trabajar. —Pude
verla balanceando su espada por el rabillo del ojo—. Tengo estos tres.
—Eh, también tengo tres de mi lado —respondí, viendo a los hombres
avanzar lentamente.
—Muéstrales de qué estás hecha, Al. Hazme sentir orgullosa —dijo
Freya dijo, su voz llena con un poco más de alegría de lo que sentía que la
situación justificaba.
Sosteniendo mi espada frente a mí, separé mis pies para tener un buen
equilibrio. Reboté sobre las puntas de mis pies, intentando recordar todo lo
que me habían enseñado en las últimas semanas. Sabía que necesitaba
moverme rápido porque mi mejor defensa sería cansarlos y debilitarlos.
Escuché a Freya burlándose de los guardias a los que se enfrentaba, pero
tan pronto como los hombres que venían hacia mí se acercaron, enfoqué mi
atención en ellos. El primero vino hacia mí y esquivé el golpe de su espada.
No tenía idea de si todos iban a enfrentarme o si al menos serían honorables y
pelearían uno a la vez.
—¿Llamas a eso una espada? —Freya se rio. Puse los ojos en blanco,
pero mantuve mi atención clavada en el hombre frente a mí. Se lanzó de
nuevo. Levanté mi espada con ambas manos, atrapando su hoja contra la mía.
El golpe rebotó en mi mano, atravesó mi muñeca y subió por mi brazo. Pude
sentirlo castañetear mis dientes. Intenté ocultar mi miedo. Mientras
continuaba esquivando e intercambiando golpes con el soldado, sabía que, si
no terminaba con esto o me alejaba de él, no habría forma de que pudiera
continuar luchando contra los otros dos. No estaba sin aliento, pero mis
músculos ya comenzaban a cansarse.
Cuando se me acercó de nuevo, recordé un consejo que me había dado
Babs. Cuando dio un paso hacia mí, caí de rodillas, cambié mi espada a mi
mano izquierda y la giré hacia la derecha, golpeándolo en la parte posterior de
uno de sus tobillos. Cayó de inmediato. Me puse de pie de un salto, volví a
girar y arqueé mi espada hacia abajo, cortando su espalda. Freya apareció de
repente, clavando su espada en la columna del hombre mientras gritaba:
—¡Gira!
Me di la vuelta, levantando mi espada al mismo tiempo, apenas
atrapando la espada de otro guardia contra la mía. Casi caí de rodillas, pero
puse mi hombro en él y pude empujarlo lejos de mí.
Freya estuvo a mi lado en un instante, y nos enfrentamos al hombre 260
juntas.
—¿Ya te ocupaste de tus tres? —pregunté.
—Y uno y medio de los tuyos —agregó.
—Habría acabado con él —dije.
—Y entonces habrías estado muerta porque no sabías del hombre
viniendo detrás de ti —señaló.
Dicho hombre cargó contra nosotras, su espada levantada, y Freya
suspiró.
—Ahora ni siquiera lo está intentando de verdad. Nos está
subestimando totalmente. —Cuando estuvo lo suficientemente cerca, ella lo
esquivó y le pasó la espada por el estómago. Aparté la mirada antes de tener
que ver cómo sus intestinos se derramaban por el suelo.
Los seis hombres estaban en el suelo, muertos. Sonriendo, Freya se
limpió la hoja en la pernera del pantalón.
—Eso fue divertido.
—Siento la necesidad de señalarte lo perturbador que es que matar a
seis hombres sea tu idea de diversión —dije.
Sacudió su cabeza.
—No. Pelear contra seis hombres es lo que fue divertido. El hecho de
que terminaran muertos fue solo un efecto secundario desafortunado, aunque
inevitable.
No tenía nada que decir a eso, así que le hice señas para que avanzara.
—¿Vamos?
—Oh, Al —canturreó—. ¡Sabes que lo haremos!
Empezaba a preguntarme si Freya había traído una botella de hidromiel
de la que había estado bebiendo en secreto porque la escudera estaba borracha
con algo.

Jadeaba como una gata en celo cuando llegamos a las puertas del
castillo. Estaban abiertas de par en par, lo que parecía una mala señal. 261
Nada salió de dentro. Al oír que alguien venía detrás de mí, me di la
vuelta. Me relajé cuando vi al resto de las escuderas, evaluándolas
rápidamente para asegurarme de que todas estaban presentes e ilesas. Estaba
lista para curar cualquier herida que pudieran haber sufrido. Inicialmente, no
vi ninguna herida que amenazara la vida, solo algunos cortes y raspaduras.
Pero entonces Taina salió de detrás de su hermana. Me di cuenta por su cara
que tenía un dolor inmenso. Se sostenía la parte superior del brazo. La magia
dentro de mí prácticamente saltó sobre ella en un esfuerzo por arreglar el corte.
Un río rojo salía de debajo de la mano de Taina y bajaba por su brazo. No
podía ver qué tan ancha o profunda era la herida, pero Taina no estaría
haciendo una mueca tan mala por un simple rasguño.
—Siéntate, déjame ver.
—No —respondió ella mientras retrocedía un paso—. No es nada. No
tenemos tiempo que perder.
—Taina, no seas tonta.
—Es una tontería perder el tiempo aquí mientras la batalla continúa,
princesa. Puedes atenderla después. Ahora, luchamos. Los miembros de
nuestro clan nos necesitan.
—Es posible que no logres pasar la batalla si no arreglo ese brazo.
—Y otros miembros del clan podrían morir si lo haces. No es solo el
tiempo perdido. Es posible que necesitemos tu poder más tarde. Será mejor
que no lo desperdicies conmigo —dijo.
—Maldita sea, Taina — prácticamente grité—. No voy…
—Ella tiene razón. —Una voz aguda desde las sombras de la puerta del
castillo me interrumpió. Myra salió—. Debemos darnos prisa, y es posible que
necesite tu ayuda para derrotar a Gisele y Evelyn. El brazo tendrá que esperar.
—Pensé que estabas en la playa —dije, frunciendo el ceño.
—Lo estaba. Pero no es donde están Gisele y Evelyn —dijo—. Están
aquí. —Señaló el largo corredor del castillo.
—Estaré bien, Allete —aseguró Taina. Como para probar su punto, se
agachó y prácticamente me puso de pie—. Vamos.
—¿Cómo sabes que Gisele está aquí? —preguntó Freya a Myra.
—Puedo sentir la maldad de mi hermana. —Myra frunció los labios con
disgusto, buscando algo que yo no podía ver—. Su contaminación hace que
este lugar apeste. —Había una mirada salvaje y lejana en los ojos de la anciana 262
que nunca había visto antes, y me sacudió hasta la médula. Empezó a hablar
consigo misma, murmurando acerca de haber tratado de proteger a su
hermana durante tanto tiempo.
—Myra. —Hablé bruscamente. Su enfoque pareció volver.
—¿Qué, niña? —preguntó.
—¿Cómo podemos ayudar? —pregunté suavemente. Sabía que
dondequiera que estuviera Gisele, tenía que encontrar a Dayna.
—Intenta mantener el ritmo —dijo, y luego comenzó a correr por el
pasillo de piedra. No podía creer lo rápido que se movía. Por lo general, estaba
tan rígida por la edad, pero ahora se movía como una niña ágil.
—¿Qué demonios? —espetó Freya—. Babs, Astrid. Ustedes dos,
sígannos. —Señaló a las otras escuderas—. El resto de ustedes asegúrense de
que no nos sigan.
—Pensé que era vieja —dijo Babs entre jadeos mientras corríamos.
—Lo es —aseguré.
—Entonces, ¿cómo nos está dejando atrás? —preguntó Freya.
—¿Setas mágicas? —cuestioné.
Corrimos detrás de Myra, siguiendo los giros y vueltas del castillo y
bajamos las escaleras. Supuse que nos dirigíamos a la mazmorra.
Nos detuvimos repentinamente en el fondo, que terminaba con una
puerta de acero cerrada. Myra colocó sus manos contra la puerta, cantando en
voz baja.
—Ahora, ¿qué está haciendo? —preguntó Babs.
—Intentando encontrar una manera de abrirla, me imagino —dije. Vi
las manos de la bruja comenzar a brillar. Myra comenzó a cantar más fuerte,
pero después de un minuto me di cuenta de que no solo Myra estaba cantando.
Había otras dos voces cantando al otro lado de la puerta.
—¿Myra? —pregunté—. ¿Qué es eso?
Myra agarró mi mano y la colocó en la puerta, su voz nunca vaciló. No
podía entender lo que estaba diciendo porque hablaba un idioma que nunca
había escuchado. Podía sentir algo dentro de mí tirando, la misma sensación
que sentía cuando sanaba a alguien. Me concentré en el poder tirando dentro
de mí, luego empujé mi magia para tratar de hacer que la puerta se abriera. No
tenía idea si podía ayudar a Myra, pero ella parecía creerlo, o tal vez 263
simplemente me puso la mano en la puerta para que me callara.
Cerré mis ojos. Imaginé que la puerta se abría con tanta fuerza que ni
siquiera se mantenía en sus bisagras. En mi mente, vi la habitación oscura más
allá y la luz de las antorchas en las paredes.
Poder en el interior, levántate, ven, no te escondas.
Lleva tu energía a este lugar, abre este espacio bloqueado.
Magia, haz lo peor que puedas.
Las palabras llenaron mi mente. Continué enfocándome en lo que
quería, y las palabras continuaron viniendo.
Abre las puertas de par en par, deja ir lo que se ha guardado adentro.
Esta es mi orden, poder fluyendo por mi brazo y saliendo de mi mano.
¡Abre esta puerta! ¡Abre esta puerta! ¡Abre esta puerta, YO EXIGO!
Hubo un sonido silencioso y el viento comenzó a soplar en el pequeño
espacio. Sentí que la suciedad y el polvo comenzaban a arremolinarse a mi
alrededor. Mi cabello voló en todas direcciones. Entonces, el viento pareció
fusionarse detrás de mí, atrayendo energía hacia sí mismo. Pasó volando y me
atravesó de atrás hacia adelante. Aunque podía sentir su poder, no amenazó
con derribarme o desequilibrarme. Hubo un fuerte golpe cuando el aire
condensado golpeó la puerta. Con un fuerte crujido y una lluvia de astillas, la
puerta de roble voló hacia adentro y se estrelló contra la pared opuesta. Mi
boca se abrió. No tenía idea de cómo lo había hecho, pero la magia dentro de
mí aparentemente era mucho más fuerte de lo que había pensado
originalmente. Pero no tuve tiempo de procesar esta información. Casi de
inmediato, escuché a Myra gritar a mi lado.
—¡Fuego!
Los candelabros en las paredes repentinamente estallaron en llamas,
arrojando luz sobre la oscura mazmorra. Parpadeé para adaptarme al brillo
repentino, luego vi celdas con barrotes de hierro alineadas a ambos lados de
las paredes. Había una pasarela de tres metros de ancho que recorría la
longitud de la mazmorra. Olía mal, húmedo y mohoso. El aire viciado hizo
que me ahogara y tosiera.
—¿Hola? —gritó Freya.
Contuve la respiración mientras esperaba una respuesta. Sentí como si
hubieran pasado diez años de mi vida antes de que alguien respondiera.
264
—Si no estás aquí para rescatarnos, al menos llévate a las brujas contigo.
—Era Dayna, su voz alta y clara.
Corrí hacia adelante.
—Dayna —grité, sin hacer caso del peligro.
Esa era mi hermanita pudriéndose en la mazmorra de Cathal. Iba a
matarlo si Torben no se me adelantaba.
—Allete —gritó Dayna.
Casi me rio por el sonido de su voz. Parecía exasperada, como si me
hubiera estado esperando. Entonces recordé a Myra contándome sobre el
sueño en el que había podido acercarse a Dayna. Tal vez lo había hecho.
Me detuve patinando frente a ella. Dayna estaba de pie en una celda,
con las manos alrededor de los barrotes. Vestía una túnica de lino y pantalón.
Levanté mis cejas.
—Me encanta tu elección de prendas, hermana.
—No me mires así. Es lo único que Cathal nos daría para usar —dijo.
—Se vería bien en un saco de arpillera —dijo una voz ronca desde la
celda adyacente. Vi a Brant sonriéndome. Más allá de él estaba Clay.
—Clay. Brant. —Asentí antes de preguntarle a mi hermana—: ¿Estás
bien? Sé que es una pregunta tonta, pero no sé qué más preguntar.
—De hecho, estoy mejor que hace unos días.
—Estás encerrada en un calabozo —señalé.
—Sí. Pero no voy a arrastrándome por el suelo, declarándole al mundo
que era la mejor amiga de una rata y haciendo todo lo que esa maldita bruja
me dijo que hiciera, todo el tiempo con una sonrisa espeluznante en mi rostro,
así que estoy llamando a esto una mejora —dijo.
Parpadeé varias veces.
—¿Una rata?
Puso los ojos en blanco.
—Por supuesto, eso es a lo que tu cerebro se aferraría. Solo sácame de
aquí. Podemos hablar de eso más tarde cuando ya no esté encerrada en la
mazmorra de este lunático.

llave.
Freya estaba de repente a mi lado, sonriendo mientras sostenía una
265
—Mira lo que encontré —dijo—. Puede o no haber estado en posesión
de un guardia que puede o no tener algunos nuevos agujeros de espada en el
vientre. —Evaluó a Dayna—. Debes ser la hermanita.
—¿Parezco como si estuviera chupando una teta o comiéndome los
pies? —preguntó Dayna, entrecerrando los ojos.
Riendo, Freya echó la cabeza hacia atrás.
—Ya me gusta.
Abrió la celda y Dayna salió volando hacia mis brazos. Se estrelló
contra mí con tanta fuerza que las dos casi caímos. Afortunadamente, Babs
estaba detrás de mí. La mujer más pesada me atrapó y nos estabilizó.
—Brant —dijo Freya, y luego chasqueó la lengua—. La última vez que
te vi, estabas abordando un barco para Inglaterra. ¿Cómo diablos terminaste
en una mazmorra en Tara? —Rápidamente abrió las celdas de Clay y de él.
—Seguí mi corazón, y aquí es donde me llevó —dijo Brant, señalando
a Dayna.
—Deberías haber pedido mi opinión —dijo Freya—. Te habría dicho
que seguir tu corazón generalmente significa que terminas en algún tipo de
mazmorra.
—Mientras la mazmorra incluya a Dayna, entonces seré felizmente
capturado.
Babs hizo un ruido de arcadas.
—Nunca pensé que vería el día en que el poderoso Brant estuviera
enamorado. Es asqueroso.
—No sé quién eres, pero soy la única que puede meterse con Brant, así
que toma tu hacha de batalla y retrocede.
Dayna casi gruñó mientras giraba hacia Babs.
—Vaya —dijo Brant. Puso sus manos en las caderas de Dayna para
alejarla de Babs—. Es mejor no enojar a una escudera que puede limpiar el
piso contigo, amor —dijo—. Babs no pretende ningún daño. Es tan espinosa
como tú.
—Cállate, Brant —resopló Babs—. No voy a lastimar a tu mujer. 266
Respeto su voluntad de defenderte, sin importar lo estúpido que sea de su parte
amenazarme. La pondremos en forma lo suficientemente pronto, entonces ella
podrá respaldar esas palabras de enojo.
—Oooh, ¿eso significa que consigo un hacha de batalla? —preguntó
Dayna, su irritación de repente desaparecida.
—La última vez que te dieron algo afilado, un par de hombres perdieron
las manos —le recordé.
Dayana se encogió de hombros.
—Necesitaban aprender a no tocar a una mujer sin su consentimiento.
Sin manos, será difícil para ellos tocar a una mujer y punto. Problema resuelto.
—No quiero ser aguafiestas, pero ¿podemos continuar con esta reunión
una vez que ya no estemos en una batalla contra Cathal? —preguntó Freya.
—Sí, salgamos de aquí —estuve de acuerdo.
—Es un poco tarde para eso —dijo una voz fría desde la puerta, lo que
nos hizo dar la vuelta y enfrentar a la recién llegada.
—Gisele —susurró Myra. Era una palabra simple, pero sentí como si
una montaña de emociones estuviera en ella. Lástima, remordimiento, amor
y desprecio, todo se fusionó en ese único nombre—. Qué amable de tu parte
finalmente mostrarte en lugar de enfurruñarte en la oscuridad.
Otra mujer se unió a Gisele. Evelyn, supuse, y se interpusieron entre
nosotros y la puerta que conducía fuera de la mazmorra. Ambas mujeres
sonrieron.
—Tú lo llamas enfurruñarte en la oscuridad, yo lo llamo esperar el
momento oportuno para revelarme —dijo Gisele.
—Dite todo lo que necesites para hacerte sentir mejor —la reprendió
Myra—. ¿Dónde te has estado escondiendo todos estos años, hermana?
—Tu hermana tiene una lengua afilada —le dijo Evelyn a Gisele—. Tal
vez debería cortarla.
Gisele prácticamente siseó a la otra bruja.
—No la tocarás.
Evelyn volvió la cabeza lentamente para mirar a Gisele.
—¿Te sientes protectora con tu familia?
267
—No tienes ningún derecho sobre ella. Ella es mi hermana. Si alguien
va a lastimarla, seré yo.
—Guau, hablando de disfuncional —murmuró Freya.
—No puedo discutir con eso —dijo Myra.
Evelyn gruñó a Gisele.
—Yo te hice. No serías nada sin mí.
—Eso no te da derecho a amenazar a mi hermana —dijo Gisele—.
Puedes matar a cualquiera de los otros, pero no tocarás a Myra.
Freya dijo algo, pero no estaba prestando atención. Estaba demasiado
ocupada intentando encontrar una salida de la mazmorra. Sentí que Dayna
me empujaba. Estaba señalando a la derecha. Había una puerta de piedra a la
vuelta de la esquina de la hilera de celdas. No la había notado antes porque
había estado muy concentrada en Dayna.
Tiré de la manga de Freya, intentando discretamente de moverme hacia
la puerta. Sus ojos se abrieron un poco y me dio un pequeño asentimiento.
Afortunadamente, Gisele y Evelyn estaban demasiado ocupadas discutiendo
como para darse cuenta. Freya levantó su mano detrás de su espalda, con tres
dedos levantados. Lentamente, fue bajando uno por uno en una cuenta
regresiva.
Cuando se bajaron los tres dedos, todos se movieron a la vez.
Dayna agarró la mano de Brant, tiré de Clay y Babs tiró a Myra sobre
su hombro. Corrimos hacia la puerta, Astrid y Freya cerrando la marcha.
—¡Páralos! —gritó Gisele. No debería haberse molestado. Cuando
llegamos a la puerta, Brant agarró la manija y tiró.
No pasó nada. Tiró de nuevo, y Clay también lo intentó. Ambos
hombres gruñeron y maldijeron. No se movió. Me di la vuelta justo a tiempo
para ver a Evelyn lanzar un rayo de magia oscura hacia los hombres. Levanté
la mano, sin saber qué estaba intentando hacer, pero tenía que hacer algo. Mi
propio poder explotó hacia afuera, otra ráfaga de viento como antes. Golpeó
el rayo de Evelyn y lo desvió, enviando el pulso de magia oscura hacia el techo
donde explotó, lloviendo pequeños pedazos de escombros.
—¿Yendo a algún lugar? —preguntó Gisele a medida que caminaba
hacia nosotros.
—Bájame —gritó Myra. 268
—Sí, baja a mi hermana, vikinga. Se acabó —dijo Gisele mientras se
acercaba. La expresión de su rostro era la de un gato que finalmente había
acorralado a un ratón particularmente molesto. Evelyn se unió a Gisele y nos
miró a todos con ojos hambrientos. De hecho, se lamió los labios y tuve que
reprimir un escalofrío.
Babs hizo lo que le dijo, y la anciana gruñó antes de enderezar su ropa
con indignación.
—Ella tiene razón —dijo Myra—. Se acabó. De una manera u otra.
Allete, intenta proteger a los demás lo mejor que puedas. Esto es entre ella y
yo. —Señaló con un dedo torcido a Gisele.
—Espera —grité prácticamente y di un paso adelante, levantando las
manos—. No tiene que ser así.
Podía sentir a Astrid, Freya, Brant, Clay y Dayna extendiéndose detrás
de mí, y se me cayó el estómago. No había forma de que pudiera protegerlos
a todos. Ni siquiera sabía cómo. Gisele y Evelyn nos separarían.
—Sí, niña —dijo Myra—. Mi hermana tomó su decisión hace mucho
tiempo.
Algo brilló detrás de mí. Freya y Astrid sacaron sus cuchillos de
repuesto. Pasaron dagas a Clay, Brant y Dayna, luego desenvainaron sus
espadas.
Evelyn se rio.
—Sus débiles espadas tendrán poco efecto sobre nosotras. Te
cortaremos como hierba. Pero aún hay esperanza para ti, Allete. Puedes unirte
a nosotras. Ya he creado una con gran poder que empezó con nada. —Hizo
un gesto a Gisele—. Solo piensa en lo que podría hacer por alguien como tú.
Podrías tener un poder más allá de cualquier cosa que hayas imaginado.
Dayna se rio entre dientes.
—No seas idiota —dijo—. A diferencia de ti, a Allete no le importa el
poder. Se preocupa por ayudar a la gente.
—Entonces tal vez pueda ayudarte —dijo Evelyn—. No serías la
primera hermanita impotente a la que he ayudado a escapar de la sombra de
su hermana mayor.
Aparentemente, esto fue suficiente para Myra.
269
—No —gritó, lanzando sus manos hacia Evelyn.
Una mancha de luz blanca pura brotó de sus manos. Evelyn levantó sus
propias manos y se formó un escudo opaco frente a ella. El disparo de Myra
se desvió inofensivamente. Evelyn se rio.
—Myra, Myra, Myra —dijo—. Puede que parezcas una vieja bruja,
pero he estado haciendo esto mucho más tiempo que tú.
—Myra, detente, por favor —supliqué. No quería que nadie más
sufriera por mi culpa. Durante tanto tiempo, la gente había tratado de
controlarme debido a mi poder. Cuando era joven, tenía que ocultarlo por
miedo a lo que pudieran hacer los demás. Luego me secuestraron por eso. Y
mi hermana fue torturada por ello. Y Hilda había muerto por eso. Ojalá nunca
me hubieran maldecido con este poder.
—Última oportunidad, chicas —dijo Gisele—. ¿Qué va a ser? Únanse a
nosotras o mueran ahora.
—Jódete —dijo Dayna.
—Detente —espeté—. Prométanme que los dejarán ir — les ordené a
las brujas.
—¿Qué? —preguntó Gisele. Su frente se arrugó.
—¿Me quieren? Pueden tenerme —dije. Desabroché el cinturón de mi
espada y luego la dejé caer al suelo—. Haré lo que quieran. Pero todos los
demás aquí salen ilesos, incluida Myra.
Todos detrás de mí hablaron a la vez. Sus voces treparon una contra la
otra, ahogándose. Di un paso hacia Gisele, mis palmas levantadas.
—¿Tenemos un trato?
Me di cuenta de que estaba sopesando su deseo de matar a su hermana
contra la posibilidad de tenerme como protegida.
—Hecho —dijo Evelyn—. Aceptamos los términos.
—Esa no es tu decisión —gruñó Gisele—. Vine aquí para librar al
mundo de mi hermana entrometida, y eso es exactamente lo que pretendo
hacer.
—No seas tonta —ladró Evelyn—. Piensa en el poder que la sangre de
esta nos traerá.
—Tiene razón —dije, luego di otro paso hacia ellas.
—Es toda suya. Dejen que los demás se vayan. 270
—No sabes lo que estás diciendo, niña —chilló Myra.
—Sí —respondí con calma. Doblándome, recuperé una daga de mi
bota. Arrastré su hoja por mi brazo. Apareció una línea de líquido rojo. Le
tendí el brazo a Gisele—. Es tuya.
29
“Ver a mi esposa salir corriendo con las otras escuderas fue lo más difícil que he
hecho. Fue mucho peor que cualquier batalla que había luchado, cualquier lesión
que había sostenido. A pesar de la profecía, a pesar de todo lo que había sido según
el plan hasta ese momento, aún temía no volver a verla con vida.”
~Torben

La batalla comenzó en un instante. El ejército de Cathal irrumpió en el


patio como una plaga de langostas pululando sobre los cultivos.
Aunque los clanes y el ejército inglés habían hecho un trabajo admirable
de formación, la gran cantidad de soldados de Cathal nos obligó a romper filas.
Después de eso, recuerdo extraordinariamente poco. Rara vez lo hacía
después de una batalla. Lo único que se destacó fueron las expresiones en los 271
rostros de los hombres. Las emociones abarcaron toda la gama. Hubo furia,
determinación sombría, sorpresa, agonía, desesperación y éxtasis enloquecido.
Sentí todo esto mientras me abría paso entre mis enemigos. Los
hombres de Cathal estaban bien entrenados y luchaban con disciplina, pero
los hombres de los clanes estaban hechos de un material más duro. Pronto me
di cuenta de que saldríamos victoriosos. El patio se llenó de cuerpos, y la
mayoría vestía uniformes de Taran. Más de una vez, me encontré escaneando
inconscientemente la carnicería en busca de Brant solo para darme cuenta de
que no estaba en la batalla. No estaba seguro de dónde se hallaba con
exactitud, solo que probablemente estaba cautivo en algún lugar de las
entrañas del castillo. No sería la primera vez que tendría que rescatarlo. Pero
estaba tan acostumbrado a pelear junto a él que se sentía extraño blandir mi
espada sabiendo que no estaba cubriendo mi flanco. Decidí entonces retirarme
de la refriega y lograr el objetivo por el que me había propuesto originalmente:
matar a Cathal.
Sabía lo suficiente sobre el cobarde para saber que Cathal no estaría en
medio de la pelea. Estaría observando en alguna parte, dando órdenes desde
una distancia segura. No pasó mucho tiempo. Un compañero de clan a mi
lado cayó con una flecha en el pecho. Miré hacia las almenas y allí estaba el
rey, rodeado por un regimiento de arqueros. La ira ardió dentro de mí. En un
instante, vi todo el dolor y la destrucción que el hombre había causado: mi
propio clan quemado, los miembros de mi clan asesinados. Vi escenas
similares pertenecientes a los clanes Akefor, Bjornvik y Brending. Pero sobre
todo, vi a Allete en el castillo inglés, con las manos sobre mi esposa. Lo vi
tocarla, manosearla y lastimarla, todo mientras yo simplemente tenía que
quedarme de pie y mirar. Ojalá hubiera podido simplemente matarlo entonces,
en lugar de mantener la farsa, yo era simplemente el guardia de Allete.
Probablemente me habrían ahorcado, pero ¿cuánta muerte y destrucción se
habrían evitado? Independientemente, el pasado era el pasado y Cathal estaba
a punto de alcanzarlo.
Levanté mi escudo y corrí hasta el conjunto de escalones de piedra más
cercano que conducía a las almenas. Un par de soldados de Taran lo
custodiaban. Estaba claro que su único trabajo era evitar que los vikingos
subieran los escalones donde podían atacar al rey. Estos no eran soldados de 272
infantería regulares. Esta era la guardia personal del rey, lo mejor de lo mejor
que Tara tenía para ofrecer.
Los maté a ambos en cuestión de segundos.
Pasando por encima de sus cuerpos, subí corriendo los escalones y me
detuve en la parte superior. Me abracé a la pared del castillo. Mi vista de Cathal
y sus hombres estaba bloqueada desde este punto de vista, pero probablemente
me habían visto matar a los guardias. Estarían listos para mí cuando saliera.
Antes de subir los escalones restantes, saqué mi escudo al aire libre sobre
mí. Tal como esperaba, fue recibido por múltiples flechas. La fuerza de su
impacto casi tiró el escudo de mi mano, pero aguanté. Solo esperaba que la
cosa aún estuviera lo suficientemente intacta como para proporcionar algún
tipo de protección. Esto no iba a ser fácil. Tendría poco tiempo para cerrar la
distancia y llegar a Cathal antes de que uno de los arqueros finalmente
encontrara su objetivo. Apreté los dientes y agarré mi espada, a punto de
cargar. Entonces escuché una voz familiar.
No sabía que había criado a un idiota así.
Mi frente se arrugó. Me tomó un segundo darme cuenta de que la voz
solo estaba en mi cabeza.
Ahora no es el momento, madre, gruñí mentalmente ante la voz.
Es precisamente el momento si estás a punto de desperdiciar tontamente tu vida.
No pude evitar poner los ojos en blanco. Allete tenía razón. Hilda
podría ser exasperante, incluso desde más allá de la tumba.
¿Y qué quieres que haga, oh sabia oráculo?
¿No recuerdas nada de la profecía, guerrero tonto?
Por supuesto que sí. Princesa extranjera, matrimonio, unión de los clanes.
Tengo todo eso.
Aparentemente no, respondió ella. No veo unidad. Solo veo a un jarl enojado
que está tomando el asunto en sus propias manos en lugar de escuchar a su
increíblemente sabia madre.
Negué con la cabeza. Tenía razón, por supuesto. Había dejado que mi
odio por Cathal me cegara al bien mayor. Esta misión no se trataba de mi
venganza personal, al menos, no debería haber sido.
Se trataba de unir los clanes. Se trataba de forjar aliados nuevos y
proporcionar un mundo lleno de paz en lugar de guerra. Sabía lo que tenía que
hacer. 273
Escaneé el campo de batalla y vi a los otros jarls, Rafal, Hagen y Blaine,
cada uno trabado en combate. Uno por uno, esperé hasta que acabaran con
sus enemigos, luego grité para llamar su atención. Cuando lo hube hecho,
señalé el lugar donde Cathal se había atrincherado y di una señal. Ellos
asintieron y luego comenzaron a pelear hacia los muros del castillo. Blaine
estaba más cerca de mí. Se unió a mí. Rafal y Hagen encontraron escaleras en
una pared contigua y lucharon para subirlas. Cuando llegaron a un punto a la
mitad de la cima, se detuvieron y me miraron en busca de una señal. Hice un
gesto hacia mi escudo y lo sostuve, indicando que deberían emerger primero.
Todos nos arrastramos hasta la cima. Levanté la mano para esperar.
Dije una oración silenciosa a los dioses antes de dar la señal. Con un poderoso
bramido, saltamos a las almenas. Como antes, mi escudo se encontró con una
andanada de flechas, pero no tantas como antes. El plan había funcionado. La
mitad de las fuerzas de Cathal se habían vuelto para protegerlo de Rafal y
Hagen. Había suficiente espacio encima de las almenas para que Blaine y yo
estuviéramos uno al lado del otro. Levantamos nuestros escudos y avanzamos.
Los guerreros de Cathal se dieron cuenta de que pronto estaríamos sobre ellos.
Los arqueros abandonaron sus arcos y desenvainaron sus espadas.
Podía escuchar a Cathal gritando:
—¡Mátenlos! ¡Mátenlos! ¡De prisa!
Blaine y yo trabajamos en tándem, empujando y parando a nuestros
defensores. Estaba claro que el entrenamiento que habíamos hecho con los
otros clanes, aunque breve, estaba dando sus frutos. Blaine y yo peleamos
como si hubiéramos sido compañeros de clan de por vida. Unos momentos
después, cuatro de los guardias de Cathal yacían muertos a nuestros pies. Vi
al rey darse la vuelta y salir corriendo.
No llegó lejos. Un segundo después, se detuvo patinando en la punta de
la espada de Hagen. El jarl lucía una sonrisa salvaje. Los hombres de Cathal
estaban todos muertos. Se terminó.
—¡No! ¡No! —Cathal se volvió hacia mí. Sus ojos estaban muy abiertos
por el pánico. Levantó las manos—. ¡Me rindo!
Envainé mi espada.
—Acepto tu rendición —dije, luego eché el puño hacia atrás y le di un
puñetazo en la nariz. La sangre brotó de su rostro y Cathal se desplomó—.
Buen trabajo, hermanos —les dije a los otros jarls.
—¿Lo tienes? —pregunté a Rafal. Extrajo un gran cuerno de guerra 274
hecho de un cuerno de carnero. Cuando quiso pasármelo, negué con la cabeza.
—Haz los honores. —Sonrió, luego se llevó el cuerno a los labios y lo
sopló con todas sus fuerzas. El sonido resonó por todo el castillo, lo que
provocó que tanto los soldados vikingos como los taranos se detuvieran y nos
miraran de pie sobre las murallas. Cathal gimió a mis pies y se dio la vuelta.
Me agaché y lo levanté tirando de la parte de atrás de su túnica, empujándolo
contra el parapeto para que todos pudieran ver.
—Se acabó taranos —les grité a los soldados—. Su rey se ha rendido.
Arrojen sus armas. Nadie más será dañado. —No tenían otra opción que
cumplir. Me sorprendió ver alivio en la mayoría de sus rostros.
—Discutamos los términos de la paz —gimió Cathal.
—¿Paz? —pregunté—. ¿Qué sabes tú de paz? Como rey, no has hecho
nada más que robar y destruir. No voy a parlamentar contigo.
—Tienes que hacerlo. Soy rey. Soy tu prisionero. —Empezó a forcejear
y retorcerse en mi agarre. Esta vez, fue Blaine quien hizo los honores. Golpeó
a Cathal en el estómago, y el hombre se dobló con un sonido de zumbido. Se
lo pasé a Rafal, que sujetó al hombre con mano de hierro.
Hablé con la gente en el patio de abajo.
—Los hombres del norte y los taranos no tienen nada en contra. Pueden
ver por nuestras fuerzas que no somos simplemente vikingos. Nos hemos
aliado con los ingleses. Y también podemos aliarnos con ustedes. No es
necesario que haya enemistad entre nosotros. —Hubo algunos asentimientos,
pero sobre todo confusión en los rostros de los guerreros de Taran—. Pero su
rey debe pagar por sus crímenes. Sin provocación, invadió mi clan y otros tres.
Sin motivo, nos declaró la guerra. Ese tipo de acción no puede quedar sin
respuesta.
Cathal eligió el momento para recuperar el aliento. Empezó a gritar.
—No, no los escuchen. ¡Ayúdenme! ¡Buenos taranos, ayúdenme! Estos
bárbaros quemarán sus hogares. Violarán a sus mujeres. Les sacarán los ojos.
—Lo dejé continuar por algún tiempo mientras simplemente permanecía
impasible, observándolo luchar.
Ninguno de sus soldados hizo un movimiento para ayudarlo.
Hablé en voz alta para que todos en el patio pudieran escuchar.
—Cathal, rey de Tara, por tus crímenes contra los hombres del norte y
tu traición al pueblo inglés, te condeno a muerte. Un nuevo rey ocupará tu 275
lugar. Un rey recto y justo. Tu pueblo prosperará en tu ausencia.
—No puedes juzgarme —gritó—. No eres más que un bárbaro. Eres una
rata. Eres un perro. —Me escupió. Me golpeó en la cara. Negué con la cabeza,
sin siquiera molestarme en limpiarla.
—Los jarls de los clanes Akefor, Bjornvik, Brending y Hakon te juzgan
culpable —dije. Asentí a Rafal. Empujó a Cathal bruscamente hasta ponerlo
de rodillas. Saqué mi espada.
El comportamiento de Cathal cambió en un instante.
—Piedad, piedad —gimió, con las manos juntas en un gesto de súplica.
—¿Le ofreciste misericordia a mi pueblo? —pregunté. Antes de que
pudiera responder, balanceé mi espada, separando su cabeza de su cuerpo de
un solo golpe limpio.
30
“Quiero a mi hermana, la amo, y tengo que seguir diciéndomelo, incluso cuando
está gritando un grito de combate en nombre de una rata.”
~Diario de Allete Auvray

Gisele me miró con ojos hambrientos. Miró a Myra y luego a mí otra


vez. La sangre del corte que había infligido comenzó a viajar por mi brazo.
Una gota cayó y se desparramó por el suelo. Las brujas parecían estar
paralizadas por eso. Lentamente, coloqué el brazo que sostenía la daga detrás
de mi espalda.
Sujetándolo con el pulgar y el índice, levanté mis otros tres dedos, como
lo había hecho Freya antes, solo que los míos apuntaban hacia abajo porque
tenía que mantener el agarre del cuchillo. 276
—Sin embargo, debo decirles algo antes de que acepten mi trato. —Bajé
un dedo, contando hacia atrás.
—¿Qué es eso? —preguntó Gisele, entrecerrando los ojos. Bajé otro
dedo, dejando solo mi meñique sobresaliendo.
—Mi vida ya está prometida al clan Hakon. Si muero hoy, es para
servirles a ellos, no a ustedes. —En ese instante, escuchamos el sonido de un
cuerno de guerra, profundo y fuerte, resonando desde algún lugar muy por
encima de nosotros. Su sonido reverberó a través de las paredes de la
mazmorra. Bajé el último dedo y luego agarré la daga con fuerza.
Todos se movieron a la vez. Saqué mi mano de detrás de mi espalda.
Lancé la hoja a la cara de Gisele. Fui rápida, pero ella fue más rápida. Se
tambaleó hacia atrás justo a tiempo para evitar la punta del cuchillo.
Myra disparó otro rayo de poder a Gisele. Brant, Clay, Freya y Babs
saltaron sobre Evelyn, blandiendo sus dagas y espadas mientras lo hacían.
Las brujas gritaron con furia y el poder estalló en la mazmorra. Voló en
todas direcciones. Gisele lanzó ambas manos, disparando simultáneamente
oscuros rayos de energía hacia Myra y hacia mí. Desviamos el poder con el
nuestro. Entonces escuché el sonido que sabía que venía, pero que aún temía
escuchar. Era la voz de mi hermana.
—Esto es por Tontis —gritó y saltó a mi lado, arrojándose sobre Gisele.
Solo tuve un segundo para preguntarme quién diablos era Tontis antes de ver
a Gisele enviar un rayo de poder a su pecho.
Era el bosque de nuevo. Mi hermana cayó en un montón. El aliento
huyó de mis pulmones. No podía creer que esto estaba sucediendo de nuevo.
No había forma de que Dayna pudiera sobrevivir a un disparo de Gisele
nuevamente. El poder dentro de mí prácticamente explotó hacia afuera y saltó
hacia Gisele. Pero esta vez, no fue solo un rayo de energía. Era un flujo
constante de luz blanca que brotaba de mi palma extendida. Levantó su propia
mano justo a tiempo para encontrarse con mi luz con su propia corriente
oscura. Pero la fuerza de mi golpe la sacudió y tuvo que retroceder unos pasos.
Rechinó los dientes y se mofó. Entonces, otra lanza de energía la encontró.
Venía de Myra. Gisele levantó su otra mano y la bloqueó también con otra
corriente de energía oscura. Continué vertiendo todo mi poder en mi corriente
de luz. Solo podía asumir que Myra estaba haciendo lo mismo.
Nos quedamos allí, las tres, con las manos extendidas, la luz 277
encontrándose con la oscuridad, por lo que pareció una eternidad, aunque yo
estaba segura de que fueron solo unos segundos. La pequeña habitación de la
mazmorra crepitaba con electricidad. Débilmente, me di cuenta de que los
demás luchaban contra Evelyn a mi derecha, pero no podía dejar que mi
concentración fallara lo suficiente como para centrarme en ellos.
Después de unos segundos, Gisele comenzó a reír.
—¿Esto es todo lo que tienes, oráculo? Pensé que se suponía que eras
poderosa. No eres nada.
—Myra —gruñí—, ¿cómo está haciendo esto?
—Sangre —dijo la anciana—. Años y años de oscuros sacrificios. La
han hecho demasiado poderosa.
Como para acentuar el punto de Myra, Gisele se rio como una maníaca,
y sentí que aumentaba el poder que me presionaba. El punto donde nuestras
corrientes de energía se encontraban se tambaleó en mi dirección. Necesité
toda mi concentración para mantener el asalto.
—Déjamela a mí —dijo Myra—. Ayuda a los demás.
—No puedo. Te matará.
—Niña, enfréntate a la realidad. Tus amigos están muriendo. —Sacudió
la cabeza hacia un lado. El impacto de lo que vi hizo que abandonara mi
ataque contra Gisele. Evelyn se encontraba de pie sobre la forma boca abajo
de Babs mientras lanzaba rayos de poder a Freya y Astrid. Afortunadamente,
las dos mujeres tenían sus escudos y pudieron bloquear los proyectiles, pero el
asalto estaba pasando factura. La mitad del escudo de Astrid había volado, y
el de Freya brillaba al rojo vivo. Clay estaba hecho un montón en un rincón.
Brant yacía boca abajo a unos metros de distancia.
—No —grité, arrojando mi daga a Evelyn. Giró de punta a punta. No
estaba segura si simplemente estaba cansada de pelear con cuatro oponentes,
o si simplemente no estaba preparada para que desviara mi atención de Gisele,
pero no pudo esquivar mi lanzamiento. La daga aterrizó de punta en su
hombro.
Ella gritó y se tambaleó hacia atrás.
—Pagarás por eso —siseó—. Si quieres pelear, entonces te mostraré
cuán poderosa podrías haber sido. —Extendió las manos y luego pronunció
varias palabras en un idioma que no reconocí. Una espada se materializó en
su mano, junto con un escudo que brillaba y pulsaba con luz púrpura. Me 278
quedé allí, estupefacta. Ese hechizo no estaba en el libro de Hilda.
Con el cuchillo aun sobresaliendo de su hombro, Evelyn comenzó a
atacar a Freya y Astrid con furia, haciendo retroceder a ambas mujeres. La
bruja se movió tan rápido que sus movimientos fueron borrosos. Murmuraba
mientras luchaba, así que sabía que probablemente estaba lanzando hechizos
que le daban fuerza y velocidad superiores. Y estaba claro que la espada
encantada de Evelyn portaba una magia poderosa porque cada vez que
golpeaba uno de los escudos defensores, se producía un crujido de electricidad
y el roble se astillaba con un silbido, enviando fragmentos volando en todas
direcciones. Vi como otro golpe destruyó por completo el escudo de Astrid. La
escudera arrojó la correa de cuero que sujetaba el escudo a su brazo. Freya
intentó colocarse frente a Astrid para proteger a su compañera de clan, pero
Evelyn fue demasiado rápida. Dio un salto mortal hacia adelante, cortando
hacia un lado mientras rodaba por Astrid.
La espada púrpura de Evelyn se conectó con la parte gruesa del muslo
de la escudera. Astrid gritó mientras caía al suelo.
El grito me sacó de mi estupor. Corrí hacia allí, desenvainando mi
propia espada corta a medida que corría. Sangre brotó de la pierna de Astrid,
haciendo que el suelo de piedra se volviera resbaladizo. Me uní a Freya cuando
atacó a Evelyn, nuestras espadas resonaron contra las suyas mientras detenía
nuestros ataques con facilidad. Incluso mientras luchaba, podía sentir mi
magia tirando de mí hacia la escudera en el suelo detrás de mí. La necesidad
de sanar era tan fuerte que apenas podía concentrarme en la pelea. Hizo que
mis movimientos fueran lentos. Freya no pudo atravesar las defensas de
Evelyn y le ofrecí poca ayuda. La mujer parecía no tener problemas para
luchar contra nosotras. Aun así, estaba decidida a derribar a la bruja.
—Allete —ladró Freya—. ¿Qué demonios estás haciendo?
—Hubiera pensado que era obvio —dije entre respiraciones pesadas—.
Intentando matar a esta bruja.
—¿No crees que deberías estar ayudando a Astrid? ¡Está sangrando! —
gruñó Freya mientras bloqueaba un golpe por encima de la cabeza de Evelyn.
—Un poco ocupada en este momento, Freya.
—Astrid está ocupada muriendo —dijo Freya.
—Y si me detengo para curarla, no puedo ayudarte. Evelyn te matará.
—No te preocupes por mí, Al —gritó la capitana de las escuderas—.
¡Cura a mi amiga! 279
Interrumpí mi ataque, luego me giré hacia Astrid en el suelo. Tan pronto
como lo hice, la magia tirando dentro de mí fue satisfecha, como una picazón
molesta que finalmente había sido rascada. Lo que vi casi me hizo perder mi
almuerzo. Astrid estaba blanca como una sábana. La sangre que rodeaba su
cuerpo corría por el suelo, filtrándose por las grietas del suelo de piedra.
—Astrid, Astrid —llamé, abofeteándola—. ¿Estás conmigo? —No
respondió.
—Maldita sea —puse mis manos sobre la herida en su pierna, y un
líquido caliente y pegajoso cubrió mis manos.
«Poder curativo, escucha mi llamado,
Desborda y no te detengas.
Teje esta herida y cúrala,
Restaura la salud que se robó el enemigo.
Detén el flujo de rojo carmesí,
Séllalo como te he dicho.
Devuelve lo dañado a nuevo,
Que todo esté bien, que el dolor se acabe».
Después de lo que pareció una eternidad, escuché que la respiración de
Astrid volvía. Con eso, exhalé un suspiro de alivio. Intenté saltar para unirme
a la refriega, pero inmediatamente me tambaleé y caí de rodillas. Apenas podía
levantar el brazo, y menos aún blandir eficazmente mi espada. Dos batallas
rugían a mi lado. Las corrientes de poder provenientes de Myra y Gisele aún
conectaban a ambas mujeres, y concentraban toda su voluntad en derrotar a
la otra. Freya, para sorpresa, detuvo los ataques mágicos de Evelyn. Pero no
estaba segura de cuánto tiempo más podría resistir cualquiera de las dos
mujeres contra las brujas.
Necesitaba ayudar a una o a la otra, pero no sabía a cuál. Por un lado,
Myra era mi mentora. La necesitaba para que me ayudara a continuar con mi
entrenamiento mágico. Por otro lado, Freya era mi capitana como escudera.
Y ella era miembro del clan. Pero, sobre todo, era mi amiga. Recogí mi espada,
me puse de pie y di un paso tembloroso hacia Evelyn.
Freya no habría sobrevivido a la batalla sin sufrir heridas. En algún
momento, ella también había perdido su escudo. Ahora, luchaba solo con su
espada corta, que se estaba volviendo más y más dentada cada vez cada vez 280
que se encontraba con la hoja mágica de Evelyn. Y aunque no parecía que la
escudera hubiera disminuido la velocidad, Freya estaba sangrando por varios
cortes menores. Agité mi espada hacia Evelyn, pero mi agotamiento era tal
que fácilmente paró mi golpe.
—Muy amable de tu parte unirte a la fiesta —dijo Freya—. ¿Cómo está
Astrid?
—Muerta en su mayoría, pero no del todo.
—Ahora deberían darse por vencidas —gruñó Evelyn—. No tienen
oportunidad de derrotarme. —No podía estar segura, pero me pareció
escuchar un temblor en la voz de la bruja.
—Cállate, bruja —gruñó Freya, luego balanceó su espada con todas sus
fuerzas en un arco por encima de su cabeza. Fue el turno de Evelyn de reír
cuando bloqueó fácilmente el golpe de Freya.
Odiaba que fuera virtualmente inútil en la batalla. El gasto de magia que
se necesitó para salvar la vida de Astrid había gastado mi energía. Entonces
una realización me golpeó. Evelyn tenía que estar usando vastas reservas de
energía mágica para defenderse de Freya, una guerrera endurecida. En una
pelea justa, Freya habría fregado el piso con Evelyn en segundos. Era solo la
magia de la bruja lo que evitaba que la cortaran en pedazos. Pero Freya no se
daba cuenta. Se daba cuenta de que Evelyn era rápida, por lo que empleaba
tácticas que podría usar contra otro oponente rápido, usando toda su fuerza
para dominar a la bruja.
En cambio, debería haber empleado las tácticas que normalmente usaba
para luchar contra oponentes masculinos más fuertes: sobrevivir a ellos.
—Freya, no es una mujer, así que no luches contra ella como tal —dije.
—¿Qué? Sé que eres joven, Allete, pero creo que necesitas una lección
de anatomía.
—No —dije—. Deja de intentar dominarla. Imagina que estás peleando
con un hombre. Tácticas estándar.
Pude ver un cambio sutil en la postura de Freya. Debe haber entendido
lo que dije. O al menos confiaba en mí para saber de lo que estaba hablando.
Freya pasó de usar toda su fuerza en el ataque a conservarla, eludiendo
ágilmente los ataques de Evelyn.
Esquivó y paró, rara vez atacando por su cuenta.
—Deja de correr, cobarde —gruñó Evelyn. 281
Freya solo sonrió en respuesta. Intenté de nuevo dar una estocada con
la espada, pero fue inútil. Estaba demasiado lenta, demasiado cansada. Era
todo lo que podía hacer para permanecer de pie. Tuve suerte de que Evelyn
estaba demasiado concentrada en Freya para prestarme atención. Si lo hubiera
hecho, no le habría tomado mucho tiempo ensartarme con su espada mágica.
—Atrás —ordenó Freya—. Es una orden. —Hice lo que me dijeron.
Entonces recordé algo en lo que debería haber pensado antes. Había otras
personas que necesitaban mi ayuda. Me acerqué a Babs y luego me arrodillé a
su lado. Respiraba, pero estaba inconsciente. Parecía como si solo acabara de
recibir un fuerte golpe en la cabeza. Poniendo mis manos sobre su cuerpo, dejé
que mi magia hiciera su trabajo. Me di cuenta de que mis esfuerzos no eran
necesarios. Babs se recuperaría con el tiempo. Me moví a Clay. Su situación
era muy parecida.
Fue solo cuando llegué a Brant que el terror casi se apoderó de mí.
Estaba boca abajo, y pude ver un pequeño chorro de humedad roja saliendo
de debajo de él. Lo agarré y lo sacudí, llamándolo por su nombre. No
respondió. Intenté darle la vuelta. No sirvió. El hombre enorme no se movió.
Era demasiado pesado para que yo lo levantara. Grité y me esforcé con cada
onza de fuerza que tenía. Su cuerpo se movió un par de centímetros antes de
caer hacia atrás. Se me formaron lágrimas en los ojos y golpeé la piedra.
Entonces escuché una voz familiar.
—No seas tan tonta, niña. Sé que no estuvimos juntas mucho tiempo,
pero estaba segura de que te enseñé algo mejor que eso.
Casi me reí histéricamente de lo absurdo de la situación.
—¿En serio, Hilda? No estoy segura de que este sea el momento para
una de tus lecciones.
—Normalmente diría que es el momento perfecto, pero tienes razón,
Allete. Ya te he enseñado la lección. Eres demasiado tonta para recordarlo.
—Ah, ¿de verdad? ¿Me enseñaste una lección sobre cómo levantar
hombres gigantes y curarlos de heridas graves cuando apenas tengo fuerzas
para ponerme de pie?
Hilda se echó a reír.
—Piensa en el libro, niña tonta. Te dio todo lo que necesitas. —Y luego
su voz se desvaneció, y se fue.
—¿Piensa en el libro? No había nada en el libro sobre esto. —Hice lo 282
mejor que pude para recordar todos los garabatos de Hilda. No podía recordar
una sola cosa que pudiera ayudarme ahora. Ese libro no había sido más que
un gran dolor en mi trasero desde que lo encontré.
Incluso el hallazgo de la maldita cosa había sido una molestia. Por no
hablar de descubrir realmente cómo leer la estupidez. Myra me había dicho
que mi magia no tenía nada que ver con los cuatro elementos, pero Hilda me
había pedido que los usara todos para leer su maldito diario.
La mujer tenía un sentido del humor enfermizo. Entonces me golpeó.
Myra se había equivocado.
31
“Mi padre me dijo una vez que los que tienen poder deben ser los primeros en estar
dispuestos a entregarlo si es necesario. Deben ser los primeros dispuestos a servir.
Deben ser los primeros dispuestos a levantarse en nombre de los pobres, débiles y
heridos. Me dijo que el poder no tiene por qué corromper siempre que te des cuenta
de que solo tienes poder porque alguien te lo ha dado por confianza.”
~Diario de Allete Auvray

Bueno, mayormente mal. Myra tenía razón en que mi magia provenía


de la esencia dentro de mí. Pero se equivocó al decir que tampoco estaba
conectado a los cuatro elementos. La esencia de un sanador era mágica en sí
misma. Sin embargo, era claramente capaz de controlar los elementos como
probé cuando abrí la puerta de la mazmorra. 283
Hilda no había mentido. Me había dado todo lo que necesitaba.
La tierra fue fácil. Estaba sentada en piedra. Me levanté, luego agarré
una antorcha encendida de una argolla en la pared. Había fuego asegurado.
Busqué alrededor por agua. No había nada a la vista. Oh, bueno, esperaba que
esto fuera suficiente. Aunque tenía la boca seca, moví la lengua hasta que me
llené la boca de saliva y la escupí en el suelo. Myra me había dicho que mezclar
sangre con cualquiera de los elementos la hacía más fuerte. Ahora era el
momento de probar esa teoría. Sangre tenía a raudales. Aún tenía un río
corriendo por mi brazo cuando me corté antes. Me limpié un poco con la mano
y luego la mezclé con la saliva que descansaba sobre la piedra. Acerqué la
antorcha. Por último, viento. Soplé sobre la mezcla de sangre, saliva, piedra y
fuego. El fuego inmediatamente ardió más brillante. Tomé aliento antes de
empujar mi mano hacia abajo sobre la llama. Y esta vez, no me sorprendió
que no me quemara, al igual que cuando arrojé el diario de Hilda a la
chimenea. Me sorprendió el poder que surgió dentro de mí, que parecía
provenir del mismo centro de la tierra. Agarré a Brant. Lo volteé tan fácilmente
como si arrancara una brizna de hierba del suelo. Lo que vi hizo que se me
subiera el corazón a la garganta.
Brant sangraba por un agujero en su costado. La herida tenía marcas de
quemaduras negras alrededor de los bordes. Debió haber sido golpeado con
un rayo de la magia de Evelyn. Busqué el pulso, segura que no lo sentiría.
Respiré con alivio cuando sentí la presión de su pulso contra mis dedos.
Era débil e irregular, pero estaba ahí. Puse mis manos sobre su costado.
Permití que las palabras que entraron en mi mente salieran de mi boca
mientras la magia curativa pulsaba en Brant.
Tan pronto como la herida se cerró, me derrumbé. Estaba aún más
exhausta que antes. Aparentemente, la oleada de poder proporcionada por los
elementos fue solo temporal. Me dejé caer sobre mi espalda, respirando con
dificultad. Entonces, escuché dos voces furiosas chillándose la una a la otra.
Parecía que ambas estaban demasiado exhaustas y furiosas para formar
palabras. Y luego una maraña de cuerpos cayó sobre mí, sacando el aire que
había tomado de mis pulmones. Intenté escapar, pero fue inútil. Freya y
Evelyn se estaban arañando, mientras escupían y maldecían. No pude ver
señales de la espada de Freya o las armas mágicas de Evelyn. Se trataba
simplemente de dos mujeres decididas a matar a la otra. Me agaché y recuperé
mi otra daga. Freya y Evelyn luchaban en el suelo junto a mí. Sabía que no
tenía la fuerza para levantarme y apuñalar a Evelyn, así que simplemente 284
recuperé el arma de mi bota y se la ofrecí a Freya. Solo podía esperar que la
escudera lo viera. Aparentemente, lo hizo. Un segundo después, sentí que me
la quitaban de la mano. Evelyn cayó a mi lado, sus manos tirando de su cuello.
Ella gorgoteó mientras la sangre de su vida brotaba de su vena yugular, luego
cayó de espaldas y se quedó inmóvil. Freya cayó junto a ella, pareciendo tan
exhausta como yo.
—Gracias —murmuró, y luego cerró los ojos.
—¿Estás herida? —pregunté.
Negó con la cabeza casi imperceptiblemente.
—Solo necesito… descansar… —Y luego su respiración se volvió
profunda y regular.
Rodé sobre mi costado, intentando encontrar la fuerza para levantarme.
Había una persona más que necesitaba mi ayuda, aunque no podía imaginar
lo que podía hacer en mi estado de agotamiento. Myra y Gisele seguían
enzarzadas en un combate mortal. La oscura corriente de poder que emanaba
de Gisele casi había llegado a Myra. No pasaría mucho tiempo ahora. Me
levanté sobre mis manos y rodillas. Cuando hice ademán de levantarme, la
cabeza me dio vueltas y me desplomé sobre la piedra. Vi la forma inmóvil de
Dayna en el suelo. Las lágrimas brotaron libremente de mis ojos. En el fragor
de la pelea, casi había olvidado lo que Gisele le había hecho. Ahora, acostada
con la cabeza contra la piedra, podía ver a mi hermana mirándome en una
pose casi idéntica. Parecía como si sus ojos sin vida me miraran directamente.
Entonces, vi algo que me hizo jadear. Ella parpadeó. Estaba a punto de
llamarla cuando se llevó un dedo a los labios, silenciándome.
Dayna se puso en cuclillas lentamente. Fue entonces cuando noté algo
extraño. Myra no miraba a Gisele. Estaba mirando a Dayna con una tranquila
expresión de serenidad. Luego volvió su mirada a su hermana.
—Hemos vivido largas vidas, Gisele —dijo Myra—. Demasiado largas.
—Tal vez para ti —respondió Gisele—. Aún me queda mucho tiempo
y poder para ganar.
Myra negó con la cabeza.
—Se acabó. Me has vencido. Solo espero que encuentres la paz del otro
lado que te ha eludido en la vida.
Myra dejó caer su hechizo. El rostro de Gisele lucía una máscara de
puro éxtasis cuando su magia golpeó a su hermana de lleno en el pecho. La
anciana se dejó caer al suelo, un cráter ardiendo sin llama en medio de su 285
torso.
—¡No! —Reuní la fuerza para gritar.
Gisele se volvió hacia mí. La sonrisa maníaca aún pegada en su rostro.
Comenzó a reír. El sonido se hizo más y más fuerte.
Luego se convirtió en un grito ahogado cuando la hoja afilada de una
espada explotó fuera de su pecho. Sus ojos se abrieron como platos mientras
se miraba a sí misma. Entonces sus jadeos se convirtieron en gorgoteos cuando
la sangre comenzó a fluir de su boca.
—Eso fue por hacerme olvidar a mi hermana —dijo Dayna detrás de
Gisele. La hoja desapareció—. ¡Y esto fue por hacerme olvidar a mi vikingo!
—Empujó la hoja de nuevo y reapareció en la parte delantera del torso de la
bruja. Dayna soltó la espada y Gisele cayó de rodillas. Puso ambas manos en
la hoja, mirándome—: Princesa —susurró.
Cayó de costado, la luz desapareció de sus ojos.
32
“Hay poca alegría cuando la batalla termina y el humo disminuye. Vidas se han
perdido debido a la codicia y la lujuria de poder del hombre. El único consuelo es
que ahora podemos comenzar a sanar.”
~Diario de Allete Auvray

Hacía un mes que habíamos vuelto a Ravenscar y, sin embargo, mi


corazón estaba pesado. Tal vez fuera porque sentía que debería haber podido
salvar a Myra. Pero como Hilda, tuve que verla morir. Parecía en paz cuando
se fue, y supe que se había sacrificado deliberadamente para distraer a Gisele.
Tal vez perder a su hermana, independientemente de la confusión en su
relación, fue demasiado para Myra. De todos modos, tuve que aceptar su
pérdida. No podía dejar que me siguiera carcomiendo. 286
—Te das cuenta de que no es tu trabajo salvar a todos, ¿verdad? —dijo
Dayna detrás de mí. Me encontraba sentada en el círculo de piedras donde
había encontrado el libro de Hilda, con la espalda apoyada en una de las rocas.
Era un lugar al que solía escapar porque me hacía sentir cerca de Hilda.
—Entonces, ¿cuál es el punto de mi magia? —pregunté.
—¿Permitirnos hacerte sentir culpable por no poder manejarlo para
salvar al mundo entero? —respondió Thomas.
—Gracias, primo —me quejé—. ¿Cómo te las arreglaste para salir de
esa batalla sin ser apuñalado? No puedo creer que uno de nuestros propios
hombres no te haya apuñalado.
—No te preocupes, Allete —dijo—. Freya está obligada a apuñalarme
eventualmente. Pero es por eso que he decidido que ella es la mujer perfecta
para mí. Y en ese sentido, me voy a buscar a mi guerrera. Te dejaré revolcarte
en tu fiesta de lástima. Ven a buscarme cuando estés lista para darte cuenta de
que eres increíble y te amamos tal como eres.
Escuché sus pasos retroceder, luego suspiré.
—Allete, no eres uno de los dioses —dijo Dayna después de unos
minutos de silencio—. No es tu lugar decidir cuándo muere otra persona. Eso
no depende de ti. Y no puedes resentirte cuando simplemente es su momento.
Myra era vieja. Había vivido una larga vida. Estaba lista para morir. Alégrate
de que ya no tenga que soportar la fealdad de este mundo.
—¿Cuándo te volviste tan sabia? —pregunté mientras me giraba para
mirarla.
Se encontraba sentada en el suelo justo fuera del círculo.
—Siempre he sido así de sabia —dijo—. Simplemente elijo con mucho
cuidado a quién otorgo mi sabiduría.
Me reí.
—Estoy segura de que es eso.
—¿Vas a estar bien? —preguntó después de varios minutos—. Quiero
decir, estoy bastante segura de que Myra no querría que te quedaras afuera
congelándote y sintiéndote culpable por algo sobre lo que no tenías control.
Envolví la manta de piel con más fuerza a mi alrededor mientras el aire
invernal atravesaba mi cuerpo.
—Estaré bien, Dayna. Tomará algo de tiempo, pero estaré bien. 287
—¿Podrías decirle eso a tu esposo? Está bastante preocupado por ti.
—¿Te pidió que vinieras a hablar conmigo?
Sacudió su cabeza.
—No. Prácticamente me ordenó que lo hiciera.
Puse los ojos en blanco.
—¿Y por qué no vino él mismo a hablar conmigo?
—Bueno, considerando la última vez que te preguntó cómo estabas, le
tiraste piedras, creo que estaba asustado —dijo riéndose.
—No me preguntó cómo estaba. Me dijo que iba a hacer que Freya me
pateara el trasero si no dejaba de preocuparlo y salía de eso. Se merecía que le
tiraran piedras —dije.
—Ah, bueno, no mencionó esa parte.
—Hablaré con él —dije.
—Te amo, hermana —dijo Dayna en tanto se levantaba—. No tienes
que soportar nada de esto por tu cuenta.
—Gracias —dije con una sonrisa apreciativa—. Yo también te amo.
Más tarde esa noche, me metí en la cama. Torben inmediatamente me
envolvió en sus brazos.
—¿Cómo estás? —preguntó.
—Pensé que ya le habrías preguntado a tu pequeña secuaz.
—¿Qué secuaz?
—A la que ordenaste que viniera a hablar conmigo hoy —dije, dándole
un pellizco en el costado. Gruñó, luego agarró mi mano.
—Me preocupo por ti — dijo—. No sé qué hacer para ayudar.
—No necesito que hagas nada más que estar ahí para mí. Déjame estar
sola cuando lo necesite y abrázame cuando necesite que me abraces. Algunas
cosas solo toman tiempo y nada más.
—Simplemente odio que estés sufriendo —dijo suavemente en la
oscuridad—. Ya has sido lastimada lo suficiente en esta vida.
—Y me lastimarán de nuevo. Eso es solo una parte de vivir. Pero hace 288
que los momentos en que las cosas van bien sean mucho más dulces.
Me acurruqué contra él, suspirando contenta.
—Al menos se acabó. Cathal se ha ido, junto con Calder, Gisele y
Evelyn. Cuatro personas malvadas han sido expulsadas del mundo.
—Habrá otros —dijo.
—Probablemente —coincidió—. Pero nos ocuparemos de ellos cuando
lleguen. Por ahora, disfrutemos de la paz. Incluso con el dolor que tomó llegar
aquí, aún es algo por lo que deberíamos estar agradecidos.
—Entonces duerme, princesa, y sé que te abrazaré, estaré aquí para que
te apoyes y seré lo que necesites mientras tenga aliento en mis pulmones.
—Puedo enfrentar cualquier cosa, siempre y cuando te tenga a mi lado,
vikingo.
Epílogo
“Hoy me caso. Aunque parezca mentira, no soy la que tiene una crisis nerviosa.
Sin embargo, Allete es un pequeño desastre. No mentiré, me he reído de ella varias
veces. No parecía estar divertida por esto, pero Freya y Babs sí, así que hicieron
completamente que valiera la pena eso.”
~Dayna

Dos años más tarde

—Si le rompes el corazón, te cortaré —espetó Allete a Brant antes de


que Torben pudiera levantarla y llevarla a su asiento. Ya había caminado por
el pasillo, mi padre ya me había entregado, y Brant y yo nos encontrábamos
289
de pie allí y esperábamos que el hombre santo del clan comenzara la
ceremonia, pero aparentemente mi hermana no había dicho todo lo que
necesitaba. A pesar de que ya había amenazado a Brant muchas, muchas veces
la semana pasada.
—No necesitarás cortarlo —gruñó Torben—. Dayna lo matará antes de
que alguien más pueda siquiera acercarse a él.
—Dice la verdad —dije, sonriendo al hombre que estaba parado frente
a mí.
—Pequeña cosa violenta —dijo Brant—. Sabes lo mucho que me excita.
—Compórtate —resoplé, luego me volví hacia el hombre santo—.
Puedes empezar ahora. Mi hermana no volverá a interrumpir.
—Estamos reunidos este día para celebrar la unión de Brant del clan
Hakon y Dayna Auvray, Princesa de Inglaterra. Tenemos el gran honor de ver
estos dos corazones convertirse en uno.
»Dayna, ¿tomas a Brant como tu esposo? ¿Lo amarás, apreciarás,
honrarás y cuidarás de él mientras ambos vivan?
—Sí —dije, sonriendo a la montaña de hombre que me había robado el
corazón hace dos años.
—¿Y tú, Brant, tomas a Dayna como tu esposa? ¿La amarás, cuidarás,
honrarás y cuidarás de ella mientras ambos vivan?
—Sí —respondió Brant, su mirada sobre mí tierna y llena de la pasión
que había llegado a conocer de él.
—Lo que los dioses han unido, no lo separe el hombre. Ahora los
declaro marido y mujer. Puedes besar a tu novia.
Brant tomó mi rostro entre sus grandes manos.
—Ahora estás atrapada conmigo, princesita —murmuró justo antes de
presionar sus labios contra los míos. Más tarde, tomaría represalias por su uso
del apodo que sabía que me molestaba muchísimo, pero por ahora, estaba
demasiado distraída por su sabor.
Cuando se apartó, le sonreí y supe que probablemente parecía
ridículamente feliz, porque lo estaba.
—Te amo —dije sin aliento. 290
—Es algo bueno porque sería incómodo para todos si te siguiera como
un cachorro mientras te declaro constantemente mi amor por ti, y tú me
ignorabas —bromeó. Él también lo haría, de eso no tenía ninguna duda.

Tres meses más tarde, Allete y yo caminábamos una al lado de la otra


hacia los campos de entrenamiento donde Torben y Brant se estaban atacando
actualmente. Ambos brillaban con sudor a pesar del aire fresco. Se acercaba la
primavera, por lo que no hacía tanto frío como hace un par de meses, pero aún
debían de estar trabajando bastante duro para sudar con este clima. No es que
me quejara. Ambos hombres eran agradables a la vista, sin camisa y sudorosos.
—Deja de babear —susurró Allete.
Me encogí de hombros.
—¿Por qué? Babearían por nosotras si estuviéramos sin camisa y
sudadas.
—¿Quién está sin camisa y sudorosa? —preguntó Brant, apartando los
ojos de Torben el tiempo suficiente para que el jarl pudiera sacar los pies de
Brant de debajo de él.
—No puedes distraerte tan fácilmente, mi amor —dije—. Tienes que
aprender a concentrarte incluso cuando las mujeres comienzan a hablar de
estar sin camisa y sudorosas.
Brant se puso de pie y caminó hacia nosotras. Se inclinó para presionar
un beso en mis labios.
—Siempre me distraeré cuando se trata de ti sin camisa y sudorosa.
—¿Podríamos pasar a otra cosa? —preguntó Allete.
—De acuerdo —asentí—. Tenemos buenas noticias y malas noticias.
—¿Cuáles son las malas noticias? —preguntó Torben a medida que se
acercaba, usando su túnica para secarse el sudor de la frente.
—Somos dos —dije.
Ambos hombres me miraron como si me hubiera crecido una segunda
cabeza. 291
Allete negó con la cabeza hacia mí.
—Qué manera de ser vaga. Lo que quiere decir es que, en lugar de tratar
con una sola mujer embarazada, deben tratar con dos. Dayna y yo estamos
embarazadas.
Simplemente nos miraron como si estuviéramos hablando en un idioma
extranjero. No estaba segura de lo que esperaba, pero no era eso.
Después de un minuto, Torben sonrió y pasó un brazo alrededor de
Brant.
—¡Vamos a ser padres!
—¿Por qué lo abrazas? —preguntó Allete—. Yo soy la que lleva a tu
hijo.
Brant apartó a Torben de un empujón y me rodeó con sus brazos,
levantándome del suelo lo suficientemente alto como para que mi estómago
estuviera a la altura de su cara. Presionó varios besos allí, sonriéndome.
—Llevas a mi hijo.
Fruncí el ceño.
—¿Cómo sabes que es un niño?
—Porque los dioses no serían tan crueles para darme a otra mujer con
la que lidiar.
Levanté mi ceja.
—¿Lidiar? ¿Estás diciendo que soy algo con lo que tienes que lidiar?
—No fue una buena elección de palabras, hermano —murmuró
Torben.
—Es un poco tarde para ese consejo —gruñó Brant—. No quise decir
eso de una manera negativa, hermosa. Me encanta tratar contigo.
—Bueno, me alegra escucharlo. También estoy feliz de decirte que
Allete dijo que vamos a tener trillizos, por lo que existe la posibilidad de que
puedas terminar con tres hijas.
Brant casi me deja caer cuando me bajó al suelo. Sus ojos estaban muy
abiertos ahora.
—¿Tres?
292
Asentí.
Maldijo en voz baja cuando me soltó.
—Necesito una bebida. —Tropezó hacia el comedor principal.
—¿De verdad vas a tener trillizos? —preguntó Torben.
Riendo, negué con la cabeza.
—No. Y se lo diré eventualmente. Pero se lo merecía después de su
comentario de “lidiar contigo”.
Torben se rio.
—No sé de qué te ríes —le dije—. Tu esposa está embarazada de
mellizos.
El rostro de Torben se puso serio y estudió a Allete. Ella asintió. Un
minuto después, vimos cómo Torben corría detrás de Brant, murmurando que
también necesitaba un trago.
—Eso fue divertido. —Me reí.
—De hecho, lo fue.
—¿Ahora qué?
—Ahora, hermana… —Allete suspiró mientras envolvía un brazo
alrededor de mi cintura—. Vivimos felices para siempre.
—Lo que se traduce en atormentar a nuestros vikingos, ¿verdad?
—Absolutamente.

293
Sobre la autora

294
Quinn Loftis es una autora premiada que vive en el hermoso Arkansas
Occidental con su marido, hijo, Nora el Doberman, y Phoebe la gata (quien
cree que es una ninja disfrazada). Es autora de ocho novelas, incluyendo el
best-seller de USA Today: Fate and Fury. Quinn está más allá de agradecida
por haber sido bendecida para ser capaz de escribir a tiempo completo, y
espera que los lectores sepan lo mucho que todo su apoyo significa para ella.
Algunas de sus aficiones son leer, hacer ejercicio, crochet, y pasar tiempo con
la familia y amigos. Le da todo el crédito de su éxito a Dios, porque él le dio
el espíritu creativo y la imaginación que se necesita para escribir.

Clan Hakon:
1. The Viking’s Chosen
2. The Viking’s Captive
3. The Viking’s Consort
Créditos
Moderación
LizC

Traducción
LizC y Lyla

Corrección
~Ángel'Grey
295
Carib
Imma Marques
Michy

Recopilación y revisión
LizC

Diseño
Bruja_Luna_
296

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